Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                

2° Parcial Grupos

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 7

Segundo parcial

Teoría y Técnica de Grupos II

2do. Cuatrimestre 2021

Comisión: 21

Profesor: Santiago Samara

Alumnos: Spicola Bruno

Holotiuk Camila

Maurín Rocío
1) En función de la presentación teórica 7 “Un común decir” (primera parte), se solicita
escribir un breve desarrollo que atienda los siguientes asuntos: ¿A qué se le llama un común
decir? ¿Qué proximidades se podrían pensar entre esa figura y la expresión “estados de
conversación como práctica de las declinaciones” propuesta planteada en la tercera entrega
del texto “¿El curso de la herida” (C. Rolón, 2020)? ¿Cuáles implicancias puede tener pensar
estados de conversación en relación con la situación clínica?

El habla de capital supone un decir común, la continua repetición de lo ya sabido, lo que no


debemos dejar de repetir, en dónde lo establecido se consolida fijándose en palabras que
consagran lo convenido; en cambio, el común decir supone enfrentarse a lo no sabido,
estallando, aconteciendo como estado de sorpresa en los hablantes. Un común decir se va
tensionando con la idea del decir propio, el decir unánime de la identidad del yo. Cuando se
habla del decir común se hace referencia a algo que pertenece y se manifiesta gracias al
poder que masivamente nos atraviesa y a su vez nos es transmitido por las hablas de capital.
Es necesario un “común decir” en donde se rompa con la idea de que “decirlo todo” es una
hazaña individual. En un común decir hay un ida y vuelta, acontece la frontera del otro y la
propia, se escucha lo que se tiene para decir, pero, se está expuesto a descontentos por algo
no sabido. La conversación que realmente es importante es la que sólo acontece si se
suspenden las relaciones de poder.

Existe una diferencia entre el habla personal (soliloquio, monólogo, hablas del Yo), que
gobierna nuestra vida cotidiana y el habla impersonal. En esta última no importa quien habla,
la conversación se suelta más allá del Yo, determinando el momento que conforma un común
decir. Es un abandonarse al decir que supone hablar sin precauciones, invita a romper con el
amurallamiento del Yo, el cual se establece para prevenir el daño. Esto implica una confianza
al decir, entregarse a expresar algo no planeado y confiar en el decir como lugar de lo no
sabido, una entrega a ello, entrando en contacto con lo imprevisto, una común sorpresa que
no se vive en aislamiento. Una común vulnerabilidad, un momento de impoder donde
admitimos que estamos frente a lo que no sabemos. Un habla conversacional que habla sola
habla más allá de quien lo dice. El común decir manifiesta la idea de que hay algo que
aconteció más allá de la voluntad de los hablantes, es escuchar qué se está diciendo cuando
hablamos, ni el “yo”, ni el “tú” ni el “nosotros”, sino el “se dice”, “se dijo”, es la potencia
impersonal de un común decir, como un acontecimiento de un decir que nos moviliza y nos
conmueve, aunque no nos pertenezca.
En relación con lo planteado podemos pensar cómo se ponen en juego el habla del capital y
el común decir en los estados de conversación. Dichos estados de conversación son
entendidos según Cintia Rolón en “El curso de la herida” parte tres cómo el “cuerpo gestante
de la escucha” construido en la clínica de las declinaciones. En el común decir se da cierta
inclinación hacia la expresión, a tener un espacio en el que poner en palabras aquello que está
trabado. Se da lugar a la declinación en la clínica: ese momento en el que existe la
posibilidad de un descentramiento de la palabra para correr y hacer sitio, habilitando una
disponibilidad, pensando los silencios como formas de enunciación, atendiendo a los
avasallamientos, a los monopolios de la palabra y a la disputa por el espacio del decir.
Tomando en cuenta las palabras de Rolón en el texto mencionado anteriormente: “No hay tal
pretendida audición previa y voluntariosa, sino que escuchar se juega su existencia en el
conversar. La práctica clínica de las declinaciones solicita una ética de la escucha que afine al
dar con las elipsis, las resonancias” (2020; pág. 3). Este fragmento da cuenta de lo primordial
y ético que resulta privilegiar la escucha de aquello que las sensibilidades suprimen en su
discurso. La declinación que aparece en la clínica se vincula con que las sensibilidades
puedan derribar las murallas de la arrogancia, las sorderas, dejando las certezas, entregándose
a lo desconocido y teniendo la oportunidad de un abanico de posibilidades.

Es necesario presentar el espacio de conversación como un espacio de disputa de la palabra,


tener en cuenta cómo la puesta en conversación también implica cómo se juegan las
relaciones de poder, la circulación de la palabra y las prácticas de las declinaciones, es decir,
la posibilidad de un descentramiento de la palabra para correr y hacer sitio, también cómo
funcionan los silencios como formas de enunciación y dónde está el límite a lo intolerable. Se
atiende al problema de las circulaciones de poder en situaciones de habla, de escucha, en la
disputa por el espacio del decir, las lesiones, a veces se trata de avasallamientos, de
monopolios de la palabra.

El drama de la clínica es diferenciarse de otras conversaciones y poder pensar cómo acontece


la conversación. Un común cuidado, una común vulnerabilidad implicaría romper con la
lógica del mercado. La clínica tiene que ser un espacio para dejar hablar, en tanto se creen las
condiciones para una conversación entre las sensibilidades, en correspondencia, de forma
singular y afectiva. En palabras de Percia:” Diálogos sin persuasión, conversaciones que
suspenden la interlocución” (2017, pág. 60). La práctica clínica tiene que ser un ejercicio de
atención y buen trato. Es necesaria una apreciación de aquello que se habla, incluso de lo no
sabido y que resta por indagar, dando lugar a lo inesperado. Empezar a hablar sin saber lo que
se va a decir es invitarse al tropiezo, confiar en lo no sabido y no vivir en la amenaza de
perder lo ya sabido, la incompletud invita a seguir pensando, a seguir hablando. Darse al
tiempo, a la demora, es algo que los hospitales piensan como una pérdida de tiempo ya que la
conversación está cronometrada y regida por la lógica del mercado y el dinero. La clínica
también tiene que ser un espacio de correspondencia, en el sentido de que la escucha no
necesariamente requiere de respuestas automáticas, sino de un entendimiento, de poder leer
en el otro lo que le pasa, incluso más allá de lo que diga o podría llegar a decir. En la clínica
se debe dar la posibilidad de una apertura y una espera a que algo acontezca. De esta forma,
apostamos a que algo va a suceder, va a encontrar su lugar a través de la palabra. Dejando a
un lado las palabras que son cautivas del consenso, creamos la posibilidad de confianza en las
mismas, ese estado de suspenso es la clínica misma. El suspenso nos invita a la imaginación.
La clínica es escucha, una escucha sensible, no juzgadora, no arrogante.

Consigna prácticos

¿Qué saberes dados por ciertos antes de la cursada se pusieron a temblar a lo largo de la
misma? ¿Qué consecuencias trae proponer determinadas alternativas al sentido común?

*Clínicas, estéticas, políticas, encierro.


A partir del contenido visto durante la cursada se abrió la posibilidad de ampliar, repensar
conceptos tales como el poder. Previo a la cursada, pensábamos a la concepción de poder
más bien desde una perspectiva política, como algo que unos tienen y otros no, y a partir de
la lectura de Barthes, entendemos que el mismo atraviesa todas las instancias y mecanismos
del intercambio social ya que el poder no está solo en el Estado, las clases y los grupos sino
también en las opiniones, informaciones, relaciones familiares, y hasta en los intentos de
contradecirlo.
En función de la nueva concepción del poder podemos pensar ahora al lenguaje como uno de
los objetos en que se inscribe el poder. El lenguaje es una legislación y la lengua es su
código. La lengua supone clasificación, y toda clasificación es opresiva.
Teniendo en cuenta que la lengua puede cumplir una función opresiva, la cursada invitó a
repensar conceptos como el de sujeto o personas optando por “sensibilidades” que desbordan
la individualidad. Percia aclara que: “La expresión sensibilidades evita encierros que se
consuman con los términos sujetos, personas, individuos, hombres, seres, humanidad” (2020,
pág. 10). No solo el encierro se evidencia en la estructura rígida que es el código de la
lengua, sino que también la misma civilización constituye un encierro al reproducir los
enunciados del sentido común, que se reflejan en la cotidianeidad de las obligaciones y
normativas que este implica. Como menciona Percia: “Se comienza a entrever que las
ciudades se configuran como encierros a cielo abierto” (2020, pág. 152).
La estética viene a romper con estos encierros, tiene una función cultural, histórica, trata de
que pensemos aquello que está en nosotros sin ser escuchado, sin ser visto, trata de iluminar
aquellas zonas sombrías de nosotros mismos. La costumbre hace que veamos sin ver, la
estética propone un espacio que invita a pensar y a sentir, haciendo visible lo visible,
moviendo aquello que estaba quieto. La idea de que lo estético puede estar en cualquier parte
y no solo en los museos, galerías de arte y demás lugares de institucionalización de la
producción estética debería trasladarse a la clínica, ya que esta podría devenir en cualquier
parte donde haya solicitud de hablar y un deseo por escuchar, no solo en espacios
disciplinados como consultorios o hospitales. Para Percia: “Clínicas acontecen, a veces, en
momentos y en lugares no previstos ni planeados” (2020, pág. 158)

En relación con la clínica, la cursada nos invitó a pensar que las políticas de salud tendrían
que ir más allá de solo solicitar resignación y paciencia a las sensibilidades excluidas de la
vida del capital. Con relación a esto y siguiendo a Rolón, una forma de abordar posiciones es
considerarlas como disponibilidad, pensando en la clínica esto no va en detrimento de otras
instancias, sino que es una disponibilidad a lo que sucede, lo que sale al encuentro, dejarse
afectar por lo que pasa, lo cual nos lleva a poner en cuestión nuestras referencias, se requieren
cuerpos deseantes que deseen implicarse, no se trata solo de cuáles cuerpos en situación están
afectados. En este sentido, las historias clínicas se ofrecen como unas pocas fijezas que
convienen a los diagnósticos, se reduce la clínica a formatos pautados y planificados, a
estereotipos de las entrevistas médicas o psicológicas. En la clínica se intenta alojar demasías
con criterios normalizadores, no saben qué hacer con ellas fuera de los encierros, ya que no
saben cómo vivir en una casa, entre los vecinos, la sociedad no sabe cómo suavizar a estas
sensibilidades portadoras de sentimientos desbordados. Esto nos invita a cuestionar las
formaciones universitarias que no estimulan invenciones clínicas que puedan albergar
demasías sin criterios normalizadores ni consentimientos con exclusiones y encierros. En
esquirlas se habla de clínicas como "cuidados que salvan vidas", clínica como aquella que
permite a las sensibilidades expresar sin remordimientos su propio naufragio. Salva porque
no juzga, salva porque el tiempo no apremia tal como el sistema lo impone. Es en este sentido
que la clínica se piensa como aquel lugar donde poder darse al naufragio y a su vez
consolidar una nueva base segura, es así que como indica Percia: "Darse a un análisis se
asemeja a darse a un naufragio” (2021, pág. 2). En vez de analizarse conviene darse al
análisis para desconocerse y desamarrarse de los lugares seguros, fijos y estereotipados,
aventurarse lejos de los puertos seguros.

Los discursos del buen vivir, de la buena salud, de la buena sociabilidad, realizan el control
político de las sensibilidades. De esta forma hospitales y universidades públicas significan
orgullos de la vida en común. Una política sanitaria depende de la totalidad de las otras
políticas, principalmente la económica y educativa. La indagación de los diversos criterios y
definiciones de la salud y de los modos de organización y asistencia que aquellas sugieren o
justifican nos refieren a sus condiciones de producción, condiciones que son históricas,
económicas y políticas. Los planes de estudio y planes asistenciales ratifican las políticas que
conforman estrategias del capitalismo, las cuales intentan reforzar la dependencia de un país
a través del predominio de determinados objetivos e intereses en la planificación nacional,
tanto en lo cultural, como en la educación y la salud.

La dependencia antes mencionada se evidencia en el propio concepto de lo sano y de lo


enfermo, en los modelos de enseñanza psiquiátrica y en la poca consideración que se les
presta a los problemas del enfermo mental, ya que no es útil a la lógica del mercado, en
consecuencia, son escasos los fondos que se invierten para la salud mental y la
infraestructura correspondiente a la misma.

En definitiva, la cursada nos permitió replantearnos cómo las sensibilidades se encuentran


estructuradas por un sistema que imprime un sentido común en tanto lógicas de uniformidad
en el hacer, en el pensar y en el sentir, también como estrategia de la que se vale la
normalidad. Este sentido común nos excluye y encierra bajo determinados ideales y
estereotipos que se basan en una lógica hegemónica de un vivir común, identificarnos dentro
de una sociedad de consumo que impone lo que espera de las sensibilidades. La cursada
invitó a cuestionarnos sobre la enseñanza en las universidades que luego se reflejan en las
prácticas clínicas. La importancia que tienen los espacios grupales como potencia posible
para pensar. Romper con el sentido común, un sentido que siempre está en sintonía con lo
que dice la mayoría. Los grupos pueden ser un espacio para invitar a pensar lo impensable.
Bibliografía

- Percia, M. (2021) “Un común decir”. Clase teórica 7.

- Rolón, C. (2020) "El curso de la herida III: de clínicas y conversaciones".

- Percia, M. (2017) "Estancias en común", asuntos: lo común, clínicas y diálogos. Editorial


La Cebra. Buenos Aires, 2017.
- Percia, M. (2021) “Sesiones en el naufragio 12: Contentos y zozobras de una
conversación”. En Revista Adynata.

- “Corajes que atraviesan portadas”. (Introducción). En Vidas después de los manicomios.


Clínicas insurgentes. Buenos Aires: La Cebra, 2018.

- “Clínicas” (cap.3). En Sensibilidades en tiempos de hablas del capital. Buenos Aires: La


Cebra, 2020.

- Rolón, Cintia. Figuras para pensar posiciones clínicas. Artificios para inventar gestos
clínicos. Buenos Aires, 2014. (Unp).

- Zito Lema, Vicente. (1976). “La familia, los primeros años” (cap. I); “Buenos Aires.
Afectos Tristeza” (cap. III); “La Psicología Social, sus fundamentos, el ECRO” (cap. VI). En
Conversaciones con Enrique Pichón -Rivière sobre el arte y la locura. Buenos Aires:
Editorial Cinco, 1990.

También podría gustarte