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Saracino raS
Lectu n
ció
Un sombrero de oferta en ac
El pescador
y el pez de oro
El sombrero de Clotilde
El regalo de mi abuelo
PLAN NACIONAL DE LECTURAS
Coordinación: Natalia Porta López
Diseño y diagramación: Elizabeth Sánchez
Todos los relatos pertenecen al libro Cuentos con Sombrero,
escrito por Luciano Saracino e ilustrado por Poly Bernatene.
© Luciano Saracino
© Poly Bernatene
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A la mañana siguiente vi, además del sombrero de La verdad, debo reconocerlo, es facilísimo ser
mago y la pila de libros, dos conejitos que se estaban mago: sólo hace falta un sombrero (aunque sea de
comiendo los tréboles de la maceta. No le di impor- oferta) y saber cuándo sacar las magias que viven
tancia al asunto -a pesar de que sin dudas era algo dentro de él.
fuera de lo normal- y me fui a trabajar. La peor parte es cuando los nenes me piden que les
Al llegar a casa nuevamente encontré que los dos ate los cordones.
conejitos se habían transformado en doscientos cua- Porque todo, lo sabemos, no se puede.
renta y tres mil y que un montón de palomas volaban
por ahí y que todo estaba lleno de globos con forma
de perritos y que de la lámpara colgaba la friolera de
veintiséis metros de pañuelos de colores y que todo El pescador
lo que podía recibir caca de paloma tenía caca de pa-
y el pez de oro
loma y que aquellos cagajos que parecían bolitas de
chocolate no tenían gusto a bolitas de chocolate por-
que no eran bolitas de chocolate sino cagajos. Todos los días volvía el pescador al lago congelado
Llevé mi mano al mentón y, poniendo cara de estar a satisfacer los deseos de su insaciable mujer. Y todos
pensando en algo, dije: los días el pez de oro concedía esos deseos al pobre
¿Qué hacer con todo ese despelote que salía sin pa- Que quiero vestir la ropa más lujosa de la aldea. Que
La solución fue sencilla: los fines de semana y feria- ro que desaparezca la aldea porque su existencia me
dos vamos, mi sombrero y yo, a los cumpleaños de los increpa. Que quiero un palacio más enorme aún que
nenes del barrio para hacer algunos truquitos de ésos el que ya tengo. Que quiero…
que necesitan un sombrero y un mago. Ya saben: co- ¿Cuánto más se podía desear?, se preguntaba el viejo
nejos, palomas, globos en forma de perritos, pañuelos. pescador todos los días.
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El pez de oro sabía que un día la ambiciosa vieja iba
El sombrero de Clotilde
a desear algo tan inalcanzable que la llevaría a su mi-
serable vida anterior. Pero no le dijo esto al pescador,
que cada día se acercaba a la orilla y en un suspiro Clotilde tiene un sombrero que es, realmente, más
-¿Tanto miedo le tienes? -preguntó un día el pez. No es que sea extraño porque tenga forma de ele-
Y el viejo negó con la cabeza: -Qué va. fante. No, nada que ver. Tampoco tiene forma de
-¿Y por qué vienes, cada día, a la orilla de este lago? Patulu-chanchulín ni de sóngoro-cosongo como
-Porque es hermoso conversar contigo -sonrió el suelen ser los sombreros verdaderamente raros. El
pescador. -¿Y a ti? ¿Qué es lo que te obliga a acercarte sombrero, en realidad, tiene forma de sombrero. Y
cada vez que te llamo? eso es lo que lo hace más extraño aún.
El pez coleteó y asomó su cabeza por un hueco en la Sucede que el sombrero de Clotilde no se coloca
superficie congelada del lago. Lo miró unos instantes sobre las orejas, como casi todos los sombreros del
-Tu gorro -dijo al fin.- A mí me encanta ver tu gorro. El sombrero de Clotilde se coloca sobre los hom-
Y así siguieron, día tras día, hasta que la esposa del bros.
Y mil veces más volvería a pasar. • se sube al carro del lechero pensando que es el
autobús.
• se confunde de edificio cuando va a su oficina…
Versión libre del relato de Alexader Pushkin Pero como todos conocen a Clotilde y a su sombre-
ro, le dejan pasar sus confusiones para no hacerla
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sentir incómoda. Pobre Clotilde, suspiran todos por lo
bajo. Y la vida sigue más o menos como siempre para
El regalo de mi abuelo
todos menos para Clotilde. Porque Clotilde tiene su
sombrero. Todo el tiempo. El otro día mi abuelo me trajo de regalo una caraco-
Un día, caminando en dirección contraria a la que la que tiene el ruido del mar encerrado adentro.
venía Clotilde, se acercó un hombre que también te- Después me dijo que tenía otro regalo que era más
nía un sombrero de esos que se calzan en los hombros. mágico aún, y me regaló su sombrero.
Ni el hombre vio a Clotilde ni Clotilde vio al hombre, Es un sombrero bastante viejo y común, como mi
por lo que el porrazo que se dieron les hizo volar los abuelo, pero si uno le acerca la oreja, te cuenta his-
sombreros por el aire y caerse de cola al piso. torias.
Al principio se asustaron de haber perdido los som- Son historias fascinantes, de lugares lejanos y
breros. Después se rieron por haberse chocado de esa tiempos remotos.
manera. Finalmente se levantaron y se quedaron así, En ellas, a veces la abuela es joven y el abuelo le
mirándose a los ojos durante un ratito que alcanzó y canta canciones de amor o le baja naranjas de las
sobró. Porque estas historias suceden así. Eso ya lo ramas más altas o pesca estrellas a las que bautizan
saben y si no lo saben ya van a ver cuando lo sepan. antes de dejarlas ir. Otras veces se escucha el grito
Ahora caminan juntos. de un gol o pedacitos de películas en blanco y negro.
A veces se equivocan y compran las naranjas en el Paseos en bicicleta. Olores a guisos. Atardeceres del
puesto de revistas, pero yo creo que es para no perder río Uruguay.
la costumbre. Yo estoy fascinado con el sobrero de mi abuelo.
Y claro que usan sombreros. Tanto, que un día le pregunté dónde se enchufaba.
¿Los quieren ver? Creo que están a punto de pasar. Mi temor era que un día se quedara sin historias y…
Les dije. —No se preocupe, m´hijo —me respondió—. Ese
¿Se animan a dibujarlos? sombrero estuvo en mi cabeza durante una pila de
años. Es normal que se le hayan quedado enredados
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algunos de mis recuerdos más lindos. No creo que
se quede sin historias durante el rato que vos tengas
ganas de escucharlo.
Ahora soy un hombre grande que escribe cuentos
para chicos. Tengo guardados en mi estudio la ca-
racola y el sombrero, entre cajas con historietas y
cables y fotos viejas, aunque hace muchos años que
ya no tengo a mi abuelo.
Claro que lo extraño.
Pero me encanta cómo suena el sonido del mar
cuando mi abuelo —y su sombrero— me cuentan
historias de verdad.
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Luciano Saracino
Nació en la Ciudad de Buenos Aires. Es
últimas viñetas.
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