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Charlas Diarias Febrero

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1.

-AUTOESTIMA: LA BASE DEL LIDERAZGO


Baja autoestima es como no tener cinturón de seguridad para viajar en una montaña
rusa. No disfrutaríamos del viaje, y cada subida y bajada brusca en la montaña de la vida nos
haría sentir que caemos al vacío. Imagínese o simplemente recuerde, en su experiencia pasada,
las siguientes situaciones de comunicación de un líder con sus subordinados:
¡No estoy de acuerdo! Ninguna de las ideas que plantean dará resultado. Como
siempre, yo soy el único que piensa en esta organización. ¡Esta es la tercera vez que te equivocas!
¿Es que no tienes cerebro?. Aquí se hace lo que yo digo. Aquí hay una persona que manda, y ésa
soy yo. La única forma de hacer bien las cosas es obedeciendo a un líder, y ése soy yo.
Situaciones como éstas deterioran la motivación de los subordinados y bajan
sustancialmente la productividad en las empresas.
Le formulamos al lector la siguiente pregunta: ¿Cuál cree que es el elemento común de
la personalidad de los líderes anteriormente mencionados?. La respuesta es: falta de autoestima.
La autoestima tiene dos ejes: la capacidad de sentirse competente y seguro, y la
capacidad de valorarse y respetarse a sí mismo. Cuando los líderes tienen una baja autoestima
actúan como una liga que está presionada hacia abajo y que ejerce una fuerza para regresar a su
posición original. Esa fuerza se traduce en conductas que tratan de elevar la autoestima a toda
costa, pero sin lograr ningún resultado. Cuando un líder tiene baja autoestima su conducta
menoscaba permanentemente a los demás. Como no se siente competente, necesita creer que los
demás son menos que él. Cada vez que encuentra errores en sus subordinados, o que se
convence a sí mismo de que sus ideas son las mejores, o cada vez que se siente poderoso porque
es el único que toma decisiones, está tratando de subir su autoestima de forma ficticia. Trata de
sentirse competente, que vale y que es superior a sus subordinados.
Hoy en día el liderazgo moderno propone entregar más poder, confianza y
responsabilidad a los subordinados. La calidad total y la cultura de la innovación se basan en
líderes capaces de trabajar en equipo con su personal, de crear un clima de cooperación y de
crecimiento personal. Si el líder tiene una baja autoestima saboteará inconscientemente cualquier
esfuerzo por lograr este tipo de cultura.
Cuando nuestra autoestima es baja, nos comportamos como cuando tenemos un globo
con hueco. Tratamos todo el tiempo de inflarlo, es decir, de subir la autoestima, con conductas
como las antes mencionadas. El globo se infla un poquito, pero luego vuelve a su estado original.
Para subir la autoestima de forma real se requiere un proceso mucho más complejo.
Lo más trágico de la autoestima es que la persona no es consciente de sus conductas.
Se trata de procesos subconscientes que vienen desde la niñez. Por eso, para elevar la autoestima
de forma real se requiere de una terapia psicológica seria que permita a la persona tomar
conciencia de su conducta e ir construyendo, poco a poco, las bases sobre las que desarrollará su
seguridad y valoración.
Los líderes con baja autoestima tienen otro tipo de conductas que también son
perjudiciales para el mundo empresarial. Tratan de ponerse en situaciones en las que terminan
haciendo las cosas mal, donde se demuestran a sí mismos que, efectivamente, no son
competentes. Es el caso, por ejemplo, de un líder que acepta más y más trabajo hasta que se
satura y las cosas le salen mal. O el de una persona que sabe que al líder le molesta la
impuntualidad y llega permanentemente tarde a trabajar, con lo que comete una suerte de
autosabotaje. A través de comportamientos subconscientes, terminan comprobando que en
realidad no son personas capaces.
Otras conductas son los excesivos celos profesionales, la inseguridad para comunicar
sus ideas, el excesivo deseo de mostrar símbolos de status y de hablar permanentemente de sus
logros, así como la incapacidad para innovar y cambiar. Estudios realizados recientemente nos
indican que el principal tema tabú en las empresas era hablar del estilo de liderazgo del jefe.
Nadie habla del estilo de liderazgo por temor a las represalias. Entonces, si los subordinados no se
atreven a enfrentar este problema por temor y el jefe no es consciente de su realidad, ¿ Cuándo y
cómo saldremos de este círculo vicioso?.
2.-HAY QUE SACARSE LAS VENDAS PARA
COMPETIR

¿Podríamos competir en una carrera de vallas siendo los únicos de los


contendientes que tienen los ojos vendados?. Lo mismo ocurre en la empresa cuando los
líderes son inconscientes de sus comportamientos. Para competir hay que sacarse las
vendas.
Se cuenta un caso, de un gerente financiero de una empresa, que aprendió una
lección importante. Escuchó que sus subordinados hablaban fuera de su oficina sobre un
loco. Al comienzo no hizo caso, pero como seguían, abrió la puerta con curiosidad y les
preguntó: ¿Quién es el loco?. ¿Se ha metido un loco a la oficina?. El personal se quedó
mudo; algunos incluso se pusieron pálidos. En ese momento se preocupó: ¿Algún loco se
habría robado algo de la empresa?. Ante su insistencia, uno de ellos se armó de valor y le
dijo: “Disculpa, David: el loco eres tú”. Sintió como si despertara de golpe y cayera de la
cama a una realidad desconocida. Confesó que su estilo gerencial era autoritario,
explosivo y poco predecible. Sin embargo, no era consciente de su comportamiento, ni de
cómo era percibido por sus subordinados.
Nuestra mente es como un iceberg: una pequeña parte, el consciente, aparece
sobre el agua, pero otra, bastante mayor, está sumergida. Cuando trabajamos sin ser
conscientes de nuestras conductas y sus consecuencias, estamos actuando desde la parte
sumergida, el subconsciente. La lección que aprendió a partir de la experiencia del “loco”
es que tenemos conductas propias que no conocemos. Debemos dar a quienes nos rodean
la oportunidad de ayudarnos a despertar.
Mientras más conscientes de nuestros actos estemos, mejor será nuestro
manejo interpersonal y mayor nuestra posibilidad de evitar conflictos innecesarios.
Hace poco, en una reunión de equipo, un miembro agredió fuertemente a otro.
El agredido respondió el ataque con la misma vehemencia y se creó un clima muy tenso.
Al término de la reunión, quien agredió primero comentó: ¿Viste como me atacaron
gratis?. No hice nada para recibir este trato. Intrigados, en ese momento se le preguntó
¿No te has dado cuenta de que tu atacaste primero?. Sinceramente, respondió que no.
Estar despiertos significa mirar por nuestros ojos y por un “tercer ojo” fuera de nosotros, y
observar todo lo que ocurre. También significa aceptar críticas y sugerencias de los
demás. Estar despiertos, significa dejar de mirar sólo hacia nosotros mismos para mirar
afuera, hacia las reacciones y emociones de otros.
Los líderes “dormidos” pueden hacer mucho daño al clima organizacional y
desmotivar a su personal. Pero la responsabilidad no es sólo del jefe: los subordinados
también deben poner lo suyo. El personal, por temor, no habla con su jefe acerca de su
estilo de liderazgo, sus conductas y sobre lo que quisiera que mejore. Si el personal no
ayuda a su jefe a despertar, entonces ¿Quién lo hará?. Cuentan que un rey, ante la
sorpresa de todos, despidió a un oficial de altísima jerarquía en su reino sin que hubiese
razón obvia alguna. La reina, intrigada, le preguntó “¿Por qué has despedido a nuestro
oficial que fue tan leal que nunca te criticó ni cuestionó ninguna orden tuya en diez
años?”. El rey le respondió: “lo despedí justamente por eso, mi querida reina”.
Ayudemos a despertar a nuestro jefe, colegas y familia. No sólo mejoraremos
nuestras relaciones con ellos; también los haremos crecer como personas.
3.-DESACTIVANDO LOS BOTONES DE LA MENTE

Cuando nos curan con alcohol una herida abierta, explotamos de dolor de forma
inmediata. De la misma manera, en el trabajo algunos estímulos presionan ciertos botones de
nuestra mente hasta hacernos explotar de ira y destruir la confianza y la comunicación.
Cuantas veces reaccionamos desproporcionadamente, y no dejamos a las personas
terminar de explicar su punto de vista. El ser humano tiene “botones” críticos que al ser
presionados generan conductas explosivas que destruyen la comunicación. Cuando nos ocurre, es
como si un monstruo tomase el control de nuestra mente y de nuestro cuerpo. Una vez que pasa
tomamos conciencia de lo que hicimos y nos arrepentimos, sin entender por qué ocurrió.
Hay dos causas importante que originan esta reacción:
1) Tener una niñez traumática: si nuestros padres explotaban frecuentemente, es probable que
nosotros hayamos aprendido a hacer lo mismo. Y si recibimos poco amor, cariño y respeto de
nuestros padres, nos generaron frustraciones subconscientes que favorecen conductas explosivas.
Ante situaciones que nos evoquen momentos difíciles de la niñez, es probable que reaccionemos
de forma explosiva.
2) El estrés en el trabajo: a medida que tenemos más problemas en el trabajo, las frustraciones,
tensiones y miedos se acumulan hasta que cualquier situación aprieta un botón y explotamos con
fuerza.
¿Qué hacer?. Tomemos conciencia. ¿Cuáles son los “botones” que disparan conductas
agresivas en nosotros?. Goleman en su libro “La Inteligencia Emocional”, presenta un estudio que
determina que el principal disparador de la ira son situaciones en las que nos sentimos en peligro
físico, pero sobre todo cuando las afectadas pueden ser nuestra autoestima y nuestra dignidad. Si
tenemos una sólida autoestima, aun en las circunstancias más difíciles de la vida nos sentiremos
más seguros y estaremos menos propensos a explotar.
Un antídoto para desactivar los “botones” es pensar más en los demás. No permanecer
a la defensiva, tomar una actitud de servicio para comprender y aceptar a las personas. Nuestro
ego es como un guardián permanente que vigila el mundo para ver si los estímulos externos lo
favorecen o maltratan. Apenas ve la más mínima posibilidad de que salga maltratado, corre y
presiona los botones mentales y nos hace explotar. Pero nosotros no somos nuestro ego. Tener
una actitud de servicio implica darle descanso a ese guardián, orientarse hacia los demás y así
mejorar nuestras relaciones interpersonales.
Otro antídoto es la respiración. Cuando presionen nuestros “botones”, respiremos
profundamente. La respiración cambia la fisiología de nuestro cuerpo y nos relaja, corta los cables
mentales que unen los botones con nuestro cuerpo. Cuando nos enfrentemos a una situación
difícil debemos recordar este consejo y respirar profundamente. Veremos cómo lo que parecía un
incendio masivo descontrolado es realmente una pequeña chispa.
Hace poco se recibió la siguiente historia por Internet. Una pareja había salido de casa
dejando solos a sus hijos pequeños y al perro. Estaban preocupados, pero era una emergencia y
no tenían con quién dejarlos. Cuando regresaron y llamaron a los niños, estos no contestaron. Se
dirigieron hacia la habitación de sus hijos y vieron salir de ésta al perro con la boca llena de
sangre. El padre lleno de ira, persiguió al perro y lo mató. Luego entró en el cuarto de los niños y
encontró una serpiente muerta y los niños a salvo. El perro héroe había salvado a los niños de
morir.
Desactivemos los “botones” que nos hacen explotar. Entendamos que nuestras mentes
interpretan una percepción de la realidad y no la realidad absoluta. Respiremos
profundamente y tomemos el tiempo para analizar la situación con calma y elegir
nuestras acciones.
4.-LA CULTURA DE LA EXCUSA

Cuando la cultura de la excusa se asienta en las empresas, es como si le sacasen las


llantas a un automóvil. Dentro del auto uno siente que el motor está prendido, que puede
acelerar, pero no se llega a ningún lado.
Cuentan que un anciano ya no podía salir de cacería para alimentar a su familia, razón
por la cual le pide a su hijo que se encargue de ello. El hijo sale a cazar y regresa rápidamente con
un conejo para la cena. Al día siguiente regresa sin haber cazado nada y se excusa diciendo que
no hay animales. Al día siguiente tampoco trae nada y se excusa nuevamente. Intrigado, el
anciano sale a verificar cómo cazaba su hijo, y lo encuentra sentado junto a un árbol. El anciano le
pregunta qué hace allí. El hijo le responde: “Silencio, estoy esperando que los conejos se estrellen
contra el árbol”. ¿ Te acuerdas del primer conejo que traje a casa ? . Bueno, ese lo recogí cuando
se estrelló contra el árbol. Sé paciente, padre, seguro que más tarde otro se estrellará contra el
árbol. Cuántas veces, como en esta historia, nos quedamos esperando que los éxitos en la vida
nos vengan de pura suerte o damos excusas para encubrir nuestra falta de responsabilidad y
perseverancia.
“No tengo tiempo”, “ no tengo recursos”, “no me dejan trabajar”, “no me siento bien”,
“es culpa de Producción”, es culpa de Mantenimiento”, “es culpa de Logística”, “es culpa de
Planta” “es culpa de Personal” “es culpa de Administración”, etc. ¿ Reconoce estas excusas?. La
excusa es la distancia más corta entre la responsabilidad y la irresponsabilidad. Cuando damos una
excusa no nos hacemos responsables y dejamos de perseverar. Presuponemos que una
circunstancia externa a nosotros es más poderosa y domina nuestro destino.
Si es tan negativo para nosotros, ¿ Por qué lo hacemos ?. A los que tienen baja
autoestima les cuesta mucho admitir sus equivocaciones, pues ello confirmaría que no son
competentes. Culpar a otros de sus problemas aleja la sensación de inferioridad generada por el
incumplimiento de sus responsabilidades. Aparentemente, las excusas son muy útiles: reducen el
trabajo y no cuestan nada. Lo único que se necesita es un poco de creatividad para que parezcan
verdaderas. Pero las excusas tienen el costo escondido de mermar nuestra responsabilidad,
encubriendo nuestra dejadez y generando un clima de desconfianza e hipocresía en la
organización.
Los padres normalmente celebran con amor y alegría los logros y aciertos de sus hijos.
Pero otros también critican, humillan o no dan muestras de afecto cuando los hijos fallan. Esto
condiciona al niño a querer hacer todo perfecto para recibir siempre el cariño. De adultos tenemos
el mismo problema: creemos subconscientemente que si nos equivocamos nos retirarán el cariño.
Por eso las excusas nos permiten engañarnos a nosotros mismos y creer que no somos nosotros
los equivocados, pues de esa forma evitamos el dolor.
Las empresas también contribuyen a fomentar la cultura de la excusa cuando
penalizan los errores de su personal. Si maltratamos o despedimos a nuestro personal cuando falla
al emprender algo, damos un mensaje muy claro: “Mejor no emprenda, y si lo hace tenga una
excusa en caso no funcione”. Tenemos que cambiar la valoración negativa de la palabra “error”.
Normalmente asociamos la palabra error con términos negativos como “malo” o “destructivo”.
Recuerde que un error sólo es negativo cuando no aprendemos de él. Si no hubiésemos aprendido
de nuestros errores estaríamos en la empresa vestidos de terno, pero gateando. Todos hemos
aprendido a caminar cayéndonos, tropezándonos, pero parece que lo hemos olvidado.
Cuentan que al presidente de la IBM en sus inicios, le preguntaron si despediría al
empleado que había hecho perder 600,000 dólares a la empresa. El respondió: “¡De ninguna
manera!. Acabo de invertir 600,000 dólares en su entrenamiento. ¿ Ustedes piensan que lo voy a
despedir ?.
Las empresas que penalizan el error también penalizan el riesgo. Hoy, si las empresas
no corren riesgos, tomarán automáticamente el riesgo de ser desplazadas por su competencia.
5.-PEQUEÑAS METAS, GRANDES LOGROS

Cuentan que Winston Churchill fue invitado a su colegio después de la Segunda Guerra Mundial para que
contase el secreto de su éxito. El auditorio estaba totalmente lleno, y había una gran expectativa por su
discurso. Al empezar, sacó una hoja y dijo: “Nunca, nunca, nunca, nunca, nunca, nunca te des por vencido”.
Hizo una pausa, guardó el papel y tomó asiento. Por unos segundos el auditorio, desconcertado, se
mantuvo en silencio, pero luego vino una tremenda ovación.
Churchill transmitió el verdadero secreto de su éxito: la perseverancia.En nuestro medio la perseverancia no
es una actitud popular. De niños nos acostumbraron a gratificaciones inmediatas: teníamos hambre y no
alimentaban al instante; hacíamos algo gracioso e inmediatamente nos daban muestras de cariño y
atención. De adultos, cuando emprendemos un proyecto, los resultados ya no son inmediatos. Estamos
mucho tiempo luchando contra obstáculos sin experimentar gratificaciones a corto plazo.
Al buscar gratificaciones inmediatas y no encontrarlas, empezamos a desmotivarnos, a sabotear
nuestras metas, o simplemente abandonamos los proyectos. Tomemos el ejemplo de una persona que
quiere adelgazar. Se mira en el espejo, se pesa y, angustiada, se traza como meta bajar diez kilos en un
mes. Pasa una semana de una dieta estricta y dolorosa. Siente que el sacrificio ha sido extremo. Se vuelve a
mirar al espejo y sigue gorda. Se pesa y comprueba que sólo ha bajado medio kilo. Siente que el progreso
ha sido mínimo, y duda si debe seguir con el esfuerzo. Ese mismo día rompe la dieta y se come una caja e
bombones, con lo que vuelve a su peso original. Lo que le ocurrió a esta persona es que no pudo postergar
la gratificación. Postergar la gratificación es el proceso de programar el dolor y el placer en la vida de tal
forma que primero nos encarguemos del dolor para luego aumentar el placer al final. En el ejemplo anterior,
la dieta implicaba un sacrificio para obtener la gratificación de estar delgada al cabo de un mes, pero la
persona que la emprendió prefirió dejarla y obtener la gratificación inmediata de los bombones.
¿Qué habría ocurrido si la meta trazada hubiese sido bajar sólo medio kilo esa semana?.
Hubiera tenido la gratificación de lograrlo y las fuerzas para continuar. Ese es el secreto para lograr la
perseverancia: alcanzar pequeñas metas que nos lleven l objetivo final. La perseverancia requiere que
confiemos en nosotros mismos, que seamos capaces de salir adelante por nuestro propio esfuerzo. Trazarse
pequeñas metas y lograr pequeñas ganancias nos gratifica, refuerza nuestra autoestima y nos incentiva a
seguir luchando.
En la empresa, cuando un líder de equipo traza desde el principio metas muy ambiciosas `para
su equipo, el personal se motiva, se siente muy importante. Pero si el líder no establece anticipadamente
pequeños logros y felicita a su personal por su cumplimiento, el equipo no se cohesiona, no se compromete
ni confía en su propio potencial.
Dos ranas, una pequeña y otra gorda, cayeron en un porongo de leche. Trataron de escapar
trepando las paredes, pero les resultó imposible, puesto que estaban grasosas. Empezaron a patalear para
sobrevivir, pero la rana gorda quería parar porque no encontraba salida. La rana pequeña, en cambio,
pensaba que si había que morir tendría que ser pataleando. Dos horas después la rana gorda decidió parar,
se ahogó y se fue al fondo. La pequeña seguía pataleando sin parar, dispuesta a morir pataleando. La leche
estaba tremendamente movida por el pataleo, pero la rana seguía. Cuando ya no daba más y estaba a
punto de morir, sintió debajo un bulto: era un pedazo de mantequilla que se había formado con el fuerte
pataleo. Se apoyó en la mantequilla y saltó a su libertad.
Cuando enfrentemos situaciones difíciles, confiemos que al final del camino, si trabajamos con
perseverancia, generaremos la mantequilla que nos ayudará a superar los obstáculos en la vida.
6.-PACIENCIA Y PERSEVERANCIA CON EL AGUA
CALIENTE

Vivimos en un mundo global en el que las cosas cambian a gran velocidad y donde
cada vez más se esperan resultados inmediatos. Sin embargo, la estructura básica del ser
humano no ha cambiado. La paciencia aún es necesaria para el logro de resultados en la vida
y en el trabajo.
En la antigua Asia una mujer buscó a un sabio con el fin de que le hiciese una
pócima para reconquistar al marido. Este había regresado de la guerra después de meses y
no quería saber nada con ella. El sabio le pidió que consiguiese un pelo de tigre salvaje. La
mujer, decidida a recuperar al marido, se dirigió al campo y ubicó un tigre. Diariamente le
llevaba un trozo de carne. Al comienzo el tigre no permitía que la mujer se le acercase, pero
ella fue aproximándosele poco a poco. Un tiempo después la mujer pudo darle la carne y
quedarse junto a él, hasta que un día, cuando el animal estaba durmiendo, le sacó el pelo que
necesitaba y se fue donde el sabio. La mujer le pidió la pócima, pero el sabio le respondió
sonriendo: “Mujer, ya no la necesitas. Si has logrado conquistar con amor y paciencia a un
tigre feroz, igualmente podrás reconquistar a tu marido”.
Hoy en día la paciencia es una cualidad olvidada. Los cambios y la tecnología nos
acostumbran a esperar resultados inmediatos. Los juegos electrónicos nos condicionan a
responder de la misma forma. El control remoto del televisor y la variedad de canales nos dan
la posibilidad de escoger y cambiar rápidamente. Internet nos da acceso inmediato a la
información que queremos. La competencia y la globalización permiten que el servicio mejore
en cualquier negocio, acostumbrándonos a esperar resultados inmediatos.
Pero no todo es inmediato en la vida: hay actividades que requieren mucha
paciencia. En el campo, por más que se quieran resultados, se tiene que esperar
pacientemente a que llegue el momento de cosechar.
En lo personal, necesitamos paciencia y perseverancia para los estudios, para
reemplazar un hábito, para aprender una nueva habilidad o para lograr nuestra visión y metas
importantes.
En el nivel organizacional, necesitamos paciencia para entender las demoras
naturales de los sistemas empresariales. En la obra “La Quinta Disciplina” de Senge se
menciona un ejemplo: en las tuberías antiguas, cuando uno abre la llave de agua caliente, el
agua sale fría por un tiempo y luego calienta. Si uno se quiere bañar debe tener paciencia
para esperar que caliente. De lo contrario, abrimos tanto la llave que cuando sale nos
quemamos. En la teoría de sistemas esto se llama “demoras”. En el mundo empresarial
existen muchas “demoras”: cuando empezamos un proceso de cambio y reestructuración;
cuando contratamos nuevo personal; cuando implementamos un proceso de calidad o
estrategias competitivas. Los beneficios toman tiempo en materializarse. Hay que tener
paciencia para esperar las “demoras” en los resultados, o de lo contrario nos podemos quemar
como con el agua caliente.
La semilla de bambú es como una nuez de cáscara muy dura. Cuando uno la
planta, el primer año no pasa nada. La sigue abonando y regando el segundo año y no pasa
nada. El tercero y el cuarto, tampoco. Pero cuando llega el quinto año, el bambú crece 30
metros en seis semanas. Tenga paciencia con los ciclos naturales de la vida y el trabajo;
persevere fertilizando y regando para que, cuando llegue el tiempo, el resultado nos
sorprenda.
7.-POR UN PUÑADO DE GARBANZOS

Las metas que nos trazamos nos dan oportunidades para superarnos; el problema
está cuando perdemos la perspectiva de su importancia.
Cuentan que en la India los cazadores esconden botellas con garbanzos en la selva
para atrapar monos. Los monos meten su mano en la botella para sacar los garbanzos, pero,
al estar la mano llena y querer sacarla, no sale por la boca de la botella. Los monos pierden
agilidad y velocidad para huir. Pueden soltar los garbanzos y sacar la mano de la botella para
salvarse, pero no lo hacen. El mono, ensimismado con el deseo y la ambición de obtener los
garbanzos, no ve que en poco tiempo será el menú del cazador.
¿ Cuántas veces en el mundo empresarial somos como esos monos de la India ?.
tratamos de lograr nuestras metas a toda costa, aunque en el camino sacrifiquemos a nuestra
familia, a nuestra pareja y, sobre todo, nuestra salud. Lo peor es que basamos nuestra
felicidad o miseria en el logro de los objetivos. Tener metas es importante; el problema es
cuando las metas nos tienen a nosotros, es decir, cuando estamos apegados a los resultados.
Algunos estudiosos definen el apego como la creencia de que nuestra felicidad
depende de personas o aspectos externos a nosotros. Cuando estamos apegados tenemos
muchas emociones negativas y miedo de no conseguir los resultados porque,
subconscientemente, consideramos que nuestra felicidad depende de ellos. Por ejemplo,
cuando queremos ganar una licitación crucial para la empresa; cuando preparamos un informe
para el directorio; cuando llevamos a cabo un evento y queremos que salga perfecto.
No está mal buscar la excelencia en lo que hacemos; el problema está cuando
creemos que el logro de la meta que buscamos define nuestra paz y tranquilidad. Desapego
no significa desinterés, sino la conciencia de que valemos por lo que ya somos y no por el
éxito en alcanzar una meta. Cuando estamos apegados y no logramos los objetivos, nos
molestamos, nos da cólera, sufrimos y hasta maltratamos a nuestro personal, buscando
culpables de los fracasos. Como consecuencia, generamos estrés y éste deteriora la salud de
nuestro cuerpo. La pregunta es: ¿ Vale la pena ?.
Imagínense a un buzo que baja con tanques de oxígeno al fondo del mar. Se
golpea, pierde la memoria y cae soltando la boquilla de oxígeno. Al poco tiempo se despierta y
se da cuenta de que debe llegar a la superficie. Trata desesperadamente de subir, pero le
falta aire. Sufre, le da miedo de no llegar a su meta para salvarse. Sobre su espalda tiene todo
el aire que necesita para estar tranquilo. El problema es que no se da cuenta.
Cuando nos trazamos una misión en la empresa, muchas veces somos como este
buzo: nos desesperamos por llegar a la meta y nos ahogamos. La misión sólo debe darnos la
dirección de un camino que tenemos que recorrer con desapego. Ese camino presenta muchos
obstáculos, razón por la cual debemos tomar una posición de observador que nos permita
ampliar nuestra perspectiva.
Cuentan que en una oportunidad, cuando estaba cumpliendo su misión de divulgar
sus enseñanzas al mundo, Buda fue insultado groseramente por unas personas. Buda los miró
y siguió caminando como si nada pasara. Un discípulo se le acercó y le dijo: “Maestro, esto no
puede quedar así. ¡Esas personas lo han insultado!. No voy a permitir que insulten a mi
maestro. ¡Les daré su merecido!”. Buda le contestó: “Discípulo, cuando alguien te da un
regalo y no lo aceptas, ¿de quién es el regalo?. Yo veo que tu lo has aceptado y ahora lo
quieres devolver”.
De la misma forma, en el camino para cumplir nuestra misión habrá muchos
regalos o, mejor dicho, obstáculos. Sólo nosotros decidimos si los aceptamos,
comprometiendo nuestra salud, bienestar y tranquilidad, o tomamos una actitud de desapego
que nos permita mantener el balance en nuestra vida.
8.-ROMPIENDO LOS CANDADOS DE LA MENTE
Nuestras creencias y experiencias pasadas nos permiten interpretar el mundo y tomar
decisiones. Sin embargo, también nos anclan y nos impiden cuestionar.
En una conferencia espiritual en Nueva York, un maestro anunció a los asistentes que
les presentaría a un verdadero gurú: “Este gurú estuvo 50 años en una cueva en el Himalaya, en
silencio, y ha alcanzado la iluminación. Hoy romperá por primera vez el silencio”. El público
interesado, vio con regocijo y mucha atención al gurú, que vestía una bata anaranjada; él
permaneció en silencio 15 minutos. Cuando finalmente habló, dijo 20 palabras y calló. Luego el
maestro informó que el gurú daría una conferencia a un costo de 1500 dólares, y sólo para las
primeras 30 personas en inscribirse. Al ver la avalancha de gente peleando por un cupo, el
maestro pidió regresar al auditorio y les confesó que el “gurú iluminado” que habían visto era un
mendigo recogido de las calles. Le había ofrecido tan sólo 20 dólares por ponerse la túnica y por
decirles unas palabras. La mente de los asistentes lo convirtió en un verdadero gurú.
Esta historia real evidencia la existencia de “lentes mentales”. Nosotros no vemos la
realidad como es, sino como creemos que es. Los “lentes” están compuestos de memorias,
experiencias y creencias. Nuestro pasado determina cómo percibimos el presente. En esta historia,
el hecho de que el mendigo tuviera barba, túnica y hablara muy poco evocó la memoria y
creencias de los participantes sobre gurúes reales. Así, su mente no cuestionó las palabras sin
sentido del mendigo.
Nuestra mente tiene un sistema de “casilleros de vidrio con candado”. Cuando
aprendemos o vivimos algo, almacenamos en estos casilleros nuestras experiencias, hechos,
creencias y actitudes. Luego la mente les pone candado para que no cambien. Cuando percibimos
un estímulo, nuestra mente tiene acceso a los casilleros, ve lo almacenado y actúa en función de
sus contenidos.
Este mecanismo mental trae problemas en la empresa. Cuando juzgamos
apresuradamente al compañero de trabajo como poco creativo porque alguna vez dio una mala
idea; cuando una persona es ubicada en el casillero de los “ineficientes” y se duda siempre de su
capacidad de trabajo; cuando una persona comete un error y es colocada por su equipo en el
casillero reservado para los “faltos de criterio”. En todas estas situaciones se ponen en juego
prejuicios que dificultan la comunicación, reducen el potencial de los empleados y crean un mal
clima organizacional. Nadie puede juzgar o tachar a una persona sólo por lo que percibe de sus
actos. Nosotros vemos a las personas por una pequeña ventana, de manera que no tenemos toda
la información para formarnos un juicio correcto.
Cuentan que una señora pidió un plato de sopa en un restaurante y fue al baño.
Cuando regresó a su mesa vio a un hombre sucio y mal vestido tomando la sopa. Ella, indignada,
decidió sentarse en la mesa, coger otra cuchara y comer de la misma sopa al tiempo que miraba al
individuo fijamente a los ojos. Al terminar la sopa el hombre vino con un plato de tallarines. Ambos
comieron los tallarines en silencio. La señora pensó que quizá no era un mal hombre, que tal vez
tenía hambre, y que al comprar los tallarines había demostrado ser un caballero. La señora,
arrepentida, se paró para comprar el postre. Al regresar, el hombre ya no estaba; tampoco su
cartera. Así que, desesperada, gritó “¡ladrón, agarren al ladrón!”. La gente corrió a perseguir al
hombre. Mientras tanto, la señora volteó y vio una mesa con un plato lleno de sopa y una cartera
al costado. Sí, se había equivocado de mesa y le había robado la sopa al hombre sucio y mal
vestido.
Como la señora de la historia, a cuántas personas en nuestra vida tachamos de ladrones,
injustos, cuadriculados o flojos cuando realmente no lo son. A cuántas personas discriminamos
y les restamos oportunidades. Seamos lo suficientemente flexibles para cuestionar y destruir los
candados mentales. Sólo de esta forma tendremos los lentes claros para aprovechar las
oportunidades que nos ofrece la vida.
9.-EL MITO DE LA CAVERNA
Ya Platón en el siglo IV antes de cristo, en su libro “La República”, describe a través de la
metáfora: “El Mito de la Caverna”, en una manera profunda y genial, la importancia y esencia del
origen de las discrepancias de la percepción en los seres humanos.
Recordemos ahora dicha metáfora:
Unos hombres que viven en un cuarto subterráneo, en una caverna cuya entrada está abierta
hacia la luz en toda su anchura y con un largo acceso. Que todos se encuentran atados de cuello y
piernas de manera que no pueden girar ni darse vuelta, y que únicamente pueden observar la
pared del fondo de la caverna. Imaginémonos luego, que cerca de la entrada de la cueva existe un
muro de la altura de una persona; que detrás de esta pared, que nadie conoce, caminan otros
hombres cargando varias estatuas de madera, que representan muchos tipos de objetos; y que
detrás de estos, arde encendida una hoguera.
Además, que haya eco y que los hombres que pasan más allá del muro conversan, de modo que
por efecto del eco retumban sus voces desde el fondo de la caverna. Si todo esto ocurre, aquellos
prisioneros no podrían ver más que las sombras de las estatuas que se proyectan sobre el fondo y
escuchar el eco de las voces de los hombres de afuera. Sin embargo, al no haber visto jamás otras
cosas, creen que aquellas sombras constituyen la única y verdadera realidad, y también creen que
las voces del eco son las voces producidas por aquellas sombras. Ahora bien, supongan que uno
de estos prisioneros logra desatar las ataduras, le costará mucho acostumbrarse a la nueva visión
que adquiera. Una vez acostumbrado, vería las estatuas moviéndose por encima del muro, y por
detrás de ellas la luz del fuego; comprenderá que se trata de cosas mucho más verdaderas que las
que antes podía ver y que ahora le resultan sombras. Alguien saca fuera de la caverna al
prisionero, llevándole más allá del muro.
Al principio, quedará deslumbrado por la gran luminosidad. Luego, al acostumbrarse, verá las
cosas en si mismas y por último, primero reflejada en algo, y luego en sí misma, verá la luz del sol
y comprenderá que éstas, y solo éstas, son las auténticas realidades y que la luz es causa de todas
las demás cosas que existen.
Platón, sin saberlo, describe a través de su metáfora a la sociedad de principios del siglo XXI,
cuyos hombres y mujeres consideran sus ideas como verdades absolutas, sin cuestionar si sus
conclusiones son reflejos o ecos de un mundo diferente del que perciben.
Haciendo una analogía del Mito de la Caverna con las organizaciones actuales encontramos un
increíble parecido, ya que las percepciones organizacionales giran alrededor de hechos observados
en el pasado, mismos que resultan irrelevantes en la mayoría de los casos para las estrategias que
acompañarán el éxito de la compañía, dada la inverosímil movilidad del mundo contemporáneo.
Las realidades compartidas construidas por los prisioneros de la caverna, les impiden imaginar lo
que en verdad existe afuera, y sólo hasta que lo observan, y después de vencer el
deslumbramiento que provoca la luz del exterior de la cueva, es que encuentran libertad y nuevos
esquemas de pensamiento.
Las ataduras de los prisioneros, que les impide mover su cuello y sus piernas, girar y darse vuelta
a fin de ver el mundo desde una perspectiva distinta, equivalen a los modelos mentales que los
miembros de cualquier organización comparten y limitan su funcionamiento, restringen su
capacidad creadora y su velocidad de respuesta ante un medio cambiante y sin rumbo seguro.
El reto más importante que tenemos, al igual que los ocupantes de la cueva en la metáfora de
Platón, es el de lograr desatar las ataduras que nos impiden movernos; y una vez auto-liberados,
compartir con nuestro grupo una nueva visión del mundo, para que en equipo, analicemos esta
nueva realidad y la complementemos a través de la incorporación de nuevas ideas; convencidos
de la necesidad de adaptarlas una vez que las descubramos que son adecuadas a nuestro entorno.
La interrogante principal que debemos plantearnos es: "¿Queremos actuar como los habitantes de
la caverna observando sólo las sombras, escuchando los ecos y percibiendo los reflejos de las
imágenes del mundo o queremos definir nuestro futuro rompiendo a cada momento con nuestros
esquemas mentales?. De la respuesta, depende en gran medida la permanencia de nuestra
Empresa en el mercado internacional y de nuestro futuro en la organización.
10.-SALIENDO DEL OJO DEL HURACAN
En un mundo empresarial de constantes cambios e inestabilidad necesitamos encontrar un centro
que no cambie, que amplíe nuestra perspectiva, que nos permita alcanzar nuestro balance. La
pregunta es: ¿existe?.
Un huracán es un fenómeno atmosférico que provoca vientos de una velocidad superior a los 180
kilómetros por hora. Crea caos y destrucción total, pero su centro (el “ojo” del huracán) es
totalmente calmo. Hoy día vivimos en el mundo empresarial huracanes de globalización. La
competencia nos exige avanzar más rápido y trabajar más horas cada día, lo que genera desgaste
emocional y mental. ¿Qué hacer?. Ubicar el ojo del huracán donde todo es calmo para retomar
fuerzas y seguir luchando. Pero ¿Dónde está ese paraíso?.
Cuentan la historia de una especie de venado, que tiene en una bolsa ubicada debajo de su
estómago una fragancia exquisita. Cuando el venado envejece comienza a sentir la fragancia, pero
no sabe de dónde viene. Empieza a buscarla por todo el campo (en los árboles, en las piedras, en
el río), pero no la encuentra. El venado enloquece buscando la fragancia, y en su desesperación se
arroja a un precipicio tratando de encontrarla en el vacío. Los cazadores, lo recogen muerto
debajo de los precipicios. Lo increíble es que el venado ya tenía lo que buscaba adentro, pero no
lo sabía.
De manera similar, nosotros buscamos la paz y la felicidad fuera, en vez de mirar a nuestro
interior. Las buscamos a través del cumplimiento de metas y retos externos, o del reconocimiento
y aceptación de terceras personas. Pero la búsqueda externa nos lleva a un espiral sin fin en el
que queremos siempre más y más, y lo que logramos es justamente lo contrario de la paz: estrés
e intranquilidad.
Un tesoro escondido en una laguna es muy difícil de encontrar si el viento mueve las aguas. En
cambio, cuando las aguas están calmas se puede ver con claridad la ubicación del tesoro. De
manera similar, tenemos que calmar los vientos de nuestros pensamientos para poder acceder a
un tesoro que yace dentro de nosotros.
En el Oriente le llaman meditación; en el Occidente, silenciamiento. Lo que buscan estas técnicas
es simplemente lograr mantener la mente en blanco (es decir, sin pensamientos) por algunos
minutos. Cuando esto se logra nos invade una sensación de paz y felicidad que reconforta y
tranquiliza, lo que permite retomar el balance. Tener la mente en blanco por unos minutos no es
fácil. Hagamos la prueba en este momento. Paremos de leer y tratemos de no pensar por un
minuto.
Como se pudo comprobar, nos vinieron más pensamientos que nunca. El hábito de pensar lo
tenemos por décadas, y no es fácil cambiarlo. Para lograr el silenciamiento existen muchas
técnicas, maestros y libros. Los resultados no son inmediatos, de manera que se requiere mucha
perseverancia.
Existen numerosos estudios científicos que comprueban los efectos de esta técnica milenaria en
nuestro cuerpo. Por ejemplo, se menciona un estudio realizado por una compañía de seguros. Se
encontró que los clientes que practicaban silenciamiento visitaron 50% menos hospitales, tuvieron
80% menos enfermedades del corazón y 50% menos enfermedades de cáncer que el grupo de
control. Un estudio de una prestigiosa Universidad encontró que a 22 pacientes hipertensos a
quienes les enseñaron técnicas de silenciamiento, lograron una presión normal en cinco años.
Durante el día no podemos ver las estrellas, porque el sol es tan luminoso que nos lo impide. Pero
las estrellas están en el firmamento día y noche. De la misma forma, nuestros sentidos actúan
como el sol: nos iluminan con tantas sensaciones y percepciones, que generan pensamientos que
nos impiden ver el firmamento en nuestro interior.
Los pensamientos son los guardianes de una inmensa bóveda de alegría y tranquilidad que
tenemos todos en nuestro interior. Démosles un descanso a estos guardianes cerrando nuestros
sentidos. Abramos la bóveda y recarguemos nuestras energías para mejorar nuestra salud con
esta inagotable fuente de paz. Salgamos unos minutos del huracán turbulento de decisiones, retos
y problemas empresariales e ingresemos en el ojo calmo. Es probable que desde esta perspectiva
percibamos a este huracán como un simple viento de verano y tengamos mayor capacidad para
tomar decisiones acertadas.
11.-GOLPEÁNDONOS LA CABEZA

Hoy en día, para competir en la carrera empresarial necesitamos que nuestros motores
mentales estén funcionando a su máxima capacidad. Sin embargo, muchos caminan con
motores frenados por los miedos de la preocupación. Qué pensaríamos si encontráramos
en la calle a una persona golpeándose la cabeza contra una pared. Lo más probable es
que pensemos que está loca. ¿No hacemos nosotros lo mismo cuando tenemos un
problema difícil de resolver?. Con la preocupación no nos golpeamos la cabeza
físicamente, pero sí mentalmente. A pesar de que el problema nos angustia, nos llena de
miedo y nos tortura, le seguimos dando vueltas.
Es cierto que la preocupación tiene el objetivo de cuidarnos como especie. Gracias a la
preocupación nos hemos salvado de ser devorados por bestias salvajes. La preocupación
es una emoción que nos alerta de un posible peligro o dificultad. Cuando suena la alarma
de nuestro auto corremos para ver qué sucede, y cuando constatamos que no pasó nada,
la apagamos. No se nos ocurre manejar con la alarma encendida por toda la ciudad. Sin
embargo, cuando suena la alarma mental de la preocupación y nos alerta sobre un
problema, generalmente la dejamos prendida, lo que desgasta nuestras baterías. Cuando
vivimos preocupados no sólo se reduce nuestra capacidad de pensamiento, sino que
además dañamos nuestro cuerpo.
En un estudio hecho a 75 pacientes de cáncer, los investigadores descubrieron que existía
un vínculo directo entre el estado mental del paciente y el sistema inmunológico.
Descubrieron que emociones negativas severas debilitan el sistema inmunológico.
Si las preocupaciones y angustias nos hacen daño, entonces ¿por qué nos preocupamos? .
Quizá porque nos gusta tener la razón. Cuando nos preocupamos filtramos lo bueno y nos
concentramos en lo malo. Estamos pendientes de lo que puede suceder y nuestros
pensamientos son negativos. Como la mente es muy poderosa y lo que piensa
generalmente se cumple, es más frecuente que confirmemos que lo que presagiábamos
era correcto; es decir, que nos pase lo malo. Este resultado va creando un hábito de
preocupaciones. La preocupación no permite que veamos objetivamente un problema.
Cuando terminemos de preocuparnos veremos que cualquier circunstancia se puede
superar con esfuerzo y persistencia.
Lo que nos preocupa es muchas veces como un globo enorme donde se han dibujado
monstruos. Mientras más nos preocupamos, más inflamos el globo y más nos asusta. Una
técnica que nos permite desinflar el globo, consiste en preguntarse varias veces “¿qué
pasaría si lo que me preocupa y angustia realmente ocurriera?”. Por ejemplo, supongamos
que nos preocupa que un subordinado clave se marche de la empresa. ¿Qué pasaría si ello
ocurriera?. Quedaría un vacío en esta área de la empresa. ¿Qué pasaría después?.
Tendríamos que trabajar todos más para poder cubrirlo mientras buscamos su reemplazo.
¿Qué pasaría después?. Quizá bajaríamos nuestra productividad y la competencia se
aprovecharía de tal situación. ¿Qué pasaría después?. Estamos seguros que nos
pondríamos al día rápidamente. Como ven, el globo se fue desinflando poco a poco; es
cierto que el problema subsiste, pero ya no tiene la magnitud que uno imaginaba
inicialmente.
La mente es como una radio. La podemos sintonizar en una estación de música melodiosa
y relajarnos, o podemos dejar el dial en una frecuencia de interferencias y ruidos
estridentes. Sólo de nosotros depende romper la preocupación y sintonizar pensamientos
melodiosos que refuercen nuestra salud y bienestar.

12.-REACCIÓN O CREACIÓN

A cada instante el supervisor tiene dos alternativas: la creación o la reacción ante las
circunstancias. Dos palabras con un significado tan diferente pero que se escriben con las mismas
letras: únicamente se distinguen por la posición de una C.
Se cuenta que un gerente trabajó muy duro con su equipo para ganar una licitación, pero su
empresa quedó descalificada por la falta de un documento. El gerente, furioso, maltrató y gritó a
su equipo, y humilló a la persona que debió responsabilizarse. Al poco tiempo el gerente descubrió
que no hubo error en su equipo, sino más bien un problema en la licitación. Se arrepintió y se
avergonzó.
Ante un estímulo externo (perder la licitación), el gerente se dejó llevar por sus instintos y miedos.
Entró en un ciclo negativo y destructivo para él mismo y para la organización. Reaccionó
apresuradamente creando un entorno de desconfianza poco motivador.
Existen dos alternativas para enfrentar situaciones: la creación o la reacción; palabras que
significan cosas contrarias, pero que se escriben con las mismas letras. En la reacción no existe
control sobre lo que hacemos. Perdemos el poder; no somos responsables por nuestros actos y
buscamos un culpable. En la creación, en cambio, somos libres de responder ante un estímulo,
tenemos poder sobre nuestros actos y enfrentamos con creatividad y positivismo las
circunstancias.
Son muchas las veces en nuestra vida que recurrimos al hábito de la reacción. Reaccionamos
negativamente cuando las cosas no salen como queremos, cuando nos dan una mala noticia,
cuando no alcanzamos una meta, o hasta en una circunstancia tan cotidiana como cuando alguien
nos cruza con su auto mientras estamos manejando. La conducta de reacción nos llena de
pensamientos y emociones negativas que bloquean nuestra capacidad de análisis y raciocinio y
afectan nuestra salud. Esto resulta peligroso, porque hoy más que nunca se requiere que el
supervisor sea positivo, que esté despierto y consciente en la toma de decisiones y en la
comunicación con su personal.
Los pasos para conseguir una conducta de creación son:
Adoptemos una posición de observadores: Al enfrentar un estímulo difícil, no lo tomemos
personalmente. Observemos externamente nuestros sentimientos y pensamientos. Tratemos de
estar conscientes de lo que nos está ocurriendo.
Cuestionemos supuestos: La realidad que percibimos pasa por nuestras creencias, prejuicios y
supuestos, muchas veces equivocados y egoístas. Si una persona nos critica en público, antes de
reaccionar negativamente suponiendo que nos quiere atacar, pensemos que esa persona podría
tener un problema grave, o que no se dio cuenta.
Tengamos ciclos mentales positivos: Los pensamientos negativos traen emociones negativas
y generan un círculo vicioso que fomenta conductas de reacción. Tomemos conciencia de nuestros
pensamientos en cada instante y mantengámonos en ciclos mentales positivos.
Cuentan que en un país lejano vivía un hombre que tenía un caballo muy fino al que quería
mucho. Un día el caballo fugó. Su vecino se acercó y le dijo: “Es una mala suerte que se escapara
su caballo”. El hombre respondió: “No sé si será buena o mala suerte”. Al día siguiente su caballo
regresó junto con una yegua muy fina. Vino el vecino y le dijo: “Que buena suerte que tienes”. El
hombre respondió: “No sé si será buena o mala suerte”. Días más tarde su hijo se rompió la pierna
al tratar de domar a la yegua. El vecino corrió a auxiliarle y le dijo: “Qué mala suerte la de tu hijo”.
El hombre dijo: “No sé si será buena o mala suerte”. Al poco tiempo el país entró en guerra, vino
el vecino llorando y le dijo: “Mis hijos se fueron a la guerra, quizá no regresen nunca. Tienes
suerte de que tu hijo siga mal de la pierna”. El hombre respondió: “No sé si será buena o mala
suerte”.
Cuando nos enfrentemos a circunstancias en el trabajo, tratemos de actuar como este hombre:
con desapego. Las cosas no son buenas ni malas; son nuestra percepción y voluntad las que
finalmente definen dónde colocamos la C, en la reacción o en la creación de nuestro futuro.
13.-REPRESANDO CONOCIMIENTOS

¿Qué pensaríamos si recorremos una empresa y encontramos en los basureros de las oficinas equipos
modernos de cómputo sin usar?. Lo mismo ocurre cuando nos capacitamos y descartamos los conocimientos
al no aplicarlos.
Los ríos irrigan los territorios alimentando los campos en su recorrido y dando vida a las personas. Su
potencial se desperdicia cuando el agua no es almacenada y va al mar. Lo mismo ocurre con el conocimiento
en las empresas. Se invierten grandes recursos en capacitación, pero ¿Cuánto de lo aprendido se aplica
irrigando las áreas de la empresa con ideas frescas y nuevas tecnologías? ¿Cuántos conocimientos terminan
en los mares de la competencia cuando perdemos a nuestros empleados?. Cuando compramos un equipo en
la empresa, ¿nos aseguramos de que lo usen, de que no se pierda y sea utilizado para ganar calidad o
ventajas competitivas?. Si queremos lograr organizaciones “aprehendientes”, tenemos que percibir el
conocimiento como un activo tan importante como los equipos y crear un sistema para almacenarlo, cuidarlo
y difundirlo.
Un estudio presentado por un grupo científico reveló que los asistentes a programas de capacitación
empresariales retienen en promedio, solo 10 % de lo enseñado. Si queremos aumentar esta retención,
debemos poner en práctica una política para que los participantes enseñen el curso aprendido a sus equipos
de trabajo. Si tienen que enseñar los temas, prestarán más atención, tomarán mejores notas y estudiaran a
fondo para aplicar y enseñar lo aprendido. Por otro lado, con esta política estamos difundiendo el
conocimiento dentro de la empresa y logrando un mayor retorno sobre la inversión en capacitación.
Hoy el conocimiento en una disciplina se renueva cada dos o tres años. La destreza más importante que
debe tener un ejecutivo es “aprender a aprender”. Así se mantiene actualizado y ayuda a su organización a
ser competitiva. Pero ni en el colegio ni en la universidad nos formaron esta habilidad. Nos acostumbraron a
ser receptores pasivos del conocimiento, a recibir exposiciones teóricas, a tomar notas y a recibir
evaluaciones memorísticas. No descubrimos información ni investigamos por nuestra cuenta. Una fuente
externa a nosotros, el profesor, dueño de los conocimientos, nos limitaba a repetirlos. Hoy tenemos que
lograr por nuestra cuenta el hábito de “aprender a aprender”. Cuando se quiera dominar alguna destreza,
hay que decidir enseñarla. Sólo al estudiar, aplicar y enseñar se logra el mejor aprendizaje.
Otra estrategia para aumentar la retención de lo aprendido es pedir a la persona que siguió el curso un
resumen ejecutivo de cómo está implementando la capacitación por efecto multiplicador. Así los
conocimientos aprendidos no servirán sólo como adornos académicos en las oficinas, sino que aumentarán
la productividad.
Otro aspecto que aumenta o disminuye la retención es la metodología del entrenamiento. Cuando vemos
una buena película, nos entretenemos y pasamos un buen momento. De la misma manera, un expositor
entretenido puede hacer que los participantes pasen un buen momento.
Los participantes sólo pueden escuchar y retener 20 minutos de una exposición. Para retener todo lo
enseñado necesitamos aplicar lo aprendido. Seleccionemos programas de capacitación no sólo sobre la base
del expositor, hay que investigar su metodología, allí está la llave de la retención.
Cuentan que un discípulo solicitó a su maestro que le enseñara a dejar de comer dulces. Este le pidió que
regresara en tres semanas. El discípulo le dijo que requería saber la fórmula en ese momento. El maestro
insistió en que regresara en tres semanas. El discípulo insistió una vez más. Pero el maestro dio la misma
respuesta. A las tres semanas, el discípulo regresó y el maestro le dio una receta de hierbas y flores. El
discípulo, intrigado, le preguntó: “Maestro, ¿por qué no me diste la receta tres semanas atrás?. El maestro le
respondió: “Primero tenía que aprender yo a dejar de comer dulces para poder enseñarte”.
Como el maestro, hagamos que nuestro personal estudie, aplique y enseñe a sus compañeros; así logrará
represar los conocimientos e irrigarlos por toda la organización.
14.-CONTROL DEL EGO

Imaginémonos que somos actores de teatro que actuamos con una máscara. Un día, vamos a
nuestra casa y nos da pereza quitarnos la máscara. Nuestra pareja nos pide que la saquemos,
pero le decimos que lo haremos más tarde. Pasamos todo el día con la máscara puesta y, al
día siguiente, nos vamos a actuar con ella. Regresamos a nuestra casa con la máscara puesta
y no la sacamos. Así, después de usar la máscara durante tres meses, no sabemos quienes
somos y quien es la máscara. Nos hemos fusionado con la máscara y ahora ella es parte de
nosotros.
Lo mismo nos pasa con el ego. El ego es una máscara que llevamos puesta desde hace
muchos años y estamos fundidos con ella. No sabemos diferenciar qué es lo que hacemos por
nosotros mismos y lo que hacemos por la manipulación del ego.
Según la sicología, el ego es el yo. Sin embargo, la definición de ego está relacionada con la
autoestima. El ego es una personalidad inferior que se crea cuando la persona tiene una
autoestima baja; es decir, una sensación de baja valía y competencia personal. El ego, a
través de sus múltiples manifestaciones, trata de ocultar a toda costa que la persona se siente
internamente insegura, no valorada y poco querida. En la sicología, a esta personalidad
inferior se le reconoce como el falso yo.
Cuando comprimimos un resorte con nuestra mano, sentimos automáticamente una fuerza de
reacción que tiende a descomprimir el resorte. Esta fuerza puede compararse al ego. Cuando
nuestro “resorte” de la autoestima está bajo o comprimido, el ego trata a toda costa de
subirlo. Pero todos los mecanismos que usa son soluciones temporales, que dan una
sensación de seguridad y valía temporal, pero no elevan la autoestima. Algunos ejemplos:
hablar a espaldas de las personas para sentirnos mejores que ellas, encontrar los errores en
nuestros subordinados para sentirnos superiores, o no aceptar que nos equivocamos y así
negarnos la oportunidad de aprender de nuestros errores.
Imaginemos a un hombre que tiene una baja autoestima y, como consecuencia, un ego muy
fuerte. El quiere demostrarle al mundo que es el mejor de todos. Estudia rigurosamente para
ingresar a la universidad y logra aprobar. Ya en la universidad, quiere demostrar a todos que
es el mejor alumno, que es superior. Estudia muchísimo, con perseverancia, y logra excelentes
notas. Lo premian como el mejor alumno de la universidad. Durante la ceremonia de entrega
del premio, lo recibe con soberbia y se lo muestra a todos sus amigos, diciendo mentalmente:
“¿Ven?, Soy el mejor”. Luego es contratado por una empresa importante. Se esfuerza, trabaja
más que todos, se queda en la oficina los fines de semana y hasta muy tarde en las noches.
Quiere probar que no hay nadie mejor que él. Pasa un tiempo y lo ascienden a gerente.
El ego le ha dado éxitos en la vida a esta persona. Ha llegado muy alto en la escalera
profesional. Pero, ¿Realmente es feliz?. Lo más probable es que no lo sea. No se puede ser
feliz sólo viviendo para afuera; viviendo para probarle al mundo que uno es el mejor. Podemos
lograr los mismos éxitos si nos proponemos porque queremos y no porque la máscara nos
manipule.
Cuando vivimos en el ego, vivimos desequilibrados. Vivimos con pensamientos y emociones de
odio, envidia, preocupación y angustia. En cambio, cuando estamos en equilibrio, paz y
felicidad, nos alejamos de la máscara.
Entonces, ¿es malo el ego?. Eso nosotros lo decidimos. Lo que es cierto es que el ego es
inherente al ser humano. ¿Qué hacer con él?. En primer lugar, tomemos conciencia de que
existe la máscara, así como las conductas que genera en nosotros. Mantengamos nuestro ego
bajo control y no dejemos que nos conduzca a acciones no deseadas.
15.-LA BATALLA ENTRE DOS PILOTOS
¿Qué pasaría si una empresa tuviera dos gerentes generales tratando de tomar el poder?.
Probablemente sería un combate eterno. Lo mismo ocurre en nuestra mente. Hay dos gerentes
generales que tienen misiones distintas. La pregunta es: ¿A cuál le damos el poder?.
Las antiguas escrituras hindúes cuentan que un príncipe observó a un hombre acostado bajo un
árbol, con la boca abierta, recibiendo la miel que goteaba de un panal. También observó a una
serpiente venenosa acercándose al hombre. El príncipe advirtió al hombre del peligro, pero éste,
inconsciente de su realidad, respondió: “Me quieres engañar para ocupar mi sitio y comerte mi
miel”.
En esta historia, la miel representa el gozo del mundo de los sentidos y lo material, y la serpiente
representa el avance del tiempo. Nos muestra cómo muchos de los seres humanos dedican su vida
al gozo de los sentidos y de lo material, desaprovechando el tiempo para buscar su verdadera
felicidad. Lo peor de todo, como lo narra la historia, es que no son conscientes de su problema.
Nuestra vida es una permanente batalla entre dos adversarios poderosos que residen en nuestro
ser: el ego y el espíritu. El ego orienta nuestra vida hacia fuera, buscando la felicidad en el mundo
externo. Lo hace a través de la compra de bienes materiales superfluos, del logro de metas que
demuestren que somos capaces, y de la permanente búsqueda de aprobación, atención y
admiración de los demás.
Para el ego, el poder se obtiene de lo exterior, de lo que opinan las personas de nosotros. El ego
genera emociones como la ira, el odio, la envidia, la angustia y la codicia, que son sus armas para
hacernos actuar y para conseguir lo que queremos.
Por otro lado, el espíritu orienta nuestra vida hacia adentro, buscando la felicidad en nuestro
mundo interior a través de la oración, el silencio y la meditación; tratando de ayudar, servir y
entregar a terceros desinteresadamente.
Para el espíritu, el poder se obtiene de nuestro interior, de lograr paz, equilibrio y una conexión
con nosotros mismos y con la divinidad. El espíritu genera sensaciones de compasión,
comprensión, respeto, paz y amor.
Nuestro cuerpo es como un auto que tiene dos pilotos: el ego y el espíritu. El ego quiere ganar la
carrera a toda costa, para que la gente lo admire como el mejor. Al espíritu, en cambio, le interesa
disfrutar el camino, conectarse con la naturaleza, conducir en paz y, además, servir y ayudar a las
personas con las que se cruza.
Ambos tienen objetivos muy distintos en la vida. ¿Cuál conductor traerá nuestra verdadera
felicidad?. La respuesta es evidente: el espíritu. El problema reside en que la competencia y
turbulencia del mundo ha puesto a dormir al espíritu en el asiento de atrás de nuestro auto, y ha
escogido al ego como nuestro piloto. Lo peor de todo es que muchos hemos olvidado que existe
ese piloto espiritual.
En la empresa de hoy se invierte capacitando a los ejecutivos en métodos de trabajo en equipo,
comunicación interpersonal y gerencia de conflictos, entre otros. Estos cursos, además de ser herramientas
útiles, tienen un común denominador: le quitan el volante al ego y nos ayudan a traer el espíritu al trabajo.
El ego, sin embargo, tiene una “fuerza de gravedad” casi tan poderosa como la de la tierra, que no nos deja
salir de él fácilmente. Cuando el transbordador Discovery sale en sus misiones espaciales, necesita una gran
cantidad de energía para despegar y vencer la fuerza de gravedad. Una vez en el espacio, puede
desplazarse fácilmente. De la misma manera, el ego desplegará toda su fuerza para engañarnos y
convencernos de que él es el único piloto que existe, para mantener así su influencia.
Para salir de la “fuerza de gravedad” del ego, necesitaremos mucha energía de nuestra parte. Necesitamos
orientar nuestra vida hacia la introversión, estar a solas con nosotros mismos y tratar de conectarnos con
nuestro espíritu. Sólo de esta forma podremos conducir nuestra vida hacia la felicidad.
16.-¿SABEMOS VALORAR LO QUE TENEMOS?

Haga la prueba y deje de respirar por un minuto. Al intentarlo, habrá recordado que no podemos vivir
sin respirar. Y es que la respiración es indispensable para nuestra vida, pero rara vez tomamos
conciencia de su importancia hasta que la perdemos. Lo mismo ocurre en la empresa, cuando no
valoramos a nuestro personal, o a nuestra organización, hasta que los perdemos.
Una persona le pidió al rabino de su comunidad que lo ayudara, porque ya no soportaba la estrechez
de la habitación que ocupaban él, su mujer y sus tres hijos. El rabino prometió ayudarlo, pero primero
le preguntó: “¿Cuántos animales tienes?”. El hombre respondió: “Una vaca, una cabra y seis gallinas”.
El rabino le pidió que, durante una semana, hiciera a los animales entrar en el cuarto. A la semana
regresó la persona, desesperada, contándole que su casa era un caos, que no había espacio, que los
animales ensuciaban todo. El rabino le dijo que sacara a los animales y que volviera al día siguiente. Así
lo hizo, y el rabino le preguntó entonces cómo estaba su casa. El hombre respondió: “¡Me encanta!, es
limpia, maravillosa y muy espaciosa”.
Esta historia recalca la importancia de valorar lo que tenemos, ya que con frecuencia no lo hacemos.
Cuando trabajamos en una empresa, en ocasiones no valoramos el puesto que ocupamos ni la
organización dentro de la misma. Muchas veces nos quejamos del trabajo, del estrés, del estilo del jefe,
de las políticas de la institución, y soñamos con encontrar un puesto mejor en remuneración y
prestigio. Lo mismo ocurre cuando tenemos un subordinado que no nos convence y quisiéramos
encontrar una persona más eficiente y capaz. O cuando tenemos una pareja y vemos sólo sus
defectos: nos concentramos en lo negativo y soñamos con encontrar a la persona ideal.
Una de las principales causas por las que no valoramos lo que tenemos es nuestra falta de autoestima.
Cuando una persona no se siente competente o valorada, busca permanentemente lo negativo en los
demás y en su entorno. Anda por la vida con “lentes para eclipse”, lentes opacos que hacen que vea su
realidad totalmente oscura. Al “oscurecer” a las personas y el entorno, se “realza” a sí mismo y se
siente temporalmente superior.
Si nuestra autoestima es baja, sentimos que nada es suficiente para nosotros, que nos merecemos
mucho más; cuando, en el fondo, lo que hacemos es ocultar nuestra propia inseguridad. No está mal
querer crecer profesionalmente. El problema surge cuando sólo vemos la parte negativa de la realidad
y sobre esa base decidimos nuestro futuro. Lo mismo ocurre cuando permanentemente encontramos
defectos y rasgos deficientes en nuestros subordinados. Necesitamos sentir que somos mejores que
ellos, para así ocultar que nos sentimos poco competentes. Todas las personas tenemos defectos, pero
también virtudes. Cuando vemos la realidad con nuestros “lentes de eclipse”, únicamente vemos lo
negativo y perdemos información valiosa para la toma de decisiones.
Cuentan que en una organización un gerente general tenía a su cargo a un gerente de marketing.
Estaba tan cansado de su desorden e incumplimiento de plazos que lo único que hacía era
enfatizárselo. Esta persona, desmotivada, terminó renunciando a la organización. Sólo cuando se
marchó se dio cuenta de sus virtudes y del valor que tenía para la Institución. Este gerente general
estaba “apegado” a la imagen de un gerente de marketing perfecto, que obviamente no existe.
Cuentan que una pareja le puso Increíble de nombre a su hijo, pues tenían la certeza de que haría
cosas increíbles en la vida. Sin embargo, Increíble tuvo una vida tranquila, se casó y vivió fiel a su
esposa durante sesenta años. Sus amigos lo fastidiaban porque su vida no concordaba con su nombre.
Antes de morir, Increíble le pidió a su esposa que no colocara su nombre en su lápida, ya que no
quería escuchar las burlas de sus amigos desde el cielo. Cuando murió, su mujer, obedeciendo el
pedido de su esposo, únicamente puso en su lápida: “Aquí yace un hombre que le fue fiel a su esposa
durante sesenta años”. Paradójicamente, cuando la gente pasaba por el cementerio y leía la lápida,
exclamaba: “¡Increíble!”.
Frecuentemente no vemos lo increíble, aun cuando está enfrente nuestro. Aprendamos a verlo en las
organizaciones y en las personas con las que trabajamos a diario, brindándoles los recursos que sean
necesarios para optimizar su labor, y no esperemos hasta perder lo que tenemos para sólo entonces
descubrir su verdadero valor.
17.-CUANDO EL CLIENTE NO TIENE LA RAZON

Lo que se enseña en cursos, seminarios y libros modernos de gestión es que el cliente siempre
tiene la razón. Sin embargo, hay oportunidades en las que servir a un cliente puede ser
destructivo para la organización.
En un curso llevado a cabo en la ciudad, uno de los participantes causó muchos problemas. Con su
ira y sarcasmo, creaba un clima negativo quejándose de todo, muchas veces sin sustento. Al poco
tiempo, todos los demás participantes se contagiaron de su virus de negatividad. Era tan
exagerada la crítica que se llegó a pensar que había sido enviado por la competencia. Finalmente
la institución le pidió que se retirara, devolviéndole su dinero. Como por arte de magia, al retirarse
este participante el nivel de satisfacción volvió a ser bueno.
Cuando un cliente compra un bien, tiene una serie de necesidades y deseos conscientes e
inconscientes que requiere satisfacer. Sin embargo, el problema se presenta cuando la necesidad
del cliente es reafirmar su valía y competencia personal, a través de la agresión y negatividad
hacia los demás.
La verdadera necesidad del cliente del ejemplo anterior no era capacitarse, sino reafirmar su
sensación de valoración y competencia. Como tenía un nivel de autoestima bajo, buscaba lo malo
en todo lo que lo rodeaba, para sentirse superior y poder decir que “él sí sabía hacer las cosas
bien”. En otras palabras, estaba tratando de elevar su ego a costa de la institución.
Cuando llegamos a un restaurante sin hambre, y olemos un sabroso aroma de comida de la mesa
vecina, se nos abre el apetito y nos provoca comer. Lo mismo ocurre con la negatividad. Cuando
estamos junto a alguien que alimenta su ego en lo negativo, se despierta nuestro apetito mediante
el ego y terminamos contaminados por el virus de la negatividad. Al hallar lo malo de un producto,
nos sentimos temporalmente superiores y satisfechos. Sin embargo, sin darnos cuenta, estamos
sustituyendo una necesidad constructiva por un deseo negativo. En el ejemplo anterior, el
participante sustituyó la necesidad de crecer profesionalmente por un deseo de elevar su ego,
desaprovechando su oportunidad de capacitarse. Siempre existe la ocasión de mejorar un
producto o servicio. Lo importante para el cliente es comprobar que la empresa está
comprometida con la calidad y el servicio al cliente.
La tendencia, hoy, es hacer lo imposible por servir al cliente. Sin embargo, ante un cliente como el
del ejemplo anterior lo peor que puede hacer la empresa es hacerle caso, El necesita sentirse
poderoso pidiendo lo imposible y nunca quedará satisfecho. Recordemos que él no está buscando
realmente el servicio o producto, sino únicamente elevar su ego. ¿Qué hacer?.
Primero, hablar con él y desenmascararlo. La comunicación debe ser sincera y con respeto. En la
mayoría de los casos, este paso basta para que la persona cambie. El ego es una máscara que
quiere ocultar nuestras inseguridades. Cuando las descubren, ya no es necesario seguir usando la
máscara. Sin embargo, si el cliente no mejora su comportamiento, es mejor devolverle su dinero y
pedirle que se retire.
Esopo cuenta la fábula de un zorro que vio a un ave recoger un pedazo de pan y posarse luego en
una rama. El zorro fue hacia donde estaba el ave y le dijo: “Me han contado que eres la mejor y la
más bella de las aves. Tienes preciosas alas y un cuerpo blanco que impresiona. También me han
contado que eres el ave que mejor canta. Es una pena que no podamos escucharte”. En ese
momento el ave, que quería demostrar que efectivamente era la mejor, empezó a cantar, y el pan
que llevaba en el pico cayó al suelo. El zorro rápidamente capturó el pan y se marchó, dejando al
ave cantando sola. El ego impidió al ave disfrutar su alimento.
Tomemos conciencia de nuestras conductas y no dejemos que nuestro ego nos impida disfrutar y
crecer.
18.-LA VERDADERA RIQUEZA
En la vida estamos como en una carrera en el desierto, en la que todos queremos alcanzar el
oasis que queda al final del camino. Nos entregamos de lleno a esta carrera, pero cuando
estamos cerca de alcanzarlo, vemos que sólo era un espejismo. En ese momento volvemos a
percibir un nuevo oasis en el horizonte y seguimos corriendo, esperando que esta vez sí será
real. El agua del oasis es la felicidad, pero la buscamos en el sitio equivocado.
Cuentan que un hombre quería mostrarle a su hijo la pobreza, y lo llevó donde una familia
campesina. Al regresar, le preguntó al niño: “¿Qué te pareció la pobreza?. El niño respondió:
“¿De qué pobreza me hablas?. Ellos tienen cuatro perros; yo tengo uno. Nuestra piscina llega
sólo hasta la mitad del jardín; en cambio, ellos tienen un riachuelo que nunca termina.
Nosotros tenemos lámparas importadas; ellos tienen estrellas. Nuestro patio llega hasta la
pared del vecino; el de ellos termina en el horizonte. Ellos tienen tiempo para sentarse a
conversar juntos; en cambio, tú y mamá tienen que trabajar todo el tiempo y nunca los veo”.
El hijo finalmente añadió: “Gracias, papá, por mostrarme tanta riqueza”.
La verdadera riqueza la encontramos sólo cuando somos felices. Es cierto que, para lograr
nuestra felicidad, existen ciertas necesidades básicas que se debe cubrir con el fruto de
nuestro trabajo. Pero, una vez cubiertas, queremos más y más. Entramos en un círculo vicioso
de trabajar para comprar. No sólo queremos más bienes: también queremos mejores puestos
en el trabajo, metas más audaces o destacar ante terceros.
Sin embargo, el trabajo, los bienes materiales y los logros son un medio para obtener la
felicidad, pero no son la felicidad en sí misma. Muchas veces nos pasamos la vida en los
medios y nos olvidamos del verdadero fin. Es como pasarse la vida pelando una manzana y
comiéndose la cáscara, pero sin llegar a comer la pulpa de la fruta. O como jugar un partido
de fútbol, haciendo excelentes jugadas, sin meter goles. Un partido se gana con goles y la
vida vale la pena si logramos nuestra felicidad.
La carrera de ascensos en la empresa es una carrera egoísta. Se concentra en destacar, en
demostrar a los demás que somos capaces. Nos concentramos sólo en alcanzar nuestros
objetivos y, una vez logrados, buscamos el reto en objetivos aún más audaces. Es como si
tuviéramos sed de felicidad y, para saciar esa sed, buscáramos la laguna de la felicidad en la
cima de una montaña. Sin embargo, al escalar la montaña, nos damos cuenta de que la
verdadera cima está más arriba y seguimos subiendo. Nos pasamos la vida escalando,
tratando de llegar a la laguna, cuando por nuestro lado pasa un río lleno de felicidad el cual
no vemos.
Como dicen varios pensadores orientales, vivimos nuestra vida orientada hacia el futuro.
Pensamos que en el futuro seremos felices: “cuando compre el carro, o la casa”, “cuando me
vaya de viaje”, “cuando mis hijos crezcan”, “cuando me asciendan”, “cuando logre mis
metas”. Pero la única forma de encontrar la felicidad es viviendo y disfrutando el presente.
¿Dónde está la felicidad?. En las cosas que hacemos por encima de nosotros mismos: cuando
en nuestro camino ayudamos a terceros de forma desinteresada, cuando compartimos
momentos con nuestra pareja, hijos y amigos; cuando aportamos y servimos a una causa con
mucho significado para nosotros, o cuando cultivamos nuestra espiritualidad.
Esopo cuenta que un perro tenía un pedazo de carne en la boca cuando se disponía a cruzar
un río. Al ver su reflejo en el agua, pensó que había otro perro con un pedazo mayor. Así, el
animal soltó su presa y se arrojó contra su propio reflejo para robarle su carne. Como
resultado, el perro se quedó sin nada, pues su carne fue arrastrada por la corriente.
Que no nos pase en la vida lo que le ocurrió al perro de la fábula. Aprendamos a disfrutar lo
que tenemos, a vivir, a disfrutar el presente y a servir, para que, cuando llegue el futuro,
podamos mirar hacia atrás y veamos la verdadera felicidad que hemos vivido y que seguimos
viviendo.
19¿SON LOS NEGOCIOS UNA GUERRA?
El mundo empresarial ha sido comparado frecuentemente con la guerra. Es usual que empresas usen
tácticas militares para combatir en su mercado. Pero, ¿son realmente los negocios una guerra?, ¿o es un
problema de percepción?.
Cuentan que un general estaba a punto de conducir a su ejército para enfrentar a un enemigo que lo
duplicaba en número. Sus hombres estaban desmoralizados, con miedo de no poder vencer a sus
oponentes. Camino a la batalla, el general arengó a su ejército señalando que tenía una moneda mágica. Si
la tiraba al aire y salía sello, era una señal de que Dios estaba de su lado y lograrían una victoria divina. Sin
embargo, si salía cara, perderían la batalla. Enfrente de su ejército, el general tiró la moneda y salió sello,
causando gran júbilo entre los hombres. Esto hizo que los combatientes olvidaran el miedo y les dio
confianza para derrotar a sus enemigos. Después de la batalla, un comandante se le acercó al general y le
preguntó: “¿Qué habría pasado si en vez de sello hubiera salido cara?”. “Imposible”, respondió el general.
“Mi moneda mágica tiene sello por los dos lados”.
El miedo del hombre ha sido manipulado, desde tiempos ancestrales, para ganar o perder batallas en la
guerra. Las batallas se ganan o se pierden primero en la mente de los combatientes. Si se logra infundir
miedo al oponente, existen muchas posibilidades de ganar la guerra.

En el mundo empresarial los ejecutivos, inmersos en la competencia, realmente están convencidos


de que están peleando una cruel guerra. Están combatiendo por su mercado, defendiendo sus
posiciones y tratando de capturar nuevas posiciones. Usan todo tipo de tácticas para ganar, están
en una carrera contra el tiempo para crear nuevas armas, es decir, productos, para poder penetrar
nuevos territorios y tener más crecimiento. Están concentrados en lograr sus propias metas,
destacar y hacer crecer su empresa.
Para el ejecutivo, el libre mercado significa libertad para ganar, crecer y desplazar a la
competencia. Pero también es cierto que, bajo este paradigma, el ejecutivo vive permanentemente
en el miedo: Miedo a no lograr sus metas, miedo a perder mercado y miedo a ser desplazado.
Pero el concepto de libre mercado se crea con otro objetivo: el de servir mejor al cliente. Al existir
la competencia, el cliente tiene opciones entre las cuales escoger para tener productos de buena
calidad. Este objetivo no está basado en el miedo, sino en todo caso en el deseo de que las
personas mejoren su calidad de vida.
El libre mercado tiene como fin el servicio, pero los ejecutivos que laboran en la empresa tienen
generalmente fines egoístas. Las dos fuerzas se oponen: mientras una trata de aumentar la
cantidad de competidores y bajar los precios, la otra trata de reducirlos para lograr un monopolio
u oligopolio y subir los precios.
Es como participar en una competencia de balsas contra la corriente. El caudal natural del río fluye
hacia el mar, pero los hombres que van en las balsas reman en sentido contrario. En esta
competencia, se requiere mucho esfuerzo y sacrificio. En cambio, si las balsas van en el mismo
sentido de la corriente, todo es fácil y fluye con más naturalidad.
Lo mismo hay que hacer en la empresa. Debemos alinearnos con la corriente natural del
paradigma de servicio y dejar de remar en contra de la corriente, buscando sólo nuestras metas
egoístas. Cuando nos concentramos en cómo servir mejor a nuestro cliente, en cómo dar lo mejor
de nosotros, en cómo ayudar a nuestro cliente en tener el mejor producto, y dejamos nuestros
intereses egoístas, ocurre un fenómeno mágico: se va el miedo y crece nuestra satisfacción y
felicidad.
Si nuestra competencia saca un mejor producto, no nos aterroricemos ni nos paralicemos por el
miedo a que nos quiten el mercado. En cambio, concentrémonos en cómo servir mejor a nuestro
cliente y en cómo crear otros productos que le den más felicidad y satisfacción.
Bajo el paradigma del egoísmo, el mundo empresarial es peor que una jungla de animales
salvajes. En la jungla, el león no mata venados para acumularlos y mostrarle a sus competidores,
los otros leones, que tiene más que ellos. Los leones no viven torturándose con la posibilidad de
que otros les quiten sus venados cazados. Cambiemos de paradigma, concentrémonos en el
cliente, sirvámoslo dentro de lo mejor posible. Así, nunca más será necesario que nuestro líder use
“monedas mágicas” para motivarnos.
20.-LA CONTABILIDAD DE LA VIDA

La contabilidad empresarial nos entrega información que permite tomar decisiones para el desarrollo y
crecimiento económico de la organización. De la misma forma, la contabilidad de la vida nos ayuda a tomar
decisiones para el crecimiento y desarrollo personal. El problema es que muy pocas personas llevan esta
última contabilidad.
En los balances contables de la empresa existen activos tangibles como equipos, maquinarias y edificios. A
través del uso de estos activos, la empresa cumple sus objetivos. En la contabilidad de nuestra vida tenemos
un solo activo tangible en el balance: nuestro cuerpo. A través de éste podemos lograr nuestros objetivos en
la vida. A diferencia de los activos empresariales, que se deprecian (pierden valor) con el uso y luego se
reemplazan, nuestro cuerpo es irreemplazable, a pesar de su depreciación.
En la contabilidad empresarial hay tiempos establecidos por ley para depreciar los activos, dependiendo de
su tipo. En nuestra vida, el ritmo de depreciación del cuerpo no es impuesto: lo decidimos nosotros a través
de nuestros actos y pensamientos. Llevar una vida equilibrada, con deporte, comidas balanceadas, adecuado
descanso y pensamientos positivos, y sin drogas, cigarrillos ni alcohol, reduce la tasa de depreciación.
¿Qué tan depreciado está nuestro cuerpo?. Es decir, ¿Cuál es nuestra verdadera edad?. No nos referimos a
la edad cronológica, sino a la edad biológica de nuestros órganos.
Si conducimos el auto a mucha velocidad, nos detendrán las sirenas de los policías. Si conducimos nuestro
cuerpo a mucha velocidad, nos encontraremos con un auto con sirena que no viene a detenernos, sino a
recogernos: la ambulancia, y quizás ya sea demasiado tarde. Nuestro cuerpo es el único vehículo que
nosotros tenemos para lograr nuestras metas en la vida. Cuidémoslo.
Otra categoría de activos en la contabilidad son los intangibles. La contabilidad de la vida tiene el activo
intangible de la credibilidad. Cuando nuestras palabras concuerdan con nuestras acciones, la cuenta de
credibilidad crece. Cuando difieren, el ritmo de depreciación es muy alto. Es igual que un globo de aire. Cada
vez que soplamos, el nivel de aire crece y el globo se infla ligeramente. Sin embargo, cuando lo pinchamos
con un alfiler, se desinfla violentamente. Una acción que no concuerda con nuestras creencias y con
nuestras palabras es como el alfiler del globo.
Otros activos intangibles son la seguridad en nosotros mismos, una actitud positiva hacia la vida, nuestras
destrezas profesionales y personales, nuestros conocimientos, nuestros hábitos positivos, nuestras
relaciones de amistad y amor con la persona, la pareja y la familia. Tomemos un tiempo para poder evaluar
nuestros activos intangibles. ¿En qué nivel se encuentran?. ¿Qué hemos hecho últimamente para hacerlos
crecer?.
La contabilidad empresarial contempla las cuentas de pasivos, o deudas a corto y largo plazo, que muchas
veces constituyen un peso difícil de manejar. Hay muchas empresas rentables que quiebran por no poder
pagar sus obligaciones en el corto plazo. Los pasivos, en la contabilidad de la vida, son todos aquellos
hábitos y actitudes destructivas que cargamos con nosotros, como la flojera, la irresponsabilidad, los
comportamientos neuróticos, el alcoholismo y el consumo de drogas, entre otros. Otros pasivos son nuestras
creencias limitantes, nuestros prejuicios, los pensamientos negativos y las preocupaciones obsesivas. Quizás
tengamos buenos activos, pero estos pasivos pueden hacernos quebrar nuestra vida. ¿Cuál es el nivel de
nuestros pasivos?. ¿Qué hemos hecho últimamente para disminuirlos?.
La diferencia entre los activos y los pasivos de una empresa indica su solidez o vulnerabilidad y la capacidad
que tendrá para lograr sus objetivos económicos. Lo mismo ocurre en la contabilidad de la vida. Esta
diferencia nos da un buen indicador de la capacidad que tendrá la persona de cumplir sus objetivos
personales.
En el mundo empresarial, el éxito de una gestión se refleja en la cantidad de dinero obtenido. En la vida, el
éxito de nuestra gestión se refleja en nuestra tranquilidad y felicidad. Invirtamos nuestro tiempo en
aumentar nuestros activos y en disminuir nuestros pasivos y aseguremos así una vida rentable llena de paz y
prosperidad.
21.-LA RESPIRACIÓN Y LA EMPRESA

En África, los exploradores descubrieron diamantes que los aborígenes despreciaban. No tenían conciencia
de lo valiosos que eran ni de cómo podían mejorar su estándar de vida intercambiándolos. Nosotros también
tenemos un diamante no valorado que puede mejorar considerablemente nuestra vida: la respiración.
Antes, el mundo empresarial era como una bahía tranquila, sin olas de cambio. No necesitábamos saber
nadar y, sin mucho esfuerzo, podíamos flotar. En estas aguas calmas era fácil comunicarse y trabajar en
equipo. Había tiempo. Hoy, el mundo empresarial es un mar abierto con olas de cambio en todas
direcciones, con fuertes vientos y corrientes. En este nuevo entorno, nuestra reacción instintiva es salvarnos
a nosotros mismos primero, sin pensar en los demás.
En ambientes tensos como los actuales, las buenas relaciones interpersonales son más difíciles de conseguir.
Una persona con estrés es como una persona armada con honda y piedra. Cuando se ponga tensa, ira
jalando la honda. Luego, al enfrentar una situación complicada, soltará la honda, disparando la piedra a la
persona que está enfrente e hiriéndola innecesariamente. ¿ Cuántas personas en nuestra vida y en la
empresa han sido víctimas de nuestra honda mental ?.
Según el doctor Herbert Benson, de la Universidad de Harvard, cuando tenemos una “respuesta de estrés”
se acelera el metabolismo, aumenta el ritmo de los latidos del corazón y sube la presión arterial. Esto
perjudica nuestra salud y nos impide pensar y analizar las situaciones detenidamente. Nos llenamos de
emociones negativas y nos es muy difícil salir de ellas. Cuando estamos abochornados de calor, tomamos
una bebida helada que nos refresque. Similarmente, cuando nuestra mente está abochornada de mociones
negativas, debemos “enfriarla” con la respiración.
Por nuestra mente pasan en promedio tres pensamientos por segundo. En una jornada laboral, por lo tanto,
tenemos 86400 pensamientos. Gran porcentaje de estos pensamientos los ocupan el miedo, las
preocupaciones y angustias que generan más estrés.
Al concentrarnos en la respiración, limitamos nuestra mente durante unos minutos a un solo pensamiento,
obteniendo la denominada “respuesta de relajamiento”. Según el doctor Benson, esta respuesta tiene
efectos fisiológicos opuestos a la “respuesta de estrés”. Nuestro cuerpo se calma y tranquiliza. Hagamos la
prueba. Cerremos los ojos durante unos minutos. Desarrollemos una respiración profunda y lenta y
concentrémonos sólo en ella. Sigamos concentrándonos únicamente en nuestra respiración y veremos cómo
empezamos a sentir la “respuesta de relajamiento”. Sentiremos que eliminamos tensiones y preocupaciones.
Sentiremos paz y nos conectaremos con nosotros mismos.
Una de las principales causas de los conflictos es que la gente se deja llevar por sus emociones y reacciona
sin pensar su respuesta. Sin embargo, si nos mantenemos 50 % conscientes en nuestra respiración y 50 %
conscientes del problema ante una situación conflictiva, tendremos el poder de decidir conscientemente
nuestros actos. Estar conscientes de la respiración nos permite desapegarnos de los estímulos, viendo las
cosas positivamente, con calma y tranquilidad. ¿Cuántas negociaciones, contratos, reuniones de directorio
se frustran por reacciones agresivas de sus participantes?. Sólo con la concentración en la respiración, nos
liberaremos de nuestras emociones negativas.
Lograr que esta técnica funcione, como todo en la vida, requiere de práctica para alcanzar el hábito. Un
enfermo no se cura sólo leyendo repetidamente la receta del doctor. Se cura cuando toma los
medicamentos. De la misma forma, debemos practicarla permanentemente en nuestra área de trabajo y
veremos cómo empezamos a tomar distancia y perspectiva de los problemas y lograremos adoptar
decisiones acertadas.
Vivir conscientes de nuestra respiración nos permite “lubricar” permanentemente nuestras relaciones
interpersonales. Cuando un auto camina sin aceite, todas las piezas internas del motor se friccionan y
calientan. Cuando no somos conscientes de nuestra respiración, podemos caer en discusiones y fricciones
innecesarias. El lubricante natural de nuestra mente, la respiración, evitará calenturas sin sentido.
22.-LA TERCERA LEY DE NEWTON EN LA EMPRESA Y LA
VIDA
Todos hemos aprendido en el colegio la tercera ley de Newton, la cual nos ayudó a entender
la física mecánica. Lo interesante de esta ley es que también nos puede ayudar a entender la
mecánica de la vida y la empresa.
En el colegio estudiamos la tercera ley de Newton, según la cual, “para cada acción, hay una
reacción opuesta en igual fuerza y magnitud”. En aquella época, en principio uno aplicaba la
ley a ejercicios imaginarios para calcular las fuerzas resultantes. Mas tarde comenzamos a
comprender que la aplicación de esta ley sobrepasaba las fronteras de la física y estaba
inmersa en la naturaleza de la vida misma.
La tercera ley de Newton equivale, en la filosofía oriental, a la ley del Karma. Karma significa
en sánscrito “acción” y la ley del Karma, explica que para cada acción que tomamos en
nuestra vida, existe una reacción que nos afecta. El Karma es como el eco: no importa lo que
gritemos, pues, sean palabras bonitas o groseras, la vida siempre nos regresará lo mismo que
gritamos.
Cuentan que un discípulo caminaba por el bosque y se pinchó el pie con una espina. Mientras
trataba de sacársela con dolor, vio que venía una persona de mal vivir por el mismo sendero.
Esta persona no sólo no se detuvo a ayudarlo, sino que encontró una moneda de oro en el
mismo lugar en el que él se había pinchado. Muy molesto, el discípulo le comentó a su
maestro: “¡No es justo!, Yo soy una persona buena, estoy dedicado a meditar y a servir, y me
hinco con una espina. En cambio, aquél es una persona de mal vivir, que hace daño a mucha
gente, y se encuentra una moneda de oro”. El maestro respondió: “Discípulo, ésa es la ley del
Karma. Tú deberías haber muerto en este camino, asesinado por una banda de ladrones, pero
por tus buenas acciones sólo te hincaste el pie. Aquél debería haber sido el rey de este
territorio y tener montañas de oro, pero como se dedicó al mal vivir, sólo encontró una
moneda”.
En nuestra vida, cosechamos lo que sembramos. Recibimos frutos o espinas de las decisiones
que tomamos. No podemos impedir que el futuro nos depare dificultades, pero sí podemos
decidir como reaccionar ante ellas. Si ante un problema reaccionamos con rabia y negatividad
y hacemos daño a otros, tendremos dificultades y más negatividad. Si nos distanciamos del
problema y actuamos con positivismo y desapego, la reacción de la vida será igualmente
positiva.
Lo mismo ocurre en la empresa. Por ejemplo, un vendedor que ofrece a su cliente mercadería
difícil de revender recibirá, en el corto plazo, una buena comisión por su venta. Pero en el
futuro perderá al cliente, y a muchos otros por malas referencias. Su acción negativa será
correspondida por otras que lo perjudicarán. Si nosotros maltratamos a nuestro personal, la
reacción será un ambiente negativo y destructivo en nuestra área de trabajo, que nos
maltratará a nosotros y entorpecerá nuestro progreso. Si actuamos de forma poco ética en
nuestra empresa, dará el ejemplo para que los demás actúen de la misma forma con nosotros.
Si hablamos a espaldas de otros, las personas nos perderán la confianza y probablemente nos
paguen con la misma moneda.
En la India, cuidar el Karma es parte de su cultura. Cuentan que si un taxista cruza a otro, el
taxista comenta: “El me ha cruzado y ésa es su responsabilidad. Si yo lo insulto me llenaré de
negatividad, y esa sí será mi responsabilidad”.
Lo difícil del Karma es que los resultados de nuestras acciones y decisiones toman tiempo en
materializarse. Muchas veces esto hace que nos resulte difícil entender la verdadera causa de
nuestros problemas y, como consecuencia, se nos dificulta aprender de nuestros errores. La
próxima vez que enfrentemos dificultades en la vida o en la empresa, no digamos a nosotros
mismos: “¡Qué mala suerte tengo!”. Digamos a nosotros mismos: “Probablemente tuve la
suerte de decidir mi propio destino y no decidí lo correcto”.
23.-SEAMOS CREATIVOS
Cuando una organización está atravesando una etapa difícil en su desarrollo empresarial, es en estos
momentos en que se requiere más que nunca que su personal ponga de manifiesto su creatividad al servicio
de la empresa aportando ideas, sugerencias, recomendaciones, consejos, etc. con miras a buscar la mejor
manera de reducir sus costos operativos.

Todos podemos ser creativos. Este enunciado, no está exento de dificultades para su cabal aplicación en el
mundo empresarial. Nuestra sociedad no acepta fácilmente que una persona se sepa creativa: decir que uno
lo es, connota pedantería y superioridad, cuando en realidad la creatividad está  al alcance de todos. Se
debe hacer un esfuerzo para promover el entendimiento del fenómeno creativo y difundir en nuestro medio
la noción, de que la creatividad es un proceso que puede ser desarrollado y mejorado por los líderes de las
empresas.

La primera cualidad que distingue a un líder creativo de uno que no lo es, es su compromiso con la
creatividad. Este compromiso implica creer que uno es creativo y que sus subordinados también lo son. El
poder que tienen los pensamientos en nuestro comportamiento es enorme. Cuando la gente piensa en algo
que es verdadero, actúa en base a lo que piensa y se termina cumpliendo lo que pensaba. Las personas que
se consideran creativas están alertas a captar ideas, a no dejar pasar oportunidades para crear. Sienten que
pueden y no pierden oportunidades. Desde años nos enseñan que las respuestas correctas son buenas y las
no correctas son malas. Como consecuencia, no sólo nos cuidamos de los errores, sino que aprendemos a
no colocarnos en situaciones de riesgo en las que podamos cometer un error. Estamos tan preocupados en
producir respuestas correctas que no somos capaces de producir ideas originales, limitando nuestra
creatividad. En realidad, la única forma de aprender es equivocándonos, y crear sólo es posible a través de
un permanente aprendizaje donde existen muchas equivocaciones. Una organización innovadora comete
errores. Sin embargo, los líderes que fomentan la creatividad no se preocupan tanto por atribuir los mismos
a miembros de su equipo, sino por sacar provecho de los errores para aprender. Un líder debe ser capaz,
además, de fomentar un clima que favorezca la creatividad de su equipo para que no se seque la iniciativa
ni el entusiasmo. Este clima debe fomentar la confianza entre las personas. El juicio y la crítica destructiva
deben suspenderse para crear un ambiente donde exista juego, humor y muchos retos para crecer.
Fomentar la creatividad implica manejar paradojas, porque el proceso creativo es una paradoja en sí mismo.
Para que las ideas fluyan, primero se requiere de un pensamiento divergente y libre, salir de los esquemas,
improvisar. Luego, una vez que tenemos ideas, necesitamos un pensamiento convergente para ponerlas en
práctica, con disciplina, planificación, orden y control. Un gerente debe saber cuándo usar el pensamiento
divergente para estimular las ideas y cuándo usar el pensamiento convergente para cerrar y llevar a la
práctica las mejores. Si la balanza se inclina hacia uno de los lados, no se logra la innovación.

Y por el mismo hecho de que la creatividad se logra manejando estas paradojas, un líder debe tener
flexibilidad con su equipo. Sobre todo en materia de tiempos y plazos y cuando tienen que romperse ciertos
esquemas preestablecidos. Generalmente las personas con pensamiento intuitivo y divergente no tienen una
buena noción del tiempo. Por eso, en la etapa de convergencia, cuando estamos en la ejecución de los
proyectos, el líder debe ser flexible, ajustando y soltando las riendas para no bloquear la creatividad. Lo
mismo puede aplicarse a los procedimientos y reglas. Las reglas en sí mismas no son malas. Lo malo es
cuando seguimos acatando una regla que ya no tiene razón de ser sólo porque es algo preestablecido. Como
líderes creativos, debemos tener flexibilidad para cuestionar las reglas permanentemente. Ninguna regla es
sagrada y todas se pueden cuestionar. Si salen ideas que retan las reglas, no debemos descartarlas sin
antes evaluar si las reglas se pueden cambiar. Un líder creativo debe estar dispuesto a escuchar las ideas de
su grupo y ser capaz de fomentar una buena comunicación entre los diferentes perfiles de pensamientos
que hay en la empresa, porque todos son necesarios para la creatividad. Si falta un estilo de pensamiento
en un equipo, el líder debe invitar a personas de ese perfil a formar parte. El saber valorar la diversidad y
asegurarnos de explotarla al máximo es esencial para motivar la creatividad.
24.-LA LEALTAD Y LA EMPRESA

La empresa capacita y desarrolla a su personal. El personal adquiere cada vez más poder. El poder
nos hace sentir indispensables, cotizados y buscados en el mercado. El problema es que
frecuentemente olvidamos quién nos llevó a esta posición.
Cuentan que un rey ascendió a su esclavo Alvaríz a trabajar en labores administrativas y luego lo
nombró su tesorero. Un día, los consejeros del rey le contaron que Alvaríz estaba robando sus
riquezas, ya que entraba demasiado a las bóvedas. El rey inicialmente no lo creyó, pero ante la
insistencia de los consejeros, aceptó esconderse en la bóveda para pescar a Alvaríz in fraganti. Así,
el rey, en la bóveda, vio a Alvaríz dirigirse a los tesoros y sacar una bolsa escondida. Esta bolsa
contenía su ropa de cuando era esclavo. Alvaríz tomó sus ropas, se vistió de esclavo y se miró al
espejo diciendo: “Mira de dónde vienes y recuerda lo que tu rey ha hecho por ti. Sírvelo siempre
con amor y reconoce su apoyo y confianza con tus actos”. En ese instante salió el rey, con
lágrimas en los ojos, y le dijo: “Alvaríz, hoy yo venía a darte una lección, pero la lección me la has
dado tú a mí: una lección de lealtad”.
Lealtad es la capacidad de reconocer y valorar lo que las personas o empresas hacen por uno, respetando
los compromisos adquiridos, implícitos y explícitos. Hoy es cada vez más escaso el valor de la lealtad en la
empresa. Vemos con frecuencia cómo ejecutivos entrenados por una empresa pasan a trabajar a la
competencia con información interna y sin remordimientos. O cómo altos ejecutivos, con años en la
empresa, cuyo sueldo se rebaja un pequeño porcentaje por la crisis, buscan inmediatamente otro empleo.
Uno de los motivos de la falta de lealtad se debe a que estamos muy concentrados en nosotros
mismos. El entorno competitivo y los cambios crean un ambiente amenazante que nos orienta a
pensar egoístamente. La lealtad implica, en cambio, orientarnos a pensar por encima de nosotros
y valorar la contribución realizada por las personas o empresas hacia nosotros.
Se cuenta que un supervisor fue capacitado en el extranjero para aprender el uso de un software.
Al regresar, se le presentó una oportunidad en otra empresa y renunció. Cuando la empresa le
pidió que capacitara a su reemplazante, accedió, pero quiso cobrar honorarios de consultor, sin
ver que, en realidad, capacitarlo era lo menos que podía hacer. Entonces era joven y no conocía el
valor de la lealtad; ahora, después de veinte años, ve claramente que había cometido un error.
Además, la vida se encargó de enseñarle la lección con tristeza, cuando en varias oportunidades
ciertas personas no fueron leales con él ni con su empresa.
Lealtad, sin embargo, no significa seguir a ciegas a las personas cuando nos piden realizar actos
que van en contra de nuestros principios. Lealtad no significa ser un “sí, señor”. Por el contrario,
es tener la capacidad de expresar lo que pensamos, para así proteger a la empresa de tomar un
camino equivocado.
En una época en la que cada vez es más difícil lograr ventajas competitivas, las empresas no
pueden darse el lujo de perder a su personal. Los costos escondidos de entrenamiento, inducción
a la cultura empresarial y desmotivación del personal son altos. Además, al tener que entrenar al
personal nuevo, demora el proceso de aprendizaje de la organización y se cede ventajas a la
competencia.
Esopo cuenta que un granjero vio unos chivos salvajes mezclados con su rebaño. Entusiasmado,
les dio de comer muy bien, dejando miserias para el resto de su rebaño, sólo lo suficiente para
que no murieran de hambre. Terminado el día, los chivos salvajes regresaron corriendo hacia la
montaña. El granjero les preguntó por qué se iban y ellos respondieron: “Nos trataste como a
nuevos, y a los antiguos los mal nutriste. En el futuro seremos antiguos y nos tocará la misma
suerte”.
Como narra esta fábula, la lealtad no va sólo de la persona hacia la empresa: también debe ir de
la empresa hacia la persona. La empresa debe saber reconocer y valorar la contribución de su
personal y retribuirla con equidad.

25.-TRABAJEMOS EN EQUIPO

Las empresas, impulsadas por la competencia, buscan fomentar el trabajo en equipo para lograr ventajas
competitivas. Sin embargo, el trabajo en equipo no se logra reuniendo a un grupo de personas y
diciéndoles: “Ahora trabajen en equipo”.
Para trabajar en equipo, Nuestras metas deben ser claras. Si en un día soleado colocamos una lupa
encima de un papel, después de un tiempo se prenderá el fuego. La lupa concentra los rayos del sol en un
solo punto hasta quemar el papel. De la misma forma, las metas concentran y canalizan los aportes y la
energía de cada miembro del equipo en una sola dirección. Si no hay una meta clara, los miembros no se
cohesionan y no se enciende el fuego que incrementa el desempeño del equipo.
Debe haber apoyo de las gerencias. El trabajo en equipo es un cambio de paradigma en la empresa.
Esta nueva forma de trabajar puede tener el éxito únicamente si las cabezas de la organización están
convencidas y capacitadas para dar el ejemplo. Trabajar en equipo implica estar dispuesto a eliminar
fronteras y pensar todos como un solo territorio: la empresa.
Debe haber un liderazgo efectivo. Los miembros de equipos recién formados son como imanes del
mismo polo y “se repelen”. Se sienten incómodos porque están acostumbrados a trabajar solos y a que el
éxito sólo dependa de ellos. En esta etapa del equipo, el líder debe ser directivo y demostrar fuerza para
resolver conflictos, trazar metas iniciales y capacitar al equipo. A medida que los miembros del equipo van
adquiriendo confianza entre sí, exhiben un mayor nivel de cooperación mejoran sus relaciones. Entonces, el
líder tiene que dejar su estilo directivo y cambiarlo a uno participativo.
Debe haber una adecuada asignación de prioridades. Si nos pagan, evalúan y nos ascienden por
trabajar eficientemente en una área, pero adicionalmente nos piden participar en un equipo fuera de nuestra
área, para mejorar un proceso, debemos darle prioridad a nuestra área de trabajo. El trabajo en equipo
debe ser parte integral de las funciones del puesto. Debe evaluarse a la persona por su desempeño en el
equipo y considerar ese desempeño como un aspecto importante para su desarrollo dentro de la empresa.
No debemos ser individualistas. Cuando vertemos agua en moldes de diversas formas y los congelamos,
fabricamos figuras de hielo. Aparentemente son todas diferentes, pero todas provienen de la misma fuente:
el agua. Lo mismo ocurre con el ser humano. Todos provenimos de la misma fuente de energía, pero
estamos hechos en moldes diferentes. Nuestro problema es que nos limitamos a ver únicamente nuestras
diferencias e individualidades.
Cuando trabajamos en equipo, las individualidades y diferencias se manifiestan. Nos concentramos en ser
únicos, en hacer las cosas a nuestra manera, en destacar, en competir obstaculizando el trabajo en equipo.
Cuentan que tres ancianos estaban internados en el mismo cuarto de hospital. El que dormía al lado de la
ventana abría la cortina todos los días y les contaba a los otros dos todo lo que veía: “¡Qué lindo día
soleado! Hay pájaros maravillosos y el viento arrulla los árboles”. Los otros dos imaginaban y se deleitaban
con el paisaje. Pero un día empezaron a tener envidia del otro. No era justo que él tuviera la ventana. Un
día, al anciano que estaba junto a la ventana le sobrevino un ataque de asma en la noche. Los otros
ancianos escucharon, pero no llamaron a la enfermera. Al día siguiente, al entrar la enfermera a la
habitación, lo encontró muerto y retiró el cadáver. En ese momento, los otros dos pidieron ocupar la cama
que estaba al lado de la ventana. El que obtuvo el privilegio abrió, desesperadamente, la cortina... y sólo
encontró un muro de ladrillos.
¡No había ventana! Mientras el primer anciano pensaba en ayudar y alegrar a sus compañeros
desinteresadamente, los otros sólo pensaban de forma individual.
Trabajar en equipo implica servir, dejar de pensar únicamente en nuestro beneficio. Sólo de esta forma
contribuiremos a formar un verdadero equipo.

26.-QUÉ PIENSAS Y QUIÉN ERES


Nuestra mente es como un mantel blanco. Depende de nosotros mismos mantenerlo limpio, puro y

perfumado, o mancharlo con las tintas negras de los pensamientos negativos. Nosotros decidimos sobre

qué mantel deseamos que nos sirvan la comida de la vida.

Cuentan que un rey que estaba muy enfermo le pidió a un sabio que lo curara. Este le dijo que se salvaría
cuando consiguiera ver todo de color azul. El rey, inmediatamente, ordenó pintar de azul las casas y los
campos, mandó teñir las telas de todo el reino y exigió a todos sus súbditos que vistieran de azul. Meses
después, regresó el sabio a ver al rey. El centinela, viéndolo ataviado de blanco, lo obligó a ponerse un traje
azul. Cuando el sabio preguntó por qué, el guardia le respondió: “Hace algunos meses un sabio demente
aconsejó a Su Alteza, ver todo de color azul”. El sabio respondió: “Yo soy ese sabio, pero quien se ha
desquiciado es el rey”. Al ver al monarca, hizo una venia y dijo: “Su Majestad, yo le pedí que viera todo azul,
pero no que cambiara la creación de Dios. Lo que debió haber hecho es ponerse lentes azules y así habría
solucionado su problema”.
Como el rey de la historia, muchas veces nosotros pretendemos cambiar sin éxito a las personas y las
situaciones con las que nos enfrentamos. Sin embargo, lo que sí podemos cambiar es nuestra percepción
sobre ellas. Podemos ponernos unos “lentes” que nos permitan ver lo positivo de la vida. Ante una
situación difícil podemos llenarnos de angustia, dolor, rabia, temor y preocupación. O podemos cambiarnos
de lentes y percibir el estímulo como una oportunidad para aprender, crecer y aprovechar la vida.
Los pensamientos son muy poderosos y afectan nuestro cuerpo. Numerosos estudios demuestran que
pensar negativamente todo el día envía señales destructivas a nuestro organismo. Si amontonamos
desperdicios en nuestra cocina, atraeremos las ratas, cucarachas y otras alimañas. De la misma manera, si
llenamos nuestra mente de basura y negatividad, atraeremos personas y situaciones de energía negativa
que complicarán más nuestra existencia. ¿Cómo evitarlo?. Tomando conciencia de que nosotros somos los
responsables de lo que pensamos.
¿Qué porcentaje de nuestro día lo pasamos con pensamientos negativos, preocupación y angustia? ¿Qué
participación del “mercado” de nuestra mente tienen los pensamientos perniciosos?. En nuestras casas
tenemos las responsabilidad de cerrar las puertas para que no entren los ladrones. De la misma forma, en
nuestra mente tenemos la responsabilidad de cerrar la puerta a los pensamientos nocivos para que no
roben nuestra paz y tranquilidad. Lo que tenemos que hacer es poner un vigilante en nuestra mente que no
permita que entren pensamientos destructivos.
Cuando China era gobernada por Mao, el músico Li Shi Cum participó en un concurso en Europa. A su
regreso, fue encarcelado por interpretar a Beethoven en plena Revolución Cultural. Luego de cinco años de
vivir en condiciones durísimas y sin tocar ningún instrumento, Li supo que había llegado a Beijing una
afamada orquesta occidental. Mao ordenó liberarlo para que tocara con ellos, como propaganda para su
régimen. Li Shi Cum tocó el mejor concierto de piano de su vida. Cuando le preguntaron cómo logró
interpretar la música con tanto arte sin haber practicado durante su encarcelamiento, Li respondió: “Estuve
cinco años practicando conciertos en mi mente. Nunca deje de tocar”.
Li Shi Cum, en una situación tan adversa como la prisión, pudo comprensiblemente haberse sumergido en
una profunda depresión y dejarse morir. En cambio, él fue responsable de sus pensamientos y decidió
pensar en algo positivo y constructivo, que le diera esperanzas para vivir.
La próxima vez que nos enfrentemos a una situación adversa, debemos recordar que sólo nosotros
decidimos lo que pensamos y, como consecuencia, lo que nosotros creamos para nuestra vida.

27.-PROBLEMAS: OPORTUNIDADES PARA CRECER


Hoy en día, cada vez, pasamos más dificultades económicas, tenemos problemas en el trabajo, con la pareja, con los

hijos... es como si el mundo se confabulara contra nosotros. ¿Qué hacer?. Aprovechar esta oportunidad.

Cuentan que una persona, muy deprimida por sus problemas, le propuso a un amigo pagarle una gran suma de dinero
si lo llevaba a un sitio donde la gente no tuviera problemas. El amigo aceptó, con la condición de que le pagara por
adelantado. La persona acepto la oferta y, al día siguiente, el amigo lo llevó a un cementerio.

Los problemas son parte de la vida. Nosotros no tenemos la capacidad de impedir que los problemas ocurran, pues
son parte de la ley de la vida. Lo que sí podemos definir es cómo reaccionamos ante ellos.

Si cinco personas alrededor de un lago apuntan al reflejo de la luna en el agua, cada uno apuntará hacia una dirección
diferente. Cada persona es única y percibe la realidad de una manera diferente.

Algunas personas viven la vida con muchos miedos, encuentran los problemas como algo destructivo y los inflan como
globos, agrandándolos y angustiándose. Otras los encuentran, los perciben como lo que son y los resuelven. La
cantidad de aire que le pongamos al globo determina nuestra percepción del problema y, como consecuencia, nuestra
reacción.

Si ponemos una piedrita cerca de nuestro ojo, la veremos muy grande. Si la tiramos al piso, la veremos insignificante.
Cuando nos involucramos en un problema, normalmente generamos emociones negativas como miedo, angustia,
dolor y rabia. Tiremos la piedra al piso, veamos el problema tal como es y no magnificado por la lupa de nuestras
emociones.

Debemos estar vigilantes alertas ante la aparición de emociones negativas o miedos fuertes. Debemos tomar
conciencia de que ése es el peor momento para actuar. Si la circunstancia nos provoca miedo, debemos preguntarnos
qué es lo peor que podría pasarnos si esto ocurriera. Muchas veces construimos castillos en la mente imaginando
consecuencias terribles. Si la circunstancia nos provoca emociones negativas, como rabia, odio o indignación,
debemos evaluar en qué medida estamos siendo manipulados por nuestro ego. Debemos salirnos del escenario e
imaginarnos que esta circunstancia le está ocurriendo a una tercera persona. Tomemos conciencia de que en la vida
cada problema es una oportunidad d aprender y tratar de identificar qué lección estamos recibiendo.

Cuentan que un guardia del rey solía vanagloriarse diciendo que él podía conseguir todo lo que el rey quisiera. Un día,
el rey quiso darle una lección pidiéndole algo imposible: un anillo que convirtiera a las personas tristes en felices y,
viceversa, a las felices en tristes. El guardia aceptó el encargo. Salió a buscar el anillo por todo el reino y sus confines,
pero no encontró nada. Cuando habían pasado seis meses y se vencía el plazo para entregar el anillo, un niño lo
encontró muy triste y le preguntó que le pasaba. El guardia le explicó el problema y el niño le entregó un anillo que
tenía una inscripción. El guardia la leyó y pasó, de estar deprimido, a estar muy feliz. Al día siguiente fue a palacio para
entregar el anillo. El rey pensaba explicarle cuáles eran sus verdaderas intenciones al haberle dado ese encargo. El
monarca estaba feliz, sentado en una sala con su séquito y admirando sus posesiones, cuando el guardia se le acercó y
le entregó el anillo. El rey leyó la inscripción, miró a su alrededor, y se puso muy triste. ¿Qué decía el anillo?. “Esto
también pasará”.

Tenemos que entender el carácter cíclico de la vida. Por más difíciles que sean los problemas, éstos también pasarán y
vendrán épocas más tranquilas. De la misma forma como, en el mar, hay momentos de mucho oleaje y momentos en
los que prácticamente no hay olas, las dificultades en la vida aparecen y desaparecen cíclicamente. Si uno se sumerge
en el mar, ya no percibe las olas de la superficie. Similarmente, si nos sumergimos en las profundidades de nosotros
mismos, nos conoceremos y encontraremos la paz interior. Tendremos más lucidez y libertad para decidir cómo
responder ante los retos de la vida.
28.-¿REALMENTE QUEREMOS PERSEGUIR A LA
LIEBRE?
Cuando navegamos en un velero y enfrentamos vientos fuertes en el mar, es fácil ajustar las velas y avanzar
rápidamente, pero la pregunta es: ¿estamos en la dirección correcta?.
Cuentan que una empresa dedicada a la exportación de pescado congelado quería lograr que su producto
igualara el sabor del pescado fresco. Así que instaló tanques en sus bolicheras para que los peces siguieran
vivos hasta que llegaran a tierra y fueran congelados. No funcionó. Si los peces no se movían en los
tanques, el sabor no era bueno. Los científicos experimentaron con una serie de hormonas y productos
químicos para lograr el movimiento de los peces. Nada funcionaba. Finalmente, cuando ya no tenían otras
ideas, el conserje del laboratorio sugirió poner en el estanque un depredador. Introdujeron, pues, un pez
de mayor tamaño. Inmediatamente, los peces empezaron a moverse.
De la misma manera, en nuestro país, las empresas estaban tranquilas pues no había amenazas ni peligros.
Pero nos soltaron a los “depredadores” de la globalización en el “estanque” del mercado y empezó la
carrera. Las empresas tenían dos opciones: dejarse comer, o crecer y mejorar rápidamente para comerse a
otros.
Esta competencia en el mercado se trasladó a los empleados de las organizaciones. La vida cambió
radicalmente: de andar en automóvil en cuarta a 60 kilómetros por hora, pasamos a segunda a 100
kilómetros por hora. Ahora tenemos más competencia profesional y el mercado laboral es cada vez más
reducido. Para mantener nuestro puesto y crecer en la organización tenemos que trabajar más fuerte,
orientarnos a alcanzar metas y lograr objetivos. Además, la publicidad nos convence de que, para premiar
nuestro esfuerzo, necesitamos comprar los productos que ofrece. Entramos en un círculo vicioso de
trabajar más para comprar más. Es más, hoy en día, con las tarjetas de crédito, primero compramos y luego
trabajamos para pagar lo comprado.
En las carreras de galgos, se coloca una liebre mecánica que siempre va a la delantera, de tal modo que los
perros nunca la pueden alcanzar. La presencia de la liebre hace que los galgos sigan corriendo. Al igual que
los galgos, nosotros también estamos en una carrera. Pero nosotros tenemos la posibilidad de cuestionar si
queremos alcanzar la liebre o no. ¿Qué es realmente lo importante en nuestras vidas? ¿Cuánto podemos
sacrificar para dedicarnos exclusivamente a lograr metas y objetivos laborales o personales?.
Nosotros podemos invertir cinco años de duro trabajo en ahorrar para comprar un auto. El auto es un
activo que podremos vender después, pero jamás podremos comprar los cinco años de vida que pasaron.
Esos años ya se fueron y con ellos, quizás, la niñez o juventud de nuestros hijos, la felicidad de nuestra
pareja, la vida de nuestros padres o la oportunidad de servir y ayudar a gente necesitada.
Todos venimos a esta vida con un propósito que está por encima de nuestras metas egocéntricas.
Tomemos un tiempo y salgamos de esta carrera para pensar si queremos perseguir a la liebre o buscar lo
que realmente nos dé felicidad.
Si queremos apreciar una rosa, podemos coger su tallo espinoso fuertemente, hiriéndonos las manos, u
observar su belleza a una distancia prudente que nos permita aspirar su fragancia. A veces tomamos
nuestras metas en la vida apegándonos a ellas, como lo hacemos con la rosa. Nos hacemos daño cuando no
logramos los resultados que queremos o cuando estamos convencidos de que sólo alcanzando esas metas
seremos felices. Nuestras metas y nuestra visión personal nos deben dar la dirección de nuestro destino,
pero no condicionar nuestra felicidad en el viaje.
Como menciona un maestro hindú, si atas una vaca a un poste con una soga de cien metros en medio de un
campo, en pocas horas la encontrarás enrollada al poste con pocos metros libres. La vaca sola se va
enrollando al poste y limitando su soga disponible. Lo mismo nos ocurre a los seres humanos. Cada vez nos
enrollamos más, asumiendo más responsabilidades, más retos, más metas, más negocios. La soga nos jala y
se tensa más. ¿Hasta qué punto es realmente nuestro ego, que quiere demostrarse a sí mismo de lo que es
capaz?. Es hora de desamarrarnos la soga del cuello y tener la libertad para acercarnos a lo que es
importante en nuestra vida por propia voluntad.

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