Resumen Corina Rodriguez Enriquez
Resumen Corina Rodriguez Enriquez
Resumen Corina Rodriguez Enriquez
Introducción
La mirada dominante en economía, en su afán de construir modelos, ha tendido a minimizar la relevancia de
dimensiones politicas, sociales y culturales en este análisis. Este hecho presenta el riesgo de provocar una
brecha entre la representación de la realidad y la realidad misma. De esta manera, la economía puede ir
perdiendo su poder explicativo y por ende su relevancia como ciencia social necesaria para la generación de
conocimiento que permita no solo comprender el mundo, sino también transformarlo.
La economía feminista advierte y denuncia esta situación: pone énfasis en la necesidad de incorporar las
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relaciones de género como una variable relevante en la explicación del funcionamiento de la economía, y de
la diferente posición de los varones y las mujeres como agentes económicos y sujetos de las políticas
económicas.
Uno de los temas centrales en la argumentación de la economía feminista se refiere a la necesidad y relevancia
de visibilizar en el análisis económico el papel fundamental del trabajo de producción y reproducción de las
personas, denominado ampliamente como trabajo de cuidado.
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3 motivos por los cuales es importante visibilizar el trabajo de cuidado:
1) No existiría fuerza de trabajo, y no habría posibilidad de generar valor económico y reproducir el sistema
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económico y social.
2) El análisis económico se encuentra sesgado. No solo brinda un diagnostico incompleto del
funcionamiento del sistema, sino que además enfrenta una alta probabilidad de equivocación a la hora de
evaluar la repercusión real de las politicas económicas.
3) Explica una proporción sustantiva de las desigualdades existentes (por la manera en que se organiza
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socialmente el cuidado: el modo en que las responsabilidades de cuidado se distribuyen entre Estado,
mercado y hogares, y, entre varones y mujeres). 2 elementos:
a) La presunción de que la división sexual del trabajo de cuidado está en la raíz de las desiguales de
género.
b) Las alternativas de organización de las actividades de cuidado son diferentes por clases sociales,
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lo que de esta manera determina distintas posibilidades de acceso y goce de niveles de bienestar.
Por lo tanto, al comprender el papel funcional sistémico del trabajo de cuidado se esta contribuyendo con un
eslabón esencial faltante en el análisis económico. Asimismo, puede contribuirse con herramientas para el
diseño de acciones que permiten reducir o eliminar desigualdades y avanzar de esta manera a sociedades más
justas.
Una vez que se asume la relevancia de incorporar la dimensión del cuidado en el análisis económico, se derivan
múltiples aspectos conceptuales, metodológicos, políticos y de políticas públicas.
Conceptual: los desarrollos actuales avanzan en el sentido de delimitar y clasificar los contenidos de las
nociones de economía del cuidado y de organización del cuidado.
Metodológico: (clave para visibilizar y dimensionar el cuidado) estimaciones del trabajo de cuidado no
remunerado que realizan las personas y su valoración económica. Hay dos campos de estudio: Por una parte,
encuestas sobre el uso del tiempo y, por otra, los ejercicios con los que se procura transformar este tiempo
en algún valor mensurable.
Como un modo de transmitir la dimensión que el trabajo de cuidado tiene en relación con el valor económico
que las sociedades generan, se viene impulsando la construcción de extensiones o cuentas satelitales de
hogares en el marco de los sistemas de cuentas nacionales.
Esta incorporación del trabajo no remunerado al “lenguaje” de las cuentas nacionales implica un método para
expresarlo en unidades monetarias: como el costo de los insumos, que en el caso del trabajo no remunerado
implica imputar un determinado salario (hay 3 criterios para hacerlo).
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Debate: ¿deben remunerarse estas actividades? ¿quién debería hacerse cargo del costo económico de una
transferencia monetaria que reconozca el trabajo de cuidado no remunerado? ¿Resulta liberadora para las
mujeres la implementación de este reconocimiento monetario, o es por el contrario una manera de consolidar
su papel cuidador?
Políticas públicas: Finalmente, visibilizar, exponer y mensurar el trabajo de cuidado no remunerado y las
3 derivaciones
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consecuencias no equitativas de su actual organización impone un desafío para las políticas públicas.
1. reconocimiento monetario del trabajo doméstico y de cuidado no remunerado. (por ejemplo, algunos
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países incorporaron a las reformas de los sistemas de previsión componentes que procuran no remunerar
el trabajo de cuidado sino compensar la pérdida de ingreso de las mujeres por asumir estas
responsabilidades.
2. incorporar la perspectiva de género y la dimensión del cuidado en el diagnóstico, diseño, monitoreo y
evaluación de toda política económica. Reconocer y explicitar potencia la repercusión de las políticas y
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corrige los sesgos negativos que pueden tener con respecto a la posición de las mujeres y la igualdad de
género.
3. Se relaciona con los enfoques de la política pública que debieran atender la cuestión del cuidado y operar
en un sentido de búsqueda de una mejor distribución de estas responsabilidades, permitiendo a su tiempo
una mayor justicia distributiva. 2 campos de acción.
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A. iniciativas que procuran facilitar la conciliación entre la vida laboral de las personas y su vida familiar
(por parte del estado con licencias maternales y parentales, reglamentación de tiempos de trabajo, etc., y por
parte de las empresas con acciones en estos campos.)
B. Necesidad de conformar una red extensa y accesible de provisión de servicios públicos de cuidado.
Esto resulta una cuestión central cuando se comprende que para avanzar en objetivos de igualdad es esencial
una organización social diferente del cuidado.
El excesivo condicionamiento que las responsabilidades de cuidado imponen a las mujeres pobres para su
acceso y control de recursos económicos es evidente. En su situación concurren:
-Mayores responsabilidades de cuidado (familias numerosas)
-menos recursos para acceder a servicios mercantiles de cuidado
-Menores y peores oportunidades en el mercado laboral (lo que les permitiría acceder a recursos para adquirir
servicios de cuidado en el mercado).
Desarrollar una red extensa de servicios públicos de cuidado permitirá mejorar las posibilidades económicas
de estas mujeres y asegurar mejores condiciones de cuidado para los niños.
Desde una mirada feminista, el objetivo político de introducir la cuestión del cuidado en el análisis económico
es transformar su actual organización social, que se considera reproductora de desigualdades sociales y de
género.
Una sociedad más justa e igualitaria debe sustentarse en una distribución más equitativa del trabajo total
(productivo y de cuidado) y en la puesta en práctica de la responsabilidad social y colectiva en la reproducción
de las personas.
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económica.
Recorrido histórico sobre la inclusión del trabajo doméstico en los distintos modelos económicos.
familia.
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David Ricardo ignoro la contribución del trabajo doméstico en el proceso de reproducción del trabajador y su
Los clásicos (como Adam Smith) asumieron como natural el modelo jerárquico de matrimonio y familia: Era el
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hogar y particularmente el papel de las mujeres en él, el que proveía el necesario contrapeso al individualismo
y materialismo del mercado. El trabajo de cuidado no remunerado sería una expresión del altruismo y
sentimientos morales.
Marx si bien reconocida como trabajo al que resultaba productivo desde el punto de vista capitalista como
social, su atención al trabajo doméstico fue marginal. Marx adopta una posición similar a Ricardo
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abstrayéndose del problema domestico al asumir que el capitalista provee todo lo necesario para la
reproducción de la fuerza de trabajo y, que en el interior de los hogares solo tiene lugar el consumo de
mercancías.
Engels en cambio sí profundizo la reflexión en torno del papel de la familia en el sistema capitalista: señala
que, en el marco de la familia patriarcal, la organización del hogar y el cuidado de sus miembros, concentrado
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que las mujeres solo podrían liberarse de este peso y conseguir igualdad con los varones cuando se alcanzara
la socialización del trabajo doméstico y de cuidado.
ESCUELA MARGINALISTA: invisibilizo por completo este aspecto ya que todo trabajo sin remuneración (o
sin mercado) dejó de ser considerado como objeto de análisis.
Marshall sí reconoció la importancia del trabajo doméstico realizado por las mujeres dentro de los hogares
señalando la relevancia de reforzar el necesario altruismo de las mujeres, por lo que abogo por un salario
familiar para todos los trabajadores varones, y considero que el salario mínimo requerido para la reproducción
de la fuerza de trabajo debía ser suficiente también para el sostenimiento de las esposas (las cuales no tenían
que ingresar al mercado laboral)
Pigou argumentó que las mujeres pobres, especialmente las madres, debían recibir ayuda monetaria del
Estado para poder desempeñar su trabajo doméstico adecuadamente, sin tener que buscar empleo.
NEOCLASICOS: Establecían que había una paradoja entre el aumento en la tasa de participación laboral de
las mujeres casadas, en un contexto de incremento salarial (y, por ende, de ingresos en los hogares). También
se avanzó en la adaptación de los conceptos mercantiles al análisis de las actividades dentro del hogar. Se
considera que los hogares son unidades armónicas, racionales y ahistóricas y que, en ellas, las personas
deciden racionalmente la distribución de su tiempo entre actividades para el mercado (trabajo productivo
remunerado), hogar (trabajo doméstico y de cuidado no remunerado) y ocio.
La división tradicional por genero del trabajo dentro del hogar se considera una respuesta económica racional
del hogar a la valoración que el mercado hace del tiempo de cada uno de sus miembros.
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El cruce de la economía y el feminismo en el estudio de la cuestión del cuidado.
En el ámbito de la teoría feminista, el principal punto de discusión fue la relación entre el trabajo doméstico
y la acumulación capitalista. Existieron 2 posiciones básicas:
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Se redefinió el valor de la “fuerza de trabajo” como: el tiempo de trabajo total necesario para su reproducción,
es decir, aquel utilizado en el trabajo del hogar para las actividades de cuidado, además del tiempo abstracto
incorporado en las mercancías consumidas. De esta manera la plusvalía es apropiada por los capitalistas que
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les pagan a los trabajadores hombres un salario que es menor que el valor de su fuerza laboral. Así la
contribución que el trabajo doméstico realiza a la producción de plusvalía es la de mantener el valor de la
fuerza de trabajo por debajo del costo de su reproducción (que no sería rentable si lo hace el estado o el
capitalista). La configuración futura del trabajo doméstico dependerá entonces de la relación entre los costos
de la reproducción de la fuerza de trabajo, el proceso de acumulación capitalista y la demanda de trabajo
femenino remunerado.
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2. El trabajo doméstico es esencial para la reproducción de la fuerza de trabajo en este tipo de sociedades
(se niega la noción de subsidio).
Esta perspectiva considera al trabajo doméstico como un elemento indispensable para la supervivencia del
modo capitalista de producción, lo entiende como producción en sí mismo (ya no de mercancías sino de valor
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II. El patriarcado se reserva para situaciones donde la sociedad está organizada bajo figuras patriarcales
identificables y donde la violencia física y la ideología se combinan con mecanismos económico para
producir una sistemática subordinación de las mujeres. Por lo tanto, el patriarcado se basa en el
control sobre las mujeres por parte de los hombres, especialmente control de su sexualidad y
fertilidad.
III. El patriarcado capitalista es un sistema global que somete a las mujeres. En este sistema, el trabajo
doméstico (la producción de vida y de valores de uso para la satisfacción de las necesidades humanas),
es esencial para la acumulación capitalista porque es crucial para la existencia de trabajo asalariado.
El papel de las mujeres como esposas es esencial tanto para reproducir la fuerza de trabajo, como
para disminuir la competencia con los trabajadores masculinos en el mercado de empleo, así como
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por el hecho de convertirse en consumidoras.
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“especializan” en el trabajo remunerado y las mujeres en el trabajo doméstico u otras actividades no
remuneradas, estos modelos dan por sentada una serie de características de género -las mujeres cocinan
mejor que los hombres, son mejores que ellos para el cuidado infantil, mientras que los hombres son mejores
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en el trabajo de mercado- para explicar y justificar la división tradicional del trabajo y sus inequidades
correspondientes dentro y fuera del hogar.
La economía del cuidado cambia el foco del viejo énfasis en los costos de quiere proveen cuidados (las
mujeres) al nuevo énfasis en las contribuciones al bienestar de quienes lo reciben. Como la recepción de
cuidados se identifica fundamentalmente con grupos dependientes (niñes pequeños, adultos mayores,
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enfermos, discapacitados), la economía del cuidado se solapa con los debates sobre la protección social,
también organizada sobre la idea de “riesgos” a los que están sometidos algunos grupos poblacionales.
De esta forma, en la economía del cuidado se “enfatiza la relación entre el cuidado de niños y adultos mayores
brindado en la esfera doméstica, y las características y disponibilidad de servicios de cuidado.
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Esta extensión de la esfera de análisis del cuidado permite advertir como la FEMINIZACION del cuidado
traspasa las fronteras de los hogares y se naturaliza la sobrerrepresentación femenina en ciertas actividades
de cuidado remunerada (salud, educación, servicio doméstico).
En definitiva, en la economía del cuidado, se procura no solo medir, dimensionar y visibilizar el cuidado, e
incorporar a sus sectores proveedores en el análisis económico, sino proyectar una mirada que cuestiona el
funcionamiento del sistema económico y de la manera en que este se interpreta. (se aboga por una
modificación del foco central del análisis económico).
Picchio, para comprender el modo en que las relaciones de género atraviesan el funcionamiento del sistema
económico, recurre a la conceptualización de la economía convencional y la amplia para incorporar las
dimensiones ausentes (quiere definir y situar el proceso de reproducción social de la población en la dinámica
del sistema económico).
Esto se vincula con uno de los elementos básicos de la argumentación feminista: la necesidad de visibilizar las
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dimensiones de género que se manifiestan en la relación entre producción y reproducción, cuya
estructuración perpetúa la subordinación económica de las mujeres limitando su autonomía.
Según Picchio, para que la dotación necesaria de factor trabajo se encuentre disponible es necesaria otra
dotación de trabajo, destinada a la reproducción social de las personas, que no es tenida en cuenta en el
análisis económico convencional.
El señalamiento principal de la economía feminista respecto a esto es que la división sexual del trabajo -que
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comprende por un parte la distribución del trabajo productivo y reproductivo entre los hogares, el mercado y
el Estado, y, por otra parte, entre varones y mueres-, implica:
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una subordinación económica de las mujeres, que se expresa en una menor participación en el trabajo
remunerado (y mayor en el no remunerado),
• Una peor participación en el mercado laboral (en términos de remuneración y condiciones de trabajo),
• Un menor acceso a recursos económicos
• Un menor grado de autonomía económica.
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Picchio propone ampliar el “tradicional esquema del flujo circular de la renta” incorporando un espacio
económico: el de reproducción. El flujo circular de la renta ampliado permite hacer visible la masa de trabajo
de cuidado no remunerado y relacionarla con los agentes económicos y con el sistema de producción, así
como con el bienestar efectivo de las personas.
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1) Ampliación o extensión de la renta monetaria (salario real) en forma de nivel de vida ampliado
(consumo real), esto es: comida cocinada, ropa limpia. Es decir, se incluyen las mercancías adquiridas con
el salario monetario y también la transformación de estos Bs. Y Ss. en consumo real mediante la
La inclusión del trabajo no remunerado en el análisis hace más complejos a los hogares que ahora
deben negociar en su interior y decidir la división de trabajo entre sus miembros. Así, los hogares
hacen posible la reducción de la oferta de trabajo mediante la relación entre sus propias demandas
de trabajo no remunerado y las condiciones imperantes del mercado laboral (en otras palabras: el
trabajo remunerado se regula gracias a la negociación dentro de los hogares destinada a distribuir el
trabajo no remunerado para la reproducción)
No toda la población trabajadora forma parte de la oferta laboral porque hay personas que permanecen
completamente excluidas, dado que se concentran en las actividades de cuidado y domesticas a tiempo
completo o parcial (combinan trabajo remunerado con no remunerado).
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El proceso de distribución de trabajo en el interior de los hogares es parte de la división sexual del trabajo,
que está determinada por pautas culturales como por racionalidades económicas. La existencia de
discriminación en el mercado laboral se potencia con la división tradicional de responsabilidades domésticas
y de cuidado (que concentra mayormente en las mujeres la responsabilidad de la reproducción de las
personas)
En la visión tradicional no se contempla lo que sucede en el interior de los hogares, que incluye tanto la
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transformación de los bienes y servicios en bienestar efectivo que permita a las personas reproducirse, como
la administración de la fuerza de trabajo que determina aquella disponible para el mercado. Por eso, se incluye
el trabajo no remunerado abarcando todas las actividades que realizan los hogares y que garantizan la
reproducción de sus miembros:
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Trabajo de cuidado de personas dependientes: niños, niñas, personas mayores y enfermas.
Personas que tienen la capacidad de cuidarse por sí solas.
Trabajo doméstico de mantenimiento del hogar, limpieza, administración del hogar, reparación de
instalaciones, etc.
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La presión sobre el trabajo no remunerado es permanente ya que este cubre el desfase entre los ingresos
disponibles y las normas sociales de consumo, y, sobre todo, entre las condiciones de trabajo remunerado y
las condiciones de vida. La ampliación del ingreso por medio del trabajo no remunerado sirve para reducir la
discrepancia entre los recursos distribuidos y los efectivos consumos familiares.
Por otra parte, la capacidad del trabajo no remunerado de arbitraje entre le mercado laboral y las condiciones
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de vida se reduce cuando aparecen nuevas oportunidades para algunos segmentos de la fuerza de trabajo
(incluidas las mujeres). Esto no puede resolverse potenciando simbólicamente las capacidades de las mujeres
El trabajo de cuidado no remunerado que se realiza dentro de los hogares y efectúan mayoritariamente las
mujeres, constituye un subsidio (ayuda) a la tasa de ganancia y la acumulación del capital.
Picchio establece que la producción de mercancías no solo incorpora trabajo de producción remunerado, sino
también trabajo de reproducción no remunerado (que se encuentra incorporado en la fuerza de trabajo
remunerada).
La parte del producto que le corresponde al trabajo doméstico es nula, pero el trabajo doméstico influye en
la cantidad (al liberar a otra persona de las responsabilidades de cuidado) y calidad del trabajo asalariado
(educación en los hogares y cuidados de salud).
La discrepancia entre la carga del trabajo de cuidado, su elevada productividad social y la pobreza de los
recursos que en la distribución se asignan a la reproducción de la población trabajadora en general, revelan
hasta qué punto es social y no objetiva la relación entre este trabajo y la distribución de la renta.
Por lo mismo, la visibilidad del trabajo doméstico y de cuidado, como reivindicación política, no solo se
propone hacer explicita la relación entre trabajo de reproducción y producto social, sino también abrir un
debate sobre las normas de la distribución, los modos de producción y la calidad de la relación entre
producción y reproducción.
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