A Orillas Del Virú
A Orillas Del Virú
A Orillas Del Virú
90 años.
LIBRO DE DEDICATORIAS
—Las tierras más allá de ese río, están llenas de riquezas sin
cuento.
Parte A
Un día de dolor
Tragedia en la aldea
La Vida Continúa
Parte B
Incursión en Chan-Chan
Parte A
Historia de Ankalli
Vuelta de Ankalli
Parte B
Integración en la Aldea
Nuevos peligros
De vuelta a la Aldea
Un secreto
LIBRO III
Parte A
Regreso a la Aldea
+Día jueves en Trujillo, enero 2008
Parte B
Un extraño en la playa
EPÍLOGO
Trujillo, 1563
traducido una y otra vez —Ayllu por Aldea— al ser más fácil de
por todos los miembros del ayllu, y lugar donde construyen las
viviendas.
las aguas del río Virú, siendo Huayna Capac, padre de Atahualpa y
de este Manuscrito.
manera particular.
pueblo, aunque nada más ver su cara, cubierta por una poblada
nuestras tierras.
había hablado con frecuencia del asunto y desde hacía varios Killa
mi corazón.
Excelencia?
la MAMA-COYA.
Angélica. Una mujer joven con el rostro y las manos muy blancas, el
nos aseguró: saber castellano nos podría ser muy útil en el futuro, y
envilecidos.
números y algunos hechos nos basta con los quipus. Esta es una de
las razones más poderosas para resistirme tanto a llevar a cabo este
Los de Chan-Chan vinieron del norte, más allá del río Manta,
Su crueldad.
Su crueldad.
del daño causado, todos nos han traído su cultura, han abierto
carta.
Trujillo a 1563.
Agosto 2008
dormitaban o conversaban.
Unos tal vez pensaban: como haya un accidente, todas esas normas
son inútiles; otros las han oído tantas veces que hasta creen ya las
deber.
ver a sus familiares, otros iban por primera vez con intereses
laborales o de ocio.
toda su familia muy lejos. Después de varios años, volvía una vez
más acompañada por su esposo.
habían dicho:
Perú.
discurrir por Lima, su agua deja de ser limpia y abundante para ser
un paisano.
Adela nació en esa ciudad del norte del Perú, pero hacía
la eterna primavera.
En esa misma fila, al otro lado del pasillo, se sentaba Juan con
ciudad.
entre las olas del mar y los movimientos realizado por la bailarina
movimientos son sencillos, pero elegantes, los pies, los brazos y las
Trujillo.
fuerte militar señalando, el límite sur, del reino del Gran Chimú
pescado podrido?
consecuencias.
ceremoniales mochicas.
interrumpidos por los valles floridos de los ríos: Salta, Virú y Moche.
ella.
Catedral.
menor” por el papa Pablo VI. Tres años más tarde en 1970 la
completamente la estructura.
En un ambiente dominguero, la Catedral se llenó de fieles
casona.
guindas y camote
peces y aves.
preguntó a Rosa.
abreviado.
mesa le pidió:
manuscrito.
tiempo libre.
trajeron esos Libros ante los daños de los sismos. Por eso están los
a alguna conclusión.
calor del mediodía. Pero toda esa maravilla se vio truncada por
la anterior MAMA-COYA.
educación.
rituales.
muchos hornos, uno en cada casa. Y, separada por la calle que sube
hasta la cima del Saraque, están las casas donde viven las Madres
telas. Sus casas se caracterizan por los colores que adornan sus
paredes.
corteza del árbol. Entre las casas no hay verdaderas calles, pues
cumbre son apenas mil metros pero muy abruptos, aunque con
adecuada para que el agua nos llegue con facilidad. Cada Killa
Naira: Narradora
Naira: Narradora.
8. DÍA LUNES
Parte B
Asiri. Narradora.
Parte A
Aquella mañana, como todos los días, un rayo de sol entró por el
hueco de la ventana, iluminando la pared de enfrente. Después de
despertarme salí, según mi costumbre, a dar un paseo junto al río y
bañarme.
Me encontré con Anca (Hombre veloz igual al águila), un anciano
como yo, pero más delgado y huesudo, con los ojos aún vivos y la voz
rotunda, su nombre era una caricatura de su personalidad. Era, lento y
obstinado, con frecuencia solitario y malhumorado. Aficionado a recordar
los tiempos idos, sobre todo en las noches de nostalgia, cuando la chicha
le soltaba la lengua más de lo acostumbrado. Era en especial de aquellos
días cuando llegamos a este valle y lo convertimos en nuestra casa y las
aventuras de los comienzos.
Durante un rato nos acompañamos, sin muchas palabras, en el
camino. En aquel amanecer —una niebla suave— que todo lo deja ver, sin
embargo, todo lo difumina en la lejanía. Cubría la Aldea como un manto
de soledad, poco a poco se iría rompiendo por el tumulto de la actividad
cotidiana. Entre los montes se fue intensificando la luz del nuevo sol.
Dimos una caminata hasta el bosque de los Algarrobos donde
teníamos las trampas para cazar cañanes, unos pequeños lagartos,
forman parte de nuestra comida y también para secarlos y comerciar con
las Aldeas cercanas. Como todos los días había casi una docena; elegimos
a los machos, en esta ocasión siete, y soltamos a las hembras y los
pequeños para dejarlos crecer.
Tal vez con intención de distraerme, Anca, empezó a hablar:
—Mayta, cuando pienso en la actual facilidad para conseguir
comida, recuerdo aquellos días de hambre, los de nuestra juventud,
cuando vivimos la gran aventura. ¿Te acuerdas?
—Como me voy a olvidar —le respondí con desgana— casi nos
cuesta la vida.
Aquel viaje realizado en nuestra juventud, ha dejado una huella, tan
profunda, ocupando muchas de nuestras actuales conversaciones.
Pequeños detalles, momentos de miedo o tensión, asombro ante la
belleza, dolores en todo el cuerpo al trajinar por la navegación, añoranza
de los hermanos de Huacho y de Ankalli perdido una noche, al caer al
mar.
La gran aventura sucedió cuando ya estábamos establecidos en este
valle. La MAMA—COYA Tintaya reunió al Consejo para comunicarles las
cavilaciones rumiadas desde hacía tiempo:
—Es necesario llevar a cabo un viaje comercial hacia el Sur, nuestro
río es pobre en minerales y necesitábamos cobre, oro y plata.
El Consejo apoyó este deseo y toda la Aldea se puso en marcha,
con celeridad construimos tres grandes balsas, con gruesos troncos de
madera ligera y porosa, reciamente unidas mediante sogas. Dos palos
robustos colocados en el centro de la balsa sostenían una gran vela
cuadrada de algodón y así sería más maniobrera, además se le puso un
timón. Sobre la cubierta construimos como una casa, una zona protegida,
donde la espuma de las olas no perjudicara las mercaderías.
Mientras nosotros construimos las balsas, en la Aldea prepararon
varios cántaros y los llenaron de agua y alimentos, igual tenían maíz y
papas como ají y carne de cañan y cui. Y en otras vasijas pusieron ropa
de diversos colores, telas de lana de vicuña y de algodón, mantas
finamente bordadas con adornos de aves, peces y árboles. También
objetos de oro y plata de las formas más diversas y muchas otras cosas:
como conchas rojas y blancas, perlas y esmeraldas.
Cada balsa era una auténtica casa flotante, dos habitáculos con
paredes de madera, ocupaban el centro, detrás de las velas, que se
izaban en un tronco de tres metros de altura, en cada una viajarían varias
Madres y quince pescadores. También irían, algunos caballitos de totoras,
escoltando cada balsa. Al final casi resultó una Aldea flotante.
Para los antiguos peruanos la Tierra es Pachamama. Las líneas y los símbolos
de animales y gente que se pueden ver en Nazca podrían ser sus tatuajes).
La conversación continuo, no solo deseaba hablarles de las Líneas
sino sobre todo de Pachacutec.
—He estado estudiando algunas cosas mencionadas en el
Manuscrito. El gran Pachacútec y su camino
Es el primer Inca con alusiones históricas. Se da por sentada su
verdadera existencia, por lo cual es considerado el primer Inca histórico,
los anteriores están demasiado ocultos por las leyendas. Pero la
relevancia de su figura y legado, ha llevado a varios investigadores a
resaltar su importancia. Era un hombre brutal. La muerte y los sacrificios
humanos no eran algo extraño en las culturas de la zona. Esto se muestra
perfectamente a lo largo del gobierno de Pachacútec: ejecutó a dos de
sus hermanos. También a dos de sus propios hijos. A sus enemigos no les
fue mejor: fue notoriamente despiadado con los cautivos y rara vez
mostró misericordia. Sin embargo, se ha dicho con verdad que es “el más
grande hombre que ha producido la raza aborigen de América”.
Sus logros dan lugar a la más importante época de la sociedad
incaica, años de cambios, continuados —después de su muerte en 1471—
por su hijo Túpac Yupanqui, definido por sus conquistas como “El
Alejandro Magno del Nuevo Mundo” y su nieto Huayna Cápac.
Allí empezaron a situarse doña Dorita y don Pedro con sus hijos,
pero hacía tanto frío para ellos que don Pedro enfermó. El médico le
recomendó vivir en una zona más cálida, en vez de Santiago podrían
encontrar trabajo en el norte de Chile, tal vez en Arica o incluso pasar
hasta el Perú. Como todavía no se habían instalado, le resultó fácil
marchar de Chile al Perú. La zona de Trujillo era famosa por tener una
eterna primavera. Aquí les conocimos, ella haciendo trabajos de costura y
él dando clases particulares a algunos alumnos.
Parte B
Dumma: narrador
Del río salieron tiritando, mi madre les quitó la ropa y los envolvió
en mantas. Así quedaron sentados al sol, con los vestidos colgados en un
arbusto, mientras mi padre y yo, conseguimos los frutos del Camu-Camu
y preparamos un gran banquete, allí pasamos la noche. Al amanecer nos
pusimos en marcha siguiendo el curso del río, a veces el valle se
bloqueaba y el río bramaba entre dos paredes de rocas, entonces
nosotros nos alejábamos de la orilla.
Una vez, subiendo tanto tiempo por una pendiente, la noche se nos
echó encima sin tener decidido donde dormir, en medio de la ladera
improvisamos un campamento. Del viaje solo recuerdo el cansancio y la
alegría de la liberación.
Después de mucho caminar llegamos a la Aldea bajando por el río,
llevábamos varias semanas buscando donde asentarnos. Vimos un grupo
de niños jugando, nadando en la orilla. Procuramos hacer gestos
amistosos, pero ellos huyeron corriendo hasta la Aldea. Al rato vimos un
grupo de mujeres: se acercaban con paso decidido, una de ellas, alzó la
voz y nos dijo.
—¿Quiénes sois? ¿Qué queréis?
No entendimos bien sus palabras, pues hablaba un idioma
desconocido. Mi padre, Chamba, replicó en el lenguaje de los incaicos y
así pudimos comunicarnos.
—Veníamos del norte —afirmó con decisión mi padre— huyendo de
los soldados del Inca, han conquistado nuestro pueblo. Tenemos la
intención de encontrar un lugar donde instalarnos.
—Yo soy la MAMA-COYA Kusi —manifestó aquella mujer— podéis
quedaros en la Aldea durante un tiempo, se reunirá el consejo de madres
y decidiremos.
En compañía de aquellas mujeres subimos por el camino de las
Chirimoyas hasta la Aldea y nos alojaron en una casa vacía, parecía
abandonada aunque estaba habitable. Era una sola estancia de planta
circular, como las de nuestra Aldea, las demás casas eran de cuatro
paredes. En todas el suelo era de tierra tan aplastada, mojada y vuelta a
pisar, que llegaba a tener casi la consistencia del adobe de las paredes. Mi
madre nos fue acomodando, en la penumbra distinguimos al fondo una
estera, colgando del techo, dividía la habitación en dos estancias.
Al atardecer vinieron varios jóvenes, entre ellos Sisa (Mujer que
siempre vuelve a la vida), la hija de la MAMA-COYA, nos llevaron víveres
pensando, como en efecto sucedía, no tendríamos casi nada. Se quedaron
con nosotros y surgió la conversación. Para mí fue una sorpresa ver cómo
Sisa llevaba la voz cantante y, relegando a mi padre, se dirigía
directamente a mi madre. Empecé a suponer: en esta Aldea la función
social de la mujer era distinta, pero aún no tenía muchos motivos para
suponerlo.
Y así empezó nuestra vida en la Aldea, al poco tiempo, un atardecer
se reunió el Consejo de Madres y nos llamaron para comunicarnos su
decisión.
—Durante estos días os hemos observado —comenzó a declarar la
MAMA-COYA Kusi— y estamos inclinados a aceptaros. Con algunas
condiciones: hablaréis nuestro idioma, aunque podéis usar el vuestro
cuando converséis entre vosotros. Colaboraréis en los trabajos. Chamba
se marchará a la Aldea del Mar donde participará con los demás esposos
en la pesca. Guatamba puede elegir uno de los trabajos de las Madres.
Duchicela y Dumma se incorporarán al grupo de los jóvenes en sus
labores y los dos pequeños cuando cumplan los cinco años se le pondrá
nombre y formarán parte de la Aldea, por ahora solo son los hijos de
Guatamba. ¿Aceptáis estas condiciones?
Mis padres hablaron entre ellos y al fin mi madre respondió:
—Estamos de acuerdo.
—Muy bien —retomó el hilo la MAMA-COYA— también participaréis
en las costumbres de nuestro pueblo. Cada día nos reunimos todas las
madres a orillas del Virú. Entre baños y conversaciones resolvemos los
problemas y nos sentimos como una comunidad. Tú, Guatamba,
participarás, como todas las Madres en el Consejo. Una vez al mes
celebramos la fiesta del Killa hunta (Plenilunio), durante esa semana, los
hombres vienen a la Aldea, viven con sus familias y colaboran en los
trabajos especiales. La fiesta del Templo, alrededor de la Kala, vosotros
podéis no participar en esa ceremonia, pero si en la celebración: la
comida y las danzas de la noche.
Mi hermana se acerca a mi madre y le susurra:
—Mamá, pregunta sobre nuestros vestidos y nuestros adornos del
pelo.
—Duchicela —interrumpió la MAMA-COYA— tú también puedes
hablar en este Consejo, pues todos habéis sido invitados. ¿Qué te
preocupa o no estás de acuerdo?
—A nosotros —afirmó Duchicela— nos gusta vestir de otro modo,
nuestras túnicas tienen colores mucho más vivos y brillantes, comemos
otras cosas y además, no nos cortamos el pelo nunca. La Pachamama nos
lo ha regalado y nosotros lo respetamos y adornamos
—Ya hemos considerado esas costumbres —aclaró la MAMA-COYA—
y nos parecen honorables. Si surgiera algún problema en el futuro, se
debatiría en el Consejo, pero parece no ser cosas demasiado importantes.
Muchos asuntos terminaron aclarados en aquel Consejo y nosotros
queríamos quedarnos en la Aldea aunque para ello debiéramos aceptar
algunas de sus costumbres.
Dumma: narrador
Dumma: narrador
El festejo del último año coincidió con la estancia en los Baños del
Inca Pachacutec. Habían estado por la zona de los cañaris sometiendo a
las aldeas sublevadas, volvían con una gran cantidad de prisioneros:
hombres y mujeres. Los situaron fuera del recinto de las balsas,
custodiados por soldados. Entre ellos algunos estaban heridos, solo
ejecutaron a los que no podían andar. Otros presentaban signos de haber
sido azotados con crueldad, todos permanecían silenciosos, como
ensimismados en su desgracia. Con ello tan cerca no podíamos celebrar
con alegría nuestra fiesta. Pedimos al Inca los mandara hacia el Cusco, y
conseguimos se pusiera en marcha la caravana con los presos. El Inca y
su corte se quedaron para la Fiesta, ya estaba bastante entristecido el
ambiente, pero cuando quiso bañarse en la primera fuente, desde
entonces se conoce como el Pozo de Pachacutec, corrieron rumores de
descontento entre los asistentes a la Fiesta.
En esa Fuente solo podía entrar el Gran Sanador —una vez al año—
el día de la Fiesta del Agua. En esa ocasión el Inca permaneció toda la
mañana, con sus esposas y algunos de sus criados. La jornada se
trastocó, las gentes se impacientaban pensando en la marcha a sus
pueblos. Se iba retrasando la Fiesta y el camino de vuelta sería nocturno.
Hasta el atardecer no pudimos realizar los ritos del agua. Mis
colaboradores me acercaron grandes cántaros; yo sacaba con el cuenco
ceremonial y lanzaba agua sobre el pueblo, mientras avanzaron con un
baile de alabanza hasta la puerta del pozo.
La conversación se alargó durante la mañana. Pesé: (estar en esta
casa, junto al fuego y escuchando al anciano, es una manera de
descansar). En varias ocasiones, Yaku (Cuidador del Agua), nos invito a
chicha, servida en huacos típicos de la zona, nos pidió se los acercáramos
de una estantería.
Duchicela: narradora.
Parte A
Kori: Narradora.
Parte B
una época de hambruna. Debían aplacar a los dioses del mar, con
huellas, los niños descalzos, las pezuñas de las llamas y las patas de
danzar durante un rato sin parar, algunos iban cayendo por el sueño
con las manos, separaba las costillas, con gran profusión de sangre,
una vez adentro, cortaba la aorta con sus uñas y saca el corazón
palpitante.
diciendo la MAMA-COYA.
dioses.
era uno de los hombres más cultos del imperio incaico, gozaban de
detallarla, pues era una orden directa del Inca Huáscar para su
predilecto: Atahualpa.
El amauta Chikan, por su estado de salud y su avanzada edad,
por Cajamarca— era más corto era, por supuesto, más peligroso,
especialmente, la Luna.
Kusip Inti (Hijo del Sol) — Intip Auki (Luz del Sol) y en un único
Dios: Kinsa Inti. Como tal vez habéis oído explicar a los
reinos.
presentarse. Es un misterio.
Estas son las más importantes, las que más nos preocupaban.
famosa. Fue con otros tres de los nuestros, hasta el tambo del
Camino del Inca, llevaban las 8 llamas cargadas con los habituales
sacos de sal, para pagar los tributos al Inca, y así poder seguir
junto con los cañaris y los chachapoyas, han sido los pueblos que
y aislados pueblos.
otros bienes, en algunos casos: hijas para ser Ñustas e hijos para
ser Chasqui.
hijos del Inca muerto no sea fácil de resolver. Murió sin haber
Nuestro viaje con Pizarro desde Panamá hacia el Virú fue con 3
navíos, 180 españoles, varios nativos auxiliares, 37 caballos y los
perros dogos, el año de 1531.
38. Revolución en la Aldea 1532
Como todos los meses para celebrar la fiesta del Killa hunta
(Plenilunio), los hombres vinieron a la Aldea del Río, entraron a la
ensenada en un grupo bullicioso de canoas. El ronco sonido de las
caracolas y tambores, anunciaba su llegada.
En esta ocasión, además de los niños, muchas madres bajaron
a recibirlos, pues desde hacía unos días, nos llegó la noticia: venía
con ellos el náufrago viracocha. La algarabía bulliciosa los
acompañaba, subiendo la pequeña cuesta, sombreada de
chirimoyas. Atravesaron toda la aldea hasta el templo, donde les
esperaba la MAMA-COYA Kori, con ella estaba yo, su hija Sulata.
Mi Madre se había puesto, para la ocasión, algunas de las
vestiduras rituales. Se quitó su vestido de trabajo, después de
lavarse las manos del barro por la faena. Tomó de un gancho de la
pared, una túnica de algodón, verde intenso con pequeñas flores de
verde más pálido. Se la echó sobre la cabeza, la ciñó con un grueso
cinturón de cuero con incrustaciones de plata y oro. Se puso el
adorno de nariz de oro y plata. Y por último se colocó como
diadema, la corona de cobre dorado.
Luego nos dijo Diego, los tatuajes de sus manos le llamaron
mucho la atención. Yo ya tenía tatuadas las arañas de los pies y la
serpiente en mi brazo, pues cada año la heredera era marcada con
las señales de su futuro poder.
Le vimos acercarse temeroso, tal vez cohibido, sin saber cómo
manifestar su respeto. Mientras asciende por la rampa de las cinco
plataformas de nuestro Templo, buscaba a su alrededor qué hacían
los demás, pero al no advertir nada extraño, decidió poner una
rodilla en tierra, luego nos aseguró esa era la manera de actuar
delante de la Reina de Castilla. Y así él lo hizo.
Fue un momento de emoción y silencio, entonces declaró,
mirando con determinación a la MAMA-COYA Kori:
—Deseo pedirte permiso para celebrar la fiesta en la Aldea,
desde mi llegada todos me han recibido con afecto y yo deseo
corresponder.
Mi madre lo miró, sorprendida pues le entendía, aunque no
hablaba claramente nuestro idioma, se le comprendía casi todo. Se
acercó hasta él y agarrándolo por los brazos, le hizo levantar, y con
gestos pausados y ceremoniosos lo abrazó, acogiéndolo en nuestra
Aldea, rodeada de los gritos alborozados de los presentes.
No pude intuir su influencia en mi vida futura, cuando aquel
joven español, abrazado a mi madre con afecto.
Aquella noche nuestra MAMA-COYA le invitó a comer. Cuando
nos reunimos en torno a la hoguera, a la puerta de la casa, nos
sorprendió que no se sentara como nosotros, con las piernas
dobladas por delante de tal forma que las rodillas queden altas, al
nivel de la barbilla.
—Perdonar, no puedo imitar vuestra manera de sentaros, no
estoy acostumbrado, estaré demasiado incómodo para comer con
tranquilidad.
Le vimos sentado con las piernas cruzadas delante.
Toda su historia, ya la ha contado Chuwi (Hombre simpático)
en este Manuscrito, podéis suponer mis pensamientos, escuchado
sus palabras y las caras de sorpresa de todos los oyentes, grandes y
pequeños, tanto mujeres como hombres.
Cuando hablábamos con él, nuestras preguntas a veces le
sorprendían, pero eran fruto del desconocimiento de su modo de
vida, en algunas cosas tan distinto al nuestro, en otras ocasiones al
escucharle, no podíamos salir de nuestro asombro.
Yo casi no me daba cuenta, sin embargo, desde su llegada era
muy frecuente me acompañara a las gestiones encomendadas por
mi madre la MAMA-COYA y me agradaba su compañía.
No dejaba de contemplar el color sonrosado de su piel, y
cuando se bañaba en el río mostraba las partes de su cuerpo sin
broncear, me resultaba un color muy atractivo, así como su pelo
castaño claro y sus ojos misteriosos. Un día mi madre se le acercó
y sin muchos preámbulos le explicó:
—Se acaba la semana de la fiesta y si quieres permanecer en
la Aldea, debes marchar a la aldea del Mar con los hombres hasta el
próximo Plenilunio, esas son nuestras costumbres, y todos, las
cumplimos.
—De acuerdo, MAMA-COYA —contestó Diego— estoy dispuesto
a permanecer en esta Aldea, pues me habéis acogido, como me
habría recibido Doña Catalina, de la que tanto os he hablado.
En la Aldea del Mar, le fue muy fácil incorporarse a la pesca,
pues aunque nunca había montado en un caballito de totora, la
navegación la tenía en la sangre desde muy joven y se adaptó muy
fácilmente a esos trabajos.
La MAMA-COYA me mandaba ir a la Aldea del Mar, casi todos
los días, me resultaba más atractivo ir allí y estar con Diego.
Los jóvenes nos dedicamos a entrenar a las llamas para las
caravanas y —a traer y llevar cosas— entre la aldea del mar y la
del Río. Formábamos un grupo en casi todos los trabajos: Warakusi
(Estrellita alegre), Pilpintu (Mariposa) y Yupanki (Hombre honrado)
lo puedo decir: eran mis mejores amigos.
—Sulata —me insinuó Pilpintu, en un momento de
tranquilidad, navegando por el Virú rumbo al mar— me pareces
demasiado mirona, cuando te observo, siempre te veo mirando a
Diego, a veces, un tanto embelesada.
—Se te advierte un poco ida —me importunó Warakusi— ¡Te
estás deslumbrando!. Enamorarse es como deslumbrase, y es muy
peligroso pues no se calibran muy bien, ni las virtudes ni los
defectos, eso me ha enseñado mi madre.
—Además, es muy viejo—-apuntó Yupanqui, con un deje de
envidia— casi nos dobla la edad y con los pelos en la cara parece
deforme, no sé como veis en él algo agradable.
Los vaivenes de la navegación interrumpieron la conversación,
pero me quede pensativa. Cuando llegamos a la Aldea del Mar
encontramos a Diego extendiendo, peces con sal, sobre las cañas
para secarlo. En ese momento, Wayna: (Hombre fuerte) le
preguntó:
—¿Cuánto tiempo estuvisteis navegando, desde vuestro país
hasta llegar a esta región, para vosotros desconocida?
—El último sitio conocido por nosotros, fue una isla llamada
Gran Canaria y después navegamos más de un mes, ayudados por
unos vientos llamados alisios, con fuerza nos empujaban hacia el
oeste, a lo desconocido para mí, aunque no para Colón pues ya
había venido, tres veces antes, a estas tierras. Llegamos a isla de
Martinica y a lo largo de un año visitamos muchas islas, a cada una
el Almirante, cuando las rodeábamos y era claramente una isla, le
ponía el nombre más adecuado.
—¿Encontrasteis muchas islas? —me interesé, interviniendo en
la conversación.
—Por supuesto, miles, algunas bastante grandes, se tardaba
más de un día en contornear su costa, sin embargo, no nos
detuvimos en ninguna, porque Colón venía de España con una
misión: buscar un canal de acceso al siguiente océano que debería
estar más al oeste y nos acercaría a las islas de las especies. En
nuestra marcha hacia el oeste, nos encontramos con una costa, al
impedirnos seguir navegando, derivamos hacia el sur, pero por
mucho que costeábamos, no había ningún canal por donde avanzar
hacia el oeste. Si encontramos varios ríos, al llevar el agua dulce no
podían ser una conexión con el otro mar, pues solo a algunos
marineros se le ocurría pensar en un océano de agua dulce, aunque
con la cantidad de maravillas encontradas, hasta esa posibilidad era
posible. No había manera de encontrar ese acceso. Las dos naves se
hallaban en mal estado, intentamos regresar a Cuba, pero
naufragamos en Jamaica. Todos los barcos estaban ya afectados por
los gusanos de la madera y podridos, y comenzaban a hundirse,
siendo la única solución achicar el agua con cubos. En medio de
esos desastres, el cielo empezó a oscurecerse y las olas se
alborotaron, Colón sabía, por sus conversaciones con los nativos de
la tribu de los Taínos, que se nos acercaba un huracán.
—Acá, —explicó Wayna— no tenemos el problema de los
huracanes, hay tormentas, sin embargo, como tú describes a los
huracanes, no son como las tempestades conocidas por este mar.
—¡De buena os libráis!, los huracanes son el mayor peligro en
la navegación entre aquellas islas. Nosotros conseguimos llegar
hasta Jamaica y en sus costas encallamos, habíamos naufragado en
una isla desconocida. Hicimos un campamento con las maderas,
medio podridas de las naves; intentamos convivir con los nativos,
nos ofrecieron comida y bebida. Allá las peripecias fueron muchas,
ya casi no me acuerdo de los días de calor y hambre. Terminamos
peleando con los nativos y pagamos las consecuencias, nos
quedamos sin su ayuda y la necesitábamos para sobrevivir. Colón
envió a uno de sus capitanes y seis marineros a pedir socorro.
Marcharon y pasaron seis meses y nadie había venido a rescatarnos,
por fin apareció en la isla una carabela, en ese momento
quedábamos 110 vivos, de ellos solo 72 regresaron España, los
demás decidimos permanecer en el Nuevo Mundo. Yo dejé de ser
grumete y me convertí en granuja, como ya os he dicho.
—¿Qué te impresionó más de estas tierras? —Le preguntó
Yupanki (Hombre honrado).
—Demasiadas cosas son maravillosas: los huracanes,
muestran una fuerza descomunal de la naturaleza, algo desconocido
en los mares europeos. En el mar Caribe relativamente frecuentes y
muy peligrosos, por los vientos de fuerza extraordinaria. Formando
un torbellino girando en grandes círculos, cuando se va
desplazando, acompañado por lluvias torrenciales. Todo junto, al
alcanzar a un barco, lo zarandea de tal manera que su maderamen
ruge como un animal atrapado, con frecuencia se rompen la velas y
el barco queda como un juguete descontrolado, hasta terminar
hundiéndose. En casos así, he perdido a muchos compañeros, a
veces pienso en la protección de Doña Catalina, me va sacando de
tantas situaciones de peligro.
—¿Y otras cosas te llamaron la atención? —insistió Yupanki.
—Muchas: la majestuosidad de los Andes nevados y como no
la belleza de las mujeres nativas. Miran de una manera intrigante —
y dirigiéndose a mí— Sulata, como se llaman esas flores, las
doradas de aquellas lomas, pues el contraste con el azul del mar es
espléndido.
Warayana-María: Narradora
………
D. Miguel tenía esa tarde una cita con el médico, pero antes
de despedirse les explicó:
—Lo sucedido durante el encuentro en Cajamarca está
perfectamente descrito en el Manuscrito, así como la muerte de
Atahualpa. Aunque no se menciona nada, D. Francisco Pizarro y su
esposa Inés Huaylas, tuvieron una hija llamada Francisca Pizarro
Yupanqui. Tras el fallecimiento de su padre, Francisca era
descendiente legítima del Gran Marqués de la Conquista y de la
Familia Imperial Incaica de Huayna Cápac, pues era hermanastra:
tanto de Huáscar como Atahualpa, los dos últimos Incas Supremos.
Fue cortejada por algunos notables españoles, entre ellos su tío
Gonzalo Pizarro. Si se hubieran casado serían una poderosa pareja,
con capacidad para coronarse reyes del Perú, al menos eso temían
en España.
EPÍLOGO
41. DÍA SÁBADO
Warayana
Dumma
Duchicela
Otros personajes
N. 1.450 - M 1.503
CORO I
ESTROFA
ESTROFA
CORO II
ÍNDICE
PRÓLOGO
LIBRO I
Parte A
Un día de dolor
Construcción del nuevo Templo
Tragedia en la aldea
La Vida Continúa
Parte B
Incursión en Chan-Chan
LIBRO II
Parte A
Historia de Ankalli
Vuelta de Ankalli
Parte B
Integración en la Aldea
De vuelta a la Aldea
Un secreto
LIBRO III
Parte A
Regreso a la Aldea
Parte B
Un extraño en la playa
EPÍLOGO