Nécdotas para No Olvidar
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ANÉCDOTA 4: ¡MAL CARÁCTER!
Esta es la historia de un muchachito que tenía muy mal carácter. Su
padre le dio una bolsa de clavos y le dijo que cada vez que perdiera la
paciencia, debería clavar un clavo detrás de la puerta.
El primer día, el muchacho clavó 37 clavos detrás de la puerta. Las
semanas que siguieron, a medida que él aprendía a controlar su
genio, clavaba cada vez menos clavos detrás de la puerta.
Descubrió que era más fácil controlar su carácter durante todo el día.
Después de informar a su padre, éste le sugirió que retirara un clavo
cada día que lograra controlar su carácter. Los días pasaron y el joven
pudo finalmente anunciar a su padre que no quedaban más clavos
para retirar de la puerta.
Su padre lo tomó de la mano y lo llevó hasta la puerta. Le dijo: "Has
trabajado duro, hijo mío, pero mira todos esos hoyos en la puerta.
Nunca más será la misma. Cada vez que tú pierdes la paciencia,
dejas cicatrices exactamente como las que aquí ves".
Tú puedes insultar a alguien y retirar lo dicho, pero el modo cómo se
lo digas lo devastará y la cicatriz perdurará para siempre. Una ofensa
verbal es tan dañina como la ofensa física. Los amigos son joyas
preciosas. Nos hacen reír y nos animan a seguir adelante. Nos
escuchan con atención y siempre están dispuestos a abrirnos su
corazón. Tenlo siempre presente.
ANÉCDOTA 8: LA JOYA
Un monje andariego se encontró, en uno de sus viajes, una piedra
preciosa, y la guardó en su talega. Un día se encontró con un viajero
y, al abrir su talega para compartir con él sus provisiones, el viajero vio
la joya y se la pidió.
El monje se la dio sin más. El viajero le dio las gracias y marchó lleno
de gozo con aquel regalo inesperado de la piedra preciosa que
bastaría para darle riqueza y seguridad todo el resto de sus días. Sin
embargo, pocos días después volvió en busca del monje mendicante,
lo encontró, le devolvió la joya y le suplicó: "Ahora te ruego que me
des algo de mucho más valor que esta joya.
Dame, por favor, lo que te permitió dármela a mí".
Dice una leyenda árabe que dos amigos viajaban por el desierto y en
un determinado punto del viaje discutieron, y uno le dio una bofetada
al otro. El otro, ofendido, sin nada que decir, escribió en la arena:
"Hoy, mi mejor amigo me pegó una bofetada en el rostro". Siguieron
adelante y llegaron a un oasis donde resolvieron bañarse.
El que había sido abofeteado comenzó a ahogarse, y le salvó su
amigo.
Al recuperarse tomó un estilete y escribió en una piedra: "Hoy, mi
mejor amigo me salvó la vida". Intrigado, el amigo preguntó: "¿Por qué
después que te pegué escribiste en la arena y ahora en cambio
escribes en una piedra?".
Sonriendo, el otro amigo respondió: "Cuando un amigo nos ofende,
debemos escribir en la arena, donde el viento del olvido y el perdón se
encargarán de borrarlo y apagarlo.
Pero cuando nos ayuda, debemos grabarlo en la piedra de la memoria
del corazón, donde ningún viento podrá borrarlo".