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Oración Abrasada

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FRICYDIM

Familia Religiosa del Inmaculado Corazón y la Divina Misericordia

Oración
abrazada
De San Luis María
Grignion de Montfort

“Memento, Domine, congregationis tuae quam possedisti ab


initio  (Sal. 73, 2): Acuérdate, Señor, de tu congregación, que hiciste
tuya desde toda la eternidad, pensando en ella en tu mente ab
initio (Sal. 73, 3); que hiciste tuya en tus manos, cuando sacaste el
mundo de la nada, ab initio; que hiciste tuya en tu corazón, cuando
tu querido Hijo, muriendo en la Cruz, la regaba con su Sangre y la
consagraba por su muerte, confiándola a su Santa Madre.

“Escucha, Señor, los designios de tu Misericordia; suscita los


hombres de tu diestra, tales como los has mostrado conocimiento
profético de ello a algunos de tus mayores siervos: a un San
Francisco de Paula, un San Vicente Ferrer, una Santa Catalina de
Siena y a tantas otras grandes almas en el último siglo pasado, y
aun en éste en que vivimos.

Dios Todopoderoso, acuérdate de esta Compañía aplicando a ella


todo el poder de tu brazo, que no está acortado; para sacarla a la luz
y para llevarla a su perfección. Renueva los antiguos prodigios y
repite los portentos (Eclo. 36, 6). Sentiamus adiutorium brachii tui.
¡Oh Dios soberano, que de las piedras toscas puedes hacer otros
tantos hijos de Abraham!, di como Dios una sola palabra, para
enviar buenos obreros a tu mies y buenos misioneros a tu Iglesia.

“Dios de bondad, acuérdate de tus antiguas misericordias, y por


estas mismas misericordias, acuérdate de esta Congregación:
acuérdate de las promesas reiteradas que nos has hecho por tus
profetas y por tu mismo Hijo, de oírnos en nuestras justas
peticiones. Acuérdate de las plegarias que tus siervos y tus siervas
te han hecho sobre este asunto desde hace tantos siglos: que sus
anhelos, sus gemidos, sus lágrimas, la sangre por ellos derramada
lleguen a tu presencia para solicitar poderosamente tu misericordia.
FRICYDIM
Familia Religiosa del Inmaculado Corazón y la Divina Misericordia

Oración abrazada
Pero acuérdate, sobre todo, de tu querido Hijo: mira y contempla el
rostro de tu Cristo (Sal. 83, 10). Su agonía, su confusión y su llanto
amoroso en el Huerto de los Olivos cuando dice: ¿Qué provecho hay
en mi sangre? (Sal. 29, 10); su muerte cruel y su sangre derramada
te gritan a voces ¡Misericordia!, a fin de que por medio de esta
Congregación sea establecido su imperio sobre las ruinas del de sus
enemigos.  

“Acuérdate, Señor, de esta comunidad en los efectos de tu justicia.


Vendrán tiempos, Señor, en que despreciarán tus leyes (Sal. 118, 126).
Es tiempo de hacer lo que has prometido. Tu divina ley es
quebrantada; tu Evangelio, abandonado; torrentes de iniquidad
inundan toda la tierra y arrastran a tus mismos siervos; toda la tierra
está desolada; la impiedad está sobre el trono; tu santuario es
profanado y la abominación se halla hasta en el lugar santo. ¿Lo
dejarás abandonado así todo, Señor Justo, Dios de las venganzas?
¿Vendrá todo, al fin, a ser como Sodoma y Gomorra? ¿Callarás
siempre? ¿Aguantarás siempre? ¿No es menester que tu voluntad
se haga en la tierra como en el cielo y que venga tu reino? ¿No has
mostrado de antemano a algunos de tus amigos una renovación
futura de tu Iglesia? ¿No han de convertirse a la verdad los judíos?
¿No es esto lo que espera tu Iglesia? ¿No te piden a gritos todos los
santos del cielo Justicia: vindica (cf. Ap. 6, 10)? ¿No te dicen todos los
justos de la tierra: Amen, ven Señor (Ap. 22, 20)? Las criaturas todas,
aun las más insensibles, gimen bajo el peso de los pecados
innumerables de Babilonia y piden tu venida para restaurar todas
las cosas.

“Señor Jesús, acuérdate de tu Congregación. Acuérdate de dar a tu


Madre una nueva Compañía, para renovar por Ella todas las cosas y
para acabar por María los años de la gracia, como has comenzado
por Ella. 

“Dad hijos y siervos a tu Madre (cf. Gn 30, 1); si no, yo muero.

“Dame a tu Madre. Es por Ella por la que yo te lo pido. Acuérdate de


sus entrañas y de sus pechos, [de su Inmaculado Corazón, lugar de
tu refugio primario y esencial], y no me rechaces; acuérdate de que
eres su Hijo y escúchame; acuérdate de lo que Ella es para Ti y de lo
que Tú eres para Ella, y cumple mis deseos.
FRICYDIM
Familia Religiosa del Inmaculado Corazón y la Divina Misericordia

Oración abrazada
“¿Qué es lo que te pido? Nada en mi favor, todo para tu gloria.  

“¿Qué es lo que te pido? Lo que Tú puedes, y aun, me atrevo a


decirlo, lo que debes concederme, como Dios verdadero que eres, a
quien se ha dado todo poder en el cielo y en la tierra, y como el
mejor de todos los hijos, que amas infinitamente a tu Madre. “¿Qué
es lo que te pido? Sacerdotes libres con tu libertad, descarnados de
todo, sin padre, sin madre, sin hermanos, sin hermanas, sin
parientes según la carne, sin amigos según el mundo, sin bienes, sin
estorbos, sin cuidados y aun sin voluntad propia.  

“Libres: esclavos de tu amor y de tu Voluntad; hombres según tu


corazón, que sin voluntad propia que los manche y los detenga,
cumplan toda su voluntad y arrollen a todos sus enemigos, como
otros tantos nuevos Davides, con el báculo de la cruz y la honda del
Santo Rosario en las manos: in baculo, Cruce; et in virga, Virgine.  

“Libres: como nubes elevadas de la tierra y llenas de rocío celeste,


que sin impedimento vuelan por todas partes según el soplo del
Espíritu Santo. Son ellos, en parte, los que conocieron tus profetas
cuando preguntaban: ¿Quiénes son estos que vuelan como nubes?
(Is. 9, 8)? A dónde les impelía el Espíritu, sin volverse para atrás (Ez 1,
12).

“Libres: hombres siempre a tu mano. Prontos siempre a obedecerte,


a la voz de sus superiores, como Samuel (I Rey. 3, 16); prestos
siempre a correr y a sufrirlo todo contigo y por Ti, como los
Apóstoles: Vayamos y muramos con Él (Jn 11, 16).  

“Libres: verdaderos hijos de María, tu Santa Madre, engendrados y


concebidos por su Caridad [en su Inmaculado Corazón], llevados en
su seno, pegados a sus pechos, alimentados con su leche, educados
por sus cuidados, sostenidos por su brazo y enriquecidos de sus
gracias.

“Libres: verdaderos siervos de la Virgen Santísima, que, como otros


tantos Santos Domingos, vayan por todas partes con la antorcha
brillante y ardiente del santo Evangelio en la boca y el Santo Rosario
en la mano, a ladrar como perros, abrasar como el fuego y alumbrar
las tinieblas del mundo como soles;
FRICYDIM
Familia Religiosa del Inmaculado Corazón y la Divina Misericordia

Oración abrazada
y que por medio de la verdadera devoción a María, es decir, interior
sin hipocresía, exterior sin crítica, prudente sin ignorancia, tierna sin
indiferencia, constante sin liviandad y santa sin presunción,
aplasten, por donde quiera que fueren, la cabeza de la antigua
serpiente para que la maldición que Tú le echaste se cumpla
enteramente: Pondré enemistad entre ti y la Mujer, entre su
descendencia y la tuya; esta te aplastará la cabeza (Gn. 3, 15).  

“Verdad es, Dios soberano, que el demonio pondrá, como Tú lo has


predicho, grandes asechanzas al calcañar de esta Mujer misteriosa,
es decir, a esta pequeña Compañía de sus hijos, que vendrán hacia
el fin del mundo, y que habrá grandes enemistades entre esta
bienaventurada descendencia de María y la raza maldita de
Satanás; pero es una enemistad totalmente divina, la única de que
Tú eres el Autor: pondré enemistad.  

“Pero estos combates y estas persecuciones, que los hijos de la raza


de Belial desencadenarán contra la raza de tu Santa Madre, sólo
servirán para hacer brillar más el poder de tu gracia, la valentía de
su virtud y la autoridad de tu Madre, puesto que Tú, desde el
principio del mundo, les has dado el encargo de aplastar a ese
orgulloso, por la humildad de su Corazón y de su planta: esta te
aplastará la cabeza.

“¿No me está a mí mejor morir que verte, Dios mío, todos los días
tan cruel y tan impunemente ofendido, que hallarme todos los días
más y más en peligro de ser arrastrado por los torrentes de
iniquidad que van creciendo? Mil muertes me serían más tolerables.
O envía socorros desde el cielo, o llévate mi alma. Si no tuviera la
esperanza de que oirás, pronto o tarde, a este pobre pecador en
interés de tu gloria, como has oído a tantos otros -Este pobre clamó
y el Señor lo escuchó y le salvó de todas sus angustias (Sal. 33, 7)-,
pediría absolutamente con un profeta: Llévate ya mi alma (I Rey 19,
4). Pero la confianza que tengo en tu misericordia me hace decir
con otro profeta: No moriré, sino que viviré para narrar las hazañas
del Señor (Sal. 117, 17); hasta que con Simeón pueda decir: Ahora,
Señor, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mi ojos han visto,
etc. (Lc 2, 29-30).

Espíritu Santo, acuérdate de producir y formar hijos de Dios, con tu


divina y fiel Esposa María.
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Oración abrazada
“Tú formaste la cabeza de los predestinados con Ella y en Ella; con
Ella y en Ella debes formar todos sus miembros. Tú no engendras
ninguna persona en la Divinidad; pero eres, Tú solo, quien formas
fuera de la Divinidad todas las personas divinas; y todos los santos
que han sido y serán hasta el fin del mundo, son otras tantas obras
de tu amor unido a María. El reino especial de Dios Padre duró hasta
el diluvio y terminó por un diluvio de agua; el reino de Jesucristo
terminó por un diluvio de sangre; pero tu reino, Espíritu del Padre y
del Hijo, continúa actualmente y se terminará por un diluvio de
fuego, de amor y de justicia.  

“¿Cuándo vendrá este diluvio de fuego, de puro amor, que Tú debes


encender sobre toda la tierra de manera tan dulce y tan vehemente,
que todas las naciones, los turcos, los idólatras, los mismos judíos se
abrazaran a él y se convertirán? Nada se libra de su calor (Sal 18, 7).
¡Enciéndenos! Que este divino fuego que Jesucristo vino a traer a la
tierra se encienda, antes que Tú enciendas el de tu cólera, que
reducirá toda la tierra a cenizas. Envía tu Espíritu y serán creadas las
cosas y renovarás la faz de la tierra. Envía este espíritu, todo fuego,
sobre la tierra, para crear en ella sacerdotes todo fuego, por
ministerio de los cuales la faz de la tierra sea renovada y tu Iglesia
reformada.  

“Acuérdate de Tú Congregación: es una Congregación, una


asamblea, una selección, un apartado de predestinados, que Tú
debes hacer en el mundo y del mundo: Yo los he elegido del mundo
(Jn.15, 19). Es un rebaño de corderos pacíficos que Tú debes reunir
en medio de tantos lobos; una compañía de castas palomas y de
águilas reales en medio de tantos cuervos; un enjambre de abejas
en medio de tantas avispas; una manada de ciervos ágiles entre
tantas tortugas; un escuadrón de leones valerosos en medio de
tantas liebres tímidas. ¡Oh Señor!: congréganos de entre las
naciones (Sal 105). Congréganos, únenos para que se dé toda la
gloria a tu nombre santo y poderoso.

“Tú predijiste esta ilustre Compañía a tu profeta, que habla en


términos muy oscuros y misteriosos, pero totalmente divinos: Tú
haces llover, ¡Oh Dios!, una lluvia generosa sobre tu heredad, y
cuando ésta desfallecía, tú la sostenías. Tu familia habitó en ella; Tú
preparaste, ¡oh Dios!, tus bienes a los menesterosos.
FRICYDIM
Familia Religiosa del Inmaculado Corazón y la Divina Misericordia

Oración abrazada
Da su voz de mando el Señor: vienen en tropel los portadores de
buenas nuevas: Huyen los reyes de los ejércitos, huyen; aun la mujer
casera participa en el botín. Y mientras ustedes reposan entre los
oviles, las alas de la paloma se han cubierto de plata y sus plumas,
de oro brillante. Al dispersar el Omnipotente por ella a los reyes,
cayó la nieve sobre el Selmón. Monte de Dios es el monte de Basán;
montaña rica en cumbres la montaña de Basán. ¿Por qué miran con
envidia, montes encumbrados, al monte que eligió Dios para
morada suya, en el que por siempre habitará Yavhé? (Sal 67, 10-17). 

“¿Cuál es, Señor, esa lluvia voluntaria que Tú has preparado y


escogido para tu heredad enferma sino estos santos misioneros,
hijos de María, tu Esposa, que Tú debes reunir y separar del pueblo,
para bien de tu Iglesia, tan debilitada y manchada por los crímenes
de sus hijos?  

“¿Quiénes son esos animales y esos pobres que morarán en tu


heredad, y que serán alimentados en ella con la dulzura divina que
Tú les has preparado, sino estos pobres misioneros abandonados a
la Providencia que rebosará de tus delicias más divinas, sino los
animales misteriosos de Ezequiel, que tendrán la humanidad del
hombre por su caridad desinteresada y bienhechora para con el
prójimo; la valentía del león por su santa cólera y su celo ardiente y
prudente contra los demonios, hijos de Babilonia; la fuerza del buey
por sus trabajos apostólicos y su mortificación contra la carne, y, en
fin, la agilidad del águila por su contemplación en Dios? Tales serán
los misioneros que Tú quieres enviar a su iglesia. Tendrán ojos de
hombre para con el prójimo; ojos de león contra tus enemigos; ojos
de buey contra sí mismos y ojos de águila para Ti. 

  “Estos imitadores de los Apóstoles predicarán con gran fuerza y


virtud, tan grande y tan resplandeciente, que removerán las almas y
los corazones de los lugares en que prediquen. A ellos es a quienes
darás tu palabra, tu misma boca y tu sabiduría: te daré un lenguaje
y una sabiduría que ningún adversario podrá resistir (Lc 21, 15).

“Entre estos tus amados será donde Tú, en calidad de Rey de las
virtudes, de Jesucristo el Bienamado, tendrás tus complacencias,
puesto que ellos en todas sus misiones no tendrán más fin que el
darte toda la gloria de los despojos que arrebatarán a sus enemigos:
Rex virtutum dilecti, dilecti et speciei domus dividere spolia.
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Oración abrazada
“Por su abandono en manos de la Providencia y su devoción a María
tendrán las alas plateadas de la paloma: inter medios cleros pennae
columbae deargentatae, es decir, la pureza de la doctrina y de las
costumbres. Y su espalda dorada et posteriora dorsi eius in pallore
auri, es decir, una perfecta caridad con el prójimo para soportar sus
defectos y un gran amor para con Jesucristo para llevar su cruz.  

“Tú solo, como Rey de los cielos y Rey de los reyes, separarás de
entre el pueblo estos misioneros como otros tantos reyes, para
tornarlos más blancos que la nieve sobre el monte de Selmón,
monte de Dios, monte abundante y fértil, monte fuerte y cuajado,
monte en el que habita y habitará hasta el fin.  

“Quién es, Señor, Dios de verdad, este misterioso monte, del que
nos dices tantas maravillas, sino María, tu querida Esposa, cuyos
cimientos has puesto Tú sobre las cimas de los más altos montes?
Fundación suya sobre los santos montes (Sal 86, 1). El monte de la
casa de Yavé se asentará a la cabeza de los montes (Miq. 4, 1).  

“Dichosos y mil veces dichosos los sacerdotes que Tú has tan bien
escogido y predestinado para morar contigo en esta abundante y
divina montaña, a fin de que lleguen a ser los reyes de la eternidad,
por el desprecio de la tierra y su elevación en Dios; a fin de que se
tornen más blancos que la nieve por su unión con María, su Esposa,
toda hermosa, toda pura y toda inmaculada; a fin de que se
enriquezcan allí del rocío del cielo y de la grosura de la tierra, de
todas las bendiciones temporales y eternas de que María está llena.

“Desde lo alto de esta montaña es desde donde, como otros Moisés,


lanzarán por sus ardientes plegarias dardos contra sus enemigos
para abatirlos o convertirlos. En esta montaña será donde aprendan
de la boca misma de Jesucristo, que en ella mora siempre, la
inteligencia de sus ocho bienaventuranzas.  

“En esta montaña de Dios será donde sean transfigurados con Él


sobre el Tabor; donde mueran con Él como en el Calvario, y donde
suban al cielo con Él, como desde el monte de los Olivos.

“Acuérdate de tu Congregación. A Ti solo es a quien toca el formar,


por tu gracia, esta Congregación; si el hombre pone en ello primero
la mano, nada se hará;
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si mezcla de lo suyo contigo, lo echará a perder todo, lo trastornará
todo. Tu Congregación: es tu obra, Dios soberano: Haz tu obra: haz
tu obra, totalmente divina: junta, llama, reúne de todos los términos
de tu dominio a tus elegidos, para hacer con ellos un cuerpo de
ejército contra tus enemigos.  

“Mira, Señor, Dios de los ejércitos, los capitanes que forman


compañías completas; los potentados que levantan ejércitos
numerosos; los navegantes que arman flotas enteras; los
mercaderes que se reúnen en gran número en los mercados y en
las ferias. ¡Qué de ladrones, de impíos, de borrachos y de libertinos
se unen en tropel contra Ti todos los días, y tan fácil y prontamente!
Un silbido, un toque de tambor, una espada embotada que se
muestre, una rama seca de laurel que se prometa, un pedazo de
tierra roja o blanca que se ofrezca; en tres palabras, un humo de
honra, un interés de nada, un miserable placer de bestias que esté a
la vista, reúne al momento ladrones, agrupa soldados, junta
batallones, congrega mercaderes, llena las casas y los mercados y
cubre la tierra y el mar de muchedumbre innumerable de réprobos,
que, aun divididos los unos de los otros por la distancia de los
lugares o por la diferencia de los humores o de su propio interés, se
unen no obstante todos juntos hasta la muerte, para hacer la guerra
bajo el estandarte y la dirección del demonio.

“Y por Ti, Dios soberano, aunque en servirte hay tanta gloria, tanta
dulzura y provecho, ¿casi nadie tomará tu partido? ¿Casi ningún
soldado se alistará bajo tus banderas? ¿Ningún San Miguel gritará
de en medio de sus hermanos por el celo de tu gloria: ¿Quién como
Dios? Permíteme ir gritando por todas partes: ¡Fuego, fuego, fuego!
¡Socorro, socorro, socorro! ¡Fuego en la casa de Dios! ¡Fuego en las
almas! ¡Fuego en el santuario! ¡Socorro, que se asesina a nuestros
hermanos! ¡Socorro, que se degüella a nuestros hijos! ¡Socorro, que
se apuñala a nuestro padre!

“Los que son del Señor, vengan a mí (Ex 32, 26): que todos los
buenos sacerdotes repartidos por el mundo cristiano, sea que
actualmente se hallen combatiendo o que se hayan retirado de la
pelea a los desiertos y soledades; que todos esos buenos sacerdotes
vengan y se junten con nosotros; la unión de las fuerzas hace más
fuerte: para que formemos, bajo el estandarte de la Cruz,
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la unión de las fuerzas hace más fuerte: para que formemos, bajo el
estandarte de la Cruz, un ejército bien ordenado en batalla y bien
regido para acometer de concierto a los enemigos de Dios, que han
tocado ya alarma: sonuerunt, frenduerunt, fremuerunt, multipllicati
sunt.  

“Rompamos sus coyundas, arrojemos de nosotros sus ataduras! El


que mora en los cielos se ríe, el Señor se burla de ellos (Sal 2, 3-4).  

“Se levanta Dios, y se disipan sus enemigos (Sal 67, 2).  

“Levántate Señor, ¿por qué duermes? ¡Levántate! (Sal 43, 23).  

“Señor, levántate; ¿por qué pareces dormir? Levántate en tu


Omnipotencia, tu Misericordia y tu Justicia, para formarte una
Compañía escogida de guardias de corps, que guarden tu casa,
defiendan tu gloria y salven tus almas, a fin de que no haya sino un
rebaño y un pastor y que todos te rindan gloria en tu templo: Y en
su templo todo dice: ¡Gloria! (Sal 28, 9). Amén.”

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