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2016-00684 Sentencia Delitos Sexual

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SALA PENAL

Radicado: 05001-60-00000-2016-00684
Procesado: Cesar Augusto Cortés Muñetón
Johan Alexis Tavera Posada
Delitos: Concierto para delinquir agravado y
desplazamiento forzado
Asunto: Apelación de sentencia condenatoria
M. Ponente: Miguel Humberto Jaime Contreras

Aprobado por Acta No. 51

Medellín, cuatro (4) de junio de dos mil diecinueve (2019)

1. VISTOS

Procede la Sala a resolver el recurso de apelación interpuesto


por la defensa de Cesar Augusto Cortés Muñeton y de Johan Alexis
Tavera Posada, en contra de la sentencia proferida, el 25 de
Septiembre de 2018, por el juzgado Cuarto Penal del Circuito
Especializado de Medellín, que condenó a los procesados
mencionados como autores responsables del delito de concierto
para delinquir agravado, mientras que los absolvió por el
desplazamiento forzado del que fueron acusados.

2. ANTECEDENTES

2.1. De los hechos

Se estableció que desde el año de 2012 en los sectores


conocidos como el playón de los comuneros, la ranchera, Villa Niza,
Andalucía La Francia, Pablo Sexto, Santa Cruz de la ciudad de
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Procesado: Cesar Augusto Cortés Muñetón
Johan Alexis Tavera Posada
Delitos: Concierto para delinquir agravado y
Desplazamiento forzado

Medellín y en los barrios Santa Rita y Zamora del municipio de


Bello, Antioquia se concertó un número plural de personas con
división de funciones, jerarquizado con roles determinados dentro
de la estructura delincuencial que tuvo permanencia en el tiempo y
que era dedicada a la comisión de delitos de desplazamiento
forzado, homicidios, tráfico de estupefacientes y extorsión,
denominada “los Triana”, a la cual pertenecían los señores Johan
Alexis Tavera Posada quien ejercía labores de vigilancia y cobro de
extorsiones invocando dicha labor, y el señor Cesar Augusto Cortes
Muñeton, quien ejercía como coordinador de diferentes labores de
la organización, labores de expendedor de una plaza de vicio.

2.2. De la actuación procesal

Inicialmente, el 24 de octubre de 2016, se formuló acusación


en contra del señor César Augusto Cortés Muñetón, quien fue
acusado junto con otras dos personas que, posteriormente,
llegaron a un preacuerdo con la Fiscalía, decretándose la ruptura
de la unidad procesal. Seguidamente la Fiscalía solicitó la
conexidad del caso con el proceso adelantado por el Juzgado
Primero Penal del Circuito Especializado de Medellín en contra del
señor Johan Alexis Tavera Posada, tramitado bajo el CUI
050016000000201600673, a quien se le formuló acusación el 28
de octubre de 2016.

La audiencia preparatoria se llevó a cabo el 13 de febrero de


2017 y seguidamente se desarrolló el juicio oral. El sentido del fallo
fue emitido el 13 de abril de 2018 y finalmente el fallo condenatorio
se profirió el 25 de septiembre de 2018.

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2.3. De la apelación

2.3.1. La defensa del señor César Augusto Cortés Muñetón


pretende se revoque la sentencia condenatoria proferida en contra
de su defendido, básicamente por cuanto la juez de primera
instancia se habría equivocado al valorar el acervo probatorio
allegado al proceso penal.

Censura que la falladora dedujera la existencia de la


organización delincuencial denominada “Los Triana” con base en
los diversos testimonios rendidos en el juicio oral, cuando se trata
de un hecho notorio y público, pero que no implicaría que su
cliente sea parte de dicha organización, pues estima que para así
considerarlo, debería demostrarse quiénes la conforman, desde
cuándo, cuál es rol de sus integrantes y su período de
permanencia, lo cual entiende no debe quedar en el campo de la
presunción, como habría sucedido en este evento.

Califica de ambiguo y contrario a la realidad el testimonio de


Edwin Andrés Hurtado Ramírez, quien sería desplazado por la
organización criminal en el año 2016 y habría sido parte de la
misma en el año 2012 con una duración de 6 años, toda vez que
no tiene idea de cuándo ingresó al grupo delincuencial y se refirió a
su defendido indicando que se mantenía por los sectores de
Zamora, El Playón y Santa Rita, sin hacer referencia específica a
Santa Cruz, que es el barrio donde reside el procesado, agregando
que este presenta una discapacidad física que está debidamente
probada. Sostiene que con este testimonio no se demuestra la
militancia de su cliente en la banda “Los Triana” pues no se
brindan datos sobre el lugar donde se habría concertado ni la fecha
en que ocurrió. Por el contrario, alega que se demostró que este

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testigo, al igual que otros que están en el programa de protección


de testigos, se encuentra devengando buenos emolumentos
económicos por parte del Estado como contraprestación a la
declaración de los hechos que supuestamente le consta. Se queja
por cuanto el testigo confesó su autoría en unos homicidios, sin
que se corroborara esta información o se diera inicio a las
indagaciones correspondientes, además que no se estableció que
esta persona haya pertenecido a la banda delincuencial.

Alega que la Fiscalía no realizó ningún acto de investigación


sobre su defendido, a pesar de contar con todas las herramientas
para hacerlo, como pudo ser una interceptación o un seguimiento
de personas, incluso nada ilícito le fue encontrado cuando se
realizó su captura y el allanamiento a su residencia, además que le
fue endilgado un desplazamiento forzado sin prueba alguna, de lo
que se deduce que nunca se verificó la información que había sobre
el caso.

También censura que la juez de primera instancia concluyera


que el procesado hacía parte de la organización criminal teniendo
en cuenta los testimonios de los policías Nicolás de Jesús y
Jeferson Camilo Rodríguez, quienes manifestaron la existencia de
unas plazas de vicios móviles y que, según la comunidad, eran
manejadas por alias El Zurdo, cuando lo cierto es que todo lo
manifestado por estos testigos es de referencia y lo que les consta
sobre el procesado es que siempre lo vieron en su casa o en una
esquina pero sin que lo observaran cometiendo delito alguno, sin
que se hubiesen capturado a los supuestos compradores de
estupefacientes o al mismo procesado por tráfico, extorsión o
amenaza a la comunidad. Para la defensa es inadmisible que se
hable de la existencia de unas plazas de vicio pese a que el

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testimonio del líder de la investigación, intendente Jaime Alexander


Sanmartín, informa que estas no preexistían cuando fue a
corroborar su existencia.

Alega que según los testigos su defendido se habría concertado


con otras personas, entre seis o siete, pero nunca se dijo quiénes
eran ni se aludió a las indicadas en la acusación como integrantes
de la banda delincuencial “Los Triana”. Le resta trascendencia al
hecho de que a su cliente lo registraran en el libro de población de
la Estación de Policía de Santa Cruz pues además de que esta
circunstancia no fue corroborada con las copias de ese libro ello no
indica que fuera un delincuente, de modo que tomarlo como tal
sería una presunción de la juez que habría dejado de considerar
que el procesado no puede mantenerse en la calle, porque desde el
año 2011 no puede movilizarse por sí mismo, se encuentra en silla
de ruedas y no tiene control de esfínteres, debiendo contar con el
apoyo de su familia para su movilidad.

Se queja el apelante de la juez de primera instancia por cuanto


entendió que para el procesado la asistencia al juicio oral no es un
derecho sino una obligación cuando es requerido por la autoridad,
en especial cuando se encuentra en prisión domiciliaria en tanto es
uno de los compromisos adquiridos, y por estimar que los
defensores habrían ordenado a sus clientes su no comparecencia,
porque a su modo de ver existen otras formas de individualizar e
identificar a una persona, y que la Fiscalía jamás pidió a su
defendido como objeto de prueba para ser identificado, por lo que
solicita se emita un pronunciamiento sobre si la no comparecencia
al juicio oral de un acusado, es un derecho renunciable o es una
obligación.

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En torno a este tema, critica por ilegal el diseño del álbum


fotográfico elaborado por el perito Jhon Dayro Díaz Almanzar, por
cuanto las fotografías habrían sido manipuladas, como lo
reconocería el mismo testigo, quien informaría que fueron
aportados por el intendente Jaime Alexander Sanmartín y que la
foto fue modificada usando la herramienta digital de photoshop, a
la vez que objeta que al declarar cada testigo en el juicio oral, al
unísono dijeron que el nombre y datos del procesado los obtuvieron
cuando estaban en el reconocimiento fotográfico, situación que no
fue valorada por la juez de conocimiento, omisión que tacha de
grave porque si los testigos no sabían cómo se llamaba su
defendido, se pregunta ¿de dónde se sacó su foto y sus datos de
identificación?

Le resta credibilidad al testimonio de Amilkar Cardona, pues


pese a reconocer ser uno de los fundadores e integrante de la
banda delincuencial, que se encargaba de repartir la marihuana en
todas las plazas de vicio de la estructura criminal, afirmó que la
mejor marihuana la vende “El Zurdo”, lo que resulta incoherente
por cuanto había aducido que repartía la misma droga, al tiempo
que ignora el valor del estupefaciente. Además que, como en el caso
de Edwin Hurtado, la Fiscalía nunca demostró su militancia en la
organización criminal.

Alude a la declaración del fallecido Gabriel Jaime, la que fue


leída por el investigador líder, intendente Sanmartín, en la que
aquél dijo haber conocido a su defendido en el patio 4 de la Cárcel
Bellavista cuando aún no estaba en silla de ruedas, para censurar
que la juez de primer grado le diera credibilidad con el argumento
de que si bien no se allegó documento alguno del INPEC en el que
se informara que el procesado estuvo en el centro penitenciario, la

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afirmación del testigo no fue desmentida y la carencia de


antecedentes del procesado, que invoca el defensor no es condición
necesaria para estar recluido en un centro penitenciario porque
puede tratarse de un detenido en virtud de una medida de
aseguramiento. Estima la defensa que la juez no podía hacer esta
deducción cuando nunca se verificó la información suministrada
por el testigo, máxime cuando la madre del acusado manifestó que
nunca había estado en la cárcel y no existe antecedente penal
alguno, ni siquiera algo que lo involucre con su vinculación a otra
investigación. Por tanto, considera que la juez se basó en
suposiciones peligrosistas, olvidando el principio universal de que
la duda debe resolverse en favor del procesado y que su cliente fue
acusado por hechos que datan desde el año 2012 y este se
encuentra minusválido desde el año 2011, como se demostró en el
proceso.

En este mismo punto, el defensor pretende que el Tribunal


brinde claridad sobre la validez de utilizar a manera de referencia
una declaración juramentada en la que el declarante se
autoincrimina y la declaración no cumple con los requisitos legales,
de conformidad con lo dispuesto en el artículo 282 del Código de
Procedimiento Penal, teniendo en cuenta que en la declaración de
Gabriel Jaime, este informa que cometió unos delitos y al habérsele
mencionado el derecho que le asiste a la no autoincriminación, la
diligencia debía estar asistida de un abogado, concluyendo que la
declaración es ilegal.

Agrega que la decisión de primera instancia es inconstitucional


porque la juez habría actuado al margen de las garantías
constitucionales que le asisten al procesado al no valorarse las
pruebas conforme al debido proceso, generándose una vía de

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hecho, que constituiría una violación indirecta de la ley por falso


juicio de identidad, es decir, piensa que la juez tergiversó la prueba
y le dio otro alcance al que realmente tenía, exculpándose en los
principios de la sana crítica y la libertad probatoria; pero con la
que no pudo establecerse las circunstancias de tiempo, modo y
lugar de la conducta de que trata el artículo 340 del Código Penal
que se le atribuye a su asistido.

Censura la falta de congruencia entre la acusación y la


sentencia porque los hechos jurídicamente relevantes expuestos
por la Fiscalía no fueron probados en juicio, esto es, que desde el
año 2012 el señor César Cortés Muñetón hiciera parte de la banda
“Los Triana” hasta el momento de su captura o que se hubiere
concertado con los supuestos integrantes de esa organización, ni
que extorsionara a la comunidad, vendiera estupefacientes o fuera
el causante de desplazamientos.

2.3.2. Por su lado, la defensa del señor Johan Alexis Tavera


Posada pretende se revoque la sentencia condenatoria proferida en
contra de su defendido al estimar que la prueba, que debe
analizarse en conjunto, no fue debidamente valorada y no satisface
los requisitos de que tratan los artículos 7, 380 y 381 del Código de
Procedimiento Penal.

Al iniciar su sustentación invoca el principio de caridad en lo


que no se haga entender suficientemente, y pide se tenga en
cuenta el argumento, valoración probatoria y petición efectuada en
los alegatos de apertura y conclusión.

Advierte que la investigación inició en el año 2015 bajo el


mando del intendente de la policía judicial SIJIN Jaime Alexander

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Sanmartín, quien habría realizado una actividad investigativa sin


objetividad ni profundidad alguna, pues el mismo reconoce que no
acudió a los inmuebles en los que alias El Zarco, según decían los
informantes, cobraba vacuna o desplazaba a personas.

En su opinión, la captura del procesado se efectuó por ser de


ojos claros y con base en esa circunstancia se le acomodó el alias
de “El Zarco”, cuando las víctimas solo se referían al alias y no a su
identidad. En ese sentido, entiende que son contradictorias las
manifestaciones de los testigos Amilkar Cardona Hincapie y
Elisabeth Tatiana Castaño, quienes involucran a su defendido en el
cobro de una extorsión o mal llamada vacuna; pero en cambio el
testigo Edgar Serna Cartagena habría manifestado que en la
audiencia no se encontraba la persona que lo había desplazado, a
pesar de haberse enfocado al procesado, resultando absuelto del
cargo de desplazamiento forzado. En igual sentido, alude al
testimonio de Fabio Alexander Ramírez Higuita, en el que hizo una
descripción física de El Zarco, quien habría estado presente en el
intento de homicidio del que habría sido víctima, descripción muy
diferente a la que presenta su defendido.

Alega que lo anterior se corrobora con lo expuesto por los


patrulleros Muñoz Barrios y Yeferson Rodríguez, los que no
identifican al procesado como integrante de la estructura
delincuencial, pues el primero no alude al sentenciado ni por su
alias ni por su nombre, mientras que el segundo fue enfático en
afirmar que el Zarco que llevó a la SIJIN no era el acusado que se
encontraba presente en la audiencia, habida cuenta que la zona de
patrullaje de la Estación de Policía Santa Cruz es muy extensa.

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Se refiere al testigo Hamilton Luján Monsalve para destacar que


tampoco alude a su defendido, ni por el nombre ni por el alias de
“El Zarco”, y aduce que se trataría de un cómplice de varios
homicidios porque, de ser ciertos, los hubiera puesto en
conocimiento de la autoridad, además que se trata de un testigo
particular por cuanto a pesar de aducir que no busca beneficios,
afirma que económicamente vive del plan de protección de testigos,
recibiendo mensualmente la suma de $1.800.000, circunstancias
que afectan su credibilidad y la fuerza probatoria de su testimonio.

Con relación al testimonio de Edwin Andrés Hurtado Ramírez


dice que se refiere a la estructura de “Los Triana” mencionando
varios alias, entre ellos, “El Zarco o Chiqui”, advirtiendo que a este
último lo eliminaron, sin precisar la fecha ni los autores y, al igual
que el anterior testigo, está incluido en el programa de protección
de testigos y realizó tanta actividad criminal que la defensa solicitó
la compulsa de copias para que sea investigado. Percibe
contradicción en sus dichos cuando el testigo afirma que estuvo en
la organización hasta el año 2016, cuando habría salido del
programa de rehabilitación en el año 2015.

Le resta credibilidad al testimonio de Amilkar Cardona


Hincapié, exintegrante de “Los Triana”, desplazado e incluido en el
plan de protección de testigos, puesto que, en su sentir, rindió su
testimonio sin hilaridad ni seriedad con un extraño
comportamiento en la sala, al punto que fue requerido por la juez
para que respondiera lo que se le estaba preguntando y fue
amonestado, en ese mismo sentido, por el Fiscal. Advierte que este
testigo habría presentado contradicciones al momento de hacer
alusión a los emolumentos que devengaba cuando pertenecía a la
organización criminal y al preguntársele por la descripción física

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del Zarco, contestó que no podía recordar porque estaba


empayasado y no se mantenía con él; así mismo, inicialmente se
refirió a la estructura y jerarquía de la organización criminal, pero
en el contrainterrogatorio sostuvo que es “una cosa de locos”, esto
es, que no hay tal estructura.

Se queja porque la juez adujo que su defendido estaba


abusando de sus propios derechos al no comparecer al juicio,
cuando pudo aplicar los correctivos de ley si concluía que estaba
obstruyendo a la justicia, desconociendo lo dispuesto en el artículo
33 de la Constitución Política y el literal k) del artículo 8 del Código
de Procedimiento Penal; además que la mayoría de veces el
procesado estuvo presente en la sala de audiencia.

Hace una crítica a los álbumes de reconocimiento fotográfico


elaborados por el perito en fotografía, subintendente Jhon Dayro
Díaz Almanzar, por cuanto las imágenes se sacan de la base de
datos de la Registraduría o de un simple computador y se utiliza la
técnica de photoshop que implica un proceso de ajustes de brillo,
luz, acabados, contraste y ruidos de la imagen, lo que afecta la
autenticidad y naturalidad de la fotografía inicial, circunstancia
que conlleva a que los reconocimientos efectuados con base en los
mismos se presten para errores de los testigos, en el caso concreto
de Amilkar Cardona y Elizabeth Tatiana Castaño.

Con relación a esta última testigo, quien fue desplazada por


Los Triana, la defensora sostiene que incurrió en contradicción al
afirmar que “El Zarco” le cobraba vacuna entre los años 2004 y
2007, cuando ella contaba con 12 o 13 años de edad y el procesado
tenía 18 años, pues adujo que ella le pagaba la cuota; pero en el
contrainterrogatorio sostuvo que ella no pagaba porque estudiaba,

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que era su padre quien pagaba, y considera la defensa que si


conoció al Zarco en el año 2004, resulta incomprensible que
trascurridos aproximadamente diez años, lo reconozca
fotográficamente en la audiencia de juicio oral. Además, arguye, la
testigo se encuentra en el plan de protección de testigos, de lo que
se podría derivar cierto interés en los resultados del proceso y
afectar su credibilidad, pareciéndole sospechoso que el Fiscal del
caso la hubiere citado a su oficina antes de acudir a la sala de
audiencias para manifestarle que solo dijera la verdad, pues esa
advertencia sobraba.

Según el apelante, la Fiscalía no demostró ni probó con


quienes se concertó su defendido, cuándo, cómo, qué rol cumplía
dentro de la estructura criminal y a quién le rendía cuentas,
máxime que el señor Tavera Posada es un hombre trabajador y
estudiaba para superarse, llevando una secuencia de
aproximadamente 8 años de trabajo al momento de su captura.

2.4. De la sentencia de primera instancia

La juez de primer grado dio por demostrada la materialidad


del delito de concierto para delinquir, es decir, la existencia de un
grupo de personas que decidieron concertar sus voluntades con el
fin de cometer diferentes conductas punibles como el tráfico de
estupefacientes, la extorsión y el desplazamiento forzado;
organización que con base en lo expuesto por el policía Jaime
Alexander Sanmartín Montoya tiene su arraigo en Medellín,
aproximadamente desde los años 80, con el nombre “Los Triana”
que surgió para apoyar los actos delincuenciales de la banda “La
Terraza”, determinándose, según la georeferenciación, que tiene
injerencia en la comuna 2, barrios Santa Cruz, El Playón, La Isla,

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Pablo Sexto, La Rosa, La Francia, Andalucía, Villaniza, El Playón


de los Comuneros, Robledo, Limonar, así como en el corregimiento
de San Antonio de Prado de esta ciudad y en los barrios La
Gabriela, Santa Rita y Zamora del Municipio de Bello,
circunstancias que coinciden con lo dicho por los testigos Fabio
Ramírez Higuita, Edgar Serna Cartagena, Elizabeth Tatiana, Martha
Lía Silva, Gabriel Jaime Correa Cardona, Amilkar Cardona Hincapié,
Neifar Cardona, Douglas Cardona, Jaminton Wisloc Monsalve Muñoz
y Jeferson Rodríguez, quienes informaron sobre el conocimiento
que tienen de la existencia de la banda “Los Triana” y describen a
algunos de sus integrantes.

En lo que concierne a la responsabilidad de los procesados, la


sentenciadora consideró que el patrullero Nicolás Muñoz se habría
percatado de la existencia de las denominadas plazas de vicio
móviles, específicamente en la 97A con 47, en la carrera 49 con
calle 103A y en la calle 98 con la carrera 50 del sector Santa Cruz
La Rosa, mencionando que allí permanecía a quien se le conoce
con el alias “El Zurdo”, persona con movilidad reducida que tiene
un vehículo adaptado para su condición que es de propiedad de su
progenitora, tal como lo indicó el patrullero Jefferson Camilo
Rodríguez, quien informó que si bien no lo pudo capturar en
flagrancia y judicializarlo, cuando requisaba a las personas que
llevaban pequeñas dosis de marihuana, estas le manifestaban que
venían de donde “El Zurdo”, el que permanecía al frente de su
vivienda o en el vehículo, y que lo veía con personas que ya había
judicializado y la comunidad afirmaba que él era quien manejaba
la plaza de vicio.

Aduce que el patrullero Muñoz Bueno identificó a alias “El


Zurdo” y le hizo anotaciones en el libro de población porque la

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comunidad lo señalaba como una de las personas que mandaba a


cobrar extorsiones, por lo que lo llevó junto con otras personas que
individualizó como integrantes del grupo delincuencial y que
responden a los alias de “Cheo”, “Changua” y “Diablo”, precisando
que se trata alrededor de 400 integrantes, sin que pudiera
judicializar a “El Zurdo”.

Sostuvo que los policías antes mencionados fueron víctimas


de intimidación y amenazas contra sus vidas, por dificultades que
tuvieron con alias “Pedro” o “Cheo”, y que no se percibe en ellos
alguna animadversión que los llevara a orquestar una mentira para
incriminar al procesado César Augusto Cortés, y por el contrario,
sus dichos se revelan de manera espontánea y clara.

Aludió a que el policía Jefferson Camilo Rodríguez Osorno, se


refirió a alias “El Zarco”, aunque advirtió que tiene referenciado a
dos integrantes con el mismo alias, uno a quien le hizo un registro
y una anotación en el libro de población, y otro que no volvió a ver,
aunque afirmó que no se trata de Johan Alexis Tavera Posada,
quien se encontraba en la sala de audiencias al momento de rendir
testimonio.

Señaló que no se podían descartar las declaraciones de los


policías por no haber presenciado la comisión de alguna conducta
delictiva, puesto que su conocimiento tiene respaldo y sus dichos
concurren con los de otros testigos, lo que significa que corroboran
la información que de manera directa le consta a otros declarantes,
permitiendo entender las razones por las que se inició la
investigación.

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La juez le dio entera credibilidad al testimonio de Edwin


Andrés Hurtado Ramírez, integrante de la organización y a la vez
víctima de desplazamiento de la misma, quien se refirió a alias El
Zarco o Chiqui como uno de los integrantes de la banda
delincuencial, precisando que se ubica en La Francia, El Playón y
Zamora; no obstante, advirtió, en el juicio el testigo no hizo ningún
reconocimiento o señalamiento del procesado al que se le adjudicó
el alias “El Zarco”, el que se encontraba presente, y las
características con que lo describió no corresponden a las del
acusado a la fecha de la declaración. Sostuvo la juez que este
testigo suministró información suficiente que respalda la teoría del
caso de la Fiscalía en cuanto a la existencia de la organización
criminal, su área de influencia y las actividades ilícitas a las que se
dedican, confirmando el dicho de los otros testigos.

Consideró la falladora que ante la renuencia de los


procesados de asistir al juicio, la Fiscalía acudió a la estrategia del
ingreso de álbumes fotográficos elaborados con fines de
reconocimiento. Sobre este aspecto la juez explicó que si bien el
artículo 29 de la Constitución consagra el derecho a la no
autoincriminación, el que está atado al derecho a guardar silencio,
no es cierto que se consagre un derecho a no asistir al juicio oral
para el procesado, siendo su obligación comparecer cuando sea
requerido por la autoridad, en especial cuando se está en prisión
domiciliaria porque es uno de los compromisos que se adquiere, tal
como lo prevé el artículo 314 del Código de Procedimiento Penal,
resultándole extraño que los defensores ordenaran a sus
defendidos no comparecer.

Señaló que fue así como se escuchó al perito en fotografía


Jhon Dayro Díaz Almanzar el que informó que en la elaboración de

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los álbumes fotográficos para reconocimiento se utiliza la técnica


de fotoshop para editar las 7 imágenes adicionales, con el fin de
igualar en ellas el brillo, contraste, pixelación y enfoque, a las que
se inserta la de la persona a reconocer sobre la cual no se efectúa
manipulación o cambios en su rostro, salvo darles el mismo brillo,
contraste, fondo y prendas de vestir para estandarizarlas con las
anteriores; procedimiento que efectuó con los álbumes fotográficos
que el investigador Alexander Sanmartín Montoya le solicitó
realizar, reconociendo los correspondientes a César Augusto Cortés
Muñetón y Johan Alexis Tavera Posada. Para la juez este testigo es
claro y preciso, y explicó que se ocupa de adecuar las fotografías,
mas no de modificarlas en cuanto a contextura o apariencia física
de las personas a reconocer, dando cumplimiento al contenido del
artículo 252 del Código de Procedimiento Penal; agregó la juez que
en ningún momento la defensa acreditó que en esa elaboración y
con las técnicas utilizadas se alterara la evidencia.

Sostuvo que valiéndose de estos álbumes fotográficos, se


pudo contar en el juicio con el señalamiento y reconocimiento de
cada uno de los procesados como integrantes de la organización
criminal, como en el caso de la señora Elizabeth Tatiana Castaño
García, víctima de desplazamiento por “Los Triana”, quien señaló a
alias “El Zarco” afirmando que era él quien le cobraba las vacunas
y que si no pagaban los amenazaba, indicando que esos actos se
desplegaban desde el año 2004, época en la que su padre hacía el
pago y ella se encargaba de hacer su entrega; también relató la
forma en que se cobraba la llamada vigilancia en las casas, carros
y establecimientos de comercio, ubicando a El Zarco vigilando en
las noches en las esquinas o en la cancha de Pablo Sexto. Para la
juez esta testigo merece total credibilidad, sin que se perciba un

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Desplazamiento forzado

ánimo revanchista ni razón alguna para cuestionar esa


credibilidad.

Valoró el testimonio de Amilkar Cardona Hincapié, quien


habría sido integrante de Los Triana y reconoció en el álbum
fotográfico a Johan Alexis Tavera Posada, advirtiendo que lo
conocía con el alias de El Zarco, y en cuanto a alias El Zurdo,
mencionó que habían dos, uno que cumplía funciones ilegales en
Santa Cruz y otro en el sector de la 47 de El Plan, y aunque
describió al primero de ellos, dijo que no sabía cómo estaría para el
momento de rendir la declaración, pero destacó que como señal
particular se moviliza en una silla de ruedas porque tuvo un
accidente en una moto y que debido a que el barrio Santa Cruz es
muy grande, esta persona se encargaría de coordinar el sector en el
que vive en lo relacionado con extorsiones, homicidios y plazas de
vicio, teniendo fama por vender la mejor “cripa” y le rendiría
cuentas a alias Toño que es quien coordina todo Santa Cruz.
Consideró la juez que este testigo dio cuenta del reconocimiento
fotográfico que hizo de alias El Zurdo ante los policías de la SIJIN,
afirmando que nuevamente lo reconocería por la foto, por lo que se
le puso de presente el álbum fotográfico 9 de 14 señalando en la
foto número dos a alias El Zurdo como la persona a la que venía
refiriéndose.

También recalcó la juez que, con relación a El Zarco, este


testigo manifestó que en la organización habían cuatro personas
con ese apodo por tener los ojos claros, refiriéndose a los alias La
Changua, El Mago, Miguel, Morocho y Toro Loco, lo que permite
deducir que tiene un conocimiento tal que le permite diferenciar a
unos de otros, y en cuanto al último de ellos indicó que era un
“carrito” que cobraba vacunas pero no tenía poder para manejar a

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Radicado: 05001-60-00000-2016-00684
Procesado: Cesar Augusto Cortés Muñetón
Johan Alexis Tavera Posada
Delitos: Concierto para delinquir agravado y
Desplazamiento forzado

la gente. Refirió que si bien el testigo no reconoció a esta persona


en la sala de audiencias, al ponérsele de presente el álbum
fotográfico, procedió a señalar a alias El Zarco, el que, afirmó,
ejecutaba tareas como liquidar el cobro que se hacía a las casas,
estaba pendiente de la plaza y de los carros, situación de la que
conocía porque lo veía y se hacía con él en el barrio Pablo Sexto
cerca al Playón, en el parqueadero de las busetas de Santa Cruz.
Para la falladora, contrario a lo estimado por la defensa, el testigo
se expresó con espontaneidad, sin que se le pueda restar
credibilidad por pertenecer al programa de protección a testigos.

Así mismo, hizo referencia al testimonio de Fabio Alexander


Ramírez Higuita, también desplazado por Los Triana, quien informó
de algunos integrantes de la banda criminal, entre ellos, alias el
Zurdo o el Inválido, el cual, afirmó, presenta una discapacidad que
le impide caminar, por lo que utiliza carros especiales para
movilizarse y que se trata de un coordinador, encargado del crimen
organizado en el sector de la cancha en el barrio La Rosa,
ocupándose de la economía en el sector para el grupo delincuencial
con el tráfico de estupefacientes, el hurto de vehículos y el
sicariato. Advirtió la juez que este testigo señaló sin dubitación
alguna a alias el Zurdo o el Inválido al exhibírsele el álbum
fotográfico en el que indicó la fotografía 2 del álbum 9 de 14, y
manifestó que esta persona no participó en el desplazamiento del
que fue víctima.

Mencionó la falladora al testigo Jaime Alexander Sanmartín


Montoya, advirtiendo que si bien no percibió de forma personal los
hechos objeto de investigación, pues su tarea en juicio era la de
informar cómo se desarrolló la misma, lo cierto es que dota de
consistencia el dicho de los testigos directos, además que por su

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Procesado: Cesar Augusto Cortés Muñetón
Johan Alexis Tavera Posada
Delitos: Concierto para delinquir agravado y
Desplazamiento forzado

conducto se ingresó como prueba de referencia la declaración del


señor Gabriel Jaime Cardona Álvarez, alias Guaji, el que fue
víctima de homicidio el 5 de enero de 2017 y quien explicó el modo
de proceder de la organización delincuencial, sus cabecillas
principales y las labores que desarrollan los que siguen al mando,
señalando a alias el Zurdo, de quien informó tiene limitación en su
movilidad, utiliza un vehículo modelo jetta que estaría a nombre de
su madre y afirmó que anda en una silla de ruedas y maneja la
venta de estupefacientes en el sector La Rosa, además de ser el
responsable de los homicidios, hurtos y desplazamientos que allí se
realizan, rindiéndole cuentas a alias Mario Chiquito, precisando
que incluso estuvo con él en Bellavista cuando no estaba en silla
de ruedas; así mismo, advierte la juez que este testigo realizó el
reconocimiento fotográfico de varias personas y en el álbum 9 de
14, señaló la fotografía 2, indicando que es alias el Zurdo.

Con relación a la objeción de la defensa respecto a la carencia


de antecedentes del señor César Augusto para desvirtuar su
reclusión en el centro carcelario, la juez manifestó que no era una
condición necesaria para ello, en tanto puede ostentarse la calidad
de detenido en razón de una medida de aseguramiento sin que esto
constituya un antecedente penal. En cambio, le restó credibilidad a
lo narrado por la madre del procesado en mención, la señora Luz
Nelly Muñetón Escobar, la que habría dado una versión contraria a
lo dicho por los demás testigos, sin que tenga fuerza su versión en
tanto no cuenta con respaldo y es evidente el interés en favorecer a
su hijo.

Consideró el testimonio del señor Edgar Serna Cartagena,


quien fue víctima de extorsiones por parte del grupo delincuencial,
así como amenazas de una persona apodada “el Zarco”, aunque

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Procesado: Cesar Augusto Cortés Muñetón
Johan Alexis Tavera Posada
Delitos: Concierto para delinquir agravado y
Desplazamiento forzado

dejó en claro que al realizarse el paneo de la sala de audiencias en


donde se encontraba el procesado Johan Alexis Tavera Posada, el
testigo, quien en ese momento estaba en el Municipio de Urrao,
manifestó no conocer a ninguna de las personas que se
encontraban en la sala.

Aludió a los testimonios de la defensa rendidos por María


Eugenia Echeverri Pareja y Juan Diego Botero del Río, en sus
calidades de Jefe de Gestión Humana de Occidente de Empaques y
jefe directo del procesado en esa empresa, así como al testimonio
de la compañera de este último, la señora Tivisays del Carmen Díaz
Méndez, para concluir que si bien el procesado se dedicaba a una
actividad lícita, ello no desvirtúa que pudiera ser parte durante un
período de tiempo del grupo delincuencial. En igual sentido, valoró
el testimonio del propio procesado Johan Alexis Tavera Posada,
porque si bien se refirió a su desempeño laboral y los lugares
donde ha vivido, esto no descarta la pertenencia al grupo
delincuencial, con mayor razón cuando se refirió a que había vivido
en el barrio Pablo Sexto, lugar donde se hacía por Amilkar Cardona
según este lo menciona, además que se presenta una
inconsistencia sobre el tiempo de convivencia que el procesado dice
tener con la señora Díaz Méndez, pues el lapso sería menor al
afirmado por esta.

Finalmente, la falladora consideró que debía absolver a los


procesados por el delito de desplazamiento forzado, por cuanto en
el juicio ninguna de las víctimas los señalaron como los
responsables de su comisión.

En síntesis, condenó a los acusados como coautores de


concierto para delinquir, imponiendo una pena de 108 meses de

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prisión y multa de 3000 salarios mínimos legales mensuales


vigentes al señor Johan Alexis Tavera Posada, mientras que al
señor César Augusto Cortés Muñetón le impuso una sanción de 115
meses de prisión y multa de 4000 salarios mínimos legales
mensuales, pues habría generado un mayor impacto lesivo en la
comunidad al ser el encargado de administrar el lugar de expendio
de estupefacientes y coordinar lo relacionado con la extorsión.
Además, negó los subrogados penales porque la pena de prisión
impuesta excede los 4 años y atendiendo al artículo 68A del Código
Penal que excluye al delito por el que procede de subrogados y
sustitutos.

3. CONSIDERACIONES

Para resolver las impugnaciones de la defensa, la Sala


efectuará algunas reflexiones generales sobre el delito de concierto
para delinquir y consecuencialmente, su prueba, antes de ingresar
en la valoración efectuada sobre la responsabilidad de cada
procesado, que constituye el tema central de lo impugnado;
posteriormente, se procederá a dar contestación a otros reparos
que no guardan relación directa con la valoración probatoria.

3.1. Una censura que, en común, formulan los apelantes


consiste en la carencia de demostración de aspectos tales como con
quién se concertó cada acusado, cuándo y con qué permanencia,
los roles que se cumplían, a quiénes estaban subordinados,
aspectos que, ciertamente, de ese modo no están todos precisados
en el acervo probatorio pero su ausencia no conlleva a desvirtuar la
materialidad del delito o la responsabilidad de los procesados.

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Desplazamiento forzado

Para evaluar esta última conclusión a la que arriba el


Tribunal, ha de partirse de una clara comprensión del tipo penal de
concierto para delinquir, según lo define el artículo 340 del Código
Penal, que se realiza “cuando varias personas se concierten con el
fin de cometer delitos”. Este parco texto legal es especificado por
una jurisprudencia reciente1 para distinguir este acuerdo criminal
del propio de la coautoría de la siguiente manera:

“El delito de concierto para delinquir tiene lugar cuando varias


personas se asocian con el propósito de cometer delitos
indeterminados, ya sean homogéneos, como cuando se planea la
comisión de una misma especie de punibles, o bien
heterogéneos, caso en el cual se concierta la realización de
ilícitos que lesionan diversos bienes jurídicos; desde luego, su
finalidad trasciende el simple acuerdo para la comisión de uno o
varios delitos específicos y determinados, en cuanto se trata de
la organización de dichas personas en una sociedad con
vocación de permanencia en el tiempo.

En efecto, la indeterminación en los delitos objeto del concierto


para delinquir apunta a ir más allá de la comisión de punibles
específicos en un espacio y tiempo determinados, pues en este
caso se estaría en presencia de la figura de la coautoría, en
cuanto es preciso para configurar aquel delito el carácter
permanente de la empresa organizada, generalmente
especializada en determinadas conductas predeterminables,
pero no específicas en tiempo, lugar, sujetos pasivos, etc., es
decir, “sin llegar a la precisión total de cada acción individual en
tiempo y lugar” , de modo que cualquier procedimiento ilegal en
procura de la consecución del fin es admisible y los
comportamientos pueden realizarse cuantas veces y en todas
aquellas circunstancias en que sean necesarios.

En cuanto a la comisión del referido comportamiento es


suficiente acreditar que la persona pertenece o formó parte de la
empresa criminal, sin importar si su incorporación se produjo al
ser creada la organización o simplemente adhirió a sus
propósitos con posterioridad, y tampoco interesan las labores
que adelantó para cumplir los cometidos delictivos acordados.

1
.- Sentencia del 11 de julio de 2018, Rd. 51.773. M.P. Luis Antonio Hernández Barbosa.

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Desplazamiento forzado

Contrario a lo expuesto por algún sector de la doctrina patria, tal


como se advierte sin dificultad en el desarrollo legislativo del
concierto para delinquir, no se encuentra circunscrito al acuerdo
de voluntades sobre la comisión de delitos contra el bien jurídico
de la seguridad pública, pues por voluntad del legislador que no
distinguió, el pacto puede recaer sobre una amplia gama de
delincuencias lesivas de ese u otros bienes jurídicos, e inclusive
respecto de punibles de la misma especie .

Es un delito de mera conducta, pues no precisa de un resultado;


se entiende que el peligro para la seguridad pública tiene lugar
desde el mismo momento en que los asociados fraguan la lesión
de bienes jurídicos.

(…)

Por antonomasia el concierto para delinquir es ejemplo de delito


de carácter permanente, pues comienza desde que se consolida
el acuerdo de voluntades para cometer delitos indeterminados y
se prolonga en el tiempo hasta cuando cesa tal propósito ilegal.

(…)

En suma, el delito de concierto para delinquir requiere: Primero:


Un acuerdo de voluntades entre varias personas; segundo: Una
organización que tenga como propósito la comisión de delitos
indeterminados, aunque pueden ser determinables en su
especie; tercero: La vocación de permanencia y durabilidad de la
empresa acordada; y cuarto: Que la expectativa de realización de
las actividades propuestas permita suponer fundadamente que
se pone en peligro la seguridad pública.”

Si esta es la visión sustantiva del delito, congruentemente su


demostración comprende la prueba de los elementos que lo
determinan, esto es: pluralidad de personas que acuerdan realizar
delitos indeterminados con vocación de permanencia o duración
que ponga en peligro la seguridad pública; pero ello no implica
concebir que el acuerdo se produzca inexorablemente en un acto
formal, lo que no sería en modo alguno razonablemente por la
informalidad y la constante pretensión de ocultar rastros y
existencia de la organización delictiva.

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Desplazamiento forzado

En un contexto así, es irrelevante exigir la demostración de


aspectos tales como con quién se concertó cada acusado, pues lo
importante es que haya otras personas que concurran en la
voluntad de cometer los delitos en las circunstancias precisadas en
precedencia; igualmente el cuándo y cómo ocurrió la adscripción al
grupo delincuencial es intrascendente, bastando con que se
demuestre en que se pertenecía a la empresa criminal en el tiempo
atribuido por la Fiscalía como de realización del delito por efectos
de la debida congruencia fáctica entre la sentencia con la
acusación. En cuanto a la permanencia, no se trata de mostrar los
extremos temporales de ingreso y egreso, sino que la vinculación
tenía dicha vocación, es decir, iba más allá de la mera realización
de una o varias conductas determinadas y en todo caso, no se
requiere establecer la jerarquía que tenía el justiciable, puesto que
teniendo mando o no, se configura el delito, salvo que se le
atribuya como agravante una calidad especial en la organización,
caso en el cual esta debe estar acreditada, para lo que bien puede
hacerse uso de la libertad probatoria que rige en nuestro sistema
procesal, para el efecto.

En consecuencia, diversos aspectos de los mencionados


suelen demostrarse con inferencias propias de la prueba indiciaria,
sin que ello implique, por sí mismo, un menoscabo al conocimiento
que se requiere para condenar pues de ordinario difícil resulta
establecer directamente los aspectos puntualizados, salvo que se
contara con delatores o infiltrados en la organización criminal.

De lo expuesto puede establecerse como premisa que la


ausencia de demostración de aspectos que no comprometan la

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tipicidad de la infracción carece de trascendencia para revocar la


sentencia condenatoria impugnada.

3.2. Valorada la prueba, juzga la Sala que las atestaciones de


cargo logran dar cuenta de los elementos que estructuran el delito;
en efecto, con el testimonio de Amílcar Cardona Hincapié no solo se
da cuenta de la existencia de la estructura criminal a la que
pertenecían los procesados, sino también a su responsabilidad.

Así, la razón de su ciencia o del conocimiento de su dicho,


aspecto esencial que no debe ser pretermitido en la valoración
testimonial, se fundamenta en que era un participante del
concierto desde su fundación hasta el año 2016. Si bien esta
circunstancia le ameritará reparos que se examinarán con
posterioridad, no puede desconocerse que su delación se
fundamenta en un conocimiento directo o de primera mano.

En razón de su labor criminal distribuía estupefacientes para


las diversas plazas de vicio, incluyendo la que dice manejaba César
Augusto Cortés Muñetón, que es reputada como buena por la
calidad de droga que expendía; también describe su condición de
invalidez y los medios que emplea para su movilización, precisa su
participación como de coordinador, lo que de suyo implica el trato
con pluralidad de personas en la empresa delictiva, así no se
precise su identidad, e incluso da cuenta de conversaciones
tenidas con el procesado a quien conoce como el Zarco, todo dentro
de un contexto de actualidad y expresamente especifica que para
el año 2016 desarrollaron actividades juntos, en las que se refería a
César Augusto como “Pá”, por ser un coordinador.

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Procesado: Cesar Augusto Cortés Muñetón
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Igualmente, pudo dar cuenta de la participación de Johan


Alexis Tavera Posada a quien el testigo distingue con el alias de el
Zarco, remoquete que se le ha asignado a varias personas por el
color de sus ojos, pero reconoce en el álbum fotográfico al
procesado y da cuenta de la actividad que desarrollaba en la
empresa criminal, como cobrador de extorsiones o vigilancia y si
bien sobre la ubicación temporal de su participación hizo
referencias imprecisas, en el contrainterrogatorio que realiza la
defensa que aunque no sabe qué hacía este acusado en el 2016
dice que un año antes se desapareció y lo daban por muerto, por
demás la narración de que hace parte de la organización y que
participaba en ella, le brinda un sentido de actualidad. Su
conocimiento se revela como directo pues tenía conversaciones y
trato con el mismo, a la vez que no alude a que tuvieran
desavenencias para fundar una falsa sindicación sino a un trato
propio de compañeros, tanto que dice que conspiraban para
quedarse con parte del dinero que cobraban.

Sobre este mismo procesado, obra también el testimonio de


Elizabeth Castaño García quien le asigna la misma función de
vigilancia y cobrador de las denominadas vacunas, y si bien esta
actividad la ubica entre los años 2004 a 2011, lo cierto es que
constituye un indicio grave de su participación en el lapso
precisado en la acusación por la Fiscalía; además que lo
manifestado coincide con los dichos de otros testigos referidos a la
presencia del procesado en el barrio Pablo Sexto, así como la
utilización de una moto para efectuar el cobro, sobre lo cual el
propio justiciable en su atestación asevera que se desplazaba al
trabajo en este tipo de vehículos. El indicio grave que se deduce de
lo expuesto por esta testigo se fundamenta en el carácter
permanente del delito (fundamento abstracto) y la vocación de

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continuidad que la organización delictiva conocida como Los Triana


ostentaba desde vieja data, la que persevera en su existencia y
fines, como aspecto concreto que refuerza el indicio mencionado.

De otro lado, la atestación de Fabio Alexander Ramírez


Higuita compromete al procesado Cesar Augusto Cortes Muñeton
como integrante de los Triana, una de cuyas actividades ilícitas es
el microtráfico de estupefacientes, al dar cuenta de que este
acusado hacía parte de esta actividad, hasta el punto de informar
que iba a comprarle marihuana, al igual que atestigua que
allegados suyos le habían comprado al procesado motos arregladas
con autopartes robadas, otra actividad delictiva que realizaba la
organización, coincidiendo también en el rango dentro del concierto
al precisar que realizaba actividades de coordinación. También lo
reconoció mediante álbum fotográfico y aunque reconoce que
existen varios zurdos, menciona el aspecto singularizante de ser
discapacitado y reafirma la apreciación de otro testigo sobre la
buena calidad de la marihuana que se vendía en la plaza de vicio
del justiciable.

Para soportar la condena de este mismo procesado, puede


considerarse el testimonio de referencia admisible por causa de la
muerte del señor Gabriel Jaime Cardona, quien también manifestó
que el procesado, a quien reconoció como el Zurdo a través de
álbum fotográfico, es coordinador de la organización delictiva,
responsable de la venta de estupefacientes así como de otras
conductas delictivas, que pagó cárcel con él en el año 2004,
cuando aún no era inválido, y que rendía cuentas a Cheo, Pedro y
a Bolillo. Con este testimonio, incorporado con quien lo entrevistó,
el investigador Jaime Alexander San Martín, también se logra
establecer que efectivamente Amílcar Cardona pertenecía a la

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organización y que hay comentarios que al mismo Los Triana


pretenden ubicarlo, vivo o muerto.

Si bien los testimonios de los patrulleros Nicolás De Jesús


Muñoz Barrios y Jefferson Camilo Rodríguez Osorno no pueden
estimarse como directos de la responsabilidad de César Augusto
Cortés Muñetón, sí dan cuenta del apodo, de sus limitaciones de
movilidad, de su presencia en la plaza de vicio y de contar siempre
con el apoyo de varios jóvenes a su alrededor, lo que descarta la
credibilidad de la madre del mismo cuando pretende radicar en su
minusvalía la imposibilidad de realizar la conducta atribuida.
Adicionalmente, el primero de los testigos aquí mencionados
informa haber sido amenazado por Cheo o Pedro, quien, según la
ciudadanía, era más duro que los procesados, con lo cual se
reafirma lo expuesto por otros testigos. Entonces, aunque no son
testigos directos permiten, en una valoración en conjunto de la
prueba, obtener cierta corroboración periférica de ciertos aspectos
que atestiguan los testigos de cargo mencionados.

En principio, la Sala no encuentra motivos de incredulidad a


lo expuesto por estos testigos ya que efectúan narraciones
espontáneas, se muestran responsivos y no exhiben animadversión
o un interés torcido en sindicar sin fundamento a los procesados.
Por esta causa, ingresaremos en los reparos específicos de la
defensa sobre estos testigos.

3.3. Se puede comulgar con los reparos que la defensa de


César Augusto Cortés Muñetón hace de las atestaciones de los
patrulleros mencionados pues efectivamente los mismos son de
referencia inadmisible en lo que concierne a lo que les informa la
comunidad, no solo porque no les consta, sino también porque al

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no precisarse el origen de la información resulta anónima y sin


capacidad probatoria; no obstante, sus atestaciones como ya se
dijo pueden utilizarse como prueba de corroboración de ciertos
aspectos que estos hayan presenciado, como quedó puntualizado
en precedencia.

La existencia de los lugares conocidos como plazas de vicio


puede estimarse fundada en la prueba directa de quien las surtía y
del testigo que le compraba al procesado mencionado, mientras
que lo que exponen los patrulleros sobre su ubicación en sectores
que se conocieran son de recibo siempre que les constara, esto es,
pueden dar fe de que el procesado hacía presencia en lugares así
reputados acompañados de jóvenes; lo que a juicio del Tribunal no
es incompatible con las limitaciones de movilidad y afecciones que
padece César Augusto.

Por consiguiente, si bien puede excluirse de lo expuesto por


los patrulleros todo lo conocido a través de otras personas que no
fueron siquiera identificadas, su conocimiento directo en cuanto
pueda servir para reafirmar en determinados aspectos la
sindicación, obra como prueba en contra así no tenga mayor
capacidad de incriminación por sí misma, como ciertamente ocurre
con el episodio de que fue llevado el asistido del apelante, esto es,
César Augusto Cortés, a la Estación de Policía de Santa Cruz, que
apenas da cuenta de su identificación y de que no resulta tan
cierto que se mantenga las 24 horas del día en su casa, como lo
sostuvo su progenitora, hasta el punto que el patrullero Nicolás de
Jesús Muñoz Barrios lo ha sorprendido en su vehículo
consumiendo estupefacientes, circunstancia que de paso revela el
interés de aquella en proteger a su hijo.

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En cuanto a la objeción que edifica la defensa de César


Augusto Cortés Muñetón sobre la credibilidad del testimonio de
Amílcar Cardona ha de decirse que la misma se percibe como
deleznable pues en modo alguno dijo que a todas las plazas las
surtía con la misma calidad de marihuana, sino que por el
contrario, manifiesta que proveía tanto marihuana regular como
cripa, esta última expresión alude a una cannabis sativa de mayor
calidad o concentración, como enseña la experiencia. La censura
que el testigo desconociera el valor del estupefaciente es irrelevante
porque previamente no se ha demostrado que debiera saberlo,
mientras que no resulta cierto que la Fiscalía no demostrara la
pertenencia de Amilcar Cardona a la organización delictiva pues
como se vio, el testigo de referencia admisible si lo ubica dentro de
la organización; además que lo expuesto por el testigo es tan
circunstanciado y lleno de detalles que difícilmente alguien ajeno a
la organización podría dar cuenta de ello.

En cuanto a la censura que se le hace a la credibilidad del


fallecido Gabriel Jaime, testigo de referencia al que aludimos, con
base en el dicho de la madre del procesado, quien diría que su hijo
no había estado en la cárcel antes del accidente en que perdió
movilidad ocurrido en el año 2011, es de reparar que la misma dijo
que no había tenido problemas con la policía, lo cual no resulta
compatible con que fuera conducido a la estación de policía para
ser identificado, igualmente que dice que su hijo permanece las 24
horas del día en la casa, afirmación que es desvirtuada cuando es
contrainterrogada toda vez que reconoce que César Augusto sale en
el vehículo que fue adaptado para ser conducido solo con las
manos. Con este último aspecto se nota que la madre del acusado
mencionado como testigo exhibe su propósito, por demás

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comprensible, de favorecerlo al hacer afirmaciones absolutas que


luego debe relativizar al mostrarse exageradas.

Por esta razón, en la contraposición del dicho del testigo de


referencia y la madre del acusado no es posible inclinar la balanza
de la credibilidad a favor de la última, no solo porque lo expuesto
por el testigo es un hecho tangencial del cual no depende la
incriminación que hacía y que es plenamente comprobable con la
certificación de la respectiva cárcel por lo cual sería extraño e
innecesario que faltara a la verdad, si sus pretensiones eran hacer
una falsa atribución de responsabilidad; pero sobre todo porque
además de desconocerse si antes del accidente la madre seguía tan
de cerca la vida de su hijo, como sostendrá lo hizo después, y
porque la negativa de que hubiera estado en la cárcel no se
circunstanció ni se hizo referencia al año en que dijo el procesado
ocurrió, de modo que por el interés exhibido y su desapego a la
verdad estricta, la Sala le niega la potencialidad de mellar el
testimonio de quien en este específico aspecto la contradice.

Desde otro flanco, el que se diga que carece de antecedentes


penales no constituye lógicamente demostración que no ha estado
en la cárcel, pues se trata de dos asuntos distintos como bien lo
fundamento la funcionaria judicial de conocimiento.

No se trata entonces que se haya desconocido el principio de


presunción de inocencia sino que al respecto no surge duda que
deba resolverse en favor del procesado. De ahí que para el Tribunal
no sea de recibo la argumentación del apelante según la cual se
tergiversó la prueba, pues así no se percibe y el mismo no señala
en qué consiste esa alteración de identidad; en general, los reparos
que de manera genérica se exponen al decir que las pruebas no

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fueron valoradas conforme al debido proceso, desatendiéndose de


la sana crítica sin hacer referencia a qué medio de prueba fue mal
valorado, no tiene capacidad de prosperar, con mayor razón en el
presente caso en que se percibe que la prueba de cargos respecto a
este procesado permite sostener la condena en cuanto define su
responsabilidad, y los aspectos que echa de menos la defensa como
las circunstancias de tiempo, modo y lugar en que se realizaba el
concierto, son precisadas dentro de lo posible en una conducta
permanente.

Tampoco observa la Sala incongruencia alguna entre


acusación y sentencia, pues como se dejó establecido en la
definición del marco teórico de resolución del asunto, no es
menester demostrar los extremos de ingreso y egreso a la
organización criminal, siendo suficiente que se demuestre la
pertenencia a la organización dentro de los límites temporales
atribuidos en la acusación, lo que aquí ocurre cuando se
demuestra con los testimonios señalados en precedencia que el
procesado fungía como coordinador y tenía una plaza de vicio y
otras fuentes de ingreso dentro de la empresa criminal.

La ausencia de prueba concreta de la realización de delitos


específicos que sean producto del concierto no puede ser objeción
válida para desnaturalizar la existencia o responsabilidad en dicha
conducta, puesto que la sanción de este último delito no depende
de la efectividad concreta de los actos de la organización criminal
sino de la mera existencia de esta y la vinculación del procesado a
ella, que es lo que se reprime; las sindicaciones particulares de
delitos cometidos por parte de César Augusto Cortés Muñetón,
salvo el desplazamiento forzado, no hace parte de este proceso, lo
que determina que su demostración sería un asunto impertinente;

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Procesado: Cesar Augusto Cortés Muñetón
Johan Alexis Tavera Posada
Delitos: Concierto para delinquir agravado y
Desplazamiento forzado

aunque en virtud de la agravante referida a la naturaleza de los


delitos hacía cuya realización se dirigía el concierto para delinquir
debe establecerse dichos fines, lo que quedó determinado para este
procesado en el tráfico de estupefacientes de modo genérico y con
referencia precisa a la actividad, como por ejemplo que le vendiera
al testigo Fabio Alexander Ramírez Higuita, así este delito en
específico no le fuera atribuido a César Augusto Cortés Muñetón.

3.4. Aunque no queda agotada la respuesta a la


argumentación de la situación del último procesado mencionado,
pasaremos a examinar la situación de Johan Alexis Tavera Posada,
para luego volver a las restantes censuras que pueden ser
consideradas comunes.

En lo que concierne a la petición que hace el apelante de que


se le aplique la caridad argumentativa para sus alegaciones y su
invitación a que el Tribunal centre su atención en la valoración
probatoria y las pretensiones propuestas en los alegatos de
apertura y conclusión, sea decir, de un lado, que no se percibe
necesaria la aplicación del principio invocado en tanto sus
alegaciones han sido comprendidas y que realmente la efectividad
del mismo está orientado a la dilucidación de alegaciones de legos
en la materia; de otro lado, la referencia genérica a revisiones
oficiosas son incompatibles con un sistema de justicia rogada que
es la que informa la resolución del recurso de apelación en
segunda instancia. No obstante, por la integralidad del juicio, de
ser menester, se evaluarán todos los aspectos que atañen a la
resolución de las específicas censuras que hayan sido formuladas.

Entrando en materia, los reparos sobre la deficiente


investigación son irrelevantes si la prueba obrante logra soportar el

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Desplazamiento forzado

conocimiento requerido para condenar, puesto que no existe en


abstracto el apremio de agotar todas las fuentes de prueba, pero
sobre todo porque un cabal entendimiento del modo como se
obtiene la verdad en el sistema acusatorio, conlleva a que la
defensa sea consciente que, entre otras opciones, puede desarrollar
una defensa activa en la que se indaguen las fuentes de prueba
que la contraparte dejó de lado; ya que es del enfrentamiento de la
verdad del acusador y de la defensa de la que el juez imparcial
define cual es la procedente para determinar la existencia del delito
y su responsabilidad.

Por consiguiente, del hecho de que el investigador Jaime


Alexander San Martín no profundizara en su investigación y
ubicara los inmuebles en los que se le atribuye a este procesado
que cobrara “vacunas” no demerita la prueba, pues de allí no se
colige que no existieran los cobros a los que alude, por ejemplo,
Elizabeth Tatiana Castaño García y por demás, de la conducta que
esta expone, sería de escasa utilidad verificar la existencia del
inmueble, lo que la defensa bien podía hacer si le asistía alguna
duda al respecto o si era de su interés.

Aunque es cierto que los ojos claros del procesado condujeron


al apodo de “el Zarco”, lo que no es verás es sostener que por ese
solo hecho haya sido vinculado a esta investigación y se le haya
capturado, puesto que si bien es sabido que en la organización
delictiva, cuya existencia no es discutida, existen varios zarcos, fue
por el señalamiento directo y reconocimiento de delatores y
víctimas que se identificó y ahora es objeto de persecución penal.

Yerra el sentido lógico del apelante cuando invoca una


contradicción entre los testimonios de Amílcar Cardona y Elizabeth

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Tatiana Castaño con el de Edgar Serna Cartagena en tanto los


primeros le atribuyen la realización de extorsiones o vacunas y este
último lo descompromete de la realización de su desplazamiento,
asuntos que por ser diversos no entran en una relación de
contradicción. Claro está que no puede dejar de acotarse que este
último testigo dio cuenta de las extorsiones de la organización y
también del desplazamiento en el que vincula a otro Zarco, lo cual
reafirma que no fue el simple color de los ojos lo que compromete
al procesado en el concierto. Algo similar ocurre con el testigo
Fabio Alexander Ramírez Higuita pues su exposición no entra en
contraposición con los dos testigos de cargo mencionado y la
alusión a otro zarco ni compromete ni le resta compromiso penal al
procesado.

Por supuesto que lo anterior cobra explicación en dos


aspectos que deben ser considerados, el primero es que en la
organización hay varias personas con el remoquete de “el Zarco” y
el último es que no todas las personas concertadas participan en
todos los delitos máxime si como en el caso bajo estudio se trata de
una organización de gran tamaño, como lo narran los delatores y
se infiere de la amplia presencia en la ciudad que detentan.

Ubicada explícitamente la prueba de cargos que determina la


condena de Johan Alexis Tavera Posada resulta irrelevante
pretender desvirtuarla invocando la prueba que no logra ser de
cargos como lo expuesto por los patrulleros que no conocen al
procesado ni saben de él, o lo expuesto por los testigos Hamilton
Lujan Monsalve y Edwin Andrés Hurtado Ramírez, así como
tampoco del hecho de que estos últimos deban ser investigados por
sus actividades delictivas no surge elemento demostrativo de la

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inocencia del procesado ni mella la prueba de cargos que se radica


en otros testimonios.

La credibilidad del testimonio de Amílcar Cardona Hincapié


tampoco alcanza a ser mellada por su particular forma de
expresarse, propia de la subcultura que la informa; pero la Sala,
revisada su atestación, no encuentra contradicciones significativas
que develen su desapego a la verdad; así, no puede entenderse que
carezca de hilaridad su narración o seriedad por las expresiones
que utiliza tal como que el procesado estaba empayasado, ni es
significativo que no precisara cuánto devengaba en la organización
pues al fin lo hace, así como también describe al procesado y
especialmente lo logra reconocer, aseverando sin ser rebatido un
trato directo con el mismo. De otro lado, que asevere que existía
una estructura criminal y aluda a que era una cosa de locos son
expresiones que responden a su argot y visión sobre la empresa
criminal de la que participaba; pero que no indica en modo alguno
que esté mintiendo.

En lo que atañe a la censura de la credibilidad de Elizabeth


Tatiana Castaño, el Tribunal no encuentra la contradicción que
enarbola la defensa por ser una niña y pagar la vacuna que recogía
el procesado, pues claramente se entiende que era de cuenta de
sus padres y que propiamente el cobro lo hacían era a los
habitantes de su casa. Nótese al respecto que dicha ilícita
contribución se extendía por el tiempo, lo que de por sí sugiere la
posibilidad de que se variara quien hacía la entrega, no obstante la
testigo aclara que el dinero lo daba el padre y alude a que le decía
“vaya dele” lo cual no refleja contradicción y menos insalvable por
los aspectos puntualizados.

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Desde luego el que la testigo pudiera reconocer al procesado


no resulta extraño si sostiene que hasta el año 2011 le cobraron la
vacuna, solo que la defensora, cambiando el sentido de su
atestación, sostiene que fue en el 2004, cuando esta referencia
temporal es al momento en que empezó el pago de las pequeñas
extorsiones por vigilancia.

La testigo precisará que al procesado lo observaba a pie y en


moto, evento este último que concatena con que Johan Alexis
Tavera Posada reconozca usar este tipo de vehículos para su
desplazamiento y se revela objetiva o moderada en sus
sindicaciones al decir que solo lo veía cobrando para la vigilancia y
vigilando. A juicio de la Sala, esta testigo, cuyo dicho ha sido
tomado para demostrar un hecho indicador grave para cobijar la
pertenencia del procesado en el período de tiempo que atribuye la
acusación, merece entera credibilidad.

3.5. Para completar el examen de las censuras efectuadas a


la prueba de cargos, nos ocuparemos de unos reparos comunes,
dejando saldado con lo inicialmente expuesto lo concerniente a la
exigencia de una precisión inlograble sobre diversos aspectos como
extremos temporales o identidad de los concertados, pues el rol
que cumplía cada procesado se encuentra delimitado así no se
conozca la identidad de a quien debían rendir cuentas en todos los
casos.

En común, la defensa objeta que los testigos de cargo


pertenezcan al programa de Protección de Testigos de la Fiscalía
General de la Nación de la que reciben auxilio para su
manutención y resguardo; también censuran una eventual
alteración de los álbumes fotográficos con los que se habrían hecho

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el reconocimiento de los procesados y por último, proponen una


especie de consulta para que el Tribunal se pronuncie sobre si es
un derecho o una obligación de los procesados comparecer en
juicio, específicamente para ser reconocidos. En ese orden se
examinaran estos aspectos.

Cuando se enfrentan organizaciones delictivas poderosas no


es infrecuente encontrar pocas personas dispuestas a atestiguar
contra sus integrantes y en especial sus líderes, lo que se explica
por la capacidad de retaliación en el espacio geográfico que
controlan, por lo cual cuando personas se encuentran motivadas
para denunciar es obligación del Estado preservar no solo la
integridad de la prueba sino también de la persona que la
proporciona, así que la circunstancia de ser un testigo protegido
por sí mismo no demerita el dicho de las personas amparadas por
ese programa. Pareciera que la defensa pretende edificar un indicio
de parcialidad a favor de la Fiscalía por la asistencia y ayuda de
manutención pero tal circunstancia choca con lo regulado en la
Resolución 1006 de marzo 27 de 2016 que en su artículo 138
regula las causales de exclusión del programa de la protección de
testigos y en su literal d) a la letra dice:

“ARTÍCULO 138. CAUSALES DE EXCLUSIÓN. Son causales de exclusión las


siguientes:

(…)

d) Cuando declare o testifique sobre hechos, personas o circunstancias


contrarias a la verdad, calle parcial o totalmente la verdad.

Para acreditar esta causal no se requiere que exista providencia judicial de


fondo que declare la responsabilidad penal por el eventual delito de falso
testimonio. Basta con la simple constatación de tipicidad objetiva, de acuerdo
con la información obrante en el expediente. …”

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Desde luego que lo expuesto es un apremio adicional para


que los testigos se apeguen a la verdad, pues de no hacerlo serían
excluidos del programa, y en ese sentido estar adscrito al mismo no
es sinónimo de estar al servicio de la Fiscalía para mentir, por lo
cual esta mera razón no afecta la credibilidad del testigo que, de
otro lado, no percibimos mellada por la carencia de coherencia o
espontaneidad, por lo que no prospera la censura efectuada que se
fundamenta en una condición que no es ilegal y por el contrario
auspicia que la colaboración con la justicia sea sincera.

En lo que concierne a la objeción de que los álbumes


fotográficos podrían ser afectados en su autenticidad con el empleo
de la técnica de photoshop, los reparos se fundamentan en una
especulación, pues lo importante es aludir en concreto a lo que
ocurrió con los álbumes empleados. Si consideramos la atestación
de quien los elaboró, John Dayro Díaz Almanzar, se tiene que la
imagen de la persona a reconocer no se distorsiona en modo
alguno sino que se recorta la imagen y se ajusta algunos brillos o
contrastes “pero nada más”, mientras que las otras imágenes se le
hacen retoques orientados a lograr una similitud en cuanto a la
tonalidad de brillos.

Por consiguiente, de la mera utilización de la técnica de


photoshop no se sigue que las imágenes a reconocer fueran
alteradas y teniendo a disposición dichos álbumes no hay una
referencia concreta de estas eventuales alteraciones que bien
podría haber sido objeto de la actividad probatoria de la defensa, si
así lo estimaba procedente; en consecuencia, no percibe la Sala
ningún aspecto que la haga dubitar sobre la identidad de las
personas que fueron reconocidas, esto es, de que César Augusto
Cortés Muñetón y de Johan Alexis Tavera Posada fueron

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reconocidos por los testigos que le atribuyen participación en la


organización criminal de Los Triana, cuya existencia y
funcionamiento, como ya se dijo, no ha sido discutida.

Ahora bien, si el reconocimiento no se efectuó por


señalamiento en audiencia pública sino mediante fotografías
reiteradas en juicio, lo que de consuno pide la defensa de
determinar si les asistía la obligación a sus defendidos de
comparecer para ser reconocidos, resulta siendo una consulta, y
sabido de vieja data es que el Tribunal no es órgano consultivo, por
lo cual las reflexiones o consideraciones que ameritaría la
definición del problema jurídico propuesto queda diferido para
cuando este asunto concierna a la resolución de lo debatido,
aspecto que aquí no se hace necesario resolver.

En síntesis, de los motivos expuestos por la defensa de los


procesados y la valoración que hace el Tribunal de la prueba no
surge conclusión distinta a que se demostró la responsabilidad de
los acusados en el concierto para delinquir que les fue atribuido y
cuya existencia no se discute, de modo que se impone la
confirmación del fallo recurrido, pues de otro lado la pena fue
fijada dentro del marco legal y no ofreció reparos de los
impugnantes; con todo, actuando como funcionario judicial de
conocimiento debe aclararse, para efectos de la valoración de la
conducta de que trata el artículo 64 del Código Penal, que debe
hacerse para conceder la libertad condicional en su momento, que
no hay objeción en concedérsela por este factor al sentenciado
Johan Alexis Tavera Posada, pues su participación en el concierto
no revela mayor relevancia y habla bien de su comportamiento el
que en los últimos años se dedicara a realizar una labor lícita.

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En mérito de lo expuesto, el Tribunal Superior del Distrito


Judicial de Medellín, en Sala de Decisión Penal, administrando
justicia en nombre de la República y por autoridad de la ley,

RESUELVE

Confirmar la sentencia recurrida, obra del Juzgado Cuarto


Penal del Circuito Especializado de Medellín, que condenó a Cesar
Augusto Cortés Muñeton y a Johan Alexis Tavera Posada como
autores responsables del delito de concierto para delinquir
agravado, conforme con las razones expuestas.

Esta sentencia queda notificada en estrado y contra ella


procede el recurso de casación que se podrá interponer dentro de
los cinco (5) días siguientes, luego de lo cual se deberá presentar la
respectiva demanda ante este Tribunal dentro del término común
de treinta (30) días.

MIGUEL HUMBERTO JAIME CONTRERAS


MAGISTRADO

PÍO NICOLÁS JARAMILLO MARÍN


MAGISTRADO

MARITZA DEL SOCORRO ORTIZ CASTRO


MAGISTRADA

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