Piqueras - 2022 - Repensar La Historia Social
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316 TRASHUMANTE | Revista Americana de Historia Social 20 (2022): 285-321. ISSN 2322-9381
La historia social desde el presente. En conmemoración de los 10 años de Trashumante
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La historia social desde el presente. En conmemoración de los 10 años de Trashumante
puesto laboral, que habilidades poseían y cómo las habían adquirido, qué pensaba
el Estado o los empresarios sobre cómo se debía cualificar el empleo. La historia
que escribía era un relato ordenado de organizaciones, líderes, opiniones, luchas,
algunas actividades internas, congresos, afiliados, etc. Podía llevarlo algo más lejos
al advertir que la asociación laboral se entrecruzaba con la afiliación política sin
que hubiera muchas veces una correlación: bastaba con pertenecer a una asocia-
ción definida por el ámbito local y de oficio, rara vez en grandes federaciones y en
confederaciones de rama. Comenzó a interesarme más el ámbito del aprendizaje
en un contexto de descualificación laboral: la constitución de la fuerza de trabajo
común que caracteriza las primeras fases, por mucho tiempo, de la sociedad en
proceso de industrialización y la sociedad industrial. Explica la reacción del traba-
jador de oficio ante la transformación que observa y lo acecha. Y quien dice ese
aspecto, puede añadir la vivienda, la dieta alimentaria, la salud y la enfermedad, el
orden alternativo que comienza a pergeñarse en círculos bastante atomizados a
través de expresiones culturales de reafirmación y de rituales laicos que sustituyen
el orden católico imperante. Era el mundo popular de quienes son caracterizados
por el trabajo, que ocupaba la mayor parte de sus existencias y condicionaba casi
toda la restante.
Mi interés se trasladó a la sociedad en la que se iban a desenvolver estos grupos
sociales en formación.Y para llegar a explicarme cómo se había constituido y las
condiciones en las que se habían dado y cómo venían evolucionando, desplacé la
indagación al largo siglo XIX, con sus cambios y continuidades adaptadas. Había
mucho de político en el cambio, pero me interesaba menos desde la perspectiva
del poder como de las medidas que este adoptaba para fijar el nuevo orden, lo
que tenía lugar mediante disposiciones jurídicas. Un orden hecho a medida de
los poseedores tenía la habilidad de promulgar medidas legales que amparaban
cambios en las relaciones sociales, convertían en fórmula jurídica una relación
de producción, elevándola a principio técnico indiscutido. Me interesó observar
cómo esos ideólogos construían normas de apariencia neutra y reconstruían la
historia del derecho, en particular de las nociones en discusión en esa época, el
concepto de propiedad y de las formas históricas que había adoptado según las
relaciones sociales de cada momento. Esa aparente coherencia que conducía a
aceptar la propiedad privada como la más perfecta de sus presentaciones era en
muchos casos una perfecta mistificación. Era también un ejercicio colmado por el
éxito al aportar un concepto esencial en la hegemonía de las burguesías nacionales
que lograban ocultar las diferentes formas de poseer y la desposesión de derechos
inherentes a estas. El ejercicio realizado implicaba una indagación desde la historia
social del derecho que ponía al descubierto la utilización de la ley para alterar un
conjunto de condiciones consuetudinarias bajo la apariencia de un tecnicismo, de
un perfeccionamiento inspirado y realizado en favor de un grupo social.
La cuestión principal que me ocupaba, no obstante, consistía en detectar agra-
vios no necesariamente en los sectores más desfavorecidos sino en quienes experi-
mentaban el nuevo derecho como una desposesión. El quid consistía en encontrar
las raíces sociales de un descontento que se tradujo en una negación del orden
político establecido, y eso tuvo lugar mediante la adscripción popular al republi-
canismo político, el ethos que negaba de manera radical al régimen monárquico y
llamaba a refundar la política sobre nuevos derechos. Esa relación entre las esferas
sociales y políticas siempre me ha interesado. Mi siguiente investigación ahondaba
en ese planteamiento. Esta vez era un análisis de una coyuntura, lo que permitía
seleccionar varios actores con objetivos y métodos propios: unos eran sectores po-
pulares, entre los que emergía quienes se denominaban proletarios y comenzaba a
organizarse en el seno de la Primera Internacional; otros eran los grandes propie-
tarios agrícolas, capaces de definir sus intereses nítidamente frente a sus antago-
nistas, que no eran tanto campesinos sino sectores pertenecientes a la clase media
reformista, inclinada a crear un auténtico Estado fiscal moderno; el tercero eran
sectores mercantiles en la metrópoli y, sobre todo, grandes dueños de plantaciones
y de esclavos en Cuba. Todos se movilizaban en torno a sus intereses sirviéndose
de asociaciones y en últimos casos mediante grupos de presión, nueva modalidad
destinada a capturar las decisiones del Estado en beneficio de un grupo social o de
un sector de esta. Por un tiempo indagué en el espacio del burgués para la prepa-
ración de un libro, luego abandonado, una biografía sobre el ascenso social de un
personaje a lo largo del siglo XIX a través del cual —y de la correspondiente pro-
sopografía— puede reconstruirse los vínculos entre clase, estatus y poder. Algún
día confío espero retornar esos materiales.
Entre tanto, fui desplazándome al mundo colonial y al estudio de los sectores
actuantes: plantadores, comerciantes y, finalmente, esclavos y personas libres que
procedían de la esclavitud. Es un campo del que no puedo ofrecer una breve no-
ticia sin arruinar la explicación. En primer lugar, porque implicaba un progresivo
distanciamiento del hispanocentrismo, tan arraigado en la historiografía española
incluso cuando se interesa por otros países. Suponía una inmersión en los pro-
blemas históricos del Caribe y después, buscando elementos comparativos y, a
continuación, persiguiendo una comprensión integral de los problemas, de Lati-
noamérica. En ello estoy, aprendiendo. También observando con interés la nueva
historiografía latinoamericana y el considerable avance que ha realizado.
Hace veinticinco años, en paralelo a la evolución que acabo de describir, cuando
estudiaba el funcionamiento del mercado colonial cubano, separé del grueso de
mi estudio un aspecto, la moneda, en uno de los polos mercantiles más activos del
mundo, una colonia política. Comenzó la aventura de acometer una historia social
de la moneda o, para ser exactos, de la incidencia social de un instrumento de
cambio sujeto a grandes avatares por el que se mide el valor del trabajo, los bienes
en circulación, la libertad del esclavo coartado, el afán de ahorro del pequeño co-
merciante y del inmigrante, la ausencia de soberanía, la transformación industrial
y la acumulación de capitales. Recientemente pude concluirlo y ha merecido la
atención de Casa de las Américas, que otorgó al original el prestigiado premio que
durante sesenta años ha reconocido al espíritu crítico que contribuía a explicar la
realidad del continente y el Caribe. Trabajar en varias líneas reclama un esfuerzo
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La historia social desde el presente. En conmemoración de los 10 años de Trashumante
Doi: 10.17533/udea.trahs.n20a20