Nulidad Actos Administrativos Coa
Nulidad Actos Administrativos Coa
Nulidad Actos Administrativos Coa
administrativos
Concepto
¿Dónde se regula?
Conceptos relacionados
A estas dos categorías básicas suele unirse una tercera: la inexistencia del acto. Es el
supuesto de la ausencia de alguno de los requisitos de los actos verdaderamente esenciales,
obvios y evidentes que lleva a decir que más que un acto nulo es inexistente como tal acto,
ya que ni siquiera puede entenderse que tenga apariencia de tal.
Desde el punto de vista de su validez, los actos administrativos se agrupan pues, en dos
grandes categorías: los actos nulos de plenos derecho (artículo 47 de la LPACAP) y los
actos anulables (artículo 48 de la LPACAP).
Toda la teoría de las nulidades de los actos administrativos se encuentra penetrada por la
presunción de validez administrativa. El ilícito administrativo se define con carácter general
-cualquier infracción del ordenamiento jurídico incluso la desviación de poder- pero la
virtud anulatoria de estas infracciones se reduce sustancialmente hasta el punto de que el
legislador reconoce la existencia de infracciones o irregularidades no invalidantes. Del
mismo modo los supuestos de nulidad absoluta se restringen sensiblemente y se convierten
en supuestos tasados.
El principio favor acti que resulta de esta presunción legal de validez da lugar a una serie de
técnicas, de garantías explícitamente previstas por el legislador para la conservación de la
validez de los actos.
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¿Qué es la nulidad?
Los supuestos legales de la nulidad de pleno derecho son, exclusivamente, los siguientes:
La falta de impugnación en plazo del acto nulo no hace este inatacable. El artículo 106 de la
LPACAP consagra el carácter imprescriptible de la acción, pues establece una auténtica
acción de nulidad en sentido propio y no una mera petición graciable y no precisa pasar por
el cauce de otros casos en los que resulta obligado el recurso de lesividad.
La Ley en su artículo 106 establece una verdadera acción de nulidad, ejercitable sin
limitación de plazo por el interesado, y cuyo ejercicio, como el de toda acción en sentido
propio, constituye a la Administración en la obligación de dictar un pronunciamiento
expreso sobre la misma, cuyo sentido concreto positivo o negativo, viene determinado por
la opinión que manifieste al respecto el Consejo de Estado u órgano consultivo de la
Comunidad Autónoma cuyo dictamen es vinculante en este caso.
Dicho precepto resalta otro de los efectos característicos de la nulidad de pleno derecho, al
permitir que sea declarada incluso de oficio, es decir, sin necesidad de petición de parte
interesada. La gravedad de los vicios que la determinan trasciende del puro interés de la
persona a quien afectan y repercute sobre el orden general. Por eso precisamente, el
consentimiento del interesado no convalida el acto nulo, ya que nadie puede consentir
eficazmente algo que rebasa su propia esfera particular y trasciende a lo general.
La nulidad de pleno derecho resulta ser entonces de orden público lo que explica que
pueda ser declarada de oficio por la propia Administración y por los tribunales aun en el
supuesto de que nadie haya solicitado esa declaración, este carácter de orden público
supone además que su pronunciamiento debe hacerse en todo caso de forma preferente y
aun excluyente con respecto a cualquier otro incluidos los de la admisibilidad del recurso.
¿Qué es la anulabilidad?
A diferencia de lo que sucede en el ámbito civil, en el que el plazo para hacer valer la
anulabilidad es un plazo de caducidad que se mide por años y que puede ser interrumpido,
en el ámbito administrativo el plazo de interposición de recursos en muy breve (un mes para
la interposición de recurso ordinario y dos meses para el contencioso administrativo).
La diferencia es muy apreciable sobre todo si se tiene en cuenta que la falta de interposición
del recurso correspondiente impide definitivamente cualquier intento posterior. El acto así
viciado se entiende consentido y se convierte en firme e inatacable.
Por otra parte, la interposición de un recurso permite a la Administración poner en juego los
poderes de convalidación que le reconoce la Ley y subsanar los defectos iniciales una vez
advertida su existencia.
En los supuestos en los que quede un defecto formal no subsanado, no tiene sentido anular
el acto recurrido si, aunque no hubiere existido la infracción formal, la decisión de fondo
hubiera sido la misma.
Recuerde que…