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El Pensamiento Crítico Reflexivo: Competencia Esencial en La Formación Del Arquitecto

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Recibido: agosto 2020 / Aceptado: noviembre 2020

El pensamiento crítico reflexivo: competencia esencial


en la formación del arquitecto
Reflective critical thinking: essential competence in the training of the architect

Mg. Karina Fiorella Gutiérrez-Allccaco, karinagutierreza@unife.edu.pe,


https://orcid.org/0000-0002-5960-420X;
Dra. C. Patricia Medina-Zuta, patriciamedinaz@unife.edu.pe,
https://orcid.org/0000-0002-6315-9356

Universidad Femenina del Sagrado Corazón, Lima, Perú

Resumen
El arquitecto es un pensador crítico, cuyo arte se basa en la reflexión. En tanto, conoce su pasado,
lo analiza, y se involucra con su realidad para cuestionarla y luego transformarla. El artículo
presentado, focaliza la importancia del pensamiento crítico reflexivo en la formación del futuro
arquitecto. A partir de procesos hermenéuticos basados en el análisis documental y en el método
histórico lógico, se priorizaron los aportes de marcos rectores de la política educativa vigente; así
como algunas bases de índole teórica y epistemológica, pertinentes a la temática central de esta
propuesta. Resultado de ello, fue entender la trascendencia que tiene el pensamiento crítico-
reflexivo como competencia esencial, que permite al futuro arquitecto configurarse como un
profesional capaz de enfrentar las situaciones y problemáticas del contexto desde un potencial de
autorregulación y de autonomía en la toma de decisiones.

Palabras clave: Pensamiento crítico reflexivo, formación del arquitecto, arquitecto crítico-
reflexivo.

Abstract
The architect is a critical thinker, whose art is based on reflection. Meanwhile, he knows his past,
analyzes it, and gets involved with his reality to question and then transform it. The presented
article focuses on the importance of reflective critical thinking in the training of the future
architect. Based on hermeneutical processes based on documentary analysis and on the logical
historical method, the contributions of guiding frameworks of the current educational policy were
prioritized; as well as some bases of a theoretical and epistemological nature, pertinent to the
central theme of this proposal. The result of this was to understand the importance of critical-
reflective thinking as an essential competence, which allows the future architect to configure
himself as a professional capable of facing the situations and problems of the context from a
potential of self-regulation and autonomy in decision-making.

Keywords: Reflective critical thinking, architect training, critical-reflective architect.

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Karina Fiorella Gutiérrez Allccaco, pp. 199-216

Introducción
La educación en el siglo XXI configura una serie de requerimientos y cambios en su
estructura que son producto de los nuevos desafíos y demandas del entorno actual. Los
sistemas educativos necesitan replantear sus pedagogías orientando competencias que se
dispongan mejor al evento formativo. En esta lógica, los estudiantes requieren
oportunidades de aprendizaje que los conlleven a nuevas formas de la pedagogía y al
perfeccionamiento de sus habilidades analíticas y crítico-reflexivas. Se trata entonces, de
brindar posibilidades para el fortalecimiento de su capacidad creativa y por ende, de un
pensamiento propositivo sostenido por el despliegue de la autorregulación y la autonomía.
Ambos, puntales fundamentales para la toma de decisiones y el afrontamiento de los
problemas propios del entorno.

Sin embargo, cumplir este tipo de objetivos incluye un cambio de paradigma desde la
docencia, lo cual no se sujeta a adoptar necesariamente nuevas metodologías, sino a
entender que el proceso educativo demanda un docente más dispuesto a la reflexión y a
la revisión continua de su práctica (Medina y Deroncele, 2020b). Entonces, los
estudiantes podrían contar con un mejor soporte para consolidar su capacidad crítico
reflexiva, que ahora mismo constituye un pilar esencial, tanto como lo son otras
capacidades, algunas de ellas vinculadas a la comunicación, a la colaboración y al
pensamiento divergente (Unesco, 2015).

En el específico de la realidad peruana, es relevante que las políticas educativas


nacionales de orientación estratégica, como el Proyecto Educativo Nacional (PEN) al
2036, emplacen algunos mecanismos que suman al desarrollo del pensamiento crítico
desde la escuela básica, integrando a las familias e instituciones en este fin. Si bien es
menester de estas implementaciones, la provisión de instrumentos, guías y todo tipo de
material que permita despertar la curiosidad y la motivación del estudiante; también es
prioritario permear el proceso educativo de estrategias efectivas que desplieguen
proyectos de aprendizaje capaces de generar aprendizajes autónomos y a lo largo de la
vida. A decir de Estacio y Medina (2020), la práctica investigativa podría ser insertada
en la formación del estudiante y fecundar en él, el pensamiento lógico, la indagación y la
argumentación como una constante.

Ya en el contexto de la Educación Superior, también se requieren cambios en los procesos


de actualización y recertificación de competencias adquiridas durante el evento formativo
profesional. En este específico, la prioridad es el fortalecimiento de capacidades más

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complejas. La autonomía en el aprendizaje, por ejemplo, podría garantizar un mejor


aprovechamiento de los programas que son impartidos y que exigen a su vez, un potencial
de autorregulación por parte del sujeto de formación. Pero para ello, el mundo de la
academia necesita promover y recuperar espacios de diálogo y de reflexión sobre la
realidad y las situaciones recurrentes que suelen afectarla.

De este modo, se vislumbra una problemática en la región, suscitada por la falta de


atención de estas competencias de demanda cognitiva, que exigen una ruta taxonómica
mucho más clara y efectiva. Un ejemplo de ello, se plasma en los resultados de las pruebas
“Aprender” realizadas en Argentina, que en estos últimos dos años, dejó entrever, como
la gran mayoría de los estudiantes que finalizaron la Educación Básica en ese país, no
pudo resolver problemas matemáticos de baja dificultad y casi la mitad de estos
estudiantes, no llegó a comprender textos catalogados como básicos (Banco Mundial,
2018).

Estos resultados dicen de las carencias en la formación de base, período que las
organizaciones de política educativa, necesitan atender urgentemente; en tanto se requiere
asegurar que verdaderamente sean una plataforma de continuidad para el repertorio de
competencias que empoderen al estudiante en sus futuras actuaciones y desempeños. Por
otro lado, habría que canalizar una implementación curricular que no quede en vanas
aspiraciones, sino en la concreción de un aprendizaje para la vida, con énfasis en la
autonomía para el aprendizaje; es decir en habilidades para seguir aprendiendo por sí
mismos, o lo que es reconocido como el “ser autodidacta” y que podría asumirse como
un impulsador clave del pensamiento crítico y de la reflexión.

Tanto el pensamiento crítico reflexivo como la capacidad para argumentar, son


aprendizajes clave en la enseñanza de la arquitectura; ya que el diseño y
conceptualización de la arquitectura como tal, tienen su base en la actividad discursiva
producido por la teoría y la crítica respecto a los valores de la cultura arquitectónica
(Rocha, 2020). En este sentido, es imperante y justificable incluir dichas competencias en
los programas de formación de los estudiantes en carrera.

Es apreciable que los futuros arquitectos necesitan demostrar amplios desempeños


respecto al soporte lógico y racional que es propio del análisis reflexivo sobre una
determinada problemática, sostenido todo ello, en su capacidad para constituir una línea
de argumentos de discusión lo suficientemente sólida. Entonces les sería indispensable
saber autorregularse, emitiendo juicios de valor, elaborando conclusiones y a partir de

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ello tomando decisiones; pero sobre todo, resolviendo algún problema identificado desde
la miscelánea de posibilidades de su campo de profesión.

Se aprecia en un sentido real, que muchas veces el sujeto de aprendizaje puede presentar
ciertas limitaciones que lo sitúan en desventaja frente al dominio de cierto tipo de
competencia con mayor exigencia. Esta baja habilidad se traduce en su imposibilidad para
expresar opiniones y defender posturas en base a sustentos. Desempeños que además
demandan el dominio académico en el lenguaje hablado y escrito. Un estudiante de
arquitectura no debería carecer de estas facultades que le implican poner de manifiesto
estrategias de análisis crítico y reflexivo y la proyección de un modelo argumentativo más
propio y auténtico.

No obstante, en el 2014, la encuesta del Instituto Nacional de Estadística e Informática


(INEI) realizada a estudiantes universitarios egresados de universidades públicas,
evidenció mejoras en las cifras correspondientes al pensamiento crítico. Es decir, que un
60,4% de estos estudiantes habría tenido un mejor nivel de respuesta en la medición de
esta capacidad. Dichos resultados han sido consecuentes en los últimos años, debido a
que se ha ido trabajando en diversas estrategias en las aulas universitarias, así como en
proyectos de innovación educativa; alcanzándose mejoras importantes al momento de
implementar metodologías constructivistas para el desarrollo del pensamiento crítico y
creativo en estudiantes de arquitectura (Fondep, 2018).

Frente a ello, todavía existe un gran desafío y compromiso que alcanzar; donde el rol del
docente junto al adecuado manejo de estrategias serían un aspecto clave para ir revirtiendo
esta problemática. Sin duda tenemos que seguir trabajando en el desarrollo y en el
fortalecimiento de las competencias del estudiante de arquitectura, y así alcanzar una
formación integral que lo haga capaz de hacer frente a la realidad actual y a las demandas
de la sociedad. Con pensamiento crítico reflexivo que devele una postura argumentativa,
el futuro arquitecto sabrá ejercer una ciudadanía más activa en la que no solo sea capaz
de expresar sus ideas, sino también de defenderlas. Pero sobre todo, en la que haciendo
uso de su competencia profesional integral, pueda promover soluciones a partir de la
lectura de las diversidades y singularidades físicas, estructurales, culturales y sociales.

A partir de aquí se empiezan a generar algunos cuestionamientos que imprimen un mayor


nivel de conocimiento sobre el tema formativo que demanda esta carrera, pero sobre todo,
que pretenden buscar respuestas sobre el cómo hacer posible la capacidad crítica y
reflexiva en el arquitecto. Estos nos lleva a urdir en preguntas específicas como: ¿cuál es

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la orientación de las bases teóricas y epistemológicas del pensamiento crítico reflexivo


que pueden ayudarnos a entender su pertinencia en la formación del arquitecto?, ¿qué
tener en cuenta para hacer frente a los retos y desafíos de un mundo en constante cambio
e incertidumbre?, ¿cuáles son los elementos esenciales que nos podrían ayudar a constituir
el perfil de un arquitecto crítico reflexivo?

Materiales y métodos
La metodología empleada comprende procesos hermenéuticos sobre la base del análisis
documental, método orientado a la interpretación textual, que tiene como objetivo
principal el análisis complejo de las fuentes consultadas. La hermenéutica en sí misma,
es considerada uno de los pilares constituyentes para todo tipo de análisis documental o
estado del arte (Londoño, Maldonado y Calderón, 2014). En esta práctica se dispone un
proceso activador de mecanismos de integración y de contraste de fuentes seleccionadas
y sistematizadas, sobre la base de repertorios investigativos que han configurado la puesta
en marcha de operadores epistémicos como la problematización y la teorización (Medina
y Deroncele, 2020a).

Se efectuó una selección y revisión de fuentes de organizaciones promotoras del


conocimiento, de orden normativo, y otros de informe estadístico, mostrando los
principales lineamientos de la política educativa peruana y mundial que involucran
nuestro objeto de estudio. Para todo ello, también fue pertinente el método histórico
lógico, que permitió no sólo la revisión del contexto en su línea histórica; sino además,
una pesquisa documental de carácter integrador, como base de la práctica heurística. Esta
última tiene su punto de partida en la formulación de interrogantes, que van guiando la
búsqueda de manera estratégica (Londoño, Maldonado y Calderón, 2014). Así mismo, el
método de análisis y síntesis, ha fecundado la complejidad del ejercicio cognitivo, al
asegurar la articulación y secuencia de todos los elementos que integran el objeto de
estudio. Se ha procurado en todo momento, dar una respuesta reflexiva, problematizadora
y teorizadora de los distintos tópicos y nodos de construcción epistémica (Medina y
Deroncele, 2019).

A partir de todo lo expuesto, podemos afirmar que el método de indagación, revisión


constante de las fuentes, análisis y sistematización contextual y teórica; han hecho
factible, el conocer la significatividad de los aportes de este estudio en relación a la
política educativa examinada. Se ha procurado revisar antecedentes de esta naturaleza

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que permitan la identificación de nodos centrales, implicando acciones orientadas a la


problematización, argumentación y la determinación de una postura crítica.

Resultados
Aproximaciones epistemológicas del pensamiento crítico reflexivo y su pertinencia en
la formación del arquitecto
El pensamiento crítico reflexivo se configura como una de las competencias esenciales
del siglo XXI, en tanto se concibe como un razonamiento centrado en una realidad a la
cual se le da valor significativo. A partir de ello, el objetivo principal es el sustentar una
idea, responder a una pregunta o cuestionarla para buscar una solución viable al problema
detectado. En esta ideación, todo razonamiento debe estar fundamentado en bases sólidas,
ideas claras y precisas, para así consolidar justificaciones y argumentos que sean cimiento
de juicios valorativos y de posibles soluciones y transformaciones que se encaminen a la
mejora.

La sistematización epistemológica podría mostrarnos que existen múltiples enfoques para


abordar el tema en cuestión, junto a una serie de conceptos sobre el pensamiento crítico
reflexivo que se sitúan en un determinado campo o dominio del conocimiento.
Centrándonos en el campo de la arquitectura, las bases epistemológicas más pertinentes
para la realidad del contexto deben responder al perfil de un arquitecto, el cual buscamos
imprima una perspectiva ciertamente, más reflexiva. Para ello, la epistemología que
plantea Jhon Dewey, se centra en alcanzar la construcción del conocimiento mediante la
experiencia y la reflexión. De allí que su concepción del objeto de estudio desde una
perspectiva pragmática se sostiene en la idea de un pensamiento reflexivo cifrado en la
propia experiencia del sujeto.

Dewey (1910), en su teoría del pensamiento reflexivo, define al objeto de estudio como
una acción activa del pensamiento, que imprime el análisis y el cuestionamiento crítico
sobre una creencia o conocimiento; antes de aceptarlo de forma a priori. Esta concepción
del objeto de estudio aplicado a los estudiantes de Educación Superior es ideal para
desarrollar la capacidad crítico reflexiva, este propósito de lograr aprendizajes
significativos.

El estudiante no sólo debe recibir información y aceptarla como tal, sino que necesita ser
crítico, y someter lo encontrado en las fuentes, a un proceso de selección, ordenamiento
y evaluación del contenido; convirtiéndose por ello, en un ser curioso, crítico y con

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autonomía de decisión. Dewey (1938) transporta su teoría al campo de la educación,


centrándose en el vínculo que se produce entre el proceso educativo y el pensamiento
reflexivo, lo cual será enfocado en el papel de la formación del estudiante; siendo
apreciable, cómo cada experiencia influye en estos actores, desde el sostenimiento de una
enseñanza conocida como aprender por la experiencia (Dewey, 2014).

En esta misma perspectiva, Peter Facione (1992), releva el pensamiento crítico como un
proceso cognitivo construido por la reflexión, el análisis y el razonamiento. Al respecto,
menciona seis habilidades indispensables que facilitan la apropiación del conocimiento,
desarrolladas a través de preguntas, con énfasis en la autorregulación, interpretación,
evaluación, inferencia y razonamiento. Si bien Facione (2007), hace énfasis en el
pensamiento crítico, este no dista de los procesos reflexivos, en tanto se compromete la
autorregulación como una posibilidad cognitiva que va a permitir al sujeto hacer revisión
de sus ideas y supuestos.

Otros teóricos de gran aporte, como Paul y Elder (2003), extienden una perspectiva más
filosófica, cuando definen el pensamiento crítico como un acto de reflexión, que busca
evaluar la información actual junto a los saberes previos, para tomar decisiones ante una
determinada problemática. Aquí se centra el análisis de las conclusiones obtenidas a partir
de una reflexión que luego es contrastada con la de otros sujetos. Es un pensamiento
situado en un campo de acción, debido a la interacción con otros sujetos, y ubicado en un
contexto de resolución de problemas, cuyo propósito es comprender la problemática, más
que encontrar su solución.

Si bien el pensamiento inquiere la forma de pensar de una persona sobre una determinada
temática o situación problema; en el pensamiento crítico, el sujeto pensante alcanza una
mejora en la calidad de su pensamiento cuando se apropia de la estructura inseparable del
acto de pensar y la confronta con la de otros sujetos. Para desarrollarlo, es necesario
conocer a fondo la información del tema a investigar o la problemática que es centro de
la revisión, para así emitir un juicio con criterios de estándares significativos al gran
objetivo de conseguir un pensamiento auto-mejorado, aportar en resolución de
problemas; y así evitar caer en un proceso mecanizado, privo del uso de la razón y de la
reflexión.

Desde una perspectiva pedagógica transformacional, la educadora Claude Pérez (2015),


desarrolla una teoría del pensamiento crítico que focaliza a estudiantes universitarios, con
sustento teórico en Dewey, y en los investigadores Paul y Elder. Su foco de atención se

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basa en tres categorías centrales para el proceso de construcción del pensamiento crítico,
las cuales se especifican en el análisis, la reflexión y la transformación; todas ellas estarían
presentes en el estudiante, de tal manera que le permitan avances en su capacidad para
tomar y centralizar cualquier idea o conocimiento, analizarlo, ponerlo en discusión,
interpretarlo y transformarlo hacia un determinado campo de interés.

Por tanto, este sentido de aproximación epistemológica del pensamiento crítico-reflexivo


imprime un sentido de proceso, de razonamiento y de reflexión propia del sujeto sobre
una determinada problemática o tema que tienda a priorizar. Se analizan los
conocimientos previos y se somete lo procesado a una evaluación y a una corrección hasta
alcanzar la autorregulación, todo ello encaminado a la toma de decisión basada en un
juicio de valor. Las bases epistemológicas mencionadas son las más pertinentes y las que
van a definir el objeto del análisis en un contexto de estudiantes de arquitectura; ya que
todas recubren una perspectiva reflexiva como eje central de este análisis.

El arquitecto reflexivo: una mirada retrospectiva de los principales aportes y


corrientes teórico-científicas
En aras de una pertinencia con los actuales tiempos, el perfil del arquitecto necesita
proyectarse desde la visión del pensamiento crítico-reflexivo como competencia
transversal. En relación a ello, es de gran importancia su aplicación en la Educación
Superior y en la formación de este profesional que imprime el sentido de una habilidad
trascendental al momento de elaborar un proyecto arquitectónico (Hinojosa, 2010).

Entonces, podemos decir que sin el accionar crítico y la reflexión no existe una
arquitectura eficiente; y es que se hace central, un análisis que someta permanentemente
al sujeto de formación a un cuestionamiento o crítica de lo que sea objeto de revisión en
un determinado espacio y tiempo. Si no existe un registro histórico ni memoria
documental, entonces tampoco habrá claridad en los estándares de calidad proyectual y
por ende no será posible realizar una arquitectura que contribuya al desarrollo y al
bienestar de la ciudadanía.

En complemento de ello, el arquitecto que no investiga, analiza e interpreta y no se


involucra con su realidad, tampoco puede criticarla o emitir algún juicio; entonces nunca
podrá cambiarla. Por consiguiente, la formación académica de los futuros arquitectos,
debe contemplar la complejidad de todo lo relativo al análisis de la realidad actual y la
formación de un pensamiento reflexivo de calidad. Esta formación se inicia en el taller de
diseño arquitectónico, considerado una de las asignaturas con mayor significancia en la

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malla curricular de gran parte de las facultades de arquitectura en el Perú (Morales y


Medina, 2020).

En estos contextos se generan espacios pertinentes y estrechamente vinculados a la


dinamización de los procesos creativos y reflexivos, y al desarrollo de competencias,
donde el estudiante aprende a ser arquitecto y por lo tanto, abre la posibilidad de generar
nuevas y originales propuestas. De ahí la importancia de que el estudiante de arquitectura
desarrolle un aprendizaje autorregulado y autónomo, al igual que una óptima construcción
del pensamiento crítico reflexivo como base de su formación profesional.

En esta misma línea, es pertinente mencionar a uno de los primeros en llevar sus
investigaciones hacia la praxis de estos profesionales. Fue precisamente Donald Schön
(1992), quien se basó en los postulados de Dewey, para estudiar la práctica reflexiva, en
esta su perspectiva de formación del profesional reflexivo. Schön determina que la
adquisición de conocimientos se da en la práctica profesional diaria y en función de las
actividades que esta involucre, lo cual se ve beneficiado o impedido como consecuencia
del marco de conocimientos propios de cada carrera.

Se plantea el reemplazo de una epistemología dominante más mecanizada, por una más
transformadora, denominada “reflexión en acción”. Schön aborda el proceso cognitivo de
los arquitectos en su ejercicio profesional, al describir el espacio donde un arquitecto
realiza un taller formativo destinado a la reflexión en la acción. Se aúna a dicho concepto
la importancia de los procesos históricos de enseñanza aprendizaje, llevados a cabo por
el arquitecto, y en los cuales se irá develando su postura conforme a las teorías actuales
de la educación.

El modelo de “reflexión en acción”, refiere que la capacidad reflexiva representa una


condición fundamental en la práctica de todo profesional. En la formación del profesional
reflexivo, debe darse una reflexión constante para situarlo en un paradigma
transformador, flexible y de incertidumbre, que dejé atrás las practicas mecanizadas, las
cuales no hacen más que truncar su capacidad creativa y su posibilidad de ir más allá de
lo convencional (Schön, 1992, citado en Medina, 2019).

Al respecto, es importante destacar tres momentos en el proceso que propone Schön


(1992, citado en Medina, 2019); el primero, la reflexión para la acción, donde el sujeto
cuenta con amplios tipos de saberes previos, los cuales se someten a un análisis y
reflexión; en segundo orden, estaría la reflexión en y durante la acción, referida a la

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reflexión sobre la marcha, direccionada por la capacidad de pensar en el acto, en


situaciones que puedan resultar inesperadas.

Esto significa que el profesional debe poseer un paradigma crítico y transformador, con
amplia capacidad para someter los saberes a una revisión y cuestionamiento constante.
Por último, el tercer momento, la reflexión sobre la acción y sobre la reflexión en la
acción, implica la revisión después de la práctica, con predisposición al cambio y
experimentación. Estos momentos se convierten en un ciclo dinámico que se reinicia, en
una continua búsqueda de mejorar la calidad de la práctica.

Asimismo, Valdivia (2019), resalta en la formación profesional, la importancia de trabajar


los requerimientos indispensables para desarrollar la capacidad creativa, el accionar de la
crítica, la reflexión y la comprensión del contexto social, histórico y cultural en los cuales
interviene el arquitecto Todo ello, estaría favoreciendo su formación hacia un sentido
crítico, de potencial creativo y de construcción de una sociedad objetiva y democrática.

Del mismo modo, podemos resaltar el concepto de “formación”, como un elemento clave
para la reflexión en la pedagogía hermenéutica del filósofo George Gadamer (1991, citado
por Medina, 2019), quien consideró dicho concepto como el pensamiento más importante
del siglo XVIII. Traducido como la bildung, proveniente del alemán y entendido como
formación. El autor la define como el proceso que está en constante disposición a la
reflexión, y por el cual, las personas adquieren los aprendizajes y la cultura. Desde esta
premisa, es claro que la reflexión es un componente esencial en la formación, toda vez
que integra otras dimensiones de competencia relacionadas al ser y a una disposición de
autoconsciencia reflexiva.

Sin embargo, esto no podría dejar de refrendarse, sino se somete el proceso reflexivo a
una suerte de diálogos reflexivos, que desde el aporte de Schön, pueden reconfigurar
oportunidades de revisión de la práctica y de la experiencia, si queremos también
particularizar las ideas de Dewey. Estos diálogos reflexivos inquieren una construcción
subjetiva singular del sujeto, el ser develado en el reconocimiento de la realidad a partir
de una postura identificada y asumida.

En continuidad con esta mirada compleja, algunas corrientes teóricas direccionan el


pensamiento crítico hacia un pensamiento reflexivo, donde la razón es el eje central para
decidir qué hacer o en qué creer. En su teoría del pensamiento crítico, Facione (1992) se
centra en el desarrollo de habilidades que le permitan al sujeto reflexionar, razonar, emitir

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juicios de valor, analizar, y evaluar razonamientos, y así saber tomar decisiones y resolver
una determinada problemática.

Del mismo modo, Paul y Elder (2003), establecen en su teoría, al pensamiento crítico
como el eje central para un proceso disciplinario activo, analizable aplicable y evaluador;
generado por la experiencia, observación, reflexión y el razonamiento. Los autores nos
señalan ocho pilares básicos que están presentes en toda estructura del pensar. Estos ocho
elementos del pensamiento nos permiten resaltar la gran riqueza que encierra el pensar,
esa capacidad exclusiva y esencial del hombre, que ya desde los griegos lo habrían
determinado como un ser racional o un ser pensante. Esta dimensión nunca se agotará y
siempre se irán descubriendo nuevas sub dimensiones. Entonces, consideramos que estos
elementos son centrales y decisivos en la constitución del pensamiento crítico reflexivo
de todo estudiante y en especial en el de un futuro arquitecto.

Desde una perspectiva que refuerza la toma de consciencia sobre el contexto, Lipman
(1998) acentúa el valor del pensamiento crítico en relación a la formación de ciudadanos
activos y responsables que busquen la consolidación de una sociedad justa y democrática.
En su visión, contempla una mirada más amplia y pone como eje central de la reflexión
sobre la educación. El pensamiento basado en los criterios, razones o principios como
clave para construir juicios de valor; también es considerado por Lipman como
autocorrectivo, debido a que el sujeto está en un cuestionamiento y reflexión constante,
encaminado a analizar errores, corregirlos y aprender de ellos. He aquí las bases de un
aprendizaje que encamine procesos de autorregulación por parte del estudiante.

Ya a modo de conclusión, nos parece importante destacar que para la formación del perfil
del arquitecto reflexivo, los aportes y corrientes teóricas deben estar direccionados a
caracterizar y develar los componentes que definen el pensamiento crítico reflexivo en
todas sus posibilidades. Este tipo de pensamiento se debe propiciar; siendo su función
principal el desarrollo de procesos autónomos en los cuales el sujeto sea capaz de dominar
y direccionar sus ideas; sabiendo someter las mismas a una revisión, evaluación y
replanteo constante. Solo así se podrá determinar el nivel de comprensión, y el potencial
de procesamiento y de acción del que es capaz el sujeto cuando se trata de plasmar una
postura de saber comunicarla. Solo así, el arquitecto reflexivo será aquel profesional
capaz de pensar por sí mismo y de llevar a la arquitectura a otros niveles proyectuales,
con altos estándares intelectuales; en donde esta profesión se convierta en una posibilidad

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de respuesta dinámica y transformadora frente a las necesidades de esta sociedad


cambiante.

Discusión
Retos y desafíos en la formación del arquitecto crítico reflexivo
En la actualidad, la sociedad ha sufrido una fuerte transformación, producto de una
experimentación y de cambios inimaginables en diversos contextos del ámbito social,
cultural y tecnológico. Se han generado nuevos retos y desafíos a partir de escenarios
complejos, dinámicos e inciertos, que rebaten una capacidad de respuesta adaptativa y
flexible por parte de los ciudadanos y de las organizaciones comprometidas con el
objetivo de la educación (Contreras, 2011). Frente a esta situación, proveniente de
cambios profundos en la sociedad, como el proceso de globalización con una
transformación económica, los avances significativos en la ciencia y tecnología, entre los
más destacables; el sistema educativo está respondiendo con nuevas reformas que
involucran un enfoque más holístico y transversal basado en competencias, las cuales
estarían adquiriendo un carácter generador y orientador.

Ante esta necesidad, las distintas instituciones encargadas de administrar y de regular el


sistema educativo, han buscado plantearse objetivos en miras de cubrir dichos
requerimientos y de brindar una enseñanza integral, de calidad y de sostenibilidad y
abocándose al desarrollo de las nuevas competencias pertinentes al siglo XXI. En este
sentido, la Unesco (2015), reafirma su postura y sostiene que para alcanzar la calidad de
la educación que constituye el cuarto objetivo del desarrollo sostenible, las instituciones
educativas de nivel superior deben comprometerse a mejorar o reformular sus planes de
estudio, emplear adecuados e innovadores métodos, así como dotarse de nuevos
proyectos que involucren estrategias didácticas y pedagógicas para la adquisición de
nuevos conocimientos, competencias y habilidades para la investigación, el análisis
creativo, reflexivo y crítico en diversos contextos multiculturales. En este propósito la
creatividad juega un rol importante pues posibilita el saber combinar y hacer una unidad
de los saberes teóricos y prácticos tradicionales con la ciencia y los avances tecnológicos.

Uno de los más grandes desafíos del pensamiento crítico reflexivo es emplear todo su
potencial en el orden del análisis y el del cuestionamiento; el cual nos lleva a no aceptar
las verdades como únicas, sino a ponerlas en debate y emitir un juicio a partir de ellas.
Esto alude que los estudiantes no desarrollen un sentido dogmático, sino una disposición

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hacia el ejercicio dialéctico respecto a la información que vayan acogiendo en su bagaje


cultural. Se ponen en claro habilidades que consoliden su sentido crítico frente a una
problemática social y su capacidad para generar respuestas y brindar soluciones con
objetividad y responsabilidad. En ese sentido, López (2012) hace una reflexión sobre la
importancia de desarrollar el pensamiento crítico en el aula, indispensable durante la vida
académica, así como en la vida personal de los estudiantes. Si bien el pensamiento crítico
supone poner en juego destrezas de orden superior, que trascienden la adquisición o
fortalecimiento de habilidades cognitivas; también es comprendido en esta otra dimensión
que queremos destacar para complementarlo y erigirlo en una dimensión más real y
compleja.

El fortalecimiento del desarrollo continuo de las competencias de indagación e


investigación, así como el pensamiento lógico y la argumentación, se encuentran en los
objetivos fijados en el Proyecto Educativo Nacional 2036; empezando en la Educación
Básica; y adquiriendo mayor protagonismo transversal en la Educación Superior, donde
se requieren de procesos de actualización de dichas competencias y capacidades. Del
mismo modo, diversas instituciones educativas contemplan en su plan estratégico,
objetivos para alcanzar y cristalizar esta misión y esta visión a futuro. Sin embargo, en la
actualidad nos encontramos aún bastante lejos de alcanzar dicha meta.

Hoy en día, se habla de enseñar a ser pensante, y el ser pensante implica el uso de nuestra
capacidad reflexiva y cuestionadora para modificar aquello que parece imperecedero.
Para Alotto (2020), el enseñar el razonamiento es construir en el estudiante un
pensamiento reflexivo, tan poderoso que le permita obtener las razones y sustentos
válidos para entender una problemática de cualquier índole y darle solución viable.
Resalta la importancia de considerar que, los hechos no hablan por sí mismos, necesitan
ser interpretados, ya que, si tuviéramos una percepción inmediata del mundo y todo lo
que le sucede, no necesitaríamos razonar. Así mismo, comprende el identificar entre los
muchos procesos mentales del pensamiento, los referidos al acto de razonar y reflexionar,
denominado por Dewey pensamiento reflexivo.

Es así que llegamos a la conclusión que, los desafíos que enfrenta la Educación
Universitaria para el desarrollo de las nuevas competencias, deben ser abordados desde
una mirada transversal, dinámica y transformadora, bajo un paradigma crítico que esté
predispuesto a adaptarse al cambio, extraer la historia, cuestionarla, aprender de ella para
así transformarla y mejorarla.

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Configurando las bases del perfil de un arquitecto crítico reflexivo


Respecto a la arquitectura y la crítica, es pertinente hoy hablar con mayor frecuencia de
pensamiento crítico en arquitectura, que la repetitiva frase “crítica arquitectónica”
(Browne, 2011); ya que el pensamiento crítico es base para cualquier análisis
arquitectónico, así como la reflexión al momento de diseñar, crear espacios habitables o
remodelarlos para nuevos requerimientos.

El perfil del arquitecto necesita tener amplia correspondencia con un paradigma


transformador. Al diseñar para un contexto actual que está en constante cambio, el
arquitecto debe tener en cuenta la capacidad de adaptarse a los requerimientos que el
mismo demande y así brindar soluciones eficientes a problemáticas vigentes. El pensador
crítico reflexivo desarrolla actividades que involucran la comprensión, el análisis, la
interpretación y la evaluación de la información existente, siempre buscando emitir un
juicio y posibles soluciones como respuesta a una problemática latente.

De acuerdo a lo expuesto por Paul y Elder (2003), las acciones que caracterizan a un
pensador crítico, se miden a través de la capacidad de resolución de problemas, de análisis
de la información existente necesaria para transformarla, la formulación de preguntas con
objetivos claros, y la construcción de conclusiones para el planteamiento de posibles
soluciones, que permitan enfrentar la complejidad del problema.

De igual modo Facione (2007) describe al pensador crítico ideal como un ser único,
dotado no solo de habilidades cognitivas, sino caracterizado por su peculiar manera de
percibir la vida y de aprender de su propia experiencia. Para Facione, el buen pensador
crítico es un ser creativo, curioso en relación a su objeto de estudio y la realidad que lo
rodea, interesado en permanecer bien informado, emplear un análisis minucioso de la
información que posee, reflexionar sobre ella mediante procesos de indagación
razonados; así mismo posee una visión amplia del mundo, integridad, imparcialidad y
moderación al emitir juicios por mejorar o replantear visiones, siempre y cuando la
reflexión justifique dicho cambio.

De manera complementaria, y desde el enfoque que plantea Dewey (1910), el


pensamiento reflexivo, desarrolla un conjunto de ideas, las cuales se despliegan de
manera consecuencial. Es decir que cada una de estas ideas determina la siguiente como
un resultado, y a su vez cada resultado las direcciona a las que les precedieron. Afirma
que las ideas o segmentos resultantes de un pensamiento reflexivo surgen unos a partir de
otros y se apoyan entre sí; de ahí que cada fase nos lleva hacia otra. Esto significa que al

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terminar de generarse, cada idea deja una parte para emplearla en la generación de las
ideas sub siguientes, es por ello pertinente que estén interconectadas, formando un
vínculo de enlace que se mantiene en unión con dirección hacia un objetivo en común.

Tenemos así que, el proceso de reflexión comienza cuando nos cuestionamos el


significado o la veracidad de una información y buscamos demostrar la verdad del tema
analizando la idea planteada. Entonces, podemos decir que para creer o aceptar como
verdad algo, es necesario apoyarnos de otras ideas, de bases y fundamentos teóricos y de
una evidencia o prueba que nos sirva de sustento. Solo así podremos determinar que una
postura es sólida en sus argumentos y afirmaciones.

En este sentido, Dewey (1998) alude dos momentos que fundamentan el pensamiento
crítico reflexivo en la construcción del conocimiento: (1) la etapa pre-reflexiva, en la
que se inician las primeras interrogantes sobre una determinada situación o problemática,
y en donde se estimula la actividad de pensar, la curiosidad por la búsqueda y el interés
por la investigación de los sucesos precedentes a esta realidad para encontrar información
que le sea pertinente y que permita aclarar y resolver las dudas suscitadas; y (2) la etapa
post-reflexiva, que corresponde a las acciones necesarias para emitir un juicio o plantear
conclusiones asertivas sobre el problema que se suscitó en el proceso de reflexión y que
da como resultado la adquisición de la experiencia.

Llevando todo ello al campo de la educación, para López (2019) el pensamiento reflexivo
es un tipo de pensar que imprime este proceso sobre una idea base o información ya
existente para darle una connotación particular. De esta manera busca que la educación
ponga en primer plano el aprender a pensar y no sólo la adquisición de conocimientos y
contenidos. He ahí la importancia de llevar a cabo adecuadamente la habilidad reflexiva
para que esta sea exitosa.

A modo de corolario de este segmento, podemos decir que el pensamiento crítico


reflexivo necesita ser visto como un pensamiento razonable, coherente, objetivo, realista,
pero con mucho potencial creativo. Esto inquiere la base de una experiencia y una mirada
enrumbada a ideales cada vez más claros, para producir emociones moderadas y motivar
a la persecución constante de metas y objetivos. Pero, para ello será necesario disponer
materias no solo de orden teórico conceptual, sino de nivel práctico experiencial, que
fomenten al mismo tiempo, el pensar abstracto y creativo del estudiante, y que lo alejen
de hacer de su práctica formativa, una actividad intelectual mecánica.

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Conclusiones
1. El pensamiento crítico reflexivo se convierte en una competencia esencial en la
formación del futuro arquitecto desde los fundamentos que tiene una base
teórica y epistemológica cimentada en una perspectiva experiencial, auto
dialógica y de reflexión acción constante. Esto imprime un pensamiento que va
más allá de formular ideas, y someterse a procesos automatizados. Por el
contrario, se espera que el arquitecto crítico reflexivo, sea capaz de analizar,
interpretar, cuestionar y redefinir sus ideas hasta alcanzar la autorregulación
y lograr el propósito de la pertinencia en las soluciones brindadas a las
problemáticas de la realidad nacional y mundial. De esta manera, los procesos
formativos necesitan integrar espacios de diálogo, revisión, discusión e
intercambio dando pase a un ejercicio dialéctico y al debate de ideas razonadas.
Esto no excluye una práctica propiamente auto dialógica reconocida desde la
propuesta de los diálogos reflexivos que permitan al estudiante tomar
consciencia de su proceso y a partir de ello, irse constituyendo en una
determinada postura que sepa comunicar y defender.

2. La era de la incertidumbre y el indeterminismo han generado una nueva


demanda en los procesos formativos, por lo que son muchos y diversos los retos
y desafíos a tener en cuenta en la formación de un futuro arquitecto. Ello
inquiere la revisión de las propuestas curriculares que a este nivel exigen prever
una competencia profesional más acorde a un mundo cada vez más acelerado,
más tecnológico y menos humanizado. Se requiere un profesional más flexible
y por lo tanto capaz de poner en juego su conocimiento con sentido crítico y
cuestionador, pero sobre todo con juicio valorativo de pertinencia, lo cual dice
de ese potencial de autonomía y auto regulación que pueden ser transversales
en los distintos y variados desempeños. La capacidad crítica reflexiva del futuro
arquitecto conjuga una serie de dimensiones de orden cognitivo superior, pero
también de esencia del ser que lo hace único y singular en su modo de ver el
mundo y en el reconocimiento de su propia postura ante la vida. Esto será
determinante en ese propósito transformador de la profesión que la erige como
una oportunidad de mejora constante.

3. El arquitecto crítico reflexivo es el pensador crítico capaz de pensar por sí


mismo, que analiza y reflexiona sobre los procesos históricos de la arquitectura,

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siendo cuestionador, y demostrando autonomía y objetividad en la toma de


decisiones. Esto lo sitúa y empodera en su rol de ciudadano que trasciende por
su participación activa en la sociedad, y con ello, se da pase a la consolidación
de un perfil fortalecido por un paradigma crítico y transformador. Solo así se
podrá consolidar una práctica profesional de la arquitectura con niveles
proyectuales antes no alcanzados. Es decir, una arquitectura con una respuesta
dinámica de carácter transformador frente a cualquier desafío o necesidad que
la sociedad requiera en el contexto actual y en los futuros tiempos.

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