Simón Rodriguez
Simón Rodriguez
Simón Rodriguez
ESCUELA SOCIAL
enero 12, 2019AporreaAmérica del Sur, Artículos, Venezuela
Por: Néstor Rivero/Aporrea
PALABRAS INTRODUCTORIAS.-
El Autor
I.– ¿QUIÉN LO FORMÓ?.- El 28 de octubre de 1769 nació
en Caracas Simón Rodríguez Carreño, pedagogo original
cuyas ideas han influido a lo largo de dos siglos en los
proyectos de transformación del sistema educativo
venezolano y nuestroamericano. Simón Rodríguez falleció
el 28 de febrero de 1854 en la localidad peruana de
Amotape, situada al norte del Perú y a doce metros sobre
el nivel del mar. En 1954, con motivo del centenario de su
muerte. sus restos fueron trasladados al Panteón
Nacional de Caracas.
XII.-PEDAGOGIA DE LA CURIOSIDAD.-
Fuente: https://www.aporrea.org/actualidad/a274054.html
Concepciones Ideológicas de Simón Rodríguez: Una
luz en el túnel (página 2)
Enviado por Mois�s Rodr�guez
Partes: 1, 2
El análisis social del entorno colonial obviamente conlleva un hecho puntual en las
relaciones humanas basadas en las divisiones del poder y las derivaciones consiguientes, las
oportunidades establecidas por el status económico, la casta y las buenas conexiones con la
realeza. Todo ello un compendio de elementos fundamentales en las opciones para vivir
dignamente y en un espacio de justicia e igualdad.
Dentro de este entorno ser descendiente directo del negro africano, del aborigen, e incluso
no mucho mejor estaba el blanco de orilla que a pesar de no sufrir la discriminación de los
primero, tampoco tenía grandes oportunidades de incorporarse satisfactoriamente a
la sociedad productiva y de cierta manera era portador de un soslayo fundamentado en sus
escasas potencialidades económicas y naturalmente en su menor poder político, por no
tildar de inexistente este último. (Balaguer, 2001).
Evidentemente, las barbaries y la injusticia dentro de la sociedad en la que creció Rodríguez
en el siglo XVIII, las cuales observó y ante las que se formó, no pudieron alejarse jamás de
la forma en como éste concibió su mundo.
Una concepción que como seguidor de los postulados e ideas filosóficas de Thomas Hobbes,
de Charles-Louis de Montesquieu, Jean-Jacques Rousseauo Voltaire constituyeron el
epicentro de su formación ideológica, que naturalmente en sus años de juventud expuso
como forma de expresión y liberación.
Adicional a esto, los movimientos y hechos concretos acaecidos durante su periodo de vida
La Revolución Francesa, la Revolución Industrial Inglesa, las ideas humanistas, los
postulados de la ya naciente democracia, constituían sin duda, factores decisivos en la
particularidad en que este hombre culto por sus conocimientos integrales y sus
revolucionarios pensamientos, y no por la comparación que a tal término se le asignaba
para las relaciones de una persona en razón de otras con relación a la riqueza material.
En este sentido, Balaguer (ob.cit) expresa "Rodríguez creció en un mundo de desiguales, de
inmediatez por la servidumbre, por la nostalgia de los sueños de un pueblo del cual se sintió
parte y que susurraba su profunda ignorancia."(p54). Todos estos factores son decisivos
junto con su formación académica en lo que se consuma su pensamiento humanista, en lo
extenso de su visión analítica de la realidad y de los hechos y situaciones que conformaban
su realidad social, cultural, económica y religiosa.
Son varias entonces las confluencias que deben develarse y estudiarse con el detenimiento
necesario para entender en modo sensato los aspectos sucedidos, que pernoctan en la
mente del maestro al esgrimir su obra en su discípulo privilegiado, Bolívar.
A tal efecto se cita a Rufo (2001), éste expresa que el ardid político era tan abismal,
elocuente y efectivo que afirma en razón de los líderes y conductores sociales de la época
"son en general de espíritus bizarros y corazones briosos, y tan inclinados a todo lo que
es política que hasta los negros, siendo criollos, se desdeñan de no saber leer y escribir"
(p.9).
Estos apuntes esgrimen la dominación presente y el nexo de venta de una sociedad que a
pesar de ser injusta y desequilibrada en todo sentido, hace que los oprimidos sientan placer
por la supuesta gentileza del opresor, este un proceso ideológico en el cual las personas
afectadas les ha sido introyectado un tipo de pensamiento en el cual se sienten que son
afortunados al carecer de lo carecen y muy afortunados en tener la miseria en que viven, el
conformismo como modo de vida.
Es obvia la opulencia de los actos de un vandalismo camuflajeado, en este sentido José Luis
Fortoul citado por Rufo (ob. Cit.) comenta en los años de Rodríguez por el siglo XVIII
existía una "higiene pública primitiva, como en la metrópoli; desdén del baño y del jabón
epidemias frecuentes y mortalidad de hasta cuarenta por mil" (p.12).
Todos estos factores partes inherentes de una sociedad, fundamentos de una concepción
española de limpieza de sangre y en la cual sólo hay espacio para el beneplácito de un sector
minoritario de la misma.
Es evidente dentro de este ambiente la inequidad desde toda perspectiva, lo cual se
vislumbra en el pensamiento del joven Rodríguez, quien desde su análisis implica como
características principales de su proceder ser observador y rebelde, competencias que se
mezclan con el espíritu revolucionario que implica la propuesta de un contexto social
distinto a las pautas establecidas, de las que experimentó y posteriormente cuestionó, pues
él tuvo la oportunidad de estudiar , de formarse según las oportunidades de los de su clase.
Es importante considerar en alusión a esto último, que la historia lo califica como un
filósofo y educador, algunos lo tildan de visionario y humanista, su papel más trascendental
formar al Libertador quien expuso la educación integral que éste le brindó, llena de amor,
para la vida, liberadora, axiológica y fuera, eso si, de todo estigma de discriminación, un
verdadero altruista en la construcción de la sociedad americana de entonces.
Como filósofo, se adelanta a las gnoseología del momento quizás porque pudo interpretar
las premisas de Pestalozzi, Voltaire o Rosseau, de modo que estas brillantes
consideraciones, pudiesen tener una connotación ajustada a cada realidad, por ello aunque
seguidor de algunas corrientes nunca apostó como tal a la imitación de la adulación para
mantener un sistema, luchó por ser innovador, creativo, y adelantarse inequívocamente
al tiempo sin esperar que éste con sus características y acontecimientos destruyese las
nuevas ideas.
Tal concepción se puede observar en aquella célebre expresión "inventamos o erramos", es
decir no era su prioridad traer modelos superfluos a la sociedad americana, era requisito
esencial que ésta crease sus nuevas estructuras y pautas, que se aprendiera de las
condiciones y recursos que se tenían y se formara al ciudadano que se necesitaba.
Expresiones que para entonces, eran inimaginables, y para muchos carentes de lógica, en
aquellos días que se esbozaba la objetividad como punto crucial de las relaciones humanas,
del hombre y la ciencia. Donde además, la iglesia postulaba desde lo más temprano de la
niñez, la condición de seguimiento de las condiciones de la naturaleza y lo poco
cuestionable del sistema imperante. Al respecto Balaguer (ob.cit) expresa "la iglesia era uno
de los principales y fundamentales medios de dominación, aunque también un oxígeno al
oprimido"(p57).
En otras palabras, cumplía dos funciones: una, dejar las cosas tal y como estaban
calificando de hereje a cualquiera que criticase de forma abierta y según otros conceptos
y paradigmas las nociones de ese saber; dos, defender en lo posible, algún derecho universal
establecido para los menos afortunados de la sociedad, los negros e indígenas
principalmente haciendo las prédicas de un mensaje de igualdad utópico pero posible de
alcanzar.
A partir de las concepciones en el campo social considerando lo vivido, Rodríguez afirma su
postura en razón de criticar profundamente como se desarrollaban las actividades
de interacción social, a tal efecto se esfuerza por introducir sus ideas de construcción de la
sociedad, bajo las posibilidades que para entonces le eran posible exponer, de modo que,
sus percepciones apoyasen movimientos libertarios en la búsqueda de ese mundo de
iguales, que seguramente tantas veces leyó en los libros que desde la Europa naciente bajo
el flujo de los derechos del hombre y ciudadano llegaban clandestinamente y de los cuales
era un asiduo lector.
En este orden de ideas, Rufo (2001) en su análisis plantea que el maestro no creía en la
continuidad de ventas de utopías, ni en la consolidación de ideas subrepticias que
marcaban la concepción del régimen. La libertad no era un derecho discutible, la justicia es
el único camino para alcanzar la paz social, la cual es un principio ineludible para vivir en
armonía y desechar la zozobra de la inseguridad política que, como era obvio, preocupaba
más a los ases del poder que al ciudadano común.
Por ello, era prioridad potenciar la búsqueda de soluciones acertadas a las inquietudes de
la población, el clamor del pueblo era pues una necesidad, por cuanto en la medida que se
pudiera desarrollar el concepto de lo popular la ciudadanía podría convivir de manera
homogénea, desligarse de pensamientos de conspiración, de luchas, muertes, destrucción
que nunca podrían ser apartadas manteniendo los parámetro de la injusticia que se habían
consolidado en favor de la minoría rica.
Desde el punto de vista humanista el maestro había percibido la nostalgia del pueblo, su
concepción de este último término, aludido a toda la población sin distinción de ningún
tipo, de tal forma, que las necesidades no podían ser sólo para unos y los privilegios sólo
para otros pocos.
La verdadera razón de ser de una sociedad radicaba en el sentido de ofrecer satisfacciones a
la colectividad, lograr su bienestar, felicidad, pero esta última situación no solamente bajo
consignas de mentira y venta de prédicas absurdas sino fundamentadas en principios de
igualdad considerados por todos como satisfactorios. Es decir, la forma de poder reconocer
que la sociedad estaba ofreciendo un verdadero beneficio a su gente, era consultando a
todos sobre los conceptos que cada quien tenía sobre sí mismo y la generalidad del pueblo.
Es pues el consenso la base del progreso social.
Sin embargo a pesar de lo novedoso de lo anteriormente expuesto, la principal actividad en
la que destaca Don Simón Rodríguez es la docencia, sus concepciones acerca de la
educación tienen varias connotaciones y se extienden en varias direcciones, lo humano,
social, ideológico, crecimiento del hombre, apertura y cambio de estructuras superficiales y
erradas concebidas para dominar y para liberar al ser principalmente de sí mismo.
Por ello, el argumento y la finalidad última de la educación debe ser preparar al hombre
para convertirse en una persona útil a la sociedad, aportar al crecimiento de ésta, contribuir
a su desarrollo en todos los ámbitos del quehacer de la misma. Allí, naturalmente, se
plasman aspectos de índole axiológicos, de orden cualitativo en sentido de dotar y
desarrollar las potencialidades del ser humano, enseñando capacidades a los estudiantes
que sean operativas y puedan ser empleadas en el campo social con el propósito de
coadyuvar para superar barreras que inhiban la aplicación de los conocimientos adquiridos.
En este orden de consideraciones, la didáctica de Rodríguez tal y como apunta Freitez
(2004) es constructivista aunque sus postulados no necesariamente hagan alusión a dicho
término, cuando expresa "el maestro apostaba porque el individuo aprendiera haciendo, en
sincronía con su medio ambiente, palpando la realidad en la experiencia y no en trozos de
papel que connotaban la teoría, válida pero no única" (p98). En términos concretos era este
un proceso instruccional que privilegiaba la fusión del pensamiento, con la esfera de las
actividades empíricas para desarrollar uniformemente el conocer, el cual se hace visible en
lo abstracto y práctico.
De igual forma, como educador, y luchador social fue uno de los primeros en pregonar la
educación popular para todos y por todos, de tal manera que no era partidario de continuar
la discriminación de ser educados de los menos pudientes, si bien fue crítico de la forma
instrumental, mecanicista en que la misma para entonces se realizaba, esgrimía entre sus
ideas, la educación liberadora del mismo ser, no como un mero acto de adoctrinamiento
inservible para impulsar la creatividad del ser pensante, sino como un aporte a lo que ese
ciudadano era capaz de construir no sólo en función de sus necesidades sino de los
diferentes individuos a su alrededor.
Adicionalmente a lo ya planteado, no sólo fue el hecho de lo popular en cuanto a la
extensión del proceso de inclusión al aparato educacional, sino también, en el sentido de
brindar calidad a cada sujeto participante, ofreciéndole conocimientos para que él mismo
fuera capaz de enfrentar nuevas situaciones y superar sin coyunturas, ni prejuicios
obsoletos en correspondencia con los retos y compromisos propios de la sociedad en la cual
vivían.
A tales efectos recomendaba, educar al estudiante en un oficio, al hombre en determinadas
tareas tal como a la mujer en otras para las cuales tuvieran capacidades que permitieran, en
consiguiente, su pleno desarrollo como persona y en diferentes áreas del saber. Estas
acotaciones con similitudes a las concepciones de la educación holística, en el sentido
de procesos educativos concernientes a la vida, donde los conocimientos son de utilidad al
sujeto más allá del espacio de instrucción.
También se podrían asociar con los señalamientos de Ausubel y el aprendizaje significativo
que en la actualidad constituye un enfoque principal del proceso educativo. Es decir, aún
más se destaca la intuición visionaria del maestro, del líder, humanista y revolucionario.
En consecuencia, las concepciones ideológicas de Simón Rodríguez representaron y
representan una luz en el túnel, no al final del mismo, sino una que conlleve al hombre a
superar escollos a su alrededor y presentes a su paso.
Sus ideas encendieron una lámpara que hoy conduce pergaminos de uso, contribuyen a un
nuevo marco educativo si fuesen bien empleados y concebidos según la naturaleza de la
sociedad en la cual se efectúa el acto de enseñar y aprender, bajo insignes pero constantes
lemas: construir, crear para mejorar, soñar no para jactarse de la felonía disfrazada en
cofres de ilusiones, sino en un verdadero marco de justicia donde la búsqueda se centra
fundamentalmente en el desarrollo del ser humano, según las necesidades y cosmovisiones
comunes.
Son pues estas concepciones, las primicias que el gran maestro expuso a la sociedad
americana en general, aportó el despertar de un pueblo que aupó sus ideas, estudia sus
pensamientos y sueña en la construcción de una patria grande, libre y llena de espacios de
formación donde los sueños dejan de serlo se vuelven plausible.
Referencias Bibliográficas.
Rufo, M. (2001). La pedagogía venezolana. Caracas. Panapo.
Balaguer, (2001). Grandes Pedagogos venezolanos. Caracas. UPEL.
Freitez, Y, (2004). Tendencias educativas en Venezuela. Maracaibo.
Luz.