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Lectura Critica

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El Bien, El Mal y El Alma

Lectura Crítica

Profesor: Nicolás Salerno F.

Ayudante: Sofía Jeldes

Belén Espinoza L.

12-06-2018
En el libro “La República” de Platón, el filósofo se enfoca en el tema de la justicia y del
estado, trata de explicar que es lo injusto y que es lo justo, como viven en armonía, el bien
y el mal, la composición de el alma y sus partes, y de lo que un estado ideal y correcto debe
ser.

Una de las tres partes de el alma es, el alma racional, que es la parte superior del ser
humano, que es inmortal y divina: y gracias a ella se alcanza el conocimiento y la vida
buena. Dice que es la parte excelente de el alma, se identifica con la razón, y faculta al ser
humano para el conocimiento y la realización del bien y la justicia. Es un principio divino y
dotado de inmortalidad.

En el alma racional, la virtud es la prudencia, y quienes la ejercen, son los gobernantes

El alma irascible, es la parte del alma humana donde se sitúan la voluntad y el valor,
gracias a esta parte el alma puede seguir a los dioses a un mundo de las ideas y la
contemplación de la idea del bien. En el alma irascible, se encuentra la voluntad, la
fortaleza y el valor, Platón no la defina como mortal ni inmortal.

En el alma irascible, la virtud es la fortaleza, y quienes la ejercen, son los guerreros.

El alma concupiscible se define como la parte mortal del alma humana responsable de las
pasiones, placeres y deseos sensibles. Es la parte del alma humana mas relacionada con el
cuerpo y en ella se encuentran los placeres sensibles, los apetitos (deseos sexuales, apetitos
por la comida, la fama, la riqueza, etc.). Por estar tan íntimamente ligada al cuerpo se
destruye cuando muere.

En el alma concupiscible, la virtud es la templanza, y quienes la ejercen, son los artesanos o


trabajadores.

Según Platón, quienes nacieron con la parte racional del alma más desarrollada, son los que
están llamados a gobernar, para ello tienen que adquirir conocimientos y desarrollar la
virtud de la prudencia. Sin embargo, eso no es suficiente para ejercer el poder; la
gobernanza depende también de el alma irascible, que esta dotada de la virtud de la
fortaleza, y de el alma concupiscible, que aporta la templanza de artesanos y trabajadores.
Los gobernantes que son sabios, prudentes, poseen “almas inmortales”, necesitan, para
ejercer el poder, de los guerreros, para imponer su voluntad y de los trabajadores para
ejecutar el trabajo.

De igual forma, cada persona contiene las tres partes, por lo tanto, el que es
predominantemente racional debe tener un componente irascible para poder defender sus
ideas o su postura, y una parte concupiscible para poder ejecutar. De esta manera, aquellos
dominados por el alma irascible deben tener una visión del bien y del mal y la capacidad de
actuar. Aquellos cuya alma es concupiscible, es decir, aquellos que están orientados a la
acción y los deseos deben también tener la capacidad de visualizar lo que es correcto y de
defender su pensamiento.

No existen los seres humanos puros, necesariamente se mezclan las tres partes de el alma, y
si bien una predomina, para que la que manda se desenvuelva debe expresar las otras dos de
manera armónica.

Para Platón la felicidad verdadera para el hombre es lograr el desarrollo pleno de su


genuina personalidad dentro de la razón y la moral, el crecimiento de su alma y el bienestar
armónico general de su vida. El bien se encuentra entre el placer y la sabiduría. Es un
estado del alma que no puede reducirse al placer corporal, sin tener en cuenta las
necesidades del espíritu; ni tampoco centrarse únicamente en el espíritu dejando de lado los
placeres corporales, porque, aunque el intelecto sea lo esencial del hombre no es lo único
en él.

En cuanto a los placeres mundanos Platón se refiere a la satisfacción de los deseos


inocentes con moderación. Una vida verdadera y buena no implica alejarse del mundo ni
despreciar los placeres de la vida, sino reconocer que esta realidad no es la mejor, porque es
sólo una modesta copia de la vida verdadera. El Sumo Bien se alcanza con la práctica de la
virtud que significa ser lo más semejante posible a Dios con ayuda de la sabiduría. Platón
coincidía con Sócrates al considerar la virtud como conocimiento, porque lo que es
realmente bueno es de sabios. Todas las virtudes se unen en la prudencia del conocimiento
de lo que es verdadero.
El alma tiene dos posibilidades: el equilibrio y su contrario, y ambos son necesarios. Por lo
tanto, el alma, más que pasiva, es activa, porque busca su propio orden en el equilibrio de
fuerzas. La jerarquía del alma, el equilibrio de fuerza en sí mismo, se permite por el control
de la fuerza del mal y no por su negación. El sistema tripartito: punto de tensión -razón-, lo
bueno y lo malo, es la estructura dinámica que tiende al orden del alma.

¿Qué busca Platón al plantear el mal como parte del alma? En la República compara las tres
fuerzas del alma con las tres partes del Estado; así, el jinete, que en el alma representa la
razón (o sabiduría), en el Estado será el gobernante; el caballo bueno, que en el alma
representa el apetito irascible (el coraje, la voluntad, el valor), en el Estado será el ejército,
y el caballo malo, que en el alma simboliza el apetito concupiscible (el placer, el deseo),
representa al pueblo (Platón, Rep.: 427d). De ahí que las tres partes del alma sean la razón,
el valor y el placer.

Cuando el que domina o ejerce el poder es el irascible o el concupiscible se aleja de la vida


buena porque va a estar dominado por la voluntad o los apetitos sin la guía del
conocimiento y la realización del bien y la justicia. La justicia es la fuerza que mueve el
orden del alma y, por lo tanto, determina su bondad. Sócrates reconocia a la bondad con la
virtud moral y a ésta con el saber. La virtud es inherente al hombre que es virtuoso por
naturaleza y los valores éticos son constantes, por lo tanto, el mal es el resultado de la falta
de conocimiento.

De lo anterior se deduce que el pensamiento platónico propone una ética del orden; de la
justicia, para ser exactos, puesto que el equilibrio de fuerzas es el orden que genera la
justicia: "Debemos recordar entonces que cada uno de nosotros será justo en tanto cada una
de las especies que hay en él haga lo suyo, y en cuanto uno mismo haga lo suyo" (Platón,
Rep.: 441d).
Bibliografía:

- [ CITATION Plaac \l 13322 ]


- [ CITATION Mal08 \l 13322 ]

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