MAZZUCA y ZAFFORE. Del Estrago Al Síntoma
MAZZUCA y ZAFFORE. Del Estrago Al Síntoma
MAZZUCA y ZAFFORE. Del Estrago Al Síntoma
La práctica del psicoanálisis nos fuerza hacia un movimiento continuo que avanza del
caso a la teoría, retornando en espiral nuevamente sobre la experiencia.
El siguiente material clínico nos servirá para seguir interrogando algunos aspectos de las
toxicomanías ya planteados en nuestra comunidad de trabajo. En esta oportunidad, la
respuesta que el tóxico puede brindarle a un sujeto frente a la coyuntura de la elección
sexual. La hipótesis de trabajo supone a la droga taponando la estructura tanto como la
emergencia y la constitución del síntoma. La dificultad en el diagnóstico y en la
operatoria analítica son sus consecuencias más evidentes. Pretendemos entonces poner a
prueba la idea y la necesidad de interrogar la relación del tóxico como partenaire, ligada
a la función de estrago propuesta por Lacan.
1-Motivo de consulta.
Eugenia tiene 43 años y llega al servicio de adicciones del hospital luego de haber
intentado con otros tratamientos. En ese momento consumía pasta base prácticamente
todos los días y en ocasiones también marihuana y cocaína. No podía frenar el consumo,
y ese era el principal motivo de su consulta.
A esto se le sumaban otros problemas y padecimientos. Desorganizada con el dinero, le
pedía o le robaba plata al padre y la gastaba compulsivamente. No duraba en los
trabajos y se pasaba horas drogándose sola en su departamento por la “ansiedad” y el
“vacío” que sus frustraciones le provocaban. Luego de consumir aparecía el “pánico o
miedo”, los “murmullos” y los ruidos en las paredes, junto con la sensación o la idea de
que algo iba a ocurrir o alguien a aparecer, en particular la policía. Además una
conducta llamativa: se quedaba un buen rato rascándose la cara hasta lastimarse, sin
poder parar. Todo esto incrementado en el último año pero sucediéndose desde que se
separó, cuatro años antes, de su última pareja. Es ese entonces el primer episodio que
queda asociado a su sintomatología actual.
Pero todo esto, y lo que sigue, logró construirse luego de mucho esfuerzo y varias
entrevistas, y es uno de los motivos de interés para dicha presentación.
2-Presentación.
Los primeros meses de entrevistas tuvieron por función ordenar el discurso confuso de
la paciente. Eugenia, quien vive sola y está sin trabajo, se presenta de una manera tal
que al comienzo es muy difícil entender lo que dice. Cambia de tema constantemente,
sube y baja su tono de voz hasta no escucharla o soportar sus gritos, y pasa a hablar de
otra cosa sin terminar la oración o redondear la idea. Su yo y su discurso están bastante
desorganizados al igual que su imagen. Su vestimenta y el cuidado de su cuerpo
testimonian de dicho desorden. Hasta ese momento no se presentaba como una paciente
que pudiera hablar de sus cosas, menos aún como un analizante.
El analista operó entonces, al comienzo, como punto de referencia para que pueda
instaurarse algún orden posible (al principio un ordenamiento imaginario, o yoico, que
luego obtuvo en lo simbólico el punto de anclaje que permitió la producción de efectos
de sentido) si se puede decir, como un nombre-del-padre. En esta tarea colaboró el
recurso al dispositivo grupal como una herramienta más utilizada en la dirección del
tratamiento.
De todos modos, se planteaba la necesidad de establecer allí un diagnóstico diferencial,
ya que tanto los murmullos, ruidos e ideas de persecución como el lastimarse y las
características de su discurso, demandaban cierto cuidado frente al riesgo de encontrarse
con una psicosis desencadenada. El episodio con M, su última pareja, aporta los
primeros elementos para ubicar una coyuntura.
5-“Una nadita”
Eugenia cuenta que se le “pegó lo depresivo” de su madre, también su ansiedad y su
desesperación. Relaciona la ansiedad de su mamá, con su propia ansiedad por consumir
drogas, dice: “sentía su misma desesperación”.
Dice que la madre cambió a partir de la muerte de su hija, quien tenía el mismo nombre
que la madre y murió de meningitis. Cuenta que su mamá quería tener más hijos pero
que se veía obligada a abortar por decisión del padre de Eugenia. Recuerda también que
quiso suicidarse en una oportunidad.
Respecto de su hermana mayor dice que también se hizo abortos y que “recomienda
abortar”, que antes de los 6 meses no trae consecuencias porque no entra el alma en el
bebé. Comenta que con Soledad, su hija, están “los roles cambiados, madre-hija”, y que
por su comportamiento su hermana opina que ella volvió a los 15 años (en una suerte de
regresión). “Soledad empezó con las fotos de la muerta”, “está siempre entre nosotros”,
agrega.
El tema de los abortos se va convirtiendo en cuestión y se transforma en pregunta.
Habla en una entrevista sobre una discusión con su madre: “la queja constante –dice-,
con ese tonito que es mortal”, “salió el tema de los abortos”, “saltó el tema de mi
abuela”. Y agrega: “no sé si no me habrán querido abortar también”, “no sé si Soledad
no se hizo la misma pregunta”, “¿cómo llegué yo hasta acá?”, “algo debe haber con
todo eso”. El deseo de su madre comienza a ser interrogado y aparecen recuerdos de su
infancia. Se recuerda a los 10 años, en su casa, “aburrida”; a los 6 o 7 años, dice:
“quería que me abrazara mi vieja y no lo hacía”; y llora angustiada recordando el
momento en que internaron a su abuela, alrededor de sus 15 años.
Recuerda que era “vestida, comida y estudiada” por la abuela –así lo dice la paciente-
porque la madre no estaba en la casa; abriéndose de este modo la dimensión
fantasmática en la que queda ubicada como objeto frente a un Otro gozador.
Finalmente suelta un comentario: “llegué tarde”, -dice- “me siento una nadita”.
A modo de conclusión.
Creemos que el material clínico trabajado permite esclarecer la estrecha relación que
existe en este caso entre el partenaire droga y el partenaire hombre, que más que
constituirse como parejas sintomáticas del sujeto, sustituyen y toman el relevo de la
relación estragante con la madre. La identificación a una serie de personajes femeninos
(abuela, tía, hermana y amigas) acentúa en la paciente la presencia fantasmática de la
enfermedad, los abortos y la muerte; mientras se produce, en consonancia con esto
último, un largo desfile de hombres y sustancias tóxicas, que devastan y estrangulan la
posibilidad de anudar la castración a la constitución de un síntoma neurótico. El tóxico
tapona la estructura allí donde el problema sexual debe ser planteado. El dispositivo
analítico ofrece entonces la chance de pasar del estrago al síntoma.