Horizontalidad en La Educación Inicial
Horizontalidad en La Educación Inicial
Horizontalidad en La Educación Inicial
La importancia en las relaciones del aprendizaje es por por medio de la igual que
da el profesor hace que el alumno se sienta más en confianza y así logre captar
más rápido el contenido que el profesor aporta, logrando que el alumno transmita
lo que aprendió , es importante destacar que hoy día es la mejor manera de
enseñar en la actualidad .
Horizontalidad - Verticalidad .
Son dos cosas opuestas ya que la Horizontalidad emancipa es decir accede y deja
de lado los prejuicios así lograr que el alumno se sienta cómodo para aprender
igualdad, entre ( profesor - alumno ) , en la Vertical se trata de poner diferencia,
entre ( profesor y alumno.
Flexibilidad : aqui los adultos tienen cargas tanto educativas como familiares y
económicas por lo tanto es necesario ser considerados para no afectar el
aprendizaje andragógico .
Participación: aquí la educación de los adultos no es solo como receptor, sino que
es capaz de interactuar con los compañeros e intercambiar ideas para comprender
mejor.
Educación horizontal
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Además, en la filosofía del siglo XX ha habido autores que han, de uno u otro
modo, concebido la sociedad y el ser humano como naturalmente horizontales. Es
el caso de todo el pensamiento dialógico de Martin Buber, Ferdinand Ebner y
Franz Rosenzweig; el existencialismo de Gabriel Marcel o Karl Jaspers, y el
personalismo de Mounier. Estos filósofos han comprendido como base de la
constitución de la persona el diálogo, dentro de la horizontalidad en las relaciones
humanas.
Índice
1 Horizontalidad y educación
2 Relacionado
3 Véase también
4 Bibliografía
5 Artículos en revistas universitarias de filosofía
Horizontalidad y educación
Pero no siempre son tan evidentes los mecanismos de la asimilación de las reglas
del juego competitivo y la verticalidad. En este sentido, los trabajos de posteriores
psicólogos y pedagogos dan fe de ello y explicitan el proceso por el que
aprendemos a amarnos en función de nuestra adecuación a una escala social que
nos proporciona aprobación y prestigio a cambio de la asunción de los valores que
imperan en el mundo social. En todo caso, detrás del mencionado proceso de
socialización reproductora, y apoyándolo, hay fuertes miedos, como bien señalan
A. S. Neill (1994) y Erich Fromm (Vid. Fromm, E. El miedo a la libertad, Paidós,
Buenos Aires, 1976). Consciente de ello, el citado pedagogo escocés artífice de
Summerhill afirma que “Realmente, la falta de miedo es la cosa más hermosa que
puede ocurrirle a un niño.” (Neill, Op. cit., 24). El niño maleducado siente miedo
ante la posibilidad de un mundo sin que sus padres estén de su lado. (P. 34).
Resulta reveladora la lectura de sus contestaciones a padres preocupados en las
cartas publicadas en su obra Hijos en libertad (Neill, Hijos en libertad, Altaya,
Barcelona, 1999). Fundamentalmente, y como también hace Erich Fromm,
entiende que los niños criados en libertad son los hijos criados sin el miedo a la
desaprobación. Tales niños que crecen libres no se ubicarán, en los niveles
profundos de la psique, en la verticalidad.
Otro autor preocupado por la educación que esbozó la teoría de una sociedad y
educación horizontales fue el pensador Iván Illich. Sus ideas se resumen en el
concepto de convivencialidad, inventado por él. (Illich, I. La convivencialidad,
Barral, Barcelona, 1978) Según él, una herramienta es convivencial si sirve al
hombre, a sus necesidades naturales, y puede usarse para su beneficio. Así,
afirma: “La convivencialidad es la libertad individual, realizada dentro del proceso
de producción, en el seno de una sociedad equipada con herramientas eficaces.”
(Illich, 1978, 27) De modo que “Una sociedad convivencial es una sociedad que
ofrece al hombre la posibilidad de ejercer la acción más autónoma y más creativa,
con ayuda de las herramientas menos controlables por los otros.” (Illich,1978, 40)
Illich, en el fondo, alude a un hombre y una sociedad no alienados, a un sujeto con
dominio de sí y control sobre la propia vida. Un sujeto dueño de sus herramientas,
y no esclavo de ellas. Y una sociedad en la que la herramienta no domine al
hombre. “En tanto que yo domine la herramienta, yo doy al mundo mi sentido;
cuando la herramienta me domina, su estructura conforma e informa la
representación que tengo de mí mismo.” (Illich, 1978, 41)
Para Iván Illich, la escuela (todo tipo de escuela) también es opresiva. Se trata de
una institución no convivencial. En sus controvertidos trabajos de los años setenta
del siglo XX, resalta la acción paralizadora del saber vivo que lleva a cabo el
profesor, su labor de custodio-guardián, moralista y terapeuta. (Illich, 1974, 47-48)
Esta suplantación de la vida por parte de la institución es insistentemente criticada
por Illich, con términos contundentes: “La asistencia a clases saca a los niños del
mundo cotidiano de la cultura occidental y les sumerge en un ambiente mucho
más primitivo, mágico y mortalmente serio.” (Illich, 1974, 49) Si esto es cierto, la
escuela no es precisamente donde se da un clima de progreso y emancipación
ilustrados. En ella se nos introduciría en el dominio paralizante del número. Es
donde, principalmente, aprenderíamos a ser burócratas en cuerpo y alma. Illich
incluso habla de la escuela en términos de cementerio del saber, lugar donde
muere el conocimiento. En ella el niño experimenta la vivencia de un saber
detenido y aislado del curso naturalmente dinámico de la realidad y la historia
humana.