Instituciones Financieras Internacionales
Instituciones Financieras Internacionales
Instituciones Financieras Internacionales
Una institución financiera internacional (IFI) es una institución financiera establecida (o fundada)
por más de un país, y que por ello está sujeta al Derecho internacional. Sus dueños o accionistas
son generalmente gobiernos nacionales, aunque otras instituciones internacionales y otras
organizaciones ocasionalmente puedan también ser accionistas. Las IFI más prominentes son
creaciones de múltiples naciones, a pesar de que existen algunas instituciones financieras
bilaterales (creadas por 2 países) que, técnicamente, también son IFI. Las IFI más conocidas se
fundaron tras la Segunda Guerra Mundial con los fines de ayudar a la reconstrucción de Europa y
proporcionar mecanismos para la cooperación internacional en la gestión del sistema financiero
mundial.
La mayor IFI hoy día es el Banco Europeo de Inversiones, (BEI) con unos activos de 512 millardos
de euros (€) en 2013.12 Compárese con los 2 componentes del Banco Mundial, el Banco
Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF, con activos de 358 millardos de dólares
norteamericanos, $, en 2014) y la Asociación Internacional de Fomento (AIF, con activos de 183
millardos de $ en 2014).3 Por comparación, los mayores bancos comerciales tienen activos entre 2
y 3 billones de $, entre 4 y 6 veces más que el BEI.
Un banco multilateral de desarrollo (MDB por sus siglas en inglés) es una institución
financiera, creada por un grupo de países, que proporciona financiación y asesoría técnica
con el objetivo de fomentar el desarrollo. Los MDB tienen un gran número de miembros,
que incluyen tanto países desarrollados (donantes) y países en desarrollo (prestatarios). Los
MDB financian proyectos con préstamos a largo plazo en condiciones de mercado
(conocidos en inglés como loans), con préstamos a muy largo plazo en condiciones más
favorables que las del mercado (conocidos en inglés como credits) y con donaciones.
Banco Mundial
Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA)
Banco Europeo de Inversiones (BEI)
Banco Islámico de Desarrollo (IsDB)
Banco Asiático de Desarrollo (ADB)
Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo (BERD)
CAF-Banco de Desarrollo de América Latina (CAF)
Grupo Banco Interamericano de Desarrollo (BID)
Banco Africano de Desarrollo (AfDB)
Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIB)
El Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial de Comercio son
las principales organizaciones económicas internacionales. Las dos primeras, conocidas como las
instituciones de Bretton Woods, se ocupan de las relaciones monetarias y financieras
internacionales, mientras que la tercera fija las reglas del comercio internacional.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) fueron creados en 1944 en la
conferencia de Bretton Woods. El FMI debía organizar un sistema monetario internacional con
tipos de cambio fijos entre las monedas de cada país, cuyo punto de referencia común eran el oro
y el dólar estadounidense. Por eso, la devaluación del dólar en 1971 supuso el fin del orden
monetario internacional de la postguerra, dando paso a una inestabilidad cambiaria que todavía
persiste, y cuestionando la propia supervivencia de la institución. Haciendo de la necesidad virtud,
el FMI reconvirtió su actividad financiera, pasando de conceder préstamos a corto plazo para
evitar devaluaciones a dar créditos a largo plazo condicionados a la realización de políticas de
ajuste estructural. Y concentrando su intervención en las economías del Sur y luego también en las
del Este, a medida que se incorporaban a la institución tras la caída del bloque soviético. No
obstante, la profundidad de la crisis actual ha roto esta tendencia, y treinta años después el FMI
ha vuelto a intervenir en diversos países europeos.
En las instituciones de Bretton Woods dominan los países del Norte, ya que la capacidad de voto
depende de la cuota (FMI) o capital (BM) de cada país, y detentan más de la mitad. Desde 1975
ese control se ha ejecutado por el G-7, a través del cual Estados Unidos comparte su hegemonía
con los otros dos grandes polos de la economía mundial, Europa y Japón. Pero desde 2008, a raíz
del estallido de la crisis actual, esa responsabilidad se ha traspasado al G-20, donde además de las
potencias del Norte también participan algunas economías emergentes, encabezadas por China, a
las que se les ha ampliado ligeramente su capacidad de voto en el FMI y el BM. De todas formas,
para las decisiones más importantes en ambas instituciones se requiere una mayoría del 85%, lo
que otorga derecho de veto a Estados Unidos, que retiene más del 15% de los votos.
La Organización Mundial de Comercio, algo más que comercio
En la OMC cada país tiene un voto, pero las decisiones se toman normalmente por consenso. Sin
embargo, tras esta apariencia de democracia formal se encuentra la tiranía de los MERCADOS, que
otorga una capacidad de decisión proporcional a la potencia económica de cada cual, por lo que
de hecho mandan los países del Norte. Además, es la única organización de ámbito mundial que
tiene capacidad de imponer sanciones a los países miembros por el incumplimiento de dichas
reglas, a través de su Sistema de Solución de Diferencias.
Conscientes de ello, muchos gobiernos del Sur, con el apoyo de movimientos sociales, han
conseguido que las negociaciones de la OMC se encuentren estancadas, paralizando los intentos
de profundizar en la liberalización de los servicios y extender el mandato de la OMC a nuevas
materias como inversión, compras públicas o política de competencia. Pero eso no impide que las
reglas de la OMC se sigan aplicando.
Aunque con diferentes modalidades, en las tres instituciones dominan los países del Norte. Eso
marca claramente la orientación de sus actividades, que desde los años ochenta han estado
guiadas por el ideario neoliberal, extendidas desde el Norte hacia el Sur y el Este en su transición
hacia la economía de mercado. El FMI y el BM han difundido la idea de que el libre mercado por sí
sólo es la mejor receta para impulsar el desarrollo, por lo que la intervención del Estado en la
economía debe reducirse al mínimo para que las grandes empresas privadas puedan actuar con la
mayor libertad posible. Y la realización de la idea ha sido impuesta a través de los programas de
ajuste estructural. La OMC ha establecido unas reglas de juego que van más allá del comercio y
que solo liberaliza lo que interesa a las empresas multinacionales, al tiempo que ponen límites a
las políticas de desarrollo de las economías del Sur. Hasta el punto de que si los gobiernos del
Norte, en representación de los intereses de las multinacionales, no obtienen lo que desean en la
vía multilateral de la OMC, estancada desde hace años, lo van imponiendo por la vía bilateral o
regional de los acuerdos de inversión y tratados de libre comercio.