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Contreras Tomo II

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INSTITUCIONES DE DERECHO

COMERCIAL

CUARTA EDICIÓN

TOMO II

OSVALDO CONTRERAS
STRAUCH
Cuarta Parte Los contratos mercantiles

Capítulo XXXVI Los actos y contratos preparatorios


571. Conceptos generales

Ajustándose a un criterio jurídico causalista, contrato preparatorio es aquel que las


partes pactan con la finalidad de celebrar otros negocios, que serán los definitivos.

Atendiendo a la estructura misma de la operación de que se trata, también puede


formularse, desde otro punto de vista, una clasificación de los negocios en definitivos o
preliminares o preparatorios.

Existen actos, que de acuerdo con su propia naturaleza, tienen vida precaria, y su fin
es facilitar la celebración de otros actos en el futuro. Tienen tal carácter de precariedad
las arras, pagos a cuenta de negocios y los préstamos o anticipos de operaciones
mercantiles. Los otros negocios, aun el contrato de promesa de celebrar un acto o
contrato, serían definitivos, pues tienen validez y vida jurídica propia, si cumplen los
requisitos legales que procedan.

Desde un punto de vista económico, el enfoque es distinto. En esta perspectiva, la


operación definitiva es aquella en que el bien o el servicio de que se trate llega a su
destinatario final, que es el consumidor. Todos los negocios que tienden a la celebración
de aquél con el destinatario final, serían preparatorios. De acuerdo con esta doctrina, es
preparatoria la compraventa entre el fabricante y su distribuidor o agente, pues tiende a
la celebración del negocio definitivo, que es la transferencia del bien a su destinatario
final, que es el usuario o consumidor. Lo mismo ocurre con las compras mercantiles de
que trata el artículo 3º Nº 1 del Código de Comercio, que se hacen con al ánimo de
vender, permutar o arrendar lo comprado, sea en la misma forma o en forma distinta.
De otro lado, de acuerdo con el criterio económico que estamos analizando, el
arrendamiento de cosas podría ser un negocio definitivo, si el giro de la empresa
consistiera en tal clase de negocios.

El Código de Comercio, de acuerdo con la tendencia de su época, no contiene una


reglamentación general sobre la materia, ni tampoco regula en forma especial el
contrato de promesa.

Cabe destacar, no obstante, que de lo prescrito en los arts. 97 y siguientes del Código
de Comercio, surge que sólo pueden ejercerse los derechos que emanan de un acto o
contrato cuando hay consentimiento de las partes en la celebración de tal acto. Los
actos unilaterales o la declaración unilateral de voluntad, según esas disposiciones, sólo
podrían dar margen, en ciertos casos, a responsabilidad precontractual por perjuicios.

Por excepción, el Código de Comercio reconocía valor a la declaración unilateral de


voluntad, en las disposiciones sobre letra de cambio y pagaré, hoy contenidas en la ley
Nº 18.092. Sin embargo, dicho Código reconoce en forma expresa, en sus arts. 603 y
806, la existencia de prestaciones precontractuales. En efecto, en cuanto a las
anticipaciones referentes a negocios mercantiles y a las cuentas de gestión, señala que
son verdaderos préstamos que se rigen por las reglas de tales, esto es, reconoce fuerza
jurídica a estas prestaciones, que pueden ser precontractuales, todo lo cual lo
estudiaremos más adelante.
Corrobora las conclusiones anteriores, la normativa de la cuenta corriente mercantil,
en los arts. 602 y siguientes del Código de Comercio, que de alguna manera puede ser
considerada como reconocimiento de operaciones que pueden ser precontractuales. En
efecto, el art. 602 citado permite, previo acuerdo de las partes, la remisión de dinero o
valores sin aplicación a un empleo determinado, ni obligación de tener a la orden una
cantidad o un valor equivalente, pero con la de acreditar al remitente sus remesas,
liquidarlas en las épocas convenidas y compensarlas de una sola vez hasta la
concurrencia del débito y crédito, y pagar el saldo. Los débitos, indudablemente, están
relacionados con futuros negocios mercantiles del acreditante.

Además, debe acotarse que el Código se refiere a las agencias de negocios, a la


comisión y al corretaje, en el art. 3º números 4º, 7º y 11, y arts. 233 y siguientes, que
constituyen contratos preliminares en un sentido amplio.

En conclusión, el Código de Comercio no impide ni entraba la celebración de negocios


preliminares; por el contrario, reglamenta y tipifica algunos de ellos. Sin embargo, en
relación con los actos preliminares de carácter unilateral, el Código sólo admite con
carácter vinculante a los actos que revisten la calidad de contratos o acuerdos de
voluntades. Las disposiciones del Código de Comercio desestiman como vinculantes
entre las partes las declaraciones unilaterales de voluntad, tal como la oferta; sin
perjuicio de reconocerle, en ciertos casos, algún efecto para fines indemnizatorios. Ni
en el Código Civil ni en el Código de Comercio tienen valor, para obligar a realizar un
negocio jurídico, las declaraciones unilaterales de voluntad.

A) Las arras

572. Concepto y características de las arras

Las arras son un objeto o una suma de dinero que una de las partes da a la otra como
garantía o en señal de formalización de un contrato cualquiera.

En el Derecho Comercial chileno las arras tienen un sentido distinto al que le otorga
el Derecho Civil.

El Código Civil las trata sólo al hablar del contrato de compraventa, no obstante lo
cual la doctrina ha entendido que son aplicables a todo tipo de contrato.

En el Derecho Civil, por norma general, la dación de arras otorga el derecho de


retractarse del contrato, el que las ha dado, perdiéndolas, y el que las ha recibido,
restituyéndolas dobladas (artículo 1803, Código Civil). Hace excepción a esto el caso
en que se estipule por escrito que las arras se dan como parte del precio o en señal de
quedar convenidos (artículo 1805 del Código Civil).

Por el contrario, en el Código de Comercio, la dación de arras, según el artículo 107,


no importa reserva del derecho de arrepentirse del contrato ya perfecto, a menos que
se hubiere estipulado lo contrario. Ellas constituyen, por el contrario, una garantía de
que el contrato se celebrará. Consecuencialmente, su incumplimiento acarrea la
obligación de indemnizar los perjuicios. Todo lo cual debe entenderse sin perjuicio de
estipulación en contrario. Tal estipulación no está sujeta a formalidad alguna, lo que
también constituye una diferencia frente a las reglas del Derecho Civil, en que existen
fórmulas sacramentales al respecto, en el artículo 1805.
El artículo 108 no hace sino aplicar este principio, al disponer que la oferta de
abandonar las arras o de devolverlas dobladas no exonera a los contratantes de la
obligación de cumplir el contrato perfecto o de pagar daños y perjuicios.

Aun más, cumplido el contrato o pagada una indemnización, las arras deben
devolverse, sea cual fuese la parte que hubiere rehusado el cumplimiento del contrato.

Si el contrato no se cumple por causas ajenas a la voluntad de las partes, las arras se
restituyen sin ulteriores consecuencias jurídicas.

B) El contrato de promesa de celebrar un contrato

573. Antecedentes históricos

Es antecedente directo de nuestro contrato de promesa la stipulatio o estipulación del


Derecho romano. De acuerdo con las reglas de dicha institución, y en virtud de una
especie de reconocimiento de obligación efectuado cumpliendo ciertas formalidades,
tales como la presencia de un sacerdote o pretor y el empleo de fórmulas más o menos
sacramentales, una persona podría contraer toda clase de obligaciones lícitas, aun
aquélla de celebrar un contrato definitivo, sea bilateral o unilateral.

En el Derecho español, anterior a la codificación, contenido en Las Siete Partidas, en


el Ordenamiento de Alcalá y en la Novísima Recopilación de 1805, se mantuvo el criterio
romano, pero la estipulación, llamada ahora promisio, que es su equivalente en latín
vulgar, reconoce la validez de los compromisos tomados "en cualesquier manera que
uno quiso obligar con otro". Se avanza, entonces, en cuanto se suprimen los trámites y
formalidades sacramentales de la stipulatio para entender perfeccionada la promisio.

El Código Civil francés empieza a separarse de la inspiración romana, ya que, en lo


que respecta a la promesa, establece que si ella contiene los elementos esenciales del
contrato prometido, aunque las partes titulen el contrato como promesa, pero
determinan la cosa y el precio, existe jurídicamente el contrato definitivo de compraventa
sujeto a modalidades. Por ello, en el Derecho francés sólo puede haber promesa de
contrato bilateral, en que ambas partes se obligan recíprocamente; la promesa, como
ya se ha dicho, se confunde, así, con el contrato prometido.

Andrés Bello, en los proyectos anteriores a nuestro Código Civil, reflejó las ideas del
Código francés expuestas sucintamente en el párrafo anterior. Sin embargo, no ocurrió
así en la redacción definitiva del artículo 1554 del Código Civil, que al parecer emana
de la Comisión Revisora del Código.

574. Estructura del contrato de promesa y problemas derivados de él

El artículo 1554 del Código Civil dispone que "la promesa de celebrar un contrato no
produce obligación alguna; salvo que concurran las circunstancias siguientes:

1ª Que la promesa conste por escrito;

2ª Que el contrato prometido no sea de aquellos que las leyes declaran ineficaces;

3ª Que la promesa contenga un plazo o condición que fije la época de la celebración


del contrato;
4ª Que en ella se especifique de tal manera el contrato prometido que sólo falten para
que sea perfecto la tradición de la cosa o las solemnidades que las leyes prescriban.

Concurriendo estas circunstancias habrá lugar a lo prevenido en el artículo


precedente".

Este precepto legal chileno, que se separa del Código de Napoleón, de la legislación
española preexistente en Chile y de la tradición romana, y cuyo origen desconocemos,
ha generado múltiples problemas jurídicos, que han sido materia de incontables pleitos.
Examinaremos aquí sólo aquellos relacionados con los contratos preliminares, a saber:
a) si el art. 1554 del Código Civil permite la celebración de otros contratos preliminares
que no sean el contrato de promesa, y b) situación de la promesa de celebrar un contrato
consensual.

En cuanto a las discusiones que se han generado sobre el contrato unilateral de


promesa, las analizaremos al tratar del contrato de opción.

a) En cuanto a si el art. 1554 del Código Civil permite la celebración de otros contratos
preliminares que no sean el contrato de promesa, la duda podría plantearse por lo
dispuesto en el inc. 1º del precepto citado, en cuanto su tenor permite sostener que todo
acto preliminar, de cualquier naturaleza, en el cual se convenga por las partes en la
celebración de otro negocio jurídico, sólo tendría valor si se cumpliera con los requisitos
del contrato de promesa.

Nos parece evidente que el precepto en examen no es limitativo de la amplia libertad


de contratar reconocida por el Código Civil y la Constitución Política, de modo que sólo
puede interpretarse el precepto indicado, en el sentido que el contrato de promesa no
produce obligación alguna si no cumple con los requisitos legales; pero la norma no
obsta a la validez de otros actos o contratos distintos de la promesa, que sean
susceptibles de originar obligación de celebrar otros actos o contratos, tales como el
contrato de apertura de crédito, el contrato de distribución o concesión mercantil y
algunas formas de leasing.

b) Situación de la promesa de celebrar un contrato consensual. Parte de la doctrina


niega que en nuestro Derecho se pueda pactar un contrato de promesa que obligue a
celebrar un contrato consensual, pues se afirma que en tal evento al momento de
convenirse la promesa ya existiría el contrato definitivo. Se pretende fundar esta
posición doctrinaria, por un lado, afirmando que en estos casos concurrirían los
elementos de la esencia del respectivo contrato. Por ejemplo, en la supuesta promesa
de compraventa de una cosa corporal mueble, si hay acuerdo entre las partes en cuanto
a la cosa y el precio, habría compraventa y no promesa. De otro lado, argumentan que
el Nº 4 del art. 1554 del Código Civil, en cuanto exige que "se especifique de tal manera
el contrato prometido, que sólo falten para que sea perfecto, la tradición de la cosa, o
las solemnidades que las leyes prescriban", excluiría la posibilidad de celebrar
promesas de contratos consensuales, pues ellos no requieren de solemnidades legales
y la tradición no es requisito para que se estime perfecto un contrato consensual.

Para delimitar el problema, es necesario hacer presente algo previo. Es posible


legalmente que, en muchos casos en que es usual emplear el contrato de promesa, lo
que se celebre en realidad es un contrato definitivo sujeto a modalidades, como la
condición suspensiva. Hay, entonces, un problema de interpretación de contrato. Éste
debe interpretarse, en primer lugar, de acuerdo con la intención de las partes, más que
de acuerdo al tenor literal de las palabras, según lo dispone el art. 1560 del Código Civil.
En muchos casos, puede interpretarse que contratos que son llamados de promesa son
realmente contratos definitivos, como son todos aquellos en que lo único que queda
pendiente es el pago del precio y/o la entrega de la cosa vendida. En estos eventos en
realidad no hay promesa, sino contrato definitivo.

Aunque el razonamiento anterior limita en la práctica la extensión del problema, en lo


teórico subsiste. En efecto, si la intención de las partes no es generar las obligaciones,
normalmente de dar, del contrato definitivo, sino las de hacer, que conlleva la promesa,
¿podrían celebrar un contrato legalmente consensual que sólo genere obligaciones de
hacer y no de dar? La cuestión es dudosa, pero nos inclinamos a sostener la afirmativa.
Nos parece que nuestro Código, a diferencia del francés, permite la celebración del
contrato de promesa, siempre y cuando, en relación con el contrato prometido, existan
solemnidades legales que cumplir o falte la entrega de la cosa. Por lo demás, toda norma
limitativa de la amplia libertad de contratación que reconoce nuestro ordenamiento
jurídico debe interpretarse en forma restrictiva y no extensiva, lo que lleva
necesariamente a la conclusión de que pueden pactarse válidamente promesas de toda
clase de contratos, aun de aquellos de carácter consensual.

C) El contrato de opción o promesa unilateral

575. Noción, origen y utilidad del contrato de opción

En el mundo de los negocios, especialmente tratándose de asuntos complejos o de


una gran envergadura, una adecuada e informada decisión del posible adquirente, sobre
si realiza el negocio, exige muchas veces estudios y gastos de consideración. Además
de dichos estudios, también el adquirente necesita contar con un tiempo que le permita
consultar las diversas alternativas del mercado y de los medios de financiamiento. Para
ese inversionista constituye una clara ventaja tener la seguridad de que al tomar su
decisión las ofertas que ha recibido se mantienen a firme.

En materia minera es muy frecuente el fenómeno descrito, pues, en muchos casos,


para tomar una decisión definitiva el inversionista requiere la confección de
prospecciones en el terreno y de estudios técnicos, legales y económicos, los que
pueden ser costosos y no se justificarían comercialmente sin la seguridad de que,
tomada la decisión, se contará con el respaldo del contrato definitivo. En algunas
negociaciones especialmente complejas, relativas a la adquisición de una empresa en
actual funcionamiento, es común que, antes de efectuar una oferta en firme, o
subordinada a su exigibilidad, el interesado solicite hacer lo que se conoce como
una "due diligence", que es un análisis completo, sometido a una pauta o listado, de
todos los aspectos relevantes de la situación jurídica, económica y contable de la
empresa.

Las necesidades reseñadas pretenden ser satisfechas por la opción unilateral u oferta
a firme y el contrato de opción en sus diversas modalidades.

La Convención de Viena, de las Naciones Unidas, sobre Compraventa Internacional


de Mercaderías del año 1980, en su art. 16, reconoce en forma expresa la validez y
obligatoriedad de la oferta irrevocable de carácter unilateral, siempre que ella contenga
un plazo para la aceptación o señale de otro modo que es irrevocable; y también en el
caso que el destinatario pudo razonablemente considerar que la oferta era irrevocable
y ha actuado basándose en dicha oferta. Se entiende que ha habido tal actuación si ha
efectuado gastos u otras operaciones comerciales.

El Código de Minería reconoce de manera expresa la validez del contrato de promesa


unilateral de un contrato bilateral, en su art. 169. Asimismo, la doctrina minera acepta el
contrato de opción como distinto de la promesa unilateral, aspecto que trataremos más
adelante.

La opción, además, se emplea profusamente en el leasing que, en su forma clásica,


es un arrendamiento con opción de compra. Este negocio se tratará también más
adelante.

En lo jurídico, el contrato de opción y la promesa unilateral, se conciban o no como


instituciones diversas, tienen su origen en la stipulatio y la promisio del Derecho
romano. En la generalidad de los sistemas de derecho romanista, tales como en Francia,
Italia y España, se reconoce la validez del contrato de promesa unilateral y del contrato
de opción. Únicamente se rechaza, por regla general, la validez de la mera oferta
unilateral simple, dirigida a personas indeterminadas, en tanto que las dirigidas a
personas determinadas valen en la forma y condiciones establecidas en el art. 105 inciso
segundo, inserto en las reglas sobre formación del consentimiento.

Puede estimarse que el origen de la tendencia que reconoce valor al acto jurídico
unilateral proviene del Derecho alemán, que la ha reconocido tradicionalmente desde
mediados del siglo XIX.

576. Características

El contrato de opción simple, entonces, es aquel por medio del cual una de las partes
le otorga a otra, durante un cierto tiempo, el derecho a examinar los antecedentes de un
negocio para decidir en definitiva si lo celebra o no, comprometiéndose el concedente a
no celebrarlo con otro durante dicho lapso de tiempo, cumplida cierta condición. Puede
tener el carácter de unilateral o bilateral o de un acto jurídico complejo. Llamamos
concedente a la parte que otorga la opción, y beneficiario a quien la acepta.

Además de las modalidades que pueden generarse de las peculiaridades del negocio
y de la opción, es posible, en general, distinguir otras dos modalidades, a las cuales nos
referimos en los párrafos siguientes.

Para algunos, habría contrato de promesa unilateral cuando las partes convienen que
una de ellas otorgue a la otra la opción o derecho a celebrar otro contrato, siendo ello
obligatorio para una parte y facultativo para la otra. Esta promesa generaría obligaciones
de hacer, las de celebrar el contrato prometido en el evento que se haga efectiva la
opción, que para esta corriente doctrinaria importa un contrato definitivo condicional,
cuya vigencia queda sujeta a la mera voluntad del beneficiario, de tal manera que al
ejercerse ella, el contrato se entendería perfeccionado. Ejercida la opción, habría
derecho a exigir directamente las prestaciones de dicho contrato, sin que previamente
sea necesaria la suscripción del contrato prometido.

O sea, en el terreno de las hipótesis, podrían considerarse dos modalidades del


contrato de opción: aquella que genera, al ejercerse la opción, una obligación de hacer,
llamada por algunos promesa unilateral; y aquella que al ejercerse la opción genera las
obligaciones que corresponden al contrato definitivo.

También pueden distinguirse modalidades de este contrato de acuerdo con la forma


como se ejerce la opción, que puede consistir en la exigencia de una actuación positiva
por parte del beneficiario, sea por escrito o en alguna otra forma, o señalar que se
entiende ejercida o extinguida la opción si el beneficiario dentro de la época pactada
nada dice.
577. Efectos del contrato. Problemas en cuanto a la validez de la opción

Sabemos que los efectos de un acto o contrato son las obligaciones que genera.

La opción es un contrato unilateral, que sólo genera una obligación condicional para
el oferente y un derecho facultativo para el beneficiario.

Si el beneficiario ejerce su opción en tiempo y forma, nace la obligación de celebrar


el contrato prometido. En caso contrario se extingue.

Las objeciones sobre validez que han surgido en nuestro medio se refieren a la
promesa unilateral y no al contrato condicional o verdadero contrato de opción. Sin
embargo, uno de los fundamentos de estas objeciones también podría afectar al
verdadero contrato de opción.

Sostuvo la tesis de negar valor a la promesa unilateral don Arturo


Alessandri Rodríguez en su memoria titulada "De la Compraventa y la Promesa de
Venta". Fue seguido en su tiempo por la jurisprudencia, no obstante que desde su inicio
fue rebatida por juristas de fuste, como don Luis Claro Solar y don Leopoldo Urrutia. La
doctrina y jurisprudencia actuales tienden a rechazar la tesis del profesor Alessandri y
sus seguidores, aceptando la validez de la promesa unilateral.

Los fundamentos básicos de la tesis que niega validez a la estipulación en estudio,


en síntesis, serían los siguientes:

a) No se cumpliría el requisito de la promesa establecido en el art. 1554 Nº 4 del


Código Civil, el cual exige que el contrato contenga tal especificación del contrato
prometido, que sólo falte para que sea perfecto el cumplimiento de las solemnidades o
la entrega de la cosa. En la promesa unilateral, faltaría la voluntad del beneficiario de
celebrar el contrato prometido, pues no quedaría obligado, sino que sólo tendría una
opción.

Cabe acotar que esta objeción no afecta al contrato definitivo condicional, que es para
algunos el verdadero contrato de opción, ya que éste se trata de una figura contractual
distinta de la promesa.

La objeción, en todo caso, no es atendible, pues ella confunde un requisito del contrato
prometido, el consentimiento en dicho contrato, con los requisitos de la promesa. El
consentimiento de las partes debe concurrir en la promesa, como requisito de validez
de ésta, pero este acuerdo de voluntades debe versar sobre el contrato que se celebra
y no sobre el contrato prometido.

b) El contrato sería nulo por infracción a lo prescrito en el art. 1478 del Código Civil,
pues la opción constituiría una obligación meramente potestativa del deudor, que estaría
prohibida por dicha norma legal. Discrepamos de esta objeción, dado que el beneficiario
no es ni puede ser considerado un deudor del contrato de promesa. La condición
meramente potestativa del deudor priva a la obligación de su carácter de tal; por
ejemplo: venderé mi auto, si quiero; pero dicho fenómeno no ocurre en la promesa
unilateral, pues en ella el beneficiario no es deudor del contrato de promesa, ni tampoco
pende de su sola voluntad la existencia de la obligación que él contrae. Por el contrario,
el beneficiario es el acreedor de la promesa. Las condiciones meramente potestativas
que dependen de la voluntad del acreedor valen.

578. Concepto y naturaleza jurídica de la opción


Estimamos que el contrato de promesa unilateral o contrato de opción es una
verdadera promesa de celebrar un contrato, regida plenamente por lo dispuesto en el
art. 1554 del Código Civil. Por lo tanto, todos los comentarios sobre aquélla, sus
requisitos, naturaleza jurídica y caracteres, se aplican a éste, al cual sólo concebimos
como una modalidad. Participamos de la idea que el contrato de promesa tiene dos
modalidades: la promesa bilateral y la unilateral.

Cabe agregar que muchos de los autores consideran que el contrato de opción es
diverso de la promesa unilateral, ya que generaría obligaciones de dar cuando es
ejercida la opción y por ello debiera ser considerado un contrato atípico. Nosotros
pensamos que si el acto o contrato contiene los requisitos de la esencia del contrato
definitivo, y mediante el ejercicio de la opción por el beneficiario, nace a la vida jurídica
el contrato, se trata jurídicamente de un contrato definitivo sujeto a la condición
suspensiva meramente potestativa de una de las partes (el acreedor). Afirma nuestra
conclusión la circunstancia de que sólo deben considerarse contratos atípicos aquellos
que no pueden subsumirse en ninguna figura legal, y en el caso en estudio se cumple
con los requisitos del contrato de promesa.

579. Diferencia con la simple oferta y con el contrato condicional

Las diferencias del contrato de opción o promesa unilateral con la simple oferta son
muchas. La oferta importa en nuestro Derecho una declaración unilateral de voluntad,
que puede retirarse antes de la aceptación; mientras que la promesa que estamos
tratando es un contrato solemne, que debe constar por escrito, que no puede ser
invalidado sino por el mutuo disenso o causal legal.

Las diferencias con el contrato definitivo condicional inciden fundamentalmente en


que la condición, en el contrato definitivo condicional, consiste en una manifestación de
voluntad, que debe dar una de las partes, en una época determinada, ratificatoria de la
que ya ha dado en principio.

Sostenemos que las partes son libres para pactar una promesa de contrato unilateral
que sólo genere obligaciones de hacer o un contrato condicional susceptible de originar
obligaciones de dar. Puede estipularse que nazca la obligación de suscribir el contrato
prometido cuando una de las partes ejerce la opción que le reconoce la convención y
también puede pactarse un contrato definitivo condicionado a la ratificación posterior de
una de ellas, que al perfeccionarse por la ratificación, no genera obligaciones de hacer,
sino aquellas propias del contrato definitivo, que son generalmente obligaciones de dar.

Además, la promesa es solemne, debe constar por escrito, y el contrato condicional


no, salvo que se trate de bienes raíces o de otros actos en que la ley exija alguna
solemnidad.

D) El cierre de negocio

580. Concepto. Origen y utilidad de esta figura

El cierre de negocio es un acto en virtud del cual las partes se obligan recíprocamente
a pagarse cierta cantidad de dinero, si no se celebra un negocio en una época
determinada, y una de las partes está dispuesta a ejecutarlo. Es un contrato
preparatorio, usualmente utilizado por los corredores de propiedades en la compraventa
de bienes raíces, mediante el cual las partes acuerdan celebrar la compraventa dentro
de cierto plazo concebido para la entrega y examen de los títulos de la propiedad y/o el
trámite del préstamo con que el comprador la va a adquirir.
El origen de la institución, cuyo estudio comenzamos, se encuentra en las arras, a las
que los corredores de propiedades chilenos les dieron una especial fisonomía.

En los negocios que recaen sobre bienes raíces, la celebración del contrato y la
transferencia del bien son solemnes, pues el pacto requiere de escritura pública y la
tradición de la cosa, de inscripción del título en el competente registro. Además, debe
considerarse, adicionalmente, que en muchos casos estas operaciones exigen la
intervención de abogados, tanto para el estudio de los títulos de la propiedad como para
la redacción del contrato.

Por los motivos antes enunciados, normalmente no es posible celebrar el negocio


definitivo al momento en que, inducido por el corredor, coincide el consentimiento de las
partes sobre la cosa, el precio y demás condiciones comerciales.

Desde la época en que las partes están de acuerdo en las condiciones comerciales,
por la suscripción de lo que se acostumbra denominar el cierre del negocio, hasta su
concreción mediante la firma de la correspondiente compraventa o promesa de
compraventa, corre un tiempo en que cabe la posibilidad de que alguna de las partes se
desista del negocio, sea porque encontró una mejor oferta o simplemente porque
resuelve retractarse. Con la finalidad de dificultar o entrabar las posibilidades de
desistimiento en un negocio ya cerrado, y también para asegurar el pago de la comisión
del corredor, se ha creado el "cierre de negocio", que describiremos en el número
siguiente.

581. Descripción y modalidades del cierre de negocio

Tratándose de una institución creada por la costumbre, muchas veces sin intervención
de abogados, el cierre de negocio se presenta en la práctica bajo muchas formas, a
veces ambiguas o contradictorias, en que se confunde el pacto de cierre de negocio con
el contrato de promesa, con la cláusula penal o con las arras.

Concebimos el cierre de negocio propiamente tal, diverso del contrato de promesa,


como una estipulación en que las partes se obligan a pagarse recíprocamente una
cantidad de dinero si el negocio no se realiza en un plazo determinado y una ellas se
arrepiente y la otra mantiene su disposición a realizarlo. Además, en algunos casos se
pretende dar mayor fuerza al cumplimiento de estas obligaciones recíprocas mediante
la entrega a un tercero, generalmente al propio corredor, de cheques, letras o pagarés
extendidos por una parte a favor de la otra, con instrucciones escritas de las partes
respecto a cómo y cuándo el tercero depositario debe proceder a la entrega de los
documentos. El contenido de estas instrucciones consiste, generalmente, en que este
tercero debe devolver a cada parte su respectivo documento si el negocio se celebra y
entregar ambos documentos al contratante diligente, en caso contrario.

Además, constituyen modalidades de esta operación las siguientes:

a) Calidad del tercero que recibe el documento: El tercero que recibe los documentos,
puede ser un mero depositario que se encuentra obligado a entregarlos a la parte
cumplidora, si no se celebra el negocio, o que debe devolver a ambos su respectivo
documento, en caso contrario. Esta es la modalidad más habitual. Sin embargo, en
algunas ocasiones se acostumbra designar un árbitro arbitrador para que resuelva sobre
la procedencia de la entrega de documentos.

Las diferencias entre las dos modalidades anteriores tiene trascendencia. Si se le da


al tercero sólo la calidad de depositario, las partes le otorgan una posibilidad mínima de
deliberación para resolver sobre la procedencia o no de la entrega de los documentos.
Sólo debe constatar hechos materiales simples, tales como la falta de la firma de alguna
de las partes en una escritura dentro de un plazo y en una notaría determinada. Por ello,
para que opere sin problemas esta modalidad, se requiere de instrucciones también
simples, que consistan en la constatación de meros hechos materiales. Si el tercero
depositario debe evaluar aspectos legales de incumplimiento, mora o imputabilidad, se
transforma en un verdadero árbitro.

En este último evento, si al tercero se le da carácter de árbitro o juez, cabrá aplicar


las disposiciones legales del compromiso y si no lo acepta y no existe la posibilidad de
sustituirlo, la cláusula y el contrato mismo quedarán sin valor. Si no se le da al árbitro el
carácter de arbitrador, el cargo debe ser ejercido por un abogado y en todo caso, deberá
resolver el asunto de acuerdo con las normas que regulan el juicio arbitral, actuando
como árbitro de derecho.

La adecuada elección por las partes de una u otra modalidad, depende de la


naturaleza que quiera darse a las condiciones pactadas para hacer exigibles las
obligaciones recíprocas. Si se estima que ellas deban requerir de culpa o incumplimiento
imputable a alguna de las partes para hacer exigibles los pagos pactados, es más
aconsejable la designación de un árbitro.

La designación de un mero depositario importa mayor rapidez en la entrega de


documentos, a veces en perjuicio de la justicia; y a la inversa, la designación de árbitro
significa mayor seguridad de justicia, en perjuicio de la rapidez.

b) Condición usual sobre los títulos del inmueble: Es usual pactar como condición
suspensiva del cierre de negocio referido a bienes raíces, que los títulos del inmueble
sean aprobados o no objetados por el abogado del futuro comprador, y para el evento
de existir objeción legal no solventada, se estipule que no procede pago alguno, sino la
devolución de los documentos.

Otros pactos contenidos en el cierre de negocios consisten en estipular, a título de


condición suspensiva, que los títulos del inmueble sean aprobados por el banco que
financiará al adquirente y someter a arbitraje las disputas sobre las objeciones a los
títulos.

Ha habido ocasiones en que el futuro vendedor se responsabiliza de la validez de los


títulos, en forma tal que, en caso de objeciones a ellos, se hace exigible en su contra el
pago de la prestación convenida.

c) Otras modalidades: El cierre de negocio, al igual que cualquier acto jurídico, es


susceptible de modalidades. Por ello, a veces se pactan condiciones suspensivas o
resolutorias del mismo. Ellas pueden versar sobre aspectos esenciales para las partes,
como la fecha de entrega material y desocupada de la propiedad, el otorgamiento de
permisos de edificación u otros.

582. Problemas sobre validez

Dos son los problemas jurídicos sobre validez que plantea el cierre de negocio.

En primer lugar, el empleo frecuente del cheque como medio de caucionar o


garantizar el pago de las prestaciones convenidas es objetable, dado que la
jurisprudencia de los tribunales tiende a negar valor, en todo caso, al cheque girado en
garantía, o sea, para caucionar el pago de obligaciones 1. Creemos que el cheque, aun
en estos casos, tiene validez como título-valor, sin perjuicio de que no se configure el
delito de giro doloso de cheque. Estimamos que en este caso no hay dolo por parte del
girador, ya que no hay engaño, en cuanto a que no hay certeza de que el cheque en
garantía tenga fondos al momento de su emisión o de su cobro, pero ello no obsta a que
constituya un título valor susceptible de ser cobrado como cualquiera otro.

El otro problema sobre eficacia del cierre de negocio incide en si puede ser
considerado un contrato de promesa merecedor de la sanción establecida en el inc. 1º
del art. 1554 del Código Civil, esto es, de no producir obligación alguna si no se cumplen
todos los requisitos de esta norma legal.

Sobre este particular pensamos que si la intención de las partes, claramente


manifestada, fue, recíprocamente, a pagarse una cantidad de dinero, si por hecho o
voluntad de alguna de ellas o por el acaso no se llegare a perfeccionar un negocio lícito
en un plazo determinado, tal estipulación se encuentra permitida por el ordenamiento
jurídico, dentro de la amplia libertad contractual que reconoce nuestro Derecho.
Además, esta forma de contratación está consagrada por la costumbre, que suple el
silencio de la ley, de acuerdo con lo que determina el art. 4º del Código de Comercio y
no olvidemos que este contrato se usa en el ámbito del corretaje, que es mercantil,
aunque verse sobre bienes raíces.

Si la intención de las partes consiste en crear las obligaciones de celebrar el contrato


definitivo, esto es, obligaciones de hacer, habría contrato de promesa, que debe
ajustarse a las disposiciones legales pertinentes.

Mayores problemas presentan aquellas convenciones "híbridas", en que se


confunden cierre de negocio y promesa y que contienen estipulaciones de ambas figuras
jurídicas. En estos casos, lo primero que cabe hacer es analizar el documento para
interpretarlo en su genuino sentido, de conformidad a las reglas legales, que obligan a
estarse más al espíritu o intención de las partes que a lo literal de las palabras. La
investigación deberá centrarse en si el efecto querido por las partes es obtener el pago
recíproco de prestaciones de dinero, si ocurre el evento de no celebración del negocio;
o si, por el contrario, la intención de ellas consiste en obligarse a la celebración del
contrato definitivo. Creemos que en el primer caso se trata de un cierre de negocio y
que en el segundo, el acto será una promesa.

583. Elementos

De lo expuesto se deduce que serían elementos necesarios del cierre de negocio los
siguientes:

a) Que el objeto de las obligaciones recíprocas de las partes sea el pago de una
determinada cantidad de dinero en el caso que se cumpla una condición. Por lo tanto,
en el cierre de negocio deben pactarse obligaciones pecuniarias recíprocas y
condicionales de dar y no obligaciones de hacer;

b) Que la condición de que penda el nacimiento de la obligación recíproca de pagar


consista en la no celebración, en una época prevista, de un determinado negocio, sea
por causa imputable a la otra parte o por caso fortuito.

c) También se requiere que una de las partes esté dispuesta a la celebración del
negocio, pues si ambas no quieren o no pueden celebrarlo, no corresponde que ninguna
de ellas cobre a la otra la suma estipulada.
La entrega de documentos y el nombramiento de depositario o árbitro que se
acostumbre pactar y que le da, en la práctica, mayor fuerza coercitiva a la estipulación,
jurídicamente no son indispensables, pues es concebible la celebración del cierre de
negocio sin tales elementos.

La celebración del negocio en estudio origina para las partes obligaciones


condicionales recíprocas de dar o pagar una cantidad de dinero.

La condición de la que pende la exigibilidad de estas obligaciones consiste en una


condición potestativa emanada de un hecho negativo: que no se realice un negocio entre
las mismas partes en cierto lapso estando una parte dispuesta a ello y la otra no.
También puede pactarse que sólo proceda el pago a la parte diligente, si no pudo
realizarse el negocio por causa imputable a la otra parte. Puede, además, convenirse
que proceda el pago en el evento que el negocio no se realice por caso fortuito o fuerza
mayor, cuyo riesgo las partes son libres de asumir, de acuerdo con las reglas generales.

En razón de que los contratos normalmente se cumplen, el cierre de negocio en la


mayoría de los casos sólo generará la prestación que consiste en la devolución de los
documentos. Se trata, entonces, de una institución que en muchas ocasiones actúa por
presencia, que por el solo hecho de convenirse se transforma en un factor favorable al
cumplimiento de lo pactado.

584. Naturaleza jurídica y características

Indudablemente, el cierre de negocio es una figura atípica. Aunque normalmente se


celebra por escrito, puede ser consensual, pero en materia civil existe la limitación en
cuanto a la prueba de testigos que establecen los arts. 1708 y 1709 del Código Civil.

Es un contrato principal y no accesorio, pues su existencia no depende de otro acto


jurídico.

Es puro y simple, no obstante que las obligaciones que de él emanan están sujetas a
modalidades.

Es un contrato bilateral, pues genera obligaciones para ambas partes.

El contrato es oneroso, pues se celebra en beneficio de las dos partes, gravándose


cada una en beneficio de la otra.

También puede considerarse contrato conmutativo, pues las prestaciones se estiman


como equivalentes.

Además, es un contrato preparatorio, en un sentido económico, pues propende,


aunque sea en forma indirecta, a la celebración del negocio definitivo.

585. Diferencias con otras instituciones afines

La estipulación de una cláusula penal constituye un pacto accesorio de las


obligaciones derivadas de un contrato principal. El cierre de negocio se diferencia de la
cláusula penal por ser un contrato principal, que versa sobre obligaciones recíprocas de
pago que pactan las partes en las condiciones convenidas.
En el caso de pactarse una cláusula penal compensatoria del cumplimiento de una
obligación principal de carácter facultativo para una de las partes, también existe
diferencia entre la cláusula penal y el cierre de negocio, pues en este último, bajo ningún
concepto puede establecerse la existencia de una obligación principal consistente en el
derecho a exigir la celebración de un contrato definitivo, so pena de desnaturalizarse.

Se diferencia el cierre de negocio del contrato de promesa porque no genera la


obligación de hacer, de suscribir el contrato definitivo, que es propia de esta última,
aunque sea después de cumplida una condición.

Difiere del contrato definitivo sujeto a condición, por el mismo motivo; el cierre de
negocio sólo puede originar una obligación de pagar una suma de dinero y no la de
exigir las obligaciones del contrato definitivo.

No constituye el cierre de negocio una simple dación de arras, sean civiles o


comerciales, porque no hay entrega de cosas. Las arras tienen siempre el carácter de
reales y la entrega que importa la dación de arras debe consistir en cosas. La
celebración del cierre de negocio, por el contrario, sólo genera el nacimiento de
obligaciones condicionales. Además, las arras se entregan por una parte a otra, lo que
no ocurre en el cierre de negocio, en que ambas partes adquieren obligaciones
recíprocas de pago.

Además, el cierre de negocio se diferencia de las arras porque no constituye una


caución o garantía de una obligación principal, por su carácter de contrato principal. El
cierre de negocio, a diferencia de las arras civiles, tampoco importa un reconocimiento
directo del derecho a retracto en la celebración de un contrato, aunque de hecho quien
paga la obligación recíproca no queda obligado a celebrar contrato definitivo alguno.

E) Otras figuras de actos preparatorios

586. Contratos definitivos sujetos a condición suspensiva

Los actos o contratos son susceptibles de modalidades, tanto el contrato mismo como
respecto a las obligaciones que de ellos emanan. En relación con la compraventa, el art.
1807 del Código Civil reconoce expresamente que el contrato puede estar sujeto a
modalidades.

En muchos casos en que se emplea la promesa, es posible pactar el contrato definitivo


sujeto a condiciones y/o plazos. Comparada con la promesa, tal posibilidad significa la
importante ventaja para las partes, de que cumplida la condición o el plazo, nacen para
ellas obligaciones de dar, entregar o hacer, que constituyen el objeto del contrato y no,
como ocurre en la promesa, que sólo genera una obligación de hacer: la de suscribir el
contrato prometido. Esto se traduce en que, si hay incumplimiento, deben entablarse
dos pleitos sucesivos para conseguir el objetivo final perseguido por las partes, con las
consiguientes cargas para el contratante diligente. En efecto, conforme al artículo 1553,
habrá que demandar primero el cumplimiento de la obligación de hacer, esto es, la
celebración del contrato prometido y luego, si celebrado este, la contraparte sigue
renuente a cumplir, también a ésta habrá que demandar el cumplimiento o resolución
del contrato prometido con indemnización de perjuicios, en virtud del artículo 1489 del
Código Civil.

En algunas situaciones puntuales se tiende, en la práctica, a celebrar promesas de


compraventa y no contratos definitivos, como por ejemplo, contratos que versan sobre
cosas cuya enajenación constituye objeto ilícito, tales como las cosas embargadas o
litigiosas, pactándose como condición de la promesa que se alce el embargo o
prohibición. Aun en estos casos podría celebrarse el contrato definitivo condicional, esto
es, estipular como condición suspensiva del contrato, el alzamiento del embargo o
precautoria. Sostenemos que en tales situaciones no puede haber objeto ilícito, pues,
por el efecto propio de la condición suspensiva, el contrato no existe. Cumplida la
condición que consiste, precisamente, en el evento que hace lícito el acto, éste tampoco
puede ser considerado como de objeto ilícito. Debe recordarse, además, que el art. 1464
del Código Civil señala, para los casos que él prevé, que hay objeto ilícito "en la
enajenación", y ella evidentemente no se produce cuando se celebra un contrato sujeto
a condición suspensiva, sino posteriormente, al cumplirse la condición y efectuarse la
tradición.

También se utiliza la promesa para comprometer negocios sobre cosas que no existen
o que no pueden enajenarse sino una vez cumplidos ciertos trámites. Tales casos son
las situaciones que derivan de negocios sobre edificaciones proyectadas o
departamentos de edificios no recibidos, sujetos a las normas de la propiedad horizontal,
que requieren de la recepción del edificio por la autoridad respectiva para proceder a su
enajenación o venta.

En cuanto al contrato sobre cosa futura, los arts. 1461 y 1813 del Código Civil permiten
estipular contratos definitivos siempre que la cosa sea determinada o determinable, con
la salvedad de que, en materia de compraventa, se requiere pacto expreso para que no
rija la condición legal, supletoria de la voluntad de las partes, que consiste en que la
venta está supeditada a la existencia de la cosa. Lo expuesto tiene importancia, pues
en muchos casos es posible y, aún más, es conveniente, celebrar contratos definitivos
condicionales, en vez de contratos preparatorios.

587. Contratos normativos

En el derecho mercantil moderno reciben el nombre de contratos normativos o


contratos "marco", aquellas convenciones por medio de las cuales dos o más partes
interesadas en una determinada negociación mercantil futura y/o sujeta a condición, ha
de ejercerse o materializarse posteriormente por medio de la ejecución sucesiva de
otros contratos mercantiles, usualmente el de compraventa, acuerdan los términos
generales o los grandes principios sobre la base de los cuales dichos contratos
particulares, o el contrato sujeto a condición, se cumplirán.

La terminología mercantil usa indistintamente, y a veces de un modo confuso, para


referirse a estos contratos, los términos de contratos normativos, contratos marco o
tratados (término usado en el comercio de reaseguros).

Los contratos preparatorios, en un sentido amplio, son el género y los tres antes
mencionados son una especie de aquellos, puesto que, como su nombre lo indica, el
contrato preparatorio es aquel que, de cualquier manera, expresa la voluntad de las
partes de alcanzar un acuerdo futuro, que forzosamente debe implementarse con
convenciones celebradas posteriormente, incluyendo entre ellas las arras, la promesa,
el cierre de negocio y la opción, que estudiamos precedentemente, en tanto que los
contratos normativos suponen un acuerdo sobre todos los aspectos de un negocio que,
para alcanzar vida real o mejor dicho, expresión concreta, requieren que simplemente
se ejecuten los contratos regulados por el marco en ellos prefijado por las partes.

588. Compraventa de cosa futura y operaciones a futuro

a) Compraventa de cosa futura mercantil


El art. 1813 del Código Civil consagra la validez de la venta de cosas que no existen,
pero que se espera que existan, salvo que se exprese lo contrario o por la naturaleza
del contrato aparezca que se compró la suerte. A falta de estipulación expresa de las
partes, el Código Civil establece que en esta clase de ventas hay una condición
suspensiva. En efecto, si la cosa futura no llega a existir, no hay contrato y no puede
exigirse el cumplimiento.

En materia comercial la situación es diversa. Es muy corriente que una persona


compre a un fabricante o productor por un precio que puede pagarse al contado, una
determinada mercadería que éste debe fabricar, que no existe, pero que se espera que
exista. Se efectúa una orden de pedido, u orden de compra, a veces verbal, que acepta
el fabricante vendedor.

También es corriente que por la vía de la promesa o el contrato condicional se negocie


sobre pisos o departamentos de un edificio que se espera exista.

Si, en definitiva, en los casos citados la cosa no llega a existir, el comprador está
habilitado para exigir el cumplimiento de lo pactado.

En efecto, no se trata, en este caso, de una cosa futura que "se espera que exista",
sino de una cosa que el vendedor se compromete a que exista. La "espera" es una
actividad pasiva. No se compadece con la actividad que debe efectuar el vendedor,
fabricante o constructor para cumplir su compromiso. La venta, cuando asimismo
importa obligaciones de hacer para el vendedor, es tratada por dicho Código en su art.
1996. Este precepto califica de venta la confección de obra material, cuando el artífice
proporciona la materia de la obra. Además, debe considerarse lo dispuesto en el art.
1546 del Código Civil, que señala que los contratos deben celebrarse de buena fe y
obligan no sólo a lo que en ellos se expresa, sino a todas las cosas que emanan de la
naturaleza de la obligación o que por la ley o la costumbre pertenecen a ella. No cabe
duda que dentro de la buena fe y la naturaleza de la obligación que contrae un vendedor,
fabricante o constructor, está la de fabricar o edificar lo que vende.

En suma, en las compraventas a que nos referimos no hay un negocio regido por el
art. 1813 del Código Civil, sino por una venta normada por los arts. 1996 y siguientes
del mismo Código.

b) Operaciones a futuro

Por razones especulativas o para asegurar el precio de compra o venta en las Bolsas
de Valores o de commodities, especialmente aquellas internacionales, se efectúan
operaciones a futuro. Se entiende que hay una operación a futuro cuando la entrega de
la cosa materia del contrato se difiere o pacta para una fecha o época futura. Cuando
se difiere el pago del precio, se habla de venta a plazo.

Las operaciones a futuro, aunque sean compraventas, no lo son de especies que no


existen y que se espera que existan, pues ellas versan sobre cosas de género; por
ejemplo, toneladas de cobre, determinados valores mobiliarios, etc.
Capítulo XXXVII La compraventa y la permuta mercantiles

Sección Primera
Generalidades

589. Concepto

Es plenamente aplicable a la compraventa comercial la definición de este contrato que


está contenida en el artículo 1793 del Código Civil, según la cual, "la compraventa es
un contrato en que una de las partes se obliga a dar una cosa y la otra a pagarla en
dinero. Aquélla se dice vender y ésta comprar. El dinero que el comprador da por la cosa
vendida se llama precio".

590. La compra y la venta mercantil

De conformidad a lo dispuesto en el artículo 3º Nº 1 del Código de Comercio, el


contrato de compraventa mercantil puede ser comercial y/o civil al mismo tiempo; por lo
que es preciso distinguir el contrato de compra mercantil del contrato de venta mercantil.

Un breve repaso de esta materia, propia del estudio de los Actos de Comercio, en el
primer curso de Derecho Comercial, es útil para distinguir los requisitos propios de cada
uno de estos actos jurídicos comerciales.

a) La compra. De acuerdo al artículo 3º Nº 1 del C. de C., antes citado, la compra


mercantil requiere que la cosa comprada sea mueble y que sea hecha con el ánimo
específico de vender, permutar o arrendar estas mismas cosas; agregando la doctrina
tradicional, que el ánimo de tal venta, permuta o arriendo, debe ser el de obtener una
ganancia o lucro comercial.

— La cosa debe ser mueble por naturaleza o por anticipación, y será de esta última
clase, aun cuando se encuentren unidos a un inmueble, si la ley los considera muebles
para el solo efecto de constituir derechos sobre ellos a favor de otra persona distinta al
dueño. En este sentido, la cosa debe ser mueble para el comprador.

— El ánimo de vender, permutar o arrendar con cosa comprada, obteniendo una


ganancia o lucro comercial, debe existir ab initio, es decir, al momento de la compra. Si
con posterioridad a ella desaparece el ánimo de lucro, no se ve alterada la naturaleza
comercial de la compra; y a la inversa, si se vende un bien mueble con ánimo de obtener
una ganancia no contemplada al momento de su adquisición, tampoco cambiará la
naturaleza civil del contrato.

También cabe tener en cuenta que de acuerdo con la teoría de lo accesorio, una
compra que en principio es civil puede convertirse en mercantil y al revés, una compra
mercantil, devenir en una compra civil, en los casos en que ella complemente o no "las
operaciones principales de una industria" comercial, en el primer caso, o no comercial,
en el segundo, tal como indica el inciso 2º del Nº 1 del artículo 3º de nuestro Código de
Comercio.

b) La venta. Por su parte, la venta será mercantil toda vez que haya sido precedida
de una compra mercantil. Sólo así se cumplirá el requisito del ánimo con el cual se
efectuó la compra. Así, la venta de una cosa adquirida a título gratuito, será siempre civil
y no mercantil; y la venta de una producción agrícola, será siempre civil, producto de la
aplicación del principio o teoría de lo accesorio.

591. Diferencias entre la compraventa civil y mercantil

1. La cosa vendida: Este elemento esencial de la compraventa civil, en nuestro


derecho comercial es más restringido, pues la compraventa mercantil versa sólo sobre
una clase de bienes: los bienes muebles.

En otras legislaciones, sin embargo, la situación es distinta. En algunas se admite la


compraventa mercantil de inmuebles efectuada por empresas cuya actividad mercantil
sea inmobiliaria; y en casos muy limitados, es aún más restringida que en la chilena,
llegando a versar exclusivamente sobre ciertas mercancías producidas en forma
masiva.

2. Ánimo de vender, arrendar o permutar: La mercantilidad de este contrato depende


de que la compra de la cosa mueble, objeto del contrato, se haya efectuado con el ánimo
de venderla, arrendarla o permutarla en la misma forma o en otra distinta; en tanto que,
en la compraventa civil, el que compra el bien lo hace para retenerlo para su propio uso
o consumo.

3. El precio: Este elemento específico de la compraventa, está mencionado en los


artículos 1793 y 1808 del Código Civil y en el artículo 139 del Código de Comercio. Sin
embargo, dadas las características propias de cada uno de estos contratos, es posible
advertir diferencias en cuanto a los efectos que produce el silencio de las partes en la
determinación del precio:

— En la compraventa comercial, si la cosa vendida es entregada, se presume que las


partes han convenido en el precio corriente que tenga la cosa en el día y lugar en que
se hubiere celebrado el contrato.

— En la compraventa civil, háyase entregado la cosa o no, la indeterminación del


precio acarrea la nulidad del contrato.

— En ambos contratos las partes pueden dejar a criterio de un tercero la


determinación del precio. Sin embargo, en la compraventa comercial, una vez entregada
la cosa vendida, si el tercero no determina el precio, se llevará a efecto el contrato por
el precio que la cosa tuviere a la fecha de la celebración del contrato; y en caso de
variedad de precios, por el precio medio (art. 140). En la compraventa civil, si el precio
no es determinado por el tercero o por otra persona que las partes de común acuerdo
establezcan, no habrá contrato de compraventa.

4. Consensualidad de la compraventa mercantil: Las solemnidades son muy


excepcionales en materia comercial. Las solemnidades establecidas en la compraventa
mercantil tienen que ver con la naturaleza de la cosa mueble vendida, como es el caso
de las acciones de una sociedad anónima, cuya venta debe celebrarse por escritura
privada firmada por el cedente y el cesionario ante dos testigos mayores de edad, ante
corredor de bolsa, por escritura privada en que las firmas de los contratantes aparezcan
autorizadas por un notario público, o bien, por escritura pública suscrita entre el cedente
y el cesionario.

En el derecho civil, en cambio, la solemnidad comprende a toda una categoría de


bienes: los raíces o inmuebles.

5. Actos de naturaleza mixta: Sólo en la compraventa mercantil puede darse la figura


de los actos mixtos o de doble carácter; esto es, se admite que para una de las partes
el acto pueda ser civil y para la otra mercantil.

6. Prueba de la obligación mercantil: Las obligaciones mercantiles emanadas de una


compraventa pueden ser acreditadas por todos los amplios medios de prueba
contemplados por la legislación mercantil, no rigiendo, por tanto, a este respecto, la
limitación del artículo 1710 del Código Civil.

7. Normas aplicables a la costumbre mercantil: En silencio de la ley, corresponde


aplicar como normativa de fondo con la costumbre mercantil de los artículos 4º, 5º y 6º
del Código de Comercio. En la legislación civil, la costumbre sólo es fuente del derecho
cuando la ley se remite a ella (art. 2º del Código Civil).

8. Dos tipos de normas que regulan la compraventa mercantil de mercaderías: La


compraventa mercantil de mercaderías está sujeta en Chile a dos sistemas legales de
fondo, según se trate de una compraventa interna —en cuyo caso se aplican las normas
mercantiles chilenas—, o internacional —caso en el cual se aplicarán las normas
internacionales que conforman la lex mercatoria, en particular, la Convención de Viena
sobre Compraventa Internacional de Mercaderías, los términos uniformes del comercio
internacional (Incoterms), las normas sobre acreditivos o cartas de crédito, etc.

9. Mayor campo de aplicación por las normas de protección al consumidor: Como se


indicó, en los actos mixtos o de doble carácter, al menos una de las partes realiza un
acto civil y, al menos otra, uno mercantil. En general, las compras efectuadas por
consumidores, como destinatarios finales de bienes o servicios, son civiles para ellos;
en cambio, para el proveedor, dichas ventas son mercantiles.

Las normas contenidas en la ley Nº 19.496 —más conocida como Ley de Protección
al Consumidor— tienen por objeto normar las relaciones entre proveedores y
consumidores, y de acuerdo al artículo 2º letra a) de la misma ley, su ámbito de
aplicación se restringe a aquellos actos que tengan el carácter de mercantiles para el
proveedor y civiles para el consumidor; es decir, los actos mixtos o de doble carácter.

Sin perjuicio de que, por excepción, esta ley se aplica a ciertos actos puramente civiles
(v.gr. letras c), d) y e) del citado artículo 2º) y otras veces a actos exclusivamente
mercantiles (v.gr. contratación de seguros); por regla general, el consumidor podrá exigir
el cumplimiento de las obligaciones del comerciante y probar sus obligaciones por todos
los medios de prueba que contempla el Código de Comercio, más favorables y flexibles
que los contemplados en el derecho común.

10. El riesgo: Tanto en la compraventa civil como en la compraventa mercantil,


mientras no se haya efectuado la tradición de la cosa vendida, el principio general es
que la especie o cuerpo cierto debida perece para el acreedor, es decir, el comprador
(arts. 1550, 1820 del Código Civil). Estas normas se ven complementadas por la regla
del art. 142 del C. de C., según el cual la pérdida, deterioro o mejora de la cosa, después
de perfeccionado el contrato son de cargo del comprador, salvo el caso de estipulación
en contrario, o de que la pérdida o deterioro hayan ocurrido por fraude o culpa del
vendedor o por vicio interno de la cosa vendida.

De alguna manera, este principio se ve atemperado por la regla del art. 150 del C. de
C., según el cual, mientras que el comprador no retire y traslade las mercancías, el
vendedor es responsable de su custodia y conservación hasta el dolo o culpa lata.

Por otra parte, la regla sobre la carga de los riesgos que hemos examinado, se ve
alterada en las compraventas mercantiles que contemplan obligaciones alternativas, en
otros casos que contempla el art. 143, y en la compraventa internacional de
mercaderías.

En la compraventa interna, tratándose de obligaciones alternativas nuestra legislación


hace responsable al vendedor de la pérdida o deterioro, aun fortuitos, de cualquiera
parte de los objetos debidos, ya que éste sigue obligado a la alternativa. Asimismo, es
al deudor a quien, naturalmente, el legislador ha otorgado la opción de elegir la especie
para el pago (art. 1500 inc. 2º Código Civil).

En la compraventa civil, si una de las cosas perece por culpa del deudor, éste podrá
pagar con la cosa o cosas que resten, salvo que la elección corresponda al acreedor
(art. 1502 C.C.).

El Código Civil no regula qué ocurre en el caso de pérdida total de los objetos debidos,
si uno de ellos perece por culpa del deudor. En nuestra opinión, atendiendo a los
principios generales del derecho civil, es necesario determinar cuál objeto perece
primero:

— Si la primera pérdida es la fortuita, y la elección corresponde al vendedor, subsiste


su obligación respecto de la otra cosa debida. Si la segunda perece después, por culpa
del deudor, deberían regir los principios generales del derecho y, por lo tanto, la segunda
obligación del vendedor no se extinguiría, sino que se debe cumplir por equivalencia,
variando el objeto, mediante la indemnización de perjuicios.

— Si la segunda cosa perece por caso fortuito, la obligación se extingue y el riesgo lo


soporta, en definitiva, el acreedor.

En el caso de las obligaciones alternativas mercantiles, el art. 143 del C. de C. señala


que aunque la pérdida o deterioro sobrevinientes a la perfección del contrato provengan
de caso fortuito, serán de cargo del vendedor, 6º "si en las obligaciones alternativas
pereciere fortuitamente una de las cosas vendidas. Pereciendo las dos, y una de ellas
por hecho del vendedor, éste deberá el precio corriente de la última que pereció, siempre
que le corresponda la elección. Si la elección no perteneciere al vendedor, y una de las
cosas hubiere perecido por caso fortuito, el comprador deberá contentarse con la que
exista; mas si hubiere perecido por culpa del vendedor, podrá exigir la entrega de la
existente o el precio de la perdida".

La redacción de esta norma no es particularmente clara, y estimamos que debe


interpretarse así:

a) Si la elección le corresponde al vendedor y ocurre la pérdida fortuita de una de las


cosas debidas, ella será de cargo del vendedor, en el sentido que él ya no podrá elegir
y tendrá que entregar la que subsiste;
b) Si correspondiéndole la elección al vendedor ocurre la pérdida total de los objetos
debidos, pero uno de ellos perece por culpa del deudor, el vendedor es obligado a pagar
el precio corriente de la última especie debida que pereció;

c) Si la opción perteneciere al comprador, y una de las cosas perece por caso fortuito,
el comprador deberá contentarse con la que exista; mas si hubiere perecido por culpa
del vendedor, podrá exigir la entrega de la existente o el precio de la pérdida.

El art. 143 contempla, fuera del caso de las obligaciones alternativas, otras cinco
situaciones en las que la pérdida o deterioro sobrevinientes por caso fortuito, son de
cargo del vendedor:

1º Cuando el objeto vendido no sea un cuerpo cierto y determinado, con marcas,


números o cualesquiera otras señales que establezcan su identidad y lo diferencien de
otro de la misma especie;

2º Si teniendo el comprador, por la convención, el uso o la ley, la facultad de examinar


y probar la cosa, pereciere ésta o se deteriorare antes que el comprador manifieste
quedar contento con ella;

3º Cuando las mercaderías, debiendo ser entregadas por peso, número o medida,
perecieren o se deterioraren antes de pesarse, contarse o medirse, a no ser que fueren
compradas a la vista y por un precio alzado, o que el comprador hubiere incurrido en
mora de concurrir al peso, numeración o medida.

Esta regla se aplicará también a la venta alternativa de dos o más cosas fungibles que
deban ser entregadas por número, peso o medida;

4º Siempre que la venta se hubiere verificado a condición de no entregarse la cosa


hasta vencido un plazo determinado, o hasta que se encuentre en estado de ser
entregada con arreglo a las estipulaciones del contrato;

5º Si estando dispuesto el comprador a recibir la cosa, el vendedor incurriere en mora


de entregarla, a no ser que hubiera debido perecer igualmente en poder del comprador
si éste la hubiera recibido.

En la compraventa internacional de mercaderías regulada por la Convención de


Viena, el riesgo de la cosa vendida pertenece, en general, a quien las tiene en su poder,
vale decir, el vendedor, y subsistirá su responsabilidad hasta que las entregue al
comprador o al transportador encargado de su conducción.

11. La tradición: El artículo 149 del Código de Comercio contempla formas de


tradición simbólica no contempladas expresamente en el Código Civil. Tales son, por
ejemplo, la transmisión del conocimiento, carta de porte o factura en los casos de venta
de mercaderías que vienen en tránsito por mar o tierra, por el hecho de fijar su marca el
comprador, con consentimiento del vendedor, o por cualquier otro medio utilizado por el
uso constante del comercio. El envío de las mercaderías al domicilio del comprador o a
cualquier lugar convenido, efectuado por el vendedor, de acuerdo al artículo 148 del
Código de Comercio, también importa tradición de las mercaderías.

12. Las arras: Esta garantía de la celebración del contrato está definida en el Código
Civil en el artículo 1803, como una "prenda de la celebración o ejecución del contrato".
En la compraventa civil se entiende que cada uno de los contratantes puede
retractarse; el que ha dado las arras, perdiéndolas, y el que las ha recibido,
restituyéndolas dobladas. Además, estas arras pueden darse como parte del precio o
como señal de quedar convenidos los contratantes, y sólo en estos últimos dos casos,
el contrato se encuentra perfecto, para lo cual, requerirán de un acuerdo expreso en
este sentido, pues se presume de derecho que, ante el silencio de las partes, éstas se
han reservado la facultad de retracto.

A la inversa, de acuerdo con los artículos 107 y 108 del Código de Comercio, la
compraventa comercial se entiende perfeccionada desde su inicio, y el otorgamiento de
arras no presupone la facultad de retractarse del contrato, salvo pacto en contrario.

13. La factura: De acuerdo al artículo 160 de nuestro Código de Comercio, el


comprador tiene derecho a exigir al vendedor que forme y le entregue una factura de las
mercaderías vendidas y que ponga al pie de ella el recibo del precio total o de la parte
que se le hubiere entregado. Además, y en virtud de lo dispuesto en la legislación
tributaria, los comerciantes deben entregar a sus clientes una boleta o factura, debiendo
constar en esta última el Impuesto al Valor Agregado, cuando corresponda.

592. Características de la compraventa mercantil

Las características de la compraventa mercantil son esencialmente las mismas que


las del contrato de compraventa civil. Es un contrato bilateral, consensual, principal,
oneroso, conmutativo, de ejecución instantánea, traslaticio de dominio y constitutivo de
derechos personales. Comparte, asimismo, los mismos elementos esenciales
específicos de éste, que son la cosa y el precio.

Sin embargo, dada su naturaleza mercantil, y básicamente propendiendo a la rapidez


de las transacciones comerciales, nuestro Código de Comercio ha tendido a facilitar el
perfeccionamiento de este contrato, eliminando ciertas discusiones y reclamos que, en
materia civil, podrían acarrear incluso su nulidad. Por ello, se advierten diferentes
matices respecto de las características propias de la compraventa civil, y en los
elementos esenciales específicos de ésta. Por de pronto, la consensualidad, esto es,
aquel principio en virtud del cual los contratos se perfeccionan por el solo acuerdo de
voluntades entre las partes, que constituye una regla general en nuestro derecho común
y mercantil, presenta en este último una mayor extensión, toda vez que las
solemnidades son muy excepcionales y tienen que ver con la naturaleza de la
cosa mueble vendida (por ej.: la compraventa de acciones). En el derecho civil, en
cambio, las solemnidades comprenden a toda una categoría de bienes: los raíces o
inmuebles.

En cuanto al carácter de principal, la compraventa mercantil es capaz de subsistir por


sí misma, sin necesidad de otra convención; mas podemos destacar la relevancia
preponderante de la compra mercantil en relación a la venta, al constituir la primera un
antecedente imprescindible para que esta última tenga el carácter de mercantil.

En cuanto al precio —que impone el carácter oneroso de este contrato para el


comprador—, los artículos 139 y siguientes del Código de Comercio establecen reglas
especiales en cuanto a los efectos que produce el silencio de las partes en la
determinación del precio, una vez entregada la cosa. Así, se presume que las partes
han convenido en el precio corriente que tenga la cosa en el día y lugar en que se
hubiere celebrado el contrato y, si se ha dejado a criterio de un tercero su determinación,
y éste no lo determina, se llevará a efecto el contrato por el precio que la cosa tuviere a
la fecha de la celebración del contrato; y en caso de variedad de precios, por el precio
medio de la plaza.

593. Tipos de contrato de compraventa mercantil según la cosa vendida

El Código de Comercio se encarga de contemplar normas especiales para ciertos


tipos de compraventa. Los tipos de compraventa regulados son:

a) compraventa de cosas que están a la vista;

b) compraventa de cosas al gusto;

c) compraventa por orden, y

d) compraventa según muestras.

También trataremos de: e) la compraventa de cosas que están en viaje, y f) de la


compraventa de las cosas que no existen.

594. A) Compraventa de cosas que están a la vista

Este tipo de compraventa se caracteriza porque el comprador tiene la cosa a la vista,


es decir, que la percibe por este sentido, al momento de la compra.

Se refiere a ella el artículo 130 del Código de Comercio, que, en su inciso 1º, dispone
que en la venta de una cosa que se tiene a la vista y es designada al tiempo del contrato
sólo por su especie, no se entiende que el comprador se reserva la facultad de probarla.

Lo anterior quiere decir que el contrato se perfecciona por la sola mención de la


especie que se tiene a la vista. Así, produciéndose acuerdo sobre la cosa y el precio, el
contrato se perfecciona pura y simplemente y no se entiende que el comprador se
reserva el derecho de probarla, salvo que expresamente se reserve tal facultad. En caso
de reservársela y no fijándose plazo para realizar la prueba, el artículo 131 prescribe
que "la compra se reputa verificada bajo la condición suspensiva potestativa", de que
verifique dicha prueba dentro de los tres días siguientes, contados desde el
requerimiento que, para ello, le haga el vendedor, so pena de tenerlo desistido del
contrato.

Lo anterior no se extiende a las cosas que se acostumbran comprar al gusto (artículo


130, inciso final).

Si, además de la especie, se determina la cosa que se tiene a la vista por su calidad,
también se entiende celebrado el contrato bajo la condición suspensiva, esta vez casual,
de que la cosa sea de la especie y calidad convenidas. Si al momento de la entrega del
objeto hay desacuerdo entre las partes, "la cosa será reconocida por peritos", según
dispone el artículo 133 del Código de Comercio.

595. B) Compraventa de cosas al gusto

En este tipo de contrato, el comprador tiene la facultad de probar la cosa para


percatarse del gusto que ella tiene.
En general, se requiere de una estipulación expresa para que la compraventa se
entienda celebrada bajo esta condición. Sin embargo, la ley entiende estipulada la
reserva de probar la cosa en aquellos contratos en que ésta se acostumbra vender al
gusto (como por ejemplo, el vino a granel).

Pero esta reserva, que en el artículo 1823 del Código Civil consiste en que la cosa
agrade o no al comprador, aquí en el Código de Comercio es, solamente, de que la cosa
sea de sana y regular calidad. La razón de esta diferencia, radica en que la cosa ofrecida
es vendida al público, y se presume que el gusto medio de la gente que compra y, por
tanto, el agrado del producto, se manifiesta por la sola aceptación.

El reconocimiento de la cosa vendida por parte del comprador puede hacerse al


momento de la entrega de la cosa, a requerimiento del vendedor; si el comprador no lo
hace, una vez requerido, se entiende que renuncia a todo reclamo posterior sobre la
calidad de lo comprado (art. 146 del Código de Comercio).

596. C) Compraventa de cosas por orden

La compraventa por orden puede tener varias modalidades, que pasamos a explicar
a continuación:

En general, se celebra una compra por orden cuando, estando las cosas en distinto
lugar, el comprador las designa por su especie. La compraventa es perfecta, pero el
comprador puede demandar la resolución del contrato, si la cosa no es de sana y regular
calidad.

Pero si se indicó la especie y la calidad conjuntamente, podrá resolverse el contrato


si la cosa no fuera de la calidad indicada (art. 134 del Código de Comercio).

Si, además, se exigió que se entregara en un lugar determinado, existe la condición


suspensiva de que llegue a su destino (art. 137 del Código de Comercio).

597. D) Compraventa de cosas según muestras

Este contrato es una variedad de la anterior. El comprador no tiene a la vista la cosa


que piensa comprar, pero sí una análoga, la "muestra", que le sirve para impartir la orden
respectiva para celebrar el contrato, que lleva implícita la condición resolutoria de que
las mercaderías no resultan conformes con las muestras (artículo 135). Un ejemplo
moderno de este contrato, es la compraventa a través de catálogos impresos, o de la
página web de un comerciante en Internet.

598. E) Venta de cosas en viaje

Caen también dentro del tipo de compraventa por orden. Se aplican, prácticamente,
las mismas reglas que da el artículo 134. Así, vendida una cosa durante su transporte
por mar, tierra, ríos o canales navegables, el comprador podría resolver el contrato, toda
vez que la cosa no fuera de recibo o de la especie o cualidad convenidas. Está sujeta,
pues, a una condición resolutoria (art. 136).

La ley denomina "de recibo" precisamente a las cosas que son de sana y regular
calidad y se supone que deben tener esta condición para ser admitidas por el público.
Si hay desacuerdo entre las partes sobre la calidad de la cosa, ella será reconocida
por peritos para que informen debidamente al tribunal.

599. F) Venta de cosas que no existen

La venta de cosas que no existen, es nula. A diferencia del artículo 1814 del Código
Civil, que indica que esta clase de ventas "no produce efecto alguno", el artículo 138 del
Código de Comercio sanciona con nulidad la falta de objeto, indicando: "la compra de
un buque o de cualquier otro objeto que no existe y se supone existente, no vale".

Pero si una parte compró una cosa que no existía al momento del contrato, pero
esperaba que existiera o, como dice el artículo 1813 del Código Civil, si aparece
comprando "la suerte" que sobre ella pesaba, el contrato es válido. De acuerdo al
artículo 138 del Código de Comercio "se reputará puro si al celebrarlo ignoraba el
vendedor la pérdida de este objeto".

Es evidente que, en este último caso, el que vende debe estar de buena fe, pues de
otro modo cometería un fraude y deberá resarcir los perjuicios, de conformidad a lo
dispuesto en el artículo 1814 del Código Civil.

Además de la sanción civil, en tal evento el vendedor podrá ser castigado con las
penas asignadas al delito de estafa, de conformidad al artículo 470, Nº 6, del Código
Penal; en atención a que dichas penas se aplican "a los que con datos falsos u ocultando
antecedentes que les son conocidos celebraren dolosamente contratos aleatorios,
basados en dichos datos o antecedentes".

600. Del precio

Como se indicó anteriormente, la regulación del precio tiene especiales


características, atendidos los propósitos particulares del legislador mercantil de
favorecer la celebración de los contratos de venta.

El afán de nuestro Código de favorecer la concreción veloz de los negocios puede


advertirse en la fijación del precio, que es, como sabemos, un elemento esencial de la
compraventa. El artículo 139 del Código de Comercio comienza indicando que "no hay
compraventa si los contratantes no convienen en el precio o en la manera de
determinarlo (...)"; mas, la rigidez de este principio ha debido ser atenuada por el
legislador comercial en mérito al propósito antedicho y siempre que la cosa vendida
haya sido entregada al comprador. En esta situación, el mismo artículo 139 del Código
de Comercio presume que "las partes han aceptado el precio corriente que tenga la cosa
en el día y lugar en que se hubiere celebrado el contrato. Habiendo diversidad de precios
en el mismo día y lugar, el comprador deberá pagar el precio medio. Esta regla es
también aplicable al caso en que las partes se refieran al precio que tenga la cosa en
un tiempo y lugar diversos del tiempo y lugar del contrato".

Se trata de una presunción simplemente legal, que admite prueba en contrario, y el


precio corriente a que ella se refiere es, no el del día y lugar de la entrega, sino el de la
celebración del contrato.

Al igual que en materia civil, puede convenirse que el precio sea el que fije un tercero.
Si este tercero no lo señala, según la legislación civil no hay contrato (art. 1809 del
Código Civil). Sin embargo, como explicamos en el Código de Comercio, si el objeto
vendido hubiere sido entregado, el contrato se llevará a efecto y el precio será el que
tuviere la cosa al día de su celebración, y en caso de variedad de precios, por el precio
medio (art. 140 del Código de Comercio).

601. Los riesgos de la cosa vendida

El párrafo 3º del título II, se denomina "De los efectos del Contrato de Venta", epígrafe
que pareciera indicar que el legislador reglamenta allí los derechos y obligaciones
derivados del contrato, cosa que en realidad no es así, puesto que se dedica a tratar de
los riesgos de la cosa vendida.

El artículo 142 no hace otra cosa que ratificar, en términos aparentemente amplios,
los términos de los artículos 1550 y 1820 del Código Civil, normas según las cuales el
riesgo del cuerpo cierto cuya entrega se debe, es decir de la cosa vendida, es de cargo
del acreedor, vale decir, del comprador, aunque no se le haya entregado la cosa, es
decir, no está en posesión de la cosa vendida ni en situación de velar por su
conservación.

En esta materia, se diferencian notoriamente nuestros Códigos de la moderna


legislación internacional y, en particular, de la que rige la compraventa internacional de
mercaderías, en la que el riesgo de la cosa vendida pertenece, en general, a quien la
tiene en su poder, vale decir, del vendedor, hasta que las entregue al comprador o al
transportador, en su caso.

No obstante, en la compraventa sujeta a condición suspensiva, el comprador no


responde del riesgo, de acuerdo al artículo 1820 del Código Civil. Por su parte, el art.
142 del C. de C. señala que corresponde al vendedor la pérdida o deterioro de la cosa
vendida, acaecido por fraude o culpa del vendedor, o por vicio interno de la cosa vendida
(esto es, por vicio propio, definido en el art. 552).

El artículo 143 enumera, además, seis casos en que la pérdida o


deterioro sobreviniente a la perfección del contrato pertenecen al vendedor. Ellos son:

1º. Cuando el objeto vendido no sea un cuerpo cierto y determinado;

2º. Si teniendo el comprador, por la convención, el uso o la ley, la facultad de examinar


y probar la cosa, pereciere ésta o se deteriorare antes que el comprador manifieste
quedar contento con ella.

3º. Cuando las mercaderías, debiendo ser entregadas por peso, número o medida,
perecieren o se deterioraren antes de pesarse, contarse o medirse, a no ser que fueren
compradas a la vista y por un precio alzado, o que el comprador hubiere incurrido en
mora de concurrir al peso, numeración o medida.

4º. Siempre que la venta se hubiere verificado a condición de no entregarse la cosa


hasta vencido un plazo determinado o hasta que se encuentre en estado de ser
entregada con arreglo a las estipulaciones del contrato, y se perdiere o deteriorare
pendiente este término.

5º. Si estando dispuesto el comprador a recibir la cosa, el vendedor incurriere en mora


de entregarla, a no ser que hubiere debido perecer igualmente en poder del comprador
si éste la hubiere recibido.

6º. Si en las obligaciones alternativas pereciere fortuitamente una de las cosas


vendidas.
Este número establece una regla un tanto diferente a las normas civiles en materia de
obligaciones alternativas, regla que fue analizada al tratar las diferencias entre las
compraventas civiles y comerciales.

Sección Segunda
De las obligaciones del vendedor

602. 1) Obligación de entregar la cosa

Esta obligación está reglamentada en el artículo 144 del Código de Comercio,


conforme al cual, luego de perfeccionado el contrato, el vendedor debe entregar las
cosas vendidas en el plazo y lugar convenidos. Si las partes no establecen un plazo
para ello, el Código de Comercio suple su silencio estableciendo que el vendedor debe
poner las mercaderías vendidas a disposición del comprador, dentro de las 24 horas
siguientes a la celebración del contrato.

En general, en esta materia rige el principio de la libertad contractual, lo que igual


acontece respecto del lugar de la entrega: ésta se hará en el lugar designado en la
convención, y a falta de esta designación, en el lugar donde existan las mercaderías al
tiempo de perfeccionarse el contrato.

En relación con la entrega de la cosa, el Código de Comercio ha establecido algunas


reglas especiales, relativas a la responsabilidad del vendedor. Tratándose de
obligaciones de género, el artículo 145 confirma la regla del artículo 1509 del Código
Civil, al disponer que el vendedor cumplirá su obligación entregando cosas sanas y de
regular calidad.

La entrega de la cosa vendida, efectuada por su dueño, constituye tradición, conforme


al artículo 670 del Código Civil, si hay, por una parte, la facultad o intención de transferir
el dominio y, por la otra, la capacidad e intención de adquirirlo. La tradición puede ser
real o ficta, de acuerdo al artículo 684 del Código Civil, y el Código de Comercio
establece algunas formas especiales de tradición simbólica en los artículos 148 y 149.
Estas formas son las siguientes:

a) El envío de las mercaderías hecho por el vendedor al domicilio del comprador o a


cualquier otro lugar convenido;

b) La transmisión del conocimiento, carta de porte o factura, en los casos de venta de


mercaderías que vienen en tránsito por mar, por aire o por tierra;

c) Cualquier otro medio autorizado por el uso constante del comercio.

De acuerdo al artículo 156 del Código de Comercio, si el vendedor no cumple con su


obligación de entregar la cosa vendida, el comprador tendrá derecho a pedir el
cumplimiento o la resolución del contrato, en ambos casos con indemnización de
perjuicios.

En caso de que por un hecho suyo, el vendedor no pueda entregar las mercaderías
vendidas, deberá cumplir entregando otras equivalentes o abonarle su valor, a juicio de
peritos, con indemnización de perjuicios, según prescribe el artículo 152 del Código de
Comercio.

No obstante lo indicado anteriormente, si en el tiempo medio entre la fecha del


contrato y el momento de la entrega hubieren decaído las facultades del comprador, el
vendedor no estará obligado a entregar la cosa vendida, aun cuando haya dado plazo
para el pago del precio, si aquél no rindiere fianza que le dé una seguridad satisfactoria,
de acuerdo al artículo 147. En este caso, quien tiene las mercaderías en su poder es el
vendedor y es él quien podrá exigir la fianza, negándose a entregar las mercaderías
hasta que se rinda dicha fianza, a su satisfacción.

603. 2) Obligación de sanear la evicción y los vicios redhibitorios

Esta obligación, que es común a todos los vendedores, se rige íntegramente por las
reglas del Código Civil. Al definir lo que son una y otra cosa sólo merece anotarse una
diferencia de poca monta: de acuerdo al artículo 154 del Código de Comercio, las
acciones para resolver el contrato o pedir la rebaja del precio por los vicios ocultos
prescriben en seis meses contados desde la entrega real de las cosas.

La evicción es el ejercicio de derechos pretendidos por un tercero sobre la cosa


vendida.

Los vicios redhibitorios son aquellos ocultos que afectan al objeto de la compraventa,
en el sentido de que no son aparentes o advertibles al momento de la compra.

En cuanto al reconocimiento de la mercadería, nuestra ley trata la caducidad de


ciertas acciones de reclamo por falta de calidad o de cantidad, pero éstas no alcanzan
a los vicios ocultos de que la cosa puede adolecer.

604. 3) Obligación de extender la factura

De acuerdo al artículo 160 de nuestro Código de Comercio, el comprador tiene


derecho a exigir al vendedor que forme y le entregue una factura de las mercaderías
vendidas y que ponga al pie de ella el recibo del precio total, o de la parte que se le
hubiere entregado. Además, y en virtud de lo dispuesto en la legislación tributaria, los
comerciantes deben entregar a sus clientes una boleta o factura; debiendo constar en
esta última el Impuesto al Valor Agregado, cuando corresponda.

No reclamándose contra el contenido de la factura dentro de los ocho días siguientes


a la entrega de ella, se tendrá por irrevocablemente aceptada. Esto debe entenderse
exclusivamente en relación a las facturas que emanan de compraventas mercantiles, y
no con aquellas que emanan de una obligación distinta, como los servicios gravados
con IVA, puesto que esta disposición se encuentra dentro del Título II del Libro II, que
trata sólo de este contrato.

Como puede observarse, en la factura no sólo se acreditará la especie y calidad de


las mercaderías vendidas, sino que, además, el recibo del precio total o parcialmente
pagado.

Cabe señalar que, no obstante la redacción empleada por el artículo 160 del Código,
a nuestro juicio, es posible impugnar el contenido de la factura por otros medios. En la
práctica, entre comerciantes se han asumido formas prácticas para reclamar el
contenido de una factura, lo que podría constituir costumbre mercantil.

De conformidad con las modificaciones introducidas por la ley Nº 19.983, la factura


hoy es un título valor cedible que constituye, además, título ejecutivo perfecto bajo las
condiciones que esa ley señala. Nada más señalaremos en esta parte respecto de la
factura, pues su tratamiento en detalle se ha efectuado anteriormente, en la parte
destinada a tratar de los títulos valores, Tomo I de esta obra.
605. Término de la responsabilidad del vendedor por pérdidas o deterioros de la cosa
vendida

De acuerdo a los artículos 146, 158 y 159 del Código de Comercio, el vendedor queda
exento de responsabilidad por la pérdida o deterioro de la cosa vendida, en los
siguientes casos:

1. Si exige al comprador que en el momento de recibir la mercadería haga el


reconocimiento íntegro de ella. Si el comprador no lo hiciere, se entiende que renuncia
a todo ulterior reclamo por faltas de cantidad o defectos de calidad (art. 146);

2. Si el comprador examina la mercadería al tiempo de la entrega y la recibiere sin


protesta de calidad o cantidad (art. 158), y

3. Si las mercaderías han sido entregadas en fardos o bajo cubierta, de modo que se
impida su reconocimiento, y el comprador no hace una formal y expresa reserva del
derecho de examinarlas o si, haciéndola, no reclama dentro del tercer día, a contar de
la entrega, las faltas de cantidad o defectos de calidad (art. 159).

Sección Tercera
De los derechos del vendedor

606. 1) Que se reciba la cosa y se pague el precio

De acuerdo al artículo 155, puesta la cosa a disposición del comprador, y dándose


éste por satisfecho con ella, deberá pagar el precio en el lugar y tiempo estipulados 2.

Asimismo, el artículo 144 dispone que, perfeccionado el contrato, el vendedor debe


entregar las cosas vendidas en el plazo y lugar convenidos.

Estos derechos del vendedor constituyen, correlativamente, obligaciones para el


comprador, y como tales se estudiarán más adelante.

607. 2) Caducidad de derechos del comprador para reclamar defectos o faltantes

Esta es una importante garantía para el vendedor. Entregadas las mercaderías


vendidas, y en virtud de lo prescrito en el artículo 158 del Código de Comercio, el
comprador no será oído sobre defecto de calidad o falta de cantidad, siempre que las
hubiere examinado al tiempo de la entrega y recibido sin previa protesta 3.

608. 3) El derecho de retención

En virtud de lo dispuesto en el artículo 151 del Código de Comercio, aunque el


vendedor haya hecho tradición simbólica de las mercaderías vendidas, puede, para
asegurarse el pago del precio y los intereses correspondientes, retener las mercaderías
vendidas hasta el entero pago de lo que se le deba, siempre que estén las mercaderías
realmente en su poder, aunque sea por la vía del depósito.

Sección Cuarta
De las obligaciones del comprador

609. 1) Obligación de pagar el precio


La obligación principal del comprador es la de pagar el precio, siempre que reciba las
mercaderías, dándose por satisfecho de ellas. En este caso, deberá pagarlo en el lugar
y tiempo estipulados; pero si no se hubiere estipulado término ni lugar para el pago del
precio, deberá hacerlo en el lugar y momento de la entrega y no podrá exigir esta última
sino pagando el precio en el acto.

En otras palabras, la ley prescribe como norma general la venta al contado y sólo
admite las ventas a plazo cuando se ha señalado tiempo y lugar para el pago del precio.

Goce o no de plazo para pagar, si el comprador hubiere decaído en sus facultades,


es decir, hubiere disminuido su solvencia, en el tiempo medio entre la fecha del contrato
y el momento de la entrega, el vendedor puede excusarse de entregar la cosa "si no se
rindiere fianza que dé una seguridad satisfactoria" (art. 147 del Código de Comercio).

Esta disposición guarda relación con la norma del artículo 151 del mismo Código,
analizada en el acápite precedente, la que establece que, estando las mercaderías en
poder del vendedor, aunque sea por vía de depósito, éste podrá retenerlas hasta el
entero pago del precio y los intereses correspondientes.

610. 2) Obligación de recibir la cosa vendida

Esta segunda obligación, propia de todo comprador, implica que, rehusándose el


comprador, sin causa justa, a recibir las mercaderías compradas, el vendedor puede
solicitar la rescisión de la venta con indemnización de perjuicios o el pago del precio con
los intereses legales, poniendo las mercaderías a disposición del Juzgado de Comercio
—cuyas funciones cumplen hoy los Juzgados Civiles o Arbitrales, en su caso— para
que ordene su depósito y venta al martillo por cuenta del comprador.

El vendedor podrá, igualmente, solicitar el depósito, siempre que el comprador


retardare la recepción de las mercaderías. En este caso, serán de cargo del comprador
los gastos de traslado de las mercaderías al depósito y de su conservación en él.

Al igual que en el Derecho Civil, el comprador no está obligado a recibir una porción
de las cosas compradas bajo promesa de que se le entregará posteriormente lo
restante, materia esta en la que, también, se apartan nuestras normas de la legislación
internacional que admite las entregas parciales. Sin embargo, pueden haber existido
entregas parciales con promesas de entregas ulteriores o sin ellas, si son aceptadas por
el comprador.

En este caso, nuestro Código de Comercio, siguiendo el mismo principio que ya


hemos visto, destinado a estimar irrevocables los contratos que tienen un principio de
ejecución, preceptúa que aceptada la entrega parcial, por parte del comprador, la venta
se tendrá por consumada en cuanto a las porciones recibidas, aun cuando el vendedor
no entregue las restantes, situación esta que acerca nuestra normativa a la
internacional.

En cualquier caso, el comprador podrá compeler al vendedor a que cumpla


íntegramente el contrato o a que le indemnice los perjuicios que le cause el cumplimiento
imperfecto.

Sección Quinta
De algunas compraventas especiales

611. De la compraventa en masa o block


Para Maxime y Paul Chaveau, la venta de mercaderías en block se caracteriza porque
el precio no depende de la medida de extensión, sino que se refiere a la totalidad de un
conjunto indivisible y ha sido fijado de una manera global. Por ejemplo, todo el maíz
almacenado en un silo.

Según Guillouard, se trata de "la venta de cierta cantidad de mercaderías designadas


de tal manera que el vendedor y el comprador sepan qué es lo que se ha vendido; estas
mercaderías así determinadas pueden venderse en conjunto por precio fijado de
antemano, sea a tanto el litro y el kilogramo, en cuyo caso es menester recurrir a la
medida o al peso. Pero esta operación no influye sobre la transferencia de la propiedad,
la venta no es más ni menos que una venta que puede asimilarse por sus efectos a la
venta de un cuerpo cierto".

Sus características esenciales consisten en que:

1º. La cosa vendida está determinada por las partes, y dicha determinación ha de
referirse ya sea a la cantidad o lugar de ubicación de la cosa o a cualquier otra
característica que sea imprescindible para que no haya confusión con cosas o
mercaderías similares.

2º. El precio debe ser determinado de antemano o, en todo caso, debe ser
determinable. En este último caso, el precio se fijará en consideración a la calidad o
cantidad de las mercaderías; pero éstas siempre deben estar perfectamente
determinadas.

3º. El vendedor debe entregar la cosa o mercaderías objeto de la venta, y el


comprador recibir toda la masa o la totalidad de los objetos que forman la venta en block,
cualquiera que sea su cantidad y calidad.

No existe en nuestro Código de Comercio ninguna mención respecto de las


compraventas en masa o block.

Tampoco el Código Civil se preocupa de ellas, y en la práctica se confunden con


frecuencia con las cosas que se venden al peso, cuenta o medida. Esta confusión
también afecta a los tratadistas.

Para algunos, como Pothier y Planiol, entre otros, la venta se realiza al peso, cuenta
o medida cuando estas operaciones son imprescindibles, ya sea para especificar el
precio de la venta o para determinar la cosa objeto de dicha venta. Y lo es en block,
cuando las cosas se venden en un solo todo y por un precio único.

Para ellos, la principal característica de esta especie de venta es que los contratantes
eliminan toda indicación relativa al peso, número o medida.

Otros autores, como Laurent y Aubry y Rau, consideran que la venta se hace en block
cuando, siendo determinada la cosa, el precio de ella se fija ya por el conjunto o ya por
la unidad, en cuyo caso el peso, cuenta o medida de lo que se vende se requiere
únicamente para calcular el monto total del precio. Y consideran que la venta es al peso,
cuenta o medida, cuando estas operaciones son necesarias para determinar la cosa
vendida.

Generalmente, se conocen cuatro tipos de venta en block y ellas se producen:

1º. Cuando se vende un conjunto de unidades por un precio alzado.


2º. Cuando se vende cierta cantidad de mercaderías, cuyo precio se determina en
atención a su peso, cuenta o medida.

3º. Cuando hay venta de una cuota o parte alícuota de un conjunto de cosas.

4º. Cuando hay venta de un conjunto de cosas por un precio alzado, pero aludiendo
a la cantidad de cosas vendidas.

612. El contrato estimatorio

El contrato estimatorio es una forma derivada del contrato de compraventa, que


constituye una modalidad de las llamadas "ventas en consignación".

Puede definírsele como aquel contrato en virtud del cual una parte entrega a la otra
mercaderías con la obligación para ésta de devolverlas si no las vende dentro del plazo
prefijado, pudiendo adquirirlas para sí en el precio estimado por el remitente y retener el
sobreprecio que obtenga en caso de venderla a un tercero.

Brunetti dice que, "por medio del contrato estimatorio una mercancía dada,
exactamente valuada, se entrega a un comerciante con la obligación de parte de éste
de venderla dentro de un cierto término y de reembolsar en tal caso al consignante el
precio de la estimación o bien a restituirla si dentro del término ha permanecido sin
venderla".

La finalidad del dueño remitente es enajenar la cosa por el precio señalado por él,
pero, en realidad, aceptado tácita o expresamente por el consignatario, por lo que este
contrato constituye un tipo de compraventa especial. Garrigues opina que "se trata de
una condición suspensiva y eventual ligada a un término. La condición se cumple
cuando el comprador declara dar curso al negocio convirtiéndose en deudor del precio
fijado en la estimación".

Se diferencia del depósito, en que en éste nunca se transmite la propiedad de la cosa;


de la sociedad y asociación, en que no hay aporte ni participación en la utilidad, no
siendo el consignatario un socio industrial, ya que no está obligado a desplegar
actividad, y de la comisión, en que en ésta el comisionista tiene prohibición de adquirir
la cosa para sí y es revocable, cosa que no ocurre en el contrato estimatorio.

El contrato estimatorio es consensual, bilateral y oneroso, para el cual se requieren la


capacidad ordinaria por parte del consignatario y la suficiente para enajenar por parte
del consignante.

Los bienes sobre los que recae deben ser cosas corporales no fungibles, o bien, el
consignatario estará obligado a devolver otras tantas del mismo género y calidad.
Deberán ser estimados en dinero y en una suma cierta. El plazo será el que fijen las
partes, en beneficio de ambas.

Las obligaciones del consignatario son alternativas y éste se libera cumpliendo una
sola de ellas; ya sea devolviendo la cosa o su género de igual calidad, ya sea pagando
el precio estimado, todo a su elección. Debe custodiar la cosa y responde de la culpa
leve.

En cuanto al consignante, su obligación consiste en entregar la cosa al momento de


celebrar el contrato o en el término pactado. La entrega debe ser real. Debe también
responder del saneamiento de la evicción y de los vicios redhibitorios.
Varios otros problemas que presenta este contrato, entre otros, los efectos que en él
produce la quiebra de las partes, exceden los límites de esta obra. Entre los Códigos
que lo tratan detenidamente está el hondureño de 1950.

613. El contrato de suministro

El contrato de suministro es un contrato autónomo, similar a la compraventa, pero con


características particulares que le atribuye la doctrina. El Código de Comercio lo
menciona en el Nº 7 del art. 3º, que lo contempla como un acto de comercio, pero no
está reglamentado en nuestra legislación.

La doctrina entiende por tal a aquel en que una parte se obliga a proporcionar o
entregar a otra, de una manera sucesiva y continua, por determinado tiempo o por una
época indeterminada, ciertos bienes consumibles, como el agua potable, gas y en
general los combustibles, algunas veces con el carácter de físicamente intangibles,
como la electricidad, la telefonía, la televisión por cable o la conexión a Internet,
proporcionados generalmente por precio unitario y cálculo del importe total según el
consumo efectivo, sin que, en la mayoría de los casos, la cuantía total de los bienes a
ser entregados o proporcionados se defina con exactitud al tiempo de la celebración del
contrato, salvo en algunos casos de la telefonía móvil (de prepago o por planes de
minutos máximos) o de conexión a Internet (un máximo de minutos o de megabytes).

El suministro no solo se expresa en la provisión de los llamados servicios básicos


(agua, electricidad, gas y en algunos casos, otros combustibles), sino que también se
extiende a comprender todos aquellos contratos en que un proveedor se encarga de
entregar mercaderías periódicamente, a un precio por unidad preestablecido, como por
ejemplo, la provisión de forraje para los caballares del Ejército.

De todas las variantes mencionadas, el suministro de los llamados servicios básicos


es precisamente la más importante, en particular, el agua potable, la electricidad y el
gas habitacionales, por su extendido uso y porque la normalidad de la vida de los
hogares contemporáneos, especialmente en las ciudades, pero hoy en día también en
la mayoría de los hogares rurales, está estructurada sobre la base de que ese suministro
o abastecimiento va a ser continuo e ininterrumpido y porque dicho tipo de servicios son
proporcionados en un régimen de monopolio por empresas concesionarias que cubren
en forma exclusiva una ciudad o una zona del territorio nacional, como lo ha dejado
establecido el Tribunal Constitucional4, de modo que frente a deficiencias en el
suministro (y desde luego, en el caso de corte del mismo), los ciudadanos afectados no
tienen la alternativa de resolver el contrato y cambiar de proveedor.

614. La compraventa de establecimientos de comercio

Puede entenderse por establecimiento de comercio a aquella universalidad de hecho


de carácter mueble, constituida por elementos incorporales y corporales, destinada al
ejercicio del comercio. Puede tomar el nombre de negocio, almacén, tienda, bazar, etc.

En este tipo de compraventa el objeto de la obligación del vendedor, o sea la cosa


vendida, es un establecimiento de comercio, que es una cosa compleja, de
características muy especiales.

Como se ha dicho, el establecimiento de comercio constituye una universalidad de


hecho, según lo sostiene la unanimidad de la doctrina nacional, a partir de lo expresado
por el Prof. Enrique Escala Barros, lo que significa que posee una individualidad propia
e independiente de los elementos que lo componen, y aun cuando éstos sufran cambios
o modificaciones, conserva su individualidad autónoma. Es característico desde el punto
de vista de la mantención de la unidad del patrimonio del propietario.

En contraposición a las universalidades de hecho están las universalidades de


derecho, que se caracterizan por poseer un pasivo propio, mientras las de hecho no lo
tienen y constituyen sólo un elemento del patrimonio general o especial de una persona
(Julien Bonnecase).

En nuestro derecho positivo, salvo disposiciones aisladas, no existe reglamentación


de esta figura jurídica. El Código de Comercio, en el artículo 3º, Nº 2, reconoce como
acto de comercio "la compra de un establecimiento de comercio". A su vez, el artículo
524 afirma que "pueden ser asegurados los establecimientos de comercio". En fin, el
artículo 444 del Código de Procedimiento Civil expresa que la ejecución, en el juicio
ejecutivo de las obligaciones de dar, puede recaer "en un establecimiento mercantil".

Las características del establecimiento de comercio son las siguientes:

1º. Es una universalidad de hecho.

2º. Es un bien de carácter mueble. Sus elementos también lo son. El hecho de que el
establecimiento funcione en un local, que es un bien raíz, en nada altera su naturaleza
mueble, ya que lo que forma parte del establecimiento es el derecho a desarrollar la
actividad comercial en cierto lugar específico. Mas, dado que se trata de un negocio
complejo, cada vez que se incluye en esta venta algún bien o derecho sujeto a régimen
de inscripción o a ciertas solemnidades, deberán cumplirse con cada una de ellas.

3º. Está constituido por elementos corporales e incorporales. Cosas corporales son
las mercaderías, el mobiliario, los vehículos, etc. Cosas incorporales son las marcas
comerciales, el nombre comercial, el rótulo o logo, el derecho de llaves o clientela y
otros5.

Todo lo anteriormente mencionado forma el establecimiento de comercio, y puede ser


objeto de compraventa. Como dijimos, el Código de Comercio se ocupa accidentalmente
de "la compra del establecimiento de comercio", para decir que es un "acto de comercio"
(artículo 3º, Nº 2).

El artículo 3º, Nº 1, del Código de Comercio se refiere a la compra y a la venta de


cosas muebles y expresa que son mercantiles atendiendo a la intención del comprador
o del vendedor. En cambio el Nº 2 dice, sin mayor agregado, que la compra de un
establecimiento mercantil es acto de comercio. No se exige en este acto, pues, el
elemento intención para determinar su mercantilidad.

Respecto a la venta del establecimiento de comercio, nada dijo el legislador. En


nuestra jurisprudencia se ha sostenido que la venta del establecimiento también es un
acto mercantil, fundándose la argumentación en la teoría de lo accesorio. En general,
puede afirmarse, entonces, que la compra y la venta del establecimiento de comercio
son actos de comercio. En materia probatoria esto tiene una enorme importancia,
porque a pesar de la cuantía que puede llegar a tener el acto, se puede probar por
testigos.

Las características de la compraventa de un establecimiento comercial son las


siguientes:
1º. La compra y la venta de un establecimiento de comercio son negocios
complejos: El establecimiento de comercio es un bien complejo, es una universalidad,
integrado por bienes corporales e incorporales. Entre los primeros se cuenta la
propiedad del local, de las instalaciones y de los inventarios. Entre los incorporales
figuran la cesión del arrendamiento o del usufructo sobre el local, en su caso, el "derecho
de llaves o clientela", las "marcas comerciales", el "nombre comercial", los "privilegios
industriales" y los "modelos industriales".

Los cuatro últimos están sometidos a regímenes especiales de propiedad, regulando


la ley la manera de adquirirlos y su forma de transferencia. Por ejemplo, la Ley de
Propiedad Industrial regla la forma de adquirir y transferir las patentes de invención, las
marcas comerciales y los modelos industriales, materias que constituyen un interesante
aspecto de especialización profesional.

Es de naturaleza compleja, a su vez, ya que esta venta incluye aquellos bienes que
integran el establecimiento. Tanto en el título como en el modo de adquirir el
establecimiento, entonces, las partes están sometidas a los requisitos especiales de
cada bien que la integra, que en cada caso deberán cumplirse.

2º. La venta de un establecimiento de comercio comprende bienes destinados a la


formación y mantenimiento de la clientela: Es precisamente "la clientela" la que,
especialmente, se procura mantener mediante la compra del establecimiento. Escarra
dice que "clientela es el conjunto de personas que tienen costumbre de requerir los
servicios de una casa de comercio".

Vinculado con la clientela está el "derecho de llaves" y muchas veces se identifican


ambos conceptos. El derecho de llaves es un efecto o consecuencia de la "clientela", ya
que, por causa de ella, es posible determinar la cualidad del establecimiento de obtener,
con su manejo, una determinada utilidad.

3º. La venta del establecimiento puede comprender las mercaderías: Las


mercaderías, se decía tradicionalmente, no forman parte del establecimiento. Sin
embargo, la doctrina actual acepta que las mercaderías son un elemento integrante de
él y, por lo tanto, objeto de la compraventa.

4º. La venta del establecimiento no comprende el pasivo del vendedor: El


establecimiento es una universalidad de hecho; de ahí que su venta no comprenda la
transferencia del pasivo del comerciante vendedor, proveniente de sus negocios
comerciales.

5º. Cláusula de no competir: Es frecuente en las compraventas de establecimientos


de comercio esta cláusula, buscándose con ella utilizar en la explotación del
establecimiento, la clientela formada por el comerciante vendedor. Esta cláusula
consiste en imponer el vendedor la obligación de no establecerse nuevamente con
establecimientos semejantes al que se está vendiendo, a lo menos dentro de un área
cercana.

615. La compraventa de valores mobiliarios

A) Generalidades sobre la compraventa de valores mobiliarios


y las bolsas de comercio. Regulación

La compraventa puede tener por objeto valores mobiliarios, tomando en este caso el
nombre de "operación bursátil".
La amplitud de este tema no nos permite abarcarlo en detalle, por lo que haremos un
estudio somero de sus características económicas y legales fundamentales.

Esta materia está tratada en la ley Nº 18.045, que contiene las disposiciones sobre
Mercados de Valores.

El artículo 1º de esta ley dispone que "a las disposiciones de la presente ley queda
sometida la oferta pública de valores y sus respectivos mercados de intermediarios, lo
que comprende las bolsas de valores, los corredores de bolsas y los agentes de
valores".

El artículo 3º expresa que para los efectos de esta ley se entenderá por valores
cualesquiera títulos transferibles, incluyendo acciones, opciones a la compra y venta de
acciones, bonos y debentures, cuotas de fondos mutuos, planes de ahorro, efectos de
comercio y, en general, todo título de crédito o inversión.

El inciso 2º agrega, sin justificación alguna de fondo, a nuestro juicio, que "las
disposiciones de la presente ley no se aplican a los valores emitidos o garantizados por
el Estado, por las instituciones públicas centralizadas o descentralizadas y por el Banco
Central de Chile".

En los mercados abiertos de corte capitalista, el grueso de las operaciones de


compraventa de valores mobiliarios se efectúa en las Bolsas de Valores.

La legislación sobre esta materia está contenida en el Título VII de la Ley Nº 18.045
sobre Mercado de Valores. Esta ley derogó el Título IV del decreto con fuerza de ley
Nº 251, de 20 de mayo de 1931.

El artículo 38 dice que "las Bolsas de Valores son entidades que tienen por objeto
proveer a sus miembros la implementación necesaria para que puedan realizar
eficazmente, en el lugar que les proporcione, las transacciones de valores mediante
mecanismos continuos de subasta pública y para que puedan efectuar las demás
actividades de intermediación de valores que procedan en conformidad a la ley".

Las Bolsas de Valores se regirán, en lo que no fuere contrario a lo dispuesto en la ley


Nº 18.045, por las normas aplicables a las sociedades anónimas abiertas y quedarán
sometidas a la fiscalización de la Superintendencia de Valores y Seguros. En estos
términos, las bolsas de valores son sociedades anónimas y se rigen, como lo dice el
artículo 40, por las normas aplicables a las sociedades anónimas abiertas contenidas
en la ley Nº 18.046, publicada en el Diario Oficial de 22 de octubre de 1982.

El artículo 126 de la ley Nº 18.046 dispone que entre otras sociedades anónimas
especiales (por ejemplo, las compañías aseguradoras y reaseguradores, las sociedades
anónimas administradoras de fondos mutuos), las bolsas de valores se forman, existen
y prueban por escritura pública, a lo que sigue la obtención de la resolución de la
Superintendencia que autorice su existencia e inscripción y publicación del certificado
especial que otorgue dicha Superintendencia en el Registro de Comercio.

En efecto, aprobada la existencia de una bolsa de valores, la Superintendencia de


Valores y Seguros expedirá un certificado que acreditará tal circunstancia y contendrá
una de las cláusulas del estatuto que determine dicho organismo, el que se inscribirá en
el Registro de Comercio del domicilio social y se publicará en el Diario Oficial (su página
web), dentro del plazo de 60 días contado desde la fecha de la resolución (inciso final,
artículo 126).
La modificación de los estatutos de las bolsas de valores y su disolución anticipada,
acordada por sus respectivas juntas de accionistas luego de ser reducidas sus actas a
escritura pública, deberán ser aprobadas por la Superintendencia, efectuándose, en lo
pertinente, la inscripción y publicación indicadas en el artículo 126.

La bolsa es una sociedad anónima. Nos resta examinar la calidad civil o mercantil de
las operaciones que en ella se efectúan.

De acuerdo con el Nº 12 del artículo 30 del Código de Comercio, son actos de


comercio, ya respecto de ambos contratantes, ya respecto de uno de ellos, las
operaciones de bolsa.

Sin embargo, no hay acuerdo entre los autores respecto a si la mercantilidad de estos
actos es absoluta o no.

Don José Alfonso sostuvo, en sus Comentarios al Título Preliminar del Código de
Comercio, que las operaciones de bolsa eran siempre comerciales para ambas partes,
con prescindencia de la intención o calidad personal de éstas.

Don Ignacio Ugarte, por el contrario, hace primar la intención de las partes,
entendiendo que la operación será o no mercantil, según que se desee especular o
realizar una inversión mediante ella.

Nosotros compartimos la primera tesis y sostenemos que las operaciones de bolsa


son mercantiles siempre, cualquiera sea la persona que en ellas intervenga, y sea que
lo hagan con el propósito de especular o simplemente de ahorrar (invertir en títulos),
porque esto último presupone la intención de obtener una ganancia: no hay ahorrista
que invierta su dinero pensando en perder. Por otra parte, no cabe duda que, respecto
de los corredores de bolsa o agentes de valores, las operaciones bursátiles son siempre
actos de comercio. Ellos son intermediarios, que buscan obtener una ganancia
concertando las operaciones que les encargan sus comitentes. Esa es su profesión.

Las bolsas son, en términos generales, los lugares en que se reúnen los
comerciantes, en días y horas determinados, para transar bienes, sean mercaderías o
valores mobiliarios.

Bajo este respecto, podemos considerar con razón que su aparecimiento data desde
las primeras épocas en que se ejerció el comercio en forma organizada, en las que las
bolsas estuvieron representadas por las ferias y mercados, sitios públicos a los que
afluían los mercaderes en épocas determinadas, para intercambiar sus productos y
ofrecerlos al público en general.

Este tipo de comercio desapareció cuando la actividad comercial se empezó a


practicar en forma continua y organizada; hoy lo encontramos representado por las
ferias de productos agrícolas que las autoridades permiten en ciertos barrios, en días y
horas determinados.

En el fondo, no hay diferencias esenciales entre aquellos mercados y las bolsas, a no


ser que en éstas las mercaderías no están a la vista del público o del comprador,
mientras que en los mercados y ferias las tienen a su disposición al momento del
contrato.

Las bolsas pueden ser de productos o de valores, siendo estas últimas las más
comunes.
Sin embargo, aparecieron primero las de productos. La más antigua que se conoce
fue la establecida en Bruselas, en 1531.

La primera bolsa de valores fue la de París, creada en 1724.

No hay acuerdo entre los tratadistas respecto del origen de la denominación, "bolsas",
que se da a estas instituciones. La tesis más aceptada es la que hace derivar el nombre
del de una famosa familia de corredores, de Brujas, Van der Burse, quienes servían de
intermediarios entre los numerosos comerciantes que acudían a su establecimiento.

Otros creen que la denominación arranca del hecho de haber esculpidas tres bolsas
en el frontis del edificio de la antedicha familia.

En Chile, el comercio bursátil data de 1880, año en que se inició en Valparaíso el


corretaje de letras de cambio. En 1898 se constituyó una sociedad de hecho,
denominada "Bolsa de Corredores" con capital de $150.000, que duró hasta 1904,
formándose al año siguiente la Bolsa de Valores de Valparaíso.

La Bolsa de Comercio de Santiago se creó en 1893.

B) Las operaciones de bolsa. Valores


que se negocian en los Bolsas de Comercio

Constituyen las bolsas, tal vez, el único lugar en que puede darse la libre concurrencia
al más puro estilo económico liberal. Allí, en igualdad de condiciones, los comerciantes
ofrecen sus valores a los inversionistas. Y allí, mejor que en ninguna otra parte, el precio
queda determinado por la relación entre la oferta y la demanda.

En el desarrollo del capitalismo moderno hay dos elementos cuya expansión está
íntima y recíprocamente vinculada: las bolsas de valores y las sociedades anónimas.

El desarrollo de ambas ha sido paralelo. Gracias a las bolsas ha sido posible reunir
inmensos capitales, a través de la colocación de acciones y bonos. Ellos proporcionan
un índice de interés o desconfianza del inversionista por determinados valores y
permiten precisar la orientación de una economía nacional, mediante el estudio de la
naturaleza de los valores preferidos.

La importancia que, por esta y otras razones, han adquirido las bolsas, ha inducido al
legislador a intervenir en su funcionamiento.

La intervención estatal en el mercado bursátil se ha dirigido especialmente contra la


especulación con los valores que en él se transan.

En términos elementales, hay especulación cuando se venden a plazo valores


mobiliarios que no se poseen, con la esperanza de que oportunamente se podrá
adquirirlos a precio inferior al de venta para poder cumplir la obligación y obtener así
una ganancia por la diferencia de precios, o cuando se compra a plazo, en el
convencimiento de que los valores mobiliarios habrán subido de precio a la época del
cumplimiento de la obligación, pudiendo entonces venderlos a un precio superior al de
adquisición.
En el primer caso, se trata de una venta en descubierto, y el individuo que la realiza
es un especulador a la baja, o "bajista"; en el segundo caso, el especulador lo es al alza
o "alcista".

El elemento fundamental de la especulación es, como se puede ver, el plazo, dentro


del cual el especulador espera que se produzcan fluctuaciones en el sentido que a él le
convienen.

Las operaciones especulativas son riesgosas y pueden acarrear la ruina de los


operadores, por lo que se ha pretendido terminar con la especulación mediante la
prohibición de las operaciones a plazo, como aconteció en Chile con la dictación del
decreto con fuerza de ley Nº 3 de 13 de febrero de 1931, derogado después de esa
fecha por el fuerte decaimiento que se originó en el mercado bursátil.

Dentro de esta concepción, el artículo 34 de la Ley sobre Mercado de Valores


Nº 18.045 dispone que "los corredores de bolsas y los agentes de valores serán
responsables de la identidad y capacidad legal de las personas que contrataren por su
intermedio; de la autenticidad e integridad de los valores que negocien, de la inscripción
de su último titular en los registros del emisor cuando esto sea necesario y de la
autenticidad del último endoso, cuando proceda".

En realidad, este temor, como avanzamos es, en principio, justificado. Pero la


especulación responde a una realidad económica.

Según sus raíces etimológicas, el término "especulación" significa "prever" y conviene


no confundirla con el "egotismo". El especulador, entonces, es el individuo que prevé el
ritmo de alza o baja en el precio de los valores, de acuerdo con lo cual, y con el ánimo
de obtener una ganancia, compra o vende a plazo.

Desde otro punto de vista, la labor de los especuladores es benéfica, en cuanto hace
entrar en el juego sus disponibilidades cuando los capitales escasean, impidiendo la
caída del precio de los valores. Así, por ejemplo, suscriben los riesgos de los negocios
nuevos, adquiriendo los títulos de las nuevas empresas para introducirlos en el mercado
a medida que ganan la confianza del público.

La ley trata de evitar que los inversionistas y agentes de valores distorsionen la libre
fluctuación del precio de los títulos y que obtengan beneficios utilizando información
privilegiada y confidencial.

Los valores que se negocian en las bolsas de comercio son los siguientes:

1) Acciones nominativas de sociedades anónimas abiertas.

La propiedad de las acciones que se transan es establecida en el registro del emisor


y su transferencia se efectúa en los registros de la compañía emisora.

Las acciones pueden ser, como lo vimos al tratar de las sociedades anónimas,
ordinarias o preferidas. Estas últimas son privilegiadas con respecto al pago de
dividendos comparados con las acciones ordinarias.

2) Instrumentos de deuda.
La mayoría de los instrumentos de deuda son valores al portador o endosables y son
los siguientes:

a) Instrumentos de renta fija (deuda de largo plazo):

Bonos bancarios: Corresponden a instrumentos de deuda emitidos por entidades


bancarias para financiar proyectos diversos. Su tasa de interés es generalmente fija y
su reajustabilidad en unidades de fomento, aunque es posible encontrar bonos
bancarios con otras características.

Bonos de Sociedades Anónimas: Son emitidos por las sociedades anónimas


ocasionalmente, para financiar proyectos de inversión o para reestructurar la deuda.
Generalmente, entregan un interés fijo y son reajustados de acuerdo con la UF. Existen
algunas emisiones a tasa flotante, referidas al dólar o la UF.

Letras hipotecarias: Las letras hipotecarias son emitidas por bancos o instituciones
financieras, para financiar hipotecas o actividades productivas diversas. Estos
documentos están indexados según la variación de la UF, el IVP (índice de valor
promedio, el cual varía de forma similar a la UF) o según el dólar.

Bonos subordinados: Son los bonos emitidos por bancos y se caracterizan por poseer
una prioridad más baja para el acreedor que otros instrumentos a los cuales están
subordinados. Estos instrumentos no son considerados pasivos al calcular la deuda total
de un banco.

Pagarés del Banco Central: Son instrumentos emitidos por el Banco Central de Chile
para regular la oferta monetaria, apoyar la política cambiaria, financiar los proyectos del
Estado o para reemplazar deuda externa.

En general, estos instrumentos son reajustables de acuerdo a la UF (PRC: Pagarés


reajustables con cupones) o al dólar americano (PRD: pagarés reajustables en dólares)
y pueden tener tasas de interés tanto fija como flotante.

Bonos convertibles: Emitidos por sociedades anónimas abiertas para financiar


proyectos de inversión, son convertibles en acciones de la compañía emisora.

b) Instrumentos de intermediación financiera (deuda de corto plazo):

Pagarés reajustables y descontables del Banco Central (PRBC y PDBC): El propósito


de estos instrumentos, emitidos por el Banco Central de Chile, es regular la oferta
monetaria a través del mercado abierto.

Depósitos a plazo: Estos son emitidos por instituciones bancarias y corporaciones


financieras para captar dinero que permita el financiamiento a corto plazo del emisor.
Ellos pueden ser reajustables o no reajustables y el plazo mínimo al vencimiento es de
30 días para los pagarés no reajustables y de 90 días para los pagarés reajustables.

Efectos de comercio: Son los documentos emitidos por compañías, con autorización
de la Superintendencia de Valores y Seguros, para captar dinero directamente del
público, para las operaciones de corto plazo de los emisores (capital de trabajo). El plazo
mínimo al vencimiento es de 30 días para instrumentos no reajustables y de 90 días
para instrumentos reajustables.
Según la fecha de pago de las transacciones que se efectúan en bolsa, ellas pueden
ser al contado o a plazo.

Son operaciones al contado las conocidas como operaciones PH, o "pagaderas hoy",
que como su nombre lo indica se liquidan el mismo día de efectuada la operación, PM,
o "pagaderas mañana", que se liquidan al día siguiente hábil bursátil de ser
materializada la operación, y "contacto normal", que se liquidan a los dos días hábiles
bursátiles de ser realizada la operación.

Las operaciones a plazo en acciones son aquellas transacciones en que ambas


partes acuerdan diferir la liquidación a un plazo determinado, el que no podrá ser inferior
a tres días hábiles bursátiles ni superior a 180 días corridos después de realizada la
operación. Las operaciones a plazo se podrán realizar sólo en aquellas acciones que
expresamente autorice la Bolsa, las que se seleccionan de acuerdo con su presencia,
volumen de operaciones, comportamiento de precios y otros factores que se consideren
adecuados. Las operaciones a plazo deberán ser garantizadas por el corredor
interviniente frente a la Bolsa.

Las operaciones a plazo denominadas "simultáneas", consisten en la realización de


una compra o venta a plazo, conjunta e indisolublemente unida a una venta o compra al
contado por idéntico número de acciones y en el mismo instrumento.

En esta fecha posterior, o liquidación, debe procederse a la entrega de los títulos y a


su pago.

Las operaciones simultáneas han venido a sustituir al antiguo convenio o contrato de


¿¿postergación bursátil", por el altísimo riesgo que este presentaba. Aún así, la
operación simultánea sigue constituyendo una figura riesgosa, por la que se encuentra
sometida a rigurosos procedimientos de formalización y sujeta al otorgamiento de
garantías por los participantes.

616. Otros tipos de compraventas mercantiles

Además de los contratos ya estudiados, es posible reconocer que, a través de las


prácticas mercantiles, se han ido incorporando a nuestro derecho otros tipos de
contratos de compraventa. Ellos deberán regirse por los principios de la legislación
común y, cuando sean comerciales y no exista ninguna regla positiva, se regirán por las
normas derivadas de la costumbre que los creó.

Merecen mencionarse las ventas a crédito, las ventas a entregar, sean cerradas o a
prima, y estas últimas a prima, a doble prima y facultativas o condicionales. Tampoco
se refiere nuestra legislación a las ventas por hileras, propias de las prácticas
comerciales francesas, ni a las ventas según tipos, catálogos, modelos o figurines,
crecientemente de moda en nuestros tiempos, aun cuando éstas pueden asimilarse,
según hemos visto, a las compraventas según muestras. Tampoco se refiere a las
compraventas según marcas y según análisis.

617. La permuta mercantil

Por último, cabe tener presente que en cuanto a la permuta mercantil, el artículo 161
del Código de Comercio, al igual que en la legislación civil, hace extensivas las normas
de la compraventa a la "permutación mercantil", en cuanto no se opongan a la naturaleza
de aquel contrato.
Recordemos que la permuta consiste en la adquisición de un bien, cuyo precio se
paga entregando otro u otros y que es posible que el pago se realice, en parte, mediante
la transferencia de otro u otros bienes, y en otra parte, completando su monto con dinero.
En la última alternativa había permuta si la parte mayoritaria del precio se paga
transfiriendo bienes y compraventa cuando el dinero entregado como parte del precio
sea mayor que el importe de los bienes.
Capítulo XXXVIII
El contrato de compraventa internacional de mercaderías.
La Convención de Viena

Sección Primera
Generalidades

618. Origen y ámbito de aplicación de la Convención de Viena

Contrariamente a lo que ocurre en nuestro derecho mercantil interno, la compraventa


internacional de mercaderías se encuentra regulada en el plano internacional por
modernas normas.

En el año 1977, la Comisión de las Naciones Unidas para el Derecho Mercantil


Internacional (CNUDMI) preparó un proyecto de convención sobre los contratos de
compraventa internacional de mercaderías, el que fue enviado por la Asamblea General
de las Naciones Unidas a la Conferencia de Plenipotenciarios convocada para aprobar
esta materia, en una reunión que se efectuó en Viena a comienzos de 1980 y que derivó
en la aprobación de la llamada Convención de Viena.

Esta Convención se aplica a los contratos de compraventa de mercaderías entre


partes que tengan sus establecimientos en Estados diferentes, siempre y cuando esos
Estados sean signatarios adherentes a la Convención o cuando las normas de derecho
internacional privado prevean la aplicación de la ley de uno de los Estados contratantes.

Para determinar la aplicación a un acto de la Convención de Viena, no se tendrá en


cuenta ni la nacionalidad de las partes ni, en principio, el carácter civil o comercial que
ellas tengan en el contrato.

619. Principios generales de la Convención de Viena

A continuación, se mencionan los principios que regulan su aplicación e


interpretación:

a) Carácter internacional y campo de aplicación de la Convención: La Convención fue


acordada en atención a la necesidad de promover la uniformidad en la aplicación de las
normas sobre compraventa internacional de mercaderías (art. 7º). Como dijimos, se
aplica a los contratos de compraventa que se celebren entre partes que tienen distinta
nacionalidad, cuyos países sean signatarios de la Convención y también cuando las
normas de derecho internacional privado prevean la aplicación de la ley de uno de los
Estados a que pertenezcan los contratantes, que sea signatario de la Convención.

b) Valor de la buena fe: Está inspirada y tiene por objeto asegurar la observancia de
la buena fe en el comercio internacional.
c) Elasticidad para interpretar los hechos caso a caso: En armonía con la importancia
atribuida a la buena fe y siguiendo una modalidad característica de los países del
"common law", el articulado de la Convención de Viena recurre frecuentemente a los
conceptos "razonable", "razonablemente", "lo que sea razonable" y otras expresiones
semejantes, para determinar el alcance de los hechos y en particular los deberes,
obligaciones y derechos de las partes y la forma de cumplirlos o ejercerlos. Lo anterior
otorga un mayor grado de elasticidad a la labor del intérprete y, sobre todo, al juzgador,
para resolver con mayor equidad, teniendo en cuenta las circunstancias particulares de
cada caso y la intención de las partes.

d) Interpretación de los actos unilaterales. De acuerdo al artículo 81 de la Convención,


las declaraciones y otros actos de una parte deberán interpretarse conforme a su
intención, cuando la otra parte haya conocido o no haya podido ignorar tal intención.
Agrega que si no se diera la situación indicada anteriormente, las declaraciones y otros
actos de una parte deberán interpretarse conforme al sentido que les habría dado en
igual situación una persona razonable en la misma condición que la otra parte.

Por último, para determinar la intención de una parte o el sentido que le habría dado
una persona razonable, la citada disposición añade que deberán tenerse debidamente
en cuenta todas las circunstancias pertinentes del caso, en particular, las negociaciones,
las prácticas que las partes hubieren establecido entre ellas y los usos y el
comportamiento ulterior de las mismas.

Refiriéndose a las prácticas, el artículo 91 expresa que las partes quedan obligadas
por cualquier uso en que hayan convenido y por cualquier práctica que hayan
establecido entre ellas, agregando que, salvo pacto en contrario, se considerará que las
partes han hecho tácitamente aplicable al contrato o a su formación un uso del que
tenían o debían haber tenido conocimiento y que en el comercio internacional sea
ampliamente conocido y regularmente observado por las partes en contratos del mismo
tipo en el tráfico mercantil de que se trate.

e) Interpretación de las materias que no están expresamente reguladas: Remisión a


las normas de derecho internacional privado: El Nº 2 del artículo séptimo señala que
aquellas materias no reguladas expresamente por la Convención deberán interpretarse
de conformidad con los principios generales de ella, añadiendo que, sin embargo, si
faltan dichos principios, deberá procederse de conformidad a la ley aplicable en virtud
de las normas de derecho internacional privado, lo cual no hace otra cosa que confirmar
los principios generales de interpretación incorporados en la mayoría de los sistemas
jurídicos.

f) Disposiciones relacionadas con el domicilio de las partes: El artículo 10 de la


Convención establece las siguientes reglas:

1. Si una de las partes tiene más de un establecimiento de comercio, aquel que ha de


tomarse en cuenta para los efectos del contrato respectivo será el que guarde la relación
más estrecha con el aludido contrato y su cumplimiento, habida cuenta de las
circunstancias conocidas o previstas por las partes antes o al momento de su
celebración; y

2. Si una de las partes no tiene establecimiento se tendrá en cuenta, para los efectos
del contrato, su residencia habitual.

g) Formalización y prueba del contrato. En principio, no es necesario


celebrarlo por escrito. Según el artículo 11, el contrato de compraventa internacional
de mercaderías no tendrá que celebrarse ni probarse por escrito ni estará sujeto a
ningún otro requisito formal, pudiendo probarse por cualquier medio, incluso por
testigos.

Sin embargo, el artículo 12 establece una prevención en resguardo de los países


signatarios de la Convención, cuyas legislaciones internas consideran como regla
aplicable al respecto, que la celebración, modificación o extinción de los contratos de
compraventa se efectúe por escrito.

La prevención consiste, precisamente, en que no se aplicará la disposición del artículo


11, ni el artículo 29, ni ninguna otra disposición que permita que la celebración,
modificación o extinción por mutuo acuerdo del contrato de compraventa, o la oferta,
aceptación o cualquiera otra manifestación de intención, se hagan por un procedimiento
que no sea por escrito, en el caso que cualquiera de las partes contratantes tenga su
establecimiento en un Estado que haya hecho una declaración con arreglo al artículo 96
de la Convención, que así lo prevenga, es decir, que contemple la formación y/o prueba
del contrato por escrito.

Curiosamente, a pesar de que en su legislación interna no está contemplada esta


limitación, Chile es uno de los países que efectuó esta declaración.

Para todos los efectos de la Convención, la expresión "por escrito" comprende el


telegrama y el télex.

620. Formación del consentimiento y del contrato

Los artículos 14 a 24, inclusive, de la Convención se refieren a la formación del


consentimiento y al contrato de compraventa internacional de mercaderías.

Si bien, varias de las normas que contiene son similares a las que contiene el párrafo
1º del Título I del Libro II de nuestro Código de Comercio, la Convención de Viena se
aparta de éste en diferentes aspectos y es, sin duda, mucho más completa que aquél,
como se podrá advertir a continuación.

A) La oferta: Constituirá oferta la propuesta de celebrar un contrato, dirigida a una o


varias personas determinadas, si es suficientemente precisa e indica la intención del
oferente de quedar obligado en caso de aceptación.

Se entiende que una propuesta es suficientemente precisa, si indica las mercaderías


y expresa o tácitamente señala la cantidad y el precio o prevé un medio para
determinarlos.

Las reglas que establece al respecto son las siguientes:

1. Propuesta indeterminada: Toda propuesta dirigida a una o varias personas


indeterminadas será considerada como una simple invitación a hacer ofertas, a menos
que la persona que haga la propuesta indique claramente lo contrario. Esta norma es
muy similar a la contenida en el art. 105 inciso 1º del Código de Comercio de Chile.

2. Momento a partir del cual surte efecto la oferta: La oferta surtirá efecto cuando
llegue al destinatario (art. 15, Nº 1).
3. Retiro de la oferta: Aun cuando sea irrevocable, la oferta podrá ser retirada antes o
al mismo tiempo que la oferta llegue al destinatario.

4. Revocación de la oferta: La oferta podrá ser revocada antes que se perfeccione el


contrato, siempre que la revocación llegue al destinatario previamente al envío de la
aceptación.

Sin embargo, la oferta no podrá revocarse si señala un plazo fijo para la aceptación o
si indica, de cualquier otro modo, que es irrevocable, o si el destinatario podía
razonablemente considerar que la oferta era irrevocable y ha actuado basándose en esa
oferta.

Estas normas son sustancialmente similares a las reglas del art. 99 del Código de
Comercio de Chile.

5. Extinción de la oferta: La oferta, aun cuando sea irrevocable, quedará extinguida


cuando su rechazo llegue al oferente.

B) Aceptación: Constituirá aceptación toda declaración u otro acto del destinatario de


la oferta que implique asentimiento con los términos de ésta. El silencio o la inacción,
por sí solos, no constituirán aceptación.

Las reglas que la Convención establece al respecto son las siguientes:

1. Momento a partir del cual la aceptación surte efecto: La aceptación de la oferta


surte efecto en el momento en que la indicación del asentimiento del destinatario llegue
al oferente. La aceptación no surtirá efecto si la indicación del asentimiento no llega al
oferente dentro del plazo que éste haya fijado; o si no se ha fijado plazo, dentro de un
término razonable, habida cuenta de las circunstancias de la transacción y, en particular,
de la rapidez de los medios de comunicación empleados por el oferente.

Esta norma es distinta de la que contempla el art. 98 del Código de Comercio, puesto
que en este último se especifica un plazo, que es de 24 horas si la oferta escrita se dirige
a una persona que residiere en el mismo lugar del oferente, o a vuelta de correo, si
estuviere en otro diverso.

2. Aceptación de ofertas verbales: La aceptación de las ofertas verbales tendrá que


ser inmediata, a menos que de las circunstancias resulte otra cosa.

Esta norma es sustancialmente idéntica a la del art. 97 del C. de C. ("en el acto de ser
conocida por la persona a quien se dirigiere").

3. Actos que implican aceptación: Si en virtud de la oferta, de prácticas que las partes
hayan establecido entre ellas o de los usos, el destinatario puede indicar su asentimiento
ejecutando un acto que permita sobrentenderlo, como por ejemplo, la expedición de las
mercaderías o el pago del precio sin comunicación al oferente, la aceptación surtirá
efecto en el momento en que se ejecute ese acto, siempre que esa ejecución tenga
lugar dentro del plazo indicado precedentemente.

Esta norma es evidentemente más completa que la del art. 103 del Código de
Comercio.
Asimismo, y conforme a la regla general contenida en el artículo 6º, en relación al
artículo 12 de la Convención, las partes pueden convenir en métodos distintos para
regular la oferta y la aceptación, toda vez que dichas disposiciones les permiten derogar
o modificar cualquiera de las disposiciones de la Convención.

Así, resulta posible que las partes establezcan, por ejemplo, que el silencio constituye
aceptación de la oferta.

4. Contraoferta: Constituirá una contraoferta la respuesta a una oferta que contenga


adiciones, limitaciones u otras modificaciones a ésta. Esta norma es similar a la del art.
102 del Código de Comercio, con la salvedad de que éste denomina "nueva propuesta"
a lo que la Convención de Viena denomina, con mayor precisión, "contraoferta".

En los términos de la Convención de Viena, una contraoferta se considera como


rechazo de la oferta primitiva.

No obstante, la respuesta a una oferta manifestada bajo la forma de una aceptación,


pero que contenga elementos adicionales o diferentes que no alteren sustancialmente
los de la oferta constituirá aceptación, a menos que el oferente, sin demora injustificada,
objete verbalmente la discrepancia o envíe una comunicación en tal sentido. De no
hacerlo, los términos del contrato serán los de la oferta con las modificaciones
contenidas en la aceptación. Esta solución es incompatible con la norma del art. 101 de
nuestro Código, para el cual no habiendo aceptación "pura y simple" a la propuesta, no
hay acuerdo de ninguna naturaleza.

5. Elementos que alteran sustancialmente la oferta: Se considerará que los elementos


adicionales o diferentes que introduzca el destinatario de la oferta en su contestación y
que sean relativos al precio, al pago, a la calidad y la cantidad de las mercaderías, al
lugar y la fecha de entrega, al grado de responsabilidad de una parte con respecto a la
otra o a la solución de las controversias, alteran sustancialmente los elementos de la
oferta y, en consecuencia, constituyen un rechazo a ella y una contraoferta en los
términos de lo señalado en el artículo 19 Nº 1 de la Convención.

6. Plazo para aceptar: El plazo de aceptación fijado por el oferente en un telegrama o


en una carta comenzará a correr desde el momento en que el telegrama sea entregado
para su expedición o desde la fecha de la carta; o si en ella no se hubiere indicado
ninguna, desde la fecha que figura en el sobre.

Si el plazo de aceptación es fijado por el oferente por teléfono, télex u otros medios
de comunicación instantánea, comenzará a correr desde el momento en que la oferta
llegue al destinatario.

Los días que sean feriados oficiales o no laborales no se excluirán del cómputo del
plazo de aceptación; pero si la comunicación de la aceptación no pudiera ser entregada
en la dirección del oferente el día del vencimiento del plazo, por ser ese día feriado oficial
o no laboral, el plazo se prorrogará hasta el primer día laboral siguiente.

7. Efectos de la aceptación tardía: La aceptación tardía surtirá efecto como aceptación


si el oferente, sin demora, informa verbalmente de ello al destinatario o le envía una
comunicación en tal sentido.

Asimismo, si en la carta de aceptación tardía u otra comunicación por escrito, se indica


que ha sido enviada y que por circunstancias no imputables a él no llegó dentro del plazo
debido, la aceptación tardía surtirá efecto como aceptación, a menos que, sin demora,
el oferente envíe por escrito o informe verbalmente al destinatario, que considera su
oferta caducada.

8. Retiro de la aceptación: La aceptación podrá ser retirada si el retiro llega al oferente


antes que la aceptación haya surtido efecto, o en ese mismo momento.

9. "Llegada" de la aceptación: El artículo 24 de la Convención expresa que, para los


efectos de las reglas sobre formación del consentimiento y del contrato, la oferta, la
declaración de aceptación o cualquier otra manifestación de intención "llega" al
destinatario, cuando se le comunica verbalmente o se entrega por cualquier otro medio
al destinatario, personalmente o en su establecimiento o dirección postal o, si no tiene
establecimiento ni dirección postal, en su residencia habitual.

621. Perfeccionamiento del contrato

Según dispone el artículo 18, la aceptación de la oferta surtirá efecto en el momento


en que la indicación del asentimiento llegue al oferente de la manera explicada
precedentemente, siempre y cuando haya llegado tempestivamente, esto es, dentro del
plazo fijado, o si no se ha fijado plazo, dentro de un plazo razonable, atendidas las
circunstancias de la transacción y de la rapidez de los medios de comunicación.

El contrato se entiende perfeccionado en el momento de surtir efecto la aceptación de


la oferta, conforme a lo dispuesto en el art. 23 de la Convención, lo que puede ocurrir
en las siguientes variantes:

a) Desde que se acepta pura y simplemente y en forma tempestiva la aceptación de


una oferta, o de lo que, según el artículo 19 Nº 1 de la Convención constituye una
contraoferta, es decir, la aceptación a una oferta primitiva que, sin embargo, contiene
adiciones, limitaciones u otras modificaciones.

b) Si se acepta una oferta mediante una aceptación que contenga elementos


adicionales o diferentes que no alteren sustancialmente los de la oferta y el oferente se
manifiesta conforme con ellas o no las rechaza oportunamente, de acuerdo a lo
dispuesto en el artículo 19 Nº 2.

Estas normas son distintas a lo que dispone el Código de Comercio chileno, para el
cual el contrato se forma cuando la aceptación se exterioriza y es pura y simple, en tanto
que para la Convención de Viena el consentimiento se forma cuando la aceptación llega
al oferente y aun cuando modifique la oferta en aspectos que no la alteren
sustancialmente.

622. Eficacia de las comunicaciones fallidas

Salvo norma en contrario, si una parte hace cualquier notificación, petición o


comunicación por medios adecuados a las circunstancias, las demoras o los errores que
puedan producirse en la transmisión de esa comunicación, o el hecho de que ésta no
llegue a su destino, no privarán a la parte que la ha expedido del derecho a invocarla.

623. Efectos del contrato. Resolución

a) Incumplimiento esencial del contrato: Según el artículo 25 de la Convención, se


entenderá por incumplimiento esencial del contrato, aquel que cause a la otra parte un
perjuicio tal que la prive sustancialmente de lo que tenía derecho a esperar en virtud del
contrato de compraventa internacional de mercaderías, salvo que tales perjuicios sean
imprevisibles para el contratante incumplidor y para una persona razonable de su misma
condición.

b) Resolución del contrato: Cuando por alguna circunstancia relativa al


incumplimiento de las obligaciones por parte de uno de los contratantes, proceda el
derecho a resolver el contrato, tal resolución se materializará por una simple declaración
de la parte afectada. Como puede advertirse, esta resolución voluntaria es equivalente
a aquel modo de extinguir las obligaciones que, en derecho civil, conocemos como
revocación.

La declaración de la resolución del contrato surtirá efecto sólo si se comunica a la otra


parte.

Esta norma es sustancialmente diferente a la forma cómo concibe la resolución el


derecho chileno, en el cual se requiere de una demanda judicial y sentencia que,
acogiéndola, la declare.

624. Cumplimiento forzado de las obligaciones. Competencia y facultades de los


tribunales para decretarla

Conforme lo dispone el artículo 46 de la Convención, el comprador tiene como


alternativa exigir al vendedor el cumplimiento del contrato y, a su vez, el artículo 62
autoriza al vendedor a exigir al comprador que pague el precio, que reciba las
mercaderías o que cumpla las demás obligaciones.

Se presenta aquí el problema de la determinación de la competencia, es decir, en qué


país la parte agraviada puede exigir judicialmente el cumplimiento forzado de la
obligación morosa.

En primer lugar, teniendo presente que en algunos sistemas jurídicos los tribunales
no están autorizados para ordenar el cumplimiento forzado de las obligaciones
contractuales, el artículo 28 de la Convención dispone que "el tribunal no estará obligado
a ordenar el cumplimiento específico a menos que lo hiciere, en virtud de su propio
derecho, respecto de contratos de compraventa similares no regidos por la presente
Convención". De este modo, sólo los tribunales nacionales que están facultados
conforme al derecho interno para hacer cumplir la ejecución forzada de un contrato,
estarán obligados a decretarla y, a la inversa, no estarán obligados a hacerlo aquellos
tribunales cuyo sistema jurídico interno no les atribuyen tal facultad.

Luego, si ninguno de los Estados está impedido de resolver el asunto, habrá que
determinar, ante el silencio de las partes, cuál es el tribunal de Estado competente para
conocer el asunto y ejercer las acciones correspondientes.

Para ello, habrá que distinguir cuál de las partes no ha cumplido:

A) Que el comprador esté en mora:

i) De pagar el precio: En este caso, la Convención señala que el lugar de cumplimiento


de la obligación en cuestión (el pago del precio), a falta de acuerdo, se cumple en el
domicilio del vendedor (artículo 57 Nº 1 letra a)), a menos que el pago deba hacerse
contra entrega de documentos, en cuyo caso, el lugar de ejecución es el de la entrega
(artículo 57 Nº 1 letra b). Incluso, se ha entendido que de la regla de la letra a) del
artículo recién citado, se extrae un principio general: el pago de cualquier suma
adeudada ha de hacerse en el establecimiento del acreedor. Esta regla está reconocida
para otros contratos mercantiles internacionales por el artículo 6.1.6 de los Principios de
Unidroit, que serán analizados más adelante.

ii) De recibir las mercaderías: En este caso, el lugar del cumplimiento de la obligación
(recibo de las mercancías) será, a falta de acuerdo de las partes, el lugar de su entrega,
de acuerdo con lo prescrito en el artículo 31 de la Convención.

B) Que el vendedor sea demandado por falta de conformidad de las mercancías: En


este caso, la obligación en cuestión (entrega de mercaderías conformes) deberá
cumplirse donde se haya pactado y, en su defecto, el que resulte de la aplicación del
artículo 31, según se ha indicado.

625. Modificación o extinción del contrato

El artículo 29 de la Convención establece que el contrato puede modificarse o


extinguirse por mero acuerdo entre las partes. Pero si estipulan en un contrato por
escrito que cualquier modificación o extinción de mutuo acuerdo debe hacerse también
por escrito, habrá que recurrir a dicha formalidad.

No obstante, la norma citada establece que cada parte quedará vinculada por sus
propios actos —aplicación de la teoría de los actos propios— y no podrá alegar en su
favor dicha estipulación si la otra parte ha actuado basándose en tales actos.

En consecuencia, la parte que desea prevalerse de la cláusula del contrato que


estipula que toda modificación o extinción conste por escrito, no podrá hacerlo en la
medida que la otra parte haya actuado confiada en la conducta de la primera.

Sección Segunda
Obligaciones del vendedor

626. Introducción y primeramente de la entrega de las mercaderías

Conforme al artículo 30, las principales obligaciones del vendedor son: entregar las
mercaderías, transfiriendo su propiedad; entregar todos los documentos relacionados
con ellas en las condiciones establecidas en el contrato y en la Convención de Viena, y
asegurar la posesión tranquila de ellas por el comprador.

• Lugar de la entrega

El artículo 31 se refiere a la entrega de las mercaderías cuando el vendedor no


estuviere obligado a entregarlas en otro lugar determinado, y las reglas son las
siguientes:

1. Si el contrato de compraventa implica el transporte de las mercaderías, la obligación


del vendedor consistirá en ponerlas en poder del primer porteador para que las traslade
al comprador;

2. Si el contrato versa sobre mercaderías ciertas y/o sobre mercaderías no


identificadas que hayan de extraerse de una masa determinada, o que deban ser
manufacturadas o producidas y cuando al momento de la celebración del contrato las
partes sepan que las mercaderías se encuentran o deben ser manufacturadas o
producidas en un lugar determinado, su obligación se cumplirá poniéndolas a
disposición del comprador en ese lugar, y
3. En los demás casos, el vendedor cumplirá su obligación poniendo las mercaderías
a disposición del comprador en el lugar donde el primero tenga su establecimiento al
momento de la celebración del contrato.

• Conformidad de las mercaderías entregadas

El vendedor está obligado a entregar las mercaderías de acuerdo con la


especie, cantidad y calidad estipuladas en el contrato, y envasadas o embaladas en la
forma fijada en éste.

Si el comprador no está en condiciones de manifestar una especificación exacta de la


mercadería, basta que la describa, señalando el uso particular al que va a destinarse.
En este caso, el vendedor cumple el contrato entregando mercaderías que:

a) sean aptas para los usos a que ordinariamente se destinen mercaderías del mismo
tipo;

b) sean aptas para cualquier uso especial que, expresa o tácitamente, se haya hecho
saber al vendedor al momento de la celebración del contrato, salvo que, de las
circunstancias resulte que el comprador no confió o no era razonable que confiara en la
competencia y el juicio del vendedor;

c) posean las cualidades de la muestra o modelo que el vendedor haya presentado al


comprador, y

d) estén envasadas o embaladas en la forma habitual para tales mercaderías o, si no


existe tal forma, de una que sea adecuada para conservarlas y protegerlas.

En las situaciones previstas en las letras a) y d) precedentes, el vendedor no será


responsable de ninguna falta de conformidad de la mercadería que el comprador
conociera o no hubiera podido ignorar al momento de celebrar el contrato.

• Entrega anticipada

En principio, de acuerdo al Nº 1 del artículo 52, el comprador no está obligado a recibir


las mercaderías entregadas en forma anticipada.

Sin embargo, de acuerdo al artículo 37, si se entrega anticipadamente la mercadería,


el vendedor podrá, hasta la fecha acordada, entregar la parte o cantidad que falte, o
entregar otras, en sustitución de las entregadas y no recibidas conforme; o bien,
subsanar cualquier disconformidad con las mercaderías entregadas, siempre que el
ejercicio de esos derechos no ocasione al comprador inconvenientes ni gastos
excesivos. En todo caso, el comprador conservará siempre el derecho a exigir la
indemnización de los daños y perjuicios conforme a la Convención. Después de esa
fecha, su derecho a subsanar el incumplimiento de sus obligaciones se regula en la
forma prevista en el artículo 48.

Vale la pena advertir que, en los contratos que implican transporte de las mercaderías,
el vendedor podrá subsanar la falta de conformidad hasta la fecha en que entrega las
mercaderías al transportista.

• Deber del comprador de examinar las mercaderías


De acuerdo al artículo 38, es obligación del comprador examinar o hacer examinar las
mercaderías en el plazo más breve posible, atendidas las circunstancias. El artículo 58
vuelve a tratar esta materia, al regular el derecho del comprador a examinar las
mercaderías antes de pagar el precio.

Si el contrato implica el transporte de las mercaderías, el comprador puede aplazar el


examen hasta que éstas hayan llegado a su destino.

Igualmente, si el comprador cambia en tránsito el destino de las mercaderías o las


reexpide sin haber tenido una oportunidad razonable de examinarlas, el examen podrá
aplazarse hasta que las mercaderías hayan llegado a su nuevo destino, siempre que, al
momento de la celebración del contrato, el vendedor haya tenido o debiera haber tenido
conocimiento de la posibilidad de tal cambio de destino o reexpedición, porque de no
ser así, la oportunidad del efectivo examen de las mercaderías quedaría al mero arbitrio
del comprador.

• Reclamo por falta de conformidad de las mercaderías

El comprador está obligado a comunicar al vendedor la falta de conformidad de las


mercaderías, especificando su naturaleza, dentro de un plazo razonable a partir del
momento en que la haya o debiera haberla descubierto, so pena de perder tal derecho
(art. 39).

• Caducidad del derecho del comprador


a objetar las mercaderías y excepción

El comprador perderá el derecho a invocar la falta de conformidad de las mercaderías,


si no la comunica al vendedor en un plazo máximo de dos años contados desde la fecha
en que las mercaderías se pusieron efectivamente en su poder, salvo que este plazo
sea distinto a un período de garantía contractualmente estipulado.

El vendedor no puede invocar las disposiciones de los artículos 38 y 39 de la


Convención, si la falta de conformidad de las mercaderías se refiere a hechos que él
conocía o que no podía ignorar y que no haya revelado al comprador.

627. Entrega de los documentos relacionados con las mercaderías

El vendedor está obligado, además, a entregar los documentos relacionados con las
mercaderías, en el momento, lugar y forma fijados por el contrato.

Podrá, hasta el momento fijado para la entrega, subsanar cualquiera falta de


conformidad de los documentos, si el ejercicio de ese derecho no ocasiona al comprador
inconvenientes ni gastos excesivos; pero en este evento, el comprador conservará el
derecho a exigir la indemnización de los daños y perjuicios.

628. Evicción: obligación de entregar las mercaderías libres de derechos o


pretensiones de terceros

Por último, es también obligación del vendedor, según dispone el artículo 41 de la


Convención, entregar las mercaderías libres de cualquier derecho o pretensión de
terceros (saneamiento de la evicción), a menos que el comprador convenga en
aceptarlas sujetas a tales contingencias.
Asimismo, de acuerdo al artículo 42, el vendedor debe entregar las mercaderías libres
de derechos o pretensiones de terceros basados en la propiedad industrial u otros tipos
de propiedad intelectual, que conociere o no hubiere podido ignorar al momento de la
celebración del contrato.

Los derechos o pretensiones de terceros que se basen en la propiedad industrial u


otros tipos de propiedad intelectual pueden provenir de la ley del Estado en que hayan
de revenderse o utilizarse las mercaderías o en virtud de la ley del Estado en que el
comprador tenga su establecimiento.

Sin embargo, la obligación del vendedor de entregar las mercaderías libres de


derechos basados en la propiedad intelectual no se extenderá a los casos en que, al
momento de la celebración del contrato, el comprador conocía o no podía ignorar la
existencia de tales derechos o pretensiones, ni en los casos en que el derecho o la
pretensión resulten de haberse ajustado el vendedor a fórmulas, diseños y dibujos
técnicos o a otras especificaciones análogas proporcionadas por el mismo comprador.

El comprador perderá el derecho a hacer valer las obligaciones del vendedor


relacionadas con las pretensiones de terceros, si no comunica al vendedor la existencia
del derecho o la pretensión del tercero, especificando su naturaleza, dentro de un plazo
razonable a partir del momento en que haya tenido o debía haber tomado conocimiento
de ella.

El vendedor no tendrá derecho a invocar la regla precedente si conocía el derecho o


la pretensión del tercero y su naturaleza (art. 43).

629. Casos de excusa razonable al omitir las comunicaciones que contempla la


Convención

Existiendo excusa razonable de parte del comprador para haber omitido la


comunicación a que se refieren el Nº 1 del artículo 39 (por falta de conformidad de la
mercadería) y el Nº 1 del artículo 43 (sobre la existencia de derechos o pretensiones de
terceros sobre las mercaderías), el comprador podrá rebajar el precio conforme a lo
dispuesto en el artículo 50, o exigir la indemnización de los daños y perjuicios, excepto
el lucro cesante (art. 44).

Sección Tercera
Derechos y acciones del comprador en caso de
incumplimiento de contrato por el vendedor

630. Generalidades

Conforme al artículo 45, si el vendedor no cumple cualquiera de las obligaciones que


le incumben conforme al contrato o a la Convención, el comprador podrá ejercer los
derechos establecidos en los artículos 46 a 52 para pedir el cumplimiento o declarar la
resolución de contrato, más la indemnización de los daños y perjuicios, conforme a lo
estatuido en los artículos 74 a 77.

En cualquier caso, la Convención ha prohibido al juez o al árbitro que conoce de una


acción por incumplimiento del contrato iniciada por el comprador, conceder al vendedor
ningún plazo de gracia, del mismo modo que el artículo 61 Nº 3) prohíbe concedérselo
al comprador en igual circunstancia.
631. 1) Derecho del comprador a exigir el cumplimiento de las obligaciones del
vendedor

Este derecho puede ejercerse siempre que no se haya ejercitado un derecho o acción
incompatible con esa exigencia, como por ejemplo, la resolución del contrato.

El comprador podrá exigir, si las mercaderías no estuvieran conforme al contrato, la


entrega de otras mercaderías en sustitución de aquéllas, pero sólo en el caso que la
falta de conformidad constituya un incumplimiento esencial del contrato.

La petición de sustitución de las mercaderías debe hacerse por el comprador de


conformidad con el artículo 39, vale decir, dentro de un plazo razonable a partir del
momento en que haya o debiera haber descubierto la falta de conformidad y, en todo
caso, en un plazo máximo de dos años contado desde la fecha en que las mercaderías
se pusieron a su disposición, a menos que este último plazo sea incompatible con un
período de garantía contractualmente fijado.

Asimismo, si las mercaderías no estuvieran de acuerdo al contrato, el comprador


podrá exigir al vendedor que las repare, a menos que esto no sea razonable dadas las
circunstancias, petición que deberá, asimismo, formularse al hacer la comunicación a
que se refiere el artículo 39 de la Convención.

632. 2) Otorgamiento por el comprador de un plazo suplementario

El comprador podrá otorgar al vendedor un plazo suplementario razonable para que


cumpla las obligaciones que le corresponden.

Durante ese plazo, el comprador está impedido de ejercitar acción alguna por
incumplimiento del contrato, a menos que haya recibido del vendedor una comunicación,
en el sentido de que éste no cumplirá sus obligaciones en el plazo fijado.

El otorgamiento del plazo a que se refiere este artículo 47, no hace perder al
comprador el derecho a exigir la indemnización de los daños y perjuicios causados por
la demora en el cumplimiento.

633. 3) Saneamiento por el vendedor de sus obligaciones incumplidas

Sin perjuicio del derecho del comprador a la resolución del contrato, el vendedor
podrá, incluso después de la fecha de entrega, subsanar a su costa el incumplimiento
de sus obligaciones, si puede hacerlo sin demora excesiva y sin causar al comprador
inconvenientes o incertidumbre en cuanto al reembolso de los gastos que el comprador
le hubiere anticipado.

No obstante lo dispuesto en esta norma, contenida en el artículo 48, el comprador


siempre conserva el derecho a exigir la indemnización de los daños y perjuicios
conforme a la Convención.

El vendedor puede pedir al comprador que éste le haga saber si acepta el


cumplimiento tardío o imperfecto, y si el comprador no responde en un plazo razonable,
se entiende que el vendedor podrá cumplir sus obligaciones en el plazo indicado en su
petición.
Como consecuencia, el comprador no podrá, antes del vencimiento de ese plazo,
ejercitar ningún derecho o acción incompatible con la petición de cumplimiento por el
vendedor, de las obligaciones que a éste le incumben.

Por la sola circunstancia de que el vendedor comunique al comprador que cumplirá


sus obligaciones en un plazo determinado, se presume que está pidiendo al comprador
que le haga saber su decisión sobre si acepta o no acepta este cumplimiento
extemporáneo, de modo que si el comprador no contesta, se entiende concedido el
plazo al vendedor. Este es uno más de los varios casos en que la Convención asigna
un sentido y reconoce valor al silencio.

Para que la petición o comunicación del vendedor a que se refiere este artículo 48
surta efecto en contra del comprador, tiene que haber sido efectivamente recibida por
éste.

634. 4) Derecho a declarar resuelto el contrato

El otro derecho que asiste al comprador, en caso de incumplimiento de las


obligaciones del vendedor, es declarar resuelto el contrato. Esta declaración de
resolución del contrato surtirá efecto sólo si se comunica a la otra parte. Por lo tanto, no
constituye una resolución de pleno derecho, sino que está condicionada a la
comunicación que efectúa el comprador al vendedor.

Las causales por las cuales el comprador puede declarar resuelto el contrato son las
siguientes:

a) si el incumplimiento del vendedor de las obligaciones que le incumben constituye


un incumplimiento esencial del contrato, o

b) en caso de falta de entrega, si el vendedor no entrega las mercaderías dentro del


plazo suplementario fijado por el comprador conforme al Nº 11 del artículo 47, o si
declara que no efectuará la entrega dentro del plazo suplementario aludido.

Transcurrido un plazo razonable desde que haya tenido conocimiento de la entrega


tardía de las mercaderías, el comprador perderá el derecho a declarar resuelto el
contrato.

También perderá sus derechos si no los ejerce dentro de un plazo razonable, después
de que haya tenido o debiera haber tenido conocimiento del incumplimiento, o después
del vencimiento del plazo suplementario del artículo 47 Nº 1, o del plazo suplementario
contemplado en el Nº 2 del artículo 48 o, en subsidio, respectivamente, después de que
el vendedor haya declarado que no cumplirá sus obligaciones dentro de ese plazo
suplementario o después que el comprador haya declarado que no aceptará el
cumplimiento.

635. Notificación y efectos de la resolución

Como ha sido señalado, la resolución no opera ipso facto, sino que requiere que sea
notificada al vendedor. Pero tampoco requiere de pronunciamiento de un tribunal, como
lo requiere la legislación interna de Chile.

En cuanto a los efectos de la resolución declarada por el comprador y notificada al


vendedor, serán distintos según se haya efectuado o no la entrega de las mercaderías;
si éstas están conformes o no, y si se trata de una entrega parcial:
1. Si las mercaderías fueron entregadas pero no están conformes al contrato, háyase
pagado o no el precio, el comprador podrá rebajar proporcionalmente la diferencia
existente entre el valor que las mercaderías efectivamente entregadas tenían en el
momento de la entrega y el valor que habrían tenido en ese momento mercaderías
conformes a lo estipulado en el contrato (art. 50). Sin embargo, el comprador no podrá
rebajar el precio si el vendedor subsana cualquier incumplimiento de sus obligaciones,
conforme al artículo 37 o al artículo 48, o si el comprador se niega a aceptar el
cumplimiento por el vendedor, conforme a lo señalado en dichos artículos.

2. Si el vendedor sólo entrega una parte de las mercaderías, o si sólo una parte de
las entregadas está de acuerdo a lo convenido en el contrato, el comprador podrá
ejercer la acción de cumplimiento o declarar la resolución contempladas en los artículos
46 a 50, respecto de la parte que falte por entregar o que no esté conforme a lo
convenido en el contrato.

3. Tratándose de una entrega parcial o no conforme al contrato, el comprador podrá


declarar resuelto el contrato en su totalidad, sólo si tales eventos constituyen un
incumplimiento esencial del contrato.

La Convención trata de algunos casos especiales (art. 52):

1. Si el vendedor entrega las mercaderías antes de la fecha fijada, el comprador podrá


aceptar o rehusar su recepción;

2. Si el vendedor entrega una cantidad de mercaderías mayor que la expresada en el


contrato, el comprador podrá aceptar o rehusar la recepción de la cantidad excedente,
pero en este caso deberá pagarla al precio fijado en el contrato.

Sección Cuarta
Obligaciones del comprador

636. Pago del precio

La primera obligación del comprador es la de pagar el precio, la que comprende


también la de adoptar las medidas y cumplir los requisitos fijados por el contrato o por
las leyes y reglamentos pertinentes para que sea posible que el pago se materialice.

1) Determinación del precio: La Convención establece reglas que vienen a suplir el


silencio de las partes en el caso que se haya omitido determinar el precio. Tales reglas
son:

A) Si en un contrato válidamente celebrado no se ha señalado el precio, o estipulado


un medio para determinarlo, se considerará, salvo indicación en contrario, que las partes
han convenido el precio usual para tales mercaderías en el tráfico mercantil de que se
trate (art. 55).

B) Si el precio se señala en función del peso de las mercaderías, se entenderá que


se trata de peso neto.

2) Lugar del pago: El comprador está obligado a pagar el precio al vendedor en el


lugar determinado en el contrato, y si este lugar no estuviere determinado, el pago debe
hacerse en el establecimiento del vendedor, a menos que se haya estipulado que el
pago debe hacerse contra entrega de las mercaderías o de los documentos, caso en el
cual el pago debe efectuarse en el lugar de entrega de dichas mercaderías o
documentos.

Si, después de celebrado el contrato y antes de hacerse exigible el pago del precio,
el vendedor cambia el lugar de su establecimiento, deberá soportar todo aumento de los
gastos relacionados con el pago que se originen en dicho cambio de dirección.

3) Oportunidad del pago: La regla general, conforme al artículo 58, es que el


comprador debe pagar el precio en el momento determinado en el contrato y, a falta de
pacto al respecto, deberá pagarlo cuando el vendedor ponga a su disposición las
mercaderías o los correspondientes documentos representativos de ellas, conforme al
contrato y a la Convención de Viena. Este mismo artículo establece que es plenamente
válido que el vendedor haga del pago una condición para la entrega de las mercaderías
o los documentos.

Si el contrato implica el transporte de las mercaderías, el vendedor podrá expedirlas


bajo condición de que dichas mercaderías o los correspondientes documentos
representativos de las mismas, no se pongan en poder del comprador sino contra pago
del precio.

Según la regla tercera del artículo 58, el comprador no estará obligado a pagar el
precio, mientras no haya tenido la posibilidad de examinar las mercaderías, a menos
que las modalidades de entrega o de pago pactadas por las partes sean incompatibles
con esa posibilidad.

De acuerdo al artículo 59, es obligación del comprador pagar el precio en la fecha


fijada, o en la que pueda determinarse con arreglo al contrato y a la Convención de
Viena, sin necesidad de requerimiento de ninguna otra formalidad por parte del
vendedor. En otros términos, no es necesario requerimiento para constituirlo en mora.

637. Obligación de recibir las mercaderías

La segunda obligación del comprador es la de recibir las mercaderías, la que


comprende: a) realizar todos los actos que le correspondan para que el vendedor pueda
efectuar la entrega; y b) hacerse cargo de las mercaderías (art. 60).

Sección Quinta
Derechos y acciones del vendedor en caso de
incumplimiento de contrato por el comprador

638. Exposición del tema

En caso de que el comprador no cumpla con alguna de las obligaciones que le


corresponden conforme al contrato y a la Convención, el vendedor podrá ejercer los
derechos y acciones establecidos en los artículos 62 a 65: el cumplimiento o la
resolución del contrato y exigir la indemnización de los daños y perjuicios conforme a
los artículos 74 a 77.

La circunstancia de que el vendedor ejerza las acciones de cumplimiento o el derecho


a resolver el contrato, no le hace perder el derecho a exigir la indemnización de los
daños y perjuicios experimentados.

Como se ha señalado, el Juez o el Árbitro que conozcan de la causa no podrán


conceder al comprador ningún plazo de gracia.
639. Acción de cumplimiento del contrato

El vendedor podrá exigir al comprador que pague el precio, que reciba las
mercaderías o que cumpla cualquiera otra de las demás obligaciones que le incumban,
salvo que hubiere ejercitado un derecho o acción incompatible.

De acuerdo al artículo 63, el vendedor podrá también fijar un plazo suplementario, de


duración razonable, para que el comprador pueda cumplir las obligaciones que le
incumban.

En ese caso el vendedor, a menos que haya recibido comunicación del comprador de
que éste no cumplirá lo que le incumbe en el plazo anteriormente referido, no podrá,
durante ese plazo, ejercitar acción alguna por incumplimiento de contrato.

Sin embargo, el vendedor no perderá por ello el derecho que pueda tener a exigir la
indemnización de los daños y perjuicios por demora en el cumplimiento.

640. Derecho a declarar resuelto el contrato

De acuerdo al artículo 44, el vendedor puede declarar resuelto el contrato, si el


incumplimiento de las obligaciones del comprador constituye un incumplimiento
esencial; o si éste no cumple su obligación de pagar el precio, o de recibir las
mercaderías dentro del plazo suplementario fijado por el vendedor conforme al Nº 1 del
artículo 63, o si, derechamente, declara que no lo hará durante el plazo de gracia así
fijado.

No obstante, en los casos en que el comprador haya pagado el precio, el vendedor


no podrá declarar resuelto el contrato, si no lo hace antes de que tenga conocimiento
de que se ha efectuado el cumplimiento tardío; y en los casos distintos a cumplimiento
tardío, dentro de un plazo razonable desde que toma conocimiento del incumplimiento,
o después del vencimiento del plazo suplementario contemplado en el Nº 1 del artículo
63, o de que el comprador haya declarado que no cumplirá sus obligaciones dentro de
ese plazo suplementario.

En cuanto a la necesidad de notificar la resolución, nuevamente repetimos lo señalado


tantas veces: dentro de los términos de la Convención de Viena, y a la luz de lo
dispuesto en los artículos 49 y 64 de la misma, no existe el sistema de resolución
automática o ipso facto.

En consecuencia, el contrato sigue en vigencia, a menos que el comprador o el


vendedor, respectivamente, lo hayan declarado explícitamente resueltos, resolución
que de acuerdo al artículo 26 sólo surte efecto si se comunica a la otra parte, sin que
sea menester una sentencia del juez.

641. Derechos en caso de falta de especificación sobre la forma, dimensiones u otras


características de las mercaderías

De acuerdo con lo prescrito en el artículo 65, si conforme al contrato correspondiere


al comprador especificar las formas, dimensiones u otras características de las
mercaderías y no lo hiciere en la fecha convenida o en un plazo razonable después de
haber recibido al efecto un requerimiento del vendedor, podrá este último hacer por sí
mismo las especificaciones, sin perjuicio de cualquiera otros derechos que le
correspondan, de acuerdo con las necesidades del comprador que le sean conocidas.
Si el vendedor hiciere la especificación por sí mismo, deberá informar de sus detalles
al comprador y fijar un plazo razonable para que éste pueda hacer una especificación
diferente; y si después de recibida esa comunicación, el comprador no lo hiciere dentro
del plazo fijado, la especificación hecha por el vendedor tendrá fuerza vinculante.

Sección Sexta
Transmisión del riesgo.
Diferencias con la legislación chilena

642. Generalidades

Como se indicó al tratar la regulación interna de la compraventa, en la legislación


chilena el principio general sobre la transmisión del riesgo está regulado de una manera
simple y general por la norma del art. 1550 del Código Civil, según la cual, "el riesgo del
cuerpo cierto cuya entrega se deba, es siempre a cargo del acreedor, salvo que el
deudor se constituya en mora de efectuarla, o que se haya comprometido a entregar
una misma cosa a dos o más personas por obligaciones distintas. En cualquiera de
estos casos será a cargo del deudor el riesgo de la cosa, hasta su entrega". Dicho
principio se contempla, en similares términos, en la regulación del contrato de
compraventa, en el artículo 1820 del Código Civil.

En la Convención de Viena este principio se ve modificado, toda vez que, en principio,


el riesgo no pasa a manos del comprador sino cuando se le hace entrega, o de cualquier
otro modo se pone a su disposición, la cosa vendida.

En efecto, las normas de esta Convención difieren de la regulación nacional en el


contrato de compraventa y abarcan una serie de situaciones, que pasamos a explicar a
continuación.

643. A quién pertenece el riesgo

En principio, cuando el contrato de compraventa implica el transporte de las


mercaderías y el vendedor no está obligado a entregarlas en un lugar determinado, el
riesgo se transmite al comprador, en el momento en que las mercaderías se pongan en
poder del primer porteador para que éste las traslade al comprador, conforme al contrato
de compraventa.

Si la obligación implica, además, entregarlas al porteador en un lugar determinado, el


riesgo se transmite al comprador si las mercaderías se ponen en poder del porteador en
ese lugar determinado y a partir de ese momento.

El hecho de que el vendedor esté autorizado a retener los documentos representativos


de las mercaderías no afectará la transmisión del riesgo.

Para que la transmisión del riesgo opere, es preciso que las mercaderías estén
claramente identificadas, a los efectos del contrato, mediante señales puestas en ellas,
por los documentos de la expedición, mediante comunicación enviada al comprador o
de otro modo semejante (art. 67).

El efecto de la transmisión del riesgo al comprador consiste en que éste soporta la


pérdida o el deterioro de las mercaderías, sobrevenidas después de que el vendedor las
pone a su disposición, quedando de todas formas obligado a pagar el precio, a menos
que la pérdida o deterioro se deban a un acto u omisión de este último (art. 66).
Respecto de las mercaderías vendidas en tránsito, el artículo 68 de la Convención
estipula que el riesgo se transmite al comprador desde el momento de la celebración
del contrato. Si así resultare de las circunstancias, el riesgo será asumido por el
comprador desde el momento en que las mercaderías se hayan puesto en poder del
porteador que haya expedido los documentos que acreditan el transporte.

Evidentemente, la regla anterior no tiene aplicación si el vendedor tenía o debía tener


conocimiento de que las mercaderías habían sufrido pérdida o deterioro y no lo hubiere
revelado al comprador, caso en el cual el riesgo de la pérdida o deterioro correrán de
cuenta de aquél.

En los casos que no estén comprendidos en los artículos 67 y 68, precedentemente


analizados, el riesgo se transmite al comprador cuando éste se hace cargo de las
mercaderías, o desde el momento en que éstas se pongan a su disposición, si éste se
encuentra en mora de recibir, o derechamente se rehúsa a efectuar la recepción de las
mercaderías.

Si el comprador estuviere obligado a hacerse cargo de las mercaderías en un


establecimiento del vendedor ubicado en un lugar distinto, el riesgo se transmitirá
cuando deba efectuarse la entrega y el comprador tenga conocimiento de que las
mercaderías están a su disposición allí.

Si el contrato versa sobre mercaderías aún no identificadas, se considerará que las


mercaderías se han puesto a disposición del comprador sólo en el momento en que
estén claramente identificadas a los efectos del contrato.

644. Transmisión del riesgo en casos de incumplimiento esencial de contrato por el


vendedor

De acuerdo con lo indicado en el artículo 70, si el vendedor ha incurrido en


incumplimiento esencial del contrato, las disposiciones sobre transmisión del riesgo no
perjudican las acciones y recursos de que dispone el comprador como consecuencia de
tal incumplimiento.

Sección Séptima
Disposiciones varias, comunes
a las obligaciones del vendedor y del comprador

645. Incumplimiento previsible y contratos con entregas sucesivas

Cualquiera de las partes podrá diferir el cumplimiento de sus obligaciones, si después


de la celebración del contrato resulta manifiesto que la otra parte no cumplirá con las
suyas a causa de grave menoscabo de su capacidad para cumplirlas o de su solvencia,
o por ser evidente, por su comportamiento, su predisposición a no cumplirlo.

Si ya hubiere expedido las mercaderías, antes de que se pongan en evidencia los


motivos precedentemente indicados, el vendedor podrá oponerse a que las mercaderías
se pongan a disposición del comprador y ello, aun cuando éste sea tenedor de un
documento que le permita obtenerla.

La parte que difiere el cumplimiento de sus obligaciones, antes o después de la


expedición de las mercaderías, a causa de los motivos precedentemente indicados,
deberá comunicarlo inmediatamente a la otra parte en el contrato, y si esa otra parte da
seguridad suficiente de que cumplirá sus obligaciones, aquélla deberá a su vez cumplir
con las suyas.

Si antes de la fecha en que una de las partes debe cumplir con sus obligaciones,
resultare evidente que la otra incurrirá en incumplimiento esencial de las suyas, aquélla
podrá declarar resuelto el contrato.

Si hubiere tiempo para ello, la parte que tenga la intención de declarar resuelto el
contrato deberá comunicarlo con anticipación razonable a la otra, para que ésta pueda
dar seguridad suficiente de que cumplirá con sus obligaciones.

No será necesario este aviso si la otra parte hubiere declarado que no cumplirá con
sus obligaciones.

En los contratos de compraventa que contemplen entregas sucesivas de mercaderías,


si el incumplimiento por una de las partes de cualquiera de sus obligaciones, relativas a
cualquiera de dichas entregas, constituye un incumplimiento esencial del contrato en
relación con esa entrega, la otra parte podrá declarar resuelto el contrato parcialmente,
en lo que respecta a esa entrega.

Si dicho incumplimiento relativo a cualquiera de las entregas da a la otra parte


fundados motivos para inferir que se producirá un incumplimiento de las obligaciones
relacionadas con entregas futuras, esa parte podrá declarar resuelto el contrato para el
futuro, siempre y cuando lo haga dentro de un término razonable.

El comprador que declare resuelto el contrato respecto de cualquiera entrega podrá,


al mismo tiempo, declararlo resuelto respecto de entregas ya efectuadas o de entregas
futuras si, por razón de su interdependencia, los bienes entregados no pudieran servir
por separado al uso previsto por las partes en el momento de la celebración del contrato.

646. Indemnización de daños y perjuicios

La indemnización de daños y perjuicios por incumplimiento del contrato, comprenderá


el valor de la pérdida efectivamente sufrida, o daño emergente, y el lucro cesante (art.
74).

La indemnización sólo considera los daños directos previstos, por lo que no podrá
exceder de la pérdida que se previó o que pudo preverse al momento de la celebración
del contrato. En principio, esta norma es concordante con la regla general establecida
en el artículo 1558 del Código Civil donde, en ausencia de dolo, sólo se responde de
estos perjuicios. La Convención agrega que se tomarán en consideración los hechos de
que tuvo o debió haber tenido conocimiento la parte incumplidora en ese momento,
como consecuencia posible del incumplimiento de tal contrato.

Si se resuelve el contrato y si en un modo y plazo razonable, el comprador procede a


una compra de reemplazo, o el vendedor a una venta de reemplazo, la parte que exija
la indemnización podrá obtener la diferencia entre el precio del contrato y el precio de
la compra o venta de reemplazo, así como cualesquiera otros daños y perjuicios
exigibles conforme al artículo 74 de la Convención (art. 75).

Si la parte que exige la indemnización no ha procedido a una compra o a una venta


de reemplazo, según el caso, y existe un precio corriente de las mercaderías, podrá
obtener que se le pague como indemnización la diferencia entre el precio señalado en
el contrato y el precio corriente en el momento de la resolución, así como cualesquiera
otros daños y perjuicios exigibles conforme al artículo 74.

Sin embargo, si la parte que exige la indemnización ha resuelto el contrato después


de haberse hecho cargo de las mercaderías, el precio corriente que se tendrá en cuenta
para el cálculo será el que existía al momento de hacerse cargo de ellas, en vez del
precio corriente al momento de la resolución.

A los efectos de esta disposición, se entiende que el precio corriente es el del lugar
en que debiera haberse efectuado la entrega de las mercaderías, y si no hubiere precio
corriente en ese lugar, el precio en otra plaza que pueda razonablemente sustituir a
aquélla, habida cuenta de las diferencias de costos del transporte de las mercaderías.

Conforme lo dispone el artículo 77 de la Convención, la parte que invoque el


incumplimiento del contrato deberá adoptar las medidas razonables, atendidas las
circunstancias, para reducir la pérdida, incluido el lucro cesante que resulte del
incumplimiento, y si no lo hace, la otra parte podrá pedir que se reduzca la indemnización
de los daños y perjuicios en la cuantía en que debería haberse reducido la pérdida si
tales medidas se hubieran adoptado.

Si una parte no paga el precio o cualquier otra suma adeudada, la otra parte tendrá
derecho a percibir los intereses correspondientes, sin perjuicio de toda acción de
indemnización de los daños y perjuicios exigibles conforme al artículo 74.

647. Exoneración de la responsabilidad del contratante incumplidor

No será responsable de la falta de cumplimiento de cualquiera de sus obligaciones la


parte que pruebe que esa falta de cumplimiento se debe a un impedimento ajeno a su
voluntad y si no cabía esperar, razonablemente, que tuviese en cuenta el impedimento
al momento de la celebración del contrato.

Si el incumplimiento de una parte se debe a la falta de cumplimiento de un tercero al


que haya encargado la ejecución total o parcial del contrato, sólo quedará exonerada de
responsabilidad si se cumplen los requisitos para que ella, a su vez, esté liberada de
responsabilidad conforme al inciso primero del artículo 79 y si el tercero encargado de
la ejecución también estuviera exonerado, en el caso de que se le aplicaran las
disposiciones de ese inciso.

La exoneración de responsabilidad prevista en el artículo 79 surtirá efecto mientras


dure el impedimento.

La parte que no haya podido cumplir sus obligaciones debido al impedimento, está
obligada a comunicar a la otra parte tal impedimento y sus efectos sobre su real
posibilidad de cumplir tales obligaciones, comunicación que deberá hacer dentro de un
plazo razonable, a partir de que toma o debiera haber tomado conocimiento de tal
impedimento.

Si no lo hace y la otra parte no toma conocimiento oportuno, será responsable de los


daños y perjuicios causados por dicho desconocimiento.

Según previene el Nº 5 del artículo 79, la circunstancia de surgir un impedimento


legítimo no impide a la otra parte ejercer cualquier otro derecho distinto del derecho a
exigir la indemnización de daños y perjuicios conforme a la Convención.
Ninguna parte del contrato podrá invocar el incumplimiento de la otra, en la medida
en que tal incumplimiento haya sido causado por acción u omisión de ella misma (art.
80). Esta norma es un derivado de la antigua "exceptio de non adimpleti contractus" o
excepción de contrato no cumplido, que contempla el art. 1552 de nuestro Código Civil.

648. Efectos de la resolución del contrato

La resolución del contrato liberará a las dos partes de sus obligaciones, salvo la
obligación de aquella que sea responsable de la causal de la resolución, de indemnizar
los daños y perjuicios ocasionados. La resolución no afectará las estipulaciones
contractuales relativas a la solución de controversias ni a ninguna otra que regule los
derechos y obligaciones de las partes en caso de resolución.

La parte que haya cumplido total o parcialmente el contrato, podrá reclamar a la otra
la restitución de lo que haya suministrado o pagado conforme a él, y si las dos partes
están obligadas a restituir, la restitución deberá realizarse simultáneamente.

El comprador perderá el derecho a declarar resuelto el contrato o a exigir al vendedor


la entrega de otras mercaderías en sustitución de las recibidas, cuando le sea imposible
restituir éstas en un estado sustancialmente idéntico a aquel en que las hubiere recibido;
o si las mercaderías o una parte de ellas hubieren perecido o deteriorado como
consecuencia del examen practicado por el comparador conforme al artículo 38; o éste,
antes de que descubriera o debiera haber descubierto la falta de conformidad, las
hubiere vendido, consumido o transformado, en su totalidad o parte, en el curso normal
de sus negocios o conforme a su uso normal.

De acuerdo al artículo 83, el comprador que haya perdido el derecho a declarar


resuelto el contrato o a exigir al vendedor la entrega de otras mercaderías en sustitución
de las recibidas, conforme al artículo 82, conservará todos los demás derechos y
acciones que le correspondan de acuerdo al contrato y a las normas de la Convención
de Viena.

Si el vendedor estuviere obligado a restituir el precio, deberá abonar también los


intereses correspondientes a partir de la fecha en que se haya efectuado el pago.

Por su parte, el comprador estará obligado a pagar al vendedor el importe de todos


los beneficios que haya obtenido del total o parte de las mercaderías, cuando le sea
imposible restituir el todo o parte de ellas en un estado sustancialmente idéntico a aquel
en que las recibió, aunque haya declarado resuelto el contrato o haya exigido al
vendedor la entrega de otras mercaderías en sustitución de las recibidas, conforme a
los derechos que le atribuye la Convención.

649. Conservación de las mercaderías

Finalmente, la Convención regula el deber de conservación de la cosa vendida que


corresponde al vendedor y los derechos que le corresponden como contrapartida a
dicho deber.

Si el comprador se demora en la recepción de las mercaderías o no paga el precio,


siendo que el pago del precio y la entrega de las mercaderías deben hacerse
simultáneamente, el vendedor que está en posesión de las mercaderías o tiene de otro
modo poder de disposición sobre ellas, deberá adoptar las medidas que sean
razonables para su conservación, atendidas las circunstancias.
El vendedor tendrá derecho a retener dichas mercaderías hasta que haya obtenido
del comprador, además, el reembolso de los gastos razonables que haya realizado para
cumplir este deber.

Por su parte, si el comprador que ha recibido las mercaderías tiene la intención de


ejercer cualquier derecho a rechazarlas conforme al contrato o a la Convención, deberá
también adoptar las medidas razonables para su conservación, y tendrá derecho a
retenerlas hasta que haya obtenido del vendedor el reembolso de los gastos razonables
que haya realizado con tal finalidad.

Si las mercaderías han sido expedidas de un lugar a otro y han sido puestas a
disposición del comprador en el lugar de destino, no obstante el derecho de éste para
rechazarlas, deberá tomar posesión de ellas por cuenta del vendedor con la finalidad de
conservarlas, siempre que ello pueda hacerse sin pago del precio y sin inconvenientes
ni gastos excesivos.

Esta disposición no se aplicará cuando el vendedor, o una persona facultada para


hacerse cargo de las mercaderías por cuenta de aquél, esté presente en el lugar de
destino.

La parte obligada a adoptar medidas conservativas podrá depositar las mercaderías


en los almacenes de un tercero, a expensas de la otra parte, siempre que los gastos
resultantes no sean excesivos. La parte que está obligada a conservar las mercaderías
conforme a lo señalado precedentemente (artículos 85 y 86 de la Convención de Viena),
podrá venderlas por cualquier medio apropiado, si la otra parte se demora
excesivamente en tomar posesión de ellas, en aceptar su devolución, o en pagar el
precio o los gastos de su conservación, siempre que comunique a su contraparte su
intención de venderlas con anticipación razonable.

Si las mercaderías están expuestas a deterioro rápido o si su conservación es muy


dispendiosa, la parte obligada a conservarlas deberá adoptar medidas razonables para
venderlas y, en la medida de lo posible, comunicar a la otra parte su intención de hacerlo.

La parte que, conforme a estas disposiciones, venda las mercaderías tendrá derecho
a retener del producto de la venta una suma igual a los gastos razonables de su
conservación y venta, debiendo abonar el saldo restante a la otra parte.
Capítulo XXXIX Los Incoterms

650. Generalidades

La agilidad del tráfico mercantil internacional, ha consagrado la utilización de términos


comerciales cuyo conocimiento permite a los contratantes saber el alcance de sus
respectivas obligaciones en cada caso, sin referirse a ellas extensa y detalladamente en
el contrato.

Frecuentemente, las partes de un contrato no están al tanto de las diferentes prácticas


comerciales en sus respectivos países. Esto puede dar lugar a malos entendidos,
disputas y juicios con todo el desperdicio de tiempo y dinero que esto involucre.

Para remediar estos problemas, la Cámara de Comercio Internacional (CCI) publicó


en 1936 los denominados Incoterms (International Commercial Terms-Términos
Comerciales Internacionales), cuyo propósito es proveer un conjunto de reglas
internacionales para la interpretación de los términos más comunes usados en el
comercio exterior. Así puede evitarse, o al menos reducirse considerablemente, la
incertidumbre de diferentes interpretaciones que pueden darse a tales términos en
diferentes países.

Estos términos comerciales, como usos mercantiles que son, pueden llenar el vacío
legislativo aún existente respecto de la compraventa internacional, al convertirse, en
caso de ser acordados por las partes y merced a la libertad contractual en materia
mercantil, en normas de obligado cumplimiento. En este aspecto, dichos términos sirven
—en la práctica— para aclarar las dudas que pudieran surgir entre los contratantes e,
incluso, para conciliar teorías opuestas sobre la entrega y la transmisión del riesgo, que
tienen distinto tratamiento en las legislaciones internas.

Desempeñan pues una doble función, en cuanto a que, por un lado, son un método
de identificación de tipos de contratos y obligaciones con una denominación común, que
permiten a los contratantes delimitar con rapidez la operación proyectada, mediante el
empleo de unas breves siglas, respondiendo con ello a la necesaria agilidad de las
transacciones internacionales.

Por otro lado, tienen una función armonizadora, al bastar con que las partes se
refieran a ellos para que, automáticamente, se incorporen al contrato todas las
obligaciones inherentes al término empleado. Recurriendo a la utilización de estos
términos comerciales, por acuerdo mutuo de los contratantes, se concreta el momento
en que se transmite el riesgo al comprador y en que éste asume los gastos de la
operación, en forma más clara que en las reglas más generales y por ende, más
imprecisas de la Convención de Viena sobre Compraventa Internacional de Mercaderías
(1980), que sólo resultarán aplicables, con carácter subsidiario, en el caso de no
haberse pactado por las partes uno de los términos comerciales que seguidamente
analizaremos.

Tanto desde un punto de vista estrictamente jurídico-privado como en la práctica


comercial y aduanera, no puede ignorarse el contenido y significación de los términos
comerciales internacionales, por quien se dedique a operaciones de comercio exterior,
tanto las partes contratantes como los empleados bancarios, los agentes aduaneros, los
funcionarios públicos que intervienen en el comercio exterior, las empresas navieras,
los que tienen que ver con el comercio de seguros de transporte y, también, los jueces
llamados a dirimir los conflictos que, de todas formas, siempre surgen.

Aun cuando se han editado en varios idiomas, la versión oficial de los Incoterms ha
tomado como referencia el idioma inglés, codificándose dichos términos bajo unas
únicas siglas inglesas, de mención obligada, cualquiera que sea el idioma en que se
haya redactado el contrato de compraventa, pretendiéndose evitar así malentendidos
derivados de su traducción a otras lenguas.

A pesar de la conveniencia de referirse en los contratos internacionales a la última


versión de Incoterms, debe aclararse que, por tratarse de usos mercantiles, no se
produce técnicamente una derogación de las anteriores versiones, cuya interpretación
en caso de conflicto seguirá rigiéndose por la correspondiente a la fecha de su
respectiva implantación o adaptación, si así se indicó en el contrato del que hayan
formado parte.

Por ello, la propia Cámara de Comercio Internacional recomienda expresar siempre


en el contrato la referencia al año de la revisión del término utilizado.

Actualmente, la última versión de los Incoterms aprobada por la Cámara de Comercio


Internacional es la versión 2010, que entró en vigencia efectiva el 1º de enero de 2011.

Probablemente, la novedad más importante que esta versión introduce respecto de


las anteriores consiste en el establecimiento de dos supra categorías de Incoterms, los
denominados "multimodales" o apropiados para "Any Mode of Transport" (cualquier
modo de transporte) y los Incoterms "sólo por agua o marítimos" (Sea and Inland
Waterway Transport). En la primera categoría se encuentran los Incoterms EXW, FCA,
CPT, CIP, DAF, DAT y DDP (estos dos últimos, Incoterms nuevos que no existían en
versiones anteriores. En la segunda categoría se encuentran los Incoterms FAS, FOB,
CFR y CIF.

La nueva categorización expresa claramente que en las ventas de mercancías que


circulan en contáiner, deben aplicarse siempre Incoterms multimodales, al punto que,
de hecho, en la especificación de las reglas de cada Incoterm, se trata primeramente a
los Incoterms "multimodales" y luego a los "solo marítimos".

651. Análisis particular de los Incoterms: El grupo "E"

Este primer grupo, integrado por un solo término, se utiliza para indicar que las
mercaderías son puestas a disposición del comprador en los propios establecimientos
del vendedor, asumiendo el comprador desde ese momento los riesgos, el costo del
transporte y los demás gastos de la operación, al entenderse que la puesta a disposición
de la mercadería se produce "franco fábrica", con entrega directa al comprador.

El Incoterm "E" es aquél en el cual la obligación es la mínima: el vendedor no tiene


que hacer más que colocar las mercaderías a disposición del comprador en el lugar
convenido, usualmente el propio local del vendedor. De otro lado, como fruto de la
realidad práctica, el vendedor usualmente asistirá al comprador en la carga de las
mercancías en el vehículo enviado por este último a recogerlas. Aun cuando EXW
reflejaría mejor esto si las obligaciones del vendedor se extendieran a incluir la carga de
las mercancías, se pensó que era conveniente conservar el principio original de las
mínimas obligaciones del vendedor bajo EXW, de tal modo que pueda ser usada para
los casos en que el vendedor no desea asumir ninguna obligación, en lo absoluto, con
respecto a la carga de las mercaderías. Si el comprador desea que el vendedor haga
más, esto debe aclararse en el respectivo contrato de compraventa.

El único término usado en este grupo es:

— EXW

EN FÁBRICA (Ex Works) indicando el lugar convenido.

Ex Works significa que el vendedor ha cumplido su obligación de entrega, cuando ha


puesto la mercancía en su establecimiento (v. gr., fábrica, taller, almacén, etc.) a
disposición del comprador. En especial, no es responsable ni de cargar la mercancía en
el vehículo proporcionado por el comprador ni de despacharla de aduana para la
exportación, salvo acuerdo en otro sentido. El comprador soporta todos los gastos y
riesgos de tomar la mercancía del domicilio del vendedor hacia el destino deseado. Este
término, por tanto, es el de menor obligación para el vendedor. Este término no debería
usarse cuando el comprador no pueda llevar a cabo directa o indirectamente las
formalidades de exportación. En tal circunstancia, debería utilizarse el término FCA.

652. Incoterms grupo "F"

Los términos que integran este segundo grupo tienen en común el que es el
comprador quien se encarga de contratar el medio de transporte, sin obligación alguna
al respecto para el vendedor, quien cumplirá su obligación entregando la mercadería al
transportista designado, o al costado del buque elegido por el comprador, según los
casos, transmitiéndose en dichos momentos los riesgos y gastos de la operación al
comprador.

Los términos que se encuadran bajo este grupo son:

— FCA

FRANCO TRANSPORTISTA (Free Carrier), indicando el lugar de entrega convenido


(por ejemplo: FCA Valparaíso).

Free Carrier significa que el vendedor ha cumplido su obligación de entregar la


mercancía cuando la ha puesto, despachada de aduana para la exportación, a cargo
del transportista nombrado por el comprador, en el lugar o punto fijado. Si el comprador
no ha indicado ningún punto específico, el vendedor puede escoger dentro del lugar o
zona estipulada, el punto donde el transportista se hará cargo de la mercancía. Cuando,
según la práctica comercial, se requiera la ayuda del vendedor para concluir el contrato
con el transportista (como en el transporte por ferrocarril o el aire), el vendedor puede
actuar por cuenta y riesgo del comprador.

Este término puede emplearse con cualquier modo de transporte, incluido el


multimodal.

— FAS

FRANCO AL COSTADO DEL BUQUE (Free Alongside Ship), indicándose el puerto


de carga convenido (por ejemplo: FAS San Antonio).
Free Alongside Ship significa que el vendedor cumple su obligación de entrega
cuando la mercancía ha sido colocada al costado del buque, sobre el muelle o en
barcazas, en el puerto de embarque convenido. Esto quiere decir que el comprador ha
de soportar todos los gastos y riesgos de pérdida o daño de la mercancía a partir de
aquel momento.

Este término puede usarse únicamente para el transporte por mar o por vías acuáticas
interiores.

— FOB

FRANCO A BORDO (Free on Board), indicando el puerto de embarque convenido


(por ejemplo: FOB Puerto Montt).

Free on Board significa que el vendedor cumple con su obligación de entrega cuando
la mercancía ha sobrepasado la borda del buque en el puerto de embarque convenido.
Esto significa que el comprador ha de soportar todos los gastos y riesgos de pérdida o
daño de la mercancía a partir de aquel punto.

Este término sólo puede emplearse en el transporte por mar o por vías navegables
interiores. Cuando la borda del buque no revista ningún fin práctico, como en el caso
del tráfico roll on-roll off, o en el que se efectúa utilizando containers, es preferible utilizar
el término FCA.

653. Incoterms grupo "C"

En los términos "C", a diferencia de los del Grupo "F", si bien el vendedor pone las
mercaderías a disposición del comprador en el medio de transporte, es dicho vendedor
quien lo elige y paga, lo que no importa que deba soportar los riesgos hasta la llegada
a su destino, porque, al igual que los términos del grupo "F", son cláusulas de entrega
en el lugar de embarque y no en el de destino, transmitiéndose los riesgos al comprador
en el momento de la entrega al transportista, y no a la llegada, como erróneamente suele
interpretarse algunas veces.

Los Incoterms "C" requieren del vendedor contratar el transporte en las condiciones
usuales, a sus propias expensas. Por lo tanto, debe necesariamente ser indicado en el
respectivo Incoterm C, un punto hasta el cual él debe pagar el transporte. Bajo CIF y
CIP el vendedor debe, también, contratar los seguros y asumir su costo.

Los términos que integran este grupo son los siguientes:

— CFR

COSTO Y FLETE (Cost && Freight), antiguo C&&F, indicándose el puerto de destino
convenido.

Cost and Freight significa que el vendedor ha de pagar los gastos y el flete necesarios
para hacer llegar la mercancía al puerto de destino convenido, si bien el riesgo de
pérdida o daño de la mercancía, así como cualquier gasto adicional debido a
acontecimientos ocurridos después del momento en que la mercancía haya sido
entregada a bordo del buque, se transfiere del vendedor al comprador cuando la
mercancía traspasa la borda del buque en el puerto de embarque. El término CFR exige
que el vendedor despache la mercancía de exportación.
Este término sólo puede emplearse en el transporte por mar o por vías de navegación
interior. Cuando la borda del buque no revista ningún fin práctico, como en el caso del
transporte roll on/roll off o en tráfico de contenedores, es preferible utilizar el término
CPT.

— CIF

COSTO, SEGURO Y FLETE (Cost, Insurance && Freight), indicándose el puerto de


destino convenido.

Cost, Insurance and Freight significa que el vendedor tiene las mismas obligaciones
que bajo CFR, si bien, además, ha de conseguir seguro que otorgue cobertura en favor
del comprador, de los riesgos de pérdida o daño de la mercancía durante el transporte.
El vendedor contrata el seguro y paga la prima correspondiente.

En término CIF, el vendedor sólo está obligado a conseguir un seguro con cobertura
mínima.

El término CIF exige que el vendedor despache la mercancía en aduana para la


exportación y sólo puede emplearse en el transporte por mar y por vías de navegación
interior.

Cuando la borda del buque no sirva a ningún fin práctico, como en el caso del
transporte roll on/roll off o del transporte en contenedores, es preferible utilizar el término
CIP.

— CPT

COSTO Y TRANSPORTE PAGADO HASTA (Carriage Paid To), indicándose un lugar


de destino convenido.

Carriage Paid To significa que el vendedor paga el flete del transporte de la mercancía
hasta el destino mencionado.

El riesgo de pérdida o daño de la mercancía, así como cualquier gasto adicional


debido a acontecimientos que ocurran después del momento en que la mercancía haya
sido entregada al transportista, se transfiere desde el vendedor al comprador, cuando la
mercancía ha sido entregada a la custodia del transportista.

El término CPT exige que el vendedor despache la mercancía en aduana para la


exportación.

Este término puede usarse con cualquier modo de transporte, incluido el multimodal.

— CIP

COSTO, TRANSPORTE Y SEGURO PAGADOS HASTA (Cost and Insurance Paid


To), indicándose el lugar de destino convenido.

Carriage and Insurance Paid To significa que el vendedor tiene las mismas
obligaciones que bajo CPT, con el añadido de que ha de conseguir un seguro para la
carga contra el riesgo que afecta al comprador, de pérdida o daño de la mercancía. El
vendedor contrata el seguro y paga la correspondiente prima.
En término CIP, el vendedor sólo está obligado a conseguir un seguro con cobertura
mínima.

El término CIP exige que el vendedor despache la mercancía en aduana para la


exportación.

Puede usarse este término con cualquier modo de transporte, incluido el transporte
multimodal.

654. Incoterms Grupo "D"

Los términos de este grupo están concebidos para que la entrega de la mercadería
se produzca no en el lugar de embarque, como en los del grupo F, sino en el de destino,
soportando el vendedor todos los riesgos y gastos de la operación hasta dicho momento,
a partir del cual los asume el comprador. Es en este grupo donde se producen las
mayores modificaciones que introduce la versión 2010 de los Incoterms.

Los términos "D" son por naturaleza diferentes de los términos "C", desde que el
vendedor, de acuerdo con los términos "D", es responsable del arribo de las mercancías
al punto de destino o lugar convenido, en la frontera o dentro del país de importación.
El vendedor debe asumir todos los riesgos y costos concernientes a llevar las
mercancías hasta allí. Por lo tanto, los términos "D" significan contratos de arribo,
mientras que los términos "C" evidencian contratos de partida o embarque.

Bajo los términos "D", excepto en DDP, el vendedor no tiene que entregar los bienes
pasada la aduana en el país de destino.

Integran este grupo los siguientes términos:

— DAT

DELIVERED AT TERMINAL

Este Incoterm está concebido para ser utilizado para las negociaciones
internacionales de mercancías, en las que el vendedor tiene la responsabilidad de
realizar la entrega de estas en el terminal de carga elegido por el comprador en el lugar
de destino.

Este término es adaptable para su uso en cualquier modo de transporte y se puede


utilizar incluso en el multimodal. Por lo tanto, la entrega de las mercancías en este
término puede ser en el patio de contenedores del muelle, almacenes o terminales de
carga aérea, de ferrocarril o carreteras.

Dentro de las obligaciones del vendedor se incluyen, realizar las formalidades


aduaneras de exportación, contratar el transporte y seguro hasta el punto de destino
acordado y entregar descargadas las mercancías en el terminal.

Los riesgos y gastos del vendedor empiezan desde que la mercancía está en su lugar
de origen hasta su entrega en el terminal de carga. Si la carga no llega al terminal, por
hundimiento del barco, u otros casos similares, asumirá la responsabilidad el vendedor.
Las obligaciones que deberá cumplir el comprador serán, realizar el despacho
aduanero de importación, como también llevar las mercancías desde el terminal hasta
el destino final.

Por otra parte, los riesgos que deberá asumir el comprador en caso de pérdida o
daños serán a partir de que el vendedor deja las mercancías en el terminal. El comprador
debe especificar la fecha o plazo estipulado y el punto en el que se llevará a cabo la
descarga dentro del terminal, para que el vendedor pueda contratar el transporte para
llevarla a su destino final.

Es un término comercial recomendable para carga consolidada (LCL).

En el caso que las partes quieran acordar que el vendedor asuma los riesgos y gastos
en el transporte y manipulación de las mercancías desde el terminal a otro lugar, es
preferible utilizar el Incoterm DAP.

— DAP

DELIVERED AT PLACE/POINT

Cuando se realiza una negociación con el Incoterm DAP, ello implica que el vendedor
será responsable de entregar la mercancía en el lugar convenido sin que descargue la
mercancía desde el medio de transporte contratado por él, pero preparada para su
descarga.

Si el vendedor realiza la descarga en el lugar de destino, el vendedor no tiene derecho


a recuperar dichos costos por parte del comprador.

Si las partes desean que el vendedor efectué, además, el despacho aduanero de


importación, el término DDP será la mejor opción a emplear.

Los riesgos y gastos del vendedor empezarán desde la empresa o almacén donde se
encuentran las mercancías en origen, hasta el lugar convenido. En caso de accidente
del barco, avión, camión, etc., sin que llegaren al punto de destino, el vendedor asumirá
esa responsabilidad.

El vendedor deberá conocer claramente la fecha y el lugar o punto de destino, ya que


los riesgos terminarán en ese punto para él y comenzarán para el comprador.

En el caso que el vendedor se encargue de realizar la descarga de la mercancía del


transporte principal, el término DAT es el apropiado.

Es obligación del comprador, cumplir con el despacho aduanero para la importación.


Además, asumirá los riesgos y gastos que se originen desde que el vendedor entrega
la mercancía en el lugar acordado hasta el destino final. Le corresponde, de igual forma,
especificar el lugar exacto de destino al vendedor ya que al no establecerlo, el vendedor
podrá elegirlo.

El Incoterm DAP se ajusta para el uso de cualquier medio de transporte y hasta se


puede emplear el multimodal. Esto, de acuerdo a lo que más se adecue a las
necesidades del vendedor y comprador.

Este término ha sustituido a DAF, DES o DDU, de los Incoterms 2000.


— DDP

MERCADERÍA ENTREGADA DERECHOS PAGADOS (DELIVERED DUTY PAID),


indicándose el lugar de destino convenido.

Delivered Duty Paid, término comercial que representa la obligación máxima del
vendedor.

Determina que ha cumplido con sus obligaciones el vendedor una vez que ha puesto
a disposición del comprador la mercancía, ya efectuadas las formalidades aduaneras
de exportación y de importación.

De igual forma cubriendo los gastos de transporte nacional e internacional, con la


excepción de descargarlas del transporte en el destino convenido.

Se aconseja que no se utilice este término, si el vendedor no puede adquirir


autorizaciones o permisos para realizar el despacho de importación.

Si las partes desean que el comprador asuma todos los riesgos y costos de despacho
de importación, el término DAP se debe utilizar. Es recomendable que cada parte realice
sus formalidades aduaneras en sus países para evitar problemas.

Solo si el vendedor tiene conocimiento de las legislaciones o conocimiento de


introducción de mercancías en el país destino.

El vendedor cumplirá con el pago de impuestos de exportación y de importación


(dependiendo de los países, tratados o acuerdos comerciales), el cumplimiento de
normas (sanidad vegetal, animal, etiquetado, entre otras), autorizaciones o permisos.

Si el vendedor incurre en la descarga de la mercancía en el lugar de destino, este no


tendrá el derecho a recuperar dichos gastos por parte del comprador, salvo acuerdo en
contrario de las partes.

El comprador tiene la obligación de especificar correctamente el punto de entrega al


vendedor para que el vendedor pueda realizar la contratación del transporte y el seguro.

Este término es muy flexible porque se puede utilizar con cualquier modo de
transporte o incluso multimodal.

Comentarios finales

1) En las ventas de mercaderías en contenedores o "containers", se aconseja la


utilización de los Incoterms FCA, CPT o CIP, recomendándose, en cambio, no utilizar
los Incoterms FOB, CFR o CIF, que son pensados para ser utilizados en carga general,
con la intención de reducir el riesgo de pérdida o destrucción de la mercancía para el
vendedor.

2) En el Incoterm FOB 2010 se incluye el costo de la estiba en el puerto de salida, a


cargo del exportador, es decir, el vendedor debe entregar la mercadería estibada a
bordo del buque, en vez de la antigua definición que descansaba en la línea imaginaria
e imprecisa "sobre la borda del buque", evitándose a la vez, la posibilidad de una doble
facturación del costo de la estiba en el puerto de embarque.
3) Se establece un nuevo sistema de responsabilidad en los Incoterms FOB, CFR y
CIF: en vez de "sobre la borda del buque" a "a bordo del buque" en el puerto de salida.
El exportador pasa a responsabilizarse de la estiba de la carga en el puerto de
embarque. En los tres Incoterms el exportador transmite al importador la responsabilidad
por pérdidas y daños a la mercancía, cuando ésta se encuentra ya estibada en el buque.
Capítulo XL El mandato mercantil

655. Generalidades

Como oportunamente apuntamos, en el Derecho Comercial, lo mismo que en el


Derecho Civil chileno, se confunde la facultad de representación con la figura de la
mediación y no se tratan estas materias separadamente. Fuera de esta deficiencia, el
Código de Comercio contiene muchas otras en esta materia, que son fruto de su
antigüedad, especialmente, porque no contempla formas nuevas y modernas de
agentes auxiliares del comerciante.

Éstos pueden clasificarse en dos categorías: en primer lugar están los que van unidos
a su comitente o patrón, por un lazo permanente de dependencia, y el contrato que los
une es el de trabajo (factores, dependientes), que se complica con el mandato en los
casos en que están encargados de celebrar contratos en su nombre.

Los otros ejercen una profesión independiente y de naturaleza nítidamente comercial:


pueden prestar a muchos comerciantes indistintamente su intervención para preparar o
concluir los contratos que les interesan. Estos son los comisionistas, los agentes de
cambio, los corredores en general y, en determinados casos, los bancos.

El artículo 3º Nº 4 del Código de Comercio cita como acto de comercio el mandato


mercantil y a la comisión como si fueran una sola cosa. Pero su artículo 234 establece
que hay tres clases de mandato comercial: la comisión, el mandato de los factores y
dependientes de comercio y la correduría, lo que revela que entre mandato comercial y
comisión hay una diferencia de género a especie.

Como puede apreciarse, la clasificación que hace nuestra ley de los mandatarios
comerciales es totalmente ajena a las normas doctrinarias que hemos señalado
anteriormente.

Habiéndose referido a los factores y dependientes, y a los corredores y otros


colaboradores independientes del comerciante en la primera parte de esta obra,
corresponde ahora tratar del contrato de mandato mercantil o comisión.

656. Mercantilidad del mandato

Es mandato comercial el contrato "en que una persona encarga la ejecución de uno o
más negocios lícitos de comercio 6a otra que se obliga a administrarlos gratuitamente o
mediante una retribución y a dar cuenta de su desempeño" (art. 233 del Código de
Comercio).

De acuerdo con esta definición, la comerciabilidad del mandato la da el carácter


mercantil que el acto tenga para el mandante, pero no obstante su tenor literal, parte de
la doctrina nacional no está de acuerdo con esta tesis. Para don Julio Olavarría, "el
mandato comercial y la comisión son dos actos mixtos o de doble carácter y debe
atenderse a la mercantilidad que el acto encargado tenga para cualquiera de las partes,
pues puede este encargo ser civil o mercantil para cualquiera de ellas".

En nuestra opinión, el comisionista hace del desempeño de comisiones su profesión


habitual, por lo que es un comerciante. El Código supone que lo es, pues habla de las
diferentes clases de "comisionistas" —y no de "comisiones"— y el artículo 320 les exige
libros especiales de contabilidad, según su categoría, además de los generales a todo
comerciante, y mal puede calificarse como comerciante a una persona si, para decidir
sobre la mercantilidad de sus actos, deba consultarse la intención de un tercero 7.

Por último, no es posible argumentar que el comisionista no es comerciante si


desempeña negocios por cuenta ajena, pues el comisionista hace un negocio por cuenta
propia, que consiste en celebrar actos que otras personas le encomiendan, acto de
intermediación que es mercantil por naturaleza.

657. La comisión: concepto

Según nuestro Código de Comercio, la comisión es el mandato comercial que versa


sobre una o más operaciones mercantiles individualmente determinadas. Siguiendo el
criterio del artículo 2130 del Código Civil, podríamos concluir que la comisión es un tipo
de mandato especial, en contraposición al mandato general.

Según nuestro Código de Comercio, sólo existen cuatro clases de comisionistas: para
comprar, para vender, de transporte por tierra, lagos, ríos o canales navegables y para
ejecutar operaciones de bancos. Sin embargo, en la práctica existen muchas clases de
comisionistas y cualquier acto de comercio puede ser el objeto de una comisión. Deberá
atenderse, en tal caso, para averiguar su mercantilidad respecto del comitente, si el acto
sobre el cual versa es mercantil para él y respecto del mandatario, si la comisión se
vincula a una actividad comercial principal.

A pesar de que el artículo 236 señala que se ocupará de los comisionistas para
ejecutar operaciones de bancos en el título relativo al contrato y la letra de cambio, no
los vuelve a mencionar ni se preocupa de ellos.

En el hecho, puede haber muchas clases de comisionistas y cualquier acto de


comercio puede ser el objeto de una comisión. Deberá atenderse, en tal caso, para
averiguar su mercantilidad respecto del comitente, si el acto sobre el cual versa es
mercantil para él y respecto del mandatario, si la comisión se vincula a una actividad
comercial principal.

658. Formación del contrato

La comisión es un contrato consensual; se perfecciona con la aceptación expresa o


tácita, siendo tácita la ejecución de cualquier acto que importe el ejercicio del mandato
(art. 2124 del Código Civil). Es aplicable a este respecto el principio del artículo 2125 de
este Código, norma excepcional en nuestra legislación que, en general, no concede
ningún valor jurídico al silencio: El comisionista responde de perjuicios si no avisa el
rechazo del encargo en la primera oportunidad y si no toma, mientras el comitente no
sepa el rechazo, las urgentes medidas conservativas del caso (artículo 243 del Código
de Comercio). Esta responsabilidad es extracontractual, ya que existe con anterioridad
a la perfección del contrato, y continúa incluso después de que el comisionista
manifiesta su repudio a ejecutarlo.

Si el comitente no designara a otra persona, el comisionista pedirá el depósito de las


mercaderías en el juzgado (art. 244 del Código de Comercio).

En algunos casos, tampoco la renuncia es libre: no puede renunciar el comisionista si


con ello causa un perjuicio irreparable al comitente (artículo 242 del Código de
Comercio).
659. Obligaciones del comisionista: 1º. Ejecutar el mandato conferido

Son numerosas las obligaciones del comisionista, y todas tienden, naturalmente, a


asegurar el debido cumplimiento del negocio encomendado. Algunas de ellas pueden
ser dispensadas por el comitente, y de común acuerdo pueden, también, modificarse
las responsabilidades que su omisión o incumplimiento acarreen.

La primera de tales obligaciones es la de ejecutar el encargo recibido.

Consta esta obligación en el artículo 245 del Código de Comercio. Al ser el mandato
mercantil un contrato de confianza, librado, en gran parte, a la buena fe del comisionista,
éste debe ejecutarlo, salvo causa legal, so pena de pagar los daños y perjuicios que
sobrevinieren al comitente. Sin embargo, el comisionista puede dejar válidamente de
ejecutarlo y renunciar, si el mandante no le proveyó de fondos (arts. 268, 269 y 272 del
Código de Comercio).

La inejecución del mandato, su cumplimiento torcido, irregular o tardío, son causales


de responsabilidad para el mandatario, las que pueden nacer en favor del mandante y
de los terceros con quienes contrate, según sea el caso.

En cuanto a la responsabilidad del comitente en la ejecución del mandato, es preciso


distinguir:

A. En cuanto a su responsabilidad frente al mandante: Debe distinguirse, a su vez, si


el mandato es imperativo o facultativo:

i) Si el mandato es imperativo. Al comisionista se le ordena ejecutar un negocio y se


le determinan las condiciones y los medios con qué hacerlo. El comisionista debe
ceñirse a las instrucciones en todas sus partes (arts. 2131, 2134, 2147 y 2150, del
Código Civil, y 268, 291 y 305, del Código de Comercio).

En general, el mandante responde frente a los terceros de todo cuanto el comisionista


ejecuta en su nombre, aun cuando éste viole sus instrucciones.

En ciertos casos, no urgentes, el comisionista puede suspender la ejecución del


encargo y solicitar nuevas instrucciones. En los casos urgentes, de acuerdo al artículo
269 del Código de Comercio, puede resolver por sí mismo.

Cabe recordar que, conforme lo dispuesto en el artículo 2149 del Código Civil, no
debe ejecutar el mandato cuando éste es manifiestamente pernicioso para el comitente
o mandante.

ii) Si el mandato es facultativo. Se dejan al arbitrio del comisionista los medios de


ejecutar la comisión y en tal caso deberá realizarla como un comerciante entendido y
diligente (art. 269 inciso 2º del Código de Comercio).

El artículo 2133 del Código Civil previene, no obstante, que "no puede alterar la
sustancia del contrato ni está facultado para los actos que exijan poderes especiales".

B. En cuanto a su responsabilidad frente a los terceros: Debe también distinguirse:

i) Si el mandatario obra frente a terceros en nombre propio o calla el nombre de su


mandante, responde personalmente frente a los terceros con quienes contrate (arts.
254 del Código de Comercio y 2151 del Código Civil). Celebrado un contrato en estos
términos, la intervención del comitente no es admisible, aunque éste lo quiera y ofrezca
tomar el contrato por su cuenta, oferta que sólo produce el efecto de una simple fianza.
Sin embargo, el comisionista puede reservarse, al contratar, el nombre del comitente
para revelarlo después, en cuyo caso, hecha la revelación, el comitente quedará
retroactivamente obligado (arts. 255, 256, 257, 258 y 259, del Código de Comercio).

ii) Si el mandatario obra en nombre ajeno y revela el nombre de su comitente, en este


caso sólo el mandante se obliga frente a los terceros (art. 260 del Código de Comercio).
Sólo el comitente puede reclamar el incumplimiento o violación de las instrucciones; ni
el comisionista ni los terceros pueden ampararse en esta violación (art. 270 del Código
de Comercio). En este caso, el mandatario responderá de tales incumplimientos frente
al mandante y, además, quedará responsable ante los terceros:

1º. Si se obligó personalmente; y

2º. Cuando no les dio suficiente conocimiento de sus poderes (art. 2154 del Código
Civil).

Cuando el comisionista obra sin mandatos se producen los mismos efectos que en el
caso de la promesa del hecho ajeno.

660. 2º. Custodiar y conservar las mercaderías que a su cuidado haya puesto el
comitente

Consta esta obligación de lo preceptuado en los artículos 243 y 246 del Código de
Comercio. El comisionista responde en su cumplimiento hasta de la culpa leve y su
responsabilidad se rige por las reglas generales (arts. 248 y 249 del Código de
Comercio).

El comisionista responde de esta obligación desde que se le hace entrega de las


mercaderías hasta que las expide por cuenta del comitente. Sin embargo, en lo que
concierne específicamente al cuidado del dinero recibido del mandante, la regla es más
estricta para el comisionista, toda vez que el dinero se pierde para él (arts. 299 del
Código de Comercio y 2153 del Código Civil).

El comisionista no debe alterar las marcas de los efectos recibidos, según dispone el
artículo 247 del Código de Comercio, puesto que puede producir confusión por parte de
sus propietarios.

661. 3º. Comunicar el estado de las negociaciones

El Código de Comercio consagra esta obligación en diversas disposiciones, y así, en


su artículo 250, dice que el comisionista "debe comunicar oportunamente al interesado,
todas las noticias relativas a la negociación de que estuviere encargado". Se refieren a
esta obligación los artículos 243, 263, 267, 268, 269, 273, 302, 311 y 279 Nº 1 del
Código de Comercio. De acuerdo con el artículo 2148 del Código Civil, el mandatario
tiene mayor latitud en sus facultades cuando no puede consultar a su mandante.

662. 4º. Rendir cuentas

En conformidad con los artículos 2155 del Código Civil y 279 del Código de Comercio,
el comisionista debe rendir una cuenta justificada de sus gestiones, es decir, con
documentos y, si es comerciante, la cuenta deberá concordar con los asientos de los
libros de contabilidad. Si la rendición de cuentas no está de acuerdo con ellos, el
comisionista se hace responsable del delito de hurto con falsedad, conforme al artículo
280 del Código de Comercio, en relación al art. 469 del Código Penal.

El relevo de la obligación de rendir cuentas siempre deja responsable al comisionista


de los cargos que el mandante pruebe, conforme a lo preceptuado en el artículo 2155
del Código Civil. Se le coloca en mora de rendirla por el simple retardo, debiendo
intereses corrientes de los capitales que tenga en su poder, conforme al artículo 281 del
Código de Comercio.

663. 5º. Remitir el saldo a favor del comitente

Contempla esta obligación el artículo 279 del Código de Comercio. Y, aunque la ley
no lo diga, le corresponde además remitir los valores objeto del negocio que se le
encomendó. Debe hacerlo inmediatamente, y si no lo hace, debe también los intereses
corrientes aunque no haya interpelación, conforme al artículo 281 del Código de
Comercio, que modifica el artículo 2156 inciso 2º del Código Civil.

664. Prohibiciones del comisionista. 1º. Prohibición de alterar las marcas de los
efectos que reciba

Como en ningún otro contrato, en la comisión se impone a una de las partes, el


comisionista, una serie de prohibiciones para asegurar el correcto cumplimiento de sus
prestaciones. La ley pretende rodear de garantías la interpretación de la voluntad del
mandante, y señala diversos actos que están vedados al comisionista y que le imponen
responsabilidades en caso de violación.

La primera de estas obligaciones es la de alterar las marcas de los efectos que reciba.
Como ya hemos dicho, esta prohibición está contemplada en el artículo 247 del Código
de Comercio, y tiene por objeto evitar dudas y confusiones sobre el dominio de estas
especies. No se señala la sanción en caso de infracción, pero naturalmente debe
entenderse que ella será la indemnización de los perjuicios ocasionados al mandante
por este hecho, sin perjuicio de los delitos que pudieran cometerse. Por otra parte, el
comitente puede expresamente autorizar tal alteración, de acuerdo con ese mismo
artículo.

665. 2º. Prohibición de lucrar con el mandato

Esta obligación consta en el artículo 278 del Código de Comercio. Ello no significa
que el mandato mercantil deba ser gratuito, sino solamente que, fuera de la
remuneración convenida, no puede el comisionista percibir lucro alguno de la comisión
y el que perciba deberá entregarlo al mandante. El artículo 2147 del Código Civil
establece esta misma prohibición. Y si el comisionista emplea los fondos que recibió del
mandante en negocios personales debe el interés legal y responderá de la estafa.
Igualmente, se le prohíbe dar en prenda mercaderías del comitente para garantizar sus
propias obligaciones, conforme a los artículos 251 y 252 del Código de Comercio, y 2387
del Código Civil. Hay varias disposiciones que se refieren a esta prohibición, además de
las mencionadas, como los artículos 296, 297 y 306 del Código de Comercio.

Por medio del "pacto de garantía", el comisionista puede tomar bajo su


responsabilidad la solvencia de los deudores y los embarazos o dificultades del cobro,
conforme a la regla del artículo 2152, del Código Civil. En este caso, son de su cargo
hasta los casos fortuitos y él será el principal deudor ante el comitente. Este
comisionista, según algunas opiniones, es un asegurador de insolvencia y gozaría de
una comisión mayor (art. 317 del Código de Comercio). Pero el comisionista la pierde y
sólo gana la corriente si en el hecho no corría riesgo alguno. La prueba de esta
circunstancia corresponderá al comitente.

666. 3º. Prohibición de representar intereses incompatibles

Esta prohibición se encuentra consagrada en los artículos 2144 y 2145 del Código
Civil. En la legislación civil se prohíbe al mandatario celebrar con su mandante y en su
representación (autocontratación), los contratos de compraventa y préstamo solamente.
En el campo mercantil no se le prohíben determinadas operaciones, sino que, en
general, todas aquellas para cuya ejecución deba el mandatario representar intereses
incompatibles, sea que las celebre por cuenta propia como también de uno o de dos
comitentes distintos, conforme establece el artículo 271 del Código de Comercio.

Y esta disposición establece, a modo de ejemplo, que el comisionista no podrá


comprar o vender para un comitente mercaderías de otro comitente; ni comprar para sí
mercaderías de algunos de sus comitentes o venderles sus propias mercaderías. Pero
puede hacerlo con autorización expresa de sus comitentes y en este caso sólo percibirá
la mitad de la comisión ordinaria, de acuerdo a lo dispuesto en el artículo 276 del Código
de Comercio.

Cabe preguntarse cuándo se representan intereses incompatibles, y al respecto,


según nuestra opinión, cuándo son opuestos y no pueden coexistir sin que pueda
suponerse, razonablemente, que uno de ellos va a resultar perjudicado.

667. 4º. Prohibición de delegar

A diferencia del mandato civil, en materia comercial el comisionista no puede delegar


su encargo, salvo que el mandante lo autorice explícita o implícitamente (tácitamente),
de acuerdo con lo dispuesto en el artículo 261 del Código de Comercio.

1. Hay autorización implícita (tácita), cuando el comisionista está impedido para obrar
por sí mismo y hubiere peligro en la demora. La responsabilidad del comisionista al
delegar varía, conforme a las reglas del artículo 264 del Código de Comercio,
dependiendo de la persona escogida como delegado:

A. Si escoge a una persona notoriamente capaz y solvente, el comisionista no


responde, de acuerdo al artículo 265 del Código de Comercio, salvo que al verificar la
sustitución hubiere alterado en alguna forma la comisión que le fue conferida.

B. Si no escoge a una persona notoriamente capaz y solvente, responde de los daños


y perjuicios que sufra el mandante por los hechos del delegado.

2. Hay autorización explícita del mandante, en los casos en que expresamente éste
se pronuncie sobre ella. En este caso se dan las siguientes consecuencias:

A. Si el mandante designó al delegado, debe el comisionista delegar en él y de nada


será responsable, salvo que haya perdido el delegado probidad y solvencia, caso en el
que, si el negocio es urgente, deberá delegar en otra persona, conforme al artículo 263
del Código de Comercio.

B. Si no designó al delegado, responde el comisionista que elige como sustituto, a


persona que no sea notoriamente capaz y solvente, o si alteró en alguna forma el
mandato al delegar, conforme al citado artículo 265 del Código de Comercio.
Hecha la delegación a nombre del comitente, se pone término a la comisión respecto
del comisionista y nace un nuevo mandato entre mandante y delegado. Pero si el
comisionista hace la delegación a nombre propio, él es el mandante del delegado y éste
no tiene ninguna relación con el comitente, conforme al artículo 266 del Código de
Comercio.

En todos los casos de delegación, el comisionista debe dar aviso a su comitente


conforme al artículo 267 del Código de Comercio.

668. Derechos del comisionista. 1º Derecho a remuneración

Como es obvio, el comisionista trabaja en el desempeño de los mandatos que recibe


por un móvil económico, y los derechos que la ley le otorga tienden a proteger este
interés y, en general, sus intereses pecuniarios. De otro lado, mirando tales derechos a
su interés particular, el comisionista puede renunciarlos válidamente. El primero de
estos derechos es a la remuneración por el encargo.

En el Derecho Civil el mandato es ordinariamente gratuito, de acuerdo al artículo 2117


del Código Civil y, por el contrario, la comisión mercantil es por su naturaleza asalariada,
conforme lo estatuye el artículo 239 del Código de Comercio.

Si no se indicó el monto de la remuneración, se pagará el honorario de uso general


en la plaza donde hubiere desempeñado la comisión, o en la más cercana. En caso
contrario, la fija el juez, de acuerdo con los artículos 275, 276 y 277 del Código de
Comercio.

669. 2º. Derecho a provisión de fondos

Este derecho consiste en que el mandante proporcione los recursos con los que
coloque el mandatario en situación de poder cumplir su cometido. Si no lo hace, el
mandatario puede renunciarlo, de acuerdo al artículo 272 del Código de Comercio.

670. 3º. Derecho al pago de anticipos, costos, intereses, etc.

El comisionista hace anticipos cuando pone dineros de su peculio para facilitar el llevar
a cabo la comisión o negociación. El mandante debe reembolsarlos, con los intereses
corrientes. Cabe señalar que el comisionista tiene este derecho aunque no haya
terminado el negocio cometido, conforme al artículo 274 del Código de Comercio.

671. 4º. Derecho de retención y obligación solidaria de los varios comitentes

Basta para que nazca el derecho de retención en favor del comisionista, que le hayan
sido entregadas las cosas a título de comisión y que se hayan remitido de una plaza a
otra, conforme a la regla del artículo 284 del Código de Comercio. Y la retención se
extiende al precio de las mercaderías consignadas pero ya vendidas, conforme a los
artículos 285, 286, 287 y 288 del Código de Comercio.

El artículo 289 establece que, en caso de no haber remisión de una plaza a otra, el
comisionista sólo gozará del derecho de prenda. La ubicación del artículo 289 en el
Código de Comercio induce a error respecto de si se relaciona también con lo
establecido en el artículo 284, pero en realidad solamente se refiere al art. 288.
La comisión colectivamente conferida por varios comitentes los hace solidariamente
responsables ante el comisionista y viceversa, de acuerdo al artículo 290 del Código de
Comercio. Por su parte, el artículo 2162 del Código Civil otorga un derecho de retención
amplio.

672. Extinción de la comisión. Causales

En general, la comisión se extingue por las mismas causales que el mandato civil,
conforme al artículo 2163 del Código Civil. Sin embargo, respecto de la revocación, debe
recordarse que el mandante no puede revocar la comisión cuando la ejecución interesa
al comisionista o a terceros, conforme al artículo 241 del Código de Comercio, que
modifica las reglas del Código Civil sobre el particular.

Tampoco la renuncia pone fin inmediatamente a la comisión, y el comisionista quedará


responsable por un tiempo razonable, mientras el mandante pueda proveer a la
continuación del negocio encomendado, conforme a lo señalado en los artículos 242 del
Código de Comercio y 2167 del Código Civil. Conforme a la primera de las disposiciones
señaladas no puede renunciar el comisionista cuando su renuncia cause un perjuicio
irreparable al mandante.

La muerte del comitente no pone fin a la comisión y los derechos y las obligaciones
pasan a sus herederos, de acuerdo con lo señalado en el artículo 240 del Código de
Comercio, que modifica las reglas del artículo 2168 del Código Civil.

673. De los diferentes tipos de comisión contemplados en el Código de Comercio. 1º


De los comisionistas para comprar

Como ya hemos señalado, nuestro Código de Comercio sólo menciona cuatro


clases de comisionistas: para comprar, para vender, de transporte por tierra, lagos, ríos
o canales navegables y para ejecutar operaciones de bancos, y pese a su mención, no
trata estas últimas. A continuación analizaremos estos diferentes tipos de comisión,
empezando por los comisionistas para comprar.

El mandato versa en este caso sobre una operación determinada: la de comprar


mercaderías o efectos por cuenta ajena, concretamente del comitente.

Si el comisionista hubiera violado sus instrucciones en lo que al precio se refiere, la


sanción aplicable está contemplada en el artículo 294, que señala:

"Compradas las mercaderías a precios más subidos que los señalados en las
instrucciones, el comitente podrá aceptarlas o dejarlas por cuenta del comisionista.
Conviniendo éste en percibir solamente el precio señalado, el comitente será obligado a
recibir las mercaderías".

En este caso, el comisionista se hace cargo del exceso de precio en que no debió
haber incurrido y el mandante no sale perjudicado, salvo que acepte los contratos
celebrados por el comisionista.

El comisionista para comprar debe mostrarse diligente, no sólo en una de las


operaciones encomendadas, sino en todas ellas, habida consideración al celo que puso
en otra. Esta regla que contempla el art. 291, la ley debió haberla establecido en forma
amplia y general; pero la consignó sólo para este tipo de comisionista, de modo que sólo
puede tener una aplicación indebidamente restringida.
Por su parte, el art. 295 establece que el comisionista encargado de comprar y hacer
transportar mercaderías por precios fijos, no podrá compensar el exceso de precio de
una de estas operaciones, con la baja que hubiere obtenido en la otra.

El objeto que persigue esta disposición es que el mandatario demuestre una diligencia
y cuidado igual para todas las operaciones a su cargo. Podemos advertir acá la misma
deficiencia normativa anotada anteriormente, ya que debió haberse establecido esta
obligación en forma genérica a todos los comisionistas.

La ley pasa después a considerar una prohibición importante para el comisionista que
tiene el fin de proteger al comitente de toda posible maquinación en su contra que el
mandatario pudiera intentar. En efecto, el art. 296 expresa:

"No podrá comprar efectos por cuenta de su comitente a mayor precio del que tuvieren en
la plaza los que se han pedido, aun cuando el comitente le hubiera señalado otro precio
más alto. Contraviniendo a esta prohibición, el comisionista abonará al comitente la
diferencia entre el precio de plaza y el precio de la compra".

Es importante, decimos, lo dispuesto en este artículo, ya que, aunque el mandante


permita comprar a un precio más alto, el comisionista no podrá hacer uso de esta
atribución peligrosa para el mandante y que lo deja a merced del mandatario por su
propia voluntad.

La sanción es relativamente suave, sin perjuicio de que puedan cometerse estafas en


los casos que hemos visto y que en esta circunstancia también pueden producirse.

Además de lo anterior, también responde el comisionista del perjuicio causado, en


conformidad al artículo 297, por comprar en condiciones más onerosas que las que rijan
en la plaza, "sin que le sirva de excepción el haber hecho compras por cuenta propia en
iguales términos".

La disposición siguiente es también una repetición inútil:

"Artículo 298: El dominio de las mercaderías compradas y recibidas por el comisionista


pertenece al comitente, sin perjuicio de la obligación impuesta al primero en el artículo
246".

La referencia al artículo 246 trata de la obligación del comisionista, de custodiar y


conservar los efectos puestos bajo su vigilancia y cuidado.

El artículo 299 contempla una situación interesante referente al riesgo que las
mercaderías sufren, una vez que el comisionista las despacha para su comitente. Se
establece allí que, salvo convención en contrario, el riesgo corre de cargo del comitente.

No sólo hay una excepción si hay convención en contrario, sino también si el


comitente indicó un modo o vía especial de expedición y el comisionista empleó otro,
llevándose a cargo el siniestro por culpa de ese cambio.

674. 2. De los comisionistas para vender

En este caso, el mandato versa sobre una operación determinada: la de vender


mercaderías o efectos por cuenta del comitente.
Una vez entregadas las mercaderías al comisionista, y conforme al artículo 249 del
Código de Comercio, es obligación de éste hacer constar en forma legal el deterioro o
pérdida de las mercaderías consignadas y dar aviso a su comitente sin demora alguna,
ya que se presume que el comisionista ha recibido las mercaderías en idéntico estado
al que anuncia la carta de porte o el conocimiento, y deberá responder de ellas a su
comitente, a menos que justifique que han sido averiadas antes de su recepción.
(Artículo 303).

La presunción antes anotada es simplemente legal, por lo que el comisionista podrá,


una vez que el mandante le cobre los perjuicios, probar que las mercaderías venían
averiadas antes de recibirlas.

En los casos que la mercadería venga de tal manera deteriorada, que cualquier
demora podría entrañar una pérdida absoluta de ella, el comisionista puede venderla,
pidiendo la autorización correspondiente al Juzgado. Esta disposición es una norma
general que la ley establece constantemente cuando no es el dueño el que tiene a su
cargo la mercadería, sino sus agentes, y que encierra dificultades prácticas para su
cumplimiento, de tal magnitud, que la hacen completamente inoperante.

El art. 304 establece que "cuando la alteración de las mercaderías hiciere tan urgente
su venta que no haya tiempo para dar aviso al comitente, el comisionista acudirá al
Juzgado de Comercio para que autorice la venta en los términos que juzgue más
conveniente a los intereses del propietario".

Cuando el comisionista no puede cumplir sus instrucciones, "deberá dar aviso y


esperar las órdenes de su comitente". En ningún caso, de acuerdo al inciso 2º del
artículo 311, podrá devolver las mercaderías, sin previa orden de su comitente.

El mandatario tiene la obligación de abonar íntegramente el mayor precio que haya


obtenido sobre el designado por el mandante en "las instrucciones, facturas o
correspondencia". Todo esto, si no se ha hecho el negocio a provecho común (art. 306).

Se advierte en este artículo que las instrucciones, facturas o correspondencia, no


forman parte del mandato, y que, por lo mismo, sólo en él se establece la forma de
ejecutarlo.

En cuanto a la forma y condiciones de pago, la regla general es que el comisionista


puede vender a plazo, salvo que sus instrucciones se lo prohíban. Hay, pues, una
autorización legal para ejecutar esta operación, que es de la naturaleza de la comisión,
y que, por lo mismo, sólo puede ser derogada expresamente por las partes. Esta
solución es contraria a la de otros países, como España, que no acepta las ventas a
plazo sin autorización expresa y que castiga el comisionista severamente, haciéndolo
responder como si fuera una operación al contado.

Sin perjuicio de lo anterior, nuestra legislación impone dos limitaciones a la venta a


plazo que puede celebrar el comisionista. La primera, es que éstos plazos deben ser los
de uso general en la plaza a menos que se lo prohíban sus instrucciones (art. 307).

La segunda limitación que tiene esta facultad del mandatario, dice relación con la
persona a quien se vende a plazo, o sea, al tercero al cual se le fía: Éste debe ser una
persona notoriamente solvente, ya que es fácil que el comisionista se coluda con
cualquier irresponsable para defraudar al mandante. Así, expresa la ley que cuando el
comisionista estuviera autorizado, expresa o tácitamente, para vender a plazo, sólo
podrá verificarlo a personas notoriamente solventes.
Cuando el comisionista vende a plazo y rinde su cuenta, queda un deudor frente al
comitente, deudor que debe ser conocido por éste para que pueda dirigirse contra él en
un caso dado. Es, por lo tanto, indispensable que el comisionista, que es el que conoce
a este personaje, revele su identidad y lo individualice para conocimiento del mandante.
Si tal no lo hiciere, el mandatario responde al mandante del precio, porque se presumirá
que las ventas fueron hechas al contado.

Si el comisionista, sin estar autorizado, o habiéndosele prohibido tácitamente (como


lo sería el caso de que se le encargue vender al contado), vende al fiado, aunque haga
un mejor negocio que el que habría hecho vendiendo al contado, el comitente no tiene
por qué someterse a esa violación de instrucciones, y puede reclamar el precio al
contado que exigía, dejando de cuenta del comisionista el contrato realizado, aun
cuando éste se lleve la ganancia que la venta al fiado le reportaba (art. 310).

Otro precepto de importancia se refiere a la cobranza de los créditos que el comitente


tenga contra terceros y que estén en poder del comisionista. Llegado el plazo del
vencimiento deberá éste cobrarle y hacer todos los trámites necesarios para custodiar
y conservar los derechos del principal, porque de otro modo aquellos créditos quedarían
impagos y sujetos al evento de extinguirse por caducidades y prescripciones cortas, si
no se toman aquellas providencias conservativas.

En caso de no hacerlo en las "épocas en que se hicieren exigibles, responderá de los


perjuicios que causare su omisión" (art. 312).

675. 3. De los comisionistas de transportes por tierra, ríos o canales navegables

El artículo 318 del Código de Comercio define lo que es un comisionista de esta


naturaleza:

"Comisionista de transporte es aquel que, en su propio nombre, pero por cuenta ajena,
trata con un porteador la conducción de mercaderías de un lugar a otro".

Lo primero que se advierte es que sólo caben en esta comisión los comisionistas que
actúan en nombre propio. A los que actúan a nombre del comitente, la ley no los
considera. Hay quienes critican esta disposición y, a decir verdad, no les falta razón, ya
que la ley parece negar el carácter de comisionista al individuo que contrata un
transporte manifestando al porteador que lo hace a nombre ajeno, después de haber
dicho expresamente que el comisionista podía actuar a nombre propio o a nombre de
su comitente.

Asimismo, es posible que el comisionista pueda contratar pasajes a favor de los


terceros y no sólo hacer transportar mercaderías, como el artículo 318 supone,
exclusivamente.

Las relaciones entre el comitente y el comisionista se arreglarán por la comisión; las


del comisionista que encargó la conducción y el tercero porteador, por las reglas del
contrato de transporte terrestre.

El comisionista de transporte es un mandatario especialísimo y, por eso, dado su


carácter, llevará, además de los libros que todo comerciante debe llevar, un registro en
el que debe insertar las cartas de porte que firmará por cuenta ajena. El artículo 320
establece que "copiará íntegramente las cartas de porte que suscribiere", en el
mencionado registro, lo que constituye un anacronismo que debe entenderse sustituido
por el deber de guardar copias de dichos documentos.
Al contratar los transportes, el comisionista deberá poner tino en la elección del
porteador, pero, fuera de esta circunstancia, y a pesar de ella, siempre las mercaderías
quedan sujetas a riesgos durante la conducción que de ellas se haga; el mandatario
deberá, mejor, asegurarlas convenientemente, y si quiebra el asegurador durante el
acarreo de la carga, deberá renovar el seguro con otro, aun cuando nada se le haya
dicho al respecto (art. 321).

En este caso deberá anticipar las cantidades al efecto, si no tiene provisión de fondos
suficientes para ello.

En esta comisión puede aparecer otro personaje, el comisionista intermediario, que


es aquel al que se le encarga la dirección de la mercadería porteada.

Cuando lo escoge el comisionista, éste responde de los hechos de aquél, cosa que
no ocurre cuando es designado por el mandante. Así lo expresa el artículo 322 del
Código de Comercio. Es sancionable en nuestro país el comisionista intermediario que,
sabiendo las instrucciones que poseía del principal, no obra conforme a ellas.

Por fin, en el artículo 324, que hace obligatorias a estos comisionistas y a los
asentistas las reglas relativas al contrato de transporte por tierra, lagos, canales o ríos
navegables, el Código incurre en confusiones. Esas obligaciones son aplicables a los
asentistas verdaderamente, pero en ningún caso a los comisionistas de transportes,
porque éstos jamás podrán verificar por sí mismos la conducción de las mercaderías.

La explicación está en que el Código consideró al comisionista de transportes como


un "asentista", individuo que no tiene ninguna calidad de mandatario, por ser un
comerciante intermediario que contrae la obligación de conducir mercaderías por precio
convenido, que, no teniendo medios propios de transportes, se vale de un porteador,
empresario legítimo, a quien paga un precio menor, ganándose la diferencia.

Estos asentistas, pues, no son mandatarios y a ellos les concierne por completo el
artículo 324, que les aplica las disposiciones del Título V del Libro II del Código, sobre
el contrato de transporte terrestre, aun cuando no verifiquen por sí mismos la conducción
de mercaderías, porque ya vimos que suelen ser intermediarios.

Pero subsiste la duda: ¿por qué aplica el Código a los comisionistas de transportes
esas disposiciones? Nada tienen que ver con ellos, ya que éstos nunca hacen la
conducción de mercaderías, sino que, por el contrario, en vez de ser empresarios o
porteadores, son cargadores, como ya lo indicamos.

La razón de esta anomalía legal proviene de una mala interpretación de los autores
del Código del siguiente texto de Pardessus:

"....las obligaciones de transportes no son del número de las que el obligado deba, a
menos de una cláusula expresa, no ejecutar por sí mismo. Sucede a menudo que una
persona se encarga de hacer conducir, al lugar designado, objetos para cuyo transporte
es necesario que ella emplee subempresarios (sous-entrepreneurs), a quienes él se los
envía, los que, a su vez, los dirigen hacia otro lugar, y ése, en seguida, hasta su destino.
Se da algunas veces, impropiamente, a estas personas, el nombre de comisionistas de
transportes, pero, en realidad, ellos no son sino meros empresarios".

Nuestro legislador confundió, pues, a ambos individuos, sin reparar que sus
características jurídicas eran distintas, y no tenían absolutamente nada en común ni
parecido.
Capítulo XLI El contrato de transporte terrestre

676. Generalidades

Son actos de comercio los realizados por las empresas de transporte por tierra, ríos
o canales navegables, de acuerdo al artículo 3º número 6 del Código de Comercio.
Conforme al numeral 11 de nuestro Código, lo son también las expediciones,
transportes, depósitos o consignaciones marítimas.

Nuestra legislación mercantil no contempla una única definición legal que comprenda
todos los tipos de contrato de transporte. Por de pronto no existía la aviación cuando se
dictó nuestro Código.

En cuanto a las clasificaciones, según la vía que se emplee para efectuarlo, la ley
distingue tres clases de transporte: primero el marítimo, que es el que se efectúa por el
mar, cuyas reglas están contenidas en el Libro III del Código; segundo el terrestre, que
es el que se ejecuta por tierra, lagos, canales o ríos navegables y que se rige por las
reglas del Título V del Libro II del Código de Comercio y, además, por los artículos 2013
y siguientes del Código Civil; y tercero el aéreo, regido por el Código Aeronáutico, en
cuyo defecto se le aplican las reglas del transporte terrestre.

Otra clasificación divide el contrato de transporte de cosas o mercaderías y transporte


de personas o contrato de pasaje. Este último tiene también algunas reglas en el Código
de Comercio y también en el Código Civil, aun cuando, en general, su legislación
particular es deficiente y se le aplican en tal caso las reglas generales.

Por último, se puede subdividir el transporte efectuado por empresarios, según sean
éstos, públicos o particulares. A los primeros se les aplican las normas que contengan
las leyes especiales que se dicten sobre el particular, las reglas especiales que a su
respecto estableció el Código de Comercio en sus artículos 219 y siguientes y las
generales del transporte. Es muy común que las empresas de transporte se encuentren
sometidas a un control estatal, con el fin de evitar los abusos que su actividad pueda
acarrear.

677. Conceptos generales

Comenzaremos el estudio del contrato de transporte terrestre que regula el Título V


del Libro II del Código de Comercio diciendo que es "...aquel en virtud del cual una
persona se obliga por cierto precio a conducir de un lugar a otro por tierra, canales, lagos
o ríos navegables, pasajeros o mercaderías ajenas y a entregar éstas a las personas a
que vayan dirigidas" (art. 166).

Las reglas de nuestro Código, que se aplican al transporte terrestre, se refieren a


aquel que se realice tanto por tierra como por lagos, canales o ríos navegables,
cualquiera que sea el medio de locomoción que se emplee.

Las partes que intervienen en este contrato son el cargador, consignante o remitente,
quien es el que encarga la conducción y el porteador, que es quien contrae la obligación
de conducir. Además, actúa la persona a quien se envía la mercadería llamada
consignatario, pudiendo ésta ser el mismo cargador.
El precio del contrato de transporte terrestre se llama porte (art. 166, inciso sexto) y
el testimonio del contrato de transporte, cuando se deja constancia escrita de él, se
denomina carta de porte o guía. De acuerdo al artículo 179 del Código, la existencia de
la carta de porte no es requisito de validez del contrato de transporte, ya que, en su
defecto, su existencia y términos pueden acreditarse por cualquier medio de prueba
legal reconocido por el Código de Comercio.

678. El empresario del transporte

Para que la actividad del transporte afecte o constituya a la persona que lo ejerce en
comerciante, se requiere que ésta la ejerza por medio de una empresa (art. 3º Nº 6).

De acuerdo con lo señalado en el inciso final del artículo 166 de nuestro Código de
Comercio, "el que ejerce la industria de hacer transportar personas o mercaderías por
sus dependientes asalariados y en vehículos propios o que se hallen a su servicio se
llama empresario de transporte aunque algunas veces ejecute el transporte por sí
mismo" (art. 166 del C. de Com.). Esta es la única definición de empresa que contiene
la legislación mercantil.

Aunque el transporte no sea ejercido por un comerciante, es decir, por un empresario


de transporte, conforme al art. 171 del Código de Comercio, de todos modos el contrato
se regirá por las reglas que contiene el Título V del Libro II del Código de Comercio, a
las que nos estamos refiriendo, toda vez que las escasas normas que contempla el
Código Civil para regular la figura que llama "arrendamiento de transporte" (arts. 2013 y
siguientes) son demasiado escasas y elementales para gobernar esta institución tan
importante.

679. Características y clasificaciones del contrato de transporte:

1. Es consensual: Se perfecciona por el mero consentimiento de las partes, no


importando solemnidad el hecho de extenderse la carta de porte o guía, que es sólo el
documento que acredita la existencia y condiciones del contrato y la entrega de las
mercaderías al porteador según dispone el artículo 173 del Código de Comercio. En
caso de no haber carta de porte o guía, estas circunstancias pueden acreditarse de
conformidad con las reglas generales.

2. Es bilateral: Nacen obligaciones para ambas partes: para el porteador, la de


efectuar el transporte o conducción; para el cargador (o el consignatario), pagar el precio
o porte convenido. De estas obligaciones primarias se deducen otras accesorias que ya
estudiaremos.

3. Es oneroso: Se celebra mediante un precio y, en ningún caso, dada su naturaleza


mercantil, puede ser gratuito o benévolo. El Código de Comercio incurre en error en su
artículo 167, al decir que el transporte participa a la vez del arrendamiento de servicios
y del depósito, pues el transporte tiene reglas propias y características que lo acreditan
como un contrato específico, separado e independiente de cualquier otro 8.

4. Es de tracto sucesivo: Lo es porque el transporte por naturaleza no es un acto


instantáneo, sino una acción más o menos prolongada y porque para ejecutarla el
porteador cumple sus obligaciones momento a momento. La obligación de hacer que
implica este contrato es siempre exigible al transportador, ya que el Código señala "el
que se obliga a conducir personas o mercaderías puede bajo su responsabilidad,
encargar la conducción a un tercero" (art. 168). El que primitivamente ha tomado sobre
sí la obligación de conducir, conserva su carácter de porteador respecto del cargador
con quien ha tratado, y toma el carácter de cargador respecto del que efectivamente
haga la conducción de las personas o mercaderías.

Claro está, entonces, que el contrato de transporte no tiene el carácter de intuito


personae.

5. El cargador puede resolver el contrato unilateralmente: Tal facultad la concede el


artículo 169 del Código de Comercio. Si lo resuelve antes de comenzar el viaje, se
constituye responsable de pagar la mitad del porte; si lo resuelve después del viaje, el
total. Estos pagos toman el nombre de falsos fletes. Se explica esta facultad tan
excepcional en nuestro derecho, dado el carácter auxiliar de este contrato en relación
con otras actividades.

680. Otros interesados en el contrato

Además del porteador y del cargador, puede aparecer en el contrato de transporte, la


figura del consignatario.

En el momento que éste acepta el contrato, reclamando, por ejemplo, la entrega de


los objetos remitidos, nace su derecho en conformidad a las reglas de la estipulación en
favor de otro que contempla el artículo 1449 del Código Civil, y pesan también sobre su
persona los deberes, obligaciones y responsabilidades que la ley le atribuye.

Al porteador no le interesan para nada las relaciones que unen al cargador con el
consignatario y que mueven a aquél a hacerlo remitir esos objetos a este último,
obligaciones que pueden nacer de un contrato de compraventa, de una donación, etc.
El porteador deberá cumplir sus obligaciones propias como transportista, sin averiguar
la naturaleza de dichas relaciones ni tampoco los títulos que el cargador o consignatario
puedan tener sobre los objetos materia del contrato.

Puede aparecer en el contrato de transporte otra persona: un comisionista de


transporte, tercero que conviene con el porteador el transporte de las mercaderías en
su propio nombre, pero por cuenta ajena, según lo define el artículo 318 del Código de
Comercio. A pesar de esta definición legal, no se ve inconveniente para que el
comisionista de transporte, sin perder tal calidad, pueda celebrar ese contrato en
nombre de su comitente, siendo aquél, en realidad, un auténtico comisionista de
transporte, toda vez que el comisionista que contrata en su propio nombre,
desempeñará ante el porteador el papel de un cargador ordinario.

No nos extenderemos sobre las reglas a que deben someterse los comisionistas de
transporte terrestre, porque no tienen importancia ni se cumplen en la práctica, al revés
de lo que ocurre en el transporte aéreo, y sobre todo el marítimo, en el que los agentes
de carga tienen gran relevancia.

681. La carta de porte o guía

La carta de porte o guía es un documento que las partes otorgan para acreditar la
existencia y condiciones del contrato y la entrega de las mercaderías al porteador, según
dispone el artículo 173 del Código de Comercio. Sus menciones figuran en el art. 175.

Como indicamos, dicho documento no se exige por vía de solemnidad, porque el


contrato de transporte es un contrato consensual.
La carta de porte es un instrumento que tiene como fin exclusivo la prueba de las
circunstancias que en ella se dan cuenta, y reconocida la firma de este documento
privado por cualquiera de las partes, no se admitirán contra el tenor de ellas otras
excepciones que las de falsedad, omisión y error involuntario, según dispone el artículo
178 del Código de Comercio.

Las partes deben extender la carta de porte y firmarla por duplicado, presumiéndose
que las personas que concurren a su otorgamiento representan al cargador y al
porteador. Así lo dispone el Nº 7 del artículo 175, estableciéndose un caso de
presunción de personería muy poco frecuente en nuestro derecho.

Puede extenderse nominativamente, a la orden o al portador, distinción que tiene


importancia para los efectos de la tradición de los derechos que el cargador pueda tener
sobre esas mercaderías, como lo establece el inciso segundo del artículo 176.

La tradición de la carta de porte no significa necesariamente tradición de la


mercadería; sólo tiene este carácter cuando el cedente tiene la calidad de dueño de
ellas, caso en que sirve como medio simbólico para efectuar la tradición en los casos de
venta de mercaderías que vienen en tránsito por mar o por tierra, de conformidad con el
artículo 149 Nº 1 del Código de Comercio.

En definitiva, la carta de porte o guía es un título valor negociable, y sus menciones


están prescritas en el art. 175 del Código:

1º El nombre, apellido y domicilio del cargador, porteador y consignatario;

2º La calidad genérica de las mercaderías, su peso y las marcas y número de los


bultos que las contengan;

3º El lugar de la entrega;

4º El precio de la conducción;

5º El plazo en que debe hacerse entrega de la carga;

6º El lugar, día, mes y año del otorgamiento;

7º Cualesquiera otros pactos o condiciones que acordaren los contratantes.

682. Obligaciones y derechos del cargador

1. Entregar las mercaderías al porteador: Según dispone el art. 180 del Código, debe
entregar las mercaderías al porteador bien acondicionadas, y en el tiempo y lugar
convenidos, y suministrarle los documentos necesarios para el libre tránsito o pasaje de
la carga en relación al estado en que se entrega la mercadería. No habiendo carta de
porte, o no enunciándose en ella nada al respecto, se presume que las mercaderías han
sido entregadas al porteador sanas y en buena condición.

2. Pagar el porte y las expensas de conservación: Deberá pagarlas en la forma y lugar


convenido con el porteador, y a falta de acuerdo, pasadas veinticuatro horas desde la
entrega de las mercaderías, y todo lo anterior, salvo que dicha obligación recaiga en el
consignatario (art. 211).
Aun cuando se haya estipulado que el precio del porte será pagado por el
consignatario, si el valor de las mercaderías fuere tan exiguo como que sea insuficiente
para cubrir el porte y los gastos de conservación y por este motivo el consignatario no
quisiera recibirlas, el cargador deberá pagarlo (art. 189).

En relación a la entrega de las mercaderías al porteador, si el cargador no la efectúa


en el tiempo y lugar convenidos, el porteador puede solicitar la resolución del contrato y
el pago de la mitad del porte estipulado; pero si prefiriese llevar a cabo la conducción,
el cargador deberá pagarle al porteador el aumento de costos ocasionado por el retardo
en la entrega.

El comiso de las mercaderías, las multas que se impusieren al porteador y, en general,


todos los daños y perjuicios que éste sufriere porque el cargador no lo provea de los
documentos indispensables para el expedito tránsito de las mercaderías, serán de la
exclusiva responsabilidad de este último.

3. Soportar las pérdidas y averías: Las mercaderías se transportan por cuenta y riesgo
del cargador si él es propietario de las mercaderías. Si no lo es, se transportan por
cuenta y riesgo del consignatario o de la persona que invista la calidad de propietario de
ellas, todo conforme a lo dispuesto en el art. 184 del Código. Lo anterior significa que
ellos soportan las pérdidas y averías que sufra la carga por caso fortuito o vicio propio
de la misma, salvo los casos siguientes:

Si el cargador es el propietario de las mercaderías, las pérdidas y avería serán de su


cuenta, salvo en los siguientes casos:

1. Si tratándose de caso fortuito, éste hubiera ocurrido por un hecho o culpa del
porteador que hubiere contribuido a su advenimiento;

2. Si el porteador no hubiere empleado toda la diligencia y cuidados necesarios para


cortar o atenuar los efectos del accidente que hubiere causado la pérdida o avería;

3. Si en la carga, o conducción y conservación de las mercaderías, el porteador no


hubiere puesto la diligencia que acostumbran los porteadores inteligentes y precavidos.

Esta regla no es sino una aplicación práctica de que las cosas perecen para su dueño.

Además, y aunque el cargador no fuere propietario de las mercaderías sufrirá las


pérdidas y averías de ellas, si en la redacción de la carta de porte les hubiere atribuido
una calidad genérica distinta de la que realmente tuvieren. En ningún caso podrá el
cargador hacer responsable al porteador de las pérdidas o averías que sufrieren los
efectos que no se han expresado en la carta de porte, ni pretender que los efectos tenían
una calidad superior a lo expresado en ella.

Sin embargo, las pérdidas, faltas o averías serán de responsabilidad del porteador, si
hubieren ocurrido por infidelidad o dolo de su parte.

También hay que tener presente que, de acuerdo a lo que dispone el art. 207, el
porteador responde de la custodia de la carga hasta de la culpa leve y que se presume
su responsabilidad (presunción simplemente legal), en los casos de pérdida, avería y
retardo en la entrega de la carga.

4. Variar el destino y consignación: El art. 187 del Código faculta al cargador para
variar el destino y consignación de las mercaderías mientras estuvieren en camino,
siempre que no las hubiere negociado con el consignatario u otros terceros, y el
porteador deberá cumplir la orden que para este efecto recibiere, con tal que al
impartírsele se le devuelva el duplicado de la carta de porte.

Si el porteador cumple la orden sin este último requisito, será responsable de los
daños y perjuicios que acredite la persona damnificada por el cambio de destino o
consignación.

Si la variación de destino exigiera cambio de ruta o un viaje más dispendioso, el


cargador y porteador acordarán la alteración que haya de hacerse en el porte estipulado,
y en defecto de acuerdo, el porteador cumplirá su obligación entregando las
mercaderías en el lugar que designe el contrato.

5. Preferencia: Por último, el art. 190 del Código establece una preferencia legal en
favor del cargador sobre todos los acreedores del porteador, para ser pagado del
importe de las indemnizaciones a que tenga derecho por causa del retardo, de la
pérdida, falta o averías sufridas por la carga, con el valor de los medios de transporte,
instrumentos o accesorios, de propiedad del porteador.

683. Obligaciones y derechos del porteador

1. Ejecutar la conducción o transporte: Esta obligación es la causa del contrato de


transporte, como motivo que induce a las partes a celebrar el contrato, y tiene otras
obligaciones accesorias que se relacionan con la seguridad de la carga y con su entrega
en el punto de destino.

2. Las obligaciones específicas del porteador son las siguientes:

a) Recibir la carga en el tiempo y lugar convenidos (art. 191 del Código de Comercio),
respondiendo de ella desde su recepción, según el art. 200;

b) Conducir la carga en el primer viaje que haga al punto de destino (art. 192 del
Código de Comercio), sin perjuicio de que a veces se estipula un medio especial para
efectuar el transporte, como por ejemplo, carro abierto o cerrado, container, camión o
furgón frigorífico, etc. Puede efectuar el transporte por cualquier ruta, siempre que sea
vía recta a su destino, pero a veces, si se ha convenido alguna determinada vía debe
ejecutar la conducción por ella.

En cuanto a las responsabilidades que la alteración de la ruta impone al porteador hay


que distinguir:

1. Si hay variación voluntaria, responde de las pérdidas y deterioros producidos aun


por casos fortuitos (art. 194 del Código de Comercio), y

2. Si hay variación forzada, de fuerza mayor, puede el porteador resolver el contrato


depositando la carga en el lugar más cercano al del destino cobrando lo andado, según
lo señala el art. 195 del Código de Comercio. Puede también continuar el viaje una vez
removido el obstáculo por esa otra ruta, y si es más larga, tendrá derecho a cobrar el
recargo.

Si es la misma ruta aquella por la que continuará el viaje, nada tiene derecho a cobrar
por el retardo, según dispone el mismo artículo.
c) Custodiar la carga, de la que responde como el depositario asalariado9 según el
art. 199, es decir, responde de la culpa leve.

d) Entregar en el destino y a la persona que corresponde la carga al consignatario,


según señala el art. 201. En caso contrario, responde de los perjuicios.

Esta obligación es de la esencia del contrato de transporte, por lo que las partes no
pueden celebrar pactos que tiendan a dejarla sin cumplimiento. Así lo ha resuelto la
Corte Suprema.

Si el consignatario se rehúsa a recibirla, o no está bien designada o se halla ausente,


el porteador la depositará en el lugar que el Juzgado determine, previo reconocimiento
de uno o tres peritos, según dispone el art. 203.

Si el porteador recibiere las mercaderías encajonadas, enfardadas, embarricadas o


embaladas, el porteador cumple con entregar los cajones, fardos, barricas o balas sin
lesión alguna exterior, pudiendo exigir al consignatario la apertura y reconocimiento de
los bultos en el acto de la entrega. Si el consignatario rehusare u omitiere esta diligencia,
el porteador quedará exento, por ese solo hecho, de toda responsabilidad que no
provenga de fraude o infidelidad.

El porteador y el cargador, y aun éste, sólo pueden variar las condiciones del
transporte durante el viaje, pero siempre que el consignatario no haya aceptado dichas
condiciones, se aplicarán las reglas de la estipulación a favor de otro contenidas en el
art. 1449 del Código Civil.

De acuerdo con el art. 187 del Código de Comercio, el porteador exigirá el duplicado
de la carta de porte en este caso. Si el porteador acepta las modificaciones sin exigir
que se le devuelva el duplicado de la carta de porte, responde de daños y perjuicios que
acredite la persona damnificada por el cambio de destino o consignación, según lo
estatuye el inciso segundo del artículo ya referido.

Si la carta de porte hubiere sido cedida o negociada, la entrega de la mercadería se


hará al cesionario, endosatario o al portador, en su caso, conforme a lo que señala el
art. 202.

684. Responsabilidad del porteador

De acuerdo con las reglas ordinarias establecidas en los arts. 1547 del Código Civil y
207 del Código de Comercio, el porteador responde hasta de la culpa leve, por tener un
interés manifiesto en el contrato, como en todos los contratos sinalagmáticos o
bilaterales.

La ley se preocupa minuciosamente de reglamentar todas las circunstancias relativas


a esta responsabilidad, como de las causas que la hacen nacer, las que lo eximen de
ella, su prueba, sus consecuencias, etc., y entre las reglas que prevé existen muchas
normas diferentes a las del derecho común.

Las causales que hacen nacer la responsabilidad del porteador corresponden


concordantemente con el cumplimiento de las obligaciones que el porteador contrae.

Por consiguiente, el porteador responde:


a) si no recibe la carga en la forma establecida en el art. 191, pues el inciso segundo
de dicha disposición legal establece que la violación de cualquiera de estos deberes
"impone al porteador la responsabilidad de los daños causados al cargador".

b) si se pierde la mercadería, lo que se presume si el porteador no la entrega, pérdida


que, además, se presume que ha ocurrido por su culpa, en conformidad con el inciso
segundo del art. 207 del Código de Comercio;

c) si la mercadería sufre averías, es decir, daños materiales, que también se reputan


ocurridos por su culpa, y

d) si existe retardo en la entrega, es decir, si no se hizo el transporte en los plazos


convenidos, legales o usuales.

De acuerdo al art. 200, la responsabilidad del porteador principia desde el momento


en que las mercaderías quedan a su disposición o a la de sus dependientes, y concluye
con la entrega hecha a satisfacción del consignatario.

Ocurriendo diferencias entre el porteador y el consignatario acerca del estado de las


mercaderías deberán nombrar para zanjarlas, judicial o extrajudicialmente, uno o más
peritos que las reconozcan y certifiquen el resultado de la operación.

Si la opinión del o los peritos no pusiere término a la diferencia, las mercaderías serán
depositadas en el lugar que indique el Juzgado de Comercio y los interesados "usarán
de su derecho como mejor les convenga" (art. 208).

685. Eximentes legales de responsabilidad

A pesar de las presunciones de responsabilidad que señala la ley y que afectan al


porteador, puede éste alegar algunas razones que le liberen de ella. Tales causales son:

1. Caso fortuito o fuerza mayor, según lo dispone el art. 184 del Código de Comercio 10.
Pero el porteador responderá si por su hecho o culpa se producen las condiciones en
las que adviene el caso fortuito; cuando no se preocupa de limitar o atenuar los efectos
del daño, o por no ser diligente en la conducción o conservación de la carga. Así lo
dispone el art. 184, números 1, 2 y 3 del Código de Comercio.

2. Vicio propio. De acuerdo con el art. 552 del Código de Comercio, se entiende por
vicio propio "el germen de destrucción o deterioro que llevan en sí las cosas por su
propia naturaleza o destino, aunque se las suponga de la más perfecta calidad en su
especie". A veces responde el cargador si el vicio de la carga causa daños y de los
daños ocasionados por hecho o culpa del pasajero o de su familia o sirvientes, según lo
prescrito en el art. 2018 del Código Civil.

3. Hecho propio del cargador, según el art. 184 del Código de Comercio, cuando, por
ejemplo, se hizo la declaración de la carga en mala forma, situación regulada en los arts.
185 y 186 del Código de Comercio.

En cuanto a la prueba de la responsabilidad, según ya hemos visto, se presume que


la pérdida, avería o retardo ocurren por culpa del porteador conforme al art. 207 del
Código de Comercio.
En consecuencia, el cargador sólo deberá probar la causa jurídica de la
responsabilidad, es decir, el contrato, y la entrega de la carga. Si el porteador pretende
probar el caso fortuito, el cargador, a su vez, deberá probar que el caso fortuito se
produjo por culpa de aquél. El art. 184 del Código de Comercio, que contiene estas
normas, no modifica al efecto las reglas generales del Código Civil, en particular, lo
señalado en el art. 1698 de este último Código.

686. Consecuencias de la responsabilidad

Tratándose de la pérdida de las mercaderías que se transportan bajo responsabilidad


del porteador, el Código de Comercio chileno, al igual que el español, alemán y
argentino, elimina estas formalidades, y consigna reglas destinadas a aligerar la
estimación de la pérdida y el monto de la indemnización. Su idea se basa en que, por
regla general, las mercaderías son transportadas por comerciantes para ser vendidas
en el punto al cual van destinadas, y esta reflexión, como lo veremos, elimina las
discusiones sobre los perjuicios que el cargador o su consignatario aleguen haber
sufrido por la falta de entrega de ella.

En nuestro Código de Comercio, las reglas que rigen la indemnización están


contenidas en los arts. 209 y siguientes y se refieren a las siguientes situaciones:

a) En caso de pérdida, el porteador paga las mercaderías al precio que tengan, a juicio
de peritos, en el día y lugar en que se debió hacer la entrega. La estimación se hace
según la carta de porte;

b) En caso de pérdida total, que lo es si la carga queda inútil para su venta y consumo,
se aplican las reglas que señala el art. 210 del Código de Comercio, es decir, en este
caso se abandonan dichas mercaderías inutilizadas en poder del porteador, con el
objeto de cobrar íntegramente su valor. Es éste un caso de dejación;

c) En caso de avería parcial, sólo se cobra el importe de los daños o menoscabo y si


se hallan piezas intactas, el cargador o consignatario debe recibirlas, salvo si forman
parte de un conjunto o juego, y

d) En caso de retardo, situación regulada por el art. 206, si se ha estipulado una


cláusula penal, se pagará ésta por la sola demora y, además, podrá acreditarse el
perjuicio causado directa e inmediatamente por el retardo, debiendo pagarse ambas
cosas.

Si no hay cláusula penal, se deberá probar el perjuicio en conformidad a las reglas


generales, lo que se debe a la imposibilidad en que se encontró el legislador de poder
apreciar exactamente el monto del perjuicio que pudiera haberse ocasionado con ese
retraso.

Finalmente, es necesario advertir que todas las acciones de cobro de la indemnización


pueden ser ejercitadas tanto por el cargador como por el consignatario.

687. Causales de extinción de la responsabilidad

De conformidad con el art. 214 del Código de Comercio, se produce la caducidad de


las acciones derivadas de las pérdidas, desfalcos y averías en la carga, por las
siguientes circunstancias:
1º Por la recepción de las mercaderías y el pago del porte y gastos, salvo que
cualquiera de éstos fuere ejecutado bajo la competente reserva.

El canje del original de las cartas de porte prueba la recepción de las mercaderías y
el pago del porte y de los gastos;

2º Si el consignatario recibiere los bultos que presenten señales exteriores de faltas o


averías y no protestare en el acto usar de su derecho;

3º Si notándose sustracción o daño al tiempo de abrir los bultos, el consignatario no


hiciera reclamación alguna dentro de las 24 horas siguientes a la recepción, y

4º Por la prescripción de seis meses en las expediciones realizadas dentro de la


República, y de un año en las dirigidas a territorio extranjero.

En caso de pérdida, la prescripción principiará a correr desde el día en que debió ser
cumplida la conducción, y en el caso de avería, desde la fecha de entrega de las
mercaderías11.

La caducidad y prescripción a que se refiere la disposición anterior, no afectan a las


acciones derivadas del retardo en la entrega, las que prescriben en la forma ordinaria,
es decir, en cuatro años, de acuerdo con el art. 822 del Código de Comercio.

688. Cláusulas eximentes de responsabilidad del porteador

Se denominan cláusulas eximentes de responsabilidad del porteador las


convenciones mediante las cuales se estipula que éste no responderá de las pérdidas
ocasionadas al cargador y/o consignatario, como consecuencia de la pérdida o daño
que sufran las personas o mercaderías transportadas o por el retardo en la entrega de
estas últimas.

La existencia de una cláusula semejante parece extraordinaria, sobre todo, cuando


su intención sería envolver la exención de la culpa o dolo del porteador.

La validez de estas cláusulas no fue admitida en Francia sino hasta 1874, puesto que
hasta esa fecha se sustentaba la tesis de su completa ineficacia, propiciada por
tratadistas como Aubry y Rau, Pardessus y Desjardins.

A partir de entonces, esta tesis jurisprudencial y doctrinaria comenzó a abandonarse,


y los tratadistas franceses le atribuyeron solamente el efecto de invertir el peso de la
prueba; de modo que si el cargador o el pasajero acreditaban sus pérdidas, el porteador
estaba obligado a indemnizarlas.

Desde 1905, por una modificación introducida al art. 103 del Código de Comercio
francés, la legislación y jurisprudencia francesa consideró nulas las cláusulas eximentes
de responsabilidad del porteador por pérdidas y averías en las mercaderías, no así las
destinadas a exonerarlo de su responsabilidad por retardo en la entrega de las mismas
ni las que tienden a limitar su responsabilidad, a las cuales se les reconoció plena
validez. Universalmente, la doctrina fue evolucionando hasta admitir valor a estas
cláusulas, dentro de ciertos márgenes, invirtiendo el peso de la prueba de los perjuicios
o concibiendo la teoría de la responsabilidad objetiva y tasada.
Por nuestra parte, creemos que es posible sustentar la validez de las cláusulas
eximentes de responsabilidad que, por lo general, van insertas en cartas de porte o
billetes de pasaje por las empresas porteadoras, o se conviene expresamente en ellas
al celebrarse el contrato. La base de la argumentación se encuentra en el art. 12 del
Código Civil, el cual establece que pueden renunciarse los derechos conferidos por las
leyes, con tal que sólo miren el interés individual del renunciante y siempre que no esté
prohibida su renuncia. En estas cláusulas eximentes de responsabilidad no hay
derechos de terceros comprometidos ni tampoco la ley ha prohibido expresamente la
renuncia al derecho de indemnización. Además, si tomamos en cuenta lo dispuesto en
los arts. 1547 y 1558, 1465, 1545 y 2015 del Código Civil, y especialmente lo dispuesto
en el art. 229 del Código de Comercio —relativo a la validez de las cláusulas limitativas—
, arribamos a la conclusión de que su valor no es otro que el de invertir el peso de la
prueba, debiendo los pasajeros y cargadores acreditar las pérdidas que hubieren
sufrido.

En todo caso, a través de un pacto sólo podría eximirse de responsabilidad contractual


que no constituya dolo o culpa grave —invirtiendo el peso de la prueba— y no resulta
admisible un pacto que permitiera liberarse de la responsabilidad delictual o
cuasidelictual, ni tampoco de aquel tipo de responsabilidades, como la inejecución del
transporte o falta de entrega, cuya eximición constituiría la desnaturalización o
desfiguración de la esencia misma del contrato de transporte.

689. Cláusulas limitativas de responsabilidad

Son cláusulas limitativas de responsabilidad las convenciones pactadas por las partes
en el contrato de transporte, mediante las cuales ellas acuerdan que la responsabilidad
del porteador se circunscriba a determinadas causales o perjuicios, o hasta la
concurrencia de una determinada suma de dinero.

Nuestra legislación reconoce validez a estas cláusulas, con características especiales


si se trata de transportes efectuados por empresarios públicos, y esta validez emana de
las mismas disposiciones que se refieren a las cláusulas eximentes de responsabilidad,
por lo que todo lo dicho anteriormente para ellas rige para esta clase de cláusulas
limitativas.

A ello se refiere el art. 229:

"...los billetes impresos que entregan los empresarios con cláusulas limitativas de su
responsabilidad a una determinada cantidad, no los eximen de indemnizar a los pasajeros
y cargadores, con arreglo a los artículos precedentes, las pérdidas que justificaren haber
sufrido".

Como indicamos en el número anterior, a pesar de las cláusulas eximentes de


responsabilidad y de las limitativas, de acuerdo a nuestra legislación se responde de los
daños y perjuicios ocasionados por dolo o culpa grave de la persona en cuyo favor se
han estipulado dichas cláusulas, en razón de que la ley prohíbe la condonación de la
culpa grave o dolo del propio contratante.

690. Privilegios de las partes

El cargador goza en el transporte de un privilegio que, por regla general, no existe en


el Derecho Civil y que consiste en el de pagarse de las indemnizaciones que se le deban
con el valor de los vehículos, carruajes, barcas, implementos, instrumentos y demás
accesorios del transporte. Es un privilegio especial, que se ejerce sólo sobre estos
bienes y que es de segunda clase.

En cuanto al porteador, el número segundo del art. 2474 del Código Civil, le reconoce
privilegios sobre los objetos del cargador que tenga en su poder, privilegio que se pierde
cuando se desprende de esos objetos. La situación es distinta en el Código de
Comercio, puesto que el art. 212 no exige el requisito de que el porteador conserve los
objetos del cargador en su poder, con el fin de que aquél no retarde maliciosamente la
entrega. Pero este privilegio dura tres días si las mercaderías pasaron a otro poder por
un título legal, y sólo un mes si dentro de él el porteador no hubiere usado su derecho,
contado desde la fecha de la entrega. Este privilegio también es de segunda clase y
comprende el importe de los gastos y las indemnizaciones correspondientes.

691. Obligaciones y derechos del consignatario

El consignatario es un tercero que no forma parte del contrato originariamente, pero


para quien pueden nacer derechos y obligaciones en virtud del mismo, cuando media
su aceptación.

1. Derecho a reclamar la entrega: Tiene derecho a reclamar la entrega de las


mercaderías transportadas y hacer efectiva la responsabilidad del porteador por la
pérdida, averías o retraso en la entrega de ellas.

2. En cuanto a sus obligaciones, según expresa el art. 216 del Código de Comercio,
con las modificaciones introducidas por la ley Nº 19.755 de fecha 27 de septiembre de
2001, fuera de las que son correlativas a los derechos del porteador, el consignatario
tiene las siguientes:

2.1. Otorgar recibo de las mercaderías: En la carta de porte, debe otorgar recibo de
las mercaderías que el porteador le entregare, con indicación del lugar y fecha de la
entrega y del nombre del consignatario o de quien reciba por su cuenta, aunque dichas
menciones fueran distintas de las que constan en la carta de porte.

La ley presume que la persona que recibe, en nombre del consignatario, la mercadería
en el recinto indicado para ello en la carta de porte, lo representa.

A su vez, ha establecido que la carta de porte en que conste el recibo de la mercadería


será transferible por endoso, constituyéndose el endosante en codeudor solidario del
pago del valor que se establece en el documento. El endoso deberá contener el nombre,
apellidos y domicilio del endosante y endosatario y la firma del endosante, y se
perfeccionará por la entrega de la carta de porte.

2.2. En segundo lugar, el consignatario es obligado a pagar el porte y los gastos


inmediatamente de vencido el término que señala el art. 211.

Esta última obligación no rige en los casos que, como acontece ordinariamente, las
mercaderías viajan con porte pagado por el cargador al comenzar la conducción.

Sin embargo, la regla legal se pone en el caso de que el pago sea exigible después
de prestado el servicio y, en esta situación, el art. 211 del Código de Comercio establece
que pasadas 24 horas desde la entrega de las mercaderías, el porteador puede cobrar
el porte convenido y las expensas que hubiere hecho para la conservación de ellas.
No obteniendo el pago, podrá solicitar el depósito y venta en martillo de las
mercaderías que considere suficientes para cubrirse de su crédito.

Las acciones señaladas se sustanciarán de acuerdo con el procedimiento sumario,


sin que sea aplicable el artículo 681 del Código de Procedimiento Civil.

Agrega el art. 211 que constituirá título ejecutivo en contra de los obligados, la carta
de porte en la que conste el recibo de la mercadería que ordena el número 1 del artículo
216, cuando, puesto en su conocimiento por notificación judicial, no alegaren en ese
mismo acto, o dentro de tercero día, que el documento ha sido falsificado materialmente,
o cuando opuesta la tacha, ésta fuere rechazada por resolución judicial. Esta
impugnación se tramitará como incidente y en contra de la resolución que la deniegue
no procederá recurso alguno.

El recibo debe indicar las mercaderías entregadas, con indicación del recinto y fecha
de la entrega y del nombre y apellidos del consignatario o de quien recibe a su nombre.

Por último, el art. 211 expresa que el que maliciosamente impugnare de falsedad el
referido documento y tal impugnación fuere rechazada en el incidente respectivo,
incurrirá en la pena de presidio menor en su grado mínimo.

692. Transporte con empresarios públicos

El art. 172 del Código de Comercio establece en su inciso tercero que son
empresarios públicos los que tienen anunciado y abierto al público un establecimiento
de conducciones y las ejecutan en los períodos, por el precio y las condiciones que
prefijan sus anuncios.

Algunos de estos empresarios tienen el carácter de servicios públicos (Ferrocarriles,


Metro) y otros son servicios prestados por empresas privadas.

En todo caso, el art. 219, atendida la función pública que cumplen, establece que los
empresarios públicos de transporte "están sujetos no sólo a las disposiciones del
presente título, sino también a los reglamentos que se dicten para el ejercicio de su
industria".

Los empresarios públicos de transporte están obligados, además de llevar los libros
de comercio que prescribe la ley en su calidad de comerciantes, a cumplir con las
siguientes obligaciones:

1. Llevar un registro en el que se asienten por orden progresivo de números, el dinero,


efectos, cofres, valijas y paquetes que conduzcan;

2. A dar a los pasajeros billetes de asientos y otorgar recibos o conocimientos de los


objetos que se obligan a conducir;

3. A "emprender y concluir sus viajes en los días y horas que fijaren sus anuncios, aun
cuando no estén tomados todos los asientos, ni tengan los efectos necesarios para
completar la carga" (art. 222).

Por su parte, el art. 223 preceptúa que los empresarios deben hacer los asientos en
sus registros sin necesidad de requerimiento de parte del viajero o cargador y aun
cuando éste oponga resistencia a ello.
693. El contrato de pasaje

Se denomina contrato de pasaje al transporte de personas. Las disposiciones legales


que regulan este contrato en los títulos del Código Civil y del Código de Comercio son
sumamente escasas y deficientes, de manera que nos limitaremos a enunciarlas
someramente.

Refiriéndose a la responsabilidad del cargador o pasajero, el art. 2018 del Código Civil
prescribe que el que ha contratado con el porteador el transporte de una persona o
carga, es obligado a pagar el precio o flete del transporte y el resarcimiento de daños
ocasionados por hecho o culpa del pasajero o de su familia o sirvientes o por el vicio de
la cosa.

El art. 2015 del mismo Código, queriendo proteger la seguridad del pasajero, prescribe
que el acarreador es responsable del daño o perjuicio que sobrevenga a la persona por
la mala calidad del carruaje, barco o navío en que se verifica el transporte, y agrega que
esta responsabilidad tendrá lugar no sólo por su propio hecho, sino por el de sus agentes
o sirvientes.

La jurisprudencia se ha pronunciado al respecto señalando que "establecido que el


demandante viajaba como pasajero en un vehículo del porteador y que durante el viaje
sufrió daños a consecuencia de un accidente, el porteador debe destruir la presunción
de culpabilidad que obra en su contra, probando que el accidente sobrevino sin su
culpa".

El art. 2019 sanciona al pasajero que dejare de presentarse en el debido tiempo, con
el pago de la mitad del precio o flete, en tanto que el art. 2020 dispone que la muerte
del acarreador o pasajero no pone fin al contrato, transmitiéndose las obligaciones
respectivas a los herederos.

Refiriéndose al equipaje que porten consigo los pasajeros, el Código de Comercio


prescribe que cualquiera que sea el contenido de los paquetes, cofres o cajones que
lleve, el pasajero o cargador estará obligado a declararlos a requerimiento verbal del
empresario, sus agentes o factores (art. 224).

Agrega que los pasajeros no están obligados a hacer registrar los sacos de dormir,
valijas o maletas que según la costumbre no pagan porte, pero si se entregaren a los
conductores en el momento de la partida, los empresarios quedan obligados a su
restitución (art. 225).

Como complemento de lo anterior, el art. 226 dispone que en caso de pérdida de los
objetos entregados a los empresarios, a sus agentes o factores, el pasajero o cargador
deberá acreditar su entrega e importe. Si la prueba "fuere imposible o insuficiente para
fijar el valor de los objetos perdidos", el Código de Comercio, en su art. 227, mantiene
la prueba del juramento deferido del pasajero o cargador acerca de este solo punto,
materia esta que, como es sabido, constituye un anacronismo, ya que este medio de
prueba ha sido eliminado de nuestra legislación, de suerte que la disposición es
inaplicable.

El art. 228 establece, por su parte, que los empresarios no serán responsables del
dinero, alhajas, documentos o efectos de gran valor que contengan los cofres, paquetes
o cajones transportados, si al tiempo de la entrega los pasajeros o cargadores no
hubieren declarado su contenido.
Los arts. 213 y 230 establecen un sistema para disponer de los objetos no
reclamados, que el porteador debe poner a disposición del Juzgado de Comercio (203),
y si dentro de los seis meses siguientes a la terminación del viaje no aparecieren
pasajeros o consignatarios que los reclamen, el juzgado dará aviso de la existencia de
los efectos depositados al Intendente para que los mande vender en martillo, y ponga
su producto líquido en las arcas fiscales por cuenta de quien corresponda reclamarlos.

En cuanto a las cláusulas limitativas o eximentes de responsabilidad para el porteador,


nos remitimos a lo ya señalado. Sólo cabe agregar aquí que, en atención a que se trata
del transporte de personas, la limitación debe referirse a la pérdida de objetos o valores
del pasajero o cargador, mas no así a su vida o seguridad personal.

Por último, la existencia de estas cláusulas, que limitan la responsabilidad del


porteador a determinadas cantidades, no significa que si el pasajero o cargador acredita
haber sufrido una de mayor cuantía, el porteador quede liberado de indemnizarla. Se
trata, como en otra parte hemos dicho, de una inversión de la carga de la prueba.
Capítulo XLII El contrato de transporte aéreo

694. Generalidades

En nuestro país, el contrato de transporte aéreo se encuentra regulado en el Capítulo


V del Título VIII, y en el Título IX, que se refiere a la responsabilidad aeronáutica en el
transporte aéreo (Capítulo I), por daños a terceros en la superficie (Capítulo II), por
abordaje aéreo (Capítulo III) y por daños causados a terceros en caso de abordaje aéreo
(Capítulo IV). En el Capítulo V del mismo Título, contiene disposiciones generales sobre
todas las especies de responsabilidad.

695. a) Del contrato de transporte aéreo en particular

El Código Aeronáutico define el contrato de transporte aéreo como "aquel en virtud


del cual una persona, denominada transportador, se obliga por cierto precio, a conducir
de un lugar a otro, por vía aérea, pasajeros o cosas ajenas y a entregar éstas a quienes
vayan consignadas".

Al que hemos conocido como porteador en el transporte terrestre aquí se le denomina


transportador, en tanto que se mantienen los apelativos de cargador y de consignatario
en los contratos de transporte de carga.

Cabe observar que en el transporte aéreo no se distingue el transporte de cosas, que


propiamente hemos llamado contrato de transporte, y el transporte de personas, que
hemos conocido como contrato de pasaje, sino que hace otra clasificación, distinguiendo
y proporcionando normas específicas para el transporte de pasajeros y su equipaje, en
los artículos 131 a 136, y para el transporte de mercaderías, en los artículos 137 a 141
inclusive.

Previamente, sienta los siguientes principios comunes:

a) En primer lugar, en el artículo 127, indica que el transportador es obligado a


efectuar el transporte en la fecha, horario y demás condiciones estipuladas, salvo su
derecho a suspender, retrasar y cancelar el vuelo o modificar sus condiciones por
razones de seguridad o fuerza mayor sobrevinientes, como fenómenos meteorológicos,
conflictos armados, disturbios civiles o amenazas contra la aeronave, caso en el cual,
además, cualquiera de los contratantes podrá dejar sin efecto el contrato soportando
cada uno sus propias pérdidas.

b) En segundo término, cuando las partes hayan considerado el transporte respectivo,


como una sola operación, que se considera transporte único, aunque haya de efectuarse
por varios transportadores tanto si se ha formalizado por un solo contrato, como por una
serie de ellos (art. 128).

No obstante, cada transportador se considerará como una parte y, por lo tanto, será
responsable, si en el contrato se hace referencia al tramo del transporte que se efectúe
bajo su control.

Hace excepción a esta regla, el transporte de equipaje registrado o de mercaderías,


puesto que, salvo pacto en contrario, el usuario puede recurrir contra cualquiera de los
transportadores que hubiere tomado parte en la ejecución del transporte, los que serán
solidariamente responsables.

c) El transportador podrá efectuar el transporte aéreo de mercaderías en todo o en


parte con otros porteadores, sujeto a las siguientes condiciones:

1. Las órdenes relativas al derecho de disposición sobre la carga que tiene el


porteador sólo pueden dirigirse contra el transportador con el cual haya celebrado el
contrato;

2. Las renuncias de derechos, declaraciones especiales de valor u otras obligaciones


adicionales asumidas por el transportador contractual con el usuario, que no emanen de
la naturaleza del contrato, no serán oponibles al transportador efectivo, salvo su
consentimiento expreso;

3. Sin perjuicio del derecho a repetir contra el transportador a cargo del tramo en que
se produjo el daño, todos los transportadores serán solidariamente responsables de las
indemnizaciones respectivas;

4. En caso de pérdida o daños, el artículo 153 exige al perjudicado efectuar una


protesta, la que en este caso podrá ser dirigida en contra de cualquiera de los
transportadores;

d) En caso de transporte combinado efectuado en parte por el aire y en parte por


cualquier otro medio de transporte, llamado también transporte multimodal, las normas
del Código Aeronáutico se aplican solamente al transporte aéreo, lo que revela su
particularismo.

696. b) Transporte de pasajeros y su equipaje

El Código Aeronáutico proporciona, a continuación, normas especiales en relación al


transporte de pasajeros y de su equipaje.

En primer lugar, exige al transportador emitir un billete de pasaje, que deberá contener
a lo menos las siguientes indicaciones:

a) Lugar y fecha de expedición;

b) Nombre del pasajero y del transportador o transportadores;

c) Puntos de partida y destino, y

d) Precio y clase del pasaje.

El billete de pasaje no constituye solemnidad del acto, sino simple medio para facilitar
la prueba de la celebración y condiciones del contrato de transporte. Así lo dice el art.
131, que expresamente señala que "la falta, irregularidades o pérdidas del billete no
afectarán a la existencia ni a la validez del contrato".

En segundo término, establece que el transportador es obligado a efectuar el


transporte de los pasajeros que se hubieren presentado oportunamente y cuyo boleto
de pasaje estuviere previamente confirmado en un determinado vuelo. Si no lo hace
estará obligado a las prestaciones que establecerá el reglamento, sin perjuicio del
derecho del pasajero a interponer en su contra las acciones correspondientes, a menos
que exista una causa que lo exima de responsabilidad.

Sin embargo, el transportador puede rehusarse o condicionar el transporte de


aquellos pasajeros cuyo estado o condición constituyere un peligro para la seguridad,
higiene o buen orden a bordo de la aeronave, o cuando requieran de un cuidado especial
durante el viaje.

Si el viaje ya iniciado se interrumpiere o suspendiere por cualquier causa que no lo


exima de responsabilidad, el transportador estará obligado a proporcionar mantención
y hospedaje a los pasajeros, y ofrecerles, a elección de ellos, a su opción, el reembolso
proporcional del trayecto no realizado, la continuación del viaje, una vez que la causa
de la demora se subsane, la reanudación del viaje con otro transportador en las mismas
condiciones estipuladas o el retorno al punto de partida, con reembolso del precio del
pasaje (art. 133).

El transportador está obligado a conducir con el pasajero, y sin derecho a aumento


de precio, el equipaje de éste, registrado y de mano, dentro de los límites de peso y
volumen fijados en el contrato. El exceso de equipaje será objeto de pacto especial.

El transportador está obligado a expedir y entregar al pasajero un talón o recibo por


el equipaje que transporte, excepto el de mano, el cual debe contener la mención de los
puntos de partida y de destino, la cantidad de bultos y el valor declarado si lo hay.
Podrán, también, otorgarse tantos talones o recibos como bultos se transporten.

Si el recibo está combinado con el billete de pasaje, sólo se requerirá la mención de


la cantidad de bultos, pero la declaración de valor, en su caso, deberá ir en documento
separado.

El talón de equipaje tampoco constituye solemnidad del acto, sino simple medio para
facilitar la prueba del mismo, por lo que su ausencia, irregularidad o pérdida no afectan
a la existencia ni validez del contrato.

La restitución del equipaje al término del vuelo se hará contra la presentación del talón,
cualquiera que fuere la persona que lo exhiba.

A falta de talón, el transportador podrá exigir la identificación de quien solicite la


restitución del equipaje y diferir su entrega hasta que ella haya sido establecida
suficientemente.

697. c) Responsabilidad en el transporte aéreo. Normas generales

El Código Aeronáutico establece como regla general que el transportador es obligado


a indemnizar los daños causados con motivo u ocasión del transporte en la forma y
límites establecidos en él.

Tratándose de muerte o lesiones causadas a los pasajeros durante su permanencia


a bordo de la aeronave o durante la operación de embarque o desembarque, el
transportador estará obligado a indemnizar todas aquellas que ocurran desde la
operación de embarque, que se extiende desde el momento que el pasajero, bajo las
instrucciones del transportador, ingresa a la plataforma de estacionamiento de la
aeronave y hasta que la aborda; y el desembarque, que se extiende desde que el
pasajero del mismo modo, abandona la aeronave y sale de la plataforma de
estacionamiento de la nave.
La indemnización en este tipo de accidentes estará limitada a una suma que no
excederá de 4.000 UF por muerte o lesión de cada pasajero, sin perjuicio de que podrá
estipularse una suma superior a la señalada.

El art. 145 presume como pasajero a toda persona que al momento del accidente se
encontrare a bordo de la aeronave.

El transportador sólo podrá liberarse de la obligación señalada si el daño producido


se debe al estado de salud del pasajero, si la víctima del daño fue quien lo causó o
contribuyó a causarlo, o si el daño es consecuencia de un delito del que no sea autor
un tripulante o dependiente del transportador o explotador.

En segundo término, el Código Aeronáutico regula la responsabilidad por retardo en


la ejecución del transporte de pasajeros, situación en la cual la indemnización no
excederá de 250 UF por cada uno de ellos. Sin embargo, no procederá esta
indemnización si el transportador probare que adoptó las medidas necesarias para evitar
el hecho causante del retardo, o que le fue imposible adoptarlas.

Acto seguido, el Código regula la responsabilidad por destrucción, pérdida o avería


del equipaje, que se produjere durante el transporte aéreo de éste, o el retardo en su
transporte, que serán indemnizados por una cantidad equivalente a 40 UF por cada
pasajero.

En el art. 149, el Código regula la responsabilidad por la destrucción o la pérdida de


mercadería que se produjere durante el transporte aéreo de ella o por el retardo en su
transporte, estableciendo como límite de indemnización una cantidad que no exceda de
una unidad de fomento por kilogramo de peso bruto de la carga.

El transportador sólo podrá liberarse de su responsabilidad en el transporte de


mercaderías si el daño derivare de la naturaleza o del vicio propio de las mismas; si el
daño proviniere del embalaje defectuoso de ellas realizado por quien no sea el
transportador o sus dependientes, o si el daño derivare de un acto de la autoridad
pública efectuado en relación con la entrada, salida o tránsito de las mercaderías.

Tratándose de retardo en el transporte del equipaje o mercadería, el transportador


podrá liberarse de responsabilidad si probare que adoptó las medidas necesarias para
evitar el hecho causante del retardo, o que le fue imposible adoptarlas.

Pero en ningún caso podrá eximirse de responsabilidad por la destrucción, pérdida o


avería del equipaje.

Para todos los efectos de la responsabilidad del transportador, el transporte aéreo


comprende el período durante el cual los equipajes o las mercaderías permanecen bajo
el cuidado del transportador, en un aeródromo, a bordo de una aeronave o en otro lugar
cualquiera en el evento de un aterrizaje fuera de un aeródromo.

Quedan expresamente exentos de las normas a que este Código se refiere, los
transportes marítimos, terrestres o fluviales efectuados fuera de un aeródromo. Sin
embargo, cuando algunos de estos transportes se efectuaren en ejecución de un
contrato aéreo a fin de proceder a la carga, entrega o transbordo, se presumirá que los
daños producidos han sido causados durante el transporte aéreo.

El Código permite a las partes que convengan, mediante el pago de un precio


adicional, que el transportador responda más allá de los límites de responsabilidad
legalmente establecidos, hasta el valor real de los equipajes o mercaderías
transportados, según declaración hecha por el pasajero o cargador.

En caso de no existir acuerdo, el transportador responderá del valor total declarado


sólo en el caso de culpa o dolo de su parte, disposición ambigua insertada como inciso
segundo del art. 150, y que no permite establecer a ciencia cierta si en todo caso de
culpa o dolo de parte del transportador, en la pérdida de equipajes o mercaderías
transportadas, lo hará responsable del valor total declarado o sólo en el evento de que
el cargador haya intentado negociar el convenio a que se refiere el inciso primero de
dicha disposición legal, no surgiendo acuerdo definitivo entre las partes al respecto.

En todo caso, el inciso tercero del art. 150 establece que el transportador podrá probar
que el valor declarado era superior al real en el momento de la entrega.

El art. 153 del Código, como en otra parte ya hemos dicho, exige al consignatario o
pasajero según el caso, formular protesta al transportador, inmediatamente después de
haber sido notadas las faltas o averías, o dentro de 7 días para los equipajes y de 14
días para las mercaderías, a contar de la fecha de recepción.

Si se trata de daños por retraso, la protesta deberá hacerse dentro de los 21 días a
contar de la fecha en que el equipaje haya sido puesto a disposición del consignatario.

La circunstancia de que no se haga efectiva la protesta oportunamente extingue la


responsabilidad del transportador.

La protesta deberá hacerse mediante reserva estampada en el talón de equipaje o en


la carta de porte, o mediante un escrito presentado dentro de los plazos legales.

La falta de protesta es irremediable, puesto que serán inadmisibles las acciones que
se interpongan contra el transportador, salvo las que provengan de su propio dolo.

Es más, la recepción del equipaje y mercaderías transportadas y el pago del porte en


su caso, sin protesta, hacen presumir que las cosas porteadas han sido entregadas en
buen estado.

El simple canje de los originales de las cartas de porte prueba la recepción de las
mercaderías y el pago del porte.

La última de las normas generales sobre responsabilidad está contenida en el art.


154, que establece que la indemnización pagada por el transportador por daños
ocurridos en el transporte sucesivo, en un tramo que no ha sido posible determinar, será
soportada conjuntamente por todos los transportadores en proporción al trayecto
ejecutado por cada uno y acrecerá, en su caso, la cuota del insolvente a la de los demás,
en la misma proporción.

Según el art. 170, será causal para eximir o atenuar la responsabilidad el hecho de
que la víctima del daño fue quien lo causó, contribuyó a causarlo o se expuso a él
imprudentemente.

El transportador y el explotador serán responsables tanto de sus hechos propios,


como de los ejecutados por sus dependientes durante el ejercicio de sus funciones.
Asimismo, en todo caso, el afectado por el daño podrá demandar una indemnización
superior a los límites señalados en el Código si probare dolo o culpa del transportador,
del explotador o de sus dependientes, cuando éstos actuaren durante el ejercicio de sus
funciones.

El Código Aeronáutico establece, asimismo, que cualquier estipulación en contrario


para fijar límites de indemnización inferiores a los establecidos en él, se tendrá por no
escrita.

Si se interpusiere acción directa en contra de un dependiente del transportador o del


explotador, aquél podrá ampararse en los límites de responsabilidad establecidos en
favor de estos últimos, probando que actuaba en el ejercicio de sus funciones, salvo que
haya mediado dolo o culpa de su parte.

Si dos o más personas fueran responsables de las obligaciones que impone este
título, cada una de ellas estará solidariamente obligada al pago total de la
indemnización.

Lo mismo ocurre si el explotador fuere persona distinta del transportador.

Por último, el art. 175 dispone que las acciones establecidas para perseguir la
responsabilidad por el transporte aéreo prescribirán en el plazo de un año contado
desde el día de los hechos, desde el día en que la aeronave llegó a su destino o desde
que el transporte fue interrumpido, según el caso que sea aplicable dado el hecho
constitutivo de la responsabilidad que se alegue.

698. Derechos del pasajero. Nuevas normas introducidas al Código Aeronáutico

La ley Nº 20.831 modificó el Código Aeronáutico, para proteger los derechos de los
pasajeros y usuarios del transporte aéreo (arts. 17 a 133 c).

Las nuevas normas son las siguientes:

1) El transportador deberá informar a cada pasajero los derechos que le asisten en


los casos de cancelación, retraso del vuelo o denegación de embarque, de acuerdo con
las condiciones previstas en el Código.

2) El transportador dará al pasajero un billete de pasaje, que deberá contener, a lo


menos, las siguientes indicaciones:

a) Lugar y fecha de expedición.

b) Nombre del pasajero y del transportador o transportadores.

c) Puntos de partida y de destino, precio y clase del pasaje.

d) La explicitación clara de las condiciones, restricciones y limitaciones a que está


sujeto y de todos los derechos contemplados en el presente capítulo.

El transportador podrá expedir el billete de pasaje por cualquier medio, siempre y


cuando éste permita cumplir con lo señalado anteriormente.
El billete de pasaje hace fe de la celebración y de las condiciones del contrato de
transporte. La falta, irregularidades o pérdida del billete no afectarán la existencia ni la
validez del contrato.

Con todo, el transportador estará obligado a tener a disposición de los pasajeros


folletos informativos con especificación de sus derechos, en un lugar visible de sus
oficinas de venta de pasajes y en los mostradores de los aeropuertos.

3) El transportador puede rehusar o condicionar el transporte de aquellos pasajeros


cuyo estado o condición constituyere un peligro para la seguridad, higiene o buen orden
a bordo, o cuando requirieren atención o cuidado especial durante el viaje.

4) En el evento que el transportador prevea que tendrá que denegar el embarque de


uno o más pasajeros por sobreventa, los cuales se hubieren presentado oportunamente
y cuyo billete de pasaje estuviere previamente confirmado en un vuelo determinado,
deberá pedir en primer lugar que se presenten voluntarios que renuncien a sus reservas,
a cambio de determinadas prestaciones y reparaciones que se acuerden entre los
voluntarios y el transportador. Si el número de voluntarios es insuficiente para que los
restantes pasajeros con billetes confirmados puedan ser embarcados en el respectivo
vuelo, el transportador podrá denegar el embarque a uno o más pasajeros contra su
voluntad, para lo cual deberá, a elección del pasajero:

a) Embarcar en el siguiente vuelo que tenga disponible el transportador, o en un


transporte alternativo, si es que decidiera persistir en el contrato de transporte aéreo;

b) El reembolso del monto total pagado por el billete, si el pasajero se desiste del
contrato de transporte aéreo y éste no hubiera comenzado su ejecución, o

c) Si ya se hubiera iniciado la ejecución de un viaje con escala y/o conexión, el


transportador deberá ofrecer, a elección del pasajero, cualesquiera de las siguientes
opciones:

i. Embarque en el siguiente vuelo que tenga disponible el transportador, o en un


transporte alternativo, si es que decidiera persistir en el contrato de transporte aéreo.

ii. Reembolso de la porción no utilizada.

iii. Retorno al punto de partida, con reembolso del precio del pasaje.

Sin perjuicio de lo anterior, el transportador deberá ofrecer al pasajero afectado con


la denegación de embarque una suma equivalente a 2 unidades de fomento para vuelos
de menos de 500 kilómetros; 3 unidades de fomento para vuelos de entre 500 y 1.000
kilómetros; 4 unidades de fomento para vuelos de entre 1.000 y 2.500 kilómetros; 10
unidades de fomento para vuelos de entre 2.500 y 4.000 kilómetros; 15 unidades de
fomento para vuelos de entre 4.000 y 8.000 kilómetros, y 20 unidades de fomento para
vuelos de más de 8.000 kilómetros.

El pasajero que acepte dichas compensaciones no podrá con posterioridad ejercer


acciones contra el transportador por el mismo hecho.

Si se embarca al pasajero en el siguiente vuelo que tenga disponible el transportador,


y la diferencia en la hora de salida respecto de la prevista para el vuelo inicialmente
reservado es inferior a tres horas, no procederá compensación alguna.
Se entenderá que un billete de pasaje se encuentra confirmado, con respecto a los
puntos de partida y destino indicados en el mismo, incluyendo puntos intermedios de
conexión o escala, en la medida que conste que la reserva o el billete de pasaje ha sido
aceptado y registrado por el transportista aéreo o por su agente autorizado.

5) De acuerdo al Código, por "viaje con escala y/o conexión" se entiende aquel cuya
llegada al punto de destino contempla un punto de partida y uno o más puntos
intermedios de escala y/o conexión, cuando formen parte de un mismo contrato.

6) Sin perjuicio de otros servicios adicionales que puedan ofrecer los transportistas,
de acuerdo con las circunstancias y la especial condición del pasajero, en caso de
denegación de embarque el transportador deberá embarcar de manera prioritaria a los
niños no acompañados, a personas con discapacidad, a los pasajeros de edad
avanzada o delicados de salud, a embarazadas que, en razón de su estado, requieran
embarcarse prioritariamente y, en general, a los pasajeros que, por razones
humanitarias calificadas por el transportador, deban ser embarcados con preferencia.

7) Si el pasajero decide perseverar en el contrato ante una denegación de embarque,


el transportador estará obligado a las siguientes prestaciones asistenciales:

a) Comunicaciones que el pasajero necesite efectuar, ya sean telefónicas,


electrónicas o de otra naturaleza similar, si es que hubiere una diferencia en la hora de
salida prevista para el vuelo inicialmente reservado superior a tres horas.

b) Comidas y refrigerios necesarios hasta el embarque en el otro vuelo, si es que


hubiere una diferencia en la hora de salida prevista para el vuelo inicialmente reservado
superior a tres horas.

c) Alojamiento para pasajeros con vuelo de retorno y para pasajeros con vuelo de ida
que se les deniega el embarque en un punto de conexión, no residentes en la ciudad,
localidad o área del aeropuerto de salida, en caso de que se les ofrezca un nuevo vuelo
cuya salida sea, como mínimo, al día siguiente de la salida programada en el billete de
pasaje, y siempre que el pasajero deba pernoctar una o varias noches y el tiempo de
espera para embarcar en el otro vuelo así lo requiera. Por "noche" se entenderá desde
la medianoche hasta las 6 horas a.m.

d) Movilización desde el aeropuerto al lugar de residencia del pasajero en la ciudad,


localidad o área del aeropuerto de salida, o al lugar de alojamiento, y viceversa, en caso
que fuere aplicable.

e) Los arreglos y prestaciones que sean necesarias para continuar el viaje, en caso
de que el pasajero pierda un vuelo de conexión con reserva confirmada.

8) En caso de retraso o de cancelación de un vuelo, el pasajero afectado tendrá los


siguientes derechos:

a) Embarcar en el siguiente vuelo que tenga disponible el transportador, o en un


transporte alternativo, si es que decidiera persistir en el contrato de transporte aéreo; ya
sea que el vuelo aún no se hubiere iniciado o se hubiere iniciado y se encuentre en una
escala y/o conexión.

b) Prestaciones asistenciales, conforme a lo dispuesto en el artículo 133 A, siempre


que la causa del retraso o cancelación sea imputable al transportador.
c) Indemnización con arreglo a lo previsto en el artículo 147, si el retraso o la
cancelación se debe a causa imputable al transportador, en conformidad a lo siguiente:

i) Si el retraso fuere superior a tres horas respecto de la hora de salida prevista en el


billete de pasaje o cuatro horas en vuelos que utilicen aeronaves que hayan sido
diseñadas para una capacidad de hasta 29 asientos.

ii) Al momento de la cancelación, salvo que se le informe al pasajero y se le ofrezca


tomar otro vuelo, que le permita salir a su destino con no más de tres horas de retraso
con respecto a la hora de salida prevista o cuatro horas en vuelos que utilicen aeronaves
que hayan sido diseñadas para una capacidad de hasta 29 asientos.

Para los efectos de la comunicación de cancelación, el pasajero, al efectuar la reserva


o compra de su billete de pasaje, informará al transportista, en forma directa o a través
de sus agentes autorizados, sus datos de contacto, tales como dirección, teléfono y
correo electrónico.

d) Reembolso del monto total pagado por el billete o de la porción no utilizada, según
fuere el caso, si el pasajero decide no perseverar en el contrato y han transcurrido los
plazos de la letra c) anterior, sea o no imputable al transportador la causa del retraso o
de la cancelación.

9) En caso de no verificarse el viaje, ya sea por causas imputables al transportador,


al pasajero o por razones de seguridad o de fuerza mayor sobrevinientes, las tasas,
cargas o derechos aeronáuticos que hubiere pagado el pasajero deberán restituirse a
su solo requerimiento en cualquier oficina del transportador aéreo o a través de su sitio
web.

10) El transportador que pague cualquier indemnización o proporcione prestaciones


o asistencia a un pasajero por causas o circunstancias que se deban en todo o parte al
hecho o culpa de un tercero, tendrá siempre el derecho de exigir de tal tercero la
indemnización de los perjuicios que haya sufrido, incluyendo los costos o gastos de tales
compensaciones, prestaciones y asistencias, de acuerdo a las reglas generales del
derecho.

11) En caso de que el transportador acomode a un pasajero en una clase superior a


la que había pagado, y esto se deba a cualquier causa ajena a la voluntad del pasajero,
el transportador no podrá exigir pago suplementario alguno.

12) Las acciones individuales o colectivas destinadas a sancionar las infracciones a


las normas contenidas en este párrafo y a la obtención de las prestaciones, reparaciones
e indemnizaciones que en él se establecen, se tramitarán conforme al procedimiento y
ante los tribunales señalados en el Título IV de la ley Nº 19.496, sobre protección de los
derechos de los consumidores, y para efectos de lo dispuesto en esta ley, será también
competente, a elección del pasajero, el tribunal de su domicilio".
Capítulo XLIII Del fletamento y del contrato de transporte
marítimo

699. Conceptos generales disposiciones comunes

Los contratos para la explotación de las naves son, básicamente, el contrato de


fletamento, el contrato de transporte marítimo, con su variante, el transporte multimodal
de mercaderías, el contrato de pasaje y el remolque, pero este último no será explicado
aquí, atendido a que no tiene directa relación con el transporte de mercaderías o
personas.

En cuanto a la diferenciación entre contrato de fletamento y contrato de transporte


marítimo de mercaderías, el Código de Comercio ha recogido la distinción que la
doctrina moderna ha introducido para reglamentar la materia. Fundamentalmente, se
diferencian ambas categorías en cuanto a las obligaciones que asume el fletante,
armador o transportador.

En el contrato de fletamento, el empresario marítimo se obliga a proporcionar,


mantener y poner a disposición de otro una nave o parte de ella para que otro la use
según lo estipulado. Por el contrario, si se obliga a conducir determinadas mercaderías
por mar de un puerto a otro, mediante el flete correspondiente que se compromete a
pagarle el cargador o usuario, el contrato es de transporte marítimo o transporte de
mercancías por mar.

En otras palabras, en el contrato de fletamento, el empresario marítimo se obliga a


proporcionar un medio: la nave; en cambio, en el contrato de transporte marítimo se
compromete a lograr un resultado, esto es, conducir las mercancías de un lugar a otro
y entregarlas a la persona designada.

A la fecha de la sustitución del Libro III de nuestro Código de Comercio, la separación


tajante entre el fletamento y el contrato de transporte bajo régimen de conocimiento de
embarque, era muy discutida en la abundante doctrina nacional e internacional.

En Chile, el Libro III del Código separa ambos contratos como formas convencionales
distintas de explotación comercial de las naves, inspirándose en la Ley francesa sobre
Fletamentos y Transportes de 1966 y en el Código de Navegación italiano de 1942.

La solución presentada en Francia por el Profesor René Rodiere, fue precursora en


el establecimiento de un régimen obligatorio e imperativo para los contratos que
comportaran la obligación de recibir, transportar y entregar mercancías, mediante un
documento llamado "conocimiento de embarque", y que en doctrina pasó a llamarse
"transporte marítimo de mercaderías bajo régimen de conocimiento de embarque".

La diferenciación entre este contrato y el de fletamento abre camino a un sistema de


normas supletorias de la voluntad de las partes para las diversas gamas de fletamentos,
concebido de esta manera porque se estima que en este contrato, al menos en principio,
ambas partes son igualmente poderosas y libres para ejecutar sus voluntades, lo que
no ocurre en el contrato de transporte marítimo.

Esta diferencia, de fondo, entre el contrato de fletamento y el de transporte marítimo


están precisadas por el Código de Comercio en los arts. 928 y 929, respectivamente.
El art. 928 señala que las condiciones y efectos del fletamento serán establecidas por
las partes en el contrato respectivo, y el art. 929, en cambio, establece que "las normas
sobre el contrato de transporte marítimo serán imperativas para las partes, salvo en los
casos en que la ley expresamente disponga lo contrario".

Sólo en el caso de silencio de las partes en el contrato de fletamento, y como normas


supletorias de la voluntad de las mismas, regirán las normas del contrato de transporte
marítimo designadas en el párrafo tercero del Título V, según prescribe el párrafo final
del ya indicado artículo 928.

Sección Primera
De los fletamentos

700. Normas generales. Las partes del contrato, perfeccionamiento y prueba

Se denomina fletamento al contrato en virtud del cual el armador o naviero pone a


disposición de una persona natural o jurídica una nave armada o desarmada o con
armamento incompleto, por un determinado tiempo, o por uno o más viajes, para que
ésta la use a cambio del pago de una remuneración convenida denominada flete. En el
comercio internacional se le conoce con su denominación inglesa "charter party" o
simplemente "charter". A su vez, la expresión "charter party" proviene indirectamente de
la expresión latina "carta partita".

Las partes en el contrato de fletamento se denominan fletante y fletador.

El primero es quien pone la nave o parte de ella a disposición del fletador. El segundo
es quien la usa.

El contrato de fletamento no es solemne. La ley exige la escrituración sólo como medio


de prueba, y el documento que da cuenta de la celebración de este contrato, se
denomina póliza de fletamento.

Cabe señalar que la expresión "por escrito" que se emplea en el inciso 1º del art. 928
comprende las comunicaciones que las partes hubieren intercambiado, sea por
telegrama, télex u otros medios que registren o repitan lo estampado por cada parte en
instrumentos o aparatos diseñados para tal efecto.

Nuestro Código de Comercio, en su artículo 930, regula tres tipos de contrato de


fletamento:

1. Fletamento por tiempo;

2. Fletamento por viaje, que puede ser total o parcial, y

3. Fletamento a casco desnudo.

En los dos primeros, la gestión náutica de la nave corresponde al fletante que pone a
disposición del fletador la totalidad o una parte de la nave, para que éste la utilice en el
transporte de carga propia o de terceros por un determinado espacio de tiempo en la
primera figura, o por uno o varios viajes determinados, en la segunda.

En el tercero, el fletante se obliga a colocar a disposición del fletador una nave


desarmada y sin equipo o con un equipo y armamento incompleto, cediéndole su
tenencia, control y explotación, incluido el derecho de designar al capitán y a la dotación
(art. 965).

Existe una importante relación entre este contrato y el de transporte marítimo, que
analizaremos a continuación.

En efecto, la ley señala que, cuando no se pueda justificar el fletamento, las relaciones
entre las personas que hubieren intervenido en él y sus efectos, se regirán por las
disposiciones del contrato de transporte marítimo.

Asimismo, y de acuerdo al inciso final del art. 930, los demás tipos de fletamentos se
regularán por las partes y, en su defecto, les son aplicables las normas del párrafo 2 del
Título V, del Libro III del Código de Comercio. Constituyen otros tipos de contratos de
fletamento, más conocidos en la práctica internacional, el fletamento por viajes
consecutivos ("trip charter") y el fletamento por tantos viajes cuantos puedan hacerse
dentro de un tiempo definido ("Tonnage agreement").

Cabe agregar que es de la naturaleza de este contrato el derecho del fletador de


subfletar la nave o utilizarla en el transporte de mercancías por mar.

Esta figura, que se denomina subfletamento, y no generará relación alguna entre el


fletante y el subfletador, salvo el derecho del fletante de accionar en contra del
subfletador, cargador o consignatario por la parte del flete que estuviere aún pendiente
de pago (art. 932).

Por último, el Código establece, en el art. 933, que si la nave fuere enajenada, deberá
cumplirse el viaje que estuviere en ejecución en la forma estipulada, sin perjuicio de los
derechos del comprador.

Sección Segunda
Del contrato de transporte marítimo

701. Exposición general

El contrato de transporte marítimo contemplado en nuestro sistema legal, al igual que


el de fletamento, tienen su origen en el Convenio de las Naciones Unidas sobre el
Transporte Marítimo de Mercancías, suscrito en Hamburgo el 31 de marzo de 1978. En
virtud del decreto supremo Nº 605 del Ministerio de Relaciones Exteriores, publicado en
el Diario Oficial el 12 de octubre de 1982, adquirieron fuerza legal las denominadas
"Reglas de Hamburgo", con las correcciones y aclaraciones que la Comisión Redactora
consideró indispensables para su más acertada inteligencia en nuestro ambiente
jurídico.

Sus normas han entrado en aplicación entre los países ratificantes, al reunirse el
número mínimo de ratificaciones previsto en la Convención, con fecha 1 de noviembre
de 1992.

Sin embargo, no existe actualmente una regulación uniforme en el ámbito marítimo


internacional (salvo algunas normas concernientes a la determinación del ámbito de
aplicación de los convenios internacionales y las dificultades que se generan a
consecuencia de las eventuales modificaciones del Derecho uniforme).

En efecto, esta convención no ha sido aceptada por los países desarrollados, que han
optado por adherirse al sistema contemplado en el Convenio de Bruselas de 1924. Con
ello, la aplicación de las Reglas de Hamburgo son más bien escasas, dado que los
países firmantes ostentan una posición meramente testimonial en el comercio
internacional.

Con posterioridad y luego de arduas jornadas de trabajo que se iniciaron en 2002 bajo
el impulso de Uncitral, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó lo que
finalmente se ha conocido como las Reglas de Rotterdam. El nombre oficial de las
mencionadas reglas es el de "Convenio de las Naciones Unidas sobre el Contrato de
Transporte Internacional de Mercancías Total o Parcialmente Marítimo" y se encuentran
disponibles para su firma por los países, a partir del 23 de septiembre de 2009.

Según su propio texto, las Reglas de Rotterdam entrarán en vigor el primer día del
mes siguiente a la expiración del plazo de un año a partir de la fecha en que haya sido
depositado el vigésimo instrumento de ratificación, aprobación, adhesión o aceptación,
lo que todavía no se ha logrado.

Las Reglas de Rotterdam tienen la intención de proveer una mayor uniformidad al


marco legal dentro del cual se rigen los contratos de transporte y logística en el comercio
internacional. Es destacable que las Reglas de Rotterdam no sólo se ocupen de cubrir
únicamente los trayectos port to port, sino que tienen una aplicación en los
contratos house to house. Esta amplitud en su aplicación es plenamente ajustada a las
necesidades actuales del comercio y la logística internacional, que cada día busca
soluciones integrales para sus distintas operaciones.

Dentro de los trascendentales cambios introducidos por las Reglas de Rotterdam, se


debe destacar la eliminación de la culpa náutica dentro de las exoneraciones de
responsabilidad que podía alegar el porteador. Igualmente, existe un incremento a los
límites de responsabilidad por pérdida o daño a las mercancías transportadas,
estableciendo 875 DEG (Derechos Especiales de Giro) por bulto o unidad de carga o 3
DEG por kilo, si esta última cantidad es mayor.

De otro lado, es importante señalar que las Reglas de Rotterdam incorporan nuevos
lineamientos relativos a la responsabilidad por retrasos en la entrega, obligaciones a los
cargadores y estibadores, tiempos para establecer reclamaciones e iniciar acciones
legales, la responsabilidad en la entrega, temas probatorios, entre otros, que vale la
pena analizar con mayor detalle en un artículo posterior. Al mismo tiempo, existen temas
que permanecen inalterados, tales como avería gruesa y transporte de pasajeros.

Es importante tener en cuenta que por disposición propia del convenio, las Reglas de
Rotterdam excluyen su aplicación en contratos de fletamento y en contratos para la
utilización de espacios a bordo de un buque.

A la espera de la aceptación que encuentren las Reglas de Rotterdam y ante la


evidencia de que las Reglas de Hamburgo que acepta nuestro Código no han
encontrado acogida mayoritaria dentro del concierto internacional y, particularmente,
ante las naciones proveedoras de los servicios de transporte marítimo, es necesario
reconocer que el Convenio de Bruselas (reglas de La Haya-Visby) continúa siendo hoy
en día el régimen mayoritariamente aplicable en el ámbito internacional.

702. Diferencias entre el contrato de transporte marítimo y el de fletamento

Fundamentalmente, la diferencia entre ambos contratos radica en las obligaciones


que asume el empresario marítimo, fletante y armador o transportador, respectivamente.
El fletante, en el contrato de fletamento, se obliga a proporcionar un medio de
transporte, en tanto que el transportador se obliga a conducir mercadería de un lugar a
otro. Como dice don Ricardo Sandoval, en el fletamento el fletante asume una obligación
de medios, en tanto que en el contrato de transporte de mercaderías por mar, el
transportador se obliga a un resultado.

703. Conceptos fundamentales en el contrato de transporte marítimo:

1. Definición: se entiende por contrato de transporte marítimo aquel en virtud del cual
el porteador se obliga, contra el pago de un flete, a transportar mercaderías por mar de
un puerto a otro (art. 974 del Código de Comercio).

2. Porteador o transportador: toda persona que por sí o por medio de otra que actúe
en su nombre, ha celebrado un contrato de transporte marítimo de mercancías con un
cargador, y que se obliga a transportar mercancías de un puerto a otro.

3. Porteador efectivo o transportador efectivo: toda persona a quien el transportador


ha encargado o delegado la ejecución del transporte de las mercancías, o de una parte
de éste, así como cualquier otra persona a quien se ha encomendado esa ejecución.

4. Cargador: toda persona que por sí o por medio de otra que actúa en su nombre o
por su cuenta, ha celebrado un contrato de transporte marítimo de mercancías con un
porteador y toda persona que por sí o por medio de otra que actúe en su nombre o por
su cuenta, ha entregado efectivamente las mercancías al porteador en virtud del
contrato de transporte marítimo.

5. Consignatario: la persona habilitada por un título, para recibir las mercancías (art.
975).

6. Mercancías: toda clase de bienes muebles, comprendiendo también los animales


vivos.

Cuando las mercancías se agrupen en contenedores, paletas u otros elementos de


transporte análogos o cuando estén embaladas, el término mercancías comprenderá
ese elemento de transporte o ese embalaje, siempre que dichos elementos hayan sido
suministrados por el cargador (art. 976).

7. El conocimiento de embarque (en inglés, "Bill of Lading") es un documento que


prueba la existencia de un contrato de transporte marítimo y acredita que el
transportador ha tomado a su cargo o ha cargado las mercancías en un buque y se ha
obligado a entregarlas contra la presentación de ese documento a una persona
determinada, a su orden o al portador (art. 977).

Como se indicó anteriormente, de acuerdo con las actuales normas del Código,
siempre que se emplee la expresión por escrito, se entenderá que ella comprende el
telegrama, el télex u otros medios que estampen, registren o repitan lo expresado por
cada parte mediante instrumentos o aparatos diseñados para tal efecto, como por
ejemplo, hoy en día, el fax y el correo electrónico.

Cabe hacer presente que la mayoría de los transportes marítimos bajo conocimiento
de embarque se contratan para permitir que el vendedor haga llegar las mercaderías al
comprador y para que este último pueda hacerse de ellas; por lo que, podemos decir,
existe una gran dependencia entre el contrato de transporte marítimo y el de
compraventa internacional de mercaderías.
Tanta es dicha vinculación, que para facilitar las relaciones entre las
partes intervinientes se ha desarrollado en la práctica internacional y recogido por la
Cámara Internacional de Comercio, el conjunto de siglas denominadas "Incoterms",
cuyo significado está predefinido en forma clara y precisa, de tal forma que cada vez
que se utiliza una de las diversas siglas o nomenclaturas que lo integran, queda
automáticamente fijada la naturaleza y extensión de las obligaciones de las partes, en
cuanto a la compraventa misma, como a las obligaciones relacionadas con el transporte,
el pago de derechos de aduana, etc.

Estos términos comerciales, que ya hemos analizado anteriormente, como usos


mercantiles que son, pueden llenar el vacío legislativo aún existente respecto de la
compraventa internacional, al convertirse, en caso de ser acordados por las partes y
merced a la libertad contractual en materia mercantil, en normas de obligado
cumplimiento.

704. Ámbito de aplicación de las disposiciones chilenas sobre transporte marítimo

El art. 979 del Código de Comercio prescribe que, sin perjuicio de lo que establezcan
los tratados o convenciones internacionales vigentes en Chile, las disposiciones del
Párrafo 3º del Título V, "Del Contrato de Transporte Marítimo", se aplicarán a todos los
contratos de transporte marítimo, siempre que:

a) el puerto de carga o descarga previsto en el contrato de transporte marítimo esté


situado en territorio nacional; o

b) el conocimiento de embarque u otro documento que haga prueba del contrato de


transporte marítimo, estipule que el contrato se regirá por las disposiciones de este
párrafo; o

c) uno de los puertos facultativos de descarga previstos en el contrato de transporte


marítimo sea el puerto efectivo de descarga y éste se encuentre dentro del territorio
nacional.

Las disposiciones de este Párrafo 3º se aplicarán sea cual fuese la nacionalidad de la


nave, del transportador, del transportador efectivo, del cargador, del consignatario o de
cualquier otra persona interesada.

Finalmente, cabe señalar que la norma legal prescribe que las disposiciones de este
párrafo no se aplicarán a los contratos de fletamento, a menos que se trate de un
conocimiento de embarque emitido en cumplimiento de un contrato de fletamento, si
este último es el que regula la relación entre el transportador o transportador efectivo y
el tenedor del conocimiento de embarque, siempre que éste no sea el mismo fletador.

705. Obligaciones de las partes

Conforme a las reglas generales, las obligaciones de las partes en el contrato de


transporte marítimo son, en resumen, las siguientes.

I. Obligaciones del cargador:

1. Entregar al transportador marítimo o sus agentes las mercancías o efectos objeto


del transporte, en el lugar, tiempo y forma convenidos;
2. Suministrarle todos los antecedentes y documentos que sean necesarios para el
correcto y buen éxito del contrato, como ser, documentos de exportación, certificados
sanitarios u otros que requiera la autoridad según la naturaleza de la carga, y

3. Pagar el flete.

II. Obligaciones del transportador:

1. Recibir la carga en la forma, lugar y oportunidad convenidos con el cargador;

2. Mantener las condiciones físicas de las mercancías mientras permanezcan a su


cuidado, es decir, cuidar de la carga;

3. Conducir las mercancías hasta el lugar de destino sin demoras indebidas, y

4. Entregar la carga al consignatario o a su orden.

La forma como se cumplen estas obligaciones y las responsabilidades que generan,


se estudiarán en los párrafos que siguen.

706. El conocimiento de embarque

Con la necesidad de realizar el transporte con arreglo a un régimen contractual


uniforme, diverso al cada vez menos utilizado contrato de fletamento tradicional u
ordinario, se consagró el documento denominado conocimiento de embarque (Bill of
Lading), como testimonio del contrato de transporte marítimo de mercaderías, llegando
a obtener un estatuto internacional uniforme con la aprobación del Convenio de Bruselas
de 25 de agosto de 1924 sobre "Unificación de ciertas reglas en materia de
conocimientos" (Reglas de La Haya), modificado posteriormente por los Protocolos de
Bruselas de 23 de febrero de 1968 (Reglas de Visby) y de 21 de diciembre de 1979.

Legalmente, el conocimiento de embarque, según vimos, está definido en el art. 977


del Código de Comercio. Sobre el particular, el art. 1014 del Código de Comercio
dispone que cuando el transportador o el transportador efectivo se hagan cargo de las
mercancías, el primero deberá emitir un conocimiento de embarque al cargador, si éste
lo solicita.

Este conocimiento puede ser firmado por una persona autorizada al efecto por el
transportador. En todo caso, "se entenderá que el conocimiento de embarque suscrito
por el capitán de la nave que transporte las mercancías, lo ha sido en nombre del
transportador".

Esta facultad del capitán está en íntima relación con lo dispuesto en el art. 914 del
Código, que dice que son obligaciones del capitán, entre otras, la de otorgar recibos
parciales de las mercancías que se embarquen extendiendo en su oportunidad los
conocimientos y documentos respectivos, si le correspondiere.

La firma en el conocimiento de embarque podrá ser manuscrita, impresa en facsímil,


perforada, estampada en símbolos o registrada por cualquier otro medio mecánico o
electrónico.
707. Estatuto internacional de las reglas en materia de conocimientos de embarque.
De "las Reglas de La Haya-Visby", pasando por "las Reglas de Hamburgo" a las
"Reglas de Rotterdam"

La evolución práctica del contrato de transporte marítimo bajo conocimiento de


embarque está ligada a la evolución del transporte marítimo en general, y corresponde
a un fenómeno complejo, en que el debate sobre los aspectos de orden estrictamente
jurídico han ido de la mano con una dura lucha de intereses entre armadores,
cargadores y aseguradores. En esta obra no nos extenderemos en demasía sobre la
interesante evolución que ha tenido el derecho internacional en esta materia, y nos
limitaremos, para estos efectos, a señalar que existen dos sistemas que funcionan en
paralelo y con regulaciones distintas. Podríamos decir que el primero, las Reglas de La
Haya-Visby, es el sistema más utilizado en el mundo y es promovido por las potencias
marítimas, que ven en éste un régimen más favorable a sus intereses. El segundo
sistema, construido por las Reglas de Hamburgo, surgió como alternativa a este
desequilibrio, en general y específicamente en lo que se refiere a las limitaciones de
responsabilidad del transportador contempladas en las reglas de La Haya-Visby.

Elaboradas por Uncitral, las Reglas de Hamburgo establecen nuevas formas de


distribuir los riesgos del transporte marítimo con la intención de proteger en mejor forma
los intereses de los usuarios de los medios de transporte —países no pertenecientes,
en general, a las grandes potencias marítimas.

El fruto de este trabajo fue un proyecto que se sometió (con fuerte oposición de las
grandes potencias marítimas) a aprobación de la comunidad internacional en la
convención convocada por las Naciones Unidas, que tuvo lugar en Hamburgo en marzo
de 1978.

Como ya adelantamos, posteriormente y luego de arduas jornadas de trabajo, que se


iniciaron en 2002 bajo el impulso de Uncitral, la Asamblea General de las Naciones
Unidas adoptó lo que finalmente se ha conocido como las Reglas de Rotterdam. El
nombre oficial de las mencionadas reglas es el de "Convenio de las Naciones Unidas
sobre el Contrato de Transporte Internacional de Mercancías Total o Parcialmente
Marítimo" y se encuentran disponibles para su firma por los países, a partir del 23 de
septiembre de 2009.

Nuestro país consagró las Reglas de Hamburgo como propias, y no sólo ratificó el
tratado (es uno de los 22 países que han ratificado las Reglas de Hamburgo) sino que
incorporó sus normas, poco tiempo después, a la normativa del nuevo Libro III del
Código de Comercio, con las reservas que se establecen respecto de la responsabilidad
del porteador.

La mayoría del resto de los países del mundo sigue utilizando todavía, básicamente,
las Reglas de La Haya-Visby, con la modificación convenida en la Conferencia de
Bruselas de 21 de diciembre de 1979, que resolvió cambiar el régimen de padrón oro
en que estaban expresados los límites de responsabilidad en éstas, implantando las
cifras de 666,67 unidades de cuenta por bulto o unidad de carga o dos unidades de
cuenta por kilo de peso, si esta cantidad es mayor.

Queda por ver la acogida que encuentren las nuevas Reglas de Rotterdam.

708. Funciones del conocimiento de embarque


El conocimiento de embarque desempeña diversas funciones jurídicas, cada una de
ellas de gran relevancia. Estas son:

7.1. Prueba la existencia de un contrato de transporte marítimo.


Sus efectos emanan de la ley:

Este documento privado tiene eficacia entre las partes directas en el contrato, el
cargador y el transportador, y se rige por las normas atinentes a este tipo de
documentos. Recordemos que los efectos de este contrato pueden alcanzar a terceros,
como es el caso de los consignatarios, cuando no son la misma persona que el cargador,
y los aseguradores.

Al respecto, como bien apunta Lord Chorley, los terceros, tales como los
consignatarios y sus cesionarios, que adquieren sus derechos por medio del endoso de
los conocimientos de embarque, están legitimados para asumir lo que el conocimiento
contiene dentro de sus cuatro costados y todos los términos del contrato o, al menos,
las referencias a otros documentos donde tales términos puedan contenerse.

Por su parte, a la luz de la normativa nacional, como expresa Cornejo, "no se admite
al transportador prueba en contrario (sobre la circunstancia de que ha tomado a su cargo
o que ha cargado las mercaderías tal como están descritas en el conocimiento), si el
conocimiento de embarque ha sido transferido a un tercero, incluido un consignatario
que ha procedido de buena fe, basándose en la descripción de las mercancías que
figuraba en ese conocimiento".

Y agrega:

"Esta regla es una manifestación del principio que los derechos del consignatario
respecto del transportador emanan de la ley y no de lo que haya estipulado el
embarcador con el transportador".

Y nosotros agregaremos que esa es otra de las características o atributos que


normalmente dimanan de los títulos valores, lo que viene a demostrarnos, por otra vía,
que el conocimiento de embarque es, sin duda, uno de ellos.

7.2. Sirve de recibo de las mercaderías que se embarquen:

Según la definición del art. 977, el conocimiento de embarque acredita que el


transportador ha tomado a su cargo, o ha encargado, las mercancías y se ha obligado
a entregarlas contra la presentación de ese documento. En otros términos, el
conocimiento de embarque sirve de recibo de las mercaderías por el transportador o
porteador marítimo, sea en tierra o a bordo.

A su vez, el conocimiento de embarque permite determinar el momento desde el cual


nace la responsabilidad del porteador marítimo, pues ésta comprende al período durante
el cual éstas están bajo su custodia, sea en tierra o durante su transporte. El art. 983
dice que se considera que las mercaderías están bajo custodia del transportador o
porteador marítimo, desde el momento en que éste las haya tomado a su cargo al
recibirlas del cargador, y hasta el momento en que las haya entregado en alguna de las
formas que indica.

7.3. Sirve de título valor o de crédito:


Como señalábamos, el conocimiento de embarque es título de crédito y representativo
de las mercaderías que en él se indican como recibidas por el transportador. Esta
característica se obtiene de la parte final del inciso 2º del art. 977, que establece que el
transportador está obligado a entregar las mercaderías contra la presentación de ese
documento a una persona determinada a su orden o al portador.

Estas expresiones están identificando las tres clases de conocimiento de embarque,


en atención a su cesibilidad, como títulos de crédito representativo de las mercaderías,
y que son:

a) Conocimiento de embarque nominativo;

b) Conocimiento de embarque a la orden, y

c) Conocimiento de embarque al portador.

Debe recordarse al respecto lo que dispone el Nº 1 del art. 149 del Código de
Comercio, que establece que la tradición de las mercaderías en viaje puede hacerse
mediante la cesión o endoso del conocimiento de embarque.

Al respecto, Lord Chorley destaca las particularidades que tiene esta característica
del conocimiento de embarque, diciendo que "de esta suerte el conocimiento de
embarque es casi un título negociable (negotiable instrument), si bien no alcanza
completamente esa categoría, como la alcanza, por ejemplo, la letra de cambio, pues el
tenedor del conocimiento de embarque no adquiere una situación jurídica mejor que la
que tenía su predecesor, aunque sea un tenedor de bona fide con una causa onerosa
de adquisición (for valuable consideration)".

El conocimiento de embarque, entonces, llega a representar las mercancías con


relación a las cuales ha sido emitido. Esto significa que, jurídicamente, el endoso y la
transferencia por el propietario del conocimiento de embarque, transfieren la propiedad
de las mercancías, es decir, el conocimiento de embarque es un título de tradición de
las mercancías.

709. Diversos tipos de conocimientos de embarque

1. Conocimiento de embarque "embarcado": Se denomina así el que se entrega una


vez que las mercaderías están a bordo. Se refieren a esta clase de conocimiento los
artículos 1014 y 1016 del Código.

El inciso segundo de esta última disposición dice que si el transportador ha emitido


anteriormente un conocimiento de embarque u otro título representativo de cualquiera
de esas mercancías al cargador, éste devolverá dicho documento a cambio de un
conocimiento de embarque con la mención embarcado.

2. Conocimiento recibido para embarque: El conocimiento recibido para embarque se


emite cuando el cargador entrega las mercaderías en los depósitos del transportador y
no a bordo del buque mismo encargado de conducirlas. Una vez embarcadas
efectivamente las mercaderías, el transportador, previa devolución por parte del
cargador de cualquier documento que le atribuya derechos sobre la carga, debe
entregar un nuevo conocimiento con la calidad de conocimiento embarcado.

3. Conocimiento directo: Se relaciona con el transporte multimodal y nos remitimos a


lo que más adelante se dice sobre el documento de transporte multimodal.
4. Otras clases de conocimientos: La práctica y la doctrina reconocen muchos otros
tipos de conocimientos , de los que mencionaremos los siguientes:

a) Conocimiento FCL o "said to contain": Cuando el transportador no ha tenido la


posibilidad de examinar el contenido y estado de la carga, en la mayoría de los casos
(pero no únicamente), porque ella viene en un contenedor cerrado y sellado, el
conocimiento se emite con la expresión FCL (full container load) o "said to contain" o
ambas a la vez, lo que representa que el contenedor u otra especie de embalaje
hermético llegó a la nave cargado y cerrado y que en el conocimiento de embarque el
cargador "dijo que en él se contenía" cierta mercadería, lo que al transportador no le
consta.

b) Conocimiento calificado ("qualified") y conocimiento "limpio": Conocimiento


calificado es aquel que contiene una declaración del transportador en la que se indica
"cualquier cosa de las mercaderías que esté mal en el momento en que son
embarcadas".

Conocimiento limpio es aquel que no contiene ninguna de las referidas observaciones


del transportador.

710. Estipulaciones propias del conocimiento de embarque

Están señaladas en el 1015 del Código de Comercio y son:

1. La naturaleza general de las mercancías, las marcas principales necesarias para


su identificación; una declaración expresa, si procede, sobre su carácter peligroso, y si
se dieron instrucciones al respecto (número de bultos, piezas, peso y cantidad). El
Código agrega que todos estos datos se harán constar tal como los haya proporcionado
el cargador.

2. El estado aparente de las mercancías.

3. El nombre y el establecimiento principal del transportador.

4. El nombre del cargador.

5. El nombre del consignatario, si ha sido comunicado por el cargador.

6. El puerto de carga, según el contrato de transporte marítimo, y la fecha en que el


transportador se ha hecho cargo de las mercancías.

7. El puerto de descarga, según el contrato de transporte marítimo.

8. El número de originales del conocimiento de embarque, si hubiere más de uno.

9. El lugar de emisión del conocimiento de embarque.

10. La firma del transportador o de la persona que actúa en su nombre.

11. El flete, en la medida en que deba ser pagado por el consignatario, o cualquiera
otra indicación de que el flete ha de ser pagado por éste.
12. La declaración mencionada en el inciso final del art. 1039, lo que se refiere a que
no tendrá valor y se tendrá por no escrita cualquier estipulación que se aparte de las
normas chilenas sobre el contrato de transporte marítimo contenida en el conocimiento
de embarque, entre ellas, la cláusula por la que se pretenda ceder el beneficio del seguro
que existiere.

13. La declaración, si procede, de que las mercancías se transportarán o podrán


transportarse sobre cubierta.

14. La fecha o el plazo de entrega de las mercancías en el puerto de descarga, si en


ello han convenido expresamente las partes.

15. Todo límite o límites superiores de responsabilidad que se hayan pactado de


conformidad con el art. 997.

711. Cláusula obligatoria e imperativa del conocimiento de embarque (art. 1039


Código de Comercio)

Como ya lo hemos anticipado, el conocimiento de embarque o cualquier otro


documento que haga prueba del contrato de transporte marítimo deberá incluir una
declaración, en el sentido de que el transporte está sujeto a las disposiciones del Párrafo
3 del Título V del Libro III del Código de Comercio y, por lo tanto, toda estipulación que
se aparte de ellas en perjuicio del cargador o del consignatario, se tendrá por no escrita.

Esto es muy importante, porque las disposiciones sobre transporte marítimo son,
desde este punto de vista, irrenunciables, lo que hace la diferencia con las disposiciones
sobre fletamento que pueden ser suplidas por la autonomía de la voluntad.

El art. 1039 señala expresamente que toda estipulación del contrato de transporte
marítimo contenida en el conocimiento de embarque o en cualquier otro documento que
haga prueba de él y que se aparte directa o indirectamente de las disposiciones de este
párrafo tercero, se tendrán por no escritas.

Asimismo, se tendrá por no escrita la cláusula por la que se ceda el beneficio del
seguro de las mercancías al transportador, o cualquier otra cláusula análoga.

No obstante, el transportador podrá aumentar la responsabilidad y las obligaciones


que le incumben en virtud de las reglas de este párrafo.

Cabe tener presente, en todo caso, que si no es posible justificar el fletamento, las
relaciones entre las personas que hubieren intervenido y sus efectos se rigen por las
disposiciones del contrato de transporte marítimo (art. 928 inciso final) y, en este sentido,
le es plenamente aplicable el artículo 1039 antes referido.

712. Valor probatorio y reservas en el conocimiento de embarque

Una de las materias más delicadas de toda la normativa relacionada con la operación
del embarque de mercaderías y la emisión de conocimientos de embarque, es la relativa
al valor probatorio del mismo y a las reservas que en él se estampen.

Debe recordarse que el conocimiento de embarque ha tomado el carácter de título de


crédito representativo de mercaderías y, por las prácticas mercantiles, es tomado en
consideración para todo el tráfico documentario y cumplimiento de la compraventa
mercantil internacional de mercaderías. El conocimiento de embarque forma parte del
"juego de documentos" que integran la factura comercial, el conocimiento y la póliza de
seguros.

En relación con el conocimiento de embarque, el Código de Comercio señala:

1. Que hace presumir, salvo prueba en contrario, que el transportador ha tomado a su


cargo o, en caso de haberse emitido un conocimiento, con la mención embarcado, que
ha cargado las mercancías, tal como están descritas en el conocimiento de embarque
(art. 1020 Nº 1).

2. Que no se admitirá al transportador prueba en contrario, si el conocimiento de


embarque ha sido transferido a un tercero, incluido un consignatario que ha procedido
de buena fe, basándose en la descripción de las mercancías que figuraban en ese
conocimiento (art. 1020 Nº 2).

La segunda regla antes transcrita es, según enfatiza el Profesor Eugenio Cornejo
Fuller, una manifestación del principio que los derechos del consignatario respecto del
transportador emanan de la ley y no de lo que haya estipulado el embarcador con el
transportador.

En cuanto a las "reservas", el art. 1017, que es una disposición imperativa, dispone
que el transportador o la persona que emita el conocimiento de embarque en su nombre,
estamparán en dicho conocimiento una reserva en los siguientes casos:

a) Cuando sepa o tenga motivos razonables para sospechar que los datos relativos a
la naturaleza general, marcas principales de la carga, etc., no representan con exactitud
las mercancías que efectivamente ha tomado a su cargo;

b) Cuando se ha omitido un conocimiento de embarque con la mención embarcado y


se sepa o se tenga los mismos motivos razonables de sospecha respecto de la identidad
o calidad de las mercaderías según lo establece la letra anterior;

c) Si no hubiere tenido medios razonables para verificar esos datos.

Es importante tener presente que, para que valga una reserva estampada en esta
forma en el conocimiento de embarque u otro documento, deben especificarse las
inexactitudes, los motivos de sospecha o la falta de medios razonables para verificar los
datos que se estamparon en el documento o conocimiento.

Finalmente, si el transportador o la persona que emite el conocimiento de embarque


en su nombre no hace constar en dicho documento el estado aparente de las
mercancías, se entenderá que ha indicado en el conocimiento de embarque que las
mercancías estaban en buen estado (art. 1019).

713. Conocimientos emitidos con cláusulas distintas a las previstas en nuestro Código

Antes de terminar con este tema, cabe señalar que las estipulaciones que constan en
los conocimientos de embarque emitidos en el extranjero o por empresas de transporte
marítimo extranjeras, usualmente no se ajustan a las normas jurídicas que contempla
nuestro Código, basado en las reglas del Convenio de Hamburgo, pues la mayoría de
las potencias marítimas no han suscrito y/o ratificado dicha convención.
Por lo tanto, dichos conocimientos se ajustan, más bien, a las Reglas de La Haya-
Visby y, de todas formas, contienen cláusulas que han sido redactadas con el fin de
proteger los intereses del transportador, con el agregado que usualmente contienen
"una cláusula de sumisión para el tribunal del lugar donde normalmente tiene su asiento
y domicilio".

La única defensa que tienen los consignatarios chilenos (cuando la carga debe ser
entregada en Chile), radica en que los fallos disponibles de los Tribunales chilenos
tienden a desconocer la validez de este tipo de cláusulas en los conocimientos, o a
hacerlos inoponibles al consignatario.

Al respecto, apunta Alegría que si bien es cierto que no existen sentencias en que se
analice el problema de la validez del total de las cláusulas del conocimiento de
embarque, y que nuestros tribunales han manifestado que "hay que analizar cada
cláusula en particular para otorgarles o no validez", la Corte Suprema ha declarado que
son inoponibles al consignatario que no ha contratado directamente el transporte, las
cláusulas del conocimiento, en particular las que se apartan de las normas legales
chilenas.

Desde el punto de vista opuesto, esta doctrina, llevada a su extremo, puede traer la
consecuencia de privar de todo valor al conocimiento de embarque, de modo que
estamos de acuerdo en que procede declarar sin valor o inoponibles al consignatario
tan sólo las cláusulas que se apartan severamente de nuestra normativa en la materia
y agravian seriamente los intereses de éste.

Como es obvio, en el caso contrario, cuando el transporte se efectúa para terminar en


un puerto extranjero, difícilmente será posible al consignatario, aunque sea chileno,
reclamar del contenido de las cláusulas del conocimiento de embarque contrarias a
nuestro ordenamiento, aun en el caso que el transporte haya empezado en nuestro país.

714. Forma en que funciona en la práctica el contrato de transporte de mercaderías


bajo conocimiento de embarque

Normalmente, el embarcador envía las mercaderías al puerto con una guía de


despacho conteniendo el detalle de los bienes, indicando sus características,
especialmente su peligrosidad, si existe. El transportador entrega una copia firmada de
esa guía al embarcador o su representante, en calidad de recibo.

A menudo la información sobre las mercaderías a transportar y la solicitud de reserva


de espacio en el buque, son enviadas a la empresa marítima por correo electrónico o
por fax y, generalmente, el conocimiento de embarque es preparado por el
transportador, por computadora, utilizando la información que se le ha proporcionado y
procediendo luego a entregárselo al embarcador.

Después de recibir el conocimiento de embarque, el embarcador lo envía,


normalmente por vía aérea, al puerto de descarga, para hacer posible que las
mercaderías sean reclamadas al transportador al arribo del buque.

Si el embarcador es el comprador de las mercaderías, él las embarcará a su propia


orden y, por lo tanto, remitirá el conocimiento de embarque a sus propias oficinas o
representantes en el puerto de descarga. Por el contrario, si el embarcador es el
vendedor de los bienes o si el comprador los revende mientras están en tránsito por
mar, el embarcador enviará el conocimiento de embarque a su comprador consignatario
o si el pago será hecho por vía de un crédito documentario, al banco del comprador
consignatario.

715. Efectos de otros documentos de transporte distintos al conocimiento de


embarque

El artículo 1026 del Código de Comercio prescribe que si el transportador emite un


instrumento distinto al conocimiento de embarque para acreditar la recepción de las
mercaderías que deban transportarse, la existencia de dicho documento hará presumir,
salvo prueba en contrario, que se ha celebrado entre las partes un contrato de transporte
marítimo y que, en consecuencia, el transportador ha tomado a su cargo las mercancías
allí indicadas, en la forma que aparecen descritas en el referido documento.

Sección Tercera
Responsabilidades del transportador y del cargador en el
contrato de transporte marítimo. Limitaciones

A) Responsabilidad del transportador

716. Normas de los convenios internacionales. Limitación

En la regulación del transporte marítimo, a nivel nacional e internacional, se ha


planteado como la cuestión más relevante el establecer un régimen de responsabilidad
por daños a las mercancías durante el transporte que garantice la posición de los
cargadores y destinatarios.

Partiremos refiriéndonos al tema a la luz de las normas internacionales,


particularmente el Convenio de Bruselas, en adelante también e indistintamente, C. Br.
(cuyas reglas, como ya hemos visto, son parte de las Reglas de La Haya-Visby), y en el
Convenio de Hamburgo, en adelante también R.H., en el entendimiento de que por la
naturaleza del contrato de transporte marítimo, las obligaciones de las partes se
contraen, se regulan, se cumplen y se disputan precisamente en un ámbito internacional
y no resulta forzoso (y en Chile, país que no es potencia en el transporte marítimo, ni es
siquiera frecuente) que se apliquen las normas internas del Código de Comercio.

Una vez analizadas las normas internacionales, en los números siguientes nos
referiremos a las normas de nuestro Código sobre el tema de la responsabilidad del
transportador.

717. Normas sobre la responsabilidad

El sistema de responsabilidad consagrado en el Convenio de Bruselas es


marcadamente favorable al transportista. Por el contrario, las Reglas de Hamburgo han
modificado esta perspectiva, agravando sensiblemente el régimen de responsabilidad
del transportista marítimo, y poniéndolo en armonía con el régimen jurídico aplicable a
los transportistas de otros medios de transporte. Como fácilmente se comprende, esta
es la principal causa que explica la resistencia del sector naviero y asegurador a aceptar
la aplicación efectiva de las R.H.

En el Convenio de Bruselas, la responsabilidad del porteador por pérdidas o daños


de las mercancías se funda en su culpa o negligencia en el acaecimiento del daño. El
criterio para determinar la existencia o no de negligencia es la denominada "due
diligence". Sin embargo, este principio general de responsabilidad, carente de una
formulación expresa, a causa de la peculiar técnica legislativa anglosajona en la que se
ha inspirado el Convenio de Bruselas, aparece debilitado por una serie de excepciones
(por ejemplo, el art. 4.2), que suponen, en realidad, auténticas exoneraciones de
responsabilidad por ciertos hechos que se encuentran dentro de su esfera de riesgo, de
entre los cuales sobresalen las llamadas faltas náuticas. Es, por tanto, un régimen de
responsabilidad por culpa con atenuaciones muy importantes en favor del porteador.

Por su parte, en las Reglas de Hamburgo, el principio de responsabilidad del


porteador está mucho más definido: es un régimen de responsabilidad por culpa
presunta, en el que el porteador responde del daño acaecido mientras las mercancías
se hallaban en su custodia, salvo que se pruebe que la causa del daño es ajena a su
propia negligencia o a la de sus empleados (art. 5.1º R.H.). Ello supone que se presume
la responsabilidad del porteador, debiendo éste demostrar, para exonerarse de su
responsabilidad, que ha actuado diligentemente en la realización de sus funciones, y
que el daño ha sido causado por causas ajenas a la esfera de su organización. Este
principio no contempla excepciones, pues desaparece la "culpa náutica", y sólo queda
matizado parcialmente en el caso de incendio, en el cual la carga de la prueba de su
origen o tratamiento negligente recae sobre el reclamante.

El art. 5.1º de las R.H., por su parte, contempla específicamente el supuesto del
retraso, determinando las condiciones necesarias para que se estime su existencia (art.
5.2º), esto es, falta de entrega en el plazo convenido, o en el que sea razonable para un
porteador diligente, y la limitación de responsabilidad aplicable para tal supuesto (art.
6.1.b), dos veces y media el flete de las mercancías afectadas.

En cuanto a las recientemente dictadas Reglas de Rotterdam, en ellas se destaca la


eliminación de la culpa náutica dentro de las exoneraciones de responsabilidad que
puede alegar el transportador. Igualmente, existe un incremento a los límites de
responsabilidad por pérdida o daño a las mercancías transportadas, estableciéndose
875 DEG (Derechos Especiales de Giro) por bulto o unidad de carga o 3 DEG por kilo,
si esta última cantidad es mayor.

De otro lado, es importante señalar que las Reglas de Rotterdam incorporan nuevos
lineamientos relativos a la responsabilidad por retrasos en la entrega, obligaciones de
los cargadores y estibadores, tiempos para establecer reclamaciones e iniciar acciones
legales, la responsabilidad en la entrega, temas probatorios, entre otros, que vale la
pena analizar con mayor detalle en un artículo posterior. Al mismo tiempo, existen temas
que permanecen inalterados, tales como la avería gruesa y el transporte de pasajeros.

718. Ejercicio de la acción de resarcimiento

En cuanto al ejercicio de la acción de resarcimiento por los daños sufridos a causa de


un hecho constitutivo de responsabilidad civil marítima, la legitimación activa
corresponde al tenedor legítimo del conocimiento de embarque, puesto que la acción
para exigir indemnización es la misma que le asistía para exigir la entrega de las
mercancías, que no ha cumplido satisfactoriamente el porteador. Queda subrogado en
este derecho el asegurador de las mercancías cuando haya indemnizado la pérdida o
avería.

En cuanto a la legitimación pasiva, existe una jurisprudencia consolidada que declara


responsables solidarios tanto al porteador contractual como al porteador efectivo
(fletador y naviero en caso de buque fletado).

En lo que concierne al régimen probatorio de la reclamación, se establece en el art.


3.6º del C.Br, que el receptor de la mercancía ha de denunciar o protestar ante el
porteador o a su agente en el puerto de descarga la existencia de pérdidas o daños y
su naturaleza general. Este aviso debe producirse en el momento de la entrega, si los
daños son aparentes, o en el plazo de los tres días siguientes, si no lo son. Si no se da
este aviso, se genera una presunción de que las mercancías se entregaron en el mismo
estado descrito en el conocimiento. Corresponderá, por tanto, al destinatario destruir tal
presunción, para lo cual tendrá que demostrar tanto la existencia de tales daños, como
que se produjeron durante el transporte. En las R.H., el sistema es similar, pero los
plazos se han alargado hasta los quince días (art. 19.a R.H.).

Carente el C.Br. de 1924, de previsión alguna sobre la jurisdicción competente, es el


Convenio de Bruselas de 27 de septiembre de 1968, en su versión de 26 de mayo de
1989, el que la determina en el ámbito de la Unión Europea. Con arreglo al art. 5.1º,
será la del tribunal del puerto o lugar de entrega. Sin embargo, existe un extendido uso
de cláusulas de jurisdicción en los conocimientos de embarque, de cuyo valor vinculante
no cabe dudar en virtud del art. 17 c) del propio Convenio.

Por lo que se refiere a las R.H., su art. 21 establece normas específicas en materia
de jurisdicción, en las que se establece una serie de foros opcionales para el reclamante.
En caso de que, por fin, entrase en vigor real esta reglamentación, primaría sobre la del
Convenio de Bruselas de 1968.

Finalmente, hay que mencionar la posibilidad de sometimiento a arbitraje de las


cuestiones que se planteen en el ámbito de la responsabilidad, en el contexto de las
regidas por los convenios internacionales. La cláusula o pacto arbitral es realmente
anómalo en la práctica marítima del transporte en régimen de conocimiento de
embarque, siendo incluso dudosa su validez en el ámbito del C.Br. El art. 22 de las R.H.,
no obstante, prevé por vez primera esta posibilidad, sometiéndola, en cualquier caso, a
unos límites materiales o de fondo muy estrictos. Nuestro Código propicia este sistema
con amplitud.

719. Responsabilidad del transportador. Normas legales chilenas. Principios básicos

Las normas legales chilenas sobre el tema de la responsabilidad del transportador


están contenidas en los arts. 982, 983, 984, 985 y 986 del Código de Comercio,
inspiradas, como se ha dicho, en las R. H., de cuyo análisis se desprenden los siguientes
principios básicos:

1.1. El primero de ellos consiste en que la responsabilidad del transportador por las
mercancías comprende a todo el período durante el cual ellas estén bajo su custodia,
sea en tierra o durante su transporte.

1.2. El segundo principio básico es que el transportador es responsable de los


perjuicios resultantes por la pérdida, la avería o el retardo en la entrega de las
mercaderías, cuando el hecho que los ha causado se produjo durante el tiempo en que
las mercancías estaban bajo su custodia, ya sea en tierra o en la nave, a menos que
pruebe que él, sus dependientes o agentes, "adoptaron todas las medidas que
razonablemente podían exigirse para evitar el hecho y sus consecuencias". En virtud de
esta regla, que surge del art. 984 del Código de Comercio, se concluye, en
consecuencia, un tercer principio básico:

1.3. Que si el transportador prueba que él, sus dependientes o agentes adoptaron
todas las medidas que razonablemente podían exigirse para evitar el hecho y sus
consecuencias, quedarán eximidos de tal responsabilidad.
Estas reglas de la responsabilidad como consecuencia de la simple custodia, tienen
una excepción en caso de incendio, en los términos que señala el art. 987, conforme al
cual, para que haya obligación de indemnización, el reclamante debe probar que el
incendio se produjo por culpa o negligencia del transportador o sus dependientes.
Volveremos más adelante sobre este punto y otras situaciones de excepción.

720. Naturaleza jurídica de la responsabilidad del porteador

Se ha creído ver en la disposición del art. 984 del Código de Comercio la aplicación
del principio de la responsabilidad objetiva. No obstante, conforme a los antecedentes
de esta norma, que se encuentran en los trabajos preparatorios de las Reglas de
Hamburgo de 1978, y también de la Comisión Redactora del proyecto de ley que
desembocó en el actual Libro III del Código de Comercio, debe concluirse que la
responsabilidad del transportador se funda, aún, en el sistema de responsabilidad
subjetiva, unida a una presunción de culpa establecida en favor de cargadores y
consignatarios que, no sólo por tamaño, sino fundamentalmente por su difícil acceso al
sistema de transporte marítimo, normalmente no estarían en situación de cargar con la
prueba que acredite la culpa del porteador.

No obstante, es preciso reconocer que algunas especies de responsabilidad en el


Derecho Marítimo chileno se ajustan a las características de la responsabilidad objetiva
o sin culpa, siendo del caso señalar como ejemplos, la responsabilidad del porteador de
cargamentos nucleares; la proveniente de daños a terceros causados por
contaminación del mar a raíz del derrame de hidrocarburos y toda la que cae dentro de
las normas (de naturaleza internacional) que regulan la seguridad en la navegación.

Desde otro punto de vista, la responsabilidad en el Derecho Marítimo chileno se


caracteriza por ser limitada y cuantificada, lo que, por lo demás, es la norma general en
la legislación contemporánea.

Por último, cabe señalar que las disposiciones del Código de Comercio relativas al
transporte marítimo en general, las que conciernen al transporte multimodal en particular
y las referentes al contrato de pasaje, establecen un sistema imperativo de
responsabilidad, es decir, producido un resultado dañoso habrá lugar a la aplicación de
las normas sobre responsabilidad, aunque las partes hayan pactado lo contrario, es
decir, la exoneración de responsabilidad, cláusulas estas que, entonces, no tendrán
validez alguna.

No es esa la situación del contrato de remolque ni, en general, la del contrato de


fletamento, salvo, en este último caso, que se emita un conocimiento de embarque al
amparo de un contrato de fletamento, situación en la que se vuelve a la regla general
de la responsabilidad imperativa.

721. Extensión de la responsabilidad del porteador o transportador marítimo

Dividiremos el estudio de la extensión de la responsabilidad del transportador


marítimo, conforme a las normas de nuestro Código, en causas o fuentes que la
generan, período por el que se extiende su responsabilidad y, por último, la situación
del cúmulo de responsabilidades. Al término de este párrafo, estudiaremos la situación
de algunos casos especiales.

722. Causas de responsabilidad del transportador marítimo


Conforme a las normas pertinentes del Código de Comercio, el transportador marítimo
responde por consecuencia de las siguientes circunstancias:

a) Por la pérdida de las mercaderías: se consideran perdidas las mercancías si no


han sido entregadas en su destino, en alguna de las formas señaladas en el inciso 11
del art. 983, dentro de los 60 días siguientes a la expiración del plazo de entrega pactado
o, a falta de pacto, dentro del plazo que sería razonable exigir de un transportador
diligente, atendidas las circunstancias del caso (arts. 985 y 986).

b) Por el retraso en su entrega: se entiende legalmente que hay retraso cuando las
mercancías no han sido entregadas en el puerto de descarga previsto en el contrato de
transporte marítimo dentro del plazo expresamente acordado o, a falta de acuerdo,
cuando no han sido entregadas dentro del plazo que, atendidas las circunstancias del
caso, sería razonable exigir de un transportador diligente (art. 985).

c) Por el daño de las mercaderías: no hay definición del daño, por lo que, conforme a
las reglas generales del contrato de transporte mercantil, deberemos entender que el
daño es sinónimo de avería simple. Ahora bien, las mercaderías pueden resultar
averiadas hasta el punto de quedar inútiles para su venta y/o consumo, caso en el cual
se habla generalmente de avería total o de pérdida total, o que la avería o daño ha
producido disminución en el valor, situaciones que están contempladas en el art. 210
del Código de Comercio a propósito del transporte terrestre. En todo caso, la
responsabilidad del transportador por los perjuicios resultantes de la pérdida o daño está
limitada conforme al art. 992 que analizaremos más adelante.

En el transporte de animales vivos, el transportador no será responsable de la pérdida,


del daño o del retraso en su entrega resultante de los riesgos especiales inherentes a
este tipo de transporte (art. 989). El inciso 2º agrega que se presume que dichos riesgos
han sido la causa de la pérdida o del daño o del retraso en la entrega, cuando el
transportador pruebe que ha cumplido las instrucciones especiales que le hubiere dado
el cargador y que, además, atendidas las circunstancias, la pérdida, el daño o el retraso
en su entrega pueden atribuirse a tales riesgos, salvo que se pruebe que tales hechos
han ocurrido por culpa o negligencia del transportador, sus dependientes o agentes.

723. Período que abarca la responsabilidad del transportador (arts. 982 y 983 del
Código de Comercio)

El principio general en este aspecto es que la responsabilidad del transportador por


las mercancías comprende el período durante el cual ellas están bajo su custodia, sea
en tierra o durante su transporte (art. 982). Se considera para estos efectos que las
mercancías están bajo la custodia del transportador desde el momento en que éste las
haya tomado a su cargo al recibirlas y hasta el momento en que las haya entregado en
alguna de las siguientes formas:

a) Poniéndolas en poder del consignatario;

b) En los casos en que el consignatario no reciba las mercancías del transportador,


poniéndolas a disposición del consignatario en conformidad con el contrato, las leyes o
los usos del comercio de que se trate, aplicables en el puerto de descarga, o

c) Poniéndolas en poder de una autoridad u otro tercero, a quienes, según las leyes
o los reglamentos aplicables en el puerto de descarga, hayan de entregarse las
mercancías.
El Código se encarga de precisar que los términos transportador y consignatario
comprenden, también, a sus dependientes y agentes, respectivamente.

724. Cúmulo de responsabilidades

Si la culpa o negligencia del transportador, sus dependientes o agentes concurre con


otra u otras causas para ocasionar la pérdida, el daño o el retraso en la entrega, el
transportador sólo será responsable de la parte de la pérdida, daño o retraso que
puedan atribuirse a su culpa o negligencia o a la de sus dependientes o agentes, pero
siempre que pruebe el monto de la pérdida, daño o retraso que son imputables a la otra
u otras causas. Esta regla, que consagra el art. 991 del Código de Comercio, obliga,
entonces, al propio transportador a acreditar la medida en que causas ajenas han
concurrido a causar el daño.

725. Casos especiales

a) El incendio: En este caso, el artículo 987 del Código, fiel a las normas de la
Convención de Hamburgo (art. 5.4), en que se inspira, establece una presunción de
culpa contraria a la regla general, prescribiendo que, en caso de incendio a bordo, el
transportador será responsable de la pérdida o daño de las mercancías, o del retraso
en la entrega de las mismas, si el reclamante prueba que el incendio se provocó por
culpa o negligencia del transportador, sus dependientes o agentes o, específicamente,
por la negligencia en la adopción de todas las medidas que, razonablemente, podían
exigirse para apagar el incendio y evitar o mitigar sus consecuencias.

En cualquier caso, si el reclamante o el transportador lo solicitan, se realizará una


investigación sobre las causas y circunstancias del incendio, en conformidad con los
reglamentos y las prácticas del transporte marítimo y se proporcionará a los interesados
un ejemplar del informe con las conclusiones de la investigación.

b) Transporte de animales vivos: En caso de transporte de animales vivos, el Código


prescribe que el transportador no será responsable de la pérdida, daño o retraso en la
entrega que resulten como consecuencia de los riesgos especiales que irroga este tipo
de transportes.

Es más. Se presume que dichos riesgos especiales han sido la causa de la pérdida o
del daño o del retraso en la entrega, cuando el transportador pruebe que ha cumplido
las instrucciones especiales que le haya impartido el cargador y que, además, atendidas
las circunstancias, la pérdida, el daño o el retraso en su entrega puedan atribuirse a
tales riesgos.

Sin embargo, el transportador no podrá ampararse en la presunción


señalada precedentemente cuando se alleguen pruebas de que la totalidad o parte de
los hechos han tenido su origen en la culpa o negligencia del transportador, sus
dependientes o agentes.

726. Límites de la responsabilidad del porteador

Se refiere a esta materia la sección cuarta del Título V del Libro III del Código,
estableciendo que, para determinar la limitación de la responsabilidad del porteador
marítimo, hay que distinguir tres aspectos:

1. La responsabilidad por pérdida o daño de la mercancía: En este caso, la


responsabilidad está limitada a un máximo equivalente a 835 Unidades de Cuenta por
bulto u otra unidad de carga transportada, y a dos y media Unidades de Cuenta por
kilogramo de peso bruto de las mercancías perdidas o dañadas, si esta cantidad es
mayor (art. 992).

Si se usa un contenedor, una paleta o un elemento de transporte análogo, se


considerarán como un bulto o una unidad de carga transportada, cada uno de los que
aparezcan como contenidos en ese elemento de transporte en el conocimiento de
embarque, si se ha emitido. Si se omite la mención señalada, las mercancías contenidas
en ese elemento de transporte serán consideradas como una sola unidad de carga
transportada.

El contenedor es una palabra que viene del inglés (container) y designa a un medio
para el embalaje de la carga, que se caracteriza porque permite guardarla en su interior
y que está provisto de compuertas que se cierran con candados y se protegen con
sellos, lo que dificulta la posibilidad de robos, a la vez que, debido a sus dimensiones
estándar, facilita su almacenaje en el medio de transporte, al punto que existe un tipo
de nave especialmente diseñada para transportarlos (buque portacontenedores).

La paleta es también una voz de origen inglés (pallet), que designa a una plataforma
encima de la cual va sujeta la mercancía transportada, usualmente de dimensiones tan
grandes que no permiten su almacenaje en contenedores. La paleta representa utilidad
en la medida que facilita la ejecución de las faenas de transporte y la disminución de los
daños que en dichas maniobras se pueden ocasionar.

2. La responsabilidad del transportador por el retraso en la entrega: La


responsabilidad del transportador marítimo por el retraso en la entrega está limitada a
una suma equivalente a dos y media veces el flete que debe pagarse por las mercancías
que hayan sufrido retraso, pero no excederá de la cuenta total del flete que deba pagarse
en virtud del respectivo contrato de transporte marítimo de mercancías.

3. La responsabilidad del transportador por causas acumuladas: Puede ocurrir que las
mercancías lleguen averiadas y además con retraso. En este caso, la responsabilidad
acumulada del transportador por estos conceptos no puede exceder del límite
determinado para la pérdida total de las mercancías respecto de las cuales se haya
incurrido en esa responsabilidad.

727. Normas comunes aplicables a las reglas sobre responsabilidad tratadas


anteriormente. Posibilidad de pactar límites de responsabilidad superiores

a) En cualquiera de los casos anteriores, conforme a lo prescrito en el artículo 995 del


Código, en los límites de responsabilidad allí señalados no se consideran incluidos los
intereses producidos por la suma en que se avalúen los daños, ni tampoco las costas
judiciales.

b) En los casos de pérdida o daño de la mercancía, para determinar qué cantidad es


mayor, si el monto por bultos o el monto por kilogramo de peso, se aplicarán las
siguientes reglas:

— Si para agrupar mercancías se usa un contenedor, una paleta u otro elemento de


transporte análogo, se considerarán como un bulto o una unidad de carga transportada,
cada uno de los que aparezcan como contenidos en ese elemento de transporte en el
conocimiento de embarque, si se ha emitido o en cualquier otro documento que haga
prueba del contrato de transporte marítimo. Como hemos dicho, si se omite la mención
señalada en tales documentos, se considerará a todas las mercancías contenidas en
ese elemento, como una sola unidad de carga transportada.

— En los casos en que se haya perdido o dañado el elemento de transporte mismo


(contenedor, paleta, etc.), éste será considerado como una unidad independiente de la
carga transportada, salvo que sea de propiedad o proporcionado por el transportador.

c) El Código establece que tanto las exoneraciones como los límites de


responsabilidad del transportador, se aplicarán en beneficio de éste cualquiera sea la
naturaleza del perjuicio causado y tanto si la acción en su contra se fundare en la
responsabilidad contractual, en la extracontractual o en otra causa.

d) El art. 987, basado en el principio de la libertad contractual, faculta al transportador


y cargador para pactar límites de responsabilidad superiores a los establecidos en los
arts. 992 y 993.

728. Acciones de indemnización contra agentes o dependientes del porteador


marítimo

Si se ejercitan acciones de indemnización por las causales señaladas en los párrafos


anteriores, contra empleados o agentes del porteador, éstos podrán acogerse a los
límites de responsabilidad que el transportador pueda invocar en virtud de las
disposiciones del párrafo tercero del Título V del Libro III, siempre que prueben que han
actuado en el ejercicio de sus funciones.

729. Procedimiento de limitación de la responsabilidad del porteador y transportador


marítimo

Las disposiciones sobre limitación de la responsabilidad estudiadas deben


relacionarse con el "procedimiento para la constitución y distribución del fondo de
limitación de responsabilidad", en los arts. 1210 y siguientes del Código de Comercio,
esto en el supuesto que se dé la condición implícita que hace procedente la limitación:
que el o los reclamos sean de tal envergadura que excedan los montos máximos de
responsabilidad que indica el art. 895 del Código de Comercio. El art. 1210 dispone que,
cualquiera de las personas que se considere con derecho a limitar su responsabilidad,
entre las cuales está el porteador marítimo por la referencia al párrafo 3º del Título V del
Libro III del Código de Comercio, debe ocurrir ante alguno de los tribunales competentes
y solicitar que se inicie un procedimiento con el objeto de constituir el fondo, verificar y
liquidar los créditos, y efectuar su repartimiento de acuerdo con las normas que al
respecto dispone la ley.

No profundizaremos sobre dicho procedimiento, porque su estudio excede las


finalidades del capítulo de esta obra, que guarda relación, solamente, con el transporte.

730. Límite máximo de la responsabilidad del transportador y sus agentes o


dependientes

Como veremos en los párrafos siguientes, existe una serie de disposiciones que
restringen o privan al transportador del derecho a acogerse a las reglas sobre limitación
de responsabilidad precedentemente analizadas.

Sin embargo, el artículo 1000 del Código de Comercio prescribe que, aun en esos
casos, la cuantía total de las sumas exigibles del transportador, sus empleados o
agentes no excederá los límites de responsabilidad establecidos en el Párrafo 3 del
Título V del Libro III del Código de Comercio.

731. Excepciones a la limitación de responsabilidad

El transportador no podrá acogerse a los límites indicados de responsabilidad si se


prueba que la pérdida, el daño o el retraso provinieron de una acción dolosa suya o de
una acción temeraria y en circunstancias que puede presumirse que tuvo conocimiento
de que probablemente sobrevendrían la pérdida, el daño o el retraso.

La segunda excepción alude a la imprudencia temeraria, o sea, a la culpa grave, con


el agregado que pueda presumirse que el armador tenía conocimiento de que había la
probabilidad de que el accidente ocurriera. Un ejemplo de esta situación es la que
consiste en sobrecargar la nave (art. 1001).

Tampoco pueden acogerse a la limitación de responsabilidad los dependientes o


agentes del transportador, si se prueba que la pérdida, el daño o el retraso en la entrega
provinieron de una acción o una omisión de ellos realizada con la intención de causar
tal pérdida, daño o retraso, o temerariamente y en circunstancias que puede presumirse
que tuvieron conocimiento de que probablemente sobrevendrían la pérdida, el daño o el
retraso.

732. Carga sobre cubierta

Las normas relativas a la carga sobre cubierta, que es aquella que, como su nombre
lo indica, se transporta sobre la cubierta principal de la nave y no en sus bodegas
interiores, quedando expuesta a las inclemencias de la navegación y del tiempo, están
contenidas en los arts. 1003 al 1005. Como norma general, el transportador sólo puede
transportar sobre cubierta en virtud de un acuerdo con el cargador, o bien cuando lo
permitan los usos en el transporte de esa especie de mercancías, o cuando así lo exijan
las normas legales.

Este acuerdo previo debe constar en el conocimiento u otro documento de transporte


que se otorgue. A falta de declaración escrita sobre el particular, el transportador deberá
probar la existencia del acuerdo, pero no podrá invocarlo contra terceros, incluso
respecto del consignatario que adquirió el conocimiento de embarque de buena fe,
norma que es una disposición razonable que protege a los que han adquirido sus
derechos por la transferencia de un documento que no menciona la circunstancia de
que las mercancías serán transportadas sobre cubierta, lo que indudablemente agrava
los riesgos.

Si la nave es apta para el transporte de contenedores, se presume, salvo prueba en


contrario, que el embarcador había autorizado su carga sobre la cubierta. Ello, porque
una de las características de los contenedores consiste, precisamente, en que también
brindan protección de las inclemencias climáticas a la carga que va en su interior.

Si el transportador infringe un acuerdo expreso de transportar bajo cubierta, su


responsabilidad se abre por encima de los límites legales, presumiéndose dolosa o
culposa su conducta (art. 1005 inciso 2º del Código de Comercio).

733. Responsabilidad del transportador y del transportador efectivo

Cuando la ejecución del transporte o de una parte del mismo haya sido encomendada
a un transportador efectivo, independientemente de si el contrato lo autoriza o no para
ello, el transportador seguirá siendo responsable de la totalidad del transporte
convenido.

El transportador efectivo será también solidariamente responsable con aquél respecto


de la etapa que él haya ejecutado (art. 1006).

Todas las disposiciones que se refieren a la responsabilidad del transportador, sus


empleados o agentes, son igualmente aplicables al transportador efectivo respecto del
transporte ejecutado por él.

Se entiende por transportador efectivo aquel que ejecuta el transporte en la realidad,


por habérselo encargado el transportador con quien contrató el cargador.

734. Transporte con facultad para transbordar

No obstante lo expuesto en el artículo 1006, cuando en un contrato de transporte


marítimo se estipula expresamente que una parte determinada del transporte será
ejecutada por una persona distinta del transportador, podrá también estipularse que
aquél no será responsable de la pérdida, avería o retardo en la entrega, causados por
hechos ocurridos cuando las mercancías estaban bajo custodia del otro transportador
expresamente nominado.

Sin embargo, cuidando que el perjudicado quede sin posibilidad de reclamar, el


artículo 1011 expresa que esta estipulación no tendrá efecto si aquél no puede incoar
ante un tribunal competente un procedimiento judicial contra el segundo transportador.

B) Responsabilidad del cargador

735. Normativa sobre la responsabilidad del cargador marítimo

Según ya hemos dicho, el Nº 3 del art. 975 define al cargador como toda persona que
por sí o por medio de otra que actúe en su nombre o por su cuenta ha celebrado un
contrato de transporte marítimo de mercancías con un porteador, y toda persona que
por sí o por medio de otra que actúe en su nombre o por su cuenta ha entregado
efectivamente las mercancías al porteador en virtud del contrato de transporte marítimo.

Existen normas imperativas sobre la responsabilidad del cargador por sus


actuaciones negligentes o falsas frente al transportador. Estas normas están contenidas
en los arts. 1012 y 1013 de nuestro Código de Comercio.

El principio general es que el cargador, sus dependientes o agentes, sólo serán


responsables de la pérdida sufrida o el daño de que se trate, que hayan sido causados
por culpa o negligencia de dicho cargador, sus dependientes o agentes.

Esta responsabilidad se agrava en contra del cargador cuando se trate de mercancías


peligrosas, sin que se haya advertido previamente al transportador de esta
circunstancia.

El Código ha reglamentado la responsabilidad del cargador en la Sección 9ª del Título


V del Libro III del Código de Comercio, estableciendo como regla general que éste, sus
dependientes o agentes, sólo serán responsables de la pérdida sufrida por el
transportador o el transportador efectivo, o del daño sufrido por la nave, cuando la
pérdida o el daño de que se trate hayan sido causados por culpa o negligencia de dicho
cargador, sus dependientes o agentes (art. 1012).

El cargador está expresamente obligado a señalar de manera adecuada, mediante


marcas o etiquetas, las mercancías que tengan el carácter de peligrosas. Además, el
cargador deberá informar al transportador o al transportador efectivo, según el caso, del
carácter peligroso de las mercaderías que le entregan y, de ser necesario, de las
precauciones que deban adoptarse.

Si el cargador no lo hace y el transportador o el transportador efectivo no tienen


conocimiento del carácter peligroso de las mercancías por otro conducto, esta omisión
tendrá los siguientes efectos previstos en el art. 1013:

1. El cargador será responsable respecto del transportador y de todo transportador


efectivo de los perjuicios resultantes del embarque de tales mercancías, y

2. Las mercancías podrán, en cualquier momento, ser descargadas, destruidas o


transformadas en inofensivas, según se requieran las circunstancias, sin que haya lugar
a indemnización.

El transportador no podrá hacer uso de estos derechos si durante el transporte se


haya hecho cargo de las mercancías a sabiendas de su carácter peligroso.

El inciso final del art. 1013 expresa que, aun cuando se ponga en conocimiento del
transportador el carácter peligroso de las mercancías, si éstas llegaren a constituir un
peligro real para la vida humana o los bienes, podrán ser descargadas, destruidas o
transformadas en inofensivas, según requieran las circunstancias, sin que haya lugar a
indemnización, salvo cuando exista la obligación de contribuir a la avería gruesa o
cuando el transportador sea responsable de las pérdidas o daños de las mercancías,
según las reglas de los arts. 984 al 991 del Código.

Sección Cuarta
Otras disposiciones sobre el contrato de transporte marítimo

736. Reglas sobre el pago del flete en el contrato de transporte marítimo

El flete es la contraprestación del cargador al porteador por el cumplimiento de la


obligación de éste de transportar mercaderías por mar de un puerto a otro. Constituye
el precio que cobra el transportador por la conducción de las mercancías. Así se deduce
del art. 974 del Código de Comercio. Por regla general, a menos que se estipule otra
cosa, el flete se gana y es exigible una vez entregadas las mercancías en el destino
previsto en el contrato, esto es, una vez que el porteador ha cumplido con la obligación
de entregar (art. 1021 del Código de Comercio).

No se deberá flete por las mercancías perdidas por caso fortuito o fuerza mayor. Sin
embargo, cuando las mercancías se han perdido por un acto o a consecuencia de avería
gruesa se pagará el flete correspondiente como si aquéllas hubiesen llegado a destino,
sin perjuicio del derecho de cobrar tal importe en la liquidación de la avería común.

Sin embargo, la estipulación de flete pagadero a todo evento surtirá efecto siempre
que la carga se encuentre a bordo y la nave haya iniciado el viaje. En este tipo de flete
el transportador tendrá derecho a cobrarlo, aun cuando las mercaderías se pierdan por
caso fortuito o fuerza mayor. Por regla general, el pago del flete corre de cargo del
cargador y se presume, salvo prueba en contrario, que el consignatario no ha de pagar
ningún flete ni demora señalada en el art. 1021 inciso cuarto, a menos que el
conocimiento de embarque especifique que el flete se encuentra pendiente de pago o
que de cualquier otro modo se establezca que el flete ha de ser pagado por el
consignatario conforme a lo dispuesto en el Nº 11 del art. 1015.

En caso de faltar tales indicaciones en el conocimiento de embarque, no se admitirá


al transportador rendir prueba en contrario respecto de la falta de responsabilidad del
consignatario en el pago del flete, cuando el conocimiento de embarque haya sido
transferido a un tercero, incluido un consignatario que haya procedido de buena fe.

La disposición del art. 1021 es supletoria de la voluntad de las partes, ya que puede
expresamente pactarse otra cosa.

737. Pérdidas o daños a las mercancías y retraso en la entrega. Avisos, reclamaciones


y acciones

El consignatario, o quien sus derechos represente, tendrá acceso a la información o


registro de los datos pertinentes relacionados con todo el período en que las mercancías
hayan estado bajo el cuidado del transportador. De la misma manera, el transportador
tendrá acceso a los datos del embarcador o expedidor y del consignatario, según sea el
caso, relacionados con el cargamento que origina un reclamo.

Cuando se emite un conocimiento de embarque "limpio", se presume que la carga se


ha entregado en buenas condiciones al porteador. La recepción de las mercancías por
el consignatario, sin que éste emita un aviso objetando el estado aparente de las
mercaderías (acto que se denomina reserva u observaciones), hace presumir, salvo
prueba en contrario, que la carga fue recibida por el destinatario en las mismas buenas
condiciones o tal como están descritas en el conocimiento de embarque.

Para que esta presunción no opere a favor del transportador, el destinatario debe
cumplir ciertas formalidades mínimas y que consisten en dar un aviso por escrito de la
pérdida o daño, especificando la naturaleza de éstos, a más tardar el primer día hábil
siguiente al de la fecha en que las mercaderías fueron puestas en su poder.

En caso de pérdida o daños a las mercaderías, ciertos o presuntos, el transportador


y el consignatario se darán todas las facilidades razonables para la inspección de las
mercancías y la comprobación del número de bultos.

Si la pérdida o el daño no son visibles, el aviso antes mencionado debe ser dado, a
más tardar, en el plazo de 15 días consecutivos, contados desde la fecha en que las
mercaderías fueron puestas en poder del consignatario (art. 1027 Nºs. 1 y 2).

Respecto de los perjuicios por retraso en la entrega, el derecho a indemnización


caducará si no se avisó de ellos por escrito al transportador, dentro de 60 días
consecutivos desde la fecha que las mercaderías hayan sido puestas en poder del
consignatario (art. 1030).

Los avisos dados a un transportador efectivo o al transportador titular tienen el mismo


efecto. También tienen el mismo efecto los avisos que se dan a cualquier persona que
actúe en nombre del transportador, incluido el capitán u oficial que esté al mando de la
nave.
Finalmente, si el porteador no da al cargador aviso por escrito de pérdida o daño
dentro de 90 días consecutivos, se presumirá, salvo prueba en contrario, que el
porteador no ha sufrido perjuicios por culpa o negligencia del cargador (art. 1031).

738. Normas sobre jurisdicción y prórroga de competencia en los conflictos


relacionados con el contrato de transporte marítimo

Esta materia está regulada en los artículos 1032 a 1035 del Código, que contienen
las siguientes reglas:

a) Serán competentes, para conocer de los asuntos judiciales relativos al contrato de


transporte marítimo de mercancías que regula el párrafo 3 del Título V del Libro III del
Código, los siguientes tribunales, a elección del demandante:

1. El del lugar donde se encuentre el establecimiento principal o la residencia habitual


del demandado.

2. El del lugar de celebración del contrato, siempre y cuando el demandado tenga allí
un establecimiento, sucursal o agencia por medio de los cuales se haya celebrado el
contrato.

3. El del puerto o lugar de carga o descarga, y

4. El de cualquier otro lugar designado al efecto en el contrato de transporte marítimo,


si se trata de una demanda en contra del transportador.

b) Competencia de tribunales chilenos en los casos que se indican:

Las acciones a que se refiere la letra a) precedente, podrán entablarse también ante
los tribunales de cualquier puerto o lugar de Chile en el que la nave que efectúe o haya
efectuado el transporte o cualquiera otra del mismo propietario, haya sido judicialmente
retenida o embargada.

En este caso, la prórroga de competencia a un tribunal ordinario o al tribunal arbitral


podrá ser autorizada con conocimiento de causa por un tribunal, ante el cual el
demandado deberá efectuar la petición dentro del término de emplazamiento, la que se
tramitará como excepción dilatoria.

Si se concede la prórroga, el demandado deberá prestar caución suficiente para


responder de las sumas que pueda obtener el demandante en el juicio respectivo.

c) Los tribunales mencionados en las letras a) y b) precedentes serán los únicos que
tendrán competencia para conocer de los procedimientos judiciales relacionados con el
contrato de transporte marítimo, sin perjuicio de las normas especiales relacionadas con
la petición de medidas prejudiciales o cautelares y con el juicio de quiebras.

d) Las partes, después de presentada una reclamación, podrán acordar, es decir,


prorrogar la competencia, ante cualquier tribunal, para que el demandante ejercite su
acción.

739. Arbitraje. Lugar donde se llevará a efecto


De acuerdo con lo que dispone el artículo 1203 del Código de Comercio, en general,
el conocimiento de toda controversia que derive de hechos, actos o contratos a que dé
lugar el comercio marítimo o la navegación, incluidos los seguros marítimos de
cualquiera clase, será sometido a arbitraje, a menos que las partes o interesados
expresen su voluntad de someterse a la jurisdicción ordinaria, sea en el mismo acto o
contrato que origine la controversia, o por acuerdo anterior a la iniciación del juicio que
conste por escrito.

De acuerdo al artículo 1036, si la controversia es sometida a arbitraje, el


correspondiente procedimiento se incoará, a elección del demandante, en cualquiera de
los siguientes lugares:

a) Aquel donde se encuentre el establecimiento principal o, a falta de éste, la


residencia habitual del demandado;

b) En el de celebración del contrato, siempre que el demandado tenga en él un


establecimiento, sucursal o agencia por cuyo intermedio se haya celebrado el contrato;

c) En el puerto o lugar de carga o descarga de la nave, y

d) En las acciones contra el transportador, en cualquier lugar designado en la cláusula


compromisoria o compromiso de arbitraje.

Las reglas a), b) y c) precedentes se considerarán incluidas en toda cláusula


compromisoria y, por el contrario, cualquiera estipulación contraria a ellas que se
estipule en aquélla se tendrá por no escrita.

Sección Quinta
El transporte multimodal de mercaderías

740. Concepto y denominaciones del transporte multimodal

Por la denominación de transporte multimodal se entiende aquel contrato de


transporte de mercancías que se realiza utilizándose, como mínimo, dos tipos diferentes
de transporte y que constituye una sola operación, en virtud de haberse celebrado entre
el usuario y una persona natural o jurídica de carácter público o privado, que acepta la
responsabilidad directa derivada de la ejecución de dicho contrato por todos los
transportadores y/o medios de transporte involucrados en la conducción de la carga.

Según otra definición, es aquel contrato por el que una persona denominada operador
de transporte multimodal o combinado se obliga, a cambio de una contraprestación, a
trasladar una mercancía en condiciones idóneas, de un lugar a otro, mediante la
utilización de dos o más medios de transporte.

El transporte multimodal comprende los siguientes elementos:

a) La existencia de, a lo menos, dos modos diferentes de transporte.

b) La existencia de una sola operación, sea cual fuese el número de vehículos o


modos de transporte que se utilicen. Lo que constituye la novedad del transporte
multimodal es que hay un solo contrato que establece la responsabilidad de una sola
persona durante todo el trayecto. No constituyen transporte multimodal otras
operaciones de transporte similares, como el transporte combinado, en el que concurren
medios de transporte distintos en la movilización de la carga, como el transporte de
camiones en vagones de ferrocarril o en buques "Ro-Ro" (Roll on-roll off); otra
modalidad semejante es el denominado transporte intermodal segmentado, en el que
ejecutándose mediante el uso de dos o más medios de transporte, constituye, sin
embargo, una sola operación, a pesar de que cada porteador emite su propio documento
y responde por lo que a él le haya tocado efectuar en la conducción.

Lo anterior implica, entonces, la existencia por una parte, de una persona que encarga
la conducción y que recibe el nombre genérico de "expedidor" y, por otra, de una
persona que recibe el nombre de "operador de transporte multimodal", quien celebra el
contrato de transporte multimodal y asume la responsabilidad del cumplimiento de dicho
contrato.

Los términos para designar este transporte, surgido en época reciente, han variado:
se habla de transporte combinado, transporte intermodal y, por último, se ha adoptado
el término de "transporte multimodal" por parte del Grupo Preparatorio
Intergubernamental para la celebración de la "Convención sobre transporte multimodal
internacional".

En efecto, en el mes de mayo de 1980 se llevó a cabo en Ginebra la conferencia de


las Naciones Unidas para la elaboración de un Convenio sobre Transporte Multimodal
Internacional, el cual fue aprobado en la segunda parte del período de sesiones, del 8
al 24 de mayo de 1980, y que contó con la asistencia de 87 países negociadores,
incluida la participación de Chile.

Nuestro país ratificó este Convenio, el cual no entrará en vigor sino hasta 12 meses
después de la fecha en que los gobiernos de 30 Estados lo hayan firmado. Hasta la
fecha de término de la redacción de esta obra, no ha entrado en vigor aún. El Código de
Comercio de Chile, en sus arts. 1041 al 1043, contiene reglas mínimas sobre estas
operaciones, las que deben aplicarse imperativamente, lo que constituye una
manifestación ostensible de su modernidad, porque pocas legislaciones internas del
mundo contemplan, entre sus normas, la regulación de este contrato y, desde luego,
ningún Código latinoamericano.

De hecho, en la mayoría de los países del mundo, y a falta de ley aplicable, "la
regulación de las relaciones jurídico-privadas que surgen de los contratos de transporte
combinado, debe analizarse observando las reglas y condiciones generales de la
contratación elaboradas por los organismos implicados en ese modelo de contratación,
y que se incluyen habitualmente en los documentos de transporte empleados en los
mencionados contratos de transporte combinado. Los principales referentes son las
Reglas Uniformes para un Documento de Transporte Combinado de 1975, elaboradas
por la Cámara de Comercio Internacional y las Reglas Uniformes para Documentos de
Transporte Multimodal de 1992 (creadas y difundidas por la Cámara de Comercio
Internacional y la Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y Desarrollo -
UNCTAD)".

741. Conceptos del Código de Comercio relacionados con el transporte multimodal de


mercancías. Las partes del contrato

El artículo 1041 de nuestro Código contiene una enumeración de los distintos


conceptos que se aplican en el transporte multimodal de mercancías.

Entre éstos podemos distinguir, en primer lugar, a las partes del contrato: el operador
de transporte multimodal y el expedidor.
El operador de transporte multimodal es toda persona que, por sí o por medio de otra
que actúa en su nombre, celebra un contrato de transporte multimodal, actúa como
principal y asume la responsabilidad del cumplimiento del contrato.

Para desempeñarse como operador multimodal en Chile es necesario estar inscrito


en el Registro de Operadores Multimodales, de acuerdo al reglamento.

Quienes operen desde Chile deberán ser personas naturales o jurídicas chilenas. El
mismo reglamento establecerá los requisitos necesarios para calificar como chilena a
las personas jurídicas (art. 1041 Nº 2 e inciso final).

Sobre este particular, es necesario tener presente el inciso segundo transitorio de la


ley, el cual dispone que la exigencia de nacionalidad chilena establecida en el art. 1041
del Código de Comercio no será aplicable a las empresas extranjeras que estén
establecidas en el país a la fecha de publicación de esta ley.

El objeto de exigir la inscripción en un registro especial es evitar, en parte, la


incertidumbre que se plantea respecto de la solvencia que puedan tener los empresarios
de transporte multimodal y es, precisamente, el reglamento el que habrá de ocuparse
sobre las reglas y requisitos de conducta y solvencia que deben cumplir estos
empresarios. Hasta la fecha de cierre de esta obra, el citado reglamento aún no había
sido dictado.

El legislador chileno, seguramente inspirado en las reglas del "Convenio Internacional


sobre Transporte Multimodal", establece la normativa que lo rige sobre la base del
supuesto de que el operador es, a lo menos en principio, una empresa independiente
de aquellas que efectúan las diversas etapas del transporte de las mercaderías, lo que
exige ser prudente en la exigencia de supervigilar la solvencia económica de tales
entidades. De allí las normas precedentemente señaladas, sobre la inscripción en el
Registro.

La otra parte en el contrato es el expedidor, que es toda persona que por sí o por
medio de otra que actúe en su nombre o por su cuenta, ha celebrado un contrato de
transporte multimodal con el operador de este transporte. También puede ser expedidor
toda persona que por sí o por medio de otra, actuando en su nombre o por su cuenta,
entrega efectivamente las mercancías al operador de este transporte (art. 1041 Nº 5).

En el contrato de transporte multimodal, el cargador (usuario o expedidor) contrae un


vínculo contractual exclusivamente con el empresario de transporte multimodal
(operador) y es éste quien, a su vez, suscribe con los transportistas que empleará para
la ejecución del transporte los contratos necesarios, los que no crean relaciones
contractuales entre el usuario y los referidos transportistas.

El hecho de encargar la conducción de las mercaderías al empresario de transporte


multimodal es lo que da el carácter de usuario a quien efectúa la entrega de ellas para
tal finalidad.

742. Definición de transporte multimodal contenida en el Código de Comercio

El art. 1041 Nº 3 del Código define este contrato y dice que es "aquél en virtud del
cual un operador de transporte multimodal se obliga, contra el pago de un flete, a
ejecutar o hacer ejecutar un transporte multimodal de mercancías".
Esta definición del contrato está en íntima conexión con el concepto de transporte
multimodal que da el art. 1041 Nº 1, que lo considera como "el porteo de mercancías
por a lo menos dos modos diferentes de transporte, desde un lugar en que el operador
de transporte multimodal toma las mercancías bajo su custodia hasta otro lugar
designado para su entrega".

743. El consignatario en el transporte multimodal

De acuerdo al art. 1041 Nº 6, el consignatario en este contrato es "la persona


autorizada para recibir las mercancías".

Es, por lo tanto, la persona a quien se envían las mercancías y, al igual que en todas
las demás especies de transporte, nada se opone a que sea una misma persona el
cargador o usuario y el consignatario, lo que no tiene mayor interés para el empresario
del transporte multimodal, quien, solamente, debe concretarse a cumplir con la
obligación de entregar las mercancías al consignatario una vez efectuada la conducción.
En este caso, es posible aplicar la regla general establecida en nuestro Código de
Comercio, según la cual el porteador (en este caso, el empresario u operador de
transporte multimodal) carece de personería para examinar la validez del título que
tenga el consignatario para recibir los efectos consignados (art. 201 inciso 2º del Código
de Comercio).

744. Las mercancías en el transporte multimodal

En el transporte multimodal, por mercancías se entiende toda clase de bienes


muebles, comprendiéndose también los animales vivos (art. 976) y, de acuerdo al Nº 7
del art. 1041, se comprende también cualquier contenedor, paleta u otro elemento de
transporte o de embalaje análogo, si ha sido suministrado por el expedidor. En esta
parte es necesario señalar que el transporte multimodal bajo un contrato único ha
adquirido importancia como consecuencia, precisamente, de la consolidación y
singularización de la carga y, especialmente, del empleo masivo de contenedores u
otros elementos de carga unificada (paletas u otros embalajes análogos).

745. Efectos del contrato de transporte multimodal. Obligaciones del cargador o


expedidor

En resumen, los efectos del transporte multimodal son los mismos que los del contrato
de transporte, adaptados a las peculiaridades de aquél. Por lo que respecta a las
obligaciones del cargador, estas son las siguientes:

1. Entregar al operador de transporte multimodal las mercancías o efectos objeto del


transporte en el lugar, forma y tiempo convenidos;

2. Suministrar al operador todos los antecedentes y documentos que sean necesarios


para el correcto y buen desenvolvimiento del contrato, especialmente para que la carga
pueda desplazarse sin inconvenientes a través de fronteras, aduanas y servicios de
inspección sanitaria;

3. Pagar el flete, es decir, el precio de la conducción multimodal.

746. Obligaciones del operador de transporte multimodal

1. Entregar las mercancías en el lugar de destino convenido con el expedidor o


destinatario (la utilización de la palabra "lugar" en vez de "puerto" es reveladora del
interés de hacer transporte "puerta a puerta", a lo que se agrega como consecuencia la
libertad del operador de recurrir a las opciones de transporte más adecuadas sin que su
inicio o su término sea marítimo, aunque aquel medio sea su esencia);

2. Mantener y cuidar las condiciones físicas de las mercancías mientras éstas


permanezcan a su cuidado;

3. Expedir las mercancías hasta el lugar de destino sin demoras indebidas.

747. Documentos de transporte multimodal. Diferencias con el "conocimiento directo


de embarque"

La carta de porte, conocimiento de embarque o carta guía (nombres que reciben los
documentos que dan cuenta, respectivamente, del transporte terrestre, marítimo y
aéreo) en el Transporte Multimodal ha tomado el nombre de "documento de transporte
multimodal" que, conforme al Nº 4 del art. 1041, es aquel que hace prueba de un
contrato de transporte multimodal y acredita que el operador ha tomado las mercancías
bajo su custodia y se ha comprometido a entregarlas en conformidad con las cláusulas
de este contrato. El documento de transporte multimodal será firmado por el operador
de este transporte o por una persona autorizada al efecto por él y podrá ser negociable
o no negociable.

La idea central de la existencia de un solo documento de transporte multimodal está


en el único deseo de simplificar el procedimiento a que da origen el transporte de
mercancías en el ámbito internacional.

No cabe confundir el documento de transporte multimodal con el denominado


"conocimiento directo". Este último es aquel que emite un transportador marítimo, a
pesar de que en el transporte total de la carga intervenga más de un transportador, como
sucede en los transportes marítimos "puerto a puerto" con transbordador en un puerto
intermedio.

748. Responsabilidad del operador de transporte multimodal

Los arts. 1042 y 1043 del Código contienen algunas normas sobre la materia y que
son las siguientes:

1. Durante el período en que las mercancías están bajo la custodia del operador de
transporte multimodal se aplicarán las reglas sobre responsabilidad del transporte de
mercancías por mar señaladas en el art. 982.

2. Las mismas reglas serán aplicables mientras estén siendo empleados otros medios
de transporte, si el contrato de transporte multimodal o la ley respectiva no disponen
otra cosa.

3. La responsabilidad del operador de transporte multimodal no excluye la


responsabilidad de las personas que tengan a su cargo los diversos medios de
transporte realmente empleados.

4. Cada una de estas personas serán solidariamente responsables entre sí y con el


operador, respecto de las pérdidas, daños o retardos con que se hubieren recibido las
mercancías en su destino final.
5. El ejecutor de una parte del transporte multimodal que hubiere sido condenado a
pagar perjuicios por hechos que no hubieren ocurrido durante la etapa realizada por él,
tendrá derecho a repetir, a su elección, en contra del operador de transporte multimodal
o en contra de los transportadores responsables por tales hechos.

749. Transporte en contenedores

Como hemos mencionado anteriormente, en el último cuarto de siglo se ha ido


generalizando el uso de contenedores para la movilización de la carga en todo tipo de
medios de transporte, especialmente en el transporte marítimo y terrestre, ya que presta
mayor seguridad a la conservación de la carga, disminuye el riesgo de robo y facilita el
uso del transporte multimodal.

Ahora bien, cuando la mercadería se agrupa en el interior de un contenedor, se


considera como un bulto o unidad de carga transportada a cada uno de los que
aparezcan contenidos en ese medio de almacenamiento en el conocimiento de
embarque o el documento que haga prueba del contrato de transporte marítimo.

En cambio, si se omite la enunciación antedicha en los documentos que dan prueba


del contrato de transporte, se considera al contenedor en sí como una sola unidad de
carga transportada.

Es por ello que, como apunta Sandoval, resulta importante que la carga transportada
en contenedores sea singularizada en el conocimiento de embarque o que, por lo
menos, se indique el número de bultos y su peso global.

Cuando el transporte se realiza por medio de la utilización de contenedores es preciso


efectuar, en la oportunidad correspondiente, la consolidación y desconsolidación
correspondiente.

Se entiende por consolidación la operación consistente en introducir en su interior y


estibar la carga, que puede ser toda de un mismo cargador o de varios, por lo que, en
el primer caso, la consolidación se efectuará corrientemente en las bodegas del
exportador y, en el segundo, por el agente de carga. En cualquier caso, la operación de
consolidación termina cuando se procede a cerrar el contenedor con candados y sellos.

Si es el exportador el que llena todo el contenedor, se dice que se trata de un


transporte FCL (full container load), por lo que es el exportador o el agente de carga
quien detalla el contenido que se estampa en el conocimiento de embarque, que el
transportador acepta con dicha expresión (FCL) o la frase "Said to contain" ("dice
contener"), sin responsabilidad sobre su contenido real, ya que no lo ha visto ni le consta
que existe.

Si es el propio armador o su agente quien introduce y estiba la carga en el contenedor,


otorga el conocimiento de embarque describiendo la carga, no pudiendo, entonces,
ignorar su contenido.

Por el contrario, la desconsolidación de un contenedor es la operación consistente en


abrir el contenedor en el lugar de destino, comprobar la existencia y estado de la carga
en él, para luego hacer entrega de ella a los consignatarios.

Si el contenedor llega al puerto de destino con señales externas de averías o sus


sellos y/o candados rotos es preciso adoptar las medidas pertinentes a la conservación
de los derechos del cargador y/o consignatario, para lo cual es necesario distinguir si el
contenido del contenedor fue verificado por el transportador o no (caso de los
contenedores FCL o en los casos en que el conocimiento de embarque llevaba la
expresión "Said to contain").

En el primer caso, el transportador no podrá desconocer su responsabilidad hasta por


el total del valor de la mercadería embarcada, mientras que en el segundo podrá alegar,
al menos en principio, que no le consta la existencia y valor de la carga averiada o
perdida.

En caso de pérdida o daño del contenedor u otro medio análogo de transporte, éste
se considera como unidad independiente de la carga contenida en él, salvo que el
contenedor sea de propiedad del transportador mismo o haya sido proporcionada por
éste.

Así lo indica el artículo 996 inciso segundo del Código de Comercio.

Sección Sexta
El contrato de pasaje marítimo

750. Concepto y generalidades sobre el contrato de pasaje

Como una actividad económica autónoma, el contrato de pasaje no aparece sino


hasta la segunda mitad del siglo XIX, toda vez que, con anterioridad, los pasajeros
viajaban en buques que también transportaban carga.

Nuestro Código regula este contrato en el Párrafo 5º del Título V del Libro III, mediante
normas detalladas, inspiradas en la Convención Internacional de Atenas Relativa al
Transporte de Pasajeros por Mar y sus Equipajes, de 13 de diciembre de 1974.

El contrato de pasaje marítimo es aquél en cuya virtud el transportador se obliga a


conducir a una persona por mar en un trayecto determinado, a cambio del pago de una
remuneración denominada pasaje.

La ley dispone, para los efectos de este contrato, que se entiende por transportador a
la persona que en virtud de un contrato de pasaje se obliga a efectuar el transporte de
pasajeros por cuenta propia o ajena y agrega que el transporte de pasajeros puede
también ser ejecutado por un tercer transportador efectivo, que es toda persona distinta
del transportador que efectúa de hecho la totalidad o parte del transporte.

Pasajero es toda persona transportada por una nave, sea en virtud de un contrato de
pasaje, o que con el consentimiento del transportador viaja acompañando a un vehículo
o animales vivos, amparado por un contrato de transporte marítimo de mercancías.

Se define como equipaje a cualquier artículo o vehículo conducido por el transportador


en virtud del contrato de pasaje de que trata la ley. No se incluyen en el concepto los
artículos y vehículos transportados en virtud de una póliza de fletamento, conocimiento
de embarque o cualquier otro contrato cuyo objeto principal sea el transporte de
mercancías, como tampoco se incluyen los animales vivos.

Se denomina equipaje de camarote aquel que el pasajero lleva en su camarote o que


de alguna otra forma se encuentra bajo su custodia y vigilancia directa. Equivale a lo
que en el transporte aéreo se denomina el equipaje de mano.
Cuando la ley alude a las pérdidas o daños que sufra el equipaje, se incluyen el
perjuicio pecuniario que resulte de no haberse entregado oportunamente el equipaje al
pasajero desde que la nave haya llegado al destino en que aquél debía entregarse, pero
no computándose los retrasos ocasionados por conflictos laborales.

751. Obligaciones de las partes

El transportador es obligado a entregar al pasajero un boleto o billete en que conste


el contrato y una guía en que se individualice el equipaje.

El boleto puede ser nominativo o al portador. En el primer caso, que en la práctica es


la regla general, no podrá cederse sin consentimiento del transportador y en el segundo
tampoco, si el viaje ya se ha iniciado.

La omisión de las obligaciones de emitir el boleto de pasaje y la guía de equipaje


impedirá al transportador limitar su responsabilidad tanto respecto de daños a los
pasajeros como a su equipaje según sea el documento faltante.

El pasajero tiene derecho a ser transportado hasta el puerto o lugar de destino sin que
los servicios de transbordo que pudieran ocurrir durante el viaje sean causa que
justifique el que se le exijan pagos adicionales.

El transportador es obligado a ejercer una diligencia razonable para colocar y


mantener la nave en buen estado de navegación, debidamente equipada y armada, pero
la designación de la nave en el contrato no privará al transportador de la facultad de
sustituirla por otra de análogas condiciones, si con ello no se altera el itinerario
convenido y no se causa perjuicio al pasajero.

Puede el transportador cancelar el zarpe de la nave, debiendo en tal caso restituir el


valor del pasaje e indemnizar los perjuicios que se causaren al pasajero, salvo que
pruebe caso fortuito o fuerza mayor.

En caso de retardo en el zarpe o de retraso en su arribo al puerto de destino, el


pasajero tendrá, por todo el tiempo de la demora, derecho a indemnización y
alojamiento. En caso de retardo en el zarpe podrá éste, además, solicitar la resolución
del contrato con indemnización de perjuicios, salvo que el transportador pruebe fuerza
mayor o caso fortuito.

Si el pasajero no llega a bordo en la hora prefijada, el capitán podrá emprender el


viaje y exigir el importe del pasaje, con exclusión del valor de la alimentación.

Si el pasajero desiste del viaje antes del zarpe debe abonar la mitad del pasaje, salvo
que se hubiere estipulado otra cosa.

752. Responsabilidad en el contrato de pasaje

En materia de responsabilidad, el transportador será responsable del perjuicio


originado por la muerte o lesión del pasajero y por las pérdidas o daños del equipaje,
debiendo probar, el que demanda la indemnización, que el hecho que causó los
perjuicios ocurrió durante el viaje y la culpa o negligencia del transportador, sus
dependientes o agentes. Por el contrario, se presume la culpa del transportador, sus
agentes y dependientes, si los perjuicios han sido el resultado directo o indirecto del
naufragio, abordaje, varadura, explosión, incendio o deficiencias de la nave y cualquiera
sea el hecho causante del daño o pérdida, si éstos afectan al equipaje que no sea de
camarote.

El art. 1059 expresa que el transportador siempre será responsable de lo que ocurra
en el transporte de un pasajero hasta el destino, conveniente al tenor de lo dispuesto en
la ley, aunque haya confiado la totalidad o parte de la ejecución de dicho transporte a
un tercero transportador efectivo.

El transportador no será responsable de las pérdidas o daños que afecten a dinero,


documentos negociables, alhajas u otros objetos de gran valor del pasajero, a menos
que éste los haya confiado en depósito al transportador. En tal caso, la responsabilidad
tiene un límite de 1.200 unidades de cuenta por pasajero, salvo convenio escrito que
eleve esta suma.

En caso de muerte o lesiones a pasajeros, el límite máximo de responsabilidad del


transportador se determinará multiplicando la suma de 46.666 unidades de cuenta por
el número de pasajeros que la nave está autorizada para transportar y con un máximo
global de responsabilidad que no excederá de 25.000.000 de unidades de cuenta.

El art. 1066 establece los límites de responsabilidad por pérdidas o daños al equipaje,
señalando que, por el equipaje de camarote, este límite será de 833 unidades de cuenta
por pasajero, y por la pérdida o daño sufrido por vehículos, incluyendo los equipajes
transportados en el interior de éstos o sobre ellos, será de 3.333 unidades de cuenta
por vehículo. Por último, por equipaje que no sea de los mencionados precedentemente,
1.200 unidades de cuenta por pasajero.

En cuanto a la responsabilidad contractual o extracontractual del transportador en los


casos de cancelación de zarpe de la nave, retardo en el zarpe o retraso en el arribo a
su destino, y de interrupción temporal del viaje por causa que sea de cargo del
transportador, la responsabilidad no excederá de 3.000 unidades de cuenta por
pasajero.

Ninguna de las limitaciones de responsabilidad antedichas operan si el transportador


ha incurrido en dolo o negligencia grave, de acuerdo con las reglas del derecho común.

Asimismo, el transportador y el pasajero podrán acordar en forma expresa, y por


escrito, límites de responsabilidad superiores a los consignados en la ley.

Se presume que el equipaje le ha sido devuelto al pasajero íntegro y en buen estado,


salvo prueba en contrario o a menos que éste reclame por escrito al transportador al
tiempo de la entrega e incluso antes de ella, por toda pérdida o daño que sean visibles,
o que, en caso de no serlo, reclame dentro de los quince días siguientes a la fecha del
desembarco o devolución, o a la fecha en que esta última debió haberse efectuado.
Tampoco habrá lugar a la presunción señalada si, al momento de la devolución del
equipaje, éste es examinado conjuntamente por el transportador o sus dependientes o
sus pasajeros y el pasajero, y este último reclama, en ese acto, de las pérdidas o daños
que en la revisión se detecten.

Las disposiciones legales sobre el contrato de pasaje que contiene la ley sólo se
aplican al transporte comercialde pasajeros. Sin embargo, cuando el transporte sea
gratuito o benévolo se aplicarán sus normas sobre responsabilidad, si el pasajero
prueba la culpa o negligencia del transportador, caso en el cual los límites de
responsabilidad no excederán del 25% de las sumas que pudieren corresponder de
acuerdo con las diferentes hipótesis precedentemente señaladas.
753. Irrenunciabilidad de los derechos del pasajero

Por último, es menester hacer notar que los derechos que el Código de Comercio
establece en favor del pasajero son irrenunciables; que se tendrá por no escrita toda
estipulación contractual que pretenda eximir al transportador de su responsabilidad,
disminuir su grado o invertir el peso de la prueba, siendo válidas tan sólo las cláusulas
insertas en los boletos que aumenten los derechos en favor del pasajero.

Como es obvio, estas normas están establecidas para resguardar al pasajero de las
cláusulas preimpresas en los billetes de pasaje, que de otra forma se insertarían para
dejar sin efecto los derechos que en su favor contempla el Código.
Capítulo XLIV Los contratos de arrendamiento,
construcción y leasing

754. El contrato de arrendamiento mercantil

El contrato de arrendamiento no está regulado en el Código de Comercio, de modo


que se aplican las normas del Código Civil, tanto para el arriendo civil como para el
arriendo mercantil.

El Código Civil lo define en el artículo 1915, según el cual, "es un contrato en que las
dos partes se obligan recíprocamente, la una a conceder el goce de una cosa, o a
ejecutar una obra o a prestar un servicio y la otra a pagar por este goce, obra o servicio
un precio determinado".

El arriendo mercantil versa siempre sobre cosas muebles, atendida la generalizada


exclusión de los inmuebles del ámbito mercantil en nuestra legislación, y debe ser
precedido de una compra comercial; es decir, nuestra legislación mercantil exige que la
cosa mueble objeto del contrato de arriendo mercantil debe haberse comprado con el
ánimo de arrendarla en la misma forma o en otra distinta (art. 3º Nº 1 del Código de
Comercio), y con el propósito de lucro, que es esencial en el ramo.

También constituye un acto de comercio el arriendo de cosas muebles hecho con el


ánimo de subarrendarlas, de acuerdo con lo señalado en el Nº 3 del art. 3º del Código.

En uno y otro caso debe atenderse al ánimo que tenía el comprador o el arrendador,
respectivamente, al momento de comprar o tomar en arriendo la cosa mueble, con el
ánimo de arrendarla o de subarrendarla.

Aun cuando el Código no lo señala, resulta evidente que en el segundo caso no sólo
son mercantiles el arrendamiento, sino también el subarriendo de las cosas muebles
sobre las cuales versa.

Como se indicó, todas las situaciones anteriores constituyen actos de comercio, no


obstante que se deban regir por el Código Civil, al no existir en el Código de Comercio
disposiciones especiales que regulen este contrato.

A modo de ejemplo, los arriendos más frecuentes en la práctica mercantil son aquellos
que versan sobre todo tipo de vehículos, maquinarias, máquinas-herramientas,
artefactos para la práctica de ciertos deportes (esquí), andamios y otros artefactos para
la construcción y mobiliario y vajilla para eventos sociales.

755. Contrato para la confección de una obra material. El contrato de construcción

Nuestro Código Civil configura el contrato de construcción dentro de los moldes


romanos del arrendamiento de obra.

A pesar de la singularidad de sus rasgos y de su poderosa autonomía, no tenemos


noticias de que esté prevista su tipificación en alguna legislación positiva vigente.
El Código Civil se refiere a él, integrándolo a la disciplina del arrendamiento para la
confección de una obra material (párrafo 8º Título XXVI, art. 1915 del C. C.), aunque
escasamente sólo dos artículos (2003 y 2004) se refieren a la construcción de edificios.

Tomando como idea inicial los elementos que aporta la definición del arrendamiento
en general, se le ha conceptualizado como "aquel en que las dos partes se obligan
recíprocamente la una a ejecutar una obra y la otra a pagar por ella un precio
determinado" (Jorge Prat Echaurren, Nociones sobre el Contrato de Construcción
Privada, Memoria de Prueba), o más recientemente, como "aquel en que una parte se
obliga, mediante un precio convenido, a materializar en un terreno un proyecto
determinado, cualquier obra de arquitectura". Dentro de este último concepto de "obra
de arquitectura", quedan englobados tanto la construcción como las labores de refacción
de la obra relativas a edificios, puentes y caminos.

Cabe hacer notar, sin embargo, la tendencia actual en orden a emancipar este
contrato del contrato de arrendamiento de obra, por cuanto el contrato de obra o
ejecución de obra serviría para agrupar los resultados más diversos, desde la confección
de un traje o una mesa, hasta la construcción de una nave.

De allí la denominación adoptada en algunas legislaciones europeas como "contrato


de empresas" (Italia) y la formación autónoma que le confieren algunas entidades
gremiales de ese continente, al ocuparse de su estructura, funcionamiento y ejecución.

Así, por vía de ejemplo, la Confederación Nacional de la Construcción de España


define el contrato privado de ejecución de obras, como aquel en que "una persona
denominada (constructor, contratista o empresario) se obliga a ejecutar una obra de
acuerdo con un proyecto, en favor de otra (denominada propietario o promotor) y a
cambio de un precio".

Tiene interés resaltar esta definición, por cuanto ella se refiere al contrato privado de
ejecución de obra, para distinguirlo de aquellos relativos a obras públicas donde el
Estado acomete la tarea de las grandes obras de construcción de puentes, caminos,
viviendas y urbanismo.

Trasladando este criterio de delimitación a nuestro medio, el contrato privado de


ejecución de obra se rige principalmente por las estipulaciones de las partes y en los
preceptos que supletoriamente establece el Código Civil.

El contrato de obra pública, en cambio —entendiendo por tal aquel "inmueble


construido por el Estado, directamente o en virtud de un contrato, cuya finalidad es
propender al bien público"—, está regido por normas administrativas que sectorialmente
se han ocupado de su regulación (Obras Públicas y Vivienda), siendo el principal cuerpo
que regula la materia el Decreto Supremo Reglamentario Nº 15 del Ministerio de Obras
Públicas publicado el 6 de abril de 1992.

En síntesis, de modo general podemos señalar que el contrato de construcción será


"aquel en que una de las partes, denominada comitente o dueño de la obra, encarga a
la otra, denominada contratista o constructor, la construcción de una obra determinada
con relación a un plano o proyecto, obligándose a pagar por ello un precio cierto".

756. Modalidades del contrato de confección de obra material y en particular del de


construcción
Desde nuestra óptica jurídica (art. 1996 del C.C.), el contrato de construcción se
clasifica atendiendo a quien suministra los materiales.

Así, el contrato de confección de obra es de "venta" cuando el artífice o empresario


es el que suministra los materiales o el grueso de ellos, y su perfección sólo se alcanza
cuando se aprueba la obra por el que la ordena.

El contrato es de "arrendamiento de servicios", cuando los materiales son


suministrados al artífice o empresario, por el comitente que encargó la confección de la
obra.

La importancia de esta clasificación, en ambos casos, radica en la asunción de los


riesgos de pérdida de los materiales que de desplazan y se transfieren al que ordena la
obra con suministros de materiales o al artífice o constructor, dependiendo si ésta ha
sido reconocida y aprobada (art. 2000 del C.C.).

Ha de tenerse presente que en nuestro medio se ha discutido acerca de qué se


entiende por el término "materiales" y la calidad de principal que reviste a este respecto
el suelo con relación a los materiales que se suministran de carácter mueble. Conforme
lo establece el inciso cuarto del art. 1996, si se considera que lo principal es el suelo y
es aportado por el que ordena la obra, el contrato será de arrendamiento de obra. En
cambio, si el suelo en que se construye es de propiedad del constructor, el contrato es
de venta.

Nuestros Tribunales de Justicia (Gaceta 1.895, T. II, Sent, 2.019, página 141) han
entendido que bajo la denominación materiales "deben considerarse comprendidos
todos los materiales incluyendo el suelo, señalando que de los antecedentes que
constituyen la historia fidedigna de dicho artículo, se deduce claramente que el suelo en
que se construye un edificio por un arquitecto, forma la materia principal de la obra; y
esta regla no aparece modificada por la ley, aun cuando se trate de construcciones a
precio alzado".

No obstante, coincidimos con la tendencia doctrinal que considera que el suelo es un


elemento extraño al contrato de construcción. Este último "tiene por objeto la ejecución
de una obra material (edificio), la cual una vez terminada, viene a ser una cosa hecha o
producida por un agente (el hombre); de tal modo, el terreno queda excluido del
concepto mismo de ¿edificio' (como obra material), jugando entonces un papel de mero
soporte".

Ahora bien, a pesar de esta clasificación, es frecuente tanto en el extranjero como en


nuestro país, recurrir a una división tripartita de los contratos de construcción, que
atiende a uno de los elementos del mismo, cual es la fijación del sistema de precios y
que extiende su utilización incluso al contrato de obra pública.

Así se clasifican en:

1. Contrato para la construcción de obra material, por suma alzada o precio fijo o
cerrado.

2. Contrato de construcción por precios unitarios o determinado por unidades.

3. Contrato arrendamiento de servicios o de construcción por administración


delegada.
757. Contrato de construcción a suma alzada

Bajo esta modalidad, el constructor, contratista o empresario, dirige, ejecuta y


administra la obra hasta su total terminación por un precio cierto, global y único,
aportando el trabajo y los materiales. El precio convenido con el mandante o comitente
o con el propietario del terreno que encomienda la ejecución de la obra, se mantendrá
invariable o inamovible (art. 4º, Nº 27 del D.S. Nº 15 del M.O.P.), salvo que se establezca
una cláusula de revisión de precios o que se introduzcan obras extraordinarias o bien,
reformas o modificaciones introducidas por el propietario en el proyecto que impliquen
un aumento o disminución de la obra, en cuyo caso el precio será renegociable.

Por lo general, la revisión del precio dependerá del tiempo transcurrido desde el inicio
de la obra y de la incidencia que pueda revestir en el monto total.

La ventaja para el comitente es manifiesta, ya que conoce en forma anticipada el


precio final de la obra, por este motivo, el contratista o constructor debe prever
inicialmente y en forma realista sus precios en función del riesgo que acepta asumir, y
de la realidad del mercado, particularmente en períodos de inflación.

Presenta interés esta modalidad, por cuanto en ella se advierte con nitidez que el
contratista se obliga, respecto del comitente o propietario, a la obtención del resultado
proyectado al que se debe encaminar toda su actividad. Se trata de un arrendamiento
de obra que podría aproximarse por sus caracteres a la compraventa de cosas futuras.
Lo esencial —para ser fieles a la distinción entre la obligación de medio y de
resultados— radica en la obra ejecutada por el contratista a cambio de un precio cierto
y en principio irrevocable, la cual debe ser aprobada y recibida conforme por el comitente
al momento de su terminación.

758. Contrato de construcción pactado a una serie por precios unitarios o determinado
por unidades

Bajo esta modalidad, los precios se descomponen y no existe un precio global, sino
una suma de precios en función de las unidades de obras o trabajos efectuados.

Se trata de un contrato en que el comitente o mandante conviene con el constructor


precios unitarios por volúmenes de obras, cuando no se conoce con exactitud o no se
puede calcular en forma anticipada, salvo que existan largos estudios previos,
la cantidad probable de todas ellas.

Presenta como ventaja para el mandante o comitente que puede contratar la


realización de una obra sin tener necesidad de contar y proporcionarle al contratista
todos los antecedentes, por ejemplo, de estudios de mecánica de suelo y de subsuelo.
Esta mayor flexibilidad permite tomar decisiones en el camino sobre la base de precios
unitarios que ya son conocidos.

El constructor sabe que recibirá en abono de su trabajo un precio en armonía con el


presupuesto y tipo de trabajo ejecutado, cuya naturaleza es conocida, mas no su
cantidad.

759. Contrato de arrendamiento de servicios, construcción por "administración


delegada"

Son muchas las ocasiones en que en materia de construcción está presente el


arrendamiento de servicios. En la confección del proyecto arquitectónico, en la
ingeniería de cálculos, en la dirección e inspección técnica de la construcción y en los
subcontratos a que da lugar, en todos ellos que requieren conocimientos especializados
que suponen largos estudios, que conforme a las normas del art. 2118 quedan sujetos
a las reglas del mandato y a las normas que regulan el arrendamiento de servicios
materiales.

En este esquema, el propietario encarga a la empresa constructora, quien acepta, la


dirección, administración y ejecución de la construcción de una obra, de modo que el
costo total y efectivo de la construcción es de cargo exclusivo del propietario y la
empresa constructora solo recibe un honorario por la dirección, administración de la
obra que normalmente se concreta en un porcentaje sobre el costo efectivo de la obra
o en un monto fijo determinado.

Algunos autores han afirmado que, en rigor, aquí no existe contrato de construcción
desde el momento en que el mandante o comitente o propietario del terreno actúa
también como empresario, aceptando los riesgos del financiamiento del proyecto, los
costos de construcción de la obra y los materiales contratados ya sea en forma directa
o bien, actuando el contratista por cuenta y a nombre suyo, como sucede, por ejemplo,
con los contratos celebrados con los distintos proveedores de materiales.

La gestión del contratista se endereza hacia un arrendamiento de servicios —


obligación de medio— y recae específicamente sobre su trabajo de dirección,
coordinación y fiscalización de la construcción, actividad o servicio que aparece como
medio de consecución de resultado útil final.

Se trata, como dijimos, de una obligación de medio, en la que cobra relieve la calidad,
cantidad y duración de los servicios, a diferencia del contrato de arrendamiento de obra
en que el resultado, es decir, la obra ejecutada y convenida está siempre presente y en
función del cual se concierta el precio.

Los plazos de ejecución de la obra están afectos a un sistema de premio, incentivos


y multas.

Naturalmente, este tipo de contrato de construcción es el que menos riegos tiene para
el empresario de la construcción, pero es el que menos estimula su productividad e
inventiva. Se ocupa, normalmente, cuando no se conoce siquiera la naturaleza de las
obras a ejecutar por no tener los proyectos terminados o sólo se pueden terminar
después de un tiempo.

760. El contrato de leasing

El leasing es una especie de contrato mercantil moderno, originado en Estados


Unidos en la década de los años 40 y desarrollado en Francia a partir de los años 60
(los "credit-bail"), que fue el primer país que legisló en torno a él (1965). Constituye una
variante del contrato de arrendamiento y consiste, en general, en la obligación que
contrae el arrendador de proporcionar el goce de una cosa al arrendatario por un
determinado tiempo, y la de este último de pagar la renta estipulada, con la facultad o
derecho de opción del arrendatario de comprarla al fin del arrendamiento por un precio
residual, normalmente equivalente a una cuota mensual adicional.

Este contrato ha tenido gran difusión en el mundo, por las ventajas que representa
para el acreedor, que no se desprende del dominio de las especies, y para el deudor,
por las ventajas tributarias inherentes a la circunstancia de que el pago de un arriendo
constituye un gasto, en tanto que la compra de bienes no, puesto que esta última
constituye simplemente un aumento del activo.

En su forma tradicional, el leasing es una operación en virtud de la cual la compañía


de leasing adquiere determinados bienes de un tercero (generalmente muebles), a
petición de su cliente, para entregárselos en arrendamiento por un período de tiempo,
quedando obligado el cliente a pagar una renta de arrendamiento (generalmente
mensual), otorgándose al arrendatario la opción de que, una vez expirado el término del
arriendo, pueda adquirir la propiedad de los bienes por un precio o valor residual
previamente convenido.

Sin embargo, es admisible, aunque no usual, que el derecho del arrendatario al fin del
período de arrendamiento consista en la renovación del arrendamiento por un nuevo
período, por un precio predeterminado, o la posibilidad de repartirse el producto de la
venta del bien a terceros.

Para efectos contables, el "leasing" financiero requiere de una o más de las siguientes
condiciones:

a) Que se transfiera la propiedad del bien al arrendatario al término del contrato.

b) Que el monto de la opción de compra al final del contrato sea significativamente


inferior al valor de mercado del bien que tendría en ese momento.

c) Que el valor actual de las cuotas de arrendamiento corresponda a una proporción


significativa del valor de mercado del bien al inicio del contrato (90% o más).

d) Que el contrato cubra una parte significativa de la vida útil del bien (75% o más).

Si ninguna de las condiciones señaladas está presente en la operación, estamos ante


un "leasing" operativo, al que nos referiremos a continuación. No obstante, pueden
existir contratos de leasing operativo que contengan características o condiciones
especiales, que si bien individualmente consideradas no califican al contrato
como leasing financiero, analizados en el contexto general del mismo pueden requerir
su contabilización como tal (por ejemplo, aunque no se transfiera la propiedad al final
del arrendamiento, si el control y los riesgos de propiedad son asumidos por el
arrendatario, como el mantenimiento, los seguros, la obsolescencia técnica, las
reparaciones, las patentes, impuestos que puedan surgir de la legislación, etc.).

Este tipo de leasing es el que tiene mayor difusión en nuestro medio.

No obstante, existen otras especies o tipos de leasing:

a) El leasing operacional u operativo, que se caracteriza porque una persona


(arrendador), que generalmente es fabricante o distribuidor de bienes, cede a otra (el
arrendatario) el uso prefijado y limitado de una cosa corporal, quedando el arrendatario
obligado al pago de un canon de arrendamiento, que comprende tanto la financiación
del precio pagadero a plazo, más los servicios de mantenimiento y reparación, siendo
el contrato revocable en cualquier momento, previo aviso al arrendador, quien soporta
el riesgo técnico de la operación. Como se indicó, si el riesgo lo soporta el arrendatario,
puede considerarse un leasing financiero.

En este tipo de leasing no interviene una compañía de leasing. El leasing lo celebra


directamente el fabricante o distribuidor del bien arrendado, constituyendo una
alternativa de financiamiento para los interesados en la compra, que otorga al vendedor
la garantía de que mantiene la propiedad sobre la cosa mientras no se ha ejercido la
opción de compra, disminuyendo notoriamente el riesgo del crédito. En USA, la "venta"
de vehículos vía leasing es muy común.

Debido al carácter revocable que tiene este tipo de leasing, es de la esencia que los
bienes arrendados sean de aquellos de uso común, de forma que al término del contrato
pueda ser vendido o recolocado a un nuevo cliente. Así, por ejemplo, el "comprador" de
un auto puede optar al término del leasing a devolverlo y recibir otro nuevo de parte del
distribuidor, bajo el mismo sistema;

b) El lease back, nueva modalidad que ha surgido recientemente, y que consiste en


una operación mediante la cual una empresa que requiere de financiamiento, vende
bienes muebles o inmuebles de su activo fijo a una compañía de leasing, la que le paga
el precio, manteniendo aquélla el uso de los bienes, ahora en el carácter de arrendataria
de ellos, por lo que paga una renta de arrendamiento convenida, estipulándose también
que al término del contrato de arrendamiento, o antes, el cliente pueda recomprar el o
los bienes en un valor residual previamente estipulado;

c) Originalmente concebido para atender la necesidad de arriendo con opción de


compra de bienes muebles, el leasing se ha extendido también al campo de los
inmuebles (que en nuestro país es ajeno al derecho comercial). Es así como la ley
Nº 19.281, de 27 de diciembre de 1993, estableció normas sobre el arrendamiento de
viviendas con promesa de compraventa, autorizando a los bancos, sociedades
financieras y cajas de compensación de asignación familiar, para abrir y mantener
cuentas de ahorro para el arrendamiento de viviendas con promesa de compraventa, a
fin de que los titulares puedan pagar las rentas de arrendamiento y acumular fondos
para financiar la compra de las viviendas arrendadas en el plazo convenido con una
sociedad inmobiliaria de aquellas a que se refiere el Título II de esta ley.

En la realidad, el leasing es, más que un arrendamiento propiamente tal, una nueva
forma de financiamiento o de crédito, con gran garantía para la compañía de leasing que
los otorga, ya que, en caso de incumplimiento, no tiene que ejercer derechos sobre
bienes ajenos ni ejecutar garantías, puesto que los bienes son de su dominio y sólo le
basta recuperarlos.
Capítulo XLV Cesión de créditos mercantiles

761. Particularidades de la cesión de créditos mercantiles

La cesión de derechos es un contrato que está también afecto a una doble regulación
en nuestro derecho, toda vez que el Código Civil le dedica el Título XXV de su Libro
Tercero (arts. 1901 y siguientes), en tanto que el Código de Comercio le dedica el Título
IV de su Libro Segundo (arts. 162 y siguientes), refiriéndose a ella bajo el título de
"cesión de créditos mercantiles".

Se trata de un contrato en virtud del cual el titular de un crédito personal lo transfiere


a otra persona, con las formalidades y requisitos prescritos por la ley, para que la cesión
surta plenos efectos respecto del deudor.

Como el Código de Comercio no define a esta institución y no proporciona una gran


descripción de sus características y atributos, habrá que recurrir al Código Civil para
completar la conceptualización de su naturaleza y alcances, según lo establece el propio
artículo 162 del Código de Comercio, que expresa que la cesión de créditos no
endosables se sujetará a las reglas establecidas en el Título "De la Cesión de Derechos"
del Código Civil.

Según su cesibilidad, los títulos se clasifican en nominativos, endosables o al portador.


Son créditos o títulos al portador aquellos que se transfieren mediante la mera tradición
manual y que, por lo tanto, están en condición de ser exigidos por quien tenga el título
físicamente en su poder. Si, por ejemplo, se trata de un cheque al portador, que es aquel
en el cual no aparece tarjada la expresión "o al portador" que figura como una de las
menciones impresas, dicho cheque podrá ser cobrado por cualquier persona al banco
librado.

Si aparece tarjada la referida mención, el cheque será a la orden. Créditos a la orden


son aquellos que están extendidos a nombre de una persona determinada, la que puede
traspasar su dominio mediante el endoso, que se materializa con la sola firma del titular
al dorso del documento, con indicación o no del nombre del endosatario. En el primer
caso será un endoso nominado y en el segundo, un endoso en blanco. Créditos a la
orden o créditos endosables son términos sinónimos; es decir, aquellos cuyo titular
puede transferir por medio del endoso.

El artículo 162 del Código de Comercio hace aplicable el mecanismo de la cesión de


créditos a los créditos no endosables nominativos, porque la expresión "no endosables",
entendida de manera amplia, también comprende a los créditos al portador. Los créditos
al portador ni siquiera necesitan endoso y los créditos endosables se transfieren
mediante el endoso, de modo que la cesión de derechos se aplica exclusivamente a los
créditos nominativos.

El Código de Comercio dice que la cesión de estos créditos se efectúa conforme a las
normas establecidas en el título sobre la cesión de derechos que contempla el Código
Civil, Título XXV del Libro IV, artículos 1901 y siguientes. Básicamente, la cesión de
derechos nominativos se efectúa mediante la entrega material del título por el cedente
al cesionario, con la indicación del nombre de este último y con la firma del cedente,
más la notificación de la cesión al deudor cedido, o la aceptación expresa o tácita del
deudor.

El deudor cedido es la persona que está obligada a pagar el crédito cedido.

En otros términos, la ley pretende que el deudor de ese crédito sea notificado de que
él ya no le debe pagar al anterior propietario de ese crédito, sino que al nuevo
propietario, o que en conocimiento de dicha situación la acepte expresa o tácitamente,
como sería, por ejemplo, si efectúa a favor del cesionario un abono a cuenta de la deuda
o contesta la demanda que dirige en su contra éste sin alegar la falta de titularidad de
este último (art. 1904 del Código Civil).

El inciso segundo del art. 162 dice que la notificación de la cesión al deudor cedido se
hará por un ministro de fe con exhibición del respectivo título, bastando para hacerlo el
simple requerimiento del cesionario.

La razón por la cual se requiere la notificación del deudor cedido tiene importancia,
porque contra todo crédito existe la posibilidad de oponer excepciones que alteren,
modifiquen o extingan dicho crédito y, por lo tanto, es menester escuchar al deudor
cedido respecto de la cesión de derechos.

El artículo 163 establece que el deudor a quien se notifique la cesión y que tenga que
oponer excepciones que no resulten del título cedido —las denominadas excepciones
personales—, deberá hacerlas presentes en el acto de la notificación o dentro de tercero
día a más tardar, so pena de que más adelante no serán admitidas.

El inciso segundo de dicha disposición agrega que las excepciones que aparezcan a
la vista del documento o que nazcan del contrato podrán oponerse contra el cesionario
en la misma forma que habrían de oponerse contra el cedente.

Esto significa que hay dos tipos de excepciones que el cesionario puede oponer frente
a una notificación de cesión de crédito. Uno está constituido por las excepciones que
surgen del documento mismo, que constan en el título o que nacieron del contrato que
dio origen al crédito12, las que se pueden oponer al cesionario sin limitación especial de
tiempo, igual como se podría haberlas opuesto al cedente. Por ejemplo, basta mirar el
documento para darse cuenta si el crédito está vigente o no, porque en ese documento
se dice cuándo debe ser pagado, de manera tal que es perfectamente posible oponer
la excepción que emana de esa circunstancia, aun cuando no se haya hecho ninguna
observación en el momento de la notificación ni dentro del plazo de tres días que señala
el inciso segundo del artículo 163.

Otra excepción semejante es la nulidad absoluta del contrato en virtud del cual nació
el crédito. La nulidad del contrato se puede oponer en contra del cedente y en contra
del cesionario.

Pero aquellas excepciones que no surgen a la vista de la mera lectura del título, ni
que nacen del contrato queorigina el crédito cedido, son las que el deudor cedido tiene
que hacerlas valer en el acto en que sea notificado o a más tardar dentro de tres días a
contar de esa fecha. En ese caso, se encuentran las llamadas excepciones personales,
como por ejemplo, la compensación.

El artículo 164 del Código expresa que los documentos a la orden se transfieren por
medio del endoso y los documentos al portador por la mera tradición manual.
Y, por último, el artículo 165 alude a la cesión de efectos públicos negociables,
expresando que la cesión de estos documentos se hará en la forma que determinen las
leyes de su creación o los decretos que autoricen su emisión. El legislador se refiere
aquí a los efectos públicos surgidos en virtud de disposiciones legales especiales.

Efectos públicos negociables son, por ejemplo, los títulos de la deuda pública emitidos
por el Estado y por el Banco Central de Chile.
Capitulo XLVI Cuenta corriente mercantil

762. Generalidades

La cuenta corriente mercantil es un contrato tratado única y exclusivamente en el


Código de Comercio, que le dedica el Título IX de su Libro Segundo (arts. 602 y
siguientes) y lo define diciendo que es un contrato bilateral y conmutativo, por el cual
una de las partes remite a otra, o recibe de ella en propiedad, cantidades de dinero u
otros valores, sin aplicación a un empleo determinado ni obligación de tener a la orden
una cantidad o un valor equivalente, pero a cargo de acreditar al remitente por sus
remesas, liquidarlas en las épocas convenidas, compensarlas de una sola vez hasta
concurrencia del débito y crédito y pagar el saldo13.

A la fecha en que se dictó el Código de Comercio, el contrato de cuenta corriente


mercantil no había sido incorporado a ninguna legislación positiva en el mundo, aun
cuando había sido objeto de análisis por la doctrina francesa y se practicaba en ese país
rigiéndose por la costumbre, la doctrina y la jurisprudencia de los tribunales.

De esas fuentes tomó el Código de Comercio chileno los principios elementales que
le sirvieron de fundamento a la estructuración de las normas que regulan a esta
institución.

Es por ello que, en relación con esta materia, el Código de Comercio chileno
representó una gran novedad en la codificación positiva mundial.

Para que se pueda hablar de cuenta corriente es necesario que se trate de


operaciones ligadas entre sí, ligadas por un vínculo común que hace que no puedan
considerárselas separadamente, de tal modo que al hacerse una separación definitiva,
una compensación final, sólo desde ese momento se puede decir quién es el deudor y
quién el acreedor en la relación entre ambas partes.

En verdad existe discrepancia en la doctrina respecto de si el contrato de cuenta


corriente mercantil puede ser considerado un contrato distinto o si sólo se trata de una
mezcla de varios otros, como por ejemplo, mandato, depósito, compraventa, etc.

Sin embargo, desde la dictación del Código de Comercio en adelante, a lo menos en


nuestro país, se ha considerado la cuenta corriente mercantil como un contrato
independiente que no puede ser confundido con otros.

Si bien por intermedio de la cuenta corriente mercantil se pueden llevar registros de


operaciones derivadas de otros contratos, como por ejemplo, los ya mencionados,
agregando el mutuo o préstamo de dinero, éstos corresponden a operaciones
individuales incluidas en la cuenta corriente mercantil sin que esta última pierda su
individualidad contractual.

763. Características del contrato de cuenta corriente mercantil

El contrato de cuenta corriente mercantil es un contrato bilateral, consensual, oneroso,


conmutativo, de tracto sucesivo, de confianza, y constituye, además, un título que
justifica la transferencia del dominio.
También, según sus propias palabras, por él "una de las partes remite a otra o recibe
de ella en propiedad cantidades de dinero u otros valores".

Ésta es, precisamente, la finalidad esencial del contrato: se trata de hacer remesas
de valores de cualquiera clase, sea dinero u otros objetos, sin restricción de ninguna
clase en cuanto a lo que pueda ser objeto de la remesa, con la salvedad de que,
tratándose de valores que no constituyan dinero, deben previamente ser apreciados,
para que así pueda, quien los recibe, anotar su valor a favor del remitente.

En general, es una característica esencial de la remesa el que los bienes que


comprende pasen a pertenecer en propiedad a quien los recibe, el cual podrá aplicarlos
a los fines de su empresa en la forma que estime conveniente, sin que tenga necesidad
de rendir cuenta particular respecto de ello.

Las remesas son, además, enteramente voluntarias y ninguna de las partes en el


contrato puede exigir a la otra que le remita una cantidad de dinero o cualquier otro
valor.

La ley agrega que estas remesas se hacen "sin aplicación a un empleo determinado",
de modo que siempre que el remitente envía ciertos valores al receptor con cargo a
destinarlos a determinado objeto no podrá decirse que hay cuenta corriente; en este
caso podrá haber un mandato u otro contrato de índole similar, pero no cuenta corriente
mercantil.

El receptor tampoco tiene la obligación de mantener a la orden del remitente una


cantidad o valor equivalente que haya recibido, porque, si así fuera, se trataría de un
depósito y no de una remesa para una cuenta corriente mercantil.

Por último, la definición termina diciendo que el receptor tiene la obligación de


"acreditar al remitente por sus remesas, liquidarlas en las épocas convenidas,
compensarlas de una sola vez hasta concurrencia de débito y crédito y pagar el saldo".
Ello quiere decir que el receptor tiene la obligación de reconocerle al remitente las
partidas de crédito, pero sin que esta partida signifique, de ninguna manera, que con
esa circunstancia deba considerarse a uno de ellos acreedor del otro, porque, según lo
establece expresamente el artículo 605, "antes de la cancelación de la cuenta corriente
ninguno de los interesados es considerado como deudor o acreedor".

De este modo, el reconocimiento de que habla la definición no significa que el


remitente pueda exigir el pago de esas sumas, y tales partidas de crédito serán sólo
simples antecedentes contables, que servirán más tarde para determinar la situación
definitiva de las partes y para establecer quién es acreedor del otro.

Cada partida de crédito que el receptor reconoce a favor del remitente es equivalente
al valor de la remesa recibida de aquél, por lo que se dice que el contrato de cuenta
corriente mercantil es a título oneroso y conmutativo, porque las remesas se hacen a
cambio de estas partidas de crédito, por el valor que de ellas se reconocen a favor del
remitente.

Por lo demás, estas partidas de créditos deben liquidarse en la época convenida, ya


sea definitiva o parcialmente, y sólo entonces viene a saberse, como más arriba lo
hemos señalado, quién es deudor y quién es acreedor del otro. Mientras la cuenta está
en movimiento, no se admiten compensaciones entre determinadas partidas de crédito
y determinadas partidas de débito.
Atendidas las circunstancias y características del contrato más arriba señaladas,
podemos concluir que el contrato de cuenta corriente mercantil es un contrato de
confianza, al igual que el mandato y la sociedad, porque el remitente se desprende de
los valores y objetos que constituyen la remesa, transfiriéndolos en dominio al receptor,
a cambio de una simple anotación representativa de esa suma, en una partida contable
de crédito que él no puede exigir todavía. Se comprende, en consecuencia, que para
transferir en estas condiciones es necesario que exista entre las partes una gran
confianza nacida del conocimiento recíproco.

En la cuenta corriente mercantil, la situación de las partes puede ir cambiando


constantemente y podría ocurrir que el contratante, que en un momento dado era
acreedor, pase a ser deudor y viceversa, de modo que no pueden adoptarse
precauciones o garantías mientras la cuenta no esté cerrada, lo que acentúa aún más
el carácter de contrato de confianza que tiene el que venimos analizando.

764. Capacidad de las partes. Perfeccionamiento del contrato

El contrato de cuenta corriente mercantil requiere que las partes tengan la capacidad
suficiente para disponer libremente de sus bienes, lo cual es una simple consecuencia
de la circunstancia ya referida de que las remesas se hacen en propiedad, de modo que
si una de las partes no tiene la libre disposición de sus bienes no puede transferir en
propiedad nada y la cuenta no podría existir.

Si el contrato se celebra por intermedio de mandatario, éste debe estar provisto de un


poder general de administración de bienes, porque, conforme a las reglas generales del
Derecho Civil, el mandato simple no comprende actos de disposición, y como en la
cuenta corriente mercantil existen tales actos de disposición, es preciso que el
mandatario obre expresamente autorizado para enajenar los bienes que constituyen las
remesas hechas en nombre de su mandante.

El contrato de cuenta corriente mercantil es consensual, porque se perfecciona por el


solo consentimiento de las partes. No obstante, algunos han sostenido que se trataría
de un contrato real, fundándose en que aquél no quedaría perfeccionado sino una vez
que se ha hecho una remesa.

No compartimos esa teoría, puesto que la ejecución, si bien es cierto no comienza


mientras no se haya hecho una remesa, no significa que el contrato no se haya
perfeccionado antes.

En cuanto a la prueba del contrato, éste puede ser establecido por cualquiera de las
pruebas que admite el Código de Comercio, menos por la prueba de testigos, de modo
que podría emplearse, por ejemplo, la prueba confesional, la pericial (art. 618) y la
exhibición de los libros de contabilidad.

765. Efectos del contrato de cuenta corriente mercantil cuando ella está en
movimiento. a) Efectos esenciales

Este contrato dura hasta que se le pone fin por una de las causales que señala la ley,
de modo que para analizar los efectos del contrato hay que distinguir según si la cuenta
corriente está en movimiento o ha sido cerrada.

Si la cuenta corriente está en movimiento, hay que distinguir entre efectos que son
esenciales y efectos que son de la naturaleza de la cuenta corriente mercantil.
Los tres efectos esenciales, que provienen de sus elementos esenciales específicos,
son aquellos que le pertenecen a la cuenta corriente sin necesidad de estipulación
expresa, de modo que sin ellos no existe el contrato o éste degenera en otro distinto.

Tales son: la transferencia de dominio, la existencia de un crédito a favor del remitente


y, por último, la unidad o indivisibilidad de la cuenta. Todos ellos fluyen de la definición
de esta institución, contemplada en el art. 602:

1º Transferencia de dominio: Ya hemos dicho que las remesas que efectúa una parte
a otra se hacen en dominio, de lo cual surgen las siguientes consecuencias:

Los receptores de la remesa pasan a ser dueños de los valores que constituyen
aquélla y podrán invertirlos en todo lo que se les ocurra, sin necesidad de rendir cuenta
de su empleo a nadie.

Asimismo, por aplicación del principio de que las cosas perecen para su dueño si
después de recibidas por el receptor perecen las cosas constitutivas de la remesa, es
evidente que ellas perecen para éste y, en consecuencia, será él quien tenga que
soportar los riesgos de la remesa.

Otra consecuencia muy importante, y que también se deduce de este efecto esencial
de la cuenta, tiene lugar en el caso de quiebra de uno de los corresponsales con
respecto a la procedencia o improcedencia de la acción reivindicatoria. En efecto, si
suponemos que uno de los corresponsales envía al otro cierta cantidad de mercadería
y éste, después de recibirla y otorgar la correspondiente partida de crédito a favor del
remitente, cae en quiebra, el remitente no tendrá otro camino que ir, como todos los
demás acreedores, a verificar su crédito en los bienes del fallido para ser pagado en
moneda de quiebra. No puede reivindicar los valores remesados.

2º Acreditación: El receptor de la partida debe acreditar al remitente por un valor


equivalente. Esta es la única obligación del receptor de la remesa (fuera de la obligación
común a ambas partes, de pagar el saldo a la fecha de la liquidación periódica o final de
la cuenta), y constituye, a la vez, la causa jurídica de la obligación de la otra parte.

3º Unidad o indivisibilidad de la cuenta: Aun cuando el Código de Comercio no emplea


las expresiones "unidad o indivisibilidad de la cuenta" que nosotros utilizamos, la noción
está implícita en la definición del art. 602 y hace diversas aplicaciones del principio en
los artículos 608 al 610. El principio consiste simplemente en que, mientras la cuenta
esté en movimiento, no pueden considerarse separadamente las diversas operaciones
que ella comprende; ellas son parte de un solo todo que vendrá a singularizarse en la
forma de un crédito para una o para otra parte en la liquidación o compensación final al
término de la cuenta.

De este efecto esencial del contrato de cuenta corriente mercantil surgen diversas
consecuencias indicadas en los artículos citados.

El primero de ellos, el artículo 608, establece que los valores remitidos y recibidos en
cuenta corriente no son imputables al pago parcial de los artículos que ésta comprende,
ni son exigibles durante el curso de la cuenta.

Esto quiere decir que las remesas no son imputables a determinado artículo, ni los
créditos son exigibles mientras la cuenta esté en movimiento. En consecuencia, los
valores que la constituyen son inembargables, según queda tácitamente expresado en
el art. 610.
El artículo 609, por su parte, expresa que "las sumas o valores afectos a un empleo
determinado o que deben tenerse a la orden del remitente, son extraños a la cuenta
corriente y como tales son susceptibles de la compensación puramente mercantil que
establecen los artículos 602 y 603".

Precisamente, el hecho de que se señale un determinado objeto para una remesa es


incompatible e inaceptable por la unidad e indivisibilidad de ella y haría que los valores
que la constituyen queden fuera de la cuenta corriente.

Por último, el principio de la unidad o indivisibilidad de la cuenta produce efectos en


las relaciones de las partes con terceras personas y a ellos se refiere el artículo 610 del
Código, cuando dice que "los embargos o retenciones de valores llevados a la cuenta
corriente sólo son eficaces respecto del saldo que resulte del fenecimiento de la cuenta
a favor del deudor contra quien fueren dirigidos".

766. b) Efectos de la naturaleza de la cuenta corriente mercantil

En cuanto a los efectos de la naturaleza del contrato de cuenta corriente mercantil,


que son aquellos que se entienden producidos en ella sin necesidad de mención
expresa, pero que pueden ser excluidos por estipulación de las partes, ellos son los
siguientes:

1º El crédito concedido por las remesas en efectos de comercio lleva la condición de


que éstos serán pagados a su vencimiento.

A esto se refiere el Nº 1 del art. 606 del Código de Comercio, y se trata del caso de
una remesa consistente en un efecto de comercio, como por ejemplo, una letra de
cambio que endose el remitente al receptor y el librado o aceptante no la paga. Si la
remesa hubiera sido pura y simple y de carácter definitivo, resultaría que el receptor
perdería el valor de la letra, pues habría reconocido al remitente un valor sin haber
recibido la suma correspondiente. Por eso la ley ha establecido que una remesa
consistente en efectos de comercio es condicional, de modo que si el documento no es
pagado se deja sin efecto la correspondiente partida por medio de una contrapartida
contable.

2º Intereses que gana la cuenta corriente.

Todos los valores del débito y crédito producen intereses legales o los que las partes
hubieren estipulado.

A este efecto se refiere el número 2 del art. 606 del Código. En este contrato, cada
partida de crédito o de débito va a ganar intereses de pleno derecho conforme a la
disposición citada. No se trata de intereses de deuda o de créditos, porque, como hemos
visto, mientras la cuenta no esté cerrada no hay deuda, de modo que no podría hacerse
cobranza judicial.

En consecuencia, el fundamento de esta disposición está en que las personas que en


ella intervienen se desprenden del dominio y movilizan sus capitales no por
beneficencia, sino por fines productivos.

Hoy en día, los intereses legales aplicables a la cuenta y a la disposición citada son
los que regula la Ley Nº 18.010 sobre Operaciones de Crédito de Dinero, sin perjuicio
de lo cual las partes, conforme lo señala la norma legal, tienen libertad para estipular
otra forma de cálculos de intereses o, simplemente, no estipular ninguno.
3º Además del interés de la cuenta corriente, los contratantes tienen derecho a una
comisión sobre el importe de todas las remesas cuya realización reclamare la ejecución
de actos de gestión.

Se refiere a este efecto de la naturaleza de la cuenta el Nº 3 del art. 606, el cual agrega
que la tasa de la comisión será fijada por convenio de las partes o por el uso.

Conviene señalar que las remesas pueden ser mediatas o inmediatas. Puede darse
el caso que una de las partes envíe mercadería a la otra, quien las venda y las anote en
una partida en la cuenta, ejecutando con ello un acto material por el cual tiene comisión;
puede también que se le pida que cobre un crédito a un tercero y este crédito lo incluya
en la cuenta como remesa, caso también en el cual ejecuta una diligencia que debe ser
remunerada con una comisión. Estas son remesas indirectas o mediatas.

En ellas, si la comisión no se fija por convenio, su tasa es determinada conforme al


uso o la costumbre, y como se trata de un elemento de la naturaleza, las partes pueden
acordar que, aunque las remesas sean de este tipo, no devenguen comisión para aquel
que ejecuta los actos de gestión.

4º El saldo definitivo es exigible desde el momento de su aceptación.

Contempla este efecto el número 4 del artículo 606, que señala que el saldo definitivo
de la cuenta será exigible desde el momento de su aceptación, a no ser que se hayan
llevado al crédito de la parte que lo hubiere obtenido sumas eventuales que igualen o
exceden las del saldo o que los interesados hayan convenido en pasarlo a una nueva
cuenta.

En la práctica, lo común consiste en que las partes convienen que el saldo de la


primera cuenta pasará a ser la primera partida de una cuenta nueva.

767. c) Efectos novatorios

El artículo 607 del Código establece que "la admisión en cuenta corriente de valores
precedentemente debidos por uno de los contratantes al otro, a cualquier título que sea,
produce novación a menos que el acreedor o deudor, al prestar su consentimiento, haga
una formal reserva de derechos. En defecto de una reserva expresa, la admisión de un
valor en una cuenta corriente se presume hecha pura y simplemente".

La ley se refiere aquí al caso de que los corresponsales se deban sumas con
anterioridad al inicio de la cuenta corriente mercantil y que quieran llevarla a ella. Así,
por ejemplo, si hay un saldo de precio de una compraventa y, en vez de pagarse fuera
de la cuenta, lo llevan como una partida de la cuenta a favor del acreedor, las partidas
no son compensables y la deuda deja de ser tal, pierde su individualidad pasando a ser
una remesa de la cuenta o, mejor dicho, una partida del crédito en favor del ex acreedor.
En consecuencia, ha habido novación, la que puede evitarse si las partes hacen una
declaración expresa en el sentido de que no se va a producir.

En el caso que se produzca la novación, los efectos son los siguientes:

i. La deuda primitiva queda extinguida y en el ejemplo analizado hay que dar por
cancelado el saldo de precio;

ii. Si la obligación extinguida proviene del contrato de compraventa o consiste en el


cumplimiento de la obligación, el vendedor no podrá exigir el precio al momento
convenido y el vendedor perderá la acción resolutoria y, a su vez, la reivindicatoria que
proceda en los casos de los artículos 1490 y 1491 del Código Civil;

iii. Se pierden las cauciones que garantizaban el crédito, puesto que éstas se
extinguen cuando se extingue la obligación principal, y

iv. Las acciones provenientes de la compraventa que están sujetas a los plazos
ordinarios de la prescripción se extinguen y, por lo tanto, regirá el plazo de cuatro años
que es aquel en que prescribe la acción para cobrar los saldos de la cuenta corriente,
por aplicación de la norma general en materia de término de prescripción mercantil.

768. Terminación de la cuenta corriente mercantil

De acuerdo con lo que dispone el art. 611, la terminación de la cuenta corriente


mercantil ocurre "por el advenimiento de la época fijada por la convención o antes de él
por consentimiento de las partes. Se concluye también por la muerte, la interdicción, la
demencia, la quiebra o cualquier otro suceso legal que prive a alguno de los contratantes
de la libre disposición de sus bienes".

Analizando la disposición legal citada, podemos señalar que las causales de


terminación son las siguientes:

a) Por la llegada del plazo fijado por las partes.

b) Por el consentimiento de las partes.

c) Por la muerte de cualquiera de los contratantes. En principio podría continuar con


los herederos, pero debido a la naturaleza de este contrato, que es de confianza, es
muy posible que esos herederos no inspiren la misma confianza en el otro contratante
que la que inspiraba el difunto.

d) Por la interdicción y la demencia.

e) Por la quiebra.

769. La conclusión de la cuenta corriente puede ser definitiva o parcial

Si la conclusión es definitiva, lo que, de acuerdo al artículo 612 del Código, ocurre


cuando no debe ser seguida de ninguna operación de negocio, ella fija invariablemente
el estado jurídico de las partes y se produce de pleno derecho, independientemente de
la terminación de la cuenta, la compensación del íntegro monto del débito y crédito hasta
la cantidad concurrente y determina la persona del acreedor y deudor (art. 613).

Terminada definitivamente la cuenta, ya no pueden hacerse nuevas operaciones, lo


cual no obsta a que, aun cuando la cuenta esté cerrada, puedan hacerse partidas para
resolver las remesas condicionales a que se refiere el artículo 606 Nº 1.

La conclusión definitiva produce de pleno derecho la compensación entre los débitos


y créditos; en tanto que, cuando la cuenta está en movimiento, no hay compensación.

Por último, la conclusión definitiva de la cuenta trae como consecuencia la


determinación de la persona del deudor, del acreedor y del saldo. Antes de esa fecha
no había deudor ni acreedor.
El art. 614 del Código agrega que "el saldo definitivo o parcial será considerado como
un capital productivo de intereses", en favor de quien resulte acreedor.

Fuera de la conclusión definitiva de la cuenta puede existir lo que se denomina


conclusión parcial, la que se produce cuando las partes acuerdan que el saldo de la
primera cuenta pasa a ser la primera partida de otra cuenta corriente mercantil que
sigue.

A su vez, el artículo 615 agrega que el saldo puede ser garantizado por hipoteca
constituida en el acto de la celebración del contrato y lo mismo que se dice aquí de la
hipoteca puede hacerse extensivo a cualquier otro tipo de garantía reconocida por la
ley, como ser prenda, cláusula penal, fianza, etc.

770. Prescripción

De acuerdo con lo que dispone el artículo 619 del Código de Comercio, la acción para
solicitar el arreglo de la cuenta corriente, el pago del saldo judicial o extrajudicialmente
reconocido, o la rectificación de la cuenta por errores de cálculo, omisiones, artículos
extraños o indebidamente llevados al débito o crédito o duplicación de partidas,
prescribe en el término de cuatro años y en igual tiempo prescriben los intereses del
saldo, siendo pagaderos en años o en períodos más cortos.

Estas normas sobre prescripción se ajustan en todo a las reglas generales sobre
prescripción mercantil, que contempla el art. 622 del Código de Comercio.

Las acciones emanadas de la cuenta corriente pueden ser las siguientes:

1. Aquella que se intenta para solicitar el arreglo de la cuenta corriente, si las partes
no se ponen de acuerdo extrajudicialmente en su liquidación.

2. La acción para el cobro del saldo judicial o extrajudicialmente establecido. En este


caso, el plazo corre desde que el saldo queda establecido, ya sea por acuerdo de las
partes o desde que haya sentencia ejecutoriada de las partes.

3. La acción para pedir correcciones o enmienda de partidas.

4. La acción para el cobro de intereses, en caso de que éstos no se capitalicen.


Capítulo XLVII El depósito mercantil

771. Generalidades

El contrato de depósito se encuentra afecto, como hemos visto, a una doble


regulación. El Código Civil le dedica el Título XXXII de su Libro Tercero (arts. 2211 y
siguientes), en tanto que el Código de Comercio lo trata en el Título XIV de su Libro
Segundo (arts. 807 y siguientes).

Los más importantes depósitos mercantiles son los bancarios y aquellos que se
efectúan en los Almacenes Generales de Depósito Warrants, regulados por una ley
especial, la Nº 18.690 de 2 de febrero de 1988.

Como no está definido en el Código de Comercio, es plenamente aplicable la


definición de este contrato contenida en el artículo 2211 del Código Civil, según el cual
el depósito es "un contrato en que se confía una cosa corporal a una persona que se
encarga de guardarla y restituirla como especie. La cosa depositada se llama también
depósito".

Nuestro Código mercantil es particularmente desafortunado en relación a este


contrato, puesto que contiene sólo dos disposiciones, los arts. 807 y 808, que son
sencillamente inexplicables.

En efecto, la primera expresa que el depósito mercantil se constituye en la misma


forma que la comisión, disposición que es inexplicable, porque la comisión o mandato
mercantil es un contrato mercantil consensual; en cambio el depósito, sea éste civil o
comercial, es un contrato real, que se perfecciona por la entrega que hace de la cosa el
depositante al depositario.

Tampoco tiene explicación el art. 808 que dice: "los derechos y obligaciones del
depositante y depositario de mercaderías son los mismos que otorga e impone este
código a los comitentes y comisionistas".

Sin duda, muchas de las obligaciones o derechos del comisionista serán inaplicables
tratándose del depositario.

772. Características de este contrato

El depósito mercantil, al igual que el depósito civil, es un contrato real, pues se


perfecciona por la entrega de la cosa al depositario.

Asimismo, el depósito mercantil es un contrato remunerado, toda vez que por norma
expresa del art. 809 del Código de Comercio "el depositario tiene derecho de exigir una
retribución por sus servicios. La cuota de la retribución será fijada por las partes o por el
uso de cada plaza en defecto de estipulación".

Como veremos a continuación, el depósito mercantil es, también, un contrato bilateral,


a diferencia del civil que es unilateral.

773. Derechos y obligaciones de las partes


El depósito civil es un contrato unilateral en el que sólo nace una obligación, que recae
sobre el depositario, en orden a restituir la cosa depositada en especie a voluntad del
depositante.

En cambio, el depósito mercantil es un contrato bilateral en que ambas partes se


obligan recíprocamente: el depositario a cuidar el objeto depositado y devolverlo a
requerimiento del depositante y este último está obligado a pagar a aquél una retribución
por sus servicios en conformidad con la norma ya citada del art. 809.

El art. 810 del Código establece que el depositario que hace uso de la cosa
depositada, aun en los casos que se lo permita la ley o la convención, pierde el derecho
a la retribución estipulada o usual.

Esta disposición será inaplicable o inútil en la mayoría de los casos. La verdadera


sanción para el uso indebido de la cosa por el depositario debería ser la indemnización
de perjuicios. Ella será el objetivo de la petición del depositante en la mayoría de las
situaciones, pero deberá hacerlo recurriendo a las normas generales del Código Civil.

774. Depósitos especiales regulados por el propio Código

Conforme lo prescribe el art. 811 del Código de Comercio, si el depósito consiste en


documentos de crédito que devenguen interés, el depositario está obligado a cobrarlos
y a practicar todas las diligencias necesarias para conservar los derechos del
depositante.

Esta disposición establece un verdadero mandato tácito que es inherente al depósito


mismo. El depositario tiene, en este caso, el carácter de un mandatario legal para los
efectos de cobrar los intereses que devenguen los documentos objeto del depósito y
para salvaguardar, en consecuencia, los derechos del depositante.

Otro depósito especial a que se refiere el Código de Comercio es el depósito bancario,


mencionado sólo referencialmente por el art. 812, el que dispone que "los depósitos en
los bancos públicos debidamente autorizados serán regidos por sus estatutos".

Cuando este depósito versa sobre cualquier clase de bienes que no sea el dinero,
existe un contrato de depósito simple que no contiene novedad en cuanto a las reglas
que lo rigen.

En cambio, si el objetivo del depósito es dinero, el depósito tiene caracteres


especiales, por la circunstancia de que el depositario puede emplearlo en sus fines
propios. En consecuencia, se trata de un depósito de los que la doctrina califica como
depósitos irregulares.

Ello ocurre cuando se deposita dinero sin darle a éste las características de un cuerpo
cierto. El art. 2221 del Código Civil expresa que "el depósito de dinero, si no es en arcas
cerradas, cuya llave tiene el depositante, o con otras precauciones que hagan imposible
tomarlo sin fractura, se presumirá que se permita emplearlo y el depositario será
obligado a restituir otro tanto en la misma manera".

De lo expresado fluye que el depositario en este tipo de depósitos, es decir, el banco,


se hace dueño del dinero depositado y carga con los riesgos de su pérdida, debiendo
restituir una suma igual en la misma moneda.
Por último, cabe expresar que, a pesar de lo dispuesto en la norma del art. 812 del
Código de Comercio, hoy en día este tipo de depósitos no solamente se rige por los
estatutos de los bancos, sino más bien por las precisas normas legales a que están
sometidas las instituciones bancarias, en particular la Ley General de Bancos y las
normas reglamentarias y circulares emanadas de la Superintendencia de Bancos e
Instituciones Financieras. Nos referiremos a este tema con mayor extensión más
adelante, al tratar de los contratos bancarios.

775. Depósitos en almacenes generales de depósito

Nos ocuparemos acto continuo de un tipo especial de depósito que no está


reglamentado en el Código de Comercio: aquel que se efectúa en los almacenes
generales de depósito y que hoy en día reglamenta la ley Nº 18.690 de 2 de febrero de
1988.
Capítulo XLVIII Los almacenes generales de depósito y la
prenda warrant

776. Naturaleza de la institución

La institución del depósito en almacenes generales de depósito guarda relación con


el contrato de depósito y también con el contrato de prenda mercantil, puesto que
mediante el depósito de mercaderías u otros bienes en los almacenes generales de
depósito se facilita la constitución de lo que se denomina la prenda warrants.

Los almacenes generales de depósito tienen por objeto recibir en depósito


mercaderías y productos de cualquier clase.

Pero su especial importancia y particularidad consiste en que están legalmente


facultados para emitir por cuenta de estos depósitos un documento, el certificado de
depósito, que acredita el dominio de la mercadería, y otro documento llamado vale de
prenda que sirve para constituir sobre ellas una prenda en favor de un acreedor.

Dichos documentos constituyen títulos valores o títulos de crédito representativos de


mercaderías mediante cuyo endoso se producen determinados efectos jurídicos. En
efecto, mediante el endoso del certificado de depósito se transfiere el dominio de las
mercaderías o productos depositados y merced al endoso del vale de prenda se
constituye prenda sobre ellas sin necesidad de entregarlas al acreedor.

En consecuencia, gracias a estos documentos negociables se facilita la circulación de


las mercaderías y la constitución de un sistema de garantías ágil y expedito.

777. El contrato de almacenaje. Su perfeccionamiento

Según dispone el art. 1º de la ley Nº 18.690, el contrato de almacenaje es aquel en


virtud del cual una persona llamada depositante entrega en depósito a otra, denominada
almacenista, mercancías de su propiedad de cualquier naturaleza para su guarda o
custodia, las que pueden ser enajenadas o pignoradas mediante el endoso de los
documentos representativos de las mismas emitidos por el almacenista, esto es, del
certificado de depósito o del vale de prenda, en su caso, todo de conformidad a las
disposiciones de la referida ley.

Los almacenistas son personas naturales o jurídicas que, de acuerdo a las normas de
esta ley, están facultadas para recibir mercaderías en depósito.

En carácter de comisionistas o agentes, los almacenistas podrán también vender y


distribuir, con autorización del depositante, las mercaderías depositadas en sus
almacenes cuando ellas no se encuentren dadas en garantía.

Son almacenes generales de depósitos, o almacenes warrants, los establecimientos,


recintos, depósitos o contenedores destinados a recibir o guardar mercaderías y
productos con arreglo a las disposiciones de la ley Nº 18.690, ya sean éstos de
propiedad del almacenista o de otra persona.
En consecuencia, y para una mayor claridad terminológica, el depositante es el dueño
de la mercadería que la entrega en depósito; el almacenista es la empresa que las recibe
para su guarda o custodia y almacenes generales de depósito, o almacenes warrants,
los establecimientos, recintos, depósitos o contenedores o bodegas destinados a recibir
o guardar mercaderías con arreglo a las disposiciones de esta ley.

Los almacenistas responden de la culpa leve por las mercaderías que reciben en
depósito.

El contrato de almacenaje se perfecciona por la entrega del certificado de depósito y


del vale de prenda que el almacenista otorga al depositante una vez recibidas las
mercaderías.

778. El certificado de depósito y el vale de prenda

El certificado de depósito y el vale de prenda son títulos valores o de crédito, cuyas


menciones están reguladas por el artículo 5º de la ley. En general, estas menciones
tienden a individualizar al almacén en que se hubiere hecho el depósito, al almacenista
y el depositante; describir la naturaleza, calidad y cantidad de las especies depositadas,
el estado actual de éstas, los seguros que las caucionen, y las marcas, números de
serie y demás indicaciones necesarias para determinar su identidad y valor; el número
de orden y fecha de otorgamiento de los certificados; la vigencia y las prórrogas que las
partes acuerden respecto del depósito y la constancia de su anotación en un libro
registro que debe llevar el almacenista.

Asimismo, en dichas menciones debe figurar la declaración del depositante de su


calidad de dueño de las especies almacenadas, en la que debe expresar si existe algún
gravamen, prohibición o embargo sobre tales especies.

El dominio de las especies depositadas en almacenes generales de depósito se


transfiere mediante el simple endoso del certificado de depósito.

Por su parte, la prenda de las especies depositadas se constituye a través del endoso
del respectivo vale de prenda a favor de un acreedor.

Todo endosatario del certificado de depósito y vale de prenda debe hacer anotar el
endoso en el respectivo libro registro del almacenista, acto del cual se dejará constancia
por éste en el certificado o vale de prenda cuyo endoso se anotare.

En tanto no se efectúe la anotación, el endoso no producirá efecto alguno respecto


de terceros.

El certificado de depósito y el vale de prenda pueden endosarse a favor de distintas


personas o de una misma.

Además, el vale de prenda podrá garantizar uno o más créditos contraídos con un
mismo acreedor.

El endoso del certificado y el del vale de prenda hechos conjunta o separadamente


deben ser fechados y, en particular, el del vale de prenda, cuando es hecho
separadamente del endoso del certificado de depósito, debe enunciar, también, el
nombre y domicilio del cesionario, el monto del capital e intereses del o los créditos, y la
fecha de su o sus vencimientos y modalidades.
779. Obligaciones del almacenista

Fuera de las obligaciones ordinarias del depositario, que consisten en cuidar de las
especies depositadas, respondiendo expresamente hasta de la culpa leve (inciso final
del artículo 3º), el almacenista tiene algunas obligaciones y prohibiciones específicas,
contempladas en la ley que regula su actividad.

En primer lugar, y debido a la circunstancia de que se puede constituir un almacén en


un recinto que sea de propiedad del mismo depositante o de otra persona, el
almacenista tiene, de acuerdo al art. 18, el derecho y la obligación de inspeccionar en
cualquier momento el estado y las condiciones de las especies depositadas, a fin de
tomar las medidas conservativas que procedan.

En caso de impedimento para el ingreso a dichos locales, el almacenista podrá


solicitar del Tribunal el auxilio de la fuerza pública.

El almacenista responde, en todo caso, de la efectividad y veracidad de los hechos y


declaraciones o menciones que deben estamparse en el certificado de depósito y el vale
de prenda y de las cuales se deja constancia en el libro registro del almacenista, a que
nos hemos referido en el número precedente.

Asimismo, el almacenista responderá por las pérdidas o deterioros imputables a culpa


suya o de sus empleados o dependientes.

El almacenista deberá tomar los seguros que el depositante le indique, los que serán
de cargo de este último y, en todo caso, debe quedar constancia de los riesgos contra
los cuales se encuentren aseguradas las mercaderías depositadas, tanto en las
menciones de los certificados de depósito y vales de prenda, como en el libro registro
del almacenista.

Atendida la naturaleza pública y la trascendencia de sus funciones, el almacenista


responde solidariamente de las consecuencias civiles de los delitos que cometan sus
dependientes en el desempeño de sus obligaciones. En los depósitos a granel, los
almacenistas estarán obligados a mantener en todo momento una existencia de
mercadería en cantidad no inferior al total que representen los certificados de depósitos
emitidos y vigentes, respondiendo siempre por las pérdidas o deterioros ocasionados
por fuerza mayor, caso fortuito o vicio propio de las especies depositadas.

Las especies depositadas en almacenes generales de depósito sólo pueden ser


trasladadas de recinto —sin que por ese hecho pierdan su calidad de tales— en el
evento de que el traslado se efectúe con el consentimiento del depositante, del
almacenista y del tenedor del vale de prenda; salvo el caso de riesgo inminente, en que
el almacenista podrá proceder de propia iniciativa, debiendo dar inmediato aviso de ello
a los interesados.

780. Ejecución de la prenda warrants

Si el deudor no pagare el crédito garantizado con prenda warrants a su vencimiento,


el titular del vale de prenda pondrá el hecho en conocimiento del almacenista, quien,
luego de anotar esa circunstancia en los registros, transcurridos ocho días desde la
anotación en el libro sin que se haya efectuado el pago, deberá, a petición del acreedor,
hacer subastar por martillero público la especie dada en prenda sin más trámite, a fin de
que se le pague con el producto del remate.
Ello implica que la prenda warrants está dotada de una especialísima característica y
calidad, consistente en que para hacerla efectiva no es necesaria la intervención de
Tribunal alguno.

Es más, la subasta de la especie por falta de pago de la obligación garantida con ella
no puede suspenderse en caso de concurso, quiebra o muerte del deudor, ni por
ninguna otra causa que no sea por orden escrita de un Juez competente, dictada previa
consignación del valor de la obligación garantida y sus intereses, más costas, gastos y
derechos.

El acreedor prendario será pagado con el producto de la subasta, con preferencia a


cualquier otro acreedor, sin necesidad de acción judicial alguna, y el excedente del
producto de la subasta será entregado al tenedor del certificado de depósito.

En caso de siniestro que afecte a las especies pignoradas, la preferencia se ejercerá


directamente sobre los seguros contratados.

781. Delitos relacionados con los almacenes generales de depósito

Debido a las especiales características que la ley ha atribuido a este tipo de contrato,
ha tipificado, también, una serie de delitos relacionados con las actuaciones ilícitas que
puedan cometerse con motivo de las operaciones warrants y que contemplan los arts.
35 a 39 de la ley.

En efecto, el art. 35 sanciona con graves penas de presidio al que falsificare un


certificado de depósito o vale de prenda o hiciere uso de éstos.

El art. 36 sanciona con igual gravedad a:

1. El depositante que, sin autorización escrita del almacenista y del acreedor


prendario, si lo hubiere, retire total o parcialmente las mercaderías depositadas;

2. El depositante que constituye más de un depósito sobre la misma mercadería, y

3. El almacenista que otorgue más certificados de los que le corresponda emitir, de


conformidad con las disposiciones de esta ley, respecto de la misma mercadería.

Del mismo modo, el art. 37 sanciona a los que depositaren especies atribuyéndose la
calidad de dueños de ellas sin serlo y endosaren el certificado de depósito o el vale de
prenda, y también a los que omitieren declarar ante el almacenista la existencia de
gravámenes, prohibiciones o embargos existentes sobre la mercadería que se deposita
y endosaren el certificado de depósito o el vale de prenda.

Por su parte, el art. 38 sanciona con reclusión y multa al depositante que destruyere
maliciosamente los sellos y otros resguardos que haya puesto el almacenista para
asegurar la integridad de las mercaderías depositadas.

Por último, el art. 39 sanciona las conductas del almacenista que no sean constitutivas
de un delito, pero sí de una infracción a las obligaciones que le impone la ley, con multa
de 20 a 3.000 U.F., la que se regulará prudencialmente, atendiendo a la naturaleza de
la infracción y a las circunstancias del hecho.

782. Tuición de la Superintendencia de Bancos


El ejercicio de la actividad de almacenista, no es libre en nuestro país.

Según el art. 30 de la ley, para ejercer el giro de almacenes generales de depósito,


los interesados deberán acreditar previamente ante la Superintendencia de Bancos e
Instituciones Financieras su idoneidad legal y moral y, asimismo, acreditar que tienen
un patrimonio igual o superior a 20.000 Unidades de Fomento.

Los almacenistas están sujetos a la supervigilancia permanente de la


Superintendencia de Bancos y deberán acreditarle anualmente que mantienen los
requisitos que debieron cumplir ante ella, para ser autorizados e iniciar sus operaciones,
de acuerdo con el art. 30 de la ley Nº 18.690.
Capítulo XLIX Mutuo o préstamo

783. Concepto y características del contrato de mutuo

Además de la regulación civil, este contrato encuentra su regulación comercial en el


Título XIII del Libro Segundo (arts. 795 y siguientes) del Código de Comercio,
designándolo con el nombre de "préstamo".

El Código de Comercio no da un concepto respecto de esta institución, de modo que


hacemos extensiva la definición contenida en el artículo 2196 del Código Civil, según el
cual "el mutuo o préstamo de consumo es un Contrato en que una de las partes entrega
a la otra cierta cantidad de cosas fungibles con cargo de restituir otras tantas del mismo
género y calidad".

Las características de este contrato son similares al mutuo civil, con las diferencias
que se anotarán más adelante. Por lo tanto, sus características son:

a) Es un contrato principal, pues subsiste por sí mismo sin necesidad de otra


convención.

b) Es un contrato unilateral, pues sólo queda obligado el mutuario.

b) Es un contrato real. Si las partes han convenido en celebrar un contrato de mutuo,


pero el mutuante no ha efectuado la tradición de la cosa, no podrá haber sino una
promesa de mutuo, regida por las reglas generales aplicables a toda promesa de
celebrar contrato, que establece el art. 1554 del Código Civil.

Esta característica tan especial del mutuo es la que ha fundado o dado razón de ser
a la disposición contenida en el art. 805 del Código de Comercio, el cual establece que
"el prestamista que hubiere firmado un pagaré o recibo, confesándose deudor de una
cantidad de dinero o mercaderías, podrá ser admitido a probar, según las circunstancias
del caso, que el dinero o las mercaderías no le fueron entregadas".

784. Casos en que el mutuo es mercantil

A pesar de la doble reglamentación que encuentra este contrato —civil y mercantil—


, nuestra legislación no contempla normas que se hayan encargado de señalar en cuáles
casos el mutuo es civil y en cuáles es comercial, materia interesante de discernir para
los efectos de determinar la legislación de fondo aplicable. Ello, a su vez, importa, en
primer lugar para lo prevenido en la Ley de Quiebras, toda vez que la cesación de pagos
de una obligación mercantil es más drástica que la cesación de pagos de obligaciones
civiles y, también, para determinar la forma en que pueden constituirse fianzas e
hipotecas que garanticen el cumplimiento de un mutuo.

En efecto, en cuanto a la fianza, si se desea caucionar con ella el cumplimiento de un


mutuo, es necesario saber si éste es civil o mercantil, para los efectos de calificar la
suficiencia de los bienes del fiador. Es así como el inciso 2º del art. 2350 del Código
Civil dispone que, para calificar la suficiencia de los bienes del fiador, "sólo se tomarán
en cuenta los inmuebles excepto en materia comercial o cuando la deuda afianzada es
módica".
En cuanto a los menores, si se trata de un mutuo mercantil, aplicando el art. 10 del
Código de Comercio, los hijos de familia y menores que administran su peculio
profesional pueden ejecutar actos de comercio, quedando obligados hasta concurrencia
de su peculio y sometidos a las leyes de comercio, en tanto que si se trata de un mutuo
civil, éstos deben actuar debidamente representados conforme a las normas generales.

Apuntando derechamente a despejar las dudas sobre el tema, cabe señalar que en el
derecho mercantil chileno el mutuo es comercial en los siguientes casos:

a) Cuando en él interviene una empresa bancaria, sea en calidad de mutuante o en


calidad de mutuaria.

En este tipo de actos en que interviene un banco, el mutuo es mercantil para el banco,
de acuerdo a lo que dispone el art. 3º Nº 11 del Código de Comercio, en relación con
las prescripciones de la Ley de Bancos. En cuanto al tercero que contrate con el banco,
hay autores que expresan que el mutuo será civil o mercantil, de acuerdo con los
principios generales; en tanto otros, entre los cuales, en principio, nos contamos
nosotros, pensamos que, atendida la redacción del Nº 11 del art. 3º, las operaciones de
banco son siempre mercantiles para ambas partes. El punto es discutible.

b) Es mercantil el mutuo si al celebrarse el contrato se deja constancia de que los


bienes prestados se destinarán a una actividad mercantil o cuando, sin mediar
estipulación de ninguna especie, los bienes efectivamente se emplean en actividades
de esa naturaleza.

Es decir, se aplica en este caso la doctrina de lo accesorio, tanto respecto del


mutuante como del mutuario.

785. Obligaciones de las partes

A pesar de que se trata de un contrato unilateral, que en principio genera obligaciones


tan sólo para el mutuario, el mutuante puede también estar en la situación de obligado,
al tenor de lo que dispone el art. 2203 del Código Civil, el cual establece que el mutuante
"es responsable de los perjuicios que experimente el mutuario por la mala calidad o los
vicios ocultos de las cosas prestadas, bajo las condiciones expresadas en el art. 2192.
Si los vicios ocultos eran tales que, conocidos no se hubiera probablemente celebrado
el contrato, podrá el mutuario pedir que se rescinda".

No obstante, la obligación típica que nace del mutuo es la que corresponde al mutuario
y consiste en la obligación de restituir, la que nace, por la naturaleza real de este
contrato, en el momento mismo en que se perfecciona el contrato, al efectuarse la
tradición de las cosas prestadas.

Se necesita, además, que transcurra un plazo, convencional, legal o judicial, para que
la obligación de restituir se haga exigible, tratándose de cosas fungibles en general que
no sean dinero.

A su vez, el artículo 2198 del Código Civil prescribe que "se deberá restituir igual
cantidad de cosas del mismo género y calidad, sea que el precio de ellas haya bajado
o subido en el intervalo. Y si esto no fuere posible o no lo exigiere el acreedor, podrá el
mutuario pagar lo que valgan en el tiempo y lugar en que ha debido hacerse el pago".

En relación a la restitución de los préstamos de dinero, el Código de Comercio


establece, en primer lugar, que la gratuidad no se presume en los préstamos mercantiles
y que éstos ganarán intereses legales, salvo que las partes acordaren lo contrario (art.
798). Cabe hacer notar, al respecto, que el legislador en Chile ha establecido normas
especiales en la ley Nº 18.010, en relación a las obligaciones de dinero, a las que nos
referiremos más adelante.

Agrega el art. 797 que si el préstamo se contrae en monedas "específicamente


determinadas, el prestamista cumple su obligación restituyendo moneda de la misma
especie que las recibidas, cualquiera que sea el valor que tengan al tiempo de la
restitución".

La norma del art. 797 representa, de un modo elocuente, la importancia que tiene el
seleccionar adecuadamente la moneda extranjera en la que se ha de efectuar la
restitución, por las variaciones internacionales de su valor o equivalencia que al respecto
se producen.

Vale la pena hacer presente que el art. 797 incurre en un grueso error idiomático, toda
vez que denomina "prestamista" a quien evidentemente es el prestatario o mutuario,
pues es éste y no quien da dinero en mutuo el obligado a restituirlo. La expresión
"prestamista", en correcto lenguaje castellano, alude a la persona que da dinero en
mutuo, es decir, al mutuante.

786. Época de la restitución

La época de la restitución pueden fijarlas las partes, la ley o el juez, y así hablamos,
respectivamente, de plazo convencional, legal o judicial.

Fijado el plazo de la restitución convencionalmente, deberán las partes atenerse a lo


pactado.

El mutuo civil es por naturaleza un contrato gratuito, de modo que el plazo que se
estipula se entiende establecido solamente en favor del mutuario, quien puede
renunciarlo de acuerdo con el art. 12 del Código Civil.

Pero si se establecen intereses, pasa a tener interés en el plazo el mutuante y es por


ello que el art. 2204 del Código Civil dispone que "podrá el mutuario pagar toda la suma
prestada aun antes del término estipulado salvo que se hayan pactado intereses".

Esta última es la situación en que se encuentra el mutuo mercantil, el cual es, por
regla general, oneroso, de modo que, para que en él no se devenguen intereses, se
requiere de una estipulación expresa.

No habiendo plazo convencional para la restitución, la ley se ha encargado de fijar un


término en el art. 2200 del Código Civil: "si no se hubiere fijado término para el pago, no
habrá derecho de exigirlo dentro de los 10 días subsiguientes a la entrega". Por su parte,
el art. 795 del Código de Comercio establece que "los préstamos por tiempo
indeterminado no son exigibles, sino 10 días después de reclamada la restitución".
Como puede observarse, la fecha en que comienzan a contarse los 10 días es distinta
en ambos Códigos: en el Código Civil se parte desde la fecha de perfeccionamiento del
contrato, esto es, de la fecha de entrega de la cosa; en tanto que, en el mutuo mercantil,
el plazo legal empieza después de reclamada la restitución.

El tercer tipo de determinación de la época de la restitución es la judicial, y ella se


aplica si se ha señalado la época de la restitución en el contrato, pero en forma
indeterminada o que se presta a interpretaciones diversas, caso en el cual el juez debe
fijar la época precisa de la restitución, en conformidad a las normas que establece el art.
2201 del Código Civil, en relación con el art. 796 del Código de Comercio.

787. Los intereses en el mutuo. Ley Nº 18.010

Como hemos dicho, el mutuo mercantil es por naturaleza remunerado y la


remuneración consiste en la estipulación de intereses.

Los intereses consisten, justamente, en el precio que se paga por obtener en


préstamo dinero ajeno, y en nuestro país esta materia se encuentra regulada por una
ley, la ley Nº 18.010, de fecha 27 de junio de 1981, que establece normas para las
operaciones de crédito de dinero y otras obligaciones de dinero que indica.

Según esta ley, son operaciones de crédito de dinero aquellas por las cuales una de
las partes entrega o se obliga a entregar una cantidad de dinero y la otra a pagarla en
un momento distinto de aquel en que se celebra la convención.

De la definición entendemos, en consecuencia, que la operación de crédito de dinero


es el género y el mutuo, es la especie, pues este último se encuentra ajustado a las
características del segundo de los tipos de operaciones de crédito de dinero a que se
refiere el inciso primero del art. 1º de la ley Nº 18.010, más arriba citado.

Es así como las disposiciones de esta ley se refieren a los contratos de apertura de
crédito, de línea de crédito, descuento de documentos representativos de dinero
pagaderos a la vista, a un plazo contado de la vista o a un plazo determinado, etc.

Para los efectos de su normativa, esta ley establece que constituye interés toda suma
que recibe o tiene derecho a recibir el acreedor a cualquier título, por sobre el capital
tratándose de operaciones de crédito no reajustables y por sobre el capital reajustado
si se trata de obligaciones reajustables.

Acto seguido, la ley define al interés corriente señalando que éste es el promedio
cobrado por los bancos y las sociedades financieras establecidos en Chile en las
operaciones que realicen en el país.

La ley distingue, como se ha dicho, entre operaciones en moneda nacional,


reajustables y no reajustables, y operaciones en moneda extranjera o expresadas en
dichas monedas, y le encomienda a la Superintendencia de Bancos e Instituciones
Financieras determinar el interés corriente en cada uno de estos tipos de operaciones,
debiendo publicarse las tasas resultantes en el Diario Oficial durante la primera quincena
del mes siguiente a aquél al que corresponda.

El art. 8º de la ley tiene por no escrito todo pacto de intereses que exceda el máximo
convencional y, en tal caso, los intereses deberán reducirse al interés corriente que rija
al momento de la convención.

El art. 19 expresa que se aplicará el interés corriente en todos los casos en que las
leyes u otras disposiciones se refieran al interés legal o al interés máximo bancario.

El art. 9º de la ley permite expresamente el anatocismo; esto es, la estipulación del


pago de intereses sobre intereses, capitalizándolos en cada vencimiento o renovación,
pero estatuye que en ningún caso la capitalización podrá hacerse por períodos inferiores
a 30 días.
La ley establece que los intereses correspondientes a una operación vencida que no
hubiesen sido pagados se incorporarán a ella, a menos que se establezca
expresamente lo contrario.

El deudor puede anticipar el pago aun contra la voluntad del acreedor, pero es
obligado a pagar el capital, más reajustes en su caso, y los intereses que correrían hasta
la fecha del vencimiento pactado.

En las operaciones de crédito de dinero sin plazos sólo podrá exigirse el pago después
de 10 días contados desde la entrega de la suma dada en crédito, regla que no es
aplicable a los documentos u obligaciones a la vista o que de cualquier otra manera
expresan ser pagaderos a su sola presentación.

La estipulación de intereses, o aquella que exonera de su pago, debe constar por


escrito y sin dicha circunstancia será ineficaz en juicio.

Si se han pagado intereses, aunque no se hayan estipulado, no podrán repetirse ni


imputarse al capital, y si el acreedor otorga recibo del capital se presumen pagados los
intereses y el reajuste en su caso.

No puede estipularse un interés que exceda en más de un 50% al interés corriente


que rija al momento de la convención. Este interés se denomina interés máximo
convencional (inciso final del art. 6º).

El máximo convencional constituye, a la vez, el interés moratorio.

788. Formas especiales del mutuo mercantil. 1) Saldo de una cuenta de gestión y
anticipos a cuenta de operaciones mercantiles

Según lo prescrito por el art. 806 del Código de Comercio, los anticipos o
anticipaciones referentes a las operaciones comerciales serán considerados como
verdaderos préstamos.

Se refieren a los anticipos o anticipaciones entre el mandatario o comisionista y


mandante o comitente, los arts. 253, 272, 274 y 284 del Código de Comercio y el Nº 4º
del art. 2158 del Código Civil.

Anticipar dinero, según el Diccionario de la RAE, es "darlo o entregarlo antes del


tiempo regular o señalado". Como se puede apreciar, el Diccionario confunde anticipar
con pagar anticipadamente o prepagar, lo que no corresponde al concepto que se da a
los anticipos de comercio.

El anticipo en el comercio importa la entrega y recepción de dinero o mercaderías, a


cuenta de las prestaciones de un negocio ya convenido, pero no ejecutado, o de futuros
negocios aún no concretados o perfeccionados. Se trata, jurídicamente, de un préstamo
que devenga intereses a favor de quien anticipa, con la modalidad de que las partes
convienen que la vigencia o plazo de este préstamo dura hasta que se devengue a favor
del deudor la contraprestación del negocio futuro y opere la compensación. Sólo en caso
de que el negocio futuro no se realice o la contraprestación a favor de quien recibió el
anticipo no sea suficiente, habrá derecho a exigir el pago no cubierto, sea en dinero o
cosas de género, según corresponda, con sus intereses.

Es corriente que se pacte en forma expresa la obligación de otorgar anticipos, que se


estipule su máximo y la tasa de intereses y demás condiciones. Ello ocurre
frecuentemente en los contratos sobre exportación de frutas, en que el productor pide
anticipos para financiar sus gastos. La naturaleza jurídica del anticipo es, en nuestra
opinión, la de un préstamo o mutuo con una modalidad especial de pago: la
compensación con una contraprestación futura. Se diferencia del pago, sea anticipado
o no, porque no es una convención que extinga obligaciones. Por ello devenga intereses
a favor del dador, lo que no ocurre en el pago, que normalmente suspende el curso de
los intereses que corren en contra de quien paga.

El anticipo consiste, entonces, en un negocio preliminar de carácter financiero, en que


una parte reemplaza su insuficiencia de capital o de acceso al crédito bancario, con
créditos de su comprador o comisionista.

789. 2) Los saldos de cuentas

El art. 806 del Código de Comercio, además de referirse a los anticipos mercantiles,
trata de los saldos de cuentas de gestión, para considerarlos como verdaderos
préstamos y aplicarles la normativa de estos últimos. Los arts. 603 y 602 del Código de
Comercio dan un concepto negativo sobre las cuentas de gestión o cuentas simples. En
efecto, se consideran como tales aquellas cuentas que no reúnen los requisitos de ser
un débito o crédito provenientes de un contrato de cuenta corriente mercantil.

Gestión es un sinónimo de administración; la gestión o administración de una entidad


mercantil importa relaciones, gestiones o negocios con terceros. Las partidas contables
constitutivas de una cuenta de gestión son aquellas en que aparece un crédito o débito
con un tercero. Estas cuentas, generalmente, se estampan en el Libro Mayor o de
Cuentas Corrientes o aquellos que los reemplazan en los modernos sistemas contables.

Las cuentas de gestión pueden originarse por muchos títulos negociables, tales como
saldos de precio de compraventa, mutuos, anticipos, etc. Las disposiciones legales
permiten al acreedor de estas cuentas, en las cuales su propio deudor le reconoce un
crédito, cobrarlo como préstamo, bastándole probar el reconocimiento de la deuda que
su deudor tiene estampada en sus libros, sin necesidad de recurrir al negocio causal.

790. Préstamos en cuenta corriente bancaria

De conformidad con las estipulaciones de la Ley de Cuentas Corrientes Bancarias y


Cheques, el banco puede convenir en asignarle sobregiros al comitente o cuenta
correntista, los cuales constituyen abonos de dinero en la cuenta corriente del cliente,
constitutivos de un verdadero préstamo de dinero que se perfecciona a medida que el
comitente los solicita por medio de los cheques que emite, en cuanto exceden del monto
de los fondos propios depositados en su cuenta corriente.

791. Préstamos obtenidos por la emisión de bonos y debentures

Las sociedades anónimas solicitan del público préstamos por medio de la emisión de
bonos o debentures, los cuales no son otra cosa que títulos representativos de deuda
que contraen las sociedades anónimas con el público que adquiere dichos bonos o
debentures, títulos en los cuales figuran las condiciones, intereses y plazos en que se
restituirá el capital recibido en préstamo.
Capítulo L Los Contratos de Garantía

Sección Primera
La prenda

792. Exposición general

En el ámbito del Derecho Comercial sólo son garantías mercantiles propiamente tales
la prenda y la fianza. La hipoteca no está regulada en el Código de Comercio pues es
un instituto propio del Derecho Civil, sin que ello obste a que las obligaciones
mercantiles puedan ser garantizadas por una hipoteca, la que, sin embargo, se
constituirá y se regirá por las normas del Código Civil.

La prenda se encuentra regulada por el Código Civil y el de Comercio, así como


también en las leyes que rigen prendas especiales.

El Código Civil dedica a normarla el Título XXXV de su Libro Cuarto (arts. 2384 y
siguientes), en tanto que el Código de Comercio lo hace en el Título XV de su Libro
Segundo, arts. 813 y siguientes.

En general, se puede decir que el contrato de empeño o prenda es aquel por el cual
se entrega una cosa mueble a un acreedor para la seguridad de su crédito.

La prenda tradicional de los Códigos Civil y de Comercio son con desplazamiento,


esto es, contemplan la entrega material del objeto empeñado por el deudor al acreedor,
o la alternativa de un tercero elegido por las partes, en el caso de la prenda regulada en
el Código de Comercio. Las nuevas modalidades de prenda dictadas con posterioridad
a estos Códigos son sin desplazamiento, con excepción de la prenda warrants, a la que
ya nos hemos referido, en que los bienes prendados están depositados en el almacén
de depósito que administran y custodia un tercero: el almacenista warrants. Las prendas
sin desplazamiento son aquellas en que el objeto empeñado permanece en poder del
deudor, pero adscrito a la garantía de pago de la deuda, de modo que el deudor debe
conservarlo en su poder en la forma y el lugar estipulados y no puede disponer de la
cosa empeñada.

Hasta la dictación de la Ley de Mercado de Capitales II, ley Nº 20.190, existían


diversas leyes de prenda sin desplazamiento, como:

— La prenda de la Ley Nº 4.702, sobre Compraventa de Cosas Muebles a plazo.

— La prenda de la Ley Nº 5.687, sobre Contrato de Prenda Industrial.

— La prenda de la Ley Nº 4.097, sobre Contrato de Prenda Agraria (la que por
naturaleza no es mercantil).
— La prenda sin desplazamiento reglamentada por la ley Nº 18.112.

Sin embargo, la referida ley Nº 20.190 vino a unificar y simplificar las anteriores
prendas especiales, derogando las prendas sin desplazamiento anteriores a ésta,
creando (por su artículo 14) el Registro de Prendas sin Desplazamiento y, por último,
ampliando el espectro de activos susceptibles de ser prendados.

Tal vez por error, la única prenda sin desplazamiento que no fue derogada por esta
ley, es la ley Nº 4.287, sobre prenda de valores mobiliarios a favor de los bancos; por lo
que, en la actualidad, existen dos leyes de prenda sin desplazamiento: la contemplada
en la ley Nº 20.190 y la ley Nº 4.287, sobre prenda de valores mobiliarios a favor de los
bancos.

También subsiste, en el carácter de prenda especial, la que se constituye de acuerdo


a la Ley de Almacenes Generales de Depósito o "prenda warrants", que ya estudiamos
a propósito del contrato de depósito, a cuya lectura nos remitimos. Sin embargo, esta
especie de prenda no tiene el carácter de prenda sin desplazamiento, puesto que la
mercadería prendada debe ser entregada por el deudor al Almacén General de Depósito
Warrants, más específicamente, al almacenista.

793. La prenda ordinaria con desplazamiento regulada en el Código de Comercio

La prenda ordinaria, que regula el Código Civil y con normas propias, también para el
Código de Comercio es una prenda con desplazamiento, es decir, para la seguridad de
un crédito el deudor entrega al acreedor, materialmente, una cosa mueble. Esta prenda
se regula por las normas del Título XV del Libro II del C. de C., y en subsidio, por las
normas que contempla para esta institución el Código Civil, Título XXXV de su Libro
Cuarto (arts. 2384 y siguientes).

Según el art. 813 del C. de C., el contrato de prenda mercantil se celebra y prueba,
en cuanto al acreedor y deudor, como los demás contratos comerciales, es decir, es por
naturaleza un contrato consensual, salvo en los casos y para los efectos indicados a
continuación.

En efecto, el contrato de prenda confiere al acreedor el derecho de hacerse pagar con


el valor de la cosa empeñada con preferencia a los demás acreedores del deudor.

Sin embargo, para que el acreedor prendario goce de este privilegio, en concurrencia
de otros acreedores, se requiere:

1º Que el contrato de prenda sea otorgado por escritura pública o en documento


privado protocolizado, previa certificación en el mismo de la fecha de esa diligencia,
puesta por el notario respectivo;

2º Que la escritura o documento contenga la declaración de la suma de la deuda y la


especie y naturaleza de las cosas empeñadas, o que lleve anexa una descripción de su
calidad, peso y medida.

Lo señalado anteriormente es aplicable a la prenda consistente en un crédito, sin


perjuicio de la notificación que en este caso prescribe el artículo 2389 del Código Civil
(art. 816 del C. de C.).
El privilegio que otorga la prenda nace, subsiste y se extingue con la posesión del
bien dado en prenda, ya sea que lo tenga el acreedor prendario o un tercero elegido por
las partes.

El acreedor titular de una prenda consistente en documentos de crédito que


devenguen intereses, está obligado a cobrarlos y a practicar todas las diligencias
necesarias para conservar los derechos del constituyente de la prenda, en la forma
prevista por el art. 816 en relación al art. 811 del C. de C., que establece esta misma
obligación al depositario en el contrato de depósito.

A su vez, el art. 819, estipula que si el crédito dado en prenda devenga intereses, el
acreedor los debe imputar al pago de los que se le deban, pero si la deuda garantida
por la prenda no gana intereses, se aplicarán los que produzca el crédito empeñado en
parte de pago del capital asegurado.

794. Nueva ley de prenda sin desplazamiento. 1) Antecedentes de la ley

Con fecha 5 de junio de 2007, se publicó en el Diario Oficial Nº 38.780 la ley Nº 20.190,
conocida como MK2, la que contiene nuevas regulaciones que crean o modifican
diversos cuerpos legales con la finalidad de introducir adecuaciones legales e
institucionales para el fomento de la industria de capital de riesgo y continuar el proceso
de modernización del mercado de capitales. En su artículo 14 establece un nuevo
régimen jurídico para la prenda sin desplazamiento.

En nueve títulos que contienen 41 artículos permanentes y una disposición transitoria,


se regula el nuevo régimen jurídico aplicable a la prenda sin desplazamiento, derogando
las leyes especiales de prenda sin desplazamiento jurídicos aplicables a la prenda sin
desplazamiento.

En efecto, como hemos anticipado, desde la década del 30, en el siglo pasado, se
dictaron diversos cuerpos legales para regular prendas especiales sin desplazamiento,
los que lograron su más completa regulación y uniformidad en la ley Nº 18.112. El
intrincado y contradictorio régimen establecido por más de cinco cuerpos legales
diversos, generó una abundante jurisprudencia y doctrina para la aplicación de las
diversas leyes. La ley contempla un estatuto completo que regula bajo un régimen de
formalidades por vía de solemnidad y publicidad con registro, la prenda sin
desplazamiento, con el propósito de acabar con todos los regímenes anteriores
regulados por diversos estatutos legales, sin lograrlo por completo, toda vez que, por
omisión, la ley no derogó la ley Nº 4.287, sobre prenda de valores mobiliarios a favor de
los bancos.

En el artículo 41 la Ley de Prenda sin Desplazamiento fijó su entrada en vigencia en


un término de noventa días contado a partir de la publicación en el Diario Oficial del
decreto que contenga el Reglamento del Registro de Prendas sin Desplazamiento,
creado por su artículo 28. Dicho decreto fue publicado en el Diario Oficial el 23 de
octubre de 2010, por lo que, la normativa acerca de la prenda sin desplazamiento,
contenida en el artículo 14 de la ley Nº 20.190, entró en vigor a partir del 21 de enero de
2011.

Conforme a su propósito, deroga expresamente las leyes Nºs. 4.097, 4.702, 5.687 y
18.112; sin perjuicio que durante el plazo de un año contado desde la entrada en
vigencia de la ley, las prendas sin desplazamiento constituidas con anterioridad al nuevo
régimen jurídico podrán acogerse al régimen que se establece en el nuevo texto legal,
inscribiéndose la prenda en el Registro de Prendas sin Desplazamiento que llevará el
Registro Civil, en cuyo caso la prenda transformada conservará su antigüedad y la fecha
de la prenda original (artículo transitorio único).

En general, la nueva ley es un verdadero avance al establecer un único (o casi único)


régimen prendario para la prenda sin desplazamiento, con un estatuto claro y amplio,
con un solo procedimiento de realización. Además, la constitución de las prendas sin
desplazamiento será más eficiente, puesto que bajo el régimen de la ley Nº 18.112,
debía estarse a la onerosa publicación en el Diario Oficial los días 1º o 15 de cada mes.

Por otra parte, la claridad con que han quedado reguladas las prendas sobre créditos
y derechos sobre concesiones, en general, dará un mayor dinamismo a los
financiamientos que se otorguen con estas garantías. Por otra parte, ese es su
propósito.

Es de esperar que el Registro Civil implemente el sistema de Registro de las Prendas


sin Desplazamiento, que contempla esta ley, con la mayor celeridad.

Examinaremos su normativa a continuación.

795. 2) Ámbito de aplicación del nuevo régimen jurídico

La ley regula el contrato de prenda sin desplazamiento sobre cosas corporales o


incorporales muebles, para caucionar obligaciones propias o de terceros, conservando
el constituyente la tenencia y uso del bien pignorado. Supletoriamente, se aplicarán al
contrato de prenda sin desplazamiento las normas del Código Civil (artículo 1º).

796. 3) Constitución de la prenda sin desplazamiento

El contrato de prenda sin desplazamiento es solemne. Su constitución, modificación


y alzamiento deben realizarse por medio de una escritura pública o por instrumento
privado con las firmas de las partes autorizadas por un notario y, en este último caso, el
documento deberá ser protocolizado ante el mismo.

En el Título IV, artículos 24 y siguientes, se regula la inscripción de la prenda en un


Registro de Prendas sin Desplazamiento que llevará el Servicio de Registro Civil e
Identificación, conforme a un reglamento que se deberá dictar por medio de un decreto
supremo emanado conjuntamente del Ministerio de Hacienda y el de Justicia. El registro
está regulado en el Título V, artículos 28 y siguientes.

El contrato de prenda debe contener, a lo menos, las menciones del artículo 3º, a
saber: la individualización de los otorgantes, indicación de las obligaciones caucionadas,
descripción de las cosas corporales o incorporales, presentes o futuras pignoradas, y la
suma determinada o determinable a la que se limitare la prenda o la proporción en que
se debieren caucionar diversas obligaciones, si fuere el caso.

Es necesario destacar que se autoriza expresamente la cláusula de garantía general,


en el artículo 3º, Nº 2 de la ley, zanjando de antemano cualquier interpretación respecto
de si es válida o no la cláusula de garantía general en las prendas sin desplazamiento.

Asimismo, cabe señalar que no necesariamente el constituyente tiene que ser


el propietario de los bienes que pignora, siendo válido el contrato de prenda que recae
sobre cosa ajena. Si bien la ley Nº 20.190 no lo reconoce de un modo expreso, ello se
deduce, inequívocamente, de su artículo 13 inciso 1º, al prescribir: "Sólo el dueño podrá
alegar la inexistencia del derecho real de prenda invocando su derecho de dominio
sobre la cosa pignorada, sin perjuicio de la validez del contrato". Si el constituyente no
tiene la calidad de propietario de la cosa pignorada, el contrato no servirá de título para
que el acreedor prendario pueda adquirir el derecho real de prenda por medio de su
posterior inscripción, pero de todas formas, quedará habilitado para llegar a adquirirlo
por prescripción, conforme al artículo 2498 inciso 2º del Código Civil.

797. 4) Obligaciones que pueden caucionarse con la nueva prenda sin desplazamiento

Se puede caucionar con prenda sin desplazamiento cualquier clase de obligaciones,


presentes o futuras, estén o no determinadas a la fecha del contrato (art. 4º).

798. 5) Bienes que pueden darse en prenda

Puede constituirse en prenda sin desplazamiento todo tipo de cosas corporales o


incorporales muebles, presentes o futuras. Respecto de las naves y aeronaves, se salva
la aplicación de los estatutos especiales del Código de Comercio y del Código
Aeronáutico (art. 5º).

Consecuentemente con el propósito general de la ley Nº 20.190, respecto del fomento


del capital de riesgo, el artículo 6º autoriza la constitución de prenda sin desplazamiento
sobre derechos y sus bienes asociados, que emanan de diversas concesiones, a saber:

a) El derecho de concesión de obra pública constituido al amparo del decreto con


fuerza de ley Nº 164, de 1991, respecto a cualquier pago comprometido por el Fisco a
la sociedad concesionaria a cualquier título en virtud del contrato de concesión antes
indicado, o los ingresos o flujos futuros que provengan de la explotación de la concesión
antedicha, que sólo podrán prendarse a los financistas de la obra o de su operación o
en la emisión de títulos de deuda de la sociedad concesionaria.

b) El derecho de concesión portuaria constituido al amparo de la ley


Nº 19.542, sobre los bienes muebles de la sociedad concesionaria, o los ingresos o
flujos futuros de ésta que provengan de la explotación de la concesión antedicha, que
sólo podrán prendarse con el objeto de garantizar las obligaciones financieras que la
sociedad concesionaria contraiga para financiar el ejercicio, equipamiento y explotación
de dicha concesión.

c) El derecho de concesión de construcción y explotación del subsuelo, constituido al


amparo de la ley Nº 18.695, cuya prenda deberá subinscribirse en el Registro Especial
de Concesiones establecido en el artículo 37 de la ley Nº 18.695.

d) El derecho de concesión onerosa sobre bienes fiscales, constituido al amparo del


artículo 61 del decreto ley Nº 1.939, de 1977, que para el concesionario emane del
contrato de concesión, o los ingresos o los flujos futuros que provengan de la explotación
de la concesión antedicha, que sólo podrán prendarse con el objeto de garantizar
cualquier obligación que se derive directa o indirectamente de la ejecución del proyecto
o de dicha concesión. Sin perjuicio de la obligación establecida en el Título IV de la
presente ley, esta prenda deberá anotarse al margen de la inscripción exigida por el
artículo 59 del decreto ley Nº 1.939, de 1977.

e) El derecho de explotación de concesiones de servicios sanitarios, constituido en


los términos de los artículos 7º y 32 del decreto con fuerza de ley Nº 382, de 1988, del
Ministerio de Obras Públicas, Ley General de Servicios Sanitarios, para quien explote la
concesión sanitaria emanada del contrato de transferencia del derecho de explotación
de concesiones de servicios sanitarios, o los ingresos o los flujos futuros que provengan
del derecho de explotación antedicho. Sin perjuicio de la obligación establecida en el
Título IV de la presente ley, esta prenda deberá anotarse al margen de la inscripción en
el registro a que alude el artículo 19 de la Ley General de Servicios Sanitarios.

f) Los derechos que para el participante emanen del contrato de participación


celebrado conforme a la ley Nº 19.865, en aquellos casos en que la obligación de éste
comprenda la ejecución, operación o mantención total o parcial de una obra, o que su
retribución consista en la explotación total o parcial de la misma por un período de
tiempo determinado, o los bienes muebles de propiedad del participante o los ingresos
o flujos futuros que provengan del derecho de explotación antedicho, que sólo podrán
prendarse con el objeto de garantizar las obligaciones financieras que el participante
contraiga para financiar la ejecución, operación, mantención y explotación de la obra.

g) Los derechos emanados del contrato de concesión de recintos o instalaciones


deportivas del Instituto Nacional del Deporte de Chile, constituido al amparo de los
artículos 55 a 61 de la ley Nº 19.712, que sólo podrán prendarse previa autorización de
dicho Instituto y para garantizar las obligaciones que deriven, directa o indirectamente,
de la ejecución del proyecto de la concesión.

h) Todos aquellos derechos de concesión que, según las leyes bajo las cuales se
regulen, sean susceptibles de ser prendados, conforme a los requisitos establecidos en
las mismas.

Respecto de la prenda sin desplazamiento sobre créditos nominativos, el artículo 7º


señala que la constitución de la prenda deberá notificarse al deudor del crédito
pignorado, judicialmente o por medio de un notario con exhibición, prohibiéndole que el
deudor lo pague en otras manos, salvo autorización expresa del acreedor prendario.
Una copia del título que dé cuenta del crédito prendado se debe protocolizar en la notaría
al tiempo de constituirse la prenda, dejando constancia de la protocolización en el
contrato de prenda sin desplazamiento, salvo el caso de los derechos o créditos
señalados en el citado artículo 6º.

El legislador no precisó si la notificación notarial podía hacerse por carta certificada,


o si cabe entender que la notificación notarial sólo puede ser personal.

799. 6) Prendas sobre ciertos tipos de bienes

Los artículos 8º, 9º, 10 y 11 se refieren a normas sobre prendas respecto de cosas
que son meros derechos, cosas que no han llegado a existir o que están en el extranjero
o cosas compuestas por grupos de bienes, mercaderías o productos elaborados o
transformados; en este caso, la prenda se entenderá constituida y el derecho real
adquirido si las cosas llegan a existir y en el caso de los bienes elaborados, los
componentes que estaban prendados, trae como consecuencia la prenda de pleno
derecho sobre los bienes transformados.

800. 7) Inscripción, modificación y alzamiento de la prenda sin desplazamiento

Los artículos 24 al 27 inclusive (Título IV de la ley), tratan de las normas para la debida
inscripción de la prenda sin desplazamiento, su modificación y alzamiento.

Dentro del plazo de tres días hábiles, exceptuados los sábados, contados desde la
fecha de suscripción de la escritura pública o de la protocolización del instrumento
privado de constitución, modificación o alzamiento de la prenda sin desplazamiento, el
notario deberá enviar para su inscripción en el Registro de Prendas sin Desplazamiento,
una copia autorizada del contrato de prenda, de su modificación o su alzamiento y una
copia de los documentos en que consten las obligaciones garantizadas. La
comunicación del notario deberá hacerse por medios electrónicos o a través de soportes
magnéticos que aseguren la fidelidad y seguridad de la información. En caso de omisión
de las diligencias de inscripción no se afectará la validez de la constitución de la prenda,
su modificación o alzamiento; haciendo responsable al notario de los perjuicios que de
su omisión pudieren generarse para el acreedor. En este caso, el interesado podrá
recurrir directamente al Registro Civil y pedir la inscripción pertinente (artículo 24).

El derecho real de prenda se adquirirá, probará y conservará por la inscripción del


contrato de prenda en el registro y la prenda sólo será oponible a terceros una vez hecha
la inscripción.

Dispone el artículo 27 que el deudor tendrá derecho a solicitar al acreedor el


alzamiento de la prenda, contra pago íntegro de la obligación caucionada. Si se negare,
se aplicará el mismo procedimiento de los interdictos posesorios.

La nueva ley crea el Registro de Prenda sin Desplazamiento a cargo del Registro Civil
y dispuso que se dictara un reglamento que regule las menciones que deberá contener
la inscripción de la prenda (artículo 28, Título V), reglamento que fue publicado en el
Diario Oficial el 23 de octubre de 2010.

801. 8) Derechos y obligaciones que emanan del contrato de prenda sin


desplazamiento

El Título III de la ley trata, en los artículos 15 al 23, de los efectos del contrato de
prenda sin desplazamiento. El procedimiento que se implementa para el ejercicio de las
acciones y derechos que interdictos posesorios, artículos 551 y siguientes del Código
de Procedimiento Civil (artículo 23), con la excepción que dicha norma señala.

Primeramente, se establece el carácter de preferente del crédito garantizado con una


prenda sin desplazamiento, crédito que goza de la preferencia del artículo 2474 del
Código Civil, extendiéndose la preferencia a los seguros o cualquier suma que subrogue
la cosa pignorada. La ley autorizó la constitución de una o más prendas sobre una
misma cosa, en cuyo caso las prendas preferirán unas a otras según sus fechas de
inscripción en el Registro de Prendas sin Desplazamiento.

En el caso que se pacte prohibición de celebrar actos o contratos sobre las cosas
prendadas y siempre que esta prohibición se inscriba en el Registro de Prendas sin
Desplazamiento, su infracción dará derecho al acreedor prendario para exigir la
inmediata realización de la prenda, considerándose la obligación caucionada de plazo
vencido, procediéndose al desposeimiento del tenedor de la cosa conforme a las normas
de los artículos 758 y siguientes del Código de Procedimiento Civil, esto es, las normas
sobre desposeimiento de la finca hipotecada, salvo que se trate de tercer adquirente en
una feria, bolsa de productos agropecuarios, casa de martillo, almacén u otros
establecimientos semejantes (artículos 17, 25, incisos 3º y 35).

La custodia y conservación de la cosa prendada será de cargo del deudor o del


constituyente, quien responderá como el depositario y si el deudor o el constituyente
abandonan los bienes prendados, el tribunal podrá autorizar al acreedor, a su opción,
para que tome la tenencia del bien prendado, designe un depositario o proceda a la
realización de la prenda, considerándose la obligación caucionada como de plazo
vencido. En el caso de derechos prendados, el constituyente deberá evitar su
menoscabo o extinción. Si falta a este cuidado, la obligación será considerada de plazo
vencido, todo lo cual es sin perjuicio de las responsabilidades civiles o penales como
consecuencia del abandono, menoscabo o extinción de la cosa o derechos prendados.

De igual manera, si se ha señalado un lugar en que deben permanecer las cosas


prendadas y esto no se respeta, se podrá realizar la prenda considerándose la
obligación de plazo vencido (art. 19).

Por cierto, que el acreedor tiene derecho a inspeccionar las cosas prendadas y ante
la negativa del constituyente, el acreedor podrá exigir la inmediata realización de la
prenda (art. 20). Ahora, si los gastos de conservación de la cosa prendada son
dispendiosos, el constituyente podrá solicitar al tribunal del lugar de constitución la
realización inmediata sin aviso al acreedor prendario y sin previa tasación, en cuyo caso
la obligación caucionada se considerará de plazo vencido (art. 21).

802. 9) Derecho legal de retención del arrendador, cuando las cosas prendadas están
en un inmueble arrendado

En este caso, el arrendador podrá ejercer su derecho legal de retención sobre las
especies dadas en prenda, sólo cuando el contrato de arrendamiento conste en escritura
pública otorgada con anterioridad a la inscripción de la prenda en el Registro de Prendas
sin Desplazamiento. El decreto judicial que declare el derecho legal de retención deberá
inscribirse en el mismo Registro.

803. 10) Realización y cesión de la prenda

El Título VI de la ley, en los artículos 29 al 38 inclusive, trata las normas sobre cobro
judicial de las obligaciones garantizadas con prenda y cesión de los créditos
caucionados con prenda sin desplazamiento. Veamos la realización y luego la cesión.

a) Procedimiento judicial aplicable al cobro de las obligaciones garantizadas con


prenda sin desplazamiento de la ley Nº 20.190:

Se aplica al procedimiento ejecutivo de los artículos 434 y siguientes del Código de


Procedimiento Civil, las siguientes modificaciones:

i) La escritura pública de constitución tendrá mérito ejecutivo.

ii) El instrumento privado protocolizado, también tendrá mérito ejecutivo sin necesidad
de reconocimiento previo.

iii) Si en el contrato de constitución de la prenda no consta la obligación caucionada,


para proceder a la realización deberá acompañarse un título con mérito ejecutivo en el
que conste la obligación.

iv) La notificación de la demanda y el requerimiento se hará conforme al artículo 553


del CPC.

v) Se puede solicitar la realización inmediata de la prenda, una vez notificado el


deudor prendario y el constituyente si fueren distintas personas, aunque se opongan
excepciones. Sólo pueden oponerse las excepciones del artículo 464 del Código de
Procedimiento Civil, salvo las de falta de capacidad o personería del ejecutante,
ineptitud del libelo, exceso de avalúo y pérdida de la cosa debida (números 2º, 4º, 8º y
15º del artículo 464).
vi) El tribunal resolverá con citación del deudor y del constituyente de la prenda y
podrá exigir que el acreedor caucione previamente las resultas del juicio (artículo 30).

b) Tratándose de prendas sobre créditos, podrá solicitarse que se notifique por cédula
al deudor del crédito pignorado a fin de que retenga y consigne en la cuenta corriente
del tribunal la suma que éste determine y si no cumple con lo ordenado por el tribunal
se podrá despachar en su contra mandamiento de ejecución y embargo.

c) Si la prenda recayere sobre créditos con flujos periódicos, el mandamiento de


ejecución que se despache para el primero de los pagos se considerará suficiente para
el pago de los restantes, sin necesidad de nuevo requerimiento.

d) Si la prenda recayere sobre derechos de concesión del artículo 6º de la ley, dichos


derechos sólo podrán transferirse a quien cumpla con los requisitos legales para
ejecutar o explotar dichas concesiones, para lo cual el tribunal oficiará a los organismos
respectivos. Estas normas del artículo 32 de la ley no se aplican si se embargan las
utilidades o pagos del derecho respectivo.

e) Si las especies prendas fueren animales, el tribunal dispondrá el remate en la feria


que indique, debiendo publicarse avisos durante dos días en el periódico que el tribunal
señale.

f) No se suspenderá la realización de la prenda en caso de quiebra del deudor o del


constituyente, salvo en caso de enajenación como unidad económica.

Por último, en cuanto a la cesión de créditos caucionados con prenda sin


desplazamiento, el artículo 38 dispone que es necesario que en el registro de la prenda
conste expresamente la autorización para ceder la prenda junto al crédito cedido.

804. 11) Delitos y penas relativos a la prenda sin desplazamiento

En el Título VII, artículo 39, se sanciona al que defraudare a otro disponiendo de las
cosas pignoradas, o el que teniendo la cosa prendada la oculte, altere, sustituya,
traslade o disponga de ella o al que tratándose de créditos o
derechos defraude al acreedor ocasionando la pérdida o menoscabo de los derechos
prendados, serán castigados con las penas del artículo 473 del Código Penal.

Sección Segunda
La fianza mercantil

805. Concepto y características

La fianza también es un contrato de garantía, pero al revés de la prenda, que es real,


es decir, que recae sobre un objeto, la fianza es una garantía personal.

También se encuentra regulada tanto en el Código Civil, que le dedica el Título XXXVI
de su Libro Cuarto (arts. 2335 y siguientes), como en el Código de Comercio, que para
ella contempla el Título XVI de su Libro Segundo (sólo dos artículos, el 820 y 821).

Tampoco define a la fianza el Código de Comercio, de modo que hay que recurrir a la
definición ya estudiada que nos proporciona el Código Civil en su artículo 2335, según
la cual "la fianza es una obligación accesoria en virtud de la cual una o más personas
responden de una obligación ajena, comprometiéndose para con el acreedor a cumplirla
en todo o parte, si el deudor principal no la cumple".

Si bien la ley no da reglas particulares para determinar cuándo una fianza es


mercantil, resulta sencillo establecerlo por aplicación de la teoría de lo accesorio.

La fianza es un contrato de por sí accesorio, de modo que la calificación de la


mercantilidad de la fianza estará íntegramente ligada a la naturaleza del contrato
garantizado: si el contrato principal es mercantil, también lo será la fianza y, en caso
contrario, será civil.

La fianza es mercantil, aun cuando haya sido constituida por personas que no son
comerciantes, siempre que la obligación a que acceda sea de tipo mercantil. A esa
ineludible conclusión se llega por mera aplicación de la regla contenida en el artículo 1º
del Código de Comercio, según el cual este Código rige las obligaciones "que contraigan
personas no comerciantes para asegurar el cumplimiento de obligaciones comerciales".

Mirado el contrato desde el exclusivo punto de vista de las relaciones entre el fiador y
su afianzado, aquél puede ejecutar un acto civil o mercantil, dependiendo de la persona
del fiador, de las circunstancias que rodean el otorgamiento de la fianza, de si el fiador
es remunerado o no, o de la relación de la fianza que otorga con sus propias actividades.
Así, las fianzas que otorgan los Bancos son siempre mercantiles, por una doble razón:
porque son remuneradas y porque las "operaciones de banco" son siempre mercantiles,
de acuerdo a lo señalado en el Nº 11 del artículo 3º del Código.

En caso de duda, desde el punto de vista del fiador, el contrato será civil.

En cuanto a sus características, el contrato de fianza mercantil es solemne, toda vez


que debe otorgarse por escrito, de acuerdo a lo que señala el artículo 820 del Código
de Comercio.

Es también, como hemos dicho, un contrato accesorio, pues por propia definición
requiere de la existencia de un contrato principal al que accede.

Esta característica sufre, en la práctica, notables excepciones, sobre todo en la


práctica bancaria y financiera, en la que se acepta la constitución de fianzas con cláusula
de garantía general, mediante las cuales el fiador se hace responsable de todas las
obligaciones que mantenga el afianzado para con el acreedor.

Por regla general, el contrato es también unilateral, en cuanto quien resulta


únicamente obligado es el fiador, y su obligación consiste en satisfacer la deuda del
afianzado si éste no la paga.

Sin embargo, de acuerdo al artículo 821 del Código de Comercio, el fiador puede
estipular con su afianzado una remuneración por la responsabilidad que contrae en su
beneficio, caso en el cual el contrato deviene en complejo, más que en bilateral, porque
la fianza vincula al fiador con el acreedor, y el que se obliga a remunerar al fiador no es
su contraparte, sino el tercero afianzado.

806. Constitución de la fianza mercantil


Ya hemos dicho que la fianza se constituye por escrito y es, por tanto, un contrato
solemne, lo que constituye una excepción a la regla general en el derecho mercantil,
que por esencia es ajeno a las formalidades.

Sin embargo, razones de evidente prudencia aconsejaban introducir esta norma, con
el fin de evitar colusiones entre acreedor y deudor para perjudicar a un supuesto fiador.

Es por ello que la disposición del artículo 820 es de orden público y su infracción está
sancionada con la nulidad absoluta.

No hay más reglas sobre este contrato de garantía en el Código de Comercio, de


modo que se aplicarán, en el resto, todas las disposiciones contenidas en el Título
XXXVI del Libro IV del Código Civil, artículos 2335 a 2383, ambos inclusive.
Capítulo LI El contrato de cambio y el corretaje

807. Generalidades

En este capítulo agrupamos a varios contratos que, individualmente considerados, no


requieren, atendidas las finalidades de esta obra, un desarrollo o análisis doctrinal muy
exhaustivo,

Los dos primeros son el contrato de cambio y el de corretaje, muy diversos entre sí, y
luego, un grupo de contratos de desarrollo relativamente reciente y que son fruto de la
rápida evolución del comercio y de las instituciones jurídicas que van formándose en
torno a él. Se trata de contratos, actos y operaciones mercantiles, que la doctrina ha
dado en llamar, no con mucha originalidad, al menos en esta etapa de su evolución y
desarrollo jurídico, y de su empleo práctico, como "nuevas formas de contratación
mercantil". Conceptualizaremos estas figuras contractuales, sucinta y
esquemáticamente, en los párrafos que siguen.

A) El contrato de cambio

808. Concepto y particularidades del contrato de cambio

El contrato de cambio está regulado exclusivamente en el Título X del Libro Segundo


del Código de Comercio, pero está actualmente reducido a sólo tres disposiciones
contenidas en los artículos 620 a 622.

La primera de dichas disposiciones lo define como una convención por la cual una de
las partes se obliga, mediante un valor prometido o entregado, a pagar o hacer pagar a
la otra parte, o a su cesionario legal, cierta cantidad de dinero, en un lugar distinto de
aquel en que se celebra la convención.

Según la segunda, este contrato se perfecciona por el solo consentimiento de las


partes acerca de la cantidad que debe ser pagada, el precio, el lugar y la época del
pago, admitiéndose la prueba por cualquiera de los medios contemplados en materia
mercantil.

Por último, el artículo 622 establece que las personas que pueden obligarse, esto es,
las que tienen capacidad legal, pueden celebrar este contrato por su propia cuenta o por
un tercero que las haya autorizado especialmente al efecto.

B) El Corretaje

809. Corretaje

Si bien el Código de Comercio regula el corretaje refiriéndose a los corredores


públicos en el Título III de su Libro I (arts. 48 a 80), tales corredores públicos en la
práctica no existen.

No obstante, como el art. 80 permite ejercer el corretaje a cualquier persona que


cumpla los requisitos que establece el art. 55 del mismo Código, el único corretaje
efectivo que se efectúa en Chile es aquél realizado por los corredores privados.
Si bien existen diversos corredores sujetos a normas específicas, tales como los
corredores de bolsa, los corredores de seguros y los corredores de propiedades, existe
un amplio campo para el ejercicio libre de la correduría o mediación, respecto a cualquier
operación comercial lícita.

El contrato de mediación, de corretaje o correduría es aquel mediante el cual una


persona encarga a otra obtener una oferta seria tendente a la realización de un
determinado negocio. En caso de cumplirse con éxito el encargo, debe pagársele la
remuneración.

Quien encomienda el corretaje es el cliente y quien lo debe ejecutar es el corredor.

Son modalidades de este contrato la cláusula de exclusividad, mediante la cual el


cliente se obliga por un tiempo determinado a no encargar a otras personas la
negociación que ha encargado al corredor; la cláusula sobre gastos, según la cual
determinadas expensas que se consignan en el contrato y en que deba incurrir el
corredor para cumplir el encargo, serán restituidas por el cliente, y la cláusula relativa a
propaganda, mediante la cual el corredor debe realizar determinada publicidad sobre el
negocio ofrecido, cuyo gasto puede ser de cargo del cliente, del corredor o de ambos,
según se acuerde.

Otros comentarios en relación al corretaje y a los corredores en particular, se


encuentran en la Primera Parte de esta obra, a propósito del estudio que allí se hace de
todos los denominados "auxiliares del comerciante".
Capítulo LII Formas de contratación mercantil moderna

810. El contrato de agencia

En los tres primeros numerales de este capítulo, trataremos de tres contratos, muy
relacionados entre sí, que a su vez están, fundamentalmente, al servicio del contrato de
compraventa, puesto que forman o constituyen medios para facilitar la comercialización
de mercancías. Se trata de la agencia, la distribución y la concesión.

La agencia es un contrato por medio del cual una parte, que generalmente es
denominada comitente, encarga a otra, llamada agente, la promoción estable de
negocios por su cuenta y orden.

La agencia es uno de los medios para que el fabricante comercialice su producción a


través de un tercero, quien se encarga no sólo de promover la venta de bienes, sino
también la de prestar servicios.

En nuestras leyes, el contrato de agencia, a pesar de su utilización, no se encuentra


reglamentado.

El Código Civil italiano lo contempla en su art. 1742, definiéndolo como aquel por el
cual una parte asume el encargo estable de promover por cuenta de otra, mediante
retribución, la conclusión de contratos en una zona determinada.

Utilizando los conceptos más arriba emitidos es posible configurar este contrato y
llegar a la conclusión de que, en virtud de él, el agente es aquella persona que por
concepto de un contrato con el principal asume de manera estable el encargo de
promover por cuenta de este último la conclusión de contratos en una zona determinada,
mediante una compensación que generalmente es proporcional a la importancia de los
negocios llevados a cabo.

Sin embargo, puede darse también el caso del agente que es representante, es decir,
que está autorizado para concluir contratos en nombre del proponente o principal, por
las normas y con los efectos normales que son propios del mandato común.

El contrato de agencia responde a una necesidad económica muy clara: la de


representar con independencia los intereses de un fabricante o de un comerciante en
un cierto territorio, permitiendo a éste intentar sin riesgos la penetración en territorios
comerciales donde no estaba antes presente y donde una organización de ventas a
través de empleados directos sería demasiado onerosa.

El contrato de agencia es, por lo tanto, una figura típica de los medios jurídicos
modernos mediante los cuales se instrumentaliza la distribución de bienes y servicios.

Son modalidades que este contrato puede adoptar la inclusión de una cláusula de
exclusividad para el agente dentro de un territorio determinado y la de reembolso, en
todo o en parte, de los gastos de propaganda del producto a distribuir.

811. Contrato de distribución


El contrato de distribución es aquel por el cual el productor o fabricante de un producto
conviene en el suministro de un producto al distribuidor, quien adquiere el producto para
proceder a su colocación masiva por medio de su propia organización en una zona
determinada. A cambio de ello, el distribuidor recibe del productor un porcentaje, que
generalmente asume la forma de un descuento sobre el precio de venta del producto,
sin perjuicio de sus utilidades.

En el contrato de distribución actúan dos partes: por una, el fabricante o principal, y


por otra, el distribuidor.

Este último, como cualquier otro comerciante, contrata con los terceros a nombre
propio, de modo que compra al principal y vende a los terceros por su propia cuenta.

En realidad, se trata de una forma de actuación de la empresa en los problemas


inherentes a la distribución de sus productos, la que, así como recurre a filiales o
sucursales, viajantes, agentes, concesionarios e intermediarios en general, también se
sirve de otras empresas o personas en carácter de distribuidores, para lograr que su
producción en masa llegue a un mayor número de lugares y clientes.

Se diferencia con el contrato de agencia, en primer término, porque la ganancia del


distribuidor es habitualmente la diferencia entre el precio de compra y el precio de
reventa, mientras que la del agente es típicamente un porcentaje del precio del producto
y, en general, está ligada en función al volumen de venta, esto es, a mayor venta
mayores bonificaciones.

En segundo término, si bien es cierto, ambos, distribuidor y agente, venden


mercadería ajena, el agente lo hace por cuenta y orden del principal, en tanto que el
distribuidor vende a nombre propio y por su propia cuenta, facturando al cliente y
lucrando con la diferencia.

812. El contrato de concesión comercial

Constituye concesión comercial la convención por la cual un comerciante denominado


concesionario pone su empresa de distribución al servicio de un comerciante o industrial
denominado concedente, para asegurar exclusivamente, sobre un territorio
determinado, por un tiempo limitado y bajo la vigilancia del concedente, la distribución
de productos de los que se le ha concedido el monopolio de reventa. La legislación
internacional enfatiza, al definir al concesionario, la exclusividad y la actuación a nombre
y por cuenta propia como características distintivas del contrato.

Nos referimos a la exclusividad de suministro, es decir, la obligación del concesionario


de surtirse sólo de un concedente y, recíprocamente, la exclusividad de
aprovisionamiento, la que se define como la obligación del concedente en suministrar
exclusivamente a un concesionario sus productos, en un sector geográfico determinado.

Los acuerdos entre productores y distribuidores han dado a luz a las redes de
concesionarios, en particular, de productos de alta técnica y de lujo. La relación entre
éstos y el concedente se efectúa bajo los términos de un "contrato marco" que es
idéntico para todos los miembros de la red, lo que implica las siguientes consecuencias:

a) Uniformidad de condiciones, evidenciada en un contrato tipo, también llamado,


como hemos dicho tantas veces, contrato normativo, o contrato marco;
b) Obligatoriedad de identificación del producto con un sistema especializado de
venta, y

c) Cierta permanencia en las relaciones condicionada a la eficacia en la colocación


de la producción. El contrato de concesión supone una relación continuada en el tiempo
entre el concedente y sus concesionarios.

813. El contrato de licencia o royalty

Según lo ha definido un conocido tratadista chileno, se entiende por contrato de


licencia o royalty, aquel en cuya virtud el titular o dueño de un privilegio industrial otorga
a otra persona el uso y/o además el goce temporal de él, por una prestación en dinero
u otros bienes. Esta remuneración se acostumbra denominarla "royalty" o "regalía".

Este contrato está estrechamente ligado al amparo legal que el Estado y los convenios
internacionales dan al dueño de una patente de invención, modelos de utilidad o diseño
industrial.

El que tiene un privilegio de esa clase puede explotarlo por sí mismo o conceder su
uso a un tercero o ambas cosas a la vez.

Cuando concede a un tercero el derecho a usar de su privilegio, tiene derecho a cobrar


por ello una remuneración que es el justo premio a su iniciativa y creatividad.

Muchas veces, en el contrato de licencia se conviene también que el concedente de


la licencia se compromete a proporcionar asesoría y entrenamiento al que adquiere el
derecho de usarla. En el moderno lenguaje internacional, dicha asistencia recibe el
nombre convencional de "soporte técnico".

El cuerpo legal que ampara en Chile las distintas especies de propiedad sobre las
creaciones del ingenio que tienen finalidad económica, industrial o comercial, es,
actualmente, la ley Nº 19.039, publicada en el Diario Oficial de 25 de enero de 1991.

Una disposición transitoria estableció que esta ley entraría en vigencia el día en que
se publicara su Reglamento, lo que ocurrió el 30 de septiembre de 1991, fecha en que
se publicó en el Diario Oficial el decreto reglamentario Nº 177 del Ministerio de
Economía.

Ese mismo día fue publicada en el Diario Oficial, también, la adhesión y ratificación
por Chile del denominado "Convenio de París", de 1883, varias veces modificado (la
última vez en Estocolmo, en 1979).

Dicho Convenio constituye con los países signatarios, de los cuales Chile ha pasado
a ser uno de ellos, una Unión para la defensa de la propiedad industrial que comprende
las siguientes manifestaciones:

a) Patente de invención. Esta noción comprende, según expresa el artículo 1º Nº 4, a


las patentes de invención propiamente tales, las patentes de perfeccionamiento,
patentes y certificados de adición, etc.;

b) Modelos de utilidad;

c) Dibujos o modelos industriales;


d) Marcas de fábrica o de comercio;

e) Marcas de servicio;

f) El nombre comercial, y

g) Las indicaciones de procedencia o denominaciones de origen.

La unión se constituye también para la represión a la competencia desleal.

Aun cuando el contrato de royalty versa principalmente para la explotación de


patentes de invención o modelos industriales, la circunstancia de que frecuentemente la
licencia va incluida dentro de un acuerdo de mayor amplitud, como el franchising, nos
ha parecido útil dejar constancia de todas las distintas manifestaciones de la propiedad
industrial, sujetas a protección legal en Chile.

814. El contrato de know-how o de transferencia de tecnología

El contrato de know-how o de transferencia de tecnología es aquel por medio del cual


un empresario facilita a otro, por una remuneración convenida, el uso de algún
conocimiento técnico, procedimiento, método de elaboración, utilización de medios
mecánicos o aportes de información mantenidos en secreto por su poseedor, que
constituye un bien de contenido económico y que forma parte de su patrimonio.

Al igual que la mayoría de las modernas formas sobre contratación mercantil, el know-
how ha venido a ser utilizado en nuestro país a propósito de contratos celebrados por
firmas extranjeras que han traspasado tecnología a empresas nacionales.

Concretamente, el concepto de know-how fue desarrollado en la práctica por la


doctrina mercantil y el sistema jurídico angloamericano.

Sin embargo, ha sido la Cámara Internacional de Comercio la que se ha preocupado


más por clarificar el concepto de lo que debe entenderse por este contrato, la que en
sesiones de 17 y 18 de octubre de 1957 llegó al siguiente concepto: "La totalidad de los
conocimientos del saber especializado y de la experiencia ubicados en el procedimiento
y en la realización técnica de la fabricación de un producto puede por tanto ser
denominado 'arte de fabricación'". En las mismas sesiones se dejó constancia de que el
contrato puede referirse o comprender "no solamente fórmulas y procedimientos
secretos, sino también una técnica que guarde conexión con procedimiento de
fabricación patentado que sea necesaria para hacer uso de la patente. Puede también
designar procedimientos prácticos, particularidades y conocimientos especializados
técnicos que fueron siendo obtenidos por un productor a través de investigaciones y que
no deben aún ser adquiridos por la competencia".

Para los autores alemanes, el concepto debe comprender "los inventos,


procedimientos de fabricación, construcciones no protegidas por la ley, otras conquistas
que enriquecen la técnica" y, por lo tanto, abarcar "no solamente los dibujos, recetas y
demás escritos similares, sino la totalidad de las experiencias propias de fabricación y
de explotación de toda índole, con prescindencia de si fueron fijadas por escrito o si
fueron fruto de los conocimientos y experiencias de personas especializadas".

Agregan los tratadistas alemanes que el know-how se extiende, además, a lo que


nosotros entendemos por comercialización, toda vez que, según ellos lo manifiestan,
"también pueden ser protegidos como secreto de explotación los conocimientos y las
experiencias comerciales".

En resumen, el contrato de know-how simple es aquel en cuya virtud una persona que
tiene conocimientos especializados y secretos sobre la forma de enfrentar la fabricación
y/o la comercialización de un producto, en general, pero no obligadamente protegidos
por patentes, modelos y marcas, proporciona a otra persona, natural o jurídica, dichos
conocimientos, otorgándole licencia para usarlos en beneficio propio, mediante el pago
de una suma determinada, un porcentaje sobre las ventas o utilidades, o de una
combinación de dichos conceptos.

Hemos utilizado el concepto de know-how simple para distinguirlo de aquel que va


envuelto en otros contratos, particularmente en el franchising, en el que el contrato de
franquicia presupone o lleva envuelta, asimismo, una convención mediante la cual el
franquiciante traspasa al franquiciado el know-how sobre el que versa el contrato de
franquicia.

Cuando el know-how comprende solamente meros conocimientos y habilidades,


aunque tengan el carácter de secretos, no tiene la protección de la ley que protege a la
propiedad industrial, y en eso se diferencia del contrato de licencia, puesto que en éste
es forzosa la existencia de un invento, un modelo o un procedimiento patentado y de allí
su nombre: se concede licencia para usarlo.

Sin embargo, dentro de un contexto amplio, el contrato de know-how puede incluir


también el uso de patentes, de modo que puede llegar, y en la generalidad de los casos
así ocurre, a constituir un contrato de alcances más amplios que el de licencia.

En todo caso, mayor amplitud tiene el contrato de franchising, al que nos referiremos
acto seguido.

815. El contrato de franchising o franquicia comercial

El contrato de franchising, que deriva de las necesidades del comercio, y cuya práctica
generalizada empezó en los Estados Unidos a mediados de la década de los años 50,
ha sido definido como "la concesión de una marca de productos o servicios a la cual se
agrega la concesión del conjunto de métodos y medios de venta" (Guyenot).

Su objetivo es, pues, organizar la comercialización de los productos bajo un sistema


unitario de ventas por intermedio de empresas revendedoras autónomas, disminuyendo
gastos de distribución y obtener así mayores ganancias.

Para Marzorati, en una primera acepción del contrato referida a éste como un sistema
de comercialización de un producto o servicio, la franquicia o "franchising" es un contrato
entre dos partes, por el cual el franquiciante ("franchisor") permite al franquiciado
("franchisee") comercializar un cierto producto o servicio bajo su marca y símbolo, contra
el pago de un derecho de entrada o de regalías, o de ambas cosas. No obstante, es el
franquiciado el que hace la inversión necesaria para el negocio, razón por la cual es un
empresario independiente y no un empleado del franquiciante.

Desde otro punto de vista, la franquicia comercial denominada "format franchising", o


franquicia empresaria, es "un método de trasmisión de la enseñanza para operar un
negocio probado" en su eficacia y de gran fama.
En USA se ha desarrollado, bajo la denominación de franquicia, un contrato de nueva
licencia que concede una entidad con facultades para otorgarla, del derecho a
desarrollar una actividad de práctica regulada por dicha entidad. Por ejemplo, las
franquicias concedidas a los equipos de basquetbol de la NBA.

En el primero de los conceptos, la franquicia es un contrato que permite la distribución


continua y permanente de la producción de un fabricante.

En la segunda, es un contrato empresarial dinámico, por el que se transfiere "un


método para administrar y manejar un negocio, al que se le concede un monopolio
territorial de distribución de un producto o de un servicio identificado con una marca
comercial del otorgante y sujeto a su estricto control y asistencia técnica en forma
continua".

La forma como opera es la siguiente:

El concedente de la franquicia (franchisor) cede al concesionario (franchisee) el uso


de la marca del producto, sus métodos de fabricación, y se obliga a suministrarle, en
algunos casos, las materias primas o parte de ellas y, en todo caso, los medios de
comercialización de los productos, así como también los demás servicios que se
hubieren convenido.

Generalmente se incluyen, entre lo que el franquiciante se obliga a traspasar al


franquiciado, los métodos de organización y presentación del negocio o del local, las
técnicas de fabricación, el suministro de materias primas, entrenamiento del personal
bajo patrones estándar, análisis y estudio del mercado, publicidad, etc.

Por su parte, el franquiciado se obliga a pagar al concedente, como retribución, un


derecho de entrada más un canon periódico proporcional al monto del negocio realizado.

816. El contrato de leasing

Como se dijo anteriormente, el leasing, o arrendamiento con opción de compra, es un


contrato mercantil originado en el comercio internacional y que ha tenido gran difusión
en el mundo por las ventajas que representa.

Recordamos aquí solamente que, más que un arrendamiento propiamente tal, este
contrato constituye una nueva forma de financiamiento o de crédito, con la mejor
garantía de todas para el acreedor: el dominio sobre la cosa.

En cuanto al estudio de este contrato, nos remitimos a lo ya señalado con anterioridad


en el capítulo correspondiente.

817. El contrato de factoring

El factoring es una institución comercial originada también en las costumbres de


Estados Unidos y que se ha extendido a otros países.

Definiéndolo por la forma en que opera, en el factoring, una empresa denominada


factor (que no tiene nada que ver con el concepto de factor de comercio contemplado
en el Código del ramo) adquiere de otra empresa comercial la totalidad o parte de los
créditos que ella, dentro de una determinada categoría de operaciones o en forma
general, tenga contra sus clientes, asumiendo el factor el riesgo de la solvencia de los
deudores.

Para cumplir su gestión, recibe de dicha empresa las facturas y demás documentación
que instrumentaliza el crédito y se subroga en los derechos de la cedente, con el
exclusivo fin de su cobro.

El factor, deduciendo un porcentaje convenido por la gestión del cobro, los gastos de
financiamiento y su utilidad, anticipa a la empresa cedente el importe de los créditos que
recibe y se obliga a cobrar y efectuar la percepción de los créditos.

En el caso de que los créditos no sean reales, el factor puede repetir en contra de la
empresa lo anticipado sin causa.

De la propia definición surgen tres características novedosas en el sistema:

a) La empresa cedente evita mantener una sección de cobranza;

b) Esa empresa establece un servicio de autofinanciamiento, y

c) De alguna forma se asegura el riesgo de la solvencia de sus deudores.

Figura dentro de las normas del factoring, por costumbre, el hecho de que el factor
presta asesoría sobre la concesión de créditos a la clientela, así como también la
prestación de colaboración en la auditoría contable de la empresa financiera.

Se discute en teoría sobre la naturaleza jurídica del factoring.

Para nosotros, se trata de un contrato innominado, no contemplado por nuestra


legislación, una "operación mercantil" que tiene su perfil y naturaleza jurídica propias,
creada por la práctica, lo que no impide que, para regular sus efectos jurídicos, existen,
fuera de las normas del propio contrato, válidas por el principio de la autonomía de la
voluntad, las reglas legales que nuestra legislación proporciona respecto de cada una
de las diversas figuras jurídicas y operaciones que este contrato comprende.

818. Los contratos de "joint venture"

La expansión del comercio internacional y el triunfo de las ideas de libre mercado a


escala mundial conducen a hacer cada vez más fuerte la tendencia a que las grandes
empresas nacionales no sólo exporten e importen, sino que tiendan a expandir sus
operaciones en países extranjeros.

Sin embargo, realizar inversiones en el extranjero puede resultar riesgoso. Una forma
de disminuir los riesgos puede consistir en asociarse a capitalistas locales que, por su
conocimiento del terreno y de las costumbres locales, están obviamente en posición de
subsanar dificultades.

Por otro lado, la magnitud de las inversiones o las complejidades de un nuevo


mercado que se pretende conquistar pueden hacer necesario aunar recursos.

Ambas son motivaciones suficientes para celebrar contratos de colaboración


empresaria y a esa finalidad responden los acuerdos de "joint venture".
Podríamos definir a la joint venture diciendo que se trata de la asociación de dos o
más sociedades con la finalidad de realizar operaciones generalmente comerciales,
dividiéndose la labor según sus respectivas aptitudes y posibilidades y soportando los
riesgos correspondientes de acuerdo a lo convenido entre ellas.

Para algunos constituyen una sociedad accidental, en tanto que otros entienden que
se trata de un simple mecanismo operativo, constitutivo de un tipo de los denominados
"contratos de colaboración empresaria".

Se distinguen dos variedades de convenciones sobre joint venture: los contratos


de joint venture propiamente tales y la constitución de "joint venture corporations".

En cuanto a los contratos de "joint venture" propiamente tales se distinguen, a su vez,


dos tipos o especies:

En primer lugar, los llamados joint venture "operativos", que son aquellos que se
celebran y tienen por objeto la ejecución de un mayor número de prestaciones en
función de la inversión, es decir, aquellos en que el objeto es la acumulación de capitales
para cubrir una porción mayor del mercado.

En segundo término, existen los contratos de joint venture llamados "instrumentales",


que son aquellos cuya causa radica en la necesidad de crear una organización separada
de aquella que poseen las empresas que lo suscriben, para la ejecución de una actividad
empresarial diferente o del cumplimiento de un contrato distinto estipulado con un
tercero.

Las joint venture corporations son sociedades anónimas o por acciones, constituidas
con accionistas locales de los países receptores de la inversión, que tienen por objeto
crear una organización adaptada a la ejecución de un subyacente contrato de joint
venture, en el cual se han precisado las modalidades y finalidades de la inversión, los
aportes de los accionistas, las actividades cuya ejecución les ha sido confiada y las
cláusulas a insertar en el estatuto de la sociedad, de modo que el esquema de la
sociedad anónima o la por acciones asume una función instrumental frente al contrato
preliminar de joint venture que ha hecho necesario fundarla.

819. Las operaciones de tarjeta de crédito

Hoy en día se encuentra enormemente popularizada en Chile la utilización de tarjetas


de crédito, de modo que todo el mundo las usa sin que exista mayor conciencia sobre
lo que representan desde el punto de vista jurídico, en cuanto a la complejidad de los
diversos actos jurídicos y partes intervinientes que conlleva su existencia.

A pesar de su popularidad, no es el uso de la tarjeta de crédito en nuestro país un


fenómeno antiguo. Por el contrario, antes de 1980, simplemente no existían en nuestro
medio.

En Chile, al igual que en EE.UU., una de las primeras tarjetas de crédito que se
introdujo fue la Diner's Club, en 1979 (ese mismo año se autorizó la circulación de la
primera tarjeta de crédito bancaria: Visa), la misma que fuera creada por Frank Mac
Namara en 1950 en EE.UU., aunque limitada en sus comienzos a una tarjeta de crédito
para los afiliados a un club, con la que se podían pagar cuentas de restaurantes, viajes
y entretenimientos.
La primera tarjeta de crédito bancaria fue iniciativa del Franklin National Bank, de Long
Island.

Hoy en día, el sistema de tarjetas de crédito está absolutamente difundido en todo el


mundo occidental. Es más, en la mayoría de las grandes potencias económicas, la
tarjeta de crédito es mejor bienvenida que el dinero en efectivo, gracias a la seguridad
que ofrece, aceptación que se ha extendido a la tarjeta de débito que es su heredera
directa y que hoy en día se utiliza ampliamente como sustituto del dinero (se habla de
"dinero plástico").

Conforme a una de las muy escasas normas chilenas relativas a este instrumento de
crédito (Acuerdo 1936-16-890524 del Banco Central de Chile), se considera tarjeta de
crédito cualquier tarjeta u otro documento destinado a ser utilizado por su titular a la
adquisición de bienes y servicios suministrados por establecimientos afiliados al
correspondiente sistema y pagados mediante crédito otorgado por el emisor de la tarjeta
al titular de la misma.

Existen, fundamentalmente, dos tipos de tarjetas de crédito:

1. Las tarjetas de crédito bancarias, que son aquellas en que un banco asume el rol
de emisor y es quien concede el crédito al usuario. Entre el banco y el usuario de la
tarjeta existe una línea de crédito, que tiene carácter rotatorio, esto es, disminuye su
disponibilidad en la medida en que se efectúan cargos y se restituye en la medida en
que se efectúen pagos completos o abonos. El banco se encarga de pagar los gastos a
los establecimientos en los que se haya utilizado la tarjeta, los que, para utilizar el
sistema, deben estar afiliados a él.

2. Tarjetas de crédito no bancarias, que son las que emiten instituciones de crédito
que no son bancos ni instituciones financieras, sino simplemente establecimientos
comerciales, las que se caracterizan porque no existe una línea de crédito de uso
generalizado e internacional, sino la autorización para adquirir en la casa comercial
emisora, o en los establecimientos afiliados o que tengan un convenio con ella, con
cargo a un crédito directo que otorga el establecimiento.

La más importante, por su difusión, es la tarjeta de crédito bancaria, de modo que


examinaremos las personas que intervienen en ella y los contratos que lleva envuelta
su circulación:

a) El banco emisor.

b) El usuario o titular de la tarjeta.

Entre estas dos primeras partes, en la relación múltiple que envuelve la circulación de
una tarjeta de crédito, existe un contrato de apertura de crédito y un reglamento de uso
de la tarjeta de crédito.

c) La sociedad administradora de tarjetas de crédito, que es la que se ocupa de


tramitar las solicitudes de usuarios para afiliarse al sistema, ya sea como titulares de
tarjetas o como establecimientos comerciales afiliados, centraliza la información sobre
las cuentas y estados de pago y los límites de crédito autorizados al usuario y edita el
boletín de seguridad con las tarjetas fuera de circulación por incumplimiento, extravío o
robo.
Entre el titular de la tarjeta y la sociedad administradora existe un contrato de mandato
que la autoriza para que ésta, actuando en representación del titular de la tarjeta, pueda
aceptar letras de cambio, suscribir pagarés o reconocer deudas por los montos de
capital, intereses y gastos que se originen en el crédito concedido si éste no es pagado
por el titular de la tarjeta en las épocas acordadas.

d) Los establecimientos comerciales afiliados, que son las personas naturales o


jurídicas e instituciones que se han afiliado al banco, a través de la administradora,
obligándose a recibir en pago de los bienes o servicios que proporcionen a los titulares
de tarjetas de crédito los documentos o comprobantes utilizados en pago con aplicación
de la tarjeta de crédito y la firma del titular. Por su parte, los bancos o instituciones
financieras se obligan a pagarles, en los plazos convenidos, el importe de los consumos
cargados a la tarjeta, menos una comisión preestablecida.

Entre el banco o financiera y el establecimiento comercial existe, asimismo, un


contrato de afiliación en cuya virtud el banco queda obligado a pagar, como se ha dicho,
los consumos, menos la comisión pactada y, por su parte, los establecimientos
comerciales se comprometen a recibir en pago los formularios emitidos, estampando la
imagen, o simplemente, cada vez con mayor frecuencia, los datos electrónicos de la
tarjeta de crédito respectiva, previa comprobación de la identidad del cliente, solicitando
autorización de cupo de crédito disponible, si el consumo excede de un máximo
estipulado; a verificar la vigencia de la tarjeta mediante el respectivo boletín de
seguridad o la verificación electrónica de la misma, como es la tendencia moderna y,
finalmente, haciendo firmar el comprobante de cargo al usuario.

No nos referiremos aquí a las operaciones con tarjetas de crédito emitidas por casas
comerciales, entre otras razones porque, en gran parte del mundo y muy particularmente
en Chile, las que emiten grandes almacenes y tiendas se administran bajo sistemas muy
similares a los que usan las tarjetas bancarias, que hemos resumido precedentemente.
Capítulo LIII Contratos y operaciones bancarias y
financieras

820. Generalidades

La actividad bancaria y financiera está reservada en Chile para los Bancos y las
Sociedades Financieras, instituciones regidas por el D.F.L. Nº 3 de 1999, llamada Ley
General de Bancos, que deben revestir necesariamente el carácter de sociedades
anónimas, conforme a lo dispuesto en la Ley Nº 18.046 sobre Sociedades Anónimas.

Las fuentes normativas del derecho bancario son, además de las legales, los usos
bancarios (aplicación de la costumbre), los estatutos y reglamentos internos de los
mismos, las llamadas "condiciones generales" de los contratos (que son contratos tipo)
y la jurisprudencia administrativa de la entidad fiscalizadora, que es la Superintendencia
de Bancos e Instituciones Financieras, creada por el D.L. Nº 1.097. A partir de 2012, los
bancos están en parte sometidos también al control del Sernac.

Los contratos y operaciones bancarias que pueden realizar los bancos e instituciones
financieras —más amplias para los primeros, más restringidas, las segundas— están
específicamente señaladas en la Ley General de Bancos, de modo que en el derecho
bancario no se aplica el principio general del derecho privado común de que se puede
hacer todo lo que la ley no prohíbe, sino que, al contrario, sólo pueden estas instituciones
hacer lo que les está taxativamente permitido, es decir, sólo pueden realizar las
operaciones que la ley les faculta de modo expreso.

Los bancos efectúan sus actividades a través de una serie de "operaciones"


uniformes, regidas y/o materializadas por normas de carácter contractual.

Llamamos operaciones bancarias a los negocios realizados por los bancos para el
cumplimiento de sus fines y dentro de la esfera de sus atribuciones o campo de acción
fijado por la ley.

Las operaciones bancarias incluyen actos jurídicos simples y otros muy complejos,
que implican un negocio en el que se comprende a uno o varios contratos ligados entre
sí. El crédito constituye la esencia de las operaciones bancarias, porque "no sólo está
presente en el ánimo del cliente, sino también en el banco, dado que éste debe operar
en el tráfico de dinero y proporcionarlo a terceros que pagarán por ello un interés que
servirá para mantener la infraestructura bancaria y producir beneficio" (Garrigues).

Constituyen objetivamente actos de comercio, atendido lo dispuesto en el artículo 3º


Nº 11, del Código de Comercio, de modo que es el giro de la persona jurídica "banco" o
"sociedad financiera" la que determina el carácter de la operación bancaria y le atribuya
carácter mercantil.

No obstante que para el banco la operación será siempre mercantil, se discute si para
el cliente será mercantil siempre o sólo lo será si se trata también de un comerciante, o
si el destino de la operación es mercantil, de acuerdo a la teoría de lo accesorio.

A nuestro parecer, debido a los términos del Nº 11 del artículo 3º del Código de
Comercio, que no distingue al respecto, las operaciones bancarias serán siempre
mercantiles para las dos partes, criterio que ha seguido hasta el momento la
jurisprudencia.

La principal clasificación de las operaciones bancarias, distingue entre:

a) Operaciones Bancarias Pasivas, o de recolección, en las que el banco recibe


crédito (ej.: depósitos bancarios);

b) Operaciones Bancarias Activas, que son aquellas en las que el banco coloca
créditos de dinero a interés (ejemplo, el mutuo bancario), y

c) Operaciones Bancarias Neutras, no relacionadas con crédito y que constituyen, en


general, servicios que el banco proporciona y por los cuales percibe una comisión (ej.:
cobranzas, cajas de seguridad, etc.).

Conceptualizaremos, acto seguido, los principales contratos y operaciones bancarias,


con excepción del Contrato de Cuentas Bancarias y Cheques, el que es tratado en
extensión, más adelante, conjuntamente con el cheque.

Al final del Capítulo analizaremos otras figuras de contratos y operaciones financieras


reguladas por leyes o usos especiales y que no están necesariamente ligadas a la
actuación de los bancos.

A) Operaciones bancarias pasivas

821. 1) Depósitos a la vista simples (vales vista)

Son aquellos efectuados por un cliente, y cuyo pago puede ser legalmente requerido
en un plazo inferior a 30 días.

Una persona deposita dinero en un banco, el cual le otorga un vale vista o pagaré
bancario, que jurídicamente es un título valor o de crédito, en virtud del cual el banco se
obliga a pagar, a su presentación, el valor del vale vista a la orden de su beneficiario.

Normalmente, por este tipo de depósitos, los bancos no pagan intereses. Por el
contrario, cuando el depósito se constituye a partir de un mutuo que el mismo banco le
otorga, cobra intereses por ésta.

El banco puede usar el dinero representado en el título, no está obligado a restituirlo,


y lo que se obliga es a pagar el importe del documento contra su presentación, por lo
que no debe custodiar en particular la suma recibida en depósito, sino, en general,
cuidar la totalidad de los dineros que constituyen su patrimonio, con el fin de evitar que
el pago o restitución se haga imposible. A tal fin están concebidas diversas instituciones
de resguardo, entre ellas el encaje.

822. 2) Depósitos a plazo

El depósito a plazo es un contrato en virtud del cual una persona entrega a un banco
una cantidad de dinero y éste se obliga a restituir una cantidad equivalente luego de
cierto tiempo y a pagar un determinado interés.
Su naturaleza jurídica es la de un mutuo, pues no hay finalidad de custodia, sino que
el lucro: obtener el cliente que el banco le pague un interés. El título en que consta
también es un título valor o de crédito.

823. 3) Depósitos en cuenta corriente

Los depósitos en cuenta corriente son depósitos a la vista que se efectúan en una
cuenta corriente bancaria o en una libreta de ahorro.

Se diferencian, así, de los depósitos simples, puesto que por naturaleza corresponden
o están asociados a una cuenta corriente en la que el titular puede girar, es decir, hacer
retiros, y depositar, restituyendo o incrementando el saldo a su favor.

Se trata sin duda de un contrato atípico, que algunos asimilan al mandato o comisión,
pero que a nosotros nos parece de tal modo perfilado, como que tiene individualidad
propia.

824. 4) Depósitos bancarios con boleta de garantía

En esta operación bancaria, una persona denominada "tomador" realiza, con fondos
propios o que ha obtenido en crédito de la propia institución bancaria, un depósito a
favor de un tercero, el beneficiario, para garantizar el cumplimiento de obligaciones del
primero en favor del segundo, depósito que se documenta mediante un certificado
emitido por el Banco que se llama "Boleta de Garantía", que también es un título valor
o de crédito.

La naturaleza jurídica de la boleta de garantía es compleja. Para nosotros, se trata de


una caución atípica que surte sus efectos de acuerdo con las reglas generales, las
estipulaciones de las partes y las costumbres y usos mercantiles.

B) Operaciones bancarias activas

825. 1) El contrato de apertura de crédito

El contrato de apertura de crédito es un contrato bancario en virtud del cual el


banco acreditante se obliga a poner una suma de dinero a disposición del cliente
acreditado o a contraer por cuenta de éste una obligación, para que él haga uso del
crédito dentro del límite y época pactados, quedando obligado el cliente acreditado a
restituir al banco acreditante la suma de que disponga o haga uso, o a cubrir
oportunamente el préstamo por el importe de la obligación u obligaciones que
efectivamente contrajo y, en todo caso, a pagar los intereses, gastos y comisiones que
se hayan originado.

La característica fundamental de este contrato bancario es la circunstancia de que no


importa la concesión de un préstamo por una suma determinada aplicada a un fin
preciso, sino que, como su nombre lo indica, implica la apertura de una línea de crédito
dentro de la cual el cliente del banco puede operar, girando fondos que, por ese solo
hecho, originan la materialización de préstamos, que se obliga a restituir en la forma y
época pactadas, fuera de cubrir los gastos, comisiones e intereses que se generen por
dichas operaciones.

826. 2) El contrato de préstamo bancario


El préstamo bancario es siempre mercantil, conforme a la norma contemplada en el
Nº 12 del art. 3º del Código de Comercio, de modo que se aplicarán con preferencia las
disposiciones sobre el mutuo que contiene dicho Código.

Se trata de un contrato real, que se perfecciona por la entrega de la suma prestada, y


unilateral, ya que sólo genera una obligación para el deudor, consistente en restituir al
banco la suma recibida en préstamo con sus intereses y reajustes, si procediere.

El préstamo bancario común es la forma más generalizada de otorgamiento del crédito


bancario, toda vez que está presente, incluso, en otras operaciones más complejas,
como ser el contrato de apertura de crédito, el de descuento, etc.

827. 3) El contrato de descuento bancario

Se trata de un contrato típico de la actividad bancaria, que puede ser definido como
aquel en el que un banco o institución financiera entrega anticipadamente una suma
determinada de dinero al portador de títulos de crédito no vencidos que deben pagar
terceros, contra la transferencia de los respectivos títulos.

La operación se practica, fundamentalmente, con letras de cambio y pagarés y la


transferencia de los respectivos efectos de comercio se realiza mediante el endoso.

Si al vencimiento de los respectivos títulos de crédito el obligado no los paga, el banco


cuenta con las acciones para perseguir a todos aquellos que, según la ley Nº 18.092,
son responsables del pago de dicho título de crédito y, además, del derecho de cobrarle
al cliente a quien le otorgó el crédito sobre la base de dichos efectos de comercio.

La naturaleza jurídica de este contrato, intensamente discutida en la doctrina, se


encuentra resuelta en nuestra legislación de un modo objetivo, pues el art. 11 de la ley
Nº 18.010, ya citado, le atribuye el carácter de una operación de crédito de dinero.

828. 4) Otorgamiento de avales y fianzas bancarias

La fianza bancaria está reglamentada en la Ley General de Bancos (D.F.L. Nº 3 de


1997), cuyo art. 69 Nº 11 permite a los bancos "avalar letras de cambio y otorgar fianzas
simples y solidarias con sujeción a las normas y limitaciones que imparta el Banco
Central".

La Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras, mediante una circular, ha


establecido las normas bajo las cuales los bancos e instituciones financieras pueden
otorgar avales y fianzas bancarias. El principio básico es que sólo los bancos pueden
comprometer su responsabilidad por obligaciones de terceros, en los casos
expresamente previstos en la circular, regla que ha sido establecida con la finalidad de
velar por la estabilidad de la actividad bancaria, fuertemente influida por el orden público,
que no puede estar sujeto a vaivenes de negocios mal ejecutados.

829. 5) El crédito documentario

El crédito documentario, acreditivo o carta de crédito, es un documento que ha surgido


como una necesidad del comercio internacional, en que los bancos
intervienen ejerciendo una mediación fiduciaria.
En efecto, un banco situado en el lugar donde reside el comprador en un contrato de
compraventa internacional, interviene garantizando el pago del precio de la mercadería,
asumiendo directamente la obligación en favor del vendedor, o bien obteniendo que un
banco del domicilio de la plaza de éste asuma tal obligación en forma directa.

Mediante este mecanismo, se satisface la necesidad del exportador de obtener la


seguridad de que las mercaderías que ha vendido le serán pagadas con independencia
de la solvencia del comprador y, a su vez, al comprador le otorga la seguridad de que
el envío de las mercaderías se hará regularmente dentro de los plazos y con la
documentación convenida, asegurándose también del cumplimiento de un contratante
que vive en el extranjero y que usualmente desconoce.

Con el fin de evitar los conflictos en la interpretación y aplicación de la legislación


internacional en este tipo de documentos, existe un conjunto de normas vigentes en la
actualidad bajo el nombre de "Reglas y Usos Uniformes relativos a los Créditos
Documentarios", emitidas por la Cámara Internacional de Comercio, con sede en París.

830. 6) Operaciones bancarias con letras de crédito

Uno de los negocios bancarios más importantes en Chile está constituido por las
operaciones con letras de crédito, que dan origen a la organización del denominado
mercado hipotecario.

El objeto de estos préstamos con garantía inmobiliaria es comúnmente la adquisición


de viviendas, o bien fines de inversión generales vinculados a una utilización
determinada; pero, en cualquier caso, se trata de préstamos a largo plazo.

La operación consiste en que los bancos emiten documentos hipotecarios


representativos de esta forma de financiamiento, llamados letras de crédito, que
constituyen títulos valores o de crédito, en series homogéneas con igual interés y
amortización, y las entregan en préstamos garantizados con hipoteca a sus clientes,
para que éstos ocupen el producto de su venta en el mercado secundario, para una
operación de compra o construcción de un inmueble, u otros fines determinados.

El cliente da en pago las letras a su contraparte, lo que no es común o, como decíamos


anteriormente, las vende para hacer dinero, en el mercado secundario, pudiendo recibir
una suma igual, superior o inferior al valor par de la letra. Generalmente, las letras no
salen de las manos del banco, al que se le concede un mandato para liquidar dichas
letras en el mercado secundario, por cuenta de su cliente, entregando el producto de
ellas al vendedor.

El valor de mercado de las letras hipotecarias dependerá de la tasa de interés, el


banco y el plazo de la amortización.

831. 7) Mutuos hipotecarios endosables

La Ley General de Bancos permite a las instituciones financieras otorgar créditos


caucionados con garantía hipotecaria, extendidos en escritura pública con cláusula a la
orden, de la cual se otorga una sola copia autorizada, los que pueden transferirse
mediante endoso simple.

Hoy en día esta facultad no sólo la tienen los bancos, sino también las Compañías de
Seguros del segundo grupo, esto es, las que cubren el riesgo vida.
Estos mutuos solamente se otorgan a personas naturales, con la finalidad de adquirir,
construir, ampliar y reparar viviendas urbanas por un monto que no exceda el 80% del
valor de tasación del bien raíz, que debe ser garantizado con primera hipoteca.

A diferencia de las figuras jurídicas que estudiamos en el parágrafo anterior, cabe


hacer presente que el préstamo otorgado es en dinero efectivo y no existe, en
consecuencia, en esta modalidad, una operación de emisión de letras hipotecarias, con
lo cual el mutuario no sufre las alteraciones financieras del mercado.

C) Operaciones bancarias neutras o de gestión

832. Exposición

Las operaciones neutras se diferencian de las activas y de las pasivas, toda vez que
en ellas el banco no aparece en calidad de deudor ni de acreedor de un crédito, sino
que, simplemente, como un agente que presta servicios por los cuales cobra comisión.

Entre las operaciones neutras más importantes, cabe nombrar a las siguientes:

a) El arriendo de cajas de seguridad, que es un contrato mediante el cual el banco


pone a disposición del cliente una caja fuerte incorporada al inmueble de uno de sus
edificios y se obliga a impedir el acceso a ella a toda persona que no sea su titular;

b) El servicio de cobranza simple de efectos de comercio que le entregan por endoso


sus clientes, con o sin obligación de protesto, que es lo que se conoce, también, con el
nombre de cobranza bancaria de documentos;

c) Las comisiones de confianza, que son encargos varios que los bancos aceptan de
sus clientes y que se regulan por el Título XII de la Ley de Bancos, por los cuales cobran
una comisión, como son, por ejemplo, operaciones tan variadas como mandatos
generales o especiales para administrar bienes, el cobro anónimo de un premio, el
arriendo de propiedades, la adjudicación de un bien raíz o mueble en remate, etc.; ser
depositarios, secuestres o interventores en cualquiera clase de negocios; liquidadores
de sociedades; guardadores testamentarios; albaceas; etc.;

d) Cambio de monedas, que es el servicio consistente en cambiar monedas


extranjeras en nacionales o viceversa y, en general, cualquier cambio manual de
monedas;

e) Transferencias de fondos, en los cuales cada día se popularizan más las que se
efectúan electrónicamente y que consisten en pagos que se efectúan por vía de una
orden de transferencia de fondos de una cuenta a otra, de un banco a otro, o por
intermedio de éstos a un tercero en el país o en el extranjero;

f) Operaciones con tarjetas de crédito bancarias, y

g) Servicios de cajeros automáticos (ATM).

D) Otros contratos u operaciones financieras

1) La securitización

833. Concepto, función y desarrollo de la securitización en Chile


La securitización es una fuente de financiamiento proveniente de la transformación de
activos ilíquidos y heterogéneos, generadores de flujos, en activos líquidos y
homogéneos, que pueden ser transados en el mercado de capitales.

La denominación de esta figura jurídica proviene del término inglés "securities", que
comprende a las acciones, bonos, pagarés, debentures, warrants u otros documentos
que representen una cuota de la propiedad en una sociedad o de una deuda del
gobierno o una entidad privada; títulos de obligaciones de pagar una suma de dinero o
el derecho a participar de las ganancias y la distribución de activos de una sociedad;
instrumentos que dan a sus tenedores legítimos, derechos a dinero u otros bienes; por
lo tanto, se trata de instrumentos que tienen un valor intrínseco y son reconocidos y
usados como tales en los canales regulares de comercialización de valores.

En Chile, la securitización se remonta al año 1994, con la promulgación de la Ley


Nº 19.301, que modificó la Ley Nº 18.045 de Mercado de Valores. La citada ley, entre
otras materias, incorporó al mercado los títulos de securitización como una nueva
alternativa de inversión, estableciendo como vehículo para ello, un tipo de sociedad de
giro exclusivo, la sociedad securitizadora, cuya característica principal es su capacidad
legal de formar patrimonios separados a partir de la emisión de títulos respaldados por
determinados créditos.

Si bien no consta explícitamente en la ley que la creó, en un comienzo se planteó la


securitización como una posibilidad de disminuir el costo de financiamiento de las
viviendas y fomentar el desarrollo del sector inmobiliario, transfiriéndole recursos a
través de la securitización de instrumentos, tales como letras y mutuos hipotecarios.

Posteriormente, dicha función económica se amplió con la incorporación de nuevos


activos susceptibles de ser securitizados, tales como contratos de leasing generales
sobre bienes muebles e inmuebles, depósitos a plazo de bancos nacionales, bonos de
la Tesorería General de la República y flujos futuros esperados provenientes de obras
públicas, de obras de infraestructura de uso público, de bienes nacionales de uso
público o de las concesiones de estos bienes u obras.

834. Regulación jurídica

Según ya lo hemos señalado, la securitización está regulada por la Ley Nº 18.045 de


Mercado de Valores. El citado cuerpo legal contempla un título especial referente a las
sociedades securitizadoras (Título XVIII), en el cual se señalan tanto las características
que deben tener dichas sociedades, como también, las formalidades y límites del
negocio.

Asimismo, la ley regula todo lo relativo a los activos subyacentes y a la operatoria; la


emisión de los títulos de deuda; los derechos de los tenedores de los títulos; otros
participantes que pueden intervenir en el proceso de securitización, como los
representantes de los tenedores de bonos y administradores extraordinarios, y la oferta
pública de valores e intermediarios.

Por otra parte, la Ley Nº 18.815 que regula los Fondos de Inversión en Chile,
contempla la existencia de un tipo de fondo de inversión cerrado, denominado Fondo de
Créditos Securitizados, el cual tiene por objeto la inversión de sus recursos en
determinadas carteras de créditos o de cobranzas, especificadas en el Título XVIII de la
Ley de Mercado de Valores antes aludida. Entre ellos se encuentran, por ejemplo, las
letras y mutuos hipotecarios y los bienes y contratos de arrendamiento con promesa de
compraventa (leasing).
Por su parte, el Capítulo III del Compendio de Normas Financieras del Banco Central
de Chile, establece las condiciones y determina los créditos, inversiones y los derechos
sobre flujos provenientes de los mismos que pueden ser objeto de venta o cesión por
los bancos o sociedades financieras a las sociedades securitizadoras o fondos de
inversión de créditos securitizados. La fiscalización del cumplimiento de esta norma
corresponde a la Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras.

835. Estructura jurídica de la securitización

La securitización es una forma de financiamiento, en la que se observan diversas


operaciones, algunas necesarias, otras eventuales, en las que intervienen diversos
partícipes, entre los cuales destacan las "empresas originadoras", que son aquellas que
crean los créditos a traspasar y los "vehículos securitizadores", que son los que
adquieren los activos para securitizarlos, es decir, para transformarlos en títulos de fácil
negociabilidad y con plazos de vencimientos más atractivos para los potenciales
inversionistas. Además, participan en este proceso los inversionistas o adquirentes de
los nuevos títulos emitidos y otras entidades de actuación accesoria, tales como,
agentes de valores, consultores financieros, empresas de depósito de valores y
clasificadoras de riesgo. Los analizaremos a continuación.

a) La empresa originadora

Corresponde al acreedor original de los créditos que serán transferidos para respaldar
la emisión y dar lugar así al proceso de securitización. Se trata de la transferencia del
dominio de cosas incorporales como son los créditos, de manera que se requiere un
título traslaticio y un modo de adquirirlo.

En cuanto a la naturaleza del título, éste en general es de carácter oneroso,


específicamente una compraventa de cosa incorporal; el originante transfiere los
créditos recibiendo a cambio habitualmente un valor que puede ser inferior al valor
nominal de los activos, por el adelanto de la liquidez, dependiendo de la calidad de los
mismos. Es frecuente que en el esquema de la securitización estos montos sean
pagados al originante o recuperados por el securitizador, en parte con los fondos que
este último obtiene de la colocación de los títulos emitidos.

Respecto del modo de adquirir, habitualmente se trata de la tradición, la que en


términos generales, se encuentra determinada por la forma en que hubieren sido
emitidos los títulos en que constan los créditos cedidos; es decir, si son al portador se
transfieren por la mera entrega; si son a la orden, por el endoso que transfiere el dominio;
y si son nominativos, mediante las reglas de cesión de créditos nominativos.

b) El vehículo securitizador

Así se denomina la entidad que adquiere el activo del originante y lo ocupa de


respaldo para la emisión de títulos. Puede ser de dos tipos: sociedades securitizadoras
y fondos de inversión de créditos securitizados.

1) Sociedades securitizadoras

Conforme a la legislación chilena, son sociedades que se constituyen como


sociedades anónimas especiales, que están bajo la fiscalización de la S.V.S. y cuyo
objeto exclusivo es la adquisición de créditos, la adquisición de derechos sobre flujos de
pago y la emisión de títulos de deuda de corto o largo plazo, donde cada emisión origina
la formación de patrimonios separados del patrimonio común de la emisora.
Cabe destacar que un mínimo legal de un 50% del patrimonio no puede estar afecto
a gravámenes, prohibiciones o embargos.

Los bienes que respaldan los patrimonios separados, pueden ser directamente
administrados por la sociedad, o bien, ésta puede encargar dicha gestión a un banco,
sociedad financiera, administradora de mutuos hipotecarios endosables u otras
entidades que autorice la S.V.S.

Adicionalmente, los títulos de crédito y valores que integran el activo de los


patrimonios separados deben necesariamente ser entregados en custodia a bancos,
sociedades financieras, empresas de depósito y custodia de valores u otras entidades
expresamente autorizadas por ley.

Las sociedades securitizadoras no pueden tener, en cada uno de sus patrimonios


separados, más de un 35% de activos que hayan sido originados o vendidos por un
mismo banco o sociedad financiera relacionada con la sociedad securitizadora.

Las sociedades securitizadoras emiten títulos de deuda de corto o largo plazo,


respaldados por activos. La emisión se encuentra regulada por las disposiciones
establecidas para la emisión de títulos de deuda de largo plazo a que se refiere el Título
XVI de la Ley Nº 18.045 de Mercado de Valores, las que también son aplicables cuando
se trata de títulos de corto plazo.

Cabe precisar que la oferta pública de los valores denominados Títulos de Deuda de
Securitización, requiere de su inscripción en el Registro de Valores que lleva la S.V.S.
Para estos efectos, el emisor remite a dicha entidad, conjuntamente con la solicitud
correspondiente, los siguientes documentos:

* Un contrato de emisión, reducido a Escritura Pública en el que se individualizan,


según su naturaleza, los bienes, contratos, créditos y derechos que lo integran, o indican
sus principales características (grado de homogeneidad, número, plazo en que se
adquirirán, etc.). Asimismo, incluye menciones especiales sobre determinadas materias,
tales como la custodia de los títulos representativos de las inversiones de los
patrimonios separados; la administración de los excedentes sobre los márgenes
establecidos en el contrato de emisión y las formas y sistemas de comunicación de la
sociedad con los tenedores de títulos.

* Un prospecto, que contiene la presentación esquematizada de todos los


antecedentes relevantes para el público respecto de la emisión de los títulos y su
colocación. Dentro de dicha información, cabe destacar la identificación del emisor, la
descripción de la emisión, información sobre los representantes de los tenedores de
títulos, descripción de la colocación e información adicional respecto, por ejemplo, al
número y fecha del certificado de inscripción de los títulos en el Registro de Valores de
la S.V.S.

* Antecedentes adicionales, entre los que se encuentran, por ejemplo, el facsímil de


los títulos de deuda de securitización, una copia de la sesión de directorio en que se
acordó la emisión y certificados de las sociedades clasificadoras de riesgo que
clasificaron los valores.

* Las sociedades securitizadoras tienen que dar cumplimiento a diversas normas para
la difusión y publicidad de emisiones de títulos. Entre las disposiciones más relevantes
sobre difusión, cabe destacar las siguientes:
* Una vez que la S.V.S. haya inscrito la emisión de los títulos de deuda de
securitización, la misma información que se haya proporcionado para dicha inscripción,
debe ser remitida a todas las bolsas del país, se encuentre o no inscrita en éstas la
sociedad securitizadora correspondiente. A su vez, esa información también debe ser
remitida a los intermediarios colocadores de dicha emisión, con anterioridad a la fecha
en que se inicie la misma. En todos esos lugares la información debe estar
permanentemente a disposición del público.

* Respecto de la información a entregar al inversionista, el intermediario que ofrece al


público los títulos, o la sociedad securitizadora en el caso de una colocación directa,
debe entregar a todo inversionista interesado un prospecto o folleto igual al acompañado
en la solicitud de inscripción.

* En relación con el público en general, las sociedades securitizadoras o


intermediarios en su caso, que participen en una emisión de títulos de deuda, deben
tener a disposición del público información respecto de los emisores, de los valores
ofrecidos y de la oferta.

* En cuanto a la publicidad de las emisiones, las sociedades, al menos el mismo día


en que se inicie la colocación de los valores, deben publicar, por una sola vez en un
diario de amplia circulación, un aviso dirigido al público inversionista, informando acerca
de las principales características de la emisión.

2) Fondos de inversión de créditos securitizados

En general, un fondo de inversión (cerrado), ya sea de créditos securitizados u otro


tipo, es un patrimonio integrado por aportes de personas naturales y jurídicas para su
inversión en determinados valores y bienes que la ley determina y que administra una
sociedad anónima por cuenta y riesgo de los aportantes. Dichos aportes quedan
expresados en cuotas de participación no rescatables.

Los fondos de créditos securitizados tienen por objeto la inversión de sus recursos en
determinadas carteras de créditos o de cobranzas, especificadas en la Ley de Mercado
de Valores y normas atingentes.

Tanto los fondos de inversión como las sociedades que los administran, son
fiscalizados por la S.V.S. y se rigen por las disposiciones contenidas en la Ley Nº 18.815
de Fondos de Inversión, el Reglamento de dicha ley y en sus respectivos reglamentos
internos, los cuales son aprobados por la misma Superintendencia.

La administración de los fondos de inversión de créditos securitizados, debe ser


ejercida por sociedades anónimas cuyo objeto exclusivo sea tal administración.

Para obtener su autorización de existencia, la sociedad administradora debe acreditar


un capital mínimo, pagado en dinero efectivo. La sociedad debe mantener, en todo
momento, un patrimonio a lo menos equivalente a ese monto o al 1% de la suma de los
patrimonios promedios diarios de cada uno de los fondos administrados, si éste resulta
mayor.

Además, debe previamente someter a la aprobación de la S.V.S. el reglamento interno


de cada uno de los fondos que la sociedad va a administrar, los textos tipos de los
contratos que suscriba con los aportantes y los facsímiles de los títulos de cuotas del o
de los fondos que administrará.
Los aportes de un fondo de inversión de créditos securitizados quedan expresados
en cuotas de participación nominativas, unitarias, de igual valor y características que no
pueden ser rescatadas antes de la liquidación del fondo. Las cuotas de participación,
por ser valores de oferta pública, deben inscribirse en el Registro de Valores de la S.V.S.
y, además, registrarse en una bolsa de valores. Para su inscripción, las administradoras
de los fondos deben remitir a ese organismo regulador, conjuntamente con la solicitud,
un prospecto de emisión de cuotas y otros antecedentes adicionales.

Mediante el citado prospecto se debe informar al público respecto de la emisión de


que se trate, debiendo incluir todas sus características relevantes, tales como monto y
número de cuotas, precio y plazo de colocación y agentes colocadores si los hubiere.

c) Los inversionistas

En el mercado chileno los potenciales inversionistas, tanto en títulos de deuda de


securitización como en cuotas de fondos securitizados, son básicamente los
denominados inversionistas institucionales. Estos son los bancos, sociedades
financieras, compañías de seguros y reaseguros y administradoras de fondos
autorizados por ley, tales como las administradoras de fondos de pensiones, de fondos
mutuos, de fondos de inversión, entre otras.

Los inversionistas cuentan con dos alternativas para acceder a la securitización;


mediante la adquisición de títulos de deuda de securitización o a través de la adquisición
de cuotas de fondos de inversión de créditos securitizados.

Cabe hacer presente que al adquirir los títulos de deuda de securitización, los
inversionistas tienen derecho al pago de la suma indicada en esos títulos, en los plazos,
condiciones y con los reajustes e intereses que se estipulan. Los inversionistas en
fondos de inversión de créditos securitizados, al adquirir las cuotas de participación
pasan a tener el derecho a participar en la rentabilidad que se origine de las inversiones
del fondo.

d) Otras entidades participantes

Además de las entidades ya aludidas, existe otro tipo de agentes que pueden
participar del proceso de securitización. Entre ellos se encuentran el administrador, el
colocador, el custodio de los valores, el representante de los tenedores de bonos y la
entidad clasificadora de riesgo.

d.1) Administrador

Dentro del rol del administrador, se encuentra la entidad encargada de la


administración de los activos transferidos y la encargada de la administración de los
flujos originados.

La administración de los activos transferidos ha sido encomendada al originador de


los mismos. Esta labor consiste en procurar el cobro de éstos y en su caso, facultado
por el nuevo acreedor, gestionar los créditos impagos; rendir cuenta al nuevo acreedor
e informar tanto a éste como a los tenedores de los títulos emitidos, sobre el estado de
los activos. En la práctica, la administración de los flujos percibidos y de los transferidos
a los tenedores ha sido asumida por la misma sociedad securitizadora.

d.2) Colocador
Es el encargado del proceso de colocación de los bonos de securitización. Esta
función la han desempeñado los intermediarios de valores designados por las propias
sociedades securitizadoras.

d.3) Custodia de valores

Si bien en Chile existe una entidad de depósito y custodia de valores, denominada


Depósito Central de Valores, la custodia de los títulos securitizados ha sido
encomendada en unos casos a la misma entidad encargada de la administración de los
activos securitizados y en otros a un banco designado por cada securitizadora.

d.4) Representante de los tenedores de bonos

Es la entidad que, para todos los efectos, hace de representante de los tenedores de
bonos de securitización. Antes de efectuar la emisión de bonos, la sociedad
securitizadora define quién desempeñará esta función. Posteriormente, en una junta,
los tenedores de bonos pueden decidir mantener dicho representante o elegir a otro.
Este rol lo han desempeñado los bancos designados por las sociedades securitizadoras.

d.5) Clasificadoras de riesgo

Se trata de entidades fiscalizadas por la S.V.S., encargadas de la clasificación de


riesgo de los bonos de securitización. Son elegidas por la misma sociedad
securitizadora, quien cubre los costos incurridos en la clasificación.

2) Los derivados

836. Concepto de los derivados

Los derivados son instrumentos financieros que, entre otras cosas, permiten a las
personas y empresas anticiparse y cubrirse de los riesgos o cambios que pueden ocurrir
en el futuro, de tal manera de evitar ser afectados por situaciones adversas.

Gracias a los derivados, por ejemplo, es posible que una persona que haga un
negocio por el cual le van a pagar en dólares dentro de unos meses más, logre fijar hoy
el precio de tal moneda para dicha operación. De esa manera elimina el "riesgo de
cambio", es decir, quien hizo esa operación dejará de preocuparse por el valor futuro de
la tasa de cambio del dólar, que baje o que suba, puesto que sabrá de antemano cuántos
pesos va a recibir por los dólares que obtendrá como pago.

Se puede definir a los derivados como un instrumento financiero, cuyo valor depende
del precio de un activo (un bono, una acción, un producto o mercancía), de una tasa de
interés, de un tipo de cambio, de un índice (de acciones, de precios, u otro), o de
cualquier otra variable cuantificable, a la que se llamará variable subyacente (o activo
subyacente).

La ley Nº 20.544 de octubre de 2011, que los regula especialmente desde el punto de
vista tributario, los define en su art. 2º, diciendo que "Para los efectos de esta ley, se
considerarán como derivados:

1. Los forwards, futuros, swaps y opciones, y combinaciones de cualquiera de éstos.


2. Los demás contratos cuyo valor se establezca en función de una o más variables
que determinen el monto de la o las liquidaciones correspondientes, y que sean
reconocidos o regulados como tales de acuerdo a normas legales o aquellas normas
dictadas, en uso de sus atribuciones, por la Superintendencia de Valores y Seguros, la
Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras, la Superintendencia de
Pensiones o el Banco Central de Chile.

3. Adicionalmente, se considerarán como derivados aquellos contratos no incluidos


expresamente en los números anteriores que, independientemente de su denominación,
reúnan los siguientes requisitos copulativos al momento de su celebración:

a) Que su valor se establezca en función de una o más variables que determinen el


monto de la o las liquidaciones correspondientes, como por ejemplo una tasa de interés,
el precio de otro instrumento financiero, el precio de una materia prima, un tipo de
cambio, un índice o tasas de variación de precios, una calificación o índice de crédito u
otra, siempre que la variable respectiva no sea específica a una de las partes del
contrato;

b) Que no requieran de una inversión inicial o ésta sea significativamente inferior que
la que se requeriría para una inversión directa en el activo subyacente respectivo, o para
celebrar otros tipos de contratos u operaciones que se esperaría que respondan de
forma similar ante cambios en las variables de mercado, y

c) Que su liquidación se realice en una fecha futura previamente determinada o


determinable.

4. Aun en el caso de cumplir los requisitos señalados precedentemente, no quedarán


regidos por la presente ley, entre otros:

a) Los contratos de préstamo o arrendamiento de valores que se realicen en


operaciones bursátiles de venta corta.

b) Los instrumentos emitidos por una entidad cuando su valor esté vinculado al de sus
propias acciones, tales como los derechos de suscripción y las opciones de compra
emitidas para ser suscritas por sus empleados, salvo las opciones de suscripción
preferente a favor de los accionistas a que se refiere el artículo 25 de la ley Nº 18.046.

c) Los contratos de seguro de aquellos regidos por el decreto con fuerza de ley Nº 251,
de 1931, del Ministerio de Hacienda.

d) Los contratos cuyo valor se establezca en función de variables que dependan de


fenómenos de la naturaleza, tales como ambientales, climáticas, geológicas u otras
similares.

e) Los contratos de compraventa de activos financieros que requieren de la entrega


del activo dentro de los plazos establecidos por la regulación de los mercados en que
se opera.

f) Los contratos de suministro o derecho a futuro de servicios o activos físicos tales


como energía, inmuebles e insumos, o de intangibles, tales como marcas y licencias.

g) Los compromisos para la obtención o concesión futura de préstamos a la tasa de


mercado vigente al momento de materializarse la operación.
h) Las garantías financieras, tales como avales o cartas de crédito, que obligan a
efectuar determinados pagos ante el incumplimiento del deudor.

Básicamente, existen cuatro tipos de derivados financieros: Forwards, Futuros, Swaps


y Opciones. No obstante, entre ellos se pueden combinar, gracias a lo cual se pueden
formar instrumentos más complejos y que atiendan de mejor forma las necesidades
financieras de los usuarios. Se han ido agregando otros, entre los que nos
encargaremos de explicar a los CFD.

837. Los "forward"

Un forward es un contrato entre dos partes, mediante el cual ambas se comprometen


a intercambiar algo a futuro, a un precio que se determina por anticipado.

Este contrato obliga a las partes, una a comprar y la otra a vender, un determinado
activo (subyacente) en una fecha específica futura a un cierto precio. Se construye
partiendo del precio actual del subyacente más el costo de financiamiento. Cabe aclarar
que esta operación no implica un desembolso inicial de las partes.

Los contratos forward son parecidos a los contratos de futuros, que examinaremos a
continuación, en cuanto ambos son acuerdos de compra o venta de un activo en un
cierto momento del futuro por un precio predeterminado. No obstante, a diferencia de
los contratos a futuros, los forwards no son negociados en un mercado. Son acuerdos
privados entre dos instituciones financieras o entre una institución financiera y uno de
sus clientes corporativos.

Es decir, los forwards no tienen que ajustarse a los procedimientos estándares de un


determinado mercado, ya que se consideran como instrumentos extra bursátiles. En
estas operaciones el comprador, si se trata de mercancías, se compromete a adquirir la
mercancía en cuestión a un precio y tiempo futuro que se pactan al inicio y, por su parte,
el vendedor, asume la obligación de entregar la mercadería en las condiciones
pactadas. Lo anterior no admite cambios de contenido ni opción alguna en el futuro, de
suerte que si sus estipulaciones llegaran a ser gravosas para uno de los participantes,
esto sólo podrá contrarrestarlas conviniendo otro forward en sentido contrario.

838. Los futuros

Un futuro es un contrato muy similar a un forward, con la diferencia de que, como ya


advertimos más arriba, no se acuerda directamente entre dos partes sino que a través
de una bolsa organizada u otra entidad rectora del mercado, lo que obliga a que los
contratos sean estandarizados, es decir, a regirse por las reglas de dichos mercados.

Los contratos de futuros se negocian con modelos estándares para todas las
operaciones que prevean los mismos términos contractuales y la suscripción de éstos
se lleva a cabo en entidades organizadas y no directamente entre dos contrapartes.

En dichos contratos se especifican los siguientes elementos:

— Precio de entrega, que es el precio pactado para intercambiar el activo.

— Fecha de vencimiento del contrato.


— El activo sobre el cual se hará el contrato, lo que se conoce como el activo
subyacente.

— El lugar en que se hará la entrega de dicho activo.

— La cantidad del activo subyacente estipulada por contrato (al que suele referirse
con el término nocional).

Los contratos futuros suelen ser más simples que los forwards, puesto que al ser
negociados en una entidad rectora, la suscripción es más sencilla. No obstante, ofrecen
menos flexibilidad para realizar coberturas, porque las características de los contratos
negociados de esta manera pueden diferir de las que se requieren para hacer la
operación específica que interesa en el caso concreto.

Otra diferencia importante es que la suscripción de un contrato futuro siempre requiere


de un desembolso inicial para constituir un garantía que se denomina "cuenta de
margen" y, eventualmente, desembolsos adicionales para ajustar dicha cuenta a las
variaciones en el precio de mercado del futuro. Sin embargo, los forward también
pueden contener cláusulas que prevean ese tipo de garantías, pero siempre que lo
estipulen expresamente las partes.

A la fecha del vencimiento del forward, se realiza la liquidación del mismo, que no
implica una transferencia física del activo subyacente, sino sólo una liquidación
financiera del contrato, considerando el precio de entrega y el de mercado. De este
modo, al vencimiento del forward, las partes sólo serán acreedores o deudores de la
diferencia que a la fecha de vencimiento exista entre el precio de entrega y el de
mercado.

839. Los "swap"

Se denomina swap a un contrato entre dos partes para intercambiar flujos de caja en
el futuro.

Un swap es un contrato financiero entre dos partes que acuerdan intercambiar flujos
de caja futuros de acuerdo a una fórmula preestablecida. Se trata de contratos hechos
"a medida", es decir, con el objetivo de satisfacer necesidades específicas de quienes
los firman. Debido a esto último, se trata de instrumentos similares a los forward, en el
sentido de que no se transan en bolsas organizadas.

Respecto de su configuración, los contratos de swap contienen especificaciones


sobre las monedas en que se harán los intercambios de flujos, las tasas de interés
aplicables, así como una definición de las fechas en las que se hará cada intercambio y
la fórmula que se utilizará para ese efecto.

El tipo de swap más común es el de tasas de interés, mediante el cual se intercambian


flujos de intereses en una misma moneda en ciertas fechas previamente convenidas:
una parte paga flujos de intereses aplicando una tasa de interés fija sobre un cierto
monto base (nocional) y recibe flujos de intereses aplicando una tasa fluctuante sobre
ese mismo monto nocional. La contraparte recibe los intereses calculados de acuerdo a
la tasa fija y paga los intereses a la tasa fluctuante, sobre el mismo monto y en las
mismas fechas. Típicamente, este tipo de swap se utiliza para transformar flujos de caja
a tasa fija en flujos de caja a tasa fluctuante o viceversa.
Un swap de moneda extranjera opera de manera similar, sólo que el intercambio de
flujos se hace en función del tipo de cambio de dos monedas y, en la estructura básica,
la tasa de interés que entra en la fórmula de cálculo es fija para ambas partes. Se utilizan
para transformar flujos de caja en moneda extranjera en flujos de caja en pesos chilenos
(o en cualquiera otra moneda) o viceversa.

840. Las opciones

Se denomina opción a un contrato entre dos partes en que una de ellas tiene el
derecho, pero no la obligación, de efectuar una operación de compra o de venta de
acuerdo a condiciones previamente convenidas.

La ley Nº 20.544, que como decíamos anteriormente regula los derivados,


especialmente desde el punto de vista tributario, define a la opción diciendo: "...para sus
efectos y los de la Ley sobre Impuesto a la Renta" diciendo que "se entenderá por opción
aquel instrumento derivado que en virtud del pago de un precio o prima otorga a su
poseedor o titular, que para efectos de esta ley se denominará tomador, el derecho,
pero no la obligación, para comprar o vender un activo a un precio determinado y durante
un período de tiempo acordado, o al término de una fecha prefijada. La parte que asume
la obligación de perfeccionar la transacción en caso que el tomador ejerza su derecho
bajo opción, se denominará lanzador para efectos de esta ley".

La opción es un contrato entre dos partes (una compradora y otra vendedora), en que
quien compra la opción adquiere el derecho a ejercer lo que indica el contrato, aunque
no tendrá la obligación de hacerlo.

Los contratos de opciones normalmente se refieren a la compra o venta de activos


determinados, que pueden ser acciones, índices bursátiles, bonos u otros. Esos
contratos establecen, además, que la operación deberá realizarse en una fecha
preestablecida y a un precio fijado al momento de ser firmado el contrato. Para adquirir
una opción de compra o de venta es necesario hacer un desembolso inicial (denominado
"prima"), cuyo valor depende, fundamentalmente, del precio que tenga en el mercado el
activo que es objeto del contrato, de la variabilidad de ese precio y del período de tiempo
entre la fecha en que se firma el contrato y la fecha en que éste expira.

Las opciones que otorgan el derecho a comprar se llaman call y las que otorgan el
derecho a vender se llaman put. Adicionalmente, se llama opciones europeas a las que
sólo se pueden ejercer en la fecha de ejercicio definida y opciones americanas a las que
pueden ejercerse en cualquier momento durante la vida del contrato.

Cuando llega el momento en que la parte compradora ejerza la opción, si es que lo


hace, ocurren dos situaciones:

— Quien aparece como vendedor de la opción estará obligado a hacer lo que indique
dicho contrato; vale decir, vender o comprar el activo a la contraparte, en caso en que
ésta decida ejercer su derecho de compra o de venta.

— Quien aparece como el comprador de la opción tendrá el derecho a comprar o


vender el activo. Sin embargo, si no le conviene, puede abstenerse de efectuar la
transacción.

Los contratos de opción contienen, normalmente, las siguientes especificaciones:

— Fecha de ejercicio: es la fecha de expiración del derecho contenido en la opción.


— Precio de ejercicio: es el precio acordado para la compra/venta del activo al que se
refiere el contrato (llamado activo subyacente).

— Prima o precio de la opción: es el monto que se paga a la contraparte para adquirir


el derecho de opción a la compra o venta.

— Derechos que se adquieren con la compra de una opción: pueden ser un "call"
(derecho de compra) o un "put" (derecho de venta).

— Tipos de opción: puede haber europeas, que sólo se ejercen en la fecha de ejercicio
o americanas, para ejercerse en cualquier momento durante el contrato. Existen,
además, otros tipos más complejos de opción, las llamadas "opciones exóticas".

En los mercados financieros internacionales, los tipos de opción que se negocian en


bolsas organizadas típicamente son americanas y europeas. En Chile, como sucede
con los futuros, no existe mercado bursátil para opciones.

841. Los contratos por diferencia (CFD)

El contrato por diferencia ("contract for difference" o CFD) es un tipo de derivado


desarrollado recientemente, por el que se intercambia la diferencia del precio de un
instrumento financiero en el momento de apertura del contrato y el precio en el momento
de cierre del mismo.

Se dice que fue inventado por CMC Markets, un Broker del Reino Unido que se ha
especializado en "especulación monetaria", con la finalidad de brindar acceso a los
inversionistas, a la negociación de operaciones con mucho leverage. El leverage, en
castellano "apalancamiento", consiste en el efecto que el endeudamiento origina en la
rentabilidad de los capitales propios de una empresa, cuyos resultados pueden
incrementarse por encima de lo que se obtendría con sus recursos o capital propio. Para
ello, la condición necesaria es que la rentabilidad de las inversiones sea mayor que el
costo de la deuda.

Se trata de un producto que ha venido a ser ofrecido recientemente al pequeño


inversor, puesto que en nuestro país se ha comenzado a comercializar desde hace muy
poco tiempo. Sin embargo, en el Reino Unido, donde los CFD para clientes particulares
ya llevan funcionando desde hace varios años, están muy difundidos.

El CFD refleja el rendimiento de dicho activo, por ejemplo, acciones, materias primas,
índices, divisas o tipos de interés, entre otros, sin la necesidad de tener la propiedad
física del instrumento subyacente en sí. Los CFD son instrumentos derivados OTC (over
the counter), es decir, no se cotizan en un mercado organizado. Originariamente, los
CFD únicamente eran accesibles a los inversionistas institucionales, pero hoy en día se
han convertido en una herramienta de negociación popular entre los pequeños
inversionistas y están ganando terreno a la inversión tradicional gracias a sus ventajas,
flexibilidad de operación y fácil acceso a mercados tradicionalmente no accesibles al
cliente minorista.

Los CFD exigen del inversionista un pequeño monto en concepto de garantía, lo que
le permite una gestión más eficiente de su capital, ya que sólo se moviliza una pequeña
proporción del valor global de su posición.

Un ejemplo nos permitirá analizar el modus operandi de un CFD: un inversionista


supone que el precio de un subyacente (un producto real asociado al CFD), como por
ejemplo las acciones de LAN, va a bajar en el futuro próximo, minutos, horas o días.
Entonces abre un contrato de venta sobre el CFD de LAN. Pasado un tiempo corto
(también pueden ser unos minutos, horas o días), el inversionista decide que ya es
momento de cerrar el contrato y entonces compra el CFD de LAN que previamente
había vendido. El dinero ganado o perdido será la diferencia entre estos dos precios. Si
LAN ha bajado de precio, entonces el inversionista habrá ganado, ya que él comenzó
vendiendo a un precio mayor. Si en la misma alternativa hubiera comenzado comprando
CFD entonces habría perdido.

En determinados países, se trata de un instrumento usado también para reducir el


pago de impuestos, mediatizando el efecto de las variaciones de precio de las acciones
o postergando el momento en que deba pagarse los impuestos a la ganancia por el
incremento de su valor.

Para expresarlo de manera simple, un CFD es como una especie de apuesta sobre
la variación del precio de un producto financiero estándar (el que será su referente o
base), que puede ser un índice, la acción de una compañía, el precio del barril de
petróleo o el cambio dólar-peso. Prácticamente, cualquier producto que está sujeto a
una variación de precios en el tiempo y que se usa de forma generalizada en el mercado,
puede tener un CDF asociado.

El CFD, al contrario de otros derivados, iguala en idéntica proporción al precio del


producto de referencia. De tal forma que, por ejemplo, si las acciones de Ford están en
este determinado momento del día a 100 dólares, el CFD de Ford estará en este mismo
momento a ese mismo precio, de modo que la gráfica de un CFD a lo largo del tiempo
iguala a la del producto de referencia.

La operación con CDF representa, no obstante, una serie de ventajas respecto a


hacerlo con el producto original, lo que constituye una de las razones de su éxito. En
efecto:

a) Las comisiones por operaciones CFD, dependiendo del broker, suelen ser
prácticamente nulas para productos que no están basados en acciones. Es decir,
comprar un CFD de un índice DAX (Bolsa de Frankfurt, Alemania), un Dow Jones (Bolsa
de Nueva York), del precio del barril de petróleo o de la evolución del sector eléctrico
americano suele ser gratis. Si el CFD está basado en el precio de acciones específicas
(por ej., de COPEC) tendrá una comisión, pero bastante módica.

b) Operar mediante CFD, en lugar de hacerlo mediante productos estándar, abre las
puertas al inversionista normal a mercados no accesibles de forma sencilla, ya que un
broker de CFD permite operar en multitud de mercados internacionales, Japón,
Australia, EE.UU, y con productos muy variados tales como el precio del oro, de la plata,
precio del cobre, tasa de cambio de divisas y las comisiones no dependen del lugar de
la operación, con lo cual incluso esas operaciones son válidas internacionalmente y no
hay que pagar cuotas extras por usar los mercados internacionales.

c) Los brokers de CFDs permiten operar 24 horas al día, usualmente desde el lunes
a las 8 de la madrugada, hasta el viernes a las 10 de la noche, lo cual permite operar
en lo que se llaman pre-market y post-market, que son períodos de tiempo donde hay
pequeños movimientos pero que usualmente permiten aproximar el precio de apertura
del día siguiente, siendo posible al inversionista ver, en todo momento y en tiempo real,
cualquier producto financiero del mundo en que esté interesado.
Las plataformas de los brokers CFD en Internet, suelen ser bastante sencillas y muy
flexibles, permitiendo incluso programar sistemas que realicen órdenes de compraventa
de forma automática o realizar análisis técnicos directamente sobre el curso de una
operación en tiempo real. Admiten órdenes por adelantado condicionales que,
automáticamente y sin que el inversionista esté delante del computador, se encarguen
de decidir en cada momento si se compra, se vende, se recogen beneficios o se cortan
pérdidas.

d) Por otra parte, los broker de CFD exigen tener en cuenta sólo un pequeño margen
del total de la operación que se realiza, de forma que, por ejemplo, para operaciones en
índices o monedas sólo se requiere aportar un 1% de la operación y en acciones un 5%,
lo cual permite realizar un altísimo apalancamiento, como por ejemplo, que con
US$ 1.000 sea posible realizar en teoría operaciones en el mercado por un valor de
US$ 100.000.

En cuanto a las desventajas, los CFD están pensados para operaciones de


especulación a muy corto plazo, por lo que nadie debería mantener operaciones abiertas
más de algunas horas o días. El broker cobra intereses por todo el dinero del
inversionista que esté en movimiento por cada día que pase con la operación abierta,
debido a que, en el fondo, el broker está facilitando el dinero que falta hasta la cantidad
de la operación. Los costos son usualmente de un 6% anual dividido entre 365 días y
por el número de días que la operación esté abierta. Si una operación se abre y se cierra
en el mismo día no hay ningún tipo de comisión.

Por otra parte, el disponer de un leverage (apalancamiento) tan grande, conlleva un


riesgo enorme si no se sabe controlarlo, ya que en un pequeño movimiento del mercado
en contra podría perderse todo el capital invertido que, en todo caso, es el límite máximo
de las pérdidas que puede asumir el inversionista.

Desde el punto de vista del broker, cuando el inversionista compra o vende un CFD,
el broker compra o vende en el mercado normal el producto financiero de modo que a
él le da igual lo que luego suceda con el producto, pues él ya está asegurado contra lo
que pueda pasar. Por supuesto, si el mercado se mueve en contra del inversionista, el
broker cerrará su operación automáticamente y sin su permiso en el momento que sus
pérdidas sean iguales al total de su cuenta, que es su máximo margen posible.

El broker obtiene utilidad en el spread, es decir, en la diferencia entre el precio de


compra y venta, de modo que a él le interesa que el inversionista opere con mucha
frecuencia.
Quinta parte El seguro

Capítulo LIV Generalidades sobre el contrato de seguro

842. El contrato de seguro. Definición. Problemas que entraña

La actividad o comercio de seguros se dedica a ofrecer protección económica contra


los infortunios y el instrumento mediante el cual dicha protección se materializa es el
contrato de seguro. Cada contrato de seguro representa el objeto de la actividad
aseguradora. Ésta se ejerce sobre la base de un intangible, ya que las compañías
aseguradoras no venden ningún producto con contenido material y presencia física, sino
que venden la protección que brinda un contrato, cuyas cláusulas definen el riesgo
cubierto y los derechos y obligaciones de las partes.

El término seguro proviene del latín securus, y la primera acepción de la palabra


seguro en el diccionario de la Real Academia Española significa "libre y exento de todo
peligro, daño o riesgo", en tanto que su séptima acepción se refiere al "contrato por el
cual una persona natural o jurídica se obliga a resarcir pérdidas o daños que ocurran en
las cosas que corren un riesgo en mar o tierra".

La nueva ley chilena sobre el contrato de seguro (ley Nº 20.667, de 9 de mayo de


2013), lo define en la siguiente forma:

"Artículo 512.- Por el contrato de seguro se transfieren al asegurador uno o más riesgos
a cambio del pago de una prima, quedando éste obligado a indemnizar el daño que
sufriere el asegurado, o a satisfacer un capital, una renta u otras prestaciones
convenidas".

Creemos que dicho concepto contempla los elementos del contrato que
mayoritariamente recoge la doctrina internacional. En efecto:

1) Reconoce que este contrato tiene una finalidad económica, al decir que su objeto
es la transferencia económica de riesgos, lo que no requiere de mayor explicación,
bastando decir que el asegurado no puede traspasar los riesgos en sí mismos porque
lógicamente siempre es él quien los va a sufrir. Pero sí está en condiciones de traspasar
las consecuencias económicas desfavorables que le acarree la ocurrencia del riesgo (el
siniestro);

2) La definición consagra la importancia fundamental que tiene el riesgo para este


contrato. La existencia de riesgo es lo que causa, motiva y valida la contratación del
seguro y justifica su existencia. Si no hubiera riesgos no habría necesidad de seguros.

3) Deja en claro que el seguro es un contrato bilateral, refiriéndose a las principales


obligaciones que por él contraen las partes, partiendo por la obligación del asegurado
de pagar la prima, en retribución a la transferencia que de sus riesgos hace al
asegurador y que este acepta tomar sobre sí, es decir, el pago de la prima a que se
obliga el asegurado se justifica porque a su vez el asegurador se obliga a indemnizarlo
si sufre un siniestro cubierto por la póliza.

4) Alude acto seguido a la obligación principal que contrae el asegurador poniéndose


en las distintas manifestaciones o variantes que pueden darse, según la naturaleza del
seguro contratado y los términos acordados, que son, la indemnización del daño —en
los seguros reales y en ciertas alternativas del seguro de personas— o a satisfacer un
capital, una renta u otras prestaciones convenidas, en sentido amplio, en los seguros
patrimoniales y de personas.

5) Precisa que la obligación que contrae el asegurador es condicional (al menos está
sujeta a contingencia la época en que ocurrirá el siniestro), al emplear la expresión
"sufriere", que en la secuencia de la definición está ligada a la producción de un daño,
pero en realidad, ontológica o esencialmente, está vinculada a la ocurrencia de un
siniestro cubierto por el contrato, esto es, al momento en que se hace efectiva la
obligación condicional del asegurador.

Así, en esta definición están recogidos los elementos esenciales del contrato de
seguro: riesgo, prima y la obligación condicional del asegurador (su prestación o
"garantía", como la denominan los franceses).

843. Características jurídicas del contrato de seguro

El seguro es un contrato, es decir, se trata de un acuerdo de voluntades destinado a


crear obligaciones, siendo la principal obligación que contrae el asegurado, la de pagar
la prima, y la del asegurador, la de pagar las indemnizaciones que procedan por los
siniestros que ocurran.

Desde un punto de vista jurídico, las características propias del contrato de seguro en
la actual legislación chilena son las siguientes:

1) Es un contrato consensual

Sabemos que desde el punto de vista de la forma como se perfeccionan, los contratos
se dividen en consensuales, que son aquellos que se perfeccionan por el simple acuerdo
de voluntades entre las partes (por ejemplo, la compraventa de bienes muebles); reales,
que son aquellos que se perfeccionan por la entrega material de la cosa sobre la que
versa el contrato (por ejemplo, el mutuo); y solemnes, que son aquellos contratos que
se perfeccionan mediante el cumplimiento de algunas formalidades, sin las cuales no
pueden producir efectos válidos.

Ejemplos típicos de contratos solemnes son el contrato de hipoteca, el contrato de


matrimonio, el contrato de compraventa de bienes raíces y también lo era el contrato de
seguros bajo las normas del Código de Comercio de Chile de 1865, reemplazadas ahora
por la nueva ley Nº 20.667 de 2013.

Según la ley chilena, "el contrato de seguro es consensual. La existencia y


estipulaciones del contrato se podrán acreditar por todos los medios de prueba que
contemplen las leyes, siempre que exista un principio de prueba por escrito que emane
de cualquier documento que conste en télex, fax, mensajes de correo electrónico y, en
general, cualquier sistema de transmisión y registro digital o electrónico de la palabra
escrita o verbal" (art. 515).

2) El seguro es un contrato bilateral


La definición del texto actual del Código de Comercio de Chile, a que nos hemos
referido precedentemente, hace entender claramente que el seguro es un contrato
bilateral, y son contratos bilaterales aquellos que generan obligaciones recíprocas para
las dos partes.

Y, sin duda, esto es obvio en este tipo de contrato. Como ya lo hemos dicho
anteriormente, el asegurado está obligado a pagar la prima (y debe, además, cumplir
con las otras obligaciones —y cargas— que señala el artículo 529 del C.Com.) y que
por otra parte el asegurador debe pagar la indemnización que proceda en caso de
siniestro (art. 529).

Resulta evidente que en el contrato de seguro ambas partes se obligan


recíprocamente.

3) Contrato nominado

El contrato de seguro es un contrato nominado, toda vez que tiene un nombre


específico y está reglamentado particularmente y con amplio detalle por la ley.

4) Contrato oneroso

Es oneroso, toda vez que tiene por objeto la utilidad de ambos contratantes,
gravándose uno en beneficio de otro. La utilidad que el contrato de seguro le presta a la
compañía aseguradora es la obtención de la prima, es decir, el precio del seguro, y para
el asegurado la utilidad está representada por la obligación de la compañía de
indemnizarle los siniestros que puedan afectarle.

5) Es un contrato de ejecución o tracto sucesivo

Tiene esta característica, toda vez que no se realiza y agota en forma instantánea,
sino que genera obligaciones que deben cumplirse durante todo el plazo de su vigencia,
de modo que si alguna de las partes, o ambas de común acuerdo, deciden poner término
anticipado al contrato, dicho término de vigencia sólo produce efectos para el futuro,
quedando a firme los efectos que hayan ocurrido o se hayan generado en el pasado,
especialmente, el derecho del asegurador a cobrar la prima por el tiempo que tuvo a su
cargo y bajo su responsabilidad los riesgos.

6) Es un contrato de máxima buena fe

En el contrato de seguro la buena fe adquiere la mayor relevancia, sobre todo respecto


al deber que tiene el asegurado, de dar una información veraz y completa acerca del
riesgo que desea asegurar (art. 524 Nº 1) y por parte de la compañía aseguradora, de
ofrecer coberturas que esté en condiciones de cumplir y que sean útiles a las
necesidades del asegurado (art. 529 Nº 1).

7) Es un contrato de adhesión

Es de adhesión porque en la mayoría de los casos (se excluyen los seguros


llamados "de grandes riesgos") las cláusulas del mismo, especialmente las que se
llaman condiciones generales, corresponden a textos impresos, aplicables a todos los
contratos del mismo ramo y cuyo modelo debe cumplir con los requisitos establecidos
por la Superintendencia de Valores y Seguros para registrarlo en el "Depósito de
Pólizas" a su cargo.
En estas circunstancias, el asegurado sólo puede aceptar o rechazar el seguro, en las
condiciones que se le ofrecen, u optar entre las variantes o alternativas de cláusulas
previstas, inscritas y en aplicación, pero no puede alterar o modificar dichas cláusulas,
considerando sus personales intereses, conveniencias o intenciones.

8) Es un contrato dirigido

No obstante la característica precedente se ve morigerada porque, fuera de que los


modelos de póliza y el texto de las condiciones generales o cláusulas que los conforman,
deben cumplir con los requisitos y normas establecidos por la Superintendencia de
Valores y Seguros para ser registrados previamente en el Depósito de Pólizas que esta
lleva, la norma legal protege al asegurado haciendo que las normas legales del C.Com.
que rigen al contrato y que protegen al asegurado son imperativas, a menos que
establezcan condiciones más favorables para el asegurado (art. 542). Se excluyen de
esta característica, los seguros de grandes riesgos.

9) Es un contrato principal

Se trata de un contrato principal, porque para su celebración y subsistencia, no es


necesaria la existencia de ningún otro contrato al que acceda, o del que dependa. Por
excepción es accesorio, como es el caso del seguro de garantía o caución.

10) Contrato normalmente individual

El contrato de seguro es generalmente un contrato individual, es decir, un contrato en


que participa, por una parte como asegurador una empresa de seguros, que debe ser
siempre una persona jurídica, y por la otra, una sola persona natural o jurídica llamada
asegurado, requiriéndose el consentimiento expreso de cada una de ellas para que el
contrato genere sus efectos.

Sin embargo, hay tipos de seguros que se pueden contratar como colectivos, es decir,
que incluyen a muchas personas, sea desde un principio, sea que vayan incorporándose
posteriormente.

El C.Com. regula especialmente a los seguros colectivos en su art. 517.

11) Carácter aleatorio

En la antigua redacción del art. 512, se atribuía al contrato la característica de ser


aleatorio, lo que fue objeto de cuestionamientos y muchas críticas.

Efectivamente, lo que está sujeto a una condición no es el contrato de seguro, sino la


obligación del asegurador de indemnizar —y el correlativo derecho del asegurado a
exigir que se le indemnice. La condición consiste en la ocurrencia del evento riesgoso
cubierto por la póliza respectiva.

Sin embargo, no nos parecía tan grave esta deficiencia, porque resultaba evidente, a
nuestro juicio, que la intención del legislador del antiguo texto fue expresar tal concepto,
aunque pueda reprochársele falta de mayor precisión.

Si bien el negocio de seguro, a condición de que esté organizado y funcione sobre la


base de las estadísticas y la ley de las probabilidades, no puede ser aleatorio sino de
rendimiento científico, no es menos verdad que tanto el resultado de cada contrato al fin
de su vigencia, como también el del global del negocio, en una época determinada, es
aleatorio.

En efecto, la ocurrencia o ausencia de siniestros y su monto, determina si el


asegurador obtendrá una ganancia o una pérdida, en cada póliza en particular, y
además, sobre el conjunto de su actividad, en cada ejercicio comercial.

12) ¿Contrato "intuito personae"?

Suele añadirse en la doctrina, que el seguro tendría la característica de ser un contrato


"intuito personae".

Se trata ésta de una expresión latina (propiamente debería decirse "Intuitu personae"),
que "se utiliza para caracterizar las operaciones (en especial contratos), en las cuales
la personalidad de una de las partes se considera como esencial (de ahí la posibilidad
de alegar error acerca de la persona debido a sus cualidades particulares y a la
naturaleza del servicio que se espera de ella, etc.").

Se dice, por ejemplo, que el depósito, el mandato y el contrato con el médico se


celebran intuitu personae, en atención a la confianza otorgada, respectivamente, al
depositario, al mandatario y al médico.

En el seguro, la justificación estaría dada porque la cobertura del seguro se otorga en


consideración a la evaluación del riesgo que hace el asegurador, uno de cuyos factores
más importantes es la persona del asegurado.

En todo caso, pensamos que ésta es una característica de discutible aplicación al


seguro.

844. El seguro es un contrato cuyas normas son generalmente imperativas

De enorme importancia es el propósito del legislador chileno de otorgar tutela o


protección a los asegurados, a efectos de lo cual destaca la regla de la imperatividad de
las normas que rigen al contrato, que consagra el art. 542, haciendo una diferenciación,
no obstante, entre el caso de los seguros que la doctrina llama de grandes riesgos —en
los que se regresa a la regla general del reconocimiento a la autonomía de la voluntad-
y aquellos que no quedan comprendidos en esta categoría, a los cuales se aplica
plenamente la regla de la imperatividad, salvo si las normas contractuales son más
beneficiosas para los intereses de los asegurados que las previstas en la ley. El tenor
de dicha norma es el siguiente:

"Artículo 542. Carácter imperativo de las normas. Las disposiciones que rigen al
contrato de seguro son de carácter imperativo, a no ser que en éstas se disponga otra
cosa. No obstante, se entenderán válidas las estipulaciones contractuales que sean más
beneficiosas para el asegurado o el beneficiario.

Exceptúanse de lo anterior, los seguros de daños contratados individualmente, en que


tanto el asegurado como el beneficiario, sean personas jurídicas y el monto de la prima
anual que se convenga sea superior a 200 unidades de fomento, y los seguros de casco
y transporte marítimo y aéreo".

La nueva normativa del contrato se hace cargo del hecho que en la inmensa mayoría
de los casos, el seguro es un contrato de adhesión, en el cual la voluntad y el poder de
negociación de los asegurados se reducen a aceptar las condiciones preestablecidas
por el asegurador u optar entre las alternativas que éste le ofrece. Dichos asegurados,
disponen de menores conocimientos y medios para negociar y hacer valer sus derechos
ante el asegurador, lo que exige una protección que no estaba contemplada en las
antiguas normas del Código de Comercio, toda vez que, salvo en los casos de normas
imperativas (incluyendo a las prohibitivas) por su propia naturaleza, sus normas eran
dispositivas, como es la regla general en el derecho privado.

De ahí la importancia que en este aspecto tiene la nueva ley, en cuanto propende a
equilibrar la situación de los pequeños asegurados frente a las compañías de seguros,
con base en normas mínimas obligatorias que provean un marco de certeza jurídica que
no pueda ser modificado contractualmente.

Cabe recordar que, atendida su finalidad y su fuerza obligatoria, las normas jurídicas
de derecho privado se clasifican en dispositivas e imperativas, y estas últimas en
imperativas propiamente tales y en prohibitivas.

Las normas permisivas o voluntarias (ius dispositivum) son las que cumplen una
función supletoria de la voluntad de las partes, de manera que éstas pueden sustituirlas
por lo que hayan convenido en su lugar.

Dentro del contrato de mandato, por ejemplo, la norma del art. 2134 del Código Civil
es dispositiva, ya que establece una regla sobre su ejecución que puede ser alterada
por voluntad de las partes e incluso, sólo por el mandatario en la situación prevista en
su inciso segundo.

Dichas normas, que integran el derecho supletorio, regulan la conducta de los


ciudadanos, pero frente a ellas la voluntad normativa de los particulares goza de
preferencia, pudiendo, en consecuencia, ejercitar eficazmente la autonomía de su
voluntad; y solamente cuando los interesados en la conducta prevista por la norma
dispositiva nada dicen o lo dicen en forma incompleta, las normas dispositivas
despliegan su total eficacia normativa.

Lo anterior no contradice el carácter imperativo propio de la norma jurídica. Lo que


pasa es que el término imperativo se utiliza en dos sentidos; y las normas supletorias,
que no son imperativas en el sentido de que éstas se contraponen a las normas
necesarias (o imperativas), si son imperativas en el sentido de que siempre obligan a lo
que mandan, bien que sólo mandan para el caso de que los interesados no hayan
regulado el punto diversamente; razón por la que no se aplican sino en este caso. Así
como en el Derecho de cosas tienen cierto predominio las normas imperativas, sin duda
por estar en relación más directa con los intereses de terceros, en cambio, en el Derecho
de obligaciones predominan las normas de carácter supletorio, salvo que de la propia
formulación de la norma (implícita o explícita) se deduzca lo contrario.

Las normas dispositivas o voluntarias pueden subdividirse en interpretativas o


integradoras o supletorias. Las primeras ayudan a la comprensión de la voluntad
declarada cuando ésta se ha expresado de modo dudoso o incompleto. Las integradoras
suplen la falta de una declaración de voluntad suficiente. Los declarantes pueden haber
omitido la regulación de ciertos efectos de un contrato o pueden haber omitido por
completo las cuestiones que podían haber previsto.

Por su parte las normas imperativas o inderogables (ius cogens) son las que se
imponen de modo absoluto a la voluntad de los particulares, en el sentido de que éstos
no pueden sustituirlas ni alterarlas.
Estas normas regulan siempre, con carácter necesario, la relación jurídica a que se
refieren, de modo tal que la voluntad normativa de los interesados es impotente para
modificarlas o eludirlas, y los actos o negocios jurídicos celebrados por aquellos en su
contra son nulos de pleno derecho (art. 1462 del Código Civil).

Las normas imperativas se subdividen, como hemos dicho, en preceptivas y


prohibitivas.

Las preceptivas o imperativas propiamente tales, ordenan positivamente una


consecuencia jurídica forzosa, a cuyo fin imponen el cumplimiento de determinados
actos, como por ejemplo, el deber de prestación de alimentos, exigible a ciertas
personas en beneficio de otras en determinadas circunstancias, o en el campo del
mandato, la norma del art. 2150 inciso final que establece que corresponde al
mandatario probar la fuerza mayor o el caso fortuito que le imposibilite de cumplir las
órdenes del mandante.

Las prohibitivas excluyen la posibilidad de realizar lo prohibido y sancionan la


contravención de las mismas, como, por ejemplo, la prohibición de celebrar pactos sobre
una herencia futura y dentro del mandato, la del art. 2149 del Código Civil que le ordena
al mandatario abstenerse de cumplir un mandato que sea manifiestamente pernicioso
para el mandante.

Respecto a estas normas hay que tener en cuenta que pocas veces las normas
prohibitivas están redactadas en forma de prohibición expresa, siendo lo corriente que
se señale una sanción para una cierta conducta, con lo que en realidad se está
prohibiendo la misma.

Las antiguas normas del C.Com. chileno que regularon el contrato de seguro antes
de la ley Nº 20.667 eran dispositivas salvo que por su naturaleza u objetivo fueran
imperativas o prohibitivas; es decir, era una legislación supletoria de la voluntad de las
partes, a diferencia de otras legislaciones, como por ejemplo la española, en que la
situación es exactamente inversa, o la francesa, en la que el legislador designa cuáles
de sus normas son imperativas en una disposición especial (art. l-111-3 del Code des
Assurances).

En el derecho comparado, se observa cada vez con mayor fuerza la aplicación del
principio de protección al consumidor, lo que ha ido derivando en el campo del derecho
de seguros a una restricción en la aplicación de la autonomía de la voluntad.

La tutela del consumidor de seguros proviene de dos vertientes: por un lado de la


aplicación de las legislaciones generales sobre protección al consumidor y por otro, de
normas específicamente dictadas para regir el contrato de seguro. En algunas
jurisdicciones, el régimen es dual. Coexisten las regulaciones sobre defensa del
consumidor en general y las que provienen del contrato de seguro.

El estatuto legal protector del asegurado suele ser de carácter preceptivo. No se


admite, en principio, pacto en contrario.

La obligatoriedad de estas leyes protectoras del asegurado encuentra su justificación


en la calificación del tomador del seguro como un "contratante débil". Se considera que
el asegurado es la parte débil en el contrato de seguro, entendida esa debilidad, en
primer lugar en el sentido económico, luego en los recursos de que dispone para atender
judicialmente sus intereses en caso de controversia y por último, en la asimetría que
existe entre las partes en el conocimiento técnico y normativo, con natural ventaja para
la compañía de seguros, que actúa profesionalmente en el rubro con dedicación
exclusiva y todo lo anterior, además, en el contexto de un contrato típico de adhesión
como lo es el de seguros.

Particularmente importantes suelen ser las normas que restringen la facultad de las
partes para convenir las cláusulas del contrato, en busca de evitar las denominadas
cláusulas abusivas, estableciendo la obligación de hacerlo sobre la base de cláusulas
estándar o "modelos de contrato" o de "condiciones generales" que deben pasar por un
examen de legalidad y equidad que hace el organismo público de control del comercio
de seguros, luego de lo cual tales modelos aprobados pasan a integrar una nómina o
listado de modelos de contrato y de cláusulas que son las únicas que pueden ser
usadas.

En los seguros de grandes riesgos la protección al asegurado se flexibiliza, o incluso


se descarta, cuando éste tiene fortalezas propias derivadas de su tamaño y recursos
económicos, llegando a ser en ciertos casos, empresas de tal dimensión que poseen un
poder de negociación que excede al del asegurador y una sobrada capacidad para auto
protegerse contractualmente.

Las relaciones que este tipo de asegurados mantienen con las compañías de seguro
se entablan en un plano de igualdad. En estos casos la contratación no se produce
según la idea de la simple adhesión del asegurado a lo que ofrezca el asegurador, sino
mediante una previa negociación entre pares, dándose el caso, incluso, que el tomador
del seguro puede llegar a ser la parte "fuerte" de la relación contractual. Las partes del
contrato de seguro optan preferentemente por regirse por las normas del derecho
contractual derivado directamente de las cláusulas de la póliza libremente convenidas,
de modo que pueden modificar las soluciones legales, en el sentido que estimen más
favorables a sus propósitos e intereses en el caso concreto.

En torno a ellos, se flexibiliza también el control administrativo de los entes


reguladores. Se considera que los tomadores de este tipo de seguros, por sus
especiales características, no requieren ser tutelados por las autoridades
administrativas. En tal sentido, por ejemplo, los condicionados de estos seguros quedan
excluidos de los regímenes de previa comunicación a, o la aprobación por parte del ente
regulador. Asimismo, frecuentemente se da, aún en los países que conservan la
aplicación del principio de reserva nacional para el comercio de seguros, la posibilidad
de que los grandes riesgos localizados en un determinado país puedan ser cubiertos
por compañías de seguros extranjeras, sin necesidad de ningún tipo de autorización
administrativa.

La norma chilena adopta dos criterios para la calificación de los grandes riesgos.

En primer lugar, los define por la rama a la cual pertenecen: se consideran de grandes
riesgos, los seguros de transporte (de cualquier tipo, terrestres, marítimos o aéreos) y
los de casco marítimo y aéreo.

En segundo lugar, constituyen seguros de grandes riesgos, independientemente de


la rama a la que pertenezcan, los seguros que cumplan acumulativamente las siguientes
condiciones:

• Que el asegurado y el beneficiario sean personas jurídicas;

• Que el monto de la prima anual no sea inferior a 200 unidades de fomento; y


• Que ambas partes firmen la póliza. Hagamos presente que la regla común es que
solo el asegurador firma la póliza, en tanto que el asegurado solo emite la propuesta.

845. Clasificaciones de los seguros

Se han intentado distintas clasificaciones del seguro. Las más importantes son las
siguientes:

1) Seguros de daños y seguros de personas

Sin duda, es esta la clasificación más importante y está expresamente prevista por el
artículo 544 del C.Com.

El art. 545 expresa que los seguros de daños "...tienen por objeto la indemnización de
los daños sufridos por el asegurado y pueden recaer sobre cosas corporales, derechos
o sobre un patrimonio".

Los seguros de daños se pueden subdividir, a su vez, en seguros reales, que son los
que amparan cosas físicas o corporales y los seguros patrimoniales, que resguardan o
protegen la integridad del patrimonio frente a eventuales erogaciones o desembolsos
que deban efectuarse y que puedan afectarlo desfavorablemente.

Entre los seguros reales figuran los de incendio, robo, de transporte, etc.

Entre los seguros patrimoniales figuran los de responsabilidad civil, de lucro cesante,
de perjuicios por paralización, etc.

Como veremos luego, en los seguros reales adquiere toda su vigencia el principio de
indemnización que se traduce en que la obligación de indemnizar que contrae la
compañía aseguradora está limitada a pagar, como máximo, los perjuicios efectivos que
sufra el asegurado. El principio de indemnización está indisolublemente relacionado, a
su vez, con el valor del bien asegurado y con el grado de interés que el asegurado posea
en dicha cosa. Veremos que hay excepciones (relativas) a la aplicación de este principio.

En los seguros patrimoniales dicho principio no tiene aplicación porque el monto del
seguro no se fija en relación a un valor conocido, sino en relación a la cuantía o perjuicio
patrimonial causado a terceros, o experimentado por un acto de terceros, y la de la
consiguiente erogación o desembolso que pueda afectar al patrimonio del asegurado
para indemnizar dichos perjuicios o la disminución patrimonial que el acto de terceros le
ha causado al asegurado, según corresponda.

Pero, tanto en los seguros reales como patrimoniales, el seguro sólo funciona cuando
hay un perjuicio o daño indemnizable.

En los seguros de personas, en cambio, no existe el concepto de daño y de


indemnización o estos tienen una aplicación muy distinta.

El art. 588 del Código expresa que: "Son seguros de personas los que cubren los
riesgos que puedan afectar la existencia, la integridad física o intelectual, la salud de las
personas y los que garantizan a éstas, dentro o al término de un plazo, un capital o una
renta temporal o vitalicia".
En caso de siniestro los seguros personales determinan el pago de capitales, rentas,
devolución de gastos sanitarios o la prestación de servicios en especie al asegurado, o
al beneficiario, si éste es distinto de aquél.

En los seguros de personas el principio de indemnización solo tiene aplicación en los


seguros de enfermedad (por concepto de una cobertura de accidentes personales o de
salud), en que el asegurador debe limitarse a indemnizar los gastos efectivos que, como
consecuencia de la enfermedad haya experimentado el asegurado.

Por la misma circunstancia, de que los seguros de personas no son estrictamente


indemnizatorios, en general es perfectamente lícito el llamado cúmulo de
indemnizaciones, que permite a la víctima de un accidente o a sus familiares cobrar al
responsable el monto de los daños y perjuicios, sin perjuicio de que pueda cobrar
simultáneamente el valor estipulado al efecto en uno o más contratos de seguro.

En los seguros de daños, en cambio, el cúmulo de indemnizaciones es inadmisible, y


el asegurado, junto con recibir la indemnización, debe subrogar al asegurador en sus
derechos contra el responsable del siniestro, a fin de que éste pueda intentar el recupero
de la indemnización pagada, quedándole vedado al asegurado cobrarle al referido
responsable lo que ya recibió del seguro.

Entre los principales seguros personales se pueden mencionar los seguros de vida,
el seguro de accidentes personales, el seguro de desgravamen hipotecario, los seguros
de enfermedad, etc.

2) Seguros privados y seguros sociales

La segunda gran clasificación de los seguros, es aquella que distingue entre seguros
privados y seguros sociales

Los seguros sociales, a los que ya nos hemos referido anteriormente, son aquellos de
naturaleza obligatoria, generalmente a cargo del Estado o de instituciones dependientes
de él, o controlados en forma muy directa por éste, y que cubren riesgos relacionados
con la pérdida, insuficiencia o disminución del ingreso de los trabajadores de
determinada categoría de personas, o de quienes dependen de ellos.

A esta gama de seguros pertenecen los seguros de accidentes del trabajo y


enfermedades profesionales, a cargo de las Mutuales de Seguridad, los seguros de
cesantía; los seguros de enfermedad, de invalidez, de muerte y vejez que administran
las AFP y las coberturas de salud que contempla el decreto con fuerza de ley Nº 1, de
2006, del Ministerio de Salud, que fija el texto refundido, coordinado y sistematizado del
decreto ley Nº 2.763, de 1979, y de las leyes Nº 18.933 y Nº 18.469, según queda
constancia en el inciso final del art. 512 del Código.

Los seguros privados son por regla general voluntarios y tanto la naturaleza del
contrato respectivo, como los derechos y obligaciones que de él nacen, son objeto de la
reglamentación legal contenida en el C.Com. y sus leyes complementarias, así como
también, están administrados por empresas de seguro particulares, en las que el Estado
no tiene más intervención que su control a través de la Superintendencia de Valores y
Seguros.

3) Seguros terrestres, marítimos y aéreos


Otra gran clasificación del seguro es aquella que distingue entre seguros terrestres,
marítimos y aéreos, clasificación establecida según el lugar en donde tienen efecto los
riesgos cubiertos por él.

De este modo son seguros terrestres aquellos en los cuales los riesgos cubiertos
ocurren en tierra; seguros marítimos son aquellos en que los riesgos cubiertos ocurren
en el mar y son seguros aéreos aquellos en que los riesgos cubiertos ocurren en el aire.

El nuevo texto del Código de Comercio no está estructurado explícitamente, como lo


hacía el texto original, sobre la base de la división entre seguros terrestres y marítimos14,
pero hace a estos últimos objeto de una reglamentación legal diferente, aún cuando
basada en las normas comunes a todo tipo de seguros que contempla la Sección
Primera del Título VIII de su Libro II.

A los seguros aéreos, el Código de Comercio no se refiere. Sin embargo, son


aplicables al seguro aéreo las normas comunes a todos los seguros contempladas en
la referida Sección Primera del Título VIII de su Libro II, y las especiales que regulan el
contrato de transporte en la sección Segunda de dicho Título.

4) Seguros a base de cuotas y seguros a prima

El antiguo artículo 561 del C.Com., distinguía entre seguros mutuos y seguros a prima.

Pero esta distinción, que ya no existe en la versión actual del Código, es de todas
formas inaplicable, porque desde hace muchos años los seguros no pueden realizarse
en Chile de otra manera que a base de primas, por disposición expresa del artículo 5º
del decreto con fuerza de ley Nº 251 del año 1931 que regula la actividad aseguradora.

El seguro mutuo se caracteriza porque los asegurados se agrupan entre sí para cubrir
solidariamente los siniestros que puedan afectarles, ya sea constituyendo un fondo
mediante el pago de cuotas o pagando estas cuotas al producirse un siniestro, cuotas
que en este caso serán equivalentes a la proporción que a cada uno de los asegurados
les corresponda, según la magnitud del siniestro.

En los seguros a prima, en cambio, los asegurados pagan obligatoriamente una suma
previamente calculada en forma técnica, sobre la base de las estadísticas y la aplicación
de la ley de las probabilidades, que no está sujeta ni condicionada a la existencia de
siniestros, o a su monto.

En la actualidad está prohibida toda forma de seguro que no sea a base de primas,
de modo que sólo cabe la existencia de empresas de seguros mutuos (o mutuales)
organizadas a base de ellas.

5) Clasificación por grupos, ramos y modalidades

El Prof. Sergio Baeza Pinto popularizó esta clasificación, para cuyos efectos se
denomina grupo de seguros a todos aquellos contratos de objeto semejante. Dentro de
cada grupo pueden distinguirse varios ramos, que están constituidos por aquellos
seguros que cubran una determinada especie de riesgos.

Por último, los ramos de seguro pueden adoptar diversas formas especiales, que son
las llamadas modalidades.
De acuerdo a esta clasificación, se distinguirían cuatro grupos de seguros, que
podrían denominarse, respectivamente, grupo de seguros de cosas, grupo de seguros
de derechos, grupo de seguros de patrimonio total y grupo de seguros de personas.

El primer grupo, llamado grupo de seguros de cosas está formado por el conjunto de
ramos de seguro en que el objeto del seguro es el interés del asegurado en una cosa
determinada. A este grupo pertenecen, por ejemplo, el ramo de seguro de incendio y el
ramo de seguros de robo.

El segundo grupo, o grupo de seguros de derechos, está constituido por el conjunto


de ramos en que el objeto del seguro es el interés del asegurado en un derecho existente
o esperado de exigir prestaciones de terceros, tal como los ramos de seguro de garantía
o de crédito.

El tercer grupo, o grupo de seguros de patrimonio total, está compuesto por el


conjunto de ramos en que el objeto del seguro es el interés del asegurado en la
integridad de su propio patrimonio, mirado como integridad, tal como los ramos de
seguro de responsabilidad civil y el seguro de accidentes del trabajo.

Por último, el cuarto grupo o grupo de seguros de personas está constituido por el
conjunto de ramos en que el objeto del seguro es la vida, la salud o la integridad corporal
o mental del asegurado, tal como el seguro de vida, el seguro de accidentes personales,
el seguro contra el riesgo de enfermedades, el seguro de desgravamen hipotecario, etc.

En cuanto a las modalidades que pueden adoptar los distintos ramos del seguro, éstas
son las distintas variantes de cobertura que el seguro puede otorgar según las
condiciones generales de las pólizas y/o en las cláusulas adicionales o particulares,
donde se indican los riesgos cubiertos normal u ordinariamente y aquellos que sólo se
cubren a condición de estipulación expresa. Por ejemplo, nos encontramos con los
daños que tuvieron su origen en huelgas, motines, revoluciones, guerras, invasiones,
terrorismo u otros sucesos tumultuosos Una modalidad del correspondiente seguro
surgiría entonces, en el caso de que algunos de tales eventos estén cubiertos.

En el seguro de vida se distinguen varias modalidades, como el seguro de vida


individual, el seguro de vida colectivo, el seguro de vida temporal, el seguro ordinario de
vida entera, las rentas vitalicias, etc.

6) Seguros "contra todo riesgo" y por riesgos nominados.

Una clasificación muy importante es aquella que distingue entre seguros "contra todo
riesgo" y contra riesgos "nominados". Si bien sin base en la legislación, tiene mucha
importancia en la práctica.

Las pólizas contra todo riesgo cubren todos los riesgos de un mismo ramo, salvo los
que estén expresamente exceptuados, en tanto que los seguros de riesgos nominados
son aquellos que indican en forma precisa y determinada los riesgos que están
cubiertos, de modo que están excluidos todos los demás que no han sido designados
o "nominados". En relación a estos seguros es importante tener presente la norma del
art. 530, que refiriéndose a los riesgos que naturalmente asume el asegurador, prescribe
que éste "responde de los riesgos descritos en la póliza, con excepción de las
situaciones expresamente excluidas por ella", y que "a falta de estipulación, el
asegurador responde de todos los riesgos que por su naturaleza correspondan, salvo
los excluidos por la ley".
7) Seguros del primero y del segundo grupo

El artículo 8º del decreto con fuerza de ley Nº 251, contiene una muy antigua
clasificación "oficial" o legal de los seguros, que distingue entre seguros generales,
conocidos también como seguros del primer grupo y seguros de vida, conocidos como
seguros del segundo grupo.

Dentro de esta clasificación tienen una normativa especial, los seguros de accidentes
personales y de salud, que pueden ser cubiertos por compañías de cualquiera de ambos
grupos, del primero o del segundo grupo, y los seguros de crédito y caución, que forman
un grupo aparte, toda vez que el D.F.L. Nº 251 expresa que éstos solo pueden ser
emitidos "por compañías del primer grupo que tengan por objeto exclusivo precisamente
cubrir este tipo de riesgo".

846. Requisitos esenciales del contrato. Sanción de nulidad

Son requisitos esenciales de un contrato aquellos sin los cuales el contrato no produce
efecto alguno o degenera en otro contrato diferente. Así, una compraventa sin precio es
en realidad una donación y sin cosa vendida o sin obligación del dueño de entregarla al
comprador, es per se un contrato írrito, que no produce efecto alguno.

Bajo el imperio de las antiguas normas del Código de Comercio, de 1865, los
requisitos esenciales del contrato de seguro eran el riesgo, el interés asegurable y la
estipulación de prima.

En la nueva legislación han permanecido como requisitos esenciales el riesgo y la


estipulación de prima, pero ha dejado de serlo el interés asegurable (relativamente,
según se verá) y se ha agregado como tal uno nuevo, la obligación condicional del
asegurador.

La norma legal aplicable es el art. 521, que dice:

"Artículo 521. Requisitos esenciales del contrato de seguro. Nulidad. Son requisitos
esenciales del contrato de seguro, el riesgo asegurado, la estipulación de prima y la
obligación condicional del asegurador de indemnizar.

La falta de uno o más de estos elementos acarrea la nulidad absoluta del contrato.

Son nulos absolutamente también, los contratos que recaigan sobre objetos de ilícito
comercio y sobre aquellos no expuestos al riesgo asegurado o que ya lo han corrido".

Analizaremos estos requisitos esenciales a continuación:

a) El riesgo:

Antes de todo es necesario precisar la noción de riesgo y, como ya lo hemos dicho,


el Código lo hace en el art. 513 letra t), diciendo que riesgo es "...la eventualidad de un
suceso que ocasione al asegurado o beneficiario una pérdida o una necesidad
susceptible de estimarse en dinero".

En esencia, la existencia del riesgo unida al interés en que no se materialice es el


objeto del seguro. Sin que exista un riesgo la contratación del seguro no tendría objeto
ni justificación ya que ni el asegurado estaría expuesto a una pérdida ni el asegurador
a la de pagar una indemnización.
El riesgo puede emanar de circunstancias que pueden ocurrir por caso fortuito, por un
hecho de terceros o por una acción u omisión del propio asegurado.

Al amparo de la nueva ley no sólo son asegurables los riesgos emanados de caso
fortuito, sino también los que provienen de actos culpables o intencionales de terceros
y aún de actos culpables del propio asegurado.

El nuevo art. 535 del Código, titulado "Casos de dolo y culpa grave", estatuye que "El
asegurador no está obligado a indemnizar el siniestro que se origine por dolo o culpa
grave del asegurado o del tomador en su caso, salvo pacto en contrario para los casos
de culpa grave".

Entonces, más claro resulta expresar que los únicos eventos que hoy en día no
pueden asegurarse, son aquellos hechos o daños provenientes de actos voluntarios o
intencionales del propio asegurado, porque la culpa grave de éste, si bien en principio
no está cubierta naturalmente, puede ser cubierta por pacto expreso.

El riesgo en ningún caso es o puede ser una abstracción teórica, sino que debe
consistir en una circunstancia concreta, que puede ocurrir, con mayores o menores
posibilidades de materializarse (se habla de riesgos de mucha, mediana o leve
intensidad), y que puede afectar una cosa, un derecho, un patrimonio o a una persona.

La noción de riesgo está, de este modo, íntimamente vinculada con el concepto de


interés asegurable, porque para que un evento sea riesgoso para alguien, es preciso
que dicha persona tenga un interés concreto en prevenir los daños que pueden afectar
al objeto del seguro.

Como ya lo adelantamos, lo que caracteriza al riesgo es su carácter de hecho eventual


y posible pero no cierto. De esta manera, el riesgo se extiende en todo el campo
comprendido entre la certeza y la imposibilidad, ya que los eventos ciertos o los que son
imposibles de ocurrir, no pueden configurar un riesgo.

De allí que una casa no puede ser asegurada contra el riesgo de naufragio, porque
es imposible que tal fenómeno ocurra, a menos que se trate de una casa prefabricada
que es conducida por vía marítima. Tampoco se puede asegurar contra el riesgo de
naufragio a un barco que ya ha naufragado, porque hay certeza acerca de la ocurrencia
del siniestro. Es por ello que el antiguo texto del artículo 522 del C.Com. señalaba como
requisito para que una cosa pudiera ser objeto del seguro, el que "se haya expuesta a
perderse por el riesgo que tome sobre sí el asegurador", agregando que "las cosas que
ya han corrido el riesgo, háyanse salvado o perecido en él", no pueden ser objeto del
seguro.

Si una cosa no está expuesta al riesgo que el asegurador ha tomado a su cargo el


contrato es nulo, porque le falta causa y la causa en el seguro es la existencia de un
riesgo.

b) Obligación condicional del asegurador:

Bajo las antiguas normas del Código de Comercio este requisito, ahora esencial, no
figuraba. De hecho en la mayoría de las legislaciones tampoco figura, entendiéndose
tácitamente comprendido en el elemento del riesgo, ya que desde la perspectiva del
asegurador que ha otorgado una cobertura, el riesgo consiste en que por materializarse
este riesgo en un siniestro, deberá indemnizar al asegurado o beneficiario.
Sin embargo, desde el punto de vista de la celebración del contrato, y de las
contraprestaciones a que están obligadas las partes de un contrato bilateral, está mejor
expresar el requisito de validez en la forma que lo ha establecido la ley chilena, toda vez
que, de la misma manera que en la compraventa el vendedor se obliga a entregar la
cosa vendida y el comprador a pagarle el precio, en el seguro el asegurador se obliga a
indemnizar el riesgo cubierto, si se materializa en un siniestro y el asegurado a pagarle
por dicha cobertura una prima, y esa obligación es, por lo tanto, condicional.

Desde la perspectiva del asegurado, la causa que lo impulsa a celebrar el contrato es,
justamente, la circunstancia de que el asegurador contrae la obligación de indemnizarlo
si se materializa el riesgo previsto en el contrato. Para el asegurador, la causa que
impulsa a celebrarlo es la obligación del asegurado de pagarle una prima por ello.

La obligación de indemnizar que contrae el asegurador está prevista en el art. 529


Nº 2), y es condicional porque está sujeta a un evento futuro e incierto, porque no se
sabe si el siniestro va a ocurrir o no, o al menos, se ignora cuándo ocurrirá, como en el
caso del seguro de vida. Su contenido está señalado en la propia definición del contrato
que contiene el art. 512, según el cual consiste en "indemnizar el daño que sufriere el
asegurado, o a satisfacer un capital, una renta u otras prestaciones pactadas".

A su vez, en los seguros de daños el asegurador deberá "indemnizar el siniestro en


dinero, a menos que se haya estipulado que pueda hacerlo mediante la reposición o
reparación de la cosa asegurada" (art. 563).

c) Estipulación de prima:

El último de los tres elementos esenciales de todo contrato de seguro es la prima, a


la que el artículo 513 del C.Com. define como "la retribución o precio del seguro".

La prima no solo es uno de los tres elementos o requisitos esenciales del contrato de
seguro sino que, además, su pago constituye una de las obligaciones primordiales del
asegurado por lo que, teniendo en cuenta esto, nos referiremos brevemente a ella más
adelante, con mayor extensión.

d) Situación especial del interés asegurable:

En la nueva ley chilena sobre el contrato de seguro el interés asegurable ha dejado


de ser uno de los requisitos de validez del contrato, toda vez que es perfectamente
admisible celebrarlo en consideración a la existencia de un interés asegurable que
existirá o se espera que exista en el futuro.

Así lo reconoce el art. 520 dentro de las normas generales del contrato y lo reitera el
art. 546 para el seguro de daños, mas no así el art. 589, relativo a los seguros de
personas, en el que se exige la existencia del interés asegurable al tiempo de contratar,
diferencia que está tácitamente reconocida en la definición del interés asegurable
contemplada en el art. 513 letra n), que anteriormente vimos.

El texto del art. 520 establece que el asegurado debe tener un interés asegurable,
actual o futuro, respecto al objeto del seguro, pero que en todo caso es preciso que tal
interés exista al momento de ocurrir el siniestro.

Agrega que si el interés no llegare a existir, o cesare durante la vigencia del seguro,
el contrato terminará y el asegurado tendrá derecho a la restitución de la parte de la
prima no ganada por el asegurador correspondiente al tiempo no corrido.
Por su parte, en la misma línea de pensamiento el art. 546 dispone que toda persona
que tenga un interés patrimonial, presente o futuro, lícito y estimable en dinero, puede
celebrar un contrato de seguros contra daños, agregando que si carece de interés
asegurable a la época de sobrevenir un siniestro, el asegurado no podrá reclamar la
indemnización; pero en todo caso tendrá el derecho que le otorga el inciso segundo del
artículo 520, es decir, a que al terminarse el contrato se le restituya la parte de la prima
no ganada por el asegurador correspondiente al riesgo no corrido.

En cambio el art. 589 prescribe que los seguros de personas pueden ser contratados
por el propio asegurado o por cualquiera que tenga interés, sin referirse a un interés
futuro, por lo que estando vinculado a la contratación, el requisito es exigible en ese
momento, al contratar. Esta interpretación del art. 589 es, además, la única que se
aviene con la definición de interés asegurable que contempla el art. 513 literal n), que
ya examinamos, según el cual es aquel que tiene el asegurado, en la no realización del
riesgo sin perjuicio de lo dispuesto en el artículo 589 en relación a los seguros de
personas. La salvedad no tendría sentido si el régimen fuera el mismo.
Capítulo LV Celebración y modalidades del contrato

847. Las partes del contrato: el asegurador

Como ya se ha expresado, el contrato de seguro es bilateral, vincula y crea


obligaciones recíprocas para dos partes. Una de ellas es siempre el asegurador. La otra
es el asegurado, pero en ésta puede darse la existencia de un contratante y/o un
beneficiario distintos de aquél.

En el próximo número nos referiremos a las figuras del asegurado, el contratante y el


beneficiario. En este párrafo examinaremos al asegurador, a quien la letra b) del art. 513
define como aquel "que toma de su cuenta el riesgo".

De acuerdo a lo que dispone el art. 4º del D.F.L. Nº 251, de 1931, el comercio de


asegurar riesgos a base de primas, sólo podrá hacerse en Chile por sociedades
anónimas nacionales de seguros y reaseguros, que tengan por objeto exclusivo el
desarrollo de dicho giro y las actividades que sean afines o complementarias a éste, que
autorice la Superintendencia mediante norma de carácter general.

Sin perjuicio de lo anterior, cualquier persona natural o jurídica podrá contratar


libremente en el extranjero, de conformidad a la normativa sobre operaciones de
cambios internacionales, toda clase de seguros, a excepción de los seguros obligatorios
establecidos por ley y aquellos contemplados en el decreto ley Nº 3.500, de 1980, es
decir, los seguros del sistema previsional a cargo de las AFP. Asimismo, las entidades
aseguradoras y reaseguradoras podrán suscribir riesgos provenientes del extranjero.

Pero la contratación de seguros con compañías no establecidas en el país estará


gravada, fuera de los mismos tributos que puedan afectar a los seguros contratados con
compañías de seguros nacionales, y sin perjuicio de los que se establezcan en otras
leyes, con el impuesto adicional que contempla el art. 59 Nº 3 de la Ley de Impuesto a
la Renta. Dicho impuesto será del 22% y se aplicará a las primas de seguros contratados
en compañías no establecidas en Chile que aseguren cualquier interés sobre bienes
situados permanentemente en el país o la pérdida material en tierra sobre mercaderías
sujetas al régimen de admisión temporal o en tránsito en el territorio nacional, como
también las primas de seguros de vida u otros del segundo grupo, sobre personas
domiciliadas o residentes en Chile, contratados con las referidas compañías.

Este impuesto adicional se aplicará sobre el monto de la prima de seguro o sobre


cada una de las cuotas en que se haya dividido, sin deducción alguna.

Hay que tener presente, además, que según lo dispone el art. 46 del D.F.L. Nº 251, lo
que esta permitido es la contratación de seguros en el extranjero, pero no que las
compañías aseguradoras extranjeras puedan ofrecer ni contratar seguros en Chile, sea
directamente o a través de intermediarios. Por el contrario, dicha norma sanciona con
presidio menor en su grado mínimo al que contravenga esta prohibición, actuando como
representante de la entidad extranjera o como intermediario de contratos con ésta.

Esa misma norma, art. 46 del D.F.L. Nº 251, previene expresamente que cuando una
persona haga uso del derecho que le confiere el artículo 4º del mismo cuerpo legal, para
contratar seguros en el extranjero, el asegurador extranjero podrá inspeccionar el riesgo
del bien que se quiere asegurar, liquidar y pagar los siniestros que éste sufra y también
cobrar y percibir en Chile la prima convenida.

La constitución de las compañías nacionales de seguros y reaseguros está sujeta a


la autorización de su existencia, que debe prestar la Superintendencia de Valores y
Seguros, la que también debe aprobar sus estatutos y modificaciones; autorizar la
prórroga del plazo de duración y su disolución anticipada; como asimismo fiscalizar sus
operaciones, conforme a lo previsto en el art. 3º del D.F.L. Nº 251, letras a) y b).

En resguardo de su solvencia, la ley exige que el capital de las compañías de seguros


no podrá ser inferior a 90.000 unidades de fomento al momento de constituirse y deberá
encontrarse totalmente suscrito y pagado para que la SVS pueda autorizar su existencia.
Además, si durante el funcionamiento de la compañía su patrimonio se redujere a una
cantidad inferior a 90.000 unidades de fomento, la compañía estará obligada a
completarlo, según lo dispuesto en los artículos 65 y siguientes del D.F.L. Nº 251 y si no
lo hiciere se le revocará su autorización de existencia.

De acuerdo al art. 9º del mismo cuerpo normativo, la constitución legal de las


sociedades anónimas aseguradoras y reaseguradoras, se hará de conformidad a los
artículos 126 y siguientes de la Ley Nº 18.046 de Sociedades Anónimas.

En Chile sólo puede ejercerse el comercio de seguros a base de primas. De acuerdo


al art. 5º del D.F.L. Nº 251, está prohibido el establecimiento de tontinas, chetelusianas,
mixtas y de asociaciones mutuales que tengan por objeto asegurar riesgos de cualquier
naturaleza, a base de cuotas y no de primas.

El ejercicio ilegal del comercio de seguros o de reaseguros está sancionado, por el


art. 51 del D.F.L. Nº 251, con la clausura de las oficinas o establecimientos en que se
ejerciten esas actividades, para lo cual el Intendente o Gobernador respectivo, a petición
del Superintendente, deberá suministrar el auxilio de la fuerza pública, sin perjuicio de
que los responsables de dichas operaciones incurrirán en la sanción contemplada en el
inciso primero del artículo 467 del Código Penal. Esta norma agrega que las operaciones
que se hubieren efectuado serán liquidadas por un liquidador designado por el Juez de
Garantía respectivo, a propuesta del Ministerio Público.

En algunas oportunidades, generalmente cuando se trata de cubrir riesgos muy


grandes o de excesiva peligrosidad, los aseguradores emiten pólizas en régimen de
coaseguro.

848. El asegurado

La otra parte en el contrato es el asegurado. Es la persona natural o jurídica a quien


le afectan ciertos riesgos, de los cuales quiere precaverse o liberarse transfiriendo su
carga económica a un asegurador que acepta cubrirlos a cambio del pago de una prima.
El art. 513 letra a) del C.Com. lo define como "aquel a quien afecta el riesgo que se
transfiere al asegurador".

El concepto "transferencia de riesgos" que usa nuestro Código, recepcionando su


amplia aceptación en la doctrina y la legislación comparada, está directa pero
únicamente ligada con las consecuencias económicas del riesgo, más no con su
impacto como suceso, como un evento negativo, que constituye una experiencia
siempre desagradable, muchas veces penosa y en ocasiones, devastadora, porque
dicho evento siempre va a afectar —únicamente— al asegurado.
Por ejemplo, es el asegurado contra incendio quien lo sufre directamente, incluso, con
riesgo de su vida o integridad. La contratación del seguro solo lo libera del impacto
negativo desde el punto de vista económico, en otras palabras, las pérdidas económicas
que acarrea la destrucción de los bienes asegurados como consecuencia del incendio.
Si el seguro está bien contratado, el peso económico del siniestro será íntegramente
asumido por el asegurador, que tendrá que hacerse cargo de indemnizar los daños que
produjo. Ese es el verdadero significado y alcance que tiene el concepto de la
transferencia de riesgos en la doctrina internacional.

El seguro usualmente es contratado por el mismo asegurado, pero en algunos casos


es contratado por un tercero denominado contratante, contrayente o tomador, que la
letra f) del citado art. 513 define como quien "celebra el seguro con el asegurador y
sobre quien recaen, en general, las obligaciones y cargas del contrato".

Quien contrata sin ser el asegurado puede celebrar el contrato por cuenta de éste,
obrando con o sin mandato suyo. Si obra sin mandato, el derecho del asegurado al
seguro en su favor está condicionado a su aceptación expresa o tácita, entendiéndose
por esta última, cualquiera conducta suya que suponga dicha aceptación, como el hecho
de pagar las primas, denunciar un siniestro o reclamar el pago de la indemnización. Esta
conclusión se apoya, además, en la norma del art. 1449 del Código Civil que regula en
general la estipulación por otro en los siguientes términos:

"Cualquiera puede estipular a favor de una tercera persona, aunque no tenga derecho
para representarla; pero sólo esta tercera persona podrá demandar lo estipulado; y
mientras no intervenga su aceptación expresa o tácita, es revocable el contrato por la sola
voluntad de las partes que concurrieron a él.

Constituyen aceptación tácita los actos que sólo hubieran podido ejecutarse en virtud del
contrato".

También se da, en ciertos casos o circunstancias, como persona distinta del


asegurado y/o del contratante, la existencia del beneficiario, a quien la letra c) del art.
513 de la ley define como "el que, aún sin ser asegurado, tiene derecho a la
indemnización en caso de siniestro".

Ejemplo típico de beneficiario (pero de ninguna manera exclusivo) es el de aquel a


quien el contratante de un seguro de vida, designa como tal instruyendo al asegurador
a pagarle la suma asegurada en el caso de su fallecimiento.

Pero en general, en todos los casos en que por disposición legal o contractual existe
un tercero habilitado por el contrato o la ley para cobrar un seguro contratado por el
asegurado, tiene la calidad de beneficiario.

La nueva ley acepta también la figura del seguro "por cuenta de quien corresponda",
que es aquel que se contrata por cuenta de un tercero indeterminado pero determinable.

A todas estas figuras comprende la normativa sobre la contratación del seguro que
establece el art. 516, cuyo texto dice:

"El seguro puede ser contratado por cuenta propia, o por la de un tercero en virtud de un
poder especial o general, y aún sin su conocimiento y autorización. También podrá
contratarse por cuenta de un tercero indeterminado pero determinable, según lo estipulen
las partes, individualizando al asegurado en la póliza bajo la fórmula "a quien
corresponda".
Se entiende que el seguro corresponde al que lo ha contratado, toda vez que la póliza no
exprese que es por cuenta o a favor de un tercero.

En los seguros por cuenta ajena, si el tomador se encuentra en posesión de la póliza,


tiene el derecho a cobrar la indemnización, pero el asegurador tiene derecho a exigir que
el tomador acredite previamente el consentimiento del asegurado o demuestre que obra
por mandato de éste o en razón de una obligación o interés legal".

849. Cumplimiento de los requisitos de validez del contrato. Capacidad y


consentimiento

Como cualquier contrato, el de seguro debe cumplir con los requisitos generales de
validez que contempla la ley y además, los que son propios y exclusivos del contrato de
seguro.

En cuanto a estos últimos, el artículo 1444 del Código Civil señala que en todo
contrato se distingue entre cosas o elementos que son de su esencia, cosas o elementos
que son de su naturaleza y cosas que son puramente accidentales.

Los requisitos esenciales que son propios y exclusivos del contrato de seguro los
indica el art. 521 y son la existencia de riesgo, la estipulación de prima y la obligación
condicional del asegurador de indemnizar.

En cuanto a los primeros, los requisitos generales de validez, el art. 1445 del Código
Civil establece que, para que una persona se obligue a para con otra por un acto o
declaración de voluntad es necesario: 1º que sea legalmente capaz; 2º que consienta
en dicho acto o declaración y su consentimiento no adolezca de vicios; 3º que recaiga
sobre un objeto lícito; 4º que tenga una causa lícita.

No nos referiremos aquí al objeto y la causa lícitos, porque estos requisitos se


confunden en el contrato de seguro con el riesgo y el interés asegurable, que se analizan
más adelante en un capítulo especial.

A) Capacidad para contratar seguros. Incapacidades

El primero de los requisitos de validez de todo acto o contrato, y por lo tanto, del
seguro, es que las partes contratantes sean legalmente capaces.

Por supuesto, tanto los absoluta como los relativamente incapaces, y las personas
jurídicas pueden celebrar válidamente contratos a través de sus representantes legales.

Con el objeto de facilitar la certeza jurídica en beneficio de los asegurados, el inciso


final del nuevo art. 518 del C.Com. preceptúa que tratándose de las compañías
aseguradoras, "se presume que actúan en representación del asegurador, quienes
firman las pólizas o documentos que las modifiquen, y que sus firmas son auténticas".

B) El consentimiento en el seguro. Vicios

El segundo de los requisitos de validez de todo contrato, y del seguro en particular,


es el consentimiento de los contratantes, esto es, el acuerdo preciso de la voluntad de
ambos, respecto a los términos del contrato y de sus obligaciones. Sin consentimiento
no hay ni puede haber contrato de seguro.
Pero no basta que exista el consentimiento. Es necesario además, que dicho
consentimiento esté exento de vicios.

En el contrato de seguro, el error de hecho tiene una reglamentación más severa que
para la generalidad de los contratos, sobre todo, en la nueva ley que lo regula en nuestro
país a contar de 2013, con el carácter de preventiva.

Sobre el particular, el asegurado, conforme el artículo 524, está obligado a declarar


sinceramente todas las circunstancias que solicite el asegurador para identificar la cosa
asegurada y apreciar la extensión de los riesgos, obligación que el art. 525 reglamenta
con detalle.

Por su parte, el asegurador y sus agentes de venta, y el corredor que intervenga, en


su caso, están obligados a prestar asesoría al asegurado, ofrecerle las coberturas más
convenientes a sus necesidades e intereses, ilustrarlo sobre las condiciones del contrato
y asistirlo durante toda la vigencia, modificación y renovación del contrato y al momento
del siniestro, respondiendo de las infracciones, errores y omisiones cometidos y de los
perjuicios causados a los asegurados.

Si hay falta de información, información defectuosa o información falsa, se produce


un error de hecho que vicia el consentimiento, que puede llegar a producir la rescisión
del contrato.

En cuanto al dolo como vicio del consentimiento, por ser el seguro un contrato de
buena fe, se presta de manera especial, para que las personas inescrupulosas intenten
realizar maniobras dolosas.

Es por ello que la ley y las pólizas, sancionan con extremo rigor al dolo cometido en
el seguro, incluso con normas penales que sancionan el fraude al seguro, una de ellas
incorporada al Código Penal por la ley Nº 20.667, y que persiguen, no sólo al dolo en la
celebración del contrato, sino también, a los actos dolosos que se cometan durante la
vigencia del seguro o al ocurrir el siniestro, con la finalidad de cobrar indebidamente una
indemnización o perseguir una mayor a la que corresponda.

Como vicio del consentimiento en el contrato, el dolo se manifiesta en la información


defectuosa o la reticencia en que incurre el asegurado al proponer el seguro, cuando
provienen, no de un simple error, sino de la intención específica y concreta de engañar
al asegurador.

850. La iniciativa para la celebración del contrato. Propuesta y cotización

Legalmente, la iniciativa para la formación del contrato de seguro siempre proviene


del asegurado.

El asegurador se sitúa en el mercado ofreciendo sus servicios de protección financiera


contra los riesgos que afectan a las personas a través de medios de propaganda
genérica o personalizada, pero siempre de forma indeterminada, sin referencia a los
riesgos concretos ni a los intereses de dichas personas que se encuentra
específicamente afectados. Colaboran en este esfuerzo de difusión y promoción, sus
agentes de ventas y los corredores de seguros independientes.

Pero, como hemos dicho, el inicio concreto de la formación del consentimiento para
la celebración de un contrato de seguro corresponde siempre al asegurado y puede
provenir de dos iniciativas suyas, la presentación de una propuesta o la petición al
asegurador a que este presente una cotización.

El art. 513 letra q), define a la propuesta como "la oferta escrita de contratar el seguro,
formulada al asegurador por el contratante, el asegurado o por un tercero a su nombre".
No obstante, prácticamente en la totalidad de los casos, la propuesta se formula
llenando o firmando el asegurado un formulario proporcionado por el asegurador a
través de sus agentes de ventas o de los corredores de seguro intervinientes.

La cotización está definida por el art. 513 letra g), como "la oferta escrita del
asegurador para celebrar un contrato de seguro".

Las cotizaciones se originan casi siempre en los llamados a licitación de seguros que
formulan grandes empresas privadas, o reparticiones de la administración del Estado o
Municipal, que de esta manera, fuera de velar por una adjudicación transparente de
seguros por grandes riesgos y primas, buscan obtener las condiciones de precio que les
sean más favorables.

Volviendo a la propuesta, como hemos visto, su regulación está contenida en el art.


514, el cual ordena que la proposición de celebrar un contrato de seguro deberá
expresar "la cobertura, los antecedentes y circunstancias necesarios para apreciar la
extensión de los riesgos".

851. Propuesta informada. La regla del inciso segundo del art. 514

Para los efectos de la presentación de la propuesta por el asegurado, el inciso


segundo del art. 514 expresa que "el asegurador deberá proporcionar al tomador, por
escrito, toda la información relativa al contenido del contrato que se celebrará,
incluyendo, al menos, el tipo de seguro de que se trata, los riesgos cubiertos y las
exclusiones; la cantidad asegurada, forma de determinarla y los deducibles; la prima o
método para su cálculo; el período de duración del contrato, así como la explicación de
la fecha de inicio y término de la cobertura".

La idea del legislador consiste en que, cuando el asegurado formule su propuesta, lo


haga sobre la base de un texto escrito proporcionado por el asegurador en el que éste
le proporcione toda la información y los antecedentes necesarios para que el asegurado
no presente una propuesta a ciegas, sin realmente saber los alcances y condiciones del
seguro que está proponiendo.

Por lo tanto, en dicho documento el asegurador debe proporcionar los antecedentes


relacionados con la o las opciones de cobertura disponibles para los riesgos contra los
cuales el asegurado necesita resguardarse, incluyendo los peligros cubiertos y
excluidos; la cantidad asegurada y/o la forma de determinarla, de acuerdo a las opciones
que permite la ley; la prima o el modo de calcularla, incluyendo las condiciones de pago
y del crédito si fuere pagadera a plazo; el periodo de duración del contrato, incluyendo,
en su caso, la fecha de inicio y de término de la cobertura (porque en algunas
situaciones, como en los seguros de transporte por viaje esto no será necesario); y por
último, estimamos que este documento es aquél en el cual el asegurador debe incluir el
cuestionario y/o formular las preguntas relativas a la declaración de los riesgos que debe
hacer el asegurado, de acuerdo a lo dispuesto en los arts. 524 Nº 1 y 525, o hacer
reserva de formulárselo, o pedirle una complementación después, en los casos en que
la complejidad del seguro y/ o del riesgo lo hicieren necesario.

852. Deber de asesoría al asegurado al momento de la contratación


En este momento de la negociación del contrato se hace aplicable el primer deber de
asesoría al asegurado, a que están obligados el corredor de seguros independiente,
cuando hay alguno intermediando, o el propio asegurador, cuando el seguro sea
contratado directamente ante él o sus agentes de ventas, de acuerdo a lo que
establecen los arts. 529-1) del C. Com., en el segundo caso, y el art. 57 del D.F.L.
Nº 251, en el primero.

Ambas normas legales están redactadas en términos muy similares. Prescriben que
al momento de la contratación se debe prestar asesoría al asegurado, ofreciéndole las
coberturas más convenientes a sus necesidades e intereses, debiendo ilustrarlo sobre
las condiciones del contrato.

Estas normas son trascendentes, porque establecen que el asegurador o el corredor


en su caso, responden de las infracciones, errores y omisiones cometidos y de los
perjuicios causados al asegurado.

853. Formación del consentimiento: el principio de prueba por escrito

El contrato de seguro es ahora, a partir de la nueva ley Nº 20.667 de 2013, un contrato


consensual. Así lo prescribe el art. 515.

Sin embargo, la existencia y las estipulaciones del contrato se podrán acreditar por
todos los medios de prueba que contemplen las leyes, siempre que exista un principio
de prueba por escrito.

Dicho principio de prueba puede emanar de cualquier documento que conste en télex,
fax, mensajes de correo electrónico y, en general, cualquier sistema de transmisión y
registro digital o electrónico de la palabra escrita o verbal.

La póliza es sólo "el documento justificativo del seguro" (art. 513 p), es decir, un
documento que debe expresar el contenido de un contrato que ya se ha celebrado antes,
acordado y perfeccionado por el simple consentimiento de las partes. En consecuencia,
la póliza no puede nunca separarse de lo que fue consentido.

La compañía aseguradora, al conocer de una propuesta de seguro, puede adoptar


tres posiciones:

A) Aprobar la propuesta pura y simplemente;

B) Rechazarla también pura y simplemente; y

C) Aceptar el contrato sujeto a la aceptación de condiciones.

Si la compañía aseguradora procede a aprobar pura y simplemente la propuesta, el


contrato de seguro queda en el acto perfeccionado, de acuerdo a lo dispuesto en el
artículo 101 del C. Com., y en este caso, ha de entregar la póliza al asegurado conforme
a lo dispuesto en el art. 519 del mismo cuerpo legal.

Si por el contrario, la compañía aseguradora rechaza la propuesta de seguro, el


contrato no fructifica y el asegurado no tiene cobertura alguna.

De acuerdo a lo dispuesto en el artículo 102 del Código, si el contrato es aceptado


condicionalmente, la aceptación condicional será considerada como una nueva
propuesta o contraproposición de la compañía, por lo que le corresponderá al
asegurado, en este caso, pronunciarse en definitiva respecto de ella.

El artículo 106 del C.Com. señala que el contrato propuesto por intermedio de un
corredor se tendrá por perfecto desde el momento en que los interesados aceptaren
pura y simplemente la propuesta, de acuerdo a los términos expresados
precedentemente.

La aceptación extemporánea produce la formación del contrato si la contraparte a


quien va dirigida lo consiente expresa o tácitamente. Esta situación es de ocurrencia
diaria en todo tipo de contratos.

854. Emisión y entrega de la póliza

Una vez formado el consentimiento sobre el contrato de seguro, la compañía


aseguradora debe proceder a emitir la póliza y hacerle entrega de ella al asegurado
directamente o por intermedio del corredor.

La póliza es un documento, específicamente es el documento justificativo del seguro,


según lo define la letra p) del art. 513. El texto debe corresponder exactamente al tenor
de lo convenido.

Si con anterioridad, se ha celebrado entre las partes un contrato de seguro colectivo


o flotante, bastará que el asegurador le entregue al asegurado un certificado de
cobertura, definido por la letra d) del art. 513, como el "documento que da cuenta de un
seguro emitido con sujeción a los términos de una póliza de seguro colectivo o flotante".
Más adelante volveremos sobre estos tipos especiales de contrato de seguro.

El art. 519 prescribe que el asegurador deberá entregar la póliza, o el certificado de


cobertura, en su caso, al contratante del seguro o al corredor que la hubiera
intermediado, dentro del plazo de cinco días hábiles contado desde la perfección del
contrato.

El corredor deberá entregar la póliza al asegurado dentro de los cinco días hábiles
siguientes a su recepción.

El incumplimiento de la obligación de entrega de la póliza dará derecho al asegurado


a reclamar daños y perjuicios al asegurador, o al corredor en su caso.

855. Impugnación del contenido de la póliza

Como más arriba lo hemos enfatizado, el texto de la póliza emitida por el asegurador
debe corresponder exactamente al tenor de lo convenido, porque el seguro es un
contrato consensual, de modo que el consentimiento sobre sus términos se ha formado
con anterioridad a la emisión de la póliza. Sobre la posibilidad de que no sea así, que
ocurra un error, que la póliza difiera de lo consentido y que pueda ser objetada por ese
motivo, la ley se refiere solamente a un caso. Pero su silencio respecto a la otra situación
está perfectamente explicado por la historia de la ley y esa explicación tiene plena
justificación.

Por una parte el inciso tercero del art. 515 estipula que no se admitirá al asegurador
prueba alguna en contra del tenor de la póliza que haya emitido luego de la perfección
del contrato.
Sobre la posibilidad de que sea el asegurado quien impugne el tenor del contrato la
ley no dice nada. Ello se traduce en que siempre queda a salvo para el asegurado,
dentro del plazo de prescripción, la posibilidad de alegar y acreditar que el tenor real del
contrato celebrado difiere del texto de la póliza emitida por el asegurador, pudiendo ello
ser acreditado por cualquiera de los medios de prueba que franquea la ley, a partir de
un principio de prueba por escrito, como lo dispone el art. 515.

En caso de discrepancia sobre cuál es el verdadero tenor del contrato acordado,


corresponderá al asegurador presentar los antecedentes que dieron origen a la
contratación, en particular el "principio de prueba por escrito". No podría ser de otra
manera, ya que es el asegurador "quien está en mejores condiciones para hacerlo y
quien pretende que es así". Por otra parte "su carga se facilita por la propuesta del
asegurado que obra en su poder".

856. Formas especiales o modalidades de contratación

a) Seguros flotantes y certificados de cobertura. Pólizas con declaración mensual de


valores

La contratación de seguros flotantes no está reglamentada en la ley del modo como


lo están los seguros colectivos, pero sí están definidos los conceptos fundamentales
que se utilizan en ellos.

El art. 513 r) define a la póliza de seguro flotante como "el contrato normativo que da
cuenta, en términos generales, de estipulaciones pactadas para relaciones específicas
de seguros que van a ser objeto de formalización posterior".

Las pólizas de seguro flotante, seguros también llamados "de abono", contienen las
normas generales bajo las cuales el asegurador cubrirá a un asegurado por todos los
eventos riesgosos que puedan ocurrirle durante el tiempo preestablecido para la
vigencia de la póliza, quedando entregada la especificación de cada objeto que se
expone al riesgo en particular, a declaraciones del asegurado, que dan lugar a la emisión
de documentos adicionales posteriores por el asegurador.

La póliza de seguro flotante es, entonces, como lo destaca la definición legal, un


contrato normativo o contrato marco, que da cuenta, en términos generales, de
estipulaciones convenidas para relaciones específicas de seguros que van a ser objeto
de formalización posterior, estipulaciones que describen genéricamente los riesgos
cubiertos y excluidos, los requisitos de asegurabilidad, la prima expresada en cuanto a
la forma de calcularla, etc.

Una póliza de seguro flotante no otorga cobertura a ningún riesgo específico actual,
ni por ella se cobra prima alguna.

Contra esta póliza de seguro flotante, que podríamos llamar matriz o normativa, el
asegurado se limita, con posterioridad, a ir informando los embarques que se vayan
efectuando, indicando el tipo de mercadería embarcada, el puerto de embarque, la nave
en que se embarca, la ruta y el monto o valor de los objetos embarcados y en vista de
esta información adicional, la compañía de seguros emite lo que se llama un certificado
de cobertura.

El certificado está definido en la ley por el art. 513 e), según el cual se trata de
un documento que da cuenta de los términos de un contrato de seguro cuya celebración
está sujeta a la condición de que el asegurado cumpla con los requisitos estipulados,
dentro de un plazo.

El inciso final del art. 515 de la ley, aplicable tanto a los seguros colectivos como a los
flotantes, prescribe que cuando el seguro conste de un certificado de cobertura
definitivo, se entenderá que forman parte de éste, los términos y condiciones de la
respectiva póliza de seguro colectivo o flotante.

Muy similares a los certificados de cobertura son las llamadas "notas de


cobertura", que nuestro código no define.

Similares a las pólizas de seguro flotante son aquellas denominadas pólizas de


seguro con declaración mensual de valores. En ellas la Compañía aseguradora otorga
en favor de determinado asegurado una póliza que cubre determinadas existencias (en
caso de incendio o robo) o movimientos de transporte (en las pólizas de seguro de
transporte), obligándose el asegurado a señalar una vez al mes, el valor efectivo de las
existencias o de los movimientos realizados durante ese mes, para ajustar el cobro de
la prima, la que en principio ha sido meramente estimada, en función de existencias o
movimientos teóricos o históricos. Volveremos a referirnos a esta forma de contratación,
cuando estudiemos los seguros de daños y particularmente el aseguramiento de
universalidades.

857. El contrato de seguro celebrado a distancia y en particular, el electrónico o


"digital"

De acuerdo a lo que dispone el art. 513 v), los contratos de seguro celebrados a
distancia son aquéllos que "se han convenido entre las partes mediante cualquier
sistema de transmisión y registro digital o electrónico de la palabra escrita o verbal".

El art. 3º de la Ley Nº 19.496 sobre Protección del Consumidor, se refiere a ellos en


una forma un poco más amplia, aludiendo a "los contratos celebrados por medios
electrónicos, y en aquellos en que se aceptare una oferta realizada a través de
catálogos, avisos, o cualquier otra forma de comunicación a distancia". Estimamos que
la normativa del contrato de seguro que examinaremos, se aplica a todas estas
modalidades, porque todas ellas corresponden a "contratos celebrados a distancia", es
decir, donde ambas partes no se encuentran en contacto directo e inmediato.

Como hemos dicho anteriormente, el art. 515, establece que el contrato de seguro es
consensual y que su existencia y estipulaciones se podrán acreditar por todos los
medios de prueba que contemplen las leyes, siempre que exista un principio de prueba
por escrito que emane de cualquier documento que conste en télex, fax, mensajes de
correo electrónico y, en general, cualquier sistema de transmisión y registro digital o
electrónico de la palabra escrita o verbal.

Respecto de estos contratos la ley ha establecido el derecho a retracto del asegurado,


en los siguientes términos:

"Artículo 538. Retracto de un contrato de seguro celebrado a distancia. En los


contratos de seguro celebrados a distancia, el contratante o asegurado tendrá la facultad
de retractarse dentro del plazo de diez días, contado desde que reciba la póliza, sin
expresión de causa ni cargo alguno, teniendo el derecho a la devolución de la prima que
hubiere pagado".
Sin embargo, el inciso segundo pone un límite adicional a la posibilidad de ejercer
este derecho. En efecto, dice que "este derecho no podrá ser ejercido si se hubiere
verificado un siniestro, ni en el caso de los contratos de seguro cuyos efectos terminen
antes del plazo señalado en el inciso precedente".

858. Contratación colectiva de seguros

El art. 513 w) define a los seguros colectivos diciendo que son "aquellos que, mediante
una sola póliza, cubren contra los mismos riesgos, a un grupo determinado o
determinable de personas".

La contratación colectiva de seguros se desarrolló como una realidad contractual y


jurídica en paralelo a las antiguas normas del Código de Comercio, en base a las
condiciones generales y particulares de las pólizas y al amparo de una regulación
surgida a partir del ejercicio de las facultades normativas y de fiscalización de la
Superintendencia de Valores y Seguros.

Fue un desarrollo impulsado por la práctica del comercio y regulado exclusivamente


por normas de la administración. En efecto, la utilización de canales de distribución
masiva, procedimientos o técnicas de oferta y contratación dirigidas a los clientes,
sumada a la intervención de nuevos actores en el ofrecimiento, y comercialización e
intermediación de seguros, este nuevo tipo de seguro colectivo se desarrolló en un
escenario en que las normas legales del contrato de seguro eran insuficientes o no
contemplaban reglas específicas que regularan este tipo de contratación.

Con el desarrollo de estas nuevas modalidades de contratación colectiva, se


detectaron varias situaciones y problemas que hacían necesario contar con una mínima
regulación, entre ellas, los siguientes:

— los conflictos de interés de las relaciones jurídicas en razón de la vinculación del


tomador o contratante con sus clientes;

— el empleo de mandatos, cuya amplitud y efectos podrían afectar los intereses de


estos últimos;

— el derecho a decidir libre y voluntariamente la contratación del seguro y la elección


del intermediario;

— el problema de los costos del seguro, las comisiones y gastos;

— la necesidad de proporcionar información mínima sobre las características y


condiciones del seguro;

— los problemas derivados de las declaraciones de salud en los seguros de personas;

— las dificultades e inequidades surgidas de las cláusulas limitativas de


responsabilidad;

— el tema de la asignación de responsabilidades por las operaciones asociadas al


aseguramiento;

— la necesidad de asegurar la debida asesoría al cliente y el rol del corredor de


seguros;
— en general, velar por la transparencia del nuevo sistema.

Esta situación ha venido a ser reconocida y abordada por el artículo 517), en la


siguiente forma:

"Artículo 517. Contratación colectiva de seguros. Hay contratación colectiva de


seguros en aquellos casos en que mediante una sola póliza se cubra a un grupo
determinado o determinable de personas vinculadas con o por el tomador.

En este caso llámase tomador o contratante, a quien celebra el contrato por el grupo
asegurado.

A través del tomador, el asegurador deberá entregar a cada uno de los asegurados que
se incorporen al contrato de seguro colectivo, una copia de la póliza, o, al menos, un
certificado que acredite la cobertura. En el último caso, tanto el asegurador como el
tomador y el corredor del seguro, deberán mantener a disposición de los interesados una
copia de la póliza.

El asegurador deberá, también, notificar a los asegurados a través del tomador, todas las
modificaciones del seguro, las que sólo podrán efectuarse y regir, a partir de la siguiente
renovación del contrato. Las modificaciones no informadas serán inoponibles al
asegurado.

En tal evento, el asegurado podrá renunciar al contrato mediante comunicación escrita


dirigida al asegurador, dentro de los diez días siguientes de recibida la notificación, en
cuyo caso deberá restituirse la prima que se hubiere abonado desde la modificación.

Si la comunicación de renuncia se hubiere presentado ante el tomador o el intermediario,


se presumirá su conocimiento por el asegurador a contar de la fecha de su presentación.

El tomador es responsable de los daños causados por su actuación en las pólizas


colectivas en que intervenga, sin perjuicio de la responsabilidad del asegurador por las
gestiones que hubiere encomendado. El asegurador no podrá oponer al asegurado los
errores, omisiones o deficiencias del tomador.

En este tipo de contratos de seguro, la indemnización de los siniestros cede a favor del
asegurado afectado por ellos, o del beneficiario, en su caso".

El concepto de "contratación colectiva de seguros" es amplio. Según la definición de


la letra w) del artículo 513 concordada con el inciso primero del artículo 517, se exige la
concurrencia de los siguientes elementos: póliza, riesgos, personas cubiertas y tomador.

Así, la ley dispone:

i) la existencia de "una sola póliza" o póliza única;

ii) que mediante ella se otorgue cobertura "contra los mismos riesgos" (no riesgos
diversos);

iii) que ampara a un "grupo determinado o determinable de personas";

iv) que esas personas pueden estar "vinculadas con o por el tomador" y

v) que el tomador o contratante es quien celebra el contrato por el grupo asegurado.


En otras palabras, el seguro colectivo agrupa a personas incorporadas a una póliza
única, por los mismos riesgos, a través de una entidad contratante con la cual les une
un vínculo común.

Las reglas del seguro colectivo, reconocen una práctica común de comercialización
en el mercado chileno y sus consecuencias o efectos legales: la contratación del seguro
por cuenta ajena en virtud de un vínculo determinado previo o simultáneo con el deudor
cliente.

La ley incorpora un conjunto de derechos en favor de los asegurados que buscan


garantizar: i) la libre adhesión; ii) el deber de información y iii) la transparencia en la
celebración y aplicación del contrato colectivo.

La relación entre los asegurados y la compañía aseguradora se da en este tipo de


seguros a través del tomador. El es quien negocia y contrata la póliza original o matriz,
en la cual se establecen los requisitos y condiciones que se van a aplicar a todas las
coberturas que al amparo de ella se vayan otorgando, y es también el que le solicita al
asegurador la incorporación de los asegurados que se van sumando; por último, también
es a través del tomador que el asegurador es obligado a entregar a cada uno de los
asegurados que se incorporen al contrato de seguro colectivo, una copia de la póliza, o,
al menos, un certificado que acredite la cobertura.

La norma legal que estamos analizando expresa que, cuando lo que se entrega al
asegurado que se incorpora, es un certificado de cobertura, tanto el asegurador como
el tomador y el corredor del seguro, deberán mantener a disposición de los interesados
una copia de la póliza. El interesado natural es el propio asegurado, pero puede que
existan otros en razón de las relaciones que emanan del seguro o de otras instituciones
jurídicas.

Con ello se pretende equilibrar la relación jurídica entre las partes, ya que en materia
de seguros individuales el asegurado tiene el derecho de recibir un ejemplar íntegro del
contrato. El art. 519 regula la entrega de la póliza al corredor o "contratante" y fija un
plazo de 5 días desde la perfección del contrato. Si hubiere corredor, por aplicación del
inciso segundo del artículo 519, éste deberá entregar la póliza al asegurado dentro de
los 5 días hábiles siguientes a su recepción. Un aspecto dudoso se presenta respecto
del plazo de entrega al asegurado de una póliza colectiva, dada la redacción del inciso
primero del artículo 519 que se refiere "al contratante".

La norma que analizamos establece que el tomador o contratante tiene


responsabilidad por los daños causados por su actuación, la que podrá derivar de todos
los aspectos de la contratación en que le toque intervenir, partiendo por falta de asesoría
al asegurado sobre la idoneidad del seguro, su perfeccionamiento, su validez o eficacia,
su aplicación en caso de siniestro, etc.

El asegurador deberá notificar a los asegurados, a través del tomador, todas las
modificaciones que pretenda introducir en el seguro, pero en todo caso, dichas
modificaciones sólo podrán efectuarse y regir, a partir de la siguiente renovación del
contrato, de modo que no podrá haber modificaciones durante la vigencia del seguro.

Por otra parte, se establece que la sanción por la falta de información de las
modificaciones del seguro es la inoponibilidad de las mismas al asegurado.

En presencia de una modificación contractual, el asegurado podrá renunciar al


contrato mediante comunicación escrita dirigida al asegurador, dentro de los diez días
siguientes de recibida la notificación, en cuyo caso deberá restituirse la prima que se
hubiere abonado desde la modificación.

Si la comunicación de renuncia se hubiere presentado ante el tomador o el


intermediario, se presumirá su conocimiento por el asegurador a contar de la fecha de
su presentación.

La regulación relativa a las modificaciones de contrato protege al asegurado de


acuerdos celebrados entre el asegurador y el contratante sin mediar la información o
conocimiento a los asegurados. Se protege, a la vez, la voluntariedad de las coberturas
de seguro colectivas mediante la opción de renunciar a ellas y de darlas por terminadas
en caso de desacuerdo con las modificaciones.

De acuerdo a la norma que estamos examinando, opera la voluntad tácita de


aceptación a las modificaciones en caso de no ejercer el asegurado el derecho a la
renuncia dentro de los diez días siguientes de recibida la notificación de la modificación.
Es decir, no se contempla el consentimiento expreso del asegurado.

Se presume el conocimiento por el asegurador de la renuncia presentada por el


asegurado ante el tomador o el intermediario, a contar de la fecha de su presentación.
Esto simplifica los trámites a los asegurados.

En materia de responsabilidades, el establecimiento de la responsabilidad del


tomador con los asegurados es una materia fundamental y al respecto, se contemplan
las siguientes reglas:

i) el tomador es responsable de los daños causados por su actuación en las pólizas


colectivas en que intervenga;

ii) la responsabilidad del tomador es independiente de la del asegurador por las


gestiones que éste hubiere encomendado y

iii) el asegurador no podrá excusar su responsabilidad, estándole vedado a éste,


oponer al asegurado los errores, omisiones o deficiencias del tomador.

Termina la norma diciendo que en este tipo de contratos de seguro, la indemnización


de los siniestros cede a favor del asegurado afectado por ellos, o del beneficiario, en su
caso.
Capítulo LVI La póliza

859. La póliza. Importancia

El art. 513 p) define a la póliza como "el documento justificativo del seguro", lo que
significa que, en circunstancias normales, el texto de la póliza que emite el asegurador
una vez que el contrato de seguro ha sido consensualmente perfeccionado, será aquel
que rija las relaciones entre las partes, determinando el monto asegurado, el objeto del
seguro, los riesgos cubiertos, las exclusiones, el plazo de vigencia del contrato, los
deducibles, el monto de la prima, las obligaciones de las partes, etc.

No obstante que bajo las normas de la nueva ley, el contrato de seguro ha pasado a
ser consensual, ello no significa que la póliza haya dejado de ser un documento
importante.

La póliza de seguro es normalmente un contrato de adhesión, que consta de un


formulario impreso con anterioridad a su emisión e inclusive, como dijimos,
generalmente está impresa, también en el mismo formulario o en otro distinto alternativo,
toda variación que se le pueda introducir, de manera que dichas modificaciones o
variaciones se hacen valer o se suprimen mediante una simple constancia estampada
en el mismo formulario.

La excepción la constituyen los contratos de seguros de grandes riesgos, a los que,


como vimos, no les es aplicable la imperatividad de las normas legales que rigen a los
seguros comunes y cuyos términos y cláusulas, las partes pueden negociar libremente.

860. Forma como una póliza de seguro está construida. Condiciones generales,
particulares y adicionales

En toda póliza de seguro se distinguen dos partes principales, denominadas


"condiciones particulares" y "condiciones generales", respectivamente. En algunos
casos se hace referencia a "condiciones especiales" y a "la carátula" de la póliza, pero
estas últimas denominaciones no son otra cosa que partes de las condiciones
particulares, o formas que ellas revisten en algunos casos.

Son condiciones particulares, en general, todas las menciones o estipulaciones que


se refieren o están destinadas a especificar las singularidades específicas del contrato
que se celebra, lo que cada seguro en particular tiene de especial o singular y que lo
diferencia de todo otro contrato de seguro que conste en otra póliza aunque otorgue la
misma cobertura, a saber, la persona del asegurado, las cosas aseguradas o el objeto
del seguro, el monto asegurado, las franquicias o deducibles pactados, el importe de la
prima, la vigencia de la póliza, la ubicación del riesgo asegurado, las características del
interés asegurable, etc. Por lo tanto, en estricto rigor, no hay dos pólizas que tengan
exactamente las mismas condiciones particulares, porque ello sólo podría darse en la
absurda situación de que como fruto del acuerdo entre asegurado y asegurador, se
emitieran dos pólizas iguales para cubrir el mismo riesgo, lo que no tiene sentido.

En la parte destinada a las condiciones particulares, el formulario de póliza (material


o digital) contiene espacios en blanco, que el asegurador llena con los datos que
corresponden, en cumplimiento de las menciones que exige la ley a que luego nos
referiremos.

Las condiciones generales de las pólizas de seguro son las que, en los seguros
comunes se conocen con el apelativo de "modelos de póliza" y en cada modelo
registrado las cláusulas están estandarizadas, son iguales, y su objeto fundamental es
describir los riesgos cubiertos y los excluidos. En resumen, las condiciones generales
de la póliza son aquella parte del contrato que contiene las estipulaciones habituales
comunes para todos los seguros de un mismo ramo o modalidad y en ellas se delimita
el grado de extensión de la cobertura.

El núcleo esencial de las condiciones generales de las pólizas está constituido por la
determinación de los riesgos cubiertos y por las exclusiones de cobertura, que
constituyen, en esencia, el marco de la responsabilidad que asume la Compañía frente
al asegurado. Pero esto, siendo esencial, no es el único objeto de las condiciones
generales.

En ellas están contenidas, en algunos casos bajo la modalidad de mera repetición de


las legales, las normas sobre las obligaciones y derechos de cada una de las partes; las
normas sobre denuncia, liquidación y pago de siniestros; las que se refieren a la
prescripción y las disposiciones relativas a la forma en cómo deben ser resueltos los
problemas que se susciten entre el asegurado y la Compañía.

Más arriba utilizamos la expresión "seguros comunes" para referirnos a los seguros
ordinarios o estándar que contratan la inmensa mayoría de los asegurados individuales,
que no tienen el carácter de seguros de grandes riesgos, porque sólo en el caso de los
primeros es indispensable utilizar un modelo de póliza autorizado por el órgano
supervisor de la actividad aseguradora, que es la Superintendencia de Valores y
Seguros, concretamente un modelo inscrito por dicho organismo en el "Depósito de
Pólizas" a su cargo y que se identifican con el código POL, que encabeza su
identificación.

Algunas de las condiciones generales de las pólizas no se encuentran insertas en los


modelos de póliza registrados en el Depósito de Pólizas, sino que se refieren a ciertos
riesgos especiales que deben ser contratados a opción expresa del asegurado, en
calidad de adicionales, como por ejemplo los incendios causados por actos de
terrorismo o los daños causados por un terremoto, que sólo pueden cubrirse a opción
del asegurado, en calidad de adicionales a los amparados por la póliza de seguro de
incendio ordinario. Al regular la cobertura de dichos riesgos que se pueden contratar
separada y opcionalmente, se les denomina "cláusulas adicionales" o
simplemente "adicionales" y también deben ser objeto de registro en el Depósito de
Pólizas, identificándose en el bajo el código CAD (Cláusula Adicional). Más adelante
volveremos a referirnos al citado depósito de pólizas.

861. Menciones de las pólizas

El art. 518 del Código de Comercio establece cuáles son las menciones de la póliza,
disposición ésta, que tiene dos características:

a) Las menciones que indica no agotan el contenido que puede o deba tener una
póliza, ya que dicha norma señala que "la póliza de seguro deberá expresar, a lo
menos."
b) Atendido el verbo empleado en la redacción ("deberá"), se colige que se trata de
menciones que obligatoriamente deben estar incluidas en las pólizas, norma imperativa
que rige aún para los contratos de seguros de grandes riesgos. En efecto, el art. 542
otorga el carácter de imperativas a todas las disposiciones que rigen al contrato de
seguro, a no ser que en éstas se disponga otra cosa y salvo también en el caso de los
seguros de grandes riesgos a que se refiere el inciso segundo de dicho artículo. Esta
última liberación no rige en cuanto al art. 518, que comentamos, porque este es
imperativo por su propia naturaleza

Examinaremos dichas menciones a continuación:

1. La individualización del asegurador, la del asegurado y la del contratante si no fuere


el mismo asegurado. Si se hubiere designado beneficiario, se indicará su
individualización o la forma de determinarlo.

La individualización del asegurador se expresa en incluir en el texto impreso o digital


del contrato, la razón social de la compañía aseguradora y la dirección de la casa matriz,
sucursal u oficina que emite la póliza.

Tratándose del asegurado y del contratante, si es distinto de aquél, la individualización


comprende su nombre o razón social y su domicilio.

En el caso de una póliza extendida a favor de un beneficiario la ley exige su


individualización o la forma de determinarla, en el caso de que se ignore.

2. La especificación de la materia asegurada.

La palabra materia está empleada en su sentido más genérico. Alude a lo que


constituye el objeto de la cobertura que puede ser una persona (en los seguros
personales), una cosa o un conjunto de cosas, en los seguros reales, un patrimonio en
algunos seguros patrimoniales, una indemnización de perjuicios en los seguros de
responsabilidad civil, la prestación de un servicio, como en ciertos tipos de seguro de
defensa legal, etc. En una frase sucinta, aquello que está afecto al riesgo o riesgos
asegurados por el contrato y que de materializarse da derecho a requerir la garantía del
asegurador.

3. El interés asegurable.

El interés asegurable está definido en la ley (art. 513 n) como..." aquel que tiene el
asegurado, en la no realización del riesgo sin perjuicio de lo dispuesto en el artículo 589
en relación a los seguros de personas".

Esta mención forma parte de las condiciones particulares de la póliza.

4. Los riesgos que se transfieren al asegurador.

La especificación del riesgo constituye la esencia misma del contrato de seguro,


porque determina la obligación condicional del asegurador de indemnizar, que es el
motivo que induce al asegurado a celebrar el contrato. Tanto el riesgo asegurado como
la obligación condicional del asegurador, son elementos esenciales del contrato, cuya
ausencia acarrea la nulidad absoluta del contrato, de acuerdo a lo que dispone el art.
521.
El art. 530 señala que el asegurador responde de los riesgos descritos en la póliza,
con excepción de las situaciones expresamente excluidas por ella, agregando que a
falta de estipulación, el asegurador responde de todos los riesgos que por su naturaleza
correspondan, salvo los excluidos por la ley. De esta manera queda en claro que
corresponde al interés del asegurador especificar claramente el ámbito de la cobertura,
tanto por concepto de los riesgos cubiertos, como por los excluidos.

5. La época en que principia y concluye el riesgo para el asegurador.

Esta mención se refiere a la vigencia de la póliza y por lo tanto constituye una de las
condiciones particulares del seguro.

Los términos de dicha vigencia pueden ser muy variados, dependiendo del tipo de
seguro de que se trate. Así, los seguros de transporte cubren los riesgos desde que las
mercaderías son expedidas en su lugar de origen, hasta que lleguen al lugar de destino
especificado. Los demás seguros reales, los que amparan cosas, como el incendio y el
robo, rigen por un periodo determinado en la póliza, que generalmente es de un año y
en el cual se especifica la hora del día en que principia y aquella en la que termina la
cobertura (generalmente las 12 M). Los seguros de responsabilidad civil, también tienen
generalmente una cobertura de tiempo fija. Otros seguros vinculan su vigencia al tiempo
de ejecución o cumplimiento de un contrato o de la fecha fijada para el pago de
obligaciones, como el caso de los seguros de garantía y de crédito o de la ejecución de
un proyecto, como es el caso de los seguros que cubren los riesgos de una construcción,
por ejemplo, de una central de energía termoeléctrica.

En el caso de los seguros de personas se dan, generalmente, dos tipos de vigencia.


Una de ellas es la expresa y determinada (uno, dos cinco, diez años) y la otra la de los
seguros de vida entera, que rigen hasta la muerte del asegurado.

Por último, cabe indicar que el art. 523 prescribe que, en el hipotético caso de que la
póliza no incluyera la mención sobre el inicio de la cobertura, los riesgos serán de cargo
del asegurador a partir del momento en que se perfeccione el contrato.

A falta de estipulación sobre su extinción, dispone dicha norma que corresponderá al


tribunal competente determinar hasta cuándo correrán los riesgos por cuenta del
asegurador, tomando en consideración la naturaleza del seguro, las cláusulas del
contrato, los usos y costumbres y las demás circunstancias pertinentes.

6. La suma o cantidad asegurada, o el modo de determinarla.

Como la suma asegurada depende o está vinculada al valor del objeto de la cobertura,
sea éste un bien o un conjunto de bienes, o un monto determinado, es una mención de
la póliza que es propio de cada seguro y por lo tanto, es también una de las llamadas
condiciones particulares.

La ley regula la forma en que puede hacerse la determinación de la suma asegurada


y sobre todo lo hace con especial detalle tratándose de los seguros reales, en
coordinación con la mención de la póliza a que nos referiremos a continuación.

7. El valor del bien asegurado, en caso de haberse convenido.

Esta mención forma también parte de las llamadas condiciones particulares de la


póliza y como ya hemos adelantado, está en muy estrecha conexión con la que
analizamos anteriormente.
Como reza su texto, establecer en la póliza el valor del bien asegurado como ítem o
concepto separado del monto asegurado, solo tiene justificación en el caso de que las
partes, asegurado y asegurador, hayan convenido en que ese será el valor del bien para
todos los efectos y al igual que la mención anterior se aplica sólo a los seguros de daños
reales.

De lo anterior surge la estrecha relación que estas normas tienen, además, con el art.
554, denominado "Valoración de la cosa asegurada", que expresa: "En los seguros
reales el valor de las cosas aseguradas puede ser establecido mediante una estimación
expresamente pactada al momento de celebrarse el contrato. No constituye valoración
convenida la sola enunciación de la suma asegurada, ni la declaración relativa al valor
de los bienes hecha unilateralmente por el asegurado en la propuesta o en otros
documentos".

Y termina diciendo que en caso de existir valoración pactada, la determinación del


daño indemnizable se hará a partir de tal valor, no teniendo aplicación el artículo 552,
denominado "Suma asegurada y límite de la indemnización" que por su parte
expresa: "La suma asegurada constituye el límite máximo de la indemnización que se
obliga a pagar el asegurador en caso de siniestro y no representa valoración de los
bienes asegurados". Como consecuencia de lo anterior, en caso de siniestro parcial no
se aplicará tampoco el art. 553 que es el que establece la llamada "regla (de
indemnización) proporcional" o "prorrateo". Volveremos sobre este punto al tratar de los
seguros de daños y la determinación de la indemnización de los siniestros.

8. La prima del seguro, y el tiempo, lugar y forma de su pago.

La mención de la prima forma parte, también, de las condiciones particulares de la


póliza. La norma legal prescribe que hay que especificar su monto y también, "el tiempo,
lugar y forma de su pago".

La referencia a la forma de pago está conectada con el inciso segundo del art. 527,
relativo a la posibilidad de convenir que consista "en una cantidad de dinero, en la
entrega de una cosa o en un hecho estimable en dinero".

Respecto al "tiempo" en que debe ser pagada la prima, el inciso tercero de dicho art.
527 prescribe que, "salvo pacto en contrario, el pago de la prima se hará al entregarse
la póliza, el certificado de cobertura o el endoso, según corresponda", y sobre el lugar,
"deberá hacerse en el domicilio del asegurador o en el de sus representantes, agentes
o diputados para el cobro".

La estipulación de prima es esencial para la validez del contrato de seguro. El artículo


521 del Código de Comercio sanciona expresamente con la nulidad del contrato, la falta
de estipulación de prima.

9. La fecha en que se extiende y la firma material o electrónica del asegurador.

Se trata de la fecha de emisión material de la póliza, la que no tiene necesariamente


que coincidir con la fecha de perfección del contrato —que como sabemos es
consensual— ni con la fecha de inicio de la vigencia de la cobertura, a la cual se refiere
la mención 5.

10. La firma del asegurado en aquellas pólizas que lo requieran de acuerdo con la ley.
Todas las pólizas de seguro deben llevar la firma del asegurador, específicamente de
quienes comparecen en su representación. Pero en cambio, no se requiere la firma del
asegurado, salvo en los casos en que la ley lo prescribe. El D.F.L. Nº 251, en su art. 3º,
letra e), exige la firma de los asegurados en los seguros de Transporte y de Casco
Marítimo y Aéreo, como asimismo en los contratos de seguros en los cuales, tanto el
asegurado como el beneficiario, sean personas jurídicas y el monto de la prima anual
que se convenga no sea inferior a 200 unidades de fomento. Estos son los seguros que
en Chile constituyen lo que en la doctrina se conoce como "seguros de grandes riesgos".

Como antes hemos dicho, el art. 518 del C.Com. contempla una presunción legal que
beneficia a los asegurados, ahorrándoles toda inquietud respecto a la representatividad
de los personeros del asegurador cuya firma aparece en la póliza que reciban.

862. Estructura de las condiciones generales. Riesgos cubiertos y excluidos. Causales


de exclusión y situaciones excluidas. Las condiciones de asegurabilidad y las
garantías

Comúnmente, en la estructura general de las condiciones generales de las pólizas se


distinguen tres partes importantes:

— Le definición de la cobertura, o especificación general de los riesgos cubiertos. Esta


es la parte fundamental, porque en ella se especifica cuáles son los riesgos principales
y accesorios, en su caso, a los que la póliza brinda amparo. Por ejemplo, riesgo principal,
incendio; accesorio, gastos de remoción de escombros;

— Las exclusiones. Aquí se especifica cuales situaciones particulares, a pesar de


pertenecer a la especie de riesgos amparados por la cobertura, quedan exceptuados de
indemnización. Por ejemplo, los incendios a causa de terremoto; y

— Las normas sobre aspectos operativos del seguro, fundamentalmente los que se
refieren a reglas especiales sobre cuidado de la materia asegurada y prevención de
riesgos; la especificación de las garantías, si se han convenido; la denuncia del siniestro
y su liquidación, la presentación de antecedentes para la demostración de las pérdidas,
relaciones con los terceros, comunicaciones, alternativas de indemnización, etc.

El art. 530 del Código señala que el asegurador responde de los riesgos descritos en
la póliza, con excepción de las situaciones expresamente excluidas por ella, agregando
que a falta de estipulación, el asegurador responde de todos los riesgos que por su
naturaleza correspondan, salvo los excluidos por la ley. De esta manera queda en claro
que corresponde al interés del asegurador especificar claramente el ámbito de la
cobertura, tanto por concepto de los riesgos cubiertos, como por los excluidos.

La cobertura de riesgos es la determinación de las circunstancias riesgosas cubiertas


por el seguro, que quedan definidas por la cláusula o cláusulas de las pólizas que
describen los eventos o tipos de eventos riesgosos que, de ocurrir, dan derecho al
asegurado a impetrar del asegurador la indemnización correspondiente.

Por regla general, las coberturas están agrupadas en tipos de seguros


denominados "ramos". Así, hay ramos de seguros de incendio, de robo, de
responsabilidad civil, de vida, etc.

Frente a las cláusulas que definen la cobertura que otorga la póliza, se encuentran
aquellas que contemplan exclusiones.
Se puede definir a las causales de exclusión, como las cláusulas del contrato que
señalan los tipos, expresiones o manifestaciones del riesgo, o las causales o
circunstancias en las que se produce un siniestro, que aún correspondiendo al ramo de
seguro al que corresponde la póliza, privan o excluyen la aplicación de la cobertura, es
decir, eximen al asegurador de indemnizar el siniestro o a lo menos ciertos daños
ocasionados por éste.

Mediante ellas se especifican los casos en los cuales los siniestros que ocurran, a
pesar de pertenecer a la especie de riesgos amparados por la cobertura, quedan
exceptuados de indemnización. Por ejemplo, los incendios a causa de terremoto.

863. Control del texto de las pólizas por el organismo supervisor. El depósito de
pólizas

Constituyendo la parte esencial de la póliza, las condiciones generales no pueden ser


utilizadas por los aseguradores sin que estén ingresadas al "Depósito de Pólizas" que
lleva la Superintendencia de Valores y Seguros. Es por ello que decimos que el contrato
de seguro es, en nuestro país, un contrato dirigido.

Los modelos de pólizas y cláusulas adicionales pueden ser elaborados por una
Compañía Aseguradora en particular o por un acuerdo entre varias de ellas o por la
Asociación de Aseguradores de Chile, pero en todo caso, conforme a lo expuesto, y de
acuerdo a lo dispuesto en el art. 3º letra e) del decreto con fuerza de ley Nº 251, de
1931, que regula la actividad aseguradora o comercio de seguros, deben ser
previamente autorizados por la Superintendencia de Valores y Seguros, lo que se
traduce en su inscripción en el aludido "Depósito de Pólizas", para que puedan ser
utilizados en los contratos de seguro correspondientes. El referida art. 3º letra e) del
D.F.L. 251 añade que "será responsabilidad de las compañías aseguradoras que las
pólizas de seguros que contraten, estén redactadas en forma clara y entendible, que no
sean inductivas a error y que no contengan cláusulas que se opongan a la ley".

La norma agrega que, en caso de duda sobre el sentido de una disposición en el


modelo de condición general de póliza o cláusula, prevalecerá la interpretación más
favorable para el contratante, asegurado o beneficiario del seguro, según sea el caso,
regla interpretativa de gran relevancia que se suma a las contenidas en los arts. 530 y
531 del C.Com.

Por último, cabe señalar que el inciso segundo del art. 3º letra e), que estamos
analizando, establece la excepción a la norma contenida en su inciso primero, es decir,
indica qué pólizas de seguros están exentas del control de la autoridad y que, en
consecuencia, no requieren estar inscritas en el Depósito de Pólizas:

"Las compañías de seguros del primer grupo, en los casos de seguros de Transporte y de
Casco Marítimo y Aéreo, como asimismo en los contratos de seguros en los cuales, tanto
el asegurado como el beneficiario, sean personas jurídicas y el monto de la prima anual
que se convenga no sea inferior a 200 unidades de fomento, no tendrán la obligación
señalada en el párrafo precedente, y podrán contratar con modelos no depositados en la
Superintendencia, debiendo la póliza respectiva ser firmada por los contratantes".

Estas son las pólizas que en doctrina se reconocen con el nombre de "seguros de
grandes riesgos", a las que no se aplica la imperatividad de las normas protectoras de
los asegurados, según lo que dispone el art. 542.

864. Entrega de la póliza al asegurado


La ley exige al asegurador, o al corredor, en caso de que en la gestación del contrato
haya intervenido alguno, a hacer pronta entrega de la póliza al asegurado.

En primer lugar, ello se justifica porque de esa manera el asegurado pasa a tener en
sus manos el "documento justificativo del seguro" que ha convenido consensualmente,
lo que le proporciona la tranquilidad de que el asegurador ha asumido efectivamente,
los riesgos contra los cuales quiso protegerse.

En segundo término, en algunos casos la posesión del documento será necesaria


para acreditar el seguro, cuando su contratación viene exigida legal o contractualmente,
como es el caso de los seguros legalmente obligatorios y en los mutuos hipotecarios
convenidos con entidades bancarias o financieras.

El art. 519 del Código prescribe que el asegurador deberá entregar la póliza, o el
certificado de cobertura, en su caso, al contratante del seguro o al corredor que la
hubiera intermediado, dentro del plazo de cinco días hábiles contado desde la perfección
del contrato y que, por su parte, si ha intervenido un corredor, éste deberá entregar la
póliza al asegurado dentro de los cinco días hábiles siguientes a su recepción.

La referida norma agrega que el incumplimiento de la obligación de entrega de la


póliza dará derecho al asegurado a reclamar daños y perjuicios al asegurador, o al
corredor en su caso. Aún cuando no figura en el segundo inciso de la norma la referencia
a la entrega oportuna, nos parece indiscutible que, por la propia naturaleza de la
disposición legal —y porque los perjuicios pueden surgir también por no disponer de la
póliza en su tiempo debido— debe entenderse que el asegurado está facultado para
reclamar perjuicios también, por causa de un retraso en la recepción de la póliza.

865. Impugnación del contenido de una póliza

Atendida la circunstancia de que el contrato se perfecciona consensualmente, no cabe


la posibilidad de que por medio de un texto posterior, una de las partes altere su
contenido. En consecuencia, el asegurado puede alegar siempre la existencia de una
discrepancia entre el contrato convenido consensualmente y el texto escrito de la póliza,
y en tal eventualidad, será de cargo del asegurador acreditar que el tenor de la póliza
que ha entregado corresponde a lo acordado consensualmente, ya que es éste quien
mantendrá siempre los antecedentes relacionados con la contratación.

Con ello se asegura que el texto de la póliza que en definitiva rija las relaciones entre
las partes, deberá siempre corresponder al tenor de lo convenido consensualmente.

Respecto a la prueba sobre los términos del contrato convenido, el art. 515 dispone
que la existencia y estipulaciones del contrato se podrán acreditar por todos los medios
de prueba que contemplen las leyes, siempre que exista un principio de prueba por
escrito que emane de cualquier documento que conste en télex, fax, mensajes de correo
electrónico y, en general, cualquier sistema de transmisión y registro digital o electrónico
de la palabra escrita o verbal.

Por último, en esa misma disposición se establece que, por su parte, no se admitirá
al asegurador prueba alguna en contra del tenor de la póliza que haya emitido luego de
la perfección del contrato.

866. Modificaciones a la póliza


Modificación es todo cambio que se introduzca a las condiciones generales o
particulares del contrato. En el lenguaje de seguros, toda modificación del contrato se
materializa mediante los llamados endosos.

La ley requiere que toda modificación del contrato de seguro debe convenirse y
constar por escrito. En efecto, el art. 513 j) define al endoso como "la modificación escrita
de la póliza, a menos que aparezca que dicho término ha sido empleado en su acepción
común".

Dichas modificaciones pueden referirse a diversas circunstancias, como la ampliación


o a la restricción del riesgo cubierto, el acortamiento del plazo de vigencia, a la
renovación de la póliza o la prórroga temporal de su vigencia, a la cesión del contrato,
al cambio del lugar de ubicación del riesgo, al cambio de parte o de la totalidad de los
objetos asegurados, y en general, cualquier alteración en los términos, condiciones o
estipulaciones del contrato.

Por lo tanto, se aplican a los endosos todas las normas imperativas que rigen al
contrato objeto de la modificación, a menos que éste sea uno de aquellos conocidos
como "seguro de grandes riesgos" y la norma aplicable no sea imperativa por su propia
naturaleza.

867. Renovaciones y prórrogas de póliza

La "renovación de una póliza" es el acto por el cual, mediando acuerdo expreso o


tácito entre las partes, las garantías de la póliza se extienden a un nuevo periodo de
cobertura, generalmente de un año.

Dentro del comercio de seguros en Chile, "renovar una póliza" es emitir una nueva
póliza de seguro, un nuevo contrato, para mantener vigente una cobertura, al término
de la vigencia de la anterior, ante un mismo asegurador. Un concepto similar, pero con
un matiz distinto es el de la "prórroga de vigencia" de una póliza. En este caso se trata
del mismo contrato, que antes de su expiración, las mismas partes convienen en
extender su duración por un periodo determinado.

La renovación no implica que la póliza haya de ser idéntica. Lo importante es que se


trate de cubrir un mismo objeto contra riesgos iguales o similares y en condiciones
también similares a las que regían en la póliza anterior.

868. Cesión, transmisión y transferencia de las pólizas

En cuanto a la cesión de la póliza, el inciso primero del art. 522 establece que en Chile
solo hay pólizas nominativas y a la orden. No hay pólizas al portador.

El texto de ese artículo es el siguiente:

"La póliza de seguro puede ser nominativa o a la orden.

La cesión de la póliza nominativa o de los derechos que de ella emanen, requiere de la


aceptación del asegurador.

La cesión de la póliza a la orden puede hacerse por simple endoso.

Sin embargo, el crédito del asegurado por la indemnización de un siniestro ya ocurrido,


podrá cederse conforme a las normas generales sobre la cesión de créditos.
El asegurador podrá oponer al cesionario o endosatario las excepciones que tenga contra
el asegurado o beneficiario.

La cesión de la póliza transfiere al cesionario todos los derechos que para el asegurado
emanan del contrato y la ley".

Como se advierte, respecto a la cesión de estas pólizas, el inciso segundo de dicha


norma señala que la cesión de la póliza nominativa o de los derechos que de ella
emanen, requiere de la aceptación del asegurador. De este modo no rige la regla
general de la cesión de derechos nominativos, que requiere, además de la aceptación
de la cesión (que puede ser expresa o tácita), la posibilidad de hacerla mediante la
notificación del deudor cedido.

Sin embargo, el crédito del asegurado por la indemnización de un siniestro ya


ocurrido, podrá cederse conforme a las normas generales sobre la cesión de créditos.

La cesión de una póliza a la orden puede hacerse por simple endoso.

En términos generales, es decir tanto en caso de cesión de pólizas nominativas o a la


orden, la norma en estudio contempla la posibilidad de que el asegurador pueda oponer
al cesionario o endosatario las excepciones que tenga contra el asegurado o
beneficiario.

Termina expresando la norma, que la cesión de la póliza transfiere al cesionario todos


los derechos que para el asegurado emanan del contrato y la ley.

La transmisión del objeto asegurado por causa de muerte del titular, está regulada en
el art. 559, según el cual, "transmitida la propiedad de la cosa asegurada por título
universal o singular, el seguro correrá en provecho del causahabiente desde el momento
en que los riesgos le correspondan, a menos que el seguro hubiere sido consentido por
el asegurador en consideración a la persona del causante. Terminado el seguro por esta
causa, se aplicará lo dispuesto en el inciso segundo del artículo 520", refiriéndose a que
en este caso "el asegurado tendrá derecho a la restitución de la parte de la prima no
ganada por el asegurador correspondiente al tiempo no corrido".

En cuanto a la transferencia del objeto asegurado por acto entre vivos, esta se
encuentra normada en el art. 560, según el cual, si el objeto del seguro o del interés
asegurable fueren transferidos, cesará el seguro de pleno derecho al expirar el término
de quince días, contado desde la transferencia, a menos que el asegurador acepte que
el seguro continúe por cuenta del adquirente o que la póliza sea a la orden.

En el caso de que el asegurado conservare algún interés en el objeto del seguro, el


art. 559 que estamos analizando, dispone que éste continúe a su favor hasta
concurrencia de su interés.

La ley se encarga de regular también, la cesión y prenda de las pólizas de seguro


sobre la vida en su artículo 597.

En dicha norma se establece que, excepto si se ha designado beneficiario irrevocable,


el contratante podrá ceder o pignorar la póliza.

Acto seguido prescribe que la cesión o la prenda solo serán oponibles al asegurador
siempre y cuando éste haya sido notificado de ellas por escrito y por medio de un
ministro de fe.
Finalmente expresa que la cesión y la pignoración de la póliza implican la revocación
de la designación de beneficiario.

869. Interpretación de los términos de la póliza. Normas aplicables

Para terminar este capítulo sobre la póliza, solo resta referirnos a las reglas que
contempla la nueva ley para su interpretación.

En primer lugar, en cuanto a los riesgos que asume el asegurador, el art. 530 expresa
que el asegurador responde de los riesgos descritos en la póliza, con excepción de las
situaciones expresamente excluidas por ella.

Añade que a falta de estipulación, el asegurador responde de todos los riesgos que
por su naturaleza correspondan, salvo los excluidos por la ley.

Esto significa que la extensión máxima de la póliza está dada por los riesgos que
correspondan a su naturaleza, es decir al ramo o familia de riesgos a que pertenezca,
por ejemplo el incendio, el robo o la responsabilidad civil.

Respecto a la cobertura del siniestro, el art. 531 prescribe que éste se presume
ocurrido por un evento que hace responsable al asegurador.

Sin embargo, el asegurador puede acreditar que el siniestro ha sido causado por un
hecho que no lo constituye en responsable de sus consecuencias, según el contrato o
la ley, que es de gran importancia, se encuentra contemplada en el art. 3º letra e) del
D.F.L. Nº 251 de 1931, cuyo objeto principal, como sabemos, es regular la actividad
aseguradora y no el contrato.

Otra regla de interpretación del contrato de seguro de gran importancia, se encuentra


contemplada en el art. 3º letra e) del D.F.L. Nº 251 de 1931, cuyo objeto principal es
regular la actividad aseguradora y no el contrato. Su inciso tercero, aplicable a los
contratos de seguro celebrados sobre la base de un modelo de póliza "depositado" en
la SVS dispone:

"En caso de duda sobre el sentido de una disposición en el modelo de condición general
de póliza o cláusula, prevalecerá la interpretación más favorable para el contratante,
asegurado o beneficiario del seguro, según sea el caso".

Respecto a la cobertura de los llamados "siniestros limítrofes" con el nacimiento o la


expiración de la vigencia de la póliza, el art. 532 contempla una norma similar a la que
figuraba en el antiguo art. 551 del código. Señala que..."si el siniestro se iniciare durante
la vigencia del seguro y continuare después de expirada, el asegurador responderá del
importe íntegro de los daños. Pero si principiare antes y continuare después que los
riesgos hubieren comenzado a correr por cuenta del asegurador, éste no será
responsable del siniestro".

Para terminar con las normas que rigen la interpretación y aplicación de las cláusulas
de las pólizas, nos referiremos a aquella que se refiere a la pluralidad de causas de un
siniestro.

Sobre este punto el art. 533 previene que si el siniestro proviene de varias causas, el
asegurador será responsable de la pérdida si cualquiera de las causas concurrentes
corresponde a un riesgo cubierto por la póliza.
Esta norma se aparta de la doctrina de la causa próxima y de la más relevante, que
tradicionalmente han sido aceptadas en la doctrina, particularmente la anglosajona, con
el propósito de evitar los numerosos conflictos relativos a determinar cuál es aquélla
causa a la que cabe atribuir la calidad de próxima o relevante.

Con todo, a pesar de la aparentemente amplia referencia a las "varias causas" que
nombra el art. 533, es importante hacer presente que no se puede seleccionar o
atribuirle la aptitud para generar el siniestro, y en definitiva poder determinar si el
siniestro encuentra cobertura en la póliza o no, a cualquiera causa, porque la misma
norma reduce el ámbito de búsqueda, solamente a aquellas de las cuales el "siniestro
proviene", es decir, no cualquiera, sino una causa que haya contribuido real y
efectivamente a que el siniestro se haya producido. Las causas meramente
circunstanciales o simplemente accesorias, no pueden ser tomadas en cuenta.

La interpretación del alcance de la cobertura de un seguro está fuertemente influido


por la circunstancia de hecho, que viene determinada por su condición de ser la póliza
de seguro, en su caso, o una "contra todo riesgo" o una "contra riesgos específicos o
nominados".

Las pólizas de seguro todo riesgo o "contra todo riesgo" son aquellas que cubren
todos los riesgos indicados en ella, con las excepciones clara y específicamente
determinadas en su texto. Entonces, si el riesgo no está específicamente excluido, se
entenderá que está cubierto. No hay discrepancias, ni en la doctrina ni en la
jurisprudencia, ni chilena ni extranjera, sobre estos conceptos.

Estas pólizas se contraponen a aquellas que se conocen con el nombre de "pólizas


con riesgos nominados", que son aquellas en las que, justamente al contrario, sólo están
cubiertos los riesgos específicamente designados en ellas, de manera que cualquiera
otro que no figura dentro de los expresamente descritos, no goza de cobertura.

Que una póliza corresponda a uno u otro tipo dependerá únicamente de la forma en
que esté designada en las cláusulas que determinan la cobertura. Lo corriente es, sin
embargo, que las pólizas de seguro "contra todo riesgo" estén denominadas
expresamente de esa forma (v. gr. "Póliza contra todo riesgo de construcción").
Capítulo LVII El riesgo asegurado y el interés asegurable

I) El riesgo asegurado

870. Concepto, características e importancia del riesgo, como requisito esencial de


validez del contrato

La existencia de un riesgo que amenace a algo que el asegurado tiene interés en


proteger, es la causa que induce a éste a celebrar el contrato de seguro. Sin que exista
un riesgo, contratar un seguro no se justifica.

El art. 513 t) lo define diciendo que riesgo es "la eventualidad de un suceso que
ocasione al asegurado o beneficiario una pérdida o una necesidad susceptible de
estimarse en dinero" y es tanta su importancia que, como ya vimos, el art. 521 le asigna
la calidad de requisito esencial de validez del contrato de seguro, norma que en su inciso
primero, prescribe que "son requisitos esenciales del contrato de seguro, el riesgo
asegurado, la estipulación de prima y la obligación condicional del asegurador de
indemnizar".

Como consecuencia, el inciso segundo del art. 521 previene que "la falta de uno o
más de estos elementos acarrea la nulidad absoluta del contrato", y el tercero agrega
que "son nulos absolutamente también, los contratos que recaigan sobre objetos de
ilícito comercio y sobre aquellos no expuestos al riesgo asegurado o que ya lo han
corrido".

Lo que debe estar expuesto al riesgo cuya cobertura se contrata es el objeto de la


relación aseguradora, lo que puede ser una cosa, un patrimonio, la salud, la integridad
corporal o la vida de una persona, y como hemos dicho, la referida exposición al riesgo
constituye la causa que impulsa a una persona a contratar el seguro, ya que, en caso
de materializarse o de hacerse efectivo, es decir, que ocurra un siniestro, este le causará
al asegurado una pérdida o una necesidad de tipo económico.

La materialización del riesgo consiste en la ocurrencia del evento riesgoso cubierto


por el seguro, o en otros términos, el paso de la condición suspensiva a que está sujeta
la obligación de indemnizar que contrae el asegurador, de pendiente a cumplida. Ese
evento se denomina, en el idioma castellano, "siniestro" y está definido por el art. 513
letra x), como "la ocurrencia del riesgo o evento dañoso contemplado en el contrato".

De acuerdo a la doctrina del derecho de seguros contemporánea, no sólo son


asegurables los riesgos emanados de casos fortuitos, sino también los que provienen
de actos culpables o intencionales de terceros y aún de ciertos tipos de actos culpables
del propio asegurado.
Por lo tanto, los únicos eventos que no pueden asegurarse en la nueva legislación,
son aquellos hechos o daños provenientes de actos voluntarios o intencionales del
propio asegurado o que provienen de su extrema negligencia, porque ellos constituyen
expresiones de dolo o de su equivalente civil, la culpa grave. Sin embargo, el art. 535
admite que las partes puedan pactar la cobertura de siniestros ocasionados por culpa
grave del propio asegurado.

En realidad, y dada la amplitud moderna del concepto de riesgo, podríamos decir que
éste es la posibilidad o eventualidad de que ocurra un hecho que afecte
económicamente al asegurado, o al beneficiario si es distinto de aquél, ya sea porque
pueda dañar bienes determinados, el derecho a exigir prestaciones, el patrimonio mismo
en forma indeterminada, o la vida, salud o integridad de su persona.

La circunstancia de que sobre el objeto de la relación aseguradora pese un riesgo, y


que alguien tenga un interés en evitarlo o protegerse de que dicho riesgo le afecte
económicamente, son la causa por la que el contrato se celebra.

Por lo tanto, el elemento riesgo está, de este modo, íntimamente vinculado con el
elemento del interés asegurable, porque para que un evento sea riesgoso para alguien,
es preciso que a dicha persona le afecte, y ello se da en el caso que tenga un interés
concreto en prevenir los daños que pueden afectar al objeto del seguro. Ello deriva
necesariamente, de la relación que dicha persona tenga con dicho objeto del seguro,
por ejemplo la del propietario de una cosa, la del titular del patrimonio amenazado o la
del parentesco con la persona expuestos al riesgo que se quiere cubrir.

El riesgo puede afectar una cosa, derecho, patrimonio o persona sobre la cual el
asegurado tiene una relación.

Lo que caracteriza al evento riesgoso es su carácter eventual o posible. De esta


manera, el riesgo se extiende en todo el campo comprendido entre la certeza y la
imposibilidad, ya que las cosas ciertas o las que son imposibles de ocurrir, no pueden
configurar un riesgo.

La definición legal del riesgo, indica que éste consiste en un suceso que, de
materializarse, ocasione al asegurado o beneficiario una pérdida o "una
necesidad" susceptible de estimarse en dinero".

Cuando la ley se refiere a una necesidad estimable en dinero, se refiere a los bienes
inmateriales, que más que una pérdida real, concreta y actual, ocasionan al asegurado
una carencia, que se traduce, dentro del ámbito del seguro, en una necesidad
susceptible de estimarse en dinero. Es el caso de la vida, la salud y la integridad de las
personas, e incluso, la pérdida de bienes que no tienen un valor venal ni posible de
determinarse sobre la base de parámetros objetivos, pero que pueden asegurarse
mediante una convención entre el asegurado y el asegurador. En esa situación están,
por ejemplo, la vida de una persona, las manos de un pianista, una obra de arte, etc.

El artículo 521 inciso segundo del Código de Comercio previene que "la falta de uno
o más de estos elementos (los requisitos de validez que contempla su inciso primero),
acarrea la nulidad absoluta del contrato", y el tercero agrega que "son nulos
absolutamente también, los contratos que recaigan sobre objetos de ilícito comercio y
sobre aquellos no expuestos al riesgo asegurado o que ya lo han corrido".
Si una cosa no está expuesta al riesgo que el asegurador ha tomado a su cargo el
contrato es nulo, porque le falta causa y la causa en el seguro es la existencia de un
riesgo.

También en los seguros de personas y particularmente en el seguro de vida, se da el


carácter eventual del riesgo. No obstante que la muerte es un hecho cierto, que habrá
de ocurrir de todas maneras, también es verdad que se ignora la oportunidad específica
en que ocurrirá y desde ese punto de vista, la vida es un riesgo perfectamente
asegurable. Del mismo modo, la sobrevivencia a una determinada época, es siempre
un hecho incierto y por lo tanto asegurable.

Para que sean asegurables, los riesgos deben reunir las siguientes características y
condiciones:

a) Deben constituir un peligro precisamente individualizado, y vinculado causal,


temporal y objetivamente con el objeto de la cobertura.

b) Deben cumplir con los requisitos técnicos relativos a la frecuencia y peligrosidad de


los eventos que lo constituyen (dispersión, variabilidad vs. homogeneidad, etc.).

c) El suceso que los constituye debe ser de ocurrencia incierta, al menos en cuanto a
la oportunidad en que se produzca.

d) Debe ser un acontecimiento futuro; y

e) Su ocurrencia no puede depender de la sola voluntad del asegurado.

871. Clasificación de los riesgos

Existen diversas clasificaciones de los riesgos.

En primer lugar, y en atención a la naturaleza de los intereses que pueden afectar, los
riesgos se clasifican en personales, reales y patrimoniales.

Son riesgos personales, aquellos que amenazan la integridad física de las personas
o que pueden disminuir su salud o capacidad de trabajo (por ejemplo, el riesgo de
accidente).

Son riesgos reales aquellos que afectan la integridad de las cosas físicas, sean
muebles o inmuebles (por ejemplo, el riesgo de incendio).

Por último, son riesgos patrimoniales aquellos que afectan a la integridad de un


patrimonio, que pueden traducirse en un desembolso o detrimento patrimonial, tales
como los riesgos de responsabilidad civil, lucro cesante, etc.

En segundo término y desde el punto de vista de su periodicidad y extensión, los


riesgos se clasifican en riesgos puros y simples, llamados también comunes (o
normales), que son aquellos que afectan aislada y normalmente a personas o cosas de
un modo acotado, y riesgos catastróficos, que son aquellos que afectan simultánea y
gravemente a un gran número de personas o cosas, como los terremotos, la guerra, los
huracanes, las inundaciones, etc. Los riesgos catastróficos son aquellos cuyas
consecuencias son muy extendidas y que no están sujetos a medición posible, en
cambio los riesgos comunes, normales o corrientes son aquellos de repercusión limitada
y susceptibles de medir.

Atendiendo a las variaciones que pueden afectarlos, los riesgos pueden ser
constantes o variables y estos últimos pueden ser progresivos o decrecientes.

Son riesgos constantes, aquellos cuya peligrosidad se mantiene pareja en un período


determinado de tiempo y son variables aquellos que presentan alteraciones de mayor o
menor intensidad en un período determinado. Son riesgos progresivos, aquellos que
experimentan una agravación en el tiempo y decrecientes, aquellos que disminuyen o
se atenúan con el transcurso del tiempo.

Ejemplo típico de riesgo progresivo, es el riesgo de muerte, que aumenta con la edad
y de riesgo decreciente el de sobrevivencia, pues a medida que pasan los años es más
difícil que la persona sobreviva.

Ejemplo típico de riesgo variable es el riesgo de incendio forestal, que aumenta en


verano y disminuye en invierno de cada año.

En cuanto a si los riesgos provienen del acaecimiento de un hecho o de que algo no


ocurra puede distinguirse entre riesgos constituidos por la ocurrencia de hechos
dañosos, entre los cuales pueden destacarse, por ejemplo, los de incendio, de robo, de
naufragio, etc., y por riesgos consistentes en omisiones que tienen consecuencias
perjudiciales, es decir, eventos negativos, como la falta de pago o la mora en el
cumplimiento de una obligación.

Por otra parte, los riesgos pueden estar constituidos por hechos naturales, como los
terremotos, las avalanchas, las inundaciones, etc., u obedecer a hechos
humanos, como el robo, la rotura de cristales causada por un pelotazo, etc.

Puede haber riesgos que agoten íntegramente el interés asegurable, como la muerte,
y riesgos susceptibles de ocasionar varios siniestros, como los accidentes
automovilísticos, el incendio, el robo, etc.

Hay también riesgos objetivos, que son aquellos que dependen de las condiciones y
circunstancias materiales de la cosa objeto del seguro y riesgos subjetivos, que son
aquellos cuya intensidad o grado de peligro dependen en forma importante del carácter,
ocupaciones y circunstancias personales del asegurado o de las personas a cuyo cargo
esté confiada la cosa asegurada.

Por último en cuanto a la responsabilidad que por ellos tenga el asegurador, existen
riesgos de los cuales responde naturalmente el asegurador, aún sin expresa mención,
salvo estipulación en contrario; riesgos de los cuales responde el asegurador, sólo en
caso de que se haya estipulado cubrirlos en forma expresa; y por último, riesgos de los
cuales no puede constituirse responsable el asegurador en caso alguno.

Estudiaremos con mayor detención esta última clasificación.

A) Riesgos de los que el asegurador


responde sin necesidad de mención expresa

El art. 535 del Código expresa que "el asegurador no está obligado a indemnizar el
siniestro que se origine por dolo o culpa grave del asegurado o del tomador en su caso,
salvo pacto en contrario para los casos de culpa grave".
Entonces, el asegurador responde naturalmente, aún sin expresa mención y salvo
estipulación en contrario, de todos los riesgos indicados en la póliza, que correspondan
a eventos de caso fortuito, y también por los generados por culpa leve o levísima del
propio asegurado, porque no hay en ello comprometido un interés público que la ley
quisiera proteger con una prohibición absoluta de contratar.

Lo anterior, sin embargo, debe entenderse que comprende a los eventos que
correspondan al ramo de seguro al que pertenezca el contrato respectivo; en ningún
caso, de riesgos propios de otro ramo.

El asegurador puede, por pacto expreso, eximirse de responsabilidad por


determinados casos fortuitos constitutivos del riesgo del ramo respectivo, lo que se hace
efectivo por medio de las llamadas causales de exclusión, que como ya vimos, son
estipulaciones por medio de las cuales se pacta que ciertos acontecimientos
correspondientes, en general, al tipo de riesgos cubiertos, no serán indemnizados.

En lo que respecta al riesgo constituido por hechos ajenos que afecten civilmente la
responsabilidad del asegurado, ellos están cubiertos sin necesidad de pacto especial,
lo que es común en nuestra práctica comercial.

Las personas cuya conducta afecta civilmente la responsabilidad del asegurado,


están mencionadas en diversas disposiciones de nuestra legislación y particularmente
en los artículos 2320 y siguientes del Código Civil. Así, el padre de familia responde por
los hechos de su cónyuge e hijos que estén a su cuidado; el director de una escuela, de
los hechos de sus alumnos; los patrones de los hechos de sus dependiente, etc.

B) Riesgos de los que


el asegurador no responde a menos
de estipulación expresa

Los riesgos de los que el asegurador no responde a menos de estipulación expresa,


son el vicio propio de la cosa asegurada y los causados por culpa grave del propio
asegurado.

El vicio propio está excluido de cobertura por el art. 549, que dispone que el
asegurador no responderá de la pérdida o daño proveniente de vicio propio de la cosa
asegurada, a menos que se estipule lo contrario.

La ley define el vicio propio, diciendo que se entiende como tal, "...el germen de
destrucción o deterioro que llevan en sí las cosas por su propia naturaleza o destino,
aunque se las suponga de la más perfecta calidad en su especie", como por ejemplo, la
podredumbre de las manzanas, el óxido de los metales, la pérdida de calidad de un
remedio, etc.

Estos vicios, que normalmente no están amparados por la póliza, pueden ser
cubiertos expresamente a virtud de una estipulación especial. Normalmente las pólizas
de seguros no incluyen cobertura especial de este riesgo.

Mediante pacto especial se pueden cubrir también los actos provenientes de culpa
grave del propio asegurado, de acuerdo al art. 535 de la nueva ley.

C) Riesgos de los cuales el asegurador no responde nunca.


Comentarios
De acuerdo a la nueva ley del contrato, solo son inasegurables los riesgos derivados
de dolo del asegurado, no admitiéndose la posibilidad de cubrirlos mediante un pacto
especial, como ocurre en los casos de culpa grave analizados precedentemente.

Por otra parte, es de la esencia del riesgo, la eventualidad, es decir la incertidumbre,


elemento que no puede faltar para que el riesgo sea propiamente tal. De consiguiente,
en los casos de siniestros provocados dolosamente por el propio asegurado, estamos
en presencia de resultados dañosos ciertos y previsibles, por lo que si se asegurara el
dolo, faltaría al contrato un elemento esencial que le restaría toda eficacia como contrato
y que lo haría, incluso, inexistente.

Cabe destacar que el art. 4º de la ley Nº 20.667 ha introducido un nuevo numeral 10º
en el art. 470 del Código Penal estableciendo la figura del fraude al seguro, siendo una
de dichas hipótesis que lo configuran, la provocación intencional del siniestro.

872. Especificación y delimitación de los riesgos

No resulta posible concebir un seguro que se extienda a cubrir todos los riesgos a que
pueden estar expuestas las cosas o una persona, en su individualidad física, sus bienes
y derechos y su patrimonio.

Pero ya hemos visto que el art. 531 del C.Com. establece una presunción de
cobertura de los riesgos, estableciendo que "el siniestro se presume ocurrido por un
evento que hace responsable al asegurador".

Por su parte el art. 530 provee que "el asegurador responde de los riesgos descritos
en la póliza, con excepción de las situaciones expresamente excluidas por ella".

Como consecuencia de lo dispuesto en las dos normas anteriores, al asegurador le


corresponde, en su propio interés, establecer con toda claridad los riesgos cubiertos y
los excluidos, es decir, especificar, individualizar y delimitar la responsabilidad que
asume por concepto del respectivo contrato de seguro.

Respecto de este tema, podríamos señalar las siguientes dos premisas:

1. No cabe la cobertura de todo posible riesgo que afecte al asegurado. El seguro por
esencia cubre ciertos riesgos, determinados, evaluables y mensurables.

2. No obstante, la delimitación de los riesgos debe constar en forma expresa. Las


exclusiones de responsabilidad no se presumen.

Examinemos ahora la forma cómo se hace efectiva la especificación y delimitación de


los riesgos.

En primer lugar, cada contrato de seguro se refiere a un ramo determinado, y dentro


del ramo a una modalidad específica. Por ejemplo, si el contrato de seguro es del ramo
de vehículos motorizados, modalidad de pérdida total, se indemnizarán solamente los
siniestros que consistan en la pérdida total de un vehículo motorizado.

Lo anterior no quiere decir que en un mismo contrato no pueda estipularse la cobertura


de más de un riesgo y aún, de riesgos de distinto ramo o grupo.
En segundo término, la delimitación del riesgo se produce por la especificación del
objeto sobre el cual recae el seguro.

La anterior es la regla general, pero en las pólizas de seguro flotantes, las cosas
aseguradas no están determinadas en un principio, sino que lo son en forma genérica,
de manera que la determinación específica se hace de acuerdo a declaraciones
periódicas que efectúa el asegurado, cuando dichas cosas comienzan a correr los
riesgos, lo que da lugar a la emisión de los certificados de cobertura. Pero ello se debe
a que, en realidad, las pólizas de seguro flotante son contratos normativos o contratos
marco, y por lo tanto, en ellas no se otorga cobertura concreta a nada, sino que se fijan
las condiciones bajo las cuales en el futuro van a ser cubiertas las cosas que
correspondan al género de mercaderías que fue convenido asegurar (por ej. artículos
electrónicos importados desde China). Lo dicho se aplica también a las contratos
colectivos de seguros que rige el art. 517, los que, como hemos visto anteriormente,
son aquellos que mediante una sola póliza cubren contra los mismos riesgos, a un grupo
determinado o determinable de personas, como es el caso típico y tradicional, de
los seguros colectivos de vida.

El Código de Comercio también admite explícitamente esta indeterminación, al


establecer en el artículo 548, que tanto los establecimientos de comercio como los
cargamentos terrestres o marítimos pueden ser asegurados con o sin designación
específica de la mercadería y que el menaje de una casa puede ser asegurado sin
especificación, salvo en cuanto a las cosas de gran precio, como las alhajas, cuadros,
objetos de arte y otros análogos. Pero en estos casos, producido el siniestro, el
asegurado deberá individualizar los objetos asegurados y justificar su existencia y valor.

Por otro lado el riesgo se determina en la medida que se establecen las causales de
siniestro cubiertas o, en otros términos, la determinación de la cobertura que brinda el
seguro.

Otra forma de limitar los riesgos cubiertos es mediante el establecimiento de causales


de exclusión, es decir, eventos o circunstancias que la Compañía aseguradora no
ampara de modo que los siniestros que correspondan a dichas causales, que deben
estar específicamente señaladas en la póliza respectiva, no serán indemnizados.

Así, por ejemplo, en el ramo de incendio las pólizas excluyen, salvo expresa
estipulación y el pago de una prima adicional, la responsabilidad por incendios ocurridos
durante o inmediatamente después de un terremoto, o con ocasión de actos de guerra,
revolución, huracán, tornado, erupción volcánica, explosión nuclear, etc.

Una delimitación adicional del riesgo es el establecimiento de una fecha específica


para el inicio y el término de la cobertura, es decir, la delimitación temporal de la misma.

En general, los seguros se contratan por un tiempo determinado, usualmente de un


año. Sin embargo, también es frecuente que se pacten por plazos menores o mayores
a aquél. Así, el seguro marítimo se contrata normalmente por el tiempo que dure la
expedición; el seguro de vida puede tener un lapso de duración indefinido, muchas
veces de muchos años y por último, el seguro de accidentes puede tomarse para cubrir
específicamente los riesgos de un determinado viaje.

Según ya hemos visto, el tiempo por el cual el asegurador asume los riesgos del
contrato es una de las menciones obligatorias de la póliza, de acuerdo a lo que dispone
el artículo 518, Nº 5 del C.Com., por lo cual, la cobertura rige sólo dentro del lapso
señalado en la correspondiente póliza.
El artículo 523 establece que los términos de la vigencia del contrato serán fijados en
la póliza, pero que a falta de estipulación sobre el inicio de la cobertura, los riesgos serán
de cargo del asegurador a partir del momento en que se perfeccione el contrato, y a
falta de estipulación sobre su extinción, corresponderá al tribunal competente
determinar hasta cuándo correrán los riesgos por cuenta del asegurador, tomando en
consideración la naturaleza del seguro, las cláusulas del contrato, los usos y costumbres
y las demás circunstancias pertinentes.

También el riesgo puede ser especificado, individualizado y delimitado, citándose en


el contrato el lugar del riesgo, es decir, los límites espaciales dentro de los cuales debe
ocurrir el siniestro, para que éste dé origen a la responsabilidad del asegurador ya que
normalmente presentan mayores condiciones de seguridad algunos lugares que otros.

También es preciso que en la póliza se haga constar el interés asegurable actual o


futuro que tiene el tomador o el asegurado, respecto de los riesgos asegurados y ello
constituye, indirectamente, una forma de delimitar los riesgos.

Todas las pólizas deben especificar el interés o vinculación que une al asegurado con
la cosa asegurada, en virtud de lo que dispone el artículo 518 Nº 3 del C.Com.

873. Información precontractual de los riesgos

Es imprescindible para el asegurador, a quien se le propone que otorgue una


cobertura de seguro, formarse una idea cabal sobre el riesgo que el asegurado pretende
transferirle económicamente.

Por su parte, es obligación del asegurado proporcionar a la Compañía el conocimiento


de dichos riesgos. Es lo que se llama la declaración o información precontractual del
riesgo, porque al momento de prestarse, el contrato de seguro todavía no está formado,
estando a la espera el asegurador, precisamente, de dicha información, para decidir
otorgar o rechazar la cobertura propuesta.

Todo lo anterior tiene, además, una dimensión económica: la esencia del contrato de
seguro consiste en que el asegurador asume uno o más riesgos concretos, por un precio
determinado, que está en función de aquéllos.

En el sistema de contratación establecido por la ley Nº 20.667, el alcance, calidad y


pertinencia de esa información está entregada a lo que el asegurador solicite que se le
informe y no al adecuado cumplimiento por el asegurado de una obligación genérica de
revelar, de buena fe y sin reticencia, todos los antecedentes que puedan suministrar al
asegurador un conocimiento completo y adecuado sobre la extensión de los riesgos
propuestos cubrir con el seguro, que era el sistema concebido por el texto original del
Código de 1865.

Si bien es cierto el art. 514 prescribe que el asegurado deberá expresar en la


propuesta "...los antecedentes y circunstancias necesarios para apreciar la extensión de
los riesgos", no es menos verdad que el art. 524 Nº 1, contempla que esa obligación, la
primera que pone de cargo del asegurado, deberá ser cumplida por la vía de "declarar
sinceramente todas las circunstancias que solicite el asegurador para identificar la cosa
asegurada y apreciar la extensión de los riesgos", particularidad que se confirma con la
obligación que contempla el numeral 2º, que exige al asegurado..." informar, a
requerimiento del asegurador, sobre la existencia de otros seguros que amparen el
mismo objeto".
De allí que se pueda concluir que la extensión de la obligación del asegurado de
informar los riesgos que penden sobre el objeto de la cobertura propuesta, está
enteramente subordinada a lo que el asegurador requiera que se le informe, lo que en
la mayoría de las veces se hará efectivo mediante la presentación de un cuestionario
que el asegurado deberá responder.

En el contexto de este sistema de información de los riesgos, que descansa en lo que


el asegurador le requiera al asegurado que ponga en su conocimiento, está estructurado
el art. 525, el cual, bajo la denominación "declaración sobre el estado del riesgo", regula
los efectos de las declaraciones erróneas o insuficientes y en particular las reticencias
del asegurado en revelar los riesgos que acechan al objeto de la cobertura propuesta.

Ratificando que el sistema concebido por el legislador para regular esta institución
descansa en la iniciativa del asegurador de requerir información, el inciso primero de
este artículo expresa lo siguiente:

"Para prestar la declaración a que se refiere el número 1º del artículo anterior, será
suficiente que el contratante informe al tenor de lo que solicite el asegurador, sobre los
hechos o circunstancias que conozca y sirvan para identificar la cosa asegurada y apreciar
la extensión del riesgo".

Y como consecuencia de la aplicación de esta regla, el siguiente inciso provee


que: "Convenido el contrato de seguro sin que el asegurador solicite la declaración
sobre el estado del riesgo, éste no podrá alegar los errores, reticencias o inexactitudes
del contratante, como tampoco aquellos hechos o circunstancias que no estén
comprendidos en tal solicitud".

Ahora bien: los efectos provenientes de que la información proporcionada a


requerimiento del asegurador sea insuficiente, reticente o errónea, están tratados en el
resto de esta larga disposición en un sistema estructurado por la combinación de dos
hipótesis: i) si el siniestro se ha producido o no y ii) la relevancia de la información no
revelada o incorrectamente declarada. Es lo que regulan los incisos siguientes del art.
525 que estamos analizando.

Sistematizando dichas normas es posible explicitarlas ordenadas en las siguientes


alternativas o supuestos:

a) Es obligación del asegurado declarar sinceramente al asegurador las


circunstancias necesarias para identificar la cosa asegurada y apreciar la extensión de
los riesgos.

b) El cumplimiento de dicha obligación está supeditado a lo que al respecto le solicite


informar el asegurador;

c) Si el contrato se ha convenido sin que el asegurador solicite la declaración sobre el


estado del riesgo, éste no podrá alegar los errores, reticencias o inexactitudes del
contratante;

d) Tampoco podrá el asegurador alegar la falta de información respecto a aquellos


hechos o circunstancias que no estén comprendidos en su solicitud de información al
asegurado.
e) Tampoco si antes de celebrar el contrato, el asegurador ha conocido los errores,
reticencias o inexactitudes de la declaración o hubiere debido conocerlos; o si después
de su celebración, se allana a que se subsanen o los acepta expresa o tácitamente

f) Si el siniestro no se ha producido, y el contratante hubiera incurrido


inexcusablemente en errores, reticencias o inexactitudes determinantes del riesgo
asegurado en la información que le haya solicitado el asegurador, el asegurador podrá
rescindir el contrato. La norma legal no contempla el plazo en que opera la rescisión en
este caso;

g) En el mismo supuesto de que el siniestro no se hubiere producido, si los errores,


reticencias o inexactitudes del riesgo asegurado o la falta de información no hubiesen
sido inexcusables y/o determinantes, el asegurador podrá, solamente, proponer una
modificación a los términos del contrato, para adecuar la prima o las condiciones de la
cobertura a las circunstancias no informadas.

h) Si el asegurado rechaza la proposición del asegurador o no le da contestación


dentro del plazo de diez días contado desde la fecha de envío de la misma, el
asegurador podrá rescindir el contrato pero la rescisión operará a la expiración del plazo
de treinta días contado desde la fecha de envío de la respectiva comunicación.

i) Si el siniestro ya se ha producido, proviniendo de un riesgo no informado, que


hubiese dado lugar a la rescisión del contrato de acuerdo a las reglas precedentes, el
asegurador quedará exonerado de su obligación de pagar la indemnización.

j) Si la desinformación no reviste la gravedad antes indicada, el asegurador tendrá


derecho a rebajar la indemnización en proporción a la diferencia entre la prima pactada
y la que se hubiese convenido en el caso de conocer el verdadero estado del riesgo.

Cabe hacer presente que en el seguro marítimo, el régimen de la información o


declaración de los riesgos está tratado en la forma tradicional, es decir, poniendo sobre
el asegurado, genéricamente, la obligación de informar al asegurador los riesgos a que
esta expuesta la materia asegurada, obligación que no está limitada a responder los
cuestionarios del asegurador (art. 1176).

874. Agravación de los riesgos

La agravación del riesgo durante el curso del contrato está tratada en el art. 526,
inmediatamente después de haber normado la información precontractual del riesgo que
a su vez está estrechamente vinculado con el art. 524, que contiene la enunciación de
las obligaciones del asegurado, el cual dispone que éste está obligado a: "5º No agravar
el riesgo y dar noticia al asegurador sobre las circunstancias que lleguen a su
conocimiento y que reúnan las características señaladas en el artículo 526".

Al igual que como acabamos de hacerlo a propósito del art. 525, examinaremos la
regulación de la agravación del riesgo que hace el art. 526, para extraer cada una de
las ideas incluidas en ella, partiendo por señalar que al igual que aquella, en ésta se
distingue entre agravaciones sustanciales y no sustanciales y entre aquellas que se
revelan antes o después de la ocurrencia de un siniestro.

a) Las normas sobre agravación de riesgo se aplican sólo en el caso de que las
agravaciones sean sustanciales, es decir, el asegurado, o contratante en su caso, está
obligado a informar al asegurador, solamente los hechos o circunstancias que agraven
sustancialmente el riesgo declarado, y sobrevengan con posterioridad a la celebración
del contrato.

b) Esa obligación debe cumplirse por el asegurado dentro de los cinco días siguientes
de haberlos conocido;

c) Se presume que el asegurado conoce las agravaciones de riesgo que provienen


de hechos ocurridos con su directa participación.

d) No existe necesidad de informar agravaciones que por su naturaleza, hubieren


podido ser conocidas de otra forma por el asegurador.

e) Si el siniestro no se ha producido, el asegurador, dentro del plazo de treinta días a


contar del momento en que hubiere tomado conocimiento de la agravación de los
riesgos, deberá comunicar al asegurado su decisión de rescindir el contrato o proponer
una modificación a los términos del mismo para adecuar la prima o las condiciones de
la cobertura de la póliza al verdadero estado del riesgo.

f) Si el asegurado rechaza la proposición del asegurador o no le da contestación


dentro del plazo de diez días contado desde la fecha de envío de la misma, este último
podrá dar por rescindido el contrato. En este último caso, la rescisión se producirá a la
expiración del plazo de treinta días contado desde la fecha de envío de la respectiva
comunicación.

g) Si el siniestro se ha producido sin que el asegurado, o el contratante en su caso,


hubieren efectuado la declaración sobre la agravación de los riesgos señalada en el
inciso primero, es decir, habiendo transcurrido cinco días desde que se produjo una
agravación sustancial que no fue informada por el asegurado, el asegurador quedará
exonerado de su obligación de pagar la indemnización respecto de las coberturas del
seguro afectadas por el agravamiento. Atendida la norma que analizaremos a
continuación, resulta inconcuso concluir que esta sanción que estamos analizando
procede en el caso que la agravación de riesgos sea de tal naturaleza que en caso de
haberla conocido previamente a la celebración del contrato, el asegurador se habría
excusado de asumir dicho riesgo.

h) No obstante, en caso que la agravación del riesgo hubiera conducido al asegurador


a celebrar el contrato en condiciones más onerosas para el asegurado, no habrá lugar
a la rescisión del contrato y la única opción del asegurador será impetrar por que la
indemnización se reduzca proporcionalmente a la diferencia entre la prima convenida y
la que se hubiera aplicado de haberse conocido la verdadera entidad del riesgo.

i) Salvo en caso de agravación dolosa de los riesgos, en todas las situaciones en que,
de acuerdo a los incisos anteriores, haya lugar a la terminación del contrato, el
asegurador deberá devolver al asegurado la proporción de prima correspondiente al
periodo en que, como consecuencia de ella, quede liberado de los riesgos.

j) Las normas sobre la agravación de riesgos no tendrán aplicación en los seguros de


personas, excepto en la modalidad de los seguros de accidentes personales.

La explicación de esta norma es clara: en los seguros de personas las agravaciones


del riesgo deben ser asumidas por el asegurador como una consecuencia natural a largo
plazo del riesgo que aceptan cubrir, salvo en los seguros de accidentes personales,
porque éstos son de corto plazo y el asegurador acepta emitir estas coberturas sobre la
base precisa de la situación del estado del riesgo determinada a la época de la
contratación.

875. Extinción, disminución y modificación de los riesgos

De la misma manera como los riesgos se pueden agravar, también es posible que los
riesgos asumidos por el asegurador a través del contrato de seguro, se extingan ya sea
absoluta o relativamente.

Decimos que el riesgo se extingue absolutamente cuando la cosa, derecho,


patrimonio o persona amparados por la póliza, dejan de estar expuestas al riesgo
asegurado.

Son ejemplo de cesación o extinción absoluta de los riesgos, entre otros, los
siguientes eventos:

1. El acaecimiento de un siniestro que consuma íntegramente el objeto del interés


asegurable, como por ejemplo, el naufragio del barco con toda la mercadería que
transportaba;

2. El incendio que causa la destrucción total de la cosa asegurada; y

3. Por el contrario, la certeza de que no ocurrirá siniestro, como es el caso del feliz
arribo del barco o la mercadería embarcada, o, en el seguro de garantía que ampara el
fiel cumplimiento de un contrato, el conocimiento de que ese contrato se ha cumplido.

En cualquier forma que se produzca la extinción absoluta de los riesgos, sus efectos
son que el seguro termina y se extingue toda responsabilidad para el asegurador.

No obstante, la terminación absoluta puede también ser parcial, si los riesgos se han
extinguido sólo respecto de parte de los objetos asegurados, como por ejemplo, si de
tres barcos que estaban cubiertos, arribaron felizmente dos, quedando uno, que todavía
se encuentra en viaje.

Otra alternativa que puede producirse es la disminución del estado o la intensidad del
riesgo, que es exactamente el caso opuesto a la agravación: un inmueble explotado
comercialmente como restaurant, pasa a ser destinado exclusivamente a fines
habitacionales; un inmueble vecino en el que se almacenaban productos inflamables,
se convierte en una oficina, etc. En todos estos casos disminuye el riesgo de incendio
que pendía sobre un inmueble asegurado y/o sus contenidos.

La nueva redacción del Código de Comercio, introducida por la ley Nº 20.667, se


ocupa de este tema en el art. 536, norma que se puede reducir, esquemáticamente a
las siguientes tres reglas:

a) Si el riesgo se extingue, el seguro termina;

b) Si disminuye, procede que se ajuste la prima al riesgo efectivo, lo que implicará una
negociación entre las partes sobre la cuantía del ajuste.

c) Las reglas anteriores no se aplican en el caso de disminución o extinción de riesgos


en los seguros de personas, salvo en su modalidad de accidentes personales, por las
mismas razones a que nos referimos en la parte final del párrafo anterior.
En el caso de extinción relativa de los riesgos, por traspaso del interés asegurable a
otra persona, conforme a las reglas de la póliza, es necesario que la Compañía
consienta en la transferencia del contrato de seguro, para que éste se entienda
subsistente en favor del adquirente del interés. El consentimiento se materializa
mediante un endoso. En todo caso, acepte o no el asegurador seguir con la cobertura a
favor del adquirente, el seguro se mantendrá en vigencia a su favor, por el término de
15 días, para darle tiempo al adquirente a conseguir seguro con otro asegurador.

La eventual terminación del seguro, en caso de que el asegurador no consienta en


continuarlo con el tercero adquirente, se produce en atención a la aplicación del principio
de que el seguro es un contrato intuito personae, es decir, celebrado en consideración
a la persona del asegurado.

No obstante lo dispuesto con anterioridad, en caso de transmisión por causa de


muerte del asegurado, del dominio o derechos que éste tenía en la cosa asegurada, el
C.Com. establece una regla especial en cuanto que el seguro corre en provecho del
adquirente, es decir, de sus herederos, sin necesidad de cesión o endoso, a menos que
conste evidentemente que el seguro fue consentido por el asegurador en consideración
exclusiva a la persona asegurada. En este caso, la norma es distinta a la que se aplica
en caso de transferencia de la cosa asegurada por acto entre vivos.

II) El interés asegurable

876. Nociones generales sobre el interés asegurable

El interés asegurable es uno de los principios generales del seguro que se encuentra
presente, al igual que la buena fe, en todo tipo o naturaleza de contrato de seguro y se
expresa en la máxima de que toda persona que contrate un seguro debe tener un interés
económico y legítimo en precaver un riesgo que pueda ocurrir y afectarle
económicamente.

El asegurado tiene ese interés como consecuencia de una multitud de situaciones


jurídicas o de hecho que lo puedan vincular a bienes materiales o a personas (partiendo,
lógicamente, por él mismo), de tal modo que pueda beneficiarse con la seguridad que
implica transferir los riesgos a la Compañía, o al contrario, verse perjudicado por un
suceso económicamente desfavorable si no ha contratado el seguro.

Si no existe el interés asegurable, no puede cobrarse legítimamente una


indemnización proveniente de un seguro, por la sencilla razón de que el hecho dañoso
no puede ser perjudicial para la persona que carezca de dicho interés y el seguro se
desligó completamente de la apuesta a principios del siglo XVIII.

La principal fuente del interés asegurable en los seguros de cosas es el derecho de


propiedad, toda vez que el propietario tiene un interés asegurable sobre sus bienes
propios, incluso aunque éstos se encuentren fuera de su posesión. También son fuente
de interés la posesión, otros derechos reales, como el usufructo, y los contratos, que
dan origen a múltiples derechos, tales como el arrendamiento, la hipoteca, la prenda, el
depósito, etc.

La norma general que lo rige actualmente es el art. 520, que dice que el asegurado
debe tener un interés asegurable, actual o futuro, respecto al objeto del seguro. En todo
caso es preciso que tal interés exista al momento de ocurrir el siniestro, agregando que
si el interés no llegare a existir, o cesare durante la vigencia del seguro, el contrato
terminará y el asegurado tendrá derecho a la restitución de la parte de la prima no
ganada por el asegurador correspondiente al tiempo no corrido.

Esta norma general se complementa con la del art. 546, para el interés asegurable en
el seguro de daños, y el art. 589, respecto a los seguros de personas.

El interés asegurable, denominado en algunos países "interés asegurado", podría


definirse como la relación que vincula al asegurado con el objeto de los riesgos que se
aseguran, interés que debe ser lícito y susceptible de valoración económica y que
constituye al asegurado en interesado en la conservación del objeto asegurado, cosa,
patrimonio, vida, salud o integridad personal, o, en otros términos, en que no se
produzca un siniestro que lo afecte.

El nuevo art. 513 del Código lo define en su literal n), diciendo que es aquel que tiene
el asegurado, en la no realización del riesgo sin perjuicio de lo dispuesto en el artículo
589 en relación a los seguros de personas.

Para Picard y Besson, se entiende por interés asegurable, aquel que tiene el
asegurado o el beneficiario en la no realización del riesgo, o dicho de otro modo, la
relación económica entre esta persona y la cosa asegurada, el valor patrimonial que
puede perderse para el asegurado o el beneficiario en caso de siniestro.

Cabe enfatizar que el interés asegurable está directa e inmediatamente relacionado


con el elemento del riesgo en el contrato de seguro.

En efecto si un objeto no está expuesto a un riesgo no se concibe que haya interés


en asegurarlo y de la misma manera si una persona no tiene interés en un objeto,
entonces no va a estar expuesta al riesgo de experimentar pérdida ni necesidad alguna
como consecuencia de un siniestro que afecte a dicho objeto.

Esta relación íntima entre el riesgo y el interés asegurable, acarrea la consecuencia


de que la falta de interés en una persona sobre la materia asegurada es símbolo y
manifestación evidente de que, al menos para dicha persona, no existe riesgo ni, por
consecuencia, causa que justifique la contratación del seguro.

Sánchez Calero precisa que "los conceptos de riesgo e interés son diversos, pero
relacionados íntimamente entre sí. Es más, riesgos de diversa naturaleza pueden incidir
sobre un mismo interés (por ejemplo, el interés del propietario sobre unas mercancías
puede verse lesionado por el riesgo de robo o el de incendio)". Sin embargo, acepta sin
reservas la interacción que entre ambos elementos se da, cuando coinciden,
expresando que "para que un determinado interés sea asegurable es preciso que esté
amenazado por un cierto riesgo".

Por otra parte, la noción del interés sirve para diferenciar al seguro de las relaciones
de juego o apuesta. En efecto, mediante el seguro se busca, en los seguros de daños,
mantener el patrimonio del asegurado y no aumentarlo por efecto del puro azar. "Así, la
indemnización no puede superar la medida de ese interés; de otra manera, el seguro
daría lugar a enriquecimiento, lo que es contrario a su esencia indemnizatoria". Por lo
tanto, es consecuencia de la aplicación de la noción de interés asegurable, el
denominado principio de indemnización, que consagra el artículo 550 del C.Com. para
los seguros de daños, según el cual el seguro es un contrato de mera indemnización y
no puede dar origen a que el asegurado obtenga de él ganancia alguna.
Ninguno de estos conceptos entorpece la posibilidad de que por medio del seguro se
cubra también la posibilidad concreta, basada en antecedentes reales, de acrecentar el
patrimonio mediante el ejercicio de una actividad, lo que ocurre con las distintas
variedades del seguro de lucro cesante, llamado también, en general, seguro de pérdida
de beneficios.

En cuanto a los seguros de personas, la noción del interés se desprende de la idea


exclusiva del perjuicio económico concreto y se extiende también a las relaciones
afectivas, empresariales y de negocios, profesionales o de otro orden, todas las cuales
presuponen la preocupación del beneficiario, de que el siniestro no ocurra.

877. Regulación del interés asegurable en la nueva legislación chilena

El nuevo art. 521 del C.Com., inserto entre las normas comunes a todo tipo de
seguros, no menciona al interés asegurable entre los elementos o requisitos esenciales
del contrato, de modo que puede contratarse un seguro (de daños) sin tener dicho
interés a la época de celebrarse el contrato.

Como corolario, la regla general sobre el interés asegurable que contempla el nuevo
art. 520 del C.Com. establece que el asegurado debe tener un interés
asegurable, actual o futuro, respecto al objeto del seguro. En todo caso es preciso que
tal interés exista al momento de ocurrir el siniestro.

Esta norma rige con plena eficacia y valor respecto de los seguros de daños, ya que,
en la misma línea, el art. 546 establece que "toda persona que tenga un interés
patrimonial, presente o futuro, lícito y estimable en dinero, puede celebrar un contrato
de seguros contra daños".

Por su parte, dentro de las normas que se refieren a los seguros marítimos, que son
siempre de daños, la normativa prescribe (art. 1164, que fue modificado por la ley
Nº 20.667), que puede tomar un seguro marítimo toda persona que tenga interés en la
conservación de la cosa asegurada mientras corra los riesgos de esa clase, sea que
ese interés afecte directamente a su patrimonio o a determinadas obligaciones suyas
con relación a la cosa asegurada, pero el artículo siguiente, el 1165, expresa que el
asegurado "solo debe justificar su interés asegurable en la época en que ocurra la
pérdida o daño a la cosa asegurada", coincidiendo en esto con la norma del art. 520.

Sin embargo, es forzoso reconocer que esta nueva norma legal chilena, y la
conclusión doctrinaria sobre su interpretación, que apuntan a que, en general, el interés
asegurable ha dejado de ser en Chile un requisito de validez del contrato de seguro,
salvo en los seguros de personas, no es absolutamente pacífica, como se verá a
continuación.

En efecto, bien podría sostenerse, sin falta de fundamento, que si es un hecho


indiscutible que el interés asegurable está indisolublemente ligado al riesgo, al punto
que no habiendo interés asegurable no hay riesgo, no se justificaría que la norma
general del art. 520 establezca que la falta de interés asegurable al tiempo de la
contratación no tenga sanción alguna y que de acuerdo al art. 521, el interés asegurable
haya dejado de ser un requisito esencial del contrato, en circunstancias que en esta
última norma el riesgo sigue siendo un requisito esencial. La situación es completamente
diferente, tratándose de los seguros de personas.

En efecto, el art. 589 del Código establece que "los seguros de personas pueden ser
contratados por el propio asegurado o por cualquiera que tenga interés. El seguro de
vida puede estipularse sobre la vida propia o la de un tercero, tanto para el caso de
muerte como para el de sobrevivencia o ambos conjuntamente".

Ello quiere decir que en el seguro de vida el requisito del interés asegurable se exige
a la época de ser contratado, ya que estamos en presencia de una norma imperativa,
por la regla general del art. 542, y en especial, porque estando redactada en una forma
aparentemente permisiva (dice "pueden" ser contratados), en realidad es prohibitiva,
porque a contrario sensu, sin el cumplimiento de ese requisito, no pueden ser
contratados.

Pero además, el inciso final del art. 589 establece que los seguros contratados en
contravención a estas normas serán absolutamente nulos y el asegurador estará
obligado a restituir las primas percibidas, pudiendo retener el importe de sus gastos.

De modo que por ambos razonamientos se llega a la misma conclusión: el interés


asegurable es un requisito esencial para la celebración del contrato de seguro de
personas en Chile.

878. Sanción para el caso que el interés no llegare a existir o cesare en los seguros de
daños

Como hemos visto, tratándose del seguro de daños, la nueva regulación del Código
de Comercio de Chile no contempla el interés asegurable como requisito al momento de
la celebración del contrato.

Pero el art. 520, regla general, pero que en realidad se encarna en los seguros de
daños y los marítimos expresa, que "si el interés no llegare a existir, o cesare durante la
vigencia del seguro, el contrato terminará y el asegurado tendrá derecho a la restitución
de la parte de la prima no ganada por el asegurador correspondiente al tiempo no
corrido".

Pero nada dice si estando todavía vigente el seguro y el asegurado sin tener el
esperado interés asegurable, sobreviene un siniestro. Esto lo regula, en cambio, el art.
546, relativo a los seguros de daños:

"Si carece de interés asegurable a la época de sobrevenir un siniestro, el asegurado


no podrá reclamar la indemnización; pero en todo caso tendrá el derecho que le otorga
el inciso segundo del artículo 520", es decir, a la restitución de la parte de la prima no
ganada por el asegurador correspondiente al tiempo no corrido.

En general, entonces, en el ámbito del seguro de daños la única sanción a la falta de


interés asegurable consiste en la ineficacia del contrato, es decir, la imposibilidad de
que el asegurado lo invoque para cobrar la indemnización de un siniestro que afecte a
la materia asegurada, y paralelamente la consecuencia de su terminación anticipada,
con derecho a obtener la restitución de la prima "no ganada por el asegurador por el
tiempo no corrido".

En cambio, tratándose de los seguros de personas, el nuevo art. 589 de nuestro


Código sanciona los seguros contratados sin interés asegurable, con la nulidad absoluta
del contrato. Su inciso final dispone, al efecto, como más arriba hemos visto, que "los
seguros contratados en contravención a estas normas serán absolutamente nulos y el
asegurador estará obligado a restituir las primas percibidas, pudiendo retener el importe
de sus gastos".
Declarada la nulidad de la póliza o ante la pérdida del derecho del asegurado a hacerla
efectiva para cobrar un siniestro, la mayoría de las legislaciones establecen, al igual que
la legislación chilena, que corresponde al asegurador devolverle al asegurado la prima
por el tiempo de vigencia restante, con retención del importe de los gastos del contrato.

El art. 589, sobre el interés asegurable en los seguros de personas, contiene una
norma especial en los seguros para el caso de muerte, según la cual, si son distintas las
personas del tomador del seguro y del asegurado, será preciso para el
perfeccionamiento del contrato, el consentimiento escrito de este último, con indicación
del monto asegurado y de la persona del beneficiario y no se podrá contratar un seguro
para el caso de muerte, sobre la cabeza de menores de edad o de incapacitados.

879. Extinción y decaimiento del interés asegurable

Evidentemente, el titular básico o primario del derecho a alegar la falta del interés
asegurable es el asegurador, al momento de constatarlo cuando se le reclama una
indemnización al amparo del contrato de seguro respectivo.

Pero tratándose del seguro de vida, un asegurado designado por un tercero tiene el
derecho, de objetarlo, así como también de solicitar la cancelación de la póliza si se ha
perdido el interés del tercero en su conservación.

De la misma manera como el asegurado puede no tener interés asegurable al


momento del contrato, pero tiene contemplado llegar a tenerlo en el futuro, también
puede desaparecer el interés que tenía, después del contrato y antes de presentarse un
siniestro, como igualmente verse atenuado, entrar en concurrencia con otros intereses
o traspasarse a terceros. Todas estas circunstancias tienen su efecto en el contrato de
seguro.

En resumen, si se produce el presupuesto de la desaparición y/o ausencia total del


interés asegurado en el momento en que el contrato de seguro debe comenzar a
producir sus efectos, o en la época que se haya convenido, o no subsiste dicho interés
a la época del siniestro, nos hallaremos ante un caso de ineficacia absoluta del contrato,
que es la solución aplicable bajo la nueva regulación chilena, según el art. 520, sobre el
interés asegurable en los seguros de daños y que también se aplica, en su caso, a las
situaciones reguladas por el art. 589, sobre el seguro de personas.

Por el contrario, el decaimiento o la disminución del interés asegurable, o su


concurrencia con otros distintos, no puede conducir, de ninguna manera, a la ineficacia
del seguro ni a la devolución de la prima, sino únicamente a una modificación del
contrato, con reducción de la suma asegurada y de la prima.

Un caso especial es el de la transmisión del objeto asegurado, pues si bien es cierto


que en tal caso desaparece el interés respecto al asegurado, se produce una
continuación del interés con relación al adquiriente. En este caso no hay cesación del
interés, sino transferencia del mismo, materia que constituye una situación totalmente
distinta, que tiene, también, una regulación especial en la ley.
Capítulo LVIII Obligaciones de las partes

880. Conceptos generales

El contrato de seguro es un contrato sinalagmático o bilateral, es decir, genera


obligaciones recíprocas para las dos partes que normalmente intervienen, el asegurador
y el asegurado.

Dichas obligaciones están reglamentadas en la ley y también en el texto de las


condiciones generales de cada póliza de seguro en particular, aún cuando en estas
últimas, bajo el límite de que no pueden transgredir las normas de la ley del contrato,
porque ésta es imperativa, a menos que contengan disposiciones más beneficiosas para
el asegurado.

La esencia y finalidad de todo contrato, y el seguro no es una excepción, está


constituida precisamente por las obligaciones que contraen las partes, una en beneficio
de la otra.

El contrato de seguro, como todo contrato bilateral, constituye un sistema armónico


de derechos y obligaciones correlativas entre las partes que en él intervienen, es decir,
lo que es una obligación para el asegurado, es un derecho para el asegurador y
viceversa, lo que es una obligación para el asegurador, es un derecho del asegurado.

El titular de un derecho emanado de un contrato, dispone de una acción judicial, ya


sea para obtener que la obligación correlativa se cumpla o para obtener la resolución
del contrato, en ambos casos con indemnización de perjuicios, en virtud de lo señalado
en el artículo 1489 del Código Civil.

Pero en el contrato de seguro, hay ciertos deberes del asegurado o del contrayente
que, si no son observados por él, el incumplimiento impide que el contrato nazca, o si
ha nacido lo hace caducar, o simplemente menoscaba, disminuye o impide el ejercicio
del derecho del asegurado a exigir la indemnización. Cuando una obligación está
estructurada de esta manera, cierto sector de la doctrina habla de la existencia de
cargas en vez de obligaciones.

De acuerdo con esta teoría, la expresión "obligaciones" estaría reservada para


designar a aquellos deberes impuestos a un sujeto en correspondencia a un interés de
la otra parte, a la cual le pertenece un derecho subjetivo y por ende, una acción para su
resguardo. Este es el caso de la obligación de pagar la prima: la obligación le
corresponde al asegurado, pero su cumplimiento le interesa al asegurador.

El concepto "cargas" en cambio, estaría reservado para designar a aquellos deberes


impuestos a una persona como condiciones, requisitos o exigencias contemplados por
la ley para ejercer un interés propio, cuya observancia es necesaria si se quiere alcanzar
un determinado resultado y cuya transgresión provoca la pérdida o un menoscabo de
dicho resultado. Es el caso de la carga de denunciar el siniestro: recae sobre el
asegurado, pero su cumplimiento le interesa a él mismo, porque si no avisa la ocurrencia
del siniestro al asegurador, no va a poder reclamar que éste le indemnice dicho siniestro.

Dentro de nuestra legislación, la referida distinción entre obligaciones y cargas no está


contemplada, no obstante lo cual, no hay ningún impedimento ni obligación de usarla o
no usarla, y de concebir la reglamentación de un contrato y/o su interpretación, hablando
de obligaciones, comprendiendo en el término las que son propiamente tales y las que
son cargas, o por el contrario que se hable de obligaciones y de cargas por separado.
La ley Nº 20.667 optó por mantener la denominación "obligaciones" en sentido genérico,
porque esa es la designación tradicional, que se usa uniformemente en nuestra
legislación de derecho privado y la que se ha usado siempre en la reglamentación legal
del seguro.

Por regla general, la falta de cumplimiento de una obligación, confiere al otro


contratante, como ya lo adelantamos, el derecho de pedir la resolución o terminación
del contrato o el cumplimiento del mismo, en ambos casos con indemnización de los
perjuicios experimentados.

En cambio, la infracción de una carga impuesta por el contrato, produce efectos


distintos: impide al contratante infractor, temporal o definitivamente, el ejercicio de su
derecho a reclamar el cumplimiento de las obligaciones de su contraparte.

En algunos casos será necesario que se le advierta a dicho contratante de que el


incumplimiento de su deber le impide ejercer un derecho, como sería el caso de que el
asegurado no presente los antecedentes necesarios para justificar y/o evaluar la
indemnización que ha reclamado: el asegurador o el liquidador, en su caso, lo instarán
a que los presente, advirtiéndole de las consecuencias de su renuencia a hacerlo.

I. Obligaciones del asegurado

881. Reseña general sobe las obligaciones del asegurado

El sujeto pasivo de las obligaciones y cargas que el contrato de seguro impone al


contrayente, puede ser este mismo o el asegurado si no coinciden las personas de uno
y otro. Es evidente, que si el contrayente y el asegurado son una misma persona, no
cabe plantearse el problema, pero si son personas distintas, se da el caso de que
pueden estar sujetos a obligaciones y cargas distintas y exclusivas.

Así por ejemplo, la obligación contemplada en el número 1º del artículo 556 del
C.Com., esto es, la de declarar sinceramente todas las circunstancias necesarias para
identificar la cosa asegurada y apreciar la extensión de los riesgos, es una obligación
que recae sobre el contrayente o tomador del seguro y no sobre el asegurado, a menos
que sea éste quien es el que lo contrata directamente en su propio beneficio.

Por su parte, la obligación contemplada en el número 3º del mismo artículo, vale decir,
la obligación de emplear todo el cuidado y celo de un diligente padre de familia para
prevenir el siniestro, es una carga que será exigible al asegurado si éste es el dueño o
poseedor del objeto asegurado. Pero también puede ser exigible al propio contrayente,
en el caso, por ejemplo, de los seguros contratados por un deudor sobre una cosa
propia, en beneficio del acreedor con garantía hipotecaria o prendaria sobre ella.

La determinación del sujeto pasivo de la obligación o carga es muy importante, sobre


todo para determinar los efectos de su infracción o incumplimiento.

Así, si el asegurado es el dueño y poseedor de la cosa objeto del seguro y el seguro


está constituido en su propio favor, la agravación deliberada de los riesgos ocasionada
por él, hace caducar su derecho a la indemnización en caso de siniestro.
En cambio, dicho efecto no se produce si el seguro está constituido para proteger a
un tercero, como por ejemplo, a un acreedor prendario o hipotecario, ya que éste no ha
infringido deber alguno que sea de su propio cargo.

El art. 513 f) de la ley define al contratante, contrayente o tomador diciendo que este
es "el que celebra el seguro con el asegurador y sobre quien recaen, en general, las
obligaciones y cargas del contrato".

Por su parte, los dos incisos finales del art. 524, que es el que precisamente contempla
las obligaciones del asegurado expresan lo siguiente:

"Si el tomador del seguro y el asegurado son personas distintas, corresponde al tomador
el cumplimiento de las obligaciones del contrato, salvo aquellas que por su naturaleza
deben ser cumplidas por el asegurado".

Y a continuación precisa:

"Las obligaciones del tomador podrán ser cumplidas por el asegurado". Aclarada esta
distinción previa entre contrayente y asegurado, e indicadas las normas legales que
determinan sobre quien pesan las obligaciones que a esta parte del contrato le
corresponden, pasaremos a analizar las obligaciones del asegurado, sobre la base de
la clasificación que de ellas se acostumbra y que las distribuye en tres grupos, a saber,
las que corresponde cumplir al tiempo de la celebración del contrato; las que deben
observarse durante la vigencia del seguro y por último, las que deben cumplirse después
de ocurrido el siniestro, por lo que nos iremos refiriendo a ellas en ese orden, es decir,
según el momento en que son exigibles.

882. a) Obligaciones al contratar el seguro

— Declaración precontractual de los riesgos que penden sobre el objeto de la relación


aseguradora propuesta.

El art. 524 Nº 1 expresa que el asegurado está obligado a "declarar sinceramente


todas las circunstancias que solicite el asegurador para identificar la cosa asegurada y
apreciar la extensión de los riesgos".

Esta obligación se cumple en la forma regulada por el art. 525.

— Información de otros seguros que amparen el mismo objeto.

La segunda de las obligaciones del contrayente o asegurado al tiempo de la


celebración del contrato, es la de declarar los demás seguros que pueda haber
contratado sobre los mismos objetos, que son materia del contrato que se celebra y está
expresada en el Nº 2º del art. 524, según el cual el asegurado está obligado a informar,
a requerimiento del asegurador, sobre la existencia de otros seguros que amparen el
mismo objeto.

Cabe hacer notar que, al igual que la obligación mencionada en el Nº 1, ésta debe
cumplirse "a requerimiento del asegurador".

— Declaración del interés asegurable.


Como hemos visto, para celebrar un seguro, el asegurado debe tener un interés
asegurable, esto es, un interés real en evitar los riesgos, estar interesado en que no se
produzca el siniestro, interés que se requiere que exista a la época del siniestro en el
seguro de daños, y no a la de celebración del contrato como lo preveía la legislación
anterior, situación que es distinta en el caso de los seguros de personas, ya que de
acuerdo al art. 589, en ellos dicho interés debe existir a la época de la contratación.

Muchas y muy variadas son o pueden ser, las calidades que constituyan al asegurado
en interesado en conservar la cosa asegurada y por lo tanto, una de las obligaciones
más importantes que a él le corresponden, es la de declarar, al momento de celebrar el
contrato, cual es la calidad que toma al contratar el seguro, es decir especificar el tipo
de interés asegurable que pueda detentar.

No obstante que no está contemplada como obligación legal, es una de las menciones
que deben tener las pólizas de acuerdo a lo señalado en el art. 518, Nº 3º, y la única
forma posible para que dicha mención se pueda materializar es que el asegurado dé
cuenta de su interés al asegurador, espontáneamente o a requerimiento de este.

El incumplimiento de esta obligación puede consistir, sea en que no se hace esta


declaración o porque la declaración efectuada es errónea o falsa.

Si no se hace la declaración al momento de contratar la póliza, el asegurado deberá


acreditar, al momento de reclamar una indemnización, que tenía algún interés legítimo
en conservar la cosa asegurada, tanto al contratar el seguro como al producirse el
siniestro, en los seguros de personas, o solo en este último momento en los demás
seguros.

Por el contrario, si la declaración es errónea, la Compañía puede excusarse de pagar


una indemnización por el siniestro, a menos que la equivocación no tenga ninguna
influencia en la determinación del necesario interés en la conservación de la cosa
asegurada que se exige al titular de la póliza.

883. b) Obligaciones que el asegurado debe cumplir durante el curso del contrato

— Pagar la prima.

La norma expresa textualmente que el asegurado debe "pagar la prima en la forma y


época pactadas".

— Ejercer el debido cuidado para prevenir el siniestro.

Durante la vigencia del contrato, el asegurado está obligado a emplear todo el cuidado
y celo de un diligente padre de familia para prevenir el siniestro. Esta obligación está
contenida en el artículo 524, Nº 4, del Código de Comercio y guarda estrecha relación
con lo dispuesto en el artículo 44 del Código Civil, que clasifica la culpa en culpa
levísima, leve y grave.

Para regular la obligación de cuidado que pesa sobre el asegurado, la ley utiliza el
parámetro tradicional para apreciar la diligencia ordinaria o común, cuya infracción da
lugar a la existencia de la culpa leve, esto es, el cuidado que emplearía un buen padre
de familia.
Como en la mayoría de los contratos bilaterales, el asegurado está obligado a emplear
en la prevención del siniestro el cuidado ordinario o común, es decir, responde de la
culpa leve, que es la falta de diligencia ordinaria o común.

Como hemos visto anteriormente, el artículo 531 del C.Com. establece que el siniestro
se presume ocurrido por un evento que hace responsable al asegurador, por lo que
corresponde al asegurador probar que ha sido causado por un hecho que no lo
constituye en responsable de sus consecuencias, según el contrato o la ley.

Salvo excepciones, la falta del cuidado que se debe emplear en la prevención del
siniestro, es algo que sólo queda de manifiesto una vez ocurrido el siniestro. En efecto,
una vez ocurrido éste, es posible examinar, con los antecedentes de que se va a
disponer en ese instante, si el siniestro ha ocurrido precisamente como consecuencia
de la falta de la diligencia o cuidado debidos en la conservación del objeto y en la
prevención del siniestro.

Dentro de la obligación general de cuidado del objeto asegurado está comprendida la


de observar las garantías que se hayan establecido en la póliza.

El art. 513 l) define a las "garantías" previstas o acordadas en un contrato de seguro


como "los requisitos destinados a circunscribir o disminuir el riesgo, estipulados en un
contrato de seguro como condiciones que deben cumplirse para que haya lugar a la
indemnización en caso de siniestro".

— No agravar los riesgos y/o información al asegurador de la ocurrencia de una


agravación.

El art. 524 Nº 5º obliga al asegurado a "no agravar el riesgo y dar noticia al asegurador
sobre las circunstancias que lleguen a su conocimiento y que reúnan las características
señaladas en el artículo 526".

No agravar los riesgos asumidos por la Compañía, es una de las más importantes
obligaciones del asegurado.

Esta obligación específica está estrechamente ligada con la obligación genérica de


cuidar el objeto asegurado a que nos hemos referido en el número anterior y a propósito
de la cual el asegurado responde hasta de la culpa leve. Es más, Baeza acentúa esta
característica afirmando que es difícil, en la práctica, distinguirla de aquélla.

Sin embargo, bajo las normas de la nueva legislación del contrato de seguro, se hace
indispensable establecer la diferencia en cada caso concreto, entre el incumplimiento
de la obligación de cuidado y lo que es una agravación del riesgo propiamente dicha
porque esta última está sujeta a un régimen que le es propio y específico.

884. c) Obligaciones luego de producirse el siniestro

— Salvar la cosa asegurada o conservar sus restos

Señala el art. 524 Nº 6º, que el asegurado está obligado en caso de siniestro, a "tomar
todas las providencias necesarias para salvar la cosa asegurada o para conservar sus
restos".
Producido el siniestro, el asegurado tiene que adoptar todas las providencias y
precauciones para limitar las consecuencias del siniestro, evitar que éste se extienda,
hasta donde le sea posible hacerlo y, por último, velar porque los restos queden
debidamente custodiados, ya que siempre éstos tendrán un valor que pueda ser
imputado a la indemnización, o que permita a la empresa aseguradora resarcirse en
parte de las pérdidas.

En estos casos, el valor de venta de los restos (el salvataje), menos los gastos
producidos en su conservación y liquidación, se imputan a la indemnización que debe
satisfacer la Compañía aseguradora, o alternativamente, como hemos dicho, sirven
para que el asegurador recupere en parte el monto de lo que haya tenido que
desembolsar por concepto de la indemnización.

A pesar de que el Código habla de la "cosa asegurada" al referirse a esta obligación,


pudiendo hacer pensar que ésta se aplica sólo a los seguros reales, resulta evidente
que el principio de cuidado a que nos estamos refiriendo, tiene aplicación en cualquier
tipo de seguro.

La justificación de este deber se encuentra tanto en la naturaleza misma del seguro,


que es un contrato de buena fe, como eventualmente en la salvaguarda de los derechos
de subrogación del asegurador y principalmente, en la observación del principio de no
agravación de los riesgos, ya que toda falta de diligencia de parte del asegurado, en lo
concerniente a la salvación o custodia de los objetos del seguro, importa en el fondo
una agravación del riesgo transferido al asegurador.

Antes de terminar con este punto, cabe señalar que el inciso antepenúltimo del art.
524 prescribe que "el asegurador deberá reembolsar los gastos en que razonablemente
haya incurrido el asegurado para cumplir las obligaciones expresadas en el número 6º
y, en caso de siniestro inminente, también la que prescribe el número 4º. El reembolso
no podrá exceder la suma asegurada". Esta es una obligación del asegurador que
estudiaremos más adelante.

— Notificar al asegurador. Obligación de denunciar el siniestro a la Compañía

Según el art. 524 Nº 7º, el asegurado debe "notificar al asegurador, tan pronto sea
posible una vez tomado conocimiento, de la ocurrencia de cualquier hecho que
pueda constituir o constituya un siniestro".

Se trata ésta, de la segunda de las obligaciones que corresponde cumplir al


asegurado después de ocurrido un siniestro, y consiste en comunicar su ocurrencia al
asegurador, haciéndole una relación circunstanciada de las causas, consecuencias y
demás datos que permitan a la Compañía imponerse debidamente de los hechos,
discernir sobre su cobertura y evaluar las pérdidas. Por su naturaleza, se trata de una
carga, porque se trata de un deber que está establecido como una de las condiciones
de las que depende que el asegurado obtenga la indemnización. El asegurado debe
efectuar la notificación o aviso al asegurador tan pronto sea posible una vez tomado
conocimiento.

No se trata, entonces, de un plazo fijo y determinado. La regla debe ser interpretada


en el sentido de que el aviso debe ser presentado con razonable prontitud o rapidez y
sujeto a dos franquicias que la ley contempla en beneficio del asegurado:

a) a la posibilidad material de hacer el aviso (tan pronto sea posible), y


b) a que haya tomado conocimiento del siniestro.

Junto con la obligación de avisar oportunamente a la Compañía, las pólizas


prescriben, en algunos casos, que el asegurado tiene la obligación de dejar constancia
policial, o de reclamar judicialmente o de hacer efectiva una protesta 15ante la autoridad
que corresponda, por los hechos constitutivos del siniestro, para que se inicie la
investigación correspondiente y salvaguardar los derechos de subrogación que
eventualmente le correspondan a la Compañía aseguradora (e incluso los suyos
propios, como es el caso regulado en el transporte terrestre, por ejemplo).

La razón de estas exigencias se encuentra en la circunstancia de que el conocimiento


oportuno que del siniestro tenga el asegurador, le permite tomar medidas que eviten el
incremento de los daños, salvar sus eventuales derechos de subrogación y, además,
constatar el siniestro, investigar sus causas y evaluar los daños producidos de un modo
fehaciente.

— Acreditar la ocurrencia del siniestro, sus circunstancias y consecuencias.

Por último, el art. 524 Nº 8 prescribe que el asegurado está obligado a acreditar la
ocurrencia del siniestro denunciado, y declarar fielmente y sin reticencia, sus
circunstancias y consecuencias. En otros términos, el asegurado debe justificar su
derecho a la indemnización del siniestro que le ha afectado.

No es una repetición de la obligación de aviso tratada precedentemente, sino que su


complemento, que apunta a la liquidación del siniestro.

Nos encontramos aquí frente a una de las más importantes obligaciones que el
asegurado debe cumplir con posterioridad a la ocurrencia de un siniestro y que
constituye una típica carga que le impone la ley, como requisito para que pueda tener
derecho a ser indemnizado.

Cabe recordar nuevamente, que de acuerdo a lo prescrito por el artículo 531 del
C.Com., el siniestro se presume ocurrido por un evento que hace responsable al
asegurador, y que la prueba de que el siniestro se ha debido a un accidente que no
constituye responsable al asegurador, le corresponde a este último, según lo establece
el inciso final de dicha norma.

Por lo tanto, la obligación que estamos aquí analizando, impone al asegurado el deber
de acreditar:

a) La ocurrencia del siniestro;

b) Que los hechos constitutivos de dicho siniestro correspondan al riesgo asegurado,


es decir, que estén amparados por la póliza correspondiente; y

c) El monto de los daños.

Respecto a los dos primeros literales precedentes, las cargas del asegurado se
reducen simplemente a exponer los hechos ocurridos y en su caso, facilitar el examen
material del objeto asegurado por parte del asegurador, o el liquidador designado por
éste, pues usualmente los hechos hablan por sí mismos. De allí en adelante el
asegurador, o el liquidador independiente, en su caso, podrán requerir antecedentes
adicionales de parte del asegurado o de terceros para establecer con precisión la
cobertura del siniestro.
En cuanto a la determinación del monto de los daños, o en otros términos, la cuantía
del siniestro, basta que el asegurado exponga en términos generales su naturaleza o
especie, una estimación preliminar sobre su monto y la probable causa de estos y que
facilite la inspección del objeto de la cobertura afectado por el siniestro por parte del
asegurador o el liquidador que éste designe.

Esa apreciación de los daños es importante, a lo menos para encasillar el siniestro


dentro de alguna de las alternativas que contempla el art. 543 del C Com., respecto a
los mecanismos de solución de conflictos entre asegurado y asegurador.

Resulta evidente que no es necesario probar que el siniestro haya acaecido en el


tiempo de vigencia de la póliza, porque a este respecto las pólizas, por lo general, se
bastan a sí mismas, y en consecuencia, sólo es necesario señalar la fecha precisa o
estimada en que se produjo el siniestro, para que con la sola lectura de la póliza se
compruebe si el accidente está amparado por la cobertura o no.

885. Regla que determina sobre quiénes recae el cumplimiento de las obligaciones
que hemos estudiado precedentemente

Como se ha adelantado, los dos incisos finales del art. 524 contemplan las reglas que
determinan en quien recae el cumplimiento de las obligaciones del asegurado en caso
que el tomador del seguro y el asegurado sean personas distintas, expresando el
primero de dichos incisos, que corresponde al tomador el cumplimiento de las
obligaciones del contrato, salvo aquellas que por su naturaleza deben ser cumplidas por
el asegurado.

Pero el inciso final determina que las obligaciones del tomador pueden ser cumplidas
por el asegurado.

II. Obligaciones del Asegurador

886. a) Entregar la póliza

La primera obligación que le corresponde al asegurador de acuerdo a la ley, es la de


entregarle la póliza al asegurado.

El artículo 519 del C.Com. señala que perfeccionado el contrato de seguro entre el
asegurador y el asegurado o su mandatario, el primero deberá entregar la póliza al
segundo, o al corredor que la hubiera intermediado, dentro del término de 5 días
contados desde la fecha del ajuste.

Por su parte, el corredor que haya intermediado el contrato deberá entregar la póliza
al asegurado dentro de los cinco días hábiles siguientes a su recepción de parte de la
compañía aseguradora.

El inciso final de este artículo establece como sanción para el incumplimiento de la


obligación que cabe al asegurador, y al corredor, en su caso, de entregar la póliza
conforme a lo más arriba expresado que consiste en que el asegurado tiene derecho de
reclamar la indemnización de los daños y perjuicios que pudiera haber experimentado
por este motivo, al asegurador o al corredor de seguros, si ha intervenido uno, o a
ambos, si los dos han incurrido en atraso.

Normalmente el atraso será inocuo para el asegurado. Pero no lo será si necesita la


póliza para cumplir con un requisito legal, reglamentario o contractual y se vea afectado
por no poder cumplir con dicho requisito por culpa del atraso en la entrega del
documento por parte del asegurador y/o el corredor.

Evidentemente que será afectado también, si en el lapso intermedio sucede un


siniestro y se pretendiere negarle la cobertura ya convenida y perfeccionada, a efectos
de lo cual la póliza le serviría como medio de prueba, pues recordemos que el seguro
es ahora un contrato consensual y la póliza no es otra cosa que un testimonio escrito de
ese contrato, que no puede rehuir ni apartarse del tenor de lo convenido.

887. b) Prestarle asistencia al asegurado

El art. 529 Nº 1) contempla la obligación del asegurador de prestar asistencia al


asegurado, en los siguientes términos:

"Cuando el seguro fuere contratado en forma directa, sin intermediación de un corredor


de seguros, prestar asesoría al asegurado, ofrecerle las coberturas más convenientes a
sus necesidades e intereses, ilustrarlo sobre las condiciones del contrato y asistirlo
durante toda la vigencia, modificación y renovación del contrato y al momento del siniestro.
Cuando el seguro se contrate en esta forma, el asegurador será responsable de las
infracciones, errores y omisiones cometidos y de los perjuicios causados a los
asegurados".

En el D.F.L. Nº 251, que regula la actividad aseguradora, ya se había establecido esta


obligación para los corredores de seguros independientes, en términos similares a la
norma que estamos analizando, y de una manera muy incompleta para el caso de los
seguros contratados por el asegurado con agentes del asegurador, situación en la cual
se contempla una referencia muy genérica a la responsabilidad del asegurador. La
norma del D.F.L. Nº 251 que contempla este régimen es el art. 57.

Como consecuencia de esta nueva norma, el asegurado puede requerirle, no solo al


corredor o a los agentes del asegurador, sino a este mismo, la asistencia que requiera
en conexión con los seguros que desea contratar o que haya contratado, en la forma y
oportunidad que los Artículos 529 1) del C.Com. y el art. 57 del D.F.L. Nº 251,
complementariamente contemplan, a saber:

a) En cuanto a cuáles son las coberturas más convenientes a las necesidades de


protección e intereses que manifieste;

b) Tanto al momento de contratar como durante la vigencia de la póliza, explicación y


aclaración sobre las condiciones del contrato;

c) Asistencia durante toda la vigencia, modificación y renovación del contrato; y

d) Asistencia al momento del siniestro.

El asegurador, o el corredor en su caso, serán responsables de las infracciones,


errores y omisiones cometidos y de los perjuicios causados a los asegurados, con
ocasión del incumplimiento o cumplimiento defectuoso de las obligaciones que
establece esta norma.

888. c) La obligación condicional del asegurador de indemnizar el siniestro

La obligación de indemnizar los siniestros que ocurran al amparo de la póliza de


seguro que emita es, sin duda, la más importante de las obligaciones que impone el
contrato de seguro al asegurador, y ha sido erigida por el legislador en requisito esencial
de su validez.

En efecto, según ya vimos, el art. 521 establece que son requisitos esenciales del
contrato de seguro, el riesgo asegurado, la estipulación de prima y la obligación
condicional del asegurador de indemnizar.

Y reafirma su importancia cuando en el inciso segundo de dicha disposición se


expresa que "La falta de uno o más de estos elementos acarrea la nulidad absoluta del
contrato".

El término indemnizar proviene de la expresión indemne, lo que etimológicamente


(proviene del latín) significa "sin daños". Ello nos muestra, de antemano, que la finalidad
de la indemnización es, en último término (y deberemos agregar que, ordinariamente,
constituye un máximo), dejar a la persona del asegurado, en términos económicos,
como si no hubiese experimentado daño a consecuencia del siniestro.

El art. 529 2) se refiere a la obligación de indemnizar en forma genérica, porque para


el legislador es perfectamente válido convenir cualquiera forma en que ella se exprese
o materialice, contrariamente a lo que disponía el antiguo art. 550 del C.Com., según el
cual el asegurador contraía principalmente la obligación de pagar el total o parte de la
suma asegurada, lo que implicaba una referencia directa al pago de una suma de dinero
como única forma de indemnizar.

Este concepto se refuerza al leer el art. 563, titulado "Forma de indemnizar", según el
cual "el asegurador deberá indemnizar el siniestro en dinero, a menos que se haya
estipulado que pueda hacerlo mediante la reposición o reparación de la cosa
asegurada". Aunque esta norma esté inserta en la Sección II, dedicada a los seguros
de daños, ilustra el criterio amplio del legislador al respecto, fuera de la consideración
de que no existe norma alguna que la circunscriba, en otro tipo de seguros.

Para la procedencia de la obligación de indemnizar, es necesario que concurran los


siguientes requisitos:

a) Que exista un contrato de seguro y que este contrato sea válido;

b) Que el asegurado haya cumplido con todas las obligaciones y cargas que le impone
el contrato de seguro y la ley;

c) Que ocurra un siniestro por alguno de los riesgos previstos y cubiertos en la


respectiva póliza; y

d) Que el siniestro ocurra durante la vigencia del contrato.

889. d) Obligación de reembolsar ciertos gastos al asegurado

Esta obligación está contemplada en el penúltimo inciso del art. 524 que prescribe
que el aseguradora deberá "reembolsar los gastos en que razonablemente haya
incurrido el asegurado para cumplir las obligaciones expresadas en el número 6º y, en
caso de siniestro inminente, también la que prescribe el número 4º".

La obligación del asegurado que consigna el Nº 6 del art. 524, consiste en que, en
caso de siniestro, él deberá tomar todas las providencias necesarias para salvar la cosa
asegurada o para conservar sus restos, gestiones en cuya ejecución es muy posible
que el asegurado deba incurrir en gastos para cumplirla.

La del Nº 4º consiste en emplear el cuidado y celo de un diligente padre de familia


para prevenir el siniestro, en la que también está presente la posibilidad de incurrir en
gastos derivados de su ejecución.

Estas dos obligaciones que el legislador pone de cargo del asegurado, ceden en
realidad, total o íntegramente, en beneficio del asegurador, porque ambas tienen por
objeto evitar o minimizar los daños indemnizables, en un caso tratando de evitar el
siniestro, y en el otro, por la vía de salvar del siniestro ya producido a la cosa asegurada
o de minimizar los daños, salvando los restos, porque todo lo que se salve no será
indemnizado o servirá para que el asegurador, luego de indemnizar, venda el producto
del salvataje. Para que surja esta obligación, debe tratarse de un siniestro que encuentre
cobertura dentro de la respectiva póliza de seguros, porque en caso contrario los
cuidados y deberes que exigen los numerales 4º y 6º del art. 524 no beneficiarán al
asegurador en lo absoluto, por lo que mal podría éste, estar en la obligación de
reembolsarlos. La frase final de este inciso prescribe que "el reembolso no podrá
exceder la suma asegurada".
Capítulo LIX La prima

890. Concepto y estipulación. Importancia

El art. 513 q) define a la prima como "la retribución o precio del seguro" y ella se
encuentra regulada por los arts. 527 y 528 del C.Com.

La estipulación de prima es la causa o motivo que induce al asegurador a celebrar el


contrato, y por otra, constituye un requisito de validez de éste, según lo establece el art.
521, de modo que si falta dicha estipulación, ello acarrea la nulidad absoluta del contrato
de seguro, según lo prescribe el inciso segundo de dicha norma legal.

De acuerdo a lo que establece el inciso segundo del mismo artículo, la prima puede
consistir en una cantidad de dinero, en la entrega de una cosa o en la ejecución de un
hecho estimable en dinero, lo que admite la posibilidad de que su importe sea pagado:

a) en dinero, lo que constituye la norma general, siendo del caso hacer notar que en
Chile, su monto, al igual que el del seguro (o suma asegurada), deben estar expresados
en unidades de fomento, en moneda extranjera u otra modalidad de reajuste que acepte
la Superintendencia, según lo establece el art. 8º del D.F.L. Nº 251 que regula el
comercio de seguro;

b) con una cosa o cosas, es decir, mediante una dación en pago; y

c) mediante la prestación de un servicio o un hecho estimable en dinero, como por


ejemplo, el pago de seguros mediante servicios de publicidad que el asegurado le preste
al asegurador que brinda la cobertura.

891. Cálculo y determinación de la prima

La determinación de la prima debe ser siempre, al menos en teoría, la consecuencia


de un cálculo técnico correcto. En la práctica, sin embargo, en muchos casos es el
resultado de una negociación comercial ordinaria, en cuyo ajuste influyen otros factores.

La determinación "técnica" de la prima a cobrar, debe considerar todos los factores o


elementos integrantes para fijarla y que son los siguientes:

a) El costo técnico de los riesgos, o la llamada prima pura, que es el porcentaje sobre
la suma asegurada determinado por la ley de los grandes números y el cálculo de las
probabilidades, en correspondencia a la frecuencia estadística con que ocurren
siniestros en el ramo respectivo. La prima pura, así determinada, debe ser suficiente
para financiar, única y exclusivamente, el pago de los siniestros estimados como de
ocurrencia probable para el período de que se trate.

b) A lo anterior hay que agregar el costo de producción o de venta de los seguros, lo


que debe incluir los gastos en que la Compañía incurre para promover los seguros que
ofrece y celebrar cada negocio en particular, costo que está normalmente representado,
respectivamente, por los gastos de publicidad y por la comisión del corredor o agente.
c) El costo de administración, que debe incluir la proporción de gastos en que la
empresa aseguradora incurre para hacer funcionar su actividad mercantil.

d) Los impuestos y gravámenes que afectan directamente a la prima y que en nuestra


legislación, después de sucesivas modificaciones legales están reducidos
exclusivamente al 19% de IVA. Ello salvo que se trate de seguros contratados en
compañías no establecidas en Chile, caso en el cual se aplica, además, el impuesto
adicional contemplado en el art. 59 Nº 3 del Código Tributario, que es de un 22%
tratándose de seguros y de un 2% si se trata de reaseguros; y

e) La utilidad determinada o esperada por la Compañía, como resultado final de sus


operaciones.

892. Obligación de pagar la prima

Según lo establece el Nº 3º del art. 524, el asegurado está obligado a pagar la prima
en la forma y época pactadas.

En correspondencia con la anterior disposición, el artículo 518 Nº 8 del Código señala


que una de las menciones que debe incluir la póliza "a lo menos", consiste en indicar "la
prima del seguro, y el tiempo, lugar y forma de su pago".

Esta obligación del asegurado, según lo pactado por las partes, puede que deba
cumplirse al momento de la contratación de la póliza o durante la vigencia del contrato.

Si el pago de la prima es la condición que debe cumplirse para que el contrato surta
efectos, es decir, que entre a operar la cobertura efectiva del riesgo, la obligación de
pagarla viene a ser, en realidad, una condición suspensiva de la entrada en vigencia del
contrato.

En los demás casos, que es lo corriente, el pago de la prima Deberá efectuarse, según
el inciso final del art. 527, "al entregarse la póliza, el certificado de cobertura o el endoso,
según corresponda, y deberá hacerse en el domicilio del asegurador o en el de sus
representantes, agentes o diputados para el cobro".

La prima en su forma ordinaria puede pagarse de una vez o parcialmente por meses
o por años; en todo caso, es exigible desde que el asegurador comienza a correr los
riesgos y si es pagadera parcialmente, cada cuota debe ser cancelada al principio de
cada uno de los respectivos períodos.

893. Incumplimiento de la obligación de pagar la prima

Según dispone el texto del art. 528, "La falta de pago de la prima producirá la
terminación del contrato a la expiración del plazo de quince días contado desde la fecha
de envío de la comunicación que, con ese objeto, dirija el asegurador al asegurado y
dará derecho a aquél para exigir que se le pague la prima devengada hasta la fecha de
terminación y los gastos de formalización del contrato.

Producida la terminación, la responsabilidad del asegurador por los siniestros


posteriores cesará de pleno derecho, sin necesidad de declaración judicial alguna.

De acuerdo a esta norma, en caso de falta de pago de la prima, para desligarse de


responsabilidad por los siniestros sobrevinientes el asegurador deberá provocar la
terminación anticipada del contrato, la que se producirá a la expiración del plazo de
quince días contado desde la fecha de envío de la comunicación que, con ese objeto,
le dirija al asegurado.

Como puede advertirse, esta solución legal ha venido a institucionalizar el sistema de


la cláusula contractual que ya existía en uso en el mercado.

Como corolario de lo anterior, el inciso segundo de esta disposición estatuye que solo
después de producida la terminación en la forma antedicha, "la responsabilidad del
asegurador por los siniestros posteriores cesará de pleno derecho, sin necesidad de
declaración judicial alguna".

En todo caso, la falta de pago de la prima dará derecho al asegurador para exigir que
se le pague la prima devengada hasta la fecha de terminación y los gastos de
formalización del contrato.

Los siniestros ocurridos con anterioridad a esa oportunidad deberán ser cubiertos.

Dada la trascendencia que tiene, deberá cuidarse que el envío de la referida


comunicación conste en forma fehaciente, a lo menos por carta certificada dirigida al
domicilio del asegurado, informado por este al contratar el seguro, o su cambio posterior.

Lo más importante es que, como una excepción a las reglas generales contempladas
en el derecho chileno, la terminación del contrato, cumplidos los requisitos enunciados
se producirá sin necesidad de declaración judicial.

894. Casos de quiebra

El nuevo art. 540 del C.Com., regula las situaciones en caso de quiebra y trata, en
primer lugar, de la quiebra del asegurador.

Al efecto, el inciso primero expresa que, declarada la quiebra del asegurador estando
pendientes los riesgos, el asegurado podrá poner fin anticipado al contrato, en cuyo
caso tendrá derecho a la devolución proporcional de la prima, o bien a exigir que el
concurso afiance el cumplimiento de las obligaciones del fallido.

El inciso segundo señala que si ocurriere la quiebra del asegurado antes de pagarse
el total de la prima, el asegurador tiene las mismas opciones alternativas, esto es, poner
fin anticipado al contrato o exigir que el concurso afiance el cumplimiento de las
obligaciones del fallido.

Si en uno u otro caso, el concurso o el síndico no otorgaren la fianza dentro de los


cinco días siguientes a la solicitud respectiva, terminará el seguro.

La norma precisa que la solicitud de que el concurso o el síndico afiancen el


cumplimiento de las obligaciones del fallido, ha de ser una solicitud judicial.

895. Devolución de la prima

El nuevo art. 527 del C Com., dispone que "...el asegurador gana la prima desde el
momento en que los riesgos comienzan a correr por su cuenta, y tendrá derecho a
percibir o retener su totalidad en caso que fuera procedente la indemnización por un
siniestro de pérdida total o finalizase la vigencia de acuerdo con el artículo
523. Convenida la vigencia de la cobertura por un plazo determinado, la prima se
devengará proporcionalmente al tiempo transcurrido".

Conforme a este sistema, el asegurador tiene derecho a la totalidad de la prima, sólo


en caso de que fuere procedente la indemnización por un siniestro de pérdida total, o
de finalizar la vigencia del seguro como consecuencia de una resolución judicial, en el
caso previsto en el inciso final del art. 523, según el cual a falta de estipulación sobre la
extinción de la cobertura, "corresponderá al tribunal competente determinar hasta
cuándo correrán los riesgos por cuenta del asegurador, tomando en consideración la
naturaleza del seguro, las cláusulas del contrato, los usos y costumbres y las demás
circunstancias pertinentes".

El sistema de la devolución proporcional ligada al devengo de la prima a medida que


va transcurriendo la vigencia de la cobertura, es una alternativa que se ha ido
difundiendo en el derecho comparado, que figura entre las más modernas legislaciones
del mundo, entre ellas, la de Alemania, que entró en vigencia el 1º de enero de 2008.

896. Privilegio del crédito de la compañía contra el asegurado por las primas que se le
adeuden

De acuerdo a lo que dispone el artículo 2465 del Código Civil, por toda obligación que
mantenga pendiente, el deudor responde con todo su patrimonio, incluidos bienes raíces
o muebles, presentes o futuros, exceptuados solamente los que de acuerdo a la ley no
pueden ser embargados.

El crédito que tiene la Compañía aseguradora por las primas adeudadas, es un crédito
privilegiado correspondiente a la segunda clase, de acuerdo al artículo 2474 del Código
Civil.

Por su parte, el artículo 846, Nº 5º del C.Com. establece que son un crédito
privilegiado respecto de la nave, los correspondientes a las primas de seguro, sean de
casco o de responsabilidad, contratados sobre ella para el último viaje. Los créditos
privilegiados del art. 846 son de segunda clase (en grado posterior, dice la norma)
respecto de los que contempla el art. 844.

En consecuencia, el asegurador tiene, sobre las cosas objeto de un seguro, un


privilegio de segunda clase para el cobro de la prima.

Tener un privilegio de segunda clase significa que en caso de existir bienes suficientes
para el pago de los créditos de primera clase, los acreedores con privilegio de este tipo
pueden accionar sobre los bienes afectos a privilegio de segunda clase y pagarse con
preferencia a todos los otros acreedores.

Si concurren varios aseguradores entre sí, o con otros acreedores con privilegios de
segunda clase, sobre un mismo o mismos bienes pertenecientes al deudor insolvente,
concurrirán a prorrata de los créditos respectivos, si no alcanzan todos a pagarse
íntegramente.
Capítulo LX Terminación e ineficacia del contrato de seguro

897. Nulidad por falta de alguno de los requisitos esenciales del contrato

Como ya hemos visto, el art. 521 establece que son requisitos esenciales del contrato
de seguro, el riesgo asegurado, la estipulación de prima y la obligación condicional del
asegurador de indemnizar.

A continuación agrega que la falta de uno o más de estos elementos acarrea la nulidad
absoluta del contrato de seguro.

El inciso final del art. 521 agrega que son nulos absolutamente, también, los contratos
que recaigan sobre objetos de ilícito comercio y sobre aquellos no expuestos al riesgo
asegurado o que ya lo han corrido.

No hay ninguna particularidad en la nulidad absoluta de los contratos que recaigan


sobre objetos de ilícito comercio, pero sí la hay —más sólo aparentemente— en las
causales vinculadas a la no exposición al riesgo asegurado o que provienen de que éste
ya se ha corrido.

La novedad es solo aparente, porque ambos casos dan cuenta explícitamente de


situaciones en las cuales falta uno de los requisitos de validez que contempla el primer
inciso de esta norma: el riesgo.

La existencia de la disposición, entonces, sólo se justifica por el interés del legislador


de hacer énfasis y aplicación de este requisito, que tanta importancia tiene en el contrato
de seguro.

898. Término de la vigencia del contrato

La ineficacia del contrato surge aquí, como consecuencia de la llegada del momento
previsto por las partes para que expire la cobertura. El contrato termina, porque se acaba
el espacio de tiempo pactado por las partes para que rigiera: deja de tener aplicación.

Respecto a este elemento fundamental, el sometimiento de la validez del contrato al


elemento temporal, se refiere el art. 523, conforme al cual, "los términos de la vigencia
del contrato serán fijados en la póliza".

Acto seguido, el art. 523 expresa que "en defecto de estipulación sobre el inicio de la
cobertura, los riesgos serán de cargo del asegurador a partir del momento en que se
perfeccione el contrato", agregando que en caso de falta de estipulación sobre su
extinción, corresponderá al tribunal competente determinar hasta cuándo correrán los
riesgos por cuenta del asegurador, tomando en consideración la naturaleza del seguro,
las cláusulas del contrato, los usos y costumbres y las demás circunstancias pertinentes.

Es digno de destacar, el hecho de que en esta norma encontramos uno de los pocos
llamados expresos que hace el legislador a los usos y costumbres como fuente de
derecho.
899. Declaración incorrecta o reticencia del contratante sobre la extensión de los
riesgos

Como vimos anteriormente, la primera de las obligaciones del asegurado al contratar


es la de "declarar sinceramente todas las circunstancias que solicite el asegurador para
identificar la cosa asegurada y apreciar la extensión de los riesgos" (art. 524 Nº 1).

Si esa declaración es incorrecta y guarda relación con una información que el


asegurador le haya solicitado proporcionar al asegurado, según lo previene el art. 525,
aquel podrá rescindir el contrato, a condición de que el contratante hubiera incurrido
inexcusablemente en errores, reticencias o inexactitudes determinantes del riesgo.

Los requisitos para que opere la rescisión en este caso, son los siguientes:

a) Que se trate de errores, reticencias o inexactitudes en la información, que sean


determinante del riesgo, en el sentido de que influyan directa y gravemente en la
peligrosidad, grado o intensidad del riesgo.

b) Que esa información haya sido solicitada por el asegurador;

c) Que el asegurador no haya conocido o debido conocer por sí mismo dichos


antecedentes sobre el riesgo antes de celebrar el contrato;

d) Que el asegurador no acepte (no se allane) a que se subsanen ni los acepte


expresa o tácitamente; y

e) Que la reticencia del asegurado en informarlo haya sido inexcusable.

Evidentemente estamos analizando una situación dentro del supuesto fáctico de que
el siniestro no se ha producido, toda vez que en caso contrario, el art. 525 contempla
una solución diferente.

Por último, cabe señalar que en caso de que los errores, reticencias o inexactitudes
sobre el riesgo asegurado no revisten alguna de las características precisadas
anteriormente, el asegurador sólo podrá proponer una modificación a los términos del
contrato, para adecuar la prima o las condiciones de la cobertura a las circunstancias
no informadas.

900. Agravación sustancial de los riesgos no informada al asegurador

El art. 526 contempla otra posibilidad para que el asegurador pueda poner término
anticipado al contrato de seguro, que surge de la situación conocida como "agravación
de riesgos", esto es un aumento de la intensidad o del grado del riesgo que fue aceptado
por el asegurador, ocurrida con posterioridad a la celebración del contrato, sea que dicha
agravación provenga de causas imputables al asegurado o provenga de circunstancias
ajenas a éste, a condición de que dicha agravación de los riesgos sea "sustancial".

Esta norma expresa que si el siniestro no se ha producido, el asegurador podrá, dentro


del plazo de treinta días a contar del momento en que hubiere tomado conocimiento de
dicha agravación de riesgo, terminar el contrato, a cuyo efecto deberá comunicar al
asegurado su decisión de rescindirlo, a menos que opte por la alternativa de proponer
una modificación a los términos del mismo para adecuar la prima o las condiciones de
la cobertura de la póliza.
En este último caso, si el asegurado rechaza la proposición del asegurador o no le da
contestación dentro del plazo de diez días contado desde la fecha de envío de la misma,
el asegurador podrá también dar por rescindido el contrato, caso este último en que la
rescisión se producirá a la expiración del plazo de treinta días contado desde la fecha
de envío de la respectiva comunicación.

La facultad que concede esta norma al asegurador, para poner término al contrato o
proponer una modificación a sus condiciones, no está sujeta al requisito de que el
asegurado haya incumplido su obligación de comunicarle dicha agravación, ya que solo
está condicionada —evidentemente— a que el asegurador "hubiere tomado
conocimiento de la agravación de los riesgos".

La única alternativa bajo la cual no cabe aplicar estas sanciones está dada en caso
que "el asegurador, por la naturaleza de los riesgos, hubiere debido conocer la
agravación y la "hubiere aceptado expresa o tácitamente".

Salvo en caso de agravación dolosa de los riesgos, en todas las situaciones en que,
de acuerdo a lo anteriormente expresado, haya lugar a la terminación del contrato, el
asegurador deberá devolver al asegurado la proporción de prima correspondiente al
periodo en que, como consecuencia de ella, quede liberado de los riesgos.

901. Falta de pago de la prima

De acuerdo a lo prevenido en el art. 528, la falta de pago de la prima producirá la


terminación del contrato a la expiración del plazo de quince días contado desde la fecha
de envío de la comunicación que, con ese objeto, dirija el asegurador al asegurado.

Por lo tanto, dicha terminación se produce a condición de que el asegurador decida


acogerse a esta disposición, enviando al efecto la comunicación indicada en el art. 528.

Ello no obsta al derecho del asegurador para exigir que se le pague la prima
devengada hasta la fecha de terminación y los gastos de formalización del contrato.

Solo desde el momento en que, conforme a lo anteriormente indicado, se produzca la


terminación del contrato, cesará de pleno derecho la responsabilidad del asegurador por
los siniestros posteriores, sin necesidad de declaración judicial alguna.

Lo anterior significa que esta norma introduce dos modificaciones al sistema normal
que rige la resolución de los contratos por incumplimiento de las obligaciones de una de
las partes:

a) Se produce de pleno derecho, sin necesidad de declaración judicial alguna; y como


consecuencia,

b) No puede ser enervada por el pago de la prima adeudada que haga el asegurado
moroso, luego del envío de la comunicación, a menos que el asegurador lo acepte.

902. Ineficacia del contrato en los casos de siniestros originados en dolo o culpa grave
del propio asegurado

La norma del art. 535 del Código, según la cual el asegurador no está obligado a
indemnizar el siniestro que se origine por dolo o culpa grave del asegurado o del tomador
en su caso, salvo pacto en contrario para los casos de culpa grave, no está dirigida a la
ineficacia definitiva del contrato, es decir, no contempla ni la nulidad ni la terminación
anticipada del mismo, sino solamente a privar de cobertura en el caso concreto, o sea,
de la eficacia natural del contrato de seguro, que es la de permitir al asegurado obtener
del asegurador, la indemnización de los siniestros que sufra.

Esta norma permite naturalmente cubrir los siniestros a causa de culpa leve del propio
asegurado y además, por pacto expreso, los provenientes de culpa grave de éste.

Los únicos siniestros que por evidentes razones de orden público están
absolutamente excluidos de cobertura, legalmente, son los causados dolosamente por
el propio asegurado.

903. Terminación anticipada del contrato por extinción de los riesgos o del interés
asegurable. Situación de la disminución de riesgos

Se enfatiza en la doctrina que el seguro existe para cubrir riesgos; que en


consecuencia sin riesgo la institución no se justifica y que la falta de riesgo anula el
contrato porque aquél es un requisito de validez de éste.

En estricta concordancia con lo anteriormente expresado, el art. 536 del C.Com.


expresa que el seguro termina si el riesgo se extingue después de celebrado el contrato.

Producido dicho efecto, si aún restara vigencia temporal al contrato, el asegurador


deberá hacer devolución de la prima proporcional correspondiente, salvo el caso que la
extinción se produzca precisamente por un siniestro a causa de dichos riesgos.

La misma disposición regula la situación derivada de una disminución de los riesgos,


estableciendo que en ese caso, la prima se ajustará al riesgo que efectivamente asuma
el asegurador desde el momento en que éste tome conocimiento de ello.

Prescribe, sin embargo, que esta regla no tendrá aplicación en los seguros de
personas, salvo en la modalidad de accidentes personales, lo que se justifica, porque
en la mayoría de los seguros de personas, sobre todo los de duración indefinida, a largo
plazo, o por toda la vida del asegurado, la disminución de riesgos, al igual que su
agravación, a la que se refiere el inciso final del art. 526, figuran entre las contingencias
naturales del contrato y deben estar contempladas en el cálculo de la prima
correspondiente.

Tratándose del interés asegurable, el art. 520 contempla la norma general que le es
aplicable, en tanto que el art. 546 trata del interés en el seguro de daños y el art. 589 se
refiere al interés asegurable en los seguros de personas.

El primero sanciona en forma expresa, solamente la circunstancia de que el interés


no llegue a existir después de haberse celebrado el contrato, y lo hace determinando la
terminación del contrato. Recordemos que salvo en los seguros de personas, es válida
la celebración de un contrato de seguro sin la existencia de un interés asegurable en
ese momento, pero debiendo existir éste, a lo menos, a la época del siniestro, solución
que también se aplica a los seguros marítimos.

Si a la época del siniestro no existe el interés asegurable, porque nunca existió, o


porque habiendo existido, se extinguió con posterioridad, la sanción consiste en la
ineficacia del contrato, es decir, la imposibilidad de que el asegurado lo invoque para
cobrar la indemnización de un siniestro que afecte a la materia asegurada, y
paralelamente la terminación del contrato con el derecho del asegurado a obtener la
restitución de la prima "no ganada por el asegurador por el tiempo no corrido".

Así queda establecido en el art. 546, sobre el interés asegurable en los seguros de
daños, que dice:

"Toda persona que tenga un interés patrimonial, presente o futuro, lícito y estimable en
dinero, puede celebrar un contrato de seguros contra daños.

Si carece de interés asegurable a la época de sobrevenir un siniestro, el asegurado


no podrá reclamar la indemnización; pero en todo caso tendrá el derecho que le otorga
el inciso segundo del artículo 520".

Tratándose de los seguros de personas, el art. 589 de nuestro Código sanciona los
seguros contratados sin interés asegurable, con la nulidad absoluta del contrato, es decir
con la sanción que contemplaba la antigua legislación para la carencia del interés
asegurable en todo tipo de seguros.

Recordemos que el interés asegurable es un elemento que está íntimamente


relacionado con el riesgo, toda vez que no puede haber riesgo que afecte a alguien que
no tenga interés en la conservación de lo que está expuesto a dicho riesgo.

904 Terminación anticipada voluntaria

Esta situación está prevista en el art. 537, según el cual las partes podrán convenir
que el asegurador pueda poner término anticipadamente al contrato, con expresión d e
las causas que lo justifiquen, salvo las excepciones legales.

En todo caso, la terminación del contrato por voluntad del asegurador, que haya sido
expresamente convenida en el contrato —porque si no está convenida, no procede—
se producirá a la expiración del plazo de treinta días contado desde la fecha de envío
de la respectiva comunicación que al efecto debe dirigirle el asegurador al asegurado.

Por su parte, el asegurado podrá poner fin anticipado al contrato, sin limitación de
pacto previo, salvo las excepciones legales, con la única condición de que se lo
comunique al asegurador. La ley no señala un plazo para que esta última extinción
anticipada produzca efectos.

En ambos casos la prima se reducirá en forma proporcional al plazo corrido, salvo el


caso de haber ocurrido un siniestro de pérdida total, en el que se entenderá devengada
totalmente, conforme lo dispuesto en el art. 527.

Como se advierte, la forma de devolución de la prima es igual en cualquiera de las


dos alternativas, por voluntad del asegurado o del asegurador.

905. El retracto de seguros celebrados a distancia

Los contratos de seguro celebrados a distancia son una figura enteramente nueva
que introdujo la ley Nº 20.667, y que abre paso a la contratación electrónica o digital de
seguros y en el futuro, probablemente, por otros medios similares que ponga a
disposición el avance vertiginoso de la tecnología.
Este tipo de contratos está definido por el art. 513 letra v), según el cual son aquellos
que se han convenido entre las partes "mediante cualquier sistema de transmisión y
registro digital o electrónico de la palabra escrita o verbal".

En ellos, bajo el influjo de una norma semejante que contempla la ley de protección
del consumidor, el art. 538 establece que el contratante o asegurado tendrá la facultad
de retractarse de estos contratos dentro del plazo de diez días, contado desde que
reciba la póliza, sin expresión de causa ni cargo alguno, teniendo el derecho a la
devolución de la prima que hubiere pagado. La norma no pone límites a esta devolución,
de modo que solo cabe entender que se trata de la totalidad de la prima que haya
pagado.

Este derecho no podrá ser ejercido por el asegurado si se hubiere verificado un


siniestro, ni en el caso de los contratos de seguro cuyos efectos terminen antes del
señalado plazo de diez días que la ley establece para hacer efectivo el retracto.

906. Ineficacia del seguro por proporcionar el asegurado información sustancialmente


falsa al asegurador

El art. 539, preceptúa que el contrato de seguro es nulo si el asegurado, a sabiendas,


proporciona al asegurador información sustancialmente falsa al prestar la declaración
sobre la intensidad de los riesgos que le corresponden a la cosa asegurada, de acuerdo
al número 1º del artículo 524 y se resuelve si incurre en esa conducta al reclamar la
indemnización de un siniestro.

En ambos casos, pronunciada la nulidad o la resolución del seguro, el asegurador


podrá retener la prima o demandar su pago y cobrar los gastos que le haya demandado
acreditarlo, aunque no haya corrido riesgo alguno, sin perjuicio de la acción criminal.

Las acciones criminales a que esta norma se refiere son las previstas,
respectivamente, en los numerales 6º y 10º del art. 470 del Código Penal. Este último,
introducido precisamente por la ley Nº 20.667.

907. Situaciones en caso de quiebra

El art. 540 del C.Com. regula los casos de terminación anticipada del contrato de
seguro a causa de quiebra (liquidación concursal) del asegurado o del asegurador.

Esta norma prescribe que declarada la quiebra del asegurador estando pendientes
los riesgos, el asegurado podrá poner fin anticipado al contrato, en cuyo caso tendrá
derecho a la devolución proporcional de la prima, o bien a exigir que el concurso afiance
el cumplimiento de las obligaciones del fallido.

Por su parte, el asegurador tiene la misma opción si ocurriere la quiebra del asegurado
antes de pagarse el total de la prima, que es la situación que tiene mayores
probabilidades de ocurrencia, atendido que las compañías de seguros están sujetas a
un estrecho control sobre la sanidad de sus finanzas, por las normas legales del D.F.L.
Nº 251, de 1931.

En uno u otro caso, si el concurso o el síndico no otorgaren la fianza dentro de los


cinco días siguientes a la solicitud judicial respectiva, terminará el seguro.
En el caso de quiebra del asegurador, los créditos de los asegurados por siniestros
ocurridos con anterioridad a la quiebra gozarán de la preferencia del número 5 del
artículo 2472 del Código Civil, que corresponde a la primera clase.
Capítulo LXI Normas especiales sobre los seguros de
daños

908. Exposición introductoria

Siguiendo la mejor doctrina y legislación contemporánea, que tiende a uniformarse en


relación a este punto, el nuevo art. 544 del C.Com., último de la Sección Primera del
Título VIII del Libro II, clasifica los seguros en seguros de daños o de personas y a los
primeros, en reales o patrimoniales.

Acto seguido dedica la Sección Segunda, arts. 545 y siguientes, a regular los seguros
de daños y más adelante, la Sección Tercera, arts. 588 a 601 inclusive, a normar los
seguros de personas.

Cabe señalar que una parte de los seguros de daños, los marítimos, tienen una
normativa propia, atendido su particularismo en el derecho comercial: el Código les
dedica el Título VII del Libro III. Pero ese Título parte por advertir, en el art. 1173, que
se aplicarán a los seguros de que trata dicho Título, los marítimos, las disposiciones de
las Secciones Primera y Segunda del Título VIII del Libro II del Código, salvo en las
materias que dicho Título regule de otra manera. Vale decir que se aplican a dichos
seguros marítimos, las normas generales aplicables a todo tipo de seguros, que
contempla la Sección Primera del Título VIII del Libro II, y las normas generales
aplicables particularmente a los seguros de daños, de que trata la Sección Segunda.

909. Concepto y clasificación de los seguros de daños. Regla general sobre su


contratación

Según lo precisa el art. 545, los seguros de esta especie tienen por objeto la
indemnización de los daños sufridos por el asegurado y pueden recaer sobre cosas
corporales, derechos o sobre un patrimonio.

Conforme a esta definición, los seguros de daños se clasifican en reales, o de cosas,


y en patrimoniales.

Como su nombre lo indica, los seguros reales están destinados a indemnizar los
daños o la pérdida de cosas o bienes que tienen una materialidad física, como una casa,
un auto, mercaderías, etc.

Los seguros patrimoniales protegen el patrimonio del asegurado, considerado como


un todo, que puede verse afectado por erogaciones o pérdidas provenientes de
eventualidades distintas a los daños que directamente afectan a los elementos que lo
integran.

En este tipo de seguros, la ley ha mantenido como regla general la modalidad de


contratación "a valor propuesto". En efecto, es responsabilidad del asegurado la fijación
del monto asegurado, sin que ella comprometa al asegurador, salvo las excepciones
que estudiaremos más adelante.

910. El interés asegurable en los seguros de daños


Si bien es cierto, las nuevas normas del Código de Comercio han dejado de considerar
al interés asegurable como un requisito de validez del contrato de seguro, ello no resta
importancia a este elemento del contrato de seguro, lo que queda de manifiesto si
examinamos las disposiciones legales que lo hacen aplicable a los seguros de daños
(art. 546, en general, y arts. 1164 y 1165 en el seguro marítimo) y a los seguros de
personas (art. 589).

Como adelantamos, el interés asegurable está regulado en el seguro de daños por el


art. 546, el cual expresa que toda persona que tenga un interés patrimonial, presente o
futuro, lícito y estimable en dinero, puede celebrar un contrato de seguros contra daños.

Como se advierte, esta norma enfatiza que el interés patrimonial en la conservación


del objeto asegurado puede estar presente al contratar el seguro, o en alguna época
futura, como sería el caso de un seguro que cubra a un objeto que actualmente no se
tiene, para que esté amparado cuando llegue a poder del asegurado. Como hemos
dicho, la misma orientación sigue el art. 1165 del Código, en la regulación de los seguros
marítimos.

Por lo tanto es válido el seguro con un interés asegurable futuro.

El inciso segundo de la disposición que estamos analizando provee que si el


asegurado carece de interés asegurable a la época de sobrevenir un siniestro, no podrá
reclamar la indemnización; pero en todo caso tendrá el derecho que le otorga el inciso
segundo del artículo 520, según el cual si el interés asegurable no llegare a existir, o
cesare durante la vigencia del seguro, el contrato terminará y el asegurado tendrá
derecho a la restitución de la parte de la prima no ganada por el asegurador
correspondiente al tiempo no corrido a partir de ese momento y hasta la fecha que
estaba prevista para el término del contrato.

Por su parte el art. 547 establece que sobre el mismo objeto asegurado pueden
concurrir distintos intereses asegurables, los que podrán cubrirse simultánea, alternativa
o sucesivamente hasta concurrencia del valor de cada interés.

En relación a este punto, el antiguo art. 518 del C.Com. tenía una característica útil:
mencionaba algunas de las fuentes más comunes de interés asegurable: las del
asegurado que es propietario, copartícipe, fideicomisario, usufructuario, arrendatario,
acreedor o administrador de bienes ajenos, y en general cualquiera otra que lo
constituya interesado en la conservación del objeto asegurado. Todas estas calidades
y otras más que pueden existir, dan lugar a que el interesado contrate seguros, por lo
que de esa forma se da la concurrencia de intereses asegurables a que se refiere este
artículo.

Si bien no figura en la nueva legislación sobre el contrato, nada impide utilizar


doctrinariamente esta norma anterior, a título explicativo o de referencia.

911. El principio de indemnización

Todos los seguros de cosas y seguros pecuniarios o patrimoniales, muy


particularmente los primeros, son contratos de indemnización, es decir, el importe
pagadero al producirse la eventualidad dañosa contra la que se asegura una persona,
constituye una indemnización, es decir una restitución del patrimonio afectado al estado
que tenía con anterioridad a la ocurrencia del siniestro. Esta es, por otra parte, la
etimología del término indemnizar, que proviene de la expresión indemne, que significa
sin daño.
Pero por otra parte, el principio de indemnización constituye, a la vez, un límite del
monto pagadero en caso de siniestro que afecte a las cosas, toda vez que lo máximo
que pagará la Compañía aseguradora es, precisamente, la magnitud de la pérdida
económica del asegurado, representada por los daños sufridos por dicha cosa. No más
que eso.

Entre los seguros de daños, particularmente en aquellos que tienen el carácter de


reales o de cosas, adquiere toda su importancia relevante el principio de indemnización,
el cual está indisolublemente relacionado, a su vez, con el valor del bien asegurado y
con el grado de interés que el asegurado posea en dicha cosa. El asegurado no tiene
derecho a recibir nada por encima del importe de su pérdida e incluso puede recibir
menos, si funciona alguna de las limitaciones establecidas en la póliza que se haya
contratado (por ejemplo, un deducible), o las que proceden por norma legal (por ejemplo,
el prorrateo en caso de infraseguro).

En los seguros de daños patrimoniales también se indemniza el valor de los daños o


perjuicios que sufra una persona cuando ellos afectan a su patrimonio, y esto aunque
en el caso particular la indemnización ceda en beneficio de un tercero perjudicado, como
en el caso del seguro de responsabilidad civil. Pero esta indemnización no está referida
a una cosa u objeto determinado, sino al patrimonio en sí mismo; es decir, el monto de
esos seguros no se fija en relación a un valor conocido, sino en relación a la cuantía de
la eventual erogación o perjuicio sufrido por el desembolso o la disminución que pueda
afectar al patrimonio del asegurado.

El principio de indemnización, con ese preciso nombre, está regulado en el art. 550,
según el cual "respecto del asegurado, el seguro de daños es un contrato de mera
indemnización y jamás puede constituir para él la oportunidad de una ganancia o
enriquecimiento".

912. Aseguramiento de universalidades

La ley admite expresamente el aseguramiento de universalidades, con o sin


designación específica de las cosas que las componen.

Para estos efectos se entiende por universalidad, un conjunto de cosas vinculadas


entre sí para un propósito determinado o por la sola circunstancia de encontrarse
albergadas en un mismo lugar, como por ejemplo, las mercaderías que un comerciante
tiene almacenadas en su bodega.

El art. 548 del Código de Comercio, aplicando este concepto, expresa que los
establecimientos industriales, mineros, agrícolas, comerciales, los cargamentos
terrestres, marítimos y aéreos y, en general, las universalidades o conjuntos de bienes
que por su ubicación u otra circunstancia sean materia de un mismo seguro, se podrán
asegurar con o sin designación específica de los bienes que los contengan o
compongan.

Agrega que los muebles que constituyen el menaje de una casa pueden ser también
asegurados en esa misma forma, salvo los que tengan un gran precio, como las alhajas,
cuadros de alto valor, objetos de arte u otros análogos, los cuales serán asegurados con
designación específica, es decir, individualizándolos específicamente, uno a uno.

Concluye la disposición estableciendo que, en cualquier caso, el asegurado deberá


individualizar los objetos asegurados y justificar su existencia y valor al tiempo del
contrato.
Seguros de esta naturaleza son también aquellos que en la práctica se cubren bajo la
modalidad de pólizas con declaración mensual de valores (DMV), que cubren
existencias o inventarios variables, como las mercaderías de la bodega de un
comerciante o las cosas depositadas en un almacén de depósito warrant. En
estos casos la declaración mensual no sólo tiene por objeto ajustar la responsabilidad
del asegurador a estas variaciones de los inventarios y su valor, sino también, el de las
primas correspondientes.

913. El vicio propio

En el texto original del Código, la ley se refería al vicio propio en el art. 552, y prescribía
que el asegurador no estaba obligado a indemnizar la pérdida o deterioro procedentes
del vicio propio de la cosa, como tampoco los provenientes de un hecho personal del
asegurado o de un hecho ajeno que afecte civilmente la responsabilidad de éste.

En el nuevo texto de la ley los casos de vicio propio, están tratados en el art. 549, que
forma parte de las normas aplicables exclusivamente a los seguros de daños, el cual
establece la regla de que el asegurador no responderá de la pérdida o daño proveniente
de vicio propio de la cosa asegurada, a menos de pacto especial que estipule lo
contrario.

Termina esta norma definiendo al vicio propio como "el germen de destrucción o
deterioro que llevan en sí las cosas por su propia naturaleza o destino, aunque se las
suponga de la más perfecta calidad en su especie".

914. Aseguramiento del lucro cesante

Se denomina lucro cesante, a la privación de una ganancia o utilidad a la que una


persona tiene derecho en virtud de un crédito que actualmente le pertenece o de una
actividad que genera ingresos ciertos y determinables en forma objetiva. Son ejemplos
típicos, el lucro cesante que experimenta el dueño de un taxi con motivo de paralizarse
su explotación a causa de un choque y el del comerciante cuyo negocio se incendia.

El lucro cesante no consiste, entonces, en una mera expectativa o posibilidad de


ganancia, sino en un derecho real, concreto, válido y vigente que le permite a su titular
obtenerlo y/o reclamarlo.

En atención a lo anterior, la doctrina había llegado a la conclusión de que no podía


caber duda que el lucro cesante es asegurable, porque al igual que el daño emergente,
constituye un perjuicio real y efectivo que puede sufrir el asegurado en caso de siniestro,
de acuerdo a lo dispuesto en el art. 1556 del Código Civil, que contiene una regla de
aplicación general en esta materia, el cual señala que una persona puede experimentar,
a título de perjuicios, tanto el daño emergente como el lucro cesante.

La circunstancia de que el seguro sea un contrato de mera indemnización no se opone


ni resta validez al seguro emitido para cubrir un lucro cesante, ya que, por ser un
perjuicio real y efectivo, es indemnizable, tanto como lo es el daño emergente.

Pero si bien es asegurable el lucro cesante que emana de un derecho adquirido con
anterioridad al hecho dañoso, o de una actividad estable que genera ingresos ciertos,
distinta es la situación de las ganancias que una persona aspira a obtener
eventualmente en el futuro. En este caso se trata de una mera expectativa, que no
constituye un derecho actual y efectivo, que no es actualmente exigible y que por lo
tanto no puede ser objeto del seguro.
El nuevo art. 551 del C.Com., admite expresamente el aseguramiento del lucro
cesante del asegurado, pero advirtiendo que para que esté cubierto, deberá ser pactado
expresamente.

Las compañías aseguradoras son reticentes a amparar este tipo de perjuicios y son
muy cuidadosas en emitir pólizas de seguro que no los incluyan, limitándose a cubrirlo
solo con pólizas especialmente emitidas al efecto.

915. El valor de las cosas y la suma asegurada. Su importancia

En los seguros de daños, a los que se aplica plenamente el principio de indemnización


del que hemos hablado tantas veces con anterioridad, y muy especialmente en los
seguros de cosas, justamente para hacer respetar ese principio, el monto del perjuicio
indemnizable se determina fundamentalmente por dos factores: el valor de la cosa
asegurada y el monto del seguro o suma asegurada.

No obstante, también tiene importancia establecer el interés que sobre la cosa


asegurada posee el titular de la póliza. Desde este último punto de vista, pueden
presentarse diversas situaciones, comenzando por el supuesto que el asegurado sea
dueño exclusivo del bien asegurado, caso en que tendría derecho a obtener una
indemnización íntegra, equivalente, eso sí como máximo, al valor de la cosa asegurada.

Pero si su interés fuere distinto, como en el caso del propietario de una cuota del bien
asegurado y no del total, o como en los casos del acreedor hipotecario, del usufructuario,
del arrendatario, etc., la indemnización total que teóricamente correspondería, deberá
reducirse a la proporción del interés que el asegurado tenga en la conservación de la
misma cosa.

Establecido el hecho de que las diversas fuentes de interés que una persona puede
tener respecto del objeto asegurado, se traducirán en formas de indemnización distintas
y proporcionadas a la magnitud de dicho interés, pasaremos a considerar los factores
esenciales en la determinación de la indemnización, a que más arriba nos referíamos,
esto es, el valor de la cosa asegurada y el monto del seguro.

En relación a la suma asegurada y al límite de la indemnización pactado en los


seguros de daños, el nuevo art. 552 prescribe lo siguiente:

"La suma asegurada constituye el límite máximo de la indemnización que se obliga a


pagar el asegurador en caso de siniestro y no representa valoración de los bienes
asegurados.

En los seguros reales la indemnización no excederá del valor del bien ni del respectivo
interés asegurado al tiempo de ocurrir el siniestro, aun cuando el asegurador se haya
constituido responsable de una suma que lo exceda.

Si la cantidad asegurada consistiere en una cuota, se entenderá que ésta se refiere al


valor que tenga el objeto asegurado al momento del siniestro.

En los seguros patrimoniales la indemnización no podrá exceder, dentro de los límites de


la convención, del menoscabo que sufra el patrimonio del asegurado como consecuencia
del siniestro".
De su lectura queda literalmente en claro que la suma asegurada constituye el límite
máximo de la indemnización que se obliga a pagar el asegurador en caso de siniestro y
que ella no representa valoración de los bienes asegurados.

La última frase de este primer inciso especifica legalmente un concepto importante,


que estaba claro en la doctrina pero sobre el cual la redacción legal anterior era poco
clara: la suma asegurada indicada en la póliza no significa que ese sea el valor de la
cosa asegurada y que a partir de ella se regule la indemnización, salvo las excepciones
que establece la ley.

El inciso segundo de este artículo expresa que en los seguros reales la indemnización
no excederá del valor del bien ni del respectivo interés asegurado al tiempo de ocurrir el
siniestro, aun cuando el asegurador se haya constituido responsable de una suma que
lo exceda.

Esta norma ratifica y refuerza la regla anterior y aplicándola a los seguros reales,
precisa que la indemnización de los siniestros que afecten a estos bienes está sujeta a
dos límites:

a) El valor del bien asegurado al tiempo del siniestro; y

b) El del interés asegurable que sobre dicha cosa tenga el asegurado, también a la
época del siniestro.

Acto seguido la norma legal indica, dentro de la misma línea de entendimiento, que si
la cantidad asegurada consistiere en una cuota, se entenderá que ésta se refiere al valor
que tenga el objeto asegurado al momento del siniestro.

Para terminar con las precisiones sobre la suma asegurada, este artículo pone un
límite a la responsabilidad del asegurador en los seguros patrimoniales, estableciendo
que en estos la indemnización no podrá exceder, dentro de los límites de la convención,
del menoscabo que sufra el patrimonio del asegurado como consecuencia del siniestro.

Tomando en consideración las disposiciones legales arriba citadas, queda en claro


que, de acuerdo al Código, teniendo siempre en cuenta el máximo que impone la suma
asegurada, el límite de la responsabilidad del asegurador, y por consiguiente de los
perjuicios indemnizables, es, en los seguros reales, el valor del objeto asegurado, y en
los patrimoniales, el efectivo daño patrimonial del asegurado, y todo ello aunque el
seguro se haya contratado por una cantidad superior, lo que por otra parte, guarda
estricta concordancia con lo señalado en el artículo 550 del mismo Código, que
consagra el principio de indemnización.

916. Valoración de la cosa asegurada. Los seguros con valor convenido o aceptado

El art. 554 del Código reglamenta la valoración de la cosa asegurada en los seguros
reales, estableciendo que dicho valor puede ser establecido mediante una estimación
expresamente pactada al momento de celebrarse el contrato, pero que, no constituye
valoración convenida la sola enunciación de la suma asegurada en la póliza, ni la
declaración relativa al valor de los bienes hecha unilateralmente por el asegurado en la
propuesta o en otros documentos.

Lo que ocurre es que normalmente se deja constancia de la suma asegurada en todas


las pólizas, pero esta mención o declaración no corresponde, salvo el caso excepcional
que analizaremos luego, a una fijación convenida, o un acuerdo entre las partes
respecto al valor efectivo de los bienes asegurados, sino que constituye, simplemente,
la especificación del límite de la responsabilidad del asegurador, cualquiera que sea el
monto de los daños efectivos experimentados por el objeto asegurado a consecuencia
del siniestro. La suma asegurada es, así, el máximo de responsabilidad, hasta cuya
concurrencia el asegurador se obliga a pagar los perjuicios que puedan afectar a la cosa
asegurada.

Pero en algunas oportunidades, el monto asegurado indicado en la póliza,


efectivamente corresponde a un acuerdo, es decir, corresponde a una evaluación
convenida por las partes. Estos son los que se denominan seguros con valor convenido
o aceptado (agreed value) y están regulados por los siguientes incisos del art. 554:

"Existiendo valoración pactada, la determinación del daño indemnizable se hará a partir


de tal valor, no teniendo aplicación el artículo 552.

El valor pactado sólo podrá ser impugnado por las partes cuando la estipulación adolezca
de un vicio del consentimiento.

Establecida la procedencia de la impugnación, la suma asegurada y la prima serán


reducidas hasta concurrencia del verdadero valor de la cosa asegurada".

En este tipo de seguros se ha convenido expresamente entre el asegurado y la


compañía, que la suma asegurada corresponde exactamente al verdadero valor del
objeto asegurado de modo que producido el siniestro, no cabe revisar si este valor sea
o no acertado y si ha o no variado, constituyendo este caso una excepción a las normas
generales a que más arriba nos hemos referido.

Desde luego este tipo de seguros, se celebra muy limitada y ocasionalmente y el


precio del seguro o prima a cobrar por él, es superior al corriente.

Pero cuando se han emitido estos seguros por convenio expreso entre las partes, el
monto acordado tiene efectos inamovibles, salvo que dicha estipulación adolezca de un
vicio del consentimiento.

Los seguros con valor convenido o aceptado, son usados en algunas oportunidades,
en los ramos de casco de nave, de aviación y de vehículos terrestres.

También suelen aplicarse en los seguros de obras de arte, de colecciones o de otros


objetos de valor elevado o muy difícil de establecer con objetividad, sobre todo con
posterioridad al acaecimiento del siniestro.

917. El sobreseguro

Según lo analizado precedentemente, una de las principales consecuencias del


principio de indemnización consiste en que las pérdidas indemnizables se limitan al
verdadero valor del objeto asegurado al tiempo del siniestro, aunque se haya estipulado
una suma asegurada que exceda de dicho valor.

El art. 513 literal y) del Código prescribe que se denomina sobreseguro, la situación
producida cuando la cantidad asegurada excede del valor del objeto asegurado al
momento del siniestro.

El sobreseguro, está sujeto a las reglas que contempla el art. 558, que señala lo
siguiente:
"Si la suma asegurada excediere el valor del bien asegurado, cualquiera de las partes
podrá exigir su reducción, así como la de la prima, salvo el caso en que se hubiere
pactado dicho valor conforme al artículo 554", es decir, en el caso de los seguros con
valor convenido o aceptado, que hemos analizado en el párrafo precedente.

Acto seguido prescribe que si ocurriere un siniestro en tales circunstancias, es decir,


existiendo una situación de sobreseguro, la indemnización cubrirá el daño producido, de
acuerdo con el valor efectivo del bien.

De este modo, aún cuando se haya contratado un seguro por un valor superior al
verdadero que tenga el objeto, si éste se pierde o sufre un daño equivalente a pérdida
total, la Compañía se limitará a pagar su valor real, aún cuando la prima haya sido
calculada en función del valor superior de dicho objeto, equivocadamente estimado.

En caso de constatarse el sobreseguro que proviene de un simple error, el artículo


que estamos analizando señala que tanto al asegurador como al asegurado pueden
exigir su reducción hasta una suma igual al verdadero valor del objeto asegurado,
siempre que se pruebe o acredite que la estimación hecha en la póliza era exagerada y
como consecuencia, no solo la suma asegurada sino también la prima, serán reducidas
en función del verdadero valor de los objetos asegurados. Por el contrario, si el
sobreseguro es la consecuencia de mala fe o dolo del asegurado, la sanción es
completamente distinta, porque en este caso el seguro se anula, el asegurado pierde la
prima e incluso queda expuesto a la eventual aplicación de una pena como autor del
delito de estafa.

Así lo prescribe de un modo expreso el inciso final del art. 558, según el cual, "si el
sobreseguro proviene de mala fe del asegurado, el contrato será nulo, no obstante lo
cual el asegurador tendrá derecho a la prima a título de pena, sin perjuicio de la acción
criminal a que hubiere lugar".

Esta es una nulidad especial, porque sólo surte efecto en contra del asegurado,
conservando el asegurador su derecho a cobrar la prima íntegra, siendo sólo el primero,
en consecuencia, el que pierde las ventajas del contrato, desde el momento que queda
impedido de cobrar la indemnización en caso de producirse un siniestro.

Además de la sanción civil de nulidad del contrato y la pérdida de la prima, el


asegurado puede ser procesado por estafa, de acuerdo con la figura delictiva que
contempla el artículo 47º Nº 6 del Código Penal, que castiga a los que "con datos falsos
u ocultando antecedentes que le son conocidos, celebren dolosamente contratos
aleatorios basados en dichos datos y antecedentes", numeral reforzado con el Nº 10,
agregado por la ley Nº 20.667.

No está de más dejar establecido que las sanciones civiles y penales a que nos hemos
referido, pueden tener aplicación aunque no haya habido siniestro, ya que es claro que
el sobreseguro proveniente de mala fe puede ser alegado por la parte aseguradora en
cualquier momento que se revele su existencia.

Por supuesto, con mayor razón, dichos efectos tendrán lugar al ocurrir el siniestro,
que es el momento en que el asegurador puede verificar ordinariamente, la veracidad
de las informaciones que ha recibido del asegurado al contratar el seguro y,
especialmente, la estimación que éste haya hecho del valor de la cosa que deseaba
asegurar.
Atendida la posibilidad de que afecte a la vida y a la propiedad de terceros, tratándose
del seguro de incendio el sobreseguro es aún más grave, porque puede exponer al
asegurado a la condena por el delito de incendio, que tiene altísimas penas.

En efecto, el artículo 483 del Código Penal señala que "se presume responsable de
un incendio, al comerciante cuyo seguro sea exageradamente superior al valor real del
objeto asegurado en el momento de producirse el siniestro. En los casos de seguro con
pólizas flotantes, se presume responsable al comerciante que en la declaración
inmediatamente anterior al siniestro, declare valores manifiestamente superiores a sus
existencias".

918. El infraseguro y la regla proporcional

La situación que con más frecuencia se produce no es el sobreseguro, sino que el


caso contrario: que la suma asegurada sea inferior al valor real de los objetos
asegurados, es decir, lo que se denomina infraseguro.

Está definido por el art. 513 m), según el cual infraseguro o seguro insuficiente es
"aquél en que la cantidad asegurada es inferior al valor del objeto asegurado al momento
del siniestro".

El infraseguro trae consigo todos los problemas y desventajas que se derivan de la


contratación de un seguro que no cubre la totalidad del valor de la cosa.

Tan claro es que el infraseguro constituye una situación desventajosa para el


asegurado, que la diferencia entre la suma asegurada y el valor real del objeto
asegurado se llama, en el lenguaje de la actividad aseguradora, "el descubierto", palabra
que expresa con claridad la idea de que en esta parte o diferencia, el asegurado carece
de la protección que es implícita en el seguro.

Hay dos tipos de efectos del infraseguro, vinculados al tipo de pérdida de que se trate.

El efecto esencial consiste en que en caso de pérdida total, el asegurado sufre


personal y directamente en su patrimonio, una parte de las pérdidas, porque el
asegurador indemnizará el monto del seguro, que es inferior al valor de la cosa
asegurada: si la cosa vale 100 y es asegurada en 80, en caso de pérdida total la
indemnización que recibirá el asegurado será por 80, de modo que experimentará en su
patrimonio la pérdida no cubierta por el seguro, es decir, 20.

El efecto secundario consiste en que, en caso de pérdida parcial, el asegurado no


recibe toda la indemnización del daño sufrido, sino la proporción existente entre el monto
del seguro que había tomado y el verdadero valor del objeto asegurado. Esta situación
da origen a la regla proporcional o prorrateo, a que nos referiremos más adelante.

En cuanto a su origen, el infraseguro puede ser voluntario o involuntario.

Es voluntario cuando el infraseguro es conocido, y sea que obedezca a decisión


propia, para ahorrar prima, o por exigencia del asegurador. En este caso el asegurado
conscientemente tomó un seguro sabiendo que en caso de siniestro no recibiría una
indemnización que cubra todas sus pérdidas.

Es involuntario, cuando es el reflejo de un mero error de estimación sobre el valor de


la cosa asegurada, cometido por el asegurado al momento de proponer la suma
asegurada al asegurador, quien se limita a aceptarla. También puede resultar como
consecuencia de una variación en el valor de la cosa asegurada con posterioridad a la
contratación, lo que ocurría con mucha frecuencia en nuestro país en épocas pasadas,
como efecto de la inflación.

En efecto, la inflación y la consecuente desvalorización monetaria, conducía


frecuentemente a que una cosa que se aseguraba por todo su valor, podía dejar de estar
íntegramente cubierta al cabo de un tiempo, por efecto de las desvalorización de las
sumas involucradas en el seguro, que era el resultado directo de la inflación. En otros
términos, el precio de mercado de las cosas subía con posterioridad a la emisión de la
póliza, de tal suerte que la cosa asegurada, en principio asegurada correctamente por
su valor real, poco a poco iba quedando infra asegurada.

Para remediar estos inconvenientes, las compañías de seguro empezaron a utilizar


los seguros contratados por el equivalente de su valor en monedas extranjeras y los
seguros con cláusulas de reajustabilidad, usualmente los expresados en unidades de
fomento (UF). Eso se tradujo posteriormente, en que la ley hizo obligatoria la
reajustabilidad, a través de la norma contenida en el artículo 10 del D.F.L. Nº 251.

El art. 553 del Código prescribe que si al momento del siniestro la suma asegurada
es inferior al valor del bien, el asegurador indemnizará el daño a prorrata entre la
cantidad asegurada y la que no lo esté.

Añade que, sin embargo, las partes podrán pactar que no se aplique la regla
proporcional, en cuyo caso el asegurado no soportará parte alguna del daño si existiera
un siniestro, a menos que éste exceda a la suma asegurada. Esta es la situación de los
seguros a primera pérdida o a primer riesgo a los que nos referiremos más adelante.

La ley entiende que cuando el asegurado no contrata un seguro por el valor total de
la cosa, sino por un monto inferior, se le considera como su propio asegurador en la
parte "descubierta" y se le impone por consiguiente, la responsabilidad que tendría en
ese caso un asegurador verdadero.

Esta "regla proporcional" es consecuencia de la necesidad de mantener la proporción


y equilibrio entre la prima y la indemnización, y no una exigencia imperativa impuesta
por el principio indemnizatorio, como en el caso del reaseguro, y por ello es válido pactar
la exclusión de su aplicación en los siniestros parciales. A ello nos referiremos en el
párrafo que sigue.

En atención a su carácter derivado del principio de indemnización, la regla


proporcional sólo se aplica a los seguros de cosas, no teniendo aplicación en los
seguros patrimoniales, tales como los de responsabilidad civil, garantía, de crédito y
otros semejantes, por cuanto no existe ni tiene aplicación alguna en ellos, el concepto
de "valor del objeto asegurado" que es básico para justificarla. En los seguros
patrimoniales, las partes solo hacen una estimación de la máxima pérdida posible y a
ella se atienen para regular la cobertura.

Tampoco tiene aplicación en los seguros de personas, por tratarse de seguros en que
no tiene vigencia el principio indemnizatorio del artículo 550 del C.Com., salvo
eventualmente, en las coberturas de gastos médicos u otros semejantes.

Del mismo modo, no tiene aplicación en el seguro a primera pérdida o a primer riesgo,
que analizaremos en el párrafo que sigue a continuación, y en todas aquellas
situaciones en que está predefinida la indemnización a pagar, como son los casos de
los seguros a valor convenido o aceptado, seguros también llamados de valor
preestablecido, que ya analizamos con anterioridad, ya que en ellos el asegurador y el
asegurado, determinan y fijan de común acuerdo el valor del bien asegurado en una
suma coincidente con la suma asegurada, de modo que a la llegada del siniestro, no
cabe efectuar una nueva estimación del valor actual del bien asegurado. En este caso,
las pérdidas indemnizables se establecen de acuerdo a dicho valor convenido.

Por último, tampoco se aplica en los seguros que se emiten para cubrir las pérdidas
a valor de reposición y con valor a nuevo que analizaremos a continuación de los
seguros a primera pérdida.

919. Los seguros a primera pérdida

Conforme los define el art. 513 u), son seguros a primera pérdida aquellos en los que
se estipula que, "aún cuando exista infraseguro, el asegurado no soportará parte alguna
de la pérdida, salvo en el caso que ésta exceda de la suma asegurada". Por ejemplo,
los bienes asegurados tienen un valor de 100, el seguro contratado es por 60, pero si el
seguro es a primera pérdida —o a primer riesgo, como también se les conoce— el
asegurador va a pagar el monto total de los daños causados por siniestros hasta por 60,
sin aplicar el prorrateo que contempla la regla del inciso primero del art. 553.

Mediante este pacto, las partes convienen excluir la aplicación de la regla proporcional
en caso de siniestro parcial, debiendo el asegurador indemnizar todo el daño sufrido,
aunque dentro de la suma asegurada, pese a que dicha suma pueda ser inferior al valor
total de los bienes al momento del siniestro.

En efecto, el inciso segundo del referido art. 553 se refiere a ellos reconociendo su
carácter de excepción a la aplicación de la regla proporcional en los seguros de daños
reales, expresando que "las partes podrán pactar que no se aplique la regla proporcional
prevista en el inciso anterior, en cuyo caso el asegurado no soportará parte alguna del
daño si existiera un siniestro, a menos que éste exceda la suma asegurada".

Lo que ocurre es que la regla proporcional es un elemento de la naturaleza de los


contratos de seguros reales y no un elemento esencial, por lo que no se la aplica en los
casos en que las partes la hayan derogado o modificado mediante cláusulas especiales.

Como consecuencia de haberse pactado un seguro a primera pérdida o a primer


riesgo, el asegurado recibe indemnización por todos los daños que haya sufrido, hasta
concurrencia de la suma asegurada, prescindiéndose de considerar el descubierto o
mayor valor que puedan tener los bienes asegurados con relación a la suma asegurada.

Este tipo de seguro es muy excepcional, de aplicación técnica restringida a grandes


instituciones, empresas o industrias cuyos bienes expuestos al riesgo se encuentran
muy dispersos geográficamente, en los que el monto del seguro a primera pérdida se
fija en función de la pérdida máxima que el asegurado estima probable que pueda sufrir
en el peor de los casos.

Además de tener aplicación restringida, el seguro de primera pérdida está sujeto a


una prima comparativamente mayor que la que se aplica en los seguros afectos a la
regla proporcional.

920. Los seguros a valor de reposición, a precio de mercado y según valor a nuevo

Los seguros a valor de reposición son una variante de los seguros a valor convenido.
En ellos el asegurador se obliga, en caso de siniestro, a pagar el valor de reposición
de bienes nuevos, iguales o semejantes a los siniestrados. Este tipo de seguros ha
venido a surgir como una respuesta ante el acelerado progreso de la ciencia y la
tecnología, que convierte en obsoletos a ciertos bienes, a muy poco tiempo de su
lanzamiento al mercado, como es el caso típico de los computadores, teléfonos
celulares y otros artefactos electrónicos.

La norma que les es aplicable es el art. 555, según el cual, en los seguros reales, al
tiempo de contratar el seguro las partes podrán estipular que el pago de la
indemnización se hará sobre la base del valor de reposición o de reemplazo del bien
asegurado, sin exceder del límite de la suma asegurada. Tratándose de mercaderías,
podrán acordar que la indemnización corresponda a su precio de venta en el mercado.

Esta norma permite dar por reconocida la validez no solo de los seguros a valor de
reposición, sino a su equivalente, los seguros a valor de nuevo, y al seguro a valor de
mercado, que se reconoce para el caso de las mercancías.

Ninguno de estos seguros requiere para su validez, una tasación o apreciación formal
del bien asegurado ni la intervención de peritos, lo que como vimos, es común que rija,
en cambio, en los seguros a valor convenido.

Como su nombre lo indica, en los seguros a valor nuevo el asegurador se obliga a


indemnizar por el valor que cuesta un bien nuevo igual al dañado, o de las mismas
características, utilidad y prestaciones.

Se contemplan dos opciones para la aplicación de este seguro, uno, que el


asegurador sea quien adquiera y entregue la cosa nueva al asegurado, o que le pague
a éste su importe en dinero, corriendo de su cargo adquirirla.

Los seguros a valor de mercado son una variante de los seguros a valor de reposición
en los que el monto a indemnizar será el valor que la cosa asegurada tenga a la época
del siniestro en caso de comprarla en el mercado, que comprende a los lugares
destinados al comercio, de carácter público, de forma permanente o en días
establecidos.

Es muy importante establecer cuál será el valor que la póliza contempla, porque entre
el valor de venta y de compra suele existir una diferencia no despreciable, que
fácilmente puede alcanzar porcentajes de un 20 a 30%.

En definitiva, en estos tipos de seguros el valor que se utilizará para la indemnización


será el que contempla la póliza contratada.

Lo habitual es que se acepte cubrir la cosa asegurada con valor de reposición o a


nuevo, con hasta uno o dos años de antigüedad, como máximo, y posteriormente será
el valor de mercado.

921. Coaseguro y pluralidad de seguros

Los artículos 556 y 557 del C.Com. regulan a dos tipos de coberturas, en las que el
riesgo está amparado por más de un asegurador: el coaseguro y la pluralidad de
seguros.
El art. 557 define al coaseguro diciendo que existe tal cuando, con el consentimiento
del asegurado, dos o más aseguradores convienen en asegurar en común un
determinado riesgo.

Acto seguido expresa que en el coaseguro, cada asegurador es obligado al pago de


la indemnización en proporción a su respectiva cuota de participación en la cobertura
del riesgo.

El art. 542 establece que se puede pactar en el contrato de seguro reglas distintas a
las legales siempre y cuando sean más beneficiosas para el asegurado, por lo que frente
a la interrogante de si podrían las partes en un seguro que no sea de grandes riesgos,
pactar que cada asegurador responda por el total de la suma asegurada y no solo por
su proporción en el coaseguro, la respuesta debe ser afirmativa, porque un pacto de esa
naturaleza, una verdadera solidaridad pasiva, sería más favorable para el asegurado
que la norma legal.

Termina la norma legal que estamos examinando, diciendo que en caso que en el
coaseguro se emita una sola póliza, se presumirá que el coasegurador que la emite es
mandatario de los demás para todos los efectos del contrato. Esta regla evidentemente
favorece la posición del asegurado y la del asegurador líder.

El art. previo, el 556, se refiere al caso de la pluralidad de seguros, que si bien es


similar al coaseguro no es exactamente igual, porque mientras este último es fruto de
un convenio en el que dos o más aseguradores se ponen de acuerdo para cubrir un
cierto riesgo o conjunto de riesgos (normalmente emitiéndose una sola póliza), la
pluralidad de seguros se produce por la circunstancia de que, por diversas causas, dos
o más aseguradores emiten en forma independiente, pólizas para cubrir el mismo riesgo,
algunas veces por gestión del propio asegurado y en otras, por la actuación de terceros.
El texto del art. 556 es el siguiente:

"Cuando se hubiere contratado más de un seguro que cubra la misma materia, interés y
riesgo, el asegurado podrá reclamar a cualquiera de los aseguradores el pago del
siniestro, según el respectivo contrato, y a cualquiera de los demás, el saldo no cubierto.
El conjunto de las indemnizaciones recibidas por el asegurado, no podrá exceder el valor
del objeto asegurado.

Si el asegurado ha recibido más de lo que le correspondía, tendrán derecho a repetir en


su contra aquellas aseguradoras que hubieren pagado el exceso. Asimismo, tendrán
derecho a cobrar perjuicios si mediare mala fe del asegurado.

Al denunciar el siniestro, el asegurado debe comunicar a todos los aseguradores con


quienes hubiere contratado, los otros seguros que lo cubran.

El asegurador que pagare el siniestro, tiene derecho a repetir contra los demás la cuota
que les corresponda en la indemnización, según el monto que cubran los respectivos
contratos".

Conforme a estas normas queda en claro que el asegurado puede contratar más de
un seguro estando de buena fe, situación que resulta evidente cuando ninguno de ellos
por separado cubre la totalidad del riesgo, de manera que con los demás seguros se
quiere completar la cobertura. De mala fe lo está cuando lo que se pretende es
sobreasegurar el riesgo para obtener una ganancia ilícita a costa del seguro.
Por la acción de terceros, la pluralidad de seguros se produce como consecuencia
que el asegurado y otras personas, naturales o jurídicas contratan un seguro para
proteger un interés asegurable legítimo diferente. El caso típico es el que ocurre cuando
el asegurado contrata el seguro en su calidad de propietario, la entidad hipotecaria, que
financió la adquisición del bien, lo asegura en resguardo de su crédito y la comunidad
de copropietarios del edificio contrata otro en cumplimiento de su obligación legal y en
resguardo de la integridad y conservación del edificio. Otro caso es el que se produce
cuando un mandatario contrata un seguro ignorando que su principal ya lo ha tomado.

En estos casos viene a operar la norma del artículo 556, según el cual, cuando se
hubiere contratado más de un seguro que cubra la misma materia, interés y riesgo, el
asegurado podrá reclamar a cualquiera de los aseguradores el pago del siniestro, según
el respectivo contrato, y a cualquiera de los demás, el saldo no cubierto, si el primero es
inferior al valor de la cosa al tiempo del siniestro. El conjunto de las indemnizaciones
recibidas por el asegurado, no podrá exceder el valor del objeto asegurado.

La alusión al mismo "interés" se presta a interpretaciones, porque como lo explicamos,


evidentemente la situación más común es la que se da cuando diversas personas
contratan un seguro en defensa de su propio interés, pero también en interés del
propietario, porque todo seguro que tienda a amparar la conservación o integridad de
un bien, favorece al propietario, que es, sin duda, el asegurado principal, porque es
aquel cuyo interés en la conservación del bien es total.

El referido art. 556 establece que, al denunciar el siniestro, el asegurado debe


comunicar a todos los aseguradores con quienes hubiere contratado, los otros seguros
que lo cubran.

En todos los casos que existan seguros simultáneos, de ninguna manera puede darse
que sumados sus montos, superen el valor completo del objeto que se asegura, puesto
que en ese caso se violaría el principio de indemnización, de acuerdo al cual el o los
asegurados no pueden obtener, directa ni indirectamente, ganancias a expensas del
seguro.

Es por ello que el art. 556 prescribe que si el asegurado ha recibido más de lo que le
correspondía, tendrán derecho a repetir en su contra aquellas aseguradoras que
hubieren pagado el exceso, agregando que, asimismo, tendrán derecho a cobrar
perjuicios si mediare mala fe del asegurado.

Este artículo constituye una herramienta de gran ayuda para el asegurado, ya que con
anterioridad, se daba la contradicción de que quien mayor cobertura tenía era el que
mayores dificultades y trámites tenía que superar para lograr ser indemnizado, lo que
ahora se ha solucionado porque el asegurado podrá, en dichos casos, cobrarle a
cualquiera de los aseguradores el monto total.

Pero la norma termina con una disposición destinada a evitar, nuevamente, que se
pueda lucrar con el siniestro, en cuanto expresa que el asegurador que pagare el
siniestro, tiene derecho a repetir contra los demás la cuota que les corresponda en la
indemnización, según el monto que cubran los respectivos contratos.

Es dable observar que estas dos disposiciones, arts. 556 y 557 regulan materias que
no son por su naturaleza una cuestión propia y exclusiva de los seguros de daños, ya
que, en teoría al menos, puede haber multiplicidad de seguros o coaseguros, para cubrir
cualquier tipo de riesgos, ya sean éstos de daños, reales o patrimoniales, o de personas,
aún cuando con diferentes efectos y características.
922. Traspaso y pérdida de la cosa asegurada o del interés asegurable

Las normas de la ley del contrato de seguro que estudiaremos a continuación, regulan
las situaciones a que puede dar lugar el traspaso de la cosa asegurada por la
transmisión a causa de muerte del asegurado y por su transferencia por acto entre vivos.

El nuevo art. 559 dispone que transmitida la propiedad de la cosa asegurada por título
universal o singular, el seguro correrá en provecho del causahabiente desde el momento
en que los riesgos le correspondan, a menos que el seguro hubiere sido consentido por
el asegurador en consideración a la persona del causante.

La norma termina agregando que "terminado el seguro por esta causa, se aplicará lo
dispuesto en el inciso segundo del artículo 520", en cuanto éste dispone que si el interés
asegurable..."cesare durante la vigencia del seguro, el contrato terminará y el asegurado
tendrá derecho a la restitución de la parte de la prima no ganada por el asegurador
correspondiente al tiempo no corrido".

El caso de extinción relativa de los riesgos, por transferencia del interés asegurable a
otra persona, está regido por el art. 560, denominado "Transferencia del seguro", el cual
expresa que si el objeto del seguro o el interés asegurable fueren transferidos, cesará
el seguro de pleno derecho al expirar el término de quince días, contado desde la
transferencia, a menos que el asegurador acepte que éste continúe por cuenta del
adquirente, o que la póliza sea a la orden".

Agrega esta norma que, sin embargo, si el asegurado conservare algún interés en el
objeto del seguro, éste continuará a su favor hasta concurrencia de su interés.

Por lo tanto, sin necesidad de gestión alguna, en caso de transferencia del objeto
asegurado por acto entre vivos, continuará la cobertura en provecho del adquirente por
un espacio de tiempo de 15 días, lapso durante el cual éste podrá negociar con la misma
compañía aseguradora la continuación del seguro o conseguir una cobertura distinta, lo
que favorece al adquirente con una protección transitoria que lo habilita para negociar
un nuevo seguro sin que en el intertanto la cosa asegurada esté al descubierto.

923. Efectos de la pérdida de la cosa asegurada por una causa no cubierta por el
seguro

El último aspecto tratado por las normas generales sobre el seguro de daños, que
contempla la nueva legislación, se refiere a un caso típico de terminación anticipada del
seguro por extinción del interés asegurable.

Esta situación la regula el art. 561, el cual señala, al efecto, que la pérdida o
destrucción de la cosa asegurada o sobre la cual recae el interés asegurable, provocado
por una causa no cubierta por el contrato de seguro, producirá su terminación e
impondrá al asegurador la obligación de devolver la prima conforme a lo establecido en
el inciso segundo del artículo 520, es decir, el asegurado tendrá derecho a la restitución
de la parte de la prima no ganada por el asegurador, correspondiente al tiempo no
corrido.

El inciso segundo de este artículo prescribe que en caso que la pérdida o destrucción
fuere parcial, se reducirán la cantidad asegurada y la prima en la proporción que
corresponda.
Capítulo LXII Siniestro, indemnización y subrogación

I. El siniestro

924. Concepto y aspectos generales sobre el siniestro. Prueba del contrato y


presunción de cobertura del siniestro

La finalidad fundamental del seguro es brindar cobertura al asegurado al momento de


ocurrir un siniestro cubierto por la póliza e indemnizarle sus pérdidas, en la forma y
condiciones estipuladas en el contrato.

Según lo define el art. 513 v) del C.Com., el siniestro es la ocurrencia del riesgo o
evento dañoso contemplado en el contrato. En el seguro marítimo los siniestros reciben
el nombre de avería.

En la mayoría de los casos, los siniestros están constituidos por hechos o


acontecimientos de ocurrencia o ejecución instantánea. En efecto, los siniestros
presuponen generalmente que el hecho económicamente desfavorable, el que
constituye la materialización del riesgo amparado por la póliza, ocurre en un acto súbito,
inesperado y de ejecución instantánea.

Así, por ejemplo, la colisión de un vehículo motorizado con otro, se produce a raíz de
una circunstancia de tránsito de generación repentina. No resulta posible concebir que
una colisión se prolongue en el tiempo.

Del mismo modo, aún cuando un incendio pueda durar muchas horas, e inclusive
días, el acto que origina al incendio ocurre en un momento concreto. El robo, se produce
en una cierta oportunidad específica. El terremoto ocurre también de pronto, sin aviso,
repentinamente. La muerte de una persona, aunque sea muy predecible y esperable,
se produce también en un instante perfectamente determinado o determinable.

Aquellos fenómenos de acción lenta, prolongada y/o progresiva no son, normalmente,


siniestros cubiertos por la póliza.

Así, por ejemplo, el deterioro gradual que experimentan las cosas por su uso; el
envejecimiento de los objetos; el deterioro de ciertos productos como consecuencia de
modificaciones en su propia naturaleza o sustancia; el enmohecimiento; el vicio propio;
el humedecimiento o la desecación como consecuencia del medio ambiente en que se
encuentran ubicados o almacenados los objetos asegurados, son todos, casos que,
normalmente, no son constitutivos de siniestros amparados por la póliza.

Pero, no obstante lo expresado precedentemente, nada impide que en las respectivas


pólizas de seguro se puedan cubrir circunstancias como las más arriba enumeradas,
con la sola limitación de que deberá enmarcarse el ámbito espacial y/o a lo menos
temporal, en que el fenómeno deba ocurrir y, además, que en ningún caso se ampare
por esta vía, fenómenos constitutivos de riesgos ciertos.

Por otra parte, no cualquier hecho que cause daño a una persona puede ser estimado
como siniestro dentro del ámbito del derecho de seguros. Para serlo, forzosamente debe
corresponder a la materialización de un riesgo cubierto por una póliza de seguro. Incluso
puede darse el caso que el evento dañoso afecte a una cosa cuyo dueño la ha
asegurado, pero por concepto de otro riesgo distinto a aquel que se ha materializado,
como por ejemplo el caso de que los contenidos de una casa se encuentren cubiertos
por una póliza de robo, pero el evento dañoso es un incendio o viceversa.

Por lo tanto, ocurrido un evento que ha causado un perjuicio, lo primero que tiene que
comprobar el afectado es si dicho evento se encuentra cubierto o no por una póliza de
seguro que haya contratado.

La prueba del contrato de seguro, que es consensual y de sus condiciones y


estipulaciones, se puede efectuar recurriendo a todos los medios de prueba que
contempla la ley, siempre y cuando exista un principio de prueba por escrito, que emane
de cualquier documento que conste en télex, fax, mensajes de correo electrónico y, en
general, cualquier sistema de transmisión y registro digital o electrónico de la palabra
escrita o verbal.

De acuerdo a lo dispuesto en los numerales 7) y 8) del artículo 524 del C.Com., la


ocurrencia del siniestro y de sus consecuencias constituye una carga que debe cumplir
el asegurado.

Acreditada la ocurrencia del siniestro, éste se presume ocurrido por una causal
amparada por la cobertura de la póliza. Así lo dice el art. 531 que, según hemos visto,
establece que el siniestro se presume ocurrido por un evento que hace responsable al
asegurador y que le corresponde a este último acreditar "que el siniestro ha sido
causado por un hecho que no lo constituye en responsable de sus consecuencias,
según el contrato o la ley". En el seguro marítimo rige la norma contenida en el art. 1185,
redactado en términos muy similares al art. 531.

925. Responsabilidad del asegurador en relación al siniestro. Prueba de las


exclusiones

En estricta concordancia con lo que preceptúa el art. 531, el artículo que lo precede,
el 530, estatuye que el asegurador responde de los riesgos descritos en la póliza, con
excepción de las situaciones expresamente excluidas por ella.

Su inciso segundo dispone que a falta de estipulación, el asegurador responde de


todos los riesgos que por su naturaleza correspondan, salvo los excluidos por la ley.

Como consecuencia de la normativa legal del contrato, el asegurador es quien debe


preocuparse de delimitar la cobertura en la póliza, y en caso de siniestro, acreditar que
este no encuentra cobertura en la póliza, o que está expresamente excluido por ella. La
prueba se rinde con la propia póliza, partiendo por la naturaleza del seguro, es decir, el
tipo o ramo a que ella corresponde, y siguiendo con el mérito de las estipulaciones y
cláusulas que contiene.

En el seguro marítimo rige la norma contenida en el art. 1185, redactado en términos


muy similares al art. 531:
"Artículo 1185. Corresponderá al asegurador el peso de probar que el siniestro ha
ocurrido por un hecho o riesgo no comprendido en la póliza".

926. Notificación y prueba del siniestro y de los daños causados por él

Como ya lo analizamos al tratar de las obligaciones de las partes, el asegurado está


obligado a avisar el siniestro al asegurador. En realidad se trata ésta de una carga,
porque es un deber cuyo cumplimiento le interesa al propio obligado a cumplirlo, puesto
que si no informa la ocurrencia del siniestro, el asegurador ignorará su acaecimiento y
no contraerá obligación alguna de indemnizarlo.

La ley obliga al asegurado a notificar al asegurador tan pronto sea posible una vez
tomado conocimiento, de la ocurrencia de cualquier hecho que pueda constituir o
constituya un siniestro.

También constituye un deber del asegurado, acreditar su derecho a la indemnización,


proporcionando la información necesaria para poder evaluar los daños causados por el
siniestro, de acuerdo a la norma del Nº 8 del artículo 524 del Código de Comercio según
la cual es una obligación del asegurado (en estricto rigor, una carga, también): "Acreditar
la ocurrencia del siniestro denunciado, y declarar fielmente y sin reticencia, sus
circunstancias y consecuencias".

Esta norma está en estricta consonancia con la regla de general aplicación, contenida
en el artículo 1698 del Código Civil según la cual corresponde la prueba de las
obligaciones o su extinción al que alega aquéllas o ésta.

927. Época del siniestro. Siniestros limítrofes con el inicio y el término de la vigencia

Para poder ser cubierto, el siniestro ha de ocurrir durante la vigencia de la póliza.

En la mayoría de los casos, esto no constituye ni crea problema alguno, porque el


siniestro, o es de ocurrencia y manifestación instantánea, o a lo menos breve, o, en todo
caso, comienza y termina durante el término de vigencia de la póliza.

Pero ocurre que se dan algunos casos en los que el siniestro ocurre en un momento
muy cercano a la fecha del comienzo o fin de dicha vigencia y además, se manifiestan
o producen daños traspasando la frontera cronológica de dicho comienzo o fin de la
cobertura.

A regular esta situación está destinada la regla contenida en el art. 532 del C.Com.,
que dice: "Si el siniestro se iniciare durante la vigencia del seguro y continuare después
de expirada, el asegurador responderá del importe íntegro de los daños. Pero si
principiare antes y continuare después que los riesgos hubieren comenzado a correr por
cuenta del asegurador, éste no será responsable del siniestro".

Por lo tanto, en estos casos lo único que hay que investigar y determinar es el
momento del comienzo del siniestro. Si comenzó antes de que la póliza entrara en
vigencia, ningún daño, ni anterior ni posterior, estará cubierto. Por el contrario, si el
siniestro comenzó durante le vigencia del seguro, todos los daños estarán amparados
por el seguro, aún los que se produjeron en la extensión o prolongación del siniestro con
posterioridad al fin de la cobertura.

928. Causa del siniestro. Regla aplicable en caso de pluralidad de causas


La ocurrencia de un siniestro puede ser atribuida a una causa o a una pluralidad de
ellas, que se concatenan para producir el resultado dañoso.

Si se debe a una sola causa, el problema se simplifica, ya que lo único que hay que
verificar es si esa causa precisa está o no contemplada por la póliza.

Distinta es la situación cuando el daño obedezca a varias causas concatenadas o


"concausas", puesto que hay que analizarlas todas.

Si habiendo varias causas que confluyen para producir el siniestro, todas ellas estén
cubiertas por el seguro, tampoco se presenta ningún conflicto porque el siniestro será,
evidentemente, indemnizable.

Pero puede ocurrir que en la cadena de causas, una o algunas están cubiertas por el
seguro y otras no.

Esta situación ha venido a ser regulada por el Código de una manera diferente a la
tradicional doctrina de la "causa próxima o más relevante", corriente en gran parte de
las legislaciones contemporáneas. En efecto, el art. 533 preceptúa que si el siniestro
proviene de varias causas, el asegurador será responsable de la pérdida si cualquiera
de las causas concurrentes corresponde a un riesgo cubierto por la póliza.

La doctrina que respalda esta norma es una derivación de la teoría llamada "de la
equivalencia de las condiciones", pero con una importante precisión: no todas las
condiciones que influyeron en la producción del siniestro constituyen dentro del derecho
de seguros, causas de él, porque puede tratarse de circunstancias irrelevantes o
accesorias, que en verdad no tienen la calidad de causas del siniestro, las que no
pueden servir para otorgar la cobertura del seguro, porque sólo pueden tener esa
habilidad, aquellas que, de no haber estado presentes en los hechos, el siniestro no
habría ocurrido.

Desde el punto de vista general del derecho de las obligaciones chileno, este
entendimiento no difiere del enfoque general que ha sustentado parte de nuestra
jurisprudencia, la que, al decir de un conocido especialista, "ha aplicado en general la
doctrina de la equivalencia de las condiciones".

La doctrina que aplica esta nueva norma del Código de Comercio difiere de la que
contempla su art. 1184, aplicable al seguro marítimo, la que en primer lugar aplica la
doctrina de la "causa principal o determinante" y sólo cuando no fuera posible precisar
la existencia de una que tenga esta calidad, o si concurren varias causas determinantes,
el asegurador responderá por el daño si una de ellas "constituyera un riesgo asegurado".

929. Otros aspectos que se toman en cuenta para determinar si el siniestro es o no


indemnizable

Para determinar si un siniestro amerita ser indemnizado o no, es necesario confrontar


los hechos que lo constituyen con los riesgos que la póliza cubre y también examinar si
es aplicable o no alguna causal de exclusión, legal o contractual; si el asegurado dio
cumplimiento a las obligaciones correlativas que le impone el contrato y la ley; y si en la
póliza se han estipulado "garantías", si éstas fueron observadas o no y en el último caso,
si el incumplimiento de esas garantías tuvo o no influencia en la generación del siniestro.
En las condiciones generales de la póliza, es donde se delimita el grado de extensión
de la cobertura, el marco jurídico de los riesgos que el asegurador toma sobre sí, y se
señalan las causales de exclusión.

También es importante verificar el cumplimiento de las obligaciones del asegurado,


en particular, el cuidado del objeto asegurado que incide directamente en la producción
del siniestro.

También puede dar lugar a que se deniegue cobertura al siniestro, el incumplimiento


de las llamadas "garantías" que el art. 513 l) define como los requisitos destinados a
circunscribir o disminuir el riesgo, estipulados en un contrato de seguro como
condiciones que deben cumplirse para que haya lugar a la indemnización en caso de
siniestro.

Muy relacionada con la obligación de cuidado del objeto asegurado a los efectos de
prevenir el siniestro, está la observancia por parte del asegurado, de la carga que
contempla el Nº 6º del art. 524, según el cual, en caso de siniestro, éste debe tomar
todas las providencias necesarias para salvar la cosa asegurada o para conservar sus
restos. Normalmente la inobservancia de esta carga no conducirá a una negativa de
cobertura pero sí a que el asegurador se niegue a indemnizar la totalidad de la pérdida,
aduciendo que ésta podría haberse visto atenuada si el asegurado la hubiera cumplido.

Una causal que el asegurador puede invocar para denegar cobertura a un siniestro,
es su denuncia extemporánea por parte del asegurado, es decir, el incumplimiento por
parte de éste de la obligación que le cabe según el art. 524 Nº 7º, de "notificar al
asegurador, tan pronto sea posible una vez tomado conocimiento, de la ocurrencia de
cualquier hecho que pueda constituir o constituya un siniestro".

La aplicación de esta causal está sujeta a la apreciación de lo que en cada caso


concreto pueda estimarse que constituye prontitud posible a contar de que el
asegurado tome conocimiento del hecho, lo que en último término, de no haber acuerdo
entre las partes, corresponderá al juez decidir, en lo que, pensamos, jugará también un
papel, el eventual perjuicio para el asegurador que derive del retardo en el denuncio,
sea objetivamente o por menoscabar su derecho a la investigación de las causales del
siniestro, con la mira de determinar si se encuentra cubierto o excluido o de investigar
un posible fraude.

Por último, la determinación de la cobertura del siniestro y del monto de la


indemnización están sujetas a la condición de que el asegurado acredite su derecho a
ser indemnizado, lo que, fuera de la notificación de que ha ocurrido un evento dañoso
previsto en el contrato -lo que gobierna el aludido Nº 7º- implica también que el
asegurado dé cumplimiento a la carga que contempla el Nº 8º, que consiste en acreditar
la efectiva ocurrencia del siniestro denunciado, y declarar fielmente y sin reticencia, sus
circunstancias y consecuencias.

La referencia a estas últimas, las consecuencias del siniestro, alude a los daños
causados cuya indemnización se solicita al seguro.

Ello no significa que deba ser siempre el asegurado quien avalúe o estime el monto
de dichos daños y que presente pruebas que los demuestren. Puede hacerlo y
normalmente deberá hacerlo si no llega a acuerdo con el asegurador al respecto y sea
preciso recurrir a los procedimientos de solución de conflictos que contempla la ley,
atendida la conocida norma sobre la carga de la prueba que contempla el art. 1698 del
Código Civil.
Pero antes de que se produzca un conflicto entre las partes, es muy frecuente, y
perfectamente legítimo, que el asegurado se limite a describir los daños sufridos y que
sean el asegurador o el liquidador de seguros que haya sido designado al efecto por él,
quienes se encarguen de realizar las evaluaciones y/o pericias necesarias para
determinar el monto de los daños indemnizables.

II. La indemnización

930. La indemnización. Conceptos generales

El art. 529 Nº 2 establece la obligación más importante que recae en el asegurador,


que es la de "indemnizar el siniestro cubierto por la póliza".

Para que proceda la obligación de indemnizar, es necesario que concurran los


siguientes requisitos:

a) Que exista un contrato de seguro y que este contrato sea válido;

b) Que el asegurado haya cumplido con todas las obligaciones y cargas que le impone
el contrato de seguro y la ley;

c) Que ocurra un siniestro por alguno de los riesgos previstos y cubiertos en la


respectiva póliza;

d) Que no sea aplicable una causal de exclusión convenida, y

e) Que el siniestro ocurra durante la vigencia del contrato.

En general, la prueba de todos los requisitos para que proceda la indemnización


corresponde al asegurado, de acuerdo a lo que dispone el artículo 524 Nº 8 del C.Com.,
que ya anteriormente hemos analizado, sin perjuicio de que diversos aspectos no
requieren de prueba alguna, tal como la justificación de la existencia del contrato y su
vigencia, que se realiza normalmente mediante la mera constatación en la póliza
respectiva, la que es autosuficiente al respecto.

El requisito más esencial para que proceda la indemnización es, sin duda, que el
siniestro se encuentre amparado por la cobertura de la póliza y, según ya lo hemos
expresado con anterioridad, de acuerdo a lo dispuesto en el artículo 531 del C.Com., el
siniestro se presume ocurrido por un evento que hace responsable al asegurador, de
modo que si éste pretende que no ha sido así, corre de su cargo comprobarlo.

Por lo tanto, si el asegurador pretende que no tiene responsabilidad en un siniestro


por incumplimiento por parte del asegurado de una o más de sus obligaciones y cargas
correlativas, el peso de la prueba que pueda corresponder al respecto, puede recaer en
el propio asegurador o en el asegurado, según la naturaleza de la objeción planteada.

931. Regulación de la indemnización. Conceptos generales

La indemnización a que está obligado el asegurador, implica resarcir al asegurado de


un daño o perjuicio, de un hecho que lo ha afectado, de alguna manera,
económicamente.
La forma en que procede determinar la indemnización, depende en primer lugar del
tipo de seguro de que se trate.

En efecto, en los seguros de personas, particularmente en el seguro de vida, la


indemnización consiste, salvo excepciones, en el pago de una suma determinada de
dinero fijada en la póliza, de modo que no hay ninguna regulación que hacer;
simplemente comprobar que se ha producido el evento previsto en el contrato para que,
acto seguido, el asegurador deba pagarle al asegurado el capital contratado.

El artículo 8º del decreto con fuerza de ley Nº 251 reconoce este principio, al no incluir
la cobertura de daños como elemento característico de las entidades aseguradoras que
operan en el ramo de seguros sobre la vida, al revés de lo dicho en la misma disposición
legal, respecto a las entidades que operan en seguros generales.

No obstante, hay ciertos tipos de seguros de personas en los cuales la indemnización


se regula por las normas generales que rigen a los seguros de daños a las cosas, como
es el caso de las coberturas de gastos de salud que contemplan los seguros de salud o
de accidentes personales.

Al efecto el art. 601 del Código previene que "las modalidades de seguro que cubran
gastos médicos, clínicos, quirúrgicos, farmacéuticos u otros que tengan carácter de
daño patrimonial, se regularán por las normas de los seguros de daños, a menos que
sean contrarias a su naturaleza".

También están sometidos a reglas especiales, en materia de determinación de los


perjuicios indemnizables, los seguros patrimoniales, porque en ellos hay que establecer
en qué forma se ha visto afectado el patrimonio asegurado.

En los seguros de daños a las cosas, o daños reales, la indemnización se regula a


partir de la evaluación de los daños que el siniestro les ha ocasionado, influyendo una
serie de factores. Fuera de los casos en que, de acuerdo al tipo de seguro de que se
trata, el siniestro da lugar al pago de una suma preestablecida en la póliza, en todos los
demás la determinación definitiva de la indemnización proviene de un acuerdo entre
asegurado y asegurador o, de producirse un desacuerdo al respecto, de lo que resuelva
el mecanismo de solución de conflictos correspondiente, particularmente de la
resolución de un juez o un árbitro.

Tanto en la determinación de si el siniestro está cubierto por la póliza, como en la


determinación de la indemnización que corresponda, por regla general interviene un
liquidador de seguros, que puede ser "directo" (que es una persona unida al asegurador
por un vínculo de subordinación), o independiente, que es un persona natural o jurídica
que está autorizada para realizar estas funciones por el órgano contralor del seguro, la
SVS, y que a pesar de que su remuneración es pagada por el asegurador no tiene un
vínculo de subordinación con éste.

932. I) La regulación de la indemnización en los seguros reales

Las investigaciones y operaciones destinadas a determinar la procedencia y el monto


de la indemnización las realiza el Liquidador Oficial de Seguros, todo ello sin perjuicio
de que ciertos siniestros de escasa importancia los liquide directamente la propia
Compañía aseguradora.

Las principales reglas que rigen la indemnización en los seguros reales son las
siguientes:
a) El principio de indemnización establecido en el art. 550, según el cual, respecto del
asegurado, el seguro de daños es un contrato de mera indemnización y jamás puede
constituir para él la oportunidad de una ganancia o enriquecimiento.

b) La de que la suma asegurada constituye, salvo pacto expreso, el límite máximo de


la indemnización que se obliga a pagar el asegurador en caso de siniestro y no
representa valoración de los bienes asegurados (art. 552 inciso primero).

c) La de que la indemnización no excederá del valor del bien ni del respectivo interés
asegurado al tiempo de ocurrir el siniestro, aun cuando el asegurador se haya
constituido responsable de una suma que lo exceda (art. 552 inciso segundo).

d) La que establece que si la cantidad asegurada consistiere en una cuota, se


entenderá que ésta se refiere al valor que tenga el objeto asegurado al momento del
siniestro (art. 552 inciso tercero); y

e) La regla proporcional, cuya aplicación significa que si al momento del siniestro la


suma asegurada es inferior al valor del bien, el asegurador indemnizará el daño a
prorrata entre la cantidad asegurada y la que no lo esté (art. 553).

a) Aplicación del principio de


indemnización en los seguros reales y sus consecuencias

En la regulación de la indemnización en los seguros reales o de cosas se aplica en


plenitud el llamado principio de indemnización, contemplado en el art. 550 del C.Com.,
según el cual respecto del asegurado, el seguro de daños es un contrato de mera
indemnización y jamás puede constituir para él la oportunidad de una ganancia o
enriquecimiento.

También explicamos que en este tipo de seguros se aplica, al regular la indemnización


en caso de pérdidas parciales, la regla proporcional o de prorrateo, contenida en el
inciso primero del art. 553, según la cual en este caso el asegurador pagará daños de
acuerdo a la proporción existente entre el verdadero valor del objeto y el monto (inferior)
del seguro. Vimos que esta regla no tiene aplicación en los seguros llamados a primera
pérdida o a primer riesgo, ni en ninguno de los casos en que las partes han pactado
determinadamente cual va a ser la indemnización.

Se entiende también que la Compañía se obliga a indemnizar la pérdida o deterioro


hasta concurrencia del valor de la cosa al tiempo del siniestro, que es el que se toma en
cuenta para todos los efectos de la indemnización.

b) Avaluación del valor de la cosa asegurada al tiempo del siniestro

De lo anterior resulta que reviste gran importancia determinar el valor real de la cosa
asegurada al tiempo del siniestro, lo que depende de la naturaleza específica del objeto
de que se trata.

Así, las mercaderías se estiman al precio corriente que tengan al día del siniestro. En
otras palabras, la base de tasación de las mercaderías es el valor comercial, que surge
del mercado por la acción de la oferta y la demanda y que puede ser averiguado de muy
distintas maneras, sea mediante la constatación de encuestas de precios, consultando
a comerciantes especializados en el rubro respectivo, o a corredores de productos y que
a veces se registran en cotizaciones oficiales, en bolsas de materias primas, granos,
metales, etc., o en lista de precios de mercados, avisos publicitarios, etc., disponibles
para el público.

Si se produjere algún tipo de dificultad para determinar el valor en plaza de una cierta
mercadería específica, deberá estarse al valor que corresponda, según lo arriba
expuesto, para mercaderías de un tipo o calidad similar.

Si las mercaderías son aseguradas por el comerciante, deberá considerarse los


precios de venta al por mayor y no al detalle, por cuanto estos últimos incluyen la utilidad
o ganancia esperada del comerciante, que como tal no puede ser objeto del seguro, a
menos que se haya pactado expresamente incluirlo en la indemnización.

Si las mercaderías son aseguradas por el fabricante, el valor de éstas se determina


de acuerdo al costo de los materiales y de fabricación respectivo sin considerar la
ganancia, por idéntica razón y sujeto a la misma excepción anteriormente expresada.

En todos los casos de seguro de mercaderías, corresponde al asegurado identificar


los objetos asegurados y probar o justificar su existencia y valor al tiempo del siniestro
(o poner a disposición del asegurador los antecedentes para que éste pueda
comprobarlo), de acuerdo a lo que expresa el artículo 524 Nº 8 del C.Com.

En cuanto a las edificaciones, en este caso el valor se establece por el costo de


construcción de un edificio nuevo, en la misma ubicación y con idénticos materiales y
características, al que se le aplica el correspondiente castigo por depreciación
proveniente de la antigüedad y del uso, todo lo cual tiene por objeto determinar el valor
real de la construcción usada al momento del siniestro.

En principio no cabe indemnizar los edificios de acuerdo a su valor comercial, toda


vez que el precio de un inmueble no sólo incluye el valor de la construcción misma, sino
que también el valor del terreno en que se encuentra situado, el que por no poder ser
afectado por un siniestro, no puede ser objeto de indemnización. Enciertas situaciones
se puede, sin embargo, llegar a un acuerdo entre las partes al respecto, porque hay
oportunidades en que el precio de mercado de una edificación difiere en mucho del valor
de construcción menos la depreciación, por factores estacionales que afectan al
mercado de bienes raíces.

Tratándose de maquinarias, su valor debe estimarse siguiendo el procedimiento de


deducir del precio actual que tendrían como nuevas, la amortización correspondiente a
su antigüedad, tomando en cuenta el principio de que todas las maquinarias tienen sólo
una determinada y cierta vida útil.

En la maquinaria y en general, en todos los equipos o bienes que incorporan la


tecnología, de tan acelerado desarrollo en estos tiempos, sobre todo los aparatos
vinculados a las tecnologías de la información (computadores, impresoras, teléfonos
celulares, etc.), se presenta, además, un fenómeno distinto, de gran repercusión
práctica y comercial, que es la obsolescencia, o sea, la depreciación especial, las
bruscas caídas en los precios que experimentan como simple consecuencia de que
aparecen rápidamente aparatos nuevos de mejor calidad, rendimiento e inferior precio,
como consecuencia del avance de la ciencia y de la técnica, y que desplazan del
mercado a los anteriores, en plazos extremadamente cortos.

Este factor también debe ser considerado en la fijación del valor de los bienes para
los efectos de la indemnización.
Cualquiera que sea el caso, establecido el valor del objeto asegurado al tiempo del
siniestro, conforme a las reglas más arriba expuestas, en caso de pérdida o destrucción
total, deberá pagarse ese valor establecido aunque la suma asegurada sea superior,
pero no un valor superior a esta última, para cumplir con el principio de indemnización
a que se refiere el tantas veces citado artículo 550 del C.Com.

En todos los casos, tiene influencia en la determinación de las pérdidas, la posibilidad


de que existan restos recuperables de la cosa siniestrada, lo que se denomina el
salvataje, que da origen a dos posibilidades: que el asegurador pague solo el valor de
la cosa siniestrada menos el valor de los restos recuperables, que quedan en ese caso
en poder del asegurado, o que por el contrario se indemnice la totalidad, pasando el
asegurador a ser dueño de los restos recuperados para venderlos y así obtener un
cantidad de dinero que le permita aminorar sus pérdidas.

En este último caso, la pérdida estará constituida por la diferencia entre el valor total
del objeto asegurado, determinado de acuerdo a las reglas dadas con anterioridad y el
valor de los restos o salvamento.

c) Determinación de la indemnización en los casos


especiales en que se ha convenido previamente la forma de hacerlo

Todas las operaciones que hemos referido anteriormente, destinadas a determinar la


indemnización a partir de establecer i) el monto de los daños; ii) el verdadero valor del
objeto asegurado al tiempo del siniestro y iii) la suma asegurada, no tienen aplicación
en los casos en los que se ha pactado entre las partes cierta forma de indemnización
con anterioridad. Esos casos son los siguientes:

1) Los seguros con valor convenido o aceptado;

2) Los seguros a valor de reposición; y

3) Los seguros de valor a nuevo.

d) Establecimiento de los daños causados por el siniestro.


Peritajes

En los seguros de daños, una cosa es determinar el valor de la cosa asegurada al


momento del siniestro y otra muy diferente la evaluación de los daños causados por el
siniestro.

La evaluación de dichos daños parte por un examen físico de la cosa siniestrada, la


toma de fotografías y otros testimonios, y el examen de ellos por el liquidador.

Acto seguido, como es muy frecuente en casos complejos, habrá que pedir la opinión
de expertos que determinen el monto de los daños causados, lo que pueden hacer
empresas de servicios de la marca del producto, profesionales en la reparación de
dichos objetos dañados y si hay discrepancias, o se trata de una materia de una
complejidad mayor a la habitual, se requerirá de la opinión de peritos expertos, que a
veces, en caso de siniestros de envergadura que involucran a equipos o maquinaria
muy sofisticada, pueden ser peritos extranjeros.

A propósito de las pérdidas experimentadas por comerciantes, el legislador incorporó


a la nueva ley sobre contrato de seguro una norma, el art. 562, que expresa que si los
asegurados fueren personas obligadas legalmente a llevar contabilidad, deberán
acreditar sus existencias con sus inventarios, libros y registros contables, sin perjuicio
del mérito de otras pruebas que las partes pudieren rendir.

La idea se basa en el hecho de que los comerciantes tienen la obligación de llevar


varios libros contables, entre ellos, el diario, el mayor, el de inventarios y balances, y los
de compras y ventas, de modo que no resulta natural, en principio, que en caso de
siniestro pretendan obtener una indemnización en base a pérdidas que no encuentran
respaldo en dichos libros.

Pero el legislador ha tenido buen cuidado de dejar una puerta de escape, que admite
la posibilidad de rendir otras pruebas, porque hay casos en que por diversas
circunstancias, atraso justificado o explicable de los registros o asientos, pérdida de los
libros y de sus respaldos contables por la acción del propio siniestro (un incendio, por
ejemplo), no resulta razonable, limitar absolutamente el derecho del afectado a acreditar
dichas pérdidas mediante otros medios de prueba, ni el del asegurador, a controvertirlos.

e) El pago del lucro cesante

En algunos seguros se cubren no solo las pérdidas materiales causadas directa e


inmediatamente por el siniestro, el daño emergente, sino también los producidos por la
paralización del negocio asegurado y por lo tanto se añaden a las pérdidas por daño
emergente, las utilidades dejadas de ganar o lucro cesante pero para que esté cubierto,
se requiere, de acuerdo al art. 551 que se haya pactado expresamente.

La ley ha validado y conceptualizado en un párrafo especial, el seguro de pérdida de


beneficios.

f) Los casos de sobreseguro e infraseguro.

Para ahorrar repeticiones, nos remitiremos a lo ya dicho, limitándonos a recordar que


sobreseguro es aquél en que la cantidad asegurada excede del valor del objeto
asegurado al momento del siniestro y el infraseguro o seguro insuficiente, aquél en que
la cantidad asegurada es inferior al valor del objeto asegurado al momento del siniestro.

933. Seguros a primera pérdida

Dentro de los seguros de daños (aunque en algunos casos la variante se extiende a


ciertas figuras complejas de aseguramiento de multirriesgos), el seguro de o a primera
pérdida o a primer riesgo, según ya vimos, constituye una modalidad especial, mediante
la cual se elimina la aplicación de la cláusula proporcional o de prorrateo en caso que el
monto del seguro sea inferior al valor del objeto asegurado al tiempo del siniestro.

La ley (art. 513 u), lo define diciendo que es aquella modalidad de seguro en la que se
estipula entre las partes que, aún cuando exista infraseguro, el asegurado no soportará
parte alguna de la pérdida, salvo en el caso que ésta exceda de la suma asegurada.

934. Las franquicias y deducibles

Es muy frecuente, sobre todo durante el último tiempo, la estipulación de franquicias


o deducibles, porque ambos suponen, los segundos más que las primeras, una
poderosa forma de incentivar al asegurado, a ejercer el cuidado de la cosa asegurada y
evitar siniestros.
En nuestro derecho ambas figuras están claramente diferenciadas, lo que no ocurre
en otras legislaciones, como por ejemplo, la española.

La ley Nº 20.667 las ha definido en el art. 513.

Primeramente, en el literal k), se dice que las franquicias son la estipulación por la que
asegurador y asegurado acuerdan que aquél soportará la totalidad del daño cuando éste
exceda del monto que se hubiere pactado.

Por su parte, el literal h) del referido art. 513 define los deducibles, diciendo que estos
son la estipulación por la que asegurador y asegurado acuerdan en que este último
soportará a todo evento hasta el monto de la pérdida que se hubiere pactado.

La estipulación de franquicias o deducibles se justifica por varias razones:

En primer lugar se trata de excluir los siniestros de escaso monto, cuyos costos
administrativos y de liquidación o ajuste son exageradamente altos en relación a la
indemnización que corresponda pagar.

En segundo término, se trata de interesar al asegurado en el empleo del máximo de


cuidado en la preservación de las cosas aseguradas, toda vez que, sobre todo
tratándose de la estipulación de deducibles, en caso de pérdida le corresponderá
soportar una parte de los daños.

Otro de los objetivos de este tipo de estipulaciones es el de abaratar las primas y por
lo tanto hacer más asequible el seguro a ciertas personas.

Por último, se trata de excluir cierto tipo de siniestros en los que su escaso monto
hace difícil o desproporcionadamente gravoso investigar adecuadamente si se trata de
siniestros ciertos o simulados, regulares o fraudulentos, proceder a liquidarlos y
establecer su cuantía.

Sin embargo, ambas figuras tienen diferencias importantes que otorgan al asegurador
grados muy distintos de protección en relación a los fines que estas estipulaciones
tienen, anteriormente señalados. Evidentemente que, por su naturaleza, la estipulación
de deducibles cumple en mucho mejor medida estos propósitos que las franquicias.

Se entiende por franquicia, aquel pacto en virtud del cual el asegurador no responde
sino de los siniestros que exceden de un cierto monto, pero en caso de que ello ocurra,
está obligado a cubrir la totalidad de la pérdida sufrida por el asegurado. En la doctrina
se usa definirlas como la estipulación por la que asegurador y asegurado acuerdan que
aquél soportará la totalidad del daño cuando éste exceda del monto que se hubiere
convenido.

En nuestro país las franquicias están en franco desuso.

El deducible, en cambio, se traduce en que siempre una suma de dinero, una


proporción del monto asegurado o del siniestro, deberá ser asumida por el asegurado
de su propio peculio, cualquiera sea el monto de la pérdida, de modo que en este caso
es claro que el asegurado conserva materialmente y en toda su expresión la calidad de
principal interesado en la conservación de la cosa asegurada y en evitar los siniestros
que puedan afectarla.
935. Formas de indemnizar el siniestro

El art. 563 que se refiere a esta materia expresa que el asegurador deberá indemnizar
el siniestro en dinero, a menos que se haya estipulado que pueda hacerlo mediante la
reposición o reparación de la cosa asegurada.

De lo dicho queda en claro que el asegurador puede cumplir su obligación de


indemnizar el siniestro de diversas maneras, pero todas ellas se caracterizan por tener
como objetivo restablecer la riqueza menoscabada o destruida.

1. De acuerdo con lo dispuesto en la norma del art. 563, la primera forma de


indemnizar, la natural, es que el asegurador pague el importe del siniestro en dinero.
Esta es la manera más común, la de más general aplicación a todo tipo de seguros y la
que se presta a menor número de inconvenientes.

Bajo este sistema, todo se reduce a establecer o estimar el monto de las pérdidas
indemnizables conforme a las reglas ya estudiadas y, acto seguido pagarlas en dinero.

2. La segunda forma de indemnizar un siniestro es aquella que consiste en reconstruir


o reparar los objetos asegurados que han resultado dañados.

Desde luego que esta forma de indemnización se aplica en aquellos casos en que el
objeto dañado admite reconstrucción o reparación.

Aun cuando se trata de un medio de indemnizar admisible y admitido, y que en


muchas pólizas el asegurador se reserva corrientemente el derecho de emplearlo, en
muchas ocasiones este método se presta a discrepancias, no solo respecto de quien se
va a encargar de la reconstrucción o reparación, sino también sobre cómo se va a
efectuar, qué materiales o elementos se van a emplear y, una vez efectuada, respecto
a si el trabajo se ha ejecutado bien o mal.

3. Otra forma de indemnizar un siniestro es aquella que se aplica en los casos en que
se declara la llamada pérdida total del objeto asegurado a la que nos referiremos en el
párrafo siguiente.

4. Existe aún una última forma de indemnizar un siniestro y que consiste en que el
asegurador proceda a adquirir y proporcionar al asegurado un objeto igual a aquel que
tenía y que se siniestró, es decir, la indemnización mediante la reposición o restitución
en especie, método que se emplea únicamente cuando por las circunstancias de hecho,
resulta posible obtener un bien equivalente al siniestrado. En este caso también procede
la dejación o abandono, a la que nos referiremos a continuación.

936. Pérdida total y dejación

Íntimamente ligada con las dos últimas formas de indemnizar a que nos hemos
referido en el número anterior, está el concepto de pérdida total, relacionado a su vez,
con la dejación o abandono.

La nueva ley sobre el contrato de seguro define a dos especies de ella, la pérdida total
llamada "efectiva" (art. 513 o) y la "asimilada" (art. 513 ñ).

Se denomina pérdida total real o efectiva, de acuerdo al art. 513 literal o), "aquella que
destruye completamente o priva irremediablemente del bien asegurado, o de tal modo
lo daña que lo hace perder definitivamente la aptitud para el fin a que estaba destinado".
Dice la norma referida, que "constituirá pérdida total del bien asegurado el siniestro que
ocasione un daño de a lo menos tres cuartas partes de su valor".

Por su parte, se denomina pérdida total asimilada o constructiva, de acuerdo al art.


513 literal ñ), "el abandono razonable del objeto asegurado, ya sea porque la pérdida
total efectiva parezca ineludible o porque no es posible evitarla sin incurrir en gastos que
excedan las tres cuartas partes de su valor después de efectuado el desembolso".

Estrechamente vinculada al concepto de pérdida total se encuentra el de la "dejación",


que consiste en la facultad que tiene el asegurado, cuando la contempla la ley o el
contrato, de transferir el dominio de las cosas aseguradas al asegurador, cuando éstas,
a consecuencia de un siniestro, han experimentado daños que excedan las tres cuartas
partes de su valor, con la finalidad de que se declare la pérdida total, y como
consecuencia de haberse declarado ésta, obtener el pago de la suma total asegurada.

El art. 513 i) define la dejación diciendo simplemente que ella consiste en la


transferencia del objeto del seguro en favor del asegurador, en caso de pérdida total.

Para que proceda la dejación, llamada también abandono, es menester que ella sea
admisible legal y contractualmente en el ramo de seguro de que se trata.

A virtud de lo que dispone el art. 564 del C.Com., en los seguros terrestres la dejación
no constituye un derecho del asegurado, de modo que sólo se produce en caso de que
esté contemplada en la póliza o porque luego de ocurrido un siniestro, las partes lo
convienen. En el seguro marítimo, en cambio, como se verá más adelante, constituye
una acción de que dispone el asegurado, alternativamente a la de cobro de los daños o
acción de avería.

El asegurado debe proporcionar las pruebas tendientes a acreditar que el objeto ha


sufrido verdaderamente un daño catastrófico que exceda las tres cuartas partes de su
valor, y por su parte, el liquidador de seguros debe declarar la pérdida total en el evento
de que admita o estime suficientes dichas pruebas y el asegurado tenga el derecho a
pedirla, o aún, no teniendo ese derecho, cuando el asegurador está dispuesto a aceptar
que se aplique, en el caso concreto de que se trate.

Aceptada por las partes, la dejación es jurídicamente una convención, que produce
efectos importantes, el primero de los cuales es poner al asegurador en la necesidad o
deber de pagarle al asegurado la totalidad de la suma contratada, con el límite de que
ella no exceda del valor comercial del objeto asegurado al momento del siniestro.

La otra consecuencia es la de que mediante la dejación, el asegurado transfiere a la


Compañía aseguradora el dominio sobre los restos del objeto asegurado, lo que se
denomina salvataje, de suerte que la Compañía aseguradora podrá disponer de ellos a
su entera voluntad.

937. Cobro de la indemnización en caso de pluralidad de seguros

Cabe recordar que al respecto se ha establecido la regla de que en caso de pluralidad


de seguros, esto es, que se hubiere contratado más de un seguro que cubra la misma
materia, interés y riesgo, el asegurado podrá reclamar a cualquiera de los aseguradores
el pago del siniestro, según el respectivo contrato, y a cualquiera de los demás, el saldo
no cubierto (art. 556).
Ciertamente, el conjunto de las indemnizaciones recibidas por el asegurado, no podrá
exceder el valor del objeto asegurado.

El efecto final de esta norma consiste en que el asegurador que pagare el siniestro,
tiene derecho a repetir contra los demás la cuota que les corresponda en la
indemnización, según el monto que cubran los respectivos contratos, es decir, la
proporción que corresponda de acuerdo al monto cubierto por cada uno.

938. La responsabilidad contractual del asegurador por el pago oportuno de la


indemnización del siniestro

Un tema de discusión frecuente es el relacionado con el momento en que surge la


responsabilidad contractual del asegurador de indemnizar el siniestro, lo que deriva en
determinar, también, desde cuándo puede estimarse que el asegurador se encuentra
en mora y de qué perjuicios puede ser responsable en caso de negativa o retardo
injustificado en el pago de dicha indemnización.

La LCS chilena no incluyó norma alguna al respecto, por lo que cabe el sistema
distinto de aplicación general en el derecho de las obligaciones, contemplado en el Título
XII del Libro IV del Código Civil, sin perjuicio de que, además, la oportunidad en que el
asegurador debe impostergablemente proceder al pago de la indemnización, está
regulada por un reglamento, actualmente contenido en el D.S. Nº 1.055 de 29 de
diciembre de 2012.

En cuanto a los perjuicios de que puede ser responsable el asegurador por la falta de
pago oportuno de la indemnización, habrán de ser determinados por el tribunal
respectivo, utilizando las normas y criterios contemplados en el referido Título XII del
Libro IV del Código, cuya interpretación ha experimentado una notable evolución
jurisprudencial en el transcurso de los últimos tiempos.

939. II) Particularidades de la determinación de la indemnización en los seguros


patrimoniales

En los seguros patrimoniales, el objetivo básico de la cobertura es proteger el


patrimonio del asegurado como un todo y no bienes en particular.

De allí que en éstos no se aplican los conceptos de "valor de la cosa asegurada", ni


sobreseguro, infraseguro ni la regla proporcional, y en cuanto al principio de
indemnización, éste tiene una recepción muy atenuada, sólo como una guía para que
la indemnización que se determine no constituya fuente de enriquecimiento para el
beneficiario de ella.

La norma de mayor importancia en relación con la indemnización de los siniestros en


los seguros patrimoniales, es la que contiene el inciso final del art. 554, según el cual
"en los seguros patrimoniales la indemnización no podrá exceder, dentro de los límites
de la convención, del menoscabo que sufra el patrimonio del asegurado como
consecuencia del siniestro".

A) En el seguro de responsabilidad civil

Tratándose del seguro de responsabilidad civil, probablemente el más importante de


los seguros patrimoniales, la regla aplicable es el art. 570, según el cual, en este seguro
la obligación del asegurador es "indemnizar los daños y perjuicios causados a terceros,
de los cuales sea civilmente responsable el asegurado, por un hecho y en los términos
previstos en la póliza", agregando en el inciso segundo que en este seguro el
asegurador "pagará la indemnización al tercero perjudicado, en virtud de sentencia
ejecutoriada, o de transacción judicial o extrajudicial celebrada por el asegurado con su
consentimiento".

Dentro de un plano conceptual general, la indemnización o reparación de los daños


materiales causados a la víctima, comprende el daño emergente, es decir, la pérdida o
disminución efectiva de patrimonio del tercero afectado, como también el eventual lucro
cesante, o sea, lo que el tercero dejó de percibir o ganar como consecuencia del acto u
omisión dañinos.

Puede comprender, asimismo, el daño moral, o sea, la indemnización que compense


el dolor o sufrimiento causado a la víctima del daño y/o sus familiares cercanos, en el
caso que se trate de un hecho que haya podido generar tales perjuicios.

B) En el seguro de crédito

De acuerdo a lo que dispone el art. 579, bajo una póliza de seguro de crédito, el
asegurador se obliga a indemnizar al asegurado las pérdidas que éste experimente por
el incumplimiento de una obligación de dinero contraída para con él por un tercero.

El art. 581 señala que las partes podrán convenir que, además del monto de la deuda
impaga, la suma asegurada cubra también los gastos originados por las gestiones de
cobranza y cualesquiera otros.

Una vez indemnizada la pérdida, el asegurador adquiere por subrogación, el derecho


de cobrarle las deudas impagas a los terceros deudores.

C) En el seguro de caución

Según dispone el art. 582 del Código, en el seguro de caución el asegurador se obliga
a indemnizar al asegurado los daños patrimoniales sufridos por este último, en caso de
incumplimiento por el tomador del seguro o afianzado, de sus obligaciones legales o
contractuales.

Es preciso hacer presente que, a diferencia de otros seguros, en éste el asegurador


cuenta con un derecho contra el tomador del seguro, concebido especialmente en su
beneficio: el de intentar recuperar lo indemnizado al beneficiario o "afianzado" del
seguro. Así lo dice expresamente la disposición legal citada: "Todo pago hecho por el
asegurador deberá serle reembolsado por el tomador del seguro".

D) En el reaseguro

La doctrina estima que el reaseguro es un contrato de seguro patrimonial y según lo


dispone el art. 584, por este contrato el reasegurador se obliga a indemnizar al
reasegurado, dentro de los límites y modalidades establecidos en el contrato, por las
responsabilidades que afecten su patrimonio como consecuencia de las obligaciones
que éste haya contraído en uno o más contratos de seguro o de reaseguro.

La indemnización en este tipo de contrato, admite muchas variantes según los


diversos tipos de reaseguro que existen.

940. III) La indemnización en los seguros de personas


La indemnización en los seguros de personas puede asumir muchas formas distintas,
dependiendo de la naturaleza específica de cada contrato.

La primera y la más importante de las especies de seguros de personas es el seguro


de vida, que en líneas generales podemos decir que es aquel en el cual el asegurador
se obliga, conforme a la modalidad y límites establecidos en el contrato, a pagar una
suma de dinero al contratante o a los beneficiarios, si el asegurado muere o sobrevive
a la fecha estipulada.

Dentro del rubro de los seguros de vida se distinguen varias especies, que determinan
cuándo y en qué forma se hace efectiva la indemnización:

1. Seguro de Sobrevivencia: En éste el beneficiario, generalmente el propio


asegurado, percibirá la suma asegurada si sobrevive a la fecha predeterminada en la
póliza, en forma del pago de un capital o de una renta. Puede revestir las siguientes
modalidades:

a) De capital diferido: La compañía de seguros se compromete a entregar la suma


asegurada al vencimiento del plazo convenido en el contrato, si el asegurado vive en
esa fecha.

b) De renta vitalicia inmediata: La compañía de seguros, a cambio de una prima única,


garantiza el pago inmediato de una renta a una o varias personas hasta la muerte del
asegurado, en cuyo caso cesa dicho pago.

c) De renta diferida: La compañía de seguros se compromete, al finalizar el plazo de


diferimiento estipulado, a pagar al asegurado, mientras viva, una renta constante y
periódica. Puede ser sin reembolso de primas, si el asegurado fallece antes de cobrar
la renta, o con reembolso de primas, caso en el que la compañía de seguros las
devuelve a los beneficiarios.

d) De capitalización: La compañía de seguros se compromete a pagar al asegurado


un capital al vencimiento del contrato, a cambio de la obligación del contratante o
asegurado de realizar el pago de primas periódicas a la compañía de seguros durante
la vigencia del contrato.

e) Seguro de jubilación: Consiste en el pago de un capital o renta al asegurado, que


puede ser vitalicia, cuando éste alcance la edad de su jubilación. Existe uno que incluye
un plan de pensiones, el cual es un instrumento de previsión voluntaria por el que las
personas constituyen un capital y tienen derecho, en las condiciones y cuantías
establecidas, a percibir rentas o capitales por jubilación, supervivencia, viudez, orfandad
o invalidez, a cambio de las contribuciones económicas que se aporten a tales efectos.

En Chile se ofrecen algunas alternativas especiales a esta clase de seguros de


sobrevivencia, tales como el seguro de Renta Vitalicia Inmediata, en el cual el valor de
la pensión o indemnización se determina al momento de la contratación y será fija hasta
su fallecimiento.

La Renta Vitalicia Diferida, modalidad en la cual el asegurado pacta que la vigencia


del seguro será a contar de una fecha futura que determina en relación a la cuantía de
sus fondos y que constituirá la prima que se paga en forma anticipada al asegurador.
La Renta Vitalicia Diferenciada. En esta modalidad el asegurado determina una
pensión, generalmente alta al comienzo de los primeros años de la vigencia de la póliza
y, transcurrido dicho periodo, una pensión menor, de carácter vitalicio.

2. Seguro en caso de fallecimiento: El beneficiario (que puede ser una o varias


personas) recibirá la suma asegurada estipulada cuando se produzca el fallecimiento
del asegurado, ya sea por causa natural o accidental. Es una clase de seguro de vida.

Las modalidades de este seguro son:

a) Seguros de vida entera: Se garantiza el pago de una suma asegurada


inmediatamente después del fallecimiento del asegurado, sea cual fuere la fecha en que
ocurra dicho fallecimiento. Tiene dos modalidades:

I. Con pago de primas vitalicias: el pago de las primas se mantiene hasta el


fallecimiento del asegurado.

II. Con pago de primas limitado a un cierto número de años: las primas
correspondientes se pagan durante un período determinado de años.

b) Seguro sobre dos o más vidas, llamado también mancomunado: es un seguro de


vida entera que se caracteriza porque existen, simultáneamente, dos o más personas
aseguradas que son a la vez beneficiarios recíprocos y en su virtud, cuando el
fallecimiento de cualquiera de ellas se produzca dentro del límite estipulado en el
contrato, la compañía de seguros pagará la indemnización prevista al sobreviviente o a
los sobrevivientes, según sea el caso.

c) Seguro temporal: se caracteriza porque la suma asegurada es pagadera


inmediatamente después de la muerte del asegurado, siempre que ocurra antes del
vencimiento del seguro. Si sobrevive, el seguro se cancela y la aseguradora retiene las
primas.

d) Seguro de desgravamen: en esta modalidad, al producirse el fallecimiento del


asegurado, la compañía de seguros se hace cargo automáticamente de la liquidación
de los créditos previstos en la póliza, no vencidos, que adeude el asegurado al momento
de su muerte. En Chile es muy conocida la variedad de desgravamen hipotecario.

e) De orfandad: tiene por objeto la concesión de una pensión temporal a favor de los
hijos menores de 18 años en caso de fallecimiento del padre o la madre trabajadora con
el que convivan y del cual dependan económicamente.

f) De capital de supervivencia: el capital del seguro es pagadero inmediatamente


después del fallecimiento del asegurado, si ocurre antes que el de otra persona
designada al contratar el seguro, denominada beneficiario o sobreviviente. Si ésta
fallece antes que el asegurado, queda rescindido el seguro y las primas pagadas pueden
quedar, ya sea a favor de la compañía de seguros, o bien del sobreviviente, según haya
sido pactado al celebrarse el contrato de seguro. La prima anual deja de pagarse al
morir el asegurado.

3. Seguro Dotal Mixto: Es un tipo especial que se integra por un seguro de riesgo y
un seguro de ahorro, en virtud del cual, si el asegurado fallece antes del plazo previsto,
se entregará a sus beneficiarios la indemnización estipulada, y si sobrevive a dicho plazo
se entregará al propio asegurado la suma asegurada establecida por el contrato. Tiene
las siguientes modalidades:
a) Mixto completo: si el asegurado vive al vencimiento del plazo del seguro, participará
también en las utilidades de la póliza con un determinado porcentaje sobre la suma
asegurada.

b) Mixto simple: garantiza el pago de la suma establecida a los beneficiarios


designados, al producirse el fallecimiento del asegurado, siempre que ocurra antes del
vencimiento del contrato.

c) Mixto doble: este tipo es igual al del seguro mixto simple, con la particularidad de
que el contrato no se extingue con el pago de la suma asegurada establecida al
asegurado, si vive al vencimiento de la póliza.

d) Mixto revalorizable: la suma asegurada aumenta cada año, aunque sus


características son iguales al seguro mixto.

e) Mixto variable: en caso de sobrevivencia, el asegurado va percibiendo la suma


asegurada distribuida en determinados porcentajes y pagada en diferentes momentos.

f) A plazo fijo: en esta modalidad se garantiza el pago de la suma asegurada al


vencimiento de la póliza, sin importar si el asegurado vive o ya falleció.

g) Dotal: el beneficiario será un menor de edad, sin importar si el asegurado vive o no.

h) Seguro de vida universal: se combina el proceso de capitalización y el seguro


temporal renovable, siendo en el fondo un plan de ahorro.

Ahora bien, dentro de esta clasificación se han desarrollado en Chile varias


modalidades de contratos de seguros que incluyen un componente de ahorro e
inversión, dentro de los que se pueden destacar, el Seguro de Vida Temporal con
Cuenta de Capitalización y Ahorro, Seguro de Vida Individual Asociado a Activos de
Inversión, y Seguro de Vida Individual con Rentabilidad Variable con pagos de
Anualidades. En todos ellos la indemnización consiste en el pago de la suma asegurada
como indemnización por el riesgo de vida, sea por sobrevivencia o fallecimiento del
asegurado y las sumas que correspondan a los distintos fondos de ahorro y
capitalización que ha acumulado el asegurado con sus aportes y la rentabilidad obtenida
por el asegurador al administrarlos.

Otra variedad de los seguros de personas es el seguro de accidentes personales, en


el cual el asegurador se obliga, conforme a las modalidades estipuladas, a indemnizar
al asegurado o a sus beneficiarios, las lesiones corporales, la incapacidad o la muerte
que éste sufra a consecuencias de un accidente. En algunas oportunidades va
acompañado de la cobertura de los gastos médicos y de hospitalización a causa de un
accidente.

Por último, existe como variedad de los seguros de personas, el seguro de salud, o
las modalidades de otros seguros que incluyen dicha cobertura, que en nuestro país se
otorgan única y exclusivamente bajo la forma de coberturas complementarias a los
beneficios y prestaciones que otorgan los contratos o "Planes" de salud que otorgan las
Isapres.

Mediante estos seguros, el asegurador se obliga a pagar, en la forma estipulada en


el contrato, los gastos médicos, clínicos, farmacéuticos, de hospitalización u otros en
que el asegurado incurra, si éste o sus beneficiarios requiriesen de tratamiento médico
a consecuencia de enfermedad o accidente, en la parte que los Planes de Salud de las
Isapres no cubran. Generalmente se otorgan bajo la modalidad de seguros de salud
catastróficos, es decir, cuando los referidos gastos exceden de una elevada suma,
derivada de prestaciones de salud de gran magnitud.

941. Ejercicio de derechos de terceros sobre la indemnización

Dentro de la sección destinada a examinar los seguros de daños, el legislador ha


incluido un artículo, el 565, destinado a regular el ejercicio de derechos de terceros sobre
la indemnización.

Esta disposición establece que la cosa que es materia del seguro será subrogada por
la cantidad asegurada para el efecto de ejercitar sobre ésta los privilegios e hipotecas
constituidos sobre aquélla.

Para poner de manifiesto el privilegio o la hipoteca respectiva, y hacer valer la


preferencia, la norma establece que los respectivos acreedores deberán notificar al
asegurador, la existencia de tales privilegios o hipotecas.

Termina este artículo haciendo extensivas estas mismas reglas a los casos en que la
cosa asegurada haya sido objeto de medida precautoria, embargo, o esté afecta a
derecho legal de retención, regla que se explica porque en estos casos también hay
terceros que tienen derechos que invocar, para hacerlos efectivos en el seguro.

III. La subrogación del asegurador

942. Reglamentación legal de la subrogación del asegurador

Una consecuencia importante de la indemnización es que constituye un requisito para


que el asegurador pueda hacer, lo que es reconocido en la doctrina internacional como
"principio" o derecho de subrogación, que está presente en todos los seguros, y muy en
particular, en los seguros reales o de cosas.

Bajo el nombre de "principio de subrogación" se identifica la facultad o derecho que


tiene la compañía aseguradora que paga una indemnización, de perseguir las
responsabilidades legales y la restitución de lo pagado, en contra de los terceros
culpables del siniestro, si los hubiere.

Al respecto, el art. 534 del Código establece que "...por el pago de la indemnización,
el asegurador se subroga en los derechos y acciones que el asegurado tenga en contra
de terceros en razón del siniestro".

El derecho de subrogación del asegurador que reconoce la ley chilena, se caracteriza


porque es una subrogación legal y no convencional, y porque su naturaleza y alcances,
sus vicisitudes, y las excepciones a que está expuesta son, en todo, exactamente las
mismas que las que corresponden al derecho que tenga el asegurado para perseguir a
los terceros responsables del siniestro, a partir del momento en que paga la
indemnización.

La ley establece que el asegurador no tendrá derecho a la subrogación contra el


causante del siniestro que sea cónyuge o pariente consanguíneo del asegurado en toda
la línea recta y hasta el segundo grado inclusive de la línea colateral, y de todas aquellas
personas por las que el asegurado deba responder civilmente. Sin embargo, procederá
la subrogación si la responsabilidad proviene de dolo o se encuentra amparada por un
seguro, pero sólo por el monto que éste haya cubierto.
Agrega que el asegurado será responsable por sus actos u omisiones que puedan
perjudicar el ejercicio de las acciones en que el asegurador se haya subrogado y esa
responsabilidad se traduce en que el asegurador podrá requerirle al asegurado el
reintegro de la indemnización, o más bien, del recobro que pudiera haber obtenido de
los terceros responsables del siniestro de no haber mediado la intervención del
asegurado que perjudicó sus acciones.

Según lo prescrito por esta norma, el derecho a subrogación del asegurador no afecta
el derecho del asegurado a demandar a los responsables del siniestro, los perjuicios
que el seguro no haya cubierto.

En estas circunstancias, ante el evento de concurrencia de asegurador y asegurado


frente a terceros responsables, el recobro obtenido se dividirá entre ambos en
proporción a su respectivo interés, que será el que resulte de la incidencia en el total,
de los perjuicios totales cobrados y obtenidos por el asegurado y el monto que de ellos
fue absorbido y pagado por el asegurador con cargo a la póliza.

Para que funcione en favor del asegurador el derecho de subrogación, deben reunirse
tres condiciones:

a) Que exista un contrato de seguro;

b) Que el asegurador haya pagado la indemnización al asegurado, y

c) La liquidación e indemnización del siniestro debe ajustarse al contrato y a la ley. En


otros términos el asegurador ha pagado la indemnización porque estaba obligado a
hacerlo.

Por esta razón, los pagos ex gratia privan a los aseguradores de todo derecho de
subrogación, al que de otra forma pudieran aspirar. La subrogación se aplica sólo donde
hay una responsabilidad jurídica y si el pago se hace de acuerdo con una póliza, se
realiza en virtud del contrato, dando nacimiento al derecho de subrogación. Un pago ex
gratia es, en cambio, una donación, un acto de mera liberalidad, por lo que es obvio que
no está basado en el contrato de seguro y no da origen a la subrogación a favor de la
Compañía que lo efectúa.

Cabe hacer especialmente presente que la norma chilena sobre la subrogación del
asegurador la hace aplicable incluso en el caso de los seguros de personas, siendo el
caso que una gran mayoría de legislaciones la contempla sólo en los seguros de daños.

943. Aplicación del derecho a subrogación. El recobro. Excepciones

Las aseguradoras ejercen activamente el derecho a subrogación, intentando por


todos los medios, extrajudicial o judicialmente, obtener lo que se llama el recupero o,
más propiamente, el recobro.

En efecto, aún cuando el término recupero implica, en un sentido amplio, cualquier


suma de dinero que la Compañía aseguradora obtenga por cualquiera concepto, en
abono o descuento de la indemnización de un siniestro que ha debido pagar o que ya
ha pagado, incluyéndose en ello, entonces, lo que obtenga de la venta del salvataje o
de los restos, lo que en la práctica se denomina recupero material, en un sentido más
limitado corresponde a los recobros de daños y perjuicios que el asegurador obtiene de
los terceros responsables del siniestro.
Hay que tener presente que, desde una perspectiva económica, todo lo que el
asegurador obtenga por este concepto, atenuará sus pérdidas y mejorará el resultado
de sus operaciones comerciales.

En el caso de que tanto el asegurado como el asegurador persigan al tercero


responsable, ambos tendrán derecho a cobrarle en la proporción o cuantía que a cada
uno corresponda, o dicho de otro modo, el asegurado conserva su derecho a cobrar a
los referidos terceros los perjuicios no indemnizados por el asegurador.

El texto de las condiciones generales de las pólizas de seguro, establece una serie
de obligaciones del asegurado tendientes a la realización de todos aquellos actos que
salvaguarden el eficaz ejercicio de las acciones del asegurador en contra de terceros
responsables del siniestro, siendo evidente que los gastos que se causen por este
concepto serán, en definitiva, de cargo de la empresa aseguradora, conforme lo
establece expresamente el inciso final del art. 524 del Código.
Capítulo LXIII El reaseguro

944. Concepto y evolución

De acuerdo a una definición clásica, "el reaseguro es el contrato que se suscribe entre
dos aseguradores, uno denominado reasegurador y el otro reasegurado, asegurador
directo o primario o compañía cedente. El objeto asegurado será la totalidad o parte de
las responsabilidades contractuales que el asegurado haya aceptado según las pólizas
de seguro que ha suscrito; en la práctica la mayoría de los reaseguros proporcionan
únicamente compensación parcial y el reasegurado corre con parte de las
pérdidas."(Carter R.L. El Reaseguro, Editorial Mapfre S.A. España, 1979, pág. 5).

En Chile el contrato de reaseguro está regido, fundamental pero no exclusivamente,


por las nuevas normas introducidas por la ley Nº 20.667, que están contenidas en el
último párrafo (el 9º) de la Sección Segunda del Título VIII del Libro II del C.Com.,
Sección que, como sabemos, se ocupa de los Seguros de Daños.

Dicha ubicación en el Código se justifica porque, según amplio consenso doctrinario,


la naturaleza jurídica del reaseguro es, precisamente, la de un contrato de seguro de
daños, y particularmente, uno de daños patrimoniales.

Se trata de una institución que tiene una importancia superlativa para el comercio de
seguros, desde que su objeto es asegurar a los aseguradores y darle así posibilidad de
sustento financiero a toda la actividad del seguro.

En efecto, el reaseguro constituye la principal fuente de apoyo de la actividad


aseguradora, tanto desde el punto de vista financiero como técnico.

Aunque de nacimiento posterior al seguro, su existencia se hizo muy pronto necesaria,


para pasar a ser, hoy en día, indispensable, por una parte, por la enorme magnitud
económica de algunos riesgos, que sencillamente son demasiado grandes para que un
solo asegurador pueda asumirlos por sí solo y, por otra, ya que, en todo caso, siempre
es posible que ocurran siniestros catastróficos o simplemente que se acumule un
conjunto de siniestros por indemnizar que excedan la capacidad de pago del
asegurador.

Desde el punto de vista técnico, el reaseguro permite diluir los riesgos al máximo,
dejando a cada asegurador con aquella carga que puede conservar de su propia cuenta,
a fin de respetar su capacidad de retención.

El reaseguro es esencialmente un contrato independiente de seguro donde el


reasegurador se compromete a indemnizar al reasegurado, total o parcialmente, por
concepto de las pérdidas por las cuales el último es responsable hacia el asegurado
bajo el contrato primario de seguro. En concordancia, está sujeto a los principios
generales y a las reglas legales aplicables a los seguros de responsabilidad, tales como
los principios de máxima buena fe, de subrogación (en su caso), y las reglas
relacionadas con el interés asegurable, la existencia de riesgo y que rigen la legalidad
de éste y del contrato en general.
Es también cuestionable si todas las formas de reaseguro son necesariamente
contratos de seguros. Para algunos, un tratado de reaseguro puede representar nada
más que una oferta abierta de cobertura para que sus condiciones rijan en el evento de
que sea cedido un negocio, de modo que parecería más preciso clasificar tal convenio
como una promesa de asegurar, que como un contrato de seguro propiamente tal.

Picard y Besson lo definen con simpleza diciendo que: "Es un contrato por el cual el
asegurador se descarga sobre otra persona de todo o parte de los riesgos que ha
asumido".

Nosotros lo hemos definido como un contrato de seguro de daño patrimonial,


concertado entre el asegurador directo y otra parte, denominada reasegurador,
obligándose esta última a restituirle a la primera, una cantidad o proporción de las
indemnizaciones que ella deba pagar en razón de sus contratos de seguro, a cambio de
una prestación convenida.

La ley Nº 20.667 ha introducido una definición legal de este contrato en Chile. En


efecto, el nuevo art. 584 del C.Com. expresa que "...por el contrato de reaseguro el
reasegurador se obliga a indemnizar al reasegurado, dentro de los límites y modalidades
establecidos en el contrato, por las responsabilidades que afecten su patrimonio como
consecuencia de las obligaciones que éste haya contraído en uno o más contratos de
seguro o de reaseguro".

945. Terminología aplicada en el negocio de los reaseguros

Los conceptos más importantes que se utilizan en el negocio de los reaseguros son
los siguientes:

En primer lugar tenemos el de asegurador cedente, que denomina a la compañía de


seguros que coloca un reaseguro. Por lo tanto, desde la perspectiva del reaseguro,
identifica a la parte del reasegurado.

Asegurador directo, es el nombre que representa a la compañía aseguradora que


acepta el riesgo directamente del proponente, ante quien es responsable por la
obligación asumida. Se trata del mismo asegurador o compañía cedente, mirado desde
la perspectiva del seguro.

Cesión, es el término que determina la responsabilidad traspasada por el asegurador


al reasegurador y aceptada por éste, expresada en dinero o en un porcentaje del seguro
directo. Se dice que los riesgos son cedidos por el reasegurado y aceptados por el
reasegurador. Los riesgos que han sido cedidos se describen como cesiones. Una
porción del riesgo que es cedida es descrita como una línea, particularmente cuando es
cedida bajo un reaseguro proporcional. Por eso, como hemos visto, a la compañía de
seguros reasegurada se le denomina la cedente. Es necesario enfatizar que la cesión
tiene en el reaseguro un significado distinto de su significado general como una forma
de transferencia de derechos, pues aquí designa a la cantidad o proporción del riesgo
que el asegurado transfiere al asegurador. El reasegurado ordinariamente retendrá un
interés de su propia cuenta en el riesgo que ha reasegurado parcialmente.

Precisamente, se llama retención a la parte del riesgo que el asegurador directo


mantiene bajo su responsabilidad y por su propia cuenta, es decir, la parte del riesgo
que no cede al reasegurador.
Reasegurador, es la Compañía aseguradora que acepta un reaseguro que le ha
propuesto el asegurador directo, sea que se trate de una compañía especializada en
reaseguros o que siendo su finalidad principal colocar seguros directos, acepta
ocasionalmente reaseguros.

Los conceptos relacionados con los diferentes tipos de reaseguro que existen, así
como los relacionados con las modalidades de cobertura, y de las estipulaciones
usuales en el mercado, las examinaremos más adelante.

946. Importancia y función del reaseguro

El comercio de seguros descansa en ciertos principios fundamentales, entre los


cuales cabe mencionar la homogeneidad de riesgos, su dispersión o atomización y el
cálculo de la prima sobre bases técnicas, fundamentalmente en las estadísticas y la
aplicación a ellas de la ley de los grandes números y el cálculo de probabilidades.

Por otra parte, también es un principio económico básico del seguro, que ningún
asegurador puede, sin el respaldo apropiado, cubrir riesgos que excedan lo que se llama
"Capacidad de retención", que no es otra cosa que la suma de dinero que un asegurador
directo puede razonablemente desembolsar contra su capital y reservas.

Ese respaldo es el reaseguro, que, en general, ayuda a que se cumpla con todos los
principios fundamentales del seguro arriba mencionados.

Del mismo modo como el asegurado se protege con el seguro, de las eventualidades
que pueden afectar su patrimonio, el asegurador se protege con el reaseguro, de los
desembolsos económicos que deba efectuar por concepto de las indemnizaciones que
tenga que pagar a sus asegurados por los siniestros que a aquellos les afecten,
cediendo la totalidad o parte de dicha responsabilidad a sus reaseguradores, en virtud
de un contrato específico para un riesgo determinado o en virtud de un convenio
genérico para todos o cierto tipo de los seguros que emita.

Sin la existencia del reaseguro, y de su complemento, que es la retrocesión, que no


es otra cosa que "el reaseguro del reasegurador", el desarrollo, e incluso la subsistencia
del seguro moderno serían imposibles, sobre todo por el enorme número de riesgos que
cubren las compañías aseguradoras, el elevado monto de algunas coberturas y la
posibilidad, siempre presente, de la ocurrencia de catástrofes que provocan un enorme
número de siniestros, que un solo asegurador aislado no puede cubrir exclusivamente
con su propio patrimonio.

Todas las ventajas del reaseguro emanan de que esta institución permite mantener el
principio de la división o atomización de los riesgos.

En efecto, cuando los riesgos son grandes e importantes, resulta muy difícil, por no
decir imposible, que una compañía de seguros individualmente considerada, pueda
soportar el pago del siniestro sin resentirse seriamente; incluso puede llegar a no ser
capaz de soportarlo.

Hoy en día hay ciertos bienes, tales como enormes transatlánticos, plataformas de
explotación petrolífera, aviones de transportes, grandes edificios y construcciones,
plantas industriales, represas hidroeléctricas, plantas nucleares, etc., cuyo valor es tan
grande que sin la existencia de la institución del reaseguro, sencillamente no sería
posible afrontar el compromiso de asegurarlos.
Por otro lado, la institución del reaseguro permite operar a empresas pequeñas de
seguro, pues es evidente que por sí solas ellas no estarían en condiciones de poder
postular a asegurar el riesgo de construcción y montaje de una planta hidroeléctrica, de
una industria importante, etc.

Pero si esa compañía aseguradora establece un convenio de reaseguro, para afrontar


el riesgo, no sólo podrá competir sino que, además, siendo la más pequeña y teniendo
menores costos de operación, resulta posible que ofrezca una cotización más baja.

La última de las ventajas del reaseguro es la de que cimenta la confianza del público,
en la medida que hace que el negocio de seguros sea sólido y por lo tanto respetable.

En efecto, no obstante que de acuerdo a la ley, el asegurado no tiene acción en contra


del reasegurador, es de toda evidencia que para él representa una gran ventaja que la
compañía aseguradora directa haya cedido una parte de su responsabilidad al
reasegurador, pues aumenta el capital y reservas que responden del pago de los
eventuales siniestros que ocurran. Por otra parte, en caso de insolvencia del asegurador
directo, por la parte de responsabilidad que le corresponde en los siniestros que hayan
ocurrido, pagará el reasegurador lo que le corresponde, por lo que el asegurado recibirá
alguna indemnización.

Normalmente, todas las compañías aseguradoras que aceptan operaciones de


seguro directo, operan también como reaseguradoras de otros aseguradores; pero hay
también reaseguradores especializados, que no se dedican a ningún otro negocio que
no sea el de aceptar operaciones de reaseguro.

947. Naturaleza jurídica del reaseguro

Junto con la mayor parte de la doctrina y la jurisprudencia internacional actuales,


nosotros pensamos que el contrato de reaseguro no es más que un tipo o especie de
contrato de seguro y particularmente es un contrato de seguro de daños patrimoniales.

En efecto, en el reaseguro se distinguen todos los elementos y características del


seguro: así tenemos que el asegurador directo es el asegurado en el contrato de
reaseguro; el riesgo es la eventualidad de que dicho asegurador directo deba pagar la
indemnización y el reasegurador es quien desempeña en el reaseguro el rol de
asegurador.

Hoy en día en Chile, toda discusión sobre la naturaleza jurídica del reaseguro carece
de sentido, que no sea el de una mera disquisición teórica fuera de la realidad del
derecho positivo, porque en el nuevo texto del C.Com., introducido por la ley Nº 20.667,
el reaseguro es calificado y regulado como un contrato de seguro de daños
(patrimoniales), al que le dedica el Párrafo 9 de la Sección Segunda (denominada,
justamente "De los seguros de daños"), del Título VIII del Libro II del Código.

Muy especialmente, el reaseguro encuentra muchos lazos que lo vinculan al seguro


de responsabilidad civil, toda vez que lo que cubre el reaseguro es, precisamente la
responsabilidad pecuniaria del asegurador de indemnizar a sus asegurados.

948. Objeto del contrato de reaseguro e interés asegurable

La regla general sobre el interés asegurable que contempla el nuevo art. 520 del
C.Com. establece que el asegurado debe tener un interés asegurable, actual o
futuro, respecto al objeto del seguro, pero que en todo caso es preciso que tal interés
exista al momento de ocurrir el siniestro.

Si bien, como hemos visto, en los seguros de personas el interés asegurable se exige
que exista al momento de la contratación, la norma del art. 520 rige con plena eficacia
y valor respecto de los seguros de daños, ya que, en la misma línea, el art. 546 establece
que "toda persona que tenga un interés patrimonial, presente o futuro, lícito y estimable
en dinero, puede celebrar un contrato de seguros contra daños". Recordemos, respecto
a este punto, que el reaseguro es un seguro de daños.

El objeto que es materia de un contrato de reaseguro es el mismo objeto del contrato


de seguros subyacente, pero el interés asegurable del reasegurado es distinto: lo que
él cubre, es su responsabilidad potencial de pagar una indemnización bajo el contrato
primario de seguro, si se verifica el evento constitutivo de uno de los riesgos asegurados.

Esta distinción ha sido reconocida en los reaseguros facultativos marítimos y en los


tratados de reaseguros. En la determinación de qué es el objeto materia de un seguro y
cuál es el preciso interés que está cubierto por él, el aspecto relevante a considerar es
como eso está expresado en el contrato. Puede ser que el objeto asegurado y el interés
asegurado sean, algunas veces, para propósitos prácticos, idénticos, como en el caso
del reaseguro que cubre a un seguro de responsabilidad civil general o profesional.

La distinción entre el objeto asegurado y el interés asegurable es relevante en dos


aspectos. El interés reasegurado no necesita ser especificado, siempre y cuando el
objeto asegurado esté apropiadamente descrito. Es el objeto del reaseguro, y por lo
tanto del seguro primario, el que es relevante para los propósitos de clasificación de los
negocios de seguro de acuerdo a la regulación legal. El interés asegurable, como hemos
visto, es distinto entre el que tiene el asegurado primario y su asegurador, que se
reasegura. El primero, por ejemplo, buscará proteger su propiedad, expuesta al riesgo
de incendio, en tanto que el asegurador-reasegurado, tiene interés asegurable en
proteger su patrimonio, el cual, al producirse el incendio cubierto por la póliza que le
extendió al asegurado, será afectado por el monto de la indemnización que deba pagar
por dicho siniestro. De allí entonces, que el contrato de seguro primario puede ser de
muchas clases, en tanto que el contrato de reaseguro es siempre un seguro de daños
patrimonial, específicamente uno que cubre una responsabilidad pecuniaria.

Es por ello que, como ya hemos dicho, el reaseguro guarda un vínculo muy estrecho
con el seguro de responsabilidad civil.

949. Régimen legal de la contratación de reaseguros

El art. 16 del D.F.L. Nº 251, que regula el comercio de seguros y reaseguros,


establece con quienes y de qué forma pueden contratarse reaseguros en Chile. El texto
legal establece que... "el reaseguro de los contratos celebrados en Chile, podrán
efectuarlo las entidades aseguradoras y reaseguradoras, con las entidades que se
señalan a continuación", mencionando a las siguientes:

a) Sociedades anónimas nacionales cuyo objeto exclusivo sea el reaseguro.

Estas entidades están sujetas a la fiscalización de la Superintendencia, con las


atribuciones que le otorga la ley. Las reaseguradoras nacionales podrán operar en
ambos grupos de seguros, seguros generales o del primer grupo y seguros de vida, o
del segundo grupo, pero, atendidas las diferencias que hay entre ambos, principalmente
en lo relativo a las reservas financieras, deberán constituir, para cada uno de ellos,
capitales independientes y llevar contabilidad separada.

b) Compañías de seguros nacionales.

Las compañías nacionales podrán, solamente, reasegurar riesgos del grupo en el cual
estén autorizadas para operar;

c) Entidades extranjeras de reaseguro.

La ley exige que las entidades extranjeras de reaseguro con las que se puede
contratar, sean de aquellas que se encuentren clasificadas por agencias clasificadoras
de riesgo, de reconocido prestigio internacional.

Las entidades extranjeras de reaseguro autorizadas para operar en Chile deberán


designar un representante en Chile, el que las representará con amplias facultades,
pudiendo incluso ser emplazado en juicio.

No obstante lo anterior, la ley precisa que no será necesaria la designación de un


representante, si el reaseguro con estas entidades se efectúa a través de un corredor
de reaseguro inscrito en la Superintendencia, conforme a lo que se establece en la
norma que analizaremos a continuación.

d) Contratación de reaseguros con corredores de reaseguro extranjero.

La ley permite que el reaseguro se efectúe con las compañías de reaseguro


extranjeras, directamente o a través de corredores de reaseguro que se encuentren
inscritos en el Registro de Corredores de Reaseguro Extranjero que llevará la
Superintendencia.

Estos corredores, para todos los efectos legales, y en especial, en relación con la
aplicación y cumplimiento en el país del contrato de reaseguro, serán considerados
como representantes legales de los reaseguradores externos suscriptores del contrato
de reaseguro, con amplias facultades, pudiendo incluso ser emplazados en juicio.

950. Normas que rigen al contrato. Salvo excepciones, dichas normas no son
imperativas. Internacionalización del reaseguro en Chile

Tradicionalmente han sido muy escasas las normas chilenas que rigen y se refieren
al reaseguro. Una situación similar existe en otros países, ya que, en la mayoría de ellos,
las normas legales relativas a los aspectos jurídicos del contrato son escasas, siendo
en general más amplia la legislación que tiene por objeto regular la actividad o el
comercio de reaseguros que al contrato mismo.

En efecto, esta situación ha cambiado en Chile con la dictación de la ley Nº 20.667,


ya que ella dedicó a regularlo, uno de los párrafos de la Sección Segunda del Título VIII
del Libro II del Código de Comercio. Aún cuando sus normas son pocas, perfilan la
institución y, lo más importante, le hacen aplicable los usos y prácticas internacionales.

Cabe señalar, además, que teniendo el reaseguro la calidad de contrato de seguro


(un contrato de seguro de daños patrimoniales), se le hacen aplicables, en lo que
corresponda, las normas generales que regulan el seguro, estudiadas en la primera
parte de esta obra.
La primera norma que lo rige, es el art. 584, que lo define, diciendo que por el contrato
de reaseguro el reasegurador se obliga a indemnizar al reasegurado, dentro de los
límites y modalidades establecidos en el contrato, por las responsabilidades que afecten
su patrimonio como consecuencia de las obligaciones que éste haya contraído en uno
o más contratos de seguro o de reaseguro.

En su inciso segundo, esta norma nos dice que "el reaseguro que ampara al
reasegurador toma el nombre de retrocesión".

Por último, su inciso final establece una norma de extraordinaria importancia, desde
que mediante ella el contrato de reaseguro chileno se internacionaliza completamente:

"En estos contratos, servirán para interpretar la voluntad de las partes los usos y
costumbres internacionales sobre reaseguros".

El art. 587 al que nos referiremos previamente a hacerlo respecto a los arts. 585 y
586, consagra una de las características más importantes del contrato de reaseguro,
que ya hemos mencionado: las normas de la ley del contrato de seguro, que contempla
el nuevo texto del Código de Comercio, que son imperativas por regla general (con la
excepción de los seguros de grandes riesgos), no lo son tratándose del contrato de
reaseguro, salvo los artículos 585 y 586, porque precisamente el referido art. 587,
prescribe que dichos artículos 585 y 586 son siempre de carácter imperativo.

El legislador ha excluido al contrato de reaseguro, de la imperatividad que como regla


general caracteriza a las normas que rigen al contrato de seguro, porque tratándose del
reaseguro, la imperatividad es innecesaria e inconveniente, porque sería muy difícil que
los reaseguradores aceptaran suscribir contratos de reaseguro, en los que no se
pudieran aplicar los principios tradicionales que los rigen.

Y lo es, en primer lugar, porque el reaseguro es un contrato de seguro que celebran


dos empresas profesionales del seguro, que entienden claramente sus normas y que no
necesitan que el legislador proteja sus derechos contractuales.

En segundo término porque se trata de grandes empresas, con grandes capitales,


que no requieren que el Estado les brinde amparo para protegerlas de que resulten
lesionadas patrimonialmente como consecuencia de los contratos que celebren y que
naturalmente quedan exentas de la imperatividad, de acuerdo a las propias normas del
art. 542, porque todos o prácticamente todos los contratos de reaseguro son por montos
importantes, cuyas primas exceden las UF 200, de modo que también por esa razón
quedan exentas de la referida imperatividad.

Por estas razones, los contratos de reaseguro son por su propia naturaleza, contratos
de seguro que deben ser encuadrados en el concepto que la doctrina del derecho de
seguros llama "seguros de grandes riesgos", aunque en este caso particular, quizá más
que en ningún otro, ese término no es apropiado y mejor sería decir, simplemente, que
se ajustan de lleno a la excepción de la imperatividad de las normas sobre el seguro,
que establece el art. 542.

Por lo tanto, salvo las excepciones mencionadas, arts. 585 y 586, las normas que
rigen al reaseguro no son imperativas.

Hay que hacer presente otra contra excepción: como ya lo hemos sostenido con
anterioridad, siempre serán imperativas, para todo tipo de seguro, aquellas normas que
rigen al contrato que lo son por su propia naturaleza intrínseca, como es el caso, por
ejemplo, de las que son prohibitivas o de orden público.

La razón por la cual el legislador quiso que los arts. 585 y 586, fueran imperativos
radica en que esas normas sobre el reaseguro, en realidad están concebidas para
proteger a los asegurados: no a las partes de dicho contrato, que son los aseguradores
y los reaseguradores.

951. La retrocesión

La retrocesión tiene una especial importancia en el reaseguro a la cual vale la pena


referirse por separado.

En efecto, forma parte del sistema de reaseguro, a escala mundial, la división y


dispersión de los riesgos, con el objeto de garantizar la capacidad financiera necesaria
para enfrentar un siniestro.

De este modo, en el reaseguro, el asegurador directo transfiere una proporción de los


riesgos con el ánimo de que al ocurrir el siniestro, el reasegurador comparta su
responsabilidad en el pago.

Pero puede ocurrir que el reasegurador acepte del asegurador directo un riesgo que
también exceda su propia capacidad de pago, o que, simplemente, con el ánimo de
tomar también seguridad, le sea conveniente ceder parte de su responsabilidad a otro
u otros reaseguradores distintos.

Si estamos en presencia de un negocio de esta especie, se dice que hay una


retrocesión.

El inciso segundo del nuevo art. 584 de nuestro Código de Comercio lo define diciendo
que es "el reaseguro que ampara al reasegurador".

Se trata de otro contrato, también independiente, pero que respalda al reasegurador,


frente a la responsabilidad de éste de cubrir al reasegurado. En este contrato el
reasegurador es el retrocedente que cede su responsabilidad a otro reasegurador
llamado el retrocesionario.

En suma, podría definirse a la retrocesión diciendo simplemente que es el reaseguro


de un reaseguro, y se lleva a cabo cuando el reasegurador desea limitar su
responsabilidad respecto al negocio de reaseguro aceptado y en consecuencia, vuelve
a traspasar una parte de dicha responsabilidad a otro reasegurador distinto.

952. Acciones del asegurado en contra del reasegurador

El nuevo art. 585 del C.Com. consagra la autonomía e independencia entre el contrato
de seguro y el de reaseguro en los siguientes términos: "El reaseguro no altera en forma
alguna el contrato de seguro. No puede el asegurador diferir el pago de la indemnización
de un siniestro al asegurado, en razón del reaseguro".

Esta norma está establecida en beneficio del asegurado, puesto que el propósito del
legislador es que siempre el asegurador directo que contrató con él, quede afecto al
pago de la indemnización y que no pueda excusarse de hacerlo, a pretexto de que dicho
seguro cuenta con un reaseguro, aunque sea por el total de la cobertura otorgada.
A su vez, el art. 586 expresa que "el reaseguro no confiere acción directa al asegurado
en contra del reasegurador, salvo que en el contrato de reaseguro se disponga que los
pagos debidos al asegurado por concepto de siniestros se hagan directamente por el
reasegurador al asegurado o, en caso que producido el siniestro, el asegurador directo
ceda al asegurado los derechos que emanen del contrato de reaseguro para cobrarle al
reasegurador".

Esta norma también está claramente establecida en beneficio del asegurado, porque
si bien reconoce que el contrato de reaseguro no confiere al asegurado primario acción
para reclamarle el pago de su contribución, admite que en dicho contrato se establezca
una cláusula que posibilite al asegurado a hacerlo, de modo que es perfectamente válida
la existencia de lo que se conoce como cláusula "cut through", que faculta al asegurado
a cobrar directamente la indemnización o el monto que de ella le corresponda pagar al
reasegurador.

Pero esta posibilidad está sujeta a una limitación, contemplada en el inciso final del
art. 586: ninguna de estas convenciones exonerará al asegurador directo de su
obligación de pagar el siniestro al asegurado.

En otros términos, la posibilidad de establecer contractualmente el derecho del


asegurado de cobrar y recibir directamente del reasegurador los pagos por concepto de
siniestros cubiertos por el reaseguro que ampara al seguro directo, no libera al
asegurador directo de su obligación de pagar dicho siniestro en su totalidad.

La norma que estamos examinando establece otra posibilidad: que producido el


siniestro el asegurador directo ceda al asegurado los derechos que emanen del contrato
de reaseguro para cobrarle al reasegurador.

Sin embargo, cabe advertir que esta facultad tampoco exonera al asegurador directo
de su responsabilidad por el pago del monto total del siniestro que corresponda.

953. Preferencia legal de los créditos de los asegurados por concepto de los pagos por
concepto de reaseguros

En relación con el reaseguro, otra disposición legal que está establecida en defensa
de los intereses de los asegurados se encuentra en el art. 84 inciso 2º del D.F.L. Nº 251,
el cual dispone que, en los casos de quiebra o de liquidación de una compañía de
seguros, "los pagos por reaseguros beneficiarán a los asegurados, cuyos créditos por
siniestros preferirán a cualesquiera otros que se ejercieren en contra del asegurador,
sin perjuicio de contribuir a los gastos de administración de la quiebra o liquidación en
su caso".

954. Jurisdicción y legislación aplicable para resolver los conflictos en materia de


reaseguros. Los usos y costumbres internacionales

El artículo 29 del D.F.L. Nº 251 establece que "...las cuestiones litigiosas que se
susciten con motivo de los contratos de seguros directos y reaseguros sujetos a esta
ley, serán sometidas a la jurisdicción chilena, siendo nulo todo pacto en contrario".

Pero el art. 4º letra b) de la ley Nº 20.667 ha agregado a la norma legal anteriormente


transcrita un inciso segundo, que dice:
"No obstante, producida una controversia sobre reaseguros, las partes podrán acordar
que ella se resuelva conforme a las normas sobre arbitraje mercantil internacional
previstas en la ley chilena".

Ello representa una gran ventaja para quienes —entre ellos, los aseguradores y
reaseguradores extranjeros— decidan someterse en Chile a un arbitraje internacional
en materia de reaseguro, pero no elude la regla contemplada en el inciso primero del
referido art. 29 del D.F.L. Nº 251 en cuanto a que las cuestiones litigiosas que se
susciten con motivo de los contratos de seguros directos y reaseguros sujetos a esta
ley, serán sometidas a la jurisdicción chilena.

Al respecto cabe hacer presente dos observaciones fundamentales:

a) Un tribunal arbitral que se haya constituido y que se rija por la ley chilena de arbitraje
internacional, es una expresión legítima de la jurisdicción nacional; y

b) La ley chilena admite que los contratos de reaseguro sean interpretados aplicando
los usos y costumbres internacionales en materia de reaseguro.

955. La reciprocidad

La reciprocidad es un convenio entre compañías en virtud del cual una se compromete


a ofrecer a otra cierto tipo de negocios de reaseguros, siendo la obligación de la otra
parte de ofrecer a su vez y a cambio, otros negocios similares o de otro tipo especificado.

Este sistema conduce a la compensación global y recíproca de todos los saldos


resultantes de las diversas operaciones que los contratantes hayan suscrito entre sí.
Los beneficios que el asegurador proporciona a su reasegurador se equilibran con los
que recibe de éste.

956. Clasificaciones. Diversos tipos de reaseguro

Existen diversas clasificaciones del reaseguro que pueden ser enunciadas y


analizadas en el orden que cada autor prefiera.

a) Comenzaremos por referirnos a la clasificación que reconoce como raíz común a


los reaseguros facultativos, y entre estos a los reaseguros individuales o simples, y
reaseguros generales o tratados de reaseguro facultativo.

Reaseguro individual. En su forma más simple el reaseguro es individual o simple, es


decir, es un contrato convenido entre reasegurador y reasegurado por concepto del
reaseguro de un solo riesgo, en el que no hay ningún vínculo previo entre las partes. En
el reaseguro individual hay que negociar todo caso a caso, la aceptación, sus
condiciones, e incluso, el precio del reaseguro.

Tratados de reaseguro facultativo. Un tratado de reaseguro general facultativo, es


aquel contrato marco por el cual las partes, reasegurado y reasegurador han convenido
que tratándose de los riesgos especificados en el tratado, el reasegurado tiene la
facultad de ofrecer cesiones y el reasegurador la facultad de examinarlos y decidir si las
acepta o no, pero los procedimientos y normas de la contratación, incluido el precio del
reaseguro, están previamente establecidos. Los tratados de reaseguro pueden ser
facultativos para el reasegurado, el reasegurador o para ambos.
En los tratados de reaseguro facultativo para el reasegurado, éste conserva la
elección de los riesgos que cederá, pero el reasegurador está obligado a tomar cualquier
negocio que le sea cedido por vía de una declaración del reasegurado o de cualquiera
otra forma. En los tratados generales facultativos no obligatorios, el reasegurador
dispone de la facultad de estudiar cada oferta de reaseguro que se le formule, en
particular la magnitud de los riesgos, y decidir si lo acepta o no; pero si su respuesta es
afirmativa, las condiciones generales de la cobertura, incluido el precio, están
convenidos de antemano, aceptándose solamente la posibilidad de que el reasegurador
exija las condiciones especiales o garantías previstas en el tratado.

b) Tratados de reaseguro general. En la mayoría de los casos el reaseguro es materia


de un contrato de reaseguro general, es decir, un contrato normativo o contrato marco
de reaseguro, en el cual se fijan las condiciones conforme a las cuales el asegurador
cederá y el reasegurador aceptará riesgos determinados, debiendo realizarse las
cesiones concretas de los negocios de seguro que se vayan colocando, con estricta
sujeción a los términos de dicho contrato.

Se denomina contrato o tratado de reaseguro general obligatorio, a aquel en el cual


se estipula que el asegurador está obligado a ceder, de todo riesgo que tome, la
proporción que según el contrato debe reasegurarse, quedando el reasegurador
obligado a aceptar dicha cesión.

Este tipo de contrato de reaseguro opera en forma automática, de suerte que el


asegurador directo queda cubierto por el reaseguro desde el momento mismo de la
celebración de los respectivos seguros amparados por aquél.

El contrato general obligatorio puede revestir dos formas: una de ellas es el contrato
ciego y la otra es el contrato de bordereaux.

El contrato ciego es aquel en el cual el reasegurado informa al reasegurador


periódicamente y en forma global, acerca de los seguros contratados al amparo del
tratado, las primas cedidas, las comisiones de reaseguro descontadas, los siniestros
indemnizados, aquellos que están por pagarse y el saldo neto a favor o en contra
resultante de la cuenta. El reasegurador no toma conocimiento de los siniestros en
particular.

El contrato de bordereaux es aquel en el cual la información periódica que debe


proporcionar el reasegurado al reasegurador debe comprender, además, detalles
respecto de cada uno de los riesgos cedidos, de modo que el reasegurador pueda
formarse cabal concepto de cada uno de los contratos de seguro incluidos en el
reaseguro.

Asimismo, en este tipo de contratos de reaseguro obligatorio de bordereaux, el


reasegurado está en la obligación de informar detalladamente respecto de los siniestros
que corresponda indemnizar.

Una subclasificación de los tratados de reaseguro general que tiene mucha


importancia, distingue entre tratados o convenios de reaseguros proporcionales y no
proporcionales.

En los tratados de reaseguros proporcionales o de montos, la cuantía de la


responsabilidad que corresponde al reasegurador en caso de siniestro se calcula sobre
la base de la proporción que resulta entre la prima recibida por él (prima cedida) y la
prima total de la póliza. Por tanto el reasegurador participa de los siniestros y las primas
en idéntica proporción.

Las formas más usuales del contrato de reaseguro proporcionales o de montos, son
el reaseguro de excedentes, el reaseguro de cuota parte y el reaseguro de cuota
excedente.

Se llama reaseguro de excedente aquel en el cual la cesión recae sobre aquella parte
del seguro o riesgo que excede de la capacidad de conservación o retención del
asegurador directo, previamente estipulada.

Se llama reaseguro de cuota parte aquel en el cual la cesión recae sobre un


porcentaje fijo de cada seguro directo, fijado de antemano.

Por último, el reaseguro de cuota excedente es aquel en el que se procede primero a


ceder un porcentaje fijo de cada seguro directo, como en el contrato de cuota parte, y si
el asegurador directo resulta, a pesar de todo, excedido en su capacidad de retención
debe ceder, además, el excedente.

Los tratados de reaseguros no proporcionales o de pérdidas, son mediante los cuales


se transfiere una determinada parte de las indemnizaciones que debe satisfacer el
asegurador, a cambio de una participación en el monto de las primas. Los montos
inferiores a un límite de pérdida o prioridad son siempre por cuenta del asegurador
directo. Por tanto el reasegurador solo responde ante los siniestros que superen un
determinado valor.

Los reaseguros no proporcionales se subdividen en reaseguros de exceso de pérdida


y de "stop loss".

En los reaseguros de exceso de pérdida el reasegurador conviene en indemnizar al


asegurado por las pérdidas dentro de una particular clase de seguros, que excede a una
suma mínima estipulada y entonces la cobertura del reaseguro es por el monto de la
pérdida que excede a tal suma mínima.

Una variante del anterior es el reaseguro de exceso de porcentaje de pérdida, es


aquel mediante el cual el reasegurador se compromete a rembolsar la diferencia entre
el monto previsto de las indemnizaciones y el volumen efectivo de ellas en un período
determinado.

En los reaseguros "stop loss", el reasegurador es responsable cuando las pérdidas


agregadas del reasegurado exceden un determinado nivel. Este es un sistema de
reaseguro especialmente usado para la cobertura de los denominados seguros de
responsabilidad de "cola larga", es decir, aquellos en los que la responsabilidad puede
aparecer con mucha posterioridad a la vigencia del seguro otorgado.

Reaseguros por capas (Layering). En la actualidad es muy frecuente que en los


negocios de reaseguros automáticos o tratados, se use un sistema de cobertura por
capas, que en inglés se designa con la palabra layering.

Se trata de un método de colocar coberturas automáticas entre varios


reaseguradores, en el cual los reaseguros son cedido en capas, entendiéndose por
capa, un segmento, monto o "tajada" de la responsabilidad reasegurada, que el
reasegurador toma de su cargo. Las capas se expresan en términos de montos de
seguro.
Pool de reaseguros. En el negocio del reaseguro, es frecuente la concertación de los
llamados "pool de reaseguros", que son convenios por el que un número importante de
aseguradores se pone de acuerdo en colocar todos los negocios de cierta clase o una
selección de todos ellos, en una cuenta común y dividir estos negocios, incluso las
primas, siniestros, gastos y beneficios, en una proporción establecida a tal efecto.

Estos convenios son estipulados libremente entre diversas entidades aseguradoras,


o son impuestos en algunos casos por el Estado, en beneficio del mercado nacional.
Capítulo LXIV Los seguros de personas

957. Generalidades sobre los seguros de personas. Conceptos legales

Nuestra nueva legislación sobre seguros, como ya lo hemos expresado, recoge en el


renovado texto del art. 544, la moderna estructuración o clasificación de los seguros que
distingue entre seguros de daños y seguros de personas, y establece las normas
especiales sobre estos últimos en la Sección Tercera del Título VIII del Libro II del
Código de Comercio.

No obstante, el legislador previene, en el art. 601, que las modalidades de seguros de


personas que cubran gastos médicos, clínicos, quirúrgicos, farmacéuticos u otros que
tengan carácter de daño patrimonial, se regularán por las normas de los seguros de
daños, a menos que sean contrarias a su naturaleza.

El nuevo art. 588 define en su inciso primero a los seguros de personas diciendo que
estos son los que cubren los riesgos que puedan afectar la existencia, la integridad física
o intelectual, la salud de las personas y los que garantizan a éstas, dentro o al término
de un plazo, un capital o una renta temporal o vitalicia.

En los incisos que siguen, el art. 588 define a las más importantes modalidades de
seguros de personas, empezando por el más importante de todos, que es el de vida, al
que nos referiremos en los párrafos que siguen.

Estudiaremos todos los aspectos de los seguros de personas, con excepción de los
relacionados con la indemnización de los siniestros, que hemos examinado con
anterioridad. Partiremos transcribiendo el art. 588, que encabeza la Sección Tercera del
Título VIII del Libro II del Código, que regula a los seguros de personas:

"Artículo 588. Conceptos. Son seguros de personas los que cubren los riesgos que
puedan afectar la existencia, la integridad física o intelectual, la salud de las personas y
los que garantizan a éstas, dentro o al término de un plazo, un capital o una renta temporal
o vitalicia.

Por el seguro de vida el asegurador se obliga, conforme a la modalidad y límites


establecidos en el contrato, a pagar una suma de dinero al contratante o a los
beneficiarios, si el asegurado muere o sobrevive a la fecha estipulada.

Se denomina renta vitalicia a la modalidad del seguro de vida mediante la cual el


asegurador recibe del contratante un capital y se obliga a pagarle a él o sus beneficiarios
una renta hasta la muerte de aquél o de éstos.

Por el seguro de accidentes personales el asegurador se obliga, conforme a las


modalidades estipuladas, a indemnizar al asegurado o a sus beneficiarios, las lesiones
corporales, la incapacidad o la muerte que éste sufra a consecuencias de un accidente.

Por el seguro de salud, o las modalidades de otros seguros que incluyan dicha cobertura,
el asegurador se obliga a pagar, en la forma estipulada en el contrato, los gastos médicos,
clínicos, farmacéuticos, de hospitalización u otros en que el asegurado incurra, si éste o
sus beneficiarios requiriesen de tratamiento médico a consecuencia de enfermedad o
accidente".
Estudiaremos cada una de estas modalidades en los párrafos que siguen.

958. Generalidades sobre el seguro de vida

El inciso segundo del art. 588 del Código define el seguro de vida expresando que en
éste el asegurador se obliga, conforme a la modalidad y límites establecidos en el
contrato, a pagar una suma de dinero al contratante o a los beneficiarios, si el asegurado
muere o sobrevive a la fecha estipulada.

Se trata éste del más importante de los seguros de personas, en sus manifestaciones
de vida propiamente tal, sobrevivencia, desgravamen hipotecario y rentas vitalicias.

Los principios fundamentales sobre los cuales se estructura el comercio del seguro
de vida son los siguientes:

A) Participación o distribución de las pérdidas

En el seguro de vida, más que en ningún otro, el seguro no es ni más ni menos que
un mecanismo para la distribución o la participación común en las pérdidas.

En efecto, en el seguro de vida, a diferencia de las demás formas de seguro, el riesgo


en contra del cual se busca protección, es decir, el fallecimiento, constituye una
incertidumbre en una época determinada, pero en ningún caso su ocurrencia futura.
Alguna vez se va a producir la muerte, pues la muerte es connatural a la calidad de todo
ser vivo.

B) Ley de los grandes números

Más que en ningún otro tipo de seguros, el de vida intenta eliminar a los elementos
especulativos y reducir las fluctuaciones y pérdidas aplicando a las operaciones de
seguro, la ley de los grandes números y la estadística, analizadas por los actuarios.

En cuanto mayor sea el número de riesgos análogos, pero separados, menor será la
incertidumbre en cuanto a las posibles pérdidas en que se incurra dentro de un período
determinado.

C) Formación de un Fondo de Siniestros

Ya hemos enfatizado que el hecho de la muerte futura del asegurado constituye una
certeza.

En consecuencia, cada año la compañía aseguradora habrá de destinar fondos para


proveer a los futuros e inevitables fallecimientos de sus asegurados.

Este fondo de siniestros debe ser científicamente acumulado, tanto para proveer al
pago de las muertes que ocurren durante el año, por anticipadas o imprevistas que sean,
como además, para hacer frente a las muertes absolutamente ciertas que habrán de
producirse en el futuro.

La acumulación de este fondo debe hacerse teniendo en cuenta que las personas que
se aseguran no son de la misma edad, y que por regla general, los que toman el seguro
siendo más jóvenes, vivirán más tiempo que aquellos que lo toman a edad más
avanzada. También debe tomarse en cuenta las diversas clases de pólizas que existen,
algunas anuales, otras por períodos de plazo medio y otras, de vida entera.

959. El interés asegurable en los seguros de personas y en particular en el Seguro de


Vida

Como ya lo hemos adelantado, el interés asegurable en los seguros de personas y en


particular en el seguro de vida tiene también ciertas particularidades, que están
expresadas en el art. 589:

"Los seguros de personas pueden ser contratados por el propio asegurado o por
cualquiera que tenga interés".

A diferencia de la norma general que contempla el art. 520, que permite expresamente
la contratación de un seguro, sin tener interés asegurable al momento de hacerlo, con
tal de que éste exista al momento del siniestro, en los seguros de personas ese interés
debe existir al momento de la contratación del seguro, pues no hay ninguna referencia
a la admisibilidad de un interés asegurable futuro. La norma dice que "pueden ser
contratados por el propio asegurado o por cualquiera que tenga interés" y la expresión
"ser contratados", alude justamente a eso, al momento en que se produce dicha
contratación.

La segunda particularidad es, precisamente, que pueden ser contratados por el


asegurado "o por cualquiera que tenga interés". Cuando la norma se refiere al
asegurado, está aludiendo en este caso a la persona cuya vida, salud o integridad
corporal se cubre por el seguro. En el caso de que se trate de un seguro de salud o que
cubra la integridad corporal del asegurado, este mismo será el beneficiario.

Pero si se trata de un seguro de vida, cuando quien lo contrata es la persona cuya


vida se asegura, esa persona no es el beneficiario, a menos que se trate de la modalidad
de sobrevivencia, es decir, cuando se paga un capital si el asegurado sobrevive a una
fecha estipulada.

Es por ello que la disposición que estamos analizando continúa diciendo que "...el
seguro de vida puede estipularse sobre la vida propia o la de un tercero, tanto para el
caso de muerte como para el de sobrevivencia o ambos conjuntamente".

Hay una gran diferencia entre un seguro de vida contratado por alguien sobre la vida
propia, que aquel que es contratado por otra persona sobre la vida del asegurado.

Es por esa razón que la norma legal, en la primera frase del inciso segundo del art.
589, estipula que "en los seguros para el caso de muerte, si son distintas las personas
del tomador del seguro y del asegurado, será preciso el consentimiento escrito de este
último, con indicación del monto asegurado y de la persona del beneficiario".

El consentimiento del asegurado cuando el seguro es contratado por un tercero, es


requerido por la ley en protección del primero. Él puede juzgar, con mayor propiedad y
mejores informaciones, a lo menos eso es lo que se presume, que el tercero que
contrata ese seguro sobre su vida tiene o no interés genuino en su conservación y no
en la muerte del asegurado.

La misma razón de fondo, proteger a los terceros cuya vida se asegura por el tomador,
subyace en la regla prohibitiva que esta norma contempla acto seguido, en la segunda
frase del inciso segundo del art. 589:
"No se podrá contratar un seguro para el caso de muerte, sobre la cabeza de menores de
edad o de incapacitados".

Se trata en este caso de una norma que por ser prohibitiva, es imperativa por su propia
naturaleza, establecida en beneficio de personas que la ley estima que no tienen
suficiente discernimiento del peligro que pudiera representar para ellas, que un seguro
sobre sus vidas sea contratado por un tercero.

La regla termina expresando que "los seguros contratados en contravención a estas


normas serán absolutamente nulos y el asegurador estará obligado a restituir las primas
percibidas, pudiendo retener el importe de sus gastos, si ha actuado de buena fe".
Evidentemente la buena fe estará representada por su ignorancia sobre la circunstancia
de que los asegurados por terceros, reúnen las características o son del tipo de
personas sobre cuya cabeza no puede contratarse seguros de vida.

El interés en la conservación o prolongación de la vida, de que nos habla la ley, puede


ser material o moral, con tal que sea una relación efectiva, en términos que quien
contrate el seguro no desee que el evento de muerte se produzca, sino al contrario, que
no ocurra.

Este interés en la continuación de la vida del asegurado, que es un elemento básico


en este tipo de seguros, puede derivar de las relaciones económicas existentes entre el
que toma el seguro y el asegurado, o de los vínculos de parentesco y afecto que los
unan.

En efecto, no es preciso que la conservación de la vida del asegurado traiga ventajas


económicas al tomador de la póliza, porque sin duda el padre tiene un interés
asegurable en su propio hijo, éste en la vida de su padre, el marido en la vida de su
cónyuge y viceversa. En estos casos, el afecto natural obra con más fuerza que ninguna
consideración económica.

De cualquier forma, la ley exige la existencia de un interés material o moral, actual y


efectivo en la conservación de la vida del asegurado, porque si no existiere ese interés,
el contrato sería un puro juego de azar, una apuesta en la que el tomador del seguro
estaría directamente interesado en que el evento de muerte se produjera, contrariando
gravemente el propósito mismo de las normas de orden público.

En los casos relacionados con el seguro contratado por un tercero sobre la vida del
asegurado, el interés asegurable puede derivar de tres tipos de situaciones:

a) El que proviene de lazos de parentesco o de afecto

Desde luego que las relaciones de padres e hijos, entre hermanos, entre cónyuges, o
entre nietos y abuelos, crean un interés moral asegurable, sin descartarse tampoco la
existencia de un interés legítimo de tipo económico.

Parece discutible la ampliación de este tipo de relaciones legítimas, a las que


provienen de parentesco más lejano, u otras relaciones de afecto no reconocidas por la
ley, como las que unen a los novios o a quienes están unidos en concubinato.

Sin embargo, la tendencia de la jurisprudencia mundial, y en particular la americana,


ha sido la de extender los vínculos de interés a estos casos.

b) Interés asegurable derivado de relaciones comerciales


Son muchas las relaciones comerciales que justifican la contratación por una persona,
de un seguro sobre la vida de otra, como por ejemplo, un socio sobre la vida de otro
socio, de un empleador sobre la vida de un empleado especialmente importante o
viceversa.

c) Interés asegurable derivado de créditos

También tienen interés los acreedores en la conservación de la vida de sus deudores,


siempre y cuando la póliza se limite al monto efectivo de la deuda. Sobre la base de
este principio se concibe el popular seguro de desgravamen hipotecario.

960. Declaraciones y exámenes de salud. Preexistencias

La nueva ley chilena sobre el contrato de seguro regula dos materias que han sido
objeto de dura controversia pública y que en muchísimas ocasiones ha terminado en
juicios: las declaraciones y exámenes de salud y las preexistencias, que han dado origen
al rechazo de muchos reclamos de indemnización en los seguros de personas en
general.

A dicho propósito el art. 590, sobre las declaraciones y exámenes de salud, dispone
lo siguiente:

"El asegurador sólo podrá requerir antecedentes relativos a la salud de una persona en la
forma establecida en el artículo 525, pudiendo solicitar la práctica de exámenes médicos
de acuerdo a lo establecido en la ley".

Al conjunto de antecedentes sobre el asegurado y su estado de salud al momento de


contratar se le denomina "prueba de asegurabilidad".

La aplicación de la norma arriba transcrita, implica, entonces, que la exigencia de las


declaraciones y los exámenes de salud a los asegurados, debe ser formulada por el
asegurador ateniéndose a las prescripciones del art. 525, que es la norma general sobre
la información precontractual de los riesgos, a que está obligado el asegurado en
beneficio del asegurador.

Recordemos que de acuerdo a esa disposición legal, aplicable a todo tipo de seguros,
la obligación del asegurado (contemplada en el art. 524 Nº 1), de declarar sinceramente
todas las circunstancias necesarias "para identificar la cosa asegurada y apreciar la
extensión de los riesgos", está sujeta o limitada a lo que le "solicite el asegurador", y
que, insiste el art. 525, para prestar dicha declaración, será suficiente que el contratante
informe "al tenor de lo que solicite el asegurador, sobre los hechos o circunstancias que
conozca y sirvan para identificar la cosa asegurada y apreciar la extensión del riesgo".

En resumen, la obligación del asegurado, de informar sinceramente y sin reticencias


los riesgos relativos al seguro que se pretende contratar, está enmarcada por el
legislador por lo que el asegurador le solicite que le informe y declare, lo que siguiendo
una tendencia contemporánea extendida universalmente, se traduce en la presentación
de formularios con preguntas planteadas por el asegurador, que el asegurado debe
llenar, respondiéndolas en esa forma, es decir, sinceramente y sin reticencias.

El art. 525 previene también que, "convenido el contrato de seguro sin que el
asegurador solicite la declaración sobre el estado del riesgo, éste no podrá alegar los
errores, reticencias o inexactitudes del contratante, como tampoco aquellos hechos o
circunstancias que no estén comprendidos en tal solicitud".
Lo que este artículo quiere decir, es que habiendo hecho recaer la ley en el
asegurador, la iniciativa de solicitar la información de los riesgos que amenazan lo que
se le pide asegurar, en el caso de los seguros de personas, los que afectan su vida,
integridad o salud, lo que el asegurado no le informe, porque el asegurador no se lo
solicitó informar, no podrá dar base a alegar errores, reticencias o inexactitudes que
puedan afectar la validez o aplicación del contrato a favor del asegurado.

Respecto a las enfermedades y dolencias preexistentes, el art. 591 señala que "sólo
podrán considerarse como tales, aquellas enfermedades, dolencias o situaciones de
salud diagnosticadas o conocidas por el asegurado o por quien contrata en su favor".

Dos consecuencias cabe extraer de la redacción de esta norma.

La primera es que solo podrán estimarse preexistentes, las enfermedades, dolencias


o situaciones de salud que hubiesen sido diagnosticadas antes de la celebración del
contrato, o conocidas por el asegurado "o por quien contrata a su nombre". Es
importante enfatizar que la norma emplea dos veces la conjunción disyuntiva "o" y en
ninguno la copulativa "y". O sea, basta para aplicarla, que se den una u otra en el primer
caso (diagnóstico o conocimiento), y uno u otro en el segundo (que obre en
conocimiento del asegurado o de quien contrata a su nombre).

La segunda es que el peso de probar el diagnóstico o el conocimiento de las


enfermedades o dolencias preexistentes, recae en quien lo alegue, que será en todos
los casos el asegurador.

Para terminar este apartado, cabe señalar que al seguro de vida se aplica la institución
de la "indisputabilidad", que impide al asegurador invocar defectos en la información
recibida a partir de cierto tiempo con posterioridad a la celebración del contrato, la que
antes estaba contemplada en los contratos y que a partir de la nueva ley está regulada
por una norma especial de esta que analizaremos más adelante.

961. Diferentes tipos de contratos de seguro de vida

La clasificación básica es aquella que distingue entre seguros de vida temporales y


vitalicios como a los de muerte y sobrevivencia, a la que podríamos agregar la
clasificación que distingue entre seguros de vida ordinarios, o con componente de
capitalización, llamados también dotales o mixtos, aun cuando esta última denominación
se usa también para abarcar aquellos seguros de vida mezclados con otras coberturas
distintas a la capitalización o que se agregan a ésta, como los que contemplan una
cobertura complementaria de salud y gastos médicos.

Por último, tiene una gran importancia, la clasificación que distingue entre seguros de
vida individuales y colectivos. Esta última categoría ha adquirido tal importancia en el
último tiempo que es la única que ha sido especialmente reglamentada por el legislador
en el nuevo art. 517 del Código.

Nos referiremos a éstos y a todos los tipos de seguro que la doctrina agrupa y estudia
bajo el ramo de vida en los apartados que siguen.

962. Seguros temporales

El seguro de vida temporal, es el contrato que se extiende para regir durante un tiempo
limitado, fijado a la época de la contratación, pagándose el capital de la póliza sólo si la
muerte se produce durante el plazo estipulado, de modo que si el asegurado sobrevive
a ese plazo, la compañía aseguradora no paga nada.

Normalmente se emiten por períodos de 5 años o más, si bien se admiten plazos


inferiores al expresado.

Las pólizas de seguro temporal pueden emitirse para regir sólo por el período
acordado, o bien renovarse por períodos sucesivos, sin que en este caso se requiera
prueba de asegurabilidad.

La renovación de las pólizas temporales de seguro de vida tiene, sin embargo un


límite, que alcanza cuando el asegurado llega a los 60 o 65 años de edad según los
casos.

La mayoría de este tipo de pólizas incluyen también una cláusula de convertibilidad


que permite al asegurado transformar la póliza en un contrato permanente, previo ajuste
de la prima, sin que tampoco sea necesaria en esta alternativa la prueba de
asegurabilidad.

963. Seguros de vida entera

El seguro de vida entera paga el capital asegurado a la muerte del asegurado,


cualquiera que sea el momento en que ésta se produzca.

Según la forma en que se pagan las primas en esta clase de seguros, existen dos
tipos, siendo el primero, el que se conoce con el nombre de seguro de vida entera a
primas vitalicias y el otro, seguro de primas temporales.

El seguro de vida a primas vitalicias es aquel en el que las primas niveladas se


pagarán durante toda la vida del asegurado.

Este tipo de contrato se caracteriza por otorgar una cobertura permanente, con un
mínimo desembolso inicial, combina el seguro con el ahorro y es de una gran flexibilidad,
pues permite una serie de variantes a opción del asegurado.

Así, se permite al asegurado rescatar la póliza por su valor en efectivo, o dejar de


pagar primas y aceptar el equivalente en forma de una póliza de vida entera, ya pagada,
por un capital inferior, o en forma de un seguro a plazo fijo por todo el capital.

También puede darse al asegurado, la opción de dividendos en efectivo, pedir


préstamos, cambiar a otro tipo de seguro de vida, o rescatar el fondo de ahorro
acumulado y obtener una renta o pensión de jubilación.

Por otro lado, existen las pólizas de vida entera a primas temporales, en las que el
capital de la póliza no es pagadero sino hasta la muerte del asegurado, pero las primas
se pagan durante un número determinado de años, pasados los cuales, la póliza se
considera ya pagada en toda su cuantía. El límite de pagos, puede estar constituido por
un número de primas pagadas o por la edad a que alcance el asegurado.

La expresión "póliza de seguro de vida saldada", alude a aquella que surge de una
cláusula en la póliza de seguro de vida que dispone que, después del tercer año
(generalmente) y estando la póliza en plena vigencia, el asegurado goza del derecho de
suspender el pago de las primas y canjear la póliza por otra del monto indicado en una
"Tabla de Valores", la cual quedará vigente sin pagar más prima, hasta su vencimiento
o a la muerte del Asegurado, si ocurriese antes.

964. Seguros de Vida Mixtos

Las pólizas de seguro mixto son aquellas que prevén el pago del capital, no sólo si el
individuo fallece, sino también en el evento de que dicho individuo sobreviva a un
período o edad fijada.

En este tipo de pólizas, en caso de sobrevivencia el beneficiario es el propio


asegurado.

Este tipo de pólizas se ha hecho muy popular en el mundo contemporáneo, ya que


permite la acumulación de un fondo del cual puede aprovechar el propio asegurado.

A largo plazo, el seguro mixto se descompone de un elemento de seguro o protección


temporal decreciente y de un elemento de inversión o ahorro creciente, que llega al
100%, terminando en cero el seguro, al cumplirse el plazo prefijado.

965. Rentas vitalicias

El seguro de vida de rentas vitalicias se ha hecho popular y conocido en Chile, a raíz


del sistema obligatorio de previsión de seguridad social privado, surgido del D.L.
Nº 3.500 de 1980, conocido también como "el sistema de AFP", en conexión con la sigla
que distingue a las Administradoras de Fondos de Pensiones, que se encuentran a
cargo de la administración del sistema, bajo la supervisión del Estado, ejercido a través
de la Superintendencia de AFP.

Este seguro es uno de los que está definido por la nueva ley que rige el contrato de
seguro, en el inciso tercero del art. 588, en los siguientes términos:

"Se denomina renta vitalicia a la modalidad del seguro de vida mediante la cual el
asegurador recibe del contratante un capital y se obliga a pagarle a él o sus beneficiarios
una renta hasta la muerte de aquél o de éstos".

El capital que se destina al pago de la renta, puede provenir de un seguro de vida


saldado, o de una suma que en el acto de la contratación destina el asegurado, o de
primas pagadas a ese efecto con anterioridad.

Durante los últimos treinta años se ha observado en nuestro país, un notable


incremento en este tipo de contrato, debido a que las rentas vitalicias constituyen, frente
a la modalidad de retiro directo programado, la alternativa más usada por los
pensionados del sistema de AFP para obtener una pensión de jubilación. En este caso,
el capital que se ingresa a la compañía aseguradora y que sirve de base para la
determinación de la pensión o renta vitalicia, proviene de los fondos acumulados en su
cuenta individual, en la AFP en la que el pensionado hizo sus cotizaciones previsionales
durante la vida activa.

En todo caso, la finalidad de este tipo de seguros es opuesta a la del seguro de vida
tradicional, ya que persigue proteger al asegurado del riesgo consistente en sobrevivir
al número de años que aquellos en los que pudiera subsistir con el capital de que
dispone al contratar el seguro.
Aquellos que mueren antes de la media de vida, contribuyen al sostenimiento de la
renta vitalicia de los que sobreviven a esa media estadística, y sobre esa base financiera
funciona el contrato.

966. Seguros colectivos de vida

Los seguros colectivos de vida (llamados también seguros de grupo) son planes de
seguro que cubren a muchas personas bajo un mismo contrato, las que se han agrupado
por motivos ajenos a la mera obtención del seguro, generalmente por trabajar o ser
clientes de una misma empresa o de un banco.

Una de las características esenciales de esta modalidad es que ha de existir un


constante flujo de personas a través del grupo, o sea, deben ingresar vidas jóvenes al
grupo y salir las de mayor edad.

El seguro de vida colectivo emplea un contrato base y funciona con un bajo costo de
administración.

La prima es pagada sólo por el empleador o en conjunción con los empleados y debe
haber un número mínimo de afiliados.

El seguro protege el individuo mientras continúe perteneciendo a la empresa, persista


en su calidad de deudor de ella o de la institución financiera, no renueve a su favor o
manifieste su decisión de ponerle término anticipadamente.

A este tipo de seguros de vida se les aplica la normativa sobre los seguros colectivos
que contempla el art. 517 del Código de Comercio.

967. La indisputabilidad

La cláusula llamada de "indisputabilidad", prescribe que si el fallecimiento del


asegurado se produce pasado cierto tiempo a partir de la fecha de la celebración del
contrato, el asegurador no puede invocar las inexactitudes o cierto tipo de inexactitudes
u omisiones en las declaraciones sobre el estado de su salud, efectuadas por el
asegurado antes de la emisión de la póliza, a menos que la declaración hubiese sido
prestada con dolo.

Esta institución pasó a ser legal, ya que la ley Nº 20.667 la incluyó en el nuevo texto
del art. 592 del Código que expresa: "Transcurridos dos años desde la iniciación del
seguro, el asegurador no podrá invocar la reticencia o inexactitud de las declaraciones
que influyan en la estimación del riesgo, excepto cuando hubieren sido dolosas".

968. El beneficiario. Concepto y designación

Se denominan beneficiarios, las personas designadas por el contratante de la póliza,


y en su caso, por la ley para recibir la suma o capital que corresponda en caso de
siniestro (muerte o sobrevivencia) en una póliza de seguro de vida.

La institución del beneficiario es importante, en general para todo tipo de seguros de


personas, pero particularmente en el seguro de vida, razón por la cual el legislador le
dedica varias disposiciones de la Sección Tercera del Título VIII, destinada a regularlos.
El fundamento jurídico que da origen a la institución del beneficiario, emana en Chile
de la disposición contenida en el art. 1449 del Código Civil, que expresa que "cualquiera
puede estipular en favor de una tercera persona, aunque no tenga derecho para
representarla; pero esta sola persona podrá demandar lo estipulado; y mientras no
intervenga su aceptación expresa o tácita, es revocable el contrato, por la sola voluntad
de las partes que concurren a él".

El individuo que asegura su propia vida, puede hacerlo en beneficio de cualquiera otra
persona, natural o jurídica, con independencia de si el beneficiario tiene o no interés
asegurable en su existencia.

El interés asegurable se exige a la persona que contrata un seguro, sobre su propia


vida o sobre la de un tercero, pero no al beneficiario que no es parte en la contratación.

La primera disposición que contempla el Código en relación al beneficiario se refiere


a su designación y está contenida en el art. 593, que procederemos a analizar a
continuación.

a) Forma en la que el contratante del seguro puede designar al beneficiario.

El inciso primero del art. 593 dice que la designación del beneficiario podrá hacerse
en la póliza, en una posterior declaración escrita comunicada al asegurador o en
testamento.

La primera situación es la más común: el contratante, normalmente la propia persona


que asegura su vida, designa al beneficiario al momento de contratar el seguro, de modo
que la póliza se emite individualizando en ella al beneficiario.

La segunda y la tercera forma de designación contemplada en esta norma, está


concebida fundamental, pero no exclusivamente para complementar un seguro de vida
que originalmente se emitió sin designación de beneficiario, situación que está
contemplada en el inciso siguiente, pero también puede ser el medio a través del cual
el asegurado cambie o sustituya al beneficiario, lo que es perfectamente posible, como
veremos más adelante.

b) Pólizas sin beneficiario.

El inciso segundo del art. 593 establece que si al momento de la muerte real o
presunta del asegurado no hubiere beneficiarios ni reglas para su determinación, se
tendrá por tales a sus herederos. Ello quiere decir que se puede emitir una póliza sin
beneficiario, porque en ese caso habrá beneficiarios legales: los herederos del
asegurado, y este es el caso en el cual el asegurado puede, de acuerdo al inciso anterior
designar a un beneficiario distinto a sus herederos legales, mediante una comunicación
posterior al asegurador o por testamento.

La ley establece que los beneficiarios que sean herederos conservarán dicha
condición aunque repudien la herencia, lo que viene a aclarar que su derecho a cobrar
la indemnización del seguro se origina en la póliza regulada por la ley del contrato de
seguros y no es fruto de la herencia. Es por ello que las indemnizaciones por seguro de
vida que cobran los herederos en su calidad de beneficiarios no forman parte de la masa
hereditaria ni están sujetas a impuesto.

c) Situación de la muerte conjunta del asegurado y el beneficiario.


Imaginemos que el asegurado ha designado como beneficiario a su cónyuge y ambos
mueren en un mismo accidente.

En ese caso, la norma legal nos dice que se aplicará la misma solución anterior, vale
decir, serán beneficiarios los herederos legales del asegurado.

d) Designación del cónyuge como beneficiario.

En este caso, cuando hay una referencia genérica al cónyuge, no cuando se


individualiza a una persona específica que sea además cónyuge del asegurado, la ley
entiende que tendrá la calidad de beneficiario la persona que sea su cónyuge a la fecha
de la muerte del asegurado.

No obstante lo expresado, el beneficiario designado o hereditario tiene derecho a


cobrar directamente a la compañía aseguradora, bastándole a este último, acreditar su
derecho con el respectivo auto de posesión efectiva.

Las reglas antedichas, por lo demás, no son distintas a la que deberían aplicarse si el
propio asegurado ha estipulado expresamente, como sucede frecuentemente, que los
beneficiarios son sus "herederos legales", manifestando así, para bien o para mal, pero
en todo caso inequívocamente, que el valor de la póliza se asigne a quienes son sus
herederos de acuerdo a la ley y repartido en la forma prevista en ella.

El valor del seguro, sin embargo, no integra jamás el patrimonio del asegurado difunto
y el beneficiario adquiere lo que le corresponde por las normas contractuales y legales
propias del derecho de seguros y no por las del derecho sucesorio. Este último se aplica
tan solo para determinar quiénes son beneficiarios y qué cuota les corresponde, sólo
cuando no haya o falte el beneficiario específico designado en la propia póliza.

969. Pluralidad de beneficiarios

La ley admite expresamente la posibilidad de que existan varios beneficiarios.

En efecto, el art. 594 prescribe que "si la designación se hace en favor de varios
beneficiarios, la prestación convenida se distribuirá, salvo estipulación en contrario, por
partes iguales. Cuando se haga en favor de los herederos, la distribución tendrá lugar
en proporción a la cuota hereditaria, salvo pacto en contrario. La parte no adquirida por
un beneficiario acrecerá a los demás".

De lo anterior surge la conclusión que la ley contempla la pluralidad de beneficiarios


que obedece a la voluntad del contratante y la que surge con motivo de que sean
beneficiarios los herederos legales de aquél.

Si la designación se hace en favor de varios beneficiarios, la indemnización se


distribuirá, salvo estipulación en contrario, por partes iguales entre éstos.

En otros países se ha aceptado, con el objeto de facilitar la designación del


beneficiario, que en algunas pólizas de seguro colectivo se introduzca la cláusula
denominada de facilidad de pago, por lo que se autoriza a la compañía aseguradora a
elegir en determinadas circunstancias al beneficiario. Al tenor de las normas chilenas,
no nos parece admisible esta modalidad.

970. Revocación del beneficiario


Ya decíamos que el contratante puede revocar al beneficiario.

La norma legal que regula esta institución es el art. 595, según el cual, "el contratante
del seguro puede revocar la designación de beneficiario en cualquier momento, a menos
que haya renunciado a esta facultad por escrito. En este último caso, para cambiar al
beneficiario designado deberá obtener su consentimiento".

Agrega esta norma que "la revocación deberá hacerse en la misma forma establecida
para la designación".

Aunque no es usual, la póliza de seguro de vida puede contener la designación de un


beneficiario irrevocable, es decir, uno que una vez designado por el asegurado, no
puede ser sustituido por éste. Pero conforme a lo establecido por la regla legal que
estamos analizando, para que el beneficiario designado sea irrevocable, el contratante
deberá haber renunciado a la facultad de revocarlo por escrito, norma establecida en
protección del asegurador, para evitar que surjan disputas entre el beneficiario primitivo
y al nuevo que surge de una revocación. El asegurador se defenderá de la pretensión
del segundo que venga a reclamar su derecho, exhibiendo el documento que el
contratante haya suscrito, renunciando a su facultad de renunciar y que convierte al
beneficiario anterior en irrevocable.

No obstante, en la mayoría de los casos, mientras viva, el asegurado puede revocar


la designación del beneficiario, sin que este último disponga de herramienta alguna para
impedirlo. En algunos casos las pólizas contemplan que la comunicación que el
asegurado dirija al respecto a la compañía aseguradora cambiando el beneficiario sea
firmada ante notario, o directamente en la propia compañía aseguradora; o que la
revocación o sustitución de beneficiario no producirá efecto mientras no se haya
registrado el cambio y emitido un endoso de modificación, todo lo cual debe ocurrir antes
de la muerte del asegurado.

De todas maneras, en cualquier caso, el beneficiario no tiene derecho alguno a la


indemnización, derecho que nace tan sólo en el momento en que se produzca el
siniestro. Mientras tanto el beneficiario sólo tiene una "mera expectativa" de ser
indemnizado.

971. Derechos del beneficiario

a) Reglas generales sobre el


derecho del beneficiario a cobrar el seguro

El nuevo artículo 596 establece que "el monto de las indemnizaciones de los seguros
sobre la vida cede exclusivamente en favor del beneficiario", agregando que "para todos
los efectos legales, el derecho del beneficiario nace en el momento del siniestro previsto
en la póliza, y a partir de él podrá reclamar del asegurador la prestación convenida".

El derecho básico del beneficiario consiste en cobrar el seguro en el evento que se


produzca el evento cubierto, es decir, la muerte o la sobrevivencia de aquél sobre cuya
cabeza se haya contratado el seguro. Además puede tener otros derechos a los que se
refiere el inciso segundo de esta disposición, a los que nos referiremos en el siguiente
literal de este apartado.

En caso de que el asegurado no haya designado beneficiario, o el que haya designado


no pueda o no quiera aceptar el valor del seguro (por ejemplo por haber muerto antes
que el asegurado) se producen diversos problemas que deben ser resueltos según la
situación de que se trata:

1) Si el beneficiario fallece antes que el asegurado, este último puede substituir al


beneficiario, aún cuando se trate de una designación de beneficiario irrevocable. En este
caso las compañías americanas o inglesas incorporan a la póliza la llamada cláusula de
recesión, mediante la cual la designación de beneficiario irrevocable caduca, si éste
premuere al asegurado.

2) Si se trata de un seguro de sobrevivencia, al faltar el beneficiario en el momento en


que el asegurado cumple la edad o llega a la época fijada para la sobrevivencia, el
capital queda en beneficio de este último.

3) Si el tomador ha contratado un seguro sobre la vida de un tercero y al fallecer éste


falta el beneficiario, se sostiene que el valor del seguro corresponde al contratante.

4) Si el asegurado ha contratado sobre su propia vida, y al fallecer falta el beneficiario


y no hay substituto, el valor del seguro corresponde a los herederos legales del
asegurado.

Los herederos del asegurado son las personas reconocidas como tales por la justicia
y a los que se conceda la posesión efectiva de su herencia.

Sin embargo, la posesión efectiva se necesita en Chile, única y exclusivamente para


determinar quiénes son los herederos.

No obstante que se apliquen las normas del derecho civil sucesorio para determinar
quiénes son los herederos y qué proporción les cabe en el seguro, los "beneficiarios-
herederos", son beneficiarios y no herederos y no se les aplica entre otras, las normas
tributarias, como ya lo habíamos avanzado anteriormente.

El art. 8º inciso 2º del D.F.L. 251, de 1931, dice que "el valor de las pólizas de seguro
sobre la vida cede exclusivamente en favor del beneficiario".

Ello, por la sencilla razón de que el valor del seguro no forma parte del patrimonio del
asegurado al momento de fallecer éste, siendo justamente el momento de su muerte
aquel en el cual el derecho a cobrar la póliza nace para quienes son sus beneficiarios.

Los herederos vienen a ser beneficiarios a falta de otros que haya designado el
asegurado y las normas del derecho sucesorio tienen sólo aplicación para permitir
determinar quiénes son estos beneficiarios y cuáles son sus derechos a la
indemnización.

Nosotros pensamos que, si bien no tienen aplicación otras normas relacionadas con
el derecho hereditario, la determinación de los herederos debe hacerse en conformidad
a las reglas del derecho sucesorio y, por lo tanto, habrá que ver si hay o no testamento
para saber qué normas son aplicables.

Si hay testamento, no podrá caber aplicar las normas de la sucesión intestada, porque
son herederos aquellos que tienen derecho a la sucesión del difunto de acuerdo a las
normas legales aplicables a cada caso concreto, y si hay testamento, de acuerdo a las
normas de la sucesión testada.
Por supuesto que si no hay testamento, cabe aplicar las normas de la sucesión
intestada.

Opinamos también que, en todo caso, la distribución del seguro debe hacerse de
acuerdo a las reglas del derecho sucesorio.

Como consecuencia de este principio, el valor del seguro, que nunca puede haber
formado parte del patrimonio del difunto, no puede ser objeto de las acciones y derechos
de los acreedores del asegurado difunto, ni entra a la masa de la quiebra en el evento
que el asegurado hubiere entrado en falencia.

Por otra parte, el seguro no debe figurar en el inventario de los bienes de la sucesión
y no está afecto, como expresábamos, al pago de impuesto a las herencias.

Por último, si el beneficiario es el cónyuge sobreviviente del asegurado difunto, el valor


del seguro ingresa directamente a su patrimonio, sin pasar jamás al haber de la sociedad
conyugal, para ningún efecto.

b) Derechos de rescate y de reducción


de la suma asegurada. Concesión de anticipos

La norma del inciso segundo del art. 596 contempla la posibilidad de que el seguro
conceda los derechos de rescate y de reducción de la suma asegurada, los que deberán
estar regulados en la póliza de seguro, cuando procedan, de modo que el asegurado
pueda conocer en todo momento el correspondiente valor de rescate o de reducción.

También deberá quedar regulada en la póliza, la concesión de anticipos al tomador


sobre la prestación asegurada.

El derecho a rescate es aquel mediante el cual, si está contemplado en la póliza de


seguro de vida, por voluntad del asegurado, este percibe de su asegurador el importe
que le corresponde, denominado valor de rescate, que es una proporción de la provisión
matemática constituida sobre el riesgo asegurado. Efectuado el rescate, la póliza
rescatada queda automáticamente rescindida. De acuerdo a la norma que estamos
examinando, cuando proceda el derecho a rescate, el valor de rescate debe estar
determinado de tal forma que el asegurado pueda, en cualquier momento conocer su
monto a la fecha de la consulta.

El derecho a reducción de la suma asegurada alude normalmente a una situación que


se contempla en algunas modalidades de seguro de vida en virtud del cual, al dejar de
pagar el contratante o asegurado las primas estipuladas, se rescinde la póliza original,
surgiendo un nuevo seguro con prima única representada por las reservas matemáticas
que, a favor del asegurado, se habían constituido en el contrato primitivo, y con un
capital asegurado disminuido, calculado según el monto de las primas pagadas hasta
ese momento. Normalmente los capitales de reducción vienen recogidos en tablas
anexas a las condiciones generales de la póliza, ya que como se lee del texto de la
norma legal, al igual que en el caso anteriormente analizado, el legislador quiere que el
asegurado pueda saber en todo momento el valor de reducción.

El inciso final del art. 596 señala que también deberá quedar regulada en la póliza, la
concesión de anticipos al tomador sobre la prestación asegurada.

972. Cesión y pignoración de la póliza


También se encuentran reguladas en la nueva normativa del seguro de vida, la cesión
y la prenda de la póliza.

En efecto, el art. 597 prescribe que "excepto si se ha designado beneficiario


irrevocable, el contratante podrá ceder o pignorar la póliza. La cesión o la prenda solo
serán oponibles al asegurador siempre y cuando éste haya sido notificado de ellas por
escrito y por medio de un ministro de fe. La cesión y la pignoración de la póliza implican
la revocación de la designación de beneficiario".

El contratante puede ceder la póliza salvo que haya renunciado a revocar al


beneficiario, toda vez que la cesión implica la revocación del beneficiario. En este caso,
entonces, para cederla necesitará el consentimiento del que era beneficiario irrevocable,
conforme lo dispuesto por el art. 595.

973. El pago de la indemnización

En el seguro de vida, al igual que en otras especies de seguros, la obligación principal


de la compañía aseguradora es la de pagar la indemnización que corresponda, siempre
y cuando la póliza esté en vigor al momento de producirse el siniestro.

Para el pago de la indemnización, la compañía aseguradora exigirá acreditar al


reclamante la calidad de beneficiario y la indemnización se efectuará de acuerdo a
contrato, bajo la forma del pago de un capital o de una renta, según lo convenido.

Ante la compañía aseguradora, el beneficiario debe acreditar fehacientemente la


muerte del asegurado para tener derecho a impetrar la indemnización.

Al respecto el nuevo art. 599 del C.Com. expresa que "salvo estipulación en contrario,
la mera ausencia o desaparición del asegurado no hacen exigibles la prestación
convenida".

973. Casos de nulidad, ineficacia y caducidad del seguro. Prohibición de revocación


del contrato

Son aplicables al seguro de vida, las causales generales de nulidad del contrato, a
que ya nos hemos referido anteriormente, y en particular, las que se refieren a la
inexistencia del riesgo y del interés asegurable (en el caso del seguro de vida,
recordemos que este último deberá existir al tiempo de la contratación).

Por lo tanto el seguro de vida será nulo si al tiempo de celebrarse el contrato no existe
la persona cuya vida es asegurada, aun cuando las partes ignoren su fallecimiento.

Esta situación corresponde a la aplicación de una de las reglas generales, toda vez
que si al celebrarse el contrato no existe la persona cuya vida se asegura, no habría
riesgo, elemento esencial para la existencia y validez de dicho contrato, conforme al art.
521, aplicándose en la especie lo señalado por el art. 1444 del Código Civil.

Por su parte, el art. 598 establece que "el siniestro causado dolosamente por el
beneficiario, privará a éste del derecho a la prestación establecida en el contrato, sin
perjuicio de la acción criminal a que hubiere lugar".

Por último, el art. 600 ha venido a establecer que en los seguros de vida "le estará
prohibido al asegurador poner término anticipado al contrato a su sola voluntad".
Esta norma es, respecto a este punto, más estricta que la norma general, contenida
en el art. 537, que permite a las partes "convenir que el asegurador pueda poner término
anticipadamente al contrato, con expresión de las causas que lo justifiquen, salvo las
excepciones legales". Esta es una excepción legal a dicha facultad.

974. Suicidio del asegurado

El inciso segundo del nuevo art. 598 previene que "salvo pacto en contrario, el riesgo
de suicidio del asegurado sólo quedará cubierto a partir de dos años de la celebración
del contrato, o de haber estado vigente el seguro por igual plazo en virtud de sucesivas
renovaciones".

De acuerdo a la doctrina y jurisprudencia mayoritarias, para efectos del seguro de


vida, se restringe la noción de suicidio a aquel que se ejecuta consciente y
deliberadamente, no aplicándose a los casos en que el suicidio ocurre como
consecuencia de padecer el asegurado una situación de anormalidad psíquica.

La tendencia mundial es a no excluir completamente al suicidio del asegurado, sino


que a tomar las providencias necesarias para que éste no contrate el seguro pensando
precisamente en suicidarse.

La finalidad antedicha se cumple excluyendo al suicidio por un período de cobertura


inicial, de uno o dos años contados desde la fecha de inicio de vigencia de la póliza y
cubriéndolo si el suicidio se produce con posterioridad.

Se estima, y con razón, que nadie contratará un seguro pensando en quitarse la vida
uno o dos años después, ni podrá tener la fortaleza de ánimo para perseverar en esa
idea por tan largo tiempo.

Nuestra nueva ley ha fijado ese plazo en dos años.

975. Exenciones tributarias e inembargabilidad del seguro de vida

El artículo 1º del decreto ley Nº 824, que contiene el texto de la Ley de Impuesto a la
Renta, expresa que no constituyen renta, y por lo tanto, no están afectas a este
impuesto, las sumas percibidas por el beneficiario o el asegurado en cumplimiento de
contratos de seguro de vida, de desgravamen, dotales y de renta vitalicia, sea durante
la vigencia del contrato, al vencimiento del plazo estipulado o al tiempo de una
transferencia o liquidación.

Por su parte, el texto actual de la Ley de Impuesto a las Herencias, contenido en la


ley Nº 16.271, modificada por el decreto ley Nº 3.545, de 1981, declara expresamente
que tampoco esta ley afecta a los seguros de vida, cuotas mortuorias ni seguros de
desgravamen hipotecario.

Todo lo anterior se debe a que el valor de un seguro de vida no forma parte del
patrimonio hereditario del difunto y que como lo reconoce el art. 8º del D.F.L. Nº 251, el
beneficiario tiene derecho a la indemnización porque éste emana del contrato de seguro
y de las normas legales que lo rigen y en ningún caso por herencia, por lo que mal puede
estar afecto a tributación de esta índole.

Por último, el Nº 6 del art. 445 del Código de Procedimiento Civil, declara
inembargables "las pólizas de seguro sobre la vida y las sumas que en cumplimiento de
lo convenido en ellas pague el asegurador".
La inembargabilidad favorece al beneficiario (o al propio asegurado en su caso) ya
sea que la compañía aseguradora haya pagado o deba pagar una indemnización.

Si el asegurador aún no ha pagado una indemnización, lo que queda amparado con


la inembargabilidad, son los derechos del beneficiario a cobrarle.

El referido artículo termina expresando, que de las sumas que a virtud de un seguro
sobre la vida, pague el asegurador, "será embargable el valor de las primas pagadas
por el que tomó la póliza", lo cual deja fuera del privilegio a una parte del valor de la
indemnización, que puede ser muy importante según el tipo de póliza, el monto y
antigüedad de la misma, y en consecuencia, la cuantía de las primas pagadas. Se trata
a nuestro juicio de una disposición oscura, peligrosa y carente de justificación.

976. Otros seguros de personas

Fuera del seguro de vida y otros conexos a él, que ya hemos estudiado
precedentemente, la nueva ley se refiere a otros seguros de personas.

En primer lugar, el inciso segundo del art. 582 señala que "por el seguro de accidentes
personales el asegurador se obliga, conforme a las modalidades estipuladas, a
indemnizar al asegurado o a sus beneficiarios, las lesiones corporales, la incapacidad o
la muerte que éste sufra a consecuencias de un accidente".

La doctrina internacional cataloga a los seguros de accidentes personales formando


parte de los seguros de personas, pero en Chile, durante mucho tiempo fueron seguros
de aquellos que la ley denominaba "del primer grupo" o "seguros generales" (más o
menos coincidentes con los que ahora son los seguros de daños), y sólo a partir de 1987
se introdujo una modificación al decreto con fuerza de ley Nº 251 del año 1931, a virtud
de la cual, las compañías del "segundo grupo" o compañías de seguros de vida
quedaron habilitadas también para contratarlo.

En consecuencia, en nuestra actual legislación, el seguro de accidentes personales


tiene una situación intermedia o especial.

En el inciso quinto, el mismo artículo 582 conceptúa al seguro de salud, diciendo que
por éste..."o las modalidades de otros seguros que incluyan dicha cobertura, el
asegurador se obliga a pagar, en la forma estipulada en el contrato, los gastos médicos,
clínicos, farmacéuticos, de hospitalización u otros en que el asegurado incurra, si éste
o sus beneficiarios requiriesen de tratamiento médico a consecuencia de enfermedad o
accidente".

Sin embargo, esta y otras normas que hemos estudiado anteriormente, se aplican
solamente a los seguros de accidentes personales que cubran gastos sanitarios a causa
de un accidente y a los llamados seguros complementarios de salud, toda vez que el
art. 512 del C.Com. establece que las normas sobre contrato de seguro de este código,
no son aplicables a los seguros sociales y a los contratos de salud regulados por el
D.F.L. Nº 1, de 2005, de Salud.

Otro de los seguros de personas es el de incapacidad, que es aquel que cubre el


riesgo de incapacidad proveniente de enfermedad o accidente del asegurado.

La incapacidad puede ser, según su magnitud, total o parcial y en cuanto al tiempo


que dura, puede ser temporal o permanente.
La incapacidad temporal está cubierta normalmente por el seguro de salud o
enfermedad propiamente tal, cuando dicho evento forma parte del plan que corresponda
al contrato aceptado por la Compañía aseguradora.

En cambio la incapacidad permanente, declarada o establecida en la forma indicada


en la póliza, constituye un seguro específico que ofrece una prestación vitalicia a quien
queda imposibilitado permanentemente para ejercitar todo tipo de trabajo, a
consecuencia de una enfermedad o accidente.

También existe la modalidad en la que, en caso de incapacidad permanente el


asegurador paga una sola suma alzada estipulada en el contrato, situación que se da
cuando la incapacidad está ligada al seguro de accidentes personales.

Una muy importante modalidad de este seguro se encuentra en los que contempla el
sistema previsional privado chileno que funciona sobre la base de las "Administradoras
de Fondos Previsionales", AFP, que contratan colectivamente este seguro en
compañías de seguro, en beneficio de sus afiliados.

Por último, también tiene el carácter de seguro de personas el seguro de


desgravamen hipotecario, que es aquel en el cual el asegurador se obliga, en caso de
fallecimiento del asegurado, a pagar a una entidad financiera el saldo de la deuda
hipotecaria que el difunto tenía pendiente para con ella, posibilitando a sus herederos
quedar libres de la deuda y obtener el alzamiento de la hipoteca sobre el inmueble que
garantizaba su pago.

En realidad, éste constituye una modalidad o variante del seguro de vida.


Capítulo LXV Conflictos en materia de seguros. La
prescripción

977. Planteamiento del tema. Atribución de competencia a los tribunales nacionales,


para conocer de las disputas que surjan de los contratos de seguro sujetos a la ley
chilena

El nuevo art. 543 del Código de Comercio prescribe lo siguiente:

"Artículo 543. Solución de conflictos. Cualquier dificultad que se suscite entre el


asegurado, el contratante o el beneficiario, según corresponda, y el asegurador, sea en
relación con la validez o ineficacia del contrato de seguro, o con motivo de la interpretación
o aplicación de sus condiciones generales o particulares, su cumplimiento o
incumplimiento, o sobre la procedencia o el monto de una indemnización reclamada al
amparo del mismo, será resuelta por un árbitro arbitrador, nombrado de común acuerdo
por las partes cuando surja la disputa. Si los interesados no se pusieren de acuerdo en la
persona del árbitro, éste será designado por la justicia ordinaria y, en tal caso, el árbitro
tendrá las facultades de arbitrador en cuanto al procedimiento, debiendo dictar sentencia
conforme a derecho.

En ningún caso podrá designarse en el contrato de seguro, de antemano, a la persona del


árbitro.

En las disputas entre el asegurado y el asegurador que surjan con motivo de un siniestro
cuyo monto sea inferior a 10.000 unidades de fomento, el asegurado podrá optar por
ejercer su acción ante la justicia ordinaria.

El tribunal arbitral u ordinario a quien corresponda conocer de la causa, tendrá las


siguientes facultades:

1º Admitir, a petición de parte, además de los medios probatorios establecidos en el


Código de Procedimiento Civil, cualquier otra clase de prueba.

2º Decretar de oficio, en cualquier estado del juicio, las diligencias probatorias que estime
conveniente, con citación de las partes.

3º Llamar a las partes a su presencia para que reconozcan documentos o instrumentos,


justifiquen sus impugnaciones, pudiendo resolver al respecto, sin que ello implique
prejuzgamiento en cuanto al asunto principal controvertido.

4º Apreciar la prueba de acuerdo con las normas de la sana crítica, debiendo consignar
en el fallo los fundamentos de dicha apreciación.

Será tribunal competente para conocer de las causas a que diere lugar el contrato de
seguro, el del domicilio del beneficiario.

Las compañías de seguros deberán remitir a la Superintendencia de Valores y Seguros,


copia autorizada de las sentencias definitivas que se pronuncien sobre materias propias
de la presente ley, recaídas en los procesos en que hayan sido parte, las cuales quedarán
a disposición del público".
Dentro del marco del análisis del nuevo sistema legal de solución de conflictos en
materia de seguros, examinaremos dichas normas a continuación.

Las disputas entre asegurado y asegurador a propósito de un contrato de seguro


celebrado en Chile y sujetos a la ley chilena, son de competencia en general, de los
tribunales chilenos, conforme a las normas de los artículos 1º y 5º del Código Orgánico
de Tribunales. Entre dichos tribunales están comprendidos, de acuerdo al Título IX de
dicho cuerpo legal, los jueces árbitros. En este capítulo veremos que estás normas
generales están complementadas por otras normas de particular aplicación al seguro.

Están sujetos a la ley chilena los contratos de seguro a que se refieren los arts. 3º
letra e) del D.F.L. Nº 251 y 542 del C.Com., esto es, aquellos que deben contratarse en
pólizas de seguro sujetas a "depósito" en la SVS, y al control de su legalidad por ésta,
control que la Superintendencia ejerce aplicando la facultad de "...prohibir la utilización
de un modelo de póliza o cláusula cuando, a su juicio, su texto no cumpla con los
requisitos de legalidad y claridad en su redacción, o con las disposiciones mínimas
señaladas en esta norma legal" (el referido art. 3º letra e) del D.F.L. Nº 251).

Cabe recordar que el art. 10 del Código Civil declara nulos los actos que prohíbe la
ley a menos que ésta señale otro efecto distinto, de modo que un contrato de seguro
celebrado sobre la base de un modelo de póliza prohibido por la SVS en uso de la
atribución legal comentada, está sujeto a dicha nulidad.

Por su parte, hay que recordar que de acuerdo al artículo 4º del D.F.L. Nº 251, "el
comercio de asegurar riesgos a base de primas, sólo podrá hacerse en Chile por
sociedades anónimas nacionales de seguros y reaseguros, que tengan por objeto
exclusivo el desarrollo de dicho giro y las actividades que sean afines o complementarias
a éste, que autorice la Superintendencia mediante norma de carácter general". La
excepción a la regla está contemplada en la misma norma legal: las entidades
aseguradoras del segundo grupo podrán constituir filiales Administradoras Generales
de Fondos, a las que se refiere el Título XXVII de la ley Nº 18.045, sujetándose a las
normas generales que establezca la Superintendencia".

Sin perjuicio de lo anterior, de acuerdo al referido art. 4º del D.F.L. Nº 251, cualquier
persona natural o jurídica podrá contratar libremente en el extranjero, de conformidad a
la normativa sobre operaciones de cambios internacionales, toda clase de seguros, a
excepción de los seguros obligatorios establecidos por ley y aquéllos contemplados en
el decreto ley Nº 3.500, de 1980.

Por su parte y de acuerdo a lo prescrito por el artículo 16 del mismo D.F.L. Nº 251, el
reaseguro de los contratos celebrados en Chile podrá efectuarse ante compañías
nacionales cuyo objeto exclusivo sea el reaseguro; en compañías nacionales de seguro
y con entidades extranjeras de reaseguro, que se encuentren clasificadas por agencias
clasificadoras de riesgo, de reconocido prestigio internacional, directamente o a través
de corredores inscritos en la SVS bajo los requisitos que dicha norma establece.

Pero cualquiera sea el caso, conforme lo dispone el inciso primero del artículo 29, las
cuestiones litigiosas que se susciten con motivo de los contratos de seguros directos y
reaseguros sujetos a esta ley, estarán sometidas a la jurisdicción chilena, siendo nulo
todo pacto en contrario.

Un inciso segundo agregado a esta norma por la ley Nº 20.667 señala que, "no
obstante, producida una controversia sobre reaseguros, las partes podrán acordar que
ella se resuelva conforme a las normas sobre arbitraje mercantil internacional previstas
en la ley chilena".

978. La regla general es que los conflictos de seguros son del conocimiento de árbitros

Como vimos en el párrafo anterior, el nuevo art. 543 del Código, denominado
"Solución de conflictos", prescribe que cualquier dificultad que se suscite entre el
asegurado, el contratante o el beneficiario, según corresponda, y el asegurador, sea en
relación con la validez o ineficacia del contrato de seguro, o con motivo de la
interpretación o aplicación de sus condiciones generales o particulares, su cumplimiento
o incumplimiento, o sobre la procedencia o el monto de una indemnización reclamada
al amparo del mismo, será resuelta por un árbitro arbitrador, nombrado de común
acuerdo por las partes cuando surja la disputa. Si los interesados no se pusieren de
acuerdo en la persona del árbitro, éste será designado por la justicia ordinaria y, en tal
caso, el árbitro tendrá las facultades de arbitrador en cuanto al procedimiento, debiendo
dictar sentencia conforme a derecho.

En resguardo del asegurado, la norma que estamos examinando prevé que en ningún
caso podrá designarse en el contrato de seguro, de antemano, a la persona del árbitro.

La competencia del árbitro para conocer disputas en materia de seguro es amplia,


pues comprende cualquier dificultad que se suscite entre el asegurado, el contratante o
el beneficiario, según corresponda, y el asegurador, mencionando, acto seguido, las
siguientes:

a) Sobre la validez o ineficacia del contrato de seguro. Eso significa que abarca los
conflictos consistentes en la nulidad misma del contrato de seguro, poniendo fin a una
larga controversia doctrinaria que mayoritariamente se había inclinado por la solución
que en definitiva ha establecido el legislador.

b) Sobre la interpretación o aplicación de las cláusulas del contrato de seguro, es


decir, de sus condiciones generales o particulares.

c) Sobre el cumplimiento o incumplimiento del contrato de seguro. Esto abre una


incógnita, porque la falta de pago de la prima constituye un incumplimiento de contrato.
Cabe señalar que durante todo el espacio de tiempo en que las disputas sobre el seguro
han estado sometidas a arbitraje contractual, en el cual la cláusula correspondiente ha
sido de un tenor muy semejante a la que ahora ha pasado a ser una norma legal, se ha
estimado que el simple cobro de la prima cae bajo la competencia de los tribunales
ordinarios, entre otras razones porque un cobro puede, y en algunos casos —si el título
es ejecutivo— debe materializarse en una ejecución para la cual los árbitros no tienen,
en naturaleza, competencia.

Respecto a la naturaleza y calidad del árbitro, la norma que estamos examinando


prescribe que éste será un árbitro arbitrador, nombrado de común acuerdo por las partes
cuando surja la disputa. Pero establece que "...si los interesados no se pusieren de
acuerdo en la persona del árbitro, éste será designado por la justicia ordinaria y, en tal
caso, el árbitro tendrá las facultades de arbitrador en cuanto al procedimiento, debiendo
dictar sentencia conforme a derecho". En resumen, serán árbitros mixtos.

979. Intervención de la justicia ordinaria en los arbitrajes. Designación de árbitros y


recursos
Conforme a lo anteriormente expresado, cabe concluir que estando sometido el
conflicto a arbitraje, a la justicia ordinaria le corresponde una intervención limitada a sólo
dos materias:

a) La designación de árbitros, cuando las partes, surgida la disputa, no se ponen de


acuerdo en la persona que habrá de desempeñarse como tal.

En estos casos la designación se efectúa siguiendo las reglas prescritas por el art.
414 del Código de Procedimiento Civil, que están originalmente concebidas para el
nombramiento de peritos, pero que se aplican a los efectos del nombramiento de
árbitros.

b) La intervención que le corresponde a los Tribunales Superiores de Justicia


conociendo de los recursos interpuestos contra sentencias o laudos arbitrales.

Tratándose de un árbitro arbitrador, la intervención de los Tribunales Superiores de


Justicia se limita al conocimiento de los recursos de casación en la forma y de queja
contra la sentencia definitiva o laudo arbitral, a menos que las partes se hayan puesto
de acuerdo previamente en la designación de un tribunal arbitral de segunda instancia.

Estos recursos son de competencia de la Corte de Apelaciones respectiva.

También les corresponde intervenir para conocer de las apelaciones deducidas contra
las sentencias definitivas dictadas por un árbitro mixto y también en ciertos casos, al
tenor de cierta doctrina bastante discutible que se ha ido generando últimamente, contra
las sentencias interlocutorias dictadas por estos jueces mixtos, en los casos en que
ponen término al juicio o hacen imposible su continuación.

En relación a los recursos procedentes en contra de los árbitros arbitradores


examinaremos a continuación, primero lo pertinente al recurso de queja y luego del de
casación en la forma.

En base a lo dispuesto en el inciso primero del artículo 545 del COT, la causal que
hace procedente la interposición del recurso de queja es la falta o el abuso cometido por
el Tribunal en la dictación de una sentencia y de acuerdo a la jurisprudencia de nuestros
tribunales superiores, ello no implica cualquier clase de defecto que se pudiere imputar
a la sentencia, ya que el legislador ha sido claro en establecer que esta falta o abuso
debe revestir el carácter de "grave".

Se trata de faltas o abusos que surgen de arbitrariedades en el desempeño ministerial


del juez en la dictación de la sentencia, o de un comportamiento que resulta reprochable
en tanto la sentencia dictada es manifiestamente absurda, carente de sentido o
contradictoria.

En cuanto al recurso de casación en la forma, este ha sido definido como "un recurso
extraordinario que la ley concede a la parte agraviada, en contra de determinadas
resoluciones judiciales, para obtener su anulación, cuando han sido dictadas con
omisión de requisitos formales, o bien, dentro de procedimientos viciosos".

El recurso de casación en la forma procede, en efecto, contra las resoluciones de los


arbitradores lo mismo que contra las de los árbitros de derecho, pero tiene
particularidades. Si se trata de una sentencia definitiva dictada por un juez árbitro
arbitrador, resulta procedente, entonces, la interposición tanto del recurso de casación
en la forma como el de queja. En efecto, el recurso de queja es compatible con el recurso
de casación en la forma, respecto de sentencias definitivas pronunciadas por esa clase
de jueces.

El recurso de queja es por su propia naturaleza irrenunciable por las partes


anticipadamente. En efecto, tratándose de las sentencias definitivas dictadas por
árbitros arbitradores, de acuerdo a la jurisprudencia de nuestros tribunales superiores
de justicia, el recurso de queja es siempre procedente, de tal modo que las partes no
tienen la facultad de renunciar a éste.

En cuanto al recurso de casación en la forma, la doctrina y la jurisprudencia judicial


han establecido que no obstante que las partes hayan renunciado por cláusula expresa
a los recursos contra las resoluciones dictadas por jueces árbitros, tal renuncia no puede
alcanzar al recurso de casación en la forma por los vicios de incompetencia y ultra
petita, ya que ninguna renuncia puede autorizar a los árbitros para extender su
pronunciamiento a materias que quedan fuera de los límites de su competencia o más
allá de lo pedido por las partes.

La interposición del recurso de queja en contra de la sentencia dictada por un árbitro


arbitrador, conjuntamente con el recurso de casación en la forma, constituye la única
situación excepcional a que hace referencia el artículo 66 del COT en su inciso tercero,
parte final, al señalar que: "En caso que, además de haberse interpuesto recursos
jurisdiccionales, se haya deducido recurso de queja, éste se acumulará a los recursos
jurisdiccionales, y deberá resolverse conjuntamente con ellos".

980. Derecho especial del asegurado de recurrir a la justicia ordinaria

Si bien, como ha quedado dicho, el art. 543, que estamos examinando prescribe que
"en las disputas entre el asegurado y el asegurador que surjan con motivo de un siniestro
cuyo monto sea inferior a 10.000 unidades de fomento, el asegurado podrá optar por
ejercer su acción ante la justicia ordinaria".

Fuera del límite relativo al monto de la disputa, no todas las causas de seguro pueden
ser objeto de esta excepción a la regla del arbitraje, y tramitarse, en cambio, en los
tribunales ordinarios de justicia, ya que la norma que analizamos se refiere a las
"disputas entre el asegurado y el asegurador que surjan con motivo de un siniestro".

981. Competencia relativa: el juez competente es el del domicilio del asegurado

Otra regla procesal importante que contiene el nuevo art. 543 del C.Com. es la que
establece que será tribunal competente para conocer de las causas a que diere lugar el
contrato de seguro, el del domicilio del beneficiario.

Se trata ésta de una modificación importante al sistema que había regido hasta la
fecha, pues hasta ahora, prácticamente la totalidad de las pólizas de seguro en uso en
el País contenían una cláusula de prórroga de competencia para ante los tribunales
correspondientes al domicilio del asegurador, usualmente la ciudad de Santiago.

982. Facultades especiales del árbitro o del juez que conoce del conflicto

La nueva ley que rige al contrato de seguro, contiene otras normas de carácter
procesal que servirán de gran ayuda a flexibilizar el procedimiento y, sobre todo a
facilitar la obtención de la prueba necesaria para formar la convicción del tribunal
encargado de fallar la disputa.
En efecto, el art. 543 expresa que: "El tribunal arbitral u ordinario a quien corresponda
conocer de la causa, tendrá las siguientes facultades:

1º. Admitir, a petición de parte, además de los medios probatorios establecidos en el


Código de Procedimiento Civil, cualquier otra clase de prueba.

2º. Decretar de oficio, en cualquier estado del juicio, las diligencias probatorias que
estime conveniente, con citación de las partes.

3º. Llamar a las partes a su presencia para que reconozcan documentos o


instrumentos, justifiquen sus impugnaciones, pudiendo resolver al respecto, sin que ello
implique prejuzgamiento en cuanto al asunto principal controvertido.

4º. Apreciar la prueba de acuerdo con las normas de la sana crítica, debiendo
consignar en el fallo los fundamentos de dicha apreciación".

Recordemos que la jurisprudencia de los tribunales chilenos, aplica


generalizadamente el concepto que brinda el art. 456 del Código del Trabajo sobre el
significado que debe darse a la apreciación de la prueba de acuerdo con las normas de
la sana crítica, según el cual, "al hacerlo, el tribunal deberá expresar las razones
jurídicas y las simplemente lógicas, científicas, técnicas o de experiencia en cuya virtud
les asigne valor o las desestime. En general tomará en especial consideración la
multiplicidad, gravedad, precisión, concordancia y conexión de las pruebas o
antecedentes del proceso que utilice, de manera que el examen conduzca lógicamente
a la conclusión que convence al sentenciador".

De allí surge que la sana crítica constituye una combinación de criterios lógicos y de
experiencia que debe aplicar el juzgador, donde el juez valorará la prueba de acuerdo a
la lógica, las máximas de la experiencia y los conocimientos científicamente afianzados.

983. Litigios sobre materias distintas a las que se refiere el art. 543

Hay otros conflictos entre las partes o (utilizando un concepto de sentido más amplio,
que ha venido popularizándose últimamente) los intervinientes en la actividad
aseguradora, que no están regulados ni se rigen por el art. 543. En primer lugar, los
juicios mediante los cuales el asegurado persiga la eventual responsabilidad de los
aseguradores y sus agentes directos y de los corredores que hayan intervenido en la
gestación de un contrato de seguro, por los errores u omisiones sancionados por la ley
que les hayan ocasionado perjuicios (art. 529 Nº 1 del C.Com y art. 57 del D.F.L.
Nº 251).

En segundo término, las acciones que el asegurador puede ejercer en contra del
asegurado para el cobro de eventuales primas impagas (fuera o adicionalmente a su
alternativa de terminar anticipadamente el contrato), tampoco pueden ejercerse
conforme al art. 543 del Código y habrán de regirse por las reglas generales.

Tampoco están regidos por estas normas de competencia, los juicios sobre
responsabilidad civil que guarden relación con el seguro, tanto los de terceros en contra
de asegurados, aun cuando involucren al asegurador, como asimismo los del
asegurador en contra de terceros en busca del recobro por subrogación legal.

También constituyen una excepción —como es, por lo demás, evidente— las
acciones del asegurador para perseguir un caso de fraude al seguro, según veremos
más adelante.
Por último los conflictos en materia de reaseguros están sujetas a una regla especial.

984. Prescripción de las acciones

Este tema está tratado por el artículo 541 del Código, con el siguiente tenor:

"Artículo 541. Prescripción. Las acciones emanadas del contrato de seguro prescriben
en el término de cuatro años, contado desde la fecha en que se haya hecho exigible la
obligación respectiva.

Fuera de otras causales legales, la prescripción que corre en contra del asegurado se
interrumpe por la denuncia del siniestro, y el nuevo plazo regirá desde el momento en que
el asegurador le comunique su decisión al respecto.

En el seguro de vida el plazo de prescripción para el beneficiario será de cuatro años y se


contará desde que conoce la existencia de su derecho, pero en ningún caso excederá de
diez años desde el siniestro.

El plazo de prescripción no puede ser abreviado bajo ninguna forma de caducidad o


preclusión, y en los seguros a que se refiere el art. 570, dicho plazo no será inferior al de
la acción que tenga el tercero perjudicado en contra del asegurado".

Como se observa, por regla general las acciones emanadas del contrato de seguro
prescriben en el término de cuatro años, contado desde la fecha en que se haya hecho
exigible la obligación respectiva.

Esta norma legal prescribe que fuera de otras causales legales, la prescripción que
corre en contra del asegurado se interrumpe por la denuncia del siniestro, y el nuevo
plazo regirá desde el momento en que el asegurador le comunique su decisión respecto
a la cobertura de dicho siniestro.

El seguro de vida está sujeto a reglas especiales en materia de prescripción. En éste


el plazo de prescripción, de cuatro años también, se contará a partir del momento en
que el beneficiario conozca la existencia de su derecho. Pero en ningún caso dicho plazo
excederá de diez años desde la fecha del siniestro.

Dándole consagración legal a un principio largamente aceptado por la doctrina y


aplicado por la jurisprudencia, la ley previene que el plazo de prescripción no puede ser
abreviado bajo ninguna forma de caducidad o preclusión contractual.

Por último, esta misma norma establece también una regla especial para los seguros
de responsabilidad civil, en los cuales el plazo de prescripción de las acciones del
seguro, no será inferior al de la acción que tenga el tercero perjudicado en contra del
asegurado.

985. Jurisprudencia en materia de seguros

El último inciso del art. 543 prescribe que las compañías de seguros deberán remitir
a la Superintendencia de Valores y Seguros, copia autorizada de las sentencias
definitivas que se pronuncien sobre materias propias de la presente ley, recaídas en los
procesos en que hayan sido parte, las cuales quedarán a disposición del público.

Esta disposición tiene una gran trascendencia, teniendo presente que el arbitraje está
concebido como el medio natural de solución de conflictos entre asegurado y
asegurador y que con anterioridad no existía ninguna forma de conocer la jurisprudencia
arbitral, que no fuera averiguando quienes hubieren sido designados como árbitros y
acto seguido solicitándoles copia de sus fallos.

Se formará entonces, en manos de la Superintendencia, una base de datos


jurisprudencial, que servirá a los propósitos más arriba señalados.
Capítulo LXVI El fraude al seguro

986. Conceptos generales

El fraude al seguro, es una acción cometida por el asegurado con el fin de obtener,
mediante engaño, una prestación del asegurador, a la que éste no está obligado por el
contrato.

En términos generales las formas o modalidades que de acuerdo a la doctrina, puede


revestir el fraude al seguro (o estafa de seguros), son cinco:

1) La contratación fraudulenta del seguro. Entre estos casos pueden distinguirse


diversas hipótesis según las distintas ramas involucradas. Así, pueden citarse el engaño
respecto del estado de salud en los seguros de vida, respecto de las condiciones de
seguridad de un edificio en el seguro contra incendios, la contratación de un seguro de
daños habiendo tenido lugar un accidente con anterioridad, el "sobreseguro", el seguro
doble o múltiple. Evidentemente la contratación fraudulenta no es sino un paso para
intentar, posteriormente, el cobro de un seguro al que no se tiene derecho.

2) La provocación intencionada de un siniestro por parte del asegurado o un tercero


con el objeto de percibir la indemnización pactada.

3) La agravación simulada de un siniestro real.

4) Simulación de un siniestro inexistente; y

5) Renovación fraudulenta de una póliza.

Obviamente esta enumeración puede presentar una riquísima variedad de opciones


y variantes, que se amplía considerando las distintas ramas que coexisten en la
actividad aseguradora. Sin embargo, lo que propiamente la doctrina ha denominado
fraude de seguros (y que en muchos ordenamientos ha recibido una protección especial
y anticipada) son los casos contenidos en los números 2, 3 y 4. Los números 1 y 5 son
lo que técnicamente puede denominarse "fraudes de suscripción", pues atañen
directamente a la suscripción o renovación fraudulenta de un contrato de seguro,
seguramente con la intervención de un posterior cobro indebido, pero no de una
defraudación de seguro directa e inmediata, propiamente tal.

Esta última es aquella que busca obtener una indemnización improcedente o, en


términos simples, transformar el contrato de seguro en una ocasión de ganancia en lugar
de mera indemnización.

Naturalmente los "fraudes de suscripción" pueden dar lugar a "fraudes de seguro"


pero conviene mantener ambas hipótesis adecuadamente distinguidas, especialmente
al analizar las anticipaciones a la punibilidad que se han consagrado en la legislación
penal comparada.

Un cobro de seguros puede ser fraudulento en diferentes maneras, tal como presentar
el cobro de una indemnización en circunstancias que no ha habido pérdidas, o causar
deliberadamente un siniestro para luego pretender que su causa fue "un evento
asegurado".

El fraude al seguro es una conducta del asegurado que puede darse al comienzo de
las negociaciones, una vez que el contrato de seguro ha entrado en vigencia, pero
principalmente cuando ha ocurrido un siniestro, con el propósito de obtener del
asegurador un pago que éste no está realmente obligado a hacer bajo los términos del
contrato de seguro. Por lo tanto, se trata de una conducta que atenta directamente
contra dos de los principios más importantes del seguro: la máxima buena fe y el
principio de indemnización.

987. La nueva regulación del fraude al seguro

En el ámbito de la nueva legislación sobre el contrato de seguro introducida por la ley


Nº 20.667, nos referiremos primeramente a las normas sobre el contrato que están
vinculadas a conductas estimadas potencial o efectivamente criminales y luego a la
norma que introduce derechamente en nuestro Código Penal, la figura del fraude al
seguro.

El nuevo art. 539, que se refiere a otras causales de ineficacia del contrato, en adición
a otras tratadas separadamente en otras disposiciones, expresa que el contrato de
seguro es nulo si el asegurado, a sabiendas, proporciona al asegurador información
sustancialmente falsa al prestar la declaración a que se refiere el número 1º del artículo
524 (la información precontractual del riesgo) y se resuelve si incurre en esa conducta
al reclamar la indemnización de un siniestro. Y en el segundo inciso agrega:

"En dichos casos, pronunciada la nulidad o la resolución del seguro, el asegurador podrá
retener la prima o demandar su pago y cobrar los gastos que le haya demandado
acreditarlo, aunque no haya corrido riesgo alguno, sin perjuicio de la acción criminal".

Por su parte el art. 558 que sanciona el sobreseguro, expresa que "si el sobreseguro
proviene de mala fe del asegurado, el contrato será nulo, no obstante lo cual el
asegurador tendrá derecho a la prima a título de pena, sin perjuicio de la acción criminal
a que hubiere lugar". El origen de esta norma es claro: el antiguo art. 558 del Código al
que nos referimos anteriormente.

Las acciones criminales a que se refiere, son las figuras contempladas en los
numerales 6º (antiguo) y 10º (nuevo) del art. 470 del Código Penal, que analizaremos a
continuación:

En efecto, el art. 3º de la ley Nº 20.667 introdujo un nuevo numeral al art. 470 del
Código Penal configurando el fraude al seguro en los siguientes términos:

"Artículo 470. Las penas del artículo 467 se aplicarán también:

10º A los que maliciosamente obtuvieren para sí, o para un tercero, el pago total o
parcialmente indebido de un seguro, sea simulando la existencia de un siniestro,
provocándolo intencionalmente, presentándolo ante el asegurador como ocurrido por
causas o en circunstancias distintas a las verdaderas, ocultando la cosa asegurada o
aumentando fraudulentamente las pérdidas efectivamente sufridas.

Si no se verifica el pago indebido por causas independientes de su voluntad, se aplicará


el mínimo o, en su caso, el grado mínimo de la pena.
La pena se determinará de acuerdo con el monto de lo indebidamente solicitado".

Analizaremos la norma legal, refiriéndonos por separado, y parte por parte, a lo que
señalan cada uno de los tres incisos que conforman el nuevo numeral 10º del art. 470
del Código Penal.

a) El primer inciso exige que el autor de la conducta sancionada actúe con dolo o
malicia, lo que no requiere de mayores explicaciones, tratándose de un delito.

b) El segundo deja en claro, en primer lugar, que el autor del fraude puede estar
persiguiendo consumarlo para que el mismo perciba el beneficio o para que lo reciba un
tercero. Esto último se da en todos los casos en que el asegurado actúa por medio de
un representante, como por ej., una sociedad asegurada, por su gerente estatutario que
se haya efectivamente obtenido el pago de parte del asegurador y que éste haya sido
indebido, es decir, que sin la comisión del fraude, el asegurador se habría negado a
cursarlo.

En la última parte de este primer inciso, la norma legal señala las formas mediante las
cuales se comete el fraude, que son las siguientes:

— simulando la existencia de un siniestro,

— provocándolo intencionalmente,

— presentándolo ante el asegurador como ocurrido por causas o en circunstancias


distintas a las verdaderas,

— ocultando la cosa asegurada o

— aumentando fraudulentamente las pérdidas efectivamente sufridas.

Por ser suficientemente claras, no nos parece necesario explicar en qué consisten
estas alternativas.

El segundo inciso se refiere a la alternativa de que no se verifique el pago indebido


"...por causas independientes de su voluntad...", esto es, que la razón por la cual el pago
indebido no se hace no obedece a una acción voluntaria del hechor, como sería, por
ejemplo, su arrepentimiento, su desistimiento de consumar el fraude, sino que al
contrario, no se obtiene el pago a pesar de que el hechor perseveró en su conducta
hasta el final sin tener éxito en recibir el pago indebido. En este caso "se aplicará el
mínimo o, en su caso, el grado mínimo de la pena": La norma legal, entonces, le aplica
al hechor una pena, de todas maneras, a pesar de no haber percibido el pago indebido,
y esa pena corresponderá al mínimo o, en su caso, el grado mínimo de la pena. Dejamos
a los penalistas analizar esta redacción y determinar su sentido y justificación.

El tercer inciso es muy corto y dice: "La pena se determinará de acuerdo con el monto
de lo indebidamente solicitado".

Entendemos que la expresión "monto... solicitado", alude a la suma a que ascienda el


pago requerido al asegurador.
Este inciso está relacionado con el art. 467 del Código Penal, con el cual la nueva
norma está estrechamente ligada, ya que el art. 467 gradúa la penalidad de la estafa
atendiendo al monto de lo defraudado, de la siguiente manera:

"1.º Con presidio menor en sus grados medio a máximo y multa de once a quince unidades
tributarias mensuales, si la defraudación excediera de cuarenta unidades tributarias
mensuales.

2.º Con presidio menor en su grado medio y multa de seis a diez unidades tributarias
mensuales, si excediere de cuatro unidades tributarias mensuales y no pasare de
cuarenta unidades tributarias mensuales.

3.º Con presidio menor en su grado mínimo y multa de cinco unidades tributarias
mensuales, si excediere de una unidad tributaria mensual y no pasare de cuatro unidades
tributarias mensuales.

Si el valor de la cosa defraudada excediere de cuatrocientas unidades tributarias


mensuales, se aplicará la pena de presidio menor en su grado máximo y multa de
veintiuna a treinta unidades tributarias mensuales".
Sexta parte Insolvencia (Análisis de la
Ley Nº 20.720 sobre Reorganización y
Liquidación de Empresas y Personas)
Por Luis Felipe Castañeda Catalán Profesor de Derecho Comercial
(UDP)

Capítulo LXVII Introducción

988. Insolvencia y cesación de pagos

En general, la insolvencia es la situación de incapacidad, potencial o efectiva, que una


persona natural o jurídica tiene, de hacer frente a sus obligaciones. Es un estado
financiero crítico, al que se llega por una mala o desafortunada gestión económica, que
puede tener muchas causas, entre las cuales cabe mencionar la producción insuficiente
de bienes y servicios, la producción a precios que no pueden competir en el mercado,
los costos muy altos, deficiencia en las ventas, la acumulación de créditos impagos por
la clientela, los gastos excesivos, el sobre endeudamiento, etc. Normalmente la
insolvencia va asociada a una situación patrimonial grave, esto es, que el total de los
activos no alcanza para cubrir el total del pasivo.

En cambio, la cesación de pagos es simplemente la incapacidad de un deudor, actual


y efectiva, para pagar las deudas que van venciendo. Usando una expresión común, a
la cesación de pagos se llega por problemas de caja, por falta de dinero disponible, con
independencia del monto a que lleguen los activos. Una persona o empresa puede tener
enormes activos, pero de muy difícil y lenta realización y entrar en situación de cesación
de pagos de deudas que representan un monto menor a dichos activos, pero que se
hacen efectivas ahora y el deudor no tiene dinero en caja para pagarlas, ni logra obtener
crédito que le permita disponer de los fondos necesarios para hacerles frente. Aunque
evidentemente relacionadas, la insolvencia y la cesación de pagos son conceptos y
situaciones económicas y jurídicas distintas.16

Como dice un autor, "el fenómeno de la insolvencia está presente siempre en toda
actividad económica y todos tratan de evitarla bajo todas las formas posibles y que
puedan crearse por quienes actúan en las actividades económicas. El temor a la
insolvencia es el punto neurálgico en la actividad financiera, en los inversionistas, en los
contratos y en los titulares de la empresa, pues la pérdida de ella implica o puede
implicar la ruina o la generación de perjuicios cuya gravedad dirá directa relación con la
cuantía de los recursos involucrados por quien vendió, otorgó el crédito o contrató con
el fallido"17.

Los efectos nocivos de la insolvencia y la cesación de pagos y la forma como los


afronta nuestra legislación concursal, son el objeto del estudio de esta parte de la obra.

989. Evolución del derecho de quiebras en Chile


El Código de Comercio chileno del año 1865 reguló la quiebra inspirándose en el
Código de Comercio francés y en la Ley francesa sobre quiebras, de 28 de mayo de
1838. Los preceptos correspondientes se incorporaron al libro cuarto del Código.

En el año 1929 se dictó una ley especial de quiebras, la ley Nº 4.558, que derogó las
normas sustantivas que se mantenían en el Código de Comercio y las adjetivas que
habían sido trasladadas al Código de Procedimiento Civil.

El 28 de octubre de 1982 se dictó la ley Nº 18.175 que fijó un nuevo texto a la Ley de
Quiebras texto que con diversas modificaciones, fue el marco del derecho de quiebras
vigente en el país por más de treinta años, pero durante su vigencia experimentó una
serie de modificaciones, que culminaron con la ley Nº 20.004, de 8 de marzo de 2005,
y sobre todo con la ley Nº 20.073, publicada el 29 de noviembre de 2005, como
asimismo con la reincorporación de las normas sobre quiebras al Libro IV del Código de
Comercio, dispuesta por la ley Nº 20.080 de 24 de noviembre del año 2005, que dejó en
la ley Nº 18.175, sólo los aspectos institucionales de su Título II, pasando a denominarse
Ley Orgánica de la Superintendencia de Quiebras.

Finalmente, una última etapa se ha originado a partir de la dictación de la ley


Nº 20.720, que regula los procedimientos concursales de reorganización y liquidación,
publicada en el Diario Oficial con fecha 9 de Enero del año 2014 y que, en conformidad
a su articulado transitorio, entró en vigencia el día 9 de octubre de 2014. Los principios
y aspectos generales de esta nueva normativa los revisamos en el numeral siguiente.
Paralelamente, desde el punto de vista administrativo, la Superintendencia ha pasado a
llamarse Superintendencia de Insolvencia y Reemprendimiento, pasando a depender
del Ministerio de Economía, en vez del de Justicia.

990. Descripción general de la ley Nº 20.720

La aplicación práctica de las normas contenidas en el Libro IV del Código de Comercio


fue haciendo patente a la Superintendencia de Quiebras, que el sistema adolecía de
una serie de insuficiencias que apartaban las normas concursales de su objeto natural,
cual es facilitar la liquidación o la reestructuración financiera de los deudores,
protegiendo los legítimos intereses de éstos, de los acreedores y de la sociedad.
Particularmente, uno de los problemas más graves que enfrentaron los procedimientos
concursales fue su duración, toda vez que se extendían en el tiempo excediendo con
largueza los tiempos promedio establecidos por la OCDE en el derecho comparado.
Como es fácil comprender esta demora en los cierres de los procedimientos los hacían
ineficaces.

Por lo señalado, el año 2011 el Gobierno encargó a la Superintendencia de Quiebras


la creación de una Comisión a la que se asignó la tarea de presentar un proyecto de
modificación del régimen concursal chileno. Luego de un estudio en el que participaron
diversos estamentos de la sociedad, el Congreso despachó la nueva ley, que representa
una reforma sustancial a las normas en la materia, acordes a las exigencias del derecho,
del sistema financiero y, especialmente a los requerimientos de la moderna actividad
económica.

Como lo señalamos, existían diversas falencias o vacíos en la anterior legislación, los


que, con mayor o menor éxito, la ley Nº 20.720 ha buscado solucionar. Entre otros
aspectos criticados a la normativa contenida en el Libro IV del Código de Comercio, se
puede mencionar los siguientes:

a) En materia de quiebras:
— La aplicación de las mismas normas tanto a los deudores personas naturales, no
empresarias, como a las personas jurídicas y en general, a las empresas.

— Discusión respecto de la aplicabilidad de las normas concursales a las personas


jurídicas sin fines de lucro.

— Restricción al derecho de defensa del deudor respecto de quien solicita la quiebra.

— Procedimiento de enajenación muy extenso.

— Asignación de un derecho a veto al fallido en materia de enajenación por venta


directa.

— Poca precisión en materia de acciones revocatorias concursales.

— Indeterminación de la fecha de cesación de pagos, para efectos del ejercicio de las


acciones revocatorias concursales.

— Discusión respecto de la causal de terminación de los contratos de trabajo.

— Configuración de los delitos concursales basada en un sistema de presunciones.

b) En materia de Convenios:

— Desregulación de los convenios extrajudiciales.

— Situación de los acreedores garantizados.

— Alto quórum de aprobación

— Situación de desamparo financiero y comercial de la empresa durante el período


que mediaba entre la presentación de las proposiciones de convenio judicial preventivo
y la junta deliberativa.

— Financiamiento preferente hasta la votación del convenio.

— Tratamiento de los créditos relacionados.

Por lo señalado, la ley Nº 20.720, presenta diversos aspectos novedosos respecto de


la normativa anterior, que serán desarrollados en los capítulos siguientes. En esta
introducción, vale la pena señalar la diferenciación entre los deudores que realiza la ley.

1. Diferente tratamiento normativo para las empresas deudoras y para las personas
naturales no empresarias, a partir de su diversa naturaleza y los efectos de los procesos
en su desenvolvimiento futuro:

a) Empresa deudora:

Respeto de la unidad económica y viabilidad del negocio.

La liquidación puede hacer desaparecer a la persona jurídica.

b) Persona deudora:
No hay unidades económicas que respetar.

La renegociación y la liquidación deben reconocer que la persona continuará con sus


actividades económicas.

2. Conceptualización de la empresa deudora (artículo 2º numeral 13 de la ley).

a) Persona jurídica de derecho privado, con o sin fines de lucro.

b) Persona natural que tributa conforme a la primera categoría de la Ley de la Renta.

c) Persona natural que tributa conforme al A. 42 Nº 2 de la Ley de la Renta.

Por ende, aquel deudor no comprendido en esta definición, tiene la calidad de persona
natural no empresaria.

Adicionalmente, se pone término a la discusión acerca de la situación concursal de


las personas jurídicas sin fines de lucro, al considerarlas expresamente en la definición
de Empresa Deudora.

3. Diversos procedimientos aplicables a uno y otro tipo de deudor:

a) Procedimientos aplicables a las empresas deudoras:

1. Procedimiento Concursal de Reorganización: se trata de un procedimiento judicial


para que el deudor y los acreedores puedan lograr un acuerdo por medio del cual se
reestructure el activo y pasivo de la empresa sobre la base de su viabilidad.

2. Reorganización extrajudicial o simplificada: Supone una negociación extrajudicial


entre el deudor y una parte importante de sus acreedores, y un procedimiento para
lograr su aprobación judicial a fin que sea vinculante para todos los acreedores; también
pretende la reestructuración del activo y pasivo de la empresa sobre la base de su
viabilidad.

3.- Procedimiento concursal de liquidación: Supone un procedimiento judicial para


lograr una pronta y eficaz realización del activo de la empresa, reconociendo el valor de
la unidad económica, a fin de lograr un mejor y más expedito pago al conjunto de
acreedores.

b) Procedimientos aplicables a las personas deudoras:

1. Procedimiento Concursal de Renegociación de Deudas: Supone un procedimiento


administrativo y gratuito, facilitado por la Superintendencia de Insolvencia y
Reemprendimiento, a fin que el deudor y los acreedores puedan llegar a un acuerdo de
renegociación o ejecución extrajudicial.

2. Procedimiento Concursal de Liquidación de Bienes: Supone un procedimiento


judicial para lograr una pronta y eficaz realización de los bienes embargables del deudor,
con el objeto de lograr un pago más ordenado para sus acreedores en un procedimiento
más simple y breve.

991. Principios sobre los que se sustenta la ley Nº 20.720


1. Bilateralidad de la audiencia

Se pone término al engorroso y poco feliz sistema de defensa diferida establecido en


Libro IV del Código de Comercio, que recaía en el recurso especial de reposición. Ello,
a partir del hecho que los Tribunales consideraban la audiencia del artículo 45 de la
normativa anterior, como un requisito meramente formal, al que sólo excepcionalmente
se le asignaba algún valor de defensa.

Este sistema anterior poco feliz, se reemplaza por un sistema de defensa objetiva por
parte del deudor frente a la solicitud de liquidación forzosa, estableciéndose en detalle
el denominado Juicio de Oposición.

2. Concentración y economía procesal

Se pone término al sistema anterior caracterizado por discusiones jurídicas


independientes tanto en su tramitación como en su resolución, que dilatan el
procedimiento.

La nueva ley lo reemplaza por un sistema de resolución mediante audiencias únicas


y verbales ante el Juez de la causa.

Otorgamiento de funciones de mediación al liquidador y veedor para subsanar vicios


formales o de menor entidad en verificaciones, evitando así la proliferación innecesaria
de incidentes procesales.

3. Celeridad

Se pone fin al sistema de plazos no fatales, ambiguos o extensos, que dilatan


innecesariamente el procedimiento.

Se le reemplaza por un sistema de plazos fatales y definidos para evitar


incertidumbres.

De la misma forma, se limitan los incidentes y recursos dilatorios.

4. Publicidad

Se reemplazan las publicaciones en el Diario Oficial y las notificaciones judiciales, por


un sistema público virtual, denominado el Boletín Concursal, de carácter gratuito.

5. Racionalidad económica

Se pone término a las diferencias que la ley concursal realizaba en el tratamiento de


la quiebra y en los convenios en relación con los acreedores y sus créditos.

Así, por ejemplo, se permite la obtención de notas de débito no sólo en las


liquidaciones (quiebras) como ocurría antes, sino que ese beneficio se hace también
extensivo a los casos de reorganización a través de acuerdos.

También en el caso de los acuerdos de reorganización se permite que, en el evento


de existir condonación o remisión de deudas, intereses o reajustes, podrán deducirse
como gastos necesarios. Ello a diferencia de lo que ocurría en la anterior normativa, en
la que de existir condonaciones o remisiones, se consideraban gastos rechazados para
efectos tributarios.

Por otra parte, en los procesos de liquidación se considera esta situación como causal
de terminación del contrato de trabajo.

992. Generalidades sobre las reglas procesales de la nueva legislación

a) En materia de distribución y competencia:

En materia de competencia absoluta, son competentes por materia, los Tribunales


con competencia en lo civil. A diferencia de la normativa anterior, el fuero no se
considera.

Por su parte, la competencia relativa está dada por el territorio, siendo competente el
Tribunal correspondiente al domicilio del deudor.

Adicionalmente, la ley establece un sistema de distribución preferente, que opera


sobre la base de la dictación de Autoacordados de las Cortes de Apelaciones, con el
objeto de que las causas concursales sean distribuidas entre Tribunales de Asiento de
Corte, que hayan aprobado los cursos de capacitación en la materia que impartirá la
Academia Judicial.

En el evento de no poder aplicarse el sistema de distribución preferente, todos los


tribunales civiles son competentes para el conocimiento de causas concursales.

En todo caso, cabe tener presente para estos efectos, el Capítulo VII de la ley
Nº 20.720, denominado del Arbitraje Concursal, en el cual se establece, en el inciso 1º
del artículo 295 que "podrán ser sometidos a arbitraje los Procedimientos Concursales
de Reorganización y Liquidación"

Esta normativa, más allá de la aplicación efectiva que vaya a tener, constituye una
importante novedad, ya que hace extensivo a los procedimientos de liquidación la
posibilidad de un arbitraje voluntario, lo que no se contemplaba en las anteriores leyes
en la materia.

b) Recursos:

Reposición:

Plazo para interponerlo: 3 días desde la notificación de la resolución recurrida.

Resolución: de plano o previa tramitación incidental, conforme determine el tribunal.

La resolución que falla la reposición no es susceptible de recurso alguno.

Apelación:

Procedencia: sólo respecto de las resoluciones indicadas en la ley Nº 20.720.

Plazo para interponerlo: 5 días desde la notificación de la resolución recurrida.

Efectos: por regla general, se concede en el solo efecto devolutivo.


Preferencia: se otorga preferencia para inclusión de la causa en la tabla y para su
vista y fallo.

Casación: se rige por las reglas generales.

c) Incidentes:

Sólo podrán promoverse incidentes en aquellas materias en que la ley expresamente


lo permita.

Se tramitarán conforme a las reglas generales previstas en el Código de


Procedimiento Civil.

No suspenderán el procedimiento concursal, salvo que esta ley establezca lo


contrario.

d) Notificaciones:

Se reemplaza el sistema de publicaciones en el Diario Oficial y la mayoría de las


notificaciones de carácter procesal, se practicarán a través de su publicación en el
Boletín Concursal.

El Boletín Concursal es una plataforma electrónica a cargo de la Superintendencia de


Insolvencia y Reemprendimiento, de libre acceso al público, gratuito, en la que se
publicarán todas las resoluciones que se dicten y las actuaciones que se realicen en los
procedimientos concursales, salvo que la ley ordene otra forma de notificación.

Las publicaciones deben ser practicadas por el veedor o el liquidador designado en el


respectivo procedimiento o en forma excepcional, por la Superintendencia de
Insolvencia y Reemprendimiento.

La notificación se entiende efectuada al tiempo de su incorporación en el Boletín


Concursal, por lo que los plazos que correspondan se computan desde esa fecha.

Debe dejarse constancia por escrito en el expediente, sin que sea necesaria
certificación alguna al respecto.
Capítulo LXVIII Los acuerdos de reorganización

993. Generalidades

La ley Nº 20.720 establece un mecanismo de reestructuración de activos y/o pasivos


denominado "Acuerdos de Reorganización Judicial", definiéndolos como "aquel que se
suscribe entre una Empresa Deudora y sus acreedores con el fin de reestructurar sus
activos y pasivos, con sujeción al procedimiento establecido en los Títulos 1 y 2 del
Capítulo III (de esta ley).

Este mecanismo, en conformidad al artículo 54, se aplica a la Empresa Deudora, la


que, de acuerdo al artículo 2º numeral 13, "es toda persona jurídica privada, con o sin
fines de lucro, y toda persona natural contribuyente de primera categoría o del número
2) del artículo 42 del decreto ley Nº 824, del Ministerio de Hacienda, de 1974, que
aprueba la ley sobre impuesto a la renta".

Cabe recordar que las personas naturales no consideradas en el concepto anterior,


tienen la alternativa de hacer uso de del mecanismo de renegociación, el cual es un
procedimiento administrativo ante la Superintendencia de Insolvencia y
Reemprendimiento.

Adicionalmente, hay que tener presente que el Procedimiento Concursal de


Reorganización sólo puede ser iniciado por la Empresa Deudora, es decir no puede ser
iniciado por los acreedores ni éstos cuentan con algún mecanismo que pueda forzar el
inicio del procedimiento, a diferencia de la figura que establecía el artículo 172 del Libro
IV del Código de Comercio.

Bajo los fundamentos de la ley Nº 20.720, los acuerdos de reorganización no sólo


constituyen un sistema alternativo a la liquidación, si no que el legislador entrega
diversas herramientas al deudor y a los propios acreedores, con el objeto de facilitar la
concreción de estos acuerdos. Es decir, ya no se trata de figuras excepcionales como
ocurría con los antiguos Convenios, si no que hoy constituyen soluciones reales y
factibles, quedando la liquidación como una alternativa excepcional y de última ratio.

Veremos que los acuerdos de reorganización son, también, un mecanismo para poner
término a un proceso de liquidación ya iniciado.

Al contrario de los sistemas de administración controlada y de las otras diversas


modalidades de protección de empresas que se encuentran en peligro financiero, que
son todos modernos y empezaron a ser incorporados a las legislaciones a mitad del
siglo pasado, y que hasta hoy en día no logran un reconocimiento general en la doctrina
y la legislación comparadas, desde muy antiguo se reconoce en el derecho concursal la
posibilidad de que un deudor en dificultades financieras pueda intentar resolverlas
negociando un acuerdo con sus acreedores.

Es por ello que, prácticamente todas las legislaciones concursales del mundo,
contemplan un mecanismo de acuerdos, llamados también, convenios o concordatos.

Así, en Francia existe un sistema denominado "Règlement amiable", mediante el cual,


las empresas que atraviesen por dificultades o tengan necesidades que no puedan
solucionarse o cubrirse por medio de una financiación adaptada a sus posibilidades,
pero sin hallarse todavía en situación de suspensión de pagos, pueden solicitar la
apertura de un procedimiento para llegar a una solución de mutuo acuerdo con sus
acreedores. El presidente del tribunal respectivo nombra un árbitro, cuya misión, de una
duración que no podrá ser superior a cuatro meses, consiste en favorecer el
funcionamiento de la empresa y llegar a un acuerdo con los acreedores. El presidente
del tribunal puede suspender las acciones individuales mientras dure la misión del
árbitro. El deudor no puede pagar a los acreedores anteriores ni realizar acto de
disposición alguno sin la autorización del presidente. Si éste aprueba el convenio, se
suspenden las acciones individuales durante el período de ejecución del mismo. En caso
de incumplimiento del convenio, el tribunal que conozca con posterioridad de una
solicitud de apertura de un procedimiento de intervención o liquidación judicial, o sea,
de un procedimiento de quiebra destinado a la liquidación, podrá considerar,
contrariamente a la opinión del presidente, que en la fecha de apertura del
procedimiento de convenio, la empresa se encontraba realmente en situación de
suspensión de pagos.

En Italia existe también el concordato preventivo, regulado por los arts. 160 y
siguientes de la Ley de Quiebras de 1942 y requiere la iniciativa del empresario en
riesgo, materializada en una solicitud que debe presentar al tribunal correspondiente al
domicilio de la empresa. La ley establece diversos requisitos de admisibilidad de esa
solicitud, entre los que destaca, que la contabilidad haya sido mantenida en forma
absolutamente regular, de tal modo que permita reconstruir exactamente la forma como
se produjo el empeoramiento de la situación económica de la empresa y sus causas.
Admitida a tramitación la solicitud, el empresario conserva la administración de su
empresa, pero sujeto a la supervigilancia de un comisario judicial, bajo la dirección del
juez de la quiebra. Mientras se resuelve, se suspende el derecho de los acreedores a
iniciar acciones ejecutivas individuales en su contra ni a seguir las ya iniciadas, pero
suspendiéndose el curso de la prescripción.

Por último, en España, el convenio puede plantearse sólo una vez transcurrido el
procedimiento ordinario para la declaración de la quiebra, con la determinación del
activo y del pasivo, procedimiento que es común a los procedimientos legales que tratan
a la insolvencia vía liquidación o vía convenio. El contenido esencial del convenio, que
el deudor puede proponer a sus acreedores, consistirá en una quita (remisión) que no
supere el 50% y/o una espera (extensión del plazo) no superior a cinco años. Este
contenido puede complementarse con proposiciones alternativas para los acreedores,
como la conversión de los créditos en participaciones sociales, la enajenación total o
parcial de la empresa, siempre que el adquirente de ella asuma el cumplimiento del
convenio, o incluso la fusión o —por el contrario— la división o escisión de la sociedad
deudora.

El convenio se presentará con una propuesta de pagos y un plan de viabilidad de la


empresa, plan sobre el que informarán los administradores concursales, para luego ser
sometido a los acreedores que, convocados en Junta, optarán por su aceptación o
rechazo. Ordinariamente, para su aprobación, será necesario el voto favorable de los
acreedores que representen la mitad del pasivo ordinario.

El convenio aceptado por los acreedores, será más tarde aprobado por el Juez, quien
examinará en su caso las impugnaciones, y que no se haya conculcado ninguna norma
legal sobre el contenido del convenio y la forma de su aceptación.

La quita y/o espera aprobada en el convenio afectará a los acreedores ordinarios y


subordinados, pero no a los privilegiados.
El concurso no acabará hasta que no se haya cumplido el convenio, y hasta entonces
su incumplimiento permitirá acudir a la fase de liquidación forzosa de la fallida, que
contempla la ley de quiebras.

994. Noción de Acuerdo. Clasificación

Siguiendo a Álvaro Puelma, podemos hacer aplicable su concepto de convenio a los


acuerdos de reorganización, en términos de entenderlos como "el acuerdo entre el
deudor y la masa de sus acreedores, que versa sobre la forma de solucionar el pasivo
del primero, que es adoptado cumpliendo las solemnidades legales y que tiene por
objeto impedir o alzar la quiebra y obliga al deudor y a todos sus acreedores, salvo las
excepciones legales".

También podemos definirlos como, los "pactos que el deudor o fallido puede celebrar
con sus acreedores y que tienen por objeto evitar o poner fin al estado de quiebra".

Bajo el amparo del Libro IV del Código de Comercio, si el convenio tenía por objeto
evitar la quiebra se llamaba convenio preventivo de quiebra y si tenía por objeto ponerle
fin, se denominaba convenio solución o simplemente convenio judicial.

Los Acuerdos de Reorganización pueden ser judiciales o extrajudiciales o


simplificados, exigiendo el legislador diversos requisitos para uno y otro, no obstante
que sus efectos son similares.

995. Breve reseña sobre su naturaleza jurídica

En cuanto a la naturaleza jurídica de los acuerdos, pueden aplicarse a su respecto las


teorías elaboradas respecto de los convenios, por lo que nos remitimos a ellas. Como
suele ocurrir con el examen de todas las distintas instituciones jurídicas, se han
formulado diversas teorías, al punto que puede decirse que cada autor ha intentado
formular una nueva, o presentar de una nueva forma una ya existente.

No obstante lo anterior, podemos concluir que fundamentalmente existen dos grandes


corrientes respecto a la naturaleza jurídica de los convenios:

a) La tesis del instituto procesal

Esta doctrina, que tendría relación con los convenios judiciales, sostiene básicamente
que se trata de un acuerdo entre los acreedores y el deudor que está sujeto a una
homologación o aprobación por parte de la justicia y por ello se estaría frente a un
instituto propio del derecho procesal, y no ante una relación contractual. Esta teoría
critica a la tesis contractualista, diciendo que la ausencia de voluntad de algunos de los
que quedan obligados por el convenio (acreedores disidentes y ausentes) le restaría
fuerza a dicha tesis.

A su turno, como críticas a la doctrina del instituto procesal se ha dicho que el juez no
interviene en el contenido del acuerdo mismo, sino que solo deja constancia de la
aprobación o reprobación del convenio por los acreedores, por lo que la homologación
sería una mera formalidad certificatoria, de modo que el convenio no nace de la
sentencia que aprueba el convenio o lo homologa, sino de las negociaciones entre el
deudor y sus acreedores, quienes libremente fijan los derechos y obligaciones, las
modalidades de pago, las remisiones, etc.
En cuanto a lo que ocurre en nuestra legislación, respecto de esta teoría, se ha dicho
que desde la dictación de la primera ley de quiebras separada del Código de Comercio,
la ley Nº 4.558 de 1929, el convenio no es aprobado por el juez, sino que se perfecciona
por hechos, pasos y alternativas a los que la ley les atribuye un efecto aprobatorio. Estos
hechos están conformados por la votación favorable de los acreedores, en el quórum
que fija la ley, la falta de impugnación oportuna del convenio, o el rechazo del que se
presente. De este modo, se sostiene, en dichos eventos el juez está obligado a declarar
aprobado el convenio, por lo que, en realidad, no hay homologación por parte del órgano
jurisdiccional, y mal podría sostenerse que el convenio tendría un carácter procesal. Lo
único cierto que puede decirse al respecto, en apoyo de esta tesis, es que la
organización y dirección del procedimiento establecido por la ley para la aprobación y
perfeccionamiento de los convenios judiciales está entregada al órgano jurisdiccional,
quien debe velar por la real transparencia de la votación.

b) Tesis contractualista

Por las consideraciones anteriores se ha dicho que el convenio sería un contrato o


convención. Propiamente una convención, ya que no solo crea, sino también modifica y
extingue obligaciones. Ello porque su fundamento reposa precisamente en la autonomía
de las voluntades del deudor o fallido y de sus acreedores. En este sentido se han
esgrimido, entre otros, los siguientes argumentos:

— Lo fundamental de los convenios son los acuerdos entre el deudor y sus


acreedores: ellos fijan los derechos, obligaciones, cargas, remisiones, prórrogas, etc.

— El juez no aprueba el convenio. No puede imponer un acuerdo si éste no existe con


anterioridad entre los acreedores y el deudor o fallido, ni tampoco puede modificar el
acuerdo ya tomado. En este sentido, las obligaciones del convenio no nacen de la
sentencia del tribunal que confirma la aprobación que le dieron los votantes del mismo,
sino del propio acuerdo. Como se dijo anteriormente, el convenio es perfecto si no
intervienen impugnaciones oportunas o si se desecha una impugnación infundada.

— El convenio es resoluble, como lo son los contratos y no lo son, en cambio, las


resoluciones judiciales. Este argumento debe esgrimirse con cuidado en Chile, ya que
la ley no habla de resolución sino de declaración de incumplimiento del convenio por
inobservancia de sus estipulaciones (art. 98).

Por último cabe hacer señalar que algunos autores ponen énfasis, como ya lo
adelantábamos al principio de este párrafo, en que el convenio más que un contrato es
una convención, puesto que con él se estarían extinguiendo más que creando nuevas
obligaciones. Otros sostienen que se estaría frente a un contrato que genera una
obligación muy clara y precisa: la obligación de no ejercitar la acción de quiebra, aunque
se trate de un convenio simplemente judicial.

Para nosotros, los convenios judiciales, asimilables a los acuerdos de reorganización,


no son otra cosa que una institución propia del derecho concursal, por medio de la cual,
cumpliéndose los requisitos legales y el procedimiento que la rige, el deudor puede
evitar la quiebra o poner fin a una ya declarada, mediante una convención o acuerdo
con sus acreedores, o con la mayoría que, en su caso, establece la ley.

996. Inicio del procedimiento concursal de reorganización

El procedimiento se inicia con una solicitud presentada al tribunal del domicilio del
deudor directamente o a través de la Secretaría de Distribución de la correspondiente
Corte de Apelaciones. La solicitud consiste en un formulario estándar que se obtiene
desde la página web de la Superintendencia de Insolvencia y Reemprendimiento y,
como se verá más adelante, las Proposiciones de Acuerdo, conteniendo las condiciones
específicas que serán sometidas a aprobación de los acreedores, deberán
acompañarse a más tardar el décimo anterior a la fecha de la Junta Deliberativa.

Presentada esta solicitud, deberá procederse a la nominación del Veedor, para lo cual
el deudor debe dar cumplimiento al artículo 55, acompañando los antecedentes allí
señalados:

— Copia de la solicitud de apertura del procedimiento, con el cargo del tribunal o de


la Corte de Apelaciones.

— Certificado emitido por un auditor independiente al Deudor, inscrito en el Registro


de Auditores Externos de la Superintendencia de Valores y Seguros, que contenga un
estado de sus deudas, con indicación del nombre, domicilio y correo electrónico de los
acreedores o de sus representantes legales; naturaleza de sus títulos, y el monto de sus
créditos, indicando el porcentaje que cada uno representa en el total del pasivo afecto
al Acuerdo; y, nómina de los tres mayores acreedores, excluidas las Personas
Relacionadas al Deudor (art. 2º Nº 26 de la ley).

La Superintendencia deberá notificar a los tres mayores acreedores del Deudor, al día
siguiente y en conformidad al artículo 22.

Los acreedores notificados tendrán dos días para proponer, separadamente, por
escrito o correo electrónico, un Veedor titular y un Veedor suplente, vigentes en la
Nómina de Veedores.

La nominación del Veedor, se realizará de acuerdo a las siguientes reglas:

a) Si un acreedor representa más del 50% del pasivo, se nominará al Veedor


propuesto por ese acreedor.

b) Si los tres acreedores notificados presentan sus proposiciones, se designará a


aquel Veedor que obtenga más votos, independiente del monto de los créditos de los
respectivos acreedores.

c) Si dos o tres de los acreedores notificados presentan proposiciones de diferentes


Veedores, prima la nominación del acreedor mayoritario.

d) Si sólo un acreedor propone, se nominará a quien éste haya escogido.

e) Si ningún acreedor formula su proposición, la Superintendencia designará mediante


sorteo entre todos los integrantes de la Nómina de Veedores.

Los veedores titular y suplente serán notificados por la Superintendencia y éstos


deberán aceptar el cargo a más tardar el día siguiente de ser notificados; en el mismo
plazo podrán excusarse fundadamente y por escrito. La Superintendencia resolverá
dentro de dos días y sin que su resolución sea recurrible. Si la excusa del Veedor es
rechazada, deberá asumir su cargo; si es aceptada, asume el Veedor Suplente y se
sorteará un nuevo Veedor Suplente.
Aceptado el cargo por el Veedor, se emite un Certificado de Nominación por la
Superintendencia, el que es remitido al Tribunal que conoce del Acuerdo de
Reorganización.

Paralelamente a la designación del Veedor, el deudor debe acompañar al Tribunal los


antecedentes señalados en el artículo 56:

1) Relación de todos sus bienes, con expresión de su avalúo comercial, del lugar en
que se encuentren y de los gravámenes que los afecten. Deberá señalar, además,
cuáles de estos bienes tienen la calidad de esenciales para el giro de la Empresa
Deudora.

2) Relación de todos aquellos bienes de terceros constituidos en garantía en favor del


Deudor. Deberá señalar, además, cuáles de estos bienes tienen la calidad de esenciales
para el giro de la Empresa Deudora.

Cabe señalar que la calificación de esencial o no tanto de los bienes propios como
aquellos de propiedad de terceros pero constituidos en garantía a favor de terceros, es
muy relevante. En efecto, ello incide en la obligatoriedad que podría afectar al acreedor
garantizado en orden a votar el Acuerdo y, por ende, verse alcanzado por sus efectos.
Por ello es que, como veremos más adelante, el acreedor titular de la garantía respecto
del bien calificado de esencial, tiene el derecho a discutir dicha calidad, antes de la Junta
Deliberativa.

3) Relación de todos aquellos bienes que se encuentren en poder del Deudor en una
calidad distinta a la de dueño.

4) El certificado a que hace referencia el artículo 55, para la determinación del pasivo
afecto a los Acuerdos de Reorganización Judicial. El pasivo que se establezca en este
certificado deberá considerar el estado de deudas del Deudor, con una fecha de cierre
no superior a cuarenta y cinco días anteriores a esta presentación, con indicación
expresa de los créditos que se encuentren garantizados con prenda o hipoteca y el
avalúo comercial de los bienes sobre los que recaen las garantías. Este certificado
servirá de base para determinar todos los quórum de acreedores que se necesiten en
la adopción de cualquier acuerdo, hasta que se confeccione la nómina de créditos
reconocidos, conforme al procedimiento establecido en el Párrafo 2 del Título 1 del
Capítulo III de esta ley, con sus respectivas ampliaciones o modificaciones, si existieren,
y

5) Si el Deudor llevare contabilidad completa, presentará el balance correspondiente


a su último ejercicio y un balance provisorio que contenga la información financiera y
contable, con una fecha de cierre no superior a cuarenta y cinco días anteriores a esta
presentación.

Si se tratare de una persona jurídica, los documentos referidos serán firmados por sus
representantes legales.

Presentados los antecedentes señalados por el deudor, dentro de quinto día el tribunal
deberá dictar la correspondiente Resolución de Reorganización, la que, en conformidad
al artículo 57, contendrá la designación del Veedor Titular y Suplente, en conformidad
al Certificado de Nominación recibido de la Superintendencia, y además, dispondrá lo
siguiente:
1. Que durante el plazo de treinta días contado desde la notificación de esta
resolución, prorrogable de conformidad a lo dispuesto en el artículo 58, el Deudor gozará
de una Protección Financiera Concursal en virtud de la cual:

a) No podrá declararse ni iniciarse en contra del Deudor un Procedimiento Concursal


de Liquidación, ni podrán iniciarse en su contra juicios ejecutivos, ejecuciones de
cualquier clase o restituciones en juicios de arrendamiento. Lo anterior no se aplicará a
los juicios laborales sobre obligaciones que gocen de preferencia de primera clase,
suspendiéndose en este caso sólo la ejecución y realización de bienes del Deudor, salvo
que se trate de juicios laborales de este tipo que el Deudor tuviere en tal carácter a favor
de su cónyuge, de sus parientes, o de los gerentes, administradores, apoderados con
poder general de administración u otras personas que tengan injerencia en la
administración de sus negocios. Para estos efectos, se entenderá por parientes del
Deudor o de sus representantes legales los ascendientes, descendientes, y los
colaterales hasta el cuarto grado de consanguinidad y afinidad, inclusive.

b) Se suspenderá la tramitación de los procedimientos señalados en la letra a)


precedente y los plazos de prescripción extintiva.

c) Todos los contratos suscritos por el Deudor mantendrán su vigencia y condiciones


de pago. En consecuencia, no podrán terminarse anticipadamente en forma unilateral,
exigirse anticipadamente su cumplimiento o hacerse efectivas las garantías contratadas,
invocando como causal el inicio de un Procedimiento Concursal de Reorganización. El
crédito del acreedor que contraviniere esta prohibición quedará pospuesto hasta que se
pague a la totalidad de los acreedores a quienes les afectare el Acuerdo de
Reorganización Judicial, incluidos los acreedores Personas Relacionadas del Deudor.

Para hacer efectiva la postergación señalada en el inciso anterior, deberá solicitarse


su declaración en forma incidental ante el tribunal que conoce del Procedimiento
Concursal de Reorganización.

d) Si el Deudor formare parte de algún registro público como contratista o prestador


de cualquier servicio, y siempre que se encuentre al día en sus obligaciones
contractuales con el respectivo mandante, no podrá ser eliminado ni se le privará de
participar en procesos de licitación fundado en el inicio de un Procedimiento Concursal
de Reorganización. Si la entidad pública lo elimina de sus registros o discrimina su
participación, fundado en la apertura de un Procedimiento Concursal de
Reorganización, a pesar de encontrarse al día en sus obligaciones con el respectivo
mandante, deberá indemnizar los perjuicios que dicha discriminación o eliminación le
provoquen al Deudor.

2. Que durante la Protección Financiera Concursal se aplicarán al Deudor las


siguientes medidas cautelares y de restricción:

a) Quedará sujeto a la intervención del Veedor titular designado en la misma


resolución, el que tendrá los deberes contenidos en el artículo 25;

b) No podrá gravar o enajenar sus bienes, salvo aquellos cuya enajenación o venta
sea propia de su giro o que resulten estrictamente necesarios para el normal
desenvolvimiento de su actividad; y respecto de los demás bienes o activos, se estará
a lo previsto en el artículo 74, y

c) Tratándose de personas jurídicas, éstas no podrán modificar sus pactos, estatutos


sociales o régimen de poderes. La inscripción de cualquier transferencia de acciones de
la Empresa Deudora en los registros sociales pertinentes requerirá la autorización del
Veedor, que la extenderá en la medida que ella no altere o afecte los derechos de los
acreedores. Lo anterior no regirá respecto de las sociedades anónimas abiertas que
hagan oferta pública de sus valores.

3. La fecha en que expirará la Protección Financiera Concursal, lo que determina la


fecha de celebración de la Junta Deliberativa.

4. La orden al Deudor para que a través del Veedor publique en el Boletín Concursal
y acompañe al tribunal competente, a lo menos diez días antes de la fecha fijada para
la Junta de Acreedores, su propuesta de Acuerdo de Reorganización Judicial. Si el
Deudor no da cumplimiento a esta orden, el Veedor certificará esta circunstancia y el
tribunal competente dictará la Resolución de Liquidación, sin más trámite.

Esto, a diferencia del sistema anterior en el cual el deudor estaba obligado a presentar
un texto de Convenio al inicio del procedimiento.

5. La fecha, lugar y hora en que deberá efectuarse la Junta de Acreedores llamada a


conocer y pronunciarse sobre la propuesta de Acuerdo de Reorganización Judicial que
presente el Deudor. La fecha de dicha Junta será aquella en la que expire la Protección
Financiera Concursal.

6. Que dentro de quince días contados desde la notificación de esta resolución, todos
los acreedores deberán acreditar ante el tribunal competente su personería para actuar
en el Procedimiento Concursal de Reorganización, con indicación expresa de la facultad
que le confieren a sus apoderados para conocer, modificar y adoptar el Acuerdo de
Reorganización Judicial.

Cabe señalar que la ley Nº 20.720 no modificó el texto del artículo 7º del Código de
Procedimiento Civil, por lo que no basta una remisión genérica a esta norma para que
el mandato conferido sea suficiente, sino que deben otorgarse facultades expresas en
relación con los Acuerdos de Reorganización.

7. La orden para que el Veedor inscriba copia de esta resolución en los conservadores
de bienes raíces correspondientes, al margen de la inscripción de propiedad de cada
uno de los inmuebles que pertenecen al deudor.

8. La orden al Veedor para que acompañe al tribunal competente y publique en el


Boletín Concursal su Informe sobre la propuesta de Acuerdo de Reorganización Judicial,
a lo menos tres días antes de la fecha fijada para la celebración de la Junta de
Acreedores que votará dicho acuerdo. Este Informe del Veedor deberá contener la
calificación fundada acerca de:

a) Si la propuesta es susceptible de ser cumplida, habida consideración de las


condiciones del Deudor;

b) El monto probable de recuperación que le correspondería a cada acreedor en sus


respectivas categorías, en caso de un Procedimiento Concursal de Liquidación, y

c) Si la propuesta de determinación de los créditos y su preferencia indicada por el


Deudor se ajustan a la ley.

Si el Veedor no presentare el referido informe dentro del plazo indicado, el Deudor,


cualquiera de los acreedores o el tribunal competente, informará a la Superintendencia
para que se apliquen las sanciones pertinentes. En este caso, el Acuerdo de
Reorganización Judicial se votará con prescindencia del Informe del Veedor.

9. Que dentro de quinto día de efectuada la notificación de esta resolución, deberán


asistir a una audiencia el Deudor y los tres mayores acreedores indicados en la
certificación del contador auditor independiente referida en el artículo 55. Esta diligencia
se efectuará con los que concurran y tratará sobre la proposición de honorarios que
formule el Veedor. Si en ella no se arribare a acuerdo sobre el monto de los honorarios
y su forma de pago, o no asistiere ninguno de los citados, dichos honorarios se fijarán
por el tribunal competente sin ulterior recurso.

Recordemos que el pago de estos honorarios es de cargo del Deudor.

10. La orden al Deudor para que proporcione al Veedor copia de todos los
antecedentes acompañados conforme al artículo 56. Estos antecedentes y la copia de
la resolución de que trata este artículo serán publicados por el Veedor en el Boletín
Concursal dentro del plazo de tres días contado desde su dictación.

997. Protección financiera concursal

El Libro IV del Código de Comercio, en su artículo 177, señalaba que la tramitación


de las Proposiciones de Convenio Judicial Preventivo no embarazaba, es decir, no
suspendía el ejercicio de ninguna de las acciones que procedieran en contra del deudor,
no suspendería los juicios pendientes, ni obstaría a la realización de sus bienes. Esta
es una de las debilidades que tenía nuestro sistema, que contemplaba el convenio como
única alternativa a las empresas que se encontraban en peligro financiero,
proposiciones de convenio que no conllevaban la suspensión de juicios y ejecuciones.
La formulación de las proposiciones de convenio no impedía que los juicios en su contra
siguieran su curso, lo que podría, en algunos casos, hacer el convenio inviable, salvo
en el caso del art. 177 bis, y del art. 177 quáter, es decir, el apoyo de acreedores que
representaren más del 50% del total del pasivo, lo que ordinariamente era difícil de
obtener.

Por el contrario, la tramitación del convenio suspendería el plazo de prescripción de


las acciones de inoponibilidad de los actos y contratos realizados por el deudor con
anterioridad a la quiebra, contempladas en los Párrafos 2º y 3º del Título VI de la ley,
sobre efectos retroactivos de la quiebra, desde la fecha de la resolución que lo tuviere
por presentado o de la resolución que ordenare citar a junta de acreedores, en el caso
del artículo 177 ter, relacionado con las proposiciones de convenio presentadas con el
procedimiento y la intervención del denominado "experto facilitador".

También se aplicarían a esta clase de convenios, las disposiciones del Párrafo 5 del
Título VI, sobre la reivindicación, resolución y retención, dejándose en claro que, por no
haber todavía quiebra, la referencia que el artículo 93 hace al síndico, debe entenderse,
en este caso, hecha al deudor.

En relación a las compensaciones se aplicaría para estos convenios lo que para la


quiebra dispone el artículo 69, a contar de la resolución que recayere en las
proposiciones de convenio.

La norma anteriormente señalada, contenida en el art. 177, según la cual la


tramitación de esta clase de convenio no embarazará el ejercicio de ninguna de las
acciones que procedan en contra del deudor, no suspenderá los juicios pendientes, ni
obstará a la realización de los bienes, se veía modificada en el caso que la proposición
de convenio judicial preventivo se hubiere presentado con un apoyo mayoritario, que la
ley fija en un mínimo de dos acreedores que representen más del 50% del total del
pasivo.

En este caso, según dispone el art. 177 bis, no podría solicitarse la quiebra del deudor
ni iniciarse en su contra juicios ejecutivos, ejecuciones de cualquier clase o restitución
en los juicios de arrendamiento, durante los noventa días siguientes a la notificación por
aviso de la resolución en que el tribunal cite a los acreedores a junta para deliberar sobre
dicha proposición. Durante este período, se suspenderían los procedimientos judiciales
señalados y no correrían los plazos de prescripción extintiva.

Para los efectos de la aplicación práctica de esta disposición, el pasivo se


determinaría sobre la base del estado de sus deudas que el deudor debía acompañar
junto a sus proposiciones de convenio, en la forma que determinaba el artículo 42 Nº 4,
certificado por auditores externos independientes e inscritos en el registro que lleva la
Superintendencia de Valores y Seguros, que hubieren tenido acceso a la información
disponible y los registros del deudor.

En el aviso que se publicare notificando a los acreedores sobre la presentación de las


proposiciones de convenio, llamando a los acreedores a verificar sus créditos y citando
a junta de acreedores, se señalaría en forma expresa si se ha reunido la mayoría
señalada en el inciso primero del art. 177 bis.

Para los efectos del cálculo del total del pasivo y de la mayoría antes indicada, sólo
se excluían:

a) las personas que se encuentren en alguna de las situaciones a que se refiere el


artículo 100 de la Ley Nº 18.045, de Mercado de Valores, es decir las personas
relacionadas; y

b) el titular de la empresa individual de responsabilidad limitada proponente del


convenio y esta empresa individual si el proponente es su titular.

La suspensión de ejecuciones y juicios durante los noventa días siguientes a la


notificación por aviso de la resolución en que el tribunal citare a los acreedores a junta
para deliberar sobre las proposiciones de convenio, que contempla el art. 177 bis, no
afectaría a los acreedores privilegiados e hipotecarios, pero sólo en cuanto no perderían
sus preferencias, y podrían impetrar las medidas conservativas que procedieren.

Tampoco se aplicaría a los juicios laborales sobre obligaciones que gocen de privilegio
de primera clase, excepto las que el deudor tuviere, en tal carácter, a favor de su
cónyuge o de sus parientes o de los gerentes, administradores, apoderados u otras
personas que hayan tenido o tengan injerencia en la administración de sus negocios.
Para estos efectos se entendería por parientes a los ascendientes y descendientes y a
los colaterales hasta el cuarto grado, inclusive.

Durante el período de noventa días de suspensión del derecho a solicitar la quiebra


del deudor, de iniciar en su contra juicios ejecutivos, ejecuciones de cualquier clase o
restitución en los juicios de arrendamiento, el deudor no podía gravar ni enajenar sus
bienes. Sólo podía enajenar aquéllos expuestos a un próximo deterioro, o a una
desvalorización inminente, o los que exigieren una conservación dispendiosa, y podría
gravar o enajenar aquéllos cuyo gravamen o enajenación resulten estrictamente
indispensables para el normal desenvolvimiento de su actividad, siempre que contare
con la autorización previa del síndico para la ejecución de dichos actos.
Este plazo de noventa días de suspensión era fatal e improrrogable. Si dentro de él
no se acordare el convenio, el tribunal declararía de oficio la quiebra del deudor.

La ley Nº 20.720 por su parte, incorpora una figura denominada Protección Financiera
Concursal, que busca que la Empresa Deudora pueda negociar con sus acreedores, sin
estar sujeta a amenazas o ejercicio efectivo de acciones en su contra. Este sistema
opera de una forma diferente al mecanismo del artículo 177 bis ya visto.

En efecto, el artículo 57 Nº 1 de la ley le otorga a la Empresa Deudora, en forma


inmediata y sin requisito alguno, un plazo de treinta días hábiles contados desde la
publicación de la Resolución de Reorganización, durante el cual se producirán los
siguientes efectos, ya señalados:

1) No podrá declararse ni iniciarse en contra del Deudor el Procedimiento Concursal


de Liquidación; no podrán iniciarse en su contra juicios ejecutivos, ejecuciones de
cualquier clase o restituciones en juicios de arrendamiento.

La propia norma establece una excepción en la materia, en cuanto a que no se


aplicará esta protección a los juicios laborales sobre obligaciones que gocen de
preferencia de primera clase, suspendiéndose en este caso sólo la ejecución y
realización de bienes del Deudor, salvo que se trate de juicios laborales de este tipo que
el Deudor tuviere en tal carácter a favor de su cónyuge, de sus parientes, o de los
gerentes, administradores, apoderados con poder general de administración u otras
personas que tengan injerencia en la administración de sus negocios. Para estos
efectos, se entenderá por parientes del Deudor o de sus representantes legales los
ascendientes, descendientes y los colaterales hasta el cuarto grado de consanguinidad
y afinidad, inclusive.

2) Se suspenderá la tramitación de los procedimientos señalados en el acápite


anterior y se suspenderán los plazos de prescripción extintiva.

3) Todos los contratos suscritos por el deudor mantendrán su vigencia y condiciones


de pago; no podrán terminarse anticipadamente en forma unilateral, exigirse
anticipadamente su cumplimiento o hacerse efectivas las garantías contratadas,
invocando como causal el inicio de un Procedimiento Concursal de Reorganización.
Respecto de la mención a la terminación en forma unilateral a que alude la norma, debe
entenderse que la prohibición establecida lo es en carácter absoluto, por lo que tampoco
podría pactarse, válidamente, en forma anticipada esta terminación, aún cuando fuera
incorporada por acuerdo de ambas partes. Si se infringe esta prohibición, el crédito del
acreedor que la contraviniere, quedará pospuesto hasta que se pague a la totalidad de
los acreedores a quienes les afectare el Acuerdo de Reorganización Judicial, incluidos
los acreedores Personas Relacionadas del Deudor. Para hacer efectiva esta
postergación, deberá solicitarse su declaración en forma incidental ante el tribunal que
conoce del Procedimiento Concursal de Reorganización.

4) Si el Deudor formare parte de algún registro público como contratista o prestador


de cualquier servicio, y siempre que se encuentre al día en sus obligaciones
contractuales con el respectivo mandante, no podrá ser eliminado ni se le privará de
participar en procesos de licitación fundado en el inicio de un Procedimiento Concursal
de Reorganización. Si la entidad pública lo elimina de sus registros o discrimina su
participación, fundado en la apertura de un Procedimiento Concursal de
Reorganización, a pesar de encontrarse al día en sus obligaciones con el respectivo
mandante, deberá indemnizar los perjuicios que dicha discriminación o eliminación le
provoquen al Deudor. Cabe precisar que la norma en comento protege y asegura la
participación de la Empresa Deudora en el respectivo proceso de licitación, pero
evidentemente nada garantiza que se le adjudique alguna obra o prestación de
servicios, por lo que podríamos estar en presencia de una norma de resguardo nominal.

El plazo de treinta días hábiles de protección financiera concursal que establece el


artículo 57, puede prorrogarse de acuerdo con lo establecido en el artículo 58 de la ley.
Para ello, debe concurrir la voluntad de los acreedores, quienes deben manifestar
expresamente su apoyo mediante cartas autorizadas ante un Ministro de Fe, en cuyo
caso dicho período de protección se amplía por treinta días, si el Deudor obtiene el
apoyo de dos o más acreedores, que representen más del 30% del total del pasivo y por
otros treinta días si obtiene el apoyo de dos o más acreedores que representen más del
50% del total del pasivo, excluidos los mismos acreedores antes señalados. En ambos
casos se excluyen los acreedores relacionados al Deudor y pueden apoyar los
acreedores hipotecarios y prendarios sin perder sus preferencias. Las circunstancias
señaladas serán certificadas por un contador auditor independiente.

Esta prórroga se puede obtener sucesivamente por treinta días en cada oportunidad
o por sesenta días en forma inmediata. En todo caso, debe solicitarse hasta el décimo
día anterior al vencimiento del período de protección en curso.

Cabe tener presente que, en conformidad al artículo 59, en el evento que se decrete
la prórroga de la Protección Financiera Concursal, el Tribunal deberá fijar nueva fecha
y hora de la Junta Deliberativa que debe ser aquella en que expire la Protección
Financiera Concursal prorrogada.

998. Medidas cautelares o de restricción de la empresa deudora durante el periodo de


protección financiera concursal

1. Queda sujeta a la intervención del veedor


titular designado en la resolución de reorganización

Este veedor, quien actuará en resguardo de los derechos de los acreedores, tendrá
las facultades señaladas en el artículo 25 de la ley, que consisten en las siguientes:

1) Imponerse de los libros, documentos y operaciones del Deudor.

2) Incorporar y publicar en el Boletín Concursal copia de todos los antecedentes y


resoluciones que esta ley le ordene.

3) Realizar las inscripciones y notificaciones que disponga la Resolución de


Reorganización.

4) Realizar las labores de fiscalización y valorización que se le imponen en los


artículos 71 y siguientes, referidas a la continuidad del suministro, a la venta necesaria
de activos y a la obtención de nuevos recursos.

5) Arbitrar las medidas necesarias en el procedimiento de determinación del pasivo


establecido en los artículos 70 y 71.

6) Realizar la calificación de los poderes para comparecer en las Juntas de


Acreedores e informar al tribunal competente sobre la legalidad de éstos, cuando
corresponda.
7) Impetrar las medidas precautorias y de conservación de los activos del Deudor que
sean necesarias para resguardar los intereses de los acreedores, sin perjuicio de los
acuerdos que éstos puedan adoptar.

8) Dar cuenta al tribunal competente y a la Superintendencia de cualquier acto o


conducta del Deudor que signifique una administración negligente o dolosa de sus
negocios y, con la autorización de dicho tribunal, adoptar las medidas necesarias para
mantener la integridad de los activos, cuando corresponda.

9) Rendir mensualmente cuenta de su actuación y de los negocios del Deudor a la


Superintendencia, y presentar las observaciones que le merezca la administración de
aquél. Esta cuenta será enviada, además, por correo electrónico a cada uno de los
acreedores.

10) Ejecutar todos los actos que le encomiende esta ley.

2. No podrá gravar o enajenar sus bienes,


salvo las excepciones contempladas en la propia ley

Las excepciones que señala la ley son las siguientes:

a) Se pueden enajenar o vender aquellos bienes que sean propios del giro de la
Empresa Deudora.

b) Se pueden enajenar o vender aquellos bienes que resulten estrictamente


necesarios para el normal desenvolvimiento de la actividad de la Empresa Deudora.

c) Se pueden vender o enajenar activos cuyo valor no exceda del 20% de su activo
fijo contable. La venta o enajenación de bienes por sobre este porcentaje, requiere la
autorización de los acreedores que representen más del 50% del pasivo del deudor.

3. En el evento de tratarse de una persona jurídica,


no podrá modificar sus pactos, estatutos sociales o régimen de poderes

Con ello se pretende que no se afecten los derechos de los acreedores.

4. La inscripción de cualquier transferencia de acciones en los registros sociales,


requerirá autorización del Veedor, salvo que se trate de sociedades anónimas abiertas
que hagan oferta pública de sus valores

El Veedor autorizará la transferencia de acciones en la medida que no afecte los


derechos de los acreedores.

999. Continuidad de suministro durante el período de protección financiera concursal

Uno de los problemas que enfrentaba la empresa que presentara Proposiciones de


Convenio Judicial Preventivo, bajo el amparo de la normativa de la ley Nº 18.175 y
posteriormente el Libro IV del Código de Comercio, era su viabilidad durante el período
que mediaba entre la presentación de dichas Proposiciones y la Junta Deliberativa
llamada a acordarlas o rechazarlas.

En efecto, debido a la incertidumbre asociada al pronunciamiento de los acreedores,


resultaba en extremo dificultoso para la empresa mantener sus actividades comerciales
hasta la Junta, ya que los proveedores de bienes y servicios no estaban dispuestos a
seguir suministrando salvo pago al contado, lo cual para una empresa en situación de
Convenio era prácticamente inviable.

Para dar solución a la situación planteada, la ley Nº 20.720 establece un sistema que
favorece la continuidad de suministro respecto de los proveedores de bienes y servicios
que sean necesarios para el funcionamiento de la Empresa Deudora.

En efecto, el artículo 72 de la ley contempla un beneficio para aquellos proveedores


de bienes y servicios que sean necesarios para el funcionamiento de la Empresa
Deudora, cuyas facturas tengan como fecha de emisión no menos de ocho días
anteriores a la fecha de la Resolución de Reorganización y en la medida que en su
conjunto no excedan del 20% del pasivo, según la certificación contable emitida por un
auditor independiente al Deudor, inscrito en el Registro de Auditores Externos de la
Superintendencia de Valores y Seguros, que contenga un estado de deudas, y
acompañada en su oportunidad en conformidad al artículo 55 y que mantengan el
suministro a la Empresa Deudora, circunstancia que debe acreditar el Veedor.

Los proveedores que se encuentren en la situación prevista por la norma, obtendrán


dos beneficios:

— Sus créditos se pagarán en las fechas originalmente convenidas; y

— En caso de no aprobarse el Acuerdo de Reorganización y, en consecuencia, se


dictare la Resolución de Liquidación de la Empresa Deudora, los créditos provenientes
del suministro se pagarán con la preferencia establecida en el numeral 4º del artículo
2472 del Código Civil.

Evidentemente los créditos originales del proveedor entran al proceso de liquidación


sin ninguna preferencia especial.

1000. Financiamiento de operaciones de comercio exterior durante el período de


protección financiera concursal

En la misma línea estratégica de propender a la continuidad del giro, el legislador, en


el artículo 73, ha entregado una herramienta de incentivo para que se mantengan las
líneas de financiamiento de operaciones de comercio exterior o se otorguen nuevos
créditos para estas operaciones, hasta la celebración de la Junta Deliberativa. Como es
fácil comprender esta situación es esencial para la mantención de la actividad de
aquellas empresas con importantes componentes de actividades de comercio exterior.

Quienes mantengan u otorguen financiamiento para las operaciones de comercio


exterior, obtendrán dos beneficios:

— Sus créditos se pagarán en las fechas originalmente convenidas; y

— En caso de no aprobarse el Acuerdo de Reorganización y, en consecuencia, se


dictare la Resolución de Liquidación de la Empresa Deudora, los créditos provenientes
del suministro se pagarán con la preferencia establecida en el numeral 4º del artículo
2472 del Código Civil.

1001. Contratación de préstamos durante el período de protección financiera concursal


Finalmente, manteniendo la preocupación del legislador en orden a no sólo facilitar
sino más bien permitir el funcionamiento de la Empresa Deudora hasta la celebración
de la Junta Deliberativa, incorporó un tercer mecanismo de beneficio a aquellos que
otorguen préstamos durante este período. Las reglas prescritas por el artículo 74, son
las siguientes:

— La Empresa Deudora podrá adquirir préstamos para el financiamiento de sus


operaciones, siempre que éstos no superen el 20% de su pasivo señalado en la
certificación contable emitida por un auditor independiente al Deudor, inscrito en el
Registro de Auditores Externos de la Superintendencia de Valores y Seguros, que
contenga un estado de deudas, y acompañada en su oportunidad en conformidad al
artículo 55;

— Excepcionalmente, estos préstamos podrán exceder del porcentaje señalado, pero


requerirán la autorización de acreedores que representen más del 50% del pasivo del
Deudor. Esta misma autorización se requerirá cuando los préstamos sean otorgados
por Personas Relacionadas con la Empresa Deudora y cualquiera sea el monto de
dichos préstamos.

El beneficio que la ley entrega a quienes otorguen estos préstamos, consiste en que
estos préstamos no se considerarán en las nóminas de créditos y se pagarán
preferentemente en las fechas convenidas, siempre que el Veedor acredite que fueron
utilizados para el financiamiento de sus operaciones.

Además, en caso de no aprobarse el Acuerdo de Reorganización y, en consecuencia,


se dictare la Resolución de Liquidación de la Empresa Deudora, los créditos
provenientes del suministro se pagarán con la preferencia establecida en el numeral 4º
del artículo 2472 del Código Civil.

A todos los actos y contratos ejecutados o celebrados al amparo de las normas


especiales del período de Protección Financiera Concursal, no les serán aplicables las
reglas de revocación concursal (artículo 76).

1002. Determinación del pasivo en los acuerdos de reorganización judicial

La determinación de los acreedores que podrán votar las Proposiciones de Acuerdo


de Reorganización, difiere respecto del sistema que regía en el Libro IV del Código de
Comercio. En efecto, en la anterior normativa era obligatorio para todo acreedor
proceder a la verificación de sus créditos y la alegación de la eventual preferencia que
éste gozara; posteriormente, el deudor, el Síndico u otros acreedores podían impugnar
el crédito, lo que finalmente era resuelto por el Tribunal.

En cambio, el procedimiento que en esta materia establece la ley Nº 20.720 es


bastante más simple: la primera fuente que permite determinar los acreedores con
derecho a voto y a quienes afectará el Acuerdo, está dada por la nómina de acreedores
que informa la Empresa Deudora al solicitar la apertura del Procedimiento de
Reorganización.

Esta información se publica en el Boletín Concursal, por lo que los acreedores podrán
revisar si los créditos informados corresponden efectivamente a los montos de sus
deudas y a las garantías que pudieran acceder a ellos.

Efectuada esta constatación, el acreedor tendrá dos opciones:


a) Si el acreedor está conforme con la información entregada por la Empresa Deudora,
no será necesario que verifique y, de no ser objetado, queda incorporado a la nómina
de créditos.

b) Si su crédito no está incluido en la nómina entregada por la empresa deudora o el


monto, naturaleza o garantías de éste no se reflejan en forma adecuada, el acreedor
deberá proceder a verificar su crédito. Para ello, tiene un plazo de ocho días desde que
se notifica la Resolución de Reorganización y deberá acompañar a la verificación los
títulos justificativos de sus créditos e indicar si existen garantías reales asociadas y el
avalúo comercial de los bienes sobre los cuales recae la garantía.

El veedor deberá publicar dentro de los dos días siguientes las verificaciones
presentadas.

A partir de dicha publicación, se puede dar origen a una objeción o a una impugnación
de los créditos.

La objeción permite que en los ocho días siguientes a la publicación de las


verificaciones efectuadas, el veedor, el deudor o los acreedores puedan deducir
objeción fundada sobre la falta de títulos justificativos de los créditos, sus montos y
preferencia o el avalúo comercial de los bienes sobre los que recaen las
garantías otorgadas por el deudor o terceros.

Si no se presentan objeciones dentro de plazo, los créditos y el avalúo comercial de


los bienes sobre los que recaen las garantías, quedarán reconocidos.

El veedor confeccionará la nómina de los créditos reconocidos, la que deberá indicar


los montos de los créditos, si éstos se encuentran garantizados con prenda o hipoteca
y el avalúo comercial de los bienes sobre los que recaen las garantías. Esta nómina
servirá como única nómina para la votación de las proposiciones del acuerdo de
reorganización que presente la empresa deudora. Esta nómina podrá ampliarse o
modificarse.

El Veedor está facultado legalmente para buscar soluciones para subsanar las
objeciones deducidas, proponiendo soluciones a las partes en base a la información con
la que él cuenta y también puede solicitar se subsanen los errores formales.

Si no se subsanan las objeciones, se considerarán los créditos y/o las garantías como
impugnados. El veedor acompañará al tribunal la nómina de créditos impugnados,
conjuntamente con un informe donde emite su opinión al respecto.

El tribunal, dentro de tercero día, citará a una audiencia única y verbal para el fallo de
las impugnaciones.

Al término de los procedimientos señalados, se elabora la nómina de los acreedores


con derecho a voto en las Juntas de Acreedores llamada a pronunciarse sobre las
proposiciones del Acuerdo de Reorganización.

Finalmente, para tener derecho a participar con voz y voto en la Junta Deliberativa,
los acreedores deben acreditar su personería ante el Tribunal y constituir mandato
judicial. Como señaláramos anteriormente, el poder otorgado al mandatario judicial debe
señalar en forma expresa que se le confieren las facultades de conocer, modificar y
adoptar el Acuerdo de Reorganización Judicial.
1003. Propuesta de acuerdo de reorganización judicial

De acuerdo con el artículo 60 de la ley, la propuesta podrá versar sobre cualquier


objeto tendiente a reestructurar los pasivos y activos de una empresa deudora.

Como ya lo hemos señalado, la Empresa Deudora debe presentar la propuesta de


Acuerdo de Reorganización al menos diez días antes de la fecha fijada para la
celebración de la Junta Deliberativa. De no hacerlo dentro del plazo señalado, el
Tribunal debe, necesariamente, dictar la resolución de liquidación.

1004. Estipulaciones del acuerdo de reorganización

Si bien la ley deja bastante abierto el contenido u objeto del Acuerdo, podemos al
menos señalar algunas estipulaciones de éste:

a) Estipulación Obligatoria: la nueva legislación presenta una novedad, en cuanto a


que resulta obligatorio el nombramiento de un Interventor por el plazo de, a lo menos un
año, a contar de la adopción del Acuerdo.

El nombramiento debe recaer en un Veedor vigente de la nómina de la


Superintendencia de Insolvencia y Reemprendimiento. Al respecto cabe tener presente
que, normalmente, la designación recae en el Veedor Informante, pero los acreedores
podrían optar por un Veedor diverso.

Este interventor nombrado tendrá las facultades y obligaciones que el mismo Acuerdo
señale; a falta de esta indicación, tendrá las señaladas en el artículo 294 del Código de
Procedimiento Civil.

b)Estipulación de la Naturaleza: durante la vigencia del Acuerdo de Reorganización,


se prohíbe acordar repartos de utilidades, condonaciones de préstamos u otros
desembolsos en favor de los accionistas o socios hasta el pago total de las obligaciones
asumidas por la Empresa Deudora en el Acuerdo. Ello, salvo que los acreedores lo
autoricen expresamente.

De la misma forma, se excluyen las prestaciones de carácter laboral o provenientes


de prestaciones de servicios.

c) Estipulaciones accidentales o accesorias: la ley deja libertad para que los


acreedores convengan con la Empresa Deudora todas aquellas cláusulas que no fueren
contrarias a las normas legales (ejemplo de esto último, alterar las preferencias legales);
no obstante podemos señalar a modo de ejemplo algunas de las de uso más común:

— Ampliar el nombramiento del Interventor durante toda la vigencia del Acuerdo de


Reorganización.

— Constitución de garantías para asegurar el cumplimiento del Acuerdo. Si bien


pueden materializarse en instrumentos separados, quedan establecidas en el propio
Acuerdo.

— Cláusula arbitral. Puede establecerse para resolver las diferencias, en relación con
el Acuerdo, entre la Empresa Deudora y sus acreedores o entre éstos. Establecida en
el Acuerdo, pasa a tener carácter obligatorio para el deudor y todos los acreedores.
— Establecimiento de una Comisión de Acreedores. Se reconoce normativamente
una práctica que desde hace años y bajo el imperio de la ley Nº 18.175 y del Libro IV
del Código de Comercio se venía aplicando a la mayoría de los Convenios Judiciales.
La composición de la Comisión, sus facultades, forma de actuación y otros, deberán ser
establecidos en el propio Acuerdo.

— También la ley permite establecer diferencias entre los acreedores, cuyo detalle
revisamos en el párrafo siguiente.

1005. Acuerdo de reorganización judicial por clases o categorías de acreedores

La ley en esta materia presenta una de las mayores novedades en cuanto al


tratamiento que otorga a los acreedores cuyos créditos se encuentren garantizados con
prenda o hipoteca. En efecto, como se recordará, en la legislación concursal
anterior, estos acreedores no podían votar las Proposiciones de Convenios, ya que si
así lo hacían, perdían sus preferencias o privilegios y pasaban a ser pagados como
acreedores valistas y a prorrata con quienes originalmente tenían esta calidad. Sin
embargo, en la práctica, los acreedores garantizados tenían un carácter decisorio
respecto de la viabilidad del Convenio, ya que si decidían ejecutar sus garantías, éste
no tenía sentido alguno y el deudor iba a enfrentar una quiebra inminente más allá de la
voluntad de los acreedores quirografarios.

La nueva ley hace parte del Acuerdo a los acreedores con garantías reales, para cuyo
objeto, el artículo 61 permite que la propuesta de Acuerdo se separe en clases o
categorías de acreedores, pudiendo formularse una propuesta para los acreedores
valistas y otra para los acreedores hipotecarios y prendarios cuyos créditos se
encuentren garantizados ya sea con bienes propios del Deudor o de propiedad de
terceros. Evidentemente los acreedores garantizados que voten la propuesta de su
categoría, no ven afectada su preferencia ni su garantía.

Adicionalmente, los acreedores con garantías pueden votar en forma total o parcial
en la clase de los acreedores valistas, caso en el cual por el monto que votaren, pierden
su preferencia.

Finalmente, señalemos que normalmente las propuestas formuladas por el Deudor


para los acreedores garantizados y para los acreedores valistas son diversas, atendida
la diferente naturaleza de cada uno de los créditos. No obstante, es posible que la
propuesta para ambas clases de acreedores sea idéntica y sólo se voten en forma
separada.

Como veremos más adelante, las votaciones de ambas categorías son


independientes y la aprobación en una clase queda sujeta a la condición suspensiva de
aprobarse la propuesta de la otra clase. En consecuencia, para que el Acuerdo se
entienda acordado, debe contar con los quórums de aprobación exigidos por la ley, en
forma separada por cada categoría.

1006. Propuestas alternativas y diferencias dentro de la misma clase o categoría

Como señaláramos, existe la posibilidad que dentro de la misma clase o categoría del
Acuerdo (acreedores garantizados y valistas), se puedan establecer diferencias entre
esos acreedores; sea que derechamente haya un tratamiento diverso para algunos de
ellos o bien a través de la vía de ofrecer a esos acreedores la opción de elegir entre
alternativas diversas para el pago de sus créditos.
Para efectos de las propuestas alternativas, en primer lugar se vota y aprueba la
propuesta de Acuerdo de Reorganización y luego, en el propio Acuerdo, se establece
un plazo de diez días en conformidad a la ley, para que los acreedores, a través de una
presentación al Tribunal, opten por una u otra alternativa. Asimismo, es recomendable
establecer en el Acuerdo que el acreedor que no manifieste voluntad en el plazo
señalado, se entenderá que opta por una alternativa específica.

En lo que respecta al establecimiento de tratamientos diferenciados para acreedores


de la misma clase o categoría, la ley lo permite pero siempre y cuando se establezca
con la aprobación de un quórum especial correspondiente a dos tercios de los
acreedores no beneficiados, descontándose para efectos de quórum aquellos que van
a resultar beneficiados por la diferenciación. Entendemos que estas diferencias pueden
estar justificadas por montos o naturaleza de los créditos.

1007. Acreedores personas relacionadas

La ley ley da un tratamiento especial a los acreedores que tienen la calidad de


personas relacionadas, entendiendo por tales, en conformidad al artículo 2º Nº 26 de la
ley, al cónyuge, los ascendientes, descendientes y colaterales por consanguinidad o
afinidad hasta el sexto grado inclusive y las sociedades en que éstos participen, con
excepción de aquellas inscritas en el Registro de Valores y las personas que se
encuentren en alguna de las situaciones a que se refiere el artículo 100 de la Ley
Nº 18.045, de Mercado de Valores.

En efecto, por una parte estos acreedores no tienen derecho a votar la Propuesta de
Acuerdo, manteniendo la tendencia legislativa en la materia. Adicionalmente, se
establece que estos créditos se pagarán al término del calendario establecido en el
acuerdo de reorganización, es decir se posponen respecto de los restantes créditos. Sin
embargo, si estos créditos relacionados se encuentren debidamente documentados con
a lo menos 90 días de anticipación a la fecha de inicio del Procedimiento de
Reorganización, se pagarán en las mismas condiciones que los restantes créditos no
relacionados.

No obstante lo señalado, resulta altamente probable que la posposición de los


acreedores relacionados, sin perjuicio de estar sus créditos debidamente documentados
dentro el plazo señalado por la ley, sea una exigencia de los restantes acreedores para
votar favorablemente el Acuerdo y ello se incorpore como una cláusula dentro de éste.

En cuanto a los créditos relacionados que provengan de suministro asegurado o de


créditos otorgados, ambos durante el período de protección financiera concursal, no
pueden ser pospuestos.

1008. Aprobación o rechazo del acuerdo de reorganización judicial

Una vez presentada la propuesta de Acuerdo por la Empresa Deudora, ésta no puede
retirarse, salvo que cuente con el apoyo de acreedores que representen a lo menos el
75% del pasivo y, si ésta se retira sin contar con este apoyo, el tribunal competente
dictará la Resolución de Liquidación.

Se ha planteado la duda respecto a si la Empresa Deudora presenta el retiro sin apoyo


del porcentaje de acreedores requerido, el Tribunal debiera rechazarla de plano y
continuar la tramitación del Acuerdo. Discrepamos, ya que la norma es clara y junto con
no darse lugar a la solicitud del deudor, debe dictarse la Resolución de Liquidación; en
efecto, con su presentación ya el deudor expresó su voluntad de no perseverar en el
acuerdo, por lo que no se podrá perfeccionar el consentimiento requerido por la
normativa concursal.

Como hemos señalado precedentemente, los acreedores llamados a pronunciarse


sobre la propuesta de reorganización, la deliberarán, modificarán, votarán y acordarán
o rechazarán en forma separada por clase o categorías. Para su acuerdo, se exige el
consentimiento del Deudor y el voto conforme de dos tercios o más de los acreedores
presentes, que representen al menos dos tercios del total del pasivo con derecho a voto
correspondiente a la respectiva clase o categoría. Para estos efectos, se entienden
presentes, además de los que físicamente se encuentren en la audiencia, aquellos que
hayan registrado su firma con el Veedor antes de la Junta y manifestado su intención de
votar favorablemente el Acuerdo.

Cabe señalar que respecto del voto de los acreedores con garantías reales, se pueden
producir dos situaciones:

— Si el avalúo del bien respecto del cual recae su garantía es mayor que el monto del
crédito garantizado, vota por el monto del crédito en la clase de acreedores con garantía.

— Si el avalúo del bien respecto del cual recae su garantía es menor que el monto del
crédito garantizado, vota por el monto de la garantía en la clase de acreedores
garantizados y por el saldo no cubierto puede votar en la clase acreedores valistas.

Además de los acreedores relacionados, no podrán votar ni sus créditos se


considerarán en el pasivo, los correspondientes a cesionarios de créditos adquiridos
dentro de los treinta días anteriores al inicio del procedimiento concursal.

El acuerdo sobre la propuesta de una clase o categoría se adoptará bajo la condición


suspensiva que se acuerde la propuesta de la otra clase o categoría en la misma Junta
de Acreedores. Si bien se ha dicho que este mecanismo protege a los acreedores
minoritarios, también puede tener una lectura negativa a partir del hecho que esas
mismas minorías de muy poco valor relativo en el pasivo total, pero mayoría en su clase,
puedan hacer fracasar el Acuerdo o presionar por ventajas indebidas.

Sin perjuicio de lo señalado, se requiere el consentimiento expreso de la Empresa


Deudora; si éste no se otorga o no consta, el Tribunal deberá dictar la resolución de
liquidación.

Cabe señalar que la Junta Deliberativa, llamada a conocer y pronunciarse sobre la


Propuesta de Acuerdo, puede suspenderse hasta por diez días, prorrogándose por ese
mismo plazo la Protección Financiera Concursal. Para ello se requiere contar con el
acuerdo de los dos tercios del pasivo con derecho a voto.

Si los acreedores llamados a aprobar el acuerdo de reorganización rechazan la


propuesta de la Empresa Deudora, el tribunal dictará la Resolución de Liquidación, de
oficio y sin más trámite, en la misma Junta de Acreedores llamada a conocer y
pronunciarse sobre el Acuerdo, salvo que la referida Junta disponga lo contrario por dos
tercios del psivo con derecho a voto.

Si los acreedores acuerdan autorizar a la Empresa Deudora para que reformule su


propuesta de reorganización que fue rechazada, se fijará una nueva fecha para la Junta
de Acreedores que deberá llevarse a cabo dentro de los veinte días siguientes a la fecha
de la Junta que rechazó el Acuerdo. En este caso, la Empresa Deudora deberá
acompañar al tribunal su nueva propuesta de reorganización, diez días antes de la fecha
fijada para la Junta que tendrá por objeto pronunciarse sobre ésta. Además, el Deudor
deberá, a través del Veedor, publicar una nueva propuesta de Acuerdo en el Boletín
Concursal. Durante este período se conservará la Protección Financiera.

Si el Deudor no presenta la nueva propuesta de Acuerdo dentro del plazo antes


establecido, el tribunal dictará la Resolución de Liquidación, de oficio y sin más trámite.

Finalmente, en el evento de una modificación del Acuerdo, se siguen las mismas


reglas que para el acuerdo del mismo.

1009. Efectos del acuerdo de reorganización judicial

De conformidad con el artículo 91 de la ley, el Acuerdo, debidamente aprobado, obliga


al Deudor y a todos los acreedores de cada clase o categoría de éste, hayan o no
concurrido a la Junta que lo acuerde.

1. Situación de los acreedores garantizados con garantías reales

Para analizar los efectos del Acuerdo en los acreedores garantizados es relevante la
distinción entre bienes esenciales y no esenciales.

La Empresa Deudora al presentar su solicitud de apertura del Procedimiento de


Reorganización debe señalar los bienes que tienen constituidas garantías reales y
señalar si tienen la calidad de esenciales o no para el giro de la Empresa Deudora.

Una vez publicada la Resolución de Reorganización, el acreedor garantizado tiene el


plazo de ocho días para solicitar fundadamente al tribunal que declare que el bien sobre
el que recae su garantía no es esencial para el giro de la Empresa Deudora.

Para resolver, el tribunal podrá solicitar al Veedor un informe que contendrá la


calificación de si el bien es o no esencial para el giro de la Empresa Deudora y el avalúo
comercial del bien sobre el que recaen las referidas garantías.

El tribunal resuelve en única instancia, a más tardar el segundo día anterior a la fecha
de celebración de la Junta de Acreedores llamada a conocer y pronunciarse sobre las
proposiciones de Acuerdo de Reorganización Judicial.

Si el Tribunal resuelve que el bien es esencial para el giro de la Empresa Deudora, no


podrá ser objeto de ejecución hipotecaria o prendaria

Si el Tribunal resuelve que el bien no es esencial para el giro de la Empresa Deudora,


el acreedor garantizado puede ejecutar su garantía fuera del concurso y concurrirá y
votará en la clase o categoría de acreedores valistas, únicamente por el saldo del crédito
no cubierto por la garantía. El saldo cubierto por la garantía no se considerará en el
pasivo de la clase o categoría de acreedores garantizados.

Si al ejecutar su garantía, el crédito no es totalmente cubierto por el valor de


liquidación del bien, el acreedor podrá solicitar, incidentalmente que el Acuerdo se
cumpla a su favor, mientras no se encuentren prescritas las acciones.

Si al ejecutar la garantía, queda un saldo una vez pagado el crédito garantizado, el


saldo se destinará al cumplimiento del acuerdo si se trata de un bien propio o se
devuelve al tercero propietario del bien.
A partir de lo señalado, los acreedores garantizados con prenda o hipoteca sobre
bienes de propiedad del deudor o de terceros, declarados esenciales para el giro de la
Empresa Deudora están obligados a respetar las condiciones establecidas en el
Acuerdo de Reorganización Judicial, por lo que no podrán ejecutar en forma separada
dichos bienes. Queda obligado concurra o no a la Junta y vote el Acuerdo, aprobándolo
o rechazándolo.

2. Situación de los acreedores


garantizados con cauciones personales

Si el acreedor vota en su clase o categoría de valista a favor o en contra del Acuerdo,


se sujetará a las condiciones de éste y no podrá cobrar su crédito en términos distintos
a los estipulados.

Si el acreedor manifiesta su intención de no votar o no asiste a la Junta de Acreedores


llamada a conocer y pronunciarse sobre la propuesta de Acuerdo, su crédito no se
considerará en el pasivo con derecho a voto correspondiente a su clase o categoría, y
podrá cobrar su crédito respecto de los fiadores o codeudores, solidarios o subsidiarios,
o avalistas en los términos originalmente pactados.

De acuerdo con las reglas generales, el tercero que pagare, podrá ejercer, según
corresponda, su derecho de subrogación o reembolso, mediante un procedimiento
incidental, ante el Tribunal del Acuerdo, solicitando que éste se cumpla a su favor,
mientras no se encuentren prescritas las acciones que de él resulten.

1010. Impugnación y aprobación del acuerdo de reorganización judicial

Una vez acordado, el Acuerdo debe ser publicado en el Boletín Concursal. A partir de
dicha publicación, cualquier acreedor a quien le afecte el Acuerdo, tendrá el plazo de
cinco días para impugnar, debiendo rechazarse de plano cualquier impugnación
presentada fuera de plazo.

De acuerdo al art. 85, las causales para impugnar el Acuerdo son las siguientes:

1) Defectos en las formas establecidas para la convocatoria y celebración de la junta


de acreedores, que hubieren impedido el ejercicio de los derechos de los acreedores o
del deudor.

2) El error en el cómputo de las mayorías requeridas en este Capítulo, siempre que


incida sustancialmente en el quórum del Acuerdo de Reorganización Judicial.

3) Falsedad o exageración del crédito o incapacidad o falta de personería para votar


de alguno de los acreedores que hayan concurrido con su voto a formar el quórum
necesario para el Acuerdo, si excluido este acreedor o la parte falsa o exagerada del
crédito, no se logra el quórum del Acuerdo.

4) Acuerdo entre uno o más acreedores y el Deudor para votar a favor, abstenerse de
votar o rechazar el Acuerdo, para obtener una ventaja indebida respecto de los demás
acreedores.

5) Ocultación o exageración del activo o pasivo.

6) Por contener una o más estipulaciones contrarias a lo dispuesto en esta ley.


El tribunal conocerá y fallará en una audiencia única las impugnaciones deducidas y
si son varias, se tramitarán en un solo incidente. Esta audiencia será verbal y se llevará
a cabo con los que asistan y en ella deberán resolverse las incidencias que promuevan
las partes.

El tribunal queda facultado para suspender y continuar la referida audiencia con


posterioridad.

La resolución que se pronuncie sobre las impugnaciones al Acuerdo deberá dictarse


a más tardar dentro de los treinta días siguientes a la fecha de celebración de la referida
audiencia y se publicará en el Boletín Concursal. Será apelable en el solo efecto
devolutivo.

Excepcionalmente, el Deudor podrá presentar en el plazo de diez días, nuevamente


un acuerdo de reorganización que haya sido impugnado y que dicha impugnación se
encuentre acogida por sentencia ejecutoriada, siempre que la impugnación haya sido
por las causales establecidas en los números 1), 2), 3) y 6) del artículo 85.

En este caso, la nueva propuesta deberá ser presentada con el apoyo de dos o más
acreedores que representen, a lo menos, un 66% del pasivo total con derecho a voto.
Presentada en los términos indicados, la ley señala que el deudor gozará de Protección
Financiera Concursal hasta la celebración de la Junta llamada a conocer y pronunciarse
sobre la nueva propuesta.

Si se acoge una impugnación al Acuerdo por las causales establecidas en los


números 4) y 5) del artículo 85, el tribunal, de oficio y sin más trámite, ordenará el inicio
del Procedimiento Concursal de Liquidación en la misma resolución que acoge la
impugnación.

1011. Aprobación y vigencia del acuerdo de reorganización judicial

Vencido el plazo para impugnar el Acuerdo sin que se haya impugnado o si fuere
impugnado y las impugnaciones fueren desechadas, el Tribunal declarará la aprobación
del acuerdo, de oficio o a petición de cualquier interesado o del Veedor. La resolución
debe publicarse en el Boletín Concursal.

No obstante, el acuerdo regirá si las impugnaciones que se hubieren interpuesto en


su contra, fueren interpuestas por acreedores de una determinada clase o categoría,
que representen en su conjunto menos del 30% del pasivo con derecho a voto de su
respectiva clase o categoría. En consecuencia, si las impugnaciones fueren deducidas
por acreedores que representen a los menos el 30% del pasivo, el Acuerdo no empezará
regir hasta que dichas impugnaciones fueren desestimadas por sentencia firme y
ejecutoriada.

1012. Nulidad e incumplimiento del acuerdo de reorganización judicial

1. Nulidad del acuerdo

Sólo es admisible la acción de nulidad si se fundamenta en la ocultación o exageración


del activo o del pasivo y siempre que se acredite que se tuvo conocimiento con
posterioridad a la aprobación del acuerdo de reorganización y después de vencido el
plazo para impugnar, ya que de lo contrario sería materia de impugnación y el plazo
para ejercerlo ya habría precluido.
Los acreedores y cualquier interesado podrán deducir esta acción de nulidad del
acuerdo.

Estas acciones de nulidad prescribirán en el plazo de un año contado desde la fecha


en que el acuerdo de reorganización comenzó a regir.

Finalmente si se declara la nulidad y siempre que la resolución que la dicte se


encuentre a firme y ejecutoriada, el artículo 100 señala que el mismo tribunal dictará la
Resolución de Liquidación de la Empresa Deudora, de oficio y sin más trámite.

2. Incumplimiento del acuerdo

Procede por no haberse dado cumplimiento a las estipulaciones contenidas en el


Acuerdo y también si se hubiere agravado el mal estado de los negocios del Deudor de
forma que haga temer un perjuicio para los acreedores.

Esta acción puede ser deducida por cualquiera de los acreedores a los que les afecte
por inobservancia de sus estipulaciones.

Sin embargo, el propio artículo 98 permite enervar la acción, si se deduce sólo por la
inobservancia de las estipulaciones de una de las clases o categorías del Acuerdo; el
deudor puede enervar la acción cumpliendo dichas estipulaciones dentro del plazo de
sesenta días contado desde la notificación de la acción. El Deudor solamente podrá
enervar la acción de incumplimiento por una sola vez, para cada categoría o clase del
Acuerdo.

Las acciones de incumplimiento del Acuerdo prescribirán en el plazo de un año


contado desde que se produce el incumplimiento.

3. Normas comunes a la declaración


de nulidad e incumplimiento del acuerdo

La declaración de nulidad o incumplimiento se conocerá en juicio sumario y será


competente para conocer de estas acciones el tribunal ante el cual se tramitó el
Acuerdo.

Si el tribunal acoge las acciones de nulidad o incumplimiento del Acuerdo, esta


resolución será apelable y la apelación se otorgará en ambos efectos, pero el Deudor
quedará de inmediato sujeto a la intervención de un Veedor.

La declaración de nulidad o incumplimiento del Acuerdo no tendrá efecto retroactivo


y no afectará la validez de los actos o contratos debidamente celebrados en el tiempo
que media entre la resolución que aprueba el Acuerdo y la que declare la nulidad o el
incumplimiento.
Capítulo LXIX Los acuerdos de reorganización extrajudicial
o simplificados

1013. Generalidades sobre los acuerdos de reorganización

Bajo la vigencia del Libro IV del Código de Comercio, se autorizaba a los deudores a
celebrar acuerdos extrajudiciales con sus acreedores, conforme a las reglas generales
del derecho privado, esto es, que en virtud de los efectos relativos de los contratos sólo
obligaban a quienes los suscribían y no afectaban al resto de los acreedores que no
habían formado parte de dicho acuerdo.

Con la dictación de la ley Nº 20.720, se recoge una nueva regulación respecto de


estos acuerdos, en el sentido que ellos resultan obligatorios para todos los acreedores,
garantizados y no garantizados, y siempre que se cumplan determinados requisitos y
se realice un procedimiento de carácter judicial. Son diversas las razones que pueden
llevar a una Empresa a optar por un Acuerdo Extrajudicial antes que uno de carácter
judicial, pero una importante ventaja del primero radica en que la falta de acuerdo con
los acreedores no produce ningún efecto inmediato; en el Acuerdo Judicial, esa falta de
acuerdo conlleva la liquidación concursal de la Empresa Deudora.

1014. Requisitos para acogerse a los acuerdos simplificados

Para poder cogerse a las normas de los acuerdos simplificados, se deben cumplir
determinados requisitos, a saber:

a) Tratarse de una Empresa Deudora. Esto es, encontrarse en alguna de las


situaciones descritas en el numeral 13 del artículo 2º de la ley Nº 20.720.

b) Que el acuerdo verse sobre cualquier objeto tendiente a reestructurar los activos y
pasivos del deudor.

c) Que el acuerdo se haya suscrito ante un ministro de fe. Al efecto, se podrá tratar
de un Notario o de un Ministro de Fe de la Superintendencia de Insolvencia y
Reemprendimiento.

d) Que el acuerdo haya sido suscrito por dos o más acreedores que representen al
menos 75% por cada clase o categoría de acreedores.

Cabe tener presente que, en conformidad al artículo 106 de la ley, resultan aplicables
las normas de los Títulos 1 y 2 del Capítulo III (Acuerdos de Reorganización Judiciales),
en lo relativo a los acuerdos por clase o categorías de acreedores, determinación del
pasivo, propuestas alternativas, diferencias entre acreedores de igual clase o categoría,
condonación o remisión de créditos, constitución de garantías, cláusulas de arbitraje,
nombramiento del interventor y designación de la comisión de acreedores. También se
aplican las normas relativas a la protección financiera concursal, salvo en cuanto la
empresa deudora no queda sujeta a intervención ni se encuentra limitada para modificar
sus pactos, estatutos sociales ni régimen de poderes.

Será competente para conocer de este tipo de acuerdos, el Tribunal que hubiere
conocido de un procedimiento concursal de reorganización del deudor, esto es, en
conformidad a las reglas generales el correspondiente al domicilio del deudor.
1015. Antecedentes que debe acompañar el deudor

El deudor debe acompañar los antecedentes establecidos en el artículo 56 de la ley y


que corresponden a los mismos exigidos para la presentación de un Acuerdo de
Reorganización Judicial.

Debe confeccionarse un listado de juicios de carácter judicial y administrativo que


puedan tener efectos patrimoniales y presentar el informe de un veedor, elegido por el
deudor y sus dos principales acreedores.

Una vez que el Tribunal tenga en su poder el informe del veedor, podrá citar a los
acreedores a quienes afecte el acuerdo para que lo acepten expresamente.

El acuerdo y los demás documentos presentados deben ser publicados en el Boletín


Concursal, con el objeto de permitir la posibilidad de impugnación por parte de los
acreedores disidentes y los acreedores que hayan sido omitidos en los antecedentes
presentados por el deudor.

La impugnación se fundamentará en iguales causales que en el caso de los acuerdos


de reorganización judicial, se tramitarán como incidente y se fallarán en una audiencia
única ante el tribunal.

Desechada la impugnación, o si no se presenta ninguna, el tribunal aprobará el


acuerdo, el que producirá iguales efectos que un acuerdo de reorganización judicial.
Respecto de la nulidad y declaración de incumplimiento también se aplican las mismas
normas relativas a los acuerdos de reorganización judicial.
Capítulo LXX Procedimiento concursal de renegociación
1016. Generalidades

Como ya hemos señalado, una de las novedades de la ley Nº 20.720, radica en el


hecho de contemplar normas y procedimientos especiales para las personas naturales
tanto respecto de la liquidación como de la reorganización. En este último caso, la
legislación concursal creó un procedimiento particular denominado Procedimiento
Concursal de Renegociación, que tiene las siguientes características:

a) Se trata de un procedimiento de carácter administrativo, que no requiere, en


principio, participación del órgano jurídico y que se tramita ante la Superintendencia de
Insolvencia y Reemprendimiento.

b) Dado su carácter, se trata de un procedimiento gratuito.

c) La Superintendencia de Insolvencia y Reemprendimiento actúa como facilitadora


de los acuerdos entre las partes.

d) La Superintendencia de Insolvencia y Reemprendimiento carece de facultades


jurisdiccionales.

e) Los acuerdos se adoptan por mayoría.

f) Los efectos de la renegociación afectan a todos los acreedores que hayan sido
citados al procedimiento, hayan o no concurrido.

1017. Requisitos para acogerse a este procedimiento

a) Debe tratarse de una persona deudora, es decir, no estar contemplada en el


concepto de Empresa Deudora del artículo 2º numeral 13 de la ley.

b) La persona deudora debe presentar dos o más obligaciones vencidas por más de
90 días.

c) Las obligaciones vencidas deben serlo por un monto superior a 80 unidades de


fomento.

d) Que no se haya iniciado en contra de la persona deudora un procedimiento


concursal de liquidación.

e) Que no se hayan iniciado en contra de la persona deudora ejecuciones de ninguna


naturaleza, excepto de que se trate de ejecuciones de carácter laboral.

f) Finalmente, una persona natural podrá solicitar acogerse nuevamente a este


procedimiento sólo una vez transcurridos cinco años desde la publicación de la
resolución de admisibilidad del anterior procedimiento de renegociación.

1018. Inicio del procedimiento

El deudor debe presentar los documentos habilitantes, que básicamente son los
siguientes:
— Declaración jurada de tener la calidad de Persona Deudora.

— Declaración jurada conteniendo la lista de obligaciones del deudor y la


individualización de sus acreedores.

— Declaración jurada de la totalidad de ingresos que percibe.

— Declaración jurada de sus bienes y los gravámenes y prohibiciones que los afectan.

Asimismo debe presentar su propuesta de renegociación de sus obligaciones


vigentes.

La Superintendencia revisa los antecedentes recibidos y dicta una Resolución de


Admisibilidad, la que se publica en el Boletín Concursal y cita a una Audiencia de
Determinación del Pasivo, fijando lugar, día y hora.

1019. Protección financiera concursal

Tal como ocurre en el caso del procedimiento concursal de reorganización, la


dictación de la resolución de admisibilidad ofrece un periodo de protección de la
negociación, el que produce los siguientes efectos:

— Impide el inicio de procedimientos de ejecución o liquidación.

— Suspende los plazos de prescripción y el devengo de intereses moratorios.

— Impide la terminación de contratos, excepto que se trate de líneas de crédito o


sobregiros pactados.

1020. Las audiencias

Este Procedimiento se estructura sobre la base de audiencias, que son las siguientes:

a) Audiencia de determinación del Pasivo

b) Audiencia de Renegociación la que para que fructifique el acuerdo se requiere del


consentimiento de la persona deudora y de dos o más acreedores que representen más
del 50% del pasivo total.

c) Audiencia de Ejecución, la que se producirá en el evento de no que no se logre


determinar el pasivo del deudor o si no hay votación favorable a la propuesta de
renegociación. En esta Audiencia se determinará la forma de proceder a la realización
del activo del deudor.

Sólo excepcionalmente este procedimiento puede requerir la intervención de los


Tribunales. Se trata de los siguientes casos:

— Para el reconocimiento de la protección financiera concursal por parte de tribunales


en los que se inicien procedimientos ejecutivos o se presenten solicitudes de liquidación
forzosa del deudor. Para estos efectos, la Superintendencia oficia al tribunal respectivo,
dando a conocer la existencia de la protección financiera concursal.
— En caso que un acreedor ejercite la acción de impugnación del acuerdo de
renegociación.

— En el caso de que se ejerzan las acciones revocatorias concursales.


Capítulo LXXI Procedimiento concursal de liquidación

1021. Antecedentes históricos sobre la quiebra

El procedimiento concursal de liquidación es aquel que ha venido a reemplazar o a


suceder al procedimiento de la declaratoria de quiebra que contemplaba la anterior
legislación, por lo que resulta útil señalar algunos aspectos históricos relativos a esta
antigua institución.

En el antiguo Derecho Romano, el deudor que no pagaba una de sus deudas, caía
en una delicadísima situación: su acreedor tenía derecho a detenerlo donde quiera que
estuviese y ponerlo a disposición del juez. Si ante el juez, el deudor no probaba el pago
de la deuda, el magistrado procedía a adjudicar la propia persona del deudor al
acreedor, quien tenía entonces el derecho a exponerlo por tres veces en el Mercado
Público durante 60 días, por si alguien se compadecía de él y pagaba sus deudas. Si
transcurría dicho plazo sin que se pagaran las deudas, el acreedor tenía derecho a
matar al deudor o a venderlo como esclavo conjuntamente con su familia y sus bienes,
o conservarlo como esclavo suyo.

Esta situación cambió trescientos años antes de Cristo, con la dictación de la Lex
Poetelia Papiria, que creó la institución del pago por cesión de bienes, facultando al
deudor insolvente para ofrecer a sus acreedores todos sus bienes, conservando su
libertad personal.

Esta tendencia, de atemperar el rigor de la legislación en contra de los deudores


continuó cuando Julio César, terminada la guerra civil con Pompeyo, dictó la Lex Julia,
que otorgó mayores derechos a los deudores, puesto que la cesión de bienes pasó a
ser de aceptación obligatoria para los acreedores, si el Juez así lo resolvía, atendido el
monto de sus bienes, estimados según su valor antes de la referida guerra civil.

Para aplicar la cesión de bienes (bonorum posessium), se creó un funcionario llamado


Curator Bonorum, encargado de realizar los bienes del deudor para pagar a los
acreedores proporcionalmente. Este funcionario constituye el primer antecedente
histórico de los actuales síndicos de quiebra.

El advenimiento del Cristianismo se tradujo en atemperar aún más estas reglas, de


modo que, según normas dictadas por Constantino, que se incorporaron y
perfeccionaron en el Corpus Juris Civilis de Justiniano, se hizo obligatorio para los
acreedores aceptar la cesión de bienes bajo sanción, en caso contrario, de conceder
una quita de cinco años al deudor.

Sin embargo, ninguna de estas instituciones constituye propiamente la institución de


la quiebra como hoy día la conocemos. Ésta, en realidad, nace en el período
comprendido entre la alta Edad Media y el Renacimiento, especialmente en este último,
debido a la gran actividad comercial que existió en las repúblicas italianas.

De esta época datan las instituciones relativas a la declaración de quiebra, el


desasimiento, el convenio o concordato obligatorio para los acreedores de minoría, la
intervención del Estado en las quiebras y el nombramiento de funcionarios especiales a
cargo de ellas.

El nuevo derecho emanado de los estatutos de las ciudades italianas se expandió por
Europa y fue acogido por la gran parte de las legislaciones de los países europeos entre
ellos España.

Ya en la Ley de las Siete Partidas, dictada por el rey Alfonso El Sabio se contienen
diversas normas sobre quiebras, que influyen juntamente con las normas de las
repúblicas italianas en la posterior legislación española constituida por las Ordenanzas
de Bilbao y la Novísima Recopilación.

No existen mayores antecedentes sobre disposiciones legales referidas a la


institución de la quiebra, que tengan alguna particular importancia en la época que va
desde el Renacimiento hasta el Imperio Napoleónico.

En Francia, bajo el gobierno de Napoleón, se redactó el Código de Comercio Francés


del año 1807, en el cual se contenían normas muy rigurosas sobre las quiebras, las que
fueron modificadas y suavizadas por la ley de 28 de mayo de 1838.

Las normas francesas sobre legislación de quiebras revisten especial importancia,


puesto que inspiraron a la mayor parte de la legislación universal sobre estas materias 18.

En la actualidad las legislaciones que mayor influencia han tenido en el resto del
mundo en materia de quiebras son la italiana del año 1942, la francesa de 1967 y la
norteamericana de 1978 19.

Los textos de estas últimas legislaciones, especialmente la americana y la francesa,


configuran un estatuto absolutamente diferente en relación a la quiebra, puesto que
están enfocadas, especialmente la norteamericana, a brindar, primeramente, una
protección al deudor y, sobre todo a la actividad empresarial que éste desarrolla, a fin
de evitar su desaparición y solo en segundo lugar a la liquidación de las empresas o
actividades que no son económicamente viables.

Hasta el año 2014, la regulación chilena en materia de quiebras, estaba regida por la
ley Nº 18.175, de 28 de octubre de 1982, texto que, con diversas modificaciones, fue el
marco del derecho de quiebras vigente en el país por más de treinta años. Pero durante
su vigencia experimentó una serie de modificaciones, que culminaron con la ley
Nº 20.004, de 8 de marzo de 2005, y sobre todo con la ley Nº 20.073, publicada el 29
de noviembre de 2005, como asimismo con la reincorporación de las normas sobre
quiebras al Libro IV del Código de Comercio, dispuesta por la ley Nº 20.080 de 24 de
noviembre del año 2005, que dejó en la ley Nº 18.175, sólo los aspectos institucionales
de su Título II, pasando a denominarse Ley Orgánica de la Superintendencia de
Quiebras.

1022. El procedimiento de liquidación en la nueva ley Nº 20.720 sobre insolvencia y


reemprendimiento

La nueva Ley Nº 20.720 sobre Insolvencia y Reemprendimiento vino a modificar


sustancialmente el anterior proceso de quiebra chileno, eliminando la posibilidad de
recurrir en contra de la sentencia que declaraba la quiebra, mediante la interposición del
recurso especial de reposición. Modificó, asimismo, la cuestionada audiencia del artículo
45 del Libro IV del Código de Comercio, la cual no tan solo tenía la particularidad de ser
sumarísima, sino que además no dejaba en claro si el deudor podía realizar algún tipo
de oposición, o era tan solo "informativa".

Para una mejor exposición de la nueva legislación concursal en materia de procesos


de liquidación, resulta conveniente realizar una distinción entre el caso que el proceso
se inicia a petición del deudor (liquidación voluntaria), y el caso de que se inicie a petición
de algún acreedor (liquidación forzosa).

A) Liquidación voluntaria de la empresa deudora

1023. Antecedentes generales

La liquidación voluntaria de las empresas deudoras se encuentra regulada en el


párrafo primero del Título 1 del Capítulo IV de la ley, y se iniciará mediante una
presentación de liquidación que realizará la empresa ante el juzgado de letras
competente según lo dispuesto en el artículo 115. Para efectos de determinar la
competencia, el artículo 3 de la ley señala que "los Procedimientos Concursales
contemplados en esta ley serán de competencia del juzgado de letras que corresponda
al domicilio del Deudor".

Conjuntamente con la solicitud de liquidación voluntaria, la empresa deudora deberá


acompañar los siguientes antecedentes:

1) Lista de sus bienes, lugar en que se encuentran y los gravámenes que les afectan.

2) Lista de los bienes legalmente excluidos de la Liquidación.

3) Relación de sus juicios pendientes.

4) Estado de deudas, con nombre, domicilio y datos de contacto de los acreedores,


así como la naturaleza de sus créditos.

5) Nómina de los trabajadores, cualquiera sea su situación contractual, con indicación


de las prestaciones laborales y previsionales adeudadas y fueros en su caso.

6) Si el Deudor llevare contabilidad completa presentará, además, su último balance.

En caso de que quien solicite su liquidación voluntaria sea una persona jurídica, los
documentos antes referidos deberán ser firmados por sus representantes legales.

El tribunal competente revisará la presentación del Deudor y, si cumple con los


requisitos a que se refiere el artículo 115, deberá dictar la resolución de Liquidación a
que se refiere el artículo 129, una vez que reciba desde la Superintendencia de
Insolvencia y Reemprendimiento el Certificado de nominación de liquidación.

Es menester señalar que el nombramiento del liquidador ya no se realiza en una


audiencia ante el Juez del proceso concursal, como en la anterior legislación, sino que
actualmente, será la Superintendencia del ramo la que deberá notificar a los tres
mayores acreedores de la empresa deudora.

1024. Procedimiento de nominación del Liquidador


Presentada que sea una solicitud de liquidación voluntaria, conforme con lo dispuesto
en el artículo 37 de la ley, la empresa deudora deberá acompañar a la Superintendencia
de Insolvencia y Reemprendimiento copia de la respectiva solicitud con cargo del
tribunal competente o de la Corte de Apelaciones correspondiente y copia de la nómina
de acreedores y sus créditos, informada de conformidad con lo dispuesto en el artículo
115.

La Superintendencia notificará a los tres mayores acreedores del deudor, que no sean
personas relacionadas de éste, según la información entregada, dentro del día siguiente
y por el medio más expedito, lo que será certificado por un ministro de fe de la
Superintendencia.

Dentro del segundo día siguiente a la referida notificación, cada acreedor propondrá
por escrito o por correo electrónico a un liquidador titular y a un liquidador suplente
vigentes en la Nómina de Liquidadores. Para la designación, cada acreedor será
individualmente considerado, sin distinción del monto de su crédito.

Al día siguiente a la recepción de la nominación por parte de los acreedores, la


Superintendencia nominará como Liquidador titular al que hubiere obtenido la primera
mayoría de entre los propuestos para ese cargo por los acreedores, y como suplente a
aquel que hubiere obtenido la primera mayoría de entre los propuestos para ese cargo.
Si sólo respondiere un acreedor, se estará a su propuesta. Si respondieren todos o dos
de ellos y la propuesta recayere en personas diversas, se estará a aquella del acreedor
cuyo crédito sea superior. En caso que no se reciban propuestas, la nominación tendrá
lugar mediante sorteo ante la Superintendencia, en el que participarán todos aquellos
Liquidadores vigentes en la Nómina de Liquidadores a esa fecha.

B) La liquidación forzosa de la empresa deudora

1025. Inicio del procedimiento

Cualquier acreedor podrá demandar el inicio del Procedimiento Concursal de


Liquidación de una Empresa Deudora, invocando alguna de las causales contempladas
en el artículo 117 de la ley. Las causales de liquidación forzosa que pueden invocar los
acreedores son las siguientes:

1. Si cesa en el pago de una obligación que conste en título ejecutivo con el acreedor
solicitante.

Esta causal no podrá invocarse respecto de los fiadores, codeudores solidarios o


subsidiarios, o avalistas de la Empresa Deudora que ha cesado en el pago de las
obligaciones garantizadas por éstos.

2. Si existieren en su contra dos o más títulos ejecutivos vencidos, provenientes de


obligaciones diversas, encontrándose iniciadas a lo menos dos ejecuciones, y no
hubiere presentado bienes suficientes para responder a la prestación que adeude y a
sus costas, dentro de los cuatro días siguientes a los respectivos requerimientos.

3. Cuando la Empresa Deudora o sus administradores no sean habidos, y hayan


dejado cerradas sus oficinas o establecimientos sin haber nombrado mandatario con
facultades suficientes para dar cumplimiento a sus obligaciones y contestar nuevas
demandas.
En este caso, el demandante podrá invocar como crédito incluso aquel que se
encuentre sujeto a un plazo o a una condición suspensiva.

1026. Requisitos de la solicitud de liquidación forzosa

El solicitante debe señalar la causal invocada y sus hechos justificativos y acompañar


los siguientes antecedentes:

a) Los documentos o antecedentes escritos que acreditan la causal invocada.

b) Un vale vista o boleta bancaria por UF 100 unidades de fomento.

c) Puede designar a un Veedor vigente de la Nómina de Veedores, que asumirá en


caso que el Deudor se oponga a la Liquidación Forzosa, quien tendrá las facultades de
interventor.

d) Deberá indicar el nombre de los Liquidadores titular y suplente, para el caso que el
Deudor no compareciere o no efectuare actuación alguna por escrito en la Audiencia
Inicial.

e) De igual forma, el acreedor podrá solicitar, si lo estimare necesario, cualquier


medida prejudicial de las señaladas en el Libro II del Código de Procedimiento Civil.

1027. Examen de admisibilidad de la solicitud de liquidación forzosa

Presentada la solicitud, el tribunal competente examinará en el plazo de tres días el


cumplimiento de los requisitos ya referidos, y contemplados en el artículo 118, pudiendo
adoptar dos decisiones:

1. En caso que los considere cumplidos, la tendrá por presentada, ordenará publicarla
en el Boletín Concursal y citará a las partes a una audiencia que tendrá lugar al quinto
día desde la notificación personal del Deudor o la realizada conforme al artículo 44 del
Código de Procedimiento Civil, aun cuando no se encuentre en el lugar del juicio.

2. En caso contrario, ordenará al demandante la corrección pertinente y fijará un plazo


de tres días para que los subsane, bajo apercibimiento de tener por no presentada la
demanda.

1028. La audiencia inicial

La audiencia comenzará mediante la relación que hará el juez, por intermedio de la


cual informará al Deudor acerca de la demanda presentada y de los efectos de un
eventual Procedimiento Concursal de Liquidación

A continuación, el Deudor podrá realizar por escrito o verbalmente las siguientes


actuaciones:

a) Consignar fondos. El tribunal tendrá por efectuada la consignación, ordenará


practicar la liquidación del crédito, la regulación y tasación de las costas y señalará el
plazo en que el Deudor deberá pagarlos, el que se contará desde que esas actuaciones
se encuentren firmes. Si el Deudor no pagare en el plazo fijado, el tribunal dictará la
respectiva Resolución de Liquidación.
b) Allanarse. En dicho caso, el Tribunal deberá dictar la Resolución de Liquidación.

c) Acogerse al Procedimiento Concursal de Reorganización.

d) Oponerse a la demanda. La oposición del deudor sólo podrá fundarse en las


causales previstas en el artículo 464 del Código de Procedimiento Civil.

Si el Deudor no compareciere a esta audiencia, o compareciendo no efectúa alguna


de las actuaciones señaladas en el número 2 anterior, el tribunal dictará la Resolución
de Liquidación y nombrará a los Liquidadores titular y suplente que el acreedor
peticionario hubiere designado en su demanda, ambos en carácter de provisionales,
conforme a lo dispuesto en el número 4 del artículo 118.

1029. El juicio de oposición

Como bien señalamos en el párrafo anterior, el deudor puede oponerse a la solicitud


de liquidación forzosa presentada por el acreedor, fundando su defensa en las
excepciones contempladas en el artículo 464 del Código de Procedimiento Civil.

Conviene detenerse sobre este punto, puesto que una de las principales discusiones
que se ha generado en nuestra doctrina respecto del escrito de oposición es que, a
priori, la actual legislación habría circunscrito la defensa del deudor sólo a aquellas
excepciones que contempla el artículo 464 del Código de Procedimiento Civil,
contempladas por la legislación procesal para la ejecución ordinaria. Una interpretación
restrictiva del artículo 120 desnaturalizaría completamente el procedimiento concursal
que dista mucho de un proceso de ejecución ordinaria, y por consiguiente, restringir la
defensa del deudor de esa forma impediría el cuestionamiento de otras cuestiones de
fondo, como la procedencia de la causal invocada.

En consecuencia, entendemos que el artículo 121 precisamente busca permitir una


defensa no tan solo mediante la oposición de excepciones, sino que además de
alegaciones de fondo. El referido artículo emplea la frase "las excepciones opuestas y
defensas invocadas", refiriéndose al escrito de oposición, y por consiguiente, claramente
deja en claro que el deudor no tan solo puede oponer las excepciones del artículo 464
del Código de Procedimiento Civil, sino que además puede realizar alegaciones de
fondo. De igual forma, el artículo 122 se refiere a "excepciones y defensas", lo cual deja
en claro que la redacción del artículo 120 no es feliz sobre este punto, pero en ningún
caso intenta restringir la defensa del deudor.

1030. Requisitos del escrito de oposición

En su escrito de oposición, el deudor deberá:

1) Señalar las excepciones opuestas y defensas invocadas, así como sus


fundamentos de hecho y de derecho;

2) Ofrecer todos los medios de prueba de que pretenda valerse, y

3) Acompañar toda la prueba documental pertinente.

En relación a los medios de prueba del deudor, cabe consignar que el escrito de
oposición reviste una especial importancia, no tan solo porque contiene la defensa del
deudor, sino porque además es la instancia en la cual el deudor debe exponer todos los
medios de prueba de los cuales se valdrá en la audiencia de prueba, para acreditar su
defensa. Por consiguiente, no basta que tan solo mencione los medios de prueba de los
cuales pretende hacerse valer en el proceso, sino que además debe detallarla, pues,
conforme el principio de la congruencia, no podrá modificarlos en las etapas procesales
posteriores.

Así, las cosas, el artículo 122 contempla las reglas que deberá cumplir la prueba del
deudor, norma que si bien ha recibido diversas críticas en la doctrina, por generar una
desventaja probatoria del deudor respecto del acreedor, por cuanto permite el examen
de este último con antelación a la audiencia que precisamente busca acreditar los
hechos controvertidos, regula estrictamente la forma, según lo revisaremos a
continuación:

a) Prueba testimonial: el escrito de oposición deberá incluir la completa


individualización de los testigos que depondrán, así como las razones que justifican su
comparecencia.

b) Prueba confesional: el escrito de oposición deberá acompañar el pliego de


posiciones. Si el acreedor solicitante fuere una persona jurídica, podrá comparecer
cualquier persona habilitada a nombre del representante legal, siempre que exhiba en
el día de la diligencia la respectiva delegación, otorgada por escritura pública y en la que
conste expresamente la facultad de absolver posiciones a nombre del demandante.

c) Prueba pericial: se aplicarán las disposiciones de los artículos 409, 410 y 411 del
Código de Procedimiento Civil en lo referido a la procedencia de este medio de prueba.
Tratándose de casos de informe pericial facultativo, el Deudor deberá exponer las
razones que justifican decretar dicha diligencia.

d) Prueba documental: los documentos sólo podrán acompañarse junto al escrito de


oposición. Con todo, el tribunal podrá aceptar la agregación de documentos con
posterioridad a dicha actuación siempre que la parte que los presenta acredite que se
trata de antecedentes que han surgido después de la Audiencia Inicial o que, siendo
anteriores, no pudieron acompañarse oportunamente por razones independientes de su
voluntad. El tribunal resolverá esta solicitud de plano, con los antecedentes que le sean
proporcionados en la misma petición y contra lo resuelto no procederá recurso alguno.

Deducida la oposición, el tribunal constatará el cumplimiento de los requisitos legales


y, si procede, tendrá por opuesto al Deudor a la Liquidación Forzosa y por acompañados
los documentos. De igual forma, 1) recibirá la causa a prueba y fijará los hechos
sustanciales, pertinentes y controvertidos que requieran ser probados para una
adecuada resolución de la controversia; 2) Se pronunciará acerca de la admisibilidad y
pertinencia de las pruebas ofrecidas; tratándose de prueba pericial, el tribunal
determinará la calidad del perito y los puntos sobre los cuales deberá pronunciarse; 3)
Concederá al acreedor demandante la oportunidad de ofrecer prueba, la que deberá ser
singularizada y acompañada al día siguiente; 4) Citará a las partes a una Audiencia de
Prueba.

1031. La audiencia de prueba

Al quinto día siguiente de la resolución que pronuncia sobre el escrito de oposición


del deudor, el Tribunal citará a la audiencia de prueba, debiendo indicar la fecha y la
hora de celebración, entendiéndose que las partes se encontrarán notificadas desde la
dictación de la resolución que así lo dispone.
En caso de que se fijen nuevos puntos de prueba por haberse acogido la reposición
interpuesta por alguna de las partes, el tribunal deberá resolver la admisibilidad o
pertinencia de las nuevas pruebas antes de la Audiencia de Prueba.

La audiencia de prueba, se realizará con las partes que asistan, y solo se rendirá la
prueba declarada admisible en el siguiente orden: confesional y testimonial, iniciándose
por la ofrecida por el Deudor.

Concluida la recepción de la prueba, las partes formularán verbal y brevemente las


observaciones que el examen de la misma les sugiera, de un modo preciso y concreto.

La Audiencia de Prueba terminará con la firma de un acta por los asistentes, el juez y
el secretario del tribunal. Desde aquel momento, las partes asistentes y las que no hayan
asistido se entenderán citadas y notificadas de pleno derecho a la Audiencia de Fallo,
la que deberá celebrarse al décimo día contado desde el término de la Audiencia de
Prueba, existan o no diligencias pendientes, debiendo el tribunal fijar su hora de inicio.

Las pruebas señaladas se apreciarán por el tribunal de acuerdo a las reglas de la


sana crítica.

1032. La audiencia de fallo

La Audiencia de Fallo se celebrará con las partes que asistan y en ella se dictará la
sentencia definitiva de primera instancia, la que será notificada a las partes. El secretario
del tribunal certificará el hecho de su pronunciamiento, la asistencia de las partes y la
copia autorizada que se les entregará de la sentencia definitiva. La parte inasistente se
entenderá notificada de pleno derecho con el solo mérito de la celebración de la
audiencia.

La sentencia definitiva deberá ser dictada en esta audiencia, y según acoja o rechace
la oposición, sus efectos serán:

a) La sentencia definitiva que acoja la oposición del Deudor deberá cumplir con lo
dispuesto en el artículo 170 del Código de Procedimiento Civil y, con ocasión de ella,
cesará en sus funciones el Veedor. Contra esta sentencia procederá únicamente el
recurso de apelación, el que se concederá en ambos efectos y gozará de preferencia
extraordinaria para su inclusión a la tabla y para su vista y fallo. Contra el fallo de
segunda instancia no procederá recurso alguno, sea ordinario o extraordinario.

En este caso, el deudor podrá demandar indemnización de perjuicios al demandante,


a su representante legal, o al administrador solicitante, si probare que procedió culpable
o dolosamente.

b) La sentencia definitiva que rechace la oposición del Deudor ordenará su liquidación,


dictando la Resolución de Liquidación en los términos que dispone el artículo 129 y una
vez notificada, el Veedor propuesto cesará en su cargo.

1033. La resolución de liquidación

La resolución que ordena la liquidación, de conformidad con lo dispuesto en el artículo


129 de la ley, deberá contener las siguientes menciones:

1) Consideraciones de los artículos 169 y 170 del Código de Procedimiento Civil;


2) Determinación de si el Deudor es una Empresa Deudora, individualizándola;

3) La designación de un Liquidador titular y de uno suplente y la orden para que


incaute;

4) La orden para que las oficinas de correos entreguen al Liquidador la


correspondencia cuyo destinatario sea el Deudor;

5) La orden de acumular todos los juicios pendientes contra el deudor, salvo


excepciones legales;

6) La advertencia al público que no pague ni entregue mercaderías al Deudor, bajo


pena de nulidad de los pagos y entregas; y la orden a las personas que tengan bienes
o documentos pertenecientes al Deudor para que los pongan, dentro de tercero día, a
disposición del Liquidador;

7) La orden de informar a todos los acreedores residentes en el territorio de la


República que tienen el plazo de 30 días contado desde la fecha de la publicación de la
Resolución de Liquidación, para que se presenten con los documentos justificativos de
sus créditos bajo apercibimiento de ser afectados por los resultados del juicio sin nueva
citación;

8) La orden de notificar, por el medio más expedito posible, la Resolución de


Liquidación a los acreedores que se hallen fuera del territorio de la República.

9) La orden de inscribir la Resolución de Liquidación en los conservadores de bienes


raíces correspondientes a cada uno de los inmuebles pertenecientes al Deudor, y de
anotarla al margen de la inscripción social de la Empresa Deudora en el Registro de
Comercio, si fuere procedente.

10) La indicación precisa del lugar, día y hora en que se celebrará la primera Junta de
Acreedores.

La Resolución se notificará al Deudor, a los acreedores y a terceros por medio de su


publicación en el Boletín Concursal.

1034. Efectos de la resolución de liquidación respecto de los bienes del deudor


(artículo 130)

Un efecto inmediato de la resolución de liquidación, es el desasimiento, lo cual implica


que el deudor queda inhibido de pleno derecho de la administración de todos sus bienes
presentes, excluidos los inembargables. Por lo tanto, la administración de sus bienes
pasará de pleno derecho al Liquidador, y serán nulos todos los actos y contratos
posteriores que el Deudor ejecute o celebre en relación a estos bienes.

Es menester señalar que el deudor no perderá el dominio sobre sus bienes, sino sólo
la facultad de disposición, y en caso de negligencia del Liquidador, podrá solicitar al
tribunal que ordene la ejecución de las providencias conservativas que fueren
pertinentes para resguardarlos.

Asimismo, tampoco podrá comparecer en juicio como demandante ni como


demandado, en lo relativo a los bienes objeto del Procedimiento Concursal de
Liquidación, pero podrá actuar como coadyuvante.
En el caso de los bienes en usufructo legal, el artículo 132 dispone que la
administración que conserva el Deudor sobre los bienes personales de la mujer o hijos
de los que tenga el usufructo legal, quedará sujeta a la intervención del Liquidador
mientras subsista el derecho del marido, padre o madre sujeto al Procedimiento
Concursal de Liquidación.

El Liquidador cuidará que los frutos líquidos que produzcan estos bienes ingresen a
la masa, deducidas las cargas legales o convencionales que los graven.

El tribunal, con audiencia del Liquidador y del Deudor, determinará la cuota de los
frutos que correspondan a este último para su subsistencia y la de su familia, habida
consideración de sus necesidades y la cuantía de los bienes bajo intervención.

El Liquidador podrá comparecer como parte coadyuvante en los juicios de separación


de bienes y de divorcio en que el Deudor sea demandado o demandante.

1035. Respecto de la persona del deudor (artículo 130)

El deudor podrá interponer por sí todas las acciones que se refieran exclusivamente
a su persona y que tengan por objeto derechos inherentes a ella. Tampoco será privado
del ejercicio de sus derechos civiles, ni se le impondrán inhabilidades especiales sino
en los casos expresamente determinados por las leyes.

1036. Respecto de los bienes futuros (artículo 133)

La administración de los bienes que adquiera el Deudor con posterioridad a la


Resolución de Liquidación se regirá por las reglas que siguen:

a) Tratándose de bienes adquiridos a título gratuito, dicha administración se ejercerá


por el Liquidador, manteniéndose la responsabilidad por las cargas con que le hayan
sido transferidos o transmitidos y sin perjuicio de los derechos de los acreedores
hereditarios.

b) Tratándose de bienes adquiridos a título oneroso, su administración podrá ser


sometida a intervención, y los acreedores sólo tendrán derecho a los beneficios líquidos
que se obtengan.

1037. Fijación de derechos de acreedores (artículo 134)

La Resolución de Liquidación fija irrevocablemente los derechos de todos los


acreedores en el estado que tenían al día de su pronunciamiento, salvo las excepciones
legales.

1038. Estado de los juicios

El artículo 135 dispone la suspensión de las ejecuciones individuales en contra del


deudor. En efecto, desde la dictación de la Resolución de Liquidación se suspenderá el
derecho de los acreedores para ejecutar individualmente al Deudor.

Sin embargo, los acreedores hipotecarios y prendarios podrán deducir o continuar sus
acciones en los bienes gravados con hipoteca o prenda, conservando la posibilidad de
realizarlos en el Procedimiento Concursal de Liquidación.
En ambos casos, para percibir deberán garantizar el pago de los créditos de primera
clase que hayan sido verificados ordinariamente o antes de la fecha de liquidación de
los bienes afectos a sus respectivas garantías, por los montos que en definitiva resulten
reconocidos.

1039. Exigibilidad y reajustabilidad de las obligaciones (artículo 136)

Una vez dictada la Resolución de Liquidación, todas las obligaciones dinerarias se


entenderán vencidas y actualmente exigibles respecto del Deudor, para que los
acreedores puedan verificarlas en el Procedimiento Concursal de Liquidación y percibir
el pago de sus acreencias.

Para determinar el valor actual de los créditos se seguirán las siguientes reglas:

1) El valor actual de los créditos reajustables en moneda nacional, no vencidos a la


fecha de la dictación de la Resolución de Liquidación y que devenguen intereses, será
el capital más el reajuste convenido e intereses para operaciones reajustables
devengados hasta la fecha de dicha resolución.

2) El valor actual de los créditos reajustables en moneda nacional, no vencidos a la


fecha de la dictación de la Resolución de Liquidación y que no devenguen intereses,
será el capital más el reajuste convenido hasta la fecha de dicha resolución.

3) El valor actual de los créditos no reajustables en moneda nacional, no vencidos a


la fecha de la dictación de la Resolución de Liquidación y que devenguen intereses, será
el capital más los intereses para operaciones no reajustables devengados hasta la fecha
de dicha resolución.

4) El valor actual de los créditos no reajustables en moneda nacional, no vencidos a


la fecha de la dictación de la Resolución de Liquidación y que no devenguen intereses,
se determinará descontando del capital los intereses corrientes para operaciones de
crédito de dinero no reajustables desde la fecha de la Resolución de Liquidación hasta
el día de los respectivos vencimientos.

Si no fuere posible determinar el índice de reajustabilidad o si éste hubiere perdido su


vigencia, será el capital más los intereses para operaciones no reajustables devengados
hasta la fecha de dicha resolución.

1040. Exigibilidad en los títulos de crédito

Si el Deudor fuere aceptante de una letra de cambio, librador de una letra no aceptada
o suscriptor de un pagaré, los demás obligados deberán pagar dichos instrumentos
inmediatamente.

1041. Situación de las compensaciones

La regla general en materia de compensaciones dispone que la dictación de la


Resolución de Liquidación impide toda compensación que no hubiere operado antes por
el ministerio de la ley, entre las obligaciones recíprocas del Deudor y los acreedores

Sin embargo, operará la compensación respecto de obligaciones conexas, derivadas


de un mismo contrato o de una misma negociación y aunque sean exigibles en
diferentes plazos.
Se entenderá que revisten el carácter de obligaciones conexas aquellas que, aun
siendo en distinta moneda, emanen de operaciones de derivados, tales como futuros,
opciones, swaps, forwards u otros instrumentos o contratos de derivados suscritos entre
las mismas partes, en una o más oportunidades, bajo ley chilena o extranjera, al amparo
de un mismo convenio marco de contratación de los reconocidos por el Banco Central
y que incluyan un acuerdo de compensación en caso de Liquidación Voluntaria o de
Liquidación Forzosa. El Banco Central de Chile podrá determinar los términos y
condiciones generales de los convenios marco de contratación referidos en que sea
parte una empresa bancaria o cualquier otro inversionista institucional, considerando
para ello los convenios de general aceptación en los mercados internacionales.

Cada una de las obligaciones que emanen de operaciones de derivados efectuadas


en la forma antedicha, se entenderá de plazo vencido, líquida y actualmente exigible a
la fecha de la dictación de la Resolución de Liquidación y su valor se calculará a dicha
fecha de acuerdo a sus términos y condiciones. Luego, las compensaciones que operen
por aplicación del inciso precedente serán calculadas y ejecutadas simultáneamente en
dicha fecha.

En caso que una de las partes sea un banco establecido en Chile, sólo procederá
dicha compensación tratándose de operaciones con productos derivados cuyos
términos y condiciones se encuentren autorizados por el Banco Central de Chile.

1042. Derecho legal de retención en el contrato de arrendamiento (artículo 141)

El derecho legal de retención no podrá ser declarado después de la Resolución de


Liquidación.

Durante los treinta días siguientes a la notificación de dicha resolución, el arrendador


no podrá perseguir la realización de los bienes muebles destinados a la explotación de
los negocios del Deudor por los arrendamientos vencidos, sin perjuicio de su derecho
para solicitar providencias conservativas, las que deberán ser resueltas por el tribunal
de conformidad al artículo 131.

Si el arrendamiento ha expirado por alguna causa legal, el arrendador podrá exigir la


entrega del inmueble y entablar las acciones correspondientes.

1043. La acumulación de juicios (artículo 142 y siguientes)

La regla general en materia de acumulación de juicios es que todos los juicios civiles
pendientes contra el Deudor ante otros tribunales se acumularán al Procedimiento
Concursal de Liquidación. Los que se inicien con posterioridad a la notificación de la
Resolución de Liquidación se promoverán ante el tribunal que esté conociendo del
Procedimiento Concursal de Liquidación.

Los juicios civiles acumulados al Procedimiento Concursal de Liquidación seguirán


tramitándose con arreglo al procedimiento que corresponda según su naturaleza, hasta
que quede ejecutoriada la sentencia definitiva.

El artículo 143 de la ley establece que la regla general tendrá las siguientes
excepciones:

1) Los que a la fecha estuvieren siendo conocidos por árbitros.

2) Los que fueren materias de arbitraje forzoso.


3) Aquellos sometidos por ley a tribunales especiales.

En caso que el Deudor fuere condenado en alguno de los juicios acumulados al


Procedimiento Concursal de Liquidación, el Liquidador dará cumplimiento a lo resuelto
de conformidad a las disposiciones de esta ley.

En cuanto a los juicios ejecutivos, la ley establece diversas reglas, ya sea se trate de
obligaciones de dar o hacer.

Así, la acumulación al Procedimiento Concursal de Liquidación de los juicios


ejecutivos de obligaciones de dar se sujetará a las reglas siguientes:

1) Si no existieren excepciones opuestas, los juicios se suspenderán en el estado en


que se encuentren al momento de notificarse la Resolución de Liquidación.

El tribunal de la ejecución pronunciará una resolución que suspenderá la tramitación


y ordenará remitir los expedientes al tribunal que esté conociendo del Procedimiento
Concursal de Liquidación para que continúe su tramitación. En tal caso, los acreedores
ejecutantes verificarán sus créditos conforme a las reglas generales.

2) Si existieren excepciones opuestas, el tribunal de la ejecución ordenará remitir los


expedientes al tribunal que esté conociendo del Procedimiento Concursal de Liquidación
y, una vez recibidos, se seguirá adelante en su tramitación particular hasta la resolución
de término.

En tal caso, el Liquidador asumirá la representación judicial del Deudor y los


acreedores ejecutantes podrán verificar sus créditos en forma condicional.

Por su parte, la acumulación al Procedimiento Concursal de Liquidación de los juicios


ejecutivos de obligaciones de hacer se sujetará a las reglas siguientes:

a) Si los fondos para dar cumplimiento al objeto del litigio se encontraren depositados
antes de la notificación de la Resolución de Liquidación, el tribunal de la ejecución
ordenará remitir los expedientes al tribunal que esté conociendo del Procedimiento
Concursal de Liquidación, continuándose la tramitación hasta la inversión total de los
fondos o la conclusión de la obra que con ellos deba pagarse.

b) En caso contrario, los juicios se acumularán sin importar el estado en que se


encuentren y el acreedor sólo podrá verificar el monto de los perjuicios que el tribunal
respectivo hubiere declarado o que se declaren con posterioridad por el tribunal que
conoce del Procedimiento Concursal de Liquidación.

Si entre los ejecutados existieren personas distintas del Deudor, el tribunal de la


ejecución deberá:

1) Suspender la tramitación sólo respecto del Deudor;

2) Remitir al tribunal que esté conociendo del Procedimiento Concursal de Liquidación


copias autorizadas del expediente, para que continúe la sustanciación respecto del
Deudor, y

3) Conservar para sí el expediente original a fin de continuar la ejecución de los


restantes demandados.
Finalmente, tratándose de las demandas que se hubieren interpuesto por el Deudor
antes de la Resolución de Liquidación, para controvertir la validez, legitimidad o
procedencia de los créditos justificativos de la Liquidación Forzosa deberán acumularse
al Procedimiento Concursal de Liquidación.

Si en tales juicios las alegaciones del Deudor fueren similares a las de su oposición,
planteada de conformidad al artículo 121, el tribunal que esté conociendo del
Procedimiento Concursal de Liquidación deberá resolver ambas controversias en un
mismo fallo, prevaleciendo en materia procesal las disposiciones propias del juicio de
oposición.

1044. Efecto sobre las medidas cautelares decretadas (artículos 148 y 149)

El Principio general en materia de medidas cautelares, dispone que todos los


embargos y medidas precautorias decretadas en los juicios sustanciados contra el
Deudor y que afecten a bienes que deban realizarse o ingresar al Procedimiento
Concursal de Liquidación, quedarán sin efecto desde que se dicte la Resolución de
Liquidación.

En caso de acumulación, sólo el Liquidador podrá solicitar el alzamiento respectivo


ante el tribunal que lo decretó o ante el tribunal que esté conociendo del Procedimiento
Concursal de Liquidación. El tribunal correspondiente decretará el alzamiento sin más
trámite, con el sólo mérito de la dictación ya indicada.

Asimismo, tratándose de aquellas medidas cautelares concedidas con ocasión de


acciones de naturaleza criminal provenientes de los ilícitos contemplados en el Título IX
del Libro Segundo del Código Penal, es decir, crímenes y simples delitos contra la
propiedad, que afecten a bienes del Deudor para responder o garantizar el pago de
futuras indemnizaciones civiles, multas o cualquier otra condena en dinero, quedarán
sin efecto tan pronto el Liquidador comunique por escrito al Juzgado de Garantía que
corresponda que se ha pronunciado la Resolución de Liquidación, adjuntando los
documentos que sirvan para acreditarla.

Este tribunal entregará los bienes al Liquidador para su administración y proseguirá


la tramitación de los respectivos procedimientos, en los cuales el Liquidador actuará
como coadyuvante cuando se trate de delitos concursales.

Las multas e indemnizaciones pecuniarias que eventualmente se concedan,


cualquiera sea su especie, deberán verificarse en el Procedimiento Concursal de
Liquidación conforme a las reglas generales.

1045. Efectos sobre los contratos

a) Contrato de arrendamiento

El artículo 1968 del Código Civil dispone que "la insolvencia declarada del arrendatario
no pone necesariamente fin al arriendo". Sin embargo, el referido precepto señala que
"el arrendador tendrá derecho para dar por concluido el arrendamiento; y le competerá
acción de perjuicios contra el arrendatario según las reglas generales".

En consecuencia, no obstante que la resolución de liquidación no pone término ipso


facto al contrato de arrendamiento, el arrendador de igual forma puede ponerle término
salvo que los acreedores propongan substituirse al arrendatario, prestando fianza a
satisfacción del arrendador.
Esta decisión deberá ser adoptada por la junta de acreedores.

b) Contratos de leasing

Conforme lo que dispone el artículo 225 de la ley, la dictación de la Resolución de


Liquidación no constituirá causal de terminación inmediata del contrato de
arrendamiento con opción de compra (leasing).

Los bienes que el Deudor tenga en su posesión bajo este contrato deberán ser
incautados por el Liquidador, debiendo dejar constancia en el acta que levante que se
trata de bienes objeto de un contrato de arrendamiento con opción de compra.

Los gastos que irroguen la conservación, custodia y/o bodegaje de dichos bienes
deberán ser asumidos por la masa. En caso de desacuerdo en el monto
correspondiente, resolverá incidentalmente el juez competente, sin ulterior recurso.

La Junta Constitutiva de Acreedores deberá pronunciarse y acordar al respecto


alguna de las siguientes alternativas:

1. Continuar con el cumplimiento del contrato de arrendamiento con opción de


compra, en los términos originalmente pactados.

2. Ejercer anticipadamente la opción de compra, en los términos establecidos en el


respectivo contrato de arrendamiento con opción de compra.

3. Terminar anticipadamente el contrato de arrendamiento con opción de compra,


restituyendo el bien. Para el caso en que no se celebrare la referida Junta, o ésta no se
pronunciare al respecto, se entenderá que se opta por la alternativa regulada en el
número 1 precedente.

La actual legislación concursal se preocupó lúcidamente de este contrato y reguló


precisamente el contenido contractual del mismo, integrando una prohibición de que las
partes puedan pactar algo distinto a lo dispuesto en la actual legislación.

c) Contrato individual de trabajo

El artículo 350 de la ley introdujo al Código del Trabajo el artículo 163 bis el cual
dispuso que el contrato de trabajo terminará en caso que el empleador fuere sometido
a un procedimiento concursal de liquidación.

Para todos los efectos legales, la fecha de término del contrato de trabajo será la fecha
de dictación de la resolución de liquidación.

1. El liquidador deberá comunicar al trabajador, personalmente o por carta certificada


enviada al domicilio señalado en el contrato de trabajo, el término de la relación laboral,
adjuntando a dicha comunicación un certificado emitido por la Superintendencia de
Insolvencia y Reemprendimiento que deberá indicar el inicio de un procedimiento
concursal de liquidación respecto del empleador, así como el tribunal competente, la
individualización del proceso y la fecha en que se dictó la resolución de liquidación
correspondiente. El liquidador deberá realizar esta comunicación dentro de un plazo no
superior a seis días hábiles contado desde la fecha de notificación de la resolución de
liquidación por el tribunal que conoce el procedimiento concursal de liquidación.
El error u omisión en que se incurra con ocasión de esta comunicación no invalidará
el término de la relación laboral en virtud de la causal señalada en este artículo. Dentro
del mismo plazo, el liquidador deberá enviar copia de la comunicación mencionada en
el inciso anterior a la respectiva Inspección del Trabajo. Las Inspecciones del Trabajo
tendrán un registro de las comunicaciones de término de contrato de trabajo que se les
envíen, el que se mantendrá actualizado con las comunicaciones recibidas en los
últimos treinta días hábiles.

La Inspección del Trabajo, de oficio o a petición de parte, constatará el cumplimiento


de lo establecido en este número. En caso de incumplimiento por parte del liquidador,
la Inspección del Trabajo deberá informar a la Superintendencia de Insolvencia y
Reemprendimiento, la que podrá sancionar los hechos imputables al liquidador

2. El liquidador, en representación del deudor, deberá pagar al trabajador una


indemnización en dinero, sustitutiva del aviso previo, equivalente al promedio de las tres
últimas remuneraciones mensuales devengadas, si es que las hubiere. En el caso de
que existan menos de tres remuneraciones mensuales devengadas, se indemnizará por
un monto equivalente al promedio de las últimas dos o, en defecto de lo anterior, el
monto a indemnizar equivaldrá a la última remuneración mensual devengada.

3. Si el contrato de trabajo hubiere estado vigente un año o más, el liquidador, en


representación del deudor, deberá pagar al trabajador una indemnización por años de
servicio equivalente a aquélla que el empleador estaría obligado a pagar en caso que el
contrato terminare por la causal del artículo 161 del Código del Trabajo.

4. No se requerirá solicitar la autorización previa del juez competente respecto de los


trabajadores que al momento del término del contrato de trabajo tuvieren fuero.

Con todo, tratándose de trabajadores que estuvieren gozando del fuero maternal, el
liquidador, en representación del deudor, deberá pagar una indemnización equivalente
a la última remuneración mensual devengada por cada uno de los meses que restare
de fuero. Si el término de contrato ocurriere en virtud de este artículo, mientras el
trabajador se encontrare haciendo uso de los descansos y permisos a que se refiere el
artículo 198, no se considerarán para el cálculo de esta indemnización las semanas
durante las cuales el trabajador tenga derecho a los subsidios derivados de aquéllos.

5. El liquidador deberá poner a disposición del trabajador el respectivo finiquito a lo


menos diez días antes de la expiración del período de verificación ordinaria de créditos
que establece la Ley de Reorganización y Liquidación de Activos de Empresas y
Personas.

El finiquito suscrito por el trabajador se entenderá como antecedente documentario


suficiente para justificar un pago administrativo, sin perjuicio de los otros documentos
que sirven de fundamento para su pago.

El finiquito suscrito por el trabajador deberá ser autorizado por un Ministro de Fe, sea
éste Notario Público o Inspector del Trabajo, aun cuando las cotizaciones previsionales
se encuentren impagas. Deberá, además, ser acompañado por el liquidador al Tribunal
que conoce del procedimiento concursal de liquidación, dentro de los dos días siguientes
a su suscripción.

Este finiquito se regirá por las siguientes reglas:


a) Se entenderá como suficiente verificación de los créditos por remuneraciones,
asignaciones compensatorias e indemnizaciones que consten en dicho instrumento;

b) Si el trabajador hiciere reserva de acciones al suscribir el finiquito, la verificación o


pago administrativo estará limitada a las cantidades aceptadas por el trabajador, y

c) Cualquier estipulación que haga entender que el trabajador renuncia total o


parcialmente a sus cotizaciones previsionales se tendrá por no escrita.

Con todo, el liquidador deberá reservar fondos, si los hubiere, respecto de aquellos
finiquitos no suscritos por los trabajadores o no acompañados por el liquidador al tribunal
que conoce del procedimiento concursal de liquidación, por un período de treinta días
contado desde la fecha en que el correspondiente finiquito fue puesto a disposición del
respectivo trabajador.

d) Contrato de compraventa

La resolución de liquidación no pone término ipso facto a los contratos en vías de


ejecución celebrados por el fallido. En el caso del contrato de compraventa, este no se
resuelve por el hecho de encontrarse sometido el deudor a un procedimiento de
liquidación, pero el acreedor diligente siempre puede ejercer los derechos que le
reconoce el artículo 1489 del Código Civil, esto es, demandar el cumplimiento forzado
o la resolución del mismo, ambos con indemnización de perjuicios.

En caso de que el vendedor inicie la acción resolutoria, y esta sea acogida, el


vendedor estará obligado a reembolsar a la masa los abonos a cuenta que hubiere
recibido.

En el caso de la compraventa de cosas muebles, si estas han llegado a posesión del


deudor, el contrato no podrá resolverse.

Si las cosas muebles vendidas y remitidas al Deudor, se encuentran en tránsito, el


vendedor no pagado podrá dejar sin efecto la tradición, recuperar la posesión y pedir la
resolución de la compraventa.

El vendedor podrá también retener las cosas vendidas hasta el entero pago de su
crédito.

Al respecto, es menester tener en consideración que, de conformidad con lo dispuesto


en el artículo 155 de la ley, se entiende que las cosas muebles están en tránsito desde
el momento en que las reciben los agentes encargados de su conducción, hasta que
queden en poder del comprador Deudor o de la persona que lo represente.

En caso que las cosas en tránsito hayan sido vendidas durante su tránsito a un tercero
de buena fe, a quien se hubiere transferido la factura, conocimiento o carta de porte, el
vendedor no podrá ejercer la acción de resolución.

Pero si el nuevo comprador no hubiere pagado el precio antes de la Resolución de


Liquidación, el vendedor primitivo podrá demandar su entrega hasta la concurrencia de
la cantidad que se le deba.

No obstante la posibilidad del deudor de solicitar la resolución del contrato o bien


retener las cosas vendidas, el Liquidador podrá oponerse y exigir la entrega de las cosas
vendidas o retenidas, pagando la deuda, intereses, costas y perjuicios, o dando caución
que asegure el pago.

Al comisionista comprador, el artículo 159 de la ley asimila al vendedor de cosas


muebles y le confiere los mismos derechos que este tiene, es decir, resolución y
retención, y el liquidador puede realizar las mismas acciones como si tratare del
vendedor.

e) Contratos de suministro

El artículo 171 regula la situación de los contratos de suministro con los acreedores
de servicios de utilidad pública del Deudor. Estos acreedores deberán verificar los
créditos correspondientes a suministros anteriores a la Resolución de Liquidación y no
podrán, con posterioridad a ella, suspender tales servicios, salvo autorización del
tribunal, previa audiencia del Liquidador. En caso de que suspendieren el servicio, se
sancionará sumariamente por el tribunal con multa de 1 a 200 unidades tributarias
mensuales, debiendo restablecerse su suministro tan pronto el tribunal lo ordene.

Los créditos correspondientes a Servicios de Utilidad Pública que se suministren con


posterioridad a la notificación de la Resolución de Liquidación se considerarán incluidos
en el número 4 del artículo 2472 del Código Civil.

Si a la fecha de la dictación de la Resolución de Liquidación los suministros se


encontraren suspendidos, el Liquidador podrá solicitar al tribunal que ordene su
inmediata reposición, solicitud que se deberá resolver a más tardar al día siguiente, sin
necesidad de oír al prestador del servicio. El costo de reposición será de cargo del
respectivo prestador del servicio, y los créditos que nazcan como resultado del ejercicio
de esta facultad, se considerarán incluidos en el número 4 del artículo 2472 del Código
Civil.

f) Mandato

El art. 2163 Nº 6 del Código Civil, modificado por la ley Nº 20.720, previene que el
mandato termina por tener la calidad de deudor en un procedimiento concursal de
liquidación, el mandante o el mandatario.

Si se trata del mandante, resulta natural que éste no pueda conferir mandato para que
un tercero administre sus bienes, ni que un mandatario pueda hacer lo que aquél está
impedido, puesto que, según sabemos, el mandante queda privado de dicha
administración, en virtud del desasimiento.

La terminación del mandato produce sus efectos respecto del mandatario, desde que
se publica la resolución de liquidación por aviso en el Boletín Concursal, toda vez que a
partir de esa publicación se da a conocer a los acreedores y a terceros la liquidación del
mandante, de tal modo que el mandatario no puede alegar que la ignoraba.

No resulta tan simple la explicación de por qué termina el mandato, de acuerdo a la


mencionada disposición, en caso del mandatario, toda vez que éste no efectúa actos o
contratos por y para sí sino que para la persona a la que representa, es decir, para el
mandante. La única explicación posible consiste en que el mandato es un contrato de
confianza, que se celebra en consideración a la persona del mandatario y si éste ha sido
privado del derecho de administrar sus bienes propios en razón de la liquidación, resulta
de alguna manera explicable que la ley haya previsto que también se extinga su facultad
para desempeñar la función de apoderado para ejecutar actos ajenos. Es una
demostración ostensible de que se sospecha de su falta de idoneidad o competencia
para administrar negocios.

Sin embargo, no obstante que el hecho de encontrarse el mandatario sometido a un


proceso concursal de liquidación, pone fin al mandato, no se divisa razón legal que
impida que el mandante, insistiendo en una muestra de confianza hacia su mandatario,
pueda renovar el mandato, confiriéndole uno nuevo después dictada la resolución de
liquidación.

Del mismo modo, el deudor sometido a un proceso concursal de liquidación, que no


queda inhibido para administrar sus bienes que no integran la masa, o de los que
adquiera con posterioridad a ella, puede otorgar nuevos mandatos válidos para la
administración de tales bienes.

g) Contrato de cuenta corriente mercantil

En este contrato, definido por el artículo 602 del Código de Comercio, las partes que
lo celebran se obligan a efectuar o a recibir remesas de dinero u otros valores en
propiedad, a acreditar al remitente por sus remesas, a liquidarlas en las épocas
convenidas, a compensarlas de una sola vez hasta concurrencia del débito y crédito, y
a pagar el saldo.

En consideración a su naturaleza, el contrato de cuenta corriente mercantil termina,


en el caso de la dictación de la resolución de liquidación de uno de los contratantes,
según lo establece el art. 611 inciso 2º del Código de Comercio.

No podría ser de otra manera, puesto que, dictada la resolución de liquidación de uno
de los contratantes, éste queda inhibido de administrar sus bienes, por lo que no puede
hacer ni recibir remesas de dinero u otros valores, lo que constituye la esencia del
contrato de cuenta corriente mercantil.

Por otra parte, la resolución de liquidación impide que opere válidamente toda
compensación que no se haya producido antes por el solo ministerio de la ley, y resulta
que en la cuenta corriente mercantil, la compensación del crédito y el débito que
establece el saldo, constituye también un elemento esencial del contrato.

Por lo demás, aún si el saldo estuviere establecido por compensación operada con
anterioridad a la resolución de liquidación, dicho saldo no puede pagarse después de
que ella haya sido dictada, porque lo impide el desasimiento y la fijación irrevocable de
los derechos de los acreedores.

Por último, dictada la resolución de liquidación de uno de los contratantes en el


contrato de cuenta corriente mercantil, acarrea de por sí la pérdida de confianza entre
las partes que es de la esencia de este contrato.

h) Cuenta corriente bancaria

La Ley de Cuentas Corrientes Bancarias y Cheques aplica la misma solución


contemplada en el art. 611 del Código de Comercio, que analizamos en el párrafo
precedente, de modo que el sometimiento a un proceso de liquidación de cualquiera de
las partes acarrea el término del contrato de cuenta corriente bancaria, por el solo
ministerio de la ley.
Sirven para fundamentar esta solución, las mismas razones dadas para justificar el
término de la cuenta corriente mercantil y, asimismo, el tener presente que en el contrato
de cuenta corriente bancaria es indispensable que el cuenta correntista efectúe
depósitos y que con cargo a los fondos acumulados en la cuenta, esté autorizado para
efectuar giros, y resulta que el fallido no puede hacer ninguna de estas operaciones,
depositar ni girar, en virtud del desasimiento. Por esta razón, el art. 9º de la Ley sobre
Cuentas Corrientes Bancarias y Cheques aplica el art. 611 del Código de Comercio,
llegando a la misma solución que la contemplada en el caso de la cuenta corriente
mercantil.

En estas circunstancias, los cheques que se giran por el deudor después de dictada
la resolución de liquidación, deben ser protestados por el banco por cuenta cerrada o,
en el hipotético evento de que sea el banco el que haya sido declarado en quiebra,
también deberán protestarse por dicha causal.

Si se trata de cheques girados antes de la resolución de liquidación y que se presenten


al cobro después de ésta, el banco debe abstenerse de pagarlos, porque de acuerdo
con el art. 11 inciso 3º de la Ley sobre Cuentas Corrientes Bancarias y Cheques, el
cheque dado en pago se sujeta a las reglas generales de la letra de cambio.

De modo que si el banco paga un cheque girado antes de la resolución de liquidación


y presentado al cobro después de ésta, deberá tener en cuenta que lo hace a su propio
riesgo, y que requerido al efecto, deberá reintegrar los fondos a la masa.

i) Contrato de sociedad

En cuanto a la insolvencia de la sociedad misma, ella es causal de disolución,


conforme a lo prescrito en el art. 2100 del Código Civil. Es menester señalar que la ley
no realizó ninguna modificación a este precepto, y por consiguiente, su redacción
continúa refiriéndose a la insolvencia.

Cabe examinar los problemas más importantes que se generan a raíz de adquirir la
calidad de deudor en un procedimiento de liquidación de uno de los socios de una
sociedad. Ellos son, si subsiste o no la sociedad y si ingresan o no a la Liquidación, los
derechos sociales del socio fallido.

1. Subsistencia o disolución de la sociedad en caso de ser sometido uno de los socios


a un procedimiento de liquidación.

La circunstancia de que un accionista en las sociedades de capitales adquiera la


calidad de deudor en un proceso de liquidación, o, en general, en todas aquellas en que
la persona del socio no es elemento determinante de la sociedad, no afecta su
subsistencia.

En el caso de las sociedades de personas, el artículo 2106 del Código Civil, que se
aplica a estas sociedades, señala que "expira la sociedad por la insolvencia de uno de
los socios".

Sin embargo, no es esta una norma de orden público y por lo tanto, es válida la
cláusula contractual que impida la disolución de la sociedad, en caso de quiebra de uno
de los socios.
En efecto, el inciso segundo de dicha norma legal expresa que...."podrá, con todo,
continuar la sociedad con el (...) fallido, y en tal caso (...) los acreedores ejercerán sus
derechos en las operaciones sociales".

2. Destino de los derechos sociales en caso de quiebra de unos de los socios.

Según la posición de los profesores Arturo Alessandri y Manuel Somarriva Undurraga,


los acreedores sociales no tienen más derechos que los señalados en el art. 2096 del
Código Civil y por ello, no podrían embargar los derechos de un socio, porque por este
embargo y posterior remate podrían introducirse otros socios a la sociedad sin el
consentimiento de los restantes, lo que es contrario a la naturaleza de las sociedades
de personas.

Por el contrario, don Enrique Munita manifiesta que siendo los derechos sociales en
las sociedades de personas bienes del deudor no expresamente indicados como
inembargables por la ley, podrían ser embargados.

En la práctica, tratándose de los derechos en sociedades de personas, a menos que


el pacto establezca que dichos derechos pueden cederse sin necesidad de
consentimiento de los demás socios, lo que no es de ordinaria ocurrencia, sino lo
contrario, no pueden ser enajenados por el síndico ni subastados.

En estas circunstancias, nosotros nos pronunciamos por la tesis de que los derechos
en sociedades de personas pueden ser embargados, pero el embargo solo tiene el
alcance de impedir la enajenación de los derechos sociales del deudor.

En estas circunstancias, los acreedores del socio deudor sólo tienen, respecto de los
derechos sociales embargados, las facultades que les otorgan los artículos 380 del
Código de Comercio y 2096 y 2106 del Código Civil, es decir, el derecho a participar de
las utilidades sociales y de los resultados de la liquidación de la sociedad, en la
proporción de los derechos del socio deudor y de ninguna manera tienen facultades
para intervenir en la administración de la sociedad.

Desde luego, este problema no afecta a las acciones pagadas de sociedades


anónimas, sociedades por acciones (SpA) y de sociedades en comandita por acciones
pertenecientes a un deudor, porque dichas acciones de sociedades que son de capital,
constituyen títulos perfectamente embargables y que, por lo tanto, forman parte del
activo de la liquidación.

Si se trata de acciones suscritas y no pagadas de sociedades anónimas, sociedades


por acciones o en comandita, esas acciones no pueden entrar a la liquidación
automáticamente, porque no constituyen títulos de propiedad del deudor, sino derechos
y obligaciones correlativas del deudor, pendientes a la época de la quiebra, que tienen
como contraparte a la sociedad misma. El liquidador podrá cumplir el contrato si estima
que es conveniente para la masa y pagar las acciones suscritas que entran al activo de
la liquidación, y por su parte la sociedad, a su turno, podrá ejercer los derechos que le
otorgan la ley y los estatutos, para, entre otras alternativas, reducir el capital en la parte
correspondiente a las acciones suscritas y no pagadas, o resolver el contrato de
suscripción de acciones con indemnización de perjuicios o exigir su cumplimiento,
verificando su crédito en la proceso de liquidación.

j) Contrato de seguro
Examinaremos aquí, los derechos de las partes de este contrato, asegurado y
asegurador, en caso de someterse a un proceso concursal de liquidación de uno u otro.

a) Antes del siniestro

Conforme a lo prescrito por el art. 559 del Código de Comercio, dictada la resolución
de liquidación del asegurador, estando pendientes los riesgos, el asegurado puede
solicitar la resolución del contrato o exigir que el concurso afiance el cumplimiento de
las obligaciones del asegurador deudor.

A su vez, el asegurador goza de los mismos derechos en caso de que se dicte la


resolución de liquidación del asegurado, estando pendiente el pago de la prima.

En ambos casos, si el deudor o el liquidador no otorgan fianza dentro de los 3 días


siguientes al de la notificación de la demanda de resolución de contrato, el seguro queda
resuelto.

b) Después del siniestro

Si se dicta la resolución de liquidación del asegurador después de haber ocurrido el


siniestro, al asegurado le corresponde únicamente verificar su crédito por el monto de
la indemnización correspondiente, en el proceso de liquidación del asegurador, y si se
dicta la resolución de liquidación del asegurado después de pagada la prima, el
asegurador no puede solicitar la resolución del contrato, so pretexto del proceso de
liquidación, sino que debe cumplir el seguro e indemnizar el siniestro.

Cabe señalar aquí que el artículo 84 inciso 2º del D.F.L. Nº 251 de 1931, que regula
el comercio de seguros, establece que en los casos de liquidación del asegurador los
pagos por reaseguros beneficiarán a los asegurados, cuyos créditos por siniestros
preferirán a cualquiera otros que se ejercieren en contra del asegurador sin perjuicio de
la contribución que les corresponda a los gastos de administración de la liquidación.

k) El factoring

En el contrato de factoring o factoraje, el acreedor cedente, transfiere la totalidad o


parte de su cartera de cobranza contra terceros a la empresa de factoring, la que paga
por dicha cesión un precio determinado o determinable. Esta es su concepción original,
porque hoy en día las empresas de factoring también se dedican ordinariamente a
otorgar créditos respaldados con títulos valores (letras, pagarés, cheques, facturas) y
con la garantía del propio cedente de dichos títulos, que es su deudor.

1. Si se declara la liquidación del acreedor cedente, ella no afectará los derechos de


la empresa de factoring para cobrar a los deudores cedidos, siempre y cuando ésta haya
adquirido legalmente dichos créditos, puesto que en tal evento los deudores no podrán
pagar al acreedor cedente en proceso de liquidación, ni argumentar que están
impedidos de pagar al acreedor cesionario (la empresa de factoring), porque las
cesiones perfeccionadas con anterioridad a la liquidación no se ven afectadas por ésta.

En cambio, si la empresa de factoring no ha adquirido los créditos por una forma de


traspaso legal, sino que los tiene en comisión de cobranza, se verá afectada por la
apertura del proceso de liquidación, porque los deudores del deudor estarán obligados
a pagar al liquidador y no a aquella.
2. Si quien es sometido a un proceso de liquidación es uno de los deudores cedidos,
la empresa de factoring deberá hacer efectivo su crédito en el respectivo proceso de
liquidación, sin perjuicio de la obligación por garantía que pueda corresponder al
acreedor cedente.

1046. Incautación e inventario

1. La incautación de los documentos,


libros y bienes del deudor

La incautación es un acto en virtud del cual el liquidador, en presencia del secretario


del tribunal o de un notario u otro ministro de fe designado por el Juez, procede a
apoderarse, conforme a la ley, de los libros, documentos y bienes del deudor, y a
ponerlos en un lugar seguro, si estima que peligran o corren riesgos donde se
encuentran al momento de realizarse la diligencia.

El artículo 163 prescribe que, una vez que haya asumido oficialmente el cargo y en
presencia del secretario u otro ministro de fe designado por el tribunal competente, el
Liquidador deberá:

i) Adoptar de inmediato las medidas conservativas necesarias para proteger y


custodiar los bienes del Deudor, si estima que peligran o corren riesgos donde se
encuentran.

ii) Practicar la diligencia de incautación y confección del inventario de los bienes del
Deudor.

De las diligencias de incautación se levantará un acta que deberá incluir, al menos,


las siguientes menciones:

a) La singularización de cada uno de los domicilios, sucursales o sedes del Deudor


en que se hubieren practicado.

b) El día, la hora y el nombre de los asistentes a las diligencias practicadas.

c) La circunstancia de haber sido necesario o no el auxilio de la fuerza pública.

d) La constancia de todo derecho o pretensión formulados por terceros en relación


con los bienes del Deudor.

e) El inventario de bienes del deudor

f) El nombre y la firma del Liquidador y del ministro de fe que estuvo presente en la


incautación e inventario de bienes.

Si aparecieren nuevos bienes por inventariar, se aplicará en lo pertinente lo dispuesto


en este artículo.

2. Asesoría técnica al liquidador


(artículo 167)

El Liquidador podrá practicar la diligencia de incautación y confección de inventario


asesorado por un especialista en el giro del Deudor, cuyos honorarios serán
considerados gastos de administración del Procedimiento Concursal de Liquidación.
Asimismo, el Liquidador deberá dejar constancia en el acta de la idoneidad técnica del
asesor, reseñándose los antecedentes que sirvan para acreditarla.

En todo caso, corresponderá a la Junta de Acreedores inmediatamente posterior


aprobar o rechazar en definitiva dicho gasto.

3. Formación de inventario

Tan pronto se ha realizado la diligencia de incautación, corresponde formar inventario


de los bienes que han quedado a cargo del liquidador para su conservación y
administración.

Cuando el deudor ha solicitado su liquidación voluntaria, está obligado a presentar un


inventario o relación detallada de todos sus bienes, cumpliendo con las exigencias
impuestas en el artículo 115 de la Ley de Insolvencia y Reemprendimiento.

En estos casos, el inventario presentado por el propio deudor servirá para facilitar la
realización de la diligencia de incautación que debe ejecutar el liquidador, haciéndose
cargo de los bienes, documentos y libros allí señalados, así como para confeccionar el
inventario que le encarga hacer la ley.

De acuerdo a lo dispuesto en el artículo 165, el inventario de los bienes del Deudor


que el Liquidador confeccione deberá incluir, al menos, las siguientes menciones:

a) Un registro e indicación de los libros, correspondencia y documentos del Deudor,


si los hubiere.

b) La individualización de los bienes del Deudor, dejando especial constancia acerca


del estado de conservación de las maquinarias, útiles y equipos.

c) La identificación de los bienes respecto de los cuales el Liquidador constate la


existencia de contratos de arrendamiento con opción de compra, y de todos aquellos
que se encuentren en poder del Deudor en una calidad distinta a la de dueño.

El Liquidador deberá agregar el acta de incautación e inventario al expediente y


publicarla en el Boletín Concursal a más tardar al quinto día contado desde la última
diligencia practicada. Igual regla se aplicará a las incautaciones posteriores y a las que
excluyan bienes del inventario.

4. Deber de colaboración del deudor


(artículo 169)

El Deudor deberá indicar y poner a disposición del Liquidador todos sus bienes y
antecedentes. En caso que el Deudor se negare o no pudiere dar cumplimiento a lo
anterior, el deber recaerá en cualquiera de sus administradores, si los hubiera.

Sin perjuicio de lo anterior, el Liquidador podrá solicitar el auxilio de la fuerza pública


en caso de oposición del Deudor o de sus administradores, para lo cual bastará la
exhibición de copia autorizada de la Resolución de Liquidación al jefe de turno de la
respectiva unidad de Carabineros de Chile.

1047. Administración de los bienes del deudor


Como ya lo hemos dicho con anterioridad, la administración de los bienes del deudor
pasa al liquidador a contar de la fecha de dictación de la resolución de liquidación,
conforme a lo establecido en los arts. 36 y 130 de la ley. La administración de los bienes
del deudor por el liquidador es distinta de la que puede ejercer un mandatario o un
representante legal, puesto que está destinada a la conservación e incremento de los
bienes del deudor y su posterior realización.

El incremento del patrimonio del deudor a que nos hemos referido, consiste en los
aumentos que provengan del reintegro de los bienes que han salido del patrimonio del
deudor mediante el ejercicio de las acciones revocatorias correspondientes.

A este respecto, al liquidador le incumbe especialmente:

1) Incautar e inventariar los bienes del Deudor.

2) Liquidar los bienes del Deudor.

3) Efectuar los repartos de fondos a los acreedores en la forma dispuesta en el Párrafo


3 del Título 5 del Capítulo IV de la Ley de Insolvencia y Reemprendimiento.

4) Cobrar los créditos del activo del Deudor.

5) Contratar préstamos para solventar los gastos del Procedimiento Concursal de


Liquidación.

6) Exigir rendición de cuentas de cualquiera que haya administrado bienes del Deudor.

7) Reclamar del Deudor la entrega de la información necesaria para el desempeño de


su cargo.

8) Registrar sus actuaciones y publicar las resoluciones que se dicten en el


Procedimiento Concursal de Liquidación en el Boletín Concursal.

9) Depositar a interés en una institución financiera los fondos que perciba, en cuenta
separada para cada Procedimiento Concursal de Liquidación y a nombre de éste, y abrir
una cuenta corriente con los fondos para solventarlo.

10) Ejecutar los acuerdos legalmente adoptados por la Junta de Acreedores dentro
del ámbito de su competencia.

11) Cerrar los libros de comercio del Deudor, quedando responsable por ello frente a
terceros desde la dictación de la Resolución de Liquidación.

12) Transigir y conciliar los créditos laborales con el acuerdo de la Junta de


Acreedores, según lo dispone el artículo 246 de esta ley.

13) Ejercer las demás facultades y cumplir las demás obligaciones que le encomienda
la presente ley.

1048. Realización de los bienes del fallido. Generalidades

Se denomina realización del activo, al conjunto de actos y operaciones destinadas a


convertir los bienes del deudor en dinero, para pagar a sus acreedores.
La ley entrega el proceso de realización de los bienes del concurso, básicamente a
los propios acreedores reunidos en la junta de acreedores, la cual puede acordar la
forma y modalidades que habrá de adoptar la realización de los bienes.

1049. Actuación de los acreedores. Las juntas de acreedores

El Párrafo 7 de la ley de Insolvencia y Reemprendimiento regula un tema de gran


trascendencia, como es el de las juntas de acreedores, uno de los órganos más
importantes del concurso.

La ley confiere gran importancia a los acreedores en el manejo del concurso, como
mencionábamos precedentemente, y los organiza en juntas que deben reunirse con un
quórum no inferior a dos acreedores, que representen a lo menos el 25% de los créditos
con derecho a voto, a menos que esta ley señale expresamente un quórum de
constitución distinto. Los acuerdos se adoptarán con Quórum Simple, salvo aquellos
casos en que la ley exija una mayoría o un quórum especial.

Tendrán derecho a voz en las Juntas de Acreedores (art. 182):

1) Todos los acreedores que hayan verificado sus créditos, tengan o no derecho a
voto.

2) El Liquidador.

3) El Deudor.

4) El Superintendente de Insolvencia y Reemprendimiento, o quien éste designe.

Para los efectos de la ley se entiende por acreedores con derecho a voto (art. 189):

a) aquellos cuyo crédito se encuentra reconocido; y

b) aquellos cuyos créditos no se encuentren reconocidos, pero a quienes el juez de la


quiebra les ha conferido el derecho a votar en la junta conforme al procedimiento que
establece el artículo 190;

Para el establecimiento de los acreedores con derecho a voto, de acuerdo con las
reglas anteriores, es menester ceñirse al siguiente procedimiento contemplado en el
referido art. 190:

1) Deberá celebrarse una audiencia el día inmediatamente anterior a la Junta de


Acreedores, ante el tribunal y en presencia del secretario, a la que asistirán el
Liquidador, el Deudor y los acreedores, estos dos últimos, si lo estiman pertinente.

2) La audiencia se celebrará a las 15:00 horas, horario que podrá ser modificado por
el tribunal, de oficio o a petición de parte.

3) La audiencia comenzará con la entrega de un informe escrito del Liquidador al


tribunal acerca de la verosimilitud de la existencia y monto reclamado de los créditos no
reconocidos. El informe se deberá referir especialmente a aquellos créditos que estén
en alguna de las circunstancias previstas en el artículo 188. El Informe incluirá todos los
créditos no reconocidos que se hubieren verificado hasta el día inmediatamente anterior
a dicha audiencia.
Del contenido del referido informe, el Liquidador será responsable de acuerdo a lo
señalado en el artículo 35.

4) A continuación, el tribunal oirá a aquellos acreedores que soliciten verbalmente


argumentar la inclusión o conservación de su propio crédito en el informe o bien la
exclusión de otros. No se admitirán presentaciones escritas para sustentar dichos
argumentos.

5) Acto seguido, el tribunal resolverá en única instancia, con los antecedentes


disponibles en dicha audiencia, los que apreciará de acuerdo a las reglas de la sana
crítica, dejando constancia en el acta respectiva.

Contra la resolución del tribunal sólo procederá el recurso de reposición, que deberá
ser interpuesto y resuelto en la misma audiencia.

6) El acta indicará los acreedores y el monto concreto que gozará de derecho a voto
en la Junta a celebrar.

7) El reconocimiento de derecho a voto sólo producirá efectos para la Junta de


Acreedores en referencia y en nada limitará la libertad del Liquidador y de los acreedores
para objetar o impugnar el crédito y sus preferencias de acuerdo a la ley, ni la del tribunal
para resolver la impugnación.

8) El Liquidador deberá asistir personalmente a las audiencias de determinación del


derecho a voto previas a la Junta Constitutiva y a la primera Junta Ordinaria de
Acreedores, pudiendo asistir su apoderado judicial a las restantes.

Las personas relacionadas con el deudor no gozarán de derecho a voto, ni tampoco


se considerarán en el cálculo del respectivo quórum.

El acreedor o su mandatario que tengan un conflicto de interés o un interés distinto


del inherente a la calidad de acreedor del deudor respecto de un determinado acuerdo
deberán abstenerse de votar dicho acuerdo y tampoco se considerarán en el cálculo del
respectivo quórum.

Veremos a continuación cuáles son las diferentes especies de juntas de acreedores


contempladas en la ley.

1050. La Junta Constitutiva de acreedores

Como ya hemos visto precedentemente, ésta es convocada por el juez en la propia


resolución de liquidación, fijando el día y hora de su celebración, y tendrá lugar al
trigésimo segundo día contado desde la publicación en el Boletín Concursal de la
Resolución de Liquidación.

El lugar de la reunión es el propio recinto del tribunal o un lugar especial señalado por
éste, y el quórum de funcionamiento debe ser de, por lo menos, dos acreedores que
representen los dos tercios del pasivo. En caso de no celebrarse la Junta Constitutiva
por falta del quórum necesario para sesionar, ésta deberá efectuarse el segundo día, a
la misma hora y en igual lugar. El secretario del tribunal deberá dejar constancia de esta
situación en el acta que se levante y desde entonces los acreedores se entenderán
legalmente notificados de esa segunda citación. La Junta así convocada se tendrá por
constituida y se celebrará con los acreedores que asistan, adoptándose las decisiones
con Quórum Simple de los presentes, sin perjuicio de las materias que exijan quórum
distintos.

Si en la segunda citación no asiste ningún acreedor con derecho a voto, el secretario


del tribunal certificará esta circunstancia, produciéndose los siguientes efectos, sin
necesidad de declaración judicial:

1) Los Liquidadores, titular y suplente provisionales, se entenderán ratificados de


pleno derecho en sus cargos, asumiendo ambos la calidad de definitivos, sin perjuicio
de la facultad prevista en el artículo 200 de esta ley.

2) El Liquidador publicará en el Boletín Concursal, dentro de tercero día contado


desde aquel en que la Junta de Acreedores en segunda citación debió celebrarse, lo
siguiente:

a) Una referencia a la certificación practicada por el secretario del tribunal, en donde


se deja constancia de la no asistencia de los acreedores a la junta en segunda citación.

b) La cuenta sobre el estado preciso de los negocios del Deudor, de su activo y pasivo
y de la labor por él realizada.

c) El lugar, día y hora en que se celebrarán las Juntas Ordinarias, que el mismo
Liquidador fijará.

3) El Liquidador dará inicio al procedimiento de liquidación simplificada o sumaria.

De todas, la primera junta de acreedores tiene una importancia especial, porque son
materias propias y obligatorias de ella, de acuerdo con el art. 196 de la Ley de
Insolvencia y Reemprendimiento, las siguientes:

i) El Liquidador titular provisional deberá presentar una cuenta escrita, la que además
expondrá verbal y circunstanciadamente, acerca del estado preciso de los negocios del
Deudor, de su activo y pasivo, y de la gestión realizada, incluyendo un desglose de los
gastos incurridos a la fecha. Asimismo, deberá informar si los activos del Deudor se
encuentran en la situación prevista en la letra b) del artículo 203, esto es, corresponde
la realización sumaria o simplificada.

ii) La ratificación de los Liquidadores titular y suplente provisionales, o bien, la


designación de sus reemplazantes. Los Liquidadores que no hubieren sido ratificados
continuarán en sus cargos hasta que asuman sus reemplazantes. Dentro de diez días
contados desde la nueva designación deberá suscribirse entre el Liquidador no
ratificado y el que lo remplace un acta de traspaso en que conste el estado preciso de
los bienes del Deudor y cualquier otro aspecto relevante para una adecuada
continuación del Procedimiento Concursal de Liquidación.

En el mismo plazo deberán entregarse todos los antecedentes, documentos y otros


instrumentos del Deudor que se encuentren en poder del Liquidador no ratificado. Una
copia del acta antes indicada deberá ser remitida a la Superintendencia.

iii) La determinación del día, hora y lugar en que sesionarán las Juntas Ordinarias.
Éstas deberán tener lugar al menos semestralmente.
iv) La designación de un presidente titular y uno suplente y un secretario titular y uno
suplente, de entre los acreedores con derecho a voto o sus representantes, para las
futuras sesiones.

v) Un plan o propuesta circunstanciada de la realización de los bienes del Deudor, la


estimación de los principales gastos del Procedimiento Concursal de Liquidación y la
continuación de las actividades económicas, de conformidad a lo previsto en el Título 4
de este Capítulo, en los casos que proceda.

vi) Cualquier otro acuerdo que la Junta estime conducente, con excepción de aquellos
que recaigan sobre materias propias de Juntas Extraordinarias.

Una copia autorizada de dicha acta será agregada al expediente, publicada en el


Boletín Concursal dentro del tercer día siguiente de levantada, e incorporada al libro de
actas que llevará el Liquidador.

1051. Las juntas ordinarias

Las juntas ordinarias se celebran en la fecha y hora fijadas en la primera junta, sin
citación, y generalmente en el domicilio del propio liquidador (a menos que se trate de
juntas con mucha presencia de acreedores, casos en los cuales se realizan en
locales ad-hoc), siendo su objeto tratar todas las materias de interés para los acreedores
y en general, todo lo relativo al manejo del concurso, debiendo especialmente
pronunciarse sobre la cuenta que periódicamente debe rendir el liquidador.

A la primera de las juntas ordinarias de acreedores le corresponde tratar, algunas


materias estipuladas especialmente por la ley (art. 198):

1) El informe acerca del activo y pasivo del Deudor, especialmente las variaciones
que hubieren experimentado desde la Junta Constitutiva, que el Liquidador deberá
presentar por escrito y explicar verbalmente;

2) El plan o propuesta circunstanciada de realización de los bienes del Deudor, y

3) La estimación de los principales gastos del Procedimiento Concursal de


Liquidación.

4) También podrá tratarse y acordarse, a proposición del Liquidador, del Deudor o de


cualquier acreedor asistente con derecho a voto, la continuación de actividades
económicas, de conformidad a lo previsto en el Título 4 de este Capítulo.

5) Asimismo, los acreedores podrán acordar, con Quórum Especial, la no celebración


de Juntas Ordinarias por un período determinado, o bien, su celebración por citación
expresa del Liquidador o de acreedores que representen a lo menos el 25% del pasivo
con derecho a voto. En estos casos, el Liquidador procederá de acuerdo al artículo 48
y no será necesario otorgar el certificado a que se refiere el artículo 185.

En cuanto al resto de las juntas ordinarias de acreedores, les corresponde


principalmente conocer y pronunciarse sobre el informe mensual del liquidador en
relación a la marcha del proceso de liquidación;

1052. Juntas extraordinarias


Por último, la ley contempla juntas extraordinarias, las que se llevan a cabo cuando
fuere ordenada por el tribunal; a petición del Liquidador o de la Superintendencia;
cuando un acreedor o acreedores que representen a lo menos el 25% del pasivo con
derecho a voto lo soliciten por escrito al Liquidador, quien ejecutará los actos necesarios
para su celebración, y cuando así lo hubieren acordado los acreedores en Junta
Ordinaria con Quórum Simple.

En las juntas extraordinarias de acreedores sólo se pueden tratar las materias que
hubieren sido objeto de la convocatoria, y serán materias exclusivas de Juntas
Extraordinarias las siguientes:

1) La revocación de los Liquidadores titular y suplente definitivos.

2) La presentación de proposiciones de Acuerdos de Reorganización Judicial en los


términos del Capítulo III y del Párrafo 5 del Título 5 del Capítulo IV de la ley.

3) Los acuerdos sobre contrataciones especializadas previstas en el artículo 41 de


esta ley.

4) Los anticipos de honorarios que solicite el Liquidador durante el Procedimiento


Concursal de Liquidación, de acuerdo a lo establecido en el artículo 39 de esta ley.

El peticionario deberá requerir por escrito al Liquidador la citación a Junta


Extraordinaria, acreditando el cumplimiento de los requisitos señalados en el artículo
199. Si el peticionario es el juez o la Superintendencia, bastará cualquier medio idóneo
de comunicación al Liquidador. En el requerimiento que se presente al Liquidador
deberá precisarse las materias a tratar en la Junta Extraordinaria y en ésta sólo podrán
discutirse y decidirse tales materias. En cuanto a la determinación de día, hora y lugar
se seguirán las reglas siguientes:

a) Si el requirente es el tribunal o la Superintendencia, se estará a la fecha que éstos


fijen, debiendo el Liquidador disponer los medios que permitan su celebración.

b) Si el requirente es uno o más acreedores que representen al menos el 25% del


pasivo con derecho a voto, se estará a la fecha que de común acuerdo fijen con el
Liquidador. En caso de desacuerdo, se estará a lo señalado por el o los requirentes.

c) Si la decisión ha sido adoptada en Junta Ordinaria de Acreedores, el acuerdo


deberá indicar la fecha de celebración de la Junta Extraordinaria, debiendo el Liquidador
ajustarse a dicha decisión.

5) La Junta de Acreedores podrá acordar, con Quórum Calificado, la constitución de


una Comisión de Acreedores, para los efectos de adoptar los acuerdos que se
comprendan dentro de la órbita de su competencia con validez general. Su composición,
facultades, duración y procedimientos aplicables serán determinados por la propia Junta
de Acreedores, con el mismo quórum anterior.

1053. Realización simplificada o sumaria del activo

El título II de la Ley de Insolvencia y Reemprendimiento regula la realización


simplificada o sumaria del activo del deudor, y se aplicará en los siguientes casos:
a) Si el Deudor califica como micro empresa, de conformidad a lo dispuesto en el
artículo segundo de la ley Nº 20.416, circunstancia que será acreditada por el
Liquidador, para lo cual podrá requerir al Servicio de Impuestos Internos la información
relativa al nivel de ventas del Deudor.

b) Si el Liquidador informare a los acreedores en la Junta Constitutiva que el producto


probable de la realización del activo a liquidar no excederá las 5.000 unidades de
fomento. Si el Deudor o cualquier acreedor no estuviere de acuerdo con la estimación
efectuada por el Liquidador, deberá formular verbalmente su oposición en la misma
Junta Constitutiva. El tribunal, luego de escuchar a los interesados y al Liquidador,
deberá resolver la controversia en la misma Junta. Contra la resolución que pronuncie
no procederá recurso alguno.

c) Si la Junta Constitutiva no se celebrare en segunda citación por falta de quórum.

d) Si la Junta Constitutiva se celebrare en segunda citación con asistencia igual o


inferior al 20% del pasivo total con derecho a voto.

e) Si fuere procedente la aplicación del artículo 210 de la ley.

f) En general, si la Junta lo acuerda.

1054. Reglas de realización de los bienes (art. 204)

Los valores mobiliarios con presencia bursátil se venderán en remate en bolsa. Los
demás bienes muebles e inmuebles se liquidarán mediante venta al martillo, conforme
a las siguientes reglas:

a) El Liquidador designará a un Martillero Concursal.

b) Las bases y demás condiciones de venta serán confeccionadas por el Liquidador,


presentadas al tribunal y publicadas en el Boletín Concursal. Los acreedores y el Deudor
podrán, dentro de segundo día, objetar las bases.

En tal caso, el tribunal citará a las partes a una única audiencia verbal, que se
celebrará a más tardar al quinto día desde el vencimiento del plazo para objetar, con las
partes que asistan. La citación a audiencia se notificará por el Estado Diario.

El tribunal resolverá las objeciones deducidas en la audiencia y contra su resolución


sólo podrá deducirse verbalmente reposición, la que deberá ser resuelta en la misma
oportunidad.

El costo de la redacción de las bases será del Liquidador, con cargo al honorario único
que perciba en conformidad a lo dispuesto en el artículo 40.

c) Una vez resueltas las objeciones, las bases y las demás condiciones se publicarán
en el Boletín Concursal, con a lo menos cinco días de anticipación a la fecha del remate
y sin perjuicio de las restantes formas de publicidad que prevean las mismas bases.

d) En el caso de bienes inmuebles, las bases deberán considerar el otorgamiento de


una garantía de seriedad exigible a todo postor de, a lo menos, el 10% del mínimo por
cada bien raíz a rematar. Dicha garantía subsistirá hasta que se otorgue la escritura
definitiva de compraventa y se inscriba el dominio del comprador en el conservador de
bienes raíces respectivo, libre de todos los gravámenes cuya cancelación y/o alzamiento
se hubiese comprometido en las bases.

e) El mínimo del remate de bienes inmuebles o de derechos sobre ellos corresponderá


al fijado por la Junta Constitutiva de Acreedores o, en su defecto, al Avalúo Fiscal vigente
al semestre en que ésta se efectúe, o a la proporción que corresponda según dicho
avalúo, respectivamente. En caso que no se presentaren postores, se deberá efectuar
un nuevo remate en un plazo máximo de veinte días, y el mínimo corresponderá al 50%
del fijado originalmente. Si tampoco se presentaren postores en este segundo llamado,
se deberá efectuar un nuevo remate en un plazo máximo de veinte días, sin mínimo.

f) El mínimo del remate de bienes muebles corresponderá al fijado por la Junta


Constitutiva de Acreedores o, en su defecto, se subastarán sin mínimo.

g) El Martillero Concursal deberá rendir cuenta de su gestión en los términos del


artículo 216.

h) Los bienes deberán venderse dentro de los cuatro meses siguientes a la fecha de
celebración de la Junta Constitutiva o desde que ésta debió celebrarse en segunda
citación. Tratándose de bienes incautados con posterioridad a aquélla, el término se
contará desde el día de la diligencia de incautación.

En el caso que no sea posible cumplir con los plazos de los 4 meses contados desde
la Junta Constitutiva o la segunda citación, el Liquidador deberá informar dicha
circunstancia a la Superintendencia con a lo menos quince días de anticipación al
vencimiento, explicando las razones del retraso. Lo anterior no lo exime de perseverar
en la venta de los bienes, debiendo justificar su demora cada treinta días. En caso que
el retraso fuere imputable al Liquidador, la Superintendencia podrá hacer uso de sus
potestades sancionadoras.

1055. Realización ordinaria del activo

El procedimiento ordinario para la realización de bienes está contemplado en los arts.


207 y siguientes de la ley. Básicamente el liquidador debe proceder a este tipo de
realización, ateniéndose a los acuerdos de la junta de acreedores, salvo del caso de las
realizaciones impostergables contempladas en el artículo 212. En este caso, el
Liquidador podrá realizar en cualquier momento, al martillo o en venta directa, los bienes
muebles del Deudor que considere que estén expuestos a próximo deterioro o
desvalorización inminente o exijan una conservación dispendiosa. En la Junta
inmediatamente posterior, el Liquidador deberá informar a los acreedores sobre los
bienes realizados, su forma de enajenación y los recursos obtenidos de ella. Si no
hubiere Juntas posteriores, cumplirá informando en tal sentido a la Superintendencia y
consignándolo en las cuentas provisorias que deba rendir.

En silencio de los acreedores dentro de los sesenta días contados desde la fecha de
la Junta Constitutiva o desde la notificación del acta de incautación del activo
correspondiente en caso que ésta se practicare con posterioridad, se enajenarán
necesariamente de acuerdo a las reglas de la realización sumaria o simplificada. El
Liquidador deberá dejar constancia de esta circunstancia en el expediente y, desde la
fecha en que el tribunal lo tenga presente, se contará el plazo para enajenar previsto en
la letra h) del artículo 204.

Los bienes del deudor podrán realizarse mediante:


1) La venta al martillo de bienes muebles e inmuebles, ante un martillero concursal.

2) La venta por medio de remate en bolsa de valores si se trata de valores mobiliarios


con presencia bursátil.

3) Otra forma distinta de realización de bienes, incluyendo entre ellas la venta como
unidad económica establecida en el artículo 217 y las ofertas de compra directa
previstas en el Párrafo 4 de este Título.

1056. La oferta de compra directa (arts. 222 y siguientes)

Las ofertas de compra directa que se formulen deberán dirigirse por escrito al
Liquidador, quien las expondrá a los acreedores en la Junta de Acreedores
inmediatamente siguiente.

La aceptación por parte de la Junta de Acreedores de una oferta de compra directa


requerirá de Quórum Especial.

A diferencia de las normas del Libro IV del Código de Comercio, para este tipo de
realización ya no se requiere contar con el consentimiento del deudor (fallido), que
muchas veces era utilizado como un medio de presión para obtener determinados
acuerdos por parte de los acreedores.

1057. Realización de activos como unidad económica

La Junta de Acreedores podrá acordar vender un conjunto de bienes bajo la


modalidad de venta como unidad económica, la cual no calificará como venta de
establecimiento comercial. Esta modalidad se regirá por las siguientes reglas:

1) El acuerdo deberá incluir los bienes sujetos a la venta, cualquiera sea su


naturaleza. En el evento de que se enajenare un conjunto de bienes ubicados en un
bien raíz que no sea de propiedad del Deudor, se incluirán en la venta los derechos que
en dicho inmueble le correspondan, cualquiera sea el tenor de la convención o la
naturaleza de los hechos en que se funda la posesión, uso o mera tenencia del
inmueble.

2) Asimismo, el acuerdo deberá señalar el precio mínimo de la venta del conjunto de


bienes, forma de pago y garantías, sin perjuicio de las demás modalidades y condiciones
de la enajenación que se puedan acordar.

Acordada la enajenación como unidad económica, se suspende el derecho de los


acreedores hipotecarios, prendarios y retencionarios para iniciar o proseguir en forma
separada las acciones dirigidas a obtener la realización de los bienes que garantizan
sus respectivos créditos y que se encuentren comprendidos dentro de la unidad
económica. La aprobación de las bases se entenderá como suficiente autorización para
los efectos contemplados en los números 3 y 4 del artículo 1464 del Código Civil.

En cuanto a la determinación del monto de realización de los bienes hipotecados,


prendados o retenidos, la ley establece que, cuando en el conjunto de bienes hubiere
activos afectos a hipoteca, prenda o retención, la Junta de Acreedores podrá acordar
que se indique específicamente en las bases la parte del precio de venta de la unidad
económica que corresponderá a cada activo en garantía, tanto respecto del precio
mínimo como de un eventual sobreprecio en caso de remate, para el solo efecto de que
dichos acreedores puedan hacer valer los derechos que procedan de acuerdo a esta
ley. La parte del precio asignada al bien gravado con hipoteca, prenda o retenido no
podrá ser inferior al Avalúo Fiscal o a la valorización que efectúe el Liquidador del bien
gravado con prenda, salvo aceptación expresa del acreedor hipotecario, prendario o
retencionario.

Los acreedores hipotecarios, prendarios o retencionarios que hubieren votado en


contra de la valoración asignada por la Junta de Acreedores podrán solicitar al tribunal
su rectificación, dentro de tercero día desde la adopción del respectivo acuerdo. En tal
caso, el acreedor hipotecario, prendario o retencionario podrá acompañar siempre un
informe pericial de tasación del respectivo bien, el cual tendrá presente el tribunal para
la determinación final del valor.

En virtud de lo anterior, el tribunal citará a una audiencia verbal, que se celebrará a


más tardar al quinto día con las partes que asistan. La citación a audiencia se notificará
por el Estado Diario. El tribunal resolverá las objeciones deducidas en la audiencia y
contra esa resolución sólo podrá deducirse reposición verbal, la que deberá ser resuelta
en la misma oportunidad.

La tramitación de la rectificación solicitada no suspenderá la ejecución del acuerdo


adoptado por la Junta de Acreedores.

1058. Liquidación del pasivo. Su determinación

La liquidación es un procedimiento ejecutivo universal que persigue la realización de


los bienes que componen el activo del deudor, conforme a las normas que ya hemos
señalado, con la finalidad de pagar el pasivo, es decir, las deudas del deudor, en la
forma y condiciones que señala la ley, y las normas sobre prelación de créditos que
contempla el Código Civil.

Es por ello que, para poder liquidar el pasivo, es preciso previamente determinarlo,
vale decir, determinar quiénes son los acreedores del deudor, la naturaleza y el monto
de sus créditos, y sus preferencias o privilegios, si los tienen.

La determinación del pasivo de los procesos de liquidación se hace mediante el


procedimiento de verificación de créditos, al cual todos los acreedores deben someterse
para alcanzar la calidad de acreedores reconocidos, que les dará derecho a recibir los
pagos, administrativos o regulares, y percibir los dividendos que el síndico reparta.

1059. Normas generales sobre el procedimiento de verificación de créditos

La verificación de créditos es la solicitud escrita que presenta un acreedor ante el


Tribunal, para ser reconocido como tal en el pasivo de la liquidación, para poder así
tener derecho a los repartos de dividendos que correspondan según la naturaleza y
eventuales privilegios o preferencias que su crédito tenga.

La solicitud de verificación constituye un escrito judicial que tiene que cumplir con los
siguientes requisitos:

a) individualización completa del acreedor y de la personería de quien comparece a


su nombre, en su caso;

b) una relación sobre el origen del crédito y en consecuencia sobre la calidad de


acreedor que se alega;
c) indicación del monto del crédito, incluyendo capital, reajustes e intereses;

d) alegación de la correspondiente preferencia, si el crédito la tiene; y

e) patrocinio y poder a un abogado.

1060. Verificación ordinaria de créditos

Los acreedores tendrán un plazo de treinta días contado desde la notificación de la


Resolución de Liquidación para verificar sus créditos y alegar su preferencia ante el
tribunal que conoce del procedimiento, acompañando los títulos justificativos del crédito
e indicando una dirección válida de correo electrónico para recibir las notificaciones que
fueren pertinentes.

Vencido este plazo, se entenderá de pleno derecho cerrado el período ordinario de


verificación de créditos, sin necesidad de resolución ni notificación alguna. Sin perjuicio
de lo anterior, dentro de los dos días siguientes de vencido el plazo señalado, el
Liquidador publicará este cierre en el Boletín Concursal, junto con el listado de todos los
créditos verificados con sus montos y preferencias alegadas.

1061. Verificaciones extraordinarias

Los acreedores que no hayan verificado sus créditos en el período ordinario, podrán
hacerlo mientras no esté firme y ejecutoriada la Cuenta Final de Administración del
Liquidador, para ser considerados sólo en los repartos futuros, y deberán aceptar todo
lo obrado con anterioridad.

Los créditos verificados extraordinariamente podrán ser objetados o impugnados en


conformidad al procedimiento establecido en los artículos 174 y 175, dentro del plazo
de diez días contado desde la notificación de su verificación en el Boletín Concursal.

1062. La objeción de créditos

Los acreedores, el Liquidador y el Deudor tendrán un plazo de diez días contado


desde el vencimiento del período ordinario de verificación para deducir objeción fundada
sobre la existencia, montos o preferencias de los créditos que se hayan presentado a
verificación.

Las objeciones señaladas anteriormente se presentarán ante el tribunal que conoce


del procedimiento. Expirado el plazo de diez días sin que se formulen objeciones, los
créditos no objetados quedarán reconocidos. Asimismo, vencido dicho plazo, y dentro
de los tres días siguientes, el Liquidador publicará en el Boletín Concursal todas las
objeciones presentadas, confeccionará la nómina de los créditos reconocidos, la
acompañará al expediente y la publicará en el Boletín Concursal.

Si se formulan objeciones, el Liquidador arbitrará las medidas necesarias para que se


obtenga el debido ajuste entre los acreedores o entre éstos y el Deudor, y se subsanen
las objeciones. Si no se subsanan las objeciones deducidas, los créditos objeto de
dichas objeciones se considerarán impugnados y el Liquidador los acumulará y emitirá
un informe acerca de si existen o no fundamentos plausibles para ser considerados por
el tribunal.
El Liquidador acompañará la nómina de créditos impugnados conjuntamente con su
informe al tribunal y la publicará en el Boletín Concursal, dentro de los diez días
siguientes a la expiración del plazo previsto para objetar.

Agregada al expediente la nómina de créditos impugnados con el informe del


Liquidador, el tribunal citará a una audiencia única y verbal para el fallo de las
respectivas impugnaciones, dentro de décimo día contado desde la notificación de la
resolución que tiene por acompañada la nómina de créditos impugnados. A dicha
audiencia podrán concurrir los impugnantes, el Deudor, el Liquidador y los acreedores
impugnados en su caso.

El tribunal competente podrá, por una sola vez, suspender y continuar la referida
audiencia con posterioridad.

La resolución que falle las impugnaciones ordenará la incorporación o modificación


de los créditos en la nómina de créditos reconocidos, cuando corresponda. La referida
nómina de créditos reconocidos modificada deberá publicarse en el Boletín Concursal
dentro los dos días siguientes a la fecha en que se dicte la resolución señalada.

El impugnante vencido, salvo que se trate del liquidador, será condenado en costas a
beneficio del acreedor impugnado, a menos que el tribunal considere que ha tenido
motivos plausibles para litigar. Las costas que se determinen serán equivalentes al diez
por ciento del crédito impugnado y no podrán exceder de 500 unidades de fomento.

La resolución que se pronuncie sobre las impugnaciones será apelable en el sólo


efecto devolutivo, gozando de preferencia para su inclusión a la tabla y para su vista y
fallo.

El liquidador deberá perseguir judicialmente el pago de las costas y multas a beneficio


de la masa, pudiendo, al efecto, descontarlas administrativamente de cualquier reparto
que deba practicar al acreedor obligado a su pago.

1063. Resolución de término (arts. 254 y siguientes)

La resolución de término tiene por objeto poner término al procedimiento concursal de


liquidación, mediante un acto preciso. Esta resolución la puede requerir algún acreedor,
la Superintendencia de Insolvencia y Reemprendimiento o bien ser dictada de oficio por
el Tribunal.

El principal efecto de esta resolución es que, una vez que se encuentre ejecutoriada,
extingue los saldos insolutos de las obligaciones anteriores al inicio del Procedimiento
de Liquidación.

Esta resolución es apelable en el solo efecto devolutivo.


Capítulo LXXII Procedimiento concursal de liquidación de la
persona deudora
1064. Generalidades

La liquidación es un procedimiento judicial de liquidación apto para una persona


natural, que resulta menos oneroso y más expedito, y tiene por objetivo liquidar los
activos de un deudor para propender al pago de sus acreedores.

1065. Liquidación voluntaria (arts. 273 y siguientes)

La Persona Deudora podrá solicitar ante el tribunal competente su liquidación


voluntaria, para lo cual deberá acompañar antecedentes que acrediten:

1. Relación de los bienes del deudor, el lugar en que se encuentren y los gravámenes
que les afecten.

2. Bienes legalmente excluidos de la liquidación.

3. Juicios pendientes.

4. Estado de deudas, con nombre, domicilio y datos de contacto de los acreedores,


así como la naturaleza de sus créditos.

1066. Liquidación forzosa (arts. 282 y siguientes)

Asimismo, cualquier acreedor podrá solicitar, ante el Tribunal competente, que se


declare la liquidación del deudor, en tanto acredite la existencia de 2 o más títulos
ejecutivos vencidos, provenientes de obligaciones diversas, encontrándose iniciadas a
lo menos 2 ejecuciones, y en los que no se hubiere presentado dentro de los 4 días
siguientes al respectivo requerimiento, bienes suficientes para responder a la prestación
que adeude y a sus costas.

1067. Procedimiento

La tramitación es similar al procedimiento concursal de liquidación de empresas, con


ciertas características propias que lo hacen más expedito:

1. La enajenación del activo es siempre de conformidad al procedimiento de


realización simplificada o sumaria

2. Considera un plazo total para la enajenación de activos de 4 meses contados desde


la Junta Constitutiva de Acreedores.

3. Contempla la celebración de sólo una junta de acreedores (salvo acuerdo en


contrario)

4. La incautación del sueldo del deudor pueda efectuarse sólo hasta 3 meses después
de declarada la liquidación.

La resolución que declare terminado el procedimiento concursal de liquidación de la


persona deudora, produce la extinción legal de los saldos insolutos de las obligaciones
contraídas por el Deudor con anterioridad al inicio del procedimiento, en tal caso la
persona deudora se entenderá rehabilitada para todos los efectos legales.

En contra de la resolución que declara terminado el procedimiento concursal de


liquidación, procederá el recurso de apelación en el sólo efecto devolutivo, conservando
en el intertanto el deudor la libre administración de sus bienes.
Capítulo LXXIII Las acciones revocatorias concursales

1068. Exposición general. Efectos retroactivos de la liquidación. Las acciones de


integración o recuperación de patrimonio

Uno de los propósitos fundamentales de la liquidación, consiste en que esta abarque


todos los bienes del fallido que legalmente están afectos a ella.

Sin embargo, cuando se declara la liquidación, el deudor puede encontrarse en


posesión de bienes de su dominio y de bienes de terceros, como también de bienes que
no están comprendidos legalmente en el concurso, como son, por ejemplo, los bienes
inembargables.

Estos bienes forman lo que se denomina "activo de hecho". Pero existe otro concepto,
"el activo de derecho del concurso", que es aquel que comprende todos los bienes que
deben ingresar al procedimiento concursal, excluyendo aquellos no afectos al mismo,
por pertenecer a terceros o por ser inembargables y agregando aquellos que,
perteneciendo o debiendo pertenecer al deudor, no se encuentran en poder de éste,
pero legalmente le corresponden a la masa por disposición de la ley.

Entonces, los bienes que pertenecen o deben pertenecer a la masa pueden


encontrarse en tres situaciones de hecho:

1. Bienes que pertenecen al deudor y que están al momento de la liquidación en su


poder:

El liquidador adquiere la posesión de estos bienes mediante el procedimiento de la


incautación, que consiste en la facultad del liquidador de tomar la posesión material de
los bienes del deudor y ponerlos en lugar seguro bajo inventario, aún con el auxilio de
fuerza pública, la cual debe facilitarse con la sola exhibición de copia autorizada de la
resolución de liquidación, sin necesidad de orden judicial.

2. Bienes que pertenecen al deudor, pero cuya tenencia la detenta un tercero:

Se trata de aquellos bienes cuyo dominio corresponde al deudor pero que se


encuentran en posesión material de un tercero sea a título precario, sin título legal, o a
virtud de actos ejecutados o contratos celebrados por el deudor con anterioridad a la
liquidación, tales como arrendamientos, comodatos, depósitos, consignaciones, etc.

Para la realización del activo del deudor, será preciso que estos bienes pasen
materialmente a manos del liquidador y éste, en virtud del desasimiento, representando
judicial y extrajudicialmente al deudor, y también de la masa de acreedores, está
facultado para intentar las acciones legales correspondientes, tendentes a recuperar la
posesión material de estos bienes para la masa, tales como interdictos posesorios,
acciones reivindicatorias, de comodato precario, de terminación de arriendo, desahucio,
etc.20.

3. Bienes que deben pertenecer al deudor pero que se encuentran fuera de su


patrimonio:
Aquí nos referimos a bienes de los que el deudor no sólo está privado de su tenencia,
sino que no es dueño de ellos, pero que legalmente le corresponden porque han salido
ilegítimamente de la esfera de su dominio.

En efecto, la ley se ha puesto en el caso de bienes que han salido del patrimonio del
deudor mediante actos jurídicos viciados de nulidad, afectados por lesión enorme,
transferidos por contratos resolubles o por causa de actos simulados.

Especialmente, puede tratarse de bienes que han salido del patrimonio del deudor
mediante actos directamente perjudiciales a los intereses de los acreedores, realizados
por el deudor a plena conciencia, con el objeto de sustraer dichos bienes del alcance de
los acreedores y usarlos en beneficio propio con posterioridad a una liquidación que se
avizora que sobrevendrá.

Las acciones judiciales que tienden a recuperar en beneficio de la masa estos últimos
bienes que han salido del patrimonio del deudor, son las que se denominan "de
integración o recuperación de patrimonio" a cuyo estudio nos avocaremos aquí.

Doctrinariamente, las acciones que tienen por objeto aumentar o reintegrar el


patrimonio del deudor se agrupan en dos clases: acciones indirectas, oblicuas o
subrogatorias y acciones revocatorias o paulianas.21

Las acciones subrogatorias, oblicuas o indirectas son aquellas que facultan a los
acreedores para ejercer en juicio los derechos que corresponden al deudor, con el objeto
de incrementar su patrimonio, las que, en ciertas legislaciones se confían a los
acreedores por la probabilidad de que el deudor insolvente no tenga interés en ejercer
derechos que incrementen su patrimonio pero en exclusivo beneficio de sus acreedores.

En virtud de este derecho de subrogación, los acreedores están facultados para


intentar, aún antes de declarada la liquidación, acciones de nulidad, reivindicación,
resolución, simulación o lesión enorme, y otras que correspondan a su deudor, con el
fin de incrementar el patrimonio de éste y poder satisfacer y/o garantizar en mejor forma
sus acreencias.

Por otra parte se otorga también a los acreedores las denominadas acciones
revocatorias o paulianas, que son aquellas que tienen por finalidad dejar sin efecto actos
que el deudor ha realizado expresamente en fraude o perjuicio de sus acreedores.

En nuestra legislación, como norma general, sólo existen las acciones revocatorias o
paulianas; las acciones subrogatorias u oblicuas, sólo se confieren en los casos
especialmente determinados por la ley y no como norma general.

Sólo en caso de liquidación, por la representación del fallido que detenta el liquidador,
éste puede, y más aún, se encuentra obligado, a intentar todas las acciones que
competan y que interesen a la masa. Es decir, sólo en el proceso de quiebra pueden
venir a intentarse las acciones que hemos llamado subrogatorias, aun cuando el
profesor Manuel Vargas Vargas, con razón expresa que en estos casos no hay una
acción subrogatoria propiamente tal, sino el ejercicio por el síndico de una mera
representación del fallido que le corresponde por ley.

Como no resulta frecuente que el liquidador ejerza las acciones subrogatorias, porque
generalmente se trata de acciones extremadamente complejas que requieren de tiempo
y paciencia, se echa de menos en nuestro país que en materia concursal se faculte a
los acreedores, aunque sea después de declarada la liquidación, para ejercer en forma
amplia las acciones oblicuas o subrogatorias que en forma tan generosa les conceden
otras legislaciones, como por ejemplo la francesa.

No estudiaremos las acciones subrogatorias, tanto porque no están reguladas


expresamente en la Ley de Quiebras como porque las acciones de nulidad, de
reivindicación, de resolución, de simulación o de lesión enorme, están todas
reglamentadas por el derecho privado común, que es el derecho civil.

1069. Las acciones revocatorias o paulianas. Exposición general

Ya hemos dicho que estas acciones tienen por objeto dejar sin efecto los actos o
contratos ejecutados por el deudor en fraude o perjuicio a sus acreedores y reintegrar a
la masa los bienes de los que éste fraudulentamente ha dispuesto o enajenado.

En efecto, cuando los deudores se encuentran en difícil situación pueden, actuando


de mala fe, realizar actos de disposición de sus bienes que no tienen otro fin que sustraer
parte de sus bienes a la quiebra inminente, en directo perjuicio de sus acreedores, tal
como donarlos o enajenarlos a bajo precio.

Este tipo de situaciones es tan antiguo como que desde la época del derecho romano
se vienen otorgando acciones a los acreedores para poner remedio a los perjuicios
derivados de este tipo de actos fraudulentos. Estas son las acciones denominadas
revocatorias o paulianas.

El régimen revocatorio vigente bajo la ley Nº 18.175 y el Libro IV del Código de


Comercio, fue objeto de permanentes críticas, las que originadas en diversos aspectos,
confluían en considerar inoperante la normativa y, en consecuencia, hacer ilusoria la
efectiva revocación de un acto o un contrato.

Concordante con lo señalado, en la ley Nº 20.720 si bien se establecen dos regímenes


diversos aplicables a los actos ejecutados y los contratos celebrados por la Empresa
Deudora y aquellos correspondientes a la persona Deudora, los requisitos y el ejercicio
de las acciones se simplifican como veremos en cada caso.

Adicionalmente, una importante modificación introduce la nueva normativa, toda vez


que las acciones revocatorias concursales son aplicables tanto respecto de los
Procedimientos Concursales de Reorganización como los de Liquidación. Recordemos
que tanto la ley Nº 18.175 como el Libro IV del Código de Comercio sólo permitían el
ejercicio de estas acciones dentro de los Procedimientos de Quiebra y no en relación
con los Convenios Judiciales.

1070. Actos ejecutados o contratos suscritos por empresas deudoras. Exposición

La ley en este caso optó por establecer un sistema basado en las denominadas
revocabilidad objetiva y revocabilidad subjetiva. Esta clasificación presenta similitudes
con el régimen revocatorio original de la ley Nº 18.175 que distinguía entre las llamadas
nulidades de derecho y nulidades facultativas.

071. Revocabilidad objetiva (art. 287)

Los acreedores podrán y el Veedor o el Liquidador, en su caso, deberán deducir


acción revocatoria concursal respecto de los siguientes actos ejecutados o contratos
celebrados por la Empresa Deudora dentro del año inmediatamente anterior al inicio de
estos procedimientos (Reorganización o Liquidación, respectivamente):
Son actos de revocación objetiva:

1) Todo pago anticipado, cualquiera fuere la forma en que haya tenido lugar. Se
entiende que la Empresa Deudora anticipa el pago también cuando descuenta efectos
de comercio o facturas a su cargo y cuando lo realiza renunciando al plazo estipulado
en su favor.

La razón por la cual el legislador ha sancionado estos actos con la revocabilidad,


radica en que, si bien el pago hecho por un deudor a un acreedor es un acto lícito, es
perjudicial a la masa que se efectúe anticipadamente, puesto que de esa forma el
deudor está vulnerando el principio de la par condictio creditorum, al favorecer a un
acreedor en desmedro de los demás, que habrán de cobrar "en moneda de quiebra".

2) Todo pago de deudas vencidas que no sea ejecutado en la forma estipulada en la


convención. La dación en pago de efectos de comercio equivale al pago en dinero.

La ley pone en duda el acto antinatural de que un deudor que está a punto de quebrar
dé en pago a su acreedor una cosa distinta que la debida, sospechando que dicha
acción se efectúa con la finalidad de favorecer a un acreedor, liberándolo de entrar al
concurso y ser pagado con moneda de quiebra, o bien, para hacerle una verdadera
liberalidad, pues en muchos casos la cosa entregada vale más que la suma debida.

3) Toda hipoteca, prenda o anticresis constituida sobre bienes del deudor para
asegurar obligaciones anteriormente contraídas.

En efecto, si una obligación ha nacido sin garantías, pero posteriormente el deudor


constituye a favor de su acreedor una garantía real que coloca a este último en una
situación privilegiada con respecto a los demás, la ley no puede aceptar esta situación,
porque atenta contra el principio de la igualdad jurídica de los acreedores, que preside
la quiebra.

La referencia a la anticresis es innecesaria, puesto que de acuerdo a lo dispuesto en


el art. 2441 del Código Civil, ella no otorga preferencia o derecho real alguno (fuera de
que se trata de una institución que en Chile está en desuso).

Por último, la revocabilidad establecida, solo se refiere a las hipotecas o prendas


constituidas por el propio deudor, puesto que aquellas que constituyan terceros para
caucionar deudas del fallido no perjudican a la masa.

Tratándose de cualquier acto o contrato celebrado a título gratuito y de los señalados


en los números precedentes que se hayan celebrado con Personas Relacionados a la
Empresa Deudora, aunque se proceda por interposición de un tercero, el plazo se
ampliará a 2 años.

En las demandas que se deduzcan, el juez deberá constatar si el acto ejecutado o el


contrato celebrado han tenido lugar dentro de los plazos señalados y si responden a
alguna de las descripciones previstas.

Habiéndose constatado la concurrencia de los requisitos anteriores, el tribunal dictará


sentencia acogiendo la acción revocatoria concursal interpuesta, salvo que el Deudor o
el tercero contratante acrediten que el acto ejecutado o el contrato celebrado no
produjeron perjuicio a la masa de acreedores. Esta última parte de la norma entrega un
elemento de innegable importancia práctica, desde un doble punto de vista:
— Si efectivamente el acto no produjo un perjuicio real a la masa de acreedores, no
se acogerá la acción aun cuando concurran los requisitos objetivos (plazo y acto o
contrato descrito por la norma).

— No todos los actos descritos en el artículo 287 conllevan en sí un carácter per


se civilmente ilícito, por lo que el perjuicio si bien se presume, puede acreditarse su no
concurrencia.

1072. Revocabilidad subjetiva (art. 288)

Serán también revocables todos aquellos actos ejecutados o contratos celebrados por
la Empresa Deudora con cualquier persona, dentro de los dos años inmediatamente
anteriores al inicio del Procedimiento Concursal de Reorganización o de Liquidación,
siempre que se acredite en juicio la concurrencia de los siguientes requisitos:

1) Conocimiento del contratante del mal estado de los negocios de la Empresa


Deudora, y

2) Que el acto o contrato cause un perjuicio a la masa o altere la posición de igualdad


que deben tener los acreedores en el concurso.

Se entiende que existe perjuicio cuando las estipulaciones contenidas en el acto o


contrato se alejen de las condiciones y precios que normalmente prevalezcan en el
mercado para operaciones similares a la época del acto o contrato. Tratándose de la
venta o permuta de activos, sólo se considerarán como ingresos los montos
efectivamente percibidos por la Empresa Deudora producto de la transacción a la fecha
de la interposición de la acción de revocabilidad o el valor que el tribunal asigne respecto
de los bienes dados en permuta.

1073. Revocación de las reformas a pactos estatutarios (art. 289)

Las reformas a los pactos o estatutos sociales que se realicen dentro de los seis
meses inmediatamente anteriores al inicio del Procedimiento Concursal respectivo
podrán ser revocadas si importaren la disminución del patrimonio del Deudor.

Por su parte, si las reformas importan una disminución del patrimonio de las filiales y
coligadas de la Empresa Deudora, cuando éstas actúen como fiadoras o codeudoras
solidarias del Deudor, le serán inoponibles a quienes hubieren contratado con la
Empresa Deudora con anterioridad a dichas reformas.

La incorporación expresa de esta situación sin lugar a dudas presenta una importante
ventaja para los acreedores, ya que resultaba muy difícil si no derechamente imposible
pretender revocar o hacer inoponible una reforma estatutaria bajo el antiguo régimen
revocatorio concursal.

1074. Revocatorias respecto de la persona deudora (art. 290)

Los acreedores podrán deducir acción revocatoria concursal, respecto de los


siguientes actos ejecutados o contratos celebrados por la Persona Deudora dentro del
año inmediatamente anterior al inicio de estos procedimientos.

Son actos revocables de la persona deudora los siguientes:


1) Todo pago anticipado, cualquiera fuere la forma en que haya tenido lugar.

2) Todo pago de deudas vencidas que no sea ejecutado en la forma estipulada en la


convención. La dación en pago de efectos de comercio equivale a pago en dinero.

3) Toda hipoteca, prenda o anticresis constituida sobre bienes del deudor para
asegurar obligaciones anteriormente contraídas.

Tratándose de cualquier acto o contrato celebrado a título gratuito y de los señalados


en los números precedentes que se hayan celebrado con Personas Relacionadas a la
Persona Deudora, aunque se proceda por interposición de un tercero, el plazo se
ampliará a 2 años.

Actuación jurisdiccional

En las demandas que se deduzcan, el juez deberá constatar si el acto ejecutado o el


contrato celebrado han tenido lugar dentro de los plazos señalados y si responden a
alguna de las descripciones previstas.

Habiéndose constatado la concurrencia de los requisitos anteriores, el tribunal dictará


sentencia acogiendo la acción revocatoria concursal interpuesta, salvo que el Deudor o
el tercero contratante acrediten que el acto ejecutado o el contrato ceIebrado no
produjeron perjuicio a la masa de acreedores.

Todo lo anterior, sin perjuicio de los recursos que procedan.

Tratándose de otros actos ejecutados o de contratos celebrados a título oneroso, con


anterioridad al inicio del Procedimiento Concursal respectivo, se estará a lo dispuesto
en el artículo 2468 del Código Civil, presumiéndose que la Persona Deudora conocía el
mal estado de sus negocios antes del inicio del Procedimiento Concursal respectivo.

1075. Disposiciones comunes a acciones revocatorias de empresas y personas


deudoras

Plazo y procedimiento (art. 291)

El plazo para la interposición de la acción es de un año contado desde la Resolución


de Reorganización, de Liquidación o de Admisibilidad, según corresponda, ante el
tribunal que conoce o debiera conocer de los referidos procesos.

Se tramitarán con arreglo al procedimiento sumario y se entablarán en el interés de la


masa y se deducirán en contra del Deudor y el contratante, si correspondiere. Para estos
efectos, el Deudor ejercerá su defensa en juicio, sin requerir la autorización o
representación del Liquidador o Veedor. Cuando fuere necesario asegurar las resultas
de las acciones revocatorias impetradas, el tribunal, de oficio o a petición de parte, podrá
decretar las medidas cautelares sobre los bienes que corresponda.

Sentencia de revocabilidad (art. 292)

La sentencia definitiva que acoja la demanda declarará la revocación solicitada y


ordenará la restitución y la práctica de las inscripciones y cancelaciones que fueren
pertinentes. Además, señalará en forma expresa el monto que el tribunal estime
correspondiente a la diferencia de valor entre el acto o contrato revocado y el valor que
considere prevaleciente en el mercado bajo similares condiciones a las existentes a la
época de dicho acto.

Efectos respecto del contratante

La parte condenada deberá restituir efectivamente la cosa a la masa y tendrá derecho


a la devolución de lo que hubiere pagado con ocasión del acto o contrato revocado,
debiendo verificar ese monto en el Procedimiento Concursal respectivo, quedando
pospuesto el pago hasta que se paguen íntegramente los créditos de los acreedores
valistas.

Con todo, el demandado, dentro del plazo de tres días contado desde la notificación
del cumplimiento incidental del fallo, podrá acogerse al beneficio de mantener la cosa
en su patrimonio previo pago de la diferencia del valor real del bien, debidamente
reajustada, incluyendo los intereses fijados por el juez, desde la fecha de celebración
del acto o contrato hasta la fecha del pago efectivo, una vez que la sentencia se
encuentre firme o ejecutoriada.

Efectos respecto de terceros

Sólo los afectará si conocían el mal estado de los negocios del Deudor al momento
de ejecutar el acto o celebrar el contrato respectivo.

Recurso contra la sentencia

Contra la sentencia definitiva sólo procederá el recurso de apelación, el que deberá


interponerse en el plazo de diez días contado desde la notificación del fallo. Dicho
recurso será concedido en ambos efectos y tendrá preferencia para su inclusión en la
tabla, su vista y fallo.

Costas y recompensa (art. 293)

Los acreedores que no sean Personas Relacionadas con el Deudor, que


individualmente entablen las acciones revocatorias concursales en bene¿cio de la masa
y obtengan la revocación de actos o contratos, tendrán derecho a que se les pague con
fondos de los Procedimientos Concursales de Reorganización o de Liquidación, todos
los gastos del respectivo juicio y los honorarios del abogado patrocinante, los cuales
gozaran de la preferencia del número 1 del artículo 2472 del Código Civil.

Además, el acreedor demandante tendrá derecho a que la sentencia definitiva le


reconozca una recompensa de hasta un 10% del beneficio que le reporte esta acción al
patrimonio del Deudor o a la masa.

Dicha recompensa no podrá exceder al monto de su crédito veri¿cado o reconocido.

No tendrá derecho a recompensa el acreedor que hubiere adquirido su acreencia con


posterioridad al inicio del Procedimiento Concursal respectivo.
Capítulo LXXIV Delitos concursales

1076. Generalidades

La antigua legislación concursal, contemplaba la existencia de dos figuras penales en


materia de quiebras: 1) quiebra culpable, y 2) quiebra fraudulenta.

El método de imputación objetiva de los delitos utilizaba el antiguo sistema de


presunciones, las cuales se encontraban contempladas en los artículos 219 y 220 del
Libro IV del Código de Comercio. Sin embargo, este obsoleto sistema de presunciones
no tan solo se contemplaba respecto de los autores de estos delitos, sino que además
respectos de los cómplices, lo cual se encontraba consagrado en el artículo 221 del
referido cuerpo legal.

Ciertamente que este sistema de imputación de delitos distaba mucho del actual
sistema procesal penal acusatorio chileno, en donde la imputación de cualquier delito
parte de la premisa básica de la presunción de inocencia. Lo anterior no es baladí, pues
resultaba abiertamente contradictorio que tratándose de delitos concursales, el
imputado se viera privado de este derecho constitucional, es decir, de que se presumiera
su inocencia mientras no se acreditare por el ente persecutor su culpabilidad. Esto
generaba que el acusador ya no era quien debía destruir esta regla de certeza respecto
de la inocencia, sino que invertía los roles, y por consiguiente, debía ser el imputado
quien acreditara su inocencia.

Por otro lado, existía una penalización excesiva de conductas que siendo,
eventualmente culposas, eran irrisorias, como por ejemplo, pagos después de la fecha
de cesación de pagos, no pedir la quiebra dentro de del plazo contemplado en el artículo
41, perder fuertes sumas en el juego, excederse en los gastos personales, entre otras;
y asimismo, existían altas penas asignadas.

La nueva Ley, específicamente el artículo 345, modificó el Título IX del Libro Segundo,
del Párrafo 7 denominado antes "De las defraudaciones", y le asignó la denominación
"De los delitos concursales y de las defraudaciones", incorporando los artículos 463,
463 bis, 463 ter, 463 quáter, 464, 464 bis, 464 ter, 465 y 465 bis.

Asimismo, se crearon nuevos tipos de insolvencia punible o vinculados a procesos de


reorganización de Compañías, dados por 1) hechos provocativos de insolvencia o
hechos que la agravan; 2) Conductas de peligro; y 3) Distracciones de activos, y se
determina con claridad la responsabilidad penal de los administradores en General de
Compañías; Veedores y Liquidadores.

La persecución penal de los delitos sólo podrá iniciarse previa instancia particular del
veedor o liquidador del proceso concursal respectivo; de cualquier acreedor que haya
verificado su crédito si se tratare de un procedimiento concursal de liquidación, lo que
se acreditará con copia autorizada del respectivo escrito y su proveído; o en el caso de
un procedimiento concursal de reorganización, de todo acreedor a quien le afecte el
acuerdo de reorganización de conformidad a lo establecido en el artículo 66 del Capítulo
III de la ley.

Cuando se tratare de delitos cometidos por veedores o liquidadores, la


Superintendencia de Insolvencia y Reemprendimiento deberá denunciarlos si alguno de
los funcionarios de su dependencia toma conocimiento de aquéllos en el ejercicio de
sus funciones. Además, podrá interponer querella criminal, entendiéndose, para este
efecto, cumplidos los requisitos que establece el inciso tercero del artículo 111 del
Código Procesal Penal.

El Tribunal que conocerá de estos delitos será aquel con competencia en lo criminal
del domicilio del deudor.

En materia de acuerdos reparatorios, estos deberán ser aprobados previamente por


la junta de acreedores respectiva y las prestaciones que deriven de ellos beneficiarán a
todos los acreedores, a prorrata de sus respectivos créditos, sin distinguir para ello la
clase o categoría de los mismos.

1077. Principios de los procesos concursales que inciden en el ámbito penal

1. Principio de la subrogación real

Este persigue la intangibilidad del patrimonio, y por consiguiente, la subrogación real


en las cuentas del patrimonio siempre debe operar.

Vemos una protección de este principio, en la penalización que realizó el legislador


en la ejecución de actos o celebración de contratos que disminuyan el activo o aumenten
el pasivo patrimonial, sin otra justificación económica o jurídica que la de perjudicar a
sus acreedores: (nuevo art. 463 del Código Penal)

2. Derecho de prenda o garantía general

El artículo 463 bis del Código Penal, sanciona con penas que van desde el presidio
menor en su grado medio a presidio mayor en su grado mínimo a aquellos que: 1) Dentro
de los dos años anteriores a la resolución de reorganización o liquidación, ocultaren total
o parcialmente sus bienes o sus haberes; 2) Después de la resolución de liquidación
percibieren y aplicaren a sus propios usos o de terceros, bienes que deban ser objeto
del procedimiento concursal de liquidación; y 3) Después de la resolución de liquidación,
realizaren actos de disposición de bienes de su patrimonio, reales o simulados, o si
constituyeren prenda, hipoteca u otro gravamen sobre los mismos.

3. Derecho a la información fidedigna en los procesos concursales: (Nuevo art. 463 ter
del Código Penal)

Este derecho se protege penalizando al deudor que proporcionare al veedor o


liquidador, en su caso, o a sus acreedores, información o antecedentes falsos o
incompletos, en términos que no reflejen la verdadera situación de su activo o pasivo; o
bien si no hubiese llevado o conservado los libros de contabilidad y sus respaldos
exigidos por la ley que deben ser puestos a disposición del liquidador una vez dictada
la resolución de liquidación, o si hubiese ocultado, inutilizado, destruido o falseado en
términos que no reflejen la situación verdadera de su activo y pasivo.

4. Principio de probidad y correcta


ejecución de las labores de los agentes concursales

Los artículos 464 y 464 bis del Código Penal, sanciona a los Liquidadores o Veedores
que se apropiaren de bienes del deudor que deban ser objeto de un procedimiento
concursal de reorganización o liquidación; Defraudaren a los acreedores, alterando en
sus cuentas de administración los valores obtenidos en el procedimiento concursal de
reorganización o liquidación, suponiendo gastos o exagerando los que hubiere hecho;
Proporcionaren ventajas indebidas a un acreedor, al deudor o a un tercero; y la
aplicación de bienes de la masa a sus propios usos o de terceros.

5. Principio de la par condictio creditorum


(nuevo art. 465 del Código Penal)

Uno de los principios formativos de los procesos concursales es la par condictio


creditorum, lo cual también podemos ver reflejado en materia penal en nuestra
legislación, principalmente en lo que se refiere a acuerdos reparatorios, por cuanto el
producto del acuerdo debe beneficiar a todos los acreedores y no solo a quien entabla
la acción; y este debe, necesariamente, ser aprobado previamente por la Junta de
Acreedores
Capítulo LXXV Insolvencia transfronteriza

1078. Exposición general

Hasta antes de la entrada en vigencia de la ley Nº 20.720, esta materia no tenía una
regulación especial, por lo que se aplicaban las normas del Derecho Internacional
Privado (Código de Bustamante), lo que implicaba una serie de dificultades jurídicas y
prácticas que desincentivaban su utilización.

Por ello, la nueva normativa concursal adopta la Ley Modelo de Insolvencia


Transfronteriza de la Comisión de las Naciones Unidas para el Derecho Mercantil
Internacional. Las grandes ventajas de este sistema, entre otras, consisten en que no
se requieren exhortos internacionales ni trámite de exequátur y se regulan la mayoría
de las materias que inciden en el procedimiento.

El procedimiento de insolvencia transfronterizo es aquel en que el deudor tiene bienes


en más de un Estado, o bien, algunos de los acreedores del deudor no se encuentran
en el Estado donde se está tramitando el procedimiento de insolvencia.

La finalidad de la regulación de este tipo de procesos es admitir una coordinación y


cooperación tanto judicial como administrativa entre los tribunales y órganos que
intervienen en un procedimiento de insolvencia que adquiera la calidad de
transfronterizo, por cuanto permitirá mayor seguridad en el comercio y las inversiones
internacionales, protegiendo los intereses de la totalidad de los acreedores y de los
demás interesados, inclusive del deudor.

Conforme lo señala el artículo 300 de la nueva ley, este procedimiento solo tendrá
aplicación práctica, en los siguientes casos:

1) Un tribunal o representante extranjero solicita asistencia a los tribunales u otros


organismos chilenos involucrados en los procedimientos concursales (Superintendencia
de Insolvencia y Reemprendimiento);

2) Cuando se solicite asistencia en un Estado extranjero en relación a un


procedimiento concursal que se esté tramitando con arreglo al proyecto de Ley de
Reorganización y Liquidación de Activos de Empresas y Personas u otras normas
especiales relativas a la insolvencia;

3) Cuando se estén tramitando simultáneamente y respecto de un mismo deudor


procedimientos concursales en Chile y el extranjero; y

4) Cuando algún acreedor u otros interesados extranjeros soliciten la apertura de un


procedimiento concursal en Chile con arreglo al proyecto de ley.

Las funciones relativas al reconocimiento de procedimientos concursales extranjeros


serán ejercidas por los tribunales ordinarios de justicia, los tribunales arbitrales cuando
les correspondiere intervenir y por la Superintendencia cuando se hubiese iniciado un
Procedimiento Concursal de Renegociación de la Persona Deudora, y en materia de
cooperación con tribunales extranjeros serán ejercidas además por los administradores
concursales cuando así les fuere requerido por la Superintendencia.

Pues bien, el sistema de insolvencia transfronteriza establece una igualdad de


derechos tanto para los acreedores chilenos como para los extranjeros, quienes se
sujetarán al orden de prelación de créditos contenido en el Código Civil. Por otro lado,
respecto a los pagos en procedimientos paralelos, se establece que respecto del
acreedor que haya percibido un pago parcial en un procedimiento llevado en un Estado
extranjero no podrá percibir un nuevo pago por ese mismo crédito en un procedimiento
concursal chileno tratándose del mismo deudor, mientras los demás acreedores de su
misma categoría reciban su pago. Ambas cuestiones dejan de manifiesto el interés del
legislador por proteger la igualdad de los acreedores

Por otro lado, la Superintendencia de Insolvencia y Reemprendimiento adquiere un


rol preponderante en estos procesos, por cuanto será el órgano legitimado para actuar
con un Estado extranjero en representación de un procedimiento abierto en Chile, sin
perjuicio de la facultad de poder delegar esta legitimación en el administrador concursal
que esté conociendo del procedimiento en particular, correspondiéndole a este último la
responsabilidad consecuente en que pudiere incurrir en el ejercicio de sus funciones.

1079. Reconocimiento de procedimientos concursales extranjeros en Chile

El representante extranjero que haya sido nombrado como tal en un procedimiento


extranjero podrá solicitar, acreditando su calidad de tal, el reconocimiento de dicho
procedimiento frente a los tribunales chilenos competentes.

A partir del reconocimiento de un procedimiento extranjero, o incluso a partir de su


sola solicitud (dependiendo de la calidad del procedimiento), el tribunal competente
puede:

1. Adoptar medidas tendientes a suspender toda medida de ejecución contra el


deudor.

2. Encomendar al mismo representante u a otra persona designada por el tribunal, la


administración y la realización de todos o parte de los bienes.

El representante extranjero estará legitimado para entablar las acciones revocatorias


concursales reguladas en la ley.

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