Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                

Lucerna Encendida

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 12

OPÚSCULOS MARIANOS DE LA VEN.

Sor María de Jesús de Ágreda

LUCERNA ENCENDIDA
Para caminar en la noche
de esta mortalidad al día
eterno de la Patria Celestial
INTRODUCCIÓN

Hija mía, -dijo el Altísimo a la Madre Ágreda (1)- desde la creación y pecado del
primer hombre hasta la ley que di a Moisés, se gobernaron según sus propias
inclinaciones, y cometieron grandes yerros y pecados (2). Y aunque después de la ley,
los hacían por no la obedecer (3), y así fueron caminando y alejándose más de la verdad
y luz, y llegando al estado del sumo olvido. Yo con paternal amor envié la salud eterna
(4)
y la medicina a la naturaleza humana para remedio de sus enfermedades incurables,
con que justifiqué mi causa. Y como entonces atendí al tiempo que más resplandeciese
esta misericordia, ahora quiero hacerles otra muy grande, porque es el tiempo
oportuno de obrarla mientras llegue mi hora, en la cual hallará el mundo tantos
cargos, y tan substanciados sus procesos, que conocerán la causa justa de mi
indignación; en ella manifestaré mi enojo, justicia y equidad, y cuán bien justificada
está mi causa. Y para más hacerlo, y porque es el tiempo, en que el atributo de
misericordia más se ha de manifestar, y en que quiero que mi amor no esté ocioso;
ahora, cuando el mundo ha llegado a tan desdichado siglo, después que el Verbo
encarnó, y cuando los mortales están más descuidados de su bien y menos le buscan;
cuando más cerca de acabarse el día de su transitoria vida, al poner del sol del tiempo,
y cuando se llega la noche de la eternidad a los proscritos; cuando a los justos les nace
el eterno día sin noche; cuando de los mortales los más están en las tinieblas de su
ignorancia y culpas, oprimiendo a los justos y burlando de los hijos de Dios; cuando mi
ley santa y divina se desprecia por la inicua materia de estado, tan odiosa como
enemiga de mi providencia; cuando menos obligado Me tienen los malos; mirando a los
justos que hay en este tiempo para ellos aceptable, quiero abrir a todos una puerta
para que por ella entren a mi misericordia, y darles una lucerna para que se alumbren
en las tinieblas de su ceguedad; quiero darles oportuno remedio, si de él se quieren
valer, para venir a mi gracia; y serán muy dichosos los que le hallaren(5), y
bienaventurados los que conocieren su valor; ricos, los que encontraren con este
tesoro; felices y muy sabios, los que con reverencia le escudriñaren y entendieren sus
enigmas y sacramentos; quiero que sepan cuánto vale la intercesión de la que fue
remedio de sus culpas, dando en sus entrañas vida mortal al Inmortal; quiero que
tengan por espejo, donde vean sus ingratitudes, las obras maravillosas de mi poderoso
brazo con esta pura criatura, y mostrarles muchas que están ocultas por mis altos
juicios, de las que hice con la Madre del Verbo. »
Y esa puerta, esa lucerna, el oportuno remedio y el espejo nos los dio el Señor a los
hombres en la Historia Divina y Vida de la Santísima Virgen, que, bajo el nombre de
Mística Ciudad de Dios, escribió Sor María de Jesús de Ágreda.
Empero dióse cuenta esta admirable Escritora, de que ni siempre ni por todos podía
leerse la Divina Historia, y tuvo el grandísimo acierto de compendiárnosla en sus
«Leyes de la Esposa, conceptos y suspiros del corazón...», y de hacernos de ella un

1
Mist. Ciud. De Dios, lib. 1, c. 1, n. 9.
2
Rom. VIII, 13.
3
Joan, VII, 19.
4
Ephes., III, 4,5.
5
Prov., III, 13. et seq.
brevísimo sumario en «Ejercicio cotidiano y doctrina para hacer las obras con mayor
perfección.»
Y este sumario, que es la quinta esencia de la “Mística Ciudad de Dios”, y que
tomamos literalmente del citado Ejercicio, a excepción de las notas y separación de los
periodos, forma el primer librito con que empezamos la publicación de la Serie
“Opúsculos Marianos” de la Venerable Ágreda.
Que la divina Señora ponga en las manos de todos sus hijos esta Lucerna Encendida,
para que por Ella, con Ella, en Ella y para Ella caminemos en la noche de esta
mortalidad al día eterno de la patria celestial.

EDUARDO ROYO, S. de M
LUCERNA ENCENDIDA
para caminar
en la noche de esta mortalidad
a1 día eterno de la patria celestial

Oí una voz en lo superior de mi alma, que me decía:


Oye, oye, oye.
Hija, inclina tu oreja, y mira al fin para que la criatura fue criada, que es el
conocimiento del Altísimo Señor y Dios, y para amarle y alabarle, y después gozarle
eternamente en su gloria.
Pues, considérate peregrina, ausente de tu patria, moradora en el pueblo desierto.
Pueblo, porque muchos ayudan al peligro.
Desierto, porque pocos favorecen para levantar.

***

Asiéntate sobre las corrientes de las aguas de Babilonia, y allí te acuerda de Sión.
Cuelga en los sauces, en medio de ella, los instrumentos músicos, renunciando todo
gusto y contento humano de esa Babilonia.
Y, aunque en esa cautividad seas preguntada, persuadida e inclinada a que cantes y
gustes de sus deleites, y a que les digas una canción de las que cantan en Sión,
respóndeles:
¡Cómo cantará la que es moradora en tierra ajena!
¡Cómo la que es peregrina y camina a su patria de Sión, tendrá gusto de Babilonia, no
siendo el día del descanso sino del trabajo!
Y ¡cómo el cantar de Sión y del Señor le oirán los que se naturalizan en las
vanidades de Babilonia, la que yo tengo por destierro y cautiverio!
Nadie se acuerde de mi mano derecha, que son mis buenas obras, que no las hago para
que sean premiadas en Babilonia.
Déjenme y olvídense todos de mí, que desde hoy no soy para atender a ellos sino que
les vuelvo las espaldas efectivamente 6.

***

Diles todo esto y óbralo.


Y no te olvides de Jerusalén, tu patria.

6
Aquí aplica la Ven. al alma el salmo 136.
Ponla por principio de tu alegría.
Mira, que has de salir de ese cautiverio y del poder de Faraón, tu cuerpo, y no
tardarás.
Pero mientras llega la hora, camina al desierto de la renuncia y abnegación de todo lo
terreno.

***

Y para esto, necesitas de capitán y caudillo, de Moisés, que te manifieste la voluntad


divina y ley santa de Dios, y las tablas escritas con el poder de su brazo poderoso7.
Es necesario quien te hiera en la piedra de la humanidad8 de Cristo y en la divinidad.
Para que salgan las aguas9 que saltan hasta la vida eterna.
Y en tu destierro seas saciada en tu sed, alumbrado tu entendimiento y reducida tu
voluntad.
Has menester columna de fuego10, que en esta noche te dé luz.
Y sombra11, que te defienda, con particular protección, de las inclemencias de los
tiempos y enemigos nocturnos y meridianos.
Ángel, que te guíe12, y lleve lejos de los sodomitas pecadores de Babilonia13, porque
el castigo y azote del Muy alto no te caiga, y su maldición no te alcance.
Has menester maestra, que te guíe.
Madre, que te ampare.
Amiga, que te consuele.
Señora, a quien obedezcas.
Reina, de quien seas esclava.
Imagen, en quien tengas escrita la virginidad.
Retrato, en quien esté dibujada la especie y hermosura de la virtud.
Ejemplo de vivir, adonde halles los expresos magisterios de probidad o bondad, con
que te muestren y enseñen qué debes abrazar y qué repeler y arrojar.

***

7
Exod. 31,18.
8
Núm. 20, 11.
9
Ib. 17, 6. Joan, 4, 13.
10
Exod., 13, 21.
11
Exod., 13, 22. –1, Cor., 10, 1, - Deut. 1, 33.
12
23,20.
13
Sen. 19.
Toma norte, por donde te guíes.
Lucero, que anuncie el día claro de la eternidad.
Nivel, con que vayan medidas tus obras.
Arancel, para que te gobiernes.
Camino para la divinidad.
Puerta para el cielo.
Espejo, que tengas delante de los ojos del entendimiento, adonde veas tu faz interior,
y te adornes como esposa para entrar en el tálamo del Esposo.

***

Aquí se ha de componer tu hermosura y gracia, mirando a la de María Santísima,


Madre del Unigénito del Padre.
En quien hallarás expresado el mapa de las maravillas de Dios nuestro Criador.
El ejemplar de tus deseos.
Y el primer estímulo del aprender es la nobleza del maestro.
¿Qué cosa más noble, que las virtudes de la Madre de Dios?
¿Qué cosa más resplandeciente, que Aquella que escogió el mismo resplandor?
¿Qué cosa más casta, que Aquella que engendró cuerpo sin mancha de otro cuerpo?
¿Qué objeto mejor de tu entendimiento que Aquella que es Madre de tu esposo
Cristo?
A la cual, desde el instante de su concepción, que fue sin pecado original, le dio muy
alta noticia de su divinidad.
Y con acelerado discurrir e inaudito entender conoció en el instante que tuvo ser, el de
Dios incomprensible e inmutable.
Y le reverenció, engrandeció, adoró y amó con mayor perfección que todos los
ángeles, serafines y santos.

***

Adornóla el Altísimo de abundantísima gracia y copiosos dones.


Más que humanamente se puede conocer ni explicar.
Y luego principió a merecer mucho.
Y con sus primeras operaciones y actos, dio más gusto y beneplácito al Señor, que
todas las criaturas en todo lo que ha nombrado desde Adán acá.
Y mereció más en sus principios, que ellos en sus fines.
Y en teniendo forma y reconociendo el ser de Dios, hizo en su presencia sacrificio.
Y se ofreció en holocausto a la divinidad, dándole gracias por su ser infinito.
Y porque se lo dio a Ella, ofrecióse a su servicio con memorable afecto de devoción.
Entrególe su alma, potencias y sentidos, su cuerpo y lo superior de su alma.
La cual iluminó el muy Alto y vivificó.
Y quedó siempre atentísima, mirando la divinidad.
Y jamás se apartó de esta vista, conociéndola no como compresora sino como
viadora.
Sino es cuando el Señor corría el velo de paso, y para continuar una perfecta
elevación de sus potencias y atender a las inteligencias que el Altísimo le daba.

***

Trabajó mucho de su parte todos los días.


Y muchas "veces" en el "día" se postraba ante el divino acatamiento y real presencia.
Y reconociendo el ser de Dios, le magnificaba por sus infinitos atributos.
Y le daba gracias, porque le había criado y enriquecido de dones y tesoros.
Miraba la altura de Dios, y descendía a conocer su pequeñez.
Y daba su nardo, a los ojos divinos, olor de suavidad y gusto en su humillación.
Y porque se humilló, la levantó el Señor sobre todas las criaturas.
Su meditación, de día y de noche, era en la divinidad, y cómo la amaría
incesantemente.
Y con afecto humildísimo hacía actos fervorosos de todas las virtudes, y trabajó
fielmente con ellos.
Y aunque la adornó y dotó de todos sus perfectos hábitos, mereció más esta perfecta
criatura con los actos que hizo de ellas y afecto con que obraba lo perteneciente a todas
estas virtudes, que todos los Santos juntos han merecido para sí ni merecerán.

***

Era iluminada de la divinidad, y su lucerna era el Cordero.


Fue sapientísima de la divina sabiduría porque la dotó Dios de ciencia infusa.
Y conoció muchos de los secretos del Altísimo Señor y los sacramentos de las
Escrituras.
Y con todo y de todo se aprovechaba y granjeaba, y adquiría muchos bienes y tesoros,
y obligaba al amor de Dios para hacerle grandes beneficios.
Era en entender, prudente.
En amar, única.
En obrar; fervorosa.
Altísima, en pensamientos.
Especiosa, en bondad.
Prudente, en temer.
Fuerte, en vencer la flaqueza de la naturaleza humana.
Jamás salió de sí misma, y nunca faltó a las obras de caridad.
No le hacían perjuicio las obras de Marta para acudir a las de María.
Siempre eligió la mejor parte.
Y nunca faltó al ministerio de servir como sierva a su Hijo y Señor, y a su esposo
José, sin mandar a otra sierva.
Porque en la obediencia que tuvo a Dios, fue admirable.
Y como Su Majestad le ordenó, que sirviese a su Hijo y a su padre putativo, en lo
perteneciente y necesario en cuanto hombre y niño, y en la obligación de esposa, lo hizo
tan cabalmente, que jamás lo fió de otra mano.

***

Y su humildad no consintió tener sierva ni mandar a otra menor ni mayor en edad.


Siempre fue reina y esclava.
La mayor y la menor.
La obediente a todos, tanto que no supo mandar a nadie.
Tanto se humanó y humilló, que en la equidad y justicia de Dios, por ser, según ella,
humillar a los soberbios y levantar a los humildes, que cuando no tuviera esta divina
Señora la dignidad de Madre de Dios, la debía levantar Su Majestad sobre todas las
criaturas y cortesanos del paraíso celestial.
Porque fue más humilde, que todos.
Y por esta virtud le obligó más que ellos.
Y por el bajo concepto que hizo de Sí misma, de sierva, que por la dignidad de Madre
de Dios.
Porque el serlo no pudo adquirir por Sí
Y los actos de humildad los hizo Ella, aunque todo con favor de lo alto.

***
Lo superior de su alma siempre miró a la divinidad.
Que desde que Dios le dio conocimiento de ella, nunca apartó su contemplación del
objeto que conoció.
Asistió siempre al Sancta Sanctorum de su interior, adonde sólo el sumo Sacerdote y
Dios Altísimo entraba.
Y, en su presencia, ofrecía los holocaustos de sus obras virtuosas.
Y el fuego del Espíritu Santo jamás le faltó, ni de su parte para conservarle nunca
tuvo remisión ni el más pequeño descuido.
Salía a lo exterior de su templo, a hacer los sacrificios de sus sentidos.
De los cuales usó siempre prudentísimamente, mirando continuamente al
cumplimiento de la divina voluntad.
Muchas veces la inquiría y buscaba, y fervorosamente pedía a Dios se la enseñase.
Y Su Majestad se la manifestaba, y santamente la ejecutaba.
Y esto era de ordinario.
Y, como de agrado del Señor es lo más excelente la exaltación de su nombre, y obrar
con las criaturas magníficas obras favoreciéndolas, pedía muchas veces a Su Alteza lo
hiciese.
Y, como otra Ester, clamaba por la libertad de su pueblo.
Y que de todo el linaje humano fuese conocido, amado y temido, reverenciado,
honrado, glorificado.
Y para obligar a Su Majestad para que le concediese esto, se ofrecía a padecer muchos
trabajos.

***

Pedíale favoreciese a su pueblo escogido. Y que conservase y aumentase los Profetas.


Y de nuevo los levantase para manifestación de sus maravillas.
Que cumpliese lo que a los Patriarcas y Profetas tenía prometido.
Y que enviase el Mesías y redimiese al mundo.
Y en esto hizo tantas peticiones y maravillosas sumisiones y cándidas determina-
ciones, que hirió el corazón de Dios de amor en uno de sus cabellos y ojos, que fue su
santa intención.
Hizo a Su Majestad acelerar el tiempo para enviar al Unigénito.
Para los prójimos, hizo peticiones de tanta caridad en general, que muchos de los
favores que en su tiempo les hizo, fue por su intercesión, por la cual muchos en
particular se salvaron.
***

Esto sólo pasaba en su interior, que era en pensamientos secretísima y altísima para sí
misma.
Pedía con tanto fervor y humildad, que inclinaba a los atributos de misericordia y
bondad para que Dios la favoreciese con ella.
Fue continua en el trato y conversación con los Ángeles.
Y pedíales orasen y rogasen por Ella.
Y que le diesen noticia en su peregrinación de su patria.
Y pedíales muchas veces las señales de su Amado y querido Esposo.
Y en el desfallecimiento que causaba el amor en la parte flaca de la naturaleza, la
confortaban.
Y rogábales la cubriesen de flores, que moría de amor.
Fue mártir, en el afecto.
Y la providencia divina hacía continuos milagros conservándole la vida.
Porque muchas la hubiera perdido, si no le fuera restituida.
Porque estaba más donde amaba, que donde animaba.

***

En todas las virtudes fue prodigiosa.


En la prudencia, admirable.
En la humildad, profundísima.
En la caridad, ardentísima.
En la paciencia, sufrida, pues jamás tuvo afecto a quejarse, ni lo hizo, aunque fuera en
cosa justa.
Y padeció muchos trabajos, con ánimo constante.
Fue virgen, en el alma y en el cuerpo.
Y con ningún rodeo de engaño adulteró el sincero afecto.
Fue conversable con las criaturas con admiración, sacando de todo, fruto.
Fue humilde de corazón.
Y, sin parecer ajeno, jamás hizo obra exterior.
Obedecía a los mayores e iguales y menores en edad, en todo lo que no era imperfecto
ni injusto.
Fue prudente, en el ánimo.
Grave, en las palabras.
Y de su motivo ni inclinación de saber, jamás habló a nadie.
Ni a ninguna criatura miró al rostro.
Ni por él las conociera, sino porque en Dios las vio.
Y con la ciencia infusa que tenia, las pudiera conocer, pero no por haberlas mirado en
sí mismas.
Y, si alguna vez habló, fue para ejercitar la caridad, a la cual nunca faltó.
Fue escasa en hablar, y más estudiosa en leer.
Y no reponía ni depositaba su esperanza en lo incierto de las riquezas y promesas
humanas, sino en el ruego del pobre.

***

Era atenta a las obras.


Vergonzosa, en las palabras.
Habituada a buscar y consultar por árbitro de su alma, no al hombre, sino al Espíritu
Santo.
No hacía mal a nadie, antes bien respetaba a todos.
Huía la arrogancia, seguía la razón, amaba la virtud.
Nunca, con el semblante, agravió a nadie.
Obedeció y respetó a sus padres.
No desistió de sus propincuos.
No enfadó al humilde, ni burló al débil.
Ni a sus ojos hubo ninguno, despreciado.
No envidió a nadie.
No huyó del pobre.
Nunca se halló en las juntas de varones, en las cuales ni la misericordia se corriera, ni
la vergüenza las dejara pasar por alto.
Ninguna cosa tuvo ofensiva en su mirar ni en sus palabras.
Ninguna descompuesta ni desigual.
El rostro, no altivo, aunque grave.
Los pasos, no acelerados; ni la voz, apresurada.
Suave, en aconsejar.
Benigna, en el aprender.
Prudente y detenida, en responder.
De manera que la misma especie y hermosura del cuerpo y sus acciones fue un
simulacro, retrato, imagen de su alma y figura de la virtud.

***

La cual quiere Dios, alma, que medites, adviertas y escudriñes con todas obras y
afecto fervoroso, fuerte, constante, humilde, reconocido.
Imites, sigas, abraces y obres, según tus flacas fuerzas con la gracia divina
fortalecidas, alcanzar en esta ley.
Escribe en tu corazón, y obsérvala inviolablemente, lo correspondiente y perteneciente
a tu estado y obligación.
Trabaja cuidadosa lo restante de tu vida.
Para que, el día último, halles refrigerio eterno en mi presencia y en la del Altísimo.
Cuando te presente a Su Majestad, y goces de los dulces abrazos del Esposo y de las
florestas siempre amenas de su paraíso celestial.

También podría gustarte