Vanitas Vanitatum Et Omnia Vanitas
Vanitas Vanitatum Et Omnia Vanitas
Vanitas Vanitatum Et Omnia Vanitas
“Cada nación debería escribirse las suyas. Escritas con exactitud y con verdadero espíritu
de observación, ayudaría mucho para el estudio de la humanidad, de la historia, de la
moral práctica, para el conocimiento de las localidades y de las épocas. Si yo fuera la
reina, mandaría escribir una novela de costumbres en cada provincia, sin dejar nada por
referir ni analizar.”
CONTEXTO HISTÓRICO
José Joaquín Fernández de Lizardi (Nueva España, 1776 - México, 1827) es un autor
escrito editado en un país independiente. Lizardi nació durante la última época del virreinato
de la Nueva España. Por lo tanto, se educó según el paradigma moral de la colonia donde
encontró estereotipos sociales que ridiculizó más tarde en sus novelas. Personajes
Catrín de la Fachenda sin duda fueron inspirados en sujetos reales que vivían y se paseaban
en los jardines de la Ciudad de México a finales del siglo XVIII y principios del XIX. Lizardi
de los españoles peninsulares se ven reflejadas en la parodia que Lizardi les dedica. Al
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“Paladín del progreso y reformador innato, José Joaquín Fernández de Lizardi comenzó su
carrera literaria en 1808 escribiendo versos festivos y burlescos en que ridiculizaba los abusos
y malas costumbres de ciertos tipos, depravados o extravagantes, que pululaban en la capital
de la Nueva España.” (Fernández de Lizardi, 2015; VIII)
luchan por crear una identidad propia, ya no subordinada. La historiografía diría que a Lizardi
le tocó una coyuntura histórica que afectó profundamente a la sociedad mexicana. La guerra
de independencia es tan solo uno de los muchos hitos que modificaron el pensamiento y la
cultura nacional de un territorio enorme que dejó de ser colonia para convertirse en un estado
nobiliario pero que tampoco ha consumado la visión de sí mismo1 Por ello, algunos
psique (Don Catrín de la Fachenda) mientras que otros se dejan llevar por los avatares
cotidianos de su nueva realidad. Esta superposición cultural parece ser el leit motiv que
NOVELA COSTUMBRISTA
La novela costumbrista es una crónica social que mediante un lenguaje sencillo aspira a
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México agotó el siglo XIX y las primeras décadas del XX para poner las bases sobre las que construiría su
edificio identitario. Las constantes guerras intestinas que azotaron a la nación son prueba de ello.
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Sobrenombre de José Joaquín Fernández de Lizardi
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la circunda, los sabores de su comida, la arquitectura de los edificios, los gestos de las
personas, el color local, las palabras, y, sobre todo, la moral imperante en un tiempo y lugar
“Tendencia literaria y artística a reflejar en las obras las costumbres del lugar y de la época
en que vive el artista creador (…) es una interpretación objetiva de las costumbres, de los
tipos y de los paisajes (…) surgió indudablemente mezclado con la novela picaresca o de
costumbres, acaso porque la picaresca enraizaba fundamentalmente en ambientes, situaciones
y en tipos representativos (…) apoya su interés en el reflejo de escenarios y de criaturas de
vitalidad peculiar.” (Sáinz de Robles, 1982: 232)
moralista; la intención pedagógica es una característica en las obras literarias que pertenecen
a esta corriente. No es de extrañar que los autores de novelas costumbristas, tanto mexicanos
como extranjeros, emitan consejos instructivos en los discursos, refranes y actos de sus
personajes. Tal es el caso de La Gaviota (1849), de Cecilia Böhl de Faber, donde se describe
la degradación moral de los protagonistas María Santaló y Fritz Stein; Ensalada de Pollos
(1869), de José T. de Cuéllar, que expone el ruin comportamiento de los pollos, jóvenes
elegantes, con las señoritas de su comunidad; y La Calandria (1890), de Rafael Delgado, que
relata las peripecias de Carmen, una joven representante de las costumbres de la clase media
veracruzana en el siglo XIX. En este sentido las novelas más conocidas de José Joaquín
Fernández de Lizardi4 realizan una reflexión puntual de los usos y costumbres de la sociedad
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“-Mos, moris: costumbre. Moral (moralis, -e) : relativo a las costumbres; disciplina que estudia los actos
humanos en relación con su bondad o malicia. (Mateos, 1978, 92)
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El Periquillo Sarniento (1818), El Catrín de la Fachenda (1832), Noches tristes y día alegre (1819)
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aleccionar de una manera lúdica, sarcástica e inteligente. Más que un regaño prescriptivo sus
obras son un gracioso retrato de conductas reprobables. Por ello, diversos autores sostienen
que El Pensador mexicano moraliza al revés5. Es decir, enseña valores con modelos
“Deseo que en esta lectura aprendáis a desechar errores que notaréis admitidos por mí y otros,
y que prevenidos con mis lecciones, no os expongáis a sufrir los malos tratamientos que yo
he sufrido por mi culpa; satisfechos de que mejor es aprovechar el desengaño en las cabezas
ajenas que en la propia.
descripción realista de los lugares donde ocurre la trama, pues siempre son sitios conocidos
por los lectores y entre más cercanos a ellos la novela tendrá mayor efecto pues los receptores
fenómeno social, verosímil y palpable. Y para ello recurre a pintar cuadros donde aparece la
identidad cultural de la sociedad que representa en sus historias. Tal meta se logra mediante
una plaza, una iglesia, o un convento se vuelven más que escenario un referente histórico 6
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“Lo abren por curiosidad y lo leen con gusto, creyendo que solo van a divertirse con los dichos y cuentecillos,
y que éste fue el último objeto que se propuso su autor al escribirlo; pero cuando menos piensan, ya han
bebido una porción de máximas morales, que jamás hubieran leído escritas en un estilo serio y sentencioso.”
(Fernández de Lizardi, 2015; IX)
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Esta característica puede apreciarse a plenitud en el capítulo XVIII de La Gaviota, de Fernan Caballero:
“Durante las escenas que hemos procurado describir en el anterior capítulo, Stein daba vuelta alrededor de
Sevilla, siguiendo la línea de sus antiguas murallas, alzadas por Julio César, como lo testifica esta inscripción
colocada sobre la puerta de Jerez. (…) Volviendo hacia la derecha, Stein pasó por delante del convento del
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para ubicar cronotópicamente la acción de los personajes. En conclusión, la característica
realista pretende conservar, a manera de cápsula del tiempo, el carácter del pueblo tal como
“..temeroso de la justicia, ensilló su caballo y tomó las de Villadiego, con tal ligereza, que
cuando los alguaciles fueron a buscarlo, ya él estaba lejos de México; que el pícaro del
compañero que apostó los albures se marchó también con el dinero sin saberse a dónde, de
suerte que no le tocó al dicho Januario un real de su diligencia, que a pie y andando fue éste
en su busca hasta Chilapa donde le contó que había ido, que hizo su viaje en vano; que se
juntó con otros hábiles y se fue de misión a Tixtla pensando hacer algo porque había fiesta…”
(Fernández de Lizardi, 1939, Tomo II; 18)
Otro rasgo indiscutible es la expresión oral, el habla cotidiana de la gente del pasado
tengan refranes populares que aunado a exponer la sabiduría popular y el folklore lingüístico
mexicano usadas en esta obra, a más de las anotadas en sus respectivos lugares. (Fernández
de Lizardi, 1939, Tomo IV; 55) que consta de cincuenta y siete vocablos de origen náhuatl,
con su respectivo significado, que utilizaron sus personajes en la novela. La expresión viva
de las personas permanece en la creación literaria de los autores costumbristas que suelen
plasmarla tal como la escucharon en los diferentes círculos sociales que visitaron para
Pópolo, transformado hoy en cárcel; allí cerca vio la bella puerta de Triana, más lejos la puerta Real por donde
hizo su entrada San Fernando…” (Caballero, 2000; 128)
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“Dicen que los indios luego que se ven manchados con su sangre se acobardan: más éste no
era de esos. Un diablo se volvió luego que se sintió lastimado de mi mano, y entre mexicano
y castellano me dijo: tlacatecoltl, mal diablo, langrón, jijo de un dimoño: agora lo veremos
quien es cada cual; y diciendo y haciéndome comenzó a retorcer el pañuelo con tantas fuerzas
que ya me ahogaba, y con la otra mano cogía ollitas y cazuelas muy aprisa y me las quebraba
en la cabeza…” (Fernández de Lizardi, 1939, Tomo III; 16)
Nada escapa al fiel observador que describe las costumbres en su medio real. Por lo
solo las conductas generales de la población donde sitúa su trama, el autor se enfocará en
sugar daddy, el otaku, etc., como antes se enumeraban el catrín, el pícaro, la celestina, el
pollo, etc. Gran parte del éxito de la novela costumbrista se debe a los protagonistas de los
libros, mismos que el público identificaba con vecinos de su localidad y no solo como
estamos seguros que la Ciudad de México en la tercera década del siglo XIX tenía una
numerosa congregación de jóvenes parias que no tenían para comer ni para pagarse un techo
digno, pero mediante sus trampas obtenían dinero para vestir bien y pasear como si tuvieran
“Inmediatamente me fui al Parián y compré dos camisas de coco, un frac muy razonable y
todo lo necesario para el adorno de mi persona, sin olvidarme el reloj, la varita, el tocador,
los peines, la pomada, el anteojo y los guantes, pues todo esto hace gran falta a los caballeros
de mi clase. Le di una galita a un corredor para que me los llevara a casa, y en la tarde me
vestí, peiné y perfumé como debía, y con quince pesos que me sobraron salí para la calle.”
(Fernández de Lizardi, 2015, 58)
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Los catrines hacían lo posible por “vivir sin un solo día trabajar” aunque eso los
impulsara a delinquir. Este tipo de comportamiento era denostado por la sociedad trabajadora
misma que se veía obligada a convivir con especímenes de tal índole. A juzgar por el éxito
algún vecino que identificaban con nombre y apellido. Y no solo eso: la palabra catrín llegó
hasta nuestros días como la palabra celestina, o la palabra pícaro, con su significado más o
José Joaquín Fernández de Lizardi escribió El Catrín de la Fachenda antes de 1820, ya que
en febrero de tal año la novela fue aprobada para su publicación. No obstante, tuvo que
esperar más de una década para que el libro se vendiera al público en 18327, de manera
póstuma, pues el autor murió en el año de 1827. El Catrín de la fachenda es un clásico de las
letras mexicanas pues a pesar de no ser tan conocida como El Periquillo Sarniento, la obra
cumbre de Lizardi, el Catrín continúa vigente como una lectura obligada para los
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“Y una novelilla, Vida y hechos del famoso caballero Don Catrín de la Fachenda (inédita hasta 1832) que fue
aprobada, según el autor, en febrero de 1820” (Fernández Lizardi, 2015; IX)
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La obra, uno de los primeros aciertos literarios del recién independizado territorio
mexicano, es una crítica mordaz a ciertas costumbres novohispanas todavía en boga. Una
novela moralista que ridiculiza los comportamientos deleznables de los parias. No obstante,
esforzó por lograr una trama interesante que cautivara la atención del lector y moralizarlo
“Lo abren por curiosidad y lo leen con gusto, creyendo que solo van a divertirse con los
dichos y cuentecillos, y que éste fue el último objeto que se propuso su autor al escribirlo;
pero cuando menos piensan, ya han bebido una porción de máximas morales, que jamás
hubieran leído escritas en un estilo serio y sentencioso.” (Fernández de Lizardi, 2015; IX)
“Se ve siempre en ésta, como en sus otras novelas, que el intento del autor es censurar vicios
y defectos; pero aquí logra más artísticamente su fin, porque en vez de valerse de la
moralización, como en tantas otras ocasiones, se vale de la sátira, en la que descuella una fina
ironía.” (Fernández de Lizardi, 2015; XI)
sociedad mexicana de la segunda década del siglo XIX. El Catrín inicia su historia contando
quienes fueron sus padres, las pautas de crianza que moldearon su personalidad y la
fueron recompensados por su hijo ya que el Catrín resultó difícil de moldear. Nunca
aprovechó la escuela y aunque era dueño de una inteligencia peculiar la tibieza de sus padres
mal que le hacían, lo convirtieron una persona proclive a la vida disoluta. Gracias a los
estudios de la psique humana hoy sabemos que la personalidad de los individuos se forma en
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los primeros años de vida. Por lo tanto, no es de extrañar que al ser el Catrín consentido por
sus progenitores nunca tomara en serio el esfuerzo cotidiano para alcanzar metas. Un popular
refrán de la sociedad mexicana ilustra la personalidad del protagonista de esta novela: “Árbol
que nace torcido, jamás su tronco endereza”. Recordemos que uno de los lineamientos (in)
morales del Catrín era: “Vivir sin un solo día trabajar”.89 Y así pasó su vida, como un lastre
social que aprovechaba la buena voluntad, o la estupidez, de sus vecinos para vivir a sus
anchas sin esforzarse por nada, ni por vivienda ni peculio. Lo único que le importaba era
que despertaba en la sociedad las galas con que adornaba el engaño de sus pretensiones de
honor y linaje. El Catrín necesitaba espectadores pues ellos daban sentido a su vida. Le
Tal conducta tiene un referente literario en el siglo de oro español. Me refiero al tercer
Catrín de la Fachenda una vida miserable y excéntrica pues ambos carecen de casa, trabajo e
ingresos, sin embargo, visten de tal manera que parecen dueños de la riqueza suficiente para
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“el asunto era hallar un medio de comer, beber, vestir, pasear y tener dinero sin trabajar en nada; pues eso
de trabajar se queda para la gente ordinaria.” (Fernández de Lizardi, 2015; 56)
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En su educación sentimental el Catrín de la fachenda concibe una serie de preceptos inmorales que sustentan
su vida. A este conjunto de indecencias el Catrín lo llama “Decálogo maquiavélico”:
“1. En lo exterior trata a todos con agrado, aunque no ames a ninguno.
2. Sé muy liberal en dar honores y títulos, y alaba a cualquiera.
3. Si lograres un buen empleo, sirve en él sólo a los poderosos
4. Aúlla con los lobos. (Acomódate a seguir el carácter del que te convenga, aunque sea en lo más criminal)
5. Si oyeres que alguno miente en favor tuyo, confirma su mentira con la cabeza.
6. Si has hecho algo que no te importe decir, niégalo.
7. Escribe las injurias que te hagan en pedernal y los beneficios en polvo.
8. A quien trates de engañar, engáñale hasta el fin, pues para nada necesitas su amistad.
9. Promete mucho y cumple poco.
10. Sé siempre tu prójimo tú mismo y no tengas cuidado de los demás.” (Lizardi, 2015;71)
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vanidoso que en vez de preocuparse por resolver sus necesidades inmediatas se ocupa de
lucir elegante en sociedad, aunque no tenga ni un bocado para llevarse a la boca, muestra una
linaje y el honor antes que el trabajo y el esfuerzo y decantarse por la existencia sin futuro, a
veces sin comida, pero con la frente en alto y siempre ataviado con un buen traje nos obliga
a pensar que tal conducta se heredó de España a sus colonias y en el recién fundado país
mexicano aún existían parias de esa índole cuando Fernández de Lizardi escribió la biografía
de su Catrín.
“¿Quién encontrara a aquel mi señor, que no piense según el contento de sí lleva, haber
anoche bien cenado, y dormido en buena cama, y aunque hora es de mañana, no le cuenten
por muy bien almorzado? ¡Grandes secretos son, Señor, los que vos hacéis, y las gentes
ignoran! ¿A quién no engañará aquella buena disposición y razonable capa y sayo? ¿Y quién
pensará que aquel gentil hombre se pasó ayer todo el día con aquel mendrugo de pan, que su
criado Lázaro trajo un día y una noche en el arca de su seno, do no se le podía pegar mucha
limpieza; y hoy, lavándose las manos y cara, a falta de paño de manos, se hacía servir del
halda del sayo? ¡Nadie por cierto lo sospechara! ¡Oh Señor, y cuántos de aquestos debéis vos
tener por el mundo derramados, que padecen por la negra que llamaban honra, lo que por vos
no sufrirían!” (Anónimo, 1997; 34)
“Sólo yo en mi casa, con suficiente ropa y decencia, estaba muy contento, cuando me acordé
que no tenía ni para desayunarme al día siguiente. En esta consternación recurrí a mis antiguos
arbitrios. Me fui a un café, me senté en una silla, llegó un mozo a preguntarme qué tomaba;
le dije que nada, hasta que llegara un amigo que estaba esperando.” (Fernández de Lizardi,
2015; 48)
“Cuando salí de la cárcel, como lo más vendí para comer, no tenía nada.
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otro día, y para comer era menester salir a la calle a buscar a los amigos; de todo estaba
prevenido, pero la falta de camisa me consternaba.” (Fernández de Lizardi, 2015; 79)
reflexión popular, pues con un lenguaje sencillo somete a discusión ideas llenas de sabiduría.
El relato de la autobiografía del Catrín está escrito como una carta para otros catrines
potenciales que aspiren a llevar el mismo estilo de vida que el protagonista. En reiteradas
costumbres al mismo tiempo que se expresa con una profundidad y una belleza digna de un
autor universal: “Ya sabéis, queridos compañeros, que en esta triste vida se encadenan los
bienes y los malos de modo que los unos relevan a los otros, y no hay quien sea
la literatura nacional. Pocos marcaron una impronta tan profunda en el imaginario colectivo
a tal grado que aún es posible escuchar en el habla coloquial mexicana que “alguien viste
como Catrín”, “alguien se comporta como Catrín” o “alguien es un Catrín” por bromista, por
Es destacable la filosofía hedonista que sustenta los actos del Catrín de la Fachenda,
Literatura de Federico Carlos Sáinz y Robles encontramos una definición de esta escuela de
pensamiento:
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“HEDONISMO. Es una doctrina que afirma en principio que todo placer es un bien como tal,
y que no hay otro bien que el placer; que todo dolor es un mal, y que no hay otro mal que el
dolor. (…) Todas las categorías morales del hedonismo son formas del placer, pero no de
placer idealizado o intelectualizado, sino de placer inmediato, sensible, en movimiento.
Afirma el hedonismo que el hombre está sujeto a la soberanía del instante; que la Naturaleza,
el instinto y la pasión son verdaderos móviles de los actos humanos; que el bonum honestum
queda asimilado al bonum delectabile; que la calificación de los actos se hace por algo ajeno
por completo a la moral.” (Sáinz de Robles, 1982; 575)
sociedad. Tal parece que los catrines siguen al pie de la letra la escuela de pensamiento
hedonista pues no trabajan, no sufren por mantener una casa, no tienen obligaciones de
ninguna índole y si acaso pasan hambre saben muy bien cómo calmarla; tienen un catálogo
de estrategias para hacerse invitar a comer. La actividad sexual tampoco les es ajena; en El
descritos10, beben abundantemente, visten bien y aunque no tengan propiedades disfrutan del
momento, pues el placer corpóreo únicamente existe en el aquí y ahora: hic et nunc. Por eso
no tienen patria, familia, ni moral, porque nada los ata a las convenciones sociales de las que
que aunque no tienen dinero son capaces de lucir mejores galas que la sociedad trabajadora
aunque por su conducta debiera serlo. Tampoco es tomado como ejemplo. A veces lo castigan
con la cárcel cuando sus episodios por conseguir riqueza para derrochar en placeres lo
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“Ya se deja entender que eran unas señoras timoratas y no podían sospechar de un caballero como yo que
abusara de tan estrecho parentesco, y así no tuvieron embarazo para ofertarme su casa, y yo quise honrarme
con su buena compañía. (…) Yo entré muy contento y la buena de mi tía no permitió que durmiera en el
canapé, porque tenía muchas chinches; y así, quise que no quise, acompañé a mi hermana, porque no me
tuvieran por grosero y poco civilizado.” (Fernández de Lizardi, 2015; 52)
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obligan a cometer actos punibles como el robo. Pero no le preocupa y parece encontrar
solución a todo. No se desespera, solo vive el momento. El hedonismo siempre está presente
“Mira, Catrín: nuestra vida no es más que un juego; nuestra existencia corta y sujeta a las
molestias, sin que haya reposo ni felicidad más allá de su término; ningún muerto ha vuelto
a la tierra a traernos pruebas de la inmortalidad. Nosotros hemos salido de la nada y
volveremos a la nada; nuestro cuerpo se convertirá en ceniza y nuestro espíritu se perderá en
los aires; nuestra vida pasará como una nube y desaparecerá como el vapor, disuelto por los
rayos del sol. Nuestro nombre se borrará de la memoria de los hombres y ninguno se acordará
de nuestras obras. Gocemos de todos los placeres que estén en nuestro poder; sírvanos de
bebida el vino más delicado, respiremos el olor de los perfumes, coronémonos de rosas antes
que se marchiten, no haya objeto agradable libre de nuestra lujuria y dejemos por todas partes
las señales de nuestra alegría; oprimamos al pobre, despojemos a la viuda, no respetemos las
canas de los viejos, sea nuestra fuerza la regla de nuestra justicia, no guardemos los días de
fiesta consagrados al Señor, exterminemos en especial al hombre justo, cuyo aspecto nos es
insoportable.” (Fernández de Lizardi, 2015; 70)
por eso de reír. En conclusión: “el catrín es una paradoja indefinible, porque es caballero
sin honor, rico sin renta, pobre sin hambre, enamorado sin dama, valiente sin enemigo, sabio
sin libros, cristiano sin religión y tuno a toda prueba.” (Fernández de Lizardi, 2015; 66).
Lizardi, es una excelente novela por diversas razones entre las que destacan: su humor ácido,
la sátira bien lograda, la expresión filosófica en su composición, así como la importancia del
protagonista como ejemplo negativo para los moralistas. La novela tiene una importancia
mayúscula por el año de su publicación, porque fue una de las primeras obras literarias
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publicadas en México como país independiente y por la trama que define el contexto social
BIBLIOGRAFÍA
DE CUÉLLAR, José T. (2015) Ensalada de Pollos y Baile y cochino… México. Ed. Porrúa
MATEOS, Agustín (1978) Etimologías grecolatinas del español. México. Ed. Esfinge
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Dámaso Alonso)
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