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Nada, La Verdad No Sospechada

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CARMEN LOPEZ HERNÁNDEZ

Almería, Espaiía

NADA O LA VERDAD NO SOSPECHADA

Siempre surgen miles de cuestiones cuando a la voz literatura se le añade algo que la
restringe; ahora se trata del término 'femenina'.
¿Qué es la literatura femenina: la literatura escrita por mujeres, la que se escribe para
mujeres o aquella que tiene como protagonista una mujer?
Nosotros nos vamos a quedar con literatura escrita por mujeres, porque nos parece que
restringe más claramente la voz literatura.
La obra que vamos a tratar, Nada, obtuvo el Premio Nadal en 1944, cuando Carmen
Laforet contaba tan sólo con la edad de veintitrés años. Para cualquier lector habitual de su
obra, no resulta novedoso advertir que son las protagonistas femeninas quienes se hacen del
mundo literario de nuestra autora.
Nada es el principio del final de un ambiente literario que aún no ha roto con la tradi-
ción en lo que a la narración en prosa se refiere. Pese a que la técnica narrativa no es nove-
dosa, Carmen Laforet expresa una sensibilidad distinta: la femenina.
El ambiente histórico en el que hizo irrupción la novela justifica, tal vez, el revuelo que pro-
dujo y, a la vez, explica esa impresión simulada o inexacta que Nada tiene de libro crítico.
El tema de nuestra obra va más allá. La reflexión oscila entre las relaciones personales
-humanas- y la adolescencia de una joven que busca su propia identidad como persona
y como mujer. Como Andrea expresa con desilusión al final de la obra, se marchaba
...
sin haber conocido nada de lo que confusamente esperaba: la vida en
su plenitud, la alegná, el interés profundo, el amor.

Carmen Laforet ganó el Nadal, admirando al literario de la época y este hecho


se achacó a muchos elementos; pero fue quizá el ambiente en que hizo su aparición lo que
más lo justifica.
Santos Sanz villanueval nos dice que el momento histórico de la irrupción de Nada en
el mundo literario explica la falsa impresión de libro muy critico que entonces causó, des-
mentida ya desde nuestra perspectiva histórica. Nosotros estamos de acuerdo con él: Nada
no es una obra de denuncia o, al menos, no de denuncia social tal como se viene entendien-
do. Es cierto que, de acuerdo con Ciplijauskaité, "Elfondo histórico es imprescindible en
la mayorúl de las novelas escritas en los años ~incuenta";~ pero también es cierto que eso

Sanz Villanueva, S.: Historia de la novela social española, Madrid, Alhambra, 1986, pp. 282-283.
Biruté Ciplijauskaité: La novela femenina contemporánea (1970-1985). Hacia una tipología de la narración en
primera persona, Barcelona, Anthropos, 1988, p. 21.
que Ciplijauskaité llama fondo histórico es imprescindible en toda obra literaria, todo lo que
trata del género humano no puede omitirlo, en cuanto que lo determina, lo conforma, etc.
Durante muchísimos años -aún hoy hay quienes lo hacen- se ha calificado esta ópera
prima de Laforet como una "novela de postguerra". A nuestro parecer por lo único que se
la puede calificar así es por su fecha de aparición, pues carece de una forma evidente de
tintes sociales. Lo que Laforet pretendió no fue convertir su novela en una prolongación de
las consecuencias de la Guerra Civil en la España de los años 40. Entendemos que la auto-
ra, dado el momento histórico, hace constar que la guerra estuvo ahí y que ya había termi-
nado; pero lo hizo brevemente y a su debido tiempo -al comienzo de la novela-. A par-
tir del encuadre geográfico-cronológico todo se sucede en tomo a las relaciones familiares
y personales dejando al margen las consecuencias sociales de la guerra.
Es por esto que englobar en un mismo grupo Nada y La familia de Pascua1 Duarte, si
no se hace desde la pura clasificación cronológica, nos parece equivocado. A nuestro enten-
der no sólo se diferencian en el tono de la narración -lirismo de la una o cinismo de la
otra-, sino que hay una abismal distancia -no en calidad, no vamos a entrar en ello-
temática, de fondo y de estilo entre una y otra.
Pero queremos, sobretodo, hacer incapié en algo que resulta muy llamativo: cuando se
leen las reseñas de afamados críticos, y de otros que no lo son tanto, sobre las escritoras
femeninas, hablan de ellas haciendo prevalecer las biografías de las autoras por encima de
sus propias obras o de la trayectoria literaria de las mismas.
La pregunta ja qué es debido? es obligada y nos conduce a una suerte de dialéctica sobre
el sexo débil en la que tampoco se debe caer.
La literatura escrita por mujeres no es la biografía de sus autoras d e l mismo modo que
la literatura escrita por hombres no lo es tampoco o lo es en la misma medida- ni la críti-
ca literaria de sus obras consiste en dar vueltas en círculo sobre los argumentos de las mis-
mas. Mucho nos tememos que va mucho más allá de todo eso.
Es incomprensible, pues, que quienes han dedicado media vida al estudio de la literatu-
ra, cuando se enfrentan a la obra de una mujer sean, por encima de todo, biógrafos y olvi-
den que lo que tienen entre manos es literatura.
Encontrar los valores que entraña una obra va más allá del sexo de la persona que la ha
concebido. Nuestros críticos, sean hombres o mujeres -claro-, han olvidado eso.
En algunos de los trabajos -artículos, libros de consulta, monografías, etc.- que he-
mos recogido para la elaboración del nuestro, hemos encontrado las citas siguientes (todas
ellas sobre Nada):
- Para poder comprender este interés y apreciar la contribución tan signi-
ficativa que esta obra representa, es iluminativo examinar Nada desde una
perspectiva feminista3

Sara E.Schyfter: "La mística masculina en Nada de Carmen Laforet" en Novelistas femeninas de la postguerra
española (Edic. de W . Pérez, J.), Madrid, Edics. José P o d a Turranzas, 1983, p. 85.
- Tienen en común la tendencia a la autobiografía trasladada a la experi-
encia no~elística.~
- Me atrevería a decir que nuestros análisis revelan que la experiencia cre-
ada en La familia de Pascua1 Duarte tiene un sentido más auténtico -tal
vez porque la ironía controla mejor que el lirismo la expresión de angus-
tia frente al ambiente decadente presentado en las dos novela^.^
- [...] más entretenimiento que significación; muchos nervios y demasiado
pocas ideas.6

Nos parece que la crítica ha sido muy injusta no ya con Nada y con Carmen Laforet, sino
con la literatura escrita por mujeres (Ana MWatute, Chacel, etc.).
Parece un puro ademán cortés el hecho de que las nombren, incluso, de pasada o para
criticar aquello que justamente da a las obras de las autoras españolas un carácter propio.
Nada es una novela que va mucho más allá de los límites de la literatura social de pos-
guerra. La novela está construida alrededor de la relación entre la personalidad de Andrea y
la situación en que ésta se encuentra. El mundo de la casa de Aribau es un mundo aparte de
la vida que transcurre fuera -podríamos hablar de intramundo en el mismo sentido que
Unamuno utiliza su intrahistoria-.
Andrea, una adolescente para quien es desconocido todo cuanto de ruín tiene el ser hu-
mano, se adentra en el mundo privado y peculiar de la casa de la calle Aribau, un mundo
nada satisfactorio en cuanto a las relaciones personales. A raíz de lo que conoce y aprende
allí, su camino se convierte en una huída; Andrea quiere huír de cuanto significan esos seres
que viven anquilosados en sus bajezas. Todo gira en torno al propósito de exponernos el
conocimiento que Andrea tiene, durante ese año de estancia en la casa, de las emociones y
de los motivos de los hombres en general y de sí misma en particular.
La casa de la calle de Aribau tiene un papel muy significativo en la estructura de la nove-
la. Es símbolo de lo que encierra el alma humana y de sus conflictos; es "como un lienzo
para la narra~ión".~ Andrea penetra en ella con la inocencia e ingenuidad románticas de una
adolescente de 18 años y se encuentra con un mundo enmohecido, umbrío. Es más: el desar-
rollo y maduración del personaje de Andrea sólo puede entenderse si se ve en relación con
la casa, con sus habitantes - que viven encerrados en ella.
En el universo privado de Aribau se insertan casi todos los personajes. Sus personali-
dades, muy bien definidas, se establecen a nuestros ojos a través de las sensaciones de
Andrea, los conflictos de los unos para con los otros y sus propias tensiones particulares. La

Margaret E. W.Jones: "Del compromiso al egoísmo: La metamorfosis de la protagonista en la novelística feme-


nina de postguerra", en Novelistas femeninas de la postguerra española, Ibídem, p. 125.
Robert C. Spires: La novela española de posguerra, Madrid, Cupsa Edit., 1978.
6 ~ u g e n i oG. De Nora: La noveh española contemporúnea, 111. Madrid, Gredos, 1982, p. 105.
David W. Foster: "Nada de Carmen Laforet", RHM XXXII. 1966, p. 47.
realidad de cada uno de ellos sobrepasa las relaciones con Andrea: existían antes de su Ile-
gada y existirán tras su partida -aunque sólo sea en la memoria-. La existencia de cada
uno de ellos realza el papel de espectadora que Andrea tiene; ella descubre el lado oscuro
del alma humana conviviendo con ellos.
Uno de los aspectos más importantes en la maduración de Andrea es su relación con Ro-
mán, personaje que tiene relación con todos los demás no sólo con las mujeres que habitan en
la casa, sino también con Ena y su madre, y que es culpable en gran medida de la suerte de
su hermano Juan. Román aparece a los ojos de Andrea como el único miembro de la familia
que no permanece encarcelado en la casa de la calle Aribau; pero, a medida que transcurren
los días, Andrea se da cuenta de que él es la causa de la mayor parte de los egoísmos y proble-
mas que padecen los demás. Él es el juez y parte de toda acción en la novela. Nada escapa a
su peculiar forma de entender la verdad. Las mujeres son vistas por él como seres hipócritas
que sólo conducen a la perdición y, como todos los personajes de la casa, es, primordialmente,
el símbolo de la negación de la vida; es el personaje antagónico, representa justamente lo con-
trario de todo cuanto Andrea espera conseguir: amor, amistad, etc. Román, como su Xochi-
pilli, es destructivo. Con su muerte no sólo se liberan de su yugo los personajes-habitantesde
la casa, sino que se da cabida a la posible existencia del ideal de amor romántico, ya que con
su muerte acaba también la negación de todo aquello a lo que aspira Andrea.
. Juan, el otro hombre de la casa, es un personaje agresivo, frustrado. Su vida transcurre
entre el poder de Román y su fracaso matrimonial con Gloria, destruido en gran medida por
la mano de Román.
Sin embargo, nos interesa especialmente la caracterizaciónque Laforet hace de cada uno
de los personajes femeninos.
Gloria, esposa de Juan, es un personaje controvertido. Cuando se casó con Juan siendo
una adolescente, tenía los mismos sueños que Andrea y se vio arrastrada a un mundo del que
fue incapaz de salir. Su relación con Juan es una relación de poder del hombre frente a la
mujer; ella se somete a las reglas del varón. La soledad, el hastío, y el más absoluto vacío
son el resumen de su vida en la casa de Aribau.
Angustias, hermana de Juan y Román, es el personaje que encarna la crueldad. Su pre-
sencia se nos hace insoportable: ella quiere acabar con los sueños de Andrea. Sin embargo,
vive una historia con un hombre casado, al que ama a espaldas de todos, que la condena -al
igual que a Gloria- al más absoluto de los vacíos. Termina enclaustrándose en un conven-
to a causa no de su fe, sino de su debilidad y de su incapacidad para enfrentarse a los hechos.
La abuelita encarna el papel femenino tradicional por antonomasia: religiosa y madre
para sus hijos (no para sus hijas). Vive totalmente al margen de la realidad y representa la
inocencia, frente al resto de los personajes, fruto de los años de su propia educación y, cómo
no, del no saber hacer las cosas de otro modo.
La criada, con su gato negro, posee todo lo que de negativo tienen la casa y sus habitan-
tes. Es un personaje oscuro, tétrico que, como una sombra, está en todas partes y es cada uno
de los habitantes.
La madre de Ena es una mujer castrada. Infeliz como madre y como esposa, se niega toda
satisfacción personal. Es la desmitificación del amor materno y, al contrario que Gloria, ella
se casó sin amor y mantiene, sin embargo, una relación matrimonial satisfactoria y respetu-
osa.
El más desafiante de los seres que toman vida en la novela es Ena. Ella vive la vida según
sus propios criterios y se da un cierto valor como mujer. A través de ella Andrea recobra la
esperanza de lograr sus sueños. Aprenderá con Ena el juego de los sexos y descubrirá ras-
gos comunes entre hombre y mujer. Ena ayuda también a su madre a aceptar su forma de vi-
vir de una manera menos dolorosa y triste. Transforma a su madre en un ser humano mejor
y le hace entender que "amar" no es una entrega ciega de cuerpo y alma, sino que en su sig-
nificación entran también comprensión, amistad y ternura.
Con Ena y a raíz de sus relaciones con Román y con Jaime, Andrea aprende tres cosas:
que la mujer no es peor que el hombre, que tiene que dominar las pasiónes y que es posible
un amor de igual a igual. Al conocer a Ena, Andrea decide que no quiere parecerse a las mu-
jeres de su casa; su vida no puede parecerse a las vidas de las mujeres que ha conocido. Ella
quiere ser libre.
Parece evidente que Nada tiene una actitud de desafío, de reacción contra las normas tra-
dicionalmente aceptadas respecto a la mujer y el papel que representa entonces, dado el
camino que toma Andrea al final del libro.
No obstante, en esta obra Andrea aprende algo muy importante: Que en el mundo real
(el de los egoísmos y desencantos) los sueños se difuminan con la experiencia -propia y
ajena-, pero que no por ello hay que renunciar a las ilusiones, y que sólo cuando uno está
capacitado para discernir entre realidad y deseo se produce el cambio desde la adolescencia
al estado adulto.
El hecho de que, excepto Ena y su madre, todos los personajes fundamentales en la vida
de Andrea fuesen tan particularmente diseñados (esquizofrénicos, agresivos, etc.) nos ofrece
hechos específicos contra los que Andrea debe reaccionar. Carmen Laforet compromete a
nuestra protagonista a un punto de vista humano y social -sobre todo respecto al papel que
la mujer debe desempeñar-, a una visión idealista de la vida.
Las actitudes hacia el sexo, el matrimonio y el hombre dejan de ser al final de la novela
actitudes acordes con los papeles femeninos tradicionales. Andrea es capaz de pensar, posee
espíritu crítico; de hecho, el propio diseño que Laforet hace de Nada gira en torno a las re-
flexiones de Andrea cuando ya han transcurrido dos años desde que abandonó Barcelona y,
con ella, un pasado nada satisfactorio.
Si aceptamos que el tema fundamental de Nada es el de "un alma, capaz de compren-
sión y de entusiasmo, lucha por ~ a l v a r s e "de~ la confusión de vivir y que lo más interesante
es la plasmación de un ambiente en el que se desatan las pasiones más turbias, en el que "las

Sobejano, C . :Novela españolu de nuestro tiempo, Madrid, Prensa Española, 1975, p. 144.
relaciones humanas están presididas por el egoísmo, por el odio, por un desaforado cainis-
rno':9 hemos de criticar a C. Spires que recriminara a Carmen Laforet su tono lírico, pues
es el que mejor se ajusta, a nuestro entender, para la mejor expresión y el mejor acercamien-
to de los personajes -no de la sociedad- al lector.
La fórmula de Carmen Laforet es la de novelar dentro de un ambiente vivido, pero con
un argumento inventado (no es, por supuesto, autobiografía).
Nada está construida en base a la limitación del enfoque narrativo a la primera persona,
Andrea, que, con el uso de imágenes afectivas hacia el pasado, nos indica la diferencia exis-
tente -consciente por parte de la narradora- entre lo que verdaderamente sucedió y cómo
lo recuerda ella.
Cuando Andrea se pone a contar la historia, ya ha alcanzado una etapa de introspección
y asimilación de su pasado que le permite reflexionar sobre él. No obstante, su proyección
hacia él es tal, tan absoluta, que se limita a presentar las impresiones de entonces sin clari-
ficar las circunstancias concretas.
La novela es una interiorización y el enfoque apunta hacia los individuos. La presenta-
ción intimista y la atención prestada a cuestiones personales tienden al estudio lento y por-
menorizado de la personalidad. La memoria, o narración en primera persona, afirma esta
idea y, paralelamente, da pie a otra afirmación: la importancia del pasado.
Las asociaciones personales en la mente de Andrea afectan a toda la obra, que está cons-
truida fragmentariamente (también la memoria funciona así).
Pero lo verdaderamente especial de esta obra es la inseparable unidad entre tema y es-
tructura: a una visión nihilista de la existencia -aunque esperanzada- le corresponde un
dinamismo estilístico. Sus ojos y su memoria -los de Andrea- dan la sensación de oscilar
de un punto a otro con rapidez -aunque con detalle-; al fin y al cabo es Andrea frente a
todo lo demás. No podía haberse hecho de otra manera y hacerlo mejor.
Carmen Laforet hace alarde a lo largo de toda su obra de una especial sensibilidad capaz
de captar con detalle todo cuanto acontece en los recovecos del alma humana. En esta oca-
sión ha sido Andrea quien nos ha llevado por las vidas de sus familiares para mostrarnos
todo aquello que ella no quiso ser.
El agua no pudo limpiar la suciedad que le rodeaba, no fue suficiente porque el alivio
que le confirió fue momentáneo y Andrea sólo pudo huír. Laforet libera a Andrea y también
a sí misma y a cada uno de nosotros del determinismo familiar y del dominio masculino,
para convertir a nuestra adolescente en una mujer adulta, capaz de pensar y de elegir; una
mujer autosuficiente y libre.
El tono lírico en el que se desarrolla el relato nos obliga a aprehender la lección.
Laforet "tiene el raro secreto de definir con los más certeros rasgos las pasiones, el
mundo, las debilidades de los seres de su sexo; posee un instinto tan preciso para hurgar en

Sanz Villanueva, S., Ibídern, pp. 285-286


el secreto de su ridículo o su mezquindad como para apresar sus entusiasmos, sus ardores,
sus ilusiones e ~ a l t a d a s " . ~ ~
Encontrar en ello una carencia nos parece, por parte de algunos críticos, una forma de
tomarse la justicia por su mano. Laforet acertó en el cómo y no pueden sustentarse aquellas
teorías que toman el tono lírico -pero real- de esta novela como un defecto de nuestra
autora.

NADA AL1 NESLUTENA RESNICA


Avtorica polemizira S kritiki o njihovi naravnanosti do literarnih stvaritev Spanskih avto-
nc. Na primeni romana Nada Carmen Laforet pokaie, da je oEitana senzibilnost, IiriEni ton
t. i. ienske pisave nameren in premiiljen ter kot tak predstavlja bistveno pMno v naEinu pnpo-
vedovanja in odliko njenega literarnega ustvarjanja, tako kot ustvarjanja drugih avtoric. Ne
strinja se z rabo termina "ienska pisava", saj meni, da pri dovdenem umetniSkem delu takSne
klasifikacije niso potrebne, postavlja se na stran literature, ne glede na moiko, iensko ali avto-
biografsko. Podvomi tudi o etiketah "povojni roman", "druibeno angaiirani romann, S kateri-
mi kritiki najveEkrat oblepijo to delo. Ta roman je po njenem mnenju izzivalna reakcija na
tradicionalno vlogo ienskega lika v literaturi in v njem gre zlasti za psiholoiko portretiranje
individuumov, introspekcijo in intimizem, za poseben svet, ki je odmaknjen od iivljenja zunaj.

l o Alborg, J . L.: Hora actual de la novela española, 1. Madrid, Taunis. 1985, p. 129.

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