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Nécdotas para No Olvidar

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nécdotas Para No Olvidar-

Historias Para Reflexionar Sobre


la Vida
LISTA DE ANÉCDOTAS:
1-  ANÉCDOTA: EL CABALLO EN EL POZO
2- ANÉCDOTA: LA BOTELLA
3- ANÉCDOTA: EL ÁRBOL DE MANZANAS
4- ANÉCDOTA: MAL CARACTER
5- ANÉCDOTA: TODOS TENEMOS GRIETAS
6- ANÉCDOTA: LA ÚLTIMA PREGUNTA
7- ANÉCDOTA: LAS DOS RANITAS
8- ANÉCDOTA: LA JOYA
9- ANECDOTA: PAPÁ, ¿CUÀNTO GANAS?...
10- ANÉCDOTA: PERDONAR Y AGRADECER
11- ANÉCDOTA: ELEFANTE EN EL CIRCO
12- ANÉCDOTA: LA MESA DE LA ABUELA
13- ANÉCDOTA: EL BUEN SAMARITANO
14- ANÉCDOTA: LA LECCIÓN INCOMPRENDIDA.
15-EL PESO DE LA BOLSA DEL CADI
16- UN POCO MAS...
ANÉCDOTA 1: EL CABALLO EN EL POZO

Un campesino, que luchaba con muchas dificultades, poseía algunos


caballos para que lo ayudasen en los trabajos de su pequeña
hacienda. Un día, su capataz le trajo la noticia de que uno de los
caballos había caído en un viejo pozo abandonado. El pozo era muy
profundo y sería extremadamente difícil sacar el caballo de allí.
El campesino fue rápidamente hasta el lugar del accidente, y evaluó la
situación, asegurándose que el animal no se había lastimado. Pero,
por la dificultad y el alto precio para sacarlo del fondo del pozo, creyó
que no valía la pena invertir en la operación de rescate. Tomó
entonces la difícil decisión de decirle al capataz que sacrificase el
animal tirando tierra en el pozo hasta enterrarlo, allí mismo.
Y así se hizo. Comenzaron a lanzar tierra dentro del pozo de forma de
cubrir al caballo. Pero, a medida que la tierra caía en el animal este la
sacudía y se iba acumulando en el fondo, posibilitando al caballo para
ir subiendo. Los hombres se dieron cuenta que el caballo no se dejaba
enterrar, sino al contrario, estaba subiendo hasta que finalmente
consiguió salir.
Si estás "allá abajo", sintiéndote poco valorado, y otros lanzan tierra
sobre ti, recuerda el caballo de esta historia. Sacude la tierra y sube
sobre ella.
ANÉCDOTA 2: LA BOTELLA

Un hombre estaba perdido en el desierto, destinado a morir de sed.


Por suerte, llegó a una cabaña vieja, desmoronada sin ventanas, sin
techo. El hombre anduvo por ahí y se encontró con una pequeña
sombra donde acomodarse para protegerse del calor y el sol del
desierto. Mirando a su alrededor, vio una vieja bomba de agua, toda
oxidada. Se arrastró hacia allí, tomó la manivela y comenzó a
bombear, a bombear y a bombear sin parar, pero nada sucedía.
Desilusionado, cayó postrado hacia atrás, y entonces notó que a su
lado había una botella vieja. La miró, la limpió de todo el polvo que la
cubría, y pudo leer que decía: "Usted necesita primero preparar la
bomba con toda el agua que contiene esta botella mi amigo, después,
por favor tenga la gentileza de llenarla nuevamente antes de
marchar".
El hombre desenroscó la tapa de la botella, y vio que estaba llena de
agua... ¡llena de agua! De pronto, se vio en un dilema: si bebía aquella
agua, él podría sobrevivir, pero si la vertía en esa bomba vieja y
oxidada, tal vez obtendría agua fresca, bien fría, del fondo del pozo, y
podría tomar toda el agua que quisiese, o tal vez no, tal vez, la bomba
no funcionaría y el agua de la botella sería desperdiciada. ¿Qué
debiera hacer? ¿Derramar el agua en la bomba y esperar a que
saliese agua fresca... o beber el agua vieja de la botella e ignorar el
mensaje? ¿Debía perder toda aquella agua en la esperanza de
aquellas instrucciones poco confiables escritas no se cuánto tiempo
atrás?
Al final, derramó toda el agua en la bomba, agarró la manivela y
comenzó a bombear, y la bomba comenzó a rechinar, pero ¡nada
pasaba! La bomba continuaba con sus ruidos y entonces de pronto
surgió un hilo de agua, después un pequeño flujo y finalmente, el agua
corrió con abundancia... Agua fresca, cristalina. Llenó la botella y
bebió ansiosamente, la llenó otra vez y tomó aún más de su contenido
refrescante. Enseguida, la llenó de nuevo para el próximo viajante, la
llenó hasta arriba, tomó la pequeña nota y añadió otra frase: "Créame
que funciona, usted tiene que dar toda el agua, antes de obtenerla
nuevamente".

ANÉCDOTA 3: EL ÁRBOL DE LAS


MANZANAS

Hace mucho tiempo existía un enorme árbol de manzanas. Un


pequeño niño lo apreciaba mucho y todos los días jugaba a su
alrededor. Trepaba por el árbol, y le daba sombra. El niño amaba al
árbol y el árbol amaba al niño. Pasó el tiempo y el pequeño niño
creció y el nunca más volvió a jugar alrededor del enorme árbol. Un
día el muchacho regresó al árbol y escuchó que el árbol le dijo triste:
"¿Vienes a jugar conmigo?". Pero el muchacho contestó: "Ya no soy
el niño de antes que jugaba alrededor de enormes árboles.
Lo que ahora quiero son juguetes y necesito dinero para comprarlos".
"Lo siento, dijo el árbol, pero no tengo dinero... pero puedes tomar
todas mis manzanas y venderlas. Así obtendrás el dinero para tus
juguetes". El muchacho se sintió muy feliz. Tomó todas las manzanas
y obtuvo el dinero y el árbol volvió a ser feliz. Pero el muchacho nunca
volvió después de obtener el dinero y el árbol volvió a estar triste.
Tiempo después, el muchacho regresó y el árbol se puso feliz y le
preguntó: "¿Vienes a jugar conmigo?". "No tengo tiempo para jugar.
Debo trabajar para mi familia. Necesito una casa para compartir con
mi esposa e hijos. ¿Puedes ayudarme?". "Lo siento, no tengo una
casa, pero... puedes cortar mis ramas y construir tu casa". El joven
cortó todas las ramas del árbol y esto hizo feliz nuevamente al árbol,
pero el joven nunca más volvió desde esa vez y el árbol volvió a estar
triste y solitario. Cierto día de un cálido verano, el hombre regresó y el
árbol estaba encantado. "Vienes a jugar conmigo?", le preguntó el
árbol.
El hombre contestó: "Estoy triste y volviéndome viejo. Quiero un bote
para navegar y descansar. ¿Puedes darme uno?". El árbol contestó:
"Usa mi tronco para que puedas construir uno y así puedas navegar y
ser feliz". El hombre cortó el tronco y construyó su bote. Luego se fue
a navegar por un largo tiempo. Finalmente regresó después de
muchos años y el árbol le dijo: "Lo siento mucho, pero ya no tenga
nada que darte, ni siquiera manzanas".
El hombre replicó: "No tengo dientes para morder, ni fuerza para
escalar... ahora ya estoy viejo. Yo no necesito mucho ahora, solo un
lugar para descansar. Estoy tan cansado después de tantos años...".
Entonces el árbol, con lágrimas en sus ojos, le dijo: "Realmente no
puedo darte nada... lo único que me queda son mis raíces muertas,
pero las viejas raíces de un árbol son el mejor lugar para recostarse y
descansar. Ven, siéntate conmigo y descansa". El hombre se sentó
junto al árbol y éste, feliz y contento, sonrió con lágrimas.
Esta puede ser la historia de cada uno de nosotros. El árbol son
nuestros padres. Cuando somos niños, los amamos y jugamos con
papá y mamá... Cuando crecemos los dejamos... Sólo regresamos a
ellos cuando los necesitamos o estamos en problemas... No importa lo
que sea, ellos siempre están allí para darnos todo lo que puedan y
hacernos felices. Parece que el muchacho es cruel contra el árbol...
pero es así como nosotros tratamos a veces a nuestros padres.
Valoremos a nuestros padres mientras los tengamos a nuestro lado.

ANÉCDOTA 4: ¡MAL CARÁCTER!
Esta es la historia de un muchachito  que tenía muy mal carácter. Su
padre le dio una bolsa de clavos y le dijo que cada vez que perdiera la
paciencia, debería clavar un clavo detrás de la puerta.
El primer día, el muchacho clavó 37 clavos detrás de la puerta. Las
semanas que siguieron, a medida que él aprendía a controlar su
genio, clavaba cada vez menos clavos detrás de la puerta.
Descubrió que era más fácil controlar su carácter durante todo el día.
Después de informar a su padre, éste le sugirió que retirara un clavo
cada día que lograra controlar su carácter. Los días pasaron y el joven
pudo finalmente anunciar a su padre que no quedaban más clavos
para retirar de la puerta.
Su padre lo tomó de la mano y lo llevó hasta la puerta. Le dijo: "Has
trabajado duro, hijo mío, pero mira todos esos hoyos en la puerta.
Nunca más será la misma. Cada vez que tú pierdes la paciencia,
dejas cicatrices exactamente como las que aquí ves".
Tú puedes insultar a alguien y retirar lo dicho, pero el modo cómo se
lo digas lo devastará y la cicatriz perdurará para siempre. Una ofensa
verbal es tan dañina como la ofensa física. Los amigos son joyas
preciosas. Nos hacen reír y nos animan a seguir adelante. Nos
escuchan con atención y siempre están dispuestos a abrirnos su
corazón. Tenlo siempre presente.

ANÉCDOTA 5: TODOS TENEMOS GRIETAS


Un cargador de agua de la India tenía dos grandes vasijas que
colgaba a los extremos de un palo y que llevaba encima de los
hombros. Una de las vasijas tenía varias grietas, mientras que la otra
era perfecta y conservaba toda el agua al final del largo camino a pie,
desde el arroyo hasta la casa de su patrón, pero cuando llegaba, la
vasija rota sólo tenía la mitad del agua.
Durante dos años completos esto fue así diariamente, desde luego la
vasija perfecta estaba muy orgullosa de sus logros, pues se sabía
perfecta para los fines para los que fue creada. Pero la pobre vasija
agrietada estaba muy avergonzada de su propia imperfección y se
sentía miserable porque sólo podía hacer la mitad de todo lo que se
suponía que era su obligación.
Después de dos años, la tinaja quebrada le habló al aguador
diciéndole:
"Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo porque debido a
mis grietas sólo puedes entregar la mitad de mi carga y sólo obtienes
la mitad del valor que deberías recibir”.
El aguador, apesadumbrado, le dijo compasivamente:
"Cuando regresemos a la casa quiero que notes las bellísimas flores
que crecen a lo largo del camino."
Así lo hizo la tinaja. Y en efecto vio muchas flores hermosas a lo largo
del camino, pero de todos modos se sintió apenada porque al final,
sólo quedaba dentro de sí la mitad del agua que debía llevar.
El aguador le dijo entonces
"¿Te diste cuenta de que las flores sólo crecen en tu lado del camino?
Siempre he sabido de tus grietas y quise sacar el lado positivo de ello.
Sembré semillas de flores a todo lo largo del camino por donde vas y
todos los días las has regado y por dos años yo he podido recoger
estas flores para decorar el altar de mi Maestro. Si no fueras
exactamente como eres, con todo y tus defectos, no hubiera sido
posible crear esta belleza."
Cada uno de nosotros tiene sus propias grietas. Todos somos vasijas
agrietadas, pero debemos saber que siempre existe la posibilidad de
aprovechar las grietas para obtener buenos resultados.

ANÉCDOTA 6: La última pregunta


Durante mi último curso en la escuela, nuestro profesor nos puso un
examen. Leí rápidamente todas las preguntas, hasta que llegué a la
ultima, que decía así: ¿Cuál es el nombre de la mujer que limpia la
escuela? Seguramente era una broma. Yo había visto muchas veces
a la mujer que limpiaba la escuela. Era alta, cabello oscuro, como de
cincuenta anos, pero... ¿cómo iba yo a saber su nombre?
Entregué mi examen, dejando la última pregunta en blanco. Antes de
que terminara la clase, alguien le preguntó al profesor si la última
pregunta contaría para la nota del examen. Por supuesto, dijo el
profesor. En sus vidas ustedes conocerán muchas personas. Todas
son importantes. Todas merecen su atención y cuidado, aunque solo
les sonrían y digan: !Hola! Yo nunca olvidé esa lección.
También aprendí que su nombre era Dorothy.

ANÉCDOTA 7: LAS DOS RANITAS


Resulta que había dos ranitas que aprovechando su día libre salieron
a pasear por una hermosa mansión. Cuando llegaron a la cocina en
busca de algo de comer, se resbalaron en unas gotas de aceite para
caer en una gran olla de crema.Ambas desesperadas comenzaron a
defenderse de la masa movediza que las iba devorando, hasta que
una de ella dijo:-Querida amiga ha llegado mi hora, por más que me
esfuerce nunca podré salir con vida de esta situación, no tengo opción
yo me entrego, mi vida ha terminado... Y dejando de patalear,
lentamente fue desapareciendo de la superficie.
La amiga, por su parte pensó: Yo no sé si hoy es mi día, así que no
me entregaré, en todo caso seguiré luchando hasta que Dios me
llamé, pero que antes observe que hice todo lo imposible para
conservar mi vida.La ranita siguió sin descanso moviendo sus patas, y
lo hizo con tanta decisión y con tanta voluntad,que sin darse cuenta la
crema se convirtió en manteca, pudiendo pisar firme y escapar
tranquilamente.

ANÉCDOTA 8: LA JOYA
Un monje andariego se encontró, en uno de sus viajes, una piedra
preciosa, y la guardó en su talega. Un día se encontró con un viajero
y, al abrir su talega para compartir con él sus provisiones, el viajero vio
la joya y se la pidió.
El monje se la dio sin más. El viajero le dio las gracias y marchó lleno
de gozo con aquel regalo inesperado de la piedra preciosa que
bastaría para darle riqueza y seguridad todo el resto de sus días. Sin
embargo, pocos días después volvió en busca del monje mendicante,
lo encontró, le devolvió la joya y le suplicó: "Ahora te ruego que me
des algo de mucho más valor que esta joya.
Dame, por favor, lo que te permitió dármela a mí".

ANÉCDOTA 9: Papá , ¿Cuánto ganas?

La noche había caído ya. Sin embargo, un pequeño hacía grandes


esfuerzos por no quedarse dormido; el motivo bien valía la pena:
estaba esperando a su papá.
Los traviesos ojos iban cayendo pesadamente, cuando se abrió la
puerta; el niño se
incorporó como impulsado por un resorte, y soltó la pregunta que lo
tenía tan inquieto:
-Papi, ¿cuánto ganas por hora? –dijo con ojos muy abiertos.
El padre, molesto y cansado, fue tajante en su respuesta:
-Mira hijo, eso ni siquiera tu madre lo sabe, no me molestes y vuelve a
dormir, que ya es muy tarde.
-Si papi, sólo dime, ¿cuánto te pagan por una hora de trabajo? –
reiteró suplicante el niño.
Contrariado, el padre apenas abrió la boca para decir:
-Ochocientos pesos.
-Papi, ¿me podrías prestar cuatrocientos pesos? –preguntó el
pequeño.
El padre se enfureció, tomó al pequeño del brazo y en tono brusco le
dijo:
-Así es que para eso querías saber cuánto gano, ¿no?. Vete a dormir
y no sigas fastidiando, muchacho....
El niño se alejó tímidamente y el padre, al meditar lo sucedido,
comenzó a sentirse culpable: "Tal vez necesita algo", pensó, y
queriendo descargar su conciencia se asomó al cuarto de su hijo y
con voz suave le preguntó:
-¿Duermes hijo?
-Dime papi, respondió él entre sueños.
-Aquí tienes el dinero que me pediste.
-Gracias papi –susurró el niño mientras metía su manita debajo de la
almohada, de donde sacó unos billetes arrugados-. ¡Ya completé! –
gritó jubiloso-.
Tengo, ochocientos pesos..., ahora papá:
¿ME PODRÍAS VENDER UNA HORA DE TU TIEMPO?

ANÉCDOTA 10: Perdonar y agradecer

Dice una leyenda árabe que dos amigos viajaban por el desierto y en
un determinado punto del viaje discutieron, y uno le dio una bofetada
al otro. El otro, ofendido, sin nada que decir, escribió en la arena:
"Hoy, mi mejor amigo me pegó una bofetada en el rostro". Siguieron
adelante y llegaron a un oasis donde resolvieron bañarse.
El que había sido abofeteado comenzó a ahogarse, y le salvó su
amigo.
Al recuperarse tomó un estilete y escribió en una piedra: "Hoy, mi
mejor amigo me salvó la vida". Intrigado, el amigo preguntó: "¿Por qué
después que te pegué escribiste en la arena y ahora en cambio
escribes en una piedra?".
Sonriendo, el otro amigo respondió: "Cuando un amigo nos ofende,
debemos escribir en la arena, donde el viento del olvido y el perdón se
encargarán de borrarlo y apagarlo.
Pero cuando nos ayuda, debemos grabarlo en la piedra de la memoria
del corazón, donde ningún viento podrá borrarlo".

ANÉCDOTA 11: El elefante del circo

Cuando yo era chico me encantaban los circos, y lo que más me


gustaba de los circos eran los animales. También a mí como a otros,
después me enteré, me llamaba la atención el elefante. Durante la
función, la enorme bestia hacía despliegue de peso, tamaño y fuerza
descomunal... pero después de su actuación y hasta un rato antes de
volver al escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una
cadena que aprisionaba una de sus patas a una pequeña estaca
clavada en el suelo. Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo
pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y
aunque la cadena era gruesa y poderosa, me parecía obvio que ese
animal capaz de arrancar un árbol de tajo con su propia fuerza,
podría, con facilidad, arrancar la estaca y huir.
El misterio es evidente: ¿Qué lo mantiene entonces? ¿Por qué no
huye? Cuando tenía cinco o seis años, pregunté a algún maestro, a mi
padre o a algún tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me
explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado.
Hice entonces la pregunta obvia: Si está amaestrado, ¿por qué lo
encadenan? No recuerdo haber recibido ninguna respuesta
coherente. Con el tiempo me olvidé del misterio del elefante y la
estaca... y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que
también se habían hecho la misma pregunta.
Hace algunos años descubrí que por suerte para mí alguien había
sido lo bastante sabio como para encontrar la respuesta: "El elefante
del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida
desde que era muy pequeño". Cerré los ojos y me imaginé al pequeño
recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que en aquel
momento el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y a
pesar de todo su esfuerzo no pudo. La estaca era ciertamente muy
fuerte para él. Juraría que se durmió agotado y que al día siguiente
volvía a probar, y también al otro y al que seguía... hasta que un día,
un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se
resignó a su destino. Este elefante enorme y poderoso no escapa
porque cree que no puede. Él tiene registro y recuerdo de su
impotencia, de aquélla impotencia que se siente poco después de
nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente
ese registro. Jamás... Jamás... intentó poner a prueba su fuerza otra
vez... Cada uno de nosotros somos un poco como ese elefante:
vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan
libertad. Vivimos creyendo que un montón de cosas "no podemos
hacer" simplemente porque alguna vez probamos y no pudimos.
Grabamos en nuestro recuerdo "no puedo... no puedo y nunca podré",
perdiendo una de las mayores bendiciones con que puede contar un
ser humano: la fe.

ANÉCDOTA 12: LA MESA DE LA ABUELA


Adaptación de ún texto de los Hermanos
Grimm
Es posible que este cuento cobre más significado a medida que pasan
los años, pero debemos aprenderlo cuando somos jóvenes, en aras
de la generación que nos precede.
Erase una vez una débil anciana cuyo esposo había fallecido
dejándola sola, así que vivía con su hijo, su nuera y su nieta. Día tras
día la vista de la anciana se enturbiaba y su oído empeoraba, y a
veces, durante las comidas, las manos le temblaban tanto que se le
caían las judías de la cuchara y la sopa del tazón. El hijo y su esposa
se molestaban al verle volcar comida en la mesa, y un día, cuando la
anciana volcó un vaso de leche, decidieron terminar con esa situación.
Le instalaron una mesilla en el rincón cercano al armario de las
escobas y hacían comer a la anciana allí. Ella se sentaba a solas,
mirando a los demás con ojos enturbiados por las lágrimas. A veces le
hablaban mientras comían, pero habitualmente era para regañarla por
haber hecho caer un cuenco o un tenedor.
Una noche, antes de la cena, la pequeña jugaba en el suelo con sus
bloques, y el padre le preguntó qué estaba construyendo.
—Estoy construyendo una mesilla para mamá y para ti —dijo ella
sonriendo—, para que podáis comer a solas en el rincón cuando yo
sea mayor.
Sus padres la miraron sorprendidos un instante, y de pronto rompieron
a llorar. Esa noche devolvieron a la anciana su sitio en la mesa
grande. Desde entonces ella comió con el resto de la familia, y su hijo
y su nuera dejaron de enfadarse cuando volcaba algo de cuando en
cuando.

ANÉCDOTA 13: EL BUEN SAMARITANO


Jesús, que predicó que debemos amar al prójimo como nos amamos a
nosotros mismos, cuenta la parábola del Buen Samaritano (Lucas
10:29-37) en respuesta a la pregunta "¿Quien es mi prójimo?". Para
comprender bien la historia, es importante saber que un "buen
samaritano" habría sido una expresión contradictoria para la mayoría
de los judíos en tiempos de Jesús, pues existía una hostilidad
tradicional entre judíos y samaritanos.

El viajero que acude en ayuda del hombre herido es la persona de


quien se espera menos compasión.
Jesús contó la parábola del buen samaritano. Dijo así:
—Un hombre recorría el solitario camino de Jerusalén a Jericó y cayó
entre salteadores, que lo despojaron de todo lo que tenía y lo
aporrearon y se marcharon, dejándolo medio muerto. Sucedió que un
sacerdote recorría ese camino, y cuando vio al hombre en el suelo,
pasó por el otro lado. Y un levita, cuando llegó a ese mismo sitio,
también siguió por el otro lado. Pero un samaritano llegó adonde yacía
ese hombre, y en cuanto lo vio se apiadó de él. Se acercó al hombre y
le vendó las heridas, vertiéndoles aceite y vino. Luego lo levantó y lo
puso sobre su bestia de carga, y lo acompañó hasta una posada. Allí
lo cuidó toda la noche. A la mañana siguiente sacó dos monedas de
su morral y las entregó al posadero, diciendo: "Cuida de él, y si
necesitas gastar más, hazlo. Cuando regrese te pagaré".
"¿Cuál de estos tres se comportó como el prójimo del hombre que
cayó entre los salteadores?
—El que demostró misericordia —dijo el escriba.
Y Jesús le dijo:
—Pues compórtate de la misma manera.
Mediante esta parábola Jesús demostró que "nuestro prójimo" es el
que necesita la ayuda que podamos brindarle, sea quien fuere.
EL ÁRBOL DE MANZANAS

Este era un enorme árbol de manzanas al cual un niño amaba mucho.


Todos los días jugaba a su alrededor, trepaba hasta el tope, comía
sus frutos y tomaba la siesta bajo su sombra. El árbol también lo
quería mucho.
Pasó el tiempo, el niño creció y no volvió a jugar alrededor del árbol.
Un día regresó y escuchó que este le decía con cierta tristeza: -
¿Vienes a jugar conmigo?
Pero el muchacho contestó: - Ya no soy el niño de antes que juega
alrededor de los árboles. Ahora quiero tener juguetes, y necesito
dinero para comprarlos.
- Lo siento -dijo el árbol-. No tengo dinero, pero te sugiero que tomes
todas mis manzanas y las vendas; así podrás comprar tus juguetes.
El muchacho tomó las manzanas, obtuvo el dinero y se sintió feliz.
También el árbol fue feliz, pero el muchacho no volvió. Tiempo
después, cuando regresó, el árbol le preguntó: - ¿Vienes a jugar
conmigo?
- No tengo tiempo para jugar; debo trabajar para mi familia y necesito
una casa para mi esposa e hijos. ¿Puedes ayudarme?
- Lo siento -repuso el árbol-. No tengo una casa, pero puedes cortar
mis ramas y construir tu casa.
El hombre cortó todas las ramas del árbol, que se sintió feliz, y no
volvió. Cierto día de un cálido verano, regresó. El árbol estaba
encantado. - ¿Vienes a jugar conmigo? -le preguntó.
- Me siento triste, estoy volviéndome viejo. Quiero un bote para
navegar y descansar, ¿puedes dármelo?
El árbol contestó: - Usa mi tronco para construir uno; así podrás
navegar y serás feliz.
El hombre cortó el tronco, construyó su bote y se fue a navegar por un
largo tiempo. Regresó después de muchos años y el árbol le dijo:
- Lo siento mucho, pero ya no tengo nada que darte, ni siquiera
manzanas.
El hombre replicó: - No tengo dientes para morder ni fuerzas para
escalar, ya estoy viejo.
Entonces el árbol, llorando, le dijo: - Realmente no puedo darte nada.
Lo único que me queda son mis raíces muertas.
Y el hombre contestó: - No necesito mucho ahora, sólo un lugar para
reposar. Estoy cansado después de tantos años...
- Bueno -dijo el árbol-, las viejas raíces de un árbol son el mejor lugar
para recostarse y descansar. Ven, siéntate conmigo y descansa.
El hombre se sentó junto al árbol y este, alegre y risueño, dejó caer
algunas lágrimas.
Esta bonita y triste anécdota representa nuestra vida, como muchos
de nostros hemos sido con nuestros padres (el árbol), siempre
necesitamos de ellos, de su atención, apoyo, contención y cuando nos
va un poco mejor nos alejamos para regresar cuando pensamos que
nuevamentes necesitamos de sus consejos. Y ellos siempre están ahi
presentes para escucharnos, y tratar de darnos todo con tal de
hacernos felices, sin pedir nada a cambio.

La felicidad es un trayecto, no un destino

Nos convencemos a nosotros mismos de que la vida será mejor


después de casarnos, después de tener un hijo,
y entonces después de tener otro.
Entonces nos sentimos frustrados de que los hijos no son lo
suficientemente grandes y que seremos felices cuando lo sean.
Después de eso nos frustramos por que son adolescentes (difíciles de
tratar). Ciertamente seremos más felices cuando salgan de esa etapa.
Nos decimos que nuestra vida estará completa cuando a nuestro
esposo o esposa le vaya mejor,
cuando tengamos un mejor auto o una mejor casa, cuando nos
podamos ir de vacaciones, cuando estemos retirados...
La verdad es que no hay mejor momento para ser felices que AHORA.
Si no es
ahora? , Cuando? Tu vida siempre estará llena de retos. Es mejor
admitirlos
y decidir ser felices de todas formas. Una de mis frases favorita es de
Souza, dijo: "Por largo tiempo parecía para
mí que la vida estaba a punto de comenzar, la vida de verdad. Pero
siempre había un obstáculo en el camino, algo que resolver primero,
algún asunto sin terminar, tiempo por pasar, una deuda que pagar,
entonces la vida
comenzaría. Hasta que me dí cuenta que esos obstáculos eran mi
vida.
Esta perspectiva me ha ayudado a ver que no hay un camino a la
felicidad. la felicidad es el camino.
Así que atesora cada momento que tienes, y atesórarlo más cuando lo
compartiste con "alguien especial", lo suficientemente especial para
compartir tu tiempo, y recuerda que el tiempo no espera por nadie...
Así que deja de esperar hasta que termines la escuela, hasta que
vuelvas a la escuela, hasta que bajes 10 kilos, hasta que tus hijos se
vayan de casa,hasta que te cases, hasta que te divorcies, hasta el
viernes por la noche, hasta el domingo por la mañana, hasta la
primavera, hasta el verano, o hasta que mueras, para decidir que no
hay mejor momento que este para ser feliz...
La felicidad es un trayecto, no un destino.
Pensamiento para la vida: Trabaja como si NO necesitaras dinero,
Ama como si
nunca te hubieran herido, y baila como si NADIE te estuviera viendo...

ANÉCDOTA 14: LA LECCIÓN QUE NUNCA


ENTENDIÓ
Un anécdota que habla de la falta de interés, compromiso y vocación.
Hace años, un inspector visitó una escuela primaria. En su recorrida
observó algo que le llamó poderosamente la atención: una maestra
estaba escondida detrás de su escritorio mientras sus alumnos
producían un gran desorden. El cuadro era caótico.

El inspector decidió presentarse:


-Permiso, soy el inspector de turno... ¿algún problema?
-Estoy abrumada señor, no sé qué hacer con estos chicos... No tengo
libros suficientes, el Ministerio no me envía material didáctico, no
tengo nada nuevo que mostrarles ni que decirles...

El inspector, que era un docente de alma, vio un corcho en el


desordenado escritorio. Lo tomó y, con aplomo, se dirigió a los chicos:

-¿Qué es esto? -preguntó.

-¡Un corcho, señor! -gritaron los alumnos sorprendidos.

-Bien, ¿de dónde sale el corcho?

-De la botella, señor. De una máquina... del alcornoque, de un árbol...


de la madera... -respondían animosos los niños.

-¿Y qué se puede hacer con la madera? -continuaba entusiasta el


docente.

-Sillas... una mesa... un barco...


-Bien. Tenemos un barco. ¿Quién lo dibuja? ¿Quién hace un mapa en
el pizarrón y coloca el puerto más cercano para nuestro barco?
Escriban cuál es el otro puerto más cercano. ¿A qué país pertenece?
¿Qué poeta que conozcan, nació allí? ¿Qué produce esa región?

¿Alguien recuerda alguna canción de ese lugar? Podemos cantarla


todos juntos...

Y comenzó una lección de geografía, historia, música, economía,


literatura...

La maestra quedó impresionada. Al terminar la clase, le dijo


conmovida:

-Señor, nunca olvidaré lo que me enseñó hoy. Muchas gracias.

Pasaron los días. Cuando el inspector volvió a la escuela, vio


nuevamente a la maestra refugiada detrás de su escritorio, mientras
sus alumnos hacían un gran alboroto.

-Señorita, ¿qué pasó?

-¡Qué suerte que regresó! Porque no puedo encontrar el corcho...


¿dónde lo dejó?

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