Lección 4
Lección 4
Lección 4
PARA MEMORIZAR:
“Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó
de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la
muerte, esto es, al diablo” (Heb. 2:14).
La ley de Moisés estipulaba que cuando una persona era tan pobre que tenía
que vender su propiedad, o incluso a sí misma, para sobrevivir, recibiría esa
propiedad o su libertad cada cincuenta años, en el año del jubileo. El año jubilar
era un gran año sabático en el que se perdonaban las deudas, se reclamaban las
propiedades y se proclamaba la libertad a los cautivos.
Sin embargo, cincuenta años era mucho tiempo de espera. Por eso, la Ley
de Moisés también estipulaba que el pariente más cercano podía pagar la parte
que aún se debía, y así rescatar a su pariente mucho antes.
El familiar más cercano era también quien garantizaba que se hiciera justicia
en caso de asesinato. Él era el vengador de la sangre que perseguiría al asesino
de su pariente cercano y lo castigaría (Núm. 35:9-15).
Este pasaje nos describe como esclavos del diablo, pero a Jesús como nuestro
Redentor. Cuando Adán pecó, la humanidad cayó bajo el poder de Satanás. Como
resultado, no teníamos el poder de resistir el pecado (Rom. 7:14-24). Peor aún,
nuestra transgresión requería una pena de muerte, que no podíamos pagar
(Rom. 6:23). Por lo tanto, nuestra situación aparentemente era desesperada.
Sin embargo, Jesús adoptó nuestra naturaleza humana y se hizo de carne
y hueso como nosotros. Se convirtió en nuestro pariente más cercano y nos
redimió. No se avergonzó de llamarnos “hermanos” (Heb. 2:11).
Paradójicamente, al tomar nuestra naturaleza y redimirnos, Jesús también
reveló su naturaleza divina. En el Antiguo Testamento, el verdadero redentor
de Israel, su pariente más cercano, es Yahvé (p. ej., Sal. 19:14; Isa. 41:14; 43:14;
44:22; Jer. 31:11; Ose. 13:14).
¿De qué maneras puedes aprender a experimentar más profundamente esta es-
trecha cercanía de Cristo? ¿Por qué tener esta experiencia es tan importante para
tu fe?
Lee Hebreos 11:24 al 26. Las decisiones de Moisés, ¿de qué manera ejem-
plifican lo que Jesús hizo por nosotros?
Lee Mateo 10:32 y 33; 2 Timoteo 1:8 y 12; y Hebreos 13:12 al 15. ¿Qué nos
pide Dios?
Esto era parte del problema para los lectores de Hebreos. Después de sufrir
persecución y rechazo, muchos de ellos comenzaron a avergonzarse de Jesús. Por
sus acciones, algunos corrían peligro de exponer a Jesús “a la vergüenza pública”
en lugar de honrarlo (Heb. 6:6). Por lo tanto, Pablo constantemente llama a los
lectores a “retener” la “profesión” de su fe (Heb. 4:14; 10:23).
Dios quiere que reconozcamos a Jesús como nuestro Dios y nuestro hermano.
Como Redentor, Jesús ha pagado nuestra deuda; como hermano, Jesús nos ha
mostrado la manera en que debemos vivir para que seamos “hechos conformes
a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos”
(Rom. 8:29).
Piensa por un momento en la decisión que Jesús tuvo que tomar para adoptarnos
como “hermanos”. ¿Por qué la decisión de Jesús fue mucho más condescendiente
que la de Moisés? ¿Qué nos enseña esto sobre el amor de Dios por nosotros?
Lee Mateo 16:17; Gálatas 1:16; 1 Corintios 15:50; y Efesios 6:12. ¿Con qué
deficiencias de la naturaleza humana relacionan estos pasajes la expresión
“carne y sangre”?
Dado que tenemos la promesa de la victoria a través de Jesús, ¿por qué muchos
de nosotros todavía caemos en pecado? ¿Estamos haciendo algo mal? Y más aún,
¿cómo podemos empezar a vivir a la altura del elevado llamamiento que tenemos
en Cristo?
El apóstol dice que Dios, “por medio del sufrimiento, tenía que hacer per-
fecto” (DHH) a Jesús. Esta expresión es sorprendente. El autor ha dicho que Jesús
es “el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia” (Heb. 1:3) y que
él es sin pecado, sin mancha y santo (Heb. 4:15; 7:26-28; 9:14; 10:5-10). Esto signi-
fica que Jesús no tuvo que superar ningún tipo de imperfección moral ni ética.
Sin embargo, Hebreos dice que Jesús pasó por un proceso de “perfecciona-
miento” que le aportó los medios para salvarnos. Jesús fue perfeccionado en el
sentido de que estaba siendo equipado para ser nuestro Salvador.
1. Jesús fue “perfeccionado” mediante los sufrimientos para convertirse en
el Capitán de nuestra salvación (Heb. 2:10). Jesús tuvo que morir en la Cruz como
sacrificio para que el Padre pudiera tener los medios legales para salvarnos. Jesús
fue la ofrenda sacrificial perfecta, la única. Siendo Dios, Jesús podía juzgarnos;
pero, gracias a su sacrificio, Jesús también puede salvarnos.
2. Jesús aprendió la obediencia a través de los sufrimientos (Heb. 5:8). La
obediencia era necesaria por dos cosas. En primer lugar, la obediencia hizo que
su sacrificio fuese aceptable (Heb. 9:14; 10:5–10). En segundo lugar, sus sufri-
mientos le permitieron llegar a ser nuestro Ejemplo (Heb. 5:9). Jesús “aprendió”
la obediencia porque nunca había experimentado esto antes. Como Dios, ¿a
quién tendría que obedecer? Como Hijo eterno y uno con Dios, el Universo le
obedecía como gobernante. Por lo tanto, Jesús no pasó de la desobediencia a la
obediencia, sino de la soberanía y el dominio a la sumisión y la obediencia. El
exaltado Hijo de Dios se convirtió en el obediente Hijo del Hombre.
3. Los sufrimientos revelaron que Jesús era un Sumo Sacerdote misericor-
dioso y fiel (Heb. 2:17, 18). Los sufrimientos no hicieron que Jesús fuese más
misericordioso. Al contrario, fue la misericordia de Jesús la que hizo que él se
ofreciera para morir en la Cruz para salvarnos (Heb. 10:5–10; comparar con Rom.
5:7, 8). No obstante, fue mediante los sufrimientos de Jesús que verdaderamente
se expresó y se reveló la realidad de su amor fraternal.
¿De qué otro modo podemos aprender a poner nuestra confianza en Dios si no
es tomando decisiones diarias que reflejen esta confianza? ¿Cuál es la próxima
decisión importante que debes tomar y cómo puedes asegurarte de que esta
revele tu confianza en Dios?