EESN°56 Módulo 6°1° ALGORÍA
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Literatura 6°1°
Prof. Pablo Zárate
Módulo de acreditación para el ciclo lectivo 2020
Cosmovisión alegórica
Capítulo 1: Introducción
La alegoría es una metáfora que trata de explicar contextualmente la idea buscada.
Podemos definir a la alegoría como una serie de metáforas ligadas entre sí, que explican con
palabras o ideas diferentes una idea entendida en el contexto.
El uso de la alegoría es por lo general en el género literario o poético; lo podemos
encontrar en los versos de las canciones.
Actividad
La liebre y la tortuga
Una liebre contenta y juguetona, se sentía muy orgullosa por ser una de las criaturas
más rápidas entre todos los animales que la rodeaban. Siendo la excusa perfecta, para burlarse
de los demás. Todos los días, se reía de una joven tortuga que caminaba por la zona.
– ¡Qué lenta eres! ¡Te vas agotar de tanto correr! Ja, Ja, Ja. Decía la liebre gustosamente.
Una y otra vez, estas eran sus ofensas. La tortuga, cansada ya de sus bromas… decidió
retar a la liebre un día:
– ¡Hagamos una carrera! Apuesto a que te puedo ganar. Dijo la tortuga.
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– ¿Tú ganándome a mí? ¡No me hagas reír! Respondió la liebre muy segura.
- Entonces… ¿Aceptas?
La liebre aceptó la propuesta, sabía que se llevaría la victoria sin hacer tanto esfuerzo. De
eso no había duda.
El día de la carrera, los animales salieron a observar. Pero, curiosamente solo vieron a la
tortuga empezar. La liebre se tomaba las cosas con mucha paciencia, pues ya sabía el resultado
final. A los minutos, se unió a la carrera; corrió un poco y se detuvo a descansar.
- Ya llevo bastante camino adelantado. Expresó la liebre sin titubear.
Minutos después, la tortuga paso por su lado.
- Ja, Ja, Ja ¡Pero qué lenta eres! Dijo la liebre con antipatía.
A pesar de ello, la tortuga hizo oído sordo a sus palabras y siguió la carrera. Mientras
tanto, la liebre se recostó cerca de un árbol y se embarcó en un sueño profundo.
Cuando despertó, era muy tarde; la tortuga había ganado la carrera. La liebre se sintió
desmotiva al instante, pero logró un aprendizaje que jamás olvidaría.
La hormiga y la cigarra
El león y el ratón
La urraca y la ardilla
Era una mañana calurosa y doña Urraca estaba descansando en la rama de una encina;
se sentía muy bien a la sombra y, para colmo de su dicha, sostenía en su pico un sabroso trozo
de pan. ¡Qué contenta estaba!
¡Ah, esto es vida! – decía regodeándose, mientras parpadeaba con deleite y fruncía la
nariz para, de este modo, poder oler mejor el manjar que poseía.
Entre tanto, doña Ardilla estaba al pie de la encina; sufría lo suyo y cavilaba la forma de
arrebatarle el pan a doña Urraca. ¡Hum! Qué buena pinta tenía tan blanquito.
No tardó en encontrar una solución a su problema; conocía a doña Urraca y estaba al
tanto de los puntos flacos de ésta, así que le dijo:
- ¡Oh, doña Urraca! ¡Cuánto hace que no le oigo cantar! ¿Qué le pasa? ¿Es que ya no conserva
su hermosa voz de antes?
- ¡Sí, claro que sí! ¡Espere y verá doña Ardilla!
Doña Urraca, llevada por su vanidad, abrió el pico, pues de otro modo no podía cantar.
En ese mismo instante, el pedazo de pan se le escapó y cayó al suelo. Doña Ardilla, muy atenta,
se apoderó de tan suculento manjar en un santiamén, mientras decía a doña Urraca:
- Estas son las consecuencias de prestar oídos al halago.
Doña Ardilla se fue tranquilamente, sin mirar hacia atrás y doña Urraca quedó en el lugar
que ocupaba, dando saltos de indignación.
Actividad
Elegí la característica que le corresponde a cada personaje.
Liebre
Tortuga
Hormiga
Cigarra
León
Ratón
Urraca
Ardilla
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La alegoría es una figura retórica que "consiste en hacer patentes en el discurso, por
medio de varias metáforas consecutivas, un sentido recto y otro figurado, ambos completos, a
fin de dar a entender una cosa expresando otra diferente”.
Esta característica central de "dar a entender una cosa expresando otra diferente"
aproxima la alegoría a otras figuras retóricas, por lo que es importante establecer diferencias
entre ellas para comprender mejor el sentido de la alegoría.
En breve, la alegoría y la metáfora comparten la dualidad en significar una cosa
expresando otra diferente, la distinción es la duración: la metáfora se contiene en sí misma,
mientras que la alegoría se sostiene a lo largo de una composición, con frecuencia a través de
sucesivas metáforas que apuntan a un mismo significado estructural.
Aunque en algunos textos críticos se considera la alegoría una especie de analogía,
ésta depende más de la razón, de la lógica (la comparación), mientras que la alegoría depende
más de la imaginación (la metáfora). Podemos decir igualmente que se diferencia de la fábula
o de la parábola en que éstas se expresan a través de una historia (en prosa o verso) con un
objetivo moral que con frecuencia se reitera de modo explícito y sucinto al final.
Actividad
a) ¿Cuál es el objetivo central de la alegoría? ¿Cuáles son los dos sentidos que
se enfrentan para lograrlo?
b) ¿Cuál es la similitud entre metáfora y alegoría?
c) ¿Cuál es la diferencia entre estas dos?
d) ¿Qué distingue a la fábula y parábola de la alegoría?
Alegoría de la caverna
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– Después de eso –proseguí– compara nuestra naturaleza respecto de su educación y de
su falta de educación con una experiencia como ésta. Represéntate hombres en una morada
subterránea en forma de caverna, que tiene la entrada abierta, en toda su extensión, a la luz.
En ella están desde niños con las piernas y el cuello encadenados, de modo que deben
permanecer allí y mirar sólo delante de ellos, porque las cadenas les impiden girar en derredor
la cabeza. Más arriba y más lejos se halla la luz de un fuego que brilla detrás de ellos; y entre el
fuego y los prisioneros hay un camino más alto, junto al cual imagínate un tabique construido
de lado a lado, como el biombo que los titiriteros levantan delante del público para mostrar,
por encima del biombo, los muñecos.
– Me lo imagino.
– Imagínate ahora que, del otro lado del tabique, pasan hombres que llevan toda clase
de utensilios y figurillas de hombres y otros animales, hechos en piedra y madera y de diversas
clases; y entre los que pasan unos hablan y otros callan.
– Extraña comparación haces, y extraños son esos prisioneros.
– Pero son como nosotros. Pues en primer lugar, ¿crees que han visto de sí mismos, o
unos de los otros, otra cosa que las sombras proyectadas por el fuego en la parte de la caverna
que tienen frente a sí?
– Claro que no, si toda su vida están forzados a no mover las cabezas.
– ¿Y no sucede lo mismo con los objetos que llevan los que pasan del otro lado del
tabique?
– Indudablemente.
– Pues entonces, si dialogaran entre sí, ¿no te parece que entenderían estar nombrando
a los objetos que pasan y que ellos ven?
– Necesariamente.
– Y si la prisión contara con un eco desde la pared que tienen frente a sí, y alguno de los
que pasan del otro lado del tabique hablara, ¿no piensas que creerían que lo que oyen
proviene de la sombra que pasa delante de ellos?
– ¡Por Zeus que sí!
– ¿Y que los prisioneros no tendrían por real otra cosa que las sombras de los objetos
artificiales transportados?
– Es de toda necesidad.
– Examina ahora el caso de una liberación de sus cadenas y de una curación de su
ignorancia, qué pasaría si naturalmente les ocurriese esto: que uno de ellos fuera liberado y
forzado a levantarse de repente, volver el cuello y marchar mirando a la luz, y al hacer todo
esto, sufriera y a causa del encandilamiento fuera incapaz de percibir aquellas cosas cuyas
sombras había visto antes. ¿Qué piensas que respondería si se le dijese que lo que había visto
antes eran fruslerías y que ahora, en cambio está más próximo a lo real, vuelto hacia cosas
más reales y que mira correctamente? Y si se le mostrara cada uno de los objetos que pasan
del otro lado del tabique y se le obligara a contestar preguntas sobre lo que son, ¿no piensas
que se sentirá en dificultades y que considerará que las cosas que antes veía eran más
verdaderas que las que se le muestran ahora?
– Mucho más verdaderas.
– Y si se le forzara a mirar hacia la luz misma, ¿no le dolerían los ojos y trataría de
eludirla, volviéndose hacia aquellas cosas que podía percibir, por considerar que éstas son
realmente más claras que las que se le muestran?
– Así es.
– Y si a la fuerza se lo arrastrara por una escarpada y empinada cuesta, sin soltarlo antes
de llegar hasta la luz del sol, ¿no sufriría acaso y se irritaría por ser arrastrado y, tras llegar a la
luz, tendría los ojos llenos de fulgores que le impedirían ver uno solo de los objetos que ahora
decimos que son los verdaderos?
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– Por cierto, al menos inmediatamente.
– Necesitaría acostumbrarse, para poder llegar a mirar las cosas de arriba. En primer
lugar miraría con mayor facilidad las sombras, y después las figuras de los hombres y de los
otros objetos reflejados en el agua, luego los hombres y los objetos mismos. A continuación
contemplaría de noche lo que hay en el cielo y el cielo mismo, mirando la luz de los astros y la
luna más fácilmente que, durante el día, el sol y la luz del sol.
– Sin duda.
– Finalmente, pienso, podría percibir el sol, no ya en imágenes en el agua o en otros
lugares que le son extraños, sino contemplarlo como es en sí y por sí, en su propio ámbito.
– Necesariamente.
– Después de lo cual concluiría, con respecto al sol, que es lo que produce las estaciones
y los años y que gobierna todo en el ámbito visible y que de algún modo es causa de las cosas
que ellos habían visto.
– Es evidente que, después de todo esto, arribaría a tales conclusiones.
– Y si se acordara de su primera morada, del tipo de sabiduría existente allí y de sus
entonces compañeros de cautiverio, ¿no piensas que se sentiría feliz del cambio y que los
compadecería?
– Por cierto.
– Respecto de los honores y elogios que se tributaban unos a otros, y de las
recompensas para aquel que con mayor agudeza divisara las sombras de los objetos que
pasaban detrás del tabique, y para el que mejor se acordase de cuáles habían desfilado
habitualmente antes y cuáles después, y para aquel de ellos que fuese capaz de adivinar lo que
iba a pasar, ¿te parece que estaría deseoso de todo eso y envidiaría a los más honrados y
poderosos entre aquéllos? ¿O más bien no le pasaría como al Aquiles de Homero, y «preferiría
ser un labrador que fuera siervo de un hombre pobre» o soportar cualquier otra cosa, antes
que volver a su anterior modo de opinar y a aquella vida?
– Así creo también yo, que padecería cualquier cosa antes que soportar aquella vida.
– Piensa ahora esto: si descendiera nuevamente y ocupara su propio asiento, ¿no
tendría ofuscados los ojos por las tinieblas, al llegar repentinamente del sol?
– Sin duda.
– Y si tuviera que discriminar de nuevo aquellas sombras, en ardua competencia con
aquellos que han conservado en todo momento las cadenas, y viera confusamente hasta que
sus ojos se reacomodaran a ese estado y se acostumbraran en un tiempo nada breve, ¿no se
expondría al ridículo y a que se dijera de él que, por haber subido hasta lo alto, se había
estropeado los ojos, y que ni siquiera valdría la pena intentar marchar hacia arriba? Y si
intentase desatarlos y conducirlos hacia la luz, ¿no lo matarían, si pudieran tenerlo en sus
manos y matarlo?
– Seguramente.
– Pues bien, querido Glaucón, debemos aplicar íntegra esta alegoría a lo que
anteriormente ha sido dicho, comparando la región que se manifiesta por medio de la vista
con la morada–prisión, y la luz del fuego que hay en ella con el poder del sol; compara, por
otro lado, el ascenso y contemplación de las cosas de arriba con el camino del alma hacia el
ámbito inteligible, y no te equivocarás en cuanto a lo que estoy esperando, y que es lo que
deseas oír. Dios sabe si esto es realmente cierto; en todo caso, lo que a mí me parece es que lo
que dentro de lo cognoscible se ve al final, y con dificultad, es la Idea del Bien. Una vez
percibida, ha de concluirse que es la causa de todas las cosas rectas y bellas, que en el ámbito
visible ha engendrado la luz y al señor de ésta, y que en el ámbito inteligible es señora y
productora de la verdad y de la inteligencia, y que es necesario tenerla en vista para poder
obrar con sabiduría tanto en lo privado como en lo público.
– Comparto tu pensamiento, en la medida que me es posible.
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Actividad
a) ¿Qué significa el término “antro”? Marca con una cruz la opción que creas
correcta.
Sobre la autora
Ana María Shua. Nació en Buenos Aires, en 1951. Ha publicado
más de cincuenta libros. Entre ellos El sol y yo (poemas), Soy
Paciente (premio Losada), Los amores de Laurita (novela llevada al
cine), El libro de los recuerdos (Beca Guggenheim) y La muerte
como efecto secundario (Premio Club de los XIII y Premio Municipal
en novela). También ha escrito varios libros de cuentos, entre ellos,
Como una buena madre, y cuatro libros de minificciones, como La
sueñera. Obtuvo el Premio Municipal y el Diploma de Honor Konex en
cuento. Algunos de sus libros han sido publicados en Brasil, España,
Italia, Alemania y los Estados Unidos.
Entre sus obras para niños se destacan Fábrica del Terror (Premio Ibby Banco del
Libro en Venezuela), Expedición al Amazonas, Las cosas que odio, Los devoradores
(Premio Destacado de ALIJA). Recibió el Premio Municipal por Miedo en el sur y fue
galardonada en The White Ravens de la Biblioteca Juvenil de Múnich con La puerta
para salir del mundo y Cuentos con fantasmas y demonios. Obtuvo el premio Fantasía
por Vidas perpendiculares. Sus cuentos infantiles han sido publicados en varios países
de América Latina, España, Estados Unidos y Corea.
Los dinosaurios
Charly Garcia (1983)
Actividades