Cuba Entre Martí y Las Montañas
Cuba Entre Martí y Las Montañas
Cuba Entre Martí y Las Montañas
Aquellos barbudos que sin más armas que unos pocos fusiles y con una increíble voluntad lograban no solo derrocar
una dictadura, sino además desafiar a la potencia militar más grande del planeta y establecer las bases para un
nuevo régimen social. Partidos y movimientos nacionalistas, marxistas y cristianos se sentían atraídos por el ejemplo
cubano y cuando no, aparecían grupos que se disponían a emular la odisea de Fidel Castro y el Che.
Los retratos de Fidel y del Che pasaron igualmente a formar parte de la cultura política de los movimientos
estudiantiles europeos. Todos los colores de una izquierda multifraccionada, miraban e incluso, viajaban hacia Cuba
como quien cree haber encontrado el paraíso perdido. Pero quizá por eso la revolución cubana dejaba poco a poco
de ser entendida por sí misma, para convertirse en victima de proyecciones e ideologías cuyo punto de origen no se
encontraban en la isla.
Hoy resulta muy difícil separar, en la de por si abundante literatura acerca del tema, el dato o hecho concreto de la
fronda ideológica que la cubre. Sin embargo, las ideologías mas espesas no deben hacernos olvidar que la cubana
fue una revolución latinoamericana y cubana. Lo expuesto significa que a esa revolución hay que analizarla a partir
de su ubicuidad en procesos comunes a diversos países latinoamericanos, por una parte y a partir de sus
particularidades específicas, por otra.
La revolución cubana se dio en los términos de la más estricta continuidad con la historia del país. Cuba es quizás el
único país latinoamericano donde la emancipación respecto a España pudo vincularse con las luchas sociales del
siglo XX. Y fue el último país latinoamericano que se libero de España en 1898, lo que permitió que la independencia
surgiera como consecuencia de procesos sociales “modernos” y se impregnara de un carácter nacional.
El Movimiento 26 de Julio se encuentra ideológicamente emparentado con muchos otros, igualmente democráticos
y populares que han aparecido en distintos periodos en el continente y que algunos autores han caracterizado como
populistas.
La tradición nacional
El Movimiento 26 de julio como dijo Castro, no constituye una tendencia al interior del Partido (Ortodoxo); es el
aparato revolucionario del chibasismo, enraizado en su base, de la que ha surgido para luchar contra la dictadura
cuando la ortodoxia ha demostrado ser impotente debido a sus mil divisiones internas”.
El chibasismo había surgido en 1944 con el Partido Ortodoxo, que a su vez provenía de fracciones radicalizadas del
Partido Revolucionario Cubano, supuesto heredero de aquel que en los días de lucha por la independencia había sido
fundado por José Martí con el mismo nombre. Las dos épocas de referencia del M26J, son el periodo de la lucha por
la independencia y el periodo de lucha en contra de la dictadura de Gerardo Machado (1925- 1933).
La tradición social
Ya hemos insinuado que la guerra de independencia contra España ocurrió en un periodo en el que en Cuba ya se
habían establecido algunas relaciones sociales de tipo capitalista. Tal lucha se dio por la aparición de nuevos actores
sociales, una precaria burguesía comercial en el interior del bloque dominante, sectores medios en su exterior y una
clase obrera relativamente bien organizada. Las expresiones de Martí no solo son nacionales sino también sociales.
Además Martí, comprometió su práctica por una independencia respecto a España y Estados Unidos. En su
nacionalismo no solo se encuentran rasgos antiimperialistas sino incluso anticapitalistas.
Ya durante el periodo de la independencia habían surgido en Cuba algunos partidos obreros y socialistas. Uno de los
principales propagadores de las ideas socialistas en su forma anarquista, fue el líder obrero Carlos Baliño. El primer
congreso obrero fue celebrado el 16 de enero de 1892 con una asistencia de más de mil delegados. Tal congreso
tuvo lugar en pleno curso de la guerra contra España, puede comprenderse mejor nuestra afirmación relativa a la
unidad originaria entre las luchas nacionales y las sociales. Entre 1892 y 1894 tuvieron lugar una serie de huelgas
cuya exigencia era la de las 8 horas de trabajo pero también pronunciándose por la independencia del país.
Precisamente la confluencia de factores nacionales y sociales iba a posibilitar que los movimientos democráticos del
futuro pudieran entenderse como depositarios de una tradición común.
Machado era el representante de una dictadura centroamericana clásica: con una estrecha subordinación a Estados
Unidos, con ejercicio militar del aparato del Estado, con una incapacidad congénita de las clases dominantes para
convertirse en clases dirigentes.
La estabilidad de la dictadura solo podía estar asegurada en tanto se mantuviera la cohesión interna de un
heterogéneo bloque de dominación. Dada la extrema dependencia económica del país, la perdida de cohesión de
ese bloque estaba determinada por factores externos.
El principal factor desestabilizador de la dictadura de Machado fue la crisis de 1929. Bajaron las exportaciones de
azúcar.
La crisis solo podía traer consecuencias políticas. Por una parte, en el propio bloque de dominación algunos sectores
empresariales comenzaron a desertar culpando a Machado de no proteger sus intereses frente a Estados Unidos,
otros lo culpaban de no integrarse más a la economía norteamericana. Estos últimos no vacilaron en solicitar a
Estados Unidos la invasión, a fin de que los liberara de un mal gobernante y del peligro de una revolución social. Esta
insólita petición se basaba en hechos precedentes. A fines del siglo XIX Estados Unidos había invadido a Cuba para
preservar el “orden interno”. En 1901, Cuba obtuvo la independencia formal de parte de Estados Unidos, pero su
gobierno tuvo que suscribir la llamada Enmienda Platt, inscrita en la propia constitución cubana, en donde era
reconocido el derecho norteamericano a controlar la política exterior del país, proteger la vida, la libertad y los
bienes de sus conciudadanos. Además otorgaba a los norteamericanos los derechos para establecer la base militar
de Guantánamo, que todavía subsiste.
Aunque esta vez Estados Unidos no invadió la isla, debido a la resistencia del dictador.
La revolución democrática
El foco catalizador de la lucha en contra de Machado fue la universidad. Esto no es extraño, sobre todo en países
como Cuba que contaban con una “clase media demasiado grande para que pudiese representarla la economía”.
La principal organización política surgida del estudiantado fue el Directorio Estudiantil Universitario donde militaron
Eduardo Chibas, Carlos Prio Socarras. El líder del directorio fue el legendario Antonio Guiteras.
Bajo el liderazgo de Guiteras, el directorio fue un movimiento político que desarrollo una línea de enfrentamiento
directo con la dictadura, poniendo en práctica formas de lucha armada de carácter urbano e incluso rural. Era, sin
duda, la organización antimachadista mas activa.
Una segunda fuerza política de relativa importancia fue el ABC. De acuerdo con cierta influencia fascista
mussoliniana, el ABC propiciaba la formación de un Estado de tipo corporativo, el desarrollo de una industria local y
un nacionalismo ideológico difuso y retorico con características antinorteamericanas. Con menos apoyo social que el
directorio, el ABC se enredo frecuentemente en actividades conspirativas.
Decisiva en el derrocamiento de Machado fue la actividad del movimiento obrero, que logro conectarse con las
luchas de otros sectores sociales subalternos. Sin embargo, el “proletariado” había tenido un desarrollo bastante
desigual, situación que se agravaba debido al carácter de “enclave” que la economía del país había tenido desde un
comienzo. Los llamados “enclaves azucareros” habían trabajado con mano de obre esclavizada, que importaban
compañías norteamericanas desde Haití y Jamaica. Teniendo que rivalizar con las masas de esclavos, la clase obrera
constituía solo el 16 % de la población.
Conjuntamente con los esclavos, los obreros cubanos coexistían con una enorme masa de desempleados.
Debido al carácter estacional de la explotación azucarera, la resistencia obrera a Machado tendió a concentrarse
entre los trabajadores de tabaco. Como el proceso de tecnificación era más acelerado y a causa de la creciente
demanda proveniente de los mercados internacionales, los obreros del tabaco estuvieron en condiciones de
convertirse en un bastión de resistencia a la dictadura. Allí los comunistas encontraron un medio de inserción gracias
al activismo obrero del líder Julio Antonio Mella, aunque por lo general predominaban las posiciones anarquistas.
Bajo inspiración anarcosindicalista nació en febrero de 1925, la Confederación Nacional Obrera Cubana (CNOC).
El 20 de marzo de 1925 Machado asalto el poder, se encontró con un movimiento obrero que desde 1917 venía
utilizando la huelga como arma política. Entre 1918 y 1919 hubo varias huelgas generales convocadas por
“comandos provisorios” en cada provincia. Sobre la base de uno de estos comandos había surgido la Federación
Obrera de La Habana de donde a su vez surgiría la CNOC de 1925.
La resistencia a Machado tomaría muy pronto un carácter popular y masivo. Expresión fiel de esa lucha fueron sus
propios líderes. Antonio Mella del movimiento estudiantil, y también uno de los fundadores del Partido Comunista,
fue también fundador de la Federación Estudiantil Universitaria y de la Universidad Popular José Martí. Sus actitudes
anarquistas eran inocultables. Acusado, de haber arrojado una bomba, fue hecho prisionero. En prisión mantuvo una
huelga de hambre de 16 días, redoblando su popularidad desde la cárcel. Relegando a México, participo en la
fundación del Partido Comunista Mexicano. El 10 de enero de 1929 fue asesinado por encargo de la dictadura.
De la misma extirpe era Rubén Martínez Villena, quien había participado en la fundación del Partido Comunista
Cubano. Varias veces enfrento a las tropas de la dictadura al mando de pequeños comandos, e incluso
individualmente. También fue un activo agitador de los medios obreros y uno de los principales organizadores de la
huelga general de 1930. Murió en 1934 de tuberculosis.
Mella y Villena eran todo lo contrario al típico dirigente burocrático de partido. Más cerca se encontraban, sin dudas,
de figuras como Antonio Guitera Holmes, el líder del directorio. Guiteras había comenzado a reclutar activistas para
la lucha en contra de Machado a lo largo de todo el país. Guiteras es considerado un precursor de la “idea” de la
guerrilla y de las “acciones directas”. El 19 de abril de 1933 asalto el cuartel de San Luis en la provincia de Oriente al
mando de un grupo de jóvenes armados. Aunque sus concepciones políticas tenían un origen anarquista, era más
bien un “pragmático” y siempre dejo abierta la posibilidad para realizar alianzas entre el directorio y los comunistas.
Guiteras seria el miembro más destacado del gobierno que sucedió a la dictadura, desde donde impulsaría una gran
cantidad de reformas democráticas.
Frente a una resistencia en la que se cruzaban las reivindicaciones democráticas y las luchas obreras, la dictadura no
tenía más recurso que el de la represión. En este sentido, el prontuario criminal de Machado es portentoso:
masacres estudiantiles, asesinato de figuras políticas de renombre, etc. En esas condiciones algunos machadistas
abandonaban el gobierno y en sus momentos finales el dictador no contaría con más apoyo que el de un ejército
dividido y un minipartido fascistoide llamado Liga Patriótica.
En efecto, Machado perdió la batalla en 1930, cuando levanto la consigna “en este país no habrá huelga que dure
más de 24 hs” y produjo una huelga general que duro mucho mas y paralizo a todo el país. El punto de culminación
de la lucha antimachadista fue la gran huelga general de los trabajadores azucareros en 1952.
Con la huelga de 1933 (de autobuseros), Estados Unidos retiraba su apoyo al dictado, la iglesia también.
Prácticamente todos los partidos se pronunciaban por la pronta caída de la dictadura. En esas condiciones Machado
seria derribado por un movimiento de masas incontenible.
Machado fue sucedido por Carlos Manuel Céspedes, cuyo único merito era el de ser hijo del “Gran Céspedes”, uno
de los próceres mas destacados de Cuba. Inmediatamente y previendo una rearticulación del machadismo bajo
nuevas formas, el directorio se opuso al nuevo gobierno, exigiendo su renuncia debido a las incondicionales
muestras de sumisión que hacía gala frente a Estados Unidos.
La caída de Machado había sido enormemente facilitada por la debilidad del ejército. En ese periodo de
radicalización, surgió el “movimiento de los sargentos” dirigido originariamente por el sargento de las tendencias
socialistas Pablo Rodríguez, que realizaría una sublevación propia el 4 de septiembre de 1933. Dentro de ese ejército
se formo asimismo una junta revolucionaria, alternativa al gobierno oficial. Allí comenzaba a hacer sus primeras
experiencias Fulgencio Batista. Así el futuro Machado de Cuba haría su entrada en la escena política cubierto con el
manto de la revolución democrática y popular. El 18 de agosto de 1933 se lo vio pronunciando una oración fúnebre
en conmemoración a los oficiales asesinados en tiempos de Machado. Entonces insinuó que los suboficiales
encabezarían una democracia nacional revolucionaria.
La pentarquía era un gobierno de compromiso y su función era la de coordinar los distintos poderes que habían
cristalizado en el periodo de lucha contra Machado. Sin embargo, tales poderes eran insuficientes para gobernar por
una razón muy sencilla, eran excluyentes entre sí. Aquellos, al captar que no poseían ninguna representación política
adecuada, se enclaustraron en una práctica puramente sindicalista delegando el poder político al mejor postor. De
este modo, entre los diversos poderes se deslizaba subrepticiamente aquel que representaba al ejército, ya
conducido políticamente por Batista. A este, le fue ofrecido un cargo en el gobierno, que no acepto aduciendo “que
podía ser más útil a la revolución en el ejército”. El cabo, tenía un gran sentido de ubicación.
Contrarrevolución en la Revolución
Gran San Martin decidió situarse en una posición intermedia entre los restos del antiguo bloque de dominación y los
grupos revolucionarios. Pero no satisfizo a ninguno de los dos extremos.
Batista comprendió que su hora se acercaba en la medida en que el gobierno de Grau San Martin se desintegraba a
causa de sus propias contradicciones internas. Mientras tanto, dedicaba sus esfuerzos a consolidar sus posiciones en
el interior del ejército. Aprovechando la marea revolucionaria, el 2 de octubre de 1933 liquido, por medio de una
horrible masacre, a los partidarios del antiguo gobierno machadista.
Los hechos le dieron la razón a Batista. Los miembros del antiguo directorio estaban aislados políticamente en el
gobierno y debían soportar la oposición ultraizquierdista del PC que los acusaba de “socialfascistas”. Además, las
propias limitaciones del Directorio se hacían ostensibles al no saber permutar su papel de vanguardia militar por el
de vanguardia política. Las mismas reformas impulsadas por Guiteras eran realizadas en nombre del pueblo, pero sin
participación popular. A su vez, los trabajadores entraban en un rápido proceso de despolitización y se crearon las
bases para una suerte de sindicalismo clientelista dispuesto a negociar con quien fuera. En esas condiciones no se
puede sino admirar la solitaria lucha que libraba Guiteras desde el interior del propio Estado a fin de cambiar en algo
la correlación de las fuerzas. A él se debe, una serie de medidas que contemplaban la ampliación de las libertades
sindicales. Con estas reformas hubo otras que afectaron a la clase dominante y a Estados Unidos, por ejemplo,
algunas reparticiones de tierras expropiadas a los machadistas, el deconocimiento de la deuda externa y la
prohibición de compras de tierra por ciudadanos no cubanos. Por último, Guiteras propuso la formación de una
Asamblea Constituyente que aboliera la Enmienda Platt y elaborara una nueva constitución política.
El gobierno estaba pues carcomido por divisiones internas y ante esa situación, el ejercito aparecía como el único
garante del orden.
El 18 de enero de 1934, Grau San Martin abandono el gobierno y su cargo fue ocupado por el coronel Carlos
Mendieta. Batista, por entonces solo era una “eminencia gris” y su juego consistía en que Mendieta y otros títeres
realizaran el trabajo sucio de eliminar a los sectores más radicales.
No obstante, el régimen batistiano no es una simple reedición del machadismo. El mismo Batista era un producto de
la revolución popular de 1933. Casi todos los oficiales de Batista eran de origen obrero, negros y mulatos. Por lo
tanto, no fue simple oportunismo lo que determino que muchos miembros del gobierno de Grau dispusieran a
colaborar con Batista. Este nuevo régimen se caracterizaba por ser un Estado militar que surgió asumiendo un papel
arbitral entre las clases debido a la existencia de una crisis hegemónica en el poder.
Durante el periodo Mendieta- Batista tuvo lugar una especie de contrarrevolución cuyos objetivos eran reconstituir
el bloque tradicional de dominación y la dependencia externa a partir de la constitución de un Estado militar. Batista
se encargo de destruir los restos del machadismo y metódicamente al guiterismo. Guiteras, a la cabeza de una nueva
organización revolucionaria llamada Joven Cuba intentaría retomar la continuidad de las luchas contra Machado. La
Joven Cuba fue así una excelente y aguerrida vanguardia pero sin retaguardia.
El 8 de mayo de 1955 Guiteras fue asesinado por los esbirros de Batista. La muerte de Guiteras cierra el ciclo
revolucionario. Batista ejerció una dura represión en contra de los comunistas.
Los comunistas identificaron a Batista como la representación cubana del fascismo. Aunque en un sentido estricto
Batista no era un fascista, la política del frente popular permitió al menos al PC salir del aislamiento y concertar
alianzas con otros partidos, incluyendo el PRC. Para llevar a cabo tales tareas, los comunistas se desdoblaron en el
nuevo Partido de Unión Revolucionaria (PUR).
Pero lamentablemente, a partir de 1938 los comunistas cubanos fueron obligados por la Komintern a apoyar a la
dictadura de Batista, ya que el mismo apoyo a las potencias aliadas (por proimperialismo) en contra de Alemania
nazi.
A comienzos de 1935, algunos sectores empresariales manifestaban su disconformidad con la dictadura. Los obreros
urbanos y rurales desataban una escalada de huelgas. Los comunistas practicaban una política unitaria. Hasta los
campesinos comenzaron a rebelarse. En 1935 hubo una huelga general con la consigna “gobierno constitucional sin
Batista”.
Aunque las movilizaciones no llevaron a una revolución, paralizaron la contrarrevolución y a partir de ahí, la
dictadura asumiría un papel puramente administrativo. La contrarrevolución tampoco encontró ayuda en el exterior
debido a la “política del buen vecino” impulsada por Roosevelt (el gobierno de EE.UU ya no intervenía en los asuntos
internos de Latinoamérica a fin de favorecer sectores empresariales aliados en contra de algunas oligarquías
tradicionales representadas en dictaduras militares).
Sin embargo, la dictadura militar recibió un apoyo que le otorgaron los comunistas. Así, a partir de 1938 Batista paso
a ser considerado por el PC como un gobernante democrático y progresista, independientemente de que en su
prontuario figuraban los asesinatos de varios comunistas. Los que opinaron lo contrario fueron acusados de
trotskistas. El PC volvió a la legalidad y en 1943 pasaría a formar parte del gobierno de Batista.
Pronto los comunistas pagarían la cuenta de su tan destinada política. En el llamado a la Asamblea Constituyente de
1939, la oposición conducida por el partido de Grau, el Partido Republicano Democrático, el Partido de Acción y el
ABC obtuvo 45 asientos de un total de 81. Los comunistas apenas obtuvieron 6. Comenzaba a configurarse un
bloque de oposición política a la dictadura sin los comunistas.
La frágil democracia
Después de finalizado el gobierno de Batista 1944, Grau San Martin accedió al gobierno. El PC después de sus
absurdas políticas junto a Batista decidió concentrarse en la actividad sindical donde obtuvo algunas plazas gracias
sobre todo a un paciente trabajo burocrático. Por otro lado, los militares, con Batista a la cabeza, volvían
tranquilamente a los cuarteles.
Pero tenían lugar procesos ocultos que iban a emerger violentamente durante la década de los ’50. Tales procesos
tienen que ver con los nuevos cursos que tomaban las relaciones de dependencia económica.
Durante los gobiernos democráticos de Grau San Martin y de Prio Socarras, en Estados Unidos se perfilaban
proyectos destinados a descongestionar las simples vinculaciones a través de los enclaves, a fin de desarrollar un
tipo de penetración económica que diese ciertas preferencias a inversiones en el área industrial. En países como
Cuba, esto significaba recomponer la estructura interna del bloque de dominación.
A fines del gobierno de Prio Socarras (1948- 1952) la comisión norteamericana Truslow recomendaba la sustitución
de las estructuras arcaicas en el comercio y en la propiedad de la tierra por un tipo de desarrollo que tuviese a la
industria como eje. Esto significaba incentivar la producción agropecuaria. Resulta sintomático que la comisión
recomendara delegar más responsabilidades a los banqueros, a los empresarios y a los tecnócratas de las provincias
y no a los de la capital. Se quería desarticular el andamiaje central del sector oligárquico residente en La Habana y
dar oportunidades a nuevos inversionistas. En Cuba no existía una autentica burguesía nacional. No obstante,
después de la segunda guerra mundial, en Estados Unidos de requería de la existencia en Cuba de un sector con
mayor predisposición capitalista que organizara localmente el proceso de modernización industrial.
Igualmente hay que destacar que las inversiones norteamericanas en la agricultura seguían una línea descendente.
A partir de 1946 se establecieron en Cuba “plantas de rayón, hilados de lino y diversas hebras, plantas para el
montaje de aparatos eléctricos, fábricas de textiles, de alambres de púas, calzados de goma, de neumáticos e
industria de construcción”.
El proceso descrito no podía imponerse sin una redefinición de fuerzas en el interior del sistema tradicional de
dominación, teniendo lugar así un aumento de las contradicciones entre las clases propietarias.
El enorme grado de dependencia de los empresarios cubanos hizo imposible que los enfrentamientos en el interior
del bloque dominante se hubieran dado entre un sector nacional y otro extranjerizante de la economía. En el fondo
solo se trataba de una contradicción entre dos tipos de dependencia, uno que ponía su acento en el sector
exportador tradicional y otro que pretendía además incentivar la actividad industrial.
Ni el gobierno de Grau San Martin ni el Prio Socarras, estaban en condiciones de definir la política cubana en favor
de uno u otro grupo. Dadas las indefiniciones de ambos gobiernos, los grupos económicos aprovecharon la
oportunidad para obtener prebendas y favores, teniendo lugar así una visible corrupción que sería utilizara en 1952
por Batista como pretexto para justificar su golpe de Estado.
No obstante, fueron las propias indefiniciones de los dos gobiernos parlamentarios las que crearon ciertas
condiciones para que las clases subalternas pudiesen hacer valer algunos de sus intereses.
Curiosamente, la oposición al sistema imperante saldría de las propias filas del gobierno representada en un místico
personaje: Eduardo Chibas.
En 1947 se produjo la ruptura de Chibas con el PCR, naciendo el Partido Ortodoxo opuesto a los gobernistas
(Auténticos). De inmediato Chibas levanto una política que denunciaba la corrupción imperante y que rápidamente
prendió entre los sectores universitarios.
El Partido Ortodoxo se entendía como una prolongación del “guiterismo”, aunque carecía de un programa
económico y político definido. Pero la simple apelación a la moral pública surtió efecto. De este modo Chibas creaba
las condiciones para una oposición democrática. Fidel castro, joven estudiante de derecho, vio también en ese
partido la posibilidad de una alternativa dentro del precario sistema democrático vigente y por eso acepto su
postulación a diputado por la Ortodoxia.
El PCR levanto una feroz campaña de desprestigio en contra de Chibas, acusándolo de corrupción. Chibas reacciono
emocionalmente y se suicido con una pistola ._. Rápidamente el nombre de Chibas se convirtió en símbolo de la
lucha en contra de la corrupción y a lo largo de todo el país se hizo patente un sentimiento de simpatía hacia la
Ortodoxia.
Sin embargo, las esperanzas de los ortodoxos se vieron frustradas por el golpe de Estado de 1952 encabezado por
Batista, llamado el “madrugazo”. Además de impedir que la política de Cuba se autorregenerara, tronchaba la
carrera parlamentaria del joven Castro, cuyas brillantes dotes permitían augurar el desarrollo de un gran estadista de
corte republicano.
El propósito de Batista, cuyo golpe fue apoyado desde Estados Unidos, era impedir que el candidato de la Ortodoxia,
Roberto Agramonte, ganara las elecciones. Lo que el dictador no había previsto era que, a partir de ese momento, se
crearían las condiciones necesarias para una unidad política nacional, pero en contra suya. A su vez, tal unidad solo
podía surgir sobre la base de la exigencia de la restauración de la democracia perdida.
Fue, por lo mismo, un merito del movimiento estudiantil haber captado de inmediato el peligro que se avecinaba. El
mismo día del golpe la universidad se lleno de banderas negras, significando el luto por la muerte de la democracia.
Pronto, de la misma universidad surgirían los primeros grupos paramilitares de resistencia.
La resistencia se vio facilitada por la incapacidad de la dictadura para obtener una mínima legitimación política. Así,
los enemigos “legales” e “ilegales” de Batista se mezclaban frecuentemente y la lucha armada era aceptada como
una posibilidad por sectores políticos de corte parlamentario.
Fue en el movimiento estudiantil vinculado a la Ortodoxia donde comenzó a figurarse una tendencia política basada
en tres premisas: 1° la necesidad de restaurar las antiguas libertades democráticas; 2° una diferenciación tajante con
el Partido Autentico; 3°urgencia de recurrir a las armas a fin de secundar un eventual movimiento de masas.
Quien más que nadie insistía en esas tres premisas era Fidel Castro.
Interesante es constatar que una de las preocupaciones más hondas de Fidel Castro, era dejar sentada la legitimidad
democrática de la lucha: el 24 de marzo de 1952 camino hacia el Tribunal de Cuentas de La Habana portando un
atado de documentos, con los cuales presento una acusación en contra del gobierno.
Desde el momento en que los tribunales sancionaban a la dictadura como legal, sancionaban su propia ilegitimidad.
En consecuencia, la revolución era legal. En la acusación de Castro quedaba tácitamente sentado el derecho a la
rebelión.
Asimismo, en su defensa de las tradiciones democráticas, Castro planteaba una ruptura con las conducciones
políticas tradicionales. Castro surge en el doble papel de revolucionario y restaurador. La restauración debería ser
realizada a través de la revolución.
El asalto al cuartel Moncada fue el 26 de julio de 1953. El centenar de jóvenes que seguían a Fidel Castro no eran en
su mayoría estudiantes. La mayoría provenían de la clase media e incluso de sectores obreros. El plan formaba parte
de una estrategia que debería culminar en una insurrección popular.
Seguramente Castro sobrevaloro la disposición revolucionaria del “pueblo” cubano. Pero también es cierto que
Batista no era un gobernante muy querido.
Lo fundamental en la acción del Moncada era que los actores mismos se consideraban como una simple fuerza
auxiliar, no como una vanguardia ni mucho menos como un “partido de la revolución”.
El movimiento estaba emparentado con tradiciones populistas, tanto cubanas como latinoamericanas. En el Castro
de la Moncada, la noción de pueblo predominaba por sobre la noción de clase. Pero al mismo tiempo es necesario
destacar que tal noción correspondía a un pueblo concreto, dividido a su vez en diversas clases. ¿Cuál era el pueblo
de Fidel Castro?
Castro proponía una alianza entre pobres del campo y la ciudad, campesinado pequeño propietario y sin tierras,
subproletariado agrícola, proletariado industrial, fracciones de las capas medias y de la pequeña burguesía. Se
trataba de una alianza de todas las clases subalternas de la sociedad, sin la hegemonía especifica de ninguna en
particular. Lo expuesto significa que el sentido democrático de la revolución debería ser condicionado por su
carácter popular. Los supuestos de la lucha armada residían, pues, en la restauración de la democracia por medio del
cumplimiento de las reivindicaciones de los más pobres del país.
El movimiento 26 de julio
De acuerdo con lo descrito, el Movimiento 26 de julio surgiría como producto de una verdadera confluencia
histórica. El M26J no podía pues tener sino un carácter muy amplio, de modo que otras organizaciones se fueron
agrupando a su alrededor.
La amplitud ideológica del movimiento se complementaba con una dirección política cerrada y centralizada,
relativamente autónoma respecto al resto de la organización. La dirección era personal y estaba vinculada a
“direcciones provinciales y municipales”.
El M26J surgió como un producto sui generis de aquellas condiciones determinadas por la lucha en contra de la
dictadura. Extraña combinación de movimiento social, frente popular y partido político; coexistían en su interior la
extrema amplitud con el centralismo extremo. Aun siendo una organización muy contradictoria, probo ser muy
eficaz para las exigencias del momento.
Después del asalto a la Moncada, el segundo capítulo relevante de la revolución cubana fue el desembarco del
Granma, el 2 de diciembre de 1956. Entre los dos acontecimientos existe un periodo lleno de peripecias del cual nos
han dado abundante cuenta los cronistas, entre ellos Ernesto Guevara. Los puntos nodales de la estrategia política
de 1953 seguían vigentes en 1956, pues el desembarco se realizaría con base en la creencia de que un movimiento
popular urbano estaba pronto a levantarse en contra de la dictadura. Tal creencia se había fortalecido todavía más
en Castro, porque estando en prisión había recibido una enorme solidaridad desde los más diversos sectores de la
dictadura, hasta el punto de que la dictadura se había visto obligada a liberarlo a fin de acabar con lo que ya era: el
símbolo humano de la resistencia.
Además entre 1953 y 1956 había tenido lugar en La Habana una notable activación del movimiento estudiantil y
sobre la base de la Federación Estudiantil Universitaria, había surgido una orientación política llamada “el
Directorio”.
El nuevo Directorio se expresaba en dos vertientes: la de la lucha callejera y la de la acción armada. No era un simple
apoyo estudiantil de este último. Era una fuerza política autónoma. El 13 de marzo de 1957 el Directorio asalto el
Palacio Presidencial con el objetivo de ajusticiar a Batista y llamar a una insurrección popular. Allí perderían la vida
dirigentes importantes.
En el movimiento obrero también se observaban signos de activación. A fines de 1955 había tenido lugar una exitosa
huelga azucarera que impacto a los militantes del 26 y que confirmo sus creencias en torno a una gran huelga
insurreccional de masas. Fue importante esa huelga sobre todo porque ocurría en un momento en que la bonanza
en las exportaciones del azúcar llegaba a su fin, quebrándose uno de los tablones en que se basaba la estabilidad del
régimen.
La crisis en las exportaciones de azúcar hizo posible que muchos trabajadores cuestionaran al dirigente oficialista
Eusebio Mujal. Además, la de por si enorme desocupación tendía a aumentar. Los obreros estaban dispuestos a
paralizar el país si sus propias organizaciones lo decidían, pero sin duda alguna no estaban dispuestos a hacerlo si la
convocatoria provenía de afuera.
Aun dentro del ejército se escuchaban los rumores de las conspiraciones. El descontento de la Marina era aun
mayor. Estos hechos eran muy importantes para la dirigencia del 26, pues, si seguimos con atención la línea política
del movimiento desde el asalto al Moncada hasta la toma del poder, encontramos como elemento constante la
tendencia a convocar a las fuerzas armadas e incitarlas a la división. Durante la guerra, los guerrilleros mantuvieron
el principio de no maltratar a los prisioneros. La realidad, por lo demás, hablaba en favor de esa política.
La difícil unidad
Hasta la primera mitad de 1957, Castro y sus compañeros trataron de consolidar sus posiciones en la sierra. Algunas
batallas victoriosas, aunque no muy significativas, devolvieron la moral a los combatientes. Pero el asalto al Palacio
Presidencial realizado por el Directorio en combinación con la OA de Prio Socarras les demostró que el 26 no era la
única “vanguardia” y que ese papel deberían conquistarlo no solo en el terreno militar sino sobre todo en el político.
El 26 dio a conocer, el 12 de julio de 1957, el llamado “Manifiesto de la Sierra”. Allí era postulada la unidad más
amplia llamando a la realización de “elecciones verdaderamente democráticas e imparciales” a fin de restituir el
régimen presidencial mediante la previa formación de un gobierno provisional.
Ahora bien, si el 26 ponía acento preferencial en la unidad también se preocupaba por establecer su identidad
política respecto a las demás organizaciones de oposición. Tal preocupación se manifiesta a fines de 1957 en un
documento dado a conocer a las organizaciones opositoras. La guerrilla había afirmado sus posiciones en la sierra y
gracias a la incorporación de campesinos se estaba convirtiendo en un verdadero ejército regular. En Santiago de
Cuba, como consecuencia del asesinato de Fran Pis, encargado de las tareas urbanas del 26, había estallado una
protesta de masas con participación activa de los trabajadores de la zona, hecho que había fortalecido aun más la
creencia de los revolucionarios relativa a una pronta huelga insurreccional de masas. La sublevación de la Marina
había aumentado todavía más el optimismo de los rebeldes. De allí se explica que la dirección del 26, creyendo
llegada la hora de la insurrección, decidiera poner el acento en sus principios más que en la unidad.
El 26 pasaba a ser la primera organización que daba un sentido abiertamente antiimperialista a la cuestión nacional.
Igualmente el 26 volvía a rechazar con fuerza la posibilidad de que después de la caída de Batista se estableciera una
junta militar. Así se ponía en guardia en contra de aquellos sectores que veían en un nuevo golpe no solo una
solución frente Batista sino también frente a una posible revolución.
Debido a las mismas razones, el 26 rechazaba de plano la posibilidad de que después de la caída de Batista los
revolucionarios fueran incorporados al ejército oficial. Para Fidel Castro y los suyos había dos puntos muy claros: por
una parte, que la lucha no se realizaba solo contra el dictador sino contra un sistema político dictatorial y por otra,
que el 26 no postulaba solo la ocupación del poder formal sino del poder real.
La carta del M26J volvía a insistir en la necesidad de formar un gobierno provisional con Urrutia Lleo al frente; pero
sobre todo insistía en la necesidad de preparar una huelga insurreccional de masas, en ese momento verdadera
obsesión de Fidel Castro.
El 26 no era ni el partido ni la conducción política de los trabajadores cubanos. Por cierto, contaba con el apoyo y
simpatía de vastos sectores de obreros, pero seguía siendo un movimiento ajeno a esa clase.
El 26 había actuado como si hubiese sido la única conducción del proceso pasando por alto a otras organizaciones,
incluyendo a los comunistas que tenían más experiencia entre los obreros que los rebeldes de la montaña. Después
de ello los guerrilleros no tenían más que dos alternativas: a) intentar convertir el 26 en un partido de los
trabajadores, lo que a estas alturas no era posible; b) crear, a partir del desarrollo de la propia insurrección, un lugar
para la participación de los trabajadores.
Después de abril, un Batista envalentonado intento realizar una ofensiva mayúscula en contra de la guerrilla,
desplazando las tareas del 26 hacia un terreno predominantemente militar. Concebido, originariamente como un
movimiento armado al servicio de la insurrección, el 26 tuvo rápidamente que convertirse en el sujeto mismo de la
lucha. Así, a partir de abril, las estructuras urbanas fueron subordinadas al aparato guerrillero. La centralización
alcanzo un grado máximo y Castro se convertía en conductor político y militar al mismo tiempo, gracias a ese viraje
estratégico, el 26 estuvo en condiciones de ganar después la guerra. Pero también es cierto que la militarización de
la lucha despolitizaría al 26 hasta el punto de llegar a ser incapaz de hacerse cargo del futuro gobierno.
El talento político de Fidel Castro se manifestaría sobre todo en la política de alianzas llevada a cabo antes de la
toma de poder. Interesante es destacar que cuanto más fuerte era el 26, más flexible era su posición con relación a
las alianzas. Suscribió junto con las demás organizaciones de oposición un acuerdo: el Pacto de Caracas. El primer
punto de este acuerdo consistía en la concertación de una estrategia común para derrocar a la tiranía mediante una
insurrección armada. El segundo punto se refería a la constitución de un gobierno provisional. El tercer punto
proponía un programa mínimo de gobierno “que garantice el castigo de los culpables, los derechos de los
trabajadores, el cumplimiento de los compromisos internacionales y el proceso económico institucional del pueblo
cubano”. Por último, cabe destacar que los puntos de desacuerdo entre el 26 y las otras organizaciones, como por
ejemplo la independencia con relación a Estados Unidos y al ejército, aparecen con una intensidad muy moderada.
El cuidado con el que el documento se refiere al ejército tiene un antecedente: el hábil Fidel Castro ya había tenido
una entrevista secreta con el general Castillo, disidente de Batista y con él había llegado al acuerdo de impulsar en
conjunto “un movimiento militar- revolucionario”. Aquello que le ofrecía a Cantillo, era la posibilidad de una
capitulación digna. Pero, contrariamente a lo acordado, Cantillo intento en el último momento un golpe de Estado
nombrando como presidente al magistrado Piedra y formando una junta militar provisional al ver que la victoria se le
escapaba de las manos. Castro reacciono de inmediato llamando a una huelga general: “revolución si, golpe de
Estado no”. Castro no perdió la oportunidad designando al conocido contradictor de Batista, el coronel Barquin,
como jefe del ejército oficial. Con ello neutralizaría a los militares y ganaría un tiempo precioso.
Al mismo tiempo en que era suscrito el Pacto de Caracas, el 26 concertaba alianzas con los comunistas. Estos, en
efecto, eran los únicos excluidos en la gran coalición democrática antibatistiana. Para el 26 a su vez, el concurso de
los comunistas era necesario, pues así contaba con un aparato en el interior de los sindicatos. Por último, el PC
podría mediar para conseguir el apoyo de la “otra” gran potencia mundial en caso de que la revolución chocara con
los intereses norteamericanos.
El proceso que culmino en la toma del poder fue una combinación de fuerza militar y extrema delicadeza política. La
política de alianzas produjo la revolución y la revolución produjo a esta.
Campesinos y obreros
Hasta la toma del poder la revolución había tenido un carácter democrático. Después de la toma de poder paso a
tener además un abierto carácter nacional, pues entro en contradicción con intereses económicos y políticos
norteamericanos. Ahora bien, de las múltiples reformas que el nuevo gobierno puso en práctica, ninguna produjo
tanta resistencia en Estados Unidos como la reforma agraria. En un país tan azucarero como Cuba, implicaría la
nacionalización de la tierra, por lo tanto, la reforma agraria lesionaría intereses de los latifundistas locales y las
vinculaciones de dependencia externa.
Junto al de la desnacionalización del suelo, otro gran problema era su extrema concentración.
Parece estar claro que mas que eliminar a la “burguesía agraria” aquello que interesaba al gobierno era ganar el
apoyo de las grandes masas campesinas.
Aunque el nuevo gobierno favoreció a la pequeña propiedad, no tendió a multiplicarla; por el contrario, estableció
una amplia área agraria estatal. Esto se realizo teniendo como objetivo el principal problema que se presentaba en el
campo: la desocupación.
Lo que reivindicaban los ejércitos desocupados agrarios no era el derecho a una propiedad que nunca habían tenido,
sino el derecho al trabajo. Por otra parte, las haciendas estatales surgieron en una relación de continuidad con los
antiguos latifundios y no hubo así necesidad de producir quiebres demasiado bruscos en la tradicional estructura
agraria. Tales haciendas fueron una respuesta pragmática al problema de la desocupación.
La revolución no solo careció de un carácter obrero, sino que además en su fase nacional (antiimperialista) tuvo que
entrar en contradicción contra las propias instancias de los trabajadores. El nuevo gobierno debió quebrar las
estructuras “mujalistas”, erradicados estos últimos surgió el problema de las relaciones que debían establecerse con
los comunistas en un medio donde el anticomunismo era fuerte. Así dentro del sindicalismo tuvo lugar una feroz
lucha por el desplazamiento de fuerzas.
En vista de los conflictos que se presentaron, Fidel Castro decidió intervenir personalmente en los sindicatos. En la
práctica Fidel Castro abría la puerta a los comunistas para que pasaran a ocupar el lugar que anteriormente había
ocupado la burocracia sindical.
Desde el Decimo Congreso de la Federación de Trabajo, en noviembre de 1959, las estructuras sindicales fueron
sistemáticamente golpeadas desde el Estado. En abril de 1960, David Salvador (delegado sindical del 26) fue obligado
a renunciar. Poco a poco los comunistas iban ocupando los huecos dejados por el 26 en su breve incursión hacia el
interior del movimiento obrero. Muchos miembros del 26 se hicieron comunistas.
La popularidad de Fidel Castro a la hora de la toma del poder era inmensa. Tan importantes como las reformas
agrarias fueron las urbanas iniciadas por la Ley de Alquileres.
La reforma urbana significo un duro golpe al capital especulativo que en Cuba había alcanzado grandes
proporciones. La erradicación del latifundio y la del capital usurario parecían allanar el camino a un empresariado
con ímpetu capitalista. Pero esa clase no existía.
Castro incluso hablo muchas veces de proteger la industria local, estimular la iniciativa privada y modificar las leyes
impositivas. Aun más, sugería a los industriales que invirtieran en la agricultura reformada. En vano. Esos
empresarios atrincherados en sus actividades especulativas no sabían reaccionar como verdaderos capitalistas, por
lo mismo, acusaron a Castro de comunista, antes de que objetivamente lo fuera. Cuando Castro se declaro
comunista, no hizo más que seguir las reglas del juego impuestas por sus enemigos, quienes además consiguieron
poner el tema del comunismo en el centro del debate. De este modo, los comunistas cubanos, sin que se lo hubieran
propuesto, se encontraban de pronto convertidos en un eje de definición nacional.
En la esfera ideológica esa defensa (al comunismo) pasó a proyectarse como defensa de la revolución misma,
aunque la participación de los comunistas en ella distaba de ser relevante.
El escenario donde chocaron las distintas tendencias estaba determinado por la existencia del gobierno provisional
presidido por el magistrado Urrutia y sus ministros del interior y exterior: Cardona y Agramonte.
Fidel Castro no acepto inicialmente ningún cargo de gobierno. Pero sus fuerzas se tomaban el gobierno “por dentro”
desarticulando los mecanismos del aparato de Estado, particularmente el ejercito que fue reemplazado por el
Ejército Rebelde. En el punto principal había acuerdo entre el gobierno provisional y el gobierno alternativo que ya
comenzaba a ejercer el Ejercito Rebelde. Los comunistas iban desplazando de modo paulatino a los representantes
de los partidos tradicionales. Fue precisamente la “cuestión de los comunistas” la que determino la caída del
gobierno de Urrutia, siendo ya Castro primer ministro, en julio de 1959.
El choque entre Urrutia y Castro resulto decisivo. Ambos renunciaron a sus cargos el 16 de julio de 1959, con lo que
por algunos instantes el poder quedo vacio. Como Castro esperaba, la población se pronuncio en su favor y regreso
al gobierno en medio de la aclamación general. Naturalmente, a Urrutia no le quedo más que renunciar. Pero Castro
se había quedado sin organización política.
El nuevo poder se fue configurando como una suerte de encuentro entre parte de la dirección del Ejército Rebelde y
los comunistas. Este encuentro tuvo lugar en el interior de un frente de transición denominado Organizaciones
Revolucionarias Integradas (ORI).
A diferencias con el partido “leninista”, que se constituyo independientemente del Estado para luego asimilarse a el,
el partido “leninista” de Castro comenzaría a gestarse en el interior del propio aparato del Estado.
El boicot norteamericano a las exportaciones obligaba al gobierno a tomar posesión de gran parte de la industria
privada acelerando el proceso de expropiaciones. Hacia octubre de 1960, los centros más importantes de la
economía estaban nacionalizados o estatizados. En 1960, el gobierno norteamericano rechazaba la cuota azucarera.
De inmediato los cubanos acudieron al mercado soviético. A fines de 1960 Cuba se retiraba del Banco Mundial. Los
empresarios cubanos, a su vez, realizaban un boicot a las inversiones. Ernesto Guevara redoblo el proceso de
expropiaciones. Estados Unidos dejo de enviar petróleo. Los cubanos recibieron petróleo ruso. Las empresas
norteamericanas se negaron a trabajar con petróleo ruso, el gobierno respondió expropiando compañías
norteamericanas. A un año de la toma del poder, el Estado controlaba prácticamente todo el aparato productivo.
La revolución había ido ya muy lejos. Castro ya no tenía muchas alternativas para elegir. La entrada de Cuba al
bloque socialista estaba condicionada por la propia seguridad externa del país.
Algunas conclusiones
En el contexto latinoamericano existe una evidente relación de parentesco entre el M26J y los movimientos
nacionalistas populistas que tuvieron lugar durante la década de 1940. Fidel Castro representaba personalmente la
muy especial combinación de esas diversas tradiciones y momentos políticos.
Hasta la toma del poder, la revolución tenía un carácter democrático (lucha contra la dictadura) y popular. Después
de la toma del poder, paso además a tener un carácter nacional. Esa nueva fase acelero los desplazamientos internos
de fuerzas, en los que perdió toda relevancia la de por si débil capa de propietarios y tecnócratas modernizantes y se
fortaleció en el poder aquella fracción de la clase política representada por Fidel Castro y la jerarquía del Ejercito
Rebelde, asociada al aparato de los comunistas y apoyada en vastos sectores de la población popular.
El hecho de que la revolución cubana hubiera surgido en plena “Guerra Fría”, la obligo a optar entre dos bloques. Esa
opción convertiría a Cuba en un tema de connotación mundial, a diferencia del destino de las demás revoluciones
latinoamericanas.