El Hombre Se Posee en La Medida Que Posee Su Lengua
El Hombre Se Posee en La Medida Que Posee Su Lengua
El Hombre Se Posee en La Medida Que Posee Su Lengua
Pedro Salinas. Defensa del lenguaje. Madrid, Alianza Editorial, 1992 (edición no
venal).
EL HOMBRE SE POSEE EN LA MEDIDA QUE POSEE SU LENGUA
duartemanzalvos
hace 13 años
Pedro Salinas. Defensa del lenguaje. Madrid, Alianza Editorial, 1992 (edición no
venal).
No habrá ser humano completo, es decir, que se conozca y se dé a conocer, sin un grado
avanzado de posesión de su lengua. Porque el individuo se posee a sí mismo, se conoce,
expresando lo que lleva dentro, y esa expresión sólo se cumple por medio del lenguaje.
¿No os causa pena, a veces, oír hablar a alguien que pugna, en vano, por dar con las
palabras, que al querer explicarse, es decir, expresarse, vivirse, ante nosotros, avanza a
trompicones, dándose golpazos, de impropiedad en impropiedad, y sólo entrega al final
una deforme semejanza de lo que hubiese querido decirnos? Esa persona sufre como de
una rebaja de su dignidad humana. No nos hiere su deficiencia por vanas razones de
bien hablar, por ausencia de formas bellas, por torpeza técnica, no. Nos duele mucho
más adentro, nos duele en lo humano; porque ese hombre denota con sus tanteos, sus
empujones a ciegas por las nieblas de su oscura conciencia de la lengua, que no llega a
ser completamente, que no sabremos nosotros encontrarlo.
Hay muchos, muchísimos inválidos del habla, hay muchos cojos, mancos, tullidos de la
expresión. Una de las mayores penas que conozco es la de encontrarme con un mozo
joven, fuerte, ágil, curtido en los ejercicios gimnásticos, dueño de su cuerpo, pero que
cuando llega al instante de contar algo, de explicar algo, se transforma de pronto en un
baldado espiritual, incapaz casi de moverse entre sus pensamientos; ser precisamente
contrario, en el ejercicio de las potencias de su alma, a lo que es en el uso de las fuerzas
de su cuerpo.
Podrán aquí salirme al camino los defensores de lo inefable con su cuento de que lo más
hermoso del alma se expresa sin palabras. No lo sé. Me aconsejo a mí mismo una cierta
precaución ante eso de lo inefable. Puede existir lo más hermoso de un alma sin
palabras, acaso. Pero no llegará a tomar forma humana completa, es decir, convivida,
consentida, comprendida por los demás. Recuerdo unos versos de Shakespeare, en The
Merchant of Venice, que ilustran esa paradoja de lo inefable:
El alma humana es misteriosa y en todos nosotros una parte de ella, es decir, parte de
nosotros, se recata entre sombras. Es lo que Unamuno ha llamado «el secreto de la
vida», de nuestra propia vida. Y el lenguaje nos sirve de método de exploración interior,
ya hablemos con nosotros mismos o con los demás, de luz con la que vamos iluminando
nuestros senos oscuros, aclarándonos más y más, esto es, cumpliendo ese deber de
nuestro destino de conocer lo mejor que somos, tantas veces callado en escondrijos aún
sin habla de la persona.