La Interacción en El Grupo
La Interacción en El Grupo
La Interacción en El Grupo
Se parte de la acertada convicción de que el grupo enseña y educa, siendo un medio natural de
crecimiento y desarrollo de aspectos reveladores de la individualidad humana.
En nuestro actual sistema educativo puede comprobarse cómo los aspectos grupales no sólo son
una gran preocupación para profesores y educadores, sino que tienen una gran vigencia y
demanda de estudio. La producción bibliográfica en nuestros días sobre trabajo cooperativo,
técnicas de conducción, dinámica de grupos… referidas a la educación es muy abundante.
La dimensión social del individuo es de tal magnitud y trascendencia que siempre ha constituido
una seria preocupación para la educación en general por ser una de las facetas más importantes
del ser humano. La socialización del niño y del adolescente es un objetivo y una gran finalidad de
la educación que se va adquiriendo a lo largo de un proceso complicado y laborioso en el que la
escuela y los maestros deben empeñar sus mejores esfuerzos, si se tiene presente que, a fin de
cuentas, ninguna educación mejor que aquella que consigue formar personas de una alta valía y
coherencia personal e individual, pero con amplias y positivas repercusiones para el medio social
en el que convive con otros.
El proceso educativo necesita de la interacción comunicativa, la cual, supone una relación personal
que afecta decisivamente a los sujetos intervinientes. Lo que caracteriza a la interacción en el aula
es el esfuerzo relacional en las diversas situaciones, propias de la vida que se generan en el aula.
La interacción acontecida en la clase viene determinada por el sentido de la propia tarea que
concierne al profesor y al alumno; por la incidencia del entorno próximo en el que se desarrolla, por
la estructura socio-organizativa del centro.
En sus interacciones con los compañeros, los niños y niñas aprenden directamente
actitudes y valores.
Proporciona oportunidades para practicar la conducta prosocial y modelos de tal
conducta.
Frecuentemente niños y adolescentes no poseen la perspectiva temporal necesaria
para tolerar demoras en la gratificación. Los compañeros proporcionan modelos,
expectativas, direcciones y refuerzos para aprender a controlar sus impulsos.
Los niños y niñas aprenden a ver las situaciones y problemas desde otras
perspectivas.
Se desarrolla la autonomía.
Fomenta la identidad social, pues es a través de las relaciones con los compañeros
como se desarrolla un marco de referencia para percibirse a sí mismo, dado que esas
interacciones les permiten desempeñar diferentes roles sociales, darse cuenta de sus
similitudes y diferencias con los demás, etc.
Promueve la salud mental: La ausencia de amistades durante la infancia y la
adolescencia parece aumentar el riesgo de desórdenes mentales.
Para que se produzca una interacción positiva entre los compañeros es necesario crear un clima y
dinámica de aula que potencie dicha interacción. Para mejorar la dinámica del aula, debemos:
La escuela ha ido concediendo de una manera gradual y ascendente cada vez mayor importancia
a las habilidades sociales del alumnado. Eliminar los problemas relativos a las habilidades sociales
en la infancia y en la adolescencia es importante por varias razones aunque una de las más
poderosas es la que nos propone Kelly “aumenta la felicidad, la autoestima e integración en el
grupo”. Además, como nos aporta este mismo autor, se considera que la conducta socialmente
competente durante la infancia, constituye un prerrequisito para el desarrollo y elaboración del
repertorio interpersonal posterior de un individuo. La falta de habilidades en los primeros momentos
puede perpetuar las condiciones de aislamiento social, lo cual impide el aprendizaje de otras
nuevas.
El aprendizaje de competencias sociales viene determinado por factores tales como la historia de
refuerzo directo, la historia de aprendizaje observacional, el feedback y el moldeamiento o
perfeccionamiento de las habilidades, la cantidad de oportunidades para practicar.
Para ello, se hace necesario ir definiendo y concretando qué entendemos por ello y las
consecuencias que puede tener en las relaciones que crea entre el alumnado y alumnado-
profesorado.
Para que exista un aula democrática se deben dar dos condiciones: que se dé la participación y
que se acoja a todo el alumnado en base a una igualdad de derechos. Entendemos la participación
en una doble vertiente: Como principio que debe existir en las escuelas y centros de aprendizaje,
pero también como ámbito de aprendizaje dirigido a la intervención y contribución futura del
alumnado a una sociedad democrática. La participación puede educarse de varias formas:
Las relaciones en el centro y el aula son múltiples. La educación es un hecho colectivo y su riqueza
puede estar en esa variedad de relaciones y aprendizajes mutuos.
Generar un trato positivo, pasa por conocer la variedad de circunstancias que se vivencian.
También debemos observar si nuestro grupo está formado por un conjunto de pautas de
comportamiento muy diferentes o semejantes, si el alumnado es o no todavía muy influenciable o
van teniendo su personalidad más definida, si tienden a participar siempre las mismas personas.
Otras pueden crear desigualdades, como el género o la cultura. Aún así en el aula y el centro,
habrá que enfrentarlas como cuestiones que afectan a la persona.
- Alumnado agredido.
- Que siempre intervengan las mismas personas.
- La existencia de personas marginadas.
Nuestra práctica debe estar basada en el diálogo. Detrás de este principio se esconden bastantes
aspectos a tener en cuenta en la práctica: saber ponerse en situación de…, comprometerse a…,
etc. Trabajar desde el diálogo necesita de una doble acción:
En líneas generales, podemos decir que educar al alumno pasa por educar al grupo y para el
grupo, pues ser miembro de un colectivo promueve aspectos individuales que pueden facilitar o no,
entre otros, el aprendizaje escolar.
Bibliografía:
Fernández Prados, J.S. (2000): “Sociología de los grupos escolares, sociometría y dinámica de
grupos”. Universidad de Almería. Almería.
Gil, F. y León, J.M. (1998). Habilidades Sociales: teoría, investigación e intervención. Madrid:
Síntesis.