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Fabulas

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FABULAS Y MORALEJAS

PARTE N° 1

SELECCIÓN DE FABULAS

Las fábulas se destacan por ser muy


populares gracias a su sencillez y fácil
comprensión para todos. En las fábulas
los protagonistas son normalmente
animales, que a través de su
comportamiento proporcionan una
lección moral, recogida al final como
moraleja. Con cuentos que aportan
enseñanzas para la educación, pero
también ayudan a desarrollar la
creatividad y fomentan el interés por la
lectura. Hicimos una selección de las
mejores fábulas para que puedas
compartirlas.

¿Cómo Sabes?

Hace muchos años, en una pobre aldea


china vivía un labrador con su hijo. Su
único bien material, aparte de la tierra y
de la pequeña casa de paja, era un
caballo que había heredado de su padre.
Un buen día el caballo se escapó,
dejando al hombre sin animal para labrar
la tierra. Sus vecinos —que lo respetaban
mucho por su honestidad y diligencia—
acudieron a su casa para decirle cuánto
lamentaban lo ocurrido. Él les agradeció
la visita, pero preguntó:

¿Cómo podéis saber que lo que


ocurrió ha sido una desgracia en mi
vida? Alguien comentó en voz baja
con un amigo:

«Él no quiere aceptar la realidad, dejemos


que piense lo que quiera, con tal que no
se entristezca por lo ocurrido».

Y los vecinos se marcharon, fingiendo


estar de acuerdo con lo que habían
escuchado.

Una semana después, el caballo retornó


al establo, pero no venía solo: traía una
hermosa yegua como compañía. Al saber
eso los habitantes de la aldea
alborozados, porque sólo ahora
entendían la respuesta que el hombre les
había dado, retornaron a casa del
labrador para felicitarlo por su suerte.

Antes tenías sólo un caballo, y ahora


tienes dos. ¡Felicitaciones!—dijeron.
Muchas gracias por la visita y por
vuestra solidaridad —respondió el
labrador. ¿Pero cómo podéis saber
que lo que ocurrió es una bendición
en mi vida?

Desconcertados, y pensando que el


hombre se estaba volviendo loco, los
vecinos se marcharon, comentando por el
camino:

«¿Será posible que este hombre no


entienda que Dios le ha enviado un
regalo?».

Pasado un mes, el hijo del labrador


decidió domesticar la yegua. Pero el
animal saltó de una manera inesperada, y
el muchacho tuvo una mala caída
rompiéndose una pierna. Los vecinos
retornaron a la casa del labrador, llevando
obsequios para el joven herido. El alcalde
de la aldea, solemnemente, presentó sus
condolencias al padre diciendo que todos
estaban muy tristes por lo que había
sucedido. El hombre agradeció la visita y
el cariño de todos. Pero preguntó:

¿Cómo podéis vosotros saber si lo


ocurrido ha sido una desgracia en mi
vida?

Esta frase dejó a todos estupefactos,


pues nadie puede tener la menor duda de
que un accidente con un hijo es una
verdadera tragedia. Al salir de la casa del
labrador, comentaban entre sí:

«Realmente se ha vuelto loco; su único


hijo se puede quedar cojo para siempre y
aún tiene dudas de que lo ocurrido es una
desgracia».

Transcurrieron algunos meses y el Japón


declaró la guerra a China. Los emisarios
del emperador recorrieron todo el país en
busca de jóvenes saludables para ser
enviados al frente de batalla. Al llegar a la
aldea, reclutaron a todos los jóvenes
excepto al hijo del labrador que estaba
con la pierna rota. Ninguno de los
muchachos retornó vivo. El hijo se
recuperó, los dos animales dieron crías
que fueron vendidas y rindieron un buen
dinero. El labrador pasó a visitar a sus
vecinos para consolarlos y ayudarlos ya
que se habían mostrado solidarios con él
en todos los momentos. Siempre que
alguno de ellos se quejaba el labrador
decía:

¿Cómo sabes si esto es una


desgracia? Si alguien se alegraba
mucho, él preguntaba:
¿Cómo sabes si eso es una
bendición?

Y los hombres de aquella aldea


entendieron que, más allá de las
apariencias, la vida tiene otros
significados.

El Cuento de la Fresa

Un rey fue hasta su jardín y descubrió


que sus árboles, arbustos y flores se
estaban muriendo. El Roble le dijo que se
moría porque no podía ser tan alto como
el Pino. Volviéndose al Pino, lo halló caído
porque no podía dar uvas como la Vid. Y
la Vid se moría porque no podía florecer
como la Rosa. La Rosa lloraba porque no
podía ser alta y sólida como el Roble.

Entonces encontró una planta, una Fresa,


floreciendo y más fresca que nunca. El
rey preguntó:

¿Cómo es que creces saludable en


medio de este jardín mustio y
sombrío?
No lo sé. Quizás sea porque siempre
supuse que cuando me plantaste,
querías fresas. Si hubieras querido
un Roble o una Rosa, los habrías
plantado. En aquel momento me dije:
Intentaré ser Fresa de la mejor
manera que pueda.

Ahora es tu turno. Estás aquí para


contribuir con tu fragancia. Simplemente
mírate a ti mismo. No hay posibilidad de
que seas otra persona. Podéis disfrutarlo
y florecer regado con tu propio amor por
ti, o puedes marchitarte en tu propia
condena...

La Vasija de Agua Desvencijada

Un aguatero en la India tenía dos grandes


vasijas, cada una colgaba de cada
extremo de un palo que llevaba a través
del cuello. Una de las vasijas tenía una
rajadura en ella, y mientras que la otra
estaba perfecta y siempre entregaba una
porción completa de agua al final de una
larga caminata desde el arroyo a la casa
del patrón, la vasija desvencijada llegaba
solamente medio llena. Por dos años
enteros esto pasó diariamente, con el
aguatero entregando solamente una
vasija y media de agua al patrón de la
casa. De hecho, la vasija perfecta estaba
orgullosa de sus logros, perfectos para el
final al cual había sido hecha. Pero la
pobre vasija desvencijada estaba
avergonzada de su propia imperfección, y
miserable de que era capaz de solo lograr
la mitad para lo que había sido hecha.

Después de dos años de lo que percibió


como una amarga falla, habló al aguatero
un día por el arroyo. Yo estoy
avergonzada de mi misma, y quiero
disculparme con Usted. ¿Por qué?,
preguntó el aguatero. ¿De qué está
avergonzada? He sido capaz, por estos
dos años pasados, de entregar solamente
la mitad de mi carga porque esta rajadura
en mi costado causa que el agua se fugue
hacia afuera a lo largo de la vía hasta el
regreso a la casa de su patrón. A causa
de mis fallas Usted ha tenido que hacer
todo este trabajo y no consigue el valor
completo de sus esfuerzos, la vasija dijo.
El aguatero se sintió triste por la vieja
vasija desvencijada, y en su compasión
dijo, Como retorne a la casa de mi patrón,
quiero que note las hermosas flores a lo
largo del camino.

Evidentemente, a medida que fueron


escalando el monte la vieja vasija
desportillada notó al sol calentando las
hermosas flores silvestres al lado del
sendero, y esto la alegró algo. Pero al
final de la senda, aún se sintió mal porque
estaba fugándose la mitad de su carga, y
de nuevo se disculpó ante el aguatero por
su falla. El aguatero dijo a la vasija, ¿Notó
que había flores solamente en su lado de
la vía, pero no en el lado de la otra vasija?
Eso era porque yo siempre he sabido de
su falla, y saqué provecho de ella. He
plantado semillas de flores en su lado del
camino, y cada día mientras que
caminamos de regreso del arroyo, Usted
las ha regado. Por dos años he estado
recogiendo estas hermosas flores para
decorar la mesa de mi patrón. Sin ser de
la forma como es, él no hubiera tenido
esta belleza para agraciar su casa.

Moraleja: Cada uno de nosotros tenemos


nuestra propias y únicas fallas. Todos
somos vasijas desportilladas. Pero son las
rajaduras y fallas que cada uno de
nosotros tenemos las que hacen las vidas
juntas muy interesantes y remuneradoras.
Solo tienes que tomar a cada persona por
lo que ella es, y mirar lo bueno en ella.
Hay cantidad de bondad allá. ¡Hay
cantidad de bondad en nosotros!
Bienaventurados los flexibles, por que
ellos no se doblan fuera de forma.
¡Recuerda apreciar a todas las diferentes
personas en tu vida! O como nos gustaría
pensarlo ——si no hubiera sido por las
vasijas desvencijadas en nuestras vidas
hubieran sido muy aburridas y nada tan
interesantes... Gracias a Ustedes, todas
mis vasijas desvencijadas amigas.

La Antigua Vasija de Cerámica

Contaba el Maestro en cierta ocasión la


historia de una antigua vasija de cerámica
de valor inestimable por lo que había
pagado una fortuna en una subasta
pública. La vasija había sido usada
durante años por un mendigo que acabó
sus días en la miseria, totalmente
ignorante del valor de aquel objeto con el
que había pedido limosna.

Cuando un discípulo preguntó al Maestro


qué representaba aquella vasija, el
Maestro le dijo: A ti mismo.

El discípulo le pidió que se explicara, y el


Maestro prosiguió: Tú centras toda tu
atención en el insignificante conocimiento
que adquieres de los libros y de los
maestros. Sería mejor que le prestaras
más atención a la vasija en la que lo
guardas.

La Ermita

El viejo Haakon cuidaba cierta Ermita. En


ella se veneraba un crucifijo de mucha
devoción. Este crucifijo recibía el nombre,
bien significativo, de Cristo de los
Favores. Todos acudían allí para pedirle al
Santo Cristo. Un día el ermitaño Haakon
quiso pedirle un favor. Lo impulsaba un
sentimiento generoso. Se arrodilló ante la
imagen y le dijo:

Señor, quiero padecer por ti. Déjame


ocupar tu puesto. Quiero reemplazarte en
La Cruz. Y se quedó fijo con la mirada
puesta en la Sagrada Efigie, como
esperando la respuesta. El Crucificado
abrió sus labios y habló. Sus palabras
cayeron de lo alto, susurrantes y
amonestadoras:

Siervo mío, accedo a tu deseo, pero


ha de ser con una condición.
¿Cuál, Señor?, preguntó con acento
suplicante Haakon.
Es una condición difícil, dijo el Señor.
Estoy dispuesto a cumplirla con tu
ayuda, Señor, respondió el viejo
ermitaño.
Escucha: suceda lo que suceda y
veas lo que veas, has de guardar
siempre silencio. Haakon contestó:
Os, lo prometo, Señor. Y se efectuó
el cambio. Nadie advirtió el trueque.
Nadie reconoció al ermitaño colgado
de cuatro clavos en la Cruz.

El Señor ocupaba el puesto de Haakon. Y


éste por largo tiempo cumplió el
compromiso. A nadie dijo nada. Los
devotos seguían desfilando pidiendo
favores. Pero un día llegó un rico,
después de haber orado dejó allí olvidada
su cartera. Haakon lo vio y calló.
Tampoco dijo nada cuando un pobre, que
vino dos horas después, se apropió de la
cartera del rico. Ni tampoco dijo nada
cuando un muchacho se postró ante él
poco después para pedirle su gracia
antes de emprender un largo viaje. Pero
en ese momento volvió a entrar el rico en
busca de la bolsa. Al no hallarla pensó
que el muchacho se a había apropiado. El
rico se volvió al joven y le dijo iracundo:

¡Dame la bolsa que me has robado!.


El joven sorprendido, replicó:
No he robado ninguna bolsa.
No mientas, ¡devuélvamela
enseguida!.
Le repito que no he cogido ninguna
bolsa, afirmó el muchacho.

El rico arremetió, furioso contra él. Sonó


entonces una voz fuerte:

¡Detente! El rico miró hacia arriba y


vio que la imagen le hablaba.
Haakon, que no pudo permanecer en
silencio, gritó, defendió al joven,
increpó al rico por la falsa acusación.
Este quedó anonadado, y salió de la
Ermita. El joven salió también porque
tenía prisa para emprender su viaje.
Cuando la Ermita quedó a solas
Cristo se dirigió a su siervo y le dijo:
Baja de la Cruz. No sirves para
ocupar mi puesto. No has sabido
guardar silencio.
Señor, dijo Haakon, ¿cómo iba a
permitir esa injusticia? Se cambiaron
los oficios. Jesús ocupó la Cruz de
nuevo y el ermitaño que quedó ante
el Crucifijo. El Señor, clavado, siguió
hablando:
Tú no sabías que al rico le convenía
perder la bolsa pues llevaba en ella
el precio de la virginidad de una
joven mujer. El pobre, por el
contrario, tenía necesidad de ese
dinero e hizo bien en llevárselo; en
cuanto al muchacho que iba a ser
golpeado, sus heridas le hubiesen
impedido realizar el viaje que para él
resultaría fatal. Ahora, hace unos
minutos acaba de zozobrar el barco
y él ha perdido la vida. Tú no sabías
nada. Yo sí sé. Por eso callo... Y la
sagrada imagen del crucificado
guardó silencio.

¡Cuántas veces pretendemos dirigir


nuestro destino creyendo que es lo mejor
para nosotros!. Sólo Dios sabe lo que es
mejor para nosotros. Hay que aprender a
aceptar su Santa voluntad, aunque a
veces no la comprendamos.

El Muro

Las apariencias engañan

Dicen que una vez un hombre era


perseguido por varios malhechores que
querían matarlo. El hombre ingresó a una
cueva. Los malhechores empezaron a
buscarlo por las cuevas anteriores de la
que él se encontraba. Con tal
desesperación elevó una plegaria a Dios
de la siguiente manera:

Dios todopoderoso, haz que dos ángeles


bajen y tapen la entrada para que no
entren a matarme. En ese momento
escuchó a los hombres acercándose a la
cueva en la que él se encontraba, y vio
que apareció una arañita. La arañita
empezó a tejer una telaraña en la entrada.
El hombre volvió a elevar otra plegaria,
esta vez más angustiado:

Señor, te pedí ángeles, no una araña. Y


continuó: Señor, por favor, con tu mano
poderosa coloca un muro fuerte en la
entrada para que los hombres no puedan
entrar a matarme. Abrió los ojos
esperando ver el muro tapando la
entrada, y observo a la arañita tejiendo la
telaraña. Estaban ya los malhechores
ingresando en la cueva anterior de la que
se encontraba el hombre y éste quedó
esperando su muerte. Cuando los
malhechores estuvieron frente a la cueva
en la que se encontraba el hombre ya la
arañita había tapado toda la entrada,
entonces se escucho esta conversación:

Primer hombre: Vamos, entremos a esta


cueva. Segundo hombre: No. ¿No ves que
hasta hay telarañas?, nadie ha entrado en
ésta.

La fe es creer que se tiene lo que no se


ve, perseverar en lo imposible. Hay una
frase muy bella que dice: Si le pides a
Dios un árbol te lo dará en forma de
semilla. Pedimos cosas que desde
nuestra perspectiva humana son lo que
necesitamos, pero Dios nos da aquellas
con las cuales nos muestra que con
cosas muy sencillas Él puede hacer
mucho más. Como en esta lectura a
veces pedimos muros para estar seguros,
pero no tendría ningún mérito pues
sabríamos y tendríamos la certeza de que
estamos protegidos, Dios en cambio nos
pide además confianza en Él para dejarlo
que su Gloria se manifieste y haga que
algo como una telaraña nos dé la misma
protección que una muralla. Si has pedido
un muro y no ves mas que una telaraña,
recuerda que Dios puede convertir las
cosas... y confía en Él.

La Parábola del Hijo

Hay una diferencia entre la educación y la


experiencia. La educación es lo que
Usted obtiene de la lectura del pequeño
texto impreso. La experiencia es lo que
obtiene de no leerlo! Pero ¿no es verdad
que el gran aprendizaje viene de tanto la
educación como de la experiencia?
Permítame que le cuente una parábola:

Un joven maestro de escuela tuvo un


sueño en el que se le apareció un ángel y
le dijo, Tendrá un niño que crecerá para
llegar a ser un líder mundial ¿Cómo la
preparará a ella para que se dé cuenta de
su inteligencia, crezca con seguridad en
sí misma, desarrolle tanto lo afirmativo de
ella como su sensibilidad, sea de mente
abierta, sin embargo fuerte de carácter?
En breve, ¿qué clase de educación le
proveerá para que ella llegue a ser uno de
los verdaderos GRANDES líderes
mundiales?

El joven maestro se despertó con un


sudor frío. Nunca se le ocurrió a él antes
—que CUALQUIERA de sus actuales o
futuros estudiantes pudiera ser la
persona descrita en su sueño. ¿Estaba él
preparándolos para elevarse a
CUALQUIER POSICIÓN en la que
pudieran aspirar? Pensó, '¿Cómo podrían
mis enseñanzas cambiar si YO SUPIERA
que uno de mis estudiantes fuera esta
persona?' Gradualmente empezó a
formular un plan en su mente:

Esta estudiante necesitaría


experiencia también como
instrucción.
Necesitaría saber cómo resolver
problemas de varias clases.
Necesitaría crecer en carácter
también como en conocimiento.
Necesitaría seguridad propia
también como la habilidad para
escuchar bien y trabajar con otros.
Necesitaría entender y apreciar el
pasado, sin embargo ser optimista
acerca del futuro.
Necesitaría conocer el valor del
aprendizaje durante toda la vida.
Necesitaría mantener una mente
curiosa y activa.

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