La Mochila
La Mochila
La Mochila
-Ven acá, mona, y habla tú en primer lugar – dijo el dios-. Mira a todos esos
animales y compara sus bellezas con las tuyas. ¿Acaso estás plenamente
contenta? ¿O crees, quizás, tener algún defecto? Yo podría ayudarte…
Todos creyeron entonces que el oso se quejaría, pero no: alabó grandemente
su figura.
-Aquí estoy –dijo el oso- con este cuerpo perfecto que me dio la naturaleza.
¡Suerte no ser un mole como el elefante! ¡Es una masa informe, sin belleza!
¡Debería cortarse las orejas y alargarse la cola!
Éste se adelantó y, con un discurso muy discreto, dijo cosas muy parecidas.
-Francamente, señor –declaró-, no tengo de qué quejarme, aunque no todos
pueden decir lo mismo. Ahí lo tiene el avestruz, con esas orejitas ridículas…
-Por mí, no se moleste –dijo el ave-. ¡Soy tan proporcionado! ¡Tan veloz!
¡Puedo correr a la velocidad de la luz! En cambio, la jirafa…, con ese cuello…
Júpiter hizo pasar a la jirafa, quien, a su vez, dijo que los dioses habían sido
generosos con ella.
-Mi caparazón es un refugio ideal. Cuando pienso en el sapo, que tiene que
vivir a la intemperie…
-¡Basta! –Exclamó Júpiter-. Sólo falta que un animal ciego como el topo
critique los ojos del águila.
Así, el creador nos hizo a todos con alforja; puso, detrás, la mochila de
nuestras faltas y, delante, la bolsa de los defectos ajenos.
Moraleja: antes de criticar a los demás, debemos darnos cuenta de
nuestros propios defectos. Reflexionar y no juzgar al prójimo.