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Anécdota 1

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ANÉCDOTA 1: 

EL CABALLO EN EL POZO

Un campesino, que luchaba con muchas dificultades, poseía algunos


caballos para que lo ayudasen en los trabajos de su pequeña
hacienda. Un día, su capataz le trajo la noticia de que uno de los
caballos había caído en un viejo pozo abandonado. El pozo era muy
profundo y sería extremadamente difícil sacar el caballo de allí.
El campesino fue rápidamente hasta el lugar del accidente, y evaluó la
situación, asegurándose que el animal no se había lastimado. Pero,
por la dificultad y el alto precio para sacarlo del fondo del pozo, creyó
que no valía la pena invertir en la operación de rescate. Tomó
entonces la difícil decisión de decirle al capataz que sacrificase el
animal tirando tierra en el pozo hasta enterrarlo, allí mismo.
Y así se hizo. Comenzaron a lanzar tierra dentro del pozo de forma de
cubrir al caballo. Pero, a medida que la tierra caía en el animal este la
sacudía y se iba acumulando en el fondo, posibilitando al caballo para
ir subiendo. Los hombres se dieron cuenta que el caballo no se dejaba
enterrar, sino al contrario, estaba subiendo hasta que finalmente
consiguió salir.
Si estás "allá abajo", sintiéndote poco valorado, y otros lanzan tierra
sobre ti, recuerda el caballo de esta historia. Sacude la tierra y sube
sobre ella.

ANÉCDOTA 2: LA BOTELLA


Un hombre estaba perdido en el desierto, destinado a morir de sed.
Por suerte, llegó a una cabaña vieja, desmoronada sin ventanas, sin
techo. El hombre anduvo por ahí y se encontró con una pequeña
sombra donde acomodarse para protegerse del calor y el sol del
desierto. Mirando a su alrededor, vio una vieja bomba de agua, toda
oxidada. Se arrastró hacia allí, tomó la manivela y comenzó a
bombear, a bombear y a bombear sin parar, pero nada sucedía.
Desilusionado, cayó postrado hacia atrás, y entonces notó que a su
lado había una botella vieja. La miró, la limpió de todo el polvo que la
cubría, y pudo leer que decía: "Usted necesita primero preparar la
bomba con toda el agua que contiene esta botella mi amigo, después,
por favor tenga la gentileza de llenarla nuevamente antes de
marchar".
El hombre desenroscó la tapa de la botella, y vio que estaba llena de
agua... ¡llena de agua! De pronto, se vio en un dilema: si bebía aquella
agua, él podría sobrevivir, pero si la vertía en esa bomba vieja y
oxidada, tal vez obtendría agua fresca, bien fría, del fondo del pozo, y
podría tomar toda el agua que quisiese, o tal vez no, tal vez, la bomba
no funcionaría y el agua de la botella sería desperdiciada. ¿Qué
debiera hacer? ¿Derramar el agua en la bomba y esperar a que
saliese agua fresca... o beber el agua vieja de la botella e ignorar el
mensaje? ¿Debía perder toda aquella agua en la esperanza de
aquellas instrucciones poco confiables escritas no se cuánto tiempo
atrás?
Al final, derramó toda el agua en la bomba, agarró la manivela y
comenzó a bombear, y la bomba comenzó a rechinar, pero ¡nada
pasaba! La bomba continuaba con sus ruidos y entonces de pronto
surgió un hilo de agua, después un pequeño flujo y finalmente, el agua
corrió con abundancia... Agua fresca, cristalina. Llenó la botella y
bebió ansiosamente, la llenó otra vez y tomó aún más de su contenido
refrescante. Enseguida, la llenó de nuevo para el próximo viajante, la
llenó hasta arriba, tomó la pequeña nota y añadió otra frase: "Créame
que funciona, usted tiene que dar toda el agua, antes de obtenerla
nuevamente".

ANÉCDOTA 3: EL ÁRBOL DE LAS


MANZANAS

Hace mucho tiempo existía un enorme árbol de manzanas. Un


pequeño niño lo apreciaba mucho y todos los días jugaba a su
alrededor. Trepaba por el árbol, y le daba sombra. El niño amaba al
árbol y el árbol amaba al niño. Pasó el tiempo y el pequeño niño
creció y el nunca más volvió a jugar alrededor del enorme árbol. Un
día el muchacho regresó al árbol y escuchó que el árbol le dijo triste:
"¿Vienes a jugar conmigo?". Pero el muchacho contestó: "Ya no soy
el niño de antes que jugaba alrededor de enormes árboles.
Lo que ahora quiero son juguetes y necesito dinero para comprarlos".
"Lo siento, dijo el árbol, pero no tengo dinero... pero puedes tomar
todas mis manzanas y venderlas. Así obtendrás el dinero para tus
juguetes". El muchacho se sintió muy feliz. Tomó todas las manzanas
y obtuvo el dinero y el árbol volvió a ser feliz. Pero el muchacho nunca
volvió después de obtener el dinero y el árbol volvió a estar triste.
Tiempo después, el muchacho regresó y el árbol se puso feliz y le
preguntó: "¿Vienes a jugar conmigo?". "No tengo tiempo para jugar.
Debo trabajar para mi familia. Necesito una casa para compartir con
mi esposa e hijos. ¿Puedes ayudarme?". "Lo siento, no tengo una
casa, pero... puedes cortar mis ramas y construir tu casa". El joven
cortó todas las ramas del árbol y esto hizo feliz nuevamente al árbol,
pero el joven nunca más volvió desde esa vez y el árbol volvió a estar
triste y solitario. Cierto día de un cálido verano, el hombre regresó y el
árbol estaba encantado. "Vienes a jugar conmigo?", le preguntó el
árbol.
El hombre contestó: "Estoy triste y volviéndome viejo. Quiero un bote
para navegar y descansar. ¿Puedes darme uno?". El árbol contestó:
"Usa mi tronco para que puedas construir uno y así puedas navegar y
ser feliz". El hombre cortó el tronco y construyó su bote. Luego se fue
a navegar por un largo tiempo. Finalmente regresó después de
muchos años y el árbol le dijo: "Lo siento mucho, pero ya no tenga
nada que darte, ni siquiera manzanas".
El hombre replicó: "No tengo dientes para morder, ni fuerza para
escalar... ahora ya estoy viejo. Yo no necesito mucho ahora, solo un
lugar para descansar. Estoy tan cansado después de tantos años...".
Entonces el árbol, con lágrimas en sus ojos, le dijo: "Realmente no
puedo darte nada... lo único que me queda son mis raíces muertas,
pero las viejas raíces de un árbol son el mejor lugar para recostarse y
descansar. Ven, siéntate conmigo y descansa". El hombre se sentó
junto al árbol y éste, feliz y contento, sonrió con lágrimas.
Esta puede ser la historia de cada uno de nosotros. El árbol son
nuestros padres. Cuando somos niños, los amamos y jugamos con
papá y mamá... Cuando crecemos los dejamos... Sólo regresamos a
ellos cuando los necesitamos o estamos en problemas... No importa lo
que sea, ellos siempre están allí para darnos todo lo que puedan y
hacernos felices. Parece que el muchacho es cruel contra el árbol...
pero es así como nosotros tratamos a veces a nuestros padres.
Valoremos a nuestros padres mientras los tengamos a nuestro lado.

ANÉCDOTA 4: ¡MAL CARÁCTER!
Esta es la historia de un muchachito  que tenía muy mal carácter. Su
padre le dio una bolsa de clavos y le dijo que cada vez que perdiera la
paciencia, debería clavar un clavo detrás de la puerta.
El primer día, el muchacho clavó 37 clavos detrás de la puerta. Las
semanas que siguieron, a medida que él aprendía a controlar su
genio, clavaba cada vez menos clavos detrás de la puerta.
Descubrió que era más fácil controlar su carácter durante todo el día.
Después de informar a su padre, éste le sugirió que retirara un clavo
cada día que lograra controlar su carácter. Los días pasaron y el joven
pudo finalmente anunciar a su padre que no quedaban más clavos
para retirar de la puerta.
Su padre lo tomó de la mano y lo llevó hasta la puerta. Le dijo: "Has
trabajado duro, hijo mío, pero mira todos esos hoyos en la puerta.
Nunca más será la misma. Cada vez que tú pierdes la paciencia,
dejas cicatrices exactamente como las que aquí ves".
Tú puedes insultar a alguien y retirar lo dicho, pero el modo cómo se
lo digas lo devastará y la cicatriz perdurará para siempre. Una ofensa
verbal es tan dañina como la ofensa física. Los amigos son joyas
preciosas. Nos hacen reír y nos animan a seguir adelante. Nos
escuchan con atención y siempre están dispuestos a abrirnos su
corazón. Tenlo siempre presente.

ANÉCDOTA 5: TODOS TENEMOS GRIETAS


Un cargador de agua de la India tenía dos grandes vasijas que
colgaba a los extremos de un palo y que llevaba encima de los
hombros. Una de las vasijas tenía varias grietas, mientras que la otra
era perfecta y conservaba toda el agua al final del largo camino a pie,
desde el arroyo hasta la casa de su patrón, pero cuando llegaba, la
vasija rota sólo tenía la mitad del agua.

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