Tema 4 Poesia
Tema 4 Poesia
Tema 4 Poesia
Menéndez Pidal expresa que los romances más antiguos que conocemos datan del
siglo XV y que algunos pocos del siglo XIV. No obstante, muchas de las versiones que
conservamos son del siglo XVI, momento en que se llevan a la imprenta. En el siglo XVI
debieron crearse otros romances, pero imitando a los viejos modelos. Para establecer
la fecha mínima de antigüedad un romance, se tiene en cuenta el momento en el que
se halló alguna alusión sobre él o su fijación por escrito. Sin embargo, al tratarse de
una tradición oral, este criterio resulta muy impreciso. Los romances cuya datación
cronológica parece más fácil son los llamados noticieros debido a que aluden a un
suceso contemporáneo.
Menéndez Pidal señala que el primer romance que podemos fechar es el referente a la
muerte del rey Fernando IV el Emplazado. Otros romances de este tipo que se pueden
1
fechas en el siglo XIV son el del Prior de San Juan, referido a un suceso de 1328, y el de
“Cercada tiene Baeza”, que debió componerse en 1368 aproximadamente.
El romance más antiguo recogido por escrito fue copiado en 1421 en un cuaderno de
apuntes por Jaume de Olesa y se trataba de “Gentil dona, Gentil dona”. El manuscrito
de este romance se conserva en la Biblioteca Nacional de Florencia y fue hallado por
Ezio Livi. Menéndez Pidal afirma que este tema se haya hecho muy popular y que está
rematado con una “escorreguda” o desecha y escrito con una grafía y un léxico
catalanizantes.
Al ser los romances cantos muy populares, se hizo frecuente que se publicaran en
ediciones muy baratas de la época y se denominaban pliegos sueltos o pliegos de
cordel. El pliego es una hoja de papel que se doblaba en múltiplos de cuatro. Solían
llevar ilustraciones.
La imprenta comienza a difundir los romances a finales del siglo XV o principios del XVI
y habían conquistado la estima del pueblo y de las clases poderosas e intelectuales.
Muchas de las versiones que se imprimen datan de esta misma época, aunque siguen
la tradición de las más antiguas.
La mayor parte de estos pliegos han desaparecido debido a la mala calidad del material
y de su carácter perecedero. El más antiguo que se conserva procede de la imprenta
de Jorge Coci en Zaragoza.
En los últimos años del siglo XVI, la impresión de romances viejos va desapareciendo,
aunque prologan su vida hasta nuestros días a través de la tradición oral. Esto produce
el triunfo definitivo del Romancero Nuevo. Entre 1589 y 1597 se publican las nueve
Flores de romances nuevos, cuya recopilación dará lugar al Romancero general de
1600. De este Romancero general hizo Juan de la cuesta en Madrid una nueva edición
en 1604 que incluye textos de otras colecciones, pero lo más novedoso e interesante
es la incorporación de las letras, sobre todo las fundadas en seguidillas o con
seguidillas como estribillos.
En 1605 Miguel de Madrigal compila y da lugar a una segunda parte del Romancero
General y Flor de diversa poesía, que une la edición de romances a una amplia
antología de la lírica culta de la época.
A partir de aquí se verifica un cambio de gusto la poesía popular del siglo XVII. A los
romances moriscos y pastoriles se añaden las seguidillas y letras para cantar. Este
fenómeno lo protagonizan los mismos poetas que escribieron las nueve primeras
partes. Lope de Vega, tras “las quejumbres de los pastores, los retos, fieros y
encarecimientos de los moros enamorados”, inunda su teatro con cancioncillas que, en
ocasiones, sirven de estribillo al romance.
2.3 Romancerillos
El más difundido y célebre fue la Primavera y flor de los mejores romances de Pedro
Arias Pérez. En él se representan los mejores poetas del momento: Góngora, Quevedo,
Villamediana, Bocángel y sobre todo Lope de Vega.
3
- Los romancerillos tardíos centran su atención en la seguidilla, de modo que la
serie de octosílabos es preparación de la explosión lírica contenida en el breve
cantarcillo. El estribillo, que había nacido como complemento emotivo del
desarrollo épico - dramático del romance, ha crecido en importancia y lo ha
subordinado.
En la etapa aédica y oral, desde los orígenes hasta la 2ª mitad del siglo XV,
encontramos un canto fugaz y común. También surge el Romancero viejo que posee
un carácter épico, heroico, novelesco y fronterizo.
En la etapa aédica literaria, desde la 2ª mitad del siglo XV hasta mediados del siglo XVI,
encontramos que se divulgan los romances viejos y que aparecen los trovadorescos,
cortesanos y glosas de antiguos romances. Los romanceros comienzan a entrar en
cancioneros líricos (de Estúñiga, 1458, de Londres, 1471, General, 1511). Se difunden a
través de los pliegos de cordel.
En la etapa rapsódica, desde mediados del siglo XVI, este siglo es el esplendor del
romancero. El romancero antiguo ya publicado en romanceros y encontramos el
Cancionero de Amberes o Cancionero s.a (h. 1458), el Cancionero de Amberes de 1550
y el Romancero General de 1600.
El romancero nuevo triunfa hacia 1580 y destacan los romances de autor. Además,
poseen temas pastoriles, filosóficos, históricos, entre otros.
Un romance consta de grupos de versos de ocho sílabas en los que los pares riman en
asonante y sin rima en los impares. Poseen una extensión libre y a veces los versos se
encuentran dispuestos de cuatro en cuatro, aunque para que siga siendo un romance
debe mantener la misma rima. El esquema sería el siguiente: 8 (-a-a-a-a-a-a-a…).
En algunos romances varía la rima, quizá por el recuerdo de las tiradas épicas. Las
asonancias más frecuentes son las llanas á-a, á-o, í-a, y la aguda -á.
4
En cuanto al ritmo, puede ser trocaico (con acento en 3ª y 7ª), dactílico (acento en 1ª y
7ª) y mixto (en 2ª y 7ª) (cf. Tomás Navarro Tomás). Puede estar dividido por el sentido
en grupos de cuatro versos.
Los más antiguos pueden añadir para completar la rima la llamada e- paragógica y no
poseen división es trófica. En cambio, los más modernos agrupan los versos de cuatro
en cuatro y no suelen recurrir a dicha e- paragógica. Todos los romances viejos son
anónimos e influidos en gran manera por la religión, la guerra y el amor.
El romance primerizo Remembranzas desarrolla una vivencia que solemos tener todos,
que nuestra casa y todo lo que nos rodea es el mundo y que no hay más allá. Este
romance es muy narrativo ya que posee un argumento anecdótico. Juan Ramón fue un
admirador de la reescritura ya que escribir un poema interesante emanaba de su yo
actual y lo hace con este poema. En esta reescritura denomina al poema Cuando yo
era niñodiós y observamos que redistribuyó los versos haciendo de un romance una
tirada épica y posee una deixis imaginaria ya que “este pueblo” realmente no está
aquí, sino en su imaginación. Además, se hace mucho más concreto y el valor del
recuerdo alcanza varios grados hasta convertirse en esta potente imagen simbólica
como podemos observar en “la luz con el tiempo dentro”, una imagen muy plástica,
aunque también podría evocar teorías de la física más moderna. A su vez, este
recuerdo es mucho más complejo que el primero ya que el primero tiene solo dos
momentos, el yo de pequeño y mi pueblo maravilloso y el yo volviendo de mayor y
viendo mi pueblo miserable, mientras que el segundo recuerdo posee varios
momentos, el yo en el pueblo maravilloso, el yo que lo ve todo pequeño, el yo que a sí
mismo se ve pequeño y el yo de ahora que añora la vida futura que contiene el niño, a
diferencia del primer recuerdo puesto que añora la inocencia.
5
- Romancillo: romances cuyos versos tienen menos de 8 sílabas, que podrían ser
tetrasílabos (poco frecuentes), hexasílabos o heptasílabos. Algunos prefieren
distinguir entre romancillo (versos de 6 sílabas) y romance endecha (versos de
7 sílabas). El esquema sería el siguiente:
- Romance doble: romance en el que los versos impares también riman entre sí.
Un ejemplo relevante sería la fábula “El cuervo y el pavo” de Tomás de Iriarte.
- Romance en eco: poseen rima en eco, por ejemplo, El soberano Gaspar / par es
de la bella Elvira: / vira de Amor más derecha, / hecha de sus armas mismas.
(San Juana Inés de la Cruz).
3.1 Estructuras
Los romances-cuentos son básicamente poemas narrativos, mientras que los romances
– escena pueden ser narrativos o romances – diálogo. La fórmula más característica es
la del romance – escena.
Presenta una escena, un encuentro que se produce en la orilla del mar y que sucede en
la noche de San Juan. El romancero tiende y mantiene un lenguaje arcaico. Presenta
unas fórmulas pleonásticas “Con un falcón en la mano la caza iba a cazar”.
Encontramos que el juglar se dirige a los oyentes, situación muy frecuente en el
romancero tradicional “Bien oiréis lo que dirá”.
Comentario del poema en Miguel Díez Rodríguez y Paz Díez Taboada, Antología
comentada de la poesía lírica española, Madrid, Cátedra, 2006, pp. 100-103.
7
el poema se concentra en el enfrentamiento dialógico de dos poderes: el del linaje y
las armas frente al de la experiencia y la sabiduría.
El romance – cuento narra una historia completa que desarrolla una acción extensa
con presentación, nudo y desenlace. Un ejemplo de romance – cuento completo
podría ser En la tierra de Alvar González de Antonio Machado.
Básicamente es un cuento con dos escenas con un empalme en medio del resumen y
una presentación que desrealiza la historia, de manera que no sabemos si el que la
cuenta, el sujeto protagonista yo, está muerto o no.
3.1 El diálogo
8
respuestas es algo esencial en los romances españoles, no solamente en la técnica,
sino en cuanto al ritmo del pensamiento ya que presenta un estado de alma
compuesto de elementos contradictorios.
Son bastantes los romances que se reducen a un puro diálogo. En algunos apenas se
encuentran dos o tres versos que nos indican quién toma la palabra. Además, en el
diálogo hay abundantes elementos retardatarios, es decir, que no sirven para que
progrese la acción. Las constantes reiteraciones, las frases lapidarias y grandilocuentes,
las actitudes y palabras hieratizadas, confieren a los parlamentos un carácter
marcadamente literario y con pretensiones estilísticas.
Para agilizar el relato, se suprime a veces “el verbo dicendi”. No obstante, es muy
frecuente la utilización de determinadas fórmulas introductorias que
transcendentalizan el contenido de los parlamentos: “allí respondiera el moro, bien
oiréis lo que decía”.
- El empleo del adverbio “ya” + verbo de movimiento, que expresa una acción
comenzada: “Ya cabalgaban los condes…”
3.1 Sintaxis
El romance posee una sintaxis bastante simple en la que rara vez la frase supera el
límite de los cuatro versos. A menudo está compuesto por dos proposiciones, cada una
contenida en dos versos. Predomina la parataxis, es decir, oraciones coordinadas y
cuando aparecen oraciones subordinadas suelen ser oraciones de relativo. Además,
10
uno de los nexos más frecuentes es “que”, a veces con un valor causal y otras con un
valor copulativo.
El romancero emplea oraciones que a veces rarifican el estilo y esto produce que sea
antiguo, arcaico o atemporal. Esto se suele apreciar a través de la utilización del
hipérbaton, un recurso para facilitar la rima, aunque también rarifica.
Se ha calculado que un 10% del romancero tradicional está constituido por fórmulas
repetitivas hechas y que a parte de los recursos de repetición también abundan las
antítesis, reforzaras por repetición o pueden estar aisladas. Es frecuente el uso de la
enumeración, casi siempre distributiva y ligada a la reiteración. No suelen aparecer
metáforas, aunque sí hay multitud de comparaciones de matiz ponderativo,
ennoblecedor e hiperbólico.
El uso que hace el romancero de los tiempos verbales es peculiar ya que son relatos
que poseen reproducción de estilo directo de los personajes y, por ello, el relato se
efectúa en pasado, aunque cuando se va a presentar la escena en estilo directo, se
tiende a utilizar el presente histórico, es decir, contar como si fuera presente algo
sucedido en el pasado con la finalidad de “ponerlo ante los ojos” como algo más vivo.
Además, es muy característico el uso del imperfecto de subjuntivo en -ra para otorgar
un tono arcaico. Raras veces conserva el valor etimológico de pluscuamperfecto, y, en
cambio, a menudo se presenta como variante estilística del indefinido:
Los romances documentados antes de 1550 se clasifican, como hace Felipe Pedraza, en
varios grupos:
11
- Romances históricos y fronterizos: narran los acontecimientos ocurridos en el
frente o frontera con los moros durante la Reconquista. Fueron muy populares
y, por su carácter noticiero, son los más fácilmente datables.
Algunos romances están a medio camino entre los fronterizos y los novelescos.
No aluden a un hecho histórico concreto, pero se sitúan en el marco de las
luchas entre moros y cristianos. Es el caso de “Yo me era mora Moraima”,
donde la protagonista se ve burlada por un cristiano que le habla en algarabía y
finge ser perseguido para que le abra la puerta. El tema principal de este
romance es la descripción detallada de un engaño amoroso, en una situación
en que dos comunidades (cristianos y musulmanes) convivían en España en
situación de conflicto.
En el poema Entre el clavel y la espada, Alberti emplea el motivo lírico del “dejadme
llorar” que proviene de un romance, pero que hace una canción paralelística.
- El romance morisco: tuvieron mucho éxito a finales del siglo XVI y principios del
XVII. El romancero morisco nos cuenta “la deposición de un galán pobre, que
suele ser arrogante, engreído y caprichoso, por otro rico, de alta posición y con
buenas influencias”.
Entre los aspectos estilísticos del romancero morisco hay que destacar la
agilidad de su ritmo ya que la estructura alterna las descripciones con los
monólogos. Además, la acción se precipita en una narración que ocupa muy
pocos versos y el análisis de la psicología amorosa mitificada y engrandecida es
el alma de estos poemas. Así mismo, la adjetivación es abundante y colorista,
las imágenes son sencillas pero gráficas e inmediatas y abundan los juegos de
antítesis y los paralelismos. la gallardía de los parlamentos y la riqueza de las
descripciones contribuyeron a que las personas los retuvieran y cantaran del
tiempo, hasta el de que en nuestros días se ha recogido en Marruecos el
13
romance “Mira, Zaide, que te aviso…”, transmitido por vía oral desde el siglo
XVII.
- El romance pastoril: tuvieron mucho éxito a finales del siglo XVI y principios del
XVII. Lope de vega añade a este tipo los romances filosóficos y en La Dorotea,
se incluyen algunos de sus más bellos romances. En este tipo perdura la
agilidad de la lírica juvenil de Lope. La estructura métrica tiende a una mayor
regularidad en la formación de grupos de 4 versos que constituyen
normalmente períodos sintácticos cerrado de unidades de contenido. En esta
obra el poeta emplea la máscara para que sus personajes expresen dedica
mente sus pensamientos y vivencias.
Así mismo, esto incita a los poetas vivos de esa época a imitar al romancero y surge un
corpus romántico de romances donde destacamos obras de El duque de Rivas, José de
Espronceda, José Zorrilla, entre otros.
En las partes dialogadas, además del imperativo (enjuga, vuélveme...) que ayuda a la
dramatización del relato, se emplea el presente propio de los personajes. En estas
redondillas se incluyen también textos descriptivos en presente para dejar constancia
de la actualidad de los hechos y posesiones descritos (son, sobre todo, topografías); el
estilo es fundamentalmente nominal, con abundancia de adjetivos de colores (dorada,
encendido, amarillo...) y de otros efectos sensoriales (surtidores, perfumes, pájaros
que cantan...) que dan a la descripción un carácter impresionista. Salvo en la parte en
la que el moro anuncia sus intenciones (y para ello utiliza el futuro imperfecto), en la
descripción propiamente dicha no hay verbos o se emplea el verbo ser como unión de
sujeto y atributo, sin significado. Y, también como corresponde a los textos
descriptivos, hay abundancia de recursos poéticos
Una Edad Media idealizada donde Walter Scott, Víctor Hugo, Hartzenbusch, Larra,
Espronceda y tantos otros autores sitúan los conflictos amorosos y épicos de sus
héroes. El paraíso o locus amoenus que el moro ofrece a la cristiana. Los grandes
ideales que observamos en la mujer cristiana, el sacrificio de los bienes materiales en
aras a la fidelidad que debe a los suyos; en el moro, la pasión amorosa como impulso
vital, la generosidad absoluta y la caballerosidad que le mueven no sólo a renunciar a
su conquista, sino a entregarle el bien más preciado para el guerrero: su caballo. Es el
triunfo de los sentimientos sobre la razón.
16
después de los hechos narrados: los velos de Grecia, las plumas que adornaban
los cabellos de las damas decimonónicas...
Comentario pp:
Hoy puede parecernos una de las rimas menos becquerianas, o si se prefiere, de las
menos modernas, pero fue en su tiempo la que sustentó la fama y hasta el prestigio de
Bécquer entre los escritores coetáneos. Francisco de Laiglesia [1922] se felicitaría
porque «Marcelino Menéndez y Pelayo, la más alta representación del pensamiento
español en nuestro tiempo, le abriese las puertas de la inmortalidad incluyendo dos de
sus rimas en el tomo de las Cien mejores poesías líricas escritas en castellano». Una de
ellas era ésta, desde luego. Lo que no debía saber don Francisco era la mala opinión
privada que tenía don Marcelino del poeta Bécquer, que le parecería, como a Núñez
de Arce, excesivamente femenino. También despertó recelos en los ambientes más
conservadores la conclusión del poema, con la expresión de la duda religiosa, nada
rara en el poeta. Recuérdese la rima 25 (VIII): «En el mar de la duda en que bogo / ni
aun sé lo que creo». Díez Taboada [1965: 68-69] fue el primero que destacó las
semejanzas del poema con la escena final del Diablo mundo, de Espronceda, que
presenta el velatorio de una muchacha en el cuarto contiguo al escenario de una orgía.
Ese tono de romanticismo trasnochado era una de las claves de su aceptación.
El romancero sigue siendo el romance cultivado por los autores más destacados de la
generación del 98 y va a llegar hasta la generación del 27 a través del Romanticismo y a
través de los estudios de Menéndez Pidal.
Los poetas de la Generación del 27 vuelven a retomar esta forma y podemos destacar
a Federico García Lorca, Rafael Alberti, Emilio Prados, Gerardo Diego y Dámaso Alonso.
No obstante, los que fueron más propensos al romance fueron Lorca y Gerardo Diego
ya que Alberti emplea más la canción. El neopopularismo fue un movimiento
especialmente andaluz, aunque Gerardo Diego era cántabro.
Pertenecen a este movimiento las primeras obras de Rafael Alberti como Marinero en
tierra y El alba del alhelí e incluso Federico García Lorca con su Romancero gitano
(1928). Esta última obra de Lorca es uno de sus romances más destacados.
18
Encina e incluso los poemas del Romancero viejo y los incluidos en algunas de las obras
de Lope de Vega, que puso de moda la edición de José Fernández Montesinos en
Clásicos Castellanos, muy leída por Gerardo Diego, a quién se debe el famoso
Romance del río Duero.
COMENTARIO DEL PP SOBRE ROMANCE DEL RÍO DUERO: En este poema, Gerardo
Diego canta con sencillez y ternura al río Duero a su paso por Soria. En este romance
podemos decir que hay dos temas principales que se contraponen y complementan: el
amor y el tiempo. ¿Eternidad del amor? ¿Paso del tiempo y del amor? ¿Paso del
tiempo y no del amor? El primer tema tiene que ver con el río Duero del que se dicen
su transitoriedad y permanencia eternos, que es testigo de la vida de los hombres.
Frente a la presencia y permanencia del río Duero "eterna estrofa" se alza el fin del
amor, lo pasajero del amor. Sólo puede entender al Duero el que ama, el que desea
que corra el tiempo y no cambie, los enamorados, "sino los enamorados". Este poema
está estructurado en 7 estrofas de 4 versos en cada estrofa, de arte menor con versos
octosílabos, donde riman en asonancia los pares y dejando libres los demás.
Utiliza la metáfora como recurso literario para destacar las cualidades del río. Así dice
que “tiene barbas de plata”, para designar los reflejos de la espuma del agua que
parecen barbas. También el término espejo, para referirse al reflejo del agua. Además
de exaltar las cualidades del río, el poeta quiere transmitir el sentimiento de tristeza y
nostalgia, porque parece que la ciudad vive de espaldas al río y no baja a contemplarlo
ni disfrutar de su belleza. Explícitamente dice: “nadie a acompañarte baja”, “nadie se
detiene a oír...”, “indiferente o cobarde la ciudad vuelve la espalda”. Vemos pues, a lo
largo del poema la reiteración de expresiones en las que el poeta trata de exaltar la
soledad del río, a pesar de la proximidad a la ciudad.
En la última estrofa, nombra a los enamorados como las únicas personas que bajan a
sus orillas. Pienso que el autor quiere comparar la soledad del río, con la soledad que
buscan los enamorados para dar rienda suelta a sus sentimientos.
Para concluir diremos que este poema, es una muestra de cómo, de un asunto sencillo
y aparentemente intrascendente, el poeta sabe transformarlo de forma magistral en
un gran poema transmitiendo ternura y delicada emoción hacia el río.
Así mismo, vamos a comentar uno de los poemas más destacados de Lorca, “Romance
sonámbulo”, perteneciente al Romancero Gitano, una de sus mayores obras.
Por tanto, estaríamos ante un romance dramático que trata de una esfera que termina
en la muerte, haciendo alusión a la mujer, y una huida que también terminará en la
muerte. Todo el poema sería una acción que se ha descompuesto debido a una técnica
cubista, que también la podemos apreciar en el Poema del Cante jondo, y que trataría
de descomponer un argumento en varias imágenes sueltas produciendo que algunas
posean mucha nitidez y otras bastante confusión. Podemos apreciar elementos que
quedan en el aire como, por ejemplo, ¿Morirá el gitano?, ¿quién ha herido al gitano? o
¿qué le ha pasado a la mujer? Estas preguntas sería lo más misterioso del poema que
se ha unido
Podemos observar que el romance comienza con una anadiplosis y una repetición
“Verde que te quiero verde”. El romance está dividido en varias partes a través de la
técnica del collage, pequeños fragmentos que se yuxtaponen. En la tercera estrofa se
aprecia que la mujer que estaba hablando durante las dos primeras estrofas
desaparece y comienza un diálogo entre dos personas sin la utilización de verbos que
introduzcan a los hablantes (verbo dicendit) ni comillas ni guiones. Es un tipo de efecto
de diálogo en estilo directo introducido por las bravas, que resulta muy moderno, pero
que realmente es muy antiguo ya que lo podemos observar en el romancero. Además,
se producen irrupciones del narrador a través de preguntas retóricas (“¿Pero quién
vendrá? / ¿Y por dónde…?”) que guarda relación con los recursos que realizaban los
juglares ya que estos manifestaban su presencia a través de dichas preguntas en el
texto para darle más emoción al relato. A su vez, encontramos una metáfora
misteriosa en “Mil panaderos de cristal” que haría referencia al sonido de las hojas de
los árboles. La forma verbal “esperara” es un tiempo que se utilizaba en el Romancero
y que este autor lo rescata ya que, a pesar de contribuir en la rima, también otorga un
aire de temporalidad onírica que era característico del Romancero. Es sorprende la
cantidad de formas de la tradición oral que va empleando Lorca en esta composición.
Otro gran momento del Romancero sería durante la Guerra Civil Española. El
antecedente de esta poesía de formato popular lo tenemos en la Guerra de
Independencia ya que se volvió a emplear el repertorio tradicional para cantar un
hecho histórico del presenta. Esto mismo sucedió en la Guerra Civil y lo curioso es que
fue Alberti en la revista El Mono Azul el que puso de moda esta tendencia. El Mono
Azul fue una revista creada por la Alianza de Intelectuales Antifascistas para la Defensa
de la Cultura en el Alberti pidió en el primer número que todos los poetas antifascistas
de España mandasen romances en contra del bando nacional.
20
En noviembre de 1936 aparece el Romancero de la Guerra Civil en el que van a
colaborar con la publicación de algunos romances de Alberti, Miguel Hernández,
Altolaguirre, Emilio Prados, Pedro Garfías y Serrano Plaja, entre otros. Esto también
sucede en el bando contrario y los nacionales comienzan a escribir romances. Por
tanto, habría un doble Romancero de la Guerra Civil, el republicano y el franquista,
aunque existían un mayor número de romances republicanos que, a medida que la
República iba perdiendo, también fue disminuyendo su ritmo de creación.
Uno de los romances más destacados de Alberti fue Romance de la defensa de Madrid.
Encontramos un sentimiento de lucha y de resistencia en este poema y una técnica
psicológica muy propia de Alberti es la resiliencia, es decir, plantear a nivel de poema
algo como conseguido o a punto de conseguirse, aunque realmente todavía no ha
sucedido y que sería un deseo. Se utilizaban las formas populares puesto que es una
manera para captar mejor el mensaje.
En 1940 publicó Alberti el poemario Entre el clavel y la espada, considerado una de sus
obras maestras. Comenzó a escribir los poemas que lo componen en 1939,
simultáneamente a los de Vida bilingüe…, y el resto ya en Argentina. José Manuel
López de Abiada señala un rasgo común en ambos poemarios: el hecho de que, en los
dos, “el lenguaje sería propulsado hasta rozar las lindes de una nueva retórica
vehemente y desbordante, ahora desde la conciencia de la derrota, tan combativa y
comprometida como la de la guerra, pese a estar transida de nostalgia, desánimo y
desorientación” (López de Abiada, 2004: 370). El título constituye una metáfora de la
situación de Alberti en ese momento: el clavel es la lírica, la espada es el compromiso,
que ha primado en la última etapa poética y del que poeta ya no puede –ni quiere–
deshacerse.
Pero ahora se encuentra más libre: ya no resulta necesaria esa poesía “de urgencia”
para animar a los combatientes republicanos y puede otorgarle más importancia a ese
“clavel”, a la lírica sosegada y reflexiva, incluso a la evocación dulce de su pasado. Los
“Prólogos” resultan reveladores, en este sentido: “Después de este desorden
impuesto, de esta prisa, / de esta urgente gramática necesaria en que vivo, / vuelva a
mí toda virgen la palabra precisa, / virgen el verbo exacto con el justo adjetivo” (PC II:
281). Sin embargo, asume que su persona ya está inevitablemente vinculada al
compromiso, que su pasado reciente lo determina, lo guía y lo acompaña.
21
Los dos lados que conviven representan, también, a España –patria perdida e invadida
de “sangre pisoteada” por la reciente guerra– y al continente americano, lugar de
nuevas ilusiones y de promesas de una existencia más pacífica. Torres Nebrera
interpreta así estos “Prólogos”.
En la siguiente sección del poemario, “Como leales vasallos”, Alberti utiliza el mito del
caballero castellano Rodrigo Díaz de Vivar, más conocido como el Cid Campeador, que
fue llevado a la literatura alrededor del año 1200 para componer la célebre obra de
autor anónimo El cantar de Mío Cid. En la primera parte de este cantar de gesta, que
sin duda debió de leer Alberti, se narra el destierro del reino de Castilla del Cid,
acusado injustamente de robo, deshonrado. Alberti identifica a los exiliados
republicanos –“Nos vamos. Quedar queríamos. / ¡Cómo quisiéramos!” (PC II: 399)– con
ese Cid al que se le cerraban todas las puertas –igual que a la II República se le negó
cualquier tipo de ayuda con el Pacto de No Intervención– y ha de abandonar a su
amada, que para Alberti es el símbolo de la patria que deja atrás. A la patria/amada le
dice: “Eras hermosa… / Y lo eres, / con un tajo en la garganta. / […] Si me atrevo a
compararte, / ¿con quién te compararía?
22