Poetas Chiquinquireños
Poetas Chiquinquireños
Poetas Chiquinquireños
No harán falta descripciones: las hay bellas, exactas; las hay galantes, zalameras, con preludio
de candidatura; las hay disonantes, hostiles, rencorosas, grotescas con imprecaciones de
perversidad… Poseo un curioso álbum atestado de discursos, de poesía, de versos, de frases:
ora2 azúcar, caramelo, ora algodón, pólvora, ácido nítrico. Ochenta por ciento de las veces,
ornamentación ocasional de escenario político, artificio oratorio: interés patriótico, progreso
regional, batallas democráticas. Palabras, palabrería meliflua, calcomanías brillantes para
carteles en un día de elecciones, para la apoteosis de cualquier provinciano o para la recepción
de un buen señor, dadivoso en promesas…
¿La verdad? Una ciudad antiquísima, infortunada, ubicada en el más bello paisaje de los
altiplanos andinos. Tierra de leyendas y de ensueño que por su pasado remoto y su espíritu
revolucionario tiene títulos para ser una de las grandes ciudades de la República, mas por
fatalidad llegando a ser población de tercer orden. Perteneció en lo antiguo al Zipa o del
Antiguo Cundinamarca: fue la sede espiritual de la raza, el semanario de los ritos gentiles. Las
fechas de su fundación, inventadas en los anuarios estadísticos carecen de todo fundamento
histórico; la etimología misma del nombre revela su antigüedad precolombina: Chiquinquirá,
santuario del sacerdote. No queriendo verse uncida al yugo de una provincia, extraña por
tradición, declaró su independencia en 1810, más exaltó los vínculos étnicos y de afecto que le
ligaban a Santa fe. Pese a algunos desnaturalizados, jamás ha pertenecido a gobierno distinto de
su propio origen, sin violentar un arraigado sentimiento: sabe que ciertos nombres, sin duda
alguna culminantísimos3 en la historia no son privilegio de cesión alguna, sino algo que
corresponde al pasado glorioso de Colombia.
Pío Alberto Ferro Peña
A los obreros