La Palabra Verdadera
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Presentación
El título del artículo corresponde a una afirmación de Paulo Freire en su libro Pedagogía
del Oprimido (1970) y que sintetiza lo que fue su vida y obra: coherencia entre reflexión y
acción. En el contexto del homenaje que con este panel se le está rindiendo al padre de
las pedagogías críticas, esta intervención sintetiza algunas ideas que a mi juicio,
constituyen el aporte de Freire a las pedagogías criticas.
Para Freire la educación debe servir para que los educadores y educandos “aprendan a
leer la realidad para escribir su historia”. Ello supone comprender críticamente su mundo y
actuar para transformarlo en función de “inéditos viables”; en torno a dicha acción y
reflexión y a través del diálogo, los educandos y los educadores se constituyen en sujetos.
Con base en esta síntesis de sus planteamientos, desarrollaré las ideas básicas sobre
cada una de estas cuatro dimensiones referidas:
Para Freire la educación nunca es neutra. Toda práctica educativa es política, así como
la práctica política es educativa. Las prácticas educativas siempre son políticas porque
involucra valores, proyectos, utopías que reproducen, legitiman, cuestionan o transforman
las relaciones de poder prevalecientes en la sociedad; la educación nunca es neutral, está
a favor de la dominación o de la emancipación. Por ello, Freire distingue entre practicas
educativas conservadoras y prácticas educativas progresistas:
2
FREIRE Paulo (1983). El acto de leer y el proceso de liberación. Siglo XXI, México, pp. 51
3
La educación por sí misma no cambia el mundo, pero sin ella es imposible hacerlo. En
consecuencia, el educador progresista debe tener un compromiso ético político por la
construcción de un mundo más justo. El educador ve la historia como posibilidad; no debe
perder su capacidad de indignación, no puede ser indiferente ni neutral frente a las
injusticias, la opresión, la discriminación y la explotación; debe mantener y promover la
esperanza en la posibilidad de superación del orden injusto, de imaginarse utopías
realizables (“el inédito viable”).
Para Freire la educación tiene su razón de ser en el carácter inacabado de los seres
humanos. Hombres y mujeres somos seres inacabados que si lo reconocemos,
necesitamos de los demás para conocer y transformar el mundo a la vez que nos
construimos como sujetos. El reconocer ese sentido de carencia, de necesidad de los
otros para conocer, actuar y ser en el mundo, justifica la posibilidad de la educación, que
no puede ser otra cosa que comunicación y diálogo.
Ahora bien, para Freire no puede haber búsqueda sin esperanza. Perder la esperanza es
perder la posibilidad de constituirnos como sujetos, de transformar el mundo y por tanto
de conocerlo. Por ello, plantea una “pedagogía de la esperanza” que supere todo
fatalismo, conformismo y desilusión que el poder dominante quiere imponer a toda costa.
Frente al “no hay nada que hacer”, hay que anteponer el derecho a soñar que “otro
mundo es posible”, lema del Foro Social Mundial3:
3
FREIRE Paulo (2001). Pedagogía de la indignación. Morata, Madrid, pp.43
4
Por ello, la pedagogía critica debe contribuir a construir sueños, a reinventar utopías y a
sembrar esperanzas de cambio. Freire, desde su palabra y su práctica fue testimonio de
constructor creativo de ello y por eso logró incidir en miles de educadores desde la
década de los sesenta hasta la actualidad.
Para Freire, este pronunciamiento del mundo no es privilegio de algunos. Nadie puede
solo la palabra verdadera, ni decírsela a otros quitándoles su derecho a decirla.
Pronunciar la palabra desde una praxis liberadora implica un encuentro entre los hombres
mediados por el mundo que freire llama diálogo. Por eso, el diálogo es una existencia
existencial, pues no sólo solidariza la reflexión y la acción, sino que permite que los
sujetos ganen sentido como tales.
El diálogo, por tanto, es siempre creador; por un lado, de la realidad transformada; por el
otro, de los sujetos que se liberan transformándola. Exige humildad y confianza, dado que
“no hay ignorantes absolutos ni sabios absolutos: hay hombres que, en comunicación,
buscan ser más”5. Tampoco hay diálogo sin esperanza: ésta mueve la búsqueda de los
hombres y mujeres por cambiar el mundo y hacerse sujetos. Por tanto, si quienes
dialogan no esperan nada de su reflexión y de su acción, no puede haber diálogo.
En ese contexto, la educación popular (en adelante: EP) se fue configurando como una
corriente educativa y pedagógica que acompañaba el ascenso de dichas luchas y
4
Freire, Pablo. Pedagogía del oprimido. Siglo XXI, México 1970. Pag. 99
5
Ibidem. Pag 104
5
La identificación de estos rasgos comunes no significa que la EP haya sido una corriente
homogénea; como toda construcción histórica asumió matices y énfasis en cada contexto
nacional. Por ejemplo en Chile bajo la dictadura militar, la EP asumió como bandera el
restablecimiento de la democracia; en Bolivia y Perú asumió la bandera de las luchas
campesinas e indígenas. Así mismo, las particularidades históricas de cada contexto
llevaron a que la EP inspirara prácticas en alfabetización, educación en derechos
humanos, de género e intercultural. Así, la EP, más que un cuerpo doctrinal monolítico, es
un campo pedagógico y un movimiento cultural.
La refundamentación de la EP
Desde fines de los ochenta empezó a visibilizarse cierta insatisfacción con algunos de los
presupuestos y contenidos del discurso “fundacional” de la EP; los cambios en el
contexto político mundial y latinoamericana (caída del socialismo soviético, derrota del
sandinismo, transición de regímenes militares a gobiernos electos), así como el
6
Esta idea la he desarrollado en otros textos. Torres Alfonso (2000). “Ires y venires de la Educación popular
en América Latina”. En: La Piragua # 18 , CEAAL, México
6
A modo de síntesis, los principales desplazamientos que se dieron en la última década del
siglo XX en cada uno de los núcleos discursivos del discurso fundacional fueron:
Por otra parte, en el contexto de reformas educativas impulsadas por los nuevos
gobiernos democráticos, algunas ONG se especializaron en apoyo y asesoría a procesos
de innovación curricular y didáctico en las escuelas y a la capacitación de maestros en
ejercicio; otras a promover dicha democratización y la consecuente formación ciudadana,
a incidir en la definición de políticas educativas e incidir en la política pública. Incluso,
algunos educadores plantearon que en el nuevo contexto la educación popular no es
vigente y que propuestas, como la de la educación ciudadana eran más incluyentes.
Este entusiasmo en torno a los procesos de democratización en casi todos los países del
continente se ha venido resquebrajado frente a la evidencia de las crecientes
desigualdades e injusticias que ha traído la implantación generalizada del modelo
neoliberal. Transcurridas dos décadas de la aplicación de las políticas de ajuste, los
indicadores de desigualdad social se han disparado en todos los países, la pobreza, el
desempleo y la informalidad pasaron a ser los rasgos predominantes del mundo laboral.
Con lo dicho, es indudable que la EP tiene una nueva oportunidad histórica de contribuir
desde su acumulado pedagógico y político a que otro mundo sea posible, junto con los
viejos y nuevos sujetos de la resistencia y la construcción de alternativas.