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Barrio Contra Barrio (Lectura) : Ricardo Mariño

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BARRIO CONTRA BARRIO (lectura)

De chico fui muy malo jugando al fútbol.


Cuando iba a patear la pelota, mi botín reventaba
contra un tobillo rival; y no faltaron las ocasiones en
que, confundido, festejé un gol de los adversarios o
agarré de la camiseta al réferi creyendo que estaba
por hacernos un gol.
Pese a todo, un día los chicos del barrio vinieron a
buscarme. Nuestro equipo debía enfrentar al barrio
"El Chorizo", un equipo de chicos gordos y fornidos,
con cachetes rojos debido a que sus padres,
trabajadores del frigorífico, los alimentaban con
toneladas de carne.
El equipo de nuestro barrio, en cambio era débil y
propenso a la gripe. Nuestros padres trabajaban en
el molino harinero y nosotros vivíamos comiendo
fideos. El día del partido había tres de los nuestros
con fiebre. Por eso, no tuvieron más remedio que
llamarme.
Cuando faltaban cinco minutos, el partido seguía cero a cero. Habíamos pasado todo el tiempo
embotellado en nuestro arco, haciendo rebotar en nuestras cabezas, rodillas y colas los terribles
pelotazos que tiraban los pies de nuestros adversarios, gruesos como mortadelas.
Cuatro bombazos de ellos habían hecho volar nuestro travesaño. Gracias a eso pudimos
demorar quince minutos en volver a clavar los palos del arco.
En cuanto a mí, después de una hora y media no había logrado tocar la pelota con los pies, pero si
impedí que tres pelotazos de los chorizos se convirtieran en goles.
Uno me dio en la espalda, otro me aplastó la oreja y un tercero rozó mi nariz y fue desviada.
–Tronconi ya nos salvó tres goles! –gritó nuestro capitán, señalándome.
–¡Vieron que había que traerlo! Yo hinché el pecho, orgullosísimo y sentí en mi corazón el fuego
sagrado de los grandes héroes del fútbol.
Cuando estaba por terminar el partido hubo un córner para nosotros; mi abuelo, que era el
encargado de controlar el tiempo, me dijo:
–Ve a cabecear, Carlitos, que después del córner doy por finalizado el partido.
Vi que la pelota venía en el aire y con los ojos cerrados corrí hacía ella.
También corrían hacia el mismo objetivo los once chorizos y mis diez compañeros.
Se armó un revuelo terrible, varias cabezas chocaron, cuatro jugadores cayeron al suelo
y los demás los pisoteamos y en medio del lío sentí que algo muy duro estallaba contra mi mejilla
derecha.
Cuando desperté me di cuenta de que mis compañeros me llevaban en andas y gritaban: "¡gool!" Mi
abuelo, atacado de locura, saltaba sobre su reloj, gritando: "¡Se terminó el tiempo, se terminó el
tiempo!".
Aquel día gané para siempre el respeto de todos los chicos y de las personalidades del barrio. Mi
abuelo se encargó de contarle a todo el mundo aquel maravilloso momento
del cabezazo, tal vez exagerando algunos detalles.
Desde entonces, cada vez que pasaba por el almacén el dueño me gritaba: "¡Grande, Tronconi!" y el
kiosquero cada tanto me regalaba una gaseosa sólo para que yo volviera a contar cómo había sido el
gol.
Ricardo Mariño
• Completa la serie escribiendo un sinónimo en el crucigrama.

1. refrigerar, helar, congelar


2. propenso, tendente, predispuesto

3. adversario, oponente, rival

4. fornido, recio, corpulento


5. lío, confusión, caos
6. objetivo, meta, propósito
• Completa las ideas escribiéndolas en el crucigrama.

• Pinta las
características de
Carlitos según
corresponda.

Ordena secuencialmente los hechos escribiendo del 1 al 8.


Cabeceó e hizo el gol.
Tronconi decía que era muy malo jugando fútbol.
El abuelo de Tronconi contaba su hazaña muy orgullosa.
Los amigos de Tronconi lo buscaron para que juegue.
Se enfrentarían con el equipo del barrio "El Chorizo".
Ganaron y sus compañeros lo llevan en andas.
El partido se inicia y hay un constante ataque del adversario.
Había tres jugadores con fiebre.

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