Educacion en Islam
Educacion en Islam
Educacion en Islam
Educación
Por: Ricardo H. S. Elía
Dijo Alí Ibn Abi Talib: «No hay riqueza comparable a la razón, ni pobreza que se iguale a la
ignorancia, ni herencia como la cultura, ni ayuda como el mutuo consenso» (Nahyul Balagha, “Las
cimas de la elocuencia”).
El origen de la educación y la civilización en el Islam fue la imitación de las costumbres, consejos
y tradiciones (Sunna) del Santo Profeta del Islam que eran una extensión de los principios y
mandatos contenidos en el Libro por Excelencia, el Sagrado Corán, emanados de la Revelación del
Graciabilísimo, Misericordiosísimo. Entre sus dichos alusivos a la educación y la enseñanza figuran
aquellos que dicen: «Hacer la ciencia accesible a todos es alentar a cada uno a instruirse» e
«Instruirse en la juventud es grabar sobre la piedra».
La enseñanza empezaba tan pronto como el niño aprendía a hablar; enseguida se le enseñaba
a decir: «No hay otro Dios más que Dios, y Muhammad es su Mensajero». A la edad de seis años
entraba en una escuela elemental, instalada usualmente en una mezquita, a veces junto a una
fuente pública al aire libre. La instrucción era normalmente gratuita y el programa muy simple: las
cinco plegarias diarias obligatorias para todo musulmán, lectura suficiente para descifrar e
interpretar el Sagrado Corán y, por lo demás, el mismo Corán como teología, historia, ética y
derecho.
Cada día el alumno debía aprender de memoria y recitar en voz alta una parte del Corán; la
meta que se señalaba a todos los estudiantes era saber de memoria las 114 suras o capítulos. El
que lo conseguía era llamado hafiz (memorizador), y era reconocido públicamente. El que también
aprendía la escritura, la arquería, montar a caballo y la natación era llamado al-kamil (el perfecto).
El método era la memoria, la disciplina era una combinación de rigor, perseverancia e idoneidad.
Un soberano musulmán del siglo VIII advertía al preceptor de su hijo con estas palabras: «No seas
tan estricto que sofoques sus facultades, ni tan indulgente que llegues a acostumbrarlo al ocio.
Enderézalo tanto como puedas mediante la bondad y la dulzura, pero no dejes de recurrir a la
severidad si él no corresponde».
La enseñanza elemental tendía a la formación del carácter; la secundaria a la trasmisión de
conocimientos. Al programa teológico fundamental se añadían gramática, filología, retórica,
literatura, lógica, matemáticas y astronomía. Se insistía en la gramática, pues se consideraba el
árabe, de todos los lenguajes, el más próximo a la perfección, y la corrección en su empleo era el
sello principal del caballero musulmán.
El maestro era más importante que el texto, excepto en el caso del Sagrado Corán; los niños
estudiaban más a los hombres que los libros; y había estudiantes que viajaban de uno a otro
extremo del mundo islámico para experimentar la mente de un maestro famoso. El elemento
esencial en la educación islámica era el mudarrés, un hombre de reconocida autoridad en religión y
ciencias espirituales. El podía ser un especialista en un campo determinado; pero todos los
estudiantes debían primero aprobar las ciencias religiosas.
Todos los doctos que deseaban gozar de reputación en su tierra debían ir a escuchar a los
grandes sabios de La Meca, Medina, Bagdad, Damasco, Córdoba, Merv, Samarkanda y El Cairo.
Esta internacional de las letras era facilitada por ser el árabe en todo el Islam (por diversos que
fueren sus pueblos) la lengua del saber y la literatura. Cuando un visitante entraba en una ciudad
musulmana, daba por supuesto que podría oir una docta conferencia en la principal mezquita a
casi cualquier hora del día. En muchos casos el escolar errante recibía no sólo enseñanza gratuita
en la madrasa (escuela religiosa), sino también, por cierto tiempo, alojamiento y comida gratuitos.
No se daban títulos para colgarlos de la pared, como hoy día; lo que el estudiante musulmán
buscaba era un certificado de aptitud de su maestro. El espaldarazo final era la adquisición del
adab, o sea, el comportamiento correcto, los modales y gustos delicados, el ingenio verbal y la
gracia, la ética, las prácticas piadosas, el saber sin ínfulas del caballero musulmán.
El contacto de los musulmanes con la cultura griega en Siria en el siglo VII despertó en ellos una
poderosa emulación y profundo interés de los parámetros de la civilización helénica. Cuando los
musulmanes entraron en Samarkanda (712), en el actual Uzbekistán, aprendieron de los chinos
numerosos portentos y oficios, como la técnica de convertir en pulpa el lino y otras plantas fibrosas
y de secar la pulpa en hojas delgadas. Introducido en el Cercano Oriente como sustitutivo del
pergamino y el cuero en una época en que el papiro no estaba todavía olvidado, el producto recibió
el nombre de pápyros, del que derivó la palabra papel.
La primera fábrica de papel del Islam fue inaugurada en Bagdad, en 794. Este arte fue llevado
por los musulmanes a Sicilia y a al-Ándalus (España musulmana) y de allí pasó a Italia y Francia.
Hallamos el papel en uso en Egipto en 800, en España en 950, en Sicilia en 1102, en Italia en
1154, en Alemania en 1228, en Inglaterra en 1309. El invento difundido gracias al Islam facilitaba la
confección de libros dondequiera que llegase. Al-Ya’qubi nos dice que en su tiempo (891) Bagdad
tenía más de cien libreros.
Este hecho constituyó un momento decisivo para la expansión de la cultura universal, que por
primera vez se pone al alcance de millones de personas cuando a partir del siglo X, los molinos
musulmanes del río Guadalquivir (en árabe uadi al-kabir “el río grande”), molían trapos para hacer
pasta de papel portadora de libros. El término árabe rizma (fardo de papeles) hizo surgir la palabra
española «resma».
El Islam siempre es equilibrio y armonía. Por eso, en el Sagrado Corán podemos leer: «No cabe
coacción (imposición) en religión. La buena dirección se distingue claramente del descarrío» (Sura
2, Aleya 256), lo cual constituye un declaración de la libertad religiosa y del pensamiento emitida
hace más de XIV siglos. Según este principio fundamental, la educación y la enseñanza deben ser
impartidas con amor hacia los semejantes, apelando permanentemente a la pedagogía, a la
idoneidad y la comprensión, nunca a la arbitrariedad y la compulsión.
La lección de Ibn Jaldún
Dice el eminente historiador y sociólogo Ibn Jaldún (1332-1406): «El uso de un excesivo rigor en
la enseñanza es muy nocivo para los educandos, sobre todo si están todavía en la infancia, porque
eso produce en su espíritu una mala disposición, pues los niños que se han educado con
severidad... se hallan tan abatidos que su alma se contrae y pierde su elasticidad. Tal circunstancia
los dispone a la pereza, los induce a mentir y a valerse de la hipocresía, con el fin de evitar un
castigo. De este modo aprenden la simulación y el engaño, vicios que se vuelven en ellos
habituales y como una segunda naturaleza... He aquí el por qué los pueblos sometidos a un
régimen opresivo caen en la degradación» (Ibn Jaldún: Al-Muqaddimah, Op. cit., p. 1003).
Por: Firas Al Jatib
Desde los primeros días del Islam, el asunto de la educación ha sido siempre uno de los más importantes
para los musulmanes. La primera palabra que se le reveló al Profeta, que la paz sea con él, fue: “Lee”. El
Profeta Muhammad dijo en una ocasión que: “Buscar el conocimiento es obligatorio para todos los
musulmanes”. Para cumplir con esta orden de salir y buscar el conocimiento los musulmanes han
puesto gran énfasis en el sistema educativo para poder así cumplir con esta obligación impuesta por el
Profeta, que la paz sea con él.
Durante toda la historia desde que el Islam fue revelado, la educación ha sido un orgullo para los
musulmanes y siempre ha sobresalido por ella. Los musulmanes construyeron grande bibliotecas y
centros de estudio en ciudades como Bagdad, Córdoba o El Cairo. Establecieron las primeras escuelas
infantiles además de establecer la primera universidad. Ayudaron enormemente al avance de las ciencias
a través de estas instituciones, lo que nos ha llevado al mundo moderno.
Algunas escuelas en el mundo musulmán actual continúan con esta tradición de enseñanza informal. En
los tres lugares más sagrados el Islam –en el Haram de Meca, la Mezquita del Profeta en Medina y la
Mezquita de al-Aqsa en Jerusalén- los eruditos dan clases en las mezquitas de forma regular a las que
puede acudir quien quiera a beneficiarse de ese conocimiento. A pesar de esto, a medida que transcurría
el tiempo los musulmanes fueron formando instituciones formales dedicadas a la educación.
Historia moderna
La tradición de la madrazas y otras formas clásicas de educación islámicas continúan hasta nuestros días,
aunque de menor forma. El factor decisivo para esto fue la intromisión de poderes europeos en el mundo
islámico a partir de 1800. En el Imperio Otomano, por ejemplo, los consejeros franceses secularistas del
Sultán promovieron una reforma total del sistema educativo para quitar la religión del programa
educativo y dejar solo las ciencias seculares. A raíz de esto las escuelas públicas empezaron a enseñar el
programa educativo europeo basado en libros de texto europeos en lugar de los campos tradicionales de
conocimiento que se habían enseñado durante años. A pesar de esto las madrazas islámicas continuaron
existiendo pero al perder el respaldo del gobierno perdieron mucha relevancia en el mundo musulmán
moderno.
Hoy en día, en lo que fue el Imperio Otomano, todavía se enseña de acuerdo al programa europeo. Por
ejemplo, lo que puedes elegir para estudiar como especialidad depende de un examen standard que se
hace al final del instituto. Si sacas buenas notas entonces puedes estudiar ciencia como la medicina o la
ingeniería, pero si sacas notas bajas entonces solo puedes estudiar cosas como ciencias islámicas o
educación.
A pesar del nuevo sistema implantado en casi todo el mundo musulmán, la educación tradicional todavía
sobrevive. Universidades como al-Azhar, al-Karaouine y Darul Uloom en Deoband, India, continúan
usando un programa de estudio que aúna las ciencias islámicas y seculares. Esta tradición intelectual que
está basada en las grandes instituciones del pasado que produjeron algunos de los más grandes eruditos
musulmanes todavía continúan difundiendo el mensaje del conocimiento y le importancia de este en el
mundo musulmán y fuera de él.