El documento narra la historia del caballo de Troya, una estratagema utilizada por los griegos para entrar en la ciudad de Troya tras años de asedio. Ulises ideó construir un enorme caballo de madera y esconder soldados en su interior. Los troyanos, creyendo que los griegos se habían retirado, introdujeron el caballo en la ciudad, donde los soldados griegos pudieron abrir las puertas y permitir la entrada del ejército enemigo.
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El documento narra la historia del caballo de Troya, una estratagema utilizada por los griegos para entrar en la ciudad de Troya tras años de asedio. Ulises ideó construir un enorme caballo de madera y esconder soldados en su interior. Los troyanos, creyendo que los griegos se habían retirado, introdujeron el caballo en la ciudad, donde los soldados griegos pudieron abrir las puertas y permitir la entrada del ejército enemigo.
El documento narra la historia del caballo de Troya, una estratagema utilizada por los griegos para entrar en la ciudad de Troya tras años de asedio. Ulises ideó construir un enorme caballo de madera y esconder soldados en su interior. Los troyanos, creyendo que los griegos se habían retirado, introdujeron el caballo en la ciudad, donde los soldados griegos pudieron abrir las puertas y permitir la entrada del ejército enemigo.
El documento narra la historia del caballo de Troya, una estratagema utilizada por los griegos para entrar en la ciudad de Troya tras años de asedio. Ulises ideó construir un enorme caballo de madera y esconder soldados en su interior. Los troyanos, creyendo que los griegos se habían retirado, introdujeron el caballo en la ciudad, donde los soldados griegos pudieron abrir las puertas y permitir la entrada del ejército enemigo.
Published by Parramón Paidotribo, S.L., Badalona, Spain
ISBN Obra Completa: 84-7712-393-4
ISBN Tomo 8: 84-7712-401-9 ISBN Epub: 978-84-9910-348-8 Hace muchos años, vivió en un país llamado Grecia una princesa muy hermosa. Se llamaba Helena y todos los jóvenes del país habían soñado en casarse con ella. Pero el padre de la princesa hacía tiempo que había elegido al que había de ser el esposo de su hija: un joven príncipe del que la princesa Helena no estaba enamorada. —¿Para quién me acicalas tanto? —se lamentaba un día, dirigiéndose a la criada que la estaba peinando—. Mi padre ya ha elegido al que debe ser mi esposo.
Hace muchos años, vivió en un país llamado
Grecia una princesa muy hermosa, que se llamaba Helena. —¿Para quién me acicalas tanto? —le decía un día a la criada que la peinaba—. Mi padre ya ha elegido al que será mi esposo. Cuando la princesa Helena tuvo edad para contraer matrimonio, príncipes de todo el país y de países vecinos visitaron al padre para pedirle la mano de su hija. Pero queriendo evitar que la princesa se casase con otro que no fuera el que él había decidido, el padre les dijo a los demás pretendientes: —Debéis prometer que si alguno de vosotros se apodera de mi hija por la fuerza, los demás se unirán para rescatarla. Así lo prometieron todos, confiando en que ninguno intentaría raptar a la princesa.
Pero cuando la princesa Helena tuvo edad para
contraer matrimonio, príncipes de todo el país pidieron su mano. —Si alguno se apodera de mi hija, los demás se unirán para rescatarla —les hizo prometer el padre de la princesa. Pero uno de los pretendientes, un príncipe muy apuesto llamado Paris, logró entrar sin ser visto en los aposentos de la princesa. —Huid conmigo —le pidió a la princesa—; es tanto el amor que siento por vos, que no tengo la menor duda de que sabré haceros feliz. La princesa Helena se sintió también ganada por la gallardía del joven Paris. Y aquella noche, bordo de una pequeña embarcación, partieron hacia Troya, una ciudad de la que era rey el padre del apuesto príncipe.
Uno de los pretendientes, un príncipe muy
apuesto, llamado Paris, logró entrar en los aposentos de la princesa. Y aquella noche, Paris embarcó con la princesa rumbo a Troya, la ciudad de la que era rey el padre del apuesto príncipe. Cuando el padre de la princesa Helena descubrió que el príncipe Paris se había llevado a su hija, recordó a los demás pretendientes la promesa que le habían hecho. Todos los príncipes regresaron entonces a sus ciudades para preparar sus ejércitos. Y un día, llegaron soldados de todo el país, embarcaron en numerosas naves y pusieron rumbo a la ciudad de Troya.
Cuando el padre de la princesa Helena
descubrió la ausencia de su hija, recordó a los demás pretendientes su promesa. Todos los príncipes prepararon entonces sus ejércitos; y un día, numerosas naves pusieron rumbo a la ciudad de Troya. Lo primero que hicieron los soldados griegos, una vez hubieron desembarcado, fue instalar un campamento junto a la playa, porque no sabían el tiempo que podía durar el asedio de Troya. Después intentaron una y otra vez el asalto, para entrar en la ciudad. Pero fueron rechazados un día y otro por los soldados troyanos, que estaban bien protegidos tras las murallas.
No bien hubieron desembarcado, los soldados
griegos instalaron un campamento junto a la playa. Y luego intentaron el asalto de la ciudad de Troya; pero fueron rechazados un día y otro día por los soldados troyanos. Pasaron los años sin que los soldados griegos hubieran conseguido entrar en la ciudad de Troya. Un día, Ulises, uno de los jefes del ejército griego, ordenó a los soldados que talaran árboles en un bosque cercano. Sin sospechar lo que se proponía, pero confiando en la sensatez de Ulises, los soldados llevaron después los troncos a un lugar que no era visible desde la ciudad. —Hasta ahora, sus murallas han salvado a Troya —les dijo Ulises—. Pero construiremos un gran caballo que, sin necesidad de librar más combates, nos abrirá las puertas de la ciudad.
Pasaron los años. Un día, Ulises, uno de los jefes
del ejército griego, les dijo a sus hombres: —Construiremos un caballo de madera, que, sin necesidad de librar más combates, nos abrirá las puertas de la ciudad. Y así fue. Días después, habían construido un gigantesco caballo de madera. Ulises se ocultó entonces en el interior, acompañado por varios soldados que él mismo había elegido. Y durante la noche, los demás soldados arrastraron el caballo hasta un lugar donde pudiera ser visto por los centinelas en cuanto amaneciera. Después abandonaron el campamento y se embarcaron en las naves. Pero fue una travesía muy corta, porque fondearon detrás de un promontorio que impedía que las naves fueran vistas desde la ciudad.
Una vez construido el caballo de madera, Ulises
se ocultó en el interior, acompañado por varios soldados. Los demás soldados griegos embarcaron después en las naves; y las ocultaron detrás de un promontorio. Al día siguiente, los centinelas troyanos no daban crédito a sus ojos. El campamento griego estaba vacío, en el mar no había rastro de naves y sobre la playa se alzaba un enorme caballo de madera. Muy pronto, todos los troyanos estuvieron asomados a las murallas, sin poderse creer todavía que los griegos hubieran renunciado a entrar en la ciudad.
Al día siguiente, los soldados troyanos
contemplaban asombrados el enorme caballo de madera. No podían creer que los griegos se hubieran marchado, renunciando a entrar en su ciudad. El rey ordenó a los soldados que dieran una batida por el exterior de la muralla. Y cuando regresaron sin haber encontrado a ningún enemigo, bajaron todos a la playa para ver de cerca el caballo de madera. —¿Por qué se habrán tomado los griegos el trabajo de construir este gigantesco caballo, para dejarlo luego abandonado? —se preguntó el rey. —Deberíamos quemarlo —intervino su hijo, el príncipe Paris—. Estoy convencido de que se trata de una trampa.
El rey ordenó dar una batida, y cuando los
soldados regresaron sin encontrar a ningún enemigo, bajaron todos a la playa. —¿Por qué habrán construido los griegos este caballo, para dejarlo luego abandonado? —se preguntaba el rey. En aquel momento, dos soldados llevaron ante el rey a un soldado griego, que habían encontrado oculto detrás de unas rocas. —¿Dónde están los tuyos? —le preguntó el rey. —Embarcaron anoche de regreso a Grecia, porque comprendieron que era imposible entrar en vuestra ciudad. Y construyeron el caballo de madera para que los dioses les perdonaran por haber perdido la guerra. Yo preferí quedarme, para rogaros que me aceptéis a vuestro servicio. Pero —¿por qué construyeron el caballo tan grande? —insistió el rey. —¡Oh! —rió el soldado—. Para que no entrara por las puertas de vuestra ciudad. Es un caballo con poderes mágicos, y si lograrais meterlo en la ciudad, conquistaríais toda Grecia.
Poco después, detuvieron a un soldado griego; y
éste les explicó que el caballo era para honrar a los dioses. —Pero ¿por qué lo hicieron tan grande? — preguntó el rey. —¡Oh! Para que no entrara por las puertas de la ciudad. Aquel soldado se había quedado por deseo de Ulises, para acabar de engañar a los troyanos. Y se demostró que no había sido en vano, porque los soldados troyanos no tardaron en disponer en el suelo una larga hilera de troncos. Empujaron luego todos a una para subir el enorme caballo sobre los troncos y, con no pocos esfuerzos, lo arrastraron después con gruesas cuerdas hasta la ciudad. Pero aún tuvieron que derribar una parte de la muralla, porque el caballo no cabía por ninguna de las puertas.
No hizo falta más para que el rey de Troya
ordenara que se hiciera todo lo posible por introducir el caballo en la ciudad. Y lo lograron, no sin grandes esfuerzos, arrastrando el enorme caballo sobre gruesos troncos. Aquella noche, los troyanos celebraron una fiesta que duró hasta el amanecer. Cuando los soldados cayeron rendidos, se abrió una puerta en el vientre del caballo de madera y Ulises y sus compañeros descendieron por una cuerda hasta el suelo. Ulises se apresuró a subir a la parte más alta de la muralla y encendió una pequeña hoguera para avisar a las naves griegas que permanecían escondidas en el promontorio de la playa de que el engaño había dado resultado. Sus compañeros abrieron entretanto las puertas de la ciudad.
Satisfechos de su hazaña, los troyanos
celebraron una gran fiesta, que duró hasta el amanecer. Pero cuando los soldados dormían, Ulises y sus compañeros descendieron por una cuerda al suelo. —Vayamos ahora al palacio —les dijo Ulises a sus compañeros— y llevemos a la princesa Helena de regreso a nuestro país. Poco después, Ulises abordaba una de las naves, llevando a la princesa Helena en sus brazos. La flota griega se hizo entonces a la mar, dejando atrás la ciudad de Troya, cuyos habitantes habían caído en el gran engaño urdido por Ulises. Por ésta y por otras aventuras, Ulises llegó a gozar en su país de justa fama de astuto y de valiente.
Fue así como Ulises rescató a la princesa Helena
y abrió las puertas de la ciudad para que entraran los soldados griegos. Acabó así felizmente una de las muchas aventuras vividas por Ulises, que le dieron fama de astuto y valiente.