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A Derogación NO Despenalización DE LA Difamación Y LA Calumnia EN EL Istrito Ederal

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LA DEROGACIÓN, NO DESPENALIZACIÓN, DE LA DIFAMACIÓN Y LA CALUMNIA EN EL DF

LA DEROGACIÓN, NO DESPENALIZACIÓN,
DE LA DIFAMACIÓN Y LA CALUMNIA
EN EL DISTRITO FEDERAL

Salvador Ochoa Olvera *

En este seminario uno de los temas más controvertidos fue el de la des-


penalización de la calumnia y la difamación. En ese sentido revisaremos
la Ley de responsabilidad civil para la protección del derecho a la vida priva-
da, honor y la propia imagen en el Distrito Federal, publicada en la Gaceta
Oficial del Distrito Federal No 57-bis, de fecha 19 de mayo de 2006 (en
lo sucesivo LH-MEX de 2006). La ley es a todas luces inconstitucional y
violatoria de los derechos de personalidad de la persona física, habitante
o ciudadano del Distrito Federal (en lo sucesivo D.F.) y excluyente de los
propios de la persona moral.
En primer lugar, los antecedentes del dictamen de dicha ley, de
fecha 27 de abril de 2006, hacen referencia, de manera incoherente y
contradictoria, al tema de la despenalización de la difamación y la ca-
lumnia con base en puntos de la teoría y el derecho comparado como los
siguientes:

En esta iniciativa se busca proteger el derecho a la vida privada, al


honor y a la propia imagen a la luz de los estándares democráticos
internacionales, tal y como se han expuesto, en los párrafos ante-
riores. Para tal efecto, esta iniciativa considera que las figuras de la
difamación y de las calumnias (sic) previstos como tipos penales en
el Código Penal vigente en el Distrito Federal y la figura del daño

* Profesor e investigador de derechos humanos y libertad de expresión en varias universi-


dades. Ponencia presentada durante el Seminario Internacional de Derechos Humanos y
Libertad de Expresión en México, San Luis Potosí, S.L.P, mayo de 2006.

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moral incluida en el Código Civil vigente deben ser sustituidas


por una ley especial de naturaleza Civil que, por un lado, despenalice
los denominados delitos contra el honor y, por otro, que permita
un proceso ágil, eficaz y pertinente para resarcir los derechos de la
personalidad lesionados con motivo del ejercicio del derecho a las
libertades de expresión e información.

Esta inserción carece de asidero, ya que no se sabe a qué estándares demo-


cráticos internacionales se refiere, ni si verdaderamente existen éstos, sin
embargo, de entrada la denominación es incorrecta. Despenalizar es qui-
tar la pena de la figura jurídica y trasladarla a otra competencia o rama del
derecho. En la ley de 19 de mayo de 2006, lo que ocurre es una deroga-
ción lisa y llana, sin estar fundada ni motivada; no se escriben cuales son
las verdaderas razones que motivan al legislador. La difamación y la ca-
lumnia no las volvemos a ver por ningún lado; es decir, se extingue sin más
la protección del honor y la dignidad de los habitantes del Distrito Fede-
ral desde el ámbito penal. Por tanto, es falso que se sustituyan los tipos
penales por una “ley especial civil”. Además, lo anterior resulta incon-
gruente y falto de técnica, hermenéutica y resolución jurídica, ya que las
materias penales y civiles en nuestro sistema legal, por finalidades especi-
ficas o ratio legis, son diferentes; mientras una busca la pena pública, la
otra tiende a la indemnización o resarcimiento privado, distinguiéndose
los procesos y las normas respectivas. Por ejemplo, en el derecho inglés esa
distinción no se da, porque las formas procesales y su normas se aplican
indistintamente en el civil procedure y criminal procedure, por ser un siste-
ma de Common Law –que no es el caso mexicano. Nuestro orden jurídico
es un régimen codificado que proviene del sistema romano-germánico,
pero mas allá de ello, repito, no se despenaliza, se deroga la difamación y
la calumnia, y en los antecedentes del multicitado dictamen, se expresan
argumentos insuficientes y estrambóticos para dejar sin efectos de la tute-
la penal el honor y la dignidad de las personas; estos son algunos alegatos
que se leen en el antecedente cuarto de los motivos de la ley.

[...] Así, por ejemplo, cabe recordar que en el voto concurrente razo-
nado del juez Sergio García Ramírez a la Sentencia de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos en el Caso Herrera Ulloa vs.
Costa Rica, de 2 de julio de 2004, el jurista mexicano ha señalado que:

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14. Creo que antes de resolver la mejor forma de tipificar penalmente


estos ilícitos, habría que decidir si es necesario y conveniente, para
la adecuada solución de fondo del problema –consecuente con el
conjunto de bienes e intereses en conflicto y con el significado que
tienen las opciones al alcance del legislador–, recurrir a la solución
penal, o basta con prever responsabilidades de otro orden y poner
en movimiento reacciones jurídicas de distinta naturaleza: admi-
nistrativas y civiles, por ejemplo, como ocurre en un gran número
–de hecho, en el mayor número, con mucho– de supuestos de
conducta ilícita, que el Derecho no enfrenta con instrumentos
penales, sino con medidas de diverso género [...]
16. En un “ambiente político autoritario” se recurre con frecuen-
cia al expediente punitivo: éste no constituye el último recurso,
sino uno de los primeros, conforme a la tendencia a “gobernar con
el Código penal en la mano”, una proclividad que se instala tanto
sobre el autoritarismo, confeso o encubierto, como sobre la igno-
rancia, que no encuentra mejor modo de atender la legítima de-
manda social de seguridad. Lo contrario sucede en un “ambiente
democrático [...] la tipificación penal de las conductas y la aplica-
ción de penas constituyen el último recurso, una vez agotados los
restantes o demostrado que son ineficientes para sancionar las más
graves lesiones a los bienes jurídicos de mayor jerarquía [...]
17. Reservar el expediente penal para el menor número de casos
no significa, en modo alguno, justificar conductas ilícitas o autori-
zar la impunidad de éstas, dejando sin respuesta el agravio cometi-
do, lo cual implicaría el incumplimiento de deberes estatales frente
a la víctima de aquél. Sólo implica reconducir la respuesta jurídica
hacia una vía en la que los hechos puedan ser juzgados racional-
mente, y su autor sancionado como corresponda, en suma: despe-
nalización no significa ni autorización ni impunidad [...].

En referencia al Caso Herrera Ulloa, la litis se centró en reprochar que:

[...] el ordenamiento jurídico que tipifique como delito el que un


periodista difunda noticias que tienen por fuente otros medios de
comunicación extranjeros y que contengan presuntas ofensas con-
tra un funcionario público costarricense, a menos que pruebe que

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los hechos son verdaderos y sin exigirse que exista prueba de mala
fe de dicho periodista, es violatorio del artículo 13.1 de la Conven-
ción [...].

En ningún apartado de la sentencia se señala que la difamación y la


calumnia deban derogarse de la legislación penal de un país, como vere-
mos más adelante.
Se trata de una controversia donde se intimida a un periodista por
reproducir información recopilada sobre un servidor público, en la cual
se le imputan conductas indebidas o delitos; acertadamente la Comi-
sión señala que no es lícito intimidar mediante figuras penales, ni acosar
a un periodista por publicar información, y que este tipo de censura es
violatoria de los derechos humanos y atenta contra la libertad de expre-
sión. Ese es el sentido de la resolución y, por tanto, es una interpreta-
ción fallida que dicha determinación de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos, proponga que, de manera general, en un lugar y
época determinados, se deba derogar un tipo penal específico, como son
la difamación y la calumnia.
Si bien es cierto que la despenalización no significa ni autorización
ni impunidad, la derogación que realizó de manera inconstitucional la
Asamblea de Representantes del D.F. sí lo es, ya que lo único que otorga
a partir de su vigencia, desde el ámbito civil y penal, es la impunidad a
los difamadores y calumniadores, y, además, fabrica artificiosamente fueros
y privilegios especiales para las personas que se dicen periodistas.
En ese sentido, es imperiosa una legislación integral de los medios
masivos de comunicación social; establecer un marco jurídico real de
carácter constitucional que vele de manera abstracta, exhaustiva y gene-
ral por los derechos de los periodistas, con base en derechos y obligacio-
nes puntuales; no crear fetos legislativos productos del oportunismo y el
juego de complicidades entre los medios de comunicación y los hom-
bres del poder público y privado –adelante veremos como esta ley raya
más en la argucia que en la legislación–. En su exposición de motivos el
dictamen que se comenta decía entre otras cosas:

[...] Vigésimo sexto. El espíritu del diputado proponente radica


en proteger el derecho a la vida privada, al honor y a la propia ima-
gen, a luz de los estándares democráticos internacionales, cuando

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con motivo del ejercicio de libre expresión de ideas o de la activi-


dad informativa y periodística se vulnere la esfera privada de los
habitantes del Distrito Federal [...].
Vigésimo octavo. Los artículos 1916 y 1916 bis del Código Civil
para el Distrito Federal ofrecen una marcada ambigüedad [...].
Trigésimo segundo. [...] suprimir el capítulo de delitos contra el ho-
nor es un paso necesario en la ampliación de los espacios democráti-
cos [...].

De acuerdo con esto, para los habitantes de la capital de la República,


desaparecer de manera general la tutela penal de su dignidad y su honor
es una reivindicación democrática; esto es absurdo y no tiene soporte
jurídico ni sociológico.
Si lo que se quiere es otorgar fueros y privilegios especiales a los
periodistas en el D.F., y es conveniente y oportuno políticamente, adelan-
te, ese es otro tema. Jurídicamente en nuestra Constitución existen tres
poderes que gobiernan la República; pero existe uno de facto que, entre
más movimientos denominados democráticos se revuelven, mayor es su
presencia, su poder de convocatoria, de opinion y decisión –y los actores
políticos lo reconocen–; así, se están creando instrumentos legales al mar-
gen de la Constitución y los derechos generales y abstractos de los ciuda-
danos. Ese poder se denomina medios masivos de comunicación social.
El artículo 13 de la Constitución prohíbe la existencia de fueros en
favor de determinada persona o corporación, con excepción de los que
ella misma autoriza, léase por ejemplo, militares, diputados y senado-
res; pero la norma suprema no establece ni autoriza crear leyes y privile-
gios especiales para dotar de fuero a los periodistas en el D.F.
En el artículo Tercero Transitorio de la ley publicada el 19 de mayo
de 2006, en un primer movimiento, se deroga sin más la difamación y la
calumnia, y luego, en un segundo paso, se crea una denominada ley espe-
cial civil, absolutamente inconstitucional, que hace nugatorio –sustantiva
y adjetivamente– el poder exigir responsabilidades en esta vía a un perio-
dista que agrede el honor y la dignidad de una persona. Como se señalará
más adelante, incluso carece de procedimiento para que el agredido ejerci-
te su derecho de defensa y tutela judicial ante los tribunales.
Uno de los gérmenes de esta corriente foránea, nace de los conflic-
tos entre los derechos de información y libertad de expresión, con las

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leyes de desacato –una legislación que penaliza la expresión que ofende,


insulta o amenaza a un funcionario público en el desempeño de sus
funciones–. En el orden jurídico del D.F. ese tipo penal, como tal, no
existe; el equiparable es el ultraje, contemplado en el artículo 287 del
Nuevo Codigo Penal del Distrito Federal, el cual ni siquiera sanciona el
ilícito con pena de prisión; la sanción es de 180 días de semilibertad. El
tipo penal federal se refiere básicamente a no respetar una legítima or-
den de autoridad sobre cuestiones previamente planteadas ante la juris-
dicción y competencia.
En países como Chile y Argentina, la figura del desacato lo que
trata de impugnar es lo justo y lo lícito: que no existan delitos de opi-
nión o de prensa, que no se encarcele a periodistas por trasmitir infor-
mación, que no se les acose con un expediente penal por parte de un
diputado o el dueño de un periódico o una empresa; en el derecho com-
parado esa es la razón legal del tema. De eso a derogar la difamación y la
calumnia de manera generalizada, significa una falla monumental que
viola los derechos humanos de los ciudadanos, ya que sin causa jurídica,
producto de una acto legislativo inconsciente, se les deja sin protección
penal sobre su dignidad y su honra.
¿Por qué vulnerar los derechos de la personalidad de los ciudada-
nos que no son periodistas? A partir de la lectura de la Ley LH-MEX de
2006, se descubre que la única finalidad es convertir en meta-sujetos de
derecho a los periodistas; es decir, que vivan protegidos por esta ley en el
fabuloso mundo de la impudicia. Pero, por qué atropellar los derechos
de los habitantes de una capital, constituida por una organización hu-
mana compleja y multicultural que está entre las tres capitales más po-
bladas del mundo.
Desde el punto de vista sociológico, somos un conjunto de volun-
tades con un patrón de conducta social falto de respeto; la agresión al
prójimo es una forma de vida; el insulto y la diatriba es el lenguaje
común; se miente a la familia, al fisco, al policía; se miente en los juzga-
dos, en los negocios, en el trabajo, no por excepción sino como una
forma de ser; es de explorado derecho y conocimiento social que se tiene
como deporte no respetar las leyes y hay una creencia mayoritaria de
que el derecho se hizo para violarse. Cuál escenario queremos vislum-
brar, si tenemos una constitución que no se respeta; si los mandatos de
los jueces, de hecho y de derecho, la gran mayoría, son burlados y a la

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LA DEROGACIÓN, NO DESPENALIZACIÓN, DE LA DIFAMACIÓN Y LA CALUMNIA EN EL DF

fecha en el país no existe ningún juzgador que esté en la cárcel por


corrupción. La Asamblea del D.F. legisló –entre muchos despropósitos–
en enero de 2004 el artículo 693 del Código de Procedimientos Civiles,
que en su primer párrafo a la letra dice:

Artículo 693. Interpuesta una apelación el juez la admitirá sin


substanciación alguna si fuere procedente, siempre que en el escri-
to se hayan hecho valer los agravios respectivos y se justifique con el
recibo correspondiente el pago de las copias que integrarán el testimo-
nio de apelación de que se trate expresando el juzgador en su auto
si la admite en ambos efectos o en uno solo [...].

Lo que significa que estamos ante una disposición que contraviene el


artículo 17 de la Constitución de 1917, ya que la administración de
justicia es gratuita y no puede obligarse al ciudadano a pagar por dicho
servicio, y mucho menos a condicionar la continuación o terminación
del mismo al pago de copias certificadas; esta misma asamblea, que se-
gún esta orientada a proteger a los que menos tienen, legisló en contra
de la Constitución y mucha gente fue dañada, ya que no pudo pagar los
tomos de copias certificadas que requería para una apelación y, por tan-
to, abandonó o perdió el juicio.
Todo este malestar social con la legislación, inconstitucional y sin
sentido, fue afortunadamente reparado por la jurisprudencia 60/2005
en marzo de 2005 y, por tanto, dejó sin efecto dicho gravamen injusto e
inconstitucional asociado a actos irresponsables por parte del poder le-
gislativo de la capital. La jurisprudencia en comento señala:

Apelación. El artículo 693 del Código de Procedimientos Civiles


para el Distrito Federal, al establecer como requisito para la admi-
sión de dicho recurso la obligación del apelante de cubrir el costo
de las copias necesarias para integrar el testimonio respectivo, viola
el artículo 17 de la Constitución Federal.
Del análisis del artículo 693 del Código de Procedimientos Civiles
para el Distrito Federal, vigente en 2004, se advierte que al inter-
poner un recurso de apelación, el recurrente está obligado a justi-
ficar con el recibo correspondiente el pago de las copias necesarias
para integrar el testimonio respectivo y que dicho pago deberá

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SALVADOR OCHOA OLVERA

efectuarse de manera previa, lo cual será requisito indispensable para


la admisión del recurso. Ahora bien, la exigencia de tal requisito se
traduce en la imposición de una costa judicial de las prohibidas por
el artículo 17 de la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos, ya que en virtud de la función judicial que realizan los
órganos encargados de administrar justicia, están obligados a trami-
tar los recursos; de ahí que la integración de la apelación deba cons-
tituir un acto propio e inherente a la función jurisdiccional y no
originar un gasto con motivo del litigio, pues este último atiende a
una naturaleza distinta en la que los órganos de justicia no tienen
intervención directa. Además, al ser el Estado quien sufraga los gas-
tos ocasionados por el funcionamiento de los órganos jurisdicciona-
les, para que éstos impartan justicia de manera gratuita, es evidente
que el propio Estado debe proveer el presupuesto para cubrir el
material y equipo necesarios a fin de que los tribunales realicen las
actividades inherentes a su función. Contradicción de tesis 160/2004-
PS. Entre las sustentadas por los Tribunales Colegiados Décimo Pri-
mero y Décimo Cuarto, ambos en Materia Civil del Primer Circuito.
30 de marzo de 2005. Unanimidad de cuatro votos. Ausente: Juan
N. Silva Meza. Ponente: José de Jesús Gudiño Pelayo. Secretario:
Jesús Antonio Sepúlveda Castro. Tesis de jurisprudencia 60/2005.
Aprobada por la Primera Sala de este Alto Tribunal, en sesión de
fecha veinticinco de mayo de dos mil cinco.

Qué sistema de convivencia legal tendrá una sociedad que ya no necesita


respetar el honor y la dignidad de una persona, porque la tutela penal se
derogó y la teoría de que el derecho penal es el último recurso del Estado
en nuestra sociedad y cuerpo normativo no tiene eco ni cabida; cuando
existen 40 millones de mexicanos sin educación, ni seguridad social y que
sobreviven con un dólar diario, es un axioma decir que no somos una na-
ción de primer mundo y que las normas penales pasan a segundo plano.
Si un comerciante, un campesino, un médico, un obrero es difa-
mado o calumniado por otro par, ¿por qué se les despoja de la tutela pe-
nal, cuál es la razón? Porque no existen muchas denuncias de ese tipo, se
dice; bajo esa lógica, en los años setenta en que el secuestro express era
desconocido y había casos aislados –y por ende era un delito de menor
incidencia–, esta asamblea lo habría derogado. Así de irracional es el

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criterio que anima y nutre la legislación que derogó, no despenalizó, la


difamación y la calumnia. Sin embargo, la incidencia o no de un delito
no es ratio legis para derogarlo, sino el bien jurídico que protege, en este
caso el honor y dignidad de una persona.
Por otra parte, se violentan los derechos humanos alentando salva-
guardar los derechos humanos. No existe en la ley en discusión ningún
artículo que vele por los derechos y obligaciones de los periodistas, des-
de su fuero interno, de su organización gremial, de la cláusula de con-
ciencia, de sus relaciones laborales, de su definición como profesionales,
entre otros. En el mismo sentido, no existe ninguna referencia a los
derechos de los ciudadanos sobre tener información veraz, no ser vícti-
mas de noticias originadas en la mentira y la manipulación informativa,
y no existe ningún medio de defensa para este tipo de actos concultarios
de los derechos de información pasiva; no existe ni una referencia remo-
ta al derecho de réplica.
El investigador José Salvador Guerrero Chipres, egresado de la Uni-
versidad de Essex, ha preguntado en qué medida se podría conocer la
impunidad de los medios masivos de comunicación social. El grado de
impudicia está directamente relacionado con la importancia y el peso
financiero y político del medio; a mayor poder más impunidad; no es lo
mismo un periódico de la huasteca potosina o un diario de la sierra de
Oaxaca, que un canal nacional de televisión. En la página 6 de la expo-
sición de motivos de la ley se hace la siguiente cita:

Cuarto. La Convención Americana, en su artículo 13.2, prevé la


posibilidad de establecer restricciones a la libertad de expresión,
que se manifiestan a través de la aplicación de responsabilidades
ulteriores por el ejercicio abusivo de este derecho, las cuales no
deben de modo alguno limitar, más allá de lo estrictamente nece-
sario, el alcance pleno de la libertad de expresión y convertirse en
un mecanismo directo o indirecto de censura previa. Para poder
determinar responsabilidades ulteriores es necesario que se cum-
plan tres requisitos, a saber: 1) deben estar expresamente fijadas
por la ley; 2) deben estar destinadas a proteger ya sea los derechos
o la reputación de los demás, o la protección de la seguridad nacio-
nal, el orden público o la salud o moral pública; y 3) deben ser
necesarias en una sociedad democrática [...].

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SALVADOR OCHOA OLVERA

Esto es un yerro, porque este punto se refiere a las responsabilida-


des que deben regularse una vez hecha la publicación, que precisamente
es una garantía de justicia y equidad para los receptores de la informa-
ción, quienes integran y conforman la opinión pública. Si bien es cierto
que debe protegerse jurídicamente la labor periodística, también es cierto
que, conforme a derecho, los periodistas no pueden publicar sin respon-
sabilidad; la responsabilidad ulterior de lo publicado es un régimen
legal necesario que los ciudadanos tienen como herramienta defensiva
cuando, de manera ilícita, son agredidos en su honor y dignidad; baste
decir que en la multicitada ley capitalina, no existe un solo artículo que
se ocupe de este asunto sustantivo y del derecho de defensa ciudadana;
contradictoriamente, lo inscriben en la exposición de motivos de la ley,
pero no se traduce en artículo alguno.
El derecho a la información, como especie del género libertad de
expresión, por destino no puede ser tratado únicamente desde el ámbito
jurídico y, de la misma forma, no podemos ocuparnos de él sólo desde el
ámbito sociológico. Las obligaciones y derechos que surgen y se con-
trovierten a partir de los temas derivados del ejercicio periodístico o de
los actos de ejecución de los medios masivos de comunicación social,
deberán ser tratados desde el ámbito socio-jurídico, ya que no se puede
afirmar a pies juntillas que un periodista puede publicar verdades en su
medio sin responsabilidad; de la misma forma, sería inexacto y equivo-
cado pregonar ante la opinión pública que un periodista jamás será obli-
gado, o más bien, que no tiene obligación ni deber de revelar y develar la
identidad de su fuente de información. Conforme a derecho, a partir de
un purismo exacerbado, un ejemplo del primer caso sería el de un perio-
dista que publica un secreto industrial o militar, y aunque éste sea ver-
dad, será responsable no por razón de la veracidad sino por razones
sociológicas de Estado; un ejemplo del segundo sería el de un periodista
que se reúne con un terrorista o secuestrador sanguinario, próximo a
ejecutar y consumar delitos, y el primero diga que, por su profesión, no
puede revelar la ubicación del prófugo de la justicia; en una pondera-
ción de valores éticos y morales, no existe duda de que ese ser humano
llamado periodista no puede lucrar con información a cambio de presta-
ciones económicas, en perjuicio de gente inocente.
Para cerrar esta controversia, en los siguientes países, que tienen un
sistema normativo codificado y hablan nuestro idioma, la tutela penal

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LA DEROGACIÓN, NO DESPENALIZACIÓN, DE LA DIFAMACIÓN Y LA CALUMNIA EN EL DF

del honor y dignidad de las personas está protegida con diversas varian-
tes, por ejemplo: en el derecho argentino la calumnia e injurias están
regulados como delitos contra el honor en su código penal, en los artí-
culos 109 al 117; en el mismo sentido, en Chile los preceptos que se
ocupan de la calumnia y la injuria en su código penal son los artículos
264 y 412 al 431; en Venezuela lo establece el artículo 444 del código
penal del Solar de Simón Bolívar.
Los autores de la impugnada ley marcan con realce y subrayan la
reglamentación española, ocultando la legislación ibérica como modelo
calcado. Sobre el particular documentamos que en la península ibérica
en la Ley Orgánica 10/1995, del 23 de noviembre, del Código Penal
Español (BOE núm. 281, del 24 de noviembre de 1995) los artículos
197 al 216 de dicho ordenamiento regulan los delitos de la difamación
y la calumnia. Desde el aspecto civil, el artículo 1902 del Código Civil
Español regula la figura del daño moral, además, como ley derivada del
artículo 18 de la constitución española y de manera especial promulga-
ron en 1978 la Ley de Protección Civil del derecho al honor, a la intimidad
personal y familiar y a la propia imagen, como protección exclusiva de la
persona física; además, a la fecha no existe ninguna corriente doctrinal o
jurisprudencial, muchos menos legislativa por más irreflexiva que sea,
que propugne por derogar de manera general la difamación y la calum-
nia, dejando sin esta protección penal a los ciudadanos españoles
¿Por qué no están derogados los tipos penales aludidos en el dere-
cho ibérico? Porque la protección de la dignidad y el honor de las perso-
nas es un derecho humano que el Estado no puede extinguir sin asegurar
medios efectivos de protección y tutela judicial efectiva. Estos derechos
humanos fundamentales, no de ahora, sino desde Roma, fueron un im-
perativo legal y de justicia necesarios para la convivencia social de los
gobernados, por lo que es falso que se trate de una nota de modernidad
y de avance; más bien es un repliegue y oprobio en la protección de los
derechos de la personalidad de los habitantes del Distrito Federal.
Jamás he estado en contra de que se legisle a favor de la libertad de
expresión, de los derechos y obligaciones de los periodistas, al contrario,
ya se ha escrito hasta el cansancio y es repetitivo señalar que una demo-
cracia sin libertad de expresión no es tal y que es imperativo adoptar un
marco jurídico real, congruente, equitativo y de ninguna manera trasgresor
de los derechos humanos de los ciudadanos.

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SALVADOR OCHOA OLVERA

La corriente cosmopolita de despenalización de los delitos de ca-


lumnia, difamación, injuria y leyes de desacato, tiene como objeto evi-
tar que mediante estas figuras penales los periodistas sean reprimidos o
amordazados, ese es el fin último de la propuesta; lo que está muy bien,
pero de ninguna forma se deben violar derechos humanos derogando
tipos penales para otorgar fuero e impunidad a los periodistas –como
fatalmente lo hizo el decreto de ley votado por los asambleístas del Dis-
trito Federal, a partir de actos jurídicos hechos de una manera indocta y
felona, ya que la mayoría no sabía ni lo que aprobó, mucho menos leyó
lo que firmó y obviamente no entiende sus alcances–. Se aprovechó el
oportunismo político electoral, ya que a las diez de la noche del 27 de
abril de 2006 el dictamen era uno y a las primeras horas del 28 ya era
otro. Un solo partido, con soberbia legislativa, aprobó no sólo ese dicta-
men sino varias leyes; el voto fue otorgado por kilogramo de papel, ya
que en esa fecha la fábrica legislativa tuvo exceso de producción por ser
el último día de sesiones.
Fuera de la picaresca legislativa mexicana, ¿con qué derecho se des-
pojó a los ciudadanos de la capital de la República, que no son periodis-
tas, de la tutela penal de los delitos de calumnia y difamación? No existe
fundamento legal ni razón histórica para hacerlo. Uno de los argumentos
insostenibles, ya expresado, es que como casi nadie denuncia esos delitos,
no importa su derogación. Esto es lamentable, ya que el único fin de la
ley, como se demostrará más adelante, es dotar gradualmente de irrespon-
sabilidad e impunidad al periodista, en materia civil y penal, y colocarlo
como un suprasujeto de derecho, por encima de los demás ciudadanos.
Esto no tiene justificación jurídica ni sociológica, es producto de la des-
composición de nuestra clase política, la cual durante estos años ha llega-
do al sometimiento total de su función y su persona ante los dueños de los
medios masivos de comunicación social, entrega servil y sin reservas.
A partir del 19 de mayo, los expedientes de los ciudadanos del
Distrito Federal que fueron agredidos en su honor y dignidad, y que
demandaron justicia por parte del Estado por medio de la tutela penal
efectiva por difamación o calumnia, serán archivados. No se trata ni de
periodistas ni de asuntos relacionados con los medios masivos de comu-
nicación social, lo que demuestra que no existe razón para cercenar los
derechos fundamentales a los ciudadanos del Distrito Federal, que nada
tienen que ver con los medios masivos de comunicación social.

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LA DEROGACIÓN, NO DESPENALIZACIÓN, DE LA DIFAMACIÓN Y LA CALUMNIA EN EL DF

El tres no puede entenderse sin el uno y el dos. Pasando al aspecto


civil –la forma en que pretende modificarse la responsabilidad aquiliana
por daño moral–, el uno fue la derogación de la calumnia y la difama-
ción, el dos es la creación de una ley especial civil, incongruente e in-
constitucional. A las diez de la noche del 27 de abril de 2006 el dictamen
de la Ley de responsabilidad civil para la protección del derecho a la vida
privada, honor y la propia imagen en el Distrito Federal, en su transitorio
segundo decía: “Se derogan los artículos 1916 y 1916 Bis del Código
Civil para el Distrito Federal”. El decreto de ley publicado en la gaceta
oficial del Distrito Federal el 19 de mayo de 2006, en su segundo tran-
sitorio dice: “Se deroga el último párrafo del artículo 1916 y el artículo
1916 Bis del Código Civil para el Distrito Federal”. Es decir, en unas
horas los criterios fueron totalmente confundidos y de la abolición de
una institución del derecho civil se pasó a una fractura y dislocación que
terminó en un conjunto de normas inejecutables e improcedentes.
El artículo Primero de la Ley señala que sus disposiciones son de
orden público y que si bien es cierto la jurisprudencia y la doctrina no son
uniformes al definir lo que es el orden público, resulta claro que las leyes
de orden público son irrenunciables e imperativas y prohíben a los parti-
culares inobservarlas, por ser superior el interés general al interés privado;
es lo que el derecho argentino conoce como imperatividad de la ley. En
nuestro derecho está consagrado en el artículo 8º del Código Civil vi-
gente. En una ley de orden e interés público no existe la autonomía de
la voluntad, sin embargo, salvo alguna aportación, la figura de daño
moral pertenece al derecho privado y puede ser motivo de cláusula pe-
nal y de cesión de derechos –como sucede cuando se mercantiliza o
explota comercialmente la privacidad de las personas, con exclusivas o
datos íntimos que la persona permite que se develen a la opinión públi-
ca, generalmente a cambio de prebendas económicas–, por tanto, no
existe fundamento ni motivación para que esta figura del derecho civil se
trate como cosa pública, cuando estos temas de comercio del honor son
preponderantes de la actividad periodística; en este orden de ideas, no
existe, ni en la jurisprudencia ni en la legislación constitucional, basa-
mento para señalar que el daño moral es de orden e interés público.
Copiar no es un delito, pero si copias copia bien. La piratería es
otra cosa; se concibe, desarrolla, nutre y se colma a partir del mal gusto,
la ignorancia y la creación de un adefesio con base en el original. Ante la

259
SALVADOR OCHOA OLVERA

Asamblea Legislativa del Distrito Federal la iniciativa de la Ley de respon-


sabilidad civil para la protección del derecho a la vida privada, honor y
propia imagen, por decreto del 19 de mayo de 2006, se convirtió en nor-
ma vigente; algunos escritores como Sergio Aguayo Quezada dicen que
esta iniciativa “respeta los estándares democráticos internacionales” (sic).
La realidad es triste, preocupante y vamos a demostrar porqué. To-das
las leyes son imperfectas, no existen normas irrebatibles y las leyes siem-
pre son un proceso perfectible; lo que es diametralmente opuesto a leyes
jerárquicamente inferiores que ab-initio son contrarias a la Constitución
de la República.
En México ha habido muchos intentos frustrados para legislar so-
bre los medios masivos de comunicación social, se pueden citar entre
otros: La iniciativa de Ley Federal de Comunicación Social (1997), el
anteproyecto del Reglamento de la Ley Sobre la Libertad de Prensa
(1997), el Código de Ética (Raúl Trejo Delabre), la reforma del artículo
50 de la Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación (Dip. Dolores
Gutiérrez Zurita PRD), por mencionar algunos. Por la naturaleza de este
artículo excluiremos lo relativo a la Ley Federal de Radio y Televisión.
A la fecha la única legislación federal vigente en materia de prensa
es la Ley de Imprenta, que fue promulgada por Carranza en abril de
1917. La realidad del derecho mexicano en esta especialidad tiene como
base piramidal la corrupción y las complicidades que de manera mayo-
ritaria, para no generalizar, existen entre los medios masivos de comuni-
cación social y el poder político y empresarial; simplemente no se legisla
de manera correcta e integral, prueba de ello es la no regulación, que
tiene como fruto la impunidad periodística, y si alguien quiere fueros y
privilegios especiales son los malos “profesionales” de la comunicación.
Volviendo a la LH-MEX de 2006, antes de entrar al análisis de
artículos irracionales e inentendibles, hay aspectos torales que demues-
tran que no se tiene ninguna idea de la teoría integral del derecho al
honor, que son dos los universos que constituyen la libertad de expre-
sión e información y el daño moral y, sobre todo, se acredita plenamente
que los letrados que intervinieron en la redacción ni por equivocación
han pisado un juzgado mexicano.
La primera norma promulgada en España en 1982 para resolver
los conflictos entre los derechos constitucionales de libertad de expre-
sión y libertad de imprenta, y los derechos de la personalidad fue la Ley

260
LA DEROGACIÓN, NO DESPENALIZACIÓN, DE LA DIFAMACIÓN Y LA CALUMNIA EN EL DF

de Protección Civil del derecho al honor, a la intimidad personal y familiar


y a la propia imagen (en lo sucesivo LH-IBÉRICA de 1982), ley reglamen-
taria del artículo 18 de la constitución española de 1978. Como se lee,
la iniciativa mexicana troca algunas palabras, cambia la casaca pero el
membrete es similar al de la ley española. La iniciativa mexicana fue
bautizada como Ley de responsabilidad civil para la protección del derecho
a la vida privada, honor y la propia imagen en el Distrito Federal (en lo
sucesivo LH-MEX de 2005).
En la exposición de motivos de la iniciativa mexicana, después de
discursos ajados sobre derechos humanos, se habla del derecho interna-
cional y comparado, pero casualmente se cita muy de lado y como refe-
rencia remota la ley española; por ética y decoro, y como una muestra de
exposición doctrinaria auténtica, debieron citarla, para presentar un es-
fuerzo de respeto al trabajo ajeno; como prueba de ello leamos estos
ejemplos, donde transcribimos primero el artículo español y enseguida
la copia mexicana:

Artículo 1. Uno. El derecho fundamental al Honor, a la Intimidad


Personal y Familiar y a la Propia Imagen, garantizado en el artículo
dieciocho de la Constitución, será protegido civilmente frente a
todo género de intromisiones ilegítimas. De acuerdo con lo esta-
blecido en la LH-Ibérica de 1982, este artículo corresponde en
similitud al Artículo 5° de la LH-MEX de 2005 que señala: “El
derecho a la vida privada, al honor y la propia imagen, serán prote-
gidos civilmente frente a todo daño que se les pudiere causar de-
rivado de acto ilícito, de acuerdo con lo establecido en la presente ley”.
Artículo 7. Cinco. La captación, reproducción o publicación por
fotografía, filme o cualquier otro procedimiento de la imagen de
una persona en lugares o momentos de su vida privada o fuera de
ellos, sin la autorización de la persona, constituye una afectación al
patrimonio moral, salvo los casos previstos en el artículo octavo,
(LH-Ibérica de 1982). Este artículo corresponde en similitud al
Artículo 26° de la LH-MEX de 2005 que señala: “La captación,
reproducción o publicación por fotografía, filme o cualquier otro
procedimiento, de la imagen de una persona en lugares o momen-
tos de su vida privada o fuera de ellos sin la autorización de la
persona constituye una afectación al patrimonio moral”.

261
SALVADOR OCHOA OLVERA

Por último, si existieran dudas:


Artículo 8.Uno... Dos. En particular, el derecho a la propia imagen
no impedirá: a) Su captación, reproducción o publicación por cual-
quier medio cuando se trate de personas que ejerzan un cargo públi-
co o una profesión de notoriedad o proyección pública y la imagen
se capte durante un acto público o en lugares abiertos al público. b)
La utilización de la caricatura de dichas personas, de acuerdo con el
uso social. c) La información gráfica sobre un suceso o acaecimiento
público cuando la imagen de una persona determinada aparezca
como meramente accesoria (LH-Ibérica de 1982). Este artículo co-
rresponde en similitud al Artículo 21° de la LH-MEX de 2005 que
señala: El derecho a la propia imagen no impedirá:
I. Su captación, reproducción o publicación por cualquier medio,
cuando se trate de personas que ejerzan un cargo público o una
profesión de notoriedad o proyección pública y la imagen se capte
durante un acto público o en lugares abiertos al público. II. La
utilización de la caricatura de dichas personas, de acuerdo con el
uso social. III. La información gráfica sobre un suceso o aconteci-
miento público cuando la imagen de una persona determinada
aparezca como meramente accesoria.

Lo anterior no es nada; lo grave consiste en que sin fundamento ni moti-


vación se pretendió derogar instituciones del derecho civil –situación que
ocurrió en materia penal, como son los delitos contra el honor–, sin razón
ni argumento y produciendo graves consecuencias sociales, confundiendo
los derechos con las libertades. Ésta constituye una irresponsabilidad his-
tórica y política que debe ser reparada. En España, de donde viene la
copia, distinguen nítidamente que su ley de protección civil es una ley
especial en contra de intromisiones legítimas del derecho a la intimidad y
privacidad de la persona física, y que el daño moral y, sobre todo, la tutela
penal son figuras relacionadas pero no excluyentes. Incluso en la exposi-
ción de motivos de la Ley Española se señala lo siguiente:

Pero no puede ignorar que algunos de esos derechos gozan o pre-


visiblemente gozarán de una protección penal [...] Por ello, en los
casos que exista la Protección Penal tendrá ésta preferente aplica-
ción, por ser sin duda la de más fuerte efectividad.

262
LA DEROGACIÓN, NO DESPENALIZACIÓN, DE LA DIFAMACIÓN Y LA CALUMNIA EN EL DF

En ese ordenamiento jurídico se encuentran vigentes el artículo


1.902 del Código Civil Español, que regula el daño moral, y los artícu-
los 205 al 216, que regulan los delitos contra el honor del Código Penal
Español, por la sencilla razón de que son normas con distintos campos
de protección de los derechos de la persona física y jurídica.
En la exposición de motivos de la ley mexicana se redacta, de ma-
nera contradictoria y falta de técnica jurídica, una asimilación de la que
se desprende que los derechos de la personalidad sólo se refieren a las
libertades de expresión e información, craso error; uno de los tantos
aspectos que puede tutelar el daño moral, la difamación o la calumnia,
son los actos ilícitos cometidos por la prensa o por medio de la prensa,
pero no son el todo. Eso no significa que estas figuras del derecho penal
y civil sean el principio y el fin de las libertades de expresión y de infor-
mación; reitero, las libertades constituyen la facultad natural de actuar
o dejar de hacerlo y son parte de la persona, se las reconozca o no. En el
ordenamiento jurídico, el derecho a la vida privada o el honor es un
reconocimiento que el Estado, por medio de un cuerpo normativo, con-
cede a la persona. Si no existe la norma no existe la protección, por
ejemplo; el derecho de asociación política libre simplemente no existe
en las leyes y la realidad cubana, no confundir las libertades, que son
derechos fundamentales, con las normas liberticidas. Por ejemplo, el daño
moral se relaciona con los derechos de la personalidad y tenemos tres
proyecciones del agravio extrapatrimonial: la primera generación corres-
ponde a la persona física y su individualidad; la segunda a la persona
física y jurídica como un todo; y la tercera, a la persona como grupo
social indeterminado; por tanto, los conflictos entre los derechos de la
personalidad y la libertad de expresión jamás se reducirán a una nota
periodística y su publicación.
Por eso en España la ley civil de protección convive con el daño
moral y los delitos contra el honor, simplemente porque se trata del géne-
ro próximo y la diferencia específica. Otra muestra de los fallos sustantivos
en la multicitada iniciativa de ley, es la siguiente: pretende volver ineficaz
la reparación del daño moral, si el daño no fue motivo de publicación o
divulgación (articulo 39) –es decir, si a la víctima de un secuestro le cortan
los dedos y sufre, además, un daño moral, pero su tragedia no es publica-
da o divulgada en los “medios”, no tiene derecho a la reparación moral–,
cuando en nuestro derecho esto constituye otro de los grandes avances de

263
SALVADOR OCHOA OLVERA

esta institución, al sancionar como daño moral la vulneración ilegítima de


la libertad o la integridad física o psíquica de las personas.
No todo queda ahí, se pretendió derogar también el daño moral
de las personas morales. Se necesita valor para tener suma inopia jurídi-
ca y presentar esto ante un cuerpo legislativo, máxime con la confusión
que crea cuando se deroga el último párrafo del artículo 1916 y el 1916
bis del Código Civil vigente.
Uno de los grandes avances de la reforma de 1982 fue decretar que
el Estado es responsable por daño moral. De 1932 a 1982 un legislativo
autoritario mantuvo vigente el artículo 1928 del Código Civil, que de
manera tajante decía: El Estado no es responsable por daño moral. Lo que
es una paradoja que nos regresa a las épocas absolutistas, en las que el
Estado era despótico cuando causaba daño a los derechos fundamenta-
les de las personas.
A partir de la lectura de los artículos de la LH-MEX de 2006, con-
firmamos que en esta ley civil especial de avanzada, se les olvidó legislar
sobre la protección de los derechos de la persona moral –como derechos
de segunda generación–. Lo que quiere decir que se desconoce el debate
que sostuvo el pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en el
que dos tesis encontradas fueron resueltas en contradicción; la primera
sostenía que la persona moral puede demandar y ser reparada por daño
moral; la contraria alegaba que la persona moral no puede sufrir ni de-
mandar daño moral. Por jurisprudencia de 6/2005, aprobada por la
Primera Sala, de fecha 26 de enero de 2005, se resolvió que la persona
moral puede demandar y ser demandada por daño moral. Insisto, al
copiar lo fundamental de la Ley de Protección Española, no se dieron
cuenta que dicha ley está enfocada a la persona física; la iniciativa mexi-
cana, cuando pretende definir de una manera incompleta el daño mo-
ral, jamás comprende a la persona moral.
Todavía más, confundiendo los derechos constitucionales de liber-
tad de expresión, imprenta e información con los derechos de la perso-
nalidad, pretendieron derogar de manera absoluta el daño moral y dicen
que ahora se protegerán tres aspectos de la persona: la vida privada, el
honor y la propia imagen, y que “goza de estos derechos también la
persona moral, en lo que sea compatible con la naturaleza jurídica de
ésta”. Casualmente, una sociedad anónima mercantil, persona moral
también llamada jurídica o de existencia ideal, no tiene vida privada,

264
LA DEROGACIÓN, NO DESPENALIZACIÓN, DE LA DIFAMACIÓN Y LA CALUMNIA EN EL DF

honor e imagen propia. Dicen en la exposición de motivos que la multi-


invocada iniciativa:

[...] es la primera en integrar las propuestas de avanzada de los


tratadistas europeos, norteamericanos y latinoamericanos que se
han ocupado de la forma de regulación de esta materia. Por prime-
ra vez se integra el concepto de Malicia Efectiva y se modifican los
alcances del Daño al Patrimonio Moral. Se integran las sanciones
de defensa del Patrimonio Moral en el ámbito civil quitando las
medidas intimidatorias en materia Penal.

Para comprobar esta propuesta legislativa de “avanzada”, leamos el artí-


culo 9° que a la letra dice: Artículo 9. Es vida privada aquella que no está
dedicada a una actividad pública. Sin comentarios y prodigioso.
El artículo 3° dice: La presente Ley tiene por objeto garantizar el
Derecho a la vida privada, al honor y la propia imagen de las personas en el
Distrito Federal. Pretendieron derogar el daño moral de manera absoluta
¿y la persona moral que no tiene vida privada, ni honor ni propia ima-
gen y mucho menos es capitalina, dónde queda?
El artículo 6° dice: Los derechos de la personalidad corresponden a las
personas físicas y son inalienables, imprescriptibles, irrenunciables e
inembargables. Goza de estos derechos también la persona moral, en lo que sea
compatible con la naturaleza jurídica de ésta. Esto es una falacia, ya que esta
iniciativa dice que tiene por objeto garantizar los derechos de la persona
moral, cuando no posee los enunciados en la ley. Estos derechos pueden
ser renunciables, como el caso de un político o artista que vende su privacía
o intimidad a una revista a cambio del pago de una suma de dinero. Tam-
bién en este orden mercantilista, a la fecha estos derechos pueden ser em-
bargados como los casos en que se comercializa la imagen para publicidad
o fines políticos –lo que incluye un contrato, el cual genera de manera
indirecta derechos patrimoniales y, por tanto, puede ser embargado–, o
los casos en que se permite la venta de derechos litigiosos sobre agravio
moral; incluso no existe ninguna restricción en estos días para establecer
contrac-tualmente la cláusula penal sobre agravios morales.
El artículo 8° dice: El ejercicio de las Libertades de Expresión e infor-
mación y el Derecho a informar se debe ejercitar en armonía con los derechos
de personalidad. Lo que demuestra una disposición que resulta extraña,

265
SALVADOR OCHOA OLVERA

ya que el derecho se cumple y cuando se viola se sanciona; no se trata de


complacencias o armonías.
El Artículo 10 dice: El derecho a la vida privada se materializa al
momento que se protege del conocimiento ajeno a la familia, domicilio, pa-
peles o posesiones y todas aquellas conductas que se llevan a efecto en lugares
no abiertos al público. Cuando no son de interés público o no se han difun-
dido por el titular del derecho. De ninguna forma la privacidad, como
derecho fundamental de las personas, está determinada por los lugares
no abiertos al público; ya que es un derecho de abstención oponible a
terceros, para no interferir dentro de su círculo, el cual considera como
ajeno a terceros, sin importar lo público del lugar.
El Artículo 11 dice: Como parte de la vida privada se tendrá derecho
a la intimidad que comprende conductas y situaciones que, por su naturaleza
y que por desarrollarse en un ámbito estrictamente privado, no están destina-
dos al conocimiento de terceros, o a su divulgación. Cuando no son de interés
público o no se han difundido por el titular del derecho. Cualquiera sabe
que la vida privada son hechos que suceden en el ámbito estrictamente
privado, pero ¿qué significa vida privada y cuál es la especie y relación
con la intimidad? Se vuelve a confundir el centro con el núcleo, pero
sobre todo resalta la frase de que ¡existe intimidad de interés público!
El artículo 20 dice: Cuando la imagen de una persona sea expuesta o
publicada, fuera del caso en que la exposición o la publicación sea consentida,
con perjuicio de la reputación de la persona, la autoridad judicial, por requeri-
miento del interesado, puede disponer que cese el abuso, y se reparen los daños
ocasionados. ¿Cuál es el procedimiento con el que la autoridad judicial va
a determinar que cese el abuso y cómo ordena la reparación del daño? Los
autores de la iniciativa se equivocaron de país, este artículo es propio del
sistema inglés o norteamericano –Common Law y Equity– donde hay tri-
bunales de conciencia, y el juez puede tomar y ejecutar las medidas que
considere prudentes, necesarias y justas; en cambio, en el derecho mexica-
no la autoridad judicial sólo puede ejecutar y actuar dentro de un proceso
fundado en leyes y códigos. La autoridad judicial previamente establecida
sólo puede seguir juicios cumpliendo las formalidades esenciales del pro-
cedimiento y conforme a las leyes expedidas con anterioridad al hecho.
El artículo 22 dice: Para la determinación de las obligaciones que
nacen de los actos ilícitos se estará a lo dispuesto por el Código Civil para el
Distrito Federal. ¿Esto qué es, ilustración o consejo?

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LA DEROGACIÓN, NO DESPENALIZACIÓN, DE LA DIFAMACIÓN Y LA CALUMNIA EN EL DF

El artículo 24 indica: El daño se reputará moral cuando el hecho ilícito


perjudique a los componentes del patrimonio moral de la víctima.
Enunciativamente se consideran componentes del patrimonio moral: el
afecto del titular del patrimonio moral por otras personas, su estimación
por determinados bienes, el derecho al secreto de su vida privada, así
como el honor, el decoro, el prestigio, la buena reputación y la imagen de
la persona misma. Es una posición simplista e incompleta indicar que será
daño moral cuando se afecten bienes morales; asimismo, es de explorado
derecho decir que los bienes que integra el daño moral son enunciativos
más no limitativos y admiten la analogía y la mayoría de razón; llama la
atención leer que el patrimonio moral se integra también por “el secreto
de su vida privada” (sic) ¿Cuáles serán los secretos de las vidas privadas?
Artículo 25. No se considerará daño al patrimonio moral cuando se
emitan opiniones, ideas o juicios de valor sobre cualquier persona, siempre y
cuando no se utilicen frases o expresiones insultantes por sí mismas, innecesa-
rias para el ejercicio de la libertad de expresión. La crítica y la opinión, con
fundamento en la libertad de expresión, son un derecho no sancionable,
ya que todo mundo puede criticar y opinar dentro del marco constitu-
cional; esto es diferente a imputar a una persona hechos falsos, delictivos
o ataques sin derecho. Por tanto, es una perogrullada decir que no es
sancionable el que una persona, el día martes, comunique a otra o más
personas que es martes; es obvio que esto no es motivo de responsabili-
dad, lo que se ve no se juzga; la esencia es que el hecho o acto sea veraz,
no importa si se trata de interés público, porque la excluyente de res-
ponsabilidad está en la verdad, no en la generalidad.
El artículo 28 señala: La malicia efectiva se configura en los casos en
que el demandante sea un servidor público y se sujetará a los términos y
condiciones del presente capítulo. Lo que constituye un error doctrinal,
porque la malicia efectiva es dolo o negligencia, y de ninguna manera
puede sujetarse a ser considerada un atributo exclusivo de un servidor
público. La malicia efectiva, que se identifica con el dolo informativo o
ánimo de injuriar, se aplica, como toda norma legislativa, de manera
general y abstracta, y no existe ninguna justificación para señalar que la
malicia es propia de los servidores públicos.
El artículo 33 dice: Los servidores públicos tendrán limitado su dere-
cho al honor, a la vida privada y a su propia imagen como consecuencia del
ejercicio de sus funciones sometidas al escrutinio público. ¿Dónde empieza y

267
SALVADOR OCHOA OLVERA

dónde termina esa limitante –a todas luces inconstitucional– para el


servidor público? Este numeral es violatorio de los artículos 1o, 14 y 16
constitucionales, ya que si bien es cierto que existe la presunción social
de que en el Distrito Federal los servidores públicos son corruptos o
gente despreciable, no por ese sentimiento u opinión totalmente discu-
tible se les pueden cercenar o limitar sus derechos fundamentales, como
son los que integran el honor y dignidad de las personas, sin previo
juicio ni garantía de audiencia; dicha limitación es inconstitucional,
con la agravante de que la “ley de avanzada” ni siquiera se ocupa de decir
en qué consiste la limitación.
El artículo 35 indica: La tramitación de la acción se tramitará bajo
los plazos y condiciones establecidos en los procedimientos de Controversia
establecidos en el Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal.
Sin acotaciones ¿a qué acción se refiere y cómo se denomina? No hay
claridad ni mucho menos título o causa. El Código de Procedimientos
Civiles para el Distrito Federal sólo establece las siguientes controver-
sias: arrendamiento de fincas urbanas y de habitación, y las del orden
familiar ¿Cuál utilizará el afectado para ejercitar la acción sin nombre?
En primer lugar, no señala a qué tipo de controversia se refiere. En este
código, en su título Sexto Capítulo Único, artículos 940 a 958, se regu-
lan dos tipos de controversias; la familiar y la de arrendamiento inmobi-
liario. En la primera hay intervenciones de oficio para proteger los derechos
de la familia y los menores, y la parte contraria deberá contestar la de-
manda en el término de nueve días. En el caso del arrendamiento, no
existen intervenciones oficiosas y el término para contestar la demanda
es de cinco días, entre otros datos. Por tanto, en primer lugar, la litis de
este tipo de controversias no guarda una relación congruente con la res-
ponsabilidad civil por daño moral, por publicaciones periodísticas, ni
siquiera por el daño moral liso y llano. Ahora bien, todo proceso, para
no violar las garantías constitucionales de legalidad de procedimiento,
debe señalar a las partes sus derechos adjetivos de manera clara y precisa,
y la forma de ejercitarlos; esta ley especial civil ni siquiera denomina el
derecho de acción, ni mucho menos el procedimiento para ejercitarse.
Por último, el cambio de redacción de la estructura del segundo transi-
torio, mutiló sin justificación alguna la figura del daño moral en el Dis-
trito Federal, haciendo nugatorio el derecho de los particulares, en
controversia con particulares, a publicar el extracto de una sentencia que

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LA DEROGACIÓN, NO DESPENALIZACIÓN, DE LA DIFAMACIÓN Y LA CALUMNIA EN EL DF

condene al activo por causar daño moral que afecte el honor y la digni-
dad, y dentro de ese atropello se incluyó la derogación del artículo 1916
Bis; de un plumazo convirtieron el daño moral en una institución del
derecho civil capitalino. Confusa y contradictoriamente, suprimieron
elementos torales para demostrar su causación: la realidad del ataque e
ilicitud de la conducta como pruebas de la existencia del daño moral,
todo fuera de los casos en los que intervienen periodistas.
Artículo 39: La reparación del daño comprende la publicación o divulga-
ción de la sentencia condenatoria, a costa del demandado, en el medio y formato
donde fueron difundidos los hechos y/o opiniones que constituyeron la afectación
al patrimonio moral. Esta es una de las grandes equivocaciones de la repara-
ción del daño moral en esta ley. Existe un universo de conductas ilícitas que
afectan los derechos de la personalidad de la persona física y la persona
moral, que no tienen difusión ni fueron publicadas en ningún “medio”; de
forma retrógrada se quiere instituir este dislate monumental en la institu-
ción civil de daño moral del derecho mexicano, única y exclusivamente
como ataques a las personas en sus derechos fundamentales difundidos y
divulgados en los “medios”. Dónde quedan los daños morales de las senten-
cias, cosa juzgada del poder judicial federal que no fueron cometidos en
“[...] el medio y formato donde fueron difundidos los hechos y opiniones
que constituyeron la afectación al patrimonio moral [...]”.
Artículo 40: En ningún caso, las sanciones, derivadas del daño al patri-
monio moral serán privativas de la libertad de las personas. Desde 1917 el
artículo 17 de la Constitución de la República establece que nadie puede
ser privado de su libertad por asuntos de carácter civil.
El artículo 41 señala: Mientras no sea ejecutoriada la sentencia no se
tendrá por totalmente concluido el expediente. El juez podrá dictar las medi-
das de apremio que la ley le autorice para el debido cumplimiento de la
sanción. Este artículo es tan elemental que cuesta trabajo opinar. Un
expediente judicial sólo concluye cuando se ejecuta y se cumple en sus
términos la cosa juzgada; por eso digo que es primario: si una sentencia
condena a pagar y no se paga nunca, se tendrá por concluido. Como
nunca se señala ni la acción ni la controversia en esta ley especial civil,
está también incompleta la aplicación de medidas de apremio. El profe-
sor de derecho internacional de la Universidad del País Vasco, Francisco
Javier Quel López, escribe:

269
SALVADOR OCHOA OLVERA

Parafraseando al profesor Carrillo Salcedo, puede afirmarse que exis-


ten principios de Derecho Internacional que hoy tienen carácter
de ius cogens –por responder al mínimo jurídico esencial que la
comunidad internacional precisa para su pervivencia en cuanto tal,
así como a las necesidades morales de nuestro tiempo–. Entre ellos
caben incluir unos derechos fundamentales de la persona humana
que todo estado tiene el deber de respetar y proteger –no tanto a
través de pomposas declaraciones políticas como por medio de re-
glas procesales que garanticen la puesta en práctica de aquellos
derechos fundamentales.

En el pasado la fracción perredista de la Asamblea de Representantes


aprobó un nuevo Código Penal para el Distrito Federal y derogó la inju-
ria y los golpes simples porque lo consideraron, creo, una forma de vida
de la capital de la República. Para la reflexión, el único partido político
que votó en la asamblea legislativa esta ley fue el Partido de la Revolu-
ción Democrática (PRD) el 28 de abril de 2006; por medio de ese voto
se aprobó la derogación de la difamación y la calumnia, y el 19 de mayo
de 2006 se publicó el decreto de ley. En ese mismo mes, en la gaceta
oficial del Distrito Federal, los integrantes de dicho instituto político
publicitaron a la nación que demandarían a diversas personas por difa-
mación y calumnia cometidas en contra de su candidato a la presidencia
de la República. ¿Frivolidad o ignorancia? Casualmente, de los tipos pe-
nales que pretendían acusar a sus opositores, días antes los habían supri-
mido como pena y delito.

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