Experiencias y Fundamentos de La Paya en Chile Alta
Experiencias y Fundamentos de La Paya en Chile Alta
Experiencias y Fundamentos de La Paya en Chile Alta
fundamentos de
la paya
en Chile
I Congreso Internacional
de la Paya en Chile
Experiencias y fundamentos de
la paya en Chile
Edición
Centro Nacional de Patrimonio Inmaterial
Coordinación editorial
César Cabello Salazar
Corrección de estilo
Pilar de Aguirre Cox
1.000 ejemplares
Índice
Presentación 7
Discurso de apertura de Agenpoch en el I Congreso Internacional
de la Paya en Chile
11
Moisés Chaparro
El embrujo de la décima
Pedro Yáñez
27
Decálogo de la paya en Chile: principios y fundamentos
Arnoldo Madariaga Encina
45
Cómo aprendí el oficio de payadora
María Antonieta Contreras Mundaca
51
Creación del primer Diplomado del Canto a lo Pueta
Gabriel Huentemil
71
El arte de apuntar(se): cómo acompañar instrumentalmente la décima
improvisada 85
José Pablo Catalán Guajardo
D
esde que en mayo de 2016 la paya chilena fuera reconocida como
patrimonio cultural del Mercosur, junto a la payada de Argentina y
de Uruguay, Chile asumió la voluntad de trabajar coordinadamente con
dichos países para promover la salvaguardia conjunta de esta expresión.
Este libro, junto con el I Congreso Internacional de la Paya y el II Encuen-
tro de Payadores del Mercosur, realizados en julio de 2018, es el resultado
manifiesto de la voluntad de Chile en este sentido.
Las instituciones que participaron tanto en la gestión como en la puesta
en marcha de dichas actividades fueron la Fundación de Comunicaciones,
Capacitación y Cultura del Agro (Fucoa), del Ministerio de Agricultura; la
Biblioteca de Santiago, donde se realizaron actividades de sensibilización es-
pecialmente diseñadas por los payadores para los niños y las niñas; el Museo
de la Educación, en la sede del Congreso, donde se expusieron gran parte de
las reflexiones que conforman este libro; y la Biblioteca Nacional, que abrió sus
puertas para festejar el Mes del Payador con variados talleres.
Tanto el diseño como la realización del Congreso y el Encuentro de Payadores
son fruto de un trabajo mancomunado entre el Estado de Chile y los propios
payadores. Esperamos que este libro, que viene a coronar esos esfuerzos, sea
bien recibido por todos los interesados de nuestra región en estudiar y poner
en valor la poesía oral improvisada en contrapunto.
Hasta ahora, gracias a su propio trabajo, los payadores han podido recono-
cerse y organizarse de manera eficiente en torno a su arte, ya sea gestionando
sus propios espacios de circulación y distribución, o proponiendo distintos con-
ceptos de paya desde diferentes perspectivas, las cuales ponen en entredicho
las relaciones de continuidad con la tradición.
Este libro recoge algunas de esas perspectivas, en las que tanto payadores
como estudiosos del tema exponen sus puntos de vista en torno a un oficio que
tiene elementos que lo diferencian de otras manifestaciones similares presen-
tes en el país, como el canto a lo humano y el canto a lo divino.
Moisés Chaparro
Payador, presidente de Agenpoch
Saludo primeramente Y para nuestras visitas
Por ser noble y respetable, Un saludo fraternal,
Con fraternidad afable Nuestro arte tradicional
A este público presente. Les da gracias infinitas.
Y permítanme que intente Sus presencias eruditas
Hacer un algo visible, Son una hermosa medalla,
Porque hoy es imprescindible Coronan esta batalla
Decirles a vuestras mercedes, Y hacen con sus versos briosos,
Que sin la atención de ustedes De que estemos orgullosos
Esto sería imposible. Hoy día de nuestra paya.
1 Marianne Rippes Salas, El oficio de los payadores: desarrollo de comunidad, identidad y profesión de los
cultores chilenos de la zona central, 1954-2000. Santiago de Chile: Ediciones Biblioteca Nacional, 2018.
Consideraciones finales
En la actualidad, y desde hace ya casi veinte años, existe un renovado interés por
algunos aspectos de la cultura popular chilena asociados a la participación colec-
tiva de los públicos, el cual se evidencia en la masificación de fenómenos como
la cueca urbana, lo que podría ser una oportunidad para mejorar la visibilidad de
la paya. En contraparte, en los últimos treinta años el movimiento de la paya no
se ha identificado con espacios que permitan a la ciudadanía generar sentido de
pertenencia e identidad con su manifestación.
En el nivel territorial, la gran dispersión geográfica es una dificultad relevante
para el fortalecimiento de una red de experiencias y conocimientos sobre la paya.
Los payadores tienen presencia desde Copiapó hasta Aysén, lo cual dificulta su
reconocimiento en detalle y la organización de instancias de construcción de iden-
tidad colectiva en su diversidad.
Existe una vocación, sobre todo entre las generaciones jóvenes de payadores,
por profesionalizar su oficio. Esto implica que la paya en Chile está reflexionando
en a lo menos cinco ámbitos que se deben considerar para su adecuada gestión:
Pedro Yáñez
Poeta, payador, músico y folclorista
Premio a la Música Nacional Presidente
de la República 1999
Charla magistral de Pedro Yáñez en la Biblioteca Nacional de Chile.
E
n este texto contaré algo del desarrollo del canto en décimas, del arte de
los payadores en Chile y de mi propio crecimiento personal como partici-
pante del proceso. Lo primero, antes de comenzar con mi relato, son dos
preguntas: a) ¿Cómo se enteran los niños de que existen los versos en déci-
mas? Ellos ven a los payadores y saben. b) ¿Dónde los adultos que no practican
la costumbre de payar la podrían aprender? En las vigilias de canto a lo divino.
Cuando tenía dieciocho años no sabía que existían las décimas. Nunca lle-
gaban payadores y en mi pueblo no se cantaban décimas a lo divino. Por la radio
tocaban una canción al “copihue rojo” y un par de tonadas criollas en décimas, pero
no las sabía reconocer.
En el año 1956, Violeta Parra nos habla de las décimas, del canto a lo humano
y a lo divino. Ella investiga, aprende y graba discos para dar a conocer este patri-
monio, que está muy olvidado.
¿Puede un patrimonio estar muy olvidado? La respuesta sería: para que veas
tú cómo somos los chilenos.
En el año 1957 fallece Gabriela Mistral. Ese mismo año Violeta Parra le cantó
estos versos:
Escribienta bienhechora
de la lengua castellana
la mujer americana
inclina la vista y llora.
Cuando la oí, supe que las dos tenían la misma altura. Diez años después, con
su despedida, nos deja el disco Últimas composiciones. Violeta escribe: “Volver a
los 17”. Ahí supe que las décimas tienen un embrujo muy grande.
EN LA ESCUELA ME ENSEÑARON
En la escuela me enseñaron Siento desesperación
que somos seres humanos tan solo de contemplar
y todos somos hermanos al que no quiere pensar
muy bien me lo recalcaron. ni cultivar su razón
Pero hay quienes olvidaron y nunca da su opinión
que el humano es racional, porque es poco su saber
distinto del animal tampoco quiere aprender
por su gran inteligencia, que eso requiere trabajo
también tiene su conciencia pierde su tiempo a destajo
para ser hombre cabal. sin desarrollar su ser.
Los invitados fueron Arturo Vera, Joaquín Cantillana, Manuel Gallardo, Rode-
mil Jerez, Santos Rubio, Hermógenes Escobar, Guillermo Ríos, entre otros. Con
Hermógenes, antes de cantar las cuatro décimas cada uno, hacíamos dos cuartetas
por pregunta. El programa duraba diez a doce minutos y duró hasta fines de agosto
del 73.
Un ejemplo del canto cuenta del juicio contra una agrupación de ultraderecha
que asesinó al comandante en jefe del Ejército, René Schneider, el año 70, porque
le dijo no al grupo que le exigía dar un golpe de Estado.
En el mundo no nací
y al cielo nunca llegué
por l’ infierno no pasé
y al purgatorio no fui.
Dios no ha sabido de mí
ni los ángeles me han visto
yo soy quien todo resisto
yo no tengo alma ni cuerpo
no estoy vivo ni estoy muerto
y en ninguna parte habito.
Se ordena la despedida
la despedida se ordena
con alegría y sin pena
sin pena y con alegría.
Nos veremos otro día
otro día nos veremos
como el aromo crecemos
crecemos como el aromo.
Cantores chilenos somos
somos cantores chilenos.
Por esos años se destacan Francisco Astorga y Juan Carlos Bustamante, Jorge
Céspedes y Talo Pinto.
En el 84 viajo a Punta Arenas a un acto por la paz entre Chile y Argentina. Un
gimnasio lleno donde recito:
El público del canal aplaudió contento y sin tomar partido. Yo quería que la
gente dejara de sentir tanto miedo. Al final solo pasó que no salí más en TV hasta
que elegimos presidente el 90. Después supe que un grupo de presos políticos
brindó con un vaso de agua por mi actitud.
En el 85 comienzan las payas con Eduardo Peralta. Peralta les da un nuevo
impulso a los versos de payadores, agilidad, fluidez y notable conocimiento de
literatura. Con él fuimos a muchos colegios y a algunas radios, lo que nos permitió
acercar estos versos a la juventud.
Por estos años se hacía en Casablanca, en tiempos de la vendimia, un importan-
te encuentro de payadores, gracias a Arnoldo Madariaga, que era el payador anfitrión.
Pasan los meses y sigue la práctica de la paya, talleres y presentaciones con
Alfonso Rubio.
Ya se traspasó el poder
la historia lo ha permitido
Por fin se podrá saber
lo que siempre se ha sabido.
Para qué decir que el aplauso fue emotivo y grande, pero muy grande.
En el año 95 se realizó nuevamente “La paya del cono sur” en el teatro Cau-
policán. Parte de eso quedó grabado y llegó a Talca.
En 1998, domingo 6 de septiembre, me invitaron al Teatro Regional de Talca
junto a José Curbelo, Francisco Astorga y Eduardo Peralta para que replicáramos
nuestra presentación.
El lunes 7, el mismo elenco en Santiago, en el Centro Cultural Carmen
340, gratis.
En 1999, martes 2 de febrero. Recital de seis payadores en el Caupolicán: Pe-
ralta, Manuel Sánchez, Santos y Alfonso Rubio, Guillermo Villalobos y yo.
En el 99 en Constitución, Teatro Municipal, sábado 4 de septiembre: José
Curbelo, Manuel Sánchez, Peralta y Pedro Yáñez. Domingo 5, Teatro Regional de
Talca (mismo elenco). Martes 7, Centro de Extensión de la Universidad Católica.
En el año 2000, el 17 de junio, “La noche del payador”. Otra vez seis payado-
res en el Caupolicán: Peralta, Manuel Sánchez, Santos y Alfonso Rubio, Guillermo
Villalobos y Pedro Yáñez.
El año 2001 se incorpora Cecilia Astorga al grupo de payadores. Ella aporta la
voz, la visión, la creatividad y la fundamental presencia de la mujer.
En el siglo XXI han aparecido numerosas payadoras, así como decenas de
jóvenes payadores.
Antes de terminar, voy a hacer una reflexión. ¿Se piensa que la paya es un he-
cho folclórico? El folclor es una disciplina del siglo XIX. Nació cuando un pequeño
grupo de intelectuales bienintencionados comenzó a estudiar manifestaciones de
La paya es propia de los distintos pueblos y responde a las formas de ser que
tiene su gente. Cuando criticamos negativamente el lugar de donde venimos y
del que somos parte, estamos —quizás sin saberlo— trasgrediendo los valores
de la paya, ya que esta pertenece a un territorio, a una cultura y a una tradición
que tiene un lugar de procedencia definido.
Antes de que una persona pueda improvisar debiera aprender versos hechos.
A través de ellos se puede comprender la métrica, los fundamentos y la musi-
calidad de las palabras.
Es cierto que hay innovaciones, como en cualquier práctica cultural que
es cambiante, pero la paya en Chile tiene una identidad que ya no se respeta.
Facetas de improvisación inventadas, incorporación de nuevos instrumen-
tos musicales y entonaciones o melodías que no forman parte de nuestra
riqueza musical son algunos ejemplos.
Hay que valorar y conocer la auténtica tradición del canto a lo poeta y, por
ende, de la paya chilena. Es la única manera de que esta no se distorsione y
perdure en el tiempo.
Quizás detrás de cualquier innovación esté la intención de “evolucionar”,
pero en el caso de nuestro oficio no se puede permitir estandarizar o unificar
sus formas, contenidos o música, porque es lo que nos distingue como pueblo.
10
Presentación
2 Paul Zumthor, Introducción a la poesía oral. Madrid: Taurus, 1991, pp. 188-189.
3 Alicia Villar, “Vidas pasadas, vidas vividas. Hacia una teoría del aprendizaje narrativo”. Revista de la Asocia-
ción de Sociología de la Educación, 2012, vol. 5, núm. 1, 2012. Recuperado de www.ase.es
4 María José Calderón (directora), Canto a lo poeta [Documental], 2008. Recuperado de www.youtube.com
5 Thomas Kuhn, La estructura de las revoluciones científicas. México: Fondo de Cultura Económica, 2006 [1ª
ed. 1962], p. 176.
Esos chispazos maravillosos son los que motivan, los que movilizan, y la motivación
es un gran predictor del resultado de un proceso de aprendizaje. Lo saben quienes
enseñan y quienes investigan y teorizan sobre ello. Sin embargo, estudios señalan que
la mayoría de las asociaciones que los jóvenes chilenos hacen en torno a la enseñanza
son sombrías, autoritarias y tristes. La escuela, en general, no parece motivar el apren-
dizaje, ni apasionar ni obsesionar con algo. No es difícil imaginar que el cuerpo docente
adolezca de un mal parecido.
¿Por qué? Yo no tengo la respuesta, pero sí algunas ideas. El sistema formal separa
tempranamente a los niños y niñas chilenas de sus asuntos de infancia: principalmente el
juego libre, sin exigencias de tiempo, la experimentación, la observación de la naturaleza,
el meterse las cosas a la boca. Entonces, no es raro que la educación parezca aburrida
y coercitiva para mucha gente desde muy temprana edad. En la juventud, todo lo en-
tretenido de educarse parece estar fuera de las aulas o en modo de suspensión de la
normalidad: la hora de la salida, los carretes y, cuando mucho, las salidas escolares y los
recreos. Y cómo no ha de ser aburrida y agobiante la experiencia escolar si forzamos a
nuestras generaciones más jóvenes a aprender al mismo ritmo entre sí, ritmo que lleva la
docente en función del que le impone la legislación vigente y la jefatura directa. Quienes
enseñan o han convivido con niños, o, aún mejor, quienes pueden recordar su propio de-
sarrollo, saben que las personas aprendemos algunas cosas más rápido, por puro gusto y
como en un instante, mientras otras nos resultan aburridas y las cargamos por años sin
comprenderlas completamente. Tantas otras quizás no las aprendamos nunca si no son
estrictamente necesarias, aunque el medio intente forzarnos a ello. Cada cual tiene su
ritmo mediado por su gusto. Esto se transforma en un problema si el sistema formal de
educación no acepta aquello y aspira a formar a las personas en un avance lineal, parcial
y organizado con criterios industriales, como quien ensambla un automóvil.
La paya, lo que creo entender como un descubrimiento, llevará a las personas a
buscar las oportunidades para aprender y harán con ese aprendizaje lo que requieran
para sí. Cómo avance ese proceso dependerá de la motivación y posibilidades de la per-
6 Consuelo Undurraga, ¿Cómo aprenden los adultos? Santiago: Ediciones Universidad Católica de Chile,
2007, p. 89.
7 Lev Vygotsky, Pensamiento y lenguaje. Buenos Aires: Fausto, 1995 [1ª ed. 1934].
La primera rueda de payadores de la que fui parte estaba compuesta por Nicasio
Luna, quien también comenzaba por ese tiempo, Hugo González y Cecilia Astorga,
ambos payadores experimentados. Cada pregunta fue muy oportuna y me permitió
presentarme ante esa audiencia primera. Recuerdo parcialmente las preguntas y
respuestas. Hugo me preguntó si era soltera, lo cual me permitió presentarme in-
mediatamente como una payadora en pareja, pero disidente sexual. No recuerdo las
líneas, pero señalé que mi compañera es mujer igual que yo, lo que provocó aplausos
desaforados de muchos y una expresión de asombro de varios otros. Como sea, me
gusta pensar que allí se inicia una nueva era. Los varones no solo vieron entrar a más
mujeres en su ámbito, lo cual debe haber incomodado, sino además una que se ha
restado de la exigencia del marido que todas experimentamos: ¡había una lesbiana en
la paya! Gracias a Hugo, me demoré dos cuartetas en salir del clóset.
Le pregunta un patagón
su respuesta sea un candil
¿cuál ha sido su inspiración
pa’ este arte payadoril?
Yo le respondí:
Qué bonita tu pregunta
lo digo con gran empeño
la inspiración, Nicasio Luna,
se me reveló en un sueño.
Quiero partir felicitando al dueño de casa por abrir las puertas a un es-
cenario de formación. A un escenario donde está naciendo, a lo mejor, el
futuro de los grandes payadores del mañana de Chile. Porque ver juven-
tudes, para uno que ya tiene sus años, es de una gran alegría. Siento una
satisfacción, se siente que detrás de estos viejos que ya tenemos, como
dije, varios años, hay un respaldo en juventud. Que Dios los bendiga, que
Dios los alumbre con ese respeto, con esa sencillez que debe tener el
poeta y el cantor para difundir lo nuestro.9
Pero ¿qué tipo de escuelas son estas? Para describirlas es necesario decir que
las personas aprendices se ven forzadas a considerar per se el contexto social y
cultural en que se desenvuelve el oficio que está por tomar. El cantor a lo poeta es
siempre un cantor al servicio de su gente, a ello se debe el título de “popular”. Yo
pienso que ese título no responde tanto a su clase de pertenencia como a su opción
por los que no están en el poder, los que están del otro lado. Este tipo de “escuelas
de calle” permiten ese entrenamiento. Durante mis primeras presentaciones en el
Chancho 6, por ejemplo, debí resolver pies forzados con las protestas estudiantiles
afuera, la gente encerrada en el bar lagrimeando al son de las bombas lacrimógenas,
y nosotros improvisando décimas, cuartetas y cuecas para los estudiantes y su en-
frentamiento. Allí no solo aprendí a improvisar una décima correctamente. Aprendí a
cantar respirando gas lacrimógeno, y a identificar y versificar lo que la gente quería
decir. Hay un abismo entre esos dos logros. A diferencia de la educación formal, la
9 Luis Ortúzar, “Registro sonoro de los Martes de Payadores, bar Chancho 6”. Santiago de Chile, agosto de
2015.
Gabriel Huentemil
Cantor a lo poeta, intérprete de guitarrón
chileno y payador
R
ecordar… Recordar fielmente… Recordar fielmente y de acuerdo a cómo
los hechos sucedieron… Recordar es un esfuerzo que muchas veces hace
patente lo difícil que es dar permanencia a los detalles. No estamos
preparados para saber qué es lo importante y lo suplementario en nuestro
cotidiano.
Trato con todo arrojo, aunque con infructuoso efecto, de hacer reminis-
cencias del momento exacto en que la idea de generar esta instancia vio la luz.
Algunas pequeñas huellas y rastros aún están presentes: reuniones con Daniela
Guzmán González, gestora cultural, cantante y amiga del canto a lo poeta, en su
departamento.
Conversaciones telefónicas, muchos correos, rectificaciones, reflexiones, di-
bujos incluso. Había una necesidad, motivante y de dantescas dimensiones, de
enseñar y compartir el canto de raíz con el mundo urbano, cuyo acercamiento al
mismo no siempre es posible o lo suficientemente significativo como para provo-
car un interés más profundo y acorde a lo que este arte se merece.
Sentíamos la necesidad de mostrar la labor de los cultores de una manera
real y respetuosa, con trabajo sostenido, persistencia y método.
¿Clases? ¿Taller? ¿Más de un taller? ¿Cuántas clases semanales? ¿Cuántos
alumnos? Las preguntas eran incómodas, pues las respuestas se hacían esquivas.
A medida que pensábamos al respecto surgían nuevas inquietudes. No obs-
tante, nada de ello mermó el entusiasmo: sabíamos que estábamos haciendo
algo novedoso, único y sin precedentes.
Si bien muchos de nuestros más representativos ancestros, entendidos estos
como miembros activos de las comunidades del canto, la cultura y el patrimonio,
habían dado pasos importantes en la profesionalización y formalización del tras-
paso de conocimientos, claro estaba para nosotros que estábamos apuntando a
objetivos más ambiciosos.
El mapa, poco a poco, definía mejor el territorio.
Luego de un par de meses de trabajo caímos en cuenta de que lo impor-
tante de nuestra propuesta era la búsqueda de un equilibrio entre la teoría y la
práctica, además de entre lo campesino y lo urbano.
Resultaba trascendente para nosotros mantener, del mismo modo, en armo-
nía el aprendizaje en la sala de clases con el que se recibe directamente de un
maestro, evitando el excesivo manejo de datos, que finalmente no se traducen
en algo concreto, y el extremo contrario de hacer algo “porque así me enseñaron
que se hace”, sin entender a cabalidad las bases de un fenómeno.
Mantener la tradición
de poetas y cultores,
guitarreros, payadores
es nuestra noble intención.
Hacemos la invitación
a quien esté interesado.
Por este arte cautivado
a escribir y postular
y luego participar
de un valioso diplomado.
Se dice de la forma de cantar versos sin que el cantor que la practica toque
la guitarra en ningún momento de la reunión a la cual concurre, por no saber
hacerlo. Asimismo, y en consecuencia, del cantor que se limita a la ejecución
vocal por carecer del manejo del instrumento musical mencionado.10
Conocer el instrumento
El proceso de escenificación de la paya es tan reciente que es muy probable que nos
encontremos con ingenieros y técnicos en sonido que se enfrenten por primera vez a
la misión de amplificar un encuentro de payadores, por lo tanto, es común escucharles
preguntas como ¿cuántas personas son?, ¿quién de ustedes es la voz principal?, ¿tocan
11 Apoyada por el Fondo del Libro Creación 2015, tiene 170 páginas. No está publicada todavía en
papel, pero toda la primera parte está en mi blog, vichoplaza.wordpress.com
12 Fidel Sepúlveda, El canto a lo poeta: a lo divino y a lo humano. Análisis estético antropológico
y antología fundamental. Santiago de Chile: Ediciones Pontificia Universidad Católica de Chile y
Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos de Chile (DIBAM), 2009.
13 Desiderio Lizana, “Cómo se canta la poesía popular”. Sociedad de Folklore Chileno, trabajo leído
por su autor en las sesiones del 22 de julio y 15 de septiembre de 1911. Santiago de Chile: Imprenta
Universitaria, 1912. Recuperado de www.memoriachilena.cl
14 Francisco Antonio Encina y Leopoldo Castedo, “El gobierno, la sociedad y las costumbres al finalizar
el período hispano”, Resumen de la historia de Chile. 4ª ed. Santiago: Zig Zag, 1961, tomo I, pp.
446 y 447.
15 Adolfo Valderrama, Obras escogidas en prosa. Santiago de Chile: Imprenta Barcelona, 1912, pp. 203-210.
21 Antonio Acevedo Hernández, “De la tradición de oro de Chile. Vida y pasión de dos grandes payadores:
Taguada, el maulino, y Javier de la Rosa”, Leyendas de Chile. Santiago de Chile: Quimantú, 1971.
22 Floridor Pérez, Mitos y leyendas de Chile. Santiago: Zig-Zag, 2004.
23 Op. cit.
E
nrique Isidro Puentes Gil nació en Concepción el 24 de octubre de 1917. Hijo
de Enrique Puentes Bull y de María Gil Herrera, cursó humanidades en el
liceo de hombres Enrique Molina Garmendia. Allí, su profesor de castellano, el
venezolano Félix Armando Núñez, develó su inclinación poética.24
Tuvo ocho hijos. De su matrimonio con Edith Repisso Castro, compañera de
toda la vida, nacieron Enrique Apolo, Brisa Amada, Flor Consuelo, Carlos de la Rosa,
Esmeralda del Carmen, Edith Guisela y Bella Rubí.
Dueño de una talabartería ubicada en la calle Rengo, en el centro pencopoli-
tano, era común verlo en el portal del pequeño local, guitarra en mano, verseando
al viento o a algún visitante atento. Atendió el local —que aún lleva su nombre—
de manera incansable y hasta cuando le fue posible. El apodo de Huaso Puentes,
nombre con que fue ampliamente conocido y pasó a la historia, nació en la me-
dianía de su edad. Enrique Puentes Gil fue primero un civil como cualquier otro,
vestido de ambo.
Este huaso citadino bien pudo haber nutrido su imaginario criollo en el campo
de su padre en Pitrufquén, cita permanente en sus versos. Habría sido él quien
le tallara en madera el primer yoquito,25 que más adelante cambió por un par de
corceles, cuando vistió de una vez y para siempre la más fina estampa huasa, cha-
manto doñiguano y sombrero incluidos.
Trasplantado al cemento, el poeta se asentó en lo que se podría denominar
“un pedazo del campo en la ciudad”, un reducto arrabalero en el deslinde urbano
del Gran Concepción, que se empecinó en resguardar:
24 Gaceta del Domingo, “La cámara indiscreta: El álbum del Huaso Puentes”, p. 3.
25 Caballito mampato, de juguete. Esta idea aparece en el poema “Recao ‘e Pascua”, del libro Por los caminos
del verso (1962).
26 “Culpan a la presidenta”, carta al director firmada por Luis Gómez Quinteros. El Sur, 20 de julio de 2006.
27 En la obra del Huaso Puentes se encuentran decenas de alusiones al santo.
28 Subrayado propio. ¿Se podría cuestionar la carga poética en las letras de Atahualpa Yupanqui?
29 Reconocido payador y compositor criollista, integrante de Los Huasos de Pichidegua, autor de los famosos
valses “La pobre loca” y “El hundimiento del transporte Angamos”.
30 Conversación sostenida entre la autora y Nelson Álvarez Riquelme, “El Canela”, en agosto de 2018.
31 Uno de los grandes payadores de la República Oriental del Uruguay (1915-2009). El payador José Silvio
Curbelo Fernández lo señala como uno de sus maestros.
32 Título dado por Enrique Puentes —en concesión al uso rioplatense donde se denomina payada— a la
transcripción de parte de esta paya en su libro Enlazando consonancias (1987).
33 Técnica de la paya en que se alude a hechos del momento para evidenciar el rasgo improvisado del verso.
Ver Ercilia Moreno Chá, “Aquí me pongo a cantar…” El arte payadoresco de Argentina y Uruguay”. Buenos
Aires: Dunken, 2016, p. 66.
34 Información obtenida en entrevista realizada por la autora a Ercilia Moreno Chá en febrero de 2018, en El
Tigre, Argentina.
El Huaso Puentes puede ser considerado una figura fronteriza o anfibia, de dos
mundos, pues en él convivían y se articulaban facetas que, a primera vista, podrían
parecer antónimas o contraintuitivas: ¿Conservador? ¿Rupturista? ¿Criollista, tradi-
cional? ¿Clásico premoderno? Sobran ejemplos en su quehacer cotidiano y en su
producción literaria.35 Enrique Puentes Gil pertenece a esa categoría de poetas y pa-
yadores autodeterminados y autogestionados, no naturales,36 para quienes el oficio
fue de inicio “tardío”, pero indisoluble de su transcurrir biográfico. La tardanza, en
este caso, remite a que Puentes fue primero poeta de escritorio37 y luego payador.
Muchos hitos marcan la vida de este poeta centauro, articulado en un binomio
permanente, tan versátil como cuesta imaginar y encontrar hoy en día. Compleja
personalidad tenía el Huaso Puentes: integrante de un conjunto de música tradi-
cional,38 payador y vate popular a la vez que poeta escribano lirista. Manejaba con
Recortes de prensa informando el show de Ber Levin y el duelo lanzado por Puentes.
42 Poema homónimo aparecido en el libro Por los caminos del verso (1962).
43 “3R” es una abreviación actual del concepto ecológico de reciclaje, disgregado en: reducir, reciclar y
reutilizar.
44 Enrique Puentes tiene un poema llamado “Pedacito de papel”, que puede considerarse una oda a la antigua
costumbre de cubrir o reforzar el interior de los zapatos con papel de diario para mantener los pies más
abrigados: “… Para ayudar a los niños / aquellas negras mañanas / que castigaba la lluvia / u ovillábales la
escarcha / en sus zapatitos rotos / como por milagro entrabas. / Pedacito de papel / noble amigo de mi
infancia / como el parche y el zurcido / eres la tierna plegaria…”.
45 Anécdota que viene al recuerdo de dos de sus hijas.
46 Las apariciones del poeta en prensa, especialmente en la local, suman centenares.
47 Prólogo del libro Guaso de cepa (1961).
Ha llegado de la estepa
penquista, de duales climas,
con fresca “Halda’a de rimas”,
Puentes Gil, “Guaso de Cepa”.
48 Décima de Arturo Godoy para El Huaso Puentes, titulada “Del Mulato y sus Yerbas”. Publicada en La
Segunda de Las Últimas Noticias, 23 de octubre de 1964.
49 Prólogo del libro Por los caminos del verso (1962).
50 Puentes era asiduo visitante, por ejemplo, de la FISA, donde vendía copiosamente sus libros.
51 Se estima la fecha en las cercanías de 1960, considerando que publicó su primer libro en 1961.
59 Transcripción de un fragmento de la paya sostenida entre Puentes y Umpiérrez, en Arauco, en 1976. Publicada
en Enlazando consonancias (1987).
60 Sitio de recreo en Uruguay.
61 Afinadas distintamente.
Paula Miranda H.
Académica asociada de la Facultad
de Letras de la Pontificia Universidad
Católica de Chile
Escuché por primera vez a cuatro payadores chilenos en la peña Chile Ríe y Canta,
de René Largo Farías, a mediados de los años ochenta. Lo que más disfrutaba de esa
disputa en octosílabos perfectos era la risa contagiosa de Pedro Yáñez, al que le se-
guían en su estruendosa alegría Santos Rubio y Jorge Yáñez. Me impresionaba verlos
improvisar poemas con tanta lucidez y gracia, y traer al presente versos memorizados
con tanta versatilidad y vivacidad. Sobre todo a mí, que me tomaba varias semanas
aprenderme un solo poema de memoria. Recuerdo que había un joven entre ellos,
iconoclasta e irreverente, algo atrevido con esos mayores del canto a lo poeta, y
que era el que nos ponía los pelos de punta, porque nunca se sabía con qué iba a
salir. Durante años identifiqué a ese joven con Manuel Sánchez, y solo hace muy
poquito me ha aclarado Moisés Chaparro que no era Manuel, sino Jorge Céspedes
65 Marianne Rippes, El oficio de los payadores. Desarrollo de comunidad, identidad y profesión de los cultores
chilenos de la zona central, 1954-2000. Santiago de Chile: Ediciones Biblioteca Nacional, 2018.
66 Verso recogido por Desiderio Lizana en Cómo se canta la poesía popular. Santiago de Chile: Imprenta
Universitaria, 1912, pp. 36-38.
La paya posee una enorme variedad de géneros (cada uno con diversas variantes,
como explicábamos anteriormente). Entre estos destaca la presentación. Me im-
pacta cómo los payadores establecen un vínculo empático y de identificación con
el público y sobre esa base uno elige, de entre todos los payadores que están en
el escenario, a aquel con quien más nos identificaremos (igual que en los partidos
de tenis o de fútbol), la manera en que desde un comienzo se conectan con la si-
tuación o el lugar específico en el que actuarán y cómo interactúan solidariamente
entre ellos, sin la carga desafiante del contrapunto.
La presentación es una ocasión para hablar de sí (nombre, procedencia y tono de
cada cantor), pero también para asegurar el pacto de confianza y entretención que se
entablará entre poeta y público, mientras “dure el contrapunto” y desde su inicio:
67 Se refiere a los otros tres payadores de la rueda. En Auditorio del Instituto de Música de la Universidad Alberto
Hurtado, 29 de mayo de 2012. Participaron José Pablo Catalán, Leonel Sánchez, Jorge Céspedes y El Melo.
Al tiempo que despliega el sentido que tendrá el desafío entre dos cantores
de zonas distintas, reflexiona sobre la fuerza del canto improvisado y la entereza
del canto enraizado (ancestral). Por otra parte, de la rueda de pie forzado, ya sea
en décimas o en cuartetas, llama la atención la rigurosidad, fluidez y la impronta
personal que le imprimen los poetas a sus improvisaciones. Creo que el clímax
de estos encuentros es, claro está, el contrapunto en décimas, cuando se pide un
tema que abordarán dos payadores, ahora sí confrontados, y cuyo éxito o fracaso
dependerá de muchos factores, pero sobre todo de la mayor simpatía y picardía,
de la resolución del tema, o bien, de la mayor destreza poética e interpretativa que
ponga en práctica cada cantor. La tensión que provoca este juego es en general
compensada por dos modalidades, mucho más lúdicas y humorísticas: la personifi-
cación y la concesión, ambas con improvisación en coplas o cuartetas, lo que le da
gran dinamismo, rapidez y posibilidad de participación al público.
La concesión da rienda suelta al rico caudal de asociaciones por rima que se
pueden establecer entre las palabras, mientras el público aplica rigurosamente las
reglas del juego y va expulsando a los jugadores según detecte las fallas cometidas.
69 Manuel Sánchez, entrevistado y citado por Domingo Román en La poética de los poetas populares chilenos
(Tesis Doctoral de Lingüística). Universidad de Barcelona, 2011, p. 155.
Cuando me preguntan cuáles son las intervenciones de los payadores que más me
gustan o por qué algunas me gustan más que otras, además de por su humor e
ingenio, yo respondo que son aquellos versos, coplas, cuartetas o décimas que tie-
nen más poesía, tanto en el nivel formal (modelos prosódico-armónicos y recursos
genéricos variados)70 como de los contenidos: buenas imágenes (a veces conteni-
das en un vocablo o en todo el verso), sentidos sorpresivos y ausencia de frases
clichés o previsibles, imágenes que trasmitan sensaciones de mundo, que ofrezcan
la explicación de una experiencia a través de otra análoga (metáforas), que guarden
misterios, que deslumbren por el ingenio o la perspectiva especial con los que se
enfrente un tema específico, que emocionen, que evoquen momentos intensos
como si los volvieses a vivir, que enseñen algo, que alivien la carga de la opacidad
de los días y las noticias. Como quería Jorge Teillier: una poesía para respirar en
paz y para que los demás respiren.
En su Método Pimienta para la Enseñanza de la Improvisación Poética Alexis
Díaz Pimienta afirma que el arte de la payada o el repentismo, pese a ser poético,
no debería centrarse en la metáfora, pues lo que desea el improvisador es mante-
ner con el público una comunicación lo más diáfana o traslúcida posible. Lo más
coloquial posible, casi “antipoética”, dice Díaz Pimienta. Pero, si no es la metáfora el
elemento —en el nivel de los contenidos o en la dimensión semántica— lo que hace
de la paya un género poético y, en cambio, debería ser esta, según Pimienta, una
suerte de “empresa de demolición” contra los metaforones vanguardistas, entonces
¿qué sería lo que la hace poética? Me detengo solo a enumerar algunas cualida-
des del uso de esa palabra, que la harían poética y, claro, no todo vocablo o verso
del payador cumpliría con estas exigencias. En primer lugar, la búsqueda de una
palabra concreta. Ese rasgo, la concretud, que Raúl Zurita levanta como aspiración
en su ensayo Los poemas muertos, donde afirma que la poesía (moderna, agrego
yo) debe morir para que “las palabras puedan otra vez evocar y hacer cotidiana la
70 Estudiados acuciosamente por Domingo Román en La poética de los poetas populares chilenos.
71 Raúl Zurita, Los poemas muertos. Tlalpan: Acrono, Umbral, 2006, p. 86.
72 Décimas, cuartetas y coplas improvisadas en el matrimonio de Fidel Améstica y Berta, en su casa de Puente Alto,
26 de enero de 2013.
Se ordena la despedida,
la despedida se ordena,
con alegría y sin pena,
sin pena y con alegría.
Nos veremos otro día,
otro día nos veremos.
Como el aromo crecemos,
crecemos como el aromo:
cantores chilenos somos
sí, ay que sí.
Somos cantores chilenos.
Rosa y romero y el alhelí.
75 Cf. Fidel Sepúlveda, “Estética y folklore”, 1981; “Notas para una estética del folklore”, Aisthesis, vol. 15, 1983, pp. 13-18;
y El canto a lo poeta. A lo divino y a lo humano. Análisis estético antropológico. Antología fundamental. Santiago
de Chile: Ediciones Universidad Católica, 2009.
76 Fidel Sepúlveda, “Notas para una estética del folklore”, p. 11.
Desde esta “cultura del reverso”, cabe preguntarse de qué manera, tanto
en el contexto folclórico tradicional como en el del arte contemporáneo, aspec-
tos como el lugar de la obra, el papel del público y la fugacidad del aconteci-
miento artístico son cuestionados por ambas perspectivas, la tradicional y la
contemporánea.
Referir al arte efímero implica atender al concepto de arte de acción. Bajo tal ró-
tulo se considera a un grupo variado de técnicas o estilos artísticos que ponen el
énfasis en el acto creador del artista, dado que considera el arte en tanto acción.
El término, acuñado por Allan Kaprow, alude a la interacción artista-espectador al
momento de la creación artística. Podría decirse que el arte de acción nace en los
años veinte del siglo pasado con el dadaísmo y el surrealismo, en montajes artís-
ticos como el collage y el assemblage, que destacaban el aspecto tridimensional
de la obra, para cuya completa percepción el espectador debía moverse. Poco a
poco se fue dando mayor relevancia a la intervención de este último, por lo que
los artistas empezaron a valorar cada vez más el ambiente que rodeaba a la obra,
traducido en aspectos como el espacio y la luz, o incluso la intervención de otros
sentidos además de la vista.
77 Ibid., p. 21.
78 Fidel Sepúlveda, “Nicanor, Violeta, Roberto Parra. Encuentro de tradición y vanguardia”. Aisthesis, vol. 24, 1991, p. 33.
Tal como han sido entendidos por la historia del arte, las acciones, los
happenings y las performances son simplemente acontecimientos efíme-
ros cuya existencia como obra de arte tiene una duración siempre limita-
da (…) no será hasta los años 60 cuando se empiece a desarrollar como
tal y como la entendemos hoy, y hasta los 70 cuando sea plenamente
aceptada como un medio artístico con derecho propio.81
79 Arte y arquitectura del siglo XX. Vol. II: La institucionalización de las vanguardias. Barcelona: Montesinos, 2001, p. 88.
80 Fernando Torrijos y José Fernández, Arte efímero y espacio estético. Barcelona: Anthropos, 1988, p. 39.
81 Sagrario Aznar, El arte de acción. Madrid: Nerea, 2000, p. 7.
Tal tipo de arte privilegia la obra como acontecer “fluyente”, el cual conecta
lo artístico con su dimensión más vital: “privilegia lo efímero, lo transitorio, ‘lo que
fluye’, la energía vital (…) visión totalizadora y unificadora del arte y de la vida”.84
El factor de la improvisación, además, se constituye en medio de expresión re-
levante de la obra de arte en tanto acontecer, aspecto también distintivo de algunas
expresiones tradicionales como la improvisación en décimas cantadas: “La vivencia
de un acontecimiento que discurre de una manera absolutamente improvisada”.85
También se plantea la idea de hacer de la vida misma una obra de arte: “Una
manera de difundir sus radicales proposiciones del arte (…) llegará un momento en
que la vida ya no será una simple cuestión de pan y trabajo, ni tampoco una vida
de ociosidad, sino una obra de arte”.88
Con lo anterior se cumpliría, de paso, el anhelo de liberar al arte y la vida
de muchas de sus convenciones.89 Para los artistas de la performance, el arte es
86 Ibid., p. 8.
87 Ibid., p. 7.
88 Ibid., p. 30.
89 Ibid., p. 33.
Un tipo de arte que tiende a salirse de los límites (…) a fundir nuestro
mundo consigo mismo, un arte que en el significado, la mirada, el im-
pulso, parece romper todas las tradiciones (…) volver al punto en el que
el arte estaba más activamente involucrado con el ritual y la vida que
conocimos en un pasado reciente.91
90 Ibid., p. 120.
91 Ibid., p. 19.
92 Ibid., p. 22.
93 Ibid., pp. 25-26.
94 Ibid., p. 147.
95 Ibid., p. 152.
96 Ibid., p. 165.
97 Ibid., p. 138.
Puesto que aún en la actualidad “la décima le ayuda al pueblo chileno a po-
nerse la voz, a sacar la voz escondida, a presentarse en cuerpo y en alma”,108 la
propuesta analítica es que la eficacia de la oralidad en general, y de la décima en
particular, funcionan como una metáfora de la experiencia de vida: “En el aconte-
cer de la oralidad, entendiendo esta literatura como una estructura simbólica que
en su dinámica, en lo que dice y en el cómo lo dice, cómo lo acontece, encarna la
itinerancia de la especie”.109
La forma de la décima responde a una “poética de la precariedad”, en el sentido,
como señala Sepúlveda, de que posee limitados medios para expresar justamente
lo que desborda y que no conoce limitación alguna. Sin embargo, en razón de tales
limitantes, el poeta desplegará todo su potencial creativo y de expresión para hacer
confluir las dinámicas de la cuarteta y la décima, respectivamente. Lo que pareciera
responder estrictamente a una limitante literaria de carácter formal, obedece a una
realidad mayor, que considera la identidad chilena desde la precariedad.
Es esta condición precaria, de estar permanentemente a la intemperie, como
en un “naufragio”, la cual se ajusta a la condición fundamentalmente efímera de
la obra que emerge desde la tradición oral y, en específico, del canto a lo poeta,
verdadero arte de la fuga, que apunta a lo efímero del comportamiento humano:
Toda lectura para ser tal, exige ser complementada por una escritura.
Todo texto es un apunte apenas, acerca de algo. Como tal pide que el
lector aporte su experiencia, sensibilidad, afectividad, imaginación. Se
ponga a la tarea de continuar la escritura del autor con la suya de lector,
la del emisor con la del receptor.114
114 Fidel Sepúlveda, “Estética, ética, ecología”. Aisthesis, vol. 25-26, 1992-1993, p. 90.
115 Fidel Sepúlveda, El canto a lo poeta. A lo divino y a lo humano, p. 62.
Así, las distinciones del arte occidental se vuelven difusas para, en el caso crea-
ción-crítica, terminar por influenciarse mutuamente. Esto último Sepúlveda lo com-
prueba en el proceder de la cultural oral, el cual se despliega a partir de tal confusión
de órdenes:
Ocurre entonces que en esta realidad creadora no hay división entre crea-
ción y crítica, la creación es crítica y la crítica es creadora. Esta está abierta
a la crítica. No sólo esto sino que sin la crítica no es. Cuando deja de estar
incorporada la crítica es que la obra está muerta. Tal es así que la concreción
de la crítica es la cadena de versiones en que vive una expresión estética
tradicional. El juicio crítico es registrable por la curva que en la diacronía va
marcando la cadena de versiones, su proliferación, densidad y variedad. Cada
versión involucra una puesta en acción de los ejes de selección, combinación,
integración, o sea, la interpretación está presente y activa a lo largo de todo
el proceso creativo.117
La cultura oral de la tradición poética popular es otra manera de hacer arte que
la de la convención occidental dominante. Frente al individualismo acontece la
creación comunitaria. Frente a la obra terminada, ocurre la obra en recreación
permanente. Frente a lo intocable por propiedad privada del autor, está lo de
todos, perfeccionable siempre y por cualquiera idóneo de la comunidad. Frente
al sistema de identidad por diferenciación y oposición, está el sistema de iden-
tidad por pertenencia: de ser y crecer y crear con el otro, no contra el otro o lo
del otro. Frente al motor de la originalidad como novedad, está la originalidad
como revelación de la generatividad perenne del origen, de las raíces.121
Es de esta forma como la cultura tradicional y la oralidad dan cuenta de una bús-
queda lúcida, crítica y creativa, y que se constituye como genuina alternativa frente a
discursos hegemónicos y epistemológicamente violentos:
Es justamente en tal confluencia que Sepúlveda estima la mayor valía del canto
a lo poeta, pues vincula órdenes que han estado, por antonomasia, separados: “El valor
estético y antropológico del Canto a lo Poeta tiene su base en esta zona de convergen-
cia de lo universal y lo particular, lo comunitario y lo personal, de lo natural y lo cultural,
lo histórico y lo transhistórico”.130
Si bien fue mencionado al pasar, no debemos omitir el carácter performático
del canto a lo poeta, vinculado al arte de acción y el arte efímero. En esta línea, “la
rueda de cantores es una performance que ocurre en Chile, con actores chilenos,
donde el paisaje y la temporalidad y la lógica del acontecer se reinterpreta, se recrea,
se crea”.131
Cada una de las ruedas de cantores, así como en los encuentros de payadores,
supone una determina instalación. Es por lo mismo que, junto a la improvisación poé-
tica, hay también un emplazamiento de la performance poético-musical, dentro de
un acontecer que se está creando y recreando, leyendo y releyendo constantemente.
Hasta que el poeta no se emplace como tal, no dimensionará del todo el alcance
de su quehacer, y llegará a ser el que es mediante el ejercicio de su oficio: “El poeta
popular sabe que sabe, pero no sabe cuánto hasta que comienza a cantar, a recantar,
a crear, a recrear”.132
El acontecimiento poético popular está marcado por el sello de lo ocasional, que
aportará tintes específicos e irrepetibles al momento del improviso, todo en un marco
y contexto que contribuyen a hacer de cada jornada del canto a lo poeta un hecho
único e irrepetible:
133 Fidel Sepúlveda, “Valor estético del folklore chileno: el canto por angelito”, Aisthesis, vol. 16, 1983, p. 12.
134 Ibid., p. 11.
135 Fidel Sepúlveda, El canto a lo poeta. A lo divino y a lo humano, p. 41.
La poesía (…) popular detecta en su entorno que en el Chile de fines del XIX
y comienzos del XX la autoridad es servidora de intereses individuales, fami-
liares, de clase, pero no de la comunidad necesitada. Ve a la autoridad como
un oponente.139
Por eso, para Fidel Sepúlveda el canto a lo poeta es el lugar donde acontece, de
manera perfecta, la síntesis del quehacer artístico y el vivir, de modo que se vuelve
realidad concreta lo que muchas veces queda en el mero dominio de la abstracción:
Esta es, entonces, una obra maestra del arte y habla de la cultura que
lo produce como una forma de vida que ha llegado a la maestría en el
arte de vivir. Es cuando los marcos teóricos, los universos ideacionales no
quedan confinados en el desván de los conceptos, ideas, juicios, sino que
fisonomizan en obras, en comportamientos éticos y estéticos.143
140 Idem.
141 Ibid., p. 88.
142 Ibid., p. 98.
143 Ibid., p. 57.
La vida no es viable sino como arte de vivir. Este arte de vivir es un arte
modular, donde la vida humana se sintoniza con la vida del entorno y
juntas modulan un programa. Ante la escasez de recursos y la abundancia
de necesidades, o se reducen las necesidades a lo esencial (y eso requiere
un discernimiento crítico), y/o, de otro lado, se amplía la capacidad de
atención a los recursos escasos con que se cuenta. Esto es, la sabiduría
para leer al interior de la naturaleza humana aquello que en su esencia la
atiende y satisface y asumir esto como el sentido, la vía a la felicidad. Y
está lo otro. La revelación de que cada cosa, cada segmento de la realidad
es un universo articulado con materiales de riqueza infinita.146
Tanto el arte que nace de una comunidad de individuos como aquellos desarro-
llos vinculados a la acción de arte contemporánea comparten, en primer lugar, el
hecho de haber sido omitidos de la historia del arte oficial. Mientras lo popular
fue desdeñado deliberadamente o por franca ignorancia, las acciones de arte no
podían encasillarse en categorías reconocibles dentro de lo artístico. Esta primera
situación coloca a ambos en una vereda común de resistencia, referida principal-
mente a la concepción de obra con la que ambas poéticas operan. Es precisamente
desde este suelo común a partir del cual pueden derivarse los demás puntos de
encuentro, que enmarcan a tales desarrollos en una posición alternativa ante lo que
comúnmente se entiende por obra de arte.
Unión entre arte y vida: en ambos desarrollos hay un intento permanente
por traspasar la separación que la modernidad artística se encargó de radicalizar:
que por un lado transcurra la vida y por el otro lo artístico, como si entre ambos
no hubiese puntos en común. Expresiones como el canto a lo poeta y el arte efí-
mero se encargan de demostrar que no hay verdadero arte si no hay vida humana
encarnada en él, pues de lo contrario la actividad artística pierde todo sentido. De
alguna forma, con este tipo de expresiones se trata de rescatar y revalidar el lugar
Reflexión final
La comuna de Alhué
149 Servicio País, “Informe Final: Evaluación de productos y resultados intermedios del Programa Servicio País
Cultura”. Santiago de Chile, 2015.
151 Francisco Astorga, “El canto a lo poeta”. Revista Musical Chilena, vol. 54, núm. 194, 2000. doi: 10.4067/
S0716-27902000019400007
152 Ibid.
153 Luis Humberto Olea, El desarrollo del Canto a lo Poeta en Chile. 2015. Recuperado de payadoreschilenos.cl
154 Hernán Bustos, Alhué, huellas de cinco siglos. Alhué: Municipalidad de Alhué, 1995.
Cuando iban a hacer la cárcel, entonces estuve mal yo. Porque iban
a hacer una cárcel en nuestra tierra y ¿qué íbamos a hacer nosotros
después? Entonces yo ahí me decidí a irme, dije “si hacen la cárcel,
yo me voy” (cantora, focus group con organizaciones culturales).
Una expresión en verso de este hecho fue la que nos mostró durante el
trabajo de campo una de las cantoras de Alhué:
Yo creo que los esfuerzos que se hicieron por poder visibilizar Alhué, con
sus identidades productivas, con la miel, por ejemplo, con los licores, con
algunos ritos culturales, no sé, la Noche de San Juan, cuando empezamos
Reflexiones al cierre