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Jesús Nos Ama

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EXISTE ALGUIEN QUE NOS AMA Y SIGUE AMANDO AUN

CUANDO NO ES CORRESPONDIDO

¿Alguna vez leíste con atención la escena en la que Poncio Pilato le


pregunta a los judíos si prefieren a Jesús o a Barrabás?
Está en Mateo 27.
Yo odiaba a Barrabás más de lo que odiaba a ningún otro en el Evangelio y
no entendía por qué su nombre tenía que tener un lugar ahí. Pensaba que
era absolutamente prescindible.
La Biblia dice que el gobernador Pilato se sentía incómodo con la idea de
sentenciar a Jesús a muerte porque no encontraba motivo para crucificarlo.
Entonces, pensó: «Hoy es un día sagrado para el pueblo y es tradición
liberar a un condenado del corredor de la muerte. Voy a dejar que ellos
elijan a quien liberar y a quien matar».
Y es aquí cuando empiezo a sentir cómo todas mis tripas se retuercen.
Pilato plantea una subasta escandalosa.
Pregunta al pueblo: «¿A quién quieren liberar?, ¿a Jesús o a Barrabás?»
Pero, ¿cómo es posible una pregunta así? No hay comparación.
Es otra subasta vergonzosa.
A un lado del escenario, tenemos a Barrabás.
No sabemos mucho de él, pero lo que sabemos es suficiente.
Es un hombre rebelde.
Es un hombre malvado que encabezó una revuelta.
Es un hombre traidor que engañó a muchos.
Es un hombre violento que asesinó a otros.
Barrabás merece la cruz, merece los clavos que atravesarán sus muñecas, él
merece la muerte. Y Pilato lo sabe, el pueblo lo sabe, tú y yo lo sabemos.
Al otro lado del escenario, tenemos a Jesús. ¿cuál es la culpa de Jesús?
Siempre dijo la verdad.
Siempre demostró amor.
Siempre fue íntegro.
Pasó toda su vida socorriendo a los pobres, dando dignidad a las
prostitutas, sanando a los enfermos… ¡Dime! ¿Por qué lleva esas cadenas
entonces?
Es una comparación escandalosa. Un cara a cara entre Jesús y Barrabás: la
bondad absoluta frente a la absoluta maldad. Entonces, Pilato pregunta a la
multitud: «¿A quién quieren que deje libre?» Y, sorprendentemente, la
gente responde con gritos: «¡A Barrabás! ¡A Barrabás! ¡Libera a
Barrabás!»
O quizá no sea tan sorprendente. Puedo imaginarme a los alguaciles
acercándose al calabozo de Barrabás, diciéndole mientras abren la puerta
de su celda: «Hoy es tu día de suerte, otro llevará la cruz que habíamos
preparado para ti». Mientras tanto, la gente sigue gritando el nombre de
Barrabás y él piensa: «¡Guau! La gente me quiere, soy un héroe nacional».
Pero qué inconsciente es ese hombre, no tiene ni idea de lo que está
pasando. No se trata de él, se trata de Jesús.
Y este es el momento de la historia que más odio: Barrabás caminando
hacia fuera del calabozo, celebrando su libertad, se cruza con Jesús, quien
comienza a cargar la cruz que lleva su nombre, pero, ¿qué crees? No hay
una mirada de agradecimiento hacia Jesús, ni unas palabras de
consideración, no tiene ni una pizca de respeto por aquel que lo está
sustituyendo… ¡Y es ahí cuando deseo entrar en la escena y matarlo!

NO PUEDES ODIAR A QUIEN YO HE AMADO


Siempre he sentido rabia al leer este episodio del Evangelio, hasta que el
Espíritu de Dios me confrontó en medio de mi furor y me dijo: — «¡Ya
basta! No puedes odiar a quien yo he amado».
Esas palabras me conmocionaron, sacudieron mi alma profundamente.
Pude escuchar a Jesús diciéndome:
— «Yo amé a Barrabás, y me quedé callado en ese escenario para que él
quedara libre».
— «¡Pero Jesús! ¡Barrabás era un hombre malo!». Intenté razonar con la
voz de Dios.
— «Sí… pero lo amé y guardé silencio por amor, como guardé silencio por
ti»
— concluyó la voz de Dios. Entonces, pude entender lo que no había
entendido hasta el momento:
Yo soy Barrabás.
Soy yo y también tú.
Podemos engañarnos a nosotros mismos diciendo: «Yo no soy tan malo
como Barrabás». Puedo consolarme comparándome con otros y
sintiéndome más bueno que ellos. Pero la verdad es que uno no entiende lo
sucio que está hasta que se compara con la pureza de Jesús.
Él siempre dijo la verdad, mientras yo he pulido mis mentiras.
Él perdonó a sus ofensores, mientras yo he justificado mi rencor.
Él se dio a los pobres, mientras yo he codiciado las riquezas de mi vecino.
Él amó con pureza, mientras yo me he vendido a la lascivia.
Yo soy Barrabás más de lo que soy cualquier otro personaje en la Biblia.
Entonces, mi perspectiva cambia, no veo la historia desde fuera, la veo
desde dentro. Me veo en ese escenario cara a cara con Jesús, sabiendo
quién es él y quién soy yo, la bondad absoluta frente a la absoluta maldad.
Sé que la justicia me busca, pero Jesús interrumpe diciendo:
— «Tómenme a mí, tómenme a mí y libérenlo a él».
— «¡No, Jesús! ¡Yo merezco esto! ¡Yo tengo la culpa! ¡Esta es mi
vergüenza!»
— grito ante los verdugos. Mientras me quitan mis cadenas y ponen la cruz
sobre sus hombros, Jesús me mira y me dice:
— «No Barrabás, déjame esto a mí, déjame tomar tu lugar, déjame cargar
tu pecado, déjame sufrir tu castigo»
— y, mientras carga la cruz que yo merezco y recibo un indulto que no
entiendo, puedo verlo caminando hacia el lugar donde será quebrantado,
mientras yo estoy de pie como un hombre libre. Cuando toda la justicia de
Dios está a punto de aplastar a Jesús, su amor me susurra:
— «Vive Barrabás, vive; yo moriré por ti».

EL AMOR VERDADERO

Lee como nunca leíste estas palabras:

Dios nos demostró su amor enviando a su único Hijo a este perverso


mundo para darnos vida eterna por medio de su muerte. Eso sí es amor
verdadero. No se trata de que nosotros hayamos amado a Dios, sino de que
él nos amó tanto que estuvo dispuesto a enviar a su único Hijo como
sacrificio expiatorio por nuestros pecados.
1 Juan 4:9-10 (énfasis del autor)
Si aún no te ha transformado el amor verdadero, es porque aún no has
descubierto a Jesús. Mira la cruz.

EL AMOR VERDADERO

Mira a Jesús clavado, desnudo y rasgado en esa cruz y pregúntate por qué.
El Evangelio dice que lo que mantuvo a Jesús clavado en esa cruz hasta el
final, no fueron los clavos, fue el amor a ti.
El escándalo de la cruz es que fue una sustitución. Jesús tomó tu pecado y
te regaló su justicia y, al hacerlo, Dios trató a Jesús con el castigo que tú te
merecías, para que Dios te trate a ti con el honor que Jesús se merecía.
Jesús murió tu muerte, para que tú puedas vivir su vida. Lo que quiero
decir es que estás ante el trono de Dios como si fueras Jesús, porque en esa
cruz Jesús estuvo delante de Dios como si fuera tú.
Esa es la mayor declaración de amor que existe.
Ese es el amor verdadero.
Y fue por ti, Barrabás.

‘’Eres amada con un amor tan real, tan intenso, incondicional, puro y
eterno, que tu mente no puede procesar todas sus implicaciones. Es un
amor que aún sigue conmocionando al universo, que hace aplaudir a los
ángeles, temblar a los demonios, maravillarse a los teólogos, confundir a
los filósofos, inspirar a los poetas y reír a los niños.’’

Salmo 91

91 Los que viven al amparo del Altísimo


    encontrarán descanso a la sombra del Todopoderoso.

Declaro lo siguiente acerca del SEÑOR:
Solo él es mi refugio, mi lugar seguro;
    él es mi Dios y en él confío.

Te rescatará de toda trampa
    y te protegerá de enfermedades mortales.

Con sus plumas te cubrirá
    y con sus alas te dará refugio.
    Sus fieles promesas son tu armadura y tu protección.

No tengas miedo de los terrores de la noche
    ni de la flecha que se lanza en el día.

No temas a la enfermedad que acecha en la oscuridad,
    ni a la catástrofe que estalla al mediodía.

Aunque caigan mil a tu lado,
    aunque mueran diez mil a tu alrededor,
    esos males no te tocarán.

Simplemente abre tus ojos
    y mira cómo los perversos reciben su merecido.

Si haces al SEÑOR tu refugio
    y al Altísimo tu resguardo,
10 
ningún mal te conquistará;
    ninguna plaga se acercará a tu hogar.
11 
Pues él ordenará a sus ángeles
    que te protejan por donde vayas.
12 
Te sostendrán con sus manos
    para que ni siquiera te lastimes el pie con una piedra.
13 
Pisotearás leones y cobras;
    ¡aplastarás feroces leones y serpientes bajo tus pies!
14 
El SEÑOR dice: «Rescataré a los que me aman;
    protegeré a los que confían en mi nombre.
15 
Cuando me llamen, yo les responderé;
    estaré con ellos en medio de las dificultades.
    Los rescataré y los honraré.
16 
Los recompensaré con una larga vida
    y les daré mi salvación».

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