Guia de Una Mujer para Las Buenas Desiciones
Guia de Una Mujer para Las Buenas Desiciones
Guia de Una Mujer para Las Buenas Desiciones
Título del original: A Woman’s Guide to Making the Right Choices © 2012 por Elizabeth
George y publicado por Harvest House Publishers, Eugene, OR 97402. Traducido con
permiso.
Edición en castellano: Guía de una mujer para las buenas decisiones © 2014 por Editorial
Portavoz, filial de Kregel Publications, Grand Rapids, Michigan 49505. Todos los derechos
reservados.
Todo el texto bíblico sin otra indicación ha sido tomado de la Santa Biblia, Nueva
Traducción Viviente, © Tyndale House Foundation, 2010. Usado con permiso de Tyndale
House Publishers, Inc., 351 Executive Dr., Carol Stream, IL 60188, Estados Unidos de
América. Todos los derechos reservados.
EDITORIAL PORTAVOZ
2450 Oak Industrial Dr. NE
Grand Rapids, Michigan 49505 USA
Visítenos en: www.portavoz.com
Cubierta
Portada
Otros libros
Créditos
1. La vida esta llena de decisiones
2. Siete pasos para tomar buenas decisiones
3. Pon tu día en marcha
4. Aviva la llama de tu corazón
5. Empieza el día con oración
6. Vive más como Jesús
7. Aprovecha tu tiempo
8. Deja tus preocupaciones
9. Elije bien tus amistades
10. Cuida tus palabras
11. Ensancha tu mente
12. Practica tus prioridades: Primera parte
13. Practica tus prioridades: Segunda parte
14. Cuenta con la dirección de Dios
Epílogo: Cómo crear una vida hermosa
Guía de estudio
Notas
1
La vida está llena de decisiones
Hay una sola cosa por la que vale la pena preocuparse. María
la ha descubierto, y nadie se la quitará.
LUCAS 10:42
María tomó una decisión. ¿Puedes recordar cuán necia eras en tus
años de adolescencia, cuando tenías 15 años? Pues bien, no vemos a
María en esa situación en Lucas 1:26-38. Cuando el ángel Gabriel se
le apareció y le habló de la oportunidad de convertirse en la madre
humana del Hijo de Dios, ella pudo negarse. Como sabes, ella estaba
prometida para casarse con un hombre maravilloso llamado José.
Ella sabía que aceptar la voluntad de Dios para su vida significaría
la disolución inmediata de su compromiso.
¿Qué hizo María? Eligió confiar en Dios. Y me encantan sus
palabras en el discurso de aceptación: “Soy la sierva del Señor. Que
se cumpla todo lo que has dicho acerca de mí” (v. 38).
Es tu decisión
Estoy segura de que ya sabes que tus acciones son un asunto de
decisiones. También sabes que algunas decisiones son tomadas por
otros porque están fuera de tu control. No tienes control sobre
asuntos como tu horario de trabajo, los horarios del bus escolar o de
las reuniones de la iglesia.
Ya sabes de qué hablo.
Sin embargo, cada nuevo día trae múltiples decisiones que te
corresponde tomar, ¡a una velocidad de casi una por minuto! Y estas
decisiones, amiga mía, son asunto de tu voluntad. Tienes que decidir
lo que harás y lo que no, cómo actuarás o cómo no. Tienes que
tomar decisiones, lo cual significa que no puedes culpar a otros de
las consecuencias. Espero que, si no estás lista para tomar decisiones
buenas, mejores o las mejores, nuestro tiempo juntas te ayude a
aprender a elegir sabiamente.
Algo más antes de empezar: tú no puedes deshacer una mala
decisión o cualquiera de sus consecuencias indeseadas. Pero sí
puedes decidir que aprenderás de cada mala decisión. Puedes
registrar esas malas decisiones y dejarlas atrás. Con esa
experiencia, y con la ayuda de Dios, te irá mejor la próxima vez.
¡Tomarás una mejor decisión!
Sin embargo, cualquiera que sea la situación, nuestro maravilloso
Dios quiere intervenir y ayudarte a recoger los pedazos de tu vida y
juntarlos de nuevo con la salvación y la gracia que recibes cuando
aceptas a Jesús como Salvador y andas en su Espíritu. Ningún
suceso pasado de tu vida escapa de las manos amorosas del Dios de
todo consuelo, de toda gracia, de toda sanidad, y especialmente el
Dios que te ama incondicionalmente, sin importar cuál sea tu pasado
ni tus malas decisiones. ¡Cuán grande es el Dios que tienes y a quien
sirves!
Pautas de Dios para tomar buenas decisiones
Las pautas siguientes te ayudarán a avanzar en tu día, confiada
en que estás buscando tomar buenas decisiones.
Paso 2: Espera
Detenerse y esperar pueden mezclarse porque se entrelazan de
forma natural. Una vez que te detienes antes de actuar, ganas tiempo
para empezar el proceso de decidir qué hacer… o qué no hacer.
Esperar antes de actuar o reaccionar también te da tiempo para
tomar una verdadera decisión.
Sé que con frecuencia la espera me ha dado la oportunidad de
optar por no hacer nada. En otras ocasiones, esperar me ha dado
tiempo para meditar concienzudamente. Cuando alguien me dice
algo hiriente y ofensivo, detenerme y no actuar me ayuda a no
contraatacar. No guardo rencor contra esa persona. No la regaño ni
la sermoneo. Y el resultado final es que no cometo errores. No
“meto la pata”. No me enredo en mis emociones ni caigo en pecado.
Si tan solo espero en una situación determinada, gano tiempo
para, más adelante o tal vez en el auto, al llegar a casa o al
distanciarme de la situación, poder pensar en lo que pudo motivar a
esa mujer a decirme esas palabras hirientes u ofensivas. A veces, el
amor me ayuda a entender el comportamiento de la otra persona. A
veces el amor exige ir y hablar del asunto, e incluso confrontar a la
otra persona.
Debo decirte que muchas veces, cuando he esperado antes de
actuar o responder, he podido dar a alguien el beneficio de la duda.
Por ejemplo, puede que me entere que la mujer que me ofendió
pasaba por un momento difícil en su casa, y que debo recordarla en
oración. En otras ocasiones, esperar me ha dado tiempo para
recordar que no soy responsable de los actos de los demás, ¡pero sí
completamente responsable de los míos!
Y esperar te da control. ¿Has oído eso de contar hasta diez? Pues
bien ¡eso ayuda! Te da tiempo para mirar a Dios y echar mano de su
fruto del Espíritu que es “dominio propio”, así como “amor, alegría,
paz, paciencia, gentileza, bondad, fidelidad [y] humildad” en
abundancia (Gá. 5:22-23).
Esperar también te da tiempo para vestirte “con la belleza
interior, la que no se desvanece, la belleza de un espíritu tierno y
sereno, que es tan precioso a los ojos de Dios” (1 P. 3:4). Tierno
significa que no provoca a otros, en tanto que sereno significa que
no responde a las provocaciones de otros.
Esperar te da el tiempo que necesitas para ser la mujer sabia que
“piensa bien antes de hablar” y estudia lo que va a decir (Pr. 15:28).
Esperar te da tiempo para respirar hondo, tanto en tus pulmones
como en tu alma, para poder responder como la mujer de Proverbios
31: “cuando habla, sus palabras son sabias, y da órdenes con
bondad” (v. 26).
Me gusta esta broma (que no pretendía serlo) que señala el valor
de la espera antes de reaccionar: “Siempre deja para mañana lo que
nunca deberías hacer”.[4] En otras palabras, esperar y posponer
elecciones, acciones, y reacciones malas, te puede librar de hacer
algo que nunca deberías hacer, en absoluto.
¿Te preguntas cuánto tiempo tienes que esperar? Vuelvo y digo,
que si la casa se está incendiando, ¡no esperes demasiado! (Hago
referencia al incendio porque mi esposo y yo hemos tenido esa
experiencia). Si tienes que llamar al número de emergencias, haz
una pausa mental mientras buscas el teléfono, para determinar cuál
debería ser tu primera acción, pensar en Dios y en su presencia y
cuidado de ti, y esperar en Él para recibir su calma y dirección.
También puedo decirte que en algunos casos he esperado un día,
una semana, un mes, e incluso un año o más antes de saber cuál era
el modo de proceder o la forma correcta de manejar una situación
difícil. Puede ser que en ocasiones también necesites esperar mucho.
Y mientras esperas, y gracias a tu espera, tienes tiempo para
dedicarte a la Palabra de Dios y oír su instrucción. Y puedes gozar
de un tiempo hermoso y reconfortante cuando esperas en Dios en
oración, confiando tu situación en sus manos.
Paso 4: Ora
Primer paso, detente. Hecho.
Siguiente paso, espera. Es difícil, pero está bien. ¡Hecho!
Siguiente paso, escudriña las Escrituras. ¡Hecho! Tal vez ya te
sientas mejor.
Y ahora ha llegado el momento de orar.
(Exhala, ¡qué alivio!) Sea lo que sea que te haya llevado por este
camino de “Siete pasos de sabiduría” fue muy probablemente un
suceso confuso, doloroso o exasperante… o todos los anteriores. Y
los pasos que has tomado han llevado tu mente y tu espíritu a un
lugar más tranquilo. No puedes evitar calmarte cuando te has
detenido, has esperado y has pasado tiempo en la Palabra de Dios.
Todas estas acciones te han llevado a un estado de quietud, reposo e
inactividad. Te han ayudado a poner en orden tus emociones, han
neutralizado tus sentimientos.
Y la decisión de buscar a Dios en oración te lleva a seguir el
mandato de Dios cuando dice: “¡Quédense quietos y sepan que yo
soy Dios!” (Sal. 46:10). O, como lo expresan otras versiones de este
versículo: “¡Ríndanse!”, y “Estén quietos”.[5]
En otras palabras, Dios te llama a dejar a un lado todos tus
afanes, tus preocupaciones, ansiedades, y reacciones de enojo, a
dejarlo todo. Es hora de quitar los ojos de ti misma y de tus
problemas y de volverte y mirar a Dios.
Cuando necesites sabiduría y dirección, ora. Busca a Dios con un
corazón humilde, abierto, sediento, un corazón que sabe que
necesita ayuda y desea recibirla, un corazón que confía en Dios y
que está dispuesto a obedecer sus instrucciones.
Cada vez que sobreviene una crisis en tu día, ¡y eso ocurrirá!, y
que tu día empieza a desenvolverse, tienes que tomar algunas
decisiones. Tienes que enfrentar la crisis, o la decisión, la
confrontación, la emergencia. He descubierto una serie de preguntas
que me planteo (por lo general, cuando oro a Dios). Cuando elevo
mi clamor para recibir su ayuda, empiezan a surgir respuestas que
arrojan luz sobre la confusión y me señalan una solución. Empiezan
a revelarme cuál es la mejor decisión.
¿Por qué hago esto? (lo que alguien me pide hacer o lo que
necesito hacer)
¿Por qué no lo hago?
¿Por qué debería hacerlo?
¿Por qué debería abstenerme de hacerlo?
Las dos primeras preguntas sacan a la luz mis motivos, tanto
buenos como malos. Y las dos últimas revelan mis convicciones
basadas en la Biblia. Sé que puede sonar simplista. Y reconozco que
puede parecer difuso o de poca utilidad. ¡Pero puedo decir que
funciona!
Por ejemplo, digamos que estás desarrollando tu jornada bien
programada. Tu teléfono suena y es una amiga que te pregunta si
quieres que almuercen juntas, si quieres reunir a los niños y
encontrarse en la piscina. ¿Qué haces? Formúlate rápidamente estas
preguntas. Tal vez la respuesta aparezca tan pronto meditas en ellas.
O quizás lo único que necesites sea responder la llamada a tu amiga
en cinco minutos, o quince, o una hora.
También tengo una última pregunta determinante: “Señor, ¿cuál
es la decisión correcta?”.
Lo ideal es que tu objetivo sea permanecer en comunión
constante con Dios en tu mente y en tu corazón mientras transcurren
los minutos, los desafíos, los días. Este era el recordatorio de uno de
mis pastores para su congregación: “Cada vez que Dios te permite
respirar, debes exhalar el aire en oración”. Luego, cuando ocurre la
crisis, ya estás sintonizada con Dios y puedes empezar
inmediatamente a comentársela y a pedir su dirección.
Suena grandioso, ¿no te parece? Como he dicho, esto es lo ideal.
Pero lo opuesto es lo que sucede por regla general. Lo sé porque soy
una persona que “mete la pata” en su andar con Dios, se vuelve
egoísta, descuidada, y distraída. Aparto mis ojos de Dios y olvido
permanecer en contacto con Él. Olvido caminar con Él. O me desvío
del camino que es hacer las cosas a su manera. Y luego, cuando
sobreviene la crisis (y vendrá con toda seguridad) y empieza a
transcurrir mi día, todo me toma desprevenida y no estoy en sintonía
con Dios.
¿Cuál es la solución? ¡Arregla tus asuntos con Dios lo más pronto
posible! Confiesa tu pecado. Reconócelo. Apártate de tus
pensamientos, comportamientos y actitudes que están por debajo del
nivel de perfección y vuelve a sintonizarte con Dios. Entonces, y
solo entonces, podrás empezar a relacionarte con Él por medio de la
oración, tanto si estás enfrentando una crisis de vida o muerte (ya
sabes, un incendio en la casa), como si puedes en efecto detenerte y
sentarte, inclinarte o arrodillarte delante de tu Padre que está en el
cielo y orar. Como reza el dicho sobre las crisis: “Cuando tu mundo
se desmorone, ponte de rodillas”.[6]
Paso 5: Busca consejo
Plauto, el dramaturgo romano el siglo II, señaló: “Ningún hombre
es lo bastante sabio por sí mismo”. O, como afirma la Biblia: “Los
necios creen que su propio camino es el correcto” (Pr. 12:15). Por
eso necesitamos seguir este nuevo paso que es crucial para tomar
buenas decisiones: buscar consejo. Por supuesto, antes de que Plauto
declarara esta verdad, Dios ya la había afirmado muchas veces. En
el libro de Proverbios leemos que “los planes fracasan por falta de
consejo; muchos consejeros traen éxito”, y “sin liderazgo sabio, la
nación se hunde; la seguridad está en tener muchos consejeros”.
También dice que “con buenos consejos los planes tienen éxito; no
entres en guerra sin consejos sabios” (Pr. 15:22; 11:14; 20:18).
He contado con la gran bendición de rodearme de muchas
ancianas que verdaderamente creen en la Biblia, la clase de mujer
descrita en Tito 2:3-5. Y créeme, por medio de mi correspondencia y
de mi ministerio a las mujeres alrededor del mundo, sé que es algo
inusual. Lo que me preguntan con mayor frecuencia es: “Quiero
crecer, y sé que necesito ayuda, pero ¿dónde están las ancianas?”.
Doy gracias a Dios por las mujeres experimentadas de mi iglesia que
han obedecido el mandato de Dios y se han puesto a disposición mía
y de otras mujeres que anhelaban consejo, dirección, aliento, y una
amiga comprometida que orara por ellas.
Y, con el tiempo, yo crecí y maduré, y dediqué mi ministerio a
enseñar la Biblia a las mujeres para que sus vidas sean
transformadas. Con el tiempo, me llegó el turno de transmitir lo que
había aprendido. Y estos siete pasos son parte de esas lecciones
invaluables.
¿Quieres saber cómo hacer de cada día un gran día? Pues bien, he
aquí una primera decisión que no falla: ¡levantarte! Por mi parte, ya
lo hice. Esta es la primera “decisión correcta” y la más difícil que
una mujer debe tomar cada día de su vida. Yo ya la tomé, me
levanté. (Y ni siquiera tuve que apagar el despertador una sola vez).
Tal vez digas: No es para tanto. Todo el mundo, tarde o
temprano, se despierta. Y todo el mundo, tarde o temprano, se
levanta.
Eso es cierto. Y son esas pocas mañanas en las que podemos
dormir hasta más tarde las que anhelamos y amamos. Pero, a decir
verdad, los días en los que dormimos hasta tarde es un placer muy
escaso, que ocurre en vacaciones, o en nuestro cumpleaños. Y lo es
más aún si tenemos niños pequeños y un hogar ajetreado.
Y, ¿qué de nuestros días de trabajo, nuestro día a día? Ya sabes,
los días de la vida real en los que cada minuto cuenta y cada
intervalo de 60 segundos es vital, cuando otros dependen de ti, ya
sea en casa, en el trabajo, o en ambos lugares.
Por excelente que haya sido mi salida de la cama esta mañana, no
fue fácil. De hecho, fue lamentable. Mala. Realmente difícil. (¿He
mencionado el hecho de que hoy es lunes?).
Busca ayuda
Quizás sigo procurando una vida mejor porque fallé tanto en mi
labor de ama de casa (es decir, ¿cómo iba a saber yo que hay que
lavar los frijoles antes de cocinarlos para quitar las piedras y la
arena?) y en mi rol de esposa joven y madre durante los primeros
ocho años. Por eso siempre busco aprender más sobre cómo
administrar bien el tiempo. Y supongo que tú también estás
interesada en buscar ayuda, como lo evidencia el hecho de que lees
este libro.
Cuando mi esposo se matriculó en el seminario, surgió una
magnífica oportunidad para mí. ¡La biblioteca de la universidad era
enorme! Conscientes de que este recurso gratuito era un regalo de
Dios, Jim y yo organizamos nuestras agendas para que yo pudiera
acompañarlo un día de la semana al campus mientras nuestras hijas
estaban en la escuela. Allí podía deleitarme durante horas en las
estanterías y cubículos de la biblioteca mientras él asistía a clases.
Adivina dónde pasé esas horas preciosas. En las secciones de
información práctica de la biblioteca. En la sección de negocios, en
la de administración, en la de autoayuda. ¡Siempre he necesitado
ayuda!
Allí en la biblioteca encontré tesoros maravillosos. ¡No cabía de
la dicha! Saqué un libro tras otro de esos estantes repletos. ¿Libros
de administración? Los sacaba todos. ¿Libros para organizarse
mejor? ¡También los sacaba todos!
En esa etapa de mi matrimonio y de mi vida familiar, apenas
lograba cumplir con todas mis responsabilidades. Tenía una familia
hiperactiva de cuatro personas que iban a toda velocidad en el carril
más rápido y en todas direcciones a la vez. Era la esposa de un
ocupado pastor asociado que a la vez estudiaba para su maestría en
teología. Yo trataba de cuidar mi casa y también de abrir sus puertas
y nuestros corazones para mostrar hospitalidad. Tenía el
compromiso de suplir las necesidades de mi familia al tiempo que
trataba de servir en mi iglesia en algún área del ministerio. Pero le
preguntaba a Dios cómo podía lograrlo.
Ansiaba una vida mejor. Y ya había tomado el primer y gran paso
hacia el cambio y el progreso. Había identificado, catalogado, y
reconocido mi problema principal: mi vida era un desastre.
Junto con esta confesión vino la determinación de no justificar mi
forma desordenada de vivir con excusas como: “Pero no entiendes…
¡somos una familia muy ocupada! Uno de estos días las cosas van a
cambiar y tendré más tiempo para dedicarme a mi casa y a mi
familia… y para cuidar de mí misma”.
Sí, identifiqué el problema, mi problema. Ese fue el primer paso.
Y gracias a mis visitas a la biblioteca, mis lecturas de consejos y la
sabiduría de expertos en manejo del tiempo, estaba avanzando en el
segundo paso, que era actuar para corregir mis defectos. Elegí
avanzar hacia una vida mejor que me procurara algo de paz y orden
para salir del caos.
Oh, sí. Estaba resuelta a buscar una vida mejor. Me cansé de
pensar, e incluso de estallar de vez en cuando y decir: ¡Tiene que
existir una mejor manera de vivir! Es decir, la vida tiene que ser
mucho más que todas mis carreras, apuros, y agotamiento
permanente sin lograr tener una vida ordenada. En vez de eso, me
sentía confundida y fuera de control.
Ahora que traigo esto a mi memoria, y aquellos viajes en el auto
con mi esposo a su biblioteca del seminario (lo cual era mejor y más
barato que cualquier paquete vacacional que pudiéramos costear en
aquel entonces), casi puedo oler el aroma característico de los libros
de tapa dura organizados en filas interminables en aquel edificio
silencioso que se volvió un oasis para mí. Era como el típico niño en
una tienda de dulces, que se pregunta: ¿Por dónde empiezo? ¿Qué
debo escoger primero? ¿Cómo puedo tenerlo todo?
Pues bien, cada vez que encontraba un libro particularmente útil y
sencillo (¡estaba en la etapa correctiva!) sobre administración del
tiempo, le pedía a Jim que lo sacara con su tarjeta de identidad de la
universidad. Luego, durante una semana entera, devoraba el libro y
sacaba apuntes para repasar con la esperanza de mejorar mi caótica
existencia. Sabía que Dios quería que yo estudiara “para tener una
vida pacífica y tranquila”, que me pusiera “como objetivo vivir una
vida tranquila y apacible”, que hiciera “todo de forma apropiada y
con orden”, que tuviera “planes bien pensados” e hiciera “arduo
trabajo”, ocupándome con diligencia “de mis propios asuntos” y
trabajara “con mis manos”. Solo que yo no sabía cómo.[9]
“Pero, ¿cómo?”, seguía preguntando al Señor.
Cara a cara con la decisión #1
Bueno, ¡alabado sea Dios que esos libros llegaron justo a tiempo!
Y esta es la gran estrategia que aprendí de ellos: casi todos
subrayaban que el paso más importante para cualquier éxito era
levantarse a la hora debida. Estoy segura de que estarás de acuerdo
con que esta es una decisión realmente simple, aunque difícil, que
puedes tomar cada día. De hecho, es la primera decisión que debes
tomar a diario, te guste o no. ¿Te levantarás a la hora debida… o no?
Es una elección.
Cada mañana, cuando tu reloj, tu despertador o tu teléfono
interrumpen tu sueño, comprende que en ese preciso momento
podrías tomar la decisión más importante del día.
Permíteme explicarlo. Si te levantas, estás en control de ti misma
y de tu día. (Bueno, ¡al menos controlas cómo empieza! Después de
todo, tienes que dejar espacio para el plan de Dios, las
interrupciones, e incluso las crisis). ¿Por qué puedo afirmar esto?
Porque cuando te levantas, desde el primer minuto, llevas la batuta
de tu día. Tomas el asiento del conductor de tu día, por decirlo de
otra forma. Estás ejecutando tu plan. Estás velando por el desarrollo
de tu día y de tu hogar.
A medida que estudies este libro acerca de tu vida y de tus
decisiones, verás que esta sola elección dirige el curso de cada día.
Verás cómo la decisión #1 afecta la decisión #2… y la #3… y la
#4… y todas las demás decisiones que tomas a lo largo del día. Es
como una larga serie de fichas de dominó bien dispuestas. Cuando
tocas la primera, cae sobre la segunda… y rápidamente todo el resto
de fichas caen sucesivamente. Esto, por supuesto, se conoce como
“el efecto dominó”.
Odio decirlo, pero cuando no te levantas de tu cama a tiempo
para alistar todo “de forma apropiada y con orden” (1 Co. 14:40),
viene el efecto dominó y todo se altera durante el resto del día. Es
asombroso, y aterrador, cómo una decisión que parece insignificante
puede afectar todo lo que sucede las siguientes 24 horas.
Imagen de un “perezoso”
1. Un perezoso no empieza nada.
2. Un perezoso no termina nada.
3. Un perezoso no enfrenta su responsabilidad.[11]
¿Qué quieres hacer mañana? Esta pregunta tiene que ver con tus
metas y sueños. En mi caso, quiero empezar a escribir otro capítulo
de este libro, y quiero comprar un regalo de cumpleaños para una
amiga especial. Una joven amiga de la universidad quiere darse
como regalo de graduación un viaje a Tierra Santa. ¿Y qué va a
hacer mañana? Va a buscar en la Internet paquetes turísticos, un
paso clave para hacer realidad su sueño. Y una abuela que conozco
sueña con organizar una reunión familiar, y trata de trabajar en ello
cada mañana hasta que su meta se haga realidad.
Querer algo significa anhelarlo con fervor. ¿Qué deseo ferviente
quieres convertir en logro mañana? Dale un nombre. Luego
escríbelo en el margen del libro. Y también en tu agenda, o en tu
teléfono celular con la fecha de mañana. Entonces repite el proceso
de ponerle nombre a una meta al final de cada día, y que esto se
vuelva un hábito. Saber lo que quieres lograr mañana para avanzar y
progresar hacia el logro de tus sueños es una estrategia segura para
salir de la cama. De hecho, ¡quizá te sientas tan emocionada que te
levantes antes de oír esa horrible alarma! No estarás arrastrándote de
entre las sábanas. No. Saltarás de tu cama, ansiosa por comenzar tu
día y sus proyectos soñados.
¿Qué tienes que hacer mañana? Querer hacer algo y tener que
hacerlo son dos cosas completamente diferentes. Querer
corresponde al área de los sueños y los deseos. Y tener se refiere a
ocuparse de las responsabilidades. Representa los papeles que
desempeñas. Abarca tus obligaciones y deberes.
Ha llegado el momento de hacer una lista. Elige hacer cada noche
una lista de tareas que debes cumplir. Incluso he oído que la llaman
una lista de “hacer o morir”. Algunos proyectos que deberían
aparecer allí se dan por descontado. Entre ellos están tus
responsabilidades como esposa, madre, ama de casa, hija,
estudiante, empleada o empleadora. Yo personalmente amo mi
hogar, me encanta estar en casa (¡al fin de cuentas allí es donde
trabajo!). Y me encanta que mi casa esté ordenada y limpia. Sin
embargo, algunos días es difícil deleitarse en lavar ocho cargas más
de ropa sucia. Con todo, es una realidad, algo que toca hacer. ¡Y en
verdad es una bendición para mi familia!
Luego vienen los deberes que podrían ser catalogados como
“aguijones en la carne”. Ya sabes, esos que tienes pero no quieres
hacer. Aquellos que son tan difíciles o desagradables que los aplazas
una y otra vez. En mi caso, es poner al día mi correo. Conozco
mujeres a quienes les encanta ir de compras, pero en cuanto a mí, yo
diría que prefiero quedarme en casa y escribir. Aunque por supuesto,
y con bastante regularidad, “tengo” que ir de compras. Es algo que
toca hacer e incluir en una agenda repleta de compromisos y fechas
límite importantes.
Después de escribir tus listas, es hora de tratar de poner las tareas
y los proyectos en orden de importancia. Pregúntate: Si pudiera
hacer solo una cosa mañana, ¿cuál sería? ¿Cuál debería ser? Eso, por
supuesto, irá en el primer lugar de las lista. Como a veces es difícil
establecer prioridades, tengo la costumbre de orar durante el proceso
de tomar decisiones. Quiero y necesito la dirección de Dios cuando
organizo mi agenda. ¡Y tengo buenas noticias para ti! Si lo único
que logras en tu día de 24 horas es cumplir con esa prioridad, puedes
considerar tu jornada como un éxito.
La vida, y cada minuto que la compone, es un precioso regalo del
Señor. Además de la vida que te ha dado, Él también tiene planes y
propósitos extraordinarios para ti. Esto me lleva a pensar en el título
de un libro: No desperdicies tu vida. John Piper, el autor, declara:
Un momento de reflexión
Estoy sentada en mi escritorio, escribiendo por supuesto, ¡y
pienso en ti! Desearía saber cómo ha sido tu caminar espiritual.
Cómo descubriste a Jesús y su ofrecimiento de perdón y salvación,
de una vida nueva. Cómo fuiste educada, si asististe o no a una
iglesia, si tus padres fueron creyentes o no. Cómo Dios ha dispuesto
tu crecimiento espiritual.
Sé que tu historia no es como la mía. Como reza el dicho: “Hay
muchos caminos que conducen a Jesús, pero solo un camino que
conduce a Dios”. Y esto es por medio de su Hijo, Jesucristo. Jesús
nos dice que “nadie puede ir al Padre si no es por medio de mí” (Jn.
14:6). Sea cual haya sido tu camino, y cualquiera que sea el método
que Dios usó para traerte a Él, espero que seas fiel, le des gracias y
le alabes con cada respiro que Él te concede.
En mi caso, Dios abrió las puertas de mi corazón a la edad de 28
años. Tan pronto Jim y yo encontramos una iglesia fuerte y
dinámica, compramos nuestras Biblias cuando éramos ya una pareja
casada durante 8 años. Después de tropezar y fallar, y trastabillar
como esposos y padres de dos pequeñas, nos entregamos a esas
Biblias recién compradas. Sentíamos lo mismo que el salmista:
“Tengo sed de Dios, del Dios viviente” (Sal. 42:2). Sí, vivíamos en
el desierto de California, pero nuestras almas también habían estado
en el desierto, ¡y demasiado tiempo!
¡Jim y yo no nos cansábamos de la Palabra de Dios! Nos nutría.
Nos daba fundamento. Nos fortalecía. Nos sanaba. Y por primera
vez teníamos parámetros para la vida, el matrimonio, y la crianza de
los hijos. Sabíamos que necesitábamos ayuda, y bebimos profunda y
frecuentemente el agua viva de la Palabra. ¡Éramos unos bebés! Es
decir, no sabíamos nada de la Palabra, ni siquiera las historias
conocidas de Jesús y los grandes héroes de la Biblia.
Amábamos la Palabra de Dios con todas nuestras fuerzas, y nos
trazamos la meta de leer en un año nuestras Biblias tiesas y
brillantes. Y ansiábamos tanto entender más acerca de lo que Cristo
había hecho por nosotros, que a esto añadimos la meta de leer el
Nuevo Testamento varias veces al año.
Debo admitir que no se me ocurre haber experimentado alguna
resistencia. Tal vez porque tenía la necesidad de conocer… y era
consciente de ello. Tenía un matrimonio y una familia que
precisaban arreglo y cuidado adecuados. Tenía problemas y
conductas que requerían ayuda radical o eliminación total. Y por
encima de todo, anhelaba con todo mi corazón seguir a Dios. No
quería que nada espiritual o relacionado con Dios se tomara con una
actitud mediocre, sin entusiasmo, tibia, débil, sin ganas. No.
¡Necesitaba saberlo todo! Y cuanto más pronto, mejor.
Y lo extraordinario es que podía tener “todo” en mis manos,
¡cuando lo quisiera! Todo estaba ahí mismo, en mi Biblia. Como
dijo Pedro: “Mediante su divino poder, Dios nos ha dado todo lo que
necesitamos para llevar una vida de rectitud. Todo esto lo recibimos
al llegar a conocer a aquel que nos llamó” (2 P. 1:3). O, dicho de
otra manera, Dios te ha dado todo lo que necesitas para vivir para Él,
para ser una mujer conforme a su propio corazón.
Primero, lo primero
¿Me sigues? ¿Estás ahí, en el punto de rechazar cualquier
mediocridad en tu búsqueda de Dios? (¡Cuánto quisiera que pudieras
oírme orar por ti!).
Entonces, ¿ahora qué?
Bueno, ya que estás levantada y saludas tu nuevo día, es obvio
que necesitas un poco de tiempo para despertarte. Tienes que hacer
la transición de un estado de adormecimiento al de ser una persona
viviente, que respira, cuyo corazón late y puede pensar y funcionar.
Tal vez un poco de café, té, o chocolate caliente, o un gran vaso de
agua te ayudarán a lograrlo. Y caminar un poco activará tu energía.
Mi lema es “empieza con algo pequeño”, ponte en marcha con
actividades que no requieren movimientos rápidos o extenuantes,
pensar demasiado o tomar decisiones importantes. Durante ese
tiempo desearás revisar tu agenda del día para que no haya sorpresas
más adelante, como por ejemplo si oyes pasar el camión de la basura
y te das cuenta de que nadie puso las bolsas de basura en el bordillo.
Espero que en este momento recuerdes la decisión #1, la que
empieza tu día como debe ser. Esa decisión es levantarse en el
momento apropiado para hacer lo que tienes que hacer y lo que
quieres lograr.
No puedo evitar añadir aquí una cita pertinente del calendario de
2012 que ofrecí como regalo de cumpleaños y que se titula “La vida
es dulce”: “El logro de tu sueño está asegurado en el momento en
que te dispones a hacerlo realidad”.[14]Tengo la esperanza y la
convicción de que te has trazado como meta levantarte y ponerte en
marcha para que tus días, y tu vida, sean dulces.
¡Ahora vamos con la decisión #2!
Léela
Simplemente léela. ¡Empieza en cualquier parte! La única forma
equivocada de leer la Biblia es no hacerlo. Puedes encontrar
programas de lectura en muchas Biblia, también gratuitos en línea o
en tu librería cristiana.
Estúdiala
¡Nada más toma un lápiz y subraya al tiempo que lees y estudias
la Biblia! Ora según este modelo inspirado para estudiar tu Biblia:
“Abre mis ojos, para que vea las verdades maravillosas que hay en
tus enseñanzas” (Sal. 119:18). Además, pide siempre a otros que te
ayuden a aprender cómo profundizar más en tu Biblia. He incluido
una guía de estudio al final del libro con ese fin, que es ayudarte a
profundizar en las verdades presentadas a lo largo de este libro.
Esta es otra sugerencia útil, o tal vez dos: lleva a la iglesia un
cuaderno para tomar apuntes durante el servicio y la clase
dominical. Y lo que más me gusta: escribir un diario de lo que
aprendo. Es algo que practico y que es un tesoro inestimable que me
permite leer y revivir el descubrimiento de las verdades de Dios una
y otra vez. Escoge un diario que sea hermoso, inspirador, o alegre.
Y, por supuesto, ¡usa un bolígrafo con tu color de tinta favorito!
Escúchala
No faltes a la iglesia. Y únete a un estudio bíblico para mujeres.
Estas son dos claves para escuchar con regularidad la enseñanza y la
exposición de la Palabra de Dios para que puedas ponerla en
práctica. Mis dos hijas se mudan con muchísima frecuencia. Y lo
primero que hacen en el nuevo sitio al que se mudan es buscar una
iglesia e involucrarse en un estudio bíblico. Esto les permite
empezar rápidamente a hacer nuevas amistadas cristianas.
Memorízala
No hay mejor manera de vivir como Dios quiere que tener su
Palabra en tu corazón y en tu mente, y seguirla. Si las verdades de
Dios se encuentran allí, Él las aplicará a tu vida diaria. Y las usará
para guiarte a tomar decisiones correctas.
Y permíteme que te diga: ¡tú puedes hacerlo! Tú puedes
memorizar. Todo niño memoriza versículos cada semana en su
escuela dominical. Una de mis nietas memorizó el libro de Santiago
cuando tenía 11 años. Como he dicho: ¡tú puedes!
Deséala
Ya sabes la importancia del alimento material. Pues bien, tienes
que considerar el alimento espiritual como algo más importante.
Como declaró Job: “he atesorado sus palabras [la enseñanza de
Dios] más que la comida diaria” (Job 23:12).
Tú decides
Piénsalo nada más: la Biblia es toda tuya todo el tiempo. Y es la
fuente suprema de verdad y de poder. Y es el tratamiento de belleza
más eficaz que opera desde dentro hacia fuera. Y es la guía por
excelencia para tomar decisiones correctas. A medida que la Palabra
de Dios se abre camino en tu corazón, vigoriza tu alma. Y otro
beneficio es que cambia tu forma de verte a ti misma, a otros, y los
sucesos de tu vida.
¿Quieres una vida más satisfactoria y plena? ¡Entonces Dios tiene
buenas noticias para ti! Una vida mejor para ti es tan real y tan
sencilla como tomar la decisión de abrir cada día tu Biblia y dedicar
unos minutos a permitir que Dios te hable de manera personal. Si lo
haces, sabrás qué hacer y cómo manejar cada situación que se
presente. Recibirás las órdenes de Dios mismo, exactamente en su
carta de amor para ti, la Biblia.
Elige orar
Sin embargo, por alguna razón, aunque tenemos esta línea
prodigiosa y única con Dios, nos cuesta trabajo tomar la decisión de
orar. Tuve una conversación muy seria con un grupo de mujeres el
domingo pasado. Como sabrás, pertenezco a una fascinante clase de
escuela dominical para mujeres de todas las edades y en todas las
etapas de la vida. Tenemos recién casadas y mujeres con más de
ochenta años; hay mujeres solteras, esposas de soldados cuyos
esposos están prestando su servicio, mujeres profesionales, y madres
amas de casa. El domingo pasado conversamos en torno a una
lección sobre la oración. Al fin llegamos al punto de los diferentes
tipos de oración, seguido de una conversación sobre lo que nos
impide orar.
El cien por ciento de mis compañeras de clase estuvieron de
acuerdo en que es más difícil programar un tiempo de oración diario
que pasar tiempo en la lectura de la Biblia. Incluso nos atrevimos a
confesar algunas de nuestras oraciones “pretexto”, aquellas que
hacemos para pedir la bendición de Dios para nuestro día, nuestros
seres queridos, todo en una frase como: “Dios, bendice hoy a mi
familia”.
Luego hablamos acerca de las oraciones generales tipo
“comodín”, que se usan, por lo general, para dar gracias antes de
comer.
Y por supuesto, todas conocemos bien la “oración en marcha”
que hacemos mientras conducimos, ponemos a funcionar la
lavadora, o esperamos en fila en el supermercado. Esta sencilla
práctica de oración tiene, no obstante, sus ventajas, como orar por
personas involucradas en un accidente que detiene el tráfico, o por
un hijo que se presenta a un examen difícil, o por tareas difíciles que
enfrentan los esposos, o incluso por nuestros padres cuando
envejecen y sufren problemas de salud.
¡Todo esto es bueno!
Sin embargo, al mismo tiempo todas estamos de acuerdo en que
fue un desafío extremadamente difícil, por no decir una frustración
diaria, hacer una pausa en la frenética agenda del día y sentarnos en
un lugar tranquilo y apartado para dedicar tiempo a una sola cosa:
orar. Con todo, teniendo en cuenta que la actividad de orar es tan
sencilla como inclinar tu cabeza y abrir tu corazón a Dios,
pensaríamos que se ora con más frecuencia y fidelidad de lo que se
hace en realidad.
Les digo, ustedes pueden orar por cualquier cosa y si creen que
lo han recibido, será suyo (Mr. 11:24).
Examina tu relación con Dios. ¿Existe algo que haya creado una
barrera entre Dios y tú? ¿Te sientes distanciada de Él? Entonces
pregúntate: “¿Hay alguna actividad o actitud en mi corazón que
frena mi relación con Dios? ¿Siento la convicción del Espíritu Santo
de que hago algo incorrecto o he tomado una decisión equivocada?
¿O que tal vez me comporto mal, de un modo que le desagrada a
Dios?”.
Si la respuesta es afirmativa, disponte a hacer pronto lo que sea
necesario para enfrentar y remover los obstáculos que te impiden
gozar de una relación abierta y amorosa con Dios, una relación que
te permite hablar con Él acerca de todo, de cualquier tema, incluso
de cómo tomar buenas decisiones. Después de todo, si no puedes
hablar con Dios acerca de las decisiones que debes tomar, si no
puedes comentarle tus opciones, y si no puedes pedirle su dirección
y guía, es muy probable que no puedas tomar decisiones correctas.
Aprovecha el tiempo
El tiempo es un bien perecedero. Y tienes dos opciones con él.
Puedes dejarlo escurrir por tus dedos, gastarlo, o “matarlo” (mi
expresión favorita). Pero también existe la opción bíblica: sacar el
mayor provecho de él. Esta idea de aprovechar el tiempo se
encuentra en Efesios 5:15-16: “Así que tengan cuidado de cómo
viven. No vivan como necios sino como sabios. Saquen el mayor
provecho de cada oportunidad en estos días malos”.
Amiga, en estos pocos versículos se manifiesta la sabiduría
necesaria para usar nuestro tiempo para el mayor propósito y
provecho. El apóstol Pablo escribió 13 libros del Nuevo Testamento,
presidió tres largos viajes misioneros para establecer numerosas
iglesias, predicó a un sinnúmero de personas, y logró todo esto
después de haber pasado la mediana edad. ¿Cómo lo hizo? Escucha
lo que dice acerca del tiempo:
Organízate
¡Qué llamado de atención! Dios te llama a dejar de pensar: Oye,
me queda mucho tiempo para lograr mis sueños y metas. ¿No es
así?
En realidad no. Esa es una conclusión equivocada. Tu tiempo está
en las manos de Dios. No tienes idea de cuándo será tu último día.
Entre tanto, tus días avanzan rápidamente. Se deslizan como por un
tobogán y se aceleran rápidamente como la bola de nieve que gana
impulso a medida que rueda por una pendiente resbaladiza.
Después de este baldazo de realidad, ¿qué puedes hacer con
respecto a las decisiones que tomas frente a tu tiempo, tus días y el
enfoque de tu vida? Espero que me acompañes para que juntas
podamos alistarnos y determinar cómo aprovechar los años que nos
quedan para hacer algo verdaderamente valioso para Cristo.
¿Qué tal si empezamos por algunos recursos temporales? ¡Esa es
siempre una buena primera elección! Puedes empezar por abandonar
algunas prácticas y hábitos que estorban tus mejores esfuerzos para
Cristo. ¿Qué decisiones puedes tomar para cuidarte de que no te
roben más minutos preciosos? ¿Qué decisiones debes tomar para
garantizar que seguirás avanzando en los planes y propósitos de
Dios para ti y para tu futuro? Para empezar, considera lo siguiente:
3. Decide cuidar tu tiempo con las personas. Dios nos creó como
seres sociales. A las mujeres nos gusta estar con gente y rodearnos
de gente. Y esto es normal. No obstante, pasar demasiado tiempo
con otras personas puede impedirte llevar a cabo tus metas de servir
al Señor y hacer su obra.
Están, por supuesto, las personas que tienen prioridad en tu vida,
como tu familia. Estas vidas preciosas deben recibir todo el tiempo
necesario. Pero elige buscar la sabiduría de Dios en lo que respecta
al tiempo que pasas con otras personas que se cruzan en tu camino a
lo largo del día. Algunas personas necesitan tu ayuda, y Dios quiere
que lo hagas. Otras, sin embargo, carecen tal vez de su propio plan,
crean distracciones para postergar o aplazar algo, y les encantaría
que te unieras a sus malas decisiones que toman malgastando su día.
Como a toda mujer, a mí me encanta reunirme con personas con
cualquier excusa. Pero he señalado algunos parámetros para mí
misma. Uno de los más difíciles fue darme cuenta de que, aunque
soy escritora y trabajo en casa, eso no significa que estoy disponible.
Manejo mis días como un empleo que empieza a las 8:00 de la
mañana y termina a las 4:00 de la tarde. Programo en mi agenda
cualquier compromiso después de las 4:00, si es posible.
Otra “alarma contra intrusos” que trato de detectar es cuando me
dicen: “Oye, ¿te gustaría que nos viéramos hoy para almorzar… ir
de compras… tomar un café?”. Lo que trato de hacer es conversar
un rato, ponerme al día en noticias con esa persona en vez de verme
con ella cuando no hay un tema o asunto que tratar. Y si hay un
problema o tema por tratar, programo un encuentro a una hora que
no comprometa mi agenda diaria de trabajo.
¡Es difícil! Siempre lo es. Por lo general, me siento culpable
cuando digo no. Peor que eso, puedo sentir como si me privara de
algo que todos los demás disfrutan. Pero tengo que recordar que si
yo fuera empleada en una oficina, nadie podría llamarme para una
reunión improvisada, y todo el mundo lo entendería.
He aquí la solución para nosotras. Con cada persona con la que te
encuentras, aprende a pedir a Dios sabiduría. Pregúntale, si es el
caso, cuánto tiempo deberías pasar con cada persona. Pídele que te
muestre la necesidad del momento, y luego sigue su dirección.
Pídele que te ayude a evaluar tus compromisos y responsabilidades
para tu día. Pregúntale si esta última interrupción es parte de su plan
o una desviación de tu plan del día, por el que has orado, y de los
logros que necesitas cumplir.
Les diré cuál norma seguí… cuando fui joven y adicta a las
diversiones infantiles: nunca pasar más tiempo en el día en
simple recreación de lo que invertía en mi devoción personal.
[22]
“No se preocupen”
El primer versículo es Mateo 6:25. Cuando lo lees, no puedes
evitar reconocer que nuestro Señor da un mandato, no un consejo, ni
una recomendación financiera, ni una sugerencia, o una idea para
considerar, sino una instrucción para nosotras en lo que respecta a la
preocupación por las necesidades básicas de la vida. Jesús dijo:
Elige no preocuparte
Mi esperanza y mi oración es que veas la preocupación como lo
que es: la elección de un mal hábito que puede y debe romperse.
¿Puedes imaginar siquiera una vida sin preocupación? ¿No te
gustaría tener la salud y la paz en cuerpo y mente que te procuraría
una vida libre de preocupación?
¿No anhelas tener días sin cargas, confiada en Dios y
entregándole cada preocupación a Él para así poder concentrarte en
confiar en su amor y su provisión?
¿No sueñas con tener la energía para enfocarte en servir a otros
sin que se gaste en tu preocupación y ansiedad?
Si cada día eliges no preocuparte, puedes tener todo lo anterior, y
más, y ser completamente libre para servir a Dios y a tus seres
queridos con todo tu corazón, y gozar de paz mental. Busca a Dios
cada día, cada hora, cada minuto, en cada decisión. Él está listo,
dispuesto, y es poderoso para ayudarte a tomar esta decisión crucial
de confiar en Él en lugar de preocuparte.
Pautas de Dios para tomar buenas decisiones…
Elige no preocuparte
Las pautas siguientes te ayudarán a avanzar en tu día, confiada
en que buscas tomar buenas decisiones.
Entender esta relación tan especial que podemos gozar con Dios,
y la amistad que también podemos tener con Jesús, nos lleva a otra
elección que, como mujeres de Dios, tenemos que hacer: elegir
sabiamente nuestras amistades terrenales. Como hijas del Rey y
amigas de Jesucristo, nuestras relaciones con otras personas son
importantes. Como hijas de Dios nos sentamos en lugares de honor.
Por consiguiente, las amistadas inadecuadas o incorrectas traerían
deshonra a nuestra relación con nuestro Padre celestial y su Hijo,
Jesús.
Se me ocurren de inmediato algunos ejemplos en la Biblia de
amistades saludables. Una fue entre David y Jonatán en el Antiguo
Testamento. Puedes leer su historia completa en 1 Samuel 18—20.
Te tomará unos minutos leer los detalles, pero eso te dará una idea
de cómo, aun a pesar de la adversidad, una amistad entre
compañeros alcanzó un gran nivel de lealtad, aliento constante y
compromiso de toda la vida. La amistad de ellos se basó en Dios y
se ancló en Él. Como amigos, se animaban mutuamente a hacer lo
correcto y justo, y a buscar lo mejor para el otro.
Luego encontramos la relación entre dos mujeres: Elisabet, que
era mucho mayor que María, una adolescente (ver Lc. 1—2). María
había recibido la visita del ángel Gabriel y estaba embarazada por
obra el Espíritu Santo. En ese estado viaja para ver a Elisabet y
recibir su consejo. Elisabet saluda a María cuando entra en su casa.
Luego, puesto que ambas se encontraban en el mismo camino de
piedad, se animaron y ayudaron mutuamente. Avanzaron juntas a lo
largo de un período emocionante pero difícil. Ambas mujeres
esperaban la llegada de dos niños únicos y singulares: Jesús y Juan
el Bautista.
¿Eres una mujer muy sociable? Puedes hablar con otros y hacer
amigos fácilmente. O tal vez tengas una amiga inseparable de la
infancia o la universidad. Sin embargo, para muchas mujeres no es
fácil encontrar una buena amiga, especialmente si eres como mis
hijas, que se mudan con frecuencia.
Bien sea que tengas muchas o pocas amigas, seguro que estarás
de acuerdo en que la amistad es una calle de doble vía. Si quieres
tener una buena amiga, tú debes ser una buena amiga. Así pues…
Elige ser leal. No seas amiga solo en las buenas. Estoy segura de
que sabes exactamente a qué me refiero. Hablo de un supuesto
amigo que te abandona tan pronto como sucede algo malo. Son
excelentes amigos siempre y cuando nada se ponga difícil o
complicado. Por lo general, este tipo de amistad es de una sola vía.
Entre tanto que tú hagas las cosas a su manera, estés de acuerdo con
ellos, todo está bien. Pero tan pronto como dices algo contrario, los
enfadas, o tratas de ser tú misma, ese “amigo” desaparece. No quiere
nada contigo.
Ser leal significa apoyar al otro, estar dispuesto a animar y
socorrer. Por eso la lealtad es esencial en cualquier amistad. En la
Biblia, la amistad de David y Jonatán se caracterizaba por una
lealtad a toda prueba, aun en medio de la adversidad. Se amaban y
animaban en el Señor. Permanecieron uno junto al otro en tiempos
difíciles como un par de columnas de piedra. Se conocieron siendo
jóvenes guerreros, y la última vez que leemos sobre su fiel amistad
es cuando David lloró la muerte de Jonatán. La amistad de ellos se
mantuvo incondicional hasta el final. Puedes leer acerca de su
amistad en 1 Samuel 20:14-17.
¿Cómo evalúas tu lealtad como amiga? ¿Eres una amiga “más
leal que un hermano” (Pr. 18:24)? La lealtad de otros empieza con tu
propia lealtad hacia los demás.
Elige animar. ¿Alguna vez has pensado cuán fácil es decir a los
demás todo lo que te parece que hacen mal? Llevan la ropa
equivocada para la ocasión, o se portan mal. ¡Cuánto mejor es
cultivar el hábito de resaltar las acciones y actitudes correctas en los
demás!
Eso es lo que hicieron David y Jonatán. Su amistad se basaba en
su amor mutuo por Dios. De modo que cuando David fue
perseguido a muerte por Saúl, padre de Jonatán, este “fue a buscar a
David y lo animó a que permaneciera firme en su fe en Dios” (1 S.
23:16). Elisabet y María también se animaron y bendijeron
mutuamente en el Señor.
El mensaje de Dios para nosotras es: “Aliéntense y edifíquense
unos a otros” (1 Ts. 5:11). La mejor forma de animar a una amiga es
ayudarle a buscar su fortaleza en Dios. Háblale acerca de las
Escrituras. Oren juntas. Y expresen halagos sinceros. Sé específica
en tus elogios. Señala aquello que aprecias de tu amiga, algo que ves
en su conducta o admiras en su carácter. Resuelve edificar en vez de
desanimar a otros.
Busca amigas
Como cristiana, ya tienes una relación modelo. Jesucristo es tu
amigo. Jesús, el Hijo de Dios, te ha escogido para ser su amigo.
Como a sus discípulos, Jesús te considera su amiga: “Ustedes son
mis amigos... Ustedes ahora son mis amigos” (Jn. 15:14-15). Si
tienes a Jesús como tu amigo, en realidad no necesitas nada más.
Sin embargo, Dios también provee la compañía de otras personas
con quienes puedes y debes tener una amistad. Las mujeres que se
reúnen en la iglesia son un punto de partida.
¿Y qué de hacer amigas con tus vecinas? Hace poco hablé en una
conferencia para mujeres en California y, mientras estaba allí, pasé
tiempo visitando a una antigua vecina que no había visto en décadas.
Fue sorprendente ver que nuestra relación estaba intacta, ¡en el
punto en el que nos habíamos separado hacía tantos años!
Hay otras dos fuentes de las cuales pueden surgir amistades y
que muchas veces pasamos por alto. Una es nuestros padres. Nada
tiene de extraño tener a tu madre o padre como tu mejor amigo. Son
regalos de Dios para ti. Nadie te quiere más ni se interesa más por tu
bienestar que tus padres. Proponte como meta invertir tiempo,
esfuerzo y dinero en desarrollar un nivel más profundo de amistad
con tus padres. Trabaja en ello hoy y cada día. Y en los años futuros
serás bendecida y te alegrará haberlo hecho.
En segundo lugar, también tienes la amistad de tus hermanos y
hermanas. De niña tal vez pensabas: ¿Ser amiga del tonto de mi
hermano? ¡De ninguna manera! O, ¿amiga de mi fastidiosa
hermana? ¡Debes estar bromeando! Pero a decir verdad, tus amigos
a lo largo de la vida vienen y van. Puede que sigas en contacto con
algunos, pero la mayoría de tus amigos seguirán con su vida.
En cambio tu familia es eso justamente, tu familia. Ellos siempre
estarán ahí, especialmente si te esfuerzas por construir y mantener tu
amistad con ellos. Y ese hermano tonto que tienes ya creció, y ya no
es tan tonto. Y esa hermanita fastidiosa es una mujer con su propia
familia. Así que ora por los miembros de tu familia, y por tus
sobrinos. Haz el esfuerzo de mantenerte cercana y vinculada a tu
familia.
Aprende de otros
Por desdicha, la Biblia hace referencia a muchas mujeres que
participaron en la destrucción de otros con su murmuración y
chisme. He aquí algunos ejemplos:
Palabras deplorables
He confesado algunas cosas en mi vida que he lamentado. Una
de las que más deploro haber dicho tiene que ver con una chica a la
que apenas conozco. Cuando estaba con un grupo de amigos en una
fiesta donde pasábamos la noche, empecé a chismear acerca de esta
joven. Hablé a espaldas de ella y dije cosas acerca de ella que no
eran verdad. Finalmente, ella lo descubrió y yo perdí por completo
la oportunidad de ser su amiga. Traté de arreglar las cosas, pero ella
nunca volvió a hablarme.
Fue muy ruin de mi parte tratar de impresionar a mis amigas
chismeando sobre una persona inocente. Proverbios 3:29 dice que
no debo hacer daño a las personas que me rodean. Cuando hablé
chismes acerca de esta chica, le hice daño, y también a Dios. Dios
creó a cada persona de manera especial. Cuando nos burlamos de
alguien, es como si dijéramos a Dios: “Esa chica o ese chico no es
lo bastante bueno para mí”. ¿Cómo podemos hacer eso si esa
persona es lo bastante buena para Dios?
Megan[28]
Murió aprendiendo
¿Empiezas a ver hacia dónde me dirijo en este capítulo? Pues
bien, si aun tienes que adivinarlo, tal vez estas palabras talladas en el
epitafio de un reconocido científico podrían ayudar: “Murió
aprendiendo”. Cada vez que leo este epitafio, me siento inspirada.
A lo largo de los años, he tratado de seguir el ejemplo de este
hombre. Quiero que quienes me conozcan digan de mí que “murió
aprendiendo”. Y, amiga mía, espero que este sea también tu lema
porque no quiero que te suceda lo mismo que pasó en la pequeña
aldea a mi esposo Jim.
Por desdicha, la vida da vueltas insospechadas, y si no estás
preparada, puedes hallarte en un lugar difícil. Puedes despertarte
mañana solo para descubrir que tu sueño de encaminarte en una
carrera específica o de cumplir tu meta de ser una madre en casa ya
no es posible. O tal vez te des cuenta de que ahora eres responsable
de tu propio sustento. O tú y tu esposo han empezado a considerar la
posibilidad de educar a los hijos en casa. ¡Y adivina quién será con
toda seguridad la profesora elegida! (¡Ah!).
Conságrate a ser un aprendiz de por vida. El aprendizaje formal
sucede en los libros de texto y, la mayoría de las veces, dentro de las
paredes de un salón de clases. Pero también existe el aprendizaje
informal. Este tipo de aprendizaje no depende tanto de la capacidad
como de tus intereses, necesidades y deseos personales. Puedes
escoger lo que quieres aprender, ¡y las posibilidades son ilimitadas!
Lo único que tienes que hacer es acomodarlo en tu rutina. Es una
actividad permanente que debe perdurar a lo largo de tu vida.
Por ejemplo, acabo de almorzar con una joven soltera después de
la reunión dominical en la iglesia, y en un mes recibirá su título
universitario en planificación y organización de eventos en una
universidad en línea. En los últimos cinco años ha trabajado media
jornada, servido en su iglesia como directora del ministerio de niños,
jóvenes y jóvenes adultos, y ha continuado sus estudios poco a poco
hasta obtener su título universitario.
Y hay otro tipo de aprendizaje. Después que le extrajeran un
tumor canceroso, una de mis hijas “volvió a la universidad”, por así
decirlo. Casada, con una familia activa y ocupada, eligió dedicar
tiempo a diario, y en la noche, para investigar acerca de la dieta y las
recomendaciones de salud para su condición. Hoy es una
enciclopedia ambulante en el tema de la salud, el ejercicio, la
comida y las vitaminas. Dios la ha usado grandemente para
compartir su amor y su gracia con otros que acuden a ella y se
benefician del tesoro de información que ha recogido en su
búsqueda personal de conocimiento.
Claro, tengo el ejemplo de mi suegra Lois en su edad madura. Y
también pienso en Debbie, mi dulce cuñada, que retomó sus estudios
para obtener un diploma en leyes cuando sus hijos estaban en la
universidad.
Todas estas mujeres maravillosas deseaban aprender, y buscaron
la manera de incluirlo en sus atareadas vidas en medio de tantas
responsabilidades familiares. Ahora bien, ¿dónde encajas tú? ¿Qué
sueñas hacer? ¿Qué vas a hacer hoy para crecer?
Estoy segura de que nada tienes que ver con un estado semejante,
como la rigidez temporal que sufren los músculos cuando se muere.
Aprender es vivir. No estás muerta. Por tanto, asegúrate de no actuar
como si lo estuvieras. Esa es mi oración para ti y para mí.
Elige aprender
Tengo lo que llamo “el hábito de las notas adhesivas”. No puedo
evitarlo. En cada tienda busco las notas adhesivas. En el armario de
mi oficina las hay de todos los colores, tamaños y formas. Y las uso
en mi computadora, en mi calendario, en mi refrigerador, en la
puerta del horno microondas. Incluso en el espejo de mi baño para
que sean lo primero que veo cada mañana. Pues bien, hay cuatro
preguntas que puedes poner en una nota adhesiva en tu espejo, o en
cualquier otra parte. ¡Disfruta tu aprendizaje!
1. Espiritual
Tu salud espiritual es la clave, o el secreto, para ser una mujer
que toma buenas decisiones. La madurez espiritual constituye el
punto de partida para toda tu vida, incluso para tomar las mejores
decisiones. Más aún, no puedes comunicar a otros lo que tú misma
no posees. Y lo mejor que puedes comunicar a otros es tu vida en
Cristo que crece y es dinámica.
Tú y yo debemos comprender que el crecimiento espiritual no es
opcional. De hecho, las Escrituras nos ordenan crecer en gracia y en
conocimiento (2 P. 3:18). El ejercicio espiritual, como el ejercicio
físico, debe ser continuo para permanecer saludable. Considera,
pues, aumentar tus esfuerzos. Nunca puedes vivir de la
espiritualidad del pasado.
He aquí algunas decisiones que puedes tomar para “ejercitarte” a
fin de lograr un mayor crecimiento espiritual:
—Cerciórate de tener tu Biblia a mano cada día… y llévala a
todas partes.
—La Biblia dice que debes orar con frecuencia, fervor,
constancia, en todo tiempo y sin cesar, por todo y en toda
ocasión. Así que… ¡ora!
—Asistir a la iglesia es esencial. No te rindas en la búsqueda de
una congregación hasta que encuentres el lugar que promueve
tu crecimiento espiritual.
—Los cristianos maduros pueden ayudarte a crecer. Busca a
una mujer que pueda aconsejarte.
2. Mental
Se ha dicho que es algo lamentable desperdiciar la mente. Tu
mente es como tus músculos. Usa tus músculos y aumentarán tu
fuerza. Usa tu mente y aumentarán tus capacidades mentales. Dios
quiere que te transformes en una persona nueva al cambiar tu
manera de pensar, a fin de que puedas conocer su voluntad y elegir
hacerla (Ro. 12:2).
¿Cómo puedes desarrollar tu mente? La mejor forma, y la más
sencilla, es leer. ¡Tan fácil como eso! Pero debemos leer con
propósito y discernimiento.
Un pasaje clave que nos señala la importancia de la mente y su
enfoque es Romanos 12:2: “No se amolden al mundo actual, sino
sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán
comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta”
(NVI). Acompáñame a examinar estas palabras:
Dios primero nos lanza una advertencia. “No se amolden al
mundo actual”. Sea que te des cuenta o no, tu mundo (tu sociedad,
tu ambiente) opera con el propósito de amoldarte a su imagen. Cada
minuto te bombardean las influencias del mundo. Dios conoce la
maldad y el poder de arrastrar de este mundo, así que nos advierte
acerca de estar vigilantes y ser conscientes de lo que podría suceder.
En seguida, nos da a elegir. “Sean transformados”. Me encanta
decir “un problema definido es un problema medio resuelto”. Así
que ahora que sabemos a qué nos enfrentamos (las presiones del
mundo), tenemos una elección por delante. Podemos elegir
continuar nuestro camino alegremente, transigir en nuestras
creencias y normas bíblicas, y conformarnos a la imagen del espejo
del mundo que nos rodea. O podemos elegir cambiar y ser
transformadas, que en el texto original en griego significa
“metamorfosis”. Metamorfosis es lo que sucede cuando una fea
larva se transforma en una hermosa mariposa monarca. Este cambio
espectacular, esta transformación, es lo que Dios desea para
nosotros. Por tanto, la pregunta es “¿cómo?”.
Dios ofrece la solución. “Mediante la renovación de su mente”.
Tú eres transformada a medida que tu mente se renueva o que tu
pensamiento cambia por medio del estudio y la meditación de las
Escrituras. Es obvio que la mejor manera de renovar tu mente es
nutrirte continuamente de las verdades de la Palabra de Dios.
Cuando lees, estudias, memorizas y meditas en la Palabra de Dios,
el Espíritu Santo cambia tu actitud, tu manera de pensar y, en última
instancia, tus acciones.
Dios presenta el resultado. “Así podrán comprobar cuál es la
voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta”. Con la Palabra de
Dios en tu mente y en tu corazón serás capaz de “distinguir entre lo
bueno y lo malo” (He. 5:14), y de reconocer, escoger, y vivir la
voluntad de Dios.
En la Biblia (y a lo largo de la historia del cristianismo), el
desarrollo mental empieza siempre con la simple lectura y estudio
de la Biblia. Así que da prioridad a la Biblia. Usa tu mente de la
mejor manera y con el mejor contenido. Cuanto más leas tu Biblia y
otros libros cristianos, más crecerás espiritual y mentalmente.
3. Física
Yo crecí con tres hermanos y un padre que había sido jugador y
entrenador de fútbol. Siempre citaban a Vince Lombardi, uno de los
más grandes entrenadores de los Green Bay Packers. Una de sus
frases favoritas era: “El cansancio nos vuelve a todos cobardes”. Ese
famoso entrenador sabía, como dice 1 Timoteo 4:8, que “el
entrenamiento físico es bueno”.
Estas son tres verdades de la Palabra de Dios que pueden
ayudarte a tomar mejores decisiones en el área física de tu vida:
4. Social
Esta sección no alude a tus fiestas, sino a tus relaciones y
amistades. Las decisiones que tomas en esta área prioritaria de tu
vida son tan determinantes que ya he dedicado un capítulo completo
al tema. Sin embargo, hay algunas ideas más sobre el tema.
Tú y yo estamos en contacto permanente con personas: en casa,
en el trabajo, en la iglesia, en la comunidad, y la lista sigue. No
obstante, debes ser cuidadosa de no caer en el error de tener
demasiados amigos equivocados y muy pocos amigos correctos.
¿Cómo determinas el grado de importancia de estos contactos?
En otras palabras, ¿qué prioridad les das a tu familia, a tus amigos y
conocidos? Para cerciorarte de que vas por buen camino en tu vida
social, considera los cuatro tipos o niveles de personas o relaciones
que conforman tu vida:
Duró tan solo un par de horas, pero cuando terminé, tenía en mis
manos una lista de pautas que me ayudaría a tomar decisiones
durante el resto de mi vida. Me refiero a aquel día memorable que
describí en el capítulo anterior.
Pues bien, escribir esas metas fue la parte fácil. ¡Luego vinieron
años de elegir deliberadamente ponerlos en práctica! Como ves, eres
mayordomo de tu vida. Tienes responsabilidades, funciones y
compromisos que debes manejar fielmente. Y las metas te llevan a
rendir cuentas de una vida que glorifique a Dios de manera más
visible. Tan pronto plasmé en un papel lo que yo creía que Dios
quería que hiciera (y lo que yo soñaba hacer para Él), estaba
obligada a vivir conforme a esas prioridades. Al igual que Timoteo
en el pasaje citado, Dios me desafiaba a presentarme como buen
administrador de la vida que Él me había confiado.
El deseo de mi corazón es ser una mujer que puede dar un buen
reporte a Dios, y estoy segura de que el tuyo también. Y por eso te
preguntas: ¿Cómo puedo ser más diligente? Ahí es determinante
buscar la voluntad de Dios. Ora como Jesús: “no mi voluntad sino la
tuya”. Luego, cuando las Escrituras te ayudan a entender las
prioridades que Dios ha trazado para ti, podrás empezar a fijar metas
que te llevarán al camino del cumplimiento de la voluntad de Dios.
Eso es lo que significa ser un obrero que recibe la aprobación de
Dios.
Recuerda que, tan importante como es entender el plan de Dios
para tus días y años y fijar metas conformes a su plan, también lo es
tomar decisiones diarias para vivir conforme a su voluntad. Una vez
que has establecido tus metas, puedes empezar a ponerlas en
práctica.
Seguimos analizando las ocho áreas de la vida que exigen metas,
de las cuales hemos estudiado la espiritual, la mental, la física y la
social. Ahora, examinemos las últimas cuatro áreas: vocacional,
financiera, familiar, y ministerial.
6. Financiera
Esta puede ser un área difícil para las parejas casadas. Si ese es el
caso, espero que juntos tomen sus decisiones financieras. Pero tanto
si estás casada como si no, lo primero que debes hacer en tus
finanzas es planear un presupuesto. Esto conlleva la responsabilidad
de tomar decisiones que te permitan vivir dentro de ese presupuesto.
Tu presupuesto te permitirá tomar decisiones con toda claridad.
¿Debes comprarte unos vaqueros de diseñador o no? ¿Qué dice el
presupuesto? ¡Tal vez te diga que no!
Y ahora viene la importantísima decisión de dar a Dios. Es
verdad, y una seria realidad, el hecho de que todo lo que tienes te lo
ha confiado Dios. Y Él te pide retribuir una parte. El Antiguo
Testamento te manda a ti, y a todos los creyentes: “honra al Señor
con tus riquezas y con lo mejor de todo lo que produces”. El Nuevo
Testamento también nos insta a acostumbrarnos a “separar una parte
del dinero” y “decidir en [nuestro] corazón” suplir las necesidades
de la iglesia “no de mala gana ni bajo presión, porque Dios ama a la
persona que da con alegría”.[31]
Dos disciplinas, dar y ahorrar, nos han ayudado como familia a lo
largo de los años. Dado que tenemos dinero apartado en nuestra
cuenta de ahorros, estamos mejor preparados para emergencias o
momentos inciertos. (Créeme que hemos tenido que echar mano de
los ahorros durante muchos momentos de dificultad).
Estas son algunas sugerencias para manejar tus finanzas como
Dios quiere. Notarás el hilo conductor espiritual incluso en tu vida
financiera.
Equilibrio. El autor de Proverbios le pidió a Dios: “¡no me
des pobreza ni riqueza! Dame sólo lo suficiente para satisfacer
mis necesidades” (30:8-9). ¿Por qué? Porque “si me hago rico,
podría negarte y decir: ‘¿Quién es el Señor?’. Y si soy
demasiado pobre, podría robar y así ofender el santo nombre de
Dios”. Esta es una perspectiva equilibrada para tus finanzas
personales, ni muy poco ni demasiado.
7. Familiar
No puedo subrayar lo suficiente el hecho de que la familia es tu
prioridad número uno después de tu relación con Dios. Y si eres
casada, amar a tu familia empieza por tu esposo. Cuando eliges
voluntariamente enfocar tu amor y atención en él, todas tus demás
relaciones familiares ocuparán el lugar que les corresponde.
Si tienes hijos, sé lo que yo llamo una mamá “feroz”, una mamá
que se interesa por sus hijos, que realmente cuida de ellos.
Conságrate a amar, guiar, enseñar, entrenar, e incluso disciplinar.
Tus hijos deben recibir la mayor parte de tu tiempo y energía, y de
tus oraciones.
Hay otras personas que también tienen prioridad. No olvides a tus
suegros. Como padres de tu esposo tienen un lugar destacado en tu
lista de prioridades. Haz lo necesario por ser una nuera amorosa,
atenta y respetuosa.
Asimismo, seas casada o no, tienes padres, padrastro o madrastra.
Hónralos. Prodígales tu amor. Pasa tiempo con ellos, y mantente en
contacto con ellos. La mayoría de las mujeres tiene una hermana,
mayor o menor, que es otra relación maravillosa que merece tu
tiempo. Y una de las experiencias más gratas es ver a las tías
derrochar amor, cuidados, tiempo e influencia en sus sobrinos. Dios
te ha dado una rica lista de parientes, tu familia, para amar, atesorar
y bendecir. E incluso si te hallas sin familia, tienes la bendición
adicional de toda la familia de Dios.
8. Ministerio
¿Qué hace una mujer piadosa? Como las mujeres de la Biblia,
¡ella sirve! Las mujeres ayudaron a Jesús, una mujer llamada Dorcas
ayudó a las viudas, y las mujeres de la iglesia en Éfeso atendieron
las necesidades de sus miembros.[32] Tal vez no estés segura de
cuál sea tu área ministerial o tus dones, pero hasta que lo sepas, sirve
de todo corazón. Sirve a todo aquel que se cruce en tu camino. La
buena noticia es que el servicio y las buenas obras son un ministerio
que puedes realizar desde ya. No se necesita entrenamiento para
servir. ¡Elige servir! Como exhorta la Biblia: “Siempre que
tengamos la oportunidad, hagamos el bien a todos, en especial a los
de la familia de la fe” (Gá. 6:10).
Más allá de las buenas obras de tu servicio concreto, busca
descubrir cuáles son los “dones espirituales” de los que habla la
Biblia (1 Co. 12:1-11). Estos “dones” son facultades espirituales que
reciben los cristianos gracias al ministerio del Espíritu Santo (v. 7).
¿Cómo puedes saber cuáles son tus dones espirituales? Empieza
con el servicio. Sé fiel, y crece espiritualmente. A medida que lees,
descubrirás tus dones en las diferentes áreas. Al igual que los dones
y habilidades físicas, los dones espirituales se disciernen y
desarrollan con el uso.
¡Qué libertad tienes y gozas como hija de Dios! ¡Ha sido quitada
la carga de tu fracaso que te impedía vivir para Jesús! El perdón de
Dios te permite experimentar la libertad que resulta del poder
limpiador de Jesús en tu vida.
En los libros que he leído y que tienen un capítulo final, los sucesos
que ocurren en ese capítulo adicional titulado “Epílogo” tienen
lugar, por lo general, en un tiempo posterior, seis meses o cinco años
después. Es la forma en que el autor completa su obra, concluye los
supuestos e interrogantes que pueda tener el lector y los presenta de
forma amena.
Pues bien, para el epílogo de este libro quiero regresar en el
tiempo, volver a una decisión que había tomado. Empecé este libro
describiendo el momento en que yo estaba en la cocina cuando mi
esposo Jim llegó a casa del trabajo. (¿Qué tendrán las cocinas para
que siempre atraigan a la gente?). Como he dicho, ese fue un día
crucial, una decisión crucial que tomé, cuando Jim y yo hablamos
acerca de mis méritos para incursionar en el campo de la enseñanza
de la Biblia, de probar esta nueva clase de ministerio.
Ese fue un tiempo prometedor en mi vida. Sentía que lo tenía
todo dispuesto. Gracias a la Palabra de Dios para mí como esposa y
madre, había trabajado en mi matrimonio y en mi familia durante
unos diez buenos años. No había señales de alarma que indicara que
alguien en mi familia estuviera sufriendo o próximo a una
calamidad. Parecía que ningún asunto grave requiriera mi atención.
Así pues, con el aliento de mi esposo y su apoyo completo, accedí
a la invitación de mi iglesia de dictar un taller en nuestro ministerio
femenil recién establecido. Y cuánto crecí. ¡Y de tantas maneras! Y
cómo Dios usó ese “sí Señor”, titubeante y susurrado, seguido
rápida e inmediatamente de una petición: “Señor, ¡ayúdame!”.
Como ya sabes, fue un momento determinante, aunque sutil, de
mi vida y ministerio.
Ahora déjame contarte acerca de otro episodio, diez años antes,
otra decisión que había tomado.
Fue en la misma casa, en la misma cocina.
Solo que este incidente ocurrió durante mis días de oscuridad, lo
que ahora denomino “los días oscuros”. Sí, era cristiana, aunque un
bebé en la fe. Pero luchaba sin descanso contra la depresión. Aunque
vivía en el soleado sur de California, el interior de nuestra pequeña
casa en la calle Friar era oscura. Cada día lloraba mientras trabajaba
en esa cocina. Lloraba cada día mientras hacía las camas, deseando
acostarme en una de ellas y cubrirme por completo con las mantas,
con la idea de escapar tal vez a la niebla gris que sofocaba mi día y
mis pensamientos.
Pero alabado sea Dios que un día, mientras lavaba los platos en
esa cocina, decidí luchar. En lugar de deslizarme otra vez en el
agujero negro de la depresión, me aferré a algo que había escuchado
en una conferencia cristiana reciente. El conferencista había dicho:
“Todos deben memorizar las Escrituras”.
Con las mejores intenciones, ya había comprado un paquete de
versículos diseñado para ayudar a los cristianos a fortalecer su fe y
confiar en Dios. Y a pesar del desorden en mi casa y en mi labor
como ama de casa, yo sabía dónde se encontraba ese pequeño
paquete. Sequé mis manos, saqué el diminuto paquete de un armario
en mi escritorio, quité la envoltura de plástico, y saqué el versículo
#1.
De vuelta en la cocina, puse la tarjetita en la repisa de la ventana
y empecé a atesorar ese solo versículo en mi corazón. Lo leí en voz
alta, luego lo dividí en frases, y seguí repitiendo esas frases para mí
misma una a una, mientras terminaba de lavar los platos.
Si hubiera sabido más acerca de la Biblia y su contenido, podría
haber mirado ese versículo, que resultó ser Filipenses 4:8, y pensar:
Vaya, ese es un versículo realmente largo. Y se ve complicado. Creo
que escogeré otro, uno corto. Después de todo, apenas soy una
principiante en esto.
Pero no. La dicha de la ignorancia. Seguí con ese versículo. Y sin
redoble de tambores ni efectos especiales, ese versículo se convirtió
en mi gran logro. Sí, este versículo encierra ocho características que
Dios desea ver en nuestros pensamientos. Y la primera fue como
encontrar un tesoro, y Pablo la escribió para sus amigos que estaban
sufriendo: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero… en
esto pensad”.
Al repasar una y otra y otra vez estas ocho palabras, “todo lo que
es verdadero… en esto pensad”, Dios usó su Palabra para mostrarme
la salida de mis tinieblas y mis pensamientos oscuros. Debía pensar
solo en lo que es verdadero.
Lo que puedo decir es que estoy muy feliz de haber escogido
echar mano de esa cuerda salvavidas, ese pequeño paquete de
versículos que llevó a una explosión transformadora en mi
crecimiento cristiano y en mi salud mental y espiritual. Hasta el día
de hoy, todavía recito este primer versículo que memoricé cuando
me doy cuenta de que mis pensamientos se desvían.
Estoy segura de que no te sorprenderá saber mi decisión
posterior: cultivar el hábito de memorizar las Escrituras toda la vida.
1. Dios está dispuesto a oír tus oraciones todos los días y a toda
hora. ¿Qué te revela esto acerca del alcance de su cuidado
por ti? ¿De qué maneras te consuela saberlo?
Decide hacerlo ya
Hebreos 4:16
Nahúm 1:7
Salmo 23:4-5
La decisión de animar
Espiritual
Mental
Física
Social
Mental
Física
Social
Vocacional
Financiera
Familiar
Ministerial
Financiera
Familiar
Ministerial
[1] Steve Farrar, Cómo arruinar tu vida antes de los 40, elec. ed. (El Paso, TX:
Editorial Mundo Hispano, 2009).
[2] Ibíd., p. 15.
[3] Neil S. Wilson, ed., The Handbook of Bible Application (Wheaton, IL: Tyndale
House, 2000), pp. 86-87.
[4] Albert M. Wells, Jr., cita de J. D. Eppinga, Inspiring Quotations (Nashville, TN:
Thomas Nelson, 1988), p. 166.
[5] Curtis Vaughan, ed., cita de R. K. Harrington y La Biblia de Jerusalén,
respectivamente, The Word—the Bible from 26 Translations (Gulfport, MS:
Mathis Publishers, 1991), p. 1033.
[6] Sherwood Eliot Wirt y Kersten Beckstrom, Topical Encyclopedia of Living
Quotations, cita de Fred Beck (Minneapolis, MN: Bethany House, 1982), p. 177.
[7] Roy B. Zuck, The Speaker’s Quote Book (Grand Rapids: Kregel, 1997), p. 290.
[8] Ted W. Engstrom, Motivation to Last a Lifetime [Motivación para toda la vida]
(Grand Rapids: Zondervan, 1984), p. 45. Publicado en español por Vida.
[9] Ver 1 Tesalonicenses 4:11; 1 Timoteo 2:2; 1 Corintios 14:40; Proverbios 21:5;
Proverbios 31:27.
[10] Roy B. Zuck, The Speaker’s Quote Book, cita de Teen Esteem Magazine (Grand
Rapids: Kregel, 1997), p. 165, como se cita en Elizabeth George, Guía de una
joven para las buenas decisiones (Miami: Editorial Unilit, 2011).
[11] Derek Kidner, The Proverbs (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1973), pp.
42-43.
[12] John C. Maxwell, Corramos con los gigantes (Miami: Editorial Unilit, 2003).
[13] John Piper, No desperdicies tu vida (Grand Rapids: Portavoz, 2011),
contraportada.
[14] “Life Is Sweet” 2012 Calendar, ilustraciones de Mary Engelbreit (Riverside,
NJ: Andrews McMeel Publishing, 2011), 31 de agosto.
[15] Roy B. Zuck, The Speaker’s Quote Book, (Grand Rapids: Kregel, 1997), p. 30.
[16] John MacArthur, Comentario MacArthur del Nuevo Testamento: 2 Timoteo
(Grand Rapids: Portavoz, 2012), p. 152.
[17] Gwen Ellis y Sara Hupp, God’s Words of Life for Teens (Grand Rapids:
Inspirio, 2000), p. 29.
[18] Extraído de Elizabeth George, The Heart of a Woman Who Prays (Eugene, OR:
Harvest House, 2012), pp. 23-39.
[19] Jim George, The Bare Bones Bible® Handbook [Guía bíblica esencial]
(Eugene, OR: Harvest House, 2006), p. 79. Publicado en español por Portavoz.
[20] Merrill E. Unger, Unger’s Bible Dictionary (Chicago: Moody Press, 1972), p.
382.
[21] John MacArthur, Liberty in Christ (Panorama City, CA: Word of Grace
Communications, 1986), p. 88.
[22] Arnold A. Dallimore, Susanna Wesley, the Mother of John Wesley (Grand
Rapids: Baker, 1994), p. 15.
[23] Curtis Vaughan, editor general, The Word—the Bible from 26 Translations, cita
de New King James Version, Charles B. Williams Translation in the Language
of the People, Twentieth Century New Testament [, King James Version, y New
English Bible (Gulfport, MS: Mathis Publishers, 1991), p. 1885.
[24] Adaptado de Elizabeth George, Jueces/Rut: Cultiva una vida de integridad
(Grand Rapids: Portavoz, 2002), p. 134.
[25] Joe White y Jim Weidmann, eds. gen., Spiritual Mentoring of Teens [Guía para
el crecimiento espiritual de los adolescentes] (Wheaton, IL: Tyndale House,
2005), p. 525. Publicado en español por Casa Bautista de Publicaciones.
[26] A. Naismith, 12,000 Notes, Quotes, and Anecdotes (London: Pickering &
Inglis, 1975), p. 97.
[27] Basado en un pasaje de Gene A. Getz, The Measure of a Woman (Glendale,
CA: Regal Books, 1977), p. 32, como se cita en Elizabeth George, Growing in
Wisdom & Faith—James [Santiago: Crece en sabiduría y fe] (Eugene, OR:
Harvest House, 2001), p. 89. Publicado en español por Portavoz.
[28] God’s Words of Life for Teens (Grand Rapids: Zondervan, 2000), p. 103.
[29] William Peterson, Martin Luther Had a Wife (Wheaton, IL: Tyndale House,
1983), p. 27.
[30] Allan Petersen, For Men Only (Wheaton, IL: Tyndale House Publishers, 1974),
p. 24.
[31] Proverbios 3:9; 1 Corintios 16:2; 2 Corintios 9:7.
[32] Lucas 8:1-3; 24:1; Hechos 9:36; 1 Timoteo 5:3-10.
[33] William McDonald, Enjoying the Proverbs (Kansas City, KS: Walterick
Publishers, 1982), p. 24.