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Escatologia de 1 y 2 de Tesalonicenses

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ESCATOLOGIA DE 1 Y 2 DE TESALONICENSES

NOMBRE : JULIA JAMILETH LOPEZ GRANADOS


INSTITUTO : INSTITUTO DE TEOLOGIA BETHEL MATAGALPA
MATERIA : CORINTIOS Y TESALONICENSES
AÑO : III AÑO
DOCENTE : ALFREDO LAZO LOPEZ

LA ESCATOLOGÍA EN LA PRIMERA CARTA A LOS TESALONICENSES


En una lectura pausada de la carta llama la atención la repetición continuada de determinadas
palabras con un claro significado escatológico: esperanza), (esperar), (venida) (día del Señor)
(salvación)... La cuestión de la esperanza y del esperar 1Te 1,3: Recordamos sin cesar vuestra obra
de la fe, el trabajo del amor y la perseverancia, de la esperanza de nuestro Señor Jesucristo delante
del Dios y Padre nuestro.
Las llamadas virtudes teologales, la fe, la esperanza y el amor, en el texto tienen un marcado sentido
dinámico: obra, perseverancia y trabajo las preceden, negando cualquier posible interpretación
estática de las mismas. Estas virtudes configuran el ser cristiano. Respecto a la esperanza, recalca
la perseverancia. Pablo está alabando el que, a pesar de tantos trabajos sufridos, los tesalonicenses
no se han enfriado en su firme esperanza en la parusía, han perseverado en dicha esperanza. «Es
la confiada esperanza de salvación, la buena esperanza que tiene su origen en Cristo». Los tres
términos «expresan cierta gradación ascendente, como la que se da entre las tres virtudes
mencionadas. La fe no llega a convertirse en fuerza activa sino por el amor (Ga 5,6) y éste no
alcanza su fin propio mientras la esperanza no tenga la suficiente vitalidad como para poder
traducirse en constancia, resignación y confianza».10 1Te 1,10: […] y esperar de los cielos a su Hijo,
a quien resucitó de entre los muertos, a Jesús, el que nos salva de la ira que viene.
 La esperanza
Es en Jesús, el Hijo de Dios, a quien Dios, su Padre, le ha resucitado de entre los muertos. Este
Jesús es el que salva de la ira que viene. Hay un claro lenguaje escatológico. Jesús es el que salva.
La salvación que es obra de Dios ya ha comenzado con la resurrección de Jesucristo. Él a través de
su resurrección salva a los creyentes de la ira, del merecido castigo por el pecado. «Justificados por
su muerte seremos salvados por él de la cólera».13 Hay una alusión implícita al día del Juicio (cf.
2,16; Rm 2,5; etc.).Se puede hablar de una escatología de presente —la salvación ya ha comenzado
con la resurrección de Jesucristo—, pero también de una escatología de futuro: salva de la ira que
viene. La proximidad o no del día de la ira, o del Juicio, aún no ha quedado clarificada con los textos
analizados hasta ahora. 1Te 2,19: Porque, ¿cuál es nuestra esperanza, gozo o corona de gloria sino
vosotros delante de Jesús, nuestro Señor, en su venida? Volvemos a encontrar una nueva terna:
esperanza, gozo, corona de gloria.
Pablo expresa la esperanza de presentarse ante el Señor el día de la parusía junto con sus amados
tesalonicenses.16 «El apostolado de Pablo será su verdadera glorificación el día del Señor;
entonces Pablo será el objeto de gloria de los fieles, como ellos lo serán para él».
1Te 4,13: No queremos que ignoréis, hermanos, acerca de los que duermen, para que no os
entristezcáis como el resto que no tienen esperanza.
La expresión «los que duermen» es una figura para indicar los que están muertos. Pone en
contraste la desesperanza del mundo pagano con la esperanza cristiana. Una esperanza que tiene
como fundamento la muerte y la resurrección de Jesús, primicia de nuestra resurrección (v. 14).
Jesús es el nexo conectivo entre los que han muerto y su resurrección. «Pablo habla
categóricamente; la muerte tiene para él un valor religioso, después de un pequeño intervalo, la
muerte será quebrada en el término de la esperanza cristiana». 1Te 5,8: Pero nosotros que somos
del día seamos sobrios, vestidos con la coraza de la fe y del amor, y con el casco de la esperanza
de la salvación.
En el v. 1 y es la respuesta de Pablo a los Tesalonicenses sobre el tiempo de la parusía; Les exhorta
a que sean, junto con él, hijos de la luz e hijos del día, y no de la noche ni de las tinieblas (v. 5). La
noche, las tinieblas son figura del pecado (Pablo habla de la embriaguez), mientras que ser hijos de
la luz e hijos del día indica vivir según Dios. En el v. 6 con un típico lenguaje escatológico les exhorta
a que estén vigilantes y a una vida sobria. La armadura espiritual que debe vestirse el cristiano,
aplicado a las tres virtudes teologales: fe, esperanza y amor.
«Se vistió con la coraza de justicia, y puso el casco de salvación sobre su cabeza. Se vistió de ropas
de venganza y se cubrió de celo como con un manto» (Is 59,17). Este vocabulario castrense, que es
de una connotación claramente escatológica, presenta el combate del bien contra el mal, en el que
la victoria del bien trae la salvación —ésa es la esperanza: esperanza de la salvación—, por medio
de nuestro Señor Jesucristo (v. 9). Ser sobrios, en este vocabulario, significa «que tengamos la vista
fija en la meta y el corazón libre de todo lo que es contrario a Dios. Tal disposición no se puede
alcanzar sin luchar; por eso es necesario contar con las armas de Dios, revestirse con una coraza de
fe y de amor, y protegerse con el yelmo de la esperanza».
 La parusía(Del gr. παρουσία 'presencia', 'llegada'.) o segunda venida de Cristo
El primer texto en el que aparece la palabra (venida) es 2,19 y ya hemos tratado de él anteriormente.
Este primer pasaje no aporta demasiados datos de cómo o cuándo será esta segunda venida de
Jesucristo. Pablo desea ardientemente estar junto con los tesalonicenses cuando se produzca, ellos
son su esperanza, su gozo, su corona de gloria.
1Te 3,13: […] para fortalecer vuestros corazones irreprensibles en santidad delante del Dios y Padre
nuestro, en la venida de nuestro Señor Jesús con todos sus santos. [Amén].
Aquí pide Pablo que Dios fortalezca los corazones de los tesalonicenses, irreprensibles en santidad
delante del Dios y Padre nuestro, con vistas a la venida de nuestro Señor Jesús. Y añade «con
todos sus santos»:
Si esta venida será inminente o no aún no queda suficientemente claro en este texto. Pablo exhorta
a los tesalonicenses a estar preparados, mejor aún, ruega a Dios que fortalezca sus corazones en
santidad, de modo que puedan presentarse irreprochables en el gran día de la venida del Señor
Jesús.
1Te 4,15: Porque esto os decimos en palabra del Señor: que nosotros los que vivimos, los que
quedemos hasta la venida del Señor, no precederemos a los que duermen.
Este versículo principalmente el que ha hecho a muchos afirmar que en esta carta Pablo está
convencido de una segunda venida de Jesucristo inminente.
La primera expresión que llama la atención está al comienzo del versículo: «esto os decimos en
palabra del Señor». Hay un cierto paralelismo entre lo que escribe Pablo en los versículos siguientes
—a esto se referiría lo de en «palabra del Señor»— y el texto de Mt 24,30-31: El Señor mismo, a la
orden dada por la voz de un arcángel y por la trompeta de Dios, bajará del cielo, y los que murieron
en Cristo resucitarán en primer lugar. Después nosotros, los que vivamos, los que quedemos,
seremos arrebatados en nubes, junto con ellos, al encuentro del Señor en los aires. Y así estaremos
siempre con el Señor (1Te 4,16-17).
(Mt 24,30-31).
En los dos textos se utiliza un lenguaje apocalíptico similar, tomado de las imágenes tradicionales de
la apocalíptica judía: la trompeta, bajar del cielo, las nubes, etc.; da la impresión que ambos
describen la misma escena, y los dos parecen referirse a las mismas «palabras del Señor». El matiz
que introduce Pablo es que él parece incluirse entre los que quedarán hasta la venida del Señor.
Esto significaría que Pablo cuando escribe esta carta está convencido de que la segunda venida de
Jesucristo tiene un carácter inminente.
1Te 5,23: Se dirige al «Dios de la paz»: la paz es un don de Dios. Ésta que es una expresión
habitual en las epístolas paulinas (su referencia a la paz como don de Dios), en muchos profetas
tiene un sentido mesiánico-escatológico, elemento que no pierde de vista Pablo, como buen
conocedor de los textos sagrados. Su oración, en la que tiene presente la venida de nuestro Señor
Jesucristo, va dirigida al Dios de la paz, paz que sólo será posible totalmente a partir de esta venida.
En su plegaria Ruega a Dios que conserve irreprensible a esta comunidad de Tesalónica en vistas a
la parusía. El que ha de ser santificado y guardado irreprensible es todo el ser humano entero:
espíritu, alma y cuerpo. Otra vez aparece una de las típicas estructuras ternarias paulinas, y esta vez
aplicada a la persona humana. Su antropología está en la línea del Antiguo Testamento que tiene
una visión unitaria del ser humano, lo que no excluye que señale diversos aspectos del mismo:
espíritu, identifica a la persona como criatura, es la sede de los sentimientos y de los pensamientos;
alma, indica que el ser humano es un ser viviente, se atribuyen no solamente los procesos físicos,
sino también los fisiológicos, psíquicos y psicológicos; y cuerpo, señala a la persona humana como
ser corporal y social.
No obstante, hay diversos autores que señalan que al hablar de espíritu Pablo no sólo se está
refiriendo a una antropología judía, sino que apunta también al espíritu humano como «lugar» del
encuentro con el Espíritu Santo. Entre el espíritu de la persona humana y el Espíritu de Dios hay una
cierta sintonía: la interioridad, lo más íntimo humano facilita el encuentro personal con Dios. La idea
reforzaría el argumento de la santificación por parte de Dios, como preparación necesaria para la
venida de nuestro Señor Jesucristo. La santificación es obra del Espíritu divino.
 El día del Señor
1Te 5,2: Porque vosotros mismos sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá como ladrón en
la noche. Este texto recuerda uno similar en el evangelio de Mateo y en el paralelo de Lucas: Velad,
pues, porque no sabéis en qué día viene vuestro Señor. Pero sabed esto:
(Mt 24,42-43 // Lc 12, 39-40). En los dos textos se utiliza un vocabulario similar: el día del Señor el
día en que viene vuestro Señor, como ladrón en la noche vendrá el ladrón vendrá). Y es fácil notar
que el tema es el mismo: la venida del Señor. Todos estos elementos hacen sospechar una
dependencia al nivel de una fuente seguramente común, con la conciencia de que quien enseña es
Jesús.
La expresión «día del Señor» (día de Yahvé) es habitual en los escritos de los profetas del Antiguo
Testamento para significar el día o, de modo más general, el tiempo en que Yahvé ha de intervenir
en la historia a favor de su pueblo. Su sentido general es de esperanza dirigida al último fin de los
tiempos, al tiempo escatológico de la salvación. Esta idea es tan familiar a los israelitas, que con
frecuencia se le designa sin más como «aquel día» (Am 2,16; 8,9.13; Is 2,20; Miq 2,4; etc.) y hasta
como «el día» (Mal 3,19). Pablo, lo mismo que los sinópticos, toman prestado este término de la
literatura profética para explicar la escatología cristiana.
¿En qué sentido se ha de entender el «vendrá como ladrón en la noche»? este vocabulario se ha de
situar en la perspectiva de la tradición sinóptica. La espera del Señor era un anhelo de las primeras
comunidades cristianas que vinculaban con facilidad el vivir con Él en la comunidad presente (cf.
5,10) y el «estar siempre con el Señor» (4,17) a partir de la parusía.
La realidad es que sin descartar una expectativa de proximidad de la venida del Señor, la respuesta
de Pablo no se puede nunca entender como que esta venida es inminente, su respuesta apunta a
que será de forma inesperada, «como un ladrón en la noche», y hay que estar preparados,
vigilantes. «El ladrón viene en la noche, cuando nadie lo ve, cuando todo el mundo duerme, sin que
nadie lo advierta, y es así, de forma totalmente inadvertida e imprevisible que vendrá el día del
Señor».
 La salvación
El primer texto en que aparece esta palabra es en 5,8 que ya lo hemos analizado anteriormente: en
el combate escatológico del bien contra el mal hay que vestirse el casco de la esperanza de la
salvación.
1Te 5,9: Porque no nos ha puesto Dios para la ira, sino para alcanzar la salvación a través de
nuestro Señor Jesucristo.
Con respecto al tema de la ira se comentó antes que hacía referencia al Juicio final y, por tanto, con
un claro sentido escatológico. A través o por medio de nuestro Señor Jesucristo se alcanza la
salvación. Jesucristo es el mediador de la salvación que ofrece el Padre a todo hombre y a toda
mujer, y eso lo ganó a través de su muerte redentora (v. 10).
Pablo habla de esta salvación como de una realidad de la que los cristianos no pueden dudar. La
salvación es don y obra de Jesucristo. Con este texto termina el estudio del vocabulario escatológico
de la primera carta a los tesalonicenses: la realidad es que Pablo en ella, con respecto al tema de la
venida de Jesucristo, lo que más le interesa destacar es que la salvación que viene de Dios nos ha
sido otorgada gracias a la muerte y resurrección de Jesús. La venida del Señor es una prolongación
del vivir ya en Cristo, es un anhelar vivirlo en plenitud. La escatología se ha de entender en esta
perspectiva.
A Pablo no le importa tanto el clarificar el cuándo, cuanto el mantener viva la esperanza en la
comunidad. En 5,1 afirma: «acerca de los tiempos y de las ocasiones, hermanos, no tenéis
necesidad de que os escriba.» El tiempo escatológico pertenece a la realidad de Dios, y no es difícil
que Pablo tuviese presente lo que más tarde escribieron los sinópticos como palabra de Jesús:
«acerca de aquel día o de la hora, nadie sabe; ni siquiera los ángeles en el cielo, ni aun el Hijo, sino
sólo el Padre » (Mc 13,32 // Mt 24,36). Ahora nos acercaremos al vocabulario escatológico de la
Segunda Carta a los Tesalonicenses para compararlo con ésta y ver si la escatología que en ella
aparece es irreconciliable con la de la primera carta.
LA ESCATOLOGÍA EN LA SEGUNDA CARTA A LOS TESALONICENSES
 La esperanza
2Te 2,16: El mismo Señor nuestro Jesucristo y Dios, el Padre nuestro, el que nos ha amado y nos ha
dado un consuelo eterno y una buena esperanza, en la gracia Es el único lugar en toda la carta en
que aparece la palabra esperanza pesar de que toda ella es una exhortación a cómo se ha de
entender la auténtica esperanza en la venida de Jesucristo.
Los tesalonicenses habían fallado en su esperanza, la habían convertido en una excusa para dejar
de cumplir sus deberes cotidianos, y por eso el autor de la epístola les dedica unas duras palabras:
«si alguno no quiere trabajar, tampoco coma. Porque oímos que algunos de entre vosotros andan
desordenadamente, no trabajando en nada, sino entrometiéndose en lo ajeno» (3,10b-11).
En este contexto se entiende la oración dirigida al «que nos amó y nos dio consuelo eterno y buena
esperanza, en la gracia» (típica terna de regusto paulino). Los tesalonicenses, que han fallado en la
esperanza, necesitan ser confortados y confirmados (v. 17), por el Señor Jesucristo y por Dios
Padre, que por amor, por gracia les ha dado consuelo eterno y buena esperanza; 41 no la esperanza
que otros han predicado (cf. 2,2) y no tiene nada que ver con la buena esperanza. 2Te 1,3: Siempre
debemos dar gracias a Dios por vosotros, hermanos, como es digno, por cuanto vuestra fe va
creciendo sobremanera y aumenta el amor de cada uno de vosotros hacia los demás.
Este fragmento del inicio de la epístola tiene su paralelo con la Primera carta a los tesalonicenses:
Recordamos sin cesar vuestra obra de la fe, el trabajo del amor y la perseverancia de la esperanza
en nuestro Señor Jesucristo delante del Dios y Padre nuestro. (1Te 1,3) En 1Te Pablo, con una de
sus ternas habituales, habla en un sentido dinámico de las tres virtudes teologales, cómo son vividas
por los tesalonicenses. En el versículo que nos ocupa sólo aparecen la fe y el amor. El autor alaba el
sobre crecimiento de la fe de los tesalonicenses y la abundancia del amor entre ellos. Curiosamente
la esperanza no es mencionada. Esto sólo es comprensible si se tiene en cuenta el texto anterior:
los cristianos de Tesalónica han tergiversado el sentido de la esperanza y, lógicamente, esto no
puede ser motivo de elogio, sino de corrección. Aún cabe un matiz más: el autor da gracias a Dios
también por la perseverancia de los destinatarios y su fe en medio de las persecuciones que
soportan (v. 4). La palabra griega que traducimos por perseverancia indica una esperanza de
resistencia. No hay un rechazo de esta forma de la esperanza —la perseverancia en medio de las
muchas dificultades—, todo lo contrario: esto les hará «dignos de reino de Dios» (v. 5).
 La parusía o segunda venida de Cristo
2Te 2,1-2: Os rogamos, hermanos, sobre la venida de nuestro Señor Jesucristo y nuestra reunión
con él, que no os dejéis tan pronto impresionar, abandonando el sentido, ni os turbéis, ni por espíritu,
ni por palabra, ni por carta como si fuera de nosotros, como si el día del Señor fuera inminente.
Hay una identificación entre la venida de nuestro Señor Jesucristo y el día del Señor. Ya indicamos
la sintonía, en los escritos del Nuevo Testamento, de la figura profética del «día de Yahvé» o «día
del Señor» con la esperanza en la segunda venida de Jesucristo.
Pablo en la primera carta afirmaba que «el día del Señor vendrá como ladrón en la noche». Aquí, en
esta segunda carta, hay una llamada de atención frente a una interpretación de esta venida como
inminente: «Hay en Tesalónica quienes pretenden que la parusía del Señor es ya inminente [...]. El
Apóstol invita a reflexionar serenamente y a no dejarse alarmar a la ligera». La carta previene a los
tesalonicenses para que no se alarmen «ni por espíritu ni por palabra ni por carta, como si fuera
nuestra, como que el día del Señor fuera inminente». Ésta sería la razón del diferente enfoque de las
dos cartas con respecto a la segunda venida de Jesucristo: en la primera se acentúa la necesidad de
la vigilancia, del estar siempre preparados; pero ante una exaltación exagerada, esperando una
parusía inminente, hay que poner las cosas en su sitio. 1Te que no se podía confundir inesperada
con inminente.
Después de esto (2,3-12) el autor de 2Te describe unos signos que anticiparán la venida de nuestro
Señor Jesucristo. ¿Detrás de esta argumentación hay un retraso del tiempo de la parusía?
2Te 2,8: Y entonces será revelado, el inicuo], a quien el Señor Jesús destruirá con el soplo de su
boca y aniquilará con la manifestación de su venida.
Hay una cita clara del profeta Isaías que en un texto aplicado al Mesías afirma: «con el soplo de sus
labios matará al malvado» (Is 11,4); una cita cuyo contexto es mesiánico-escatológico. La intención
de la cita, por tanto, es diáfana: la segunda venida de Jesucristo se identifica con los tiempos
escatológicos, cuyos signos están ya delineados en la literatura profética. No deja de llamar la
atención el verbo que se aplica al inicuo: el verbo revelar. La revelación del inicuo, su manifestación,
responde a la manifestación del Señor48 y su venida, su parusía, corresponde a la venida de
Jesucristo. A partir de esta antítesis se enfatiza la superioridad de la venida del Señor que destruirá,
aniquilará al inicuo, al Anti-Cristo.
 La revelación y venida del inicuo
Los tres lugares donde encontramos, a parte del ya mencionado, la manifestación del inicuo son:
2,3; 2,6-7 y 2,9. 2Te 2,3: Nadie os engañe de ninguna manera; porque si no viene primero la
apostasía y se revela el hombre de la iniquidad, el hijo de la perdición. El inicuo, es aquí llamado el
hombre de la iniquidad, el hijo de la perdición el que se opone contra todo lo que se llama Dios e
incluso pretende usurpar su puesto (v. 4), es decir el Anti-Dios o Anti-Cristo, o mejor, para utilizar el
lenguaje de la epístola: el misterio de iniquidad.
En este versículo comienza la descripción de los signos que precederán a la segunda venida de
Jesucristo: estos signos, por lo menos muchos de ellos, están prefigurados en los escritos proféticos
del Antiguo Testamento, como ya apuntábamos antes. Pero también se entroncan con los
evangelios sinópticos cuando narran el llamado discurso escatológico de Jesús (cf. Mc 13; Mt 24-25;
Lc 21,5-36).
Una tradición común encontramos en ambos textos: Jesús comenzó a decirles: Mirad que nadie os
engañe. Muchos vendrán en mí nombre diciendo: «Yo soy», y engañarán a muchos (Mc 13,5-6).
Porque se levantarán falsos cristos y falsos profetas, y harán señales y maravillas para engañar, de
ser posible, a los escogidos (Mc 13,22) Cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que Él está
cerca, a las puertas» (Mc 13,29). No hay una auténtica contradicción entre la escatología de ambos
textos. En el mismo discurso escatológico que nos narran los sinópticos, donde reconocemos tantos
paralelismos con las ideas de esta segunda carta, encontramos ideas similares alas de la primera.
Lo que a vosotros digo, a todos digo: ¡Velad! (Mc 13, 35-37). En los sinópticos están las dos ideas: la
necesidad de velar, porque no sabemos cuándo vendrá el Señor —su venida será inesperada—, y la
de unos signos que anticiparán su venida, la cual nadie puede saber cuándo ocurrirá. 2Te 2,6-7: Y
ahora sabéis lo que detiene, para que sea revelado en su tiempo oportuno. Porque el misterio de
iniquidad ya está en marcha; solamente hay el que detiene, hasta que se quite de en medio.
2Te 2,9: La venida de él es por la fuerza de Satanás, con todo poder, señales y prodigios falsos.
Una nueva terna define cómo será la venida del inicuo. Su parusía, contraria a la parusía de
Jesucristo, es señalada con una terna55 que la puede hacer confundir con la acción de Dios. Pero
no, su venida es por la fuerza de Satanás. Ya citábamos anteriormente los sinópticos que presentan
las manifestaciones del Anti- Cristo de una forma similar: «y harán señales y prodigios para engañar,
de ser posible, a los escogidos» (Mc 13,22). El lenguaje es el mismo. Algo similar encontramos en
Hb 2,4 que utiliza una terna casi idéntica, pero aplicada a la revelación en Cristo que es atestiguada
por Dios «con señales, prodigios y diversas obras poderosas » (. Y también en Hch 2,22 volvemos a
encontrar la misma estructura ternaria para comentar que Dios acreditó a Cristo ante vosotros «con
obras poderosas, prodigios y signos». Pablo quiere subrayar la fuerza con la que aparecerá este
poder contrario a Dios. Se manifestará con características que, en un principio, sólo son aplicables a
Dios, con el fin de que los destinatarios estén preparados y no se dejen confundir.
 La salvación
2Te 2,13: Pero nosotros debemos dar gracias a Dios siempre por vosotros, hermanos amados por el
Señor, de que Dios os haya escogido como primicias para salvación, por la santificación del Espíritu
y la fe en la verdad. La salvación es un fruto del Espíritu que exige también de los tesalonicenses
una correspondencia: la fe en la verdad. El texto es una oración trinitaria al Padre, al Señor y al
Espíritu: dar gracias a Dios que os ha escogido, hermanos amados por el Señor y, por la
santificación del Espíritu. Escogidos por Dios para salvación. Al principio Introduce un contraste
entre la suerte de los incrédulos, de los impíos, de los que habla en los versículos 8 al 12, y la
elección de los tesalonicenses». Para dicha salvación Dios los ha escogido como primicias (o desde
el principio). La idea que cabe subrayar es que corresponde a una iniciativa divina. Los textos del
Antiguo Testamento que hablan de las primicias utilizan dos palabras, que a veces van juntas: con el
sentido de «lo mejor» y «los primeros frutos», que son en exclusiva para Yahvé. Los tesalonicenses
son esa primicia escogida, perfecta, y esto es gracias a la acción del Espíritu Santo. La oración
finaliza rogando a Jesucristo y a Dios Padre un consuelo eterno y una buena esperanza (v. 16): la
salvación es obra gratuita de Dios y cabe esperarla con «buena esperanza», no dejándose engañar
por otro tipo de esperanza.
 Escatología complementaria
Se puede afirmar que la escatología desarrollada en ambas cartas es complementaria, acentuando
cada una de ellas aspectos distintos, pero no opuestos. Las dos buscan señalar cuáles son las
actitudes que espera el Señor de los tesalonicenses y, por extensión, de todos los cristianos, ante la
esperanza en la venida de nuestro Señor Jesucristo, fruto de su muerte y de su resurrección:
vigilancia (1Te 5,6.8; 2Te 2,15), santidad de vida (1Te 2,12; 3,13; 4,1-8; 5,22-23; 2Te 1,3-4.11-12;
2,17; 3,13), alegría en medio de las dificultades (1Te 5,16; 2Te 1,7), perseverancia en la buena
esperanza (1Te 1,3.10; 4,13; 5,8; 2Te 2,16), no abandonar los deberes cotidianos (1Te 4,11-12;
5,14; 2Te 3,10-12), vivir los frutos del Espíritu (1Te 1,5.6; 4,8; 5,19; 2Teb2,13).
 Escatología conjunta
A partir de las conclusiones anteriores se puede llegar a una escatología conjunta de ambas cartas,
ya que, como indicábamos en el punto anterior, ésta aparece de forma complementaria en uno y
otros escritos. La esperanza cristiana, fundamento de la escatología cristiana, se apoya en lo central
del kerigma cristiano: la muerte y la resurrección de Jesucristo, primicia de la resurrección de todos
los que creen en Él. Las dos cartas acentúan esta convicción. Dicha esperanza no significa sólo
perseverar en medio de las dificultades. No se pueden abandonar bajo ninguna excusa los deberes
cotidianos, esto es contrario al vivir cristiano (2Te 3,10). La esperanza cristiana implica ante todo no
cansarse de hacer el bien (2Te 3,13), porque estamos llamados a la santidad (1Te 4,3).
Hay que estar en todo momento preparados porque la venida del Señor se producirá de forma
inesperada (1Te 5,2), pero esto no significa que dicha parusía vaya a ser inminente (2Te 2,1) porque
nadie puede saber ni el día ni la hora (Mt 24,36 y paralelos; cf. 1Te 5,1), irá precedida por unos
signos contrarios a Dios, contra los que hay que estar vigilantes para no caer en el engaño (2Te 2,3-
12).
Los cristianos han de esperar esta venida del Señor con inmensa alegría, porque la esperan
convencidos de su salvación a través de nuestro Señor Jesucristo
(1Te 5,9). Y esta espera es desde la perspectiva de vivir según el Espíritu, como ejerce su acción
santificadora sobre los cristianos (2Te 2,13).

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