Mi Dios
Mi Dios
Mi Dios
Salmos 139
Estas palabras deben ser el todo en nuestro pensamiento, un cristiano debe ante toda circunstancia
meditar siempre en esto
¿Creemos en Dios?
En este estudio abordaremos dos atributos de la esencia de Dios plasmados en el salmo 139
Omnipresencia – Omnisciencia
Estos dos atributos son plasmados en este salmo, escrito por David, un hombre que pasó por situaciones
muy contrastantes.
Este precioso Salmo es titulado en muchas de nuestras biblias como “la omnisciencia y la omnipresencia
de Dios” ¿Qué significan estas palabras?
Omnipresencia
El prefijo Omni-, viene del latín y significa “Todo”. Omnipresencia quiere decir que Dios está presente en
todos lados, y no sólo eso, sino que Él está completamente presente en todos lados.
No es que una parte de Dios está en Argentina y otra parte de Dios está en Brasil. Dios está totalmente
presente, en todos lados. Omnisciencia quiere decir que Dios lo sabe todo o que Dios tiene el
conocimiento de todo. Él sabe todo lo que ocurrió, lo que está pasando y lo que ocurrirá.
Omnisciencia
Esta palabra en su etimología está compuesta del latín «omnis» todo y «sciens» o «scientis» que quiere
decir el que sabe.
Dios todo lo sabe el conoce cada parte de nosotros, el sabe nuestro entrar y nuestro salir.
Él sabe qué habría pasado si… Él conoce cada detalle de la creación, temperatura actual en Egipto, la
cantidad de granos de arena en las playas de Australia, el calor de cada una de las estrellas, La cantidad
de planetas que hay en el Universo, cada uno de nuestros pensamientos, etc..
El salmista piensa en estos atributos de Dios y los aplica a su vida. Es bueno enfocar nuestros
pensamientos en Dios.
Esto nos hace entender quién es Él realmente y a partir de eso podemos realmente comprender quiénes
somos nosotros. Te invito a que leas todo el salmo y luego leas las siguientes reflexiones.
La omnisciencia: El Dios que todo lo sabe (vv. 1-6)
Dios mío, tú me conoces muy bien; ¡sabes todo acerca de mí! Sabes cuándo me siento y cuándo me
levanto; ¡aunque esté lejos de ti, me lees los pensamientos! Sabes lo que hago y lo que no hago; ¡no
hay nada que no sepas! Todavía no he dicho nada, y tú ya sabes qué diré. Me tienes rodeado por
completo; ¡estoy bajo tu control! ¡Yo no alcanzo a comprender tu admirable conocimiento! ¡Queda
fuera de mi alcance!
Salmos 139:6
Los primeros seis versículos son una meditación sobre La omnisciencia de Dios. El salmista reconoce este
atributo de Dios y lo aplica directo a su vida.
Notemos que no habla en términos generales acerca de esta realidad de Dios, sino que el directamente
habla de lo que significa en su vida que Dios conozca todo.
¿Qué significa escudriñar? Significa “Examinar algo con mucha atención, tratando de averiguar las
interioridades o los detalles menos manifiestos”.
Dios nos tiene escudriñados, porque Él conoce hasta el más mínimo detalle de nuestras vidas.
Dios conoce toda nuestra vida. A eso se refiere con que Dios conoce su senda y su camino.
Los vv. 2-4 son quizás la parte más aterradora del salmo: ¡Dios conoce todos nuestros pensamientos! Él
incluso los conoce antes de que nosotros los tengamos,
¿Hay pensamientos de los cuales te sientes avergonzado?, ¿Hay malos pensamientos en tú mente?,
¿Hay algo que aún no hayas confesado a Dios?
Quiero decirte que no puedes ocultarle nada a Dios. Es en vano que intentes hacerlo, porque el
simplemente lo sabe todo. El salmista demuestra estar abrumado por este conocimiento en el v. 6.
Por un lado, esto nos impresiona. No podemos siquiera soñar en decir o actuar en base a todo lo que se
nos cruza por la cabeza. Por otro lado, esto nos tiene que dar convicción de pecado.
Nos tiene que mostrar que somos realmente malos y que necesitamos La ayuda de Dios para ser salvos
del pecado. Nuestra mente es una máquina de malos pensamientos y solo Dios puede sanar tal
máquina.
Por otro lado, es reconfortante saber que podemos ser honestos y sinceros con Dios.
Cuando los malos pensamientos llegan, en lugar de ocultarlos, presentemolos a Dios, para que Él nos
ayude a luchar contra ellos. Para que Él nos perdone y nos ayude a crecer.
Es realmente liberador saber que no tenemos que ocultarle nada a Dios. Y es sumamente tonto intentar
hacerlo. Por lo tanto, seamos honestos, reconozcamos nuestra maldad delante de Dios, con temor de su
santidad, y pidamos que nos salve de ella y nos ayude a ser santos de mente y acto.
La Omnipresencia: Dios está en todos lados (vv. 7-12)
¡Jamás podría yo alejarme de tu espíritu, o pretender huir de ti! Si pudiera yo subir al cielo, allí te
encontraría; si bajara a lo profundo de la tierra, también allí te encontraría. Si volara yo hacia el este,
tu mano derecha me guiaría; si me quedara a vivir en el oeste, también allí me darías tu ayuda. Si yo
quisiera que fuera ya de noche para esconderme en la oscuridad, ¡de nada serviría! ¡Para ti no hay
diferencia entre la oscuridad y la luz! ¡Para ti, hasta la noche brilla como la luz del sol! Dios mío, tú
fuiste quien me formó en el vientre de mi madre. Tú fuiste quien formó cada parte de mi cuerpo.
Salmos 139:7-12
La realidad es que cuando no éramos hijos de Dios, teníamos todas las razones para querer huir de Él.
La santidad y la justicia de Dios, otros de sus atributos, constantemente nos recuerdan que hemos caído
de la gloria de Dios y que somos culpables de una rebelión de escala cósmica.
Huimos de Dios por temor a su justicia y a su santa ira. Algunos huyen de Dios llenando sus agendas para
no tener tiempo para pensar en Él.
Otros huyen negando su existencia. Otros intoxican sus cuerpos con sustancias que les hagan olvidar sus
culpas y pecados.
Pero sea como sea, vemos, ninguno puede realmente huir de Dios. Un día tendremos que presentarnos
ante el Altísimo y rendir cuentas por nuestra vida.
Es por eso por lo que, si queremos estar seguros en aquel día, hoy debemos confiar en que Cristo ha
muerto por nuestros pecados y ha pagado nuestra deuda ante Dios.
El Señor en su amor y misericordia ofreció a su único Hijo para que seamos salvos (Juan 3:16; Rom. 3:24-
26).
Podemos dejar de huir de Dios. Incluso cuando ya somos sus hijos, a veces parece que queremos huir de
Él, pero no tenemos que hacerlo, porque Cristo nos da confianza para poder presentarnos delante del
Padre y el Espíritu Santo da testimonio en nuestro ser de que esto es así.
Dios nos creó y por eso nos conoce tan bien (vv. 13-16)
Soy una creación maravillosa, y por eso te doy gracias. Todo lo que haces es maravilloso, ¡de eso estoy
bien seguro! Tú viste cuando mi cuerpo fue cobrando forma en las profundidades de la tierra; ¡aún no
había vivido un solo día, cuando tú ya habías decidido cuánto tiempo viviría! ¡Lo habías anotado en tu
libro!
Salmos 139:13-16
En esta sección vemos por qué es que Dios nos conoce tanto y no podemos huir de Él.
En primer lugar, Dios nos creó. El salmista dice que ha sido creado de forma asombrosa y maravillosa v.
14.
Vemos en los vv. 15-16 que Dios no simplemente nos creó. Él nos diseñó y nos planificó. No somos
producto de la casualidad. Incluso aquellos que nacieron sin haber sido planeados por sus padres, el
Padre celestial si los había planeado.
Cada uno de nosotros fue creado por Dios para cumplir con un propósito. Por más de que a veces la vida
parece no tener sentido, sabemos que Dios nos creó y que tiene un plan para nuestras vidas.
Él nos formó cuando estábamos en el vientre de nuestra madre. Él nos vio cuando estábamos ocultos de
todos los demás. Él planificó toda nuestra vida. Desde donde y cuando naceríamos, quienes serían
nuestros padres, donde viviríamos, cuantos días viviremos, etc. Todo estaba escrito en el libro del Señor
(v. 16).
Todo esto Dios lo hizo antes de que todo existiera. Por eso podemos descansar en Él y liberarnos de
toda la ansiedad del futuro. Estamos seguros en las manos de Dios.
Debemos decir algo aquí acerca de los que insisten en que el embrión no es una persona. Vemos
claramente que Dios es quien nos forma y quien planifica nuestra vida.
Es por eso que no tenemos ningún tipo de derecho sobre la vida de la persona que está en el vientre de
su madre. No existe tal cosa como el aborto.
Fue Dios quien los planificó, los diseñó y los formó. Por lo tanto, lejos estemos nosotros de querer jugar
a ser Dios, decidiendo quién tiene derecho de vivir y quién debe morir.
Dios mío, ¡qué difícil me resulta entender tus pensamientos! ¡Pero más difícil todavía me sería tratar
de contarlos! ¡Serían más que la arena del mar! ¡Y aun si pudiera contarlos, me dormiría, y al
despertar, todavía estarías conmigo! Dios mío, ¡cómo quisiera que a los asesinos los apartaras de mí!
(vv. 23-24)
Dios mío, mira en el fondo de mi corazón, y pon a prueba mis pensamientos. Dime si mi conducta no
te agrada, y enséñame a vivir como quieres que yo viva.