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Guardianas de La Luna

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SELLO Zenith

COLECCIÓN Her

STÉPHANIE LAFRANQUE
FORMATO 16 x 24 cm.
Rústica con solapas

SERVICIO
Otros títulos de la colección La luna guía nuestros pasos, desde tiempos inmemoriales, con sus STÉPHANIE LAFRANQUE STÉPHANIE LAFRANQUE es una apa-
cuatro fases universales: nacimiento, crecimiento, decrecimiento y VIC OH sionada de las plantas, las energías PRUEBA DIGITAL
Esto va de chicas muerte. Como mujeres, llevamos en nuestro ser esta esencia cíclica y los ciclos lunares. Maestra de reiki, VÁLIDA COMO PRUEBA DE COLOR
EXCEPTO TINTAS DIRECTAS, STAMPINGS, ETC.

VIC OH
Cristina Valbuena que nos une a ella. Ha llegado el momento de despertar esta sabi- creadora de las tisanas SloWood y
duría que ya habita en cada una de nosotras y seguir su llamada organizadora de círculos de mujeres,
El arte coreano del cuidado de la piel
Lilin Yang, Leah Ganse y Sara Jiménez
para recuperar nuestra naturaleza original.

Por su carácter cíclico, la luna evoluciona con el paso de las noches


Guardianas Lafranque colabora con la revista
Druidéesse y gestiona la página de
Instagram «La Tisanière Tatouée».
DISEÑO

EDICIÓN
19-05-2020 Marga

GUARDIANAS dE lA LunA
La salud de tus hormonas
Belinda Kirpatrick y Ainsley Johnstone

La biblia del cuidado de la piel


Dra. Anjali Mahto
y, como nosotras, siempre está presente pero nunca es realmente
la misma. Como mujeres, es importante aprender a conectarnos
con nuestro propio ciclo, a cuidar de nuestra ecología interior, a
reapropiarnos de nuestro poder para afirmar quienes somos real-
mente: mujeres libres, instintivas y creativas.
dE lA LunA VIC OH creció en México, donde apren-
dió los colores y las emociones, y se
impregnó del arte naíf, del realismo
CARACTERÍSTICAS

IMPRESIÓN

PAPEL
4/0

mágico y de las culturas ancestrales.


PLASTIFICADO Brillo
Proyecto self-care Este libro nos invita a tejer nuestra propia historia lunar a lo largo Artista plástica afincada en París y
Jayne Hardy de los meses y a vivir plenamente la conexión con esta sabiduría diplomada en Historia del Arte en La UVI
ancestral, ya que la luna ha sido siempre una fiel compañera. Sorbona, Vic Oh refleja en sus ilustra-
ciones la fuerza del lado salvaje de la RELIEVE
ACEPTA TU NATURALEZA CÍCLICA, CONECTA feminidad, así como el universo mís-
CON LAS FASES LUNARES Y CONVIÉRTETE EN tico y sagrado que nos rodea. Sus obras BAJORRELIEVE
GUARDIANA DE LA LUNA PARA MEJORAR TU se exponen regularmente en galerías
STAMPING
DÍA A DÍA. europeas (París, Florencia, Praga, Áms-
terdam, Oslo…). FAJA

INSTRUCCIONES ESPECIALES

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Zenith Her PVP 19,00 € 10260678

@zenithlibros
ZenithLibros Diseño de la cubierta: Éditions Solar, 2019
zenithlibros.com Ilustraciones de la cubierta: © Vic Oh

13 mm.
STÉPHANIE LAFRANQUE
VIC OH

Guardianas
de la luna
UNA GUÍ

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No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni
su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea este electrónico, mecánico, por fotocopia,
por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del editor. La infracción de los derechos
mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del
Código Penal).
Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún
fragmento de esta obra. Puede contactar con CEDRO a través de la web www.conlicencia.com o por telé-
fono en el 91 702 19 70 / 93 272 04 47.

Título original: Gardiennes de la lune

Primera edición: julio de 2020

© Éditions Solar, sello editorial de Édi8, París, Francia


© de la traducción, Aina Girbau Canet, 2020
© Editorial Planeta, S. A., 2020
Zenith es un sello editorial de Editorial Planeta, S.A.
Avda. Diagonal, 662-664, 08034 Barcelona (España)
www.zenitheditorial.com
www.planetadelibros.com

ISBN: 978-84-08-22988-9
Depósito legal: B. 8.641 - 2020
Fotocomposición: gama, sl

Impreso en España – Printed in Spain

El papel utilizado para la impresión de este libro está calificado como papel ecológico y procede de bos-
ques gestionados de manera sostenible.

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INDICE
ÉRASE UNA VEZ LA LUNA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11

LA MUJER: UN SER LUNAR . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17

LA LUNA DESVELADA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25

CONECTARSE CON LA LUNA . . . . . . . . . . . . . . . . . 31

LA MAGIA DEL ZODÍACO  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37

LA MEMORIA DE LA LUNA NEGRA . . . . . . . . . . . 47

VIAJE CON LA LUNA  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 58


MARZO  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 66
ABRIL . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 76
MAYO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 86
JUNIO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 96
JULIO  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 108
AGOSTO  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 118
SEPTIEMBRE  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 130
OCTUBRE . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 140
NOVIEMBRE . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 150
DICIEMBRE  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 160
ENERO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 170
FEBRERO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 178

BIBLIOGRAFÍA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 187
PARA IR MÁS LEJOS  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 189
AGRADECIMIENTOS  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 190

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Erase una vez
la luna
La luna, por su carácter cíclico, evoluciona con el paso de las noches. Como
nosotras, siempre está presente, pero nunca es la misma, y parece que
puede entender nuestro estatus de seres humanos perdidos en medio del
cosmos. Gracias a su tierna presencia, nos sentimos menos solas. Invito
aquí a cada una a tejer su propia historia lunar a lo largo de los meses, a
vivir plenamente estas ganas de conectarnos con esa sabiduría ancestral,
ya que la luna siempre ha sido la compañera de nuestras sociedades
desde mucho antes de que pudieran quedar trazas escritas. Cada cultura
ha creado de forma instintiva una lengua para hablar con ella. En el fondo
de las cuevas, dentro de templos antiguos, en el corazón de los bosques en
la época precristiana... nunca hemos roto el vínculo. Ahora, ella sigue bri-
llando por encima de nuestras cabezas, pero las sociedades occidentales
han olvidado que es nuestra guía. Dentro de la pureza de la noche, nos
vigila y espera que retomemos el contacto con ella desde este mundo.

O SOCIEDADES PRIMITIVAS
Imaginémonos descalzas, los gritos de los animales nocturnos ocupan el
silencio gélido de la noche, levantamos el rostro hacia el cielo, hay luna
llena, ella es nuestra única luz, esperamos ese momento. Seguramente
fue así como las primeras mujeres se encontraban cada mes, saliendo de
su cueva para admirar el astro radiante. Ellas fueron las primeras en
comprender la evidencia de la sincronía de nuestros ciclos: el de la luna,
que dura veintinueve días y que empieza con cada luna nueva, y el de la
menstruación femenina, que dura un promedio de entre veintiocho y
treinta días. Así pues, la luna se convirtió en la primera referencia para el
cálculo del tiempo. Sus cuatro movimientos corresponden a las etapas de
toda vida, y podemos encontrar representaciones precisas de ello en
cerámicas del Neolítico. En Europa, desde el Paleolítico, se establecieron
los primeros calendarios lunares, con huesos grabados con marcas
correspondientes a estas fases; la luna nueva servía de punto de referen-
cia para iniciar un ciclo. En estos objetos también se indicaban las mens-

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truaciones y los embarazos. Puede que esta fuera la primera forma de
darse cuenta de que la mujer, igual que la luna, muere y renace cada mes.
Esta época, desde el 25000 a. C. hasta el 3000 a. C., estuvo atravesada por
el culto de la Gran Diosa, o Diosa Madre, que bañaba toda Europa. Sus
representaciones eran muy variadas e iban desde una diosa pájaro pin-
tada dentro de la gruta de Pech Merle, en Francia, el 15000 a. C., hasta los
motivos de espiga, las «M» y las «V» talladas sobre jarrones o estatuillas,
que simbolizaban la fertilidad, el agua asociada a la mujer y a la luna.
Aparece en famosos bajorrelieves, como la Venus de Laussel, esculpida
en un bloque de piedra caliza en Dordoña, o en esculturas como la Venus
de Lespugue, en el Alto Garona; la de Willendorf, en Austria, o incluso la
Dama de Brassempouy, en las Landas. Todas representan a mujeres
generosas, mujeres serpiente, diosas pájaro exhibiendo elementos aso-
ciados con el ciclo lunar: una medialuna, un círculo, un cuerno con mar-
cas de las trece lunas, un dibujo de ioni (órgano genital femenino). Estos
símbolos de vida también celebraban la fecundidad, la magia y la muerte.

O COSMOGONÍAS
En la época precristiana, el culto a la luna estaba extendido en la mayoría
de las culturas (griega, romana, mesopotámica...). Las representaciones
del astro como una divinidad eran muy frecuentes, y en los mitos de crea-
ción aparecía tanto con rasgos masculinos como femeninos. Encarnaba
el primer poder creador, muy potente, en el origen del nacimiento del Sol y
del universo.
En el momento de la llegada de la escritura, en el año 3000 a. C., cuando el
patriarcado sustituyó el matriarcado, el Sol se convirtió en el astro vene-
rado. A pesar de este cambio radical, la luna conservó la conexión con la
interioridad del poder femenino y mantuvo toda su influencia espiritual.
Los mitos ancestrales, inuit, egipcios, sumerios, aztecas o celtas, mues-
tran esta veneración hacia el Sol y la Luna, presentados muy a menudo
como una pareja, e incluso, en ocasiones, como un trío con la Tierra. La
Luna es casi siempre señalada con alguna imperfección que la obliga a
brillar menos que su compañero, el Sol. Por vergüenza, por necesidad de
esconderse, solo podrá aparecer por la noche. Resulta interesante cons-
tatar que la Luna, astro vinculado a la mujer y a sus ciclos, está marcada
por un defecto y lleva el peso de un arrepentimiento desde el momento en

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el que las sociedades pasaron a ser patriarcales. Dentro de la cosmogo-
nía sumeria, una de las más antiguas, la tierra y el cielo, que al principio
eran solo una entidad, fueron diferenciados por el viento, que los separa
en dos planos distintos. El cielo, arriba, marcado por la masculinidad, y la
tierra, abajo, por la feminidad. Del dios del viento, Enlil, nació la Luna, un
dios masculino, nombrado Sin o Nanna, que engendró a su vez la luz, lo
que permitió el nacimiento del Sol y de Venus. Fue uno de los dioses domi-
nantes, ya que era un benefactor para los hombres, simbolizaba la pro-
tección, la fecundidad y, sobre todo, la luz en medio de la noche.
Más adelante, numerosas diosas lunares aparecieron, como Hécate,
Selene, Artemisa, Ishtar... Eran mujeres «vírgenes», es decir, liberadas de
todo compromiso matrimonial. Veneraban la Luna utilizando el fuego y el
agua y practicando rituales desnudas, y se convirtieron en sacerdotisas
de este culto.

O CHAMANES
Desde la noche de las noches existe un conjunto de prácticas que conec-
tan íntimamente el ser humano con el cosmos, con los ciclos naturales y,
en consecuencia, con la luna: el chamanismo. Lleva el sello de las culturas
que lo han visto nacer e integra en sus técnicas y ritos espirituales los rela-
tos y mitos originales de sus pueblos. Tiene la fuerza de conectar los mun-
dos, el mundo físico en el que evolucionamos y los universos sutiles que
nos rodean. Todas las civilizaciones han sido testigos de ello, en un
momento u otro, algunas lo han acogido como tierra fértil para su equi-
librio social, otras lo han reemplazado por prácticas religiosas más
dogmáticas. Pero desde los bosques boreales de Siberia donde el cha-
manismo vio la luz hasta las tierras remotas de África y de América, la
figura del chamán se mantiene como el punto de acceso a lo invisible, el
canal entre las fuerzas telúricas y cósmicas. A través de sus viajes extáti-
cos y sus trances, viene a curar las almas y los cuerpos. En Occidente,
encontramos esta relación espiritual en la naturaleza, con los y las drui-
das, quienes ocuparon un lugar semejante en las civilizaciones celtas.
Desde la era arcaica, el chamanismo ha tomado diversos colores. Pero los
elementos comunes perduran, como, por ejemplo, el «árbol del mundo» o
la «montaña cósmica», que hace de vínculo entre el mundo de abajo y el
mundo de arriba. Utiliza la posición de las estrellas y de los planetas, en

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especial de la Osa Mayor y, evidentemente, de la Luna. Este axis mundi, o
eje del mundo, es una creencia universal que toma prestados los dos
movimientos de energía del ciclo del astro, creciente y menguante (la luna
llena y la luna nueva). También encontramos motivos de la simbología
lunar en las evocaciones del árbol del mundo, sobre todo en Siberia, donde,
igual que la luna, encarna la fertilidad, la iniciación y el ciclo de la vida y la
muerte. O incluso en Asiria, donde un tronco coronado por una luna cre-
ciente es un motivo de representación del dios de la luna... El árbol es una
recurrencia de los cultos lunares y de las alegorías de sus deidades.
La luna, por su redondez, también tiene una potente presencia en la rueda
de la medicina amerindia, que, en la base de las prácticas chamánicas, se
superpone con el ciclo lunar. Redonda como la luna llena y dividida en
varias fases, integra los cuatro puntos cardinales: norte para la luna
nueva, sur para la luna llena, oeste para el cuarto menguante y este para
el cuarto creciente. Representa los cuatro elementos, las cuatro edades
de la vida, las cuatro estaciones y el renacimiento infinito, en definitiva,
todos los temas que impulsa el ciclo de la luna.
El tambor, que late como un corazón y que (con su fuerza) nos impulsa a
explorar planos infinitos, es el instrumento de los viajes y de los ritos cha-
mánicos. Hecho de madera, símbolo del árbol del mundo, y de piel tensa,
su blancura y su forma nos evocan al astro plateado. Hay comunidades,
como los lapones, que lo decoran con pinturas lunares o solares.
Actualmente, el chamanismo se ha extendido en Occidente, y hay muchas
personas, sobre todo mujeres, que trabajan su ciclicidad y su vínculo con
la naturaleza. Según la conferenciante y chamana norteamericana Vicki
Noble, cada mes, cuando la mujer sangra, se trata de una «curación cha-
mánica» que se efectúa por una limpieza del pasado. Este derrame se
percibe como una muerte necesaria, una muda que solo los ciclos feme-
ninos y lunares son capaces de hacer. Sentimos que en la sangre hierve
una dimensión escondida y sus «lunas» despiertan en nosotras una
vibración sagrada. Hoy por hoy, los ritos de curación se trasladan aquí, a
los círculos chamánicos que se reúnen en las grandes fases lunares, por
la luna nueva y la luna llena. Si esta llamada nos hace vibrar, sepamos
escucharla. Realizar rituales en estos momentos puede ser un primer
paso hacia esta vía o, al menos, un descubrimiento de nuestra capacidad
de conectarnos de una forma concreta con el universo.

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O BRUJAS
Esta palabra se murmura en un suspiro. Ya lleva el rito en sí misma. La
palabra «bruja» ha sido, es y será lo que nos queda de salvajes en nuestra
humanidad. Se trata de un salvajismo que no tiene nada de demoníaco, ni
de bárbaro, sino que es liberador, emancipador, que nos anima a ser
independientes y a vivir en armonía con las leyes de la naturaleza.
Desde las imágenes que aparecían en los libros infantiles que leíamos, en
los que se representa a la bruja destacando su fealdad o su crueldad,
hasta las representaciones contemporáneas de la feminista indepen-
diente, la bruja despierta el imaginario colectivo. Cuando la evocamos,
pensamos en esas mujeres que, en medio de la noche, corren por la landa
o sujetan sus escobas para practicar rituales extraños. Forman un aque-
larre (o coven), se encuentran en los esbats en cada luna llena, o en las
ceremonias llamadas sabbats, que son un legado de las fiestas dionísia-
cas donde se veneraba al dios cornudo, que en la Edad Media adquirió la
cara del diablo. Así pues, la luna se ha convertido en un atributo de la
bruja, así como lo son la caldera, las plantas mágicas o el gato negro.
Pero más allá de esta representación folclórica, no podemos evocar esta
figura sin hablar de la caza de brujas y de la sangre que se ha derramado en
las sociedades occidentales durante siglos. Porque este feminicidio nació
del odio a las mujeres. Un odio ancestral que encuentra su origen en el
Génesis, cuando Eva, portadora del pecado original, convirtió a todas las
mujeres en seres malos por naturaleza. Contrariamente a la creencia que
se difundió, la Edad Media no fue la época de las grandes persecuciones, ya
que estas tuvieron lugar más adelante y tomaron una dimensión por com-
pleto aterradora entre finales del siglo xv y principios del siglo xviii. Se nece-
sitaba que la sociedad estuviera preparada para cometer tales actos,
preparada para acoger un antifeminismo total, respaldado por la voluntad
de dividir a los más pobres en una época en la que la rebelión estaba a
punto de estallar y de arrebatarles el poder a esos seres considerados infe-
riores, las mujeres. Aquellas a las que acusaban de brujería eran campesi-
nas, curanderas, la mayoría de una edad avanzada, pero sobre todo sin
tutela masculina. Era su independencia lo que, a los ojos de la sociedad,
representaba un peligro que se tenía que erradicar a toda costa. «Mujer»,
«sabia» y «bruja»: todo estaba ahí, en las palabras. Se acudía a ellas por-
que a menudo eran las únicas que tenían conocimientos de herboristería y,

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especialmente en el campo, que podían aliviar el dolor. Fue la universidad
la que, en su afán de institucionalizar la medicina, se la arrebató a esas
mujeres expertas para sellarla bajo la autoridad masculina. A partir de
entonces, solo quedaba hacerlas desaparecer, ahogar sus voces y quemar
sus cuerpos. Poderosa, la cultura oral de las brujas ha conseguido, a pesar
de esta represión terrible, perdurar a lo largo de los siglos. Al culto del dios
del sol y de la diosa de la luna se les sumaron diferentes ritos gracias a los
cuales este conocimiento pagano continuó circulando. Así pues, la Luna, su
ciclo y sus fases continuaron siendo puntos de referencia esenciales que
indicaban el momento de llevar a cabo rituales y trabajos energéticos.
En la actualidad, se ha construido una nueva espiritualidad alrededor de la
figura de la bruja que integra la conexión con las fuerzas de la naturaleza, la
reapropiación del poder femenino y la conciencia política. Desde principios
del siglo xx, una corriente llamada «Wicca» se ha ido expandiendo sobre
todo por los países anglosajones. Existen varias ramas de esta corriente,
pero todas hacen referencia a las tradiciones paganas y predican el retorno
a las fuerzas de la naturaleza, la conexión con los elementos y la libertad de
culto. La mujer, dentro de esta reapropiación de su poder personal, retoma
la figura de la bruja, y elige no construirse en oposición al masculino, sino
más bien equilibrar las dos polaridades presentes en todo ser y toda cosa.
Si tomamos conciencia de que el compromiso con nosotros mismos y con
nuestro bienestar pasa por aliarnos con la tierra que nos sostiene, entende-
remos que la bruja tiene un papel esencial en nuestra sociedad, tan afec-
tada por la catástrofe ecológica. Dada su conexión y comprensión de los
ciclos de la naturaleza, su papel es para tejer vínculos entre la Madre Tierra
y la Luna. La bruja transmite al mundo una relación fundamental, hecha de
respeto e intercambios profundos, y encarna la noción de ecología interior.

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