MONOGRAFIA-cristobal Lozano
MONOGRAFIA-cristobal Lozano
MONOGRAFIA-cristobal Lozano
CRISTOBAL LOZANO
(ESCUELA LIMEÑA)
INDICE:
1) Escuela Limeña
2) Cristóbal Lozano
1)Escuela Limeña:
La escuela limeña es una de las más antiguas y más importantes debido a su ubicación,
entra el barroco a esta cultura gracias a la llegada de artistas y discípulos, también
llegan obras enviadas desde España.
En el siglo XVIII, siglo de disolución, la corona española cambia de dinastía esto genera
una falencia económica que se agrava con el terremoto de 1746. Se observa una
influencia francesa en Lima dejando el desdén a los dorados; también se da el
aumento de envío de obras americanas a Europa (se invierte). Las características
puntuales que se presentan en esta escuela, partiendo por presentar cánones propios
son: suma de estilos, aparecen en un mismo cuadro rezagos del manierismo y del
barroco con muebles y el colorido del siglo XVII; debido a la influencia española en su
mayor porcentaje son temas religiosos; sus pinturas se basaban en grabados y
estampas; desdeñan el uso del dorado, aunque existen excepciones como el caso de
Medoro; y por último esta parece ser más apegada a modelos europeos.
2) Cristóbal Lozano:
Considerado el maestro limeño más importante de su tiempo y el iniciador del
resurgimiento experimentado por la pintura limeña en la segunda mitad del siglo XVIII.
Se cree, nació la primera década del siglo XVIII en Lima, hacía 1705, como menciona
una partida de bautismo sobre un Cristóbal huérfano. Hijo de padres desconocidos fue
bautizado a los dos años en la parroquia de Santa Ana, por un fraile dominico de
apellido Lozano. Debió de formarse en alguno de los obradores limeños de la primera
mitad del siglo, influido por la pintura religiosa del Cuzco.
Muchas de sus obras juveniles no fueron identificadas en su momento sino en tiempos
recientes. Es el caso de la serie de lienzos sobre la vida de la Virgen en el monasterio
del Carmen, que debe de datar de la década de 1730. La transición hacia su nueva y
definitiva modalidad europeísta se aprecia en piezas como La imposición de la casulla a
san Ildefonso, fechada en 1734, o en la copia de La liberación de san Pedro, en la
sacristía de San Agustín, de 1741.
Tras el gran terremoto de 1746 en Lima, Lozano tuvo ocasión de restaurar muchas de
las pinturas que guardaba la ciudad. Por este motivo entablo estrecha relación con el
oidor Pedro Bravo de Lagunas, personaje de gran influencia en la Corte virreinal que se
convirtió en su mecenas. Desde entonces, la producción de Lozano se vio claramente
influida por el retrato cortesano de inspiración francesa. Los retratos del conde de
Superunda, que muestran al virrey reconstruyendo la catedral o supervisando a caballo
las obras de reedificación de la ciudad, marcaron el apogeo de Lozano como pintor de
Corte. También realizo otras pinturas, como el retrato del sucesor de Superunda,
Manuel Amat a Lozano en 1771, la serie de lienzos de “mestizaje” o de castas enviada
al Gabinete de Historia Natural de Madrid formado por el futuro Carlos III. Al ascender
al trono este Monarca ilustrado, Lozano pintaría en su homenaje una alegoría de La
Envidia, enviada a Madrid que esta extraviada, constituía una defensa de la nobleza de
la pintura y de su estatus como arte liberal.
En 1760, Lozano se vinculó con la Orden jesuita al ejecutar el amplio lienzo de La
coronación de la Virgen rodeada por los santos jesuitas (1766), destinado a decorar la
nueva iglesia del noviciado de la Compañía. La imagen de María corresponde al tipo
iconográfico murillesco, y sin duda fue tomada de una Purísima original de Murillo
existente en aquel tiempo en Lima. Por entonces, el redactor de la Gaceta de Lima
comentó elogiosamente la composición de Lozano como el mejor adorno de este
edificio, “por su distinción única en el Perú”, lo que revela el aprecio dispensado por
sus contemporáneos. Esta fama se mantendría en la generación siguiente, cuando
Toribio del Campo y Pando se refería a Lozano en su “Carta sobre la música”, aparecida
en las páginas del Mercurio Peruano como “el más grande pintor de la ciudad”. Lozano
produjo por esa misma época La aparición de la Virgen a san Camilo de Lelis, para la
sacristía de la Buena Muerte.
La Anunciación
Cayetano en Éxtasis Inmaculada (1745)
(1725-1730)
3.2. SEGUNDA
(1742)
ETAPA:
(1740 - 1771 aprox.)
Atrás quedaron las obras religiosas de influencia cusqueña, aquella etapa del joven
pintor ya había sido superada y gracias al apoyo que recibirá desde entonces y a lo
largo de su vida de mecenas (personas de gran poder y solvencia económica que
brindaban protección a los artistas así como la adquisición y promoción de sus obras)
cercanos al gobierno, nobles y religiosos; su estilo da un giro y se convierte en un arte
que refleja el gusto de la sociedad limeña de la época donde ya había quedado atrás la
vida austera marcada por la religiosidad y se había dado paso al gusto por la vida de
galantería y sibaritismo. Reinaba el refinamiento francés, la etiqueta y la vida cultural
en torno a la corte y círculo de intelectuales. En esta etapa, predominó en su
producción de pintura el género del retrato, Lozano pintó retratos áulicos que
representan no sólo a virreyes, sino también a criollos nobles y a limeños destacados
en la docencia universitaria.
Pinturas:
En 1746, Lozano se convierte en el pintor oficial de José Antonio Manso de Velasco,
conde de Superunda quien en el mismo año asumió el poder en el virreinato peruano y
gobernó por más de tres lustros. El pintor realizaría tres retratos del distinguido conde,
a continuación, realizaremos el análisis de dos de ellos.
El pintor también crearía la imagen oficial de Bravo de Lagunas, se vinculan con un momento
culminante de la carrera del abogado, nombrado oidor de la Real Audiencia, pero también con
su retiro a la vida religiosa. Responde a un esquema característico de los retratos coloniales de
letrados, mostrados dentro de un despacho con mesa, estantería y cortinaje. Su soltura de
ejecución, sin embargo, diferencia a esta obra de la dureza lineal que caracterizaba a los
precedentes inmediatos, y anuncia una renovación que el propio Lozano consolidará hacia el
final de la década.
Lozano
recibe los
encargos de
don Agustín de
Salazar de
Muñatones
primer conde de Monteblanco para realizar su retrato y los de su familia. El conde posa para
Lozano a los 63 años de edad con vestiduras en tono rojo, uno de los colores preferidos de
lozano, con bastón que alude al cargo de alcalde ordinario de la ciudad de lima a su lado un
muro de cortinaje y blasón y en la parte posterior una vista de sus tierras.
El retrato de doña Francisca es uno de los mejores logrados por el artista, prototipo de muchos
otros durante la época. La dama limeña posa a los 40 años con la ostentación de la nobleza
criolla en pose característica de las damas europeas con abanico en una mano y en otra una
flor, viste rico traje con brocados y encaje finamente trabajados por el pintor y abundante
aderezo de perlas pendientes collares pulseras en ambos brazos y gran broche sobre el pecho.
La enmarca el cortinaje recogido acostumbrado y una columna con el blasón de los Gaviño a lo
lejos una alameda.
Coronación de la Inmaculada Concepción (1765)
Sin lugar a dudas podemos afirmar que el lienzo de la “Asunción y Coronación de la Virgen” es
el más importante del pincel de Lozano, aparte de ser el de mayor formato entre todos los
conocidos de su producción. La Virgen Inmaculada, inspirada indudablemente en las realizadas
por Murillo, vestida de blanco y azul, de pie sobre la media luna, querubines y angelitos que
revolotean en variados escorzos, los que portan rosas, azucenas y palmas, es recibida en el
cielo por la Santísima Trinidad Dios Padre con el globo terráqueo y Jesús con la cruz, sostienen
sobre su cabeza la corona imperial, bajo la luz del Espíritu Santo en forma de paloma, rodeados
de una corte de numerosos ángeles; ambos con ampuloso manto rojo agitado al viento,
acentúan aún más la atención sobre la figura de la Virgen. En los ángulos inferiores cuatro
figuras a cada lado de rodillas, a la derecha del lienzo el Patriarca San José, seguido por San
Ignacio y otros dos santos jesuitas, mientras que al otro extremo del lienzo figura en primer
plano el santo titular del noviciado, San Antonio Abad, y detrás de él San Francisco Javier y
otros dos jóvenes jesuitas.
conventual, el Padre Pérez fue otro protector de Lozano, se dice que el más ligado a él.