Lucerna Encendida
Lucerna Encendida
Lucerna Encendida
LUCERNA ENCENDIDA
Para caminar en la noche
de esta mortalidad al día
eterno de la Patria Celestial
INTRODUCCIÓN
Hija mía, -dijo el Altísimo a la Madre Ágreda (1)- desde la creación y pecado del
primer hombre hasta la ley que di a Moisés, se gobernaron según sus propias
inclinaciones, y cometieron grandes yerros y pecados (2). Y aunque después de la ley,
los hacían por no la obedecer (3), y así fueron caminando y alejándose más de la verdad
y luz, y llegando al estado del sumo olvido. Yo con paternal amor envié la salud eterna
(4)
y la medicina a la naturaleza humana para remedio de sus enfermedades incurables,
con que justifiqué mi causa. Y como entonces atendí al tiempo que más resplandeciese
esta misericordia, ahora quiero hacerles otra muy grande, porque es el tiempo
oportuno de obrarla mientras llegue mi hora, en la cual hallará el mundo tantos
cargos, y tan substanciados sus procesos, que conocerán la causa justa de mi
indignación; en ella manifestaré mi enojo, justicia y equidad, y cuán bien justificada
está mi causa. Y para más hacerlo, y porque es el tiempo, en que el atributo de
misericordia más se ha de manifestar, y en que quiero que mi amor no esté ocioso;
ahora, cuando el mundo ha llegado a tan desdichado siglo, después que el Verbo
encarnó, y cuando los mortales están más descuidados de su bien y menos le buscan;
cuando más cerca de acabarse el día de su transitoria vida, al poner del sol del tiempo,
y cuando se llega la noche de la eternidad a los proscritos; cuando a los justos les nace
el eterno día sin noche; cuando de los mortales los más están en las tinieblas de su
ignorancia y culpas, oprimiendo a los justos y burlando de los hijos de Dios; cuando mi
ley santa y divina se desprecia por la inicua materia de estado, tan odiosa como
enemiga de mi providencia; cuando menos obligado Me tienen los malos; mirando a los
justos que hay en este tiempo para ellos aceptable, quiero abrir a todos una puerta
para que por ella entren a mi misericordia, y darles una lucerna para que se alumbren
en las tinieblas de su ceguedad; quiero darles oportuno remedio, si de él se quieren
valer, para venir a mi gracia; y serán muy dichosos los que le hallaren(5), y
bienaventurados los que conocieren su valor; ricos, los que encontraren con este
tesoro; felices y muy sabios, los que con reverencia le escudriñaren y entendieren sus
enigmas y sacramentos; quiero que sepan cuánto vale la intercesión de la que fue
remedio de sus culpas, dando en sus entrañas vida mortal al Inmortal; quiero que
tengan por espejo, donde vean sus ingratitudes, las obras maravillosas de mi poderoso
brazo con esta pura criatura, y mostrarles muchas que están ocultas por mis altos
juicios, de las que hice con la Madre del Verbo. »
Y esa puerta, esa lucerna, el oportuno remedio y el espejo nos los dio el Señor a los
hombres en la Historia Divina y Vida de la Santísima Virgen, que, bajo el nombre de
Mística Ciudad de Dios, escribió Sor María de Jesús de Ágreda.
Empero dióse cuenta esta admirable Escritora, de que ni siempre ni por todos podía
leerse la Divina Historia, y tuvo el grandísimo acierto de compendiárnosla en sus
«Leyes de la Esposa, conceptos y suspiros del corazón...», y de hacernos de ella un
1
Mist. Ciud. De Dios, lib. 1, c. 1, n. 9.
2
Rom. VIII, 13.
3
Joan, VII, 19.
4
Ephes., III, 4,5.
5
Prov., III, 13. et seq.
brevísimo sumario en «Ejercicio cotidiano y doctrina para hacer las obras con mayor
perfección.»
Y este sumario, que es la quinta esencia de la “Mística Ciudad de Dios”, y que
tomamos literalmente del citado Ejercicio, a excepción de las notas y separación de los
periodos, forma el primer librito con que empezamos la publicación de la Serie
“Opúsculos Marianos” de la Venerable Ágreda.
Que la divina Señora ponga en las manos de todos sus hijos esta Lucerna Encendida,
para que por Ella, con Ella, en Ella y para Ella caminemos en la noche de esta
mortalidad al día eterno de la patria celestial.
EDUARDO ROYO, S. de M
LUCERNA ENCENDIDA
para caminar
en la noche de esta mortalidad
a1 día eterno de la patria celestial
***
Asiéntate sobre las corrientes de las aguas de Babilonia, y allí te acuerda de Sión.
Cuelga en los sauces, en medio de ella, los instrumentos músicos, renunciando todo
gusto y contento humano de esa Babilonia.
Y, aunque en esa cautividad seas preguntada, persuadida e inclinada a que cantes y
gustes de sus deleites, y a que les digas una canción de las que cantan en Sión,
respóndeles:
¡Cómo cantará la que es moradora en tierra ajena!
¡Cómo la que es peregrina y camina a su patria de Sión, tendrá gusto de Babilonia, no
siendo el día del descanso sino del trabajo!
Y ¡cómo el cantar de Sión y del Señor le oirán los que se naturalizan en las
vanidades de Babilonia, la que yo tengo por destierro y cautiverio!
Nadie se acuerde de mi mano derecha, que son mis buenas obras, que no las hago para
que sean premiadas en Babilonia.
Déjenme y olvídense todos de mí, que desde hoy no soy para atender a ellos sino que
les vuelvo las espaldas efectivamente 6.
***
6
Aquí aplica la Ven. al alma el salmo 136.
Ponla por principio de tu alegría.
Mira, que has de salir de ese cautiverio y del poder de Faraón, tu cuerpo, y no
tardarás.
Pero mientras llega la hora, camina al desierto de la renuncia y abnegación de todo lo
terreno.
***
***
7
Exod. 31,18.
8
Núm. 20, 11.
9
Ib. 17, 6. Joan, 4, 13.
10
Exod., 13, 21.
11
Exod., 13, 22. –1, Cor., 10, 1, - Deut. 1, 33.
12
23,20.
13
Sen. 19.
Toma norte, por donde te guíes.
Lucero, que anuncie el día claro de la eternidad.
Nivel, con que vayan medidas tus obras.
Arancel, para que te gobiernes.
Camino para la divinidad.
Puerta para el cielo.
Espejo, que tengas delante de los ojos del entendimiento, adonde veas tu faz interior,
y te adornes como esposa para entrar en el tálamo del Esposo.
***
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Lo superior de su alma siempre miró a la divinidad.
Que desde que Dios le dio conocimiento de ella, nunca apartó su contemplación del
objeto que conoció.
Asistió siempre al Sancta Sanctorum de su interior, adonde sólo el sumo Sacerdote y
Dios Altísimo entraba.
Y, en su presencia, ofrecía los holocaustos de sus obras virtuosas.
Y el fuego del Espíritu Santo jamás le faltó, ni de su parte para conservarle nunca
tuvo remisión ni el más pequeño descuido.
Salía a lo exterior de su templo, a hacer los sacrificios de sus sentidos.
De los cuales usó siempre prudentísimamente, mirando continuamente al
cumplimiento de la divina voluntad.
Muchas veces la inquiría y buscaba, y fervorosamente pedía a Dios se la enseñase.
Y Su Majestad se la manifestaba, y santamente la ejecutaba.
Y esto era de ordinario.
Y, como de agrado del Señor es lo más excelente la exaltación de su nombre, y obrar
con las criaturas magníficas obras favoreciéndolas, pedía muchas veces a Su Alteza lo
hiciese.
Y, como otra Ester, clamaba por la libertad de su pueblo.
Y que de todo el linaje humano fuese conocido, amado y temido, reverenciado,
honrado, glorificado.
Y para obligar a Su Majestad para que le concediese esto, se ofrecía a padecer muchos
trabajos.
***
Esto sólo pasaba en su interior, que era en pensamientos secretísima y altísima para sí
misma.
Pedía con tanto fervor y humildad, que inclinaba a los atributos de misericordia y
bondad para que Dios la favoreciese con ella.
Fue continua en el trato y conversación con los Ángeles.
Y pedíales orasen y rogasen por Ella.
Y que le diesen noticia en su peregrinación de su patria.
Y pedíales muchas veces las señales de su Amado y querido Esposo.
Y en el desfallecimiento que causaba el amor en la parte flaca de la naturaleza, la
confortaban.
Y rogábales la cubriesen de flores, que moría de amor.
Fue mártir, en el afecto.
Y la providencia divina hacía continuos milagros conservándole la vida.
Porque muchas la hubiera perdido, si no le fuera restituida.
Porque estaba más donde amaba, que donde animaba.
***
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***
La cual quiere Dios, alma, que medites, adviertas y escudriñes con todas obras y
afecto fervoroso, fuerte, constante, humilde, reconocido.
Imites, sigas, abraces y obres, según tus flacas fuerzas con la gracia divina
fortalecidas, alcanzar en esta ley.
Escribe en tu corazón, y obsérvala inviolablemente, lo correspondiente y perteneciente
a tu estado y obligación.
Trabaja cuidadosa lo restante de tu vida.
Para que, el día último, halles refrigerio eterno en mi presencia y en la del Altísimo.
Cuando te presente a Su Majestad, y goces de los dulces abrazos del Esposo y de las
florestas siempre amenas de su paraíso celestial.