Identidades Socialmente Construidas
Identidades Socialmente Construidas
Identidades Socialmente Construidas
M. C. Chiriguini
Introducción
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idéntico a sí mismo, lo que perdura conforme a
ciertos rasgos esenciales; en segundo lugar,
comentaremos el enfoque relacional, que en
oposición al anterior, considera a la identidad
únicamente en términos de la dinámica social
que caracteriza a los grupos sociales, en tanto
sostiene que la noción de identidad es una
construcción colectiva y polifónica, abierta
(siempre en construcción) y sujeta a la
posibilidad de resignificación, según las
condiciones históricas.
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De acuerdo con lo expresado, decimos que la
noción de identidad es el resultado de una
construcción social y su definición estará
relacionada con el enfoque teórico que se
privilegie. También comparte con otras nociones
el hecho de ser históricamente construida: su
uso académico tiene un momento relativamente
reciente de reaparición y de auge relacionado
con determinados acontecimientos
sociohistóricos, entre ellos, con los movimientos
migratorios. Es en la década del cincuenta
cuando comienza a usarse el término identidad
desde la Psicología Social en Estados Unidos,
como una herramienta conceptual para
estudiar la problemática de los inmigrantes y
las dificultades de su “integración” a la nueva
sociedad de residencia.
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dominantes en Estados Unidos, las que
retoman con fuerza la cuestión de las
identidades. Estos enfoques privilegian los
estudios sobre las minorías sociales y étnicas,
poniendo gran énfasis en la diferencia y la
identidad de esos grupos, descartando la
política asimilacionista de las décadas
anteriores que propiciaba la integración
cultural a la sociedad hegemónica. La premisa
básica del multiculturalismo es la tolerancia de
la diferencia (negros, latinos, indígenas), la
aceptación de lo heterogéneo, sin dar cuenta de
la heterogeneidad interna de esos mismos
grupos y del contexto general en que tienen
lugar los procesos de tomas de decisiones.
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homogéneas simétricas y estables. No todos los
grupos tienen el mismo poder de identificación,
en tanto este poder deviene de la dinámica de
posicionamientos que ocupan esos grupos en
una determinada estructura social. No todos
tienen el mismo poder para nombrar y para
nombrarse. Podríamos decir que el que domina,
nomina, legitimando la jerarquización de las
sociedades, de las naciones en el concierto
mundial.
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Son estas algunas de las circunstancias más
importantes que favorecerán el surgimiento de
nuevas identidades étnicas, etarias, de género,
religiosas que despertarán el interés, por un
lado, de la antropología y de las ciencias
sociales en general y por otro, de los medios de
comunicación, formadores de opinión en el
análisis del discurso cotidiano sobre el “otro”.
Se tornarán visibles identificaciones políticas no
tradicionales y se sumarán nuevas formas de
ciudadanía en el espacio urbano (Arfuch 2002),
luchando por sus derechos y reconocimientos.
En nuestro país (como en otros) la lucha contra
la dictadura y la instalación del modelo
neoliberal dieron lugar a la emergencia de
movimientos sociales que constituyeron y
fortalecieron identidades, como las de las
Madres de Plaza de Mayo, Abuelas, H.I.J.O.S.
reclamando por la aparición con vida de sus
familiares ante los responsables de la dictadura
más cruel de nuestra historia. Y, compartiendo
los mismos espacios públicos (las calles, la
Plaza de Mayo), otras identidades adquieren
visibilidad como la de los piqueteros, los
jubilados, los estudiantes, entre otros,
exigiendo por derechos también violentados.
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identificaciones con determinados conjuntos
sociales o colectivos, llámense etnias, clases
sociales o nación, incluyendo también a las
identificaciones relacionadas con movimientos
sociales diversos: de género, de raza, religiosos
o políticos. Privilegiaremos los ejemplos de
identidad étnica por su pertinencia clásica con
nuestra disciplina, la Antropología.
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humanos: la identidad femenina frente a la
masculina; ser un adolescente es no ser adulto
o niño; proclamarse como político de izquierda
es no ser de derecha. Entonces decimos que la
identidad implica la pertenencia a algo -un
nosotros- y simultáneamente la diferencia con
un algo que no somos -un otro- que conforma
un universo cultural distinto. Parafraseando a
Patricia Campan, señalamos que la identidad se
constituye en el momento que nosotros
tomamos conciencia de un otro diferente (que
también es parte de un conjunto social), de un
otro que representa características ajenas a la
propia.
101
en su defecto, eran meros animales; por su
parte, algunos indios, ahogaban a los
prisioneros blancos para ver si sus cadáveres se
pudrían o, sí, por el contrario, eran poseedores
de una naturaleza inmortal (Lévi-Strauss
1979:18).
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colectivo, de experiencias compartidas
colectivamente (como parte de un grupo) y de lo
particular, de la manera en que procesamos
esas experiencias, no como individuos sino
como sujetos sociales, desde el momento que
tomamos conciencia de nuestra pertenencia a
un grupo social.
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Los rituales, en general, propios de todas las
sociedades humanas, tienen como objetivo
renovar el sentido de pertenencia (de
identificación) en los diferentes grupos sociales,
comunidades y naciones. Los ejemplos pueden
abarcar desde los cantos de las hinchadas de
fútbol y los rituales religiosos hasta los
símbolos patrios como el himno, la bandera,
que generan y propician el surgimiento de las
identidades nacionales15. Del mismo modo, las
prácticas alimentarias, las jergas, el uso de
cierta ropa, los tatuajes, los accesorios son
marcas, identificaciones; son la expresión
material de significados compartidos que
facilitan la identificación con una clase social,
una etnia, una congregación religiosa, un grupo
etario, un conjunto musical, entre otros.
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objetivo. En palabras del sociólogo Horacio
González, sobre las diferentes prácticas sociales
de los jóvenes:
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mi caso es diferenciarse de esta
sociedad que no te ofrece nada”17.
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(subjetivamente diferenciados), quedando
silenciada la existencia de conflictos y
diferencias internas, comunes en todo grupo
social (Curtis 2000: 57).
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“Así se ha enfatizado bastante la
situación gravísima de las mujeres en
Afganistán, pero se ha dicho mucho
menos acerca del movimiento de
mujeres que existe en ese país o sobre
la situación gravísima de las mujeres
en muchos países de ‘Occidente’, para
no decir nada acerca de la
discriminación de inmigrantes y negros
en casi todos los países civilizados. No
se trata, evidentemente de enfatizar
menos la situación de las mujeres
afganas, sino de ubicar ese hecho en el
marco de luchas por la justicia y la
equidad en cualquier país del mundo,
en lugar de pretender mostrar que la
injusticia sólo existe ‘allá´, entre ‘los
otros’” (Grimson 2002).
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Todos estamos constituidos por un conjunto de
pertenencias múltiples En la vida cotidiana
pueden alternarse diferentes identidades, según
las circunstancias. Es así como en un momento
participo como estudiante universitario, en otro,
como hijo, y más tarde me identifico como
argentino cuando miro un partido del mundial
de fútbol. En realidad todas estas
identificaciones son partes de uno mismo, de
“mismidad”; son como las capas delgadas de
una cebolla que conforman al fin y al cabo una
unidad y que se van constituyendo en nosotros
como resultado de experiencias sociales
(históricas) producidas colectivamente y en el
plano de la subjetividad.
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Es decir, asumir una identidad supone una
toma de conciencia de valores y prácticas
asociadas a dicha posición en un determinado
contexto histórico en la que se movilizan
razones, emociones y voluntades. Tomemos por
caso a las comunidades indígenas.
Identificarlas únicamente por su adscripción
étnica es dejar de lado el hecho de que además
son campesinos, migrantes o ciudadanos de un
país y que de acuerdo con las circunstancias
sociales en las que estén comprometidos
privilegiarán algunas de esas identidades que
los constituyen. Un ejemplo adecuado es el de
las poblaciones indígenas del Ecuador, que
pertenecen a más de 47 comunidades
amazónicas y que en el año 2003 demandaron
a la empresa Texaco Petroleum Company por
contaminar los ríos y las tierras de la región
norte del país:
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de metales que producen cáncer.
También sostienen que afectaron 2.5
millones de hectáreas de bosque
húmedo selvático, tanto por la
instalación de campos petrolíferos
como la apertura de caminos para el
trazado de un oleoducto. El impacto,
según los demandantes hizo que la
población indígena cofanes se redujera
de 15.000 en 1971 a 300 en la
actualidad”18.
18Pablo Biffi: “Juicio del siglo en Ecuador: los indígenas contra Texaco”, en diario Clarín,
23/10/2003.
111
En algunas circunstancias una estrategia
consiste en ocultar la identidad para evitar la
discriminación, el exilio o la misma muerte. Un
caso histórico es el de los marranos:
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momentos la identidad puede significar una
bandera de lucha, como es el caso de las
reivindicaciones en tanto indígenas y
campesinos de la población rural de Chiapas,
en México o la reciente notoriedad de los
movimientos indígenas en Ecuador y en la
vecina Bolivia.
113
frustraciones cotidianas, como la de negarles el
acceso a lugares públicos, etc. Deben mostrar
permanentemente que se conocen los códigos,
las normas, las actitudes de los “otros”: el
humor, la forma de caminar, de vestirse, no
mostrarse “vehementes”. Pero la mayoría de
estos jóvenes, viven concentrados en
determinadas comunas, social y étnicamente no
tienen posibilidades de interiorizar esas
conductas, ni en la escuela ni fuera de ella. Si,
como sabemos, las identidades se construyen
en la familia, en la escuela y a partir de la
mirada de los otros; hoy la sociedad, a
diferencia de ayer, les devuelve a estos jóvenes
una mirada negativa. A su vez, la
discriminación también aparece cuando visitan
Marruecos, envidiados y también despreciados
se les reprocha su falta de nacionalismo porque
no tienen intención de regresar a la sociedad de
sus antepasados, que los sigue considerando
marroquíes, a pesar de que su status legal sea
el de ciudadanos belgas (Bailly 2006).
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propusiéramos. En esta línea presentaremos las
dos perspectivas teóricas más importantes en
relación con la noción de identidad étnica y que
se fueron perfilando en las páginas anteriores.
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valores y prácticas compartidos son
considerados, desde este enfoque, como
inalterables al paso del tiempo y de las
diferentes circunstancias históricas que
atraviesan las sociedades. Para los objetivistas
esta serie de atributos considerados “objetivos”
constituyen la identidad colectiva. Denys Cuche
sintetiza esta perspectiva de la siguiente
manera:
19Fenotipo hace referencia a características físicas externas observables. Para profundizar ver el
artículo de racismo.
116
fotográficas de una realidad detenida en el
tiempo. Del mismo modo nos situamos en la
perspectiva objetivista cuando imaginamos a
una cultura lejana a partir de ciertos atributos
que consideramos obra de una supuesta
esencia. Ruth Benedict, antropóloga
norteamericana, en la década del 40 analiza
desde un enfoque esencialista a la sociedad
japonesa en su libro “El crisantemo y la
espada”. Para Benedict, cada cultura estaría
constituida por una unidad vital; un modelo de
cultura (pattern of culture) se corresponde con
una sociedad y comprende a todos sus
miembros, determinando incluso la
personalidad de los individuos. La ecuación
sería: una sociedad = una cultura.
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completamente al trabajo y, a su vez, cuestiona
la interpretación por demás ingenua de
adjudicar al zen, a las luchas marciales de los
samurai, al respeto por los patriarcas y al
emperador en particular, el fundamento y el
éxito del capitalismo japonés (Ortiz 2003:27).
Considerar que las virtudes de una identidad
étnica tradicional (en este caso coincidente con
la identidad nacional) son responsables del
éxito económico “tiene implicancias políticas que
favorecen el mantenimiento del statu quo y la
autoridad de los grupos dominantes” (Ortiz
2003:47). Por otra parte, pensar en términos de
identidades tan cerradas en sí mismas dificulta
todo proceso de integración entre las
sociedades, favoreciendo las posturas racistas
que postulan como infranqueables a las
diferencias culturales.
118
subjetivo de la elección personal; se conozca o
no la lengua, se resida o no en el territorio, se
participe o no de la totalidad de las costumbres.
En otras palabras, la identidad se descubre
dentro de uno mismo e implica identidad con
otros (Kuper: 2001:271). Este enfoque tiene la
virtud de dar cuenta del carácter dinámico y
variable de la identidad, pero a la vez, al
acentuar ese carácter efímero, temporal, de las
identificaciones, deja de lado el hecho de que
las identidades son relativamente estables y se
constituyen en el seno de los procesos sociales
y no se reducen a decisiones individuales.
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dinámica, opuesta a las perspectivas
esencialistas tratadas anteriormente.
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“Los unionistas y los nacionalistas en
Belfast (Irlanda) o los servios, croatas
y bosnios musulmanes -hablan el
mismo idioma, tienen los mismos
estilos de vida, el mismo aspecto, el
mismo comportamiento- insisten en que
lo único que los divide es la religión, de
lo contrario serían indistinguibles. A la
inversa, qué es lo que une como
palestinos a una población abigarrada
de varios tipos de musulmanes,
católico-romanos, griegos, griegos
ortodoxos y otros grupos que, en otras
circunstancias, estarían luchando unos
contra otros, como hacen sus vecinos,
en el Líbano. Simplemente el hecho que
no son israelíes, tal y como la política
israelí se encarga de recordarles todo
el tiempo” (Hobsbawn, 2002:117).
121
todos) pueden tener un referente territorial.
Recordemos el Muro de Berlín, que mantuvo
separada a la sociedad alemana por motivos
político-económicos e ideológicos hasta el año
1989, fecha que marca la caída del bloque
comunista europeo. Es así como grupos muy
cercanos pueden considerarse extraños unos de
otros, oponiéndose en un aspecto del sistema
social. Sin embargo, como lo expresa Barth, las
“fronteras” no son inmutables, por el contrario,
son dinámicas. Para este autor, dos hechos van
a caracterizar a las fronteras: primero, toda
frontera es concebida como una demarcación
social que puede ser permanentemente
renovada en los intercambios entre los grupos;
y segundo, todo cambio en la situación social
puede producir desplazamientos en las
fronteras identitarias.
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ejemplo similar y más cercano: el del cordobés
que sólo piensa “en argentino” cuando está
fuera del país: añora el mate y el tango, aunque
en Argentina nunca le haya gustado demasiado.
Pero en la Argentina “es” cordobés. O, el típico
ejemplo de los partidos de fútbol: vivo en San
Telmo hincho por el barrio en el campeonato de
la “B”; en la “A” soy de Boca, pero en el Mundial
somos todos argentinos. La idea que aparece es
la de la emergencia, la puesta en acto de
significados latentes compartidos, en una
circunstancia determinada (el viaje, el fútbol).
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(rasgos) de la cultura del pasado, ya
que el grupo tiene una existencia
continua organizada dentro de ciertos
límites (normas para establecer
pertenencia) que, a pesar de las
modificaciones, la señalan como
unidad continua” (Barth 1976:49).
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Para la antropóloga argentina Liliana Tamagno
la identidad étnica se va conformando en las
identificaciones que se generan en los procesos
de contactos interétnicos, es decir, entre los
grupos caracterizados con una serie de rasgos
culturales y una historia compartida y que se
expresa tanto en el nivel de las prácticas como
de las representaciones. Desde esta visión,
relacional y dinámica, los atributos o
características culturales son los que resulten
significativos para el grupo étnico. En una
comunidad la vigencia de la lengua cobra
importancia en el proceso de identificación y
para otras no. Lo mismo puede ocurrir con
otras expresiones culturales: las prácticas
alimentarias, las religiosas, las económicas.
Probablemente, la reivindicación de los
territorios sea la exigencia compartida por todas
las etnias, en cualquier tiempo y lugar.
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La idea de procesos constitutivos de la
identidad étnica nos remite a las sucesivas
identificaciones que se construyen según
realidades históricas y sociales particulares.
Para este autor la categoría “indio” es una
categoría supraétnica producto del sistema
colonial, es decir: antes de la Conquista no
existían los “indios”, en cambio sí estábamos en
presencia de grupos étnicos que daban cuenta
de una gran diversidad cultural. Este nuevo
término homogeneiza e iguala a las culturas
nativas en términos de la relación de
colonización. Según Bonfil Batalla esa relación
se ha mantenido después de la independencia y
sigue vigente, cumpliendo el rol del colonizador
la misma sociedad nacional20.
20Dos críticas ha recibido el enfoque de Bonfil Batalla. Por un lado, que no ha incluido en sus
categorías a otros grupos minoritarios y dominados dentro de la sociedad capitalista que no son
indígenas. Por otro, que no explicita o no advierte la situación de dominación que se da entre las
sociedades indígenas (Nervi 1988).
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sobre sus orígenes y filiaciones étnicas, la
negación de su individualidad y el
englobamiento en una sola categoría (el
negro/los negros)” (Bonfil Batalla 1992). Desde
esos momentos, el negro se convertirá en
modelo de inferioridad, el estigma del color
configurará las representaciones sociales de
muchas minorías étnicas.
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El reconocimiento de las diferencias y del
carácter histórico de las identidades es un
primer paso para aceptar al otro, pero no
suficiente si no develamos las relaciones de
poder y explotación entre los grupos en cada
contexto histórico. Hemos visto que las
“fronteras” que separan las diferentes
identidades son construcciones culturales
emergentes de las relaciones sociales y no de
atributos sustancializados de las culturas.
Como bien dice el antropólogo Ulf Hannerz, en
muchas ocasiones la noción de fronteras entre
culturas puede convertirse en instrumento de
exclusión y demonización, sustitutos del
racismo. La historia y el tiempo presente nos
ofrecen permanentes ejemplos que avalan las
expresiones de este antropólogo.
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