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Comunicaión Alternativa

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Tema central / Main Topic

Comunicación Alternativa
alternative communication
la communication alternative
comunicação alternativa
comunicazione alternativa
alternative Kommunikations
COMUNICACIÓN ALTERNATIVA

Foto: Fernando Carrizales (Profesor USB)


Entre las líneas de investigación del ININCO, la comunicación alternativa
ha sido tema recurrente, transversal y prioritario. Sus principios, experien-
cias y particularidades han sido abordos por nuestros investigadores desde
hace más de cuatro décadas, una labor consistente y sostenida materia-
lizada en foros de discusión, asignaturas, congresos y artículos académicos.
En una suerte de línea del tiempo, presentamos un recorrido por la comuni-
cación alternativa que inicia con las reflexiones de Oswaldo Capriles. El
valor teórico y aportes para la reflexión sustentan la reedición de uno de
sus textos, publicado en 1980 en la revista del Instituto de Investigaciones de
la Comunicación ININCO, Año 1, N° 1, en el marco de la Conferencia Mun-
dial de la XII Asamblea General y Conferencia Científica de la Asociación
Internacional de la Comunicación Masiva (AIERI-IAMCR), efectuada en
Caracas entre el 25 y el 29 de agosto de ese año. El entonces director del
ININCO introduce el dossier sobre comunicación alternativa, con una
valiosa discusión conceptual acompañada de argumentos y propuestas, así
como de experiencias en el contexto venezolano de aquel momento. Pu-
blicamos este artículo como un reconocimiento a su obra y a la vigencia de
su pensamiento.

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En la misma sintonía de reconocimiento a los aportes de los estudiosos del
tema, presentamos un breve pero sustancial escrito de José Ignacio Rey,
uno de los autores más prolíferos en las décadas de los 80 y 90, quien se ha
centrado en el estudio de la comunicación alternativa, de manera sosteni-
da y consistente, siendo una voz de autoridad al momento de plantear la
agenda de temas pendientes en esta materia. Agradecemos su colabora-
ción, puntal y contundente, a la vez.
María Fernanda Madriz examina 15 años de experiencias en medios co-
munitarios. Cifras y minuciosos detalles constituyen el aporte de este
artículo que sintetiza años de monitoreo y sistematización de datos, con-
tribuyendo así a esclarecer la opacidad que ha rodeado este tipo de infor-
mación. La autora contextualiza los rasgos distintivos de este modelo
comunicacional que ha tenido una notable presencia en el ecosistema
comunicacional venezolano de los últimos años.
En esta misma sintonía se inscribe el artículo de Johanna Pérez Daza, en el
cual analiza las contradicciones y ambigüedades de televisoras comunita-
rias, específicamente en lo concerniente a la participación ciudadana y el
papel de las audiencias. Para esto, revisa el marco legal vigente y los meca-
nismos establecidos, así como cifras sobre la aceptación y penetración que
han tenido estos medios, en relación al apoyo y financiamiento que han re-
cibido por parte de órganos del gobierno.
Siguiendo con las televisoras comunitarias, el artículo de Pedro Mujica
presenta un marco conceptual que nos permite caracterizar estos medios,
los cuales frecuentemente son desestimados desde el punto de vista de la in-
vestigación. El autor identifica algunas dinámicas que definen la práctica
televisiva comunitaria, permitiendo contrastar sus especificidades con las
lógicas de los medios de comunicación masiva.
Cerramos el tema central con las reflexiones de Honegger Molina, quien
realiza una revisión filosófico-hermenéutica del concepto de comunicación
alternativa, a partir del recorrido histórico-genealógico de reconocidos
autores, lo que le permite indagar en algunos de sus aspectos constitutivos
tales como: 1) Promoción del protagonismo de la ciudadanía. 2) Participa-
ción de las audiencias. 3) Pluralismo de la información.

20 ISSN: 0798-2992
ANUARIO ININCO / INVESTIGACIONES DE LA COMUNICACIÓN Nº 1, VOL. 27, CARACAS, DICIEMBRE 2015 / 21-41

OSWALDO CAPRILES†
(Venezuela)

¿Política de comunicación
o comunicación
alternativa?
Communication policy or
alternative communication?
(Caracas, 1935-2014). Abogado de la UCV
(1959) y Doctor de la Universidad de París
(1962). En 1973, realiza Estudios Superiores
en Comunicación y Disciplinas Conexas,
CECMAS/ EPDHE-París, con pasantías
en el Centro de Investigaciones de la ORTF
(televisión francesa), en la Estdeustche
(Alemania) y RAI (Italia). Se desempeñó
como Docente de tres Facultades: Ciencias
Jurídicas y Políticas; Económicas y Sociales;
y Humanidades y Educación.
Fue Presidente de la Asociación
Latinoamericana de Investigadores
de la Comunicación ALAIC (1980-1982)
y Profesor Invitado en la Universidad
de Montreal. Director del ININCO-UCV
en dos ocasiones (1980-1981 / 1982-1986).
Fue Coautor del Proyecto RATELVE © De conformidad por su autor para su publicación. Esta ce-
(diseño para una nueva política sión patrimonial comprenderá el derecho para el Anuario
de radiodifusión del Estado Venezolano). ININCO de comunicar públicamente la obra, divulgarla,
Autor: El Estado y los medios publicarla, y reproducirla en soportes analógicos o digitales
de comunicación en Venezuela; en la oportunidad que así lo estime conveniente, así como,
Elementos para un análisis crítico la de salvaguardar los intereses y derechos morales que le
del nuevo orden informativo internacional; corresponden como autor de la obra antes señalada. Prohi-
La nouvelle recherche latinoamericaine bida su reproducción total o parcial sin la autorización del
de la comunication; Venezuela una país autor. Ley de Derecho de Autor. Gaceta oficial N° 4638 Ex-
telemediatizado; Poder político traordinario. 1º Octubre de 1993. Las fotos e imágenes utili-
y comunicación. zadas son estrictamente para uso académico.
1. COMUNICACIÓN ALTERNATIVA, COMUNICACIÓN HORIZONTAL, USO
ALTERNATIVO DE LOS MEDIOS, COMUNICACIÓN PARTICIPANTE:

¿Cuál es el paradigma?
1. No hay duda de que el tema de “otra comunicación” es una cons-
tante de nuestro tiempo, tanto en los países altamente industrializados -en
los que, con frecuencia, la cuestión adquiere ribetes más psicológico-exis-
tenciales, desde la dinámica de grupos hasta la metafísica Bermaniana-
como en los países dependientes, en los que la creciente conciencia de la
sujeción global de un modo de vida impuesto y reafirmado constante-
mente por las potencias de la difusión masiva –empresa privada nacional-
transnacional– ha sido claramente el problema en una dimensión más
crítica, más “macro” y por ello política. La polémica contra el modo domi-
nante de transmisión-recepción de signos –difusión masiva, que no “co-
municación”– de masas- nace con el cuestionamiento de las teorías de la
modernización, también –y no por casualidad– “difusionistas” primero en
el contexto una recusación pragmático por s incapacidad pa5ra ofrecer otra
cosa que una legitimación a la incesante incorporación de tecnologías y téc-
nicas de extensión, entrenamiento y formación en el cuadro más serio de
una comprensión de la infuncionalidad misma del modelo de desarrollo

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OSWALDO CAPRILES

en términos de ofrecer una mayor suma felicidad a los pueblos; finalmente,


en la conciencia de la estructura del poder que se reproduce en y por la co-
municación, convirtiendo todo en espectáculo “comunicativo” soslayando
lo realmente político, fuera del campo de la intervención social real y politi-
zando en cambio, de mala y triste manera, todo lo social, haciendo consenso
si no del conflicto, por lo menos acerca del conflicto, y por ello estableciendo
en rutina la resolución simbólica de las contradicciones sociales.
Pero los malentendidos aparecen desde el comienzo: primero, la confu-
sión, deliberada, insistente, didáctica, entre comunicación alternativa –en
tanto que paradigma de una “nueva” u “otra” comunicación– y uso alterna-
tivo de medios masivos de difusión; o bien identificación de la nueva utopía
con el uso de artefactos electrónicos de reproducción de signos e imágenes o
de instrucción programada. Luego, la propia izquierda contestataria se ocu-
pó de enseñorear con frecuencia a los medios propios de la cogitación –cine
de denuncia, agitación o protesta, prensa revolucionaria, radio clandestina,
etc– como la alternativa: medios pobres, estética de la violencia, carácter
portátil, espontáneo, búsqueda de participación del espectador, cuestiona-
miento de las mediaciones, rescate de una cultura popular y desesperada
pesquisa en pro de un “lenguaje” propio para la revolución. Por cierto, ricas
experiencias y aún más rico material de estudio. En el campo educativo es
donde primero revienta la angustia: las experiencias más avanzadas termi-
naron por revelar al aparato educativo su propia condición –análoga a la de
los medios de difusión en otro registro de especifidad– de aparato manipu-
lador y ello como condición de eficacia para su función reproductora de las
clases y sus revelaciones. El volcamiento de lo educativo hacia lo comunica-
cional revela desde luego esa angustiosa aproximación des- de la década de
los cincuenta1. Por su lado, la contestación a la “massmediatización” ad-

1 Véanse especialmente los números 14, 15 y 23 de la revista Cuadernos de Educación


Publicación mensual de Laboratorio Educativo, institución en la que se agrupan muchos
de las mismas personas que integran otros centros católicos de izquierda, como el Centro
de Comunicación Jesús Moría Pellín, que elabora un boletín –citado en este trabajo– con
características monográficas de diseminación parecidas; y como el Centro Gumilla que
genera una de las mejores revistas de critica radical sobre sociedad, economía y cultura, la
revista SIC. Ugalda, Rey, Martinez Terrero, Aguirre y otros, profesores de la Universidad
Católica, jesuitas, con algunos de los animadores de estas experiencias entrelazados; a
uno de ellos, especialmente Aguirre, se debe la colaboración que sigue a ésta.

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quiere su mayor intensidad, esta vez de índole más radical, con las rebelio-
nes estudiantiles y culturales de fines de los sesenta2.

2. La “otra” comunicación, la de verdad, el paradigma intuído, se


comienza a definir en bajo relieve por contraposición al modelo autoritario
manipulador de la massmediatización publicitaria y también de la propa-
ganda “política”, y frente a las estructuras piramidales de agrupación y
control burocráticos de los medios y procesos, fuesen éstos de propiedad
privada o de manejo público exclusivista. El modelo nace como una ética
de la interrelación, como la prefiguración de una democracia primigenia,
necesaria y anterior a aquella que se manifestaría por la toma de decisiones
por todos y la asignación para todos de los bienes y beneficios sociales:
SERIA LA CONDITIO SINE QUA NON de todas las democracias posibles:
el diálogo permanente, la participación a la vez espontánea y pertinente,
nunca arbitraria ni condicionada, generadora de decisiones colectivos y de
socialización de la producción y sus frutos.
Los trabajos y las experiencias en el campo educativo y de extensión,
especialmente rural, basados en la tesis del flujo en dos etapas propia del
difusionismo –la comunicación interpersonal que “amplifica y difunde” la
acción de los medios– fundaron un primer tipo de pretendida comuni-
cación “horizontal” que a veces se designaba como “usa alternativo” de
medios o “comunicación alternativo”. Los elementos de oposición al siste-
ma difusivo dominante eran en estos casos: un uso educativo predominan-
te; la búsqueda de una adaptación de la extensión a las necesidades reales
de las comunidades; la búsqueda de un lenguaje sencillo y eficaz; el inten-
to de fundar una relación de feed-back que permitiría ir reorientando el
programa y acercándose al público. La participación limitada no dejaba,
sin embargo, de plantear problemas y polémicas a lo largo de tales expe-
riencias, impulsando a veces avances en lo relativo al control mismo del

2 Tu revolución cultural, las tendencias neohedonistas, roussonionas, y ecológicas, de algu-


nos grupos americanos, la contestación radical del mayo francés, con repercusiones teóri-
cos ulteriores en el temo que nos ocupa de la importancia de los tesis de Baudrillard, y en
general la efervescencia estudiantil y juvenil se inclinarán más, desde los años finales de
la década de los 50, hacia la demolición del modo de vida, comprendido como totalidad
burguesa y por tanto, uno de sus blancos preferidos vino a ser la televisión, como para-
digma de la massmediatización.

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programa, de los medios usados y en cuanto a la toma de decisiones al in-


terior de los propios procesos3. En los países socialistas se siguieron con
más éxito en cuanto a efectividad experiencias combinadas de medio-co-
municación interpersonal- investigación-estudio, combinación presidida y
contextualizada por una concepción política de estímulo a la incorporación
de sectores y grupos sociales específicos. Grandes movilizaciones naciona-
les caracterizan muchas de estas experiencias, de las cuales sería ejemplo la
campaña alfabetizadora de Cuba durante el año 1961. No puede negarse
que, al menos en los usos educativos de procesos y medios de comunica-
ción, el campo socialista ha obtenido sustanciales éxitos y un fuerte nivel
de participación –aún sin otorgar a esa palabra todo su potencial dialógico
y espontáneo– muy lejos de las en general pobres realizaciones logrados en
países capitalistas, aún los más “avanzados”. De igual manera, los medios
institucionalizados de carácter masivo intentando superar por la vía de los
contenidos “culturizantes”, informativos y educativos, su manifiesta inca-
pacidad estructural para generar participación popular derivado de su ca-
rácter masivo, sirviendo más bien, en dichos países, como una “segunda
línea” de ataque reforzador para el aparato educativo.
La tendencia crítica que comienza a propugnar las políticas de comu-
nicación, desde las reuniones de Paris y Bogotá en los primeros años de la
década del 70 hasta su culminación oficial en la Conferencia de Ministros
de San José de Costa Rica, ofrece al tema que nos ocupa un valioso intento
de conceptualización, aún dentro de un contexto burocrático-planificador;
la díada dialéctica acceso-participación, que va a servir para conectar el
camino de las políticas con la vía alterna de los ensayos en marcha –algu-
nos oficiales,’otros oficiosos, la mayoría contestatarios– dirigidos a la bús-
queda de mecanismos y métodos concretos de “otra” comunicación.

3 lbid. nota (1). Desde luego, trabajos como los de Díaz Bordenave son importantes para el
análisis crítico de esas experiencias, especialmente en el campo de la extensión y comuni-
cación rural y agrícola. Muchos trabajos han analizado, por otro porte, la importante
experiencia de las escuelas radiofónicas y de los radioforos en América latina, especial-
mente en Colombia, en donde las radio-escuelas pasaban de 16.000 en 1965, sirviendo a
un número aproximado de 130.000 estudiantes en su casi totalidad habitantes de zonas
rurales. El número 23 citado de C. de Educación incluye una largo lista de trabajos:
Schmelke, Roads, Piper, Martin, Hayens. Los publicaciones de ALER suministran tam-
bién algunos datos de importancia.

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3. Pero esa otra comunicación se disgrega, subdivide o confunde en


multitud de apelativos que semantizan diversas experiencias o proyectos,
muchas veces repitiendo la mismo, otras con leves matices diferenciales,
las más de las veces con una grave tendencia a la confusión de medios,
objetivos y procesos. Convendría ofrecer pues una definición provisional y
genérica de alternativa comunicacional que sirva de paradigma aún tenta-
tivo para la discusión desde nuestro punto de vista.
Algunos caracteres pueden asignarse genéricamente a esa “paradigma”.

a) Se trata de establecer una interrelación dialógica, lo que implica un


modelo cuya morfología relacional es la igualdad de intervención de los
participantes, la posibilidad permanente y factual de reversibilidad de los
polos emisión-recepción, (posibilidad que para ser real debe fundarse en
ciertas reglas del intercambio, no del todo fáciles a establecer para los gru-
pos más allá de ciertas magnitudes, o para la revisión de todas las relacio-
nes no reductibles al modelo y por tanto, algún tipo de enfrentamiento con
los modos de difusión dominantes, o con los modos de comunicación pato-
lógica o anómala que tienden a plantear seudo-diálogos o falsa participa-
ción. No se olvide que es un modelo ético.
b) Para que ese otro modelo se legitime plenamente, es necesario que se
comunique sobre todo. Al menos sobre todo lo que reviste interés social o
comunitario. De allí le pretensión exhaustiva y globalizante del modelo a
que se hizo alusión en el párrafo anterior. Solo sería simulación si el modelo
no estuviera al servicio de la discusión y manejo o (toma de decisiones) de
los asuntos comunitarios y sociales. Y precisamente, muchas experiencias
autotituladas alternativas son solo eso; simulación participación (dinámica
de grupos) o, peor aún, simulación de la relación massmediática (ex-
periencias afincadas exclusivamente sobre el uso de técnico “ligeras” en
micro medios sociales). En todo aso, se trata de la dimensión social dada por
lo comunicado. Se trata del sentido de la producción, circulación y recrea-
ción del sentido, y ese sentido que tiene tal producción, tal circulación y tal
recreación es el sentído político de la existencia social, en su más puro sen-
tido, valgan las aparentes redundancias.
c) Pero un modelo de comunicación alternativo (o verdadero) si recoge
en su formulación el aquí y el ahora de la existencia social, debe afrontar la

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existencia de las grandes redes institucionalizados de difusión o de inter-


comunicación, con su componente técnico predominante, con su carácter
burocrático, sus problemas de organización, su impacto social eventual, y
su morfología relacional predominantemente unidireccional, no dialógica,
en principio intransitiva y antidemocrática. Desde luego que, entonces, el
primer reflejo es constituir esa “otra” comunicación al margen de los pro-
cesos dominantes, al margen de lo oficial, incluso del Estado (y a veces
especialmente al margen –lo más clandestino posible-del Estado, soriesgo de
perder la vida). En todo caso, el movimiento primigenio se dirige a estable-
cer un aquí y un ahora diferente, lateral, un antisistema o un conjunto de uni-
dades distintas y opuestas a las redes predominantes. Esta oposición y esta
marginalidad se manifiesta por la búsqueda de contenidos diferentes, de una
captación de la misma masa, pero en su función no masiva, sino grupal y ac-
tiva, y también de una oposición política –en general radical al sistema eco-
nómico-político que obliga a un intento constante de concientización o
desfetichización por la vía de la acción participativa.
d) Más allá del establecimiento marginal, a veces subrepticio, de alter-
nativas comunicacionales –intento permanentemente repetido en diversísi-
mos niveles y ámbitos sociales en América latino desde los años 40 (nos
referimos a alternativas conscientes) la confluencia del movimiento propug-
nador del establecimiento de políticas, al insertarse en la revisión teórica de
estos esfuerzos, obligó a mirar a los aparatos dominantes de la difusión
como posibles objetivos de la acción “alternativo” a partir de una política
que asegurase la participación de los ciudadanos en el manejo de los mis-
mos. Así, no se trata ya de buscar alternativas en un solo cambio de uso-
finalidad de los medios, ni de rodear a éstos de un sistema de apoyo foral o
interpersonal, sino de replantear el uso social general del aparato hasta
ahora manipulador. Así se trataría de establecer el equilibrio acceso-parti-
cipación que asegure igualdad pero intervención de todos en las decisiones
acerca de la existencia mismo, utilización, organización y programación de
los medios que se consideren necesarios o útiles dentro de una política defi-
nida colectivamente, planificada para no agotarse en si mismo sino en el
servicio social y programado, evaluada y preprogramada o incluso refor-
mulada en cualquier momento por la participación de la base. Esta última

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dimensión, la más ambiciosa de una “alternativa”, no ha sido experi-


mentada en su radicalidad en ninguna parte: queda como hipótesis abier-
ta, de difíciles presupuestos sociales y políticos, por no hablar de los
culturales, y de dificilísima ejecución en escalas realmente correspondien-
tes al nivel de los Estados Nacionales y sus políticas tradicionales de tipo
centralizado y burocrático. Desde luego, obliga a redefinir la conceptualiza-
ción, de política y de planificación para acoger el enfoque de Wasteston y
otros sobre planificación “desde abajo” y “de afuera hacia dentro”. De esta
manera, el choque producido por las tesis “pro-políticas de comunicación”
sobre la conceptualización de las experiencias alternativas, solo es compa-
rable al trauma sufrido por el concepto de política y por el de planificación
al intentar recibir el caudal de proposiciones de una comunicación “partici-
pativa” en todas sus instancias.

4. Por ahora, para no ahondar demasiado, señalemos que:

a) Una comunicación “alternativa” definida provisoriamente como la


que hemos descrito arriba, es necesariamente participativa, ya que este es
el carácter que la define más hondamente, pero lo participativo no agota
por si solo la definición.
b) No toda “Alternativa” comunicacional, ni mucho menos técnica, ni
un simple uso alternativo de medios, masivos o no, constituye ni en todo
ni en parte una comunicación alternativa acorde al modelo participativo.
c) Experimentos “rnicro” o unidades de comunicación alternativa sin
pretensión globalizante al nivel macropolítico no constituyen verdaderos
proyectos políticos de comunicación alternativo y hasta pueden conver-
tirse en coartadas del sistema aunque su morfología relacional sea parti-
cipatoria, independientemente del valor propiamente experimental de
tales prácticas.
d) Los términos “comunicación horizontal” inducen a confusión, pues
señalan solamente una parte de lo que debe ser un conjunto de procesos,
desconociendo la actual existencia de redes, medios y procesos dominan-
tes, masivos, unidireccionales, y la necesidad de ubicarse y definirse frente
a ellos y no como complemento de los mismos. Por otra parte, mientras no
se logre la absoluta descentralización de las tareas sociales la desaparición

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de la división social del trabajo y, por tanto, del Estado, es inútil hablar de
“comunicación horizontal” salvo en pequeña escala, a nivel de simulacro o
de experimento: se trataría de un paradigma, pero final, redención total,
comunismo, etapa superior y definitivo, en fin, punto de llegada. La parti-
cipación propuesta por un modelo bajo forma de utopía posible –y difícil-
es una comunicación alternativa que baya dirigiendo las otras formas de
seudacomunicación en el contexto de un proceso de liberación colectiva;
por tanto, que absorba y redefina las formas verticalistas, transversales,
oblicuas, paradójicas, etc, para restablecer el derecho de todos.
e) La “aldea global” Macluhaniana se coloca al extremo opuesto del
modelo participativo, pues define la nueva comunidad en función de acer-
car lo lejano alejando lo próximo, cortando los lazos con las intermediacio-
nes para abrazar una totalidad abstracta, mundial, superficial, vicaria,
boba, de pura información y cero acción. Por ella, inútil insistir en las
potencialidades de la técnica aunque tampoco se puede rehuirlo, si se
puede retomarla como problema y no como solución, pensarla como objeto
a neutralizar en tanto que generador de división social del trabajo y repro-
ductor de las relaciones sociales y por tanto necesariamente sujeta al con-
trol político participativo de la comunidad.

2. EXPERIENCIAS ALTERNATIVAS” EN VENEZUELA


Como en todos los países de América Latina, en Venezuela se inician
experimentos de pretensión alternativa en diversos momentos y am-
bientes, según coyunturas históricas diferentes:

a) La implantación de “alternativas” educativas a través del uso de


medios masivos según el modelo difusionista, con el refuerzo-estímulo-
ampliación de grupos ad-hoc no tuvo gran desarrollo en el país, ni en el
momento de máximo prestigio del modelo ni en épocas posteriores, salvo
algunos esfuerzos, como los de “Fe y Alegría” en Caracas y Maracaibo, y
las experiencias de Radio Nacional-FUDECO en Barquisimeto relativas a
radio-foros agrarios, ambos intentos realizados en los últimos años.
b) De todos formas, un movimiento relativamente permanente de
apoyo a experiencias variadas se instala en ciertos grupos católicos, entre los

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que se destacan algunos grupos establecidos alrededor de ciertas parro-


quias urbanos de Caracas, en los años sesenta, grupos de investigadores
como el Pellín, ya mencionado, y la iniciativa paralela de Cuadernos de
Educación, perteneciente al mismo núcleo humano, también unido al
grupo redactor de la revista SIC, excelente órgano periodístico contestatario
católico. La revista boletín Comunicación, editada por el Centro Pellín ha
servido de órgano de diseminación de tales experiencias y de su análisis,
paralelamente a la labor análoga de los mencionados Cuadernos en el plano
educativo. El Centro alienta y ayuda numerosos grupos de barrios y comu-
nidades, suministrando programas audiovisuales (editados con sonido)
facilidades (cassettes y dispositivos) y equipos prestados. En la actualidad,
tales actividades revisten un cariz militante de crítica política en la mayoría
de sus manifestaciones concretas.
c) Experiencias especialmente interesantes fueron las que comenzaron
a producirse a fines de la década de los sesenta y sobre todo a partir de
1970, en parte al interior de un renacer de la lucha cultural popular, en
parte como un relevo legal a la pérdida insurrección guerrillera de los
sesenta, al calor de una lucha generacional de los más jóvenes que veían en
los mayores de 18 guerrilleros fracasados, estudiantes librescos y burgueses
de corazón en sus comportamientos últimos. los más jóvenes probaban la
marihuana, la libertad sexual, y la preocupación política después de haber
transcurrido vidas seguras y consumidoras, de haber ensayado la violencia
en agresivas “patatas” callejeras y de comenzar a confraternizar con el
hampa común en cuchitriles innombrables. Algunos habían sido militan-
tes o más bien, hermanos o amigos de militantes de la izquierda “alzada”
que comenzó sus avatares con la guerrilla urbana de las U.T.C. (unidades
tácticas de combate) en 1961 –primera experiencia de lucha urbana subver-
siva en Suramérica– y que luego se transformó en guerrilla de montaña y
en “foquismo”. La nueva “revolución” desconocía y cuestionaba tales an-
tecedentes, se definía generacionalmente en un país en el que la gran
mayoría de la población tiene menos de 16 años, se proclamaba “Poder jo-
ven” se postulaba como vivencia y cultural. En la órbita de hippies, cerca-
nos a los provos holandeses, su misión principal consistía en épater le
bourgeois con incesantes pintas eróticas, surrealistas, arbitrarias en las pa-
redes de las urbanizaciones de la mediana y alta burguesía de Caracas, o en

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OSWALDO CAPRILES

los muros de la Universidad, escenario de una “renovación” furibunda y


anárquica que cuestionaba métodos, profesores y autoridades. El partido
comunista venezolano, derrotado por los armas, en un intento de vuelta a
la legalidad, amenaza con dividirse y esa división tiene mucho que ver con
el enfrentamiento generacional que mucho antes había sacado a las juven-
tudes de “cabezas calientes” de Acción Democrática y del partido socialcris-
tiano COPEI para acercarlos a la insurrección armada (MIR, izquierda
cristiana etc); esta vez parecería que el Poder joven había penetrado a las or-
ganizaciones revolucionarias, y en efecto así sucedía por un ambiente
generalizado de revisión. En tal contexto se generan, entre otras, dos expe-
riencias que vale la pena reseñar brevemente: la revista Reventón y la expe-
riencia del cine de cortometraje alternativo representado por el grupo Cine
Urgente, Elegimos esas experiencias entre otras por su carácter paradigmá-
tico, sin que ello implique juicios de valor adicionales a dicho criterio.
El caso “Reventón” es significativo sobre todo por su estilo y conteni-
dos, más que por una verdadera caracterización alternativa, aunque su
público, mayoritariamente joven, significó un cambio cualitativo en las
publicaciones periódicos del país. La revista, impulsada por un grupo jo-
ven en el que destacan entre otros, Carlos Ramírez Faría, Pablo Antillano,
y Raúl Fuentes, rompe todos los esquemas: lenguaje absolutamente descar-
nado, incluso soez, temas prohibidos, denuncias violentas, burla abierta a
la autoridad, a los grandes notables de las finanzas y del gobierno, en fin,
ruptura con interdictos y tabúes, hasta que ciertas denuncias involucradas
de integrantes de las Fuerzas Armadas colman la medida y envían a pri-
sión y al exterior del país a los responsables. Pero el estilo gráfico, la burla
sin límites la agresividad de le¡ publicación –cuya duración apenas rebasó
el año– marcaron la pauta para que en tono menor otras publicaciones
siguieron similar orientación y para marcar de paso a todo el periodismo
crítico ulterior. Debe decirse que es allí donde aflora un hecho capital en la
comunicación interpersonal en Venezuela: la ruptura progresiva, pero
radical de las jóvenes generaciones con el lenguaje paterno y la utilización
de una lengua gruesa, un habla “liberada” incluso grosera y obscena, que
se va aceptando, primero entre compañeros de ambos sexos y luego entre
todos los jóvenes, hasta que finalmente contamina otros estratos e invade
el habla corriente del país, desapareciendo casi el “doble lenguaje” conven-

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¿POLÍTICA DE COMUNICACIÓN O COMUNICACIÓN ALTERNATIVA?

cional hombres-mujeres-formal-informal público- privado. El cine de fic-


ción en Venezuela recoge la novedad en los años setenta y la extiende a la
actuación -naturalizado al máximo- y a los temas y personajes, contami-
nando seguidamente a las telenovelas, que si bien no asumen el lenguaje
escatológico, si recogen las nuevas modalidades hasta donde pueden. En
este sentido Reventón representa más un síntoma del proceso que una
causa autónomo del mismo. La relación de Reventón con el Poder Joven
no se explicitó abiertamente, pero la similitud es evidente: El Poder Joven
golpeaba verbalmente desde la sombra de una anónima pertenencia a un
movimiento que no tenía jefes por definición y que, cuando tenía, los
identificaba con nombres de frutas o legumbres, como alguna vez preten-
dió hacer Simón Rodríguez -el afiebrado maestro del libertador aban-
donado las sierras.
Igual sucede, desde un punto de vista más pretencioso, con la expe-
riencia de Cine Urgente, emparentado igualmente con esa necesidad de
cuestionar jefes, autores y productores. Cine Urgente, emparentada igual-
mente con esa necesidad de cuestionar jefes, autores y productores. Cine
urgente nace al calor de ese transito de cierta militancia del P.C; pasando
por el II Manifiesto italiano y por la decepción, por el poder joven y por
los primeros relentes feministas “científicos”, que luego se institucionaliza
en el Movimiento al socialismos MAS, actual “tercera fuerza” en la polí-
tica de partidos, aunque a respetable distancia de las dos grandes organi-
zaciones del status.
Cine Urgente aparece en 1968 con altibajos subsiste hasta 1973, con un
proyecto concreto de cine de movilización política mediante la participa-
ción directa del público que a la vez es objeto y tema –con sus problemas
específicos– del trabajo cinematográfico. El equipo estaba formado por Ja-
cobo Borges, Josefina Jordán, Franca Dando, Pedro Martínez, Luis Luksic,
Emilio Ramos y otros. Se trabajaba sobre el establecimiento de contactos
en los barrios de “ranchos” de las montañas y cerros que rodean a Ca-
racas, Petare y Guarenas. (Zona metropolitana del gran Caracas) y se fil-
maban los problemas más álgidos, con frecuencia un solo asunto, se
estimulaba la participación de los involucrados en una acción a la vez crí-
tica y de acción directo y concreto para atacar el problema; los resultados

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filmados se proyectaban ante protagonistas y vecinos y servían a la vez


para una nueva dimensión de la discusión y para ampliar el número de los
interesados; sucesivamente al proceso se repetía en tanto fuese necesario
para una incorporación a las luchas concretas mientras perdurase el pro-
blema, manteniendo luego la relación y llegando en una etapa avanzada o
dejar en manos del protagonista colectivo-público de si mismo la continua-
ción de las experiencias. Tal era el proyecto, que en su primera etapa logró
realmente esa circularidad aceleradora de participación, en la que en el cine
se hacía un pretexto para una movilización primero concreta y luego más
consciente y general. Protagonista-público, a la primera atracción narcisis-
ta sucedía una dominancia de la discusión y un agudizamiento de las posi-
ciones; finalmente el proceso se subsumía en una protesta organizada, o en
una lucha como la que acompañó a los habitantes de ciertos barrios de
Guarenas en su enfrentamiento a la empresa de energía eléctrica concesio-
nario de la municipalidad: allí, por ejemplo, el cine sirvió para penetrar en
la sola del cabildo, a donde no dejaban entrar a los pobladores, y hasta para
develar, o sorprender conversaciones y declaraciones de personalidades
involucrados. De esta manera, la denuncia y la agitación se ensamblaban
en un libelo acusador con la ventaja del proceso participativo, repetitivo,
casi sin fin, del montaje continuo. Desde luego, lo que describimos no se
realizó siempre de manera perfecta y controlado, ya que las vicisitudes del
equipo y la azarosa vida misma de los ranchos no facilitaban la continui-
dad del proceso ni la persistencia del proyecto mismo; pero como visión
teórico-práctica de una comunicación alternativa y en tanto que experien-
cia pionera probablemente en toda América latina, el ejemplo de Cine Ur-
gente es altamente significativo. Con María de la Cruz, un film de denuncia
sobre la condición de la mujer en los ranchos de Jordán-Donda, concluye el
ciclo vital de esa experiencia en 1973. Ulteriores intentos, realizados con
Video portátil en años recientes no han logrado insertarse de igual manera
en la problemática social ni generar una dinámica propia para contribuir a
enfrentarla, quizás porque tales intentos provenían de grupos de menor
beligerancia, en coyunturas menos apropiados y sin proyecto político4.

4 En el número 14 de la revista Cine al Día de Caracas, al analizarse con carácter retrospecti-


vo y a la vez actual –año 1971 –el movimiento cinematográfica documental de denuncio
y agitación, se incluían declaraciones autodefinitorias de los diversos grupos: allí puede

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d) Otras experiencias recientes son interesantes, en especial la pro-


liferación de órganos periódicos impresos de barrios o zonas urbanas,
dedicados a problemas específicos y a la defensa de los intereses de sus
habitantes; algunas de estas publicaciones tienen características de impre-
sión, tiraje y distribución que las convierten en verdaderos periódicos. La
proliferación por otra parte de Juntas de vecinos o Comités de barrio, espe-
cialmente en ciertas urbanizaciones de clase media y media-alta pero tam-
bién abundantes –y cada vez más en barrios populares, ha generado la
aparición de fenómenos de comunicación grupal altamente interesantes,
así como iniciativas de reacción contra excesos de actividades comerciales,
defensa del medio ambiente, análisis crítico de la programación de televi-
sión infantil, combate por canchas deportivas, etc, en algunas de las cuales
han aparecido formas de cohesión y de diseminación originales.
En los años 70, la vía sembrada por Antonio Pascuali desde 1963 deri-
va hacia una nueva temática en la que el propio Pasquali, junto a investiga-
dores de la región como Luis Ramiro Beltrán, Romero Sanjinés, Carlos
Ortega y otros, tuvieron bueno parte de la responsabilidad de su elabo-
ración y diseminación, bajo el patrocinio de la UNESCO. Las Políticas de
comunicación se convierten de pronto en un gigantesco campo de batalla
entre los adalides de la empresa privada, empañados en temer la estatiza-
ción de los medios, y los zarandeados investigadores y planificadores,
sacudidos entre embates de los medios y marchas y contramarchas de los
gobiernos. La primera batalla en forma –y pareciera que también la última-
de esa guerra ideológica fue la famosa Conferencia de Costa Rica, en la que
Venezuela hacía un bonito papel de líder para las graderías, mientras clau-
dicaban sus gobernantes en todo tipo de concesiones a la empresa privada

encontrarse un pequeño manifiesto elaborado por Jacobo Borges. Es bueno señalar que
Borges y los otros integrantes de cine urgente habían participado en una interesantísimo
experiencia multimedia de pretensión “participativo”; el espectáculo imagen de Caracas,
combinación de recinto arquitectural ad-hoc, cine gigante en que la mismo secuencia se
repartía en pantallas múltiples que rodeaban a los espectadores, movimientos de actores
y figurantes que saltaban desde los techos. circo, sonidos, música, proyecciones comple-
mentarios en diapositivas continuas, etc. Esta experiencia babilónico, o mas bien babeló-
nica, tenía pies de barro; la municipalidad que la patrocinaba le retiro el apoyo, fue
cerrado y disperso. Quedaron las enseñanzas, y el análisis de la experiencia. Cine Urgente
surge poco después de ese fracaso.

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de la difusión masiva en la política interna5. El desarrollo del tema de los


políticas de comunicación no se queda en Venezuela en mera composición
teórica, sino que va a manifestarse en diversos documentos y propuestas a
lo largo de más de doce años de luchas, desde los ante- proyectos de Ley de
Cine de los primeros Tres encuentros nacionales, hasta el famoso Proyecto
RATELVE elaborado en 1975 por el Comité Ad-hoc de la Comisión prepa-
ratoria del CONAC, y culminando en los últimos años con la revisión de la
propia relación investigación toma de decisiones que va a generar toda una
serie de radicales revisiones autocríticas de la labor y función de la investi-
gación, las que luego de marcar el tono general de las conclusiones del III.
Encuentro de Investigadores de la Comunicación celebrado en Cara-
cas, en Noviembre de 1976, se reflejarán con igual intensidad en las delibe-
raciones de la Reunión de Expertos en Panamá de diciembre 1978.
La aguda conciencia –o más bien malestar– de los investigadores que
trabajaban en esa vertiente de la planificación de la comunicación social se
concretaba en la dificultad de ofrecer un modelo que fuese capaz de supe-
rar la actual organización difusiva comercial predominante de los medios
y procesos de comunicación masiva y el tremendo poder allí acumulado
sin rendirse a un estatismo no solo difícil de defender incluso peligroso en
una formación social que no ha podido darse bases para una reordenación
de sus estructuras económicas y políticas, y en la que el Estado es una
excrecencia especializada de la distribución del ingreso nacional hacia las
clases dominantes. Allí entran a jugar los conceptos dialécticamente en-
lazados de acceso participación así como la concepto globalizante de un
derecho de la comunicación –que desde Costa Rica va desarrollando pro-
gresivamente, aportes como los de Harms, Cocca Richstadt, etc., y más allá
del aspecto morfológico de la relación comunicativa, también se plantea el
aspecto propiamente político de la toma de decisiones, asunto que se ataca

5 Véanse el Informe Final de la Conferencia editado por UNESCO, y para la critica Actas
de¡ tercer Encuentro de Investigadores-de la Comunicación, ININCO, Caracas 1977
Capriles Oswaldo: El Estado y los Medios de Comunicación en Venezuela, SUMA,
Caracas, 1976, en la parte final titulada “Epílogo provisional”; igualmente trabajo del
autor en la recopilación de Ruiz Eldrege editado por ILET-Nueva Visión de los trabajos
del Seminario de Amsterdam sobre el Nuevo Orden Internacional de la información, (rea-
lizado en 1977) y titulado El Desafío de la comunicación Internacional (México, 1979).

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con la propuesta de los tan debatidos “Consejos Nacionales de Comuni-


cación”. De esa manera empiezan a tenderse puentes inevitables entre el
modelo desdibujado de las experiencias “alternativas” y el modelo repu-
jado y nuevo de la política comunicacional. Pero puentes temblorosos,
equívocos y sumamente resbaladizos para ambos bandos a la expectativa
en las riberas respectivas. Pues las cosas comienzan a suceder como si en
efecto, las “políticas” no sen sino una interminable discusión, una morato-
ria infinita a la transformación real, una burla o triquiñuela del poder; y es
que, manipulando investigadores ansiosos, jugando al tercermundismo,
engatusando a la UNESCO, los gobiernos latinoamericanos se daban zar-
pazos de cachorros con los dueños de los medios y con las transnaciona-
les de la información, para mejor establecer obligaciones y compromisos
respectivos a espaldas de dossiers, pruebas, alegatos, diagnósticos aterra-
dores e investigaciones de toda índole que ponían en el banquillo de los
crímenes sociales los empresarios de los medios, de la publicidad y de la
información, solo atentos a servir a sus congéneres de la gran empresa
anunciante transnacional.
El desconcierto en las filas de la investigación hace en ese momento
volver los ojos a una lucha organizacional al margen del poder público, y
por allí se dibujan nuevamente puntos de contacto con las experiencias de
comunicación paralela, horizontal o alternativa que seguía pacientemente
reproduciéndose. Los propugnadores de políticas comienzan a reiniciar el
viejo llamado a la unidad de los gremios, de los interesados e involucrados
en el problema, de los usuarios, de los científicos sociales y de todas las
criaturas de buena voluntad. Por su parte, en el campo de los experimenta-
dores sociales la gran fiebre de fines de los sesenta ha pasado sin mayores
consecuencias: aunque se continúa trabajando y como hemos dicho “re-
produciéndose”, los promotores de la comunicación alternativa se cuecen
en su propia salsa sin lograr dar el gran salto, sin obtener la irrupción de
“la gran tarde” en el ominoso horizonte del control de las conciencias.

3. ¿CONTRACCIÓN O SÍNTESIS?
Y es en esa coyuntura que comienzan a plantearse problemas como los
que hemos venido anunciando en títulos y subtítulos de este trabajo; pro-
blemas que por cierto van a reaparecer con la eclosión del tema del Nueva

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Orden Internacional de la Información a partir de ese año de 1976 en que,


conjuntamente con la Conferencia de Costa Rica, se celebraba el Simposio
de Túnez, de los No Alineados y se comenzaba a plantear la necesidad de
un flujo equilibrado de la comunicación internacional. Los problemas en
cuestión se refieren a la dificultad de encajes de los proyectos autogestiona-
rios, descentralizantes, de pequeña escala y de contestación política que
caracterizan al modelo general de la comunicación alternativa (admitiendo
las ambigüedades y confusiones que hemos antes señalado) con los macro-
proyectos, planificados, en general centralizadores y de gestión mediada,
compatibilizados con Estados de democracia formal y reformismo pater-
nalista, que caracterizan a las propuestas de políticas de comunicación. El
punto nodal, la cuestión del acceso y la participación como relación dialéc-
tica, si bien constituye la inserción del sistema massmediático en una posi-
bilidad de reacomodo alternativo, no restablece la calma en los puristas de
la comunicación participativa de pequeñas comunidades o grupos: ¿cómo
enfrentar la autogestión, la verdadera participación, en el seno de aparatos
institucionales, gigantescos, imbricados en estructuras económicas y
conectados o la sociedad entera por insospechados * incontrolables vasos
comunicantes, por inconfesables cordones umbilicales? Complementaria-
mente –y conflictivamente también– los funcionarios, los planificadores y
los investigadores adictos a la programación –en cualquiera de sus modali-
dades rígidas o flexibles– se aterran ante las perspectivas de esos procesos
que como ruedas locas desafían la planificación, los objetivos y las metas6.
Las proposiciones teóricos para asegurar la participación a todos los
niveles tanto en las tomos de decisiones previas, como en la función y ope-
ración de medios y procesos como finalmente es programación –en el caso
6 El acceso se define, desde Costa Rica, como Ia posibilidad para todos los miembros de una
comunidad, de tener acceso constante igualitario a todos los mensajes generados por to-
dos los medios y canales de comunicación existentes en un momento dado en esa comu-
nidad; Desde luego, se trato de la virtualidad y no del acceso simultáneo a todo mensaje o
medio, lo que seria imposible: se trate de un derecho bajo forma de posibilidad permanen-
te. La participación se puede definir en esa misma perspectiva como la posibilidad perma-
nente asegurado a todos los miembros de una comunidad de tornar porte activa en las
decisiones concernientes a medios y procesos de comunicación, a programación, y a par-
ticipar en la producción de los mensajes. La dialéctica entre ambos polos surge de la impo-
sibilidad de estor “en acceso” (público) mientras se “participa” (producción) y viceversa.

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de medios masivos— tropiezan con la gran duda de todos los proyectos no


probados; Y es que las políticas de comunicación no han sido rodados real-
mente en ninguna parte; al menos, esas políticas posibles nacidas del pro-
yecto democrático participativo que se viene gestando desde Costa Rica.
Más allá de su carácter táctico y sus beneficios de apoyatura, la viabili-
dad del tamdem investigación-toma de decisiones se revela como muy
endeble: los gobiernos utilizan la investigación de acuerdo a coyunturas de
sus propias relaciones tácticas con los sectores sociales dominantes, a los
cuales, en última instancia, deben obediencia y con los cuales solo se man-
tienen divergencias de oportunidad o de interés en la medida en que el
estamento partidista-burocrático ha adquirido autonomía relativa como
para incorporarse o pretender hacerlo en un reparto de parcelas de poder
propio en la propia estructura económica o en la gestión financiera de los
asuntos generales asignado al Estado, o en la búsqueda de un espacio polí-
tico de mediación que asegure la oportunidad de ese estamento, en tanto
necesario instrumento para la reproducción ampliada de la totalidad. Esa
constatación y la que paralelamente reconoce una limitación de escala y
una crisis de crecimiento de los ensayos alternativos, amén de percibir la
estrecha relación del auge de tales experiencias con coyunturas de crisis
social específicas, llevan a replantear al tomo central bajo otra perspectiva:
ambas experiencias deben fundirse en una praxis más ambiciosa, que aglu-
tine el esfuerzo teórico de las políticas y aún del NOII con el efecto demos-
tración no solo de las experiencias limitados hasta ahora emprendidas,
sino de una labor de movilización que constituya fuera del Estado las pro-
toinstituciones que a la vez que figuren la futura política, trabajen en la pre-
sión, la organización y aún el boycot y la acción directo para instaurar
tendencias irresistibles, dentro del marco de una movilización más general,
pero con el mismo carácter permanente y paciente que ha tenido la práctica
de investigadores y experimentadores en el seno de las dos tendencias que
hemos reseñado.
La cuestión queda abierta y de esta manera el paradigma participati-
vo: programas descentralizados / reversibilidad de los polos emisor-recep-
tor / movilización popular / interacción de los participantes / aprendizaje
político / producción colectivo / control socializado por organizaciones

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autogestoras / independencia relativa de la técnica / queda en espera de


su realización macrosocial.

4. POLÍTICA NACIONAL O PROYECTO NACIONAL DE COMUNICACIÓN


Sin embargo, el doble “fracaso relativo” de las dos tendencias pone de
relieve que su principal rasgo en común es el de no tomar en cuento a la
otra: en realidad, no hay –o no debería haber– verdadera “comunicación
alternativa” sin un proyecto alternativo de organización social, lo que
implica a la vez un proyecto político y una estrategia para lograr dicho pro-
yecto (atención: no queremos decir manejos maquiavélicos, sino una ver-
dadera estrategia social que excluya el engaño y la manipulación, por más
“bien intencionados” que éstos sean). Ello quiere decir que toda proposi-
ción globalista que propugna una comunicación alternativa, está obligada
a considerar el tema de la política, y particularmente, el de una “política”
en especial; la política de comunicación (que puede ser dominada perfecta-
mente política cultural, o política ideológica). Así, un proyecto de comuni-
cación alternativa presupone un proyecto político, si no se quiere que la
interacción comunicativo que se propone sea un mero juego quasiautóno-
mo, onanista, en el que la deliberación incesante tuviese poco que ver con
la verdadera toma de decisiones, estableciendo un autismo que cree dirigir
y determinar cuando es dirigido y manipulado.
De igual manera, el movimiento propugnador de políticas de comuni-
cación debe saber que el diseño globalista no sirve a ningún fin que no esté
precedido de algún tipo de experimentación social, de intervención polí-
tica de los sujetos sociales, de algún tipo de implantación, si no al margen,
por lo menos en filigrama oportuna con la lucha oficial u oficiosa que el
debate político de alto nivel busca establecer.
Una política de comunicación, para los que luchan por un cambio so-
cial profundo, no puede sino estar inscrita en un proyecto que la trasciende,
y que es, por lo menos, un proyecto nacional de comunicación. Decimos
“por lo menos”, porque es también, e indefectiblemente, un proyecto políti-
co de reorganización social, de definición de la intervención de los sujetos
sociales, de fijación de nuevas reglas que deben servir a la tomo de decisio-

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nes; proyecto que debe aparecer deslindado en sus líneas esenciales para
que no pueda ser objeto de manipulación ni de recuperación tal manera, la
política nacional de comunicación aparece como un componente estratégi-
co de un proyecto político global (no partidista) que en el concreto se carac-
teriza por el objetivo de la democratización real, y comprende un proyecto
comunicacional-cultural participativo y un proyecto de toma de decisiones
democráticas. Ese nuevo proyecto nacional de comunicación, es pues, parte
un cambio decisional y de un cambio definitivo de las relaciones sociales so-
lo como tal puede ser cabalmente comprendido. Entonces, las políticas que
se propugnan en el terreno de la comunicación, son aquellas que contribu-
yan a establecer una verdadera democracia de palabra, un proyecto nacio-
nal futuro, más perfecto que la política misma en tanto estrategia, pueda
lograrlo. A partir de la realización ese modelo nacional es que deberán rede-
finirse las nuevas políticas futuras destinada perfeccionar la interacción de
los sujetos sociales en los procesos de producción, circulación y reproduc-
ción del sentido, en función de sus reales intereses y, por tanto, son ineludi-
bles incidencia la toma de las decisiones fundamentales, de la sociedad.
Pero para imponer tales “políticas”, o para hacerlas factibles a través
de una toma de decisiones de índole general, las practicas de la “comuni-
cación alternativa” en su infinita variedad– en sus errores, oposiciones, -
encandilamiento tácticos y otras manifestaciones aberradas– vienen a
constituirse en un material vivencial fundamental, insustituible, que debe
seguir trabajando en procesos cada vez más autocríticos de experimen-
tación, y que deberá dar testimonio fehaciente de la posibilidad real de
formas y modos comunicativos ineludibles en una nueva sociedad, en
cualquier proyecto político renovador, en cualquier iniciativa social ex-
perimentadora. De tal manera, las prácticas alternativas, participatorias,
paralelos, etc. –poco importa el nombre deberán inscribirse en la necesaria
incisividad social que las haga claramente diferenciados de todo intento
recuperador por lo pequeño, por lo lúdico o por lo “auténtico”; pues ta-
les categorías definen en .general la falta de inserción de ciertos experi-
mentos en un proyecto político globo¡ que implica como su componente
esencial una nueva definición de las formas de comunicación social, en
suma, una nueva convivencia.

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