Taller Filos. 11º Medieval
Taller Filos. 11º Medieval
Taller Filos. 11º Medieval
AÑO: 2014
TALLER No. 3
1. MARCO TEORICO
La filosofía medieval
A diferencia de lo que había ocurrido con la filosofía griega, que había centrado su reflexión en torno a la
determinación del objeto, la filosofía medieval centrará su interés en Dios. La filosofía helenística había dado
una orientación práctica al saber, dirigiéndolo hacia la felicidad
del hombre. Es el caso del estoicismo y del epicureísmo, que
habían colocado a la ética en el vértice del saber. A lo largo de
los primeros siglos de nuestra era, la progresiva expansión del
cristianismo y otras religiones mistéricas irá provocando la
aparición de otros modelos de felicidad o "salvación individual",
que competirán con los modelos filosóficos. Frente a la inicial
hostilidad hacia la filosofía manifestada por algunos de los
primeros padres apologistas cristianos, sus continuadores
encontrarán en la filosofía, especialmente a partir del desarrollo
del neoplatonismo de Plotino, un instrumento útil, no sólo para
combatir otras religiones o sistemas filosóficos, sino también
para comprender, o intentar comprender, los misterios
revelados. Surge de ahí una asociación entre filosofía y
cristianismo o, más en general, entre filosofía y religión, que
pondrá las bases de la futura filosofía medieval, entre los cristianos, los musulmanes y los judíos. El tema
fundamental de reflexión pasará a ser la divinidad, quedando subordinada la comprensión e interpretación
del mundo, del hombre, de la sociedad, etc al conocimiento que se pueda obtener de lo divino. La fe, que
suministra las creencias a las que no se puede renunciar, tratará de entrar en diálogo con la razón. La inicial
sumisión de la razón exigida por la fe, dejará paso a una mayor autonomía propugnada, entre otros, por
Santo Tomás de Aquino, que conducirá, tras la crisis de la Escolástica, a la reclamación de la independencia
de la razón con la que se iniciará la filosofía moderna.
¿Pero hubo alguna vez filosofía medieval? Durante mucho tiempo se ha minusvalorado la filosofía
medieval, considerándola tan solo un periodo intermedio entre la Antigüedad clásica y el Renacimiento.
Demasiadas veces se presenta como un momento oscuro, sin autonomía de la razón, en que la filosofía
dependía de la creencia religiosa hasta el punto de no existir en tanto que tal, y quedar relegada a ‘esclava
de la teología’. Básicamente, es cierto que los medievales no se interesaban por la razón más que
subordinándola a la fe. Sin embargo, los filósofos de la Edad Media desarrollaron una teoría de gran alcance,
especialmente en el ámbito de la lógica y de lo que hoy llamamos la teoría de la argumentación (filosofía del
lenguaje, lógica…). Igualmente en la época medieval aparecieron las Universidades, cuyo desarrollo
institucional ejerció una influencia determinante para el desarrollo de la filosofía posterior.
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fundamental explica que la actitud de la ciudad de Dios, con respecto a la sabiduría, no sea la del estado
pagano. Este último se desinteresa de lo que enseñan los filósofos; por ello el nombre místico del nombre de
la ciudad terrestre es Babilonia, que quiere decir "confusión". En ella se enseña la verdad junto a la falsedad.
De ahí que la nueva sociedad, el magisterio divino que ejerce la ciudad de Dios, tiene por fin mantener la
unidad de la sabiduría revelada, que es la ley constitutiva de la ciudad de Dios.
TEORÍA DE LA ILUMINACIÓN
San Agustín pensaba que no podemos percibir la verdad inmutable de las cosas a menos que éstas estén
iluminadas como por un sol. Esa luz divina, que ilumina
la mente, procede de Dios, que es la "luz inteligible", en
la cual, y por la cual, y a través de la cual, se hacen
luminosas todas aquellas cosas que son luminosas para
el intelecto.
En un pasaje del De Trinitate, San Agustín afirma que la
naturaleza de la mente es tal que cuando se dirige a las
cosas inteligibles en el orden natural, según la
disposición del Creador, las ve a una cierta luz
incorpórea que es sui generis, de modo que el ojo
corporal ve objetos presentes a la luz corpórea. Esas
palabras parecen mostrar que la iluminación en
cuestión es una iluminación espiritual que realiza la misma función, respecto a los objetos de la mente, que
la realizada por la luz del sol respecto a los corpóreos de la vista.(observar gráfico) En otras palabras, así
como la luz del sol hace visible al ojo las cosas corpóreas, así la iluminación divina hace visibles a la mente las
verdades eternas.
RELACIONES ENTRE FE Y RAZÓN.
Como para S. Agustín lo importante es explicar la relación entre el alma humana y Dios, entonces fe y razón
no son más que medios o instrumentos que se exigen mutuamente para encontrar la verdad.
Por lo tanto fe y razón no se excluyen, sino que se complementan. Ni creer es algo irracional, ni el
conocimiento racional (de Dios) destruye la fe. Para superar estas posiciones excluyentes, S. Agustín
propone que la fe se sitúe al comienzo y al final de la especulación racional. Primero como una condición
necesaria para que se ponga en marcha una investigación sobre temas que de otra manera permanecerían
ignorados, (la fe es guía y pauta de la razón), por otro lado la investigación racional dirige al hombre hacia la
fe, ésta elimina las dudas consolidando el conocimiento racional.
EL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO.
El problema del conocimiento es para S. Agustín el problema de justificar la verdad, porque esto está
conectado con la posibilidad de que el hombre alcance la felicidad. Si ésta sólo es perfecta en Dios, de lo que
se trata es de buscar un tipo de conocimiento que nos lleve a Dios. Dios es el que fundamenta y hace posible
el grado más alto de conocimiento humano: el conocimiento de lo universal y lo necesario, que para S.
Agustín son las verdades eternas.
Para S. Agustín el conocimiento es una visión (Platón). El conocimiento para Platón es el de las ideas. Esa
visión es posible gracias a la acción iluminadora de Dios sobre la inteligencia para que pueda alcanzar las
verdades eternas que con mucho exceden su contingencia2 y finitud3. El precedente a esta concepción del
conocimiento está en Platón que afirmaba que la idea de bien era el sol del conocimiento intelectual. Los
neoplatónicos decían que lo UNO irradiaba luz sobre toda la realidad y todo esto es compatible con la
concepción evangélica que identifica a Cristo con la luz del mundo.
La acción iluminadora de Dios para S. Agustín no es un auxilio sobrenatural sino algo estrictamente racional.
La luz natural de la razón procede de Dios y capacita a la mente para contemplar las verdades universales y
necesarias. Nosotros tenemos noticia de la existencia real de las cosas por la sensación, y realizamos una
comparación entre esos entes finitos y las ideas eternas e inmutables gracias a la iluminación divina. Quiere
superar S. Agustín la teoría de la reminiscencia de Platón, es decir, no es necesario que el alma haya
contemplado las verdades eternas en una vida anterior, lo que es necesario es que Dios eterno y inmutable
abra nuestra mente para acceder a ellas. Y esta iluminación no es una visión o experiencia directa de la
divinidad (ontologismo), sino la capacidad natural que Dios nos ha dado.
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S. Agustín recoge la tradición de Platón. El alma es una sustancia completa unida accidentalmente al cuerpo.
Rechaza S. Agustín la teoría hilemórfica aplicada al hombre. La concepción de S. Agustín es dualista.
Sobre el origen del alma el pensamiento de S. Agustín pasa por dos etapas. En la primera defiende el
traduccionismo, es decir, el alma se transmite directamente de padres a hijos en el momento de la
generación. S. Agustín piensa así con el fin de defender un dogma cristiano:. el carácter universal del pecado
original.
En una segunda etapa opta por el creacionismo, es decir, el alma espiritual del hombre está creada
directamente por Dios, pero no define el momento de dicha creación.
La estructura del alma manifiesta la "imagen y semejanza" de Dios al crearla. La misma naturaleza del
hombre hace posible encontrar a Dios en su interior. La estructura del alma es la siguiente: Formando una
unidad indisoluble el hombre posee tres facultades, memoria, entendimiento y voluntad, que para S. Agustín
se corresponden con la Trinidad de Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
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movimiento y que como tal, como causa, sea inmóvil. Si la cadena motor-móvil fuera infinita, esto
significaría -piensa Tomás- que no tiene principio. Y si no hay un primero que dé el primer “impulso” a la
cadena, es imposible que haya un segundo motor, ni un tercero, ni los que ahora vemos a nuestro alrededor
“los motores intermedios no mueven sino por el movimiento que reciben del primero”. En conclusión: si
ahora hay seres que realmente se mueven, y todo lo que se mueve es movido por otro, es necesario que
exista un Primer Motor inmóvil que dé razón del movimiento del Universo, al que llamamos “Dios”.
SEGUNDA VIA. De la causalidad eficiente
El hecho de experiencia es esta vez la constatación de que en el mundo hay un orden determinado de causas
eficientes (observamos que hay efectos que tienen su causa y a la vez esta causa tiene la suya...). Si
aplicamos el principio de causalidad tenemos que no se da ni es posible que una cosa sea causa de sí misma.
El paso tercero expone la imposibilidad de una serie infinita de causas eficientes por lo que tiene que haber
una causa eficiente primera “ya que suprimida una causa, se anula su efecto, si no existiese la primera de las
causas eficientes, tampoco existirían las intermedias ni la última”.
En conclusión, existe una causa eficiente primera (causa incausada) a la que llamamos “Dios”
TERCERA VIA. De lo posible y necesario. (Vía de la contingencia)
Aquí el punto de partida es que sabemos que los seres del mundo son contingentes: si bien son (existen)
podrían no ser (no existir). En el mundo sensible todo los seres son contingentes: hubo un tiempo en que no
existían, y un día más o menos lejano dejarán de existir.
El siguiente paso consiste en comprobar que lo contingente requiere de lo necesario: si todas las cosas
fuesen contingentes, esto es, si su existencia fuese tan sólo una posibilidad, habría algún tiempo en que no
habría existido nada. Pero si esto fuese así (que nada -absolutamente nada- existiese) nada pudo empezar a
ser, porque, de nada y por obra de nada, no sale nada, y, en consecuencia, tampoco ahora existiría cosa
alguna. Luego hay que concluir que debe existir algo necesario (un ser cuya existencia “es” siempre), a ese
Ser Necesario por sí mismo causa de la existencia de los demás seres lo llamamos “Dios”
Observación: la dificultad principal de la argumentación está en la posibilidad de que el mundo fuera eterno,
en cuyo caso sería falso afirmar que en algún momento nada existió. La idea de que el mundo empezó a
existir no es, según Tomás, racionalmente necesaria; se puede, racionalmente, admitir que el mundo es
eterno; Tomás cree que no lo es, pero insiste en que solamente lo cree, en que lo sostiene solamente en
virtud de la fe (S.T. I, q.46, a.2) . De hecho, las “cinco vías” pretenden demostrar que Dios existe incluso si el
mundo es eterno.
CUARTA VIA. De los grados de perfección.
El punto de partida es la “observación de la mayor o menor pefección que descubrimos en los seres”. En la
experiencia comprobamos diversos grados de perfección: “hallamos entre ellos que hay alguno que es más o
menos bueno, verdadero y noble que otro y lo mismo sucede con las demás cualidades”.
Sto Tomás considera que poseer en mayor o en menor grado (es decir, no absolutamente) una perfección es
poseerla en virtud de una causa que, por su parte, la poseerá en grado máximo; es decir, atribuimos -el más
y el menos- según su diversa proximidad a lo máximo que, en definitiva, es la causa de la atribución. Pues
bien, a lo que es causa de todas las perfecciones lo llamamos precisamente Dios.
Las perfecciones citadas en la vía por Sto Tomás (bondad, verdad y nobleza) son las llamadas perfecciones
transcendentales, es decir, que están presentes en toda la realidad (tienen la misma extensión que la de
“ser”). Tomás afirma que la presencia en grados de estas perfecciones remiten a un ser perfectísimo que es
la causa de tal presencia en la realidad. Aquí esta presente el principio platónico de la participación
(recordemos que las cosas del mundo sensible eran en cuanto que participaban de la realidad perfecta de las
ideas)
QUINTA VIA. De la finalidad
Esta vía se basa en el orden que se aprecia en el universo: “Vemos que cosas que carecen de conocimiento,
como los cuerpos naturales, obran por un fin”, es decir: que su movimiento está ordenado a conseguir algo,
que no actúan por puro azar. Ahora bien lo que carece de conocimiento no tiende a un fin si no lo dirige
alguien que entienda y conoce -“una inteligencia”- (aplicación del principio de causalidad a lo observado,
esto es, si no tienen conocimiento del fin al que tienden es que algún ser inteligente los dirige y orienta).
Puesto que no se puede aceptar una serie indefinida de inteligencias rectoras hay que aceptar que existe
una inteligencia suprema que sea ella misma a la vez causa primera y fin absoluto. A esa inteligencia la
llamamos “Dios”.
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La postura de Sto Tomás de Aquino se presenta como un intento de encontrar un equilibrio y conciliación
entre los ámbitos de la fe y la razón. En síntesis podemos resumir su pensamiento a este respecto en los
siguientes puntos:
a-Neta distinción entre razón y fe. La razón del hombre sólo puede conocer a partir de los datos de los
sentidos (asunción de la teoría del conocimiento aristotélica); en cambio la fe conoce, de arriba abajo, a
partir de la revelación divina. En consecuencia, razón y fe, son mutuamente independientes y autónomas.
b-No contradicción. Las verdades racionales y las verdades de fe no pueden estar en contradicción:
“solamente lo falso es contrario de lo verdadero”, es decir, la verdad es una sola. Además, los primeros
principios de la razón natural están, primero, contenidos en la sabiduría divina y, sólo después, en nuestra
mente.
c-Zona de confluencia. Sto Tomás niega, pues, la “doble verdad”, tal y como la entendía el averroísmo latino,
es decir, como contradicción entre la verdad racional y la verdad revelada. Pero admite dos tipos de
verdades: En definitiva, Razón y Fe (Filosofía y Teología) tienen campos autónomos de aplicación, sus
propios métodos y verdades autosuficientes. Entre ambos saberes no debe haber oposición e
incompatibilidad, sino mutua colaboración.
4. BIBLIOGRAFÌA
La filosofía en la red. http://www.xtec.cat/~jgonza51/principal/enlaces.htm