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Una Ermita Quijotesca en El Campo de Montiel Albaceteño: San Pedro de Sahelices

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UNA ERMITA QUIJOTESCA EN EL CAMPO DE MONTIEL

ALBACETEÑO: SAN PEDRO DE SAHELICES

DON QUIXOTE`S HERMITAGE IN THE CAMPO DE MONTIEL IN ALBACETE:


SAN PEDRO DE SAHELICES

Concepción Moya García


Carlos Fernández Pacheco Sánchez-Gil
conchiycarlo@hotmail.com

Recibido/Received: 25-01-2015
Aceptado/Accepted: 01-07-2015

Resumen: El objetivo del presente Abstract: The aim from this ar-
artículo es estudiar y analizar la er- ticle is study and analyzes the San
mita de San Pedro, un edificio sin- Pedro’s Hermitage, a building which
gular que aparece claramente iden- is identified in the Don Quixote de la
tificado en la obra Don Quijote de Mancha’s work, Miguel de Cervantes.
la Mancha de Miguel de Cervantes. Although this hermitage was lost in
Aunque la primitiva ermita se per- the middle of XX century, it can be
dió a mediados del siglo XX, se puede known by his structure and history
conocer su estructura e historia gra- thanks to the Orden de Santiago’s
cias a la documentación de la Orden documents, the Daniel Urrabieta’s
de Santiago, los grabados de Daniel etching and some old pictures, re-
Urrabieta y algunas fotos antiguas, covering by this way his memory
recuperando su memoria y evitando and avoiding his forget.
que caiga en el olvido.

Palabras clave: Don Quijote, Al- Key Words: : Don Quixote, Albacete,
bacete, Ossa de Montiel, ermita, San Ossa de Montiel, hermitage, Saint
Pedro, Campo de Montiel, lagunas de Peter, Campo de Montiel, lagoons of
Ruidera. Ruidera

1. LA ERMITA DE SAN PEDRO EN EL QUIJOTE

Este año de 2015 se celebra el cuarto centenario de la edición de la


segunda parte de la obra de Miguel de Cervantes, “El ingenioso hidalgo
Página 67

Don Quijote de la Mancha”, mientras que el año siguiente se conmemo-


rará el cuarto centenario de la muerte de su autor. Al calor de estas cele-
braciones, volverán muchos pueblos de la Mancha a reclamar el derecho
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a ser “el Lugar”, a tener dentro de sus términos la venta donde se nombró
caballero a Don Quijote, los molinos que atacó, la casa del caballero del
Verde Gabán. Sin embargo, el edificio más claramente reconocible dentro
de la obra y cuya situación no es discutible, se encuentra ubicado en la
provincia de Albacete. Es la ermita de San Pedro, cercana a la cueva de
Montesinos, dentro del término de Ossa de Montiel.
En el capítulo XXIV de la segunda parte del Quijote, el primo del
licenciado que servía de guía a Don Quijote, le dice: “No lejos de aquí, está
una ermita donde hace su habitación un ermitaño, que dicen ha sido sol-
dado, y está en opinión de ser buen cristiano, y muy discreto y caritativo
además. Junto con la ermita tiene una pequeña casa que él ha labrado a su
costa, pero, con todo, aunque chica, es capaz de recibir huéspedes”.
Poco más tarde, cuando están llegando al citado edificio, nos indi-
can: “apenas oyó esto Sancho Panza, cuando encaminó el rucio a la ermita,
y lo mismo hicieron Don Quijote y el primo, pero la mala suerte de Sancho,
parece que ordenó que el ermitaño no estuviese en casa, que así se lo dijo
la sotaermitaña que en la ermita hallaron, pidiéronle de lo caro, respondió
que su señor no lo tenía, pero que si quería agua barata, que se la daría de
muy buena gana….Con esto dejaron la ermita y picaron hacia la venta”.
Esta ermita que aparece citada en “el Quijote” es la de San Pedro de
Sahelices, que con el tiempo cambió su nombre por San Pedro Mártir o
San Pedro de Verona. Por desgracia, en la actualidad no podemos contem-
plar el edificio tal y como fue visto por Miguel de Cervantes y reflejado
en su obra, pues en la década de los años cuarenta del siglo pasado, fue
derribado ante el mal estado que presentaba tras los destrozos sufridos
durante la Guerra Civil.
Sin embargo, gracias a la documentación de la Orden de Santiago, a
los grabados de Daniel Urrabieta “Vergé”, y varias fotos tomadas a comien-
zos del siglo XX, podemos conocer con bastante exactitud la historia de la
ermita, así como su estructura y fisonomía en tiempos de Cervantes, y eso
es lo que vamos a hacer en este artículo.

2. EL ORIGEN DE LA ERMITA. DE SAN PEDRO Y SAN FELICES A SAN


PEDRO DE SAHELICES

Sobre el origen de la ermita de San Pedro han surgido diversas


Página 68

teorías. Ya en las Relaciones topográficas de Felipe II se dice que es “muy


antiquisima” y que estaba labrada en cruz. Asimismo se indica que más
arriba de ella hay una cueva que se nombra de Montesinos y que pasa
Concepción Moya García • Carlos Fernández Pacheco Sánchez-Gil
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un río grande por allí, indicando que hay “muchos cimientos donde dizen
que avia alli fundada una çibdad la cual se nombrava y nombra la çiudad
de Lagos… que dixen que era la población de en tiempo de los moros, ay al
pie del edifiçio que tienen dicho o que se dize el castillo de Rochafrida, una
fuente la qual esta hazia poniente que se dixe la Fontafrida” (Cebrián y
Cano, 1992: 226).
Algunos autores como Corchado Soriano, sugieren que la ermita ya
existía durante la Reconquista, debiendo ser su origen mozárabe o incluso
visigodo; para ello se basa en la tipología constructiva que muestran los
dibujos realizados por Urrabieta, aunque no hay ninguna documentación
que avale tal certeza (Corchado, 1971: 151-152). Sin embargo, observan-
do los citados dibujos y algunas fotografías, sobre todo del interior, apre-
ciamos dos arcos de herradura que separan la capilla principal o zona
del altar mayor del resto del edificio, cuya tipología podría pertenecer
al período visigodo, pues son arcos de herradura más abiertos que los
que suele utilizar el arte musulmán. Ello nos hace seguir la línea de Cor-
chado Soriano y admitir la posibilidad de que la ermita se construyera en
la época visigoda.
Otras fuentes informan que su origen estaría ligado al castillo de
San Felices, siendo el edificio religioso destinado a la atención espiritual
de sus habitantes. Lo que sí está claro es que a finales del siglo XV su ad-
vocación era de San Pedro y San Felices, lo que nos indica que compartía
nombre con el castillo situado a poco más de un kilómetro de distancia,
lo cual puede ser una evidencia de la conexión y relación existente entre
ambos.
San Felices fue un santo anacoreta que vivió en el siglo V y comien-
zos del VI, siendo maestro durante un tiempo de San Millán. Tras la con-
quista de Toledo en el año 1085, el abad de San Millán de la Cogolla in-
tentó trasladar el cuerpo de San Felices desde el castillo de Bilibio hasta
el Monasterio para darle mayor realce, pero no fue hasta 1090 cuando
acompañado de doce monjes, consiguió encontrar la tumba y realizar el
traslado al Monasterio de Suso. Este hecho provocó una fuerte corriente
de devoción hacia el santo, más al producirse varios milagros entre las
personas que se dirigieron a su nueva ubicación para visitarlo y rogar por
él, por lo que es posible que fuera en el siglo XII cuando se le diera dicha
denominación al castillo y a la ermita.
La primera referencia documental del castillo de “Sanctum Felices”
Página 69

la encontramos en la donación realizada por Enrique I a Suero Téllez de la


villa de Ossa, el 26 de abril de 1216, indicando: “per vallem ad iusum ultra
Sanctum Felicem et usque ad priman algeziram”. Esta cesión es confirma-
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da por Fernando III el 2 de marzo de 1222 y por Alfonso X en septiembre


de 1255, apareciendo de nuevo citada la referencia de “San Felicem” (De
los Santos, 1975: 26-31).
A mediados del siglo XIII, se llevó a cabo el proceso delimitador de
los términos de San Felices, lo que nos indica que recibía el tratamiento de
una población. Este documento del 4 de abril de 1254, es un compromiso
entre la Orden de Santiago y Gutierre Suárez, hijo del primer propietario
Suero Téllez. En él se indica que los mojones de su término debían estar
situados a una legua del castillo (“e deven dar una legua de castiello de
Sant Felices a todas partes…e poner mojones en cabo de la legua”), tomando
terrenos de los términos limítrofes de la Orden de Santiago, entre ellos
Alhambra y Ruidera. Dos meses después, el 23 de junio, se llevó a la prác-
tica esta delimitación del término con la presencia de “hombres buenos”
que dieron fe de ello. En ella aparecen las posiciones de dichos mojones,
estando situados en la Peña Rubia, la Cañada Ayuso, la laguna Blanca, en
una encina que está en la “carrera” que va desde Ayuso hasta la fuente del
Mando, y sigue la delimitación desde dicha fuente hasta el castillo de la
Muela, al cabo de la Algecira, a la torre que labró Gonzalo Ruiz, el villar de
la Manga, el portezuelo del pozo del Cabalgador y el mojón que tienen los
vecinos de Alcaraz con la Orden de San Juan (Madrid, 1988: 351-368).
Esta delimitación nos muestra cómo el territorio tenía entidad pro-
pia, siendo su centro el castillo de San Felices, y junto a él, a poco más de
un kilómetro se encontraba la ermita del mismo nombre, espacio reli-
gioso de esa demarcación, independiente durante solo cuatro años, pues
la Orden de Santiago se hizo con ella tras un acuerdo de permuta con su
dueño, al que entregó a cambio la localidad de Dos Barrios.
Una vez que la Orden controló la totalidad del territorio de las la-
gunas, la importancia del castillo acabó decayendo al alejarse el peligro
musulmán, en beneficio de las otras dos poblaciones establecidas en
la zona, Ossa de Montiel y el heredamiento de Ruidera, donde se esta-
blecerían los vecinos para realizar las labores productivas, convirtién-
dose así la pequeña iglesia en una ermita de Ossa de Montiel.
El cambio de la denominación de la ermita tuvo lugar en la últi-
ma década del siglo XV, y se puede observar claramente en las visitas de
dichos años. En 1494 se la nombra como ermita de “Sant Pedro e Sant
Helices (Felices)”. Cuatro años más tarde se indica que tiene la “vocación
de Sant Pedro e Sahelices”, para denominarse en 1499 como San Pedro
Página 70

Sahelices y a partir del siglo XVI se le incluye la partícula “de” pasando a


conocerse como “de Sahelices”. Vemos la deformación que sufre su doble
advocación en poco más de cinco años, para transformarse en una sola.
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3. LA ERMITA A FINALES DEL SIGLO XV Y PRIMERA MITAD DEL XVI

La primera descripción de la ermita de San Pedro tuvo lugar el 24


de marzo de 1494. En ella se indica que es de la vocación de San Pedro y
San Felices, que se encuentra en los Ojos del Guadiana y tiene dos naves
“fechas en cruz e las paredes son de piedra y yeso e la capilla de boveda
e el cuerpo de la yglesia es enmaderado de tillo y de madera tosca”1. La
ermita estaba bien reparada, contaba con un altar mayor, más otros tres
adornados con sus manteles y delanteras, habiéndose colocado delante
de ellos cinco lámparas de latón, aunque poco después se redujeron a
cuatro, poniendo una frente a cada altar. En el altar mayor había tres imá-
genes, una del titular de la ermita, San Pedro, otra de la titular de la iglesia
parroquial de Ossa de Montiel, Santa María Magdalena, y por último una
de Santa Polonia.
En la capilla ubicada a mano derecha, había un altar en el que se
encontraba una imagen de San Andrés, mientras que en la del lado iz-
quierdo, se hallaban dos altares, en uno había otra figura de San Andrés y
en el otro una imagen de San Blas. Estas capillas laterales estaban cubier-
tas con madera de sabina. La ermita contaba con dos puertas, dotadas
cada una de ellas de su cerradura y llave2.
Los visitadores dieron las disposiciones pertinentes para que el
edificio se encontrara en perfecto estado, ordenando todas las repara-
ciones y reformas necesarias. En 1494 mandaron al mayordomo que hi-
ciese construir dos tablones para la primera nave de la iglesia, pues tenía
quebrada la hilera, lo que nos hace suponer que la cubierta sería a par e
hilera, y que luego la volviera a armar y cubrir de buena madera sana con
su ripia.
En el arco de la capilla se debía poner una viga de pino y un cru-
cifijo, además comprar un bacín grande para colocarlo delante del altar
mayor, junto a las lámparas, desde por la mañana temprano hasta la hora
de la misa mayor, así como toda la noche de los sábados y durante las fies-
tas para que si alguna persona quisiera encender las lámparas que había
delante de los altares, lo hiciera dejando una limosna en el bacín. Tam-
bién mandaron realizar unas arquetas o canalizaciones a los lados de la
ermita por donde corriera el agua, evitando de esta forma las humedades
que podían deformar o dañar las paredes.
Página 71

1
ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL (AHN). Sección Órdenes Militares. Santiago. Libro 1067,
visita de 1494, p. 395.
2
AHN. Sección Órdenes Militares. Santiago. Libro 1078C, visita de 1515, p. 29; libro 1082C,
visita de 1535, p. 383 y libro 1085C, visita de 1550, p. 1184.
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Los encargos fueron cumplidos por el mayordomo, pues cuatro


años más tarde indicaron que en “la visitación pasada fueron mandadas…
fazer en la dicha hermita ciertas obras e reparos las quales vieron por vista
de ojos e estaban hechas conforme a lo que fue mandado”3.
Las siguientes reformas en el edificio se realizaron en el año 1526,
construyendo un portal para la iglesia “con su trabajo e salario e de
pertecho e madera”. Los visitadores ordenaron que alrededor del nuevo
portal se hicieran unos pretiles de una tapia de altura, “e que se fagan de
piedra e yeso o como mejor paresciere a los alcaldes de la villa e quede cer-
cado todo el portal del dicho pretil e enfrente de la yglesia tenga su entrada
de sus gradas”. Por otro lado, alrededor del portal, por la parte exterior
de las paredes de la iglesia, se debían construir unos poyos para que los
fieles pudieran sentarse, ordenando a finales de mayo de 1526, que todo
ello se hiciera antes del día de San Martín, dando por tanto un plazo de
algo menos de seis meses para su realización4.
En 1536 se había hecho un tabernáculo para colocar la figura de
San Pedro, aunque los visitadores observaron ciertas deficiencias que se
debían subsanar: reparar los poyos del interior de la ermita, que estaban
muy maltratados; retejar la cámara situada en la parte donde sale el sol
(levante), así como la que daba al poniente, estando ambas incorporadas
a la ermita, echándoles sus caballetes de cal y arena.
Otra reforma que se mandó realizar fue “tomar los cimientos de
la capilla principal con su piedra de mampuesto y cal y arena”, así como
remeter los cimientos de crucería de la capilla, que cruzaba a la parte
del norte, y cerrar el hastial que estaba sobre la puerta de la despensa, la
cual se había incorporado en la parte del poniente. Con estas indicaciones
se muestra cómo se habían realizado nuevas construcciones adosadas a
la ermita: una cámara y una despensa donde colocar las pertenencias y
suministros del ermitaño5.
En 1550, la ermita no tenía cepo ni cepillo de limosnas, por lo que
se mandó poner un palo bueno, bien sujeto al suelo con yeso para que no
se pudiera arrancar, y colocar sobre él un recipiente para las limosnas, en
cuya realización debían estar presentes el cura y el mayordomo.
Otro mandato tuvo que ver con el aderezo de los aleros y caballetes
de la ermita, porque “estan malparados especialmente el caballete como
entran a la hermita”, así como el portal, para que cuando lloviera no en-
Página 72

3
AHN. Sección Órdenes Militares. Santiago. Libro 1067, visita de 1494, pp. 395-397 y libro
1068C, visita de 1498, p. 167.
4
AHN. Sección Órdenes Militares. Santiago. Libro 1080C, visita de 1526, pp. 995-996.
5
AHN. Sección Órdenes Militares. Santiago. Libro 1082C, visita de 1536, pp. 384-386.
Concepción Moya García • Carlos Fernández Pacheco Sánchez-Gil
UNA ERMITA QUIJOTESCA EN EL CAMPO DE MONTIEL ALBACETEÑO: SAN PEDRO DE SAHELICES

trara el agua, evitando la pudrición de la madera. Las gradas de la tarima


se tenían que hacer nuevas y en proporción para que se pudieran subir
fácilmente, pues en ese momento “unas estan grandes y otras pequeñas”.
Finalmente, la ventana que estaba situada en la capilla de la parte del
evangelio, se debía alzar un poco porque estaba baja por el exterior, y
poner en ella una “barrera de hierro para que no puedan entrar”.
Ante el gran número de obras y reformas que era preciso realizar,
los visitadores dieron un orden de preferencia para las mismas, al apre-
ciar que la economía de la ermita no podía abordar todas a la vez. En pri-
mer lugar se debían arreglar los caballetes “y dando lugar el tiempo para
ello y el cepo asimismo que lo haga luego y lo demas segun vaya teniendo
la hermita posibilidad”. Una vez realizados los mandatos anteriores, se
debía aderezar la cerraja de la puerta principal para evitar que la ermita
estuviera abierta6.

4. EL ERMITAÑO Y SU VIVIENDA

El cuidado de la ermita de San Pedro de Sahelices se encontraba en


manos de un ermitaño. En 1494 el cargo era desempeñado por Ferrand
Sánchez Salmerón, del que se indica “tiene una casa y que vive junto a
la dicha hermita”. En 1499 se ordenó al mayordomo de la ermita, que
hiciera trastejar la casa del ermitaño y realizar unos aleros alrededor de
ella, con su teja7.
El ermitaño tenía la función de cuidar y mantener la ermita, pero
no se encargaba de llevar sus cuentas, pues los ingresos y gastos eran ad-
ministrados por el mayordomo. En 1507 había un nuevo ermitaño, Miguel
García, del cual se dice que es un buen hombre y la tiene bien reparada.
Desde ese momento se deja de nombrar a los ermitaños, por lo que
es posible que se unificara dicho cargo con el de mayordomo. Este hecho
es corroborado en la visita de 1535, cuando los visitadores indican que
“en la casa donde bive el casero e mayordomo de la dicha hermita”, se haga
desenvolver una cámara que está a punto de hundirse, situada a mano
derecha de la casa. También ordenaron que se hiciese retejar toda la casa
“y meter la teja que fuere menester y fazer sus buenos aleros de manera que
el agua que del tejado viene salga fuera e buelen tanto los canales que en
ella ay”, para que el agua no cayera en sus paredes, a la vez que se tenían
Página 73

AHN. Sección Órdenes Militares. Santiago. Libro 1085C, visita de 1550, pp. 1185-1187.
6

AHN. Sección Órdenes Militares. Santiago. Libro 1067C, visita de 1494, p. 396 y libro 1070C,
7

visita de 1499, p. 315.


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que reforzar los cimientos porque había mucha necesidad de ello. Asimis-
mo, se dispuso la reparación del hastial situado en la parte del poniente
de la casa y de la pared que daba al norte, con su cal y arena, de manera
que todas las paredes queden “bien tomadas y reparadas”, y que se haga
todo ello desde el mes de febrero hasta Nuestra Señora de Agosto8.
Estas disposiciones nos hacen pensar que la casa del ermitaño se
encontraba en las proximidades de la ermita, pero separada de ella, al
contar con sus cuatro paredes exentas. Sin embargo, con el tiempo al de-
teriorarse dicho edificio, se construiría una casa nueva adosada a los pies
de la ermita, aprovechando las paredes de la misma, tal y como aparece
en las fotografías tomadas a comienzos del siglo XX.

5. POSESIONES Y ORNAMENTOS DE LA ERMITA

En 1494, la principal posesión de la ermita era la laguna de San Pedro


que es descrita como “un ojo de Guadiana” cuya pesca se arrendaba, obte-
niendo mil maravedíes anuales. A finales del siglo se indica que el arren-
damiento oscilaba entre los 800 y los 1.000 maravedíes, según los años9.
Las principales especies que se pescaban eran “barbos y bogas y
otros pescados menudos”, de los cuales había gran cantidad siendo algu-
nos de notable tamaño, pues “salen barbos de a quinze y de a deziseys
libras”. Las artes de pesca que se utilizaban eran las redes normales y
una red tiradera llamada “xabega”, la cual consistía en una red de pesca
que se extendía o calaba por una embarcación desde un punto a otro del
borde de las lagunas, siendo recogida por los pescadores tirando de sus
extremos desde la orilla, utilizando barcos “que andan dentro para la go-
vernar”, en cuyo interior almacenaban gran cantidad de peces (Cebrián y
Cano, 1992, 224-225).
Para favorecer el arrendamiento de la laguna, se incluía una casa en
la que el arrendador vivía y guardaba la pesca. También se le entregaba
un barco, informando el mayordomo en 1515, de la compra de uno nuevo
“para la dicha laguna porque se suele dar contynuamente y si no se diese no
se hallaria quien la arrendare”.
En 1507 los rendimientos de la pesca habían ascendido notable-
mente subiendo el arrendamiento hasta los mil ochocientos maravedíes,
Página 74

8
AHN. Sección Órdenes Militares. Santiago. Libro 1071C, visita de 1507, p. 423 y libro 1082C,
visita de 1536, p. 385.
9
AHN. Sección Órdenes Militares. Santiago. Libro 1067C. Visita de 1494, p. 396; libro 1070C.
Visita de 1499, p. 315.
Concepción Moya García • Carlos Fernández Pacheco Sánchez-Gil
UNA ERMITA QUIJOTESCA EN EL CAMPO DE MONTIEL ALBACETEÑO: SAN PEDRO DE SAHELICES

pero cuatro años más tarde volvieron a descender hasta los mil. La bo-
nanza económica vivida, a partir de la segunda década del siglo, provocó
un fuerte aumento de los beneficios de la laguna, que en 1526 eran de
tres mil maravedíes, aunque seguía sufriendo notables oscilaciones, des-
cendiendo los años de sequía hasta los mil quinientos.
En cuanto a las tierras, poseía una viña junto a la ermita con 400
vides, una huerta pequeña de árboles con cinco o seis pies de morales y
tres hazas de tierra situadas en sus proximidades, con una producción
de seis fanegas de cebada. También contaba con tres cabezas de ganado
lanar y cabrío.
En los años finales del siglo, el número de vides había aumentado
hasta las 450, mientras que las cabezas de ganado ascendían a veintidós
cabras. A comienzos del siglo XVI el número de morales aumentó hasta
los once, mientras que el resto de posesiones se mantuvieron sin varia-
ción durante la primera mitad del siglo10.
Lo que se indica en 1526, es que se guarde el ejido y las huertas
de la ermita, para evitar que los ganados pastasen en ellos. Para hacer
efectiva esta recomendación se ordenó a los alcaldes de Ossa de Montiel,
que las amojonasen, y que el ganado que fuese sorprendido dentro, se
confiscara.
Este mandato no fue atendido con la diligencia oportuna, pues diez
años más tarde se indicó que ante “la mala guarda que en la huerta y
exido de la dicha ermita ay”, por cada cabeza mayor que esté en la huerta
o el ejido se la lleven de pena “por el estado y quebranto”, además de pa-
gar cuarenta maravedíes por el daño causado. En el caso de que fuesen
puercos los sorprendidos se confiscarían y se valoraría “el daño que ansy
fiziesen” para cobrárselo a sus dueños, y si fuera ganado menudo y su
número de cien cabezas o más se pagarían cien maravedíes, mientras que
de “cien cabeças abaxo por cada cabeça pague un maravedí de pena”.
Otra mala práctica que se realizaba era colocar colmenas en la huerta,
ordenado al mayordomo que se quitasen, y a las personas que “las tienen
mandaron so pena de quatro ducados para el tesoro de la Orden que las
quiten luego de alli como les sea notificado este mandamiento”. Todos estos
mandatos fueron notificados al mayordomo Felipe Sánchez, en presencia
de dos testigos: Juan García de Arce y Pero López, vecinos de la Ossa11.

10
AHN. Sección Órdenes Militares. Santiago. Libro 1070C, visita de 1499, p. 315; libro 1071C,
Página 75

visita de 1507, p. 424; libro 1077C, visita de 1511, p. 29; libro 1078C, visita de 1515, p. 30 y
libro 1080C, visita de 1526, p. 996.
11
AHN. Sección Órdenes Militares. Santiago. Libro 1080C, visita de 1526, p. 996 y libro 1082C,
visita de 1536, pp. 384-386.
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Los ornamentos de la ermita a finales del siglo XV eran muy redu-


cidos, limitándose en 1494 a un vestimento (casulla) de lienzo con sus
aparejos y una palia12. En los últimos años del siglo habían aumentado,
contando además de lo anterior, con un frontal de lienzo pintado, dos
pares de manteles de lino (uno roto) y tres de estopa nuevos, cuatro fron-
tales de paño colorado colocados en los altares, un paramento en el que
estaba pintada la imagen de San Pedro, una cortina de lana, un atril de
palo (madera), una campana mediana en el campanario y un arca donde
guardar los ornamentos.
En la siguiente visita, que tuvo lugar apenas ocho meses después,
en mayo de 1499, se indicó que con respecto a la anterior habían aumen-
tado sus ornamentos en cuatro pares de manteles nuevos, un paño de
manos “con unos buenos rabos de hilo” y un ara con sus corporales que los
visitadores pasados mandaron comprar. Además, habían adquirido, sin
que le fuera requerido, una alfombra buena de veinte palmos.
Pero todavía había algunas carencias, por lo que los visitadores en
septiembre de 1498, mandaron al mayordomo que con las rentas del año
venidero comprase un cáliz de plata, de un marco y medio de peso con su
patena “con que se sirva la dicha hermita porque no tiene calice con que
elevar el vino”. Sin embargo, el excesivo coste que suponía su adquisición
y que los ingresos fueran utilizados para la reparación de la ermita, pro-
vocó que el mandato no fuera cumplido y los visitadores no volvieron
a insistir en él13. En los años siguientes hubo pocas adquisiciones limi-
tándose en la primera década del siglo XVI, a tres pares de manteles de
cáñamo y en la segunda a un paño de lienzo labrado para la paz14.
A mediados de siglo, la casulla de lienzo estaba en un estado de-
plorable, por lo que el mayordomo compró una de color carmesí, que
tenía una cortadura de raso dorado con un cordón de oro bordado, estola
y manipulo, por la que se pagaron cuatro mil maravedíes. Los visitadores
en 1550 ordenaron que se comprara un arca nueva, un frontal de guar-
damesí, unas ampollas y un cáliz de estaño, para que “use lo susodicho…sy
alguna persona quisiere dezir misa por su devoción”. En este caso se pidió
que el cáliz fuera de estaño en lugar de plata, lo que hacía más asequible
su adquisición15.
12
La palia tenía varias acepciones: una cortina exterior, que se ponía delante del Sagrario en el
cual estaba el Santísimo; un lienzo cuadrado sobre el cual se descogían los corporales para
decir misa; o bien un corporal o velo, sobre el cual se ponía el cáliz cuando se sacrificaba.
Página 76

13
AHN. Sección Órdenes Militares. Santiago. Libro 1070C, visita de 1494, p. 396; libro 1068C,
visita de 1498, pp. 166-167 y libro 1070C, visita de 1499, pp. 314-315.
14
AHN. Sección Órdenes Militares. Santiago. Libro 1078C, visita de 1515, p. 30.
15
AHN. Sección Órdenes Militares. Santiago. Libro 1085C, visita de 1550, pp. 1185-1187.
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6. LOS MAYORDOMOS Y SUS CUENTAS

El primer mayordomo de la ermita de San Pedro del que se tiene


constancia es Mingo Gil, que en marzo de 1494 presentó sus cuentas a
los visitadores de la Orden de Santiago. Declaró unos ingresos de 10.970
maravedíes, de los que gastó 7.778, teniendo un alcance de 3.19216, los
cuales debía entregar en el plazo de nueve días a Juan García, hijo de Fe-
rrand García, que le sustituyó en el cargo, al cual dieron los visitadores el
poder para “recabdar todos los bienes e rentas della”.
Cuatro años más tarde le tomaron las cuentas, informando que a
los 3.192 maravedíes que recibió de su antecesor, había que sumarles
3.393, obtenidos por las rentas de la laguna y “de las dichas heredades”
en los dos últimos años, lo que suponía un total de 6.585 maravedíes.
De ellos había gastado en las reparaciones de la ermita y en aceite para
la lámpara, 6.517 maravedíes y medio, quedando un alcance de apenas
68 maravedíes y medio, los cuales entregó al nuevo mayordomo Pascual
Moreno, que estuvo poco tiempo en el cargo, pues cuando ocho meses
más tarde volvieron los visitadores a la ermita, tomaron cuenta a Lorenzo
Abad, quien había sido puesto en el cargo por el concejo (ayuntamiento)
de la villa, no sabemos si por muerte o renuncia del anterior. Durante el
corto espacio que ejerció como mayordomo, una vez restados los gastos
de los ingresos, quedó un remanente de 88 maravedíes, apenas 20 más de
los que había recibido17.
Lorenzo Abad seguía en el cargo cuando en 1507 volvieron los visi-
tadores. Poco antes le había tomado cuentas el vicario de Montiel, el cual
se encargaba de ello en los períodos que transcurrían entre las visitas de
los enviados por la Orden de Santiago. El mayordomo mostró un libro
donde apuntaba todos los gastos e informó que había recibido hacía poco
varias ovejas como donativo, teniendo un alcance de 1.895 maravedíes.
Al ver que había saneado las cuentas de la ermita “y porque hera buen
hombre” le confirmaron en el cargo, recomendándole que tuviera la er-
mita bien reparada “de lo que oviere menester”.
En 1511 continuaba ejerciendo de mayordomo, mostrando unos in-
gresos de 1.521 maravedíes, a los que sumó otros 122 y medio de ciertas
ropas y de la luminaria, lo que hacía un total de 1.643 y medio, de los que

16
En la toma de cuenta a los mayordomos, el cargo eran los ingresos obtenidos, el descargo
Página 77

los gastos, mientras que el alcance era el resultado de restar el descargo del cargo, es decir
el remanente de las cuentas, que podía ser positivo o negativo.
17
AHN. Sección Órdenes Militares. Santiago. Libro 1070C, visita de 1494, p. 396; libro 1068C,
visita de 1498, pp. 166-167 y libro 1070C, visita de 1499, p. 315.
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gastó 423 en aceite, en la visita del vicario, “en recorrer la yglesia y en una
casa que es del arrendamiento de la laguna”, quedando 1.220 maravedíes
y medio18.
Cuatro años más tarde, seguía Lorenzo Abad al frente de las cuen-
tas de la ermita, las cuales habían mejorado notablemente. Al tomarle
cuenta el vicario, a finales de 1514, tenía un alcance de 3.249 maravedíes,
habiendo recibido con posterioridad otros 750 del arrendamiento de la
laguna. Los gastos fueron de 1.320 maravedíes por la compra de un barco
para la laguna, de aceite y otros gastos menudos, con lo que le sobraron
2.679 maravedíes más tres fanegas de cebada.
Las cuentas las presentó en presencia del cura y de los oficiales del
concejo de Ossa, y pese a llevar más de dieciséis años en el cargo, indi-
caron que “el dicho Lorenzo Abad no procuraba bien las cosas de la dicha
hermita”, por lo que fue relevado, nombrando en su lugar los oficiales
del concejo a Felipe Sánchez. Para que entregara al nuevo mayordomo el
sobrante de las cuentas, los visitadores mandaron al fiscal Diego de Gea
a realizar la ejecución de bienes de Lorenzo Abad, por lo que se le con-
fiscaron tres burras, además de entregar 1.926 maravedíes en metálico y
tres fanegas de cebada. A ello, había que sumar otros 750 maravedíes que
debía Pedro Carretero del arrendamiento de la laguna, el cual cumplía a
final de año, indicándole que debía entregarlos al nuevo mayordomo19.
Cuando llegaron los visitadores a la ermita, en mayo de 1526, en-
contraron un nuevo mayordomo, Andrés Muñoz, al cual le había tomado
las cuentas el vicario en mayo de 1523. Al incluir la renta de la laguna de
dicho año, tuvo un alcance de 12.352 maravedíes y medio. A esta cantidad
se sumaron las rentas de la laguna de los años 1524 y 1525, la limosna
recibida, una res de cabrío que vendió y un pellejo, ascendiendo todo a
2.965 maravedíes, a los que se añadieron 3.025 del arrendamiento de la
laguna en 1526, lo que suponía unos ingresos de 18.342 maravedíes y
medio, de los que gastó 13.055 en hacer un portal nuevo para la iglesia,
cera y aceite, así como el derecho de la cuenta del vicario, teniendo un
alcance de 5.287 maravedíes y medio.
Tras revisar las cuentas de los últimos once años, observaron que el
anterior mayordomo, Felipe Sánchez, había cometido un error a su favor
de 452 maravedíes, una fanega y tres celemines de trigo, por lo que or-
denaron a los alcaldes de Ossa y al vicario de Montiel, que se encargaran
de cobrárselo y lo entregaran al actual mayordomo. Por lo que vemos, los
Página 78

18
AHN. Sección Órdenes Militares. Santiago. Libro 1071C, visita de 1507, p. 424 y libro 1077C,
visita de 1511, p. 29.
19
AHN. Sección Órdenes Militares. Santiago. Libro 1078C, visita de 1515, pp. 30-32.
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visitadores realizaban un control exhaustivo, no fiándose de las cuentas


que habían sido tomadas en su ausencia por el vicario20.
Andrés Muñoz continuó desempeñando el cargo de mayordomo,
pues el 15 de febrero de 1530 le fue tomada cuenta, presentando un al-
cance de 2.440 maravedíes y medio, una fanega y tres celemines de tri-
go, siendo confirmado en el puesto. En los años siguientes fue el vicario
quien le supervisó las cuentas, hasta que en febrero de 1536 volvieron los
visitadores de la Orden a la ermita. Andrés Muñoz les presentó unos in-
gresos de una fanega de trigo, nueve cabras y 7.470 maravedíes y medio,
de los que había gastado 1.829 en un tabernáculo para San Pedro, aceite,
trastejar la ermita y otros gastos menores21.
En los años siguientes Juan Ximénez le relavaría en el cargo, que
pasaría posteriormente a Alonso de Bódalo, que lo estaba desempeñando
cuando los visitadores llegaron a la ermita, en febrero de 1550. Presentó
unos ingresos de 12.024 maravedíes, de los que había gastado 4.646, cua-
tro mil de ellos en comprar una casulla, quedándole 7.378 maravedíes22.
Como se puede observar, la ermita de San Pedro tenía unas cuentas sa-
neadas, gracias a los ingresos de la pesca de la laguna, de sus tierras y
de las limosnas de los fieles, que bien administrados habían permitido
mantener la ermita en buen estado.

7. LA PROCESIÓN Y VOTO A SAN PEDRO

Las Relaciones de Felipe II nos informan de la existencia en 1575,


del voto de ir en procesión desde la villa de Ossa de Montiel hasta la er-
mita de San Pedro de Sahelices, el día de las letanías mayores, guardando
el ayuno de no comer “grosura”. Además indican, que saben por sus ma-
yores, que el voto fue realizado por la promesa de librar al pueblo de “la
pestilencia” (Cebrián y Cano, 1992, 228). La primera epidemia de peste
tuvo lugar en nuestro país entre 1349 y 1350, aunque con posterioridad
la Meseta Sur fue azotada en varias ocasiones por epidemias “de pestilen-
cia” durante los siglos XIV y XV, como en 1376, 1400-1402, 1413-1414,
1422, 1434-38 y 1465-68, mientras que en el siglo XVI hubo importan-
tes epidemias en 1506-07 y 1564-65. Si tenemos esto en cuenta, habría
que pensar que la procesión y romería a San Pedro, tendría su origen en
algunos de estos momentos epidémicos, posiblemente en el siglo XV, o
Página 79

20
AHN. Sección Órdenes Militares. Santiago. Libro 1080C, visita de 1526, pp. 995-996.
21
AHN. Sección Órdenes Militares. Santiago. Libro 1082C, visita de 1536, pp. 383-384.
22
AHN. Sección Órdenes Militares. Santiago. Libro 1085C, visita de 1550, p. 1185.
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como muy tarde en la primera década del XVI, aunque la epidemia que
está mejor constatada en el Campo de Montiel es la de 1422, con un docu-
mento que muestra sus consecuencias en Alhambra, donde provocó una
notable mortandad y despoblación23.
La procesión en el siglo XVI, tenía lugar el 25 de abril (letanías ma-
yores), festividad muy ligada a la realización de romerías y de procesio-
nes en las que se cantaban oraciones solemnes, en acción de gracias por
haber superado una situación de calamidad o necesidad. Esa tradición de
la procesión y romería a la ermita de San Pedro se ha mantenido hasta la
actualidad, sufriendo una pequeña variación de cuatro días en la fecha
de celebración. Actualmente la imagen de San Pedro es trasladada a la
iglesia de Ossa de Montiel el domingo de Resurrección y devuelta a la er-
mita, el 29 de abril, festividad de San Pedro Mártir o de Verona, en sendas
procesiones y romerías.
El ayuntamiento de Ossa de Montiel colaboraba desde tiempos
muy antiguos en la celebración de las fiestas, apareciendo reflejada en
las actas municipales del 23 de abril de 1644, la libranza de una cantidad
para la caridad del día de San Pedro, con lo que ya se habría trasladado la
celebración a dicho día24.

8. PÉRDIDA DE LA INDEPENDENCIA E INTEGRACIÓN EN EL BENEFI-


CIO CURADO DE OSSA DE MONTIEL

La buena situación económica de la ermita de San Pedro de Sahe-


lices fue una de las causas de la pérdida de su independencia, unida a la
necesidad de proveer al cura de Ossa de Montiel de los fondos necesarios
para que tuviera una buena dotación económica.
El 2 de julio de 1574, fue redactado en Madrid un documento por el
administrador de la Orden de Santiago, Pedro de Solchaga, por el que se
declaraba la anexión al beneficio curado de la iglesia parroquial de Ossa
de Montiel, de las rentas de la ermita de San Pedro, quedando obligado el
cura a “cumplir con los cargos y reparos della”.
La causa alegada para tomar esta decisión fue que la villa era pobre
y que el beneficio curado no estaba bien dotado, lo que no permitía al
sacerdote de la localidad tener los ingresos precisos para llevar una exis-
tencia decente. En la carta se indicaba que esta orden fuese notificada
Página 80

AHN. Sección Consejo Órdenes Militares. Santiago. Carpeta 51, documento 4 bis.
23

ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE ALBACETE (AHPA). Sección Municipios. Caja 25.


24

Ossa de Montiel. Decretos de la villa.


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UNA ERMITA QUIJOTESCA EN EL CAMPO DE MONTIEL ALBACETEÑO: SAN PEDRO DE SAHELICES

a los visitadores de la Orden de Santiago “cuando vayan”, a los alcaldes


ordinarios de la villa y a “otros cualesquiera” que sea preciso informar25.
Desde ese momento la ermita perdió su autonomía, pasando a
manos del cura de Ossa las decisiones que le afectaban y la administración
de sus bienes, hecho que queda constatado en la Relaciones Topográficas
de Felipe II, en las que se indica que la villa “tiene un cura e benefiçiado el
qual tiene de renta el dicho benefiçio con lo que se la a anexado de la ermita
de San Pedro”, siendo la laguna de San Pedro una de sus propiedades,
arrendada por doce ducados anuales, los cuales se lleva el cura de la villa,
que en esos momentos era Alonso Camacho.
Durante el siglo XVII y la primera mitad del XVIII, los bienes del
beneficio curado en las proximidades de la ermita de San Pedro fueron
en aumento, haciendo necesaria la construcción de una casa de campo
para los agricultores que trabajaban sus tierras y el almacenamiento del
grano. Su edificio es descrito en el año 1752, como una casa de campo
para el servicio de labor, que llaman de San Pedro, distante una legua de
la villa y lindera por sus cuatro lados con los ejidos llecos (sin cultivar)
de ella. Su frente era de 19 varas, con un fondo de 28, incluido el corral.
Sus dependencias eran unos cuartos bajos cubiertos de teja que servían
de cocina, dos aposentos con cámara, caballeriza y pajar. Junto a la casa
había una era empedrada de 23 varas en cuadro, en la que cabían tres
cuartillos.
Los bienes del beneficio curado ascendían a 11 pedazos de tierra
de primera calidad, 18 de segunda y 6 de tercera, de los cuales estaban
situados en la zona denominada como de San Pedro o dehesa de “Hoyo
Redondo”, dos trozos de tierra de primera calidad, con 4 fanegas y 9 ce-
lemines, uno de ellos ubicado en el camino que iba desde la ermita al
molino de Ruipérez; 6 de segunda calidad con 13 fanegas y 4 de tercera
con 8 fanegas. La pesca de la laguna de San Pedro se seguía arrendando,
obteniendo de ella barbos y bogas, que se pescaban entre los meses de
marzo y junio, pagando Juan del Charco Menor y Andrés Bascuñana, 150
reales anuales26.
En la segunda mitad del siglo XVIII hay descripciones de la ermita,
como la que tiene lugar en 1773, o en las relaciones de Tomás López de
1786, las cuales son muy similares, indicando que había una ermita a la
derecha del río Alarconcillo, llamada de San Pedro Mártir, con una casilla
inmediata para el santero. A veinte pasos se encontraba la casa de labor
Página 81

AHN. Sección Órdenes Militares. Archivo Judicial de Toledo. Santiago. Legajo 59.771. 1574.
25

AHPA. Catastro de Ensenada. Caja 151. Ossa de Montiel. Personal y real, estado eclesiástico.
26

Bienes del Beneficio del cura Don Juan Benítez.


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de San Pedro, con una huerta por la que pasaba el río y al final de este
había un molino harinero de una piedra, y más abajo a unos setenta pa-
sos, un batán con su casa (Corchado, 1971, 133 y Sánchez, 1988, 26-31).

9. LA POSESIÓN POR EL AYUNTAMIENTO Y SU DESTRUCCIÓN

La desamortización eclesiástica que llevó a cabo el ministro Juan


Álvarez de Mendizábal en el año 1836, provocó que los bienes del benefi-
cio curado de Ossa de Montiel fueran enajenados, subastados o vendidos
en los años siguientes. La laguna de San Pedro pasó a manos del hijo del
promotor de la desamortización, Rafael Álvarez de Mendizábal, en 1853
(Del Valle, 1997, 294), mientras que la ermita, al ser un edificio religioso
con escaso interés para los compradores, se entregó al municipio de Ossa,
como ocurrió con numerosos conventos o ermitas desamortizados, que
acabaron siendo cedidos o adquiridos por los ayuntamientos en los que
estaban enclavados.
Este hecho no libró a la ermita de ser asaltada y destruida en sep-
tiembre de 1936 por “milicianos desconocidos de Tomelloso”, los cuales
profanaron y quemaron la imagen del santo27. El mal estado del edificio
y la amenaza que representaba, provocó que en 1943 fuera demolido,
construyéndose en su lugar una nueva ermita, que es la que existe en la
actualidad.
Es una pena que no pudiera conservarse el primitivo edificio, cuya
antigüedad y trayectoria lo hubieran convertido en una pieza importante
de nuestro patrimonio. Pero lo que no debe hacer es caer en el olvido, por
ello escribimos este artículo para rescatar el recuerdo de esa ermita, que
fue hollada por los pasos “literarios” de Don Quijote y Sancho Panza.
Página 82

AHN. Fondos Contemporáneos (Fiscalía del Tribunal Supremo). Causa General, 1015, expe-
27

diente 58.
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UNA ERMITA QUIJOTESCA EN EL CAMPO DE MONTIEL ALBACETEÑO: SAN PEDRO DE SAHELICES

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

CEBRIÁN ABELLÁN, A. y CANO VALERO, J. (1992). Relaciones topográficas


de los pueblos del Reino de Murcia. Murcia: Universidad de Murcia.
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1, UNED, 351-368.
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de Ruidera, V. García Canseco (coord.), 279-300. Madrid: Editorial
Ecohábitat.

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APÉNDICE FOTOGRÁFICO
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Foto 1. Interior de la ermita de San Pedro de Sahelices, en un grabado de Daniel Urrabieta,


del siglo XIX.
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Foto 2. Ermita de San Pedro, en una fotografía de comienzos del siglo XX.

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Foto 3. Interior y altar mayor de la ermita de San Pedro, en los inicios del siglo XX.
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Foto 4. Casa del ermitaño, situada a los pies de la ermita.


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Foto 5. Edificio actual de la ermita de San Pedro, construido a mediados del siglo XX.

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