Esperanza en Medio Del Dolor - R - Kristen Wetherell
Esperanza en Medio Del Dolor - R - Kristen Wetherell
Esperanza en Medio Del Dolor - R - Kristen Wetherell
Prólogo
Introducción
1. El evangelio hace la diferencia
2. Su poder en tu debilidad
3. Aflicción y adversidad
4. Cuando te sientes agobiada
5. Más grande que mi dolor
6. Paz en medeio de la confusión
7. Los desvíos de la vida
8. El silencio de Dios en nuestras tormentas
9. La persecución no debe sorprendernos
10. La oportunidad de tu sufrimiento
11. Cuando ya no puedes más
12. Evitando la amargura y la insensibilidad
13. El camino solitario hacia la cima
14. Nunca sin propósito
15. Cómo ofrecer verdadero consuelo
16. Cómo el sufrimiento te puede cambiar para bien
17. La libertad de no tener el control
18. Dios es el gran jardinero
19. Contentamiento durante las crisis: una oración
20. Catorce razones para alabar a Dios en medio de las
pruebas
21. Viviendo para lo que no se ve
22. Aún no hemos llegado
23. Una casa no hecha por manos
24. Invierte tus gemidos
25. Él nos ha dado el Espíritu
26. Buena tierra para dar fruto
27. La resurrección nos capacita ahora mismo
28. Dios puede lidiar con tus emociones
29. Cuando Dios no parece ser bueno
30. Verás a Jesús
Agradecimientos
Notas finales
“No había terminado de leer la introducción de este libro y ya había
pensado en varias amigas que necesitan este bálsamo para sus co-
razones agotados. Kristen y Sarah usan los recursos que el Dios de
toda consolación, gracia y esperanza les ha provisto en su propio
caminar para ministrar a otros que también estén sufriendo”.
— Nancy DeMoss Wolgemuth, autora, presentadora/maestra de Aviva
nuestros corazones
medio del dolor te invita a ver la luz de Jesús en los momentos de oscu-
ridad. A medida que leas, pídele a Dios que te ayude a escuchar Su
voz, y verás como Él da ánimo y consuelo a tu corazón”.
— Karl Clauson, presentador de radio en WMBI;
"Kristen y Sarah hablan con una frescura que sale de su amor por
las Escrituras y su experiencia de caminar con Dios a través del su-
frimiento. Su fe y valentía te darán la fortaleza para perseverar aun
cuando estés cansada de luchar”.
— Colin Smith, Pastor principal, The Orchard Church; Presidente, Unloc-
king the Bible
“Es bueno tener un libro escrito por personas que aún están en me-
dio del sufrimiento, quienes nos muestran cómo aplicar el evangelio
en nuestras luchas para poder perseverar y también crecer a través
de ellas. El libro es honesto, pero no está centrado en nosotras.
Será un recurso invaluable para aquellos que estén sufriendo, y
también para aquellos que buscan sostener y animar a los que su-
fren”.
— Barbara Sherwood, miembro del London Women´s Convention Commit-
tee
#EsperanzaEnElDolor
Traducido del libro Hope When It Hurts: Biblical Reflections to help you grasp God’s Purpo-
se in your Suffering © 2017 por Kristen Wetherrel & Sarah Walton. Publicado por The Good
Book Company.
A menos que se indique lo contrario, las citas bíblicas han sido tomadas de La Nueva Biblia
Latinoaméricana de Hoy © 2005, por The Lockman Foundation; las citas bíblicas marcadas
con la sigla NVI han sido tomadas de La Santa Biblia, Nueva Versión Internacional © 1986,
1999, 2015, por Biblica, Inc., usada con permiso; las citas marcadas con la sigla NTV, de
La Nueva Traducción Viviente © 2010 por Tyndale House Foundation; las citas marcadas
con la sigla LBLA, de La Biblia de las Américas © 1986, 1995, 1997 by The Lockman Foun-
dation.
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida,
medio, ya sea electrónico, mecánico, fotocopia, grabación, u otros, sin el previo permiso
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SDG
prólogo
~ enfocarnos en agradarle a Él
~ persuadir a otros
la historia de kristen
En mi tercer año de universidad, la vida sana y sin dolor que había
conocido hasta ese momento comenzó a desintegrarse. En un pe-
ríodo de seis años, pasé de correr carreras, actuar en teatro y estar
llena de energía a vivir con debilidad perpetua, movimientos limita-
dos y fatiga crónica —a las 8:30p.m. ya estaba lista para dormir. Me
había mudado a Nueva York para lograr mi sueño de ser una actriz
profesional, pero en poco tiempo tuve que regresar a casa, exhausta
y adolorida. Sabía que algo no andaba bien, pero ningún doctor po-
día darme una respuesta. Cada nueva consulta me dejaba con el
signo de interrogación de la derrota, mientras repetían la típica res-
puesta fácil: “Estás bien. Eres joven. Vuelve a casa”.
Sin embargo, los problemas se agravaron con el paso de los años.
Si me pasaba el día tecleando en el trabajo, mis brazos y manos se
paralizaban del dolor, al punto que no podía hacer tareas simples
como abrir una jarra, lavar ropa, incluso sostener un lápiz. El mismo
dolor intenso me empezó en las rodillas y pies, y mi habilidad de ha-
cer ejercicio —aun de hacer caminatas cortas— se desvaneció por
completo. La fatiga me arropaba y aplastaba como si fuera una ola
enorme. Sentía que me arrastraba en medio de una densa niebla
que me impedía mantener el enfoque y cualquier sensación de nor-
malidad.
Después de seis largos años, mi esposo Brad y yo fuimos a ver a
un doctor experto en la enfermedad de Lyme, porque mis síntomas
parecían alinearse con lo que sabíamos de la misma. El día que la
enfermera nos llamó para confirmarlo fue amargo y dulce a la vez.
Fue bueno tener una respuesta, pero fue aterrador darnos cuenta
del camino que estaba por delante. Pero por la gracia de Dios, y
después de años de tratamiento, creemos que la enfermedad de
Lyme se ha ido (¡algunas noches me acuesto más tarde que Brad!).
Aun así, como a veces le decimos a las personas: “La guerra está
ganada, pero la ciudad quedó asolada”. Mi cuerpo ha quedado debi-
litado y me quedan años de rehabilitación; algunos días son largos,
difíciles e incómodos. Mi lucha con el dolor es diferente ahora, pero
sigue siendo una lucha diaria con el desánimo por el poco sueño, la
fragilidad de un cuerpo quebrantado y el reto de perseverar con es-
peranza.
la historia de sarah
Sin entrar en mucho detalle, durante mis cuatro años de secundaria
experimenté bullying junto con un tipo de abuso de parte de mis
compañeros. Al mismo tiempo, circunstancias que estaban fuera de
mi control trajeron cambios devastadores a mi vida, de los cuales el
más difícil fue el final de mis sueños de atletismo. Todo eso me hizo
caer en una espiral descendente, y condujo a un desorden alimenti-
cio, a la destrucción de la relación con mis padres y a una profunda
depresión. Fue mientras estuve hospitalizada por la depresión que
decidí que debía dejar de tratar de vivir para Cristo y para el mundo
a la vez, y que debía comprometerme a seguir a Cristo solamente.
Por un tiempo mi vida parecía haberse normalizado. Conocí a mi
esposo a los veinte años de edad, y para mi gran sorpresa ya era
mamá a los veintitrés. Eso fue hace más o menos una década. Los
últimos diez años han sido grandemente marcados por la pérdida.
Desde una edad temprana, nuestro hijo mayor comenzó a demos-
trar un comportamiento que era desafiante y destructivo, y ha causa-
do una década de confusión y caos en nuestro hogar. Incontables
exámenes y evaluaciones parecían dejar a los médicos perplejos, y
al final lo único que obtuvimos fue una gran carga financiera y mu-
chos temores. Todo se vio afectado por su enfermedad.
Al mismo tiempo, mi propia salud física empeoró. Mi enfermedad y
dolores crónicos aumentaban con cada parto, dejándome cada vez
menos capaz de funcionar —además de una lesión en el tobillo que
me impidió seguir haciendo muchas cosas que amaba. Y mientras el
trastorno de mi hijo continuaba intensificándose, la confusión y el
dolor comenzaron a apoderarse de nuestros otros hijos, y nuestro
matrimonio comenzó a sufrir bajo el peso de todo eso. Cuando está-
bamos en nuestro punto más bajo, convencidos de que ya no po-
dríamos aguantar nada más, mi esposo perdió la mitad de su salario
y nos vimos forzados a vender la casa de nuestros sueños y mudar-
nos a una casa de alquiler más pequeña, mientras los gastos médi-
cos continuaban apilándose. Nuestra familia estaba en crisis. Está-
bamos destruidos y preguntándonos dónde estaba Dios y qué era lo
que estaba haciendo. Me encontré a mí misma batallando contra la
desesperación, la desesperanza y profundas preguntas sobre la fe
que nunca antes había enfrentado.
En el 2015 nos refirieron a un grupo de médicos que me diagnosti-
caron con la enfermedad de Lyme. No pasó mucho tiempo antes de
que los exámenes revelaran que había contagiado a nuestros cuatro
hijos y a mi esposo. Aunque ya tenemos claridad sobre uno de los
enemigos que estamos enfrentando en casa, ahora tenemos nuevas
batallas ante nosotros: contra tratamientos costosos y consumidores
de tiempo, contra dudas y confusión constantes, y todo esto sin la
garantía de una sanidad completa. Y luego está la soledad, porque
la enfermedad de Lyme revela con mayor intensidad la agresividad
de mi hijo, algo que dificulta hacer actividades familiares normales y
además nos deja cansados y quebrantados por sus muchos efectos.
Nuestros días siguen estando llenos de incertidumbre mientras
afrontamos los altibajos de la condición de mi hijo, de la enfermedad
de Lyme en mis cuatro hijos y de mi propio dolor y fatiga. En cada
momento debo tomar la decisión de resistir en las trincheras y no
dar paso a la carga aplastante de las circunstancias que me rodean.
Con amor:
capítulo uno
el evangelio
hace la diferencia
“Pues Dios, que dijo: ‘De las tinieblas resplandecerá la luz’, es el
que ha resplandecido en nuestros corazones, para iluminación del
conocimiento de la gloria de Dios en el rostro de Cristo”.
2 Corintios 4:6
Nuestra rebelión contra Dios fue lo que nos sumergió en las tinie-
blas. Es lo que nos impide disfrutar de la vida y la luz de la presen-
cia de Dios, y creer que Jesús es el Dios que nos hizo y que sabe lo
que es mejor para nosotros. Quedamos ciegos espiritualmente, y
eso significa que perdimos la capacidad de ver la belleza de Dios,
de confiar en Sus propósitos, de honrar Su autoridad y de habitar
cerca de Él —para siempre.
Y el pecado no solo afecta a la humanidad de manera espiritual;
también ha causado sufrimiento físico, mental y ambiental. Es la ra-
zón por la que estoy acostada en el sofá en este momento.
Ahora bien, eso no significa que tengo dolor porque estoy pecando.
El sufrimiento no es necesariamente un resultado directo de nuestro
propio pecado, pero sí es un resultado directo de la entrada del pe-
cado al mundo. Fue la rebelión de Adán y Eva contra Dios en el jar-
dín del Edén (Gn 3) lo que causó la muerte física y espiritual, las re-
laciones rotas y las experiencias difíciles, confusas y trágicas que
enfrentamos cada día.
Esto es, sorprendentemente, parte de una buena noticia —¡aunque
no lo parezca! Si el sufrimiento no tiene explicación —si se trata me-
ramente de la desalineación de algunos átomos, un caso de mala
suerte ante un universo ciego— entonces el sufrimiento no puede
tener solución. Pero el sufrimiento general de la raza humana es
una consecuencia del pecado. Y el evangelio es la buena noticia
para los pecadores…
el sufrimiento va a terminar
Lo que Dios está haciendo en nuestras almas llegará a su clímax
cuando Jesucristo regrese para darle el golpe final a la muerte. Ya
no habrá más lágrimas, gemidos ni dolor, pues Él restaurará esta
creación y llevará a los creyentes a su hogar y gloria final (ver Ap
21:1-4); el reino temporal del pecado llegará a su fin, y así mismo to-
dos sus efectos. Veremos claramente la deslumbrante maravilla de
“la iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en el rostro de
Cristo” (2Co 4:6), al poder finalmente ver a nuestro Señor y Salvador
cara a cara y adorarlo por la eternidad en la perfección del cielo.
El evangelio te dice por qué existe el sufrimiento, pero también te
dice cómo termina el sufrimiento. Debido a que la luz de Jesucristo
ha resplandecido en nuestros corazones, la oscuridad eterna ha
sido derrotada, y nuestra oscuridad presente está siendo transfor-
mada.
Necesitamos el evangelio de Dios para sufrir bien. Lo necesitamos
cada día, y nunca más que cuando la vida duele. Mientras más lo
entendamos, y mientras más lo recordemos, más precioso será para
nosotros. Sin el evangelio, el sufrimiento no tiene sentido (¡y este li-
bro tampoco!). El evangelio es lo único que puede transformar nues-
tro sufrimiento. Amiga, este es solo el comienzo de nuestro caminar
juntas —¡hay mucho más por venir!— pero recuerda que también es
la base para todo lo demás.
reflexiona
~ ¿Qué esperas sacar de la lectura de este libro? Al final de este
tiempo juntas, ¿cómo esperas haber cambiado?
~ ¿Hubo alguna parte de este capítulo que fuera nueva para ti?
¿Te cuesta creer algún aspecto del evangelio? Si tienes pre-
guntas, me gustaría animarte a que hables con una cristiana
madura o con el pastor de una iglesia bíblica, y a que leas el li-
bro de Romanos.
~ Tómate un tiempo para meditar en las formas en que la obra de
Cristo impacta tus aflicciones y dificultades.
ora
su poder
en tu debilidad
“Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la extraordi-
naria grandeza del poder sea de Dios y no de nosotros”.
2 Corintios 4:7
exponiendo y protegiendo
La debilidad puede llegar a sacar lo peor de nosotros. El orgullo
suele ser lo que nos hace reaccionar negativamente ante el sufri-
miento. Como nos gusta sentir que tenemos el control y que somos
fuertes, etiquetamos como “malo” e “inconveniente” a todo lo que
obstaculice nuestros planes y habilidades.
Sin embargo, Pablo entiende que Dios está usando su debilidad
para exponer su pecado y protegerlo del orgullo. El infierno está lle-
no de personas autosuficientes que pensaron que no necesitaban
ayuda. Dios va a usar tus debilidades para exponer tu pecado, mos-
trándote lo fácil que es que tu corazón se aferre a cosas como la au-
tosuficiencia, el control y la comodidad. También usará tu debilidad
para protegerte de los pecados que surgen cuando tenemos una
vida fácil: orgullo, egoísmo, codicia, pereza e ingratitud, por mencio-
nar algunos.
guiándonos a depender de el
Cuando Dios saca a la luz nuestro pecado y nuestra fragilidad a
través de la debilidad, no nos deja sin esperanza —Él nos guía ha-
cia Cristo. Pablo rogó tres veces al Señor por esa espina en la car-
ne. La incapacidad lo llevó a orar. Y la debilidad lo guió a considerar
cuál era el propósito de Dios.
Cuando te sientes débil, ¿te preocupas más por ser liberado del
dolor, o te dedicas a clamar al Señor en medio del dolor? ¿Piensas
en lo que Dios podría estar haciendo para ayudarte espiritualmente
y le pides que te ayude con el dolor?
Pablo sabe que Dios es capaz de quitarle esa espina si quiere ha-
cerlo, pero él confía en los propósitos del Señor. ¡Así que se dedica
a orar! Pablo tiene una perspectiva correcta de la pureza y la fortale-
za de Dios, así que se acerca a Él con humildad; y sabe que Dios lo
ama y que está ahí para él, así que se acerca a Él con confianza. Tú
puedes hacer lo mismo.
Tu Padre está cerca de ti gracias a Jesucristo. Su presencia y cui-
dado son tu consuelo y fortaleza. Deja que la debilidad te lleve a de-
pender de Cristo a medida que le entregas tus peticiones al Padre
con confianza, pues Él escucha tus oraciones y siempre hace lo que
es mejor para ti.
exhibiendo su fortaleza
Esto es algo que no me sale de manera natural cuando mi dolor es
casi insoportable:
reflexiona
~ ¿A qué área de debilidad necesitas aplicar el evangelio hoy?
~ ¿Conoces a alguien que esté pasando por tiempos de debilidad
a quien puedas dar razón de la esperanza que hay en ti?
~ ¿Has considerado que el poder de Dios se manifiesta más cla-
ramente cuando dependes de Él? ¿Cómo podría esto cambiar
la forma en que oras? Tómate un tiempo hoy para meditar en
esta verdad, y agradécele a Dios por cómo redime incluso tus
aflicciones.
ora
aflicción y
adversidad
“Afligidos en todo, pero no agobiados…”.
2 Corintios 4:8
recuerda la realidad
En esos momentos, tú y yo necesitamos considerar la realidad de
este mundo:
Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas
cooperan para bien, esto es, para los que son llamados con-
forme a Su propósito (Ro 8:28).
“Caigo en el mismo pecado; creo que nunca seré libre de esta lu-
cha”.
Pero ahora, habiendo sido libertados del pecado y hechos
siervos de Dios, tienen por su fruto la santificación, y como
resultado la vida eterna (Ro 6:22).
reflexiona
~ ¿Por qué estás ansiosa en este momento? ¿Puedes reconocer
algún área de incredulidad que esté produciendo esa ansie-
dad? ¿Será que tu preocupación se debe al deseo de tener
todo bajo control?
~ ¿Cómo sería tu vida si vivieras por fe en tu Padre celestial, en
vez de estar preocupada?
~ ¿Cuáles ansiedades debes echar ahora mismo sobre Dios?
ora
cuando te
sientes agobiada
“Afligidos en todo, pero no agobiados…”.
2 Corintios 4:8
y por Sus heridas (llagas) hemos sido sanados (Is 53:4-5).
la cruz y el ahora
¿Pero qué decimos del ahora? Nos espera una eternidad de gozo
con Cristo, que es más que asombroso, pero ¿qué de nuestras aflic-
ciones presentes? ¿Qué tiene que ver la cruz de Cristo con las pre-
siones del día de hoy?
La cruz nos dice que Dios no nos está condenando. Si has confia-
do en Jesús, entonces Él ha sido castigado por tu pecado —todo tu
pecado: pasado, presente y futuro. Dios nunca te va a condenar.
Puedes estar segura de que tus pruebas no son expresiones de la
ira de Dios, porque toda esa ira fue derramada sobre Jesús. No hay
condenación para aquellos por quienes Cristo pagó.
Así que cuando empieces a pensar que tu aflicción es un castigo
de Dios por algo que hiciste, recuerda la cruz. Si piensas que no
puedes ir a Dios en adoración y oración cuando estés sufriendo, re-
cuerda la cruz.
Sí, algunas aflicciones son consecuencias naturales de nuestras
decisiones pecaminosas, pero la consecuencia final fue clavada en
la cruz cuando Jesús cargó con todos nuestros pecados. Y el propó-
sito de Dios nunca será castigar a Sus hijos, aun cuando pequemos
contra Él. Puede que nos esté disciplinando para que podamos ver
que estamos alejándonos de Él. Pero gracias a la cruz, puedes estar
segura de que Dios no te va a condenar.
La cruz significa que Dios está a favor nuestro y nos ama —aun
cuando no podamos ver Sus propósitos; aun cuando no podamos
ver el objetivo de Su disciplina; aun cuando el sufrimiento parezca
inútil. Gracias a la cruz somos libres para ver los sufrimientos diarios
a la luz del amor de Dios y de Su obra a nuestro favor. Sabemos
que Dios está con nosotros, no contra nosotros, porque nos dio a
Jesús.
El autor y predicador Jared Wilson escribe lo siguiente:
reflexiona
~ ¿Cómo te presionan tus aflicciones? ¿De qué manera te sien-
tes cargada por ellas?
~ ¿Cómo cambia tu perspectiva de tus aflicciones presentes
cuando consideras los pecados por los que Jesús fue abatido?
¿Cómo cambia tu forma de ver tus tribulaciones saber que Je-
sús te ama tanto?
~ ¿De qué manera podrías ser más intencional en meditar en el
amor de Dios por ti?
ora
más grande
que mi dolor
“Afligidos en todo, pero no agobiados…”.
2 Corintios 4:8
Oh Jesús, avívame.
reflexiona
~ ¿A dónde acudes cuando el dolor en tu vida parece insoporta-
ble?
~ ¿Echarás todas tus cargas sobre tu Salvador, confiando en que
Él es lo suficientemente poderoso como para sostenerte y glo-
rificarse aun en los momentos más dolorosos y angustiosos?
~ ¿Estás dispuesta a aceptar el dolor en tu vida o en la vida de
un ser querido como la perfecta voluntad de Dios en este tiem-
po?
~ ¿Crees que Jesús realmente puede entenderte en todas tus de-
bilidades? ¿Por qué sí o por qué no? Si no lo crees, ¿podrías
acercarte a Él en oración y suplicarle que te ayude y te revele
más de Sí mismo?
ora
paz en medio
de la confusión
“… perplejos, pero no desesperados…”.
2 Corintios 4:8
… sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas
cooperan para bien, esto es, para los que son llamados con-
forme a Su propósito… A los que predestinó, a esos también
llamó. A los que llamó, a esos también justificó. A los que jus-
tificó, a esos también glorificó (Ro 8:28, 30).
Para aquellos que aman a Dios —ya sea que ese amor sea gran-
de, pequeño o apenas perceptible por nuestra debilidad— Él hace
que todas las cosas obren para bien. Al captar esa verdad, nos da-
mos cuenta de que el Señor no desperdiciará ni uno solo de esos
momentos de dolor y sufrimiento, por más aleatorios e inútiles que
nos parezcan. Si vives por la ley serás aplastada al ver tus fracasos,
o te llenarás de ira hacia Dios al ver que no eres recompensada por
las cosas “buenas” que haces. Vivir el evangelio te dará estabilidad,
paz, y Alguien a quien aferrarte, sin importar cuáles sean tus cir-
cunstancias.
es un desvío
Mi esposo me ha dicho varias veces: “No es un callejón sin salida;
es un desvío”. Hemos tenido temporadas llenas de desvíos y confu-
sión, y en ocasiones hemos podido mirar hacia atrás, alabando a
Dios por Su fidelidad y diciendo en asombro: “Solo Dios pudo haber-
nos guiado hasta aquí”. Los caminos de Dios son más altos de lo
que podemos entender, pero podemos confiar en que Él permanece
fiel a Sus promesas.
Así que ¿por qué Dios permite circunstancias confusas y difíciles?
Para que nos aferremos a Cristo, por la fe, y no a la falsa seguridad
de nuestras circunstancias o al tonto orgullo de nuestra propia sabi-
duría. Y esa es la razón por la que no nos desesperamos. Dios sabe
lo que está haciendo, aun cuando no lo entendamos. Dios está diri-
giendo todas las cosas de acuerdo a Su plan, aun cuando nos pa-
rezca desconcertante. Y Su plan es bueno, y mejor que el nuestro.
Una de las imágenes de fe más hermosas que he visto es cuando
un creyente no tiene ninguna confianza terrenal a la cual aferrarse
que no sea una cruz y una tumba vacía, y aun así confía firmemente
en la soberanía amorosa de Cristo. Eso le da gloria a Cristo. Las cir-
cunstancias que nos parecen inútiles y confusas nos dan oportuni-
dades para confiar en Dios y proclamar Su gloria a un mundo que
no entiende el propósito del sufrimiento.
Cuando nada parece tener sentido en la vida y sientes que estás
siendo arrastrada por las olas, recuerda que no serás llevada a las
rocas de la desesperación si estás anclada a la soberanía amorosa,
la sabiduría perfecta y el carácter inmutable de Cristo. Sujétate con
firmeza a la verdad del evangelio y tu ancla no va a fallar; Él te lleva-
rá hasta el puerto, no importa cuántos desvíos sean necesarios.
reflexiona
~ ¿Puedes identificarte con uno o más de estos cuatro errores
que somos tentadas a cometer en circunstancias desconcer-
tantes?
~ ¿A dónde acudes cuando las circunstancias no tienen sentido
y parecen no cuadrar con la forma en que crees que Dios ac-
tuaría?
~ ¿Puedes pensar en algún área de tu vida en la que Dios te
esté pidiendo que descanses, que esperes y que confíes en Él,
a pesar de la dificultad de las circunstancias?
ora
los desvíos
de la vida
““… perplejos, pero no desesperados…”
2 Corintios 4:8
de pie en la orilla
El pueblo de Dios en el Antiguo Testamento no era ajeno a los des-
víos inesperados e inexplicables. Dios los llamó a salir de la esclavi-
tud en Egipto con muy pocas instrucciones. Es suficientemente duro
que Dios te mande a empacar y salir de la tierra que has llamado
hogar por siglos (aunque supongo que estarían agradecidos de po-
der dejar atrás el maltrato de la esclavitud). Pero debe ser aún más
difícil que Dios te mande a viajar por una ruta que parece absurda:
Y entonces,
Dios llevó a los israelitas a una aventura que los dejó perplejos:
“Dios no los guió por el camino de la tierra de los filisteos, aunque
estaba cerca”. Puedes imaginarte al pueblo pensando: ¿No sería
más fácil tomar la ruta directa? No creo que podamos entender ple-
namente su terror y desesperanza al estar de pie de espaldas al mar
y viendo al ejercito egipcio arremetiendo contra ellos. El desvío que
Dios les había dado los había atrapado —pero ese desvío no fue un
error. Fue una experiencia de aprendizaje para ellos y para noso-
tras.
Creo que en este relato Dios nos da varias razones para confiar en
Él en medio de los desvíos que alteran nuestra vida y nos dejan per-
plejas.
reflexiona
~ Piensa en algún área particular de tu vida que te deje perple-
ja. ¿Cómo te ayuda la verdad de que Dios es infinitamente sa-
bio a estar en paz aunque te sientas confundida? Escribe una
oración rindiendo tu confusión ante Su sabiduría.
~ Pide a Dios que te ayude a identificar cualquier área en la que
estés siendo tentada a tomar el control. Pídele que reine sobre
tus circunstancias con Su poder, y que te ayude a dejar de tra-
tar de controlar.
~ Reflexiona sobre algunos eventos confusos en tu vida que
Dios te haya aclarado con el tiempo. Alábalo por Su fidelidad, y
entrégale tu confusión actual confiando en esa fidelidad.
ora
el silencio de dios
en nuestras tormentas
““… perplejos, pero no desesperados…”
2 Corintios 4:8
durmiendo en la tormenta
¿A veces te da la impresión de que Dios está durmiendo en medio
de tu tormenta? A mí sí. Pero eso no lo hace menos Dios y tampoco
implica que está menos presente. Aunque Jesús dormía como hom-
bre, Él seguía siendo el Dios que está en total control de todo. Él se
acostó a dormir para cumplir Sus propósitos de aumentar la fe de
Sus discípulos, no para abandonarlos. Si Dios parece guardar silen-
cio en medio de tus muchas súplicas, ten confianza en que Él está
presente y está obrando fielmente para cumplir Sus propósitos en
nuestros corazones y nuestras circunstancias. Su silencio nunca co-
munica falta de amor o atención.
reflexiona
~ ¿Has experimentado alguna prueba durante la cual Dios parece
estar en silencio, dejándote desconcertada en cuanto a Sus
propósitos? ¿Esa situación te llevó a remar con más intensidad
o a depender más del Señor? ¿Por qué piensas que reaccio-
naste de esa manera?
~ Si estás en medio de una tormenta ahora mismo ¿qué apren-
diste después de ver al Señor y a Sus discípulos en su propia
tormenta? ¿Cómo puede esto animarte y cambiar tu reacción?
~ ¿Cómo te hace sentir el saber que si confías en Él, un día Cris-
to va a decir: “Basta, cálmense”?
ora
la persecución no debe
sorprendernos
““… perseguidos, pero no abandonados…”
2 Corintios 4:9
¡Oigan ahora, ricos! Lloren y aúllen por las miserias que vie-
nen sobre ustedes. (…) Es en los últimos días que han acu-
mulado tesoros. Miren, el jornal de los obreros que han sega-
do sus campos y que ha sido retenido por ustedes, clama
contra ustedes. El clamor de los segadores ha llegado a los
oídos del Señor de los ejércitos (de Sabaot). Han vivido lujo-
samente sobre la tierra, y han llevado una vida de placer de-
senfrenado. Han engordado (nutrido) sus corazones en el día
de la matanza. Han condenado y dado muerte al justo. Él no
les hace resistencia. (…) Hermanos, no se quejen unos con-
tra otros, para que no sean juzgados. Ya el Juez está a las
puertas (Stg 5:1, 3b-6, 9).
Mis últimos dos años de colegio fueron tiempos de dolor, ira y con-
fusión. Había sido una atleta toda mi vida y esperaba conseguir una
beca para la universidad jugando baloncesto. También quería tener
la experiencia de un viaje misionero fuera de mi país, así que me
comprometí a ir a uno. Y luego descubrí que coincidía con el torneo
estatal de baloncesto.
Decidí escoger el viaje misionero, y fue maravilloso. Pero el si-
guiente año pagué un precio muy alto por esa decisión. No solo ha-
bía renunciado al prestigio de ganar el título estatal, sino que ade-
más mi entrenador de baloncesto se volvió contra mí. Se rehusaba a
dejarme jugar, me ofendía verbalmente tanto en la cancha de balon-
cesto como en privado, y dejó muy claro que estaba furioso conmigo
por haber escogido el viaje misionero antes que el baloncesto. Me
costó la beca.
Por un tiempo no podía dejar de preguntarme: “¿Valió la pena dejar
el torneo y la beca? ¿Vale la pena soportar esta persecución?”.
Sin embargo, al reflexionar sobre esa experiencia, ese precio de
seguir a Cristo que parecía tan alto en ese entonces fue en realidad
una bendición. Descubrí más del valor de Cristo y del gozo que da
seguirle con todo el corazón. Había asumido que la persecución no
podría traer bendición, sino que solo me la robaría. Descubrí que en
realidad no son opuestas, sino compañeras.
Por supuesto, mi persecución es casi vergonzosamente inferior a la
persecución que experimentan muchos cristianos en otras partes del
mundo. Pero creo que el ejemplo es válido, porque lo veo en Santia-
go y en mi cancha de baloncesto.
Los profetas fueron personas muy bendecidas. Dios les hablaba y
ellos hablaban de parte de Dios. Siguen siendo conocidos al día de
hoy. Pudieron ver destellos de la venida de Cristo siglos antes de
que ocurriera. Y aun así los profetas fueron grandemente persegui-
dos. Fueron ricamente bendecidos y serán recompensados eterna-
mente porque tenían una comunión cercana e íntima con el Señor a
pesar del dolor, la tristeza y la persecución. Su confianza no podía
ser conmovida porque su recompensa era eterna.
Si creemos que el sufrimiento y la bendición no pueden coexistir,
entonces siempre estaremos buscando placeres superficiales y co-
modidad, y vamos a perdernos la profunda bendición de caminar
cerca de Cristo en el sufrimiento.
perspectiva y oración
reflexiona
~ ¿Qué piensas realmente sobre la persecución por ser cristia-
na? ¿Hasta qué punto está esa perspectiva moldeada por tu
cultura, tu crianza, tu experiencia de vida hasta ahora y tu lec-
tura constante de la Palabra de Dios?
~ ¿Has experimentado o visto en la vida de otro cómo la perse-
cución y la bendición pueden ir de la mano? ¿Cómo afecta eso
tu perspectiva del sufrimiento por seguir a Cristo?
~ ¿Amas más la comodidad o a Cristo? ¿Cómo se manifiesta esto
en tu vida?
ora
la oportunidad
de tu sufrimiento
““… perseguidos, pero no abandonados…”
2 Corintios 4:9
reflexiona
~ Evalúa tu respuesta al sufrimiento con honestidad. ¿Tus accio-
nes y palabras proclaman la salvación y la suficiencia de Cristo
a los demás? Si no lo hacen, y los demás saben que eres cris-
tiana, ¿qué estás enseñando inadvertidamente acerca de la fe
en Cristo?
~ ¿Por cuáles cosas podrías dar gracias al Señor en el día hoy?
¿Cómo podrías cultivar la gratitud en tu vida?
~ Si hoy tuvieras la oportunidad de hablar acerca de tu sufrimien-
to de manera que comunique el evangelio, ¿qué dirías? Po-
drías incluso escribir algunos pensamientos que te ayuden a
estar preparada para cuando llegue el momento.
ora
cuando ya
no puedes más
“… derribados, pero no destruidos”.
2 Corintios 4:8-9
luz y amor
El camino hacia la impotencia nunca es fácil porque va en contra
de lo que queremos y de lo que este mundo valora. Pero tiene un
destino hermoso.
Los sufrimientos de David lo llevaron a Dios en vez de alejarlo de
Él. ¿Pero cómo? David se acercó a Dios en su momento de mayor
sufrimiento por dos razones: Él creía en el buen plan de Dios para
salvarlo, y confiaba en el amor de Dios.
Acércate a Dios porque Él te ha salvado. La primera súplica de Da-
vid es que Dios lo proteja de sus enemigos —pero en esa súplica
hay más de lo que nos parece a simple vista. David ora: “… ilumina
mis ojos, no sea que duerma el sueño de la muerte” (Sal 13:3). Da-
vid quiere evitar la muerte y la derrota a través de la iluminación de
sus ojos. ¿Pero cómo puede la luz prevenir su muerte? ¿Acaso no
debería pedirle a Dios un escudo y una espada, o una forma de huir
de sus enemigos? ¿Por qué David le pide a Dios que ilumine sus
ojos?
Porque él está orando por más que protección física (aunque no
está pidiendo menos que eso). Él está suplicando a Dios que sos-
tenga su fe en medio del sufrimiento.
Cantaré al Señor,
reflexiona
~ ¿Cuáles pruebas ha usado Dios en tu vida para hacerte más
dependiente de Él? ¿Cómo ha mejorado tu relación con Él por
esta dependencia?
~ ¿Cómo está tu lectura de la Biblia en estos momentos? ¿Necesi-
tas volver a comprometerte a abrir la Palabra de Dios con re-
gularidad para poder sumergirte en Su verdad y acercarte a
Él?
ora
Señor Jesús, Tú eres mi luz. Ilumina mis ojos para que yo pueda
glorificarte en medio de estas pruebas. Quiero que mis sufrimien-
tos me acerquen a Ti, no que me alejen de Ti. ¡Protégeme! Haz
que mi fe sea más fuerte como resultado de estas aflicciones, y
revélame todas las maravillosas misericordias que son mías por
Tu obra en la cruz. Dame un entendimiento más profundo de
cuánto me amas, y de cómo has demostrado este amor en el
evangelio. Amén.
evitando la amargura
y la insensibilidad
“… derribados, pero no destruidos”.
2 Corintios 4:8-9
H ay algo seguro para todos los que pasemos por el desierto del
dolor y el sufrimiento: vamos a cambiar —para bien o para mal.
Es duro cuando somos derribadas. Para el mundo es una catástrofe.
Pero a pesar de que nunca estaremos contentas de experimentar el
dolor en sí mismo, para el creyente puede ser el terreno más fértil
para crecer.
De una manera u otra, el sufrimiento nos transforma. Podemos es-
coger cómo vamos a responder. Tales experiencias nos pueden lle-
var en una de tres direcciones: hacia la amargura, hacia la insensibi-
lidad o hacia una humilde dependencia en Cristo.
Durante estos últimos años he estado caminando por un desierto
que parece no tener fin. Lidiar con las necesidades especiales de mi
hijo mayor, con la enfermedad de Lyme de nuestros cuatro hijos y
con mis propios problemas de salud y presiones económicas han
sido retos que en los mejores momentos han desafiado a mi familia,
y en los peores casi la destruyen. Puedo identificar claramente mo-
mentos en los que he respondido con amargura, otros en los que he
sido completamente insensible, y momentos en los que esas prue-
bas me han llevado tanto a un entendimiento más profundo del
evangelio como a un mayor amor por Jesucristo. Nuestro desafío es
reconocer los momentos en los que somos capaces de escoger y,
por la gracia de Dios, elegir acercarnos a Él en lugar de alejarnos.
depende de cristo
Entonces ¿cómo evitamos caer en la amargura y la insensibilidad
cuando somos derribadas por el pecado y las circunstancias doloro-
sas de nuestra vida? Debemos llevar todas nuestras emociones y
preguntas, todo nuestro dolor y toda nuestra confusión a Jesucristo,
nuestro Sumo sacerdote, quien nos conoce íntimamente y tiene
compasión de nosotras porque ha pasado por mucho más de lo que
nos pudiéramos imaginar. ¿Cómo funciona esto en la práctica?
Ora. No podemos hacer nada de esto por nosotras mismas. Nece-
sitamos la ayuda del Espíritu hasta para ver nuestra tendencia a la
amargura y la insensibilidad. Debemos comenzar con una simple
oración de dependencia: “Escucha, oh Señor, mi voz cuando clamo;
ten piedad de mí, y respóndeme” (Sal 27:7).
Busca. Haz de tu tiempo en la Palabra una prioridad. Rodéate de
creyentes que te animen y te recuerden la verdad. Llena tu mente
con la sabiduría de hombres y mujeres piadosos que proclamen el
poder, la gracia y la suficiencia de Cristo en el sufrimiento. Si no so-
mos intencionales en rodearnos de la verdad en medio del sufri-
miento, caeremos fácilmente en amargura o insensibilidad. Pero la
Palabra de Dios es poderosa para fortalecernos, equiparnos y trans-
formarnos para que reflejemos la imagen de Cristo. “… mi corazón
te respondió: ‘Tu rostro, Señor, buscaré’” (Sal 27:8).
Espera. Espera con anticipación. Dios no desperdicia ni un solo
momento de dolor, y Él será fiel en proveer lo que necesitamos, nos
dará fuerza para perseverar y nos purificará como el oro. ¡Eres más
que vencedora en Cristo y necesitas recordarlo constantemente! No
tenemos que temer ni que desesperarnos, aun cuando todo a nues-
tro alrededor parezca oscuro y sin esperanza. Podemos ser derriba-
das, pero nunca seremos destruidas. Tal como oró David:
Hubiera yo desmayado,
Espera al Señor;
reflexiona
~ ¿Eres más tentada a ceder a la amargura o a la insensibilidad?
~ ¿Está el Espíritu convenciéndote de algún área de pecado que
se haya convertido en una forma de evadir el dolor o de huir de
lo que Dios está haciendo en tu vida?
~ ¿Empezarás hoy mismo a orar, a buscar al Señor y a esperar
en Él?
ora
el camino solitario
hacia la cima
“Llevamos siempre en el cuerpo por todas partes la muerte de Je-
sús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro
cuerpo. Porque nosotros que vivimos, constantemente estamos
siendo entregados a muerte por causa de Jesús, para que también
la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo mortal”.
2 Corintios 4:10-11
consuelo en cristo
La mentira: La soledad significa que estoy completamente sola.
La verdad: La soledad me despoja del consuelo de aquellos que
me rodean, llevándome a encontrar consuelo solo en Cristo.
la cima es gloriosa
La mentira: Siempre me sentiré sola.
La verdad: La soledad de esta vida se desvanecerá tan pronto nos
unamos a nuestros hermanos en Cristo por la eternidad, gozándo-
nos y dando gloria a Dios por quien es Él y por todo lo que ha he-
cho.
Sigue a Jesús, y un día ya no tendrás que andar por este camino
solitario. Estarás con tu Salvador, cara a cara, en perfecta comunión
y unidad con todos los demás creyentes del pasado, del presente y
del futuro. Trata de imaginar cómo será ese momento; pronto llegará
el día en que no será un anhelo, sino la realidad:
reflexiona
~ ¿Has creído alguna de estas mentiras en tus tiempos de sole-
dad?
~ ¿Te tomarás el tiempo para identificar las mentiras que has
creído y confrontarlas con la verdad?
~ ¿Permitirás que la soledad que sientes te lleve a aferrarte más
a los brazos amorosos y fuertes de Cristo?
~ ¿Es Cristo digno de seguir, incluso si eso significa una vida de
soledad?
ora
¿Quién es el hombre que teme al Señor?
Amén.
Textos para meditar:Mateo 11:25-30; Mateo 27:46;Lucas 14:25-
33;Lucas 17:5-6
capítulo catorce
nunca
sin propósito
“Así que en nosotros obra la muerte, pero en ustedes, la vida”.
2 Corintios 4:12
¿Cómo nos ayuda todo eso a responder al que sufre cuando nos
pregunta: “¿Por qué Dios no me deja morir y ya?”. Piensa en el cris-
tiano que queda paralizado por un accidente y después tiene que
pasar el resto de sus días en cama. O en la víctima de una enferme-
dad degenerativa que poco a poco va perdiendo su calidad de vida.
¿O qué del creyente que se siente atrapado en una relación abusi-
va, o en un hogar donde siempre hay problemas? ¿O qué de la per-
sona que ha perdido a un ser querido en una tragedia y no sabe
cómo vivir sin esa persona?
Si Pablo quiere partir y estar con Cristo, entonces ¿por qué Dios lo
deja en el cuerpo, con todos esos sufrimientos y dificultades?
Porque es necesario para los que lo rodean. “… deseo partir y es-
tar con Cristo, que es muchísimo mejor, pero por el bien de ustedes
es preferible que yo permanezca en este mundo”. Pablo está dicien-
do: “Si pudiera escoger ¡estaría en el cielo con mi Señor!”. Estar con
Jesús es mejor que permanecer en el cuerpo, para Pablo y para no-
sotras. ¡Qué grandioso será el día en que eso suceda! Y qué forma
tan maravillosa de ver la muerte. Estar con Cristo es muchísimo me-
jor. Sin embargo, la Palabra de Dios dice que si permanecemos aquí
es porque nuestro trabajo para Él aún no ha terminado.
Hermana que estás sufriendo: estás viva hoy porque Dios tiene un
propósito para tu dolor que es para el bien de otros y la gloria de
Cristo. Tu sufrimiento te lleva a morir a ti misma, y eso produce vida
en Cristo, tanto en ti como en la iglesia.
reflexiona
~ Piensa en las personas sobre quienes tienes influencia. ¿Cuá-
les vidas estás afectando? Pídele al Señor que te siga usando
y entrégate completamente a Su servicio, cualquiera que sea.
~ Cuando estamos sufriendo, nuestras oportunidades de servir e
influenciar a otros pueden ser más difíciles de ver. Pídele a al-
guien cercano que te diga cuáles dones ve en ti y pregúntale
dónde cree que Dios te llama a servirle.
~ Si sientes que ya estás lista para partir y estar con Jesús, pí-
dele que te ayude a perseverar y que se glorifique a través de
tu vida. ¿Confiarás en Sus planes y en Sus tiempos?
ora
cómo ofrecer
verdadero consuelo
“Pero teniendo el mismo espíritu de fe, según lo que está escrito:
“Creí, por tanto hablé”, nosotros también creemos, por lo cual tam-
bién hablamos, sabiendo que Aquel que resucitó al Señor Jesús, a
nosotros también nos resucitará con Jesús, y nos presentará junto
con ustedes. Porque todo esto es por amor a ustedes, para que la
gracia que se está extendiendo por medio de muchos, haga que las
acciones de gracias abunden para la gloria de Dios”.
2 Corintios 4:13-15
no eres la salvadora
No puedes arreglar las situaciones. Amar a las personas que su-
fren nos conduce a la tentación de vernos a nosotras mismas como
las salvadoras de esas personas. Pero no te necesitan a ti — nece-
sitan a Cristo. Consolar significa redirigir a alguien para que busque
lo que necesita en Cristo y no en ti. Consolar no se trata de siempre
estar disponible para esa persona; se trata más bien de recordarle a
alguien que Cristo siempre está disponible y dispuesto a ayudar.
Esto nos libera de una carga que no podemos llevar. Nos libera para
hablar la verdad y mostrar amor, pero sin sentirnos culpables por co-
sas que no podemos manejar ni resolver. Tú no eres la salvadora.
Dios no espera que lo seas —Él ya envió a Otro para que hiciera
esa labor.
Así que no tengamos temor de entrar en el dolor de otros para brin-
darles el consuelo del evangelio. Puede que el propósito de Dios en
tus pruebas sea darte cualidades que puedan ayudar a otros a afe-
rrarse a su Salvador en medio de sus pruebas.
lista para ser consolada
Por supuesto, todo esto es una calle de doble sentido. Es por cau-
sa del grandioso consuelo de saber que Jesús ha resucitado y nos
resucitará a nosotras también que podemos consolar a otros. Así
que cuando estés sufriendo, asegúrate de permitir que ese consuelo
llegue a lo más profundo de tu corazón. Predícate la verdad a ti mis-
ma. Permite que otros te la recuerden. Aunque no lo hagan justo en
el momento en que hubieras querido escucharla, o de la forma en
que la hubieras querido escuchar, te la recuerdan porque la creen y
porque te aman.
reflexiona
~ ¿De qué manera has sido consolada por otra persona?
~ Si estás pasando por una prueba, ¿tienes a alguien que pueda
caminar contigo, no solo con compasión sino con sabiduría
para hablarte con la verdad del evangelio? Si no es así, ¿estás
dispuesta a buscar a alguien?
~ ¿A quién ha puesto Dios en tu camino para que le compartas el
consuelo de Cristo que has recibido, o que estás recibiendo,
en medio de tu propio sufrimiento?
ora
reflexiona
~ ¿En cuáles aspectos de tu exterior tiendes a enfocarte más?
¿Cómo ha cambiado tu enfoque por medio del sufrimiento?
~ ¿Qué cambios internos has visto a lo largo de tus tiempos de
sufrimiento?
~ Al atravesar el camino del sufrimiento, ¿cómo hallas esperan-
za en el evangelio?
ora
la libertad de no
tener el control
“Por tanto, no nos desanimamos. Al contrario, aunque por fuera nos
vamos desgastando, por dentro nos vamos renovando día tras día”.
confiando en el experto
Mis luchas más recientes me han provisto una ilustración que
muestra cómo se ve la sumisión y por qué es buena. Estas últimas
semanas el Señor me ha estado enseñando a depender de Él como
nunca antes, ya que mi doctora me mandó hacer una dieta de ave-
na, y solo avena, por los próximos dos o tres meses para ver si así
se cura mi estómago. ¿Alguna vez has comido lo mismo por más de
un día? Es una batalla constante cocinar para mi familia sin poder
comer de lo que estoy preparando, y sentirme excluida de tantas ac-
tividades que suelen involucrar comidas.
Cada día tengo que decidir si voy a resistir mi deseo de comer lo
que quiero, sometiéndome a la voluntad del doctor con la esperanza
de tener salud a largo plazo, o si voy a entregarme al placer tempo-
ral de hacer trampa sabiendo que podría impedir mi mejoría.
Dios no desperdicia nada en nuestras vidas. Él está usando esta
lucha en mi propia vida para revelarme cuánto deseo el control.
Después de todo, mi doctora no me está pidiendo que haga esto
simplemente porque puede o porque quiera amargarme la vida. Me
está pidiendo que deje a un lado la comodidad y el gozo temporal
que me ofrece la comida para así tener la esperanza de sanarme.
Así que tengo que preguntarme a mí misma: ¿Puedo confiar en mi
doctora? ¿Lo haré?
Esa es una pequeña imagen de cómo el Señor obra en nuestras vi-
das. Él es el Creador y el Sustentador de nuestras vidas, y solo Él
sabe lo que es necesario para transformar nuestro corazón, nuestra
mente y nuestra alma —nuestro interior. Ese proceso suele requerir
que dejemos de querer controlar todo, de creer que podemos deter-
minar el curso de nuestras vidas, de procurar solo lo que sea desea-
ble y fácil, y que entreguemos muchas de las cosas que estamos
acostumbradas a disfrutar.
no te desanimes
En estos casos, la pregunta es: ¿Puedo confiar en Dios? ¿Lo haré?
Sí. Dios nos concede experimentar una dulce libertad cuando le en-
tregamos todo: nuestras esperanzas, nuestros sueños, nuestros pla-
nes, nuestra salud, el pasado, el presente y el futuro. No como si se
tratara de una derrota, sino en humilde sumisión, confiando en Su
control amoroso y en Sus propósitos para cada aspecto de nuestras
vidas. Después de todo, Él ya ha demostrado que no escatima nada
con tal de hacer lo que sea mejor para nosotras:
reflexiona
~ ¿De qué maneras te ha permitido Dios experimentar el des-
gaste de tu exterior? ¿De qué maneras lo has visto usando
eso para renovar tu interior?
~ Si sientes que tu vida y tus planes marchan bien, ¿estarías
dispuesta a entregarle todo a Cristo en sumisión, pidiéndole
que te muestre lo que Él quiere que hagas con tu tiempo, tu di-
nero, tu energía y tus oportunidades?
~ ¿Estás desanimada? ¿Te has sentido improductiva y sin valor
por alguna enfermedad, algún dolor o alguna herida? ¿Estás
dispuesta a confiar hoy en que Cristo está cerca y es capaz de
usar incluso nuestras más grandes debilidades para Su gloria
si le entregamos todo lo nuestro en sumisión a Su voluntad? Él
es fiel.
ora
Oremos las palabras finales de la carta de Amy Carmichael:
dios es el
gran jardinero
“Por tanto, no nos desanimamos. Al contrario, aunque por fuera nos
vamos desgastando, por dentro nos vamos renovando día tras día”.
Esas fueron las últimas palabras que escuché del cirujano ortopédi-
co. Tuve que pasar por tres cirugías intensas por causa de una le-
sión, y al parecer ya no hay esperanza de que me recupere. Había
sido una atleta durante toda mi vida, y me encantaba poder jugar
deportes, correr y desestresarme a través de la actividad física. Pero
eso quedó en el pasado, y puede que en el futuro hasta sea incapaz
de caminar con normalidad.
redirige el crecimiento
incrementa la cosecha
reflexiona
~ ¿Cómo está Dios podándote en estos momentos? ¿En qué
formas está Él llamándote a someterte a Su obra?
~ ¿Puedes ver cómo Dios ha usado esa poda para producir cre-
cimiento en áreas de debilidad?
~ ¿Hay alguna cosa que no estés dispuesta a entregar porque
piensas que no podrías vivir sin ella? ¿Estarías dispuesta a dar
el paso de fe de pedirle a Dios que pode tu vida si es lo que
realmente necesitas?
ora
Señor Dios, gracias por darme fe en Cristo para que así Él viva en
mí. Por favor, ayúdame a permanecer en Él. Padre, soy tan pro-
pensa a aferrarme a las cosas de este mundo. Le temo a las inte-
rrupciones de mis sueños, comodidades, objetivos y planes. Por
Tu gracia, ayúdame a creer que cuando me podas es para mi
bien y no para dañarme. Por favor, ayúdame a ver cómo he creci-
do en esas áreas donde ya he sido podada; ayúdame a respon-
der con fe y gozo cuando me vuelvas a podar. Permíteme experi-
mentar el fruto y la bendición de Tu obra en mi vida para que yo
pueda conocer más del gozo y la esperanza que tengo en Cristo.
Amén.
contentamiento durante
Pero suelo sentirme débil. Quisiera estar más firme y ser libre de la
ansiedad y de la resistencia a Tu voluntad. Pero gran parte del tiem-
po no lo soy. Las decepciones aún me inquietan, el dolor aún nubla
los lentes de la verdad, la pérdida aún me causa desánimo y la
muerte de mis esperanzas terrenales se siente como la muerte de
todo. ¿Cómo puedo no perder la esperanza? ¿Cómo puedo hablar
de lo que Tú estás haciendo en mi interior en vez de lamentarme por
el desgaste de mi exterior?
porque en Ti confía.
Señor Dios, Tú eres mi Roca eterna. Ayúdame a vivir con esa ver-
dad en mente. Ya sea que esté en un lugar de comodidad o que sea
sacudida por las olas, mi paz permanece firme en Ti. Sé que no
puedo hacerlo sin Ti. Mi mente es demasiado rápida para divagar y
mi corazón es demasiado pronto para dudar. Guárdame en este lu-
gar de confianza silenciosa y ancla mi contentamiento en Ti.
A Ti se aferra mi alma;
Padre, cuánto anhelo que llegue el día en que regrese nuestro Sal-
vador y ya estemos en Tu presencia por la eternidad. Mientras tanto,
ayúdame a encontrar descanso aquí y ahora. Tú eres mi lugar de
abundancia, y en Ti hay contentamiento, libertad, descanso, paz, es-
peranza y gozo —aun cuando estas olas nos golpeen y el fuego nos
amenace. Tú eres mi Roca. Por favor, sé mi Roca. Gracias. Amén.
reflexiona
~ Si has experimentado largas temporadas de sufrimiento, ¿pue-
des ver algunas formas en las que el Señor te ha hecho crecer
y te ha acercado a Él a través de esos tiempos?
~ ¿Crees que es posible estar contenta donde Dios te ha puesto,
aunque sigas orando para que las circunstancias mejoren?
~ ¿Encuentras satisfacción en conocer a Cristo o necesitas algo
más para ser feliz? ¿Crees que el Señor sabe lo que necesi-
tas, y que tiene la capacidad y el deseo de proveerlo?
ora
Toma unos minutos para escribir tu propia oración al Señor. Sé ho-
nesta con Él respecto a tus temores, tus preguntas, tus luchas, tu
pecado, tus dudas y tus deseos. Medita en las promesas del Señor
y en Su carácter, y dale las gracias porque Él es fiel y no cambia.
Luego pídele que te ayude a descansar en esas verdades, y entré-
gale tus preguntas y tus pruebas confiando Su plan bueno y amoro-
so.
Textos para meditar: 2 Corintios 12:10; 1 Timoteo 6:6-7; Hebreos
13:5
capítulo veinte
asentó mis pies sobre una roca y afirmó mis pasos (v 2).
Muchas son, Señor, Dios mío, las maravillas que Tú has he-
cho,
Ahora tenemos buenas noticias que compartir con otros; tanto para
los que necesitan crecer en su aprecio por el evangelio, como para
aquellos que aún no lo aprecian.
Es bueno que nuestros corazones nos fallen, pues solo así recor-
damos que nuestro Dios infalible es el único que puede sostener-
nos, fortalecernos y proveer para nuestras necesidades.
A veces mis pruebas y mi pecado parecen demasiado pesa-
dos para yo llevarlos, pero es bueno que mi corazón me falle,
pues así puedo ver más claramente mi necesidad de Ti. ¡Gra-
cias Señor!
huyan derrotados
reflexiona
Si no lo has hecho aún (¡e incluso si lo has hecho!), podrías usar
estas catorce oraciones cortas para orar a Dios y alabarle.
ora
viviendo para
lo que no se ve
“Pues esta aflicción leve y pasajera nos produce un eterno peso de
gloria que sobrepasa toda comparación, al no poner nuestra vista en
las cosas que se ven, sino en las que no se ven. Porque las cosas
que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas”.
2 Corintios 4:17-18
glorioso
reflexiona
~ Cuando piensas en el cielo ¿qué te viene a la mente? ¿Anhe-
las el cielo solo para ser liberada del dolor? ¿O ves que Cristo
ha puesto en ti un deseo de estar con Él sobre todas las co-
sas?
~ ¿Tu sufrimiento ha incrementado tu anhelo por las cosas de va-
lor eterno o ha creado dureza y amargura en tu corazón? ¿Es-
tarías dispuesta a pedirle a Cristo que ablande tu corazón y
abra tus ojos para que puedas ver lo incomparable que es el
tesoro de una vida eterna con Él?
~ Si eres cristiana, ¿cómo cambiaría tu forma de percibir tus cir-
cunstancias si comenzaras a la luz del futuro que se te ha pro-
metido —ese que es eterno, glorioso y que sobrepasa toda
comparación?
ora
Padre celestial, hay días en los que el sufrimiento en mi vida pa-
rece ser demasiado fuerte para soportar. Me cuesta ver más allá
de todo el dolor y el desánimo. Y me resulta muy difícil creer que
estos problemas son leves y pasajeros. No los siento así, Padre.
Por favor, muéstrame el futuro que has preparado para mí, ese
que me tienes reservado para después de que haya caminado
aquí por fe en Tu Hijo. Por favor, dame una visión más grande de
la vida en Tu eterna, gloriosa e incomparable presencia. Te ruego
que eso cambie mi perspectiva de mis dificultades y mis gozos
presentes. Dame de Tu fuerza, Señor, para que hoy yo pueda ver
más allá del momento y descansar en la esperanza de la eterni-
dad. Amén.
aún no
hemos llegado
“Así que no nos fijamos en lo visible, sino en lo invisible, ya que lo
que se ve es pasajero, mientras que lo que no se ve es eterno”.
Pedro dice: “¡Mira lo que viene! ¡Todo esto es tuyo en Jesús!”. Te-
nemos que entender el mundo de las cosas que se ven ahora a la
luz de las realidades que no se ven. Hoy podemos tener claridad en
cuanto a lo que es importante y eterno si preparamos nuestras men-
tes para enfocarnos en la herencia futura. Fijamos nuestra esperan-
za completamente —no parcialmente ni con tibieza— en la gracia
que se nos traerá cuando Cristo venga. Lo veremos si centramos
nuestras mentes en Su verdad.
reflexiona
~ ¿En qué piensas la mayor parte del tiempo? ¿Cómo crees que
esos patrones de pensamiento afectan tu corazón y tus accio-
nes?
~ ¿En qué formas prácticas puedes preparar tu mente para la ac-
ción en este mundo caído?
~ ¿Qué significa para ti la gracia de Dios en tiempos de desobe-
diencia, o cuando has deseado las cosas terrenales más que
las cosas eternas? ¡Aplica la gracia del evangelio a tu pecado,
y alaba a Dios por Su perdón y amor en Cristo!
ora
una casa no
2 Corintios 5:1-4
indestructible
En nuestros cuerpos celestiales, seremos indestructibles. Pablo era
un fabricante de tiendas de campaña (Hch 18:3), y compara nues-
tros cuerpos terrenales con el tipo de tela que se usa para hacer es-
tas tiendas. Piensa en la última vez que fuiste a acampar. Armaste
la tienda y la fijaste a unas estacas en el suelo, sabiendo que ten-
drías que desarmarla cuando el viaje terminara. Pero tal vez temías
que algo alterara tus planes. La fuerza de los vientos podía desente-
rrar las estacas, el agua podía filtrarse por las costuras de la tela, o
podía aparecer algún depredador. Las tiendas son fácilmente dislo-
cadas y destruidas.
Al igual que las tiendas de campaña, nuestros cuerpos son destruc-
tibles. Nos enfermamos y lesionamos, y aunque evitemos grandes
calamidades a lo largo de nuestras vidas, envejeceremos y morire-
mos. Cada día estamos más cerca del final de nuestros cuerpos te-
rrenales.
Pero en nuestra morada celestial, Pablo dice que vamos a tener
cuerpos nuevos que no podrán ser destruidos. Ninguna fuerza exter-
na nos podrá atacar —ni las enfermedades, ni los desastres natura-
les, ni el tiempo. Seremos más fuertes que cualquier ser humano
que haya existido, y finalmente seremos libres de todos los efectos
físicos del pecado. El cáncer, el duelo, la inestabilidad mental, la in-
seguridad financiera... Estas fuerzas de la naturaleza nunca desen-
terrarán las estacas de la tienda, porque será un edificio firmemente
establecido. El dolor crónico, el remordimiento, la infertilidad... ya no
tendremos que lidiar con la decepción perpetua de estas aflicciones.
La angustia, el abuso... tu morada celestial estará libre de todos los
intrusos y depredadores.
Ya no seremos tiendas destructibles, sino que seremos casas fir-
mes de Dios, eternas en los cielos. Tu morada celestial será como
un edificio sólido sobre una base firme, inquebrantable y duradera.
eterno
Cuando tengamos nuestros cuerpos celestiales, viviremos por
siempre. En estas tiendas terrenales, el tiempo se nos va rápida-
mente. O queremos más tiempo y tratamos de deshacernos de toda
evidencia de que estamos envejeciendo, o anhelamos desesperada-
mente el final de nuestras vidas para ya no tener más dolor.
Aun así, entre más nos acercamos a nuestra muerte física —por
más lejos que nos parezca ese día, y por más miedo que le tenga-
mos— más nos acercamos a nuestra eternidad con Cristo y a nues-
tro cuerpo glorificado. Un día la vida será para siempre, y ese para
siempre será una buena noticia. ¡La muerte terrenal se convierte en
vida eterna para los creyentes! Nuestro estado físico finalmente ar-
monizará con el estado de nuestras almas, las cuales han sido com-
pradas por Cristo. Vivirás para siempre, y amarás vivir.
perfecto
En nuestros cuerpos celestiales, estaremos vestidas de justicia. En
el día del Señor, Jesucristo regresará a reclamar lo que le pertene-
ce, y al fin nos vestirá con nuestros cuerpos eternos e indestructi-
bles. Los creyentes que se han ido a estar con el Señor aún esperan
la venida de Cristo para recibir sus cuerpos celestiales. En el día del
Señor, los creyentes estarán con todos los santos que han ido de-
lante de ellos.
Pablo dice que no seremos halladas desnudas ese día. Quiere de-
cir que no nos avergonzaremos ante Cristo, nuestro Señor, porque
Él nos habrá vestido con Su perfección y Su santidad. Todo pecado,
lucha y sufrimiento que hayamos experimentado en la tierra será
quitado por la preciosa sangre del Hijo. ¡Qué libertad! !Qué gozo da
pensar que seremos perfeccionadas!
reflexiona
~ ¿Cómo te anima saber que la realidad de tus gemidos testifica
acerca de tu morada celestial? ¿Cómo pueden tus gemidos
guiarte hacia Cristo?
~ ¿Quién necesita oír hoy mismo acerca de esta realidad futu-
ra?
~ ¿Cuál de estas realidades es más difícil de comprender para ti?
¿A quién le pedirías que orara por ti y que hablara contigo al
respecto, que te recordara que esto es verdad y que por fe en
Cristo puede ser tuyo?
ora
1 Tesalonicenses 4:13-18
capítulo veinticuatro
invierte
tus gemidos
“Porque sabemos que si la tienda terrenal que es nuestra morada,
es destruida, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha por
manos, eterna en los cielos. Pues, en verdad, en esta morada gemi-
mos, anhelando ser vestidos con nuestra habitación celestial; y una
vez vestidos, no seremos hallados desnudos. Porque asimismo, los
que estamos en esta tienda, gemimos agobiados, pues no quere-
mos ser desvestidos, sino vestidos, para que lo mortal sea absorbi-
do por la vida”.
2 Corintios 5:1-4
reflexiona
~ ¿Estás dispuesta a acudir al Señor con honestidad, incluso
con tus dudas, preguntas y miedos?
~ ¿Cuáles de los tres mandatos que vimos ha sido más fácil de
olvidar para ti?
~ Si recuerdas estas verdades, ¿cómo podrían impactar la forma
en la que ves tus circunstancias? ¿Estarías dispuesta a dedi-
car tiempo ahora mismo para acercarte al Señor con todo tu
corazón, pidiéndole ayuda para recordar Sus promesas en me-
dio de las pruebas?
ora
él nos ha dado
el espíritu
“Y el que nos preparó para esto mismo es Dios,
2 Corintios 5:5
reflexiona
~ ¿Cómo te has relacionado con Dios últimamente? ¿Te estás re-
lacionando con Él como tu Padre celestial, el que te ha dado el
Espíritu como garantía, o como un Dios distante y molesto?
~ ¿Cómo te consuela la verdad de que Dios te ha dado Su Espí-
ritu? ¿Cómo te ayuda a perseverar en medio del sufrimiento?
~ Si sabes que el Espíritu te ayuda a orar, ¿cómo debe esa reali-
dad afectar tus oraciones?
ora
buena tierra
2 Corintios 5:5
amor
gozo
El gozo es el fruto del Espíritu que más resalta en medio del sufri-
miento, pues se piensa que lo natural es que el sufrimiento produzca
lo contrario.
Como hemos visto en otros capítulos, el sufrimiento elimina ese fal-
so sentido de gozo en las cosas temporales de esta vida. Si nuestro
gozo está enfocado en cualquier otra cosa que no sea el amor inmu-
table de Cristo, entonces el sufrimiento revelará esa realidad y nos
robará el gozo.
El Espíritu está obrando para darte gozo en el sufrimiento —un
gozo real, el cual es gozo en Cristo, y no en las circunstancias que
te rodean.
Tener el gozo de Cristo no significa que nunca vamos a sentir triste-
za o dolor, o que siempre debamos andar con una sonrisa, como si
la cantidad de decepciones, sufrimientos y dolores que inevitable-
mente vamos a enfrentar en la vida no produjeran nada. ¡Así no es
como Jesús vivió en la tierra! Sin embargo, a medida que el fruto del
gozo crece en nosotras, somos capaces de ser genuinas en las
emociones y experiencias de la vida, y aún así tener gozo en Cristo
y en la promesa de una eternidad en Su presencia. Las pruebas nos
golpean, pero no tenemos que quedar destruidas ni sin gozo.
¿Has visto al Espíritu Santo usando tu sufrimiento para revelar las
formas en las que has buscado gozo en algo distinto a Cristo? ¿Has
luchado por encontrar gozo en tus circunstancias presentes? Pídele
al Espíritu que use el desvanecimiento de tus esperanzas terrenales
para aumentar tu gozo y tu esperanza en lo eterno.
paz
paciencia
benignidad
bondad y fidelidad
dominio propio
El dominio propio se refiere a refrenar pasiones y apetitos.
Una vez más, las pruebas nos dan razones aparentemente buenas
para darle rienda suelta a nuestros deseos y reacciones. Después
de todo, nos merecemos algo de placer y descanso por haber sufri-
do tanto, ¿no? Pero el Espíritu obra para mostrarnos que para tener
placer y descanso debemos tener dominio propio, porque es solo al
batallar contra nuestras pasiones pecaminosas y al apartarnos de
nuestros apetitos egoístas que podremos disfrutar de la vida que
Dios quiere para nosotras —una vida de obediencia al Señor.
¿Crees que tus pruebas han evidenciado aún más tu falta de domi-
nio propio al tener que batallar contra emociones extrañas y abru-
madoras? ¿Has tratado de calmar tu dolor, estrés, ansiedad o miedo
con hábitos pecaminosos como la gula? ¿Te has visto respondiendo
ásperamente a los demás cuando sientes que no tienes el control de
tus circunstancias? Si es así, ¿estarías dispuesta a llevar esas lu-
chas delante del Señor, pidiéndole perdón y la gracia necesaria para
ejercitar dominio propio en el poder del Espíritu?
el fruto crece
No podemos esperar ver perfección de este lado de la gloria. Pero
podemos anhelar ver fruto. Al andar en el Espíritu, Él seguirá obran-
do para hacer crecer Su fruto en nosotras. Normalmente el fruto cre-
ce lento, a veces ni siquiera se nota, pero crece.
Así que mira hacia atrás. ¿Cómo puedes ver al Espíritu producien-
do fruto en tu vida? ¿Hay alguna forma en la que has estado obsta-
culizando Su obra en lugar de estar alentándola? Podrías pedirle a
una amiga cristiana que te ayude a ver el fruto en tu vida. Celebra la
verdad de que Dios no te ha conducido a una vida cómoda, sino que
te ha estado transformando para que tu carácter sea cada vez más
como el de Cristo. Pídele que te ayude a enfocarte en las bendicio-
nes de la obra del Espíritu en ti, no en tus circunstancias. Permane-
ce en oración, rogando que cuando te encuentres en el terreno del
sufrimiento, el fruto del Espíritu esté creciendo en ti.
reflexiona
~ ¿Estás viendo crecer el fruto del Espíritu en tu vida, aunque
sea poco a poco? Si no es así, pregúntale a una amiga cristia-
na qué ve en ti. Y si ninguna de las dos puede ver fruto cre-
ciendo en ti, ¿considerarías preguntarte si realmente has ren-
dido tu vida a Jesucristo como tu Señor y Salvador?
~ Si estás segura de tu salvación, pero aún te cuesta ver ese fru-
to en tu vida, ¿estarías dispuesta a pedirle al Señor que conti-
núe haciendo Su obra en ti?
~ ¿Cómo has visto a Cristo usando tu sufrimiento para producir
fruto en tu vida?
ora
Señor Jesús, gracias por darme Tu Espíritu como garantía de que
soy Tu hija. Anhelo reflejar más de Tu carácter, pero siento al pe-
cado atrayéndome constantemente. Por el poder del Espíritu San-
to, usa estas circunstancias en mi vida para producir en mí el fruto
del Espíritu y un carácter semejante al de Cristo. Ayúdame a vivir
por el Espíritu y a crecer en amor, gozo, paz, paciencia, benigni-
dad, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio propio. Amén.
ahora mismo
“Así que siempre vivimos en plena confianza, aunque sabemos que
mientras vivamos en este cuerpo no estamos en el hogar celestial
con el Señor. Pues vivimos por lo que creemos y no por lo que ve-
mos. Sí, estamos plenamente confiados, y preferiríamos estar fuera
de este cuerpo terrenal porque entonces estaríamos en el hogar ce-
lestial con el Señor”.
reflexiona
~ ¿Por cuáles circunstancias o peticiones específicas podrías
orar hoy mismo? ¿Cómo puede el meditar en tu sanidad final y
eterna animarte a pedir por sanidad en el presente?
~ ¿En qué áreas está Dios pidiéndote una obediencia radical a
pesar de tus limitaciones?
~ ¿Cómo puedes dar generosamente hoy mismo? ¿Cómo te
anima a dar la realidad de tu hogar celestial con Jesús?
ora
vengan a mí
Dios puede lidiar con nuestro caos. Él puede lidiar con nuestras
preguntas —aun cuando revelen nuestra falta de fe. Estos senti-
mientos no son malos en sí mismos, lo que sí está mal es dejarnos
dominar por ellos. Cristo no está ahí simplemente para que le des-
carguemos nuestras emociones y luego nos alejemos con la misma
desesperanza; en vez de eso, Él quiere que vengamos a Él con ho-
nestidad y caminemos con Él en libertad.
2. Toma Su yugo sobre ti. Seguir a Cristo, aun en medio del sufri-
miento, es la única forma de tener verdadera libertad. Cuando nos
aferramos a Cristo y nos sometemos a Su Señorío, nos damos
cuenta de que en Él podemos experimentar verdadera paz. En vez
de permanecer distantes de Él, creyendo que vamos a encontrar
gozo y libertad sin Él, podemos confiar en que nada de lo que en-
frentemos bajo Su mano soberana será desperdiciado, sino que
será usado para que estemos completamente satisfechas en Él y
para dar gloria a Su nombre.
reflexiona
~ ¿Crees que está mal traer tus preguntas y tus emociones de-
lante del Señor? Si es así, ¿estarías dispuesta a leer el libro de
Job y los Salmos de David con el anhelo de aprender de su
honestidad y de la autenticidad de su fe?
~ ¿A quién vas con tus dudas y preguntas? ¿Estás dispuesta a
traerlas todas a Cristo y a permitir que Su verdad hable a cada
área de tu corazón?
~ Si no podemos traer nuestras cargas a Él, entonces ¿a quién
podemos acudir? ¿Confías en que Cristo es suficientemente
fuerte para manejar las preguntas más difíciles?
ora
Señor Jesús, quiero ser fuerte y estable en mi fe, pero al enfrentar
este dolor y ver a otros sufriendo a mi alrededor, lucho con pre-
guntas sobre Tu bondad, Tu soberanía y Tus propósitos. Me sien-
to confundida y molesta. Gracias porque quieres que venga a Ti
con todos estos sentimientos. Gracias porque estás dispuesto a
escuchar todos mis pensamientos y sentimientos contradictorios y
caóticos. Gracias porque cuando no sé cómo explicarlo con pala-
bras, no necesito hacerlo. Y gracias porque me contestas invitán-
dome a confiar en Ti, a recordar Tus promesas y a descansar en
Ti. Por favor, muéstrame las promesas que necesito conocer, y
dame la fe que necesito para confiar en ellas. Por favor, ayúdame
a caminar por fe hasta el día en que esté contigo en el hogar y mi
fe se vuelva vista. Amén.
Textos para meditar: Job 10; Job 13:15; Job 23; Salmo 42; Salmo
102
capítulo veintinueve
cuando dios
verá a Su descendencia,
debemos escoger
Cuando estuve recostada en el sofá durante esas vacaciones, sin-
tiéndome miserable mientras mi familia disfrutaba de la playa, tenía
dos opciones. Podía andar por vista y permitir que lo que no podía
entender me llenara de ira contra el Señor, o podía escoger andar
por fe y recordarme a mí misma que los caminos de Dios son más
altos que los míos, que Él es confiable y bueno aun cuando mis cir-
cunstancias no parezcan tener sentido.
Amiga, esta vida está llena de circunstancias que nos harán cues-
tionar y hasta negar la bondad de Dios si vivimos por lo que vemos,
en vez de vivir por fe en lo que Dios ha prometido. Cada día debe-
mos tomar una decisión. Podemos escoger confiar en lo que vemos
y definir por nosotras mismas lo que es bueno, molestándonos con
Dios y dudando de Su bondad; o podemos vivir por fe en el Salvador
crucificado y dejar que sea Él quien determine lo que es bueno para
nosotras. Eso usualmente implica que ejercitemos los músculos de
nuestra fe para escoger confiar en Él y no en lo que vemos y senti-
mos.
Ven a Cristo con tus dudas y debilidades; pídele que te dé la fe
para quitar tus ojos de lo que tienes frente a ti y fijarlos en la cruz —
porque solo allí encontrarás seguridad y confianza en la bondad y fi-
delidad inmerecidas de tu Padre celestial. ¿Es Dios bueno? Sí. Él
murió por ti.
reflexiona
~ ¿Estás pasando por alguna circunstancia que te haga sentir
que Dios no es fiel? ¿Cómo puedes luchar contra esos senti-
mientos durante esta semana a la luz del evangelio?
~ ¿Puedes recordar alguna temporada en tu vida en la que aho-
ra puedes ver la bondad y fidelidad de Dios a pesar de que en
ese momento parecía lo contrario?
~ ¿Escogerás confiar en el carácter de Dios en vez de confiar en
lo que te dicen tus sentimientos?
ora
Ten piedad de mí, oh Señor,
porque Tú me responderás.
2 Tesalonicenses 3:3; Tito 3:4-7
capítulo treinta
verás
a jesús
“Por eso, ya sea presentes o ausentes, ambicionamos agradar al
Señor. Porque todos nosotros debemos comparecer ante el tribunal
de Cristo, para que cada uno sea recompensado por sus hechos es-
tando en el cuerpo, de acuerdo con lo que hizo, sea bueno o sea
malo”.
2 Corintios 5:9-10
nuestra motivación
Pero no debemos detenernos ahí. Si 2 Corintios nos ha enseñado
algo, es que la esperanza del evangelio transforma nuestro dolor.
Pero también transforma nuestra motivación para agradar a Jesús
en medio del dolor.
John Piper cuenta una historia para ilustrar las dos formas en las
que podemos ser motivadas:
finales