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Güemes, Belgrano, San Martín y Artigas (Sus Biografías)

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Güemes, Belgrano, San Martín y Artigas

(sus biografías)

GÜEMES, Martín Miguel de

Martín Miguel de Güemes (1785 - 1821) fue un patriota argentino, hijo de una jujeña de
ilustre origen y de un alto funcionario español que había llegado a Jujuy en 1777 para
desempeñarse como Oficial Real de las Cajas. Güemes pertenecía, por ende, a una familia
de abolengo emparentada con los principales de Salta, su provincia natal, y de Jujuy, cuna
de su madre.

En sus años de juventud, actuó en la ciudad de Buenos Aires junto a Liniers durante las
invasiones inglesas, y vuelto a Salta con el grado de teniente, fue de los primeros en adherir
al movimiento de Mayo. Cooperó en la campaña de Suipacha y Huaqui. Luego estuvo en
Buenos Aires durante los años 1811 a 1813. Cuando San Martín fue designado jefe del
Ejército del Norte lo llevó consigo.
De noble semblante, enmarcado por la espesa cabellera y la barba cerrada, era un hábil
jinete de incansable resistencia física y esbelta figura. Conocía profundamente la psicología
sencilla y noble de su pueblo. Sabía los resortes que debía mover para llevarlo, si era
necesario, al sacrificio. La vasta y accidentada región norteña con sus variados recursos
naturales no tenía secretos para él , brindándole escenario propicio a su admirable intuición
táctica, fértil en recursos y estratagemas.

Una vez al frente de los destinos de Salta, donde todas las clases sociales le rendían ciego
acatamiento, dio una especial organización a la milicia, dividiéndola en grupos bien
montados, armados de lanza o carabina. Estas partidas empezaron una lucha de guerrillas
que, a través de los valles, quebradas y bosques, acorralaban constantemente al enemigo y
lo diezmaron sin darle grandes batallas, incapacitándolo para proseguir su avance.

Reunió un ejército de gauchos que obtuvo brillantes victorias en la campaña del Alto Perú.
Fueron el freno que impidió el avance de las tropas realistas hacia el sur.
Sucesivas expediciones realistas ingresaron a suelo argentino a través de la quebrada de
Humahuaca y siempre se estrellaron contra la casi infranqueable barrera que les oponían
Güemes y sus hombres en una guerra de guerrillas sin fin. Güemes dividía sus hombres en
pequeñas partidas de caballería, armadas de lanza y tercerola (carabina), y las empleaba
en guerrillas, a través de las sierras y quebradas que conocía palmo a palmo. Todos los
avances realistas fracasaron ante estos infatigables jinetes que, sin dar grandes batallas,
diezmaban al enemigo en innumerables combates y sorpresas.

En 1821, cuando ya el poder español en Perú era jaqueado por San Martín y Bolívar,
Güemes cayó víctima de esta contienda defensiva.

En el curso de la lucha, Güemes fue herido mientras salía de la ciudad de Salta


Desde 1815, Güemes gobernaba Salta defendiendo la frontera de las incursiones realistas.
Las desventuras del conflicto interno lo alcanzaron a través de las intrigas del gobernador
de Tucumán, Bernabé Aráoz, quien no sólo le negaba apoyo en la guerra contra el ejército
del Virreinato del Perú, sino que complotaba para derrocarlo.
Aprovechando este enfrentamiento, el general realista Pedro Olañeta ocupó Jujuy y
adelantó una vanguardia al mando del coronel Marquiegue, quien fue derrotado en la
quebrada de Humahuaca por el coronel José Ignacio Gorriti, gobernador delegado de
Güemes.

El caudillo salteño, en tanto, fue vencido por las fuerzas de Aráoz y sus adversarios internos
lo derrocaron. Pero ni bien regresó a la ciudad, el pueblo lo repuso en el gobierno.
Los realistas siguieron avanzando y una partida al mando del coronel Valdez entró
sigilosamente en la ciudad al amparo de la noche. Güemes oyó descargas de fusilería y
cuando quiso ver qué ocurría resultó mortalmente herido, muriendo el 17 de junio de 1821
en su campamento de Chamical.

Olañeta ocupó Salta con 2.000 hombres pero fueron sitiados por los gauchos de Güemes
-comandados por el coronel Jorge Vidt- y al cabo de tres meses se retiró. Fue la última
invasión. Al igual que el Cid Campeador, Martín Miguel de Güemes había triunfado después
de muerto.

Murió el 17 de junio de 1821 en el bosque de La Cruz, cerca del pueblo Chamical (hoy San
Francisco). Casi al mismo tiempo cesaron las invasiones realistas. El heroico salteño había
cumplido su gloriosa misión.

BELGRANO, Manuel

Manuel Belgrano (1770 - 1820), patriota argentino, fue uno de los grandes caudillos de la
Independencia. Nacido en Buenos Aires en el seno de una familia de ricos comerciantes,
durante su juventud luchó en pro de reformas económicas y contra el monopolio peninsular,
desde la secretaría del Consulado de Comercio (1794) y a través del periódico “Correo del
Comercio”, por él fundado.

Vocal de la Primera Junta de Gobierno criolla (1810), dirigió una fracasada expedición al
Paraguay, en 1811. En 1812 sucedió a Pueyrredón al frente del Ejército del Norte y alcanzó
las victorias de Tucumán (1812) y Salta (1813), invadió el Alto Perú (actual Bolivia), pero fue
derrotado en Vilcapugio y Ayohuma (1813) y hubo de ceder el mando a José de San Martín.
Al año siguiente partió en embajada hacia Inglaterra y España, acompañado de Rivadavia,
con la intención de obtener el reconocimiento de la independencia argentina en régimen
monárquico, ofreciendo la corona a un hijo de Carlos IV de España. Pero la misión fracasó
al fortalecerse la posición de Fernando VII. Belgrano volvió a mandar el Ejército del Norte
(1816-1818) e intentó influir en el Congreso de Tucumán (1816) para que fuese coronado
rey de las Provincias Unidas del Río de la Plata un descendiente de los incas.

SAN MARTÍN, José de

José de San Martín (1778 - 1850) fue un militar argentino, hijo de padres españoles. Nació
en Yapeyú, en la actual provincia de Corrientes, el 25 de febrero de 1778, hijo del capitán
Juan de San Martín y Gómez, natural de Cervatos de la Cueza, a la sazón teniente
gobernador de cuatro pueblos de las antiguas misiones jesuíticas, y de Gregoria Matorras
del Ser, oriunda de Paredes de Nava, localidad próxima a la que fuera cuna de su esposo,
ambas en la provincia española de Palencia.

A los seis años de edad (1784) sus padres lo llevaron a España y al poco tiempo se
radicaron en Málaga. Ingresó en el Real Seminario de Nobles y, al terminar sus estudios, se
alistó como cadete en el regimiento de Murcia, acuartelado en esa ciudad, el 21 de julio de
1789, teniendo once años de edad. Por singular coincidencia, el uniforme que debía vestir
era de color celeste y blanco.

A fines de 1790 marchó a Melilla (Marruecos) y a mediados de 1791 a Orán (Argelia), donde
soportó un sitio de treinta y tres días que redujo a escombros la plaza. Ascendido a
subteniente en 1793 (él tenía 15 años de edad), pasó al ejército del general Ricardos e hizo
en sus filas la campaña del Rosellón (región limítrofe de Francia en los Pirineos
meridionales), ganando nuevas distinciones por su ejemplar comportamiento. Embarcado
con fuerzas de su batallón en la fragata “Santa Dorotea”, combatió en julio de 1798 con el
navío inglés “Leon”, muy superior en fuerzas. Tras encarnizada lucha, el barco español fue
apresado. Recuperada la libertad semanas más tarde, volvió al servicio, dedicando el
tiempo disponible a la lectura y al estudio.

En 1801 participó en la corta campaña contra Portugal y cumplió tareas de reclutamiento.


En 1802 estuvo en el bloqueo de Gibraltar; en diciembre fue ascendido a segundo ayudante
del batallón de infantería “Voluntarios de Campo Mayor”. Acababa de obtener el grado de
segundo capitán , en 1804, cuando debió colaborar en la lucha contra el cólera, que azotó a
la ciudad de Cádiz, asiento de su guarnición. Ese puerto, tan vinculado a la América
española y a Buenos Aires por sus privilegios comerciales, proporcionó al joven criollo las
primeras ocasiones de ponerse en contacto con algunos compatriotas, reviviendo en su
memoria el recuerdo jamás borrado de la lejana y querida tierra natal.

Los acontecimientos de 1808 lo arrastraron en su torbellino. Presenció, hondamente


impresionado, el furioso estallido de la pasión popular, que sacrificó en Cádiz, casi ante su
vista, al general Francisco Solano acusado de traidor.

En las filas del ejército de Castaños señaló su intrepidez en la acción de Arjonilla, donde,
caído su caballo, estuvo a punto de ser muerto por los franceses, debiendo su salvación,
como más tarde sucedería con Cabral en San Lorenzo, a la abnegada intervención del
soldado Juan de Dios. Se batió heroicamente en la famosa victoria de Bailén, que le brindó,
en justa recompensa, los galones de teniente coronel de caballería.
Intervino también en la batalla de Albuera.

Posteriormente actuó como ayudante de ilustres generales, particularmente el marqués de


Coupigny, en varias campañas contra las tropas imperiales francesas.

De guarnición en Cádiz, maduró en su espíritu la idea redentora, y resonó en su mente con


imperiosa exigencia “la voz de la patria que lo llamaba”. Siguiendo su impulso, sacrificó los
veintiún años de servicios prestados en la Madre Patria y la brillante perspectiva de escalar
los más altos grados militares, para afrontar las contingencias de un medio nuevo, de
incierto porvenir. Pretextando un viaje a Lima, a fin de atender sus intereses, pidió la baja
del Ejército y el permiso para trasladarse a esa ciudad. Obtenidas ambas cosas, por decreto
del 6 de septiembre de 1811 (él tenía 33 años de edad), expedido por el Consejo de
Regencia, consiguió embarcarse con rumbo a Inglaterra, gracias a la ayuda que le prestó
lord Macduff. Permaneció algunos meses en Londres, ingresando allí en la Logia Lautaro, y
zarpó para el Río de la Plata, el 19 de enero de 1812.

San Martín tenía entonces treinta y cuatro años.

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Estaba afiliado a la logia Lautaro, sociedad secreta en cuyo seno se fraguó la conspiración
base de los acontecimientos que habían de desarrollarse en América.

En 1811 realizó un viaje a Inglaterra y al año siguiente se trasladó a su país. El Gobierno


argentino le confió el mando y la organización del regimiento de granaderos a caballo.
Fundó una academia de instrucción militar en Buenos Aires. Intervino en la causa
revolucionaria y logró del gobierno la formación de un nuevo triunvirato.
El primer triunfo que obtuvo sobre las tropas españolas fue el de San Lorenzo (1813), en el
Paraná. En 1814 fue ascendido a general en jefe del ejército del Norte. Unos meses más
tarde logró ser nombrado gobernador intendente de la provincia de Cuyo, donde se dedicó
a preparar el plan de tomar Lima después de dominar el Pacífico mediante la conquista de
Chile.
El Gobierno general de las Provincias Unidas le asignó una suma para los gastos de la
empresa (1815). San Martín y el general chileno O’Higgins, que había sido derrotado por los
españoles en Rancagua, organizaron el ejército de los Andes y obtuvieron la victoria de
Chacabuco (12 de febrero de 1817). A raíz de ello el Cabildo abierto de Santiago proclamó
a aquél gobernador del Estado. El ejército libertador sufrió el desastre de Cancha Rayada
(marzo), pero poco después venció a los españoles en Maipú (abril), con lo que se logró
definitivamente la independencia de Chile. San Martín renunció a su cargo en favor de
O’Higgins y recibió el título de gobernador general de los ejércitos chilenos.
Se trasladó a Buenos Aires en busca de ayuda económica para su expedición al Perú, pero
el gobierno estaba falto de recursos.
En septiembre de 1820 desembarcó en Paracas (Perú). Sus representantes se
entrevistaron en dos ocasiones con el virrey, pero sin resultados satisfactorios, en vista de
lo cual sitió Lima por tierra y por mar. Los españoles abandonaron la capital (17 de julio de
1821) y el 28 de julio siguiente el general proclamó la independencia del Perú, quedando a
la cabeza del gobierno con el título de Protector. Poco después logró la rendición de la
fortaleza del Callao.
Al año siguiente tuvo lugar la entrevista de Guayaquil (27 de julio) entre Bolívar y San
Martín, en la que se decidió la anexión de esta ciudad a la Gran Colombia. En septiembre el
general argentino renunció a su cargo de Protector y decidió retirarse a Europa (1824).
Regresó a su patria en 1828, pero no llegó a desembarcar, pues no quiso tomar parte en las
luchas civiles. En 1839 el Gobierno de Rosas le nombró ministro plenipotenciario de la
confederación argentina en la República del Perú, cargo que él no aceptó.
Residió en Francia hasta su muerte.

(Esto es del diccionario SALVAT)

ARTIGAS, José Gervasio

José Gervasio Artigas (1764 - 1850) fue el héroe máximo del Uruguay, fundador de su
nacionalidad y precursor de su independencia. Abandonó en 1811 la milicia colonial
española, en la que se había alistado en 1797, para incorporarse a la revolución iniciada en
Buenos Aires en mayo de 1810. Desde entonces hasta el fin del dominio español en el Río
de la Plata (1814) , acaudilló a las milicias campesinas uruguayas, al frente de las cuales
obtuvo su primera victoria en la batalla de Las Piedras (18 de mayo de 1811). En octubre de
1811, cumpliendo un acuerdo con las autoridades españolas, se retiró con sus fuerzas, y
seguido espontáneamente de la totalidad de la población de la campaña (unas 12.000
almas) atravesó el río Uruguay y acampó en Ayuí, en el litoral de la provincia argentina de
Entre Ríos. Este episodio de la Revolución hispanoamericana se conoce como “Éxodo del
pueblo oriental”. A fines de 1812 contribuyó con sus fuerzas al sitio de Montevideo, que
finalizó con la capitulación de las autoridades españolas de la plaza, y su retiro definitivo del
Río de la Plata (junio de 1814).

En el transcurso del sitio de Montevideo, reunió en las afueras de Montevideo el primer


Congreso representativo de los pueblos de las Provincias Orientales (abril de 1813), donde
se redactaron las célebres Instrucciones del año XIII, carta magna del federalismo
rioplatense. Fueron precisamente los principios federalistas sustentados por Artigas la
causa de sus desacuerdos y rompimiento final con las autoridades de Buenos Aires, de
tendencia fuertemente centralista.

Entre 1814 y 1815 atrajo en torno suyo a los pueblos argentinos de Entre Ríos, Corrientes,
Misiones, Santa Fe y Córdoba en defensa de sus autonomías locales, de lo que resultó la
formación de una alianza (Liga Federal) entre dichos pueblos y la Provincia oriental, de la
cual Artigas fue unánimemente declarado “Protector”.
Entre 1815 y 1816 logró la plena autonomía de la Provincia oriental. En este mismo período
fue aplicado el célebre Reglamento “para fomento de la campaña y seguridad de sus
hacendados”, redactado en septiembre de 1815 bajo la directa inspiración de Artigas y
fundado en los más altos principios de justicia social. El breve lapso de paz que vivió la
Provincia oriental autónoma se vio interrumpido, a mediados de 1816, por la invasión
portuguesa. La lucha fue dura y despareja por la superioridad numérica y de armamento de
las fuerzas invasoras. Además, las autoridades de Buenos Aires aprovecharon la situación
comprometida en que se hallaba Artigas para intentar varias ofensivas militares contra las
demás provincias argentinas de la Liga Federal. Tras muchos sangrientos combates se
desmoronó la resistencia al invasor portugués en la batalla de Tacuarembó (22 de enero de
1820). Pocos días más tarde (el 1° de febrero) Artigas, al mando de las tropas federales de
Entre Ríos, Santa Fe y Corrientes, derrotaba a las de Buenos Aires en la batalla de Cepeda.
Pasó entonces al litoral argentino en busca de recursos para proseguir la lucha contra los
portugueses, pero no tuvo éxito, y derrotado en sucesivos encuentros, debió internarse en
el Paraguay. Allí permaneció treinta años, virtualmente prisionero del “Dictador Supremo” de
dicho país, José Gaspar Rodríguez Francia. A la muerte de éste (1840) fue liberado y
trasladado a la capital, Asunción, en cuyas afueras falleció.

En 1856 fueron repatriados sus restos, trasladados poco después al Panteón Nacional. Sus
luchas por independizar a su pueblo del dominio español y en defensa de la soberanía de
los pueblos, en particular de la autonomía del suelo natal, contra los propósitos centralistas
de las autoridades dirigentes de la Revolución rioplatense; su indefectible fe republicana, y
su denodada resistencia a la invasión portuguesa dieron origen y fortalecieron el
sentimiento de nacionalidad entre sus compatriotas, que se concretó en la independencia
absoluta del Uruguay (el 25 de agosto de 1825) pocos años más tarde de su definitivo exilio
hasta la muerte.

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