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STC6330 2022

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MARTHA PATRICIA GUZMÁN ÁLVAREZ

Magistrada ponente

STC6330-2022
Radicación nº 11001-02-03-000-2022-01495-00
(Aprobado en sesión de veinticinco de mayo de dos mil veintidós)

Bogotá, D.C., veinticinco (25) de mayo de dos mil


veintidós (2022).

Decide la Corte la acción de tutela formulada por


Central de Inversiones SA –CISA, contra la Sala Civil del
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá, trámite al
que fue vinculado el Juzgado Veintisiete Civil del Circuito
de esta ciudad y citadas las partes e intervinientes en el
proceso verbal con radicado No. 2019-0013302.

ANTECEDENTES

1. Mediante apoderado judicial, la sociedad actora


invocó la protección de los derechos fundamentales al
debido proceso, propiedad y acceso a la administración de
justicia, presuntamente vulnerados por la Corporación
accionada en el asunto referido.
Radicación nº 11001-02-03-000-2022-01495-00

Expuso que el mencionado proceso lo promovió la


señora Betsy Marcela Tarazona Gutiérrez en su contra, en
el que solicitó se declarara el incumplimiento del contrato
que celebraron «nacido de oferta comercial [y] (…) para la cesión de
un crédito», y la consecuente condena al reintegro de los

dineros pagados, junto con los intereses moratorios a la


tasa máxima legal y los daños causados.

Indicó que, el Juzgado Veintisiete Civil del Circuito de


Bogotá en sentencia de 5 de agosto de 2020, negó las
pretensiones de la demanda, determinación que apeló la
demandante y revocó el Tribunal Superior de esta ciudad el
8 de abril de 2022, para, en su lugar, no acoger las
excepciones propuestas, declararla responsable por
incumplimiento «precontractual» e imponerle el pago de
«$250.000.000 a título de daño emergente y $472.069.128,53 por

concepto de lucro cesante», dentro de los cinco (5) días


siguientes a la ejecutoria de ese pronunciamiento, pues
luego de ello, se indicó que se liquidarían los « intereses
moratorios a la tasa comercial máxima legal, hasta que se produzca el

pago total de la obligación».

Sostuvo que con esa decisión se incurrió en vía de


hecho por defectos fácticos y sustantivos, pues se
apreciaron de manera indebida las pruebas y se
interpretaron «en forma groseramente equivocada las normas
sustanciales aplicables al proceso».

Aseguró que la Corporación accionada tuvo en cuenta


material demostrativo «impertinente y extraño al objeto de la

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controversia» y por ello se pronunció sobre « figuras jurídicas que

no fueron debatidas», tales como la promesa de contrato y la

responsabilidad extracontractual, además que, entendió de


manera equivocada, la naturaleza comercial del contrato
celebrado y fundamentó su providencia en las afirmaciones
de la demandante, sin «analizar qué tipo de actos de comercio
desplegaba [ésta] (…) que pudieran asociarse con el negocio celebrado

con CISA».

Cuestionó, asimismo, la aplicación de intereses


comerciales sobre las condenas impuestas, pues la
demandante no aportó su matrícula mercantil, e
igualmente, se presentó ante su compañía « con el propósito de
celebrar un contrato de naturaleza civil tipificado como cesión de
derechos litigiosos en el Código Civil, que hacía a la transacción

celebrada un contrato de naturaleza civil».

Explicó que a la par, al asunto se aplicaron de forma


equivocada normas comerciales, cuando no se trataba de
un negocio con esas características, y, que, de igual modo,
el Tribunal erró al referirse a la existencia de una promesa,
ya que el querer de las partes nunca evidenció esa
situación, pues lo realizado entre éstas, como actos
preparatorios, consistió en el envío de ofertas y
contrapropuestas con ciertas condiciones.

Aseguró que la demanda origen del proceso se dirigió a


censurar la responsabilidad contractual de CISA, lo que
excluía «del debate las reglas de la responsabilidad precontractual »,
por tanto, en su criterio, el Tribunal accionado desconoció

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las pretensiones de la demanda, no le permitió ejercer sus


derechos de contradicción y defensa respecto de la anotada
«responsabilidad precontractual», incurrió en incongruencia, y
tampoco aplicó correctamente las reglas « de la responsabilidad
por tratos precontractuales».

2. Con fundamento en lo expuesto, pidió, que « se


revoque la sentencia de 08 de abril de 2022 (…) por estar incursa en
vía de hecho (…) [y] se dicte sentencia sustitutiva en que se remedie la
vulneración (…) absolviendo[la] (…) de las condenas que se le

impusieron».

3. Una vez asumido el trámite, se ordenó el traslado al


accionado para que ejerciera su derecho a la defensa, así
como la citación a las partes e intervinientes en el proceso
verbal, y se requirió al accionante para que acreditara la
representación legal alegada respecto de Central de
Inversiones SA -CISA, lo cual fue atendido al día siguiente.

RESPUESTA DE LOS ACCIONADOS Y VINCULADOS

1. El Tribunal accionado manifestó que en la decisión


dictada en el caso cuestionado «no se incurrió en un defecto
superlativo». 
 
2. José Roberto Junco Vargas, quien adujo actuar
como abogado de Betsy Marcela Tarazona Gutiérrez, mani-
festó oponerse al amparo propuesto, comoquiera que no se
halla irregularidad en la decisión cuestionada. 
 

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3. El Juzgado Veintisiete Civil del Circuito de Bogotá


relató los antecedentes del asunto criticado y expuso que no
ha quebrantado las garantías de la sociedad actora. 
 
4. Al momento de registrar el proyecto de fallo, no se
habían efectuado pronunciamientos por parte de los involu-
crados en la presente queja constitucional. 

CONSIDERACIONES

1. Únicamente las providencias judiciales arbitrarias


con directa repercusión en las garantías fundamentales de
las partes o de terceros, son susceptibles de
cuestionamiento por vía de tutela, siempre y cuando, claro
está, su titular haya agotado los medios legales ordinarios
dispuestos para hacerlos prevalecer dentro del
correspondiente asunto y acuda a esta jurisdicción
oportunamente.

2. Revisado el expediente digital remitido a este


trámite, y en especial la sentencia reprochada, esto es, la
proferida el 8 de abril de 2022, mediante la cual el Tribunal
Superior de Bogotá revocó la de primera instancia para, en
su lugar, desestimar las excepciones propuestas por CISA y,
en consecuencia, declararla responsable « civil y

precontractualmente (…) respecto de las negociaciones previas


sostenidas con la demandante, entre enero y septiembre de 2011, en
relación con un futuro negocio jurídico de cesión de crédito que nunca

se celebró» y condenarla al pago de «$250.000.000 a título de daño


emergente y $472.069.128,53 por concepto de lucro cesante, dentro de

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los cinco (5) días siguientes a la ejecutoria de esta providencia »,

debiéndose liquidar los intereses moratorios tras la


ejecutoria de la decisión «a la tasa comercial máxima legal, hasta
que se produzca el pago total de la obligación », no constata la Sala

irregularidad lesiva de garantías sustanciales que imponga


la intervención de esta especial jurisdicción.

2.1 En efecto, se encuentra que la Corporación


accionada, tras citar los antecedentes del litigio, precisó los
motivos de la apelación, cimentados, particularmente, en
los errores del Juzgado Veintisiete Civil del Circuito de
Bogotá en la valoración de las pruebas, entre éstas, las
declaraciones y una contraoferta realizada por la
demandada, así como la falta de información necesaria para
el cumplimiento de las prestaciones materia del
compromiso.

Enseguida, el Tribunal Superior advirtió que en el


asunto en estudio había lugar a declarar la responsabilidad
solicitada por la demandante porque se encontraba
demostrado que la Central de Inversiones SA –CISA, aquí
accionante, desatendió los requisitos legales de la « oferta y
contraoferta» para celebrar la futura cesión del crédito que

dicha sociedad estaba cobrando ejecutivamente ante el


Juzgado Séptimo Civil del Circuito de Descongestión de esta
ciudad, objeto del contrato que quisieron celebrar las
partes.

Para sustentar lo anterior, puntualizó que tanto el juez


de primera instancia como la demandante se habían

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referido a «lo relacionado con ese contrato y su incumplimiento », no


obstante, sostuvo que revisados los argumentos de la
apelación se establecía que también existían controversias
en torno a

«la contraoferta comunicada por CISA el de 26 de septiembre de


2011, en especial la indeterminación de la condición alusiva a
pagar los honorarios del abogado que gestionaba el proceso
ejecutivo, hecho que en sí atañe a un tema de responsabilidad en
etapa precontractual, cual es el que debe abordarse y estudiarse
acorde con la regla general de que el juez conoce el derecho y
debe aplicarlo de oficio (iura novit curia) ».

A continuación, y tras realizar un recuento sobre la


normativa aplicable a la « fase precontractual», destacó que tal
etapa fue objeto del Código de Comercio desde 1971, y que,
según la doctrina, de la buena fe se derivan varios deberes,
tales como «la información, secreto, custodia y seriedad» y, para el
caso, el primero era el que interesaba, consiste en « dar a
conocer de forma clara los pormenores del negocio, las características y
condiciones reales de los objetos materiales que servirán de soporte a
las obligaciones futuras de las partes (…) (Arrubla Paucar, J. A. (2012).
Contratos Mercantiles, teoría general del negocio mercantil. Bogotá:
Legis. Pág. 135)».

Enseguida, se refirió a los presupuestos de la oferta,


conforme a lo establecido en los artículos 845, 846, 847 y
851 del Código de Comercio y 14 de la Ley 527 de 1999.

Conforme a lo anterior, advirtió que en el asunto en


estudio la contraoferta formulada por la demandada no
cumplía con todos los requisitos, pues fue incompleta y
careció de la información específica, necesaria para que con

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la aceptación se realizara el negocio jurídico planeado. Al


punto, resaltó que en la misma se «concretó que debía pagarse
la suma de $250.000.000 a más tardar el 30 de septiembre de 2011,
pero en relación con el pago de honorarios del abogado que gestionó el

proceso ejecutivo, no se fijó cifra alguna ».

Destacó, entonces, que la propuesta de la demandada


consistió, específicamente, en que la interesada debía (i)
pagar los $250.000.000 ofrecidos, a más tardar el 30 de
septiembre de 2011 y, (ii) en la misma fecha, cancelar « los
honorarios del abogado externo de CISA », para lo cual le
brindaron sus números de teléfono y celular.

Por tanto, anotó que eran dos (2) las prestaciones que
debían cumplirse para la realización de la cesión
proyectada, sin embargo, sólo la primera resultaba concreta
y específica, pues la segunda no fue determinada ni
determinable «por simple operación aritmética [y] tampoco fue
detallado cuál sería la gestión a realizar para superar cualquier escollo
relacionado con el tercero (abogado) para la obtención de un paz y

salvo sobre el particular», y no podía sostenerse que la misma

apenas era algo accesorio que no afectaba la validez de la


oferta, puesto que, para la compañía demandada era
justamente, muy importante, al punto que se abstuvo de
«continuar con las negociaciones» ante el impago de los
mencionados honorarios.

Añadió que, al no cumplirse con una de las


condiciones de la oferta, el negocio jurídico proyectado « no
pudo alcanzar estructuración» y, con todo, si pudiera

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comprenderse una aceptación tácita de la contraoferta de la


demandada con el pago realizado por la allí demandante,
pudiendo «perfeccionarse una promesa de cesión», ésta sería nula
al ser «indeterminada» -artículo 1611 del Código de Comercio-,
dado que «precisamente no se sabía cuánto era el monto de los
honorarios de abogado que debían ser cancelados».

Expuso, además, que resultaba innecesario establecer


si la demandante fue diligente para pagar los honorarios del
abogado, pues esa condición estaba « sujeta a la incertidumbre, o
incluso (…) a la voluntad del monto que dijera el abogado en el evento

de ser localizado».

No obstante, advirtió que de la declaración de la


demandante y del dicho de uno de los testigos, se
desprendía que varias veces estuvo, la primera, en las
oficinas de CISA para obtener los datos del abogado, « pero
nunca le brindaron la información, ni siquiera concretaron un monto de
dinero y la posibilidad de que el pago se hiciera a la empresa, para que
fuera ella quien entregara los honorarios a dicho abogado cuando

apareciera», por tanto, concluyó que las partes siguieron en

las fases preliminares «de invitación a contratar», ya que faltaba


concretar una de las prestaciones impuesta por la sociedad
demandada «de modo inflexible por la demandada y que a la postre
la tomó de rodela para negarse a continuar con el proyecto de cesión

crediticia».

Reiteró que como la oferta no cumplía los


presupuestos de los artículos 845 del Código de Comercio y
siguientes, ello impidió «el adecuado y oportuno cumplimiento por

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parte de la demandante de una de las prestaciones que debía cumplir,

si quería adquirir el crédito».

Por lo anterior, expuso que se hallaba probada la


responsabilidad precontractual de la demandada, ya que
para la celebración de la cesión crediticia propuesta por la
allí demandante, formuló una contraoferta sin el lleno de
los requisitos legales, dado que, según insistió, una de las
obligaciones se «describió de manera incompleta, en la medida en
que contenía datos insuficientes para su cabal cumplimiento,
circunstancia que impide legitimar su conducta contumaz de retener el
dinero consignado por la demandante como un paso para el futuro

contrato que nunca pudo perfeccionarse».

En consecuencia, concluyó que,

«la demandada está obligada a restituir la suma de


$250.000.000, que la señora Tarazona alcanzó a consignar de
buena fe a CISA. Deben agregarse los intereses bancarios
corrientes, pues la actora manifestó que en su declaración de
parte que sus estudios eran de tecnología en educación física
infantil y diseño de modas, pero explicó que era “comerciante de
profesión” (12mm40ss video 03). Réditos que deberán liquidarse
desde el 1º de octubre de 2011, día siguiente a la fecha límite
que fijó la demandada en sus documentos de contraoferta, que
suman un total de $472.069.128,53, según liquidación adjunta a
esta sentencia.

No se acceden a los intereses moratorios desde ese momento,


según pedido de la demanda, por cuanto no había mora
propiamente dicha, en tanto que hubo controversia en torno a las
negociaciones ejecutadas, aunque esos intereses moratorios sí
proceden luego de la ejecutoria de esta sentencia, porque ya la
obligación carece de discusión».

2.2 Así las cosas, como antes se indicó, no se observa


desafuero o arbitrariedad en la actuación del Tribunal
Superior de Bogotá accionado, puesto que resolvió el asunto

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a su cargo atendiendo a las cuestiones planteadas por la


apelante, legitimando la interpretación efectuada a la
demanda origen del litigio, en la aplicación del principio
iura novit curia, que le impone a los funcionarios judiciales
identificar las normas aplicables al asunto así no sean
aducidas expresamente. En virtud de ello, evidenció que el
problema a tratar, en realidad, residía en las tratativas
precontractuales, pues fue con ocasión de ellas que el
negocio proyectado no se estructuró, pero sí suscitó el pago
efectuado por la demandante que, luego, no reintegró la
demandada y que dio lugar al asunto criticado.

Téngase en cuenta, asimismo, que de la aplicación del


Código de Comercio a la controversia no se extrae ninguna
irregularidad, pues el Tribunal accionado precisó que
procedía de tal forma, porque la demandante adujo su
calidad de comerciante y, con todo, lo cierto es que no hay
duda de que los actos realizados en pro del negocio fueron
mercantiles para CISA SA desde siempre, siendo, por tanto,
aplicables las disposiciones de la ley comercial –artículo 22
del Código de Comercio.

Así las cosas, se concluye que la decisión


controvertida, se encuentra motivada y no luce arbitraria,
sin evidenciar ninguna vía de hecho que haga procedente la
orden de amparo, y aunque la Central de Inversiones SA
CISA no comparta las razones expuestas por el Tribunal
Superior accionado, esa sola divergencia de criterio no
constituye un motivo suficiente para conceder el amparo
constitucional, porque este mecanismo excepcional no es

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instrumento para definir cuál planteamiento es el válido,


cual el más acertado o más correcto para dar lugar a la
intervención del fallador de tutela. (Ver entre otras, CSJ
Sentencia de 18 de marzo de 2010, exp. 2010-00367-00; exp. 2012-
01828-01, reiterada en STC825-2020, STC 10259 de 2021,
STC2260-2022 y STC2621-2022 entre otras).

3. En consecuencia, el amparo no prospera.

DECISIÓN

En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de


Justicia, en Sala de Casación Civil, administrando justicia
en nombre de la República de Colombia y por autoridad de
la Ley, resuelve NEGAR la acción de tutela promovida por
Central de Inversiones SA –CISA, contra la Sala Civil del
Tribunal Superior del Distrito Juridicial de Bogotá.

Infórmese a los interesados por el medio más


expedito, y, de no impugnarse este fallo, remítase el
expediente a la Corte Constitucional para su eventual
revisión.

NOTIFÍQUESE Y CÚMPLASE

HILDA GONZÁLEZ NEIRA


Presidente de Sala

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Radicación nº 11001-02-03-000-2022-01495-00

MARTHA PATRICIA GUZMÁN ÁLVAREZ

AROLDO WILSON QUIROZ MONSALVO

LUIS ALONSO RICO PUERTA

OCTAVIO AUGUSTO TEJEIRO DUQUE

FRANCISCO TERNERA BARRIOS

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