Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                

Jurisdiccion Eclesiastica Abadesa Huelgas

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 15

EN TORNO

A LA JURISDICCIÓN ECLESIÁSTICA DE LA
ABADESA DE LAS HUELGAS

Ocasión

Nunca a Io largo de Ia Historia dejó de atraer a sí las plumas de los


canonistas Ia figura señera de esta Ilustrísima Abadesa. Pero es tal su com-
plejidad, tal Ia dimensión histórica y jurídica de las instituciones en ella en-
carnadas, que aún en estas calendas de 1945 hubiera faltado mucho por
averiguar de ella si el pasado año, 1944, no hubiera aparecido una obra to-
talmente dedicada a su estudio, obra que vamos a glosar ampliamente.
No se trata aquí, por tanto, y hará bien el lector en reparar en ello,
de hacer una crítica bibliográfica del libro de don JosÉ M.* EscRivÁ (i).
Quisiéramos ir más allá y, examinando sus afirmaciones, repasando sus pá-
gin<as, enjuiciando sus hipótesis, contribuir también nosotros algo al escla-
recimiento de los problemas planteados.
Qaro que de aquí saldrá, es forzoso, un juicio crítico de Ia obra. Pero
también saldrá, al menos así Io deseamos, algo más : Ia posibilidad de nue-
vos avances en el camino descubierto por él.
Decimos "descubierto", y no nos arrepentimos. Es cierto que ya antea
otros escribieron sobre el tema. Eso significa tan sólo, en nuestro caso, que
el camino de las referencias confusas, a base de hechos deformados o pri-
vilegios pontificios inexistentes, estaba trillado. Pero el otro, el del estudio
ordenado, a fondo, profundo, técnico y moderno del asunto, estaba aún vir-
gen de huella alguna. Y no parece excesivo llamar descubridor a quien por
primera vez Io recorrió.
En su obra abundan los aciertos. Pero a todos creemos que eclipsa uno
fundamental : el genial trazado del plan. Después de haber visto el índice
del libro no cabe en el ánimo del canonista duda alguna de que podrá ha-
ber sidodesarrollado con mayor o menor destreza, con más o menos lujo
de pruebas, pero que sólo por su plan, aunque otra cosa faltase, marcaría

U) Ia Abadfsa de Lou Huel<tas. MHdrId <EdHorlal Luz), 1944, 415 páffS.

— 219 —

Universidad Pontificia de Salamanca


LAMBCRTO DE ECHEVERRÍA

una época en el estudio del problema. Y como Ia destreza ha sido rnycha


y las pruebas se han prodigado, juzgue el lector Io que este libro supone "
Y si no nos cree, compruébelo por sí mismo: tome cualquiera de los
que antes trataron de Ia señora Abadesa, y léalo. Recorra las páginas de
Escrivá, y vuelva de nuevo al primer libro. Lo que antes era confuso,
ahora Ie parecerá enteramente claro. Y a través del amasijo de cuestiones
de hec.ho y de derecho, de potestades civiles y eclesiásticas, de régimen re
gular y jurisdicción pastoral hasta ahora en uso, conseguirá, gracias a
Escrivá, ver algo, y aun mucho, que antes no vió.
Con pulso firme, de cirujano experto, hace Escrivá en cuatro magní-
ficos capítulos Ia disección del cúmulo de potestades inherentes al oficio aba-
cial de Las Huelgas. Señoría civilv superioridad religiosa, administración
del Hospital del Rey y jurisdicción eclesiástica cuasi episcopal. Queda con
ellos centrado el problema, con sus contornos bien definidos, sin que al lec-
tor pueda escapársele ya dónde está Ia dificultad. No cabe imaginar páginas
mejor aprovechadas.
En pos de ellas vienen otras que el autor dedica de lleno a Ia jurisdic
ción cuasi episcopal : su formación y su título jurídico. Estas son las que
vamos a examinar con todo el interés que se merecen. Creemos sincera-
mente que Ia aportación de Escrivá es decis:va. Pero'creemos también que
es perfectible, y a esa su mayor perfección aspiramos a contribuir c.on estas
notas, que no retractan ni una sola de nuestras alabanzas, sino que las ava-
loran, pues sólo un libro de Ia talla del de Escrivá puede merecer tanta
atención.

Antes, empero, acallemos un escrúpulo. No podríamos examinar el va-


lor científico de esta obra sin haber señalado previamente algo en Io que
el autor parece haber llegado al límite mismo de Ia perfección. Porque el
estudio de investigación que estamos enjuiciando está presentado con un
gusto y una opulencia tales, está redactado en un castellano tan noble y
rotundo, está lleno de un interés y una amenidad tan grandes, que es difícil
imaginar que se pueda llegar más allá.
Lo aplaudimos de corazón. Ninguna de estas cualidades está reñida,
como tantas veces se ha creído, con Ia auténtica investigación. Antes bien,
forman su mejor y más bella aureola. Quien Io dude, vea esta obra, en Ia
que se unen estas perfecciones con el más severo rigor científico. Las citas
están hechas con arreglo a los modernos cánones en Ia materia. El triple

_220-

Universidad Pontificia de Salamanca


EN TORNO A LA JURISDICCIÓN ECLESIÁSTICA DE LA ABADESA DE LAS HUELCAS

índife de materias, de personas y lugares y bibliográfico no deja nada que


desear. Y Io mismo se diga de láminas y apéndices.
Algún reparo, de escasa monta, cabría hacer, sin embargo. Recomien-
dan los autores un uso muy parco de "op. cit.", y, sin embargo, el autor
Io hace larguísimo. En alguna ocasión no hemos podido encontrar Ia obra
citada en las cincuenta páginas anteriores, Io que parece excesivo, aunque
algún remedio tenga (si es sólo una obra de aquel autor Ia citada) en el
índice bibliográfico antes aludido (2). En otras se echa de menos el año
de Ia edición (3). Y en Ia lámina XIV no alcanzamos a explicarnos qué
ha podido mover a usar dos meridianos diferentes para señalar Ia longitud,
con el consiguiente peligro de confusión.
Otras cosas, más que defectos, son deseos de mayor perfección. ¿A quién,
por ejemplo, que vea Ia cuidada serie de Ilustrisimas Abadesas que nos da
Escrivá no ocurre inmediatamente un tenue pesar por que no se haya lan-
zado a darnos una similar de Señoras Mayoras del Real Monasterio? (4).
Por cierto que, >a propósito del tratamiento de Ilustrísima de Ia Señora
Abadesa, nos sale al paso un dato que Escrivá no pudo recoger en Ia nota
que dedicó a este asunto por haberse producido con posterioridad a Ia apa-
rición de su libro (5). Nos referimos al proyectado Estatuto Nobiliario,
que recientemente ha publicado el Instituto Jerónimo de Zurita y del que
el lector encontrará amplia referencia en el próximo número de esta
Revista. El artículo 5.° del capítulo VIII dice textualmente: "Tienen tra-
tamiento de Tlustrísima: ... Ia Abadesa de Las Huelgas, de Burgos, aun-
que no sea Mitrada."
En cambio, como Escrivá no reproduce ni describe ningún blasón de
los que usaban las Señoras Abadesas (pág. 229), no nos ha sido posible
comprobar si también en este punto había coincidencia entre Io dispuesto
en el Estatuto (cap. III, art. 42, pág. 73) y las tradiciones del Real Mo-
nasterio.
(Z) En el que tampoco falta algün "lapsus". Véasc, por ejemplo, a Sor Juana Inés de Ia
Cruz colocada en Ia letra S, donde no es fácil irla a buscar.
(3) P4gr. 25, nota 34. Que se trata de inadvertencia se ve claro comparando con p&g. 35.
nota 72. Véase también página 49, nota 26. Algunas veces usa números romanos para dar
el afio de edlclón de autores modernos, v. gr., pág. 275, nota 57. Otras hay errores mate-
riales: p&g. 328 y 329, notas 87 y 88 (»1 menos en Ia edlclón Vlves que hemos consultado
son los números 6 y 12); pág. 315, nota 33; pág. 317, nota 43 en Ia llamada; págr. 338, nota 105.
(4) Para hacernos Idea de Io que Ia "Serle" de Escrlvá aventaja a las anteriores pued«
compararla el lector con Ia que inserta J. J. DE MANiEnoLA, Cnnvento Real de Las Huelgas,
"Pemanario Católico Vasco-Navarro", Il (1867), págs. 12-15, 27-30, 40-44, 56-60, 71-73; 89-92,
105-109, 126-127, 140-143, 172-175. Da una sucinta idea de cada IlustrIsima Sefiora, apartán-
dose enormemente de Escrlvá y contundiendo—como de otros hace notar éste—a Abadesas y
Mayoras. Empero, en el caso de doña Constanza hay que reconocer que el epltatlo no deja
lugar a muchas dudas.
(5) Pa?. 32, nota 63,

— 221 -

Universidad Pontificia de Salamanca


LAMBERTO DE ECHEVERRU

La parte histórica f

La obra de Escrivá no es una historia de Las Huelgas, ni pretende


serlo. Su objeto directo es el estudio de su Abadesa, y sólo en cuanto para
ello sirve se ocupa de esta historia, tan digna de atención por otra parte.
Nada hay que oponer a este criterio. Ni entra en el carácter de esta Re-
vista el estudio de Ia parte histórica de Ia obra. Por ello hacemos tan sólo
unas observaciones ligerísimas.
En Ia página 37 nos abre el autor su propósito de "examinar a Ia vista
de los documentos que sé conservw en el Real Monasterio el hecho de Ia
jurisdicción canónica de Ia Abadesa". Realmente, Io ha cumplido. "Se ha
metido-^ice bellamente uno de sus más doctos críticos—en Ia selva de
los archivos de Las Huelgas. Y así, con sólo hojear su libro adviértese
fácilmente que se está en presencia de ua trabajo de investigación" (6).
Sin embargo, a nosotros, personalmente, nos hubiera gustado un criterio
más amplio.
Nos explicaremos: El estudio de Las Huelgas de hoy podría hacerse
con su archivo y un poco más. El de las de entonces, no. Y menos bajo el
aspecto que ocupa a Escrivá. No se puede olvidar que era cabeza de un
extenso territorio, que su Abadesa era madre de una docena de monas-
terios, que de ella dependían no pocas parroquias. Y en esos territorios,
monasterios y parroquias hay archivos que podrían haberse consultado con
fruto.
No es que pidamos el conocimiento exhaustivo que el autor tiene del
de Las Huelgas. Sería excesivo y hasta injusto exigirlo a quien valiente-
mente se ha lanzado a desbrozar el camino. Pero de ahí a ignorar casi en
absoluto las repercusiones que el poder de Ia Abadesa tenía en Ia realidad
práctica de Ia vida de sus subditos va un abismo.
Un par de ejemplos. Dice Escrivá: "A nosotros han llegado licencias
de Ia Abadesa para otorgar escrituras y contratos que requieren autoriza-
ciones del Ordinario" (7). Y c:ta en nota el estudio de don José Castella-
nos conservado en el archivo de Las Huelgas. A más cómoda fuente, como
a obra impresa de autor conocidísimo y por todos llorado, podía haber re-
mitido con citar El Mayordomo mayor de Doña Bérengueki, de nuestro

(6) A. DE CASTOO ALBARnAN, La Abadesa de Las Huelgas, "Ecclesia", VII (1944), pag. !.183.
(7) Pág. 87. No hubiera estado de más recordar que en el Clster ademas de los requi-
sitos comunes se exige Ia Ucencia del Padre inmediato para enajenar, por ejemplo. Algunas
de estas Ucencias pudieron darse por este titulo, y de hecno se dieron.

- 222 -

Universidad Pontificia de Salamanca


EN TORNO A LA JURISDICCIÓN ECLESMSTICA DE LA ABADESA DE LAS HUELGAS

Abad Dom LuciANO SERRANO (8), cuyas páginas están materialmente re-
pletas de referencias dadas pon Ilustrísimas Abadesas al Monasterio de
Villamayor de M o n t e s ^ : < j .^ d
Otro ejemplo puede ser el ejercicio del derecho de visita. No cita Es-
crivá (pág. 67) más que una comisión dada en 1612 a Fray Juan Rueda
para realizarla. Sin llegarse a los archivos de las casas visitadas podría
haber encontrado impresos testimonios elocuentes: "... no hay noticia—se
dice en un curioso pleito impreso del siglo xviii—que se haya visitado ni
libros ni otra cosa alguna perteneciente, ni a Io espiritual, ni a Io tempo-
ral de él [el Monasterio], por otras personas que las que envía comisio-
nadas Ia Abadesa de Las Huelgas, como Prelada inmediata de el Real Mo-
nasterio de Barria (9)..., y con comisión suya se hallan visitados los libros
de que se hacemención..." (io).
Todo esto sea dicho para corroborar Ia tesis de Escrivá y con ánimo
únicamente de mostrar nuevos veneros de pruebas para ella. Pero no ha
de ser sin que dejemos aquí constancia de que a nuestro juicio, aun sa-
biendo ciertamente que hay quien ha pretendido defender Io contrario, él
Ia prueba plenamente. El ejercicio de jurisdicción celesiástica por parte de
Ia Abadesa es ya algo indiscutibk (ii).
Apuntemos, sin embargo, de dónde haya podido proceder acaso el dic-
tamen adverso a que hemos aludido. Cediendo a exigencias de orden, buen
gusto y amenidad, ha esparcido el autor sus pruebas en diversos lugares
del libro. Lejos ya de Ia parte histórica, en plena disertación doctrinal (val-
ga a manera de ejemplo), aduce a Ia página 334 (n. ioo) Ia profesión de
Juan de Palacios en manos de Doña Misol, y un poco antes (pág. 333,
nota 97) el interesantísimo edicto de Doña Joaquina Calderón. TaI vez
esta dispersión haya restado aparentemente fuerza a las pruebas, que enu-

(8) Madrid) 1834. Citándolo hubiera tenido ocasión Escriv4 de hacer notar U exaje-
raclón notoria que encierran las trases rte Ia págr. 5: "... es un caso singularísimo, mág sin-
ffUter que el de Las Huelgas, en los Anales del Derecho eclesiástico." En el reciente llbro
(posterior al de Escrivá) de A.- CALvo El Monasterio de Gradefes (León, 1945) bay también
detalles Interesantes (pág-s. 236-244) y ejemplos de licencias (Apéndice nn. 100 y 101, pági-
nas 408 y slg-s.).
(9) Escrivá acentúa siempre, equivocadamente, "BarrIá", terminación ísIa inusitada en
Álava.
(10) Memorial ajustado del pleito, que se sigue en esla Real Chancitteria entre el Fiscal
de S. M. en Io civil de eVa., los cabildos eclesiásticos, mayordomos de Fábrica, RegidorSl,
Concejos y Vecinos de los Lugares de Narbaja y Aspuru y sut respectivas Iglesias Pmrro-
<;uiales... Con ta Abadesa, Priora y religiosas de el neal Monasterio... de Nuestra Sra. de Ba-
rrta, Orden del Cister... (fechado en Valladolid 1787), rol. 186. Versa sobre el ejerctelo da
jurisdicción por parte dc Ia Abadesa, acerca del que se encontrarán detalles en J. 1. LAN-
i>AzuRi, Historia eclesiástica de Io M. N. y M. L. Provincia de Atava (Pamplona, 1797 (1.* ed.),
pág-s. 285-29!; Vitoria, 1928 (2.« ed.), pág-s. 242-348.
(11) "Este estudio de los nechos, exhaustivo y completo..." dice el Sr. GnaÉNEz FERNAm>EZ,
abundando en nuestra opinión: La Abadesa de Las Huelgas, "Arbor" H (1944), págs. 395 y sigs

— 223 ~

Universidad Pontificia de Salamanca


LAMBERTO DE ECHEVERRU

meradas juntas hubieran abrumado al lector. Sin embargo, juzgamos pre-


ferible k> que el autor ha hecho : es mejor no abrumar que aburrir. Única-
mente nos atrevemos a preguntar si no hubiera estado el adecuado remedio
,en un índice cronológico de hechos aducidos (edictos, pleitos, bulas, cédu-
las, etc.).

El Cister
Y llegamos al punto del estudio de Escrivá en que más acertado ha
estado él y en el que hemos de ponerle nosotros mayores reparos. Nos re-
ferimos a Ia descripción, realmente lograda, siempre sagaz, a veces genial,
que él hace del progresivo desarrollo de Ia jurisdicción eclesiástica de Ia
Abadesa. A través de los tres capítulos vii, viii y ix se va viendo con
claridad cómo está surgiendo y precisándose más y más, bajo el influjo,
a veces encontrado, de Ia Realeza y del Episcopado, sin olvidar Ia fuerza
misma del Monasterio con su Historia gloriosísima... ¡y sus Infantas!
Al estudio de Escrivá sobre las relaciones de Ia Abadesa con los Obis-
pos y eI apoyo de los Reyes apenas tenemos nada que objetar. Lo decimos
sinceramente. Y con idéntica sinceridad añadimos que el aspecto cisterciense
del asunto ha quedado harto oscuro, o méjor, harto menos claro de Io que
de Ia comparación con los otrós dos hubiera cabido esperar.
Precisemos brevemente.
No nos referimos a Ia vida interna del Monasterio. Cierto que el autor,
que escribe lleno de cariño hacia él, podía haberle hecho un buen servicio
diciendo de esa vida algo más halagüeño que las pocas noticias consignadas
en las notas 26 y 27 de Ia página 70, en rudo contraste con las afirmaciones
de ALONSO NúÑEz DE CASTRO reproducidas en Ia página 15. Porque si
brillo y lustre singular dan a una casa religiosa las visitas de Reyes^y bo-
das de príncipes, que el autor cita con profusión, mucho mayor Ia da Ia pun-
tual observancia religiosa.
Nuestro intento es llamar Ia atención sobre el fruto que se podría ha-
ber sacado del estudio de Ia legislación peculiar del Cister. Es cosa que
llama reciamente Ia atención ver ausentes de esta obra las colecciones de
sus documentos oficiales. A falta de un Bullañwm cisterciense, aun no pu-
blicado desgraciadamente, las obras de Paris, Enriquez o Portes hubieran
hecho un buen papel. Y para que no pueda dudarse de ello, pongamos unos
ejemplos.

224

Universidad Pontificia de Salamanca


EN TORNO A LA JURISDICCIÓN ECLESIÁSTICA DE IA ABADESA DE LAS HUELCAS

Será el primero Ia estructura misma que se dió a las relaciones de


Las Huelgas con sus Monasterios filiales, caso notabilísimo, digno de ser
examinado con singular cuidado (12). Y, sin embargo, no sólo se pres-
cinde en absoluto del oaso de Ia Abadesa de Tart, con su congregación de
dieciocho Monasterios, que alguna luz pudiera haber dado por aparecer casi
simultáneamente a Las Huelgas (13), sino que se pasa también por alto
describirnos cuál era el régimen que en el Cister había introducido Ia Charta
Charìtatis. De aquí que el lector no alcance cuál era exactamente el conte-
nido de las más importantes cláusulas del Capitulo de 1189, ni el papel de
las cuatro Abadesas visitadoras del Real Monasterio, ni el del Capítulo
ni el porqué de Ia oposición de las Abadesas de Perales y Gradefes, ni Ia
situación de Santa María del Otero, ni otros muchos detalles que hubieran
quedado llenos de luz con un par de párrafos en los que se hubiese sinteti
zado Ia fisonomía jurídica del Cister primitivo. La obra de Escrivá es rica
en afortunadas síntesis, y no Ie hubiera sido difícil añadir ésta. Y en ver
dad' que al par que útil hubiera sido interesante,"pues tenemos Ia ordenación
originaria del Cister como algo insuperado y tal vez insuperable. Por Ia
obra más genial que el derecho de religiosos presenta.
De todas formas, algo hay en Ia obra de Escrivá que queda entera-
mente claro. Y es que Ia organización de Las Huelgas se construyó con
sillares sacados de Ia de los monasterios de varones. Basta hojear su libro
y ver el tono general de las Bulas y documentos de Ia Orden. Sería absurdo
suponer que al autor se Ie ha escapado esto. Lo conoce (14), pero creemos
que no saca de ello sus últimas consecuencias. En varias ocasiones roza el
tema de los privilegios generales de Ia Orden (15); alguna hay en que el
lector cree que se Ie va a explicar cuál fué Ia trayectoria de ésta en cuanto
a Ia exención o al menos se Ie va a remitir a fuentes donde pueda saciar
su curiosidad (i6V Pero desgraciadamente no se llega a ello.
Y no es sin perjuicio de Ia obra. Arrancar a Las Huelgas del cuadro

(It) El P, LARRAONA, C. M. F., ha llamado Ia atención sobre Ia repugnancia iiiteiisisnna


de Ia Iglesia a admitir Superioras Generales en pleno siglo XVII, que necesitó cerca de
cien años para ser parcialmente vencida: De potestale dumtnatlvs publica in jure canónico,
"Acta Congresus JuHdlcl Internatlonalls", IV (Roma, i937), pag:s. 155-156, n. 11. Y, sin embargo,
¡el caso de Las Huelgas Io encontramos ya en el s. XII!
(13) Aunque fundado el Monasterio de Tart en 1125, no adquirió su carácter de cabeza
de Congrogactón hasta nnes del s. XII (1190). E. DE MiEH, Los Trapentes (Madrid, 1912i,
habla de él llamándole, con erronea reiteración, Fart (págs. 273, 274, S7$).
(14) Y alguna vez Io hace notar expresamente, p. eJ.: puede verse lapag. 201.
(15) Pág. 300 1. c. y not. £1.
(16) Pág. zi2 I. c. y not. 23, donde se Ie remite a un estudio sobre laexenclón ciunío-
fifnse.

-225 -

Universidad Pontificia de Salamanca


LAMBERTO DE ECHEVERRÍA

general del Cister no ha podido hacerse sin violencia. Razonémoslo some-


ramente.

* * *

Señala con agudeza Escrivá el doble aspecto, económico y espiritual, que


podían tener las relaciones del Obispo con el Monasterio. El primero ape-
nas ofrece dificultad alguna, tanto porque su interés es secundario tratando
de jurisdicción espiritual, cuanto porque los rasgos que de él nos da Es-
crivá son tan firmes, seguros y precisos que no dejan lugar de duda. Para
aclarar el segundo recurre a un documento contemporáneo relativo a Ia
transformación en cisterciense de San Clemente de Toledo, cuyo interés es
indudable (17). Pero a pesar de todo nos parece que mucho mejor que
recurrir a un documento episcopal para aclarar el sentido de las Bulas de
Qemente III hubiese sido acudir a su misma fuente a través de otras
Bulas.
Un dístico famoso nos muestra el Cister :
Sanctus et exemptus, primaque ab origine liber;
NuHuí in hunc quidquam juris habere po!cst,

De otra parte, es indudable que los primitivos cistercienses miraron las


exenciones con prevención (i8). ¿Cómo conciliar entrambos opuestos tér-
minos? El llorado e inolvidable P. F. MAROTO llamó Ia atención sobre ¿1
hecho de que prácticamente (sólo Ie precedió un oscuro ejemplo de 1117)
las primeras Constituciones religiosas que aprobó Ia Santa Sede fueron
las del Cister (19). Supuesta esta aprobación pontificia, entonces inusitada,
que vedaba aI Obispo inmiscuirse en asuntos internos y constituía una je-
rarquía propia de Ia Orden, con asuntos privativos de ella, ¿qué de extraño
tiene que se hablase de exención? EI PrivHegmm ronwnitm, de Pascual II,
y Ia aprobación de Ia Charta Charitatis, de Calixto II, al poner Ia vida in-
terna del Cister fuera del alcance de los Obispos y de cualquiera otra auto-
ridad tíos dan Ia clave para explicar las dos Bulas fundamentales de CIe
mente III en favor de Las Huelgas.
Pero hay aún más.
(17) La abdicación, dicho sca de paso, era exigida por Ia legislación cisterclense, según
acuerdo de los Capítulos de 1243 (n. 63), i2l4 (n. 7), 1245 (n. 6) y 1255 (n. 43), Io que no hu-
biera eatado de mis seflalar.
(18) S. BERNARDUS ABBA8 CLARAE-VALLKNSis, Trati. de morit>us ct officio episcoporum,
cap. VIII (PL. 18S, COlS. 830-834). "
(19) Reguiae et partícwtore« conslUutioncs i:ingitlarum religtonum ex iure decretalium
utgue aá Codicem, "Acta cong. íurid. Intern.", IV, pag:s. 253, 263; nn. 85; 105 D.

— 226 —

Universidad Pontificia de Salamanca


EN TORNO A LA JURISDICCIÓN ECLESIÁSTICA DE LA ABADESA DE LAS HUELGAS

Cuando eI Cister se lanzó ya abiertamente en pos de Ia exención de sus


Monasterios, Las Huelgas, que hasta entonces había estado recibiendo to-
dos sus privilegios (20), entró en Ia misma corriente. A nuestro modo de
ver al menos, no es cosa obscura que en Ia actitud de sus Abadesas influ-
yeron no poco las Bulas Ex parte, de 1275, y, sobre todo, Ia Ad romani
pontificis, de 1487. Detengámonos algo en ellas.
En Ia primera, Alejandro IV lleva Ia exención de las Abadías cister-
cienses, hasta entonces limitada a sus más estrictos miembros, hasta exi-
mir de Ia jurisdicción ordinaria a sus granjeros y sirvientes, en forma tal
que les correspondiese administrarles los sacramentos y aprobar sus testa-
mentos. Calcúlese Ia repercusión de esta medida en una Abadía de Ia am-
plitud de lade Las Huelgas.
Por si fuera poco, un Pontífice afecto a Las Huelgas, autor de uno
de los documentos más dec5sivos de su historia (21), daba tres años antes
de éste Ia célebre Bula Ad romani pontificis, de Ia que es extraño no se
haga eco Escrivá. Confirmando todo Io anteriormente concedido en cuanto
a exención, sustrae de Ia jurisdicción de los Ordinarios y aun de sus pro-
pios legados "monasteria, loca, membra, bona omnia praedicta praésen-
tiaet futura, abbates, abbatlssas, monachos, moniales, vassallos, subditos et
sirvientes" (22).
¡Ahora sí que vemos claro! Todo Io que eí autor indica en sus pági-
nas 312 a 314 (23) adquiere una nueva luz cuando se leen las líneas que
acabamos de citar. Ahora se explica bien por qué Ia soberanía temporal
se enlazaba tan íntimamente con Ia espiritual (vasallos!); por, qué las villas
y lugares de abadengo se trocaron en territorios nuttitás (loca!)', por qué
es precisamente a mediados del siglo xvi cuando aparece indudable el pleno
desenvolvimiento de Ia jurisdicción eclesiástica (Ia Bula es de 1487).
Reconocemos que ni Ia Bula constituía probablemente en Abadía mtl-
lius a todas las cisíercienses (sino en un estado intermedio, confuso yfértil
€n desviaciones), ni tomada al pie de Ia letra podía beneficiar a Ia Abadesa.
Pero ésta, que durante siglos venía viendo cómo se Ie comunicaban los
privilegios de los Abades en gracia a su excepcional condición de cabeza
de una congregación, pudo muy bien, de absoluta buena fe, como indica el

(20) "Las novedades de esta segunda bula se refleren todas eUas a prlvilogios comunes
de Ia Orden" (pag-. 201).
(21) Reproducido en las p*gs. 176-179.
(22) Merece Ia pena leer integramente Ia bula, -de cláusulas amplísimas, reproducida en
Buttarlum romanvm, V (Turln, 1860), págs. 324-326, n. XI de las de Inocencio VIII. En
cuanto a Ia bula "Bx parte", puede verse en Privileges de l'ordre de Cisteaux, (Paris, 1713),
páginas 48 y slgs.
(33) Síntesis de las mis logradas y felices que tlene Ia obra.

— 227 —

Universidad Pontificia de Salamanca


LAMBERTO DE ECHEVERRÍA

mismo Escrivá, empezar a usar de aquel nuevo privilegio. Y de hecho cin-


cuenta años después Ia encontramos haciéndolo... excesivamente. No es que
defendamos nuestra hipótesis como algo definitivo, Io que sería sobrada
audacia en quien no ha saludado el archivo del Real Monasterio. Pero na-
die nos negará que señalamos el comienzo de un camino dudoso cierta-
mente, falso tal vez, pero indiscutiblemente merecedor de ser recorrido.

Quien únicamente leyeseel libro de Escrivá pensaría, sin duda, que el


caso de los inquietos freires del Hospital del Rey, sin ser precisamente úni-
co, era, desde luego, algo anormal e inusitado. No ocurriría Io mismo si el
autor se hubiese cuidado de dejar anotado que Ia legislación cisterciense
acerca de las monjas admitió claramente ya a principios del s:glo xiii que
sacerdotes seculares y simples laicos pudieron presentarse en los Monas-
terios femeninos y convertirse así en capellanes o conversos de ellos, ya
que, unos y otros pertenecientes a Ia Orden, estaba previsto que existiesen
allí, habitando en Ia hospedería.
Los estatutos cistercieness son en este punto tajantes. Tales sujetos de-
ben hacer allí mismo su noviciado y profesión y a aquel mismo Monasterio
Ie une el voto de estabilidad benedictino (24).
El Capítulo del año 1254 fija el ceremonial de su profesión en manos
de Ia Abadesa (25). Aún más: Ia Bula de Alejandro IV Ex pcurte vestra
estableció en 1255 que en caso de infidelidad a su vocación debían ser per-
seguidos como apóstatas.
Con estos datos y los que el autor aporta en el capitulo IV creemos
que Ia legitimidad canónica de los freires no es siquiera dudosa y que es
preciso rebajar un tantico su decantada originalidad.

(24) Instítutiones capituU yei>eraHs, lit. XV, De inunialibvs. Ver también los capítulos de
1281 (n. 26) y 1926 (n.- 8), rea!meme terminantes. Cfr. capítulos de 1222i(30), 1229 (7), 1S42 (41),
1262 (7), 1431 (43), como muestra de Ia abundante legislación en este punto, que tan singular
parece a Escrivá.
(25) N. 5. La mejor edlcion de fuentes de Derecho particular cisterciense es, a nuestro
juicio, Ia de D. J. M. C*mvEz, O. C. R., SMuta ca]>itulorum generaUum ordinis ctsterciensis
ab anno 1116 ad annum 1786... 8 vols. ("Bibliothèque de Ia Revue d'Hlstoire Ecclésiastique"
tomos 9-14, B. Lovalna, 1933)). La exquisita caridad del Rvdmo. P. D. Marla Buenaventura Ra-
inos, 0. C. H., al abrirnos generosamente Ia Biblioteca de su Abadía de San Isidro y permi-
tirnos manejar esta colección, algo rara en Espafia, nos cIeJ6 obligados a agradecérselo desdo
aquí publicamente.

228 —

Universidad Pontificia de Salamanca


EN TORNO A LA JURISDICCIÓN ECLESMSTICA D E L A ABADESA DE LAS HUELGAS

Otrosproblemas quedan pendientes, sobre los que carecemos d« datos


para pronunciarnos. Escrivá, que excluyó del plano del territorio de Ia
dignidad abacial a los Monasterios filiales, no muestra tampoco excesivo
apego'a los que del Real Monasterio en el transcurso de los siglos salieron.
Algo nos dice de Las Huelgas vallisoletanas; nada del de San Bernardo,
eh las islas Canarias (26) ; pero ni de uno ni de otro indica cuáles fueron
sus relaciones con Ia casa matriz. Lo cierto es que en Ia Guía del estado
ettesiástico dé España para el año 1854 (37), al insertar a Ia Abadesa de
Lás Huelgas entre las Preladas nullius (prueba de su notoriedad que es
extraño hayapasado E.por alto) incluye al Monasterio de Valladolid en-
tre las filiaciones, pero con Ia particularidad curiosísima de hacer notar
su observancia diversa. En cambio, el de Canarias Io hace figurar como
independiente (28). Nos limitaremos a estas indicaciones por carecer de
más datos.

ljj> parte jurídica'

La especialización obra milagros. Y de esta suerte a todos nos ha sido


dado conocer ingenios menguados que en el normal cultivo de una ciencia
nunca hubieran salido de una más o menos áurea mediocridad, brillando,
alcabo de añosmil de cultivo de una insignificante parcela científica, como
astros de primera magnitud.Por eso es y será siempre elcampo abierto
delassíntesis, con su ruda prueba de tener que abarcar materias diver-
sas, Ia exacta medida del verdadero ingenio. Y en verda<i que de su apli
cación resulta no poca alabanza para el de Escrivá.
Y es que, en efecto, los victoriosos capítulos de su parte histórica davan
en el ánimo del lector Ia duda de si será capaz de sostener idéntica altura
en Io doctrinal. Mas es Ia duda, que se hace aún más fuerte cuando se ve
que trata de buscar solución al difícil problema planteado en el breve espa-
cio de noventa páginas, se deshace en absoluto al contacto con Ia realidad
Méttídoiirine yrazonado, precisión matematica,claridad de conceptos y
facilidad asombrosa de síntesis pregonan bién afto su inanidad.
'(2*)Fundado en liempode Ia ilustrlsima Abadesa dona Ana Harla Manrique de Lara y
aún subsistente (en Teror).
(87) Madrid, 1854, págs. 303-204. En tas de 1862 y lgfi3 se insinúa tan sdlo Ia jurisdicción
de Ia Abadesa al hablar del M. R. Arzobispo de Burgos. Por cierto que en Ia misma Guia tenfa
Escrivá otra muJer flgurando con cargo que al parecer llevaba aneja Jurisdicción: dofla Isa-
bel II, administradora perpetua de las Ordenes Militares.
(a'8) Pag. 458. Un erudito estudio acerca del origen y vicisitudes de esta publicación Io
encontrará el lector en Ia Guía oficial de España, dentro del Resumen, histórico redactado por
e( académico D. JuAN PÉREZ OuzMAN y GALU>, que solia encabezarla (en Ia de 1913, que tene-
mos a Ia vista, puede verse Ia pag. 17).

JJO
t*fi7

Universidad Pontificia de Salamanca


LAMBERTO DE ECHEVERMA

Pero el cumplimiento de nuestro oficio de críticos y Ia conveniencia


misma de eliminar aun Ia misma apariencia de lisonja donde sólo hay
verdad, nos fuerzan a hacer unas sumarias indicaciones.
A los capítulos X y XI apenas tenemos nada que objetar. TaI vez los
lectores, menos familiarizados con los conceptos y Ia terminología canó-
nica, hubieran agradecido un par de líneas explicando qué es potestad de
jurisdicción y, sobre todo, en qué se distingue de Ia dominativa, particu-
larmente en su novísima variedad de pública. Aunque este último concepto,
reciente conquista de Ia ciencia canónica, no pueda jugar en el caso lleno
de venerable antigüedad de Ia ilustrísima Abadesa, ¿quién duda que hu-
biera podido contribuir a aclarar posiciones?
Mas si esto es meramente facultativo, algo hay poco después que llama
Ia atención más vivamente, pues parece ir contra Io que era obligatorio.
Examina, en efecto, y no hay en ello escaso acierto, otros casos seme-
jantes al de Las Huelgas. Pues bien, Escrivá, que en una densa nota,
puesta accidentalmente al tratar de Ia supresión de Ia jurisdicción de Ia
Abadesa (29), nos dió noticia de Ia existencia de un caso en nuestra misma
España de fundación casi simultánea y vicisitudes parejas, al llegar a este1
punto de su bien trabada obra, prescinde en absoluto de Ia Señora Maestra
de Sixena, que "tuvo también sus monasterios filiales... y era además
Superiora del Cabildo de capellanes [habiendo recibido] las rentas y se-
ñoríos de numerosos pueblos donde ejercía jurisdicción civil y eclesiásti-
ca". La explicación que a nosotros ocurre es que tal vez ha querido Es-
crivá acuciar diestramente a algún canonista español que quiera estudiar
el caso a fondo. Pero una referencia al menos en el cap. XI realmente no
hubiera estado de sobra (30).

El examen de Ia teor5a de Escrivá sobre el título jurisdiccional de Ia


iiustrísima Abadesa nos exigiría extendernos excesivamente si es que ya
no Io hemos hecho. Por eso nos vamos a limitar a insinuar algo.
Su intento ha sido, ciertamente, amb5cioso. Explicar Ia legitimidad de
dicho título, exponiendo al mismo tiempo difíciles problemas planteados
(SS) Pag-. 153, not. D I .
(30) Detalles de Ia destrucción rte aquel Monasterio y de Ia vlda de su Comunidad poste-
rior a nuestra guerra encontrará cl lector en cl articulo de MicuEL SERRA BALAGUER Bl Real
Monasterio de S(gena. "I.n vanguardia espafiola", LXI (1945), núm. S4.637, correspondiente
nI 28 <lP agrtsto, pfljr. 4.

230 -

Universidad Pontificia de Salamanca


EN TORNO A LA JURISDICCIÓN ECLESUSTICA DE LA ABADESA DE LAS HUELGAS

en torno a Ia costumbre "contra legem", en el leve espacio de 35 páginas


es algo muy difícil. Por eso no es extraño que, aun aceptando en Io
fundamental su tesis y aplaudiendo sin reservas su valentía, no todos los
extremos de este capítulo final satisfagan por igual al jurista exigente.
Demuestra Escrivá, por ejemplo, con claridad y jusíeza, Ia distinción
entre costumbre, prescripción y privilegio, acreditando una vez más su
condición de fino analista. Pero Io que no hemos alcanzado a ver, a pesar
de ser tan claro que no ha precisado demostración, es por qué el caso de
lailustrísima señora está sujeto únicamente a las leyes de Ia costumbre.
Que Io está es evidente. Nuestra duda recae cabalmente en el adverbio.
Y en busca de solución hemos recurrido a una de las más recientes
obras sobre el privilegio, debidaa Ia pluma de una indiscutible autoridad
canónica, A. VAN HovE. He aquí Io que hemos hallado:
"... vel consuetudo est Iaesiva juris alterius, et tunc est mixta cum praescrip-
lione. In tali consuetudine et regulae de jure consuetudinario servandae sunt et
regulae de praescriptione..."
"Quiquid sit, si per consuetudinem aliquid detrahitur juribus alicnjus per-
sonae singuIaris etiam moralis, quia hacc consuetudo est mixta praescriptione,
conditiones praescriptionis requiruntur ut consuet>udo valeat" (31).

Y si tal autoridad se hiciese sospechosa a Escrivá, cabría invocar Ia del


Panormitano, tan frecuentemente citado por él, que con su claro ejemplo
del Obispo que castiga a sus subditos sin recurrir al Cabildo, en virtud a
Ia vez de costumbre frente a unos y prescripción frente al otro (32), nos
recuerda a k Abadesa imponiendo su autoridad sobre sus vasallos... y ante
los Obispos perjudicados.
Nótese que no contradecimos a Escrivá. Lo que él dice es verdad. Pero
para que ésta hubiera sido cabal hubiera convenido atender a Ia prescripción,
fácil empresa cuando se cuenta con una posesión centenaria, que nos da
untítulo inatacable, y Ia buena fe ha sido manifiesta. Aunque hubiera que
trabajar para remover Ia adversa doctrina de BENEDICTO xiv en cuanto
a laadquisición por este medio de jurisdicción eclesiástica prelacial (33).

Final y síntesis
Queremos cerrar estas páginas reproduciendo unos párrafos que el prín-
cipe de los actuales canonistas españoles dedicó a Ia Ilustrísima Abadesa.
(31) De privUegHs. De dispensations (Malinas, Roma, 1939), pég-s. 134, 73, nn. 135, 72.
Cfr. De consuetudine (MaHnas, Homa, 1933), págs. 10, 153-154, 172-176, nn. 7, 174-176, 197-202.
(32) Coment. ad c. II, cum tanto, X, de consueludíne, n. 70-83, pag:. 68-82 (edlclón de Ve-
necla 1605).
(33) De synodo dioecesana, 1. XIIl, c. 8, nn. 17-25.

-23! -

Universidad Pontificia de Salamanca


LAMBERTO DE ECHEVERRÍA

A más dc uno parecerá Ia cita excesivamente extensa al verla. A todos


harto breve al leería. Es un resumen claro y preciso del punto de vista es-
pañol en esta cuestión, que es raro cómo no ha aludido siquiera el autor
en su obra. Dice así :

"Por patriotismo dedicamo» un recuerdo al Real Monasterio de Las Huelga*.


de Burgos... A loi extranjeros que viendo Ia paja en el ojo ajeno no ven Ia
viga en el propio y se escandalizan de que una mujer ejerciese jurisdicción cuasi*
episcopal... les diremos que acaso no Io haría peor que algunos hombres deI lado
de allá de las fronteras (34), que con semejantes o más privilegios las habla en
Francia, Alemania e Italia (35), y, por último, que cuando los canonistas sc
pongan de acuerdo para sefialar las condiciones esenciales en el sujeto de Ik
jurisdicción y en Ia trasmisión de ella y distingan cumplidamente Io que es exclu-
sivo del "Pasclte qui in i>oi>/i ei< gregem Dei", y Io que es común a cualquier
otro régimen de gobierno de cosas y personas, entonces podremos renegar de
aquella pléyade de canonistas ante los cuales pasó Ia situación privilegiada y ex-
cepcional de Las Huelgas de Burgos sin que les mereciera un anatema ni un
reproche" (36).

Hac« a continuación un resumen de cómo se formó Ia jurisdicción ecle-


siástica de Las Huelgas, sin privilegio pontificio expreso, resumen en gran
parte confirmado por Escrivá y en bastantes puntos corregido. Y para ter-
minar enjuicia MuNiz Ia desaparición de dicha jurisdicción, con un dic-
tamen exactísimo y certero, que convenía conocieran los que leyendo a Es-
crivá sientan pena por Ia desaparición de tan notable y singular institu-
ción, realizada en momentos de desamparo, por ausencia de Ia Realeza
"porque no es coincidencia fortuita que Ia pérdida de Ia jurisdicción espi-
ritual, gloria Ia más señalada de Las Huelgas, viniera a producirse jus-
tamente cuando Santa María se queda huérfana del amparo de sus se
ñores, los Reyes" (37).
Quien, como decimos, vea con poca simpatía que se arrebatase Ia ju-
risdicción a Ia desamparada Abadesa, oiga estas claras palabras, que de
corazón hacemos nuestras :

(34) El lil)i'o uK Escriva Ua venido u conUriiiar ampliamente esta aurmación. En sus pA-
pinas pueden verse reflejadas Abadesas que en nada desmerecen en energía, taeto y pruden-
da junto a cualquier lion>bre. Sobre todo si Ia comparación se hace, como convtene, eon lo»
prelados de territorios exentos similares.
(35) TaI vez el capitulo XI de Escrivá Imponga un emoUente a «sta frase y a otras pare-
cidas, Incluso de extranjeros. Puedeu verse los curiosos estudios sobre el tema publicados en
i>i Annuaíre pontifical calholi<jue, do BATTANDiEii, vols. I (1898) y II (1898). En este segundo,
no citado por E., se ocupa expresamente de Las Huelgas, haciéndose eco de un estudio del
I'. Pío DE LANGONio, O. F. M. Cap., publicado en "Analecta eclesiástica", de Junlo de 1898, y
anrmando que"'aun subsistía Ia jurisdicción de Ia Abadesa (!)•
(36) M. MuNiz, T>rncerttmivntr>s ertesia*ticnt (Sevilla, 1924), tom. I, pags. 182-183, n. SU.
(:i7' PAj. 2 9 « .

— 232 —

Universidad Pontificia de Salamanca


EN TORNO A LA JURISDICCIÓN ECLESIÁSTICA DE LA ABADESA DE LAS HUELGAS

"La Santa Sede suprimió Ia jurisdicción o exención de aquel famoso Monaste-


rio, cuando fueron suprimidas otras exentas; pero los que respetamos esta supresión
pedimos algún respeto para los que Ia mantuvieron durante siglos. Acaso si Ia
supresión se hubiera llevado a cabo en tiempos de paz y tranquilidad Ia situa-
ción actual del Monasterio de Las Huelgas sería n>uy otra (38). La Iglesia es
eucmiga de borrar, pues no quiere que se borren más que los pecados... [alude
a Ia batalla de Ias Navas, tan unida a Las Huelgas, y continúa] : Hecha Ia
supresión en otras circunstancias (no en las que se hizo, en las quí había que
cortar con mano ¿ura y cualquier defensa parecía y era sospechosa y peligro-
sa) (39) Ia Iglesia misma, sin que nadie Ie instara, hubiera conservado Io que se
pudiera conservar, purificándole y quitándole el polvo y herrumbre que el tiempo
pone en todas las instituciones humanas." (40).

Todo esto es del Excmo. Sr. Arzobispo de Santiago. Con cuya auto-
ridad queremos sellar estas notas, no sin antes tornar con nuestra más
cordial felicitación al autor que a ellas ha dado ocasión, repitiendo Io que
bella y galanamente dijo un más diestro señor de su pluma que nosotros:
''A tal señor, tal honor. Para estudiar Ia figura prestante, prelaticia, cuasi
episcopal de Ia Ilustrísima Señora Abadesa del Real Monasterio de Las
Huelgas, este libro docto, señero, rea! de don José María Escrivá* (41).

LAMBERTO DE ECHEVERRÍA
catedrático de Ia Universidad Pontlflela de Salamaiic«

(38) No hubiera sido difícil, en erecto, sino antes positivamente fácil, salvar, a través del
artículo 11 de Concordato, los derechos de Ia Abadesa como cabeza de Ia Congregación- de
Monasterios cistercienses, a los que no era cosa llana hacer entrar en las clausulas de Ia bula
Quae diversa.
(39) Subrayamos y anotamos nosotros.
(40) L. cit,, pág, 184.
'41) CASTRO ALBARHÄN, La Abadesa de Las Huelgas. PAg. 1.183.

._ 233 —

Universidad Pontificia de Salamanca

También podría gustarte