Este documento resume la escatología presente en las cartas de 1 y 2 Tesalonicenses. En 1 Tesalonicenses, Pablo habla de la esperanza cristiana, la venida de Cristo, y la salvación de la ira que viene. Describe la venida como un evento inminente donde los creyentes serán arrebatados para estar con el Señor. En 2 Tesalonicenses, se menciona el día del Señor como un evento sorpresivo e inesperado. Pablo exhorta a vivir santamente mientras se espera la venida de Cristo
Este documento resume la escatología presente en las cartas de 1 y 2 Tesalonicenses. En 1 Tesalonicenses, Pablo habla de la esperanza cristiana, la venida de Cristo, y la salvación de la ira que viene. Describe la venida como un evento inminente donde los creyentes serán arrebatados para estar con el Señor. En 2 Tesalonicenses, se menciona el día del Señor como un evento sorpresivo e inesperado. Pablo exhorta a vivir santamente mientras se espera la venida de Cristo
Este documento resume la escatología presente en las cartas de 1 y 2 Tesalonicenses. En 1 Tesalonicenses, Pablo habla de la esperanza cristiana, la venida de Cristo, y la salvación de la ira que viene. Describe la venida como un evento inminente donde los creyentes serán arrebatados para estar con el Señor. En 2 Tesalonicenses, se menciona el día del Señor como un evento sorpresivo e inesperado. Pablo exhorta a vivir santamente mientras se espera la venida de Cristo
Este documento resume la escatología presente en las cartas de 1 y 2 Tesalonicenses. En 1 Tesalonicenses, Pablo habla de la esperanza cristiana, la venida de Cristo, y la salvación de la ira que viene. Describe la venida como un evento inminente donde los creyentes serán arrebatados para estar con el Señor. En 2 Tesalonicenses, se menciona el día del Señor como un evento sorpresivo e inesperado. Pablo exhorta a vivir santamente mientras se espera la venida de Cristo
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ESCATOLOGIA DE 1 Y 2 DE TESALONICENSES
NOMBRE : JULIA JAMILETH LOPEZ GRANADOS
INSTITUTO : INSTITUTO DE TEOLOGIA BETHEL MATAGALPA MATERIA : CORINTIOS Y TESALONICENSES AÑO : III AÑO DOCENTE : ALFREDO LAZO LOPEZ
LA ESCATOLOGÍA EN LA PRIMERA CARTA A LOS TESALONICENSES
En una lectura pausada de la carta llama la atención la repetición continuada de determinadas palabras con un claro significado escatológico: esperanza), (esperar), (venida) (día del Señor) (salvación)... La cuestión de la esperanza y del esperar 1Te 1,3: Recordamos sin cesar vuestra obra de la fe, el trabajo del amor y la perseverancia, de la esperanza de nuestro Señor Jesucristo delante del Dios y Padre nuestro. Las llamadas virtudes teologales, la fe, la esperanza y el amor, en el texto tienen un marcado sentido dinámico: obra, perseverancia y trabajo las preceden, negando cualquier posible interpretación estática de las mismas. Estas virtudes configuran el ser cristiano. Respecto a la esperanza, recalca la perseverancia. Pablo está alabando el que, a pesar de tantos trabajos sufridos, los tesalonicenses no se han enfriado en su firme esperanza en la parusía, han perseverado en dicha esperanza. «Es la confiada esperanza de salvación, la buena esperanza que tiene su origen en Cristo». Los tres términos «expresan cierta gradación ascendente, como la que se da entre las tres virtudes mencionadas. La fe no llega a convertirse en fuerza activa sino por el amor (Ga 5,6) y éste no alcanza su fin propio mientras la esperanza no tenga la suficiente vitalidad como para poder traducirse en constancia, resignación y confianza».10 1Te 1,10: […] y esperar de los cielos a su Hijo, a quien resucitó de entre los muertos, a Jesús, el que nos salva de la ira que viene. La esperanza Es en Jesús, el Hijo de Dios, a quien Dios, su Padre, le ha resucitado de entre los muertos. Este Jesús es el que salva de la ira que viene. Hay un claro lenguaje escatológico. Jesús es el que salva. La salvación que es obra de Dios ya ha comenzado con la resurrección de Jesucristo. Él a través de su resurrección salva a los creyentes de la ira, del merecido castigo por el pecado. «Justificados por su muerte seremos salvados por él de la cólera».13 Hay una alusión implícita al día del Juicio (cf. 2,16; Rm 2,5; etc.).Se puede hablar de una escatología de presente —la salvación ya ha comenzado con la resurrección de Jesucristo—, pero también de una escatología de futuro: salva de la ira que viene. La proximidad o no del día de la ira, o del Juicio, aún no ha quedado clarificada con los textos analizados hasta ahora. 1Te 2,19: Porque, ¿cuál es nuestra esperanza, gozo o corona de gloria sino vosotros delante de Jesús, nuestro Señor, en su venida? Volvemos a encontrar una nueva terna: esperanza, gozo, corona de gloria. Pablo expresa la esperanza de presentarse ante el Señor el día de la parusía junto con sus amados tesalonicenses.16 «El apostolado de Pablo será su verdadera glorificación el día del Señor; entonces Pablo será el objeto de gloria de los fieles, como ellos lo serán para él». 1Te 4,13: No queremos que ignoréis, hermanos, acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como el resto que no tienen esperanza. La expresión «los que duermen» es una figura para indicar los que están muertos. Pone en contraste la desesperanza del mundo pagano con la esperanza cristiana. Una esperanza que tiene como fundamento la muerte y la resurrección de Jesús, primicia de nuestra resurrección (v. 14). Jesús es el nexo conectivo entre los que han muerto y su resurrección. «Pablo habla categóricamente; la muerte tiene para él un valor religioso, después de un pequeño intervalo, la muerte será quebrada en el término de la esperanza cristiana». 1Te 5,8: Pero nosotros que somos del día seamos sobrios, vestidos con la coraza de la fe y del amor, y con el casco de la esperanza de la salvación. En el v. 1 y es la respuesta de Pablo a los Tesalonicenses sobre el tiempo de la parusía; Les exhorta a que sean, junto con él, hijos de la luz e hijos del día, y no de la noche ni de las tinieblas (v. 5). La noche, las tinieblas son figura del pecado (Pablo habla de la embriaguez), mientras que ser hijos de la luz e hijos del día indica vivir según Dios. En el v. 6 con un típico lenguaje escatológico les exhorta a que estén vigilantes y a una vida sobria. La armadura espiritual que debe vestirse el cristiano, aplicado a las tres virtudes teologales: fe, esperanza y amor. «Se vistió con la coraza de justicia, y puso el casco de salvación sobre su cabeza. Se vistió de ropas de venganza y se cubrió de celo como con un manto» (Is 59,17). Este vocabulario castrense, que es de una connotación claramente escatológica, presenta el combate del bien contra el mal, en el que la victoria del bien trae la salvación —ésa es la esperanza: esperanza de la salvación—, por medio de nuestro Señor Jesucristo (v. 9). Ser sobrios, en este vocabulario, significa «que tengamos la vista fija en la meta y el corazón libre de todo lo que es contrario a Dios. Tal disposición no se puede alcanzar sin luchar; por eso es necesario contar con las armas de Dios, revestirse con una coraza de fe y de amor, y protegerse con el yelmo de la esperanza». La parusía(Del gr. παρουσία 'presencia', 'llegada'.) o segunda venida de Cristo El primer texto en el que aparece la palabra (venida) es 2,19 y ya hemos tratado de él anteriormente. Este primer pasaje no aporta demasiados datos de cómo o cuándo será esta segunda venida de Jesucristo. Pablo desea ardientemente estar junto con los tesalonicenses cuando se produzca, ellos son su esperanza, su gozo, su corona de gloria. 1Te 3,13: […] para fortalecer vuestros corazones irreprensibles en santidad delante del Dios y Padre nuestro, en la venida de nuestro Señor Jesús con todos sus santos. [Amén]. Aquí pide Pablo que Dios fortalezca los corazones de los tesalonicenses, irreprensibles en santidad delante del Dios y Padre nuestro, con vistas a la venida de nuestro Señor Jesús. Y añade «con todos sus santos»: Si esta venida será inminente o no aún no queda suficientemente claro en este texto. Pablo exhorta a los tesalonicenses a estar preparados, mejor aún, ruega a Dios que fortalezca sus corazones en santidad, de modo que puedan presentarse irreprochables en el gran día de la venida del Señor Jesús. 1Te 4,15: Porque esto os decimos en palabra del Señor: que nosotros los que vivimos, los que quedemos hasta la venida del Señor, no precederemos a los que duermen. Este versículo principalmente el que ha hecho a muchos afirmar que en esta carta Pablo está convencido de una segunda venida de Jesucristo inminente. La primera expresión que llama la atención está al comienzo del versículo: «esto os decimos en palabra del Señor». Hay un cierto paralelismo entre lo que escribe Pablo en los versículos siguientes —a esto se referiría lo de en «palabra del Señor»— y el texto de Mt 24,30-31: El Señor mismo, a la orden dada por la voz de un arcángel y por la trompeta de Dios, bajará del cielo, y los que murieron en Cristo resucitarán en primer lugar. Después nosotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos arrebatados en nubes, junto con ellos, al encuentro del Señor en los aires. Y así estaremos siempre con el Señor (1Te 4,16-17). (Mt 24,30-31). En los dos textos se utiliza un lenguaje apocalíptico similar, tomado de las imágenes tradicionales de la apocalíptica judía: la trompeta, bajar del cielo, las nubes, etc.; da la impresión que ambos describen la misma escena, y los dos parecen referirse a las mismas «palabras del Señor». El matiz que introduce Pablo es que él parece incluirse entre los que quedarán hasta la venida del Señor. Esto significaría que Pablo cuando escribe esta carta está convencido de que la segunda venida de Jesucristo tiene un carácter inminente. 1Te 5,23: Se dirige al «Dios de la paz»: la paz es un don de Dios. Ésta que es una expresión habitual en las epístolas paulinas (su referencia a la paz como don de Dios), en muchos profetas tiene un sentido mesiánico-escatológico, elemento que no pierde de vista Pablo, como buen conocedor de los textos sagrados. Su oración, en la que tiene presente la venida de nuestro Señor Jesucristo, va dirigida al Dios de la paz, paz que sólo será posible totalmente a partir de esta venida. En su plegaria Ruega a Dios que conserve irreprensible a esta comunidad de Tesalónica en vistas a la parusía. El que ha de ser santificado y guardado irreprensible es todo el ser humano entero: espíritu, alma y cuerpo. Otra vez aparece una de las típicas estructuras ternarias paulinas, y esta vez aplicada a la persona humana. Su antropología está en la línea del Antiguo Testamento que tiene una visión unitaria del ser humano, lo que no excluye que señale diversos aspectos del mismo: espíritu, identifica a la persona como criatura, es la sede de los sentimientos y de los pensamientos; alma, indica que el ser humano es un ser viviente, se atribuyen no solamente los procesos físicos, sino también los fisiológicos, psíquicos y psicológicos; y cuerpo, señala a la persona humana como ser corporal y social. No obstante, hay diversos autores que señalan que al hablar de espíritu Pablo no sólo se está refiriendo a una antropología judía, sino que apunta también al espíritu humano como «lugar» del encuentro con el Espíritu Santo. Entre el espíritu de la persona humana y el Espíritu de Dios hay una cierta sintonía: la interioridad, lo más íntimo humano facilita el encuentro personal con Dios. La idea reforzaría el argumento de la santificación por parte de Dios, como preparación necesaria para la venida de nuestro Señor Jesucristo. La santificación es obra del Espíritu divino. El día del Señor 1Te 5,2: Porque vosotros mismos sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá como ladrón en la noche. Este texto recuerda uno similar en el evangelio de Mateo y en el paralelo de Lucas: Velad, pues, porque no sabéis en qué día viene vuestro Señor. Pero sabed esto: (Mt 24,42-43 // Lc 12, 39-40). En los dos textos se utiliza un vocabulario similar: el día del Señor el día en que viene vuestro Señor, como ladrón en la noche vendrá el ladrón vendrá). Y es fácil notar que el tema es el mismo: la venida del Señor. Todos estos elementos hacen sospechar una dependencia al nivel de una fuente seguramente común, con la conciencia de que quien enseña es Jesús. La expresión «día del Señor» (día de Yahvé) es habitual en los escritos de los profetas del Antiguo Testamento para significar el día o, de modo más general, el tiempo en que Yahvé ha de intervenir en la historia a favor de su pueblo. Su sentido general es de esperanza dirigida al último fin de los tiempos, al tiempo escatológico de la salvación. Esta idea es tan familiar a los israelitas, que con frecuencia se le designa sin más como «aquel día» (Am 2,16; 8,9.13; Is 2,20; Miq 2,4; etc.) y hasta como «el día» (Mal 3,19). Pablo, lo mismo que los sinópticos, toman prestado este término de la literatura profética para explicar la escatología cristiana. ¿En qué sentido se ha de entender el «vendrá como ladrón en la noche»? este vocabulario se ha de situar en la perspectiva de la tradición sinóptica. La espera del Señor era un anhelo de las primeras comunidades cristianas que vinculaban con facilidad el vivir con Él en la comunidad presente (cf. 5,10) y el «estar siempre con el Señor» (4,17) a partir de la parusía. La realidad es que sin descartar una expectativa de proximidad de la venida del Señor, la respuesta de Pablo no se puede nunca entender como que esta venida es inminente, su respuesta apunta a que será de forma inesperada, «como un ladrón en la noche», y hay que estar preparados, vigilantes. «El ladrón viene en la noche, cuando nadie lo ve, cuando todo el mundo duerme, sin que nadie lo advierta, y es así, de forma totalmente inadvertida e imprevisible que vendrá el día del Señor». La salvación El primer texto en que aparece esta palabra es en 5,8 que ya lo hemos analizado anteriormente: en el combate escatológico del bien contra el mal hay que vestirse el casco de la esperanza de la salvación. 1Te 5,9: Porque no nos ha puesto Dios para la ira, sino para alcanzar la salvación a través de nuestro Señor Jesucristo. Con respecto al tema de la ira se comentó antes que hacía referencia al Juicio final y, por tanto, con un claro sentido escatológico. A través o por medio de nuestro Señor Jesucristo se alcanza la salvación. Jesucristo es el mediador de la salvación que ofrece el Padre a todo hombre y a toda mujer, y eso lo ganó a través de su muerte redentora (v. 10). Pablo habla de esta salvación como de una realidad de la que los cristianos no pueden dudar. La salvación es don y obra de Jesucristo. Con este texto termina el estudio del vocabulario escatológico de la primera carta a los tesalonicenses: la realidad es que Pablo en ella, con respecto al tema de la venida de Jesucristo, lo que más le interesa destacar es que la salvación que viene de Dios nos ha sido otorgada gracias a la muerte y resurrección de Jesús. La venida del Señor es una prolongación del vivir ya en Cristo, es un anhelar vivirlo en plenitud. La escatología se ha de entender en esta perspectiva. A Pablo no le importa tanto el clarificar el cuándo, cuanto el mantener viva la esperanza en la comunidad. En 5,1 afirma: «acerca de los tiempos y de las ocasiones, hermanos, no tenéis necesidad de que os escriba.» El tiempo escatológico pertenece a la realidad de Dios, y no es difícil que Pablo tuviese presente lo que más tarde escribieron los sinópticos como palabra de Jesús: «acerca de aquel día o de la hora, nadie sabe; ni siquiera los ángeles en el cielo, ni aun el Hijo, sino sólo el Padre » (Mc 13,32 // Mt 24,36). Ahora nos acercaremos al vocabulario escatológico de la Segunda Carta a los Tesalonicenses para compararlo con ésta y ver si la escatología que en ella aparece es irreconciliable con la de la primera carta. LA ESCATOLOGÍA EN LA SEGUNDA CARTA A LOS TESALONICENSES La esperanza 2Te 2,16: El mismo Señor nuestro Jesucristo y Dios, el Padre nuestro, el que nos ha amado y nos ha dado un consuelo eterno y una buena esperanza, en la gracia Es el único lugar en toda la carta en que aparece la palabra esperanza pesar de que toda ella es una exhortación a cómo se ha de entender la auténtica esperanza en la venida de Jesucristo. Los tesalonicenses habían fallado en su esperanza, la habían convertido en una excusa para dejar de cumplir sus deberes cotidianos, y por eso el autor de la epístola les dedica unas duras palabras: «si alguno no quiere trabajar, tampoco coma. Porque oímos que algunos de entre vosotros andan desordenadamente, no trabajando en nada, sino entrometiéndose en lo ajeno» (3,10b-11). En este contexto se entiende la oración dirigida al «que nos amó y nos dio consuelo eterno y buena esperanza, en la gracia» (típica terna de regusto paulino). Los tesalonicenses, que han fallado en la esperanza, necesitan ser confortados y confirmados (v. 17), por el Señor Jesucristo y por Dios Padre, que por amor, por gracia les ha dado consuelo eterno y buena esperanza; 41 no la esperanza que otros han predicado (cf. 2,2) y no tiene nada que ver con la buena esperanza. 2Te 1,3: Siempre debemos dar gracias a Dios por vosotros, hermanos, como es digno, por cuanto vuestra fe va creciendo sobremanera y aumenta el amor de cada uno de vosotros hacia los demás. Este fragmento del inicio de la epístola tiene su paralelo con la Primera carta a los tesalonicenses: Recordamos sin cesar vuestra obra de la fe, el trabajo del amor y la perseverancia de la esperanza en nuestro Señor Jesucristo delante del Dios y Padre nuestro. (1Te 1,3) En 1Te Pablo, con una de sus ternas habituales, habla en un sentido dinámico de las tres virtudes teologales, cómo son vividas por los tesalonicenses. En el versículo que nos ocupa sólo aparecen la fe y el amor. El autor alaba el sobre crecimiento de la fe de los tesalonicenses y la abundancia del amor entre ellos. Curiosamente la esperanza no es mencionada. Esto sólo es comprensible si se tiene en cuenta el texto anterior: los cristianos de Tesalónica han tergiversado el sentido de la esperanza y, lógicamente, esto no puede ser motivo de elogio, sino de corrección. Aún cabe un matiz más: el autor da gracias a Dios también por la perseverancia de los destinatarios y su fe en medio de las persecuciones que soportan (v. 4). La palabra griega que traducimos por perseverancia indica una esperanza de resistencia. No hay un rechazo de esta forma de la esperanza —la perseverancia en medio de las muchas dificultades—, todo lo contrario: esto les hará «dignos de reino de Dios» (v. 5). La parusía o segunda venida de Cristo 2Te 2,1-2: Os rogamos, hermanos, sobre la venida de nuestro Señor Jesucristo y nuestra reunión con él, que no os dejéis tan pronto impresionar, abandonando el sentido, ni os turbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera de nosotros, como si el día del Señor fuera inminente. Hay una identificación entre la venida de nuestro Señor Jesucristo y el día del Señor. Ya indicamos la sintonía, en los escritos del Nuevo Testamento, de la figura profética del «día de Yahvé» o «día del Señor» con la esperanza en la segunda venida de Jesucristo. Pablo en la primera carta afirmaba que «el día del Señor vendrá como ladrón en la noche». Aquí, en esta segunda carta, hay una llamada de atención frente a una interpretación de esta venida como inminente: «Hay en Tesalónica quienes pretenden que la parusía del Señor es ya inminente [...]. El Apóstol invita a reflexionar serenamente y a no dejarse alarmar a la ligera». La carta previene a los tesalonicenses para que no se alarmen «ni por espíritu ni por palabra ni por carta, como si fuera nuestra, como que el día del Señor fuera inminente». Ésta sería la razón del diferente enfoque de las dos cartas con respecto a la segunda venida de Jesucristo: en la primera se acentúa la necesidad de la vigilancia, del estar siempre preparados; pero ante una exaltación exagerada, esperando una parusía inminente, hay que poner las cosas en su sitio. 1Te que no se podía confundir inesperada con inminente. Después de esto (2,3-12) el autor de 2Te describe unos signos que anticiparán la venida de nuestro Señor Jesucristo. ¿Detrás de esta argumentación hay un retraso del tiempo de la parusía? 2Te 2,8: Y entonces será revelado, el inicuo], a quien el Señor Jesús destruirá con el soplo de su boca y aniquilará con la manifestación de su venida. Hay una cita clara del profeta Isaías que en un texto aplicado al Mesías afirma: «con el soplo de sus labios matará al malvado» (Is 11,4); una cita cuyo contexto es mesiánico-escatológico. La intención de la cita, por tanto, es diáfana: la segunda venida de Jesucristo se identifica con los tiempos escatológicos, cuyos signos están ya delineados en la literatura profética. No deja de llamar la atención el verbo que se aplica al inicuo: el verbo revelar. La revelación del inicuo, su manifestación, responde a la manifestación del Señor48 y su venida, su parusía, corresponde a la venida de Jesucristo. A partir de esta antítesis se enfatiza la superioridad de la venida del Señor que destruirá, aniquilará al inicuo, al Anti-Cristo. La revelación y venida del inicuo Los tres lugares donde encontramos, a parte del ya mencionado, la manifestación del inicuo son: 2,3; 2,6-7 y 2,9. 2Te 2,3: Nadie os engañe de ninguna manera; porque si no viene primero la apostasía y se revela el hombre de la iniquidad, el hijo de la perdición. El inicuo, es aquí llamado el hombre de la iniquidad, el hijo de la perdición el que se opone contra todo lo que se llama Dios e incluso pretende usurpar su puesto (v. 4), es decir el Anti-Dios o Anti-Cristo, o mejor, para utilizar el lenguaje de la epístola: el misterio de iniquidad. En este versículo comienza la descripción de los signos que precederán a la segunda venida de Jesucristo: estos signos, por lo menos muchos de ellos, están prefigurados en los escritos proféticos del Antiguo Testamento, como ya apuntábamos antes. Pero también se entroncan con los evangelios sinópticos cuando narran el llamado discurso escatológico de Jesús (cf. Mc 13; Mt 24-25; Lc 21,5-36). Una tradición común encontramos en ambos textos: Jesús comenzó a decirles: Mirad que nadie os engañe. Muchos vendrán en mí nombre diciendo: «Yo soy», y engañarán a muchos (Mc 13,5-6). Porque se levantarán falsos cristos y falsos profetas, y harán señales y maravillas para engañar, de ser posible, a los escogidos (Mc 13,22) Cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que Él está cerca, a las puertas» (Mc 13,29). No hay una auténtica contradicción entre la escatología de ambos textos. En el mismo discurso escatológico que nos narran los sinópticos, donde reconocemos tantos paralelismos con las ideas de esta segunda carta, encontramos ideas similares alas de la primera. Lo que a vosotros digo, a todos digo: ¡Velad! (Mc 13, 35-37). En los sinópticos están las dos ideas: la necesidad de velar, porque no sabemos cuándo vendrá el Señor —su venida será inesperada—, y la de unos signos que anticiparán su venida, la cual nadie puede saber cuándo ocurrirá. 2Te 2,6-7: Y ahora sabéis lo que detiene, para que sea revelado en su tiempo oportuno. Porque el misterio de iniquidad ya está en marcha; solamente hay el que detiene, hasta que se quite de en medio. 2Te 2,9: La venida de él es por la fuerza de Satanás, con todo poder, señales y prodigios falsos. Una nueva terna define cómo será la venida del inicuo. Su parusía, contraria a la parusía de Jesucristo, es señalada con una terna55 que la puede hacer confundir con la acción de Dios. Pero no, su venida es por la fuerza de Satanás. Ya citábamos anteriormente los sinópticos que presentan las manifestaciones del Anti- Cristo de una forma similar: «y harán señales y prodigios para engañar, de ser posible, a los escogidos» (Mc 13,22). El lenguaje es el mismo. Algo similar encontramos en Hb 2,4 que utiliza una terna casi idéntica, pero aplicada a la revelación en Cristo que es atestiguada por Dios «con señales, prodigios y diversas obras poderosas » (. Y también en Hch 2,22 volvemos a encontrar la misma estructura ternaria para comentar que Dios acreditó a Cristo ante vosotros «con obras poderosas, prodigios y signos». Pablo quiere subrayar la fuerza con la que aparecerá este poder contrario a Dios. Se manifestará con características que, en un principio, sólo son aplicables a Dios, con el fin de que los destinatarios estén preparados y no se dejen confundir. La salvación 2Te 2,13: Pero nosotros debemos dar gracias a Dios siempre por vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido como primicias para salvación, por la santificación del Espíritu y la fe en la verdad. La salvación es un fruto del Espíritu que exige también de los tesalonicenses una correspondencia: la fe en la verdad. El texto es una oración trinitaria al Padre, al Señor y al Espíritu: dar gracias a Dios que os ha escogido, hermanos amados por el Señor y, por la santificación del Espíritu. Escogidos por Dios para salvación. Al principio Introduce un contraste entre la suerte de los incrédulos, de los impíos, de los que habla en los versículos 8 al 12, y la elección de los tesalonicenses». Para dicha salvación Dios los ha escogido como primicias (o desde el principio). La idea que cabe subrayar es que corresponde a una iniciativa divina. Los textos del Antiguo Testamento que hablan de las primicias utilizan dos palabras, que a veces van juntas: con el sentido de «lo mejor» y «los primeros frutos», que son en exclusiva para Yahvé. Los tesalonicenses son esa primicia escogida, perfecta, y esto es gracias a la acción del Espíritu Santo. La oración finaliza rogando a Jesucristo y a Dios Padre un consuelo eterno y una buena esperanza (v. 16): la salvación es obra gratuita de Dios y cabe esperarla con «buena esperanza», no dejándose engañar por otro tipo de esperanza. Escatología complementaria Se puede afirmar que la escatología desarrollada en ambas cartas es complementaria, acentuando cada una de ellas aspectos distintos, pero no opuestos. Las dos buscan señalar cuáles son las actitudes que espera el Señor de los tesalonicenses y, por extensión, de todos los cristianos, ante la esperanza en la venida de nuestro Señor Jesucristo, fruto de su muerte y de su resurrección: vigilancia (1Te 5,6.8; 2Te 2,15), santidad de vida (1Te 2,12; 3,13; 4,1-8; 5,22-23; 2Te 1,3-4.11-12; 2,17; 3,13), alegría en medio de las dificultades (1Te 5,16; 2Te 1,7), perseverancia en la buena esperanza (1Te 1,3.10; 4,13; 5,8; 2Te 2,16), no abandonar los deberes cotidianos (1Te 4,11-12; 5,14; 2Te 3,10-12), vivir los frutos del Espíritu (1Te 1,5.6; 4,8; 5,19; 2Teb2,13). Escatología conjunta A partir de las conclusiones anteriores se puede llegar a una escatología conjunta de ambas cartas, ya que, como indicábamos en el punto anterior, ésta aparece de forma complementaria en uno y otros escritos. La esperanza cristiana, fundamento de la escatología cristiana, se apoya en lo central del kerigma cristiano: la muerte y la resurrección de Jesucristo, primicia de la resurrección de todos los que creen en Él. Las dos cartas acentúan esta convicción. Dicha esperanza no significa sólo perseverar en medio de las dificultades. No se pueden abandonar bajo ninguna excusa los deberes cotidianos, esto es contrario al vivir cristiano (2Te 3,10). La esperanza cristiana implica ante todo no cansarse de hacer el bien (2Te 3,13), porque estamos llamados a la santidad (1Te 4,3). Hay que estar en todo momento preparados porque la venida del Señor se producirá de forma inesperada (1Te 5,2), pero esto no significa que dicha parusía vaya a ser inminente (2Te 2,1) porque nadie puede saber ni el día ni la hora (Mt 24,36 y paralelos; cf. 1Te 5,1), irá precedida por unos signos contrarios a Dios, contra los que hay que estar vigilantes para no caer en el engaño (2Te 2,3- 12). Los cristianos han de esperar esta venida del Señor con inmensa alegría, porque la esperan convencidos de su salvación a través de nuestro Señor Jesucristo (1Te 5,9). Y esta espera es desde la perspectiva de vivir según el Espíritu, como ejerce su acción santificadora sobre los cristianos (2Te 2,13).